Capítulo VI
Alberich se ha levantado tras un casto beso en la sien.
No tengo fuerzas para preguntarle adónde va. No quiero que se vaya, adoro el calor de su cuerpo contra el mío, pero no puedo mantener ni siquiera los ojos abiertos.
¿Cómo lo hace para dejarme… así? Todo el placer, toda la tensión… y ahora no puedo ni moverme.
La puerta se abre otra vez, oigo sus pasos. Ha tardado poco. ¿Y qué es ese sonido? ¿Agua? Entreabro los párpados a duras penas. Alberich lleva sus pantalones, que parecen mojados todavía. Me gustaría decirle que se los quite… Mmm, desnudo otra vez… No, no. Debe tener frío.
No puedo hablar de pura y gloriosa extenuación.
Deja algo sobre la mesa. Es un cuenco grande. Ni sabía dónde estaba. Me relamo los labios. Del cuenco saca un trapo y lo escurre. Ah, es agua…
Con cuidado pone el trapo en mi cuello.
Me estremezco. Está tibio. Me mira, muy serio, pero muy suave.
Me limpia el cuello con ternura. Sumerge el trapo y lo escurre otra vez, y lo pasa por mi brazo.
Me maravilla su total devoción, esta ternura. Adormilado siento que me va aseando, los brazos, la espalda, el pecho. Me limpia por completo con el trapo tibio. No puedo contener un suspiro de bienestar.
Noto sus labios en mi frente.
—Duerme…
Su voz es un murmullo.
Dormir… Eso suena bien.
Cuando despierto no sé qué hora es, sólo sé que Alberich me abraza, que encajamos a la perfección los dos juntos en mi cama. Que se está bien. Estoy desnudo, pero no me importa en absoluto.
Como si supiera que he despertado él me besa en los labios, dulcemente, y empieza a acariciar mi cabello con ternura.
Quizá debería decir algo. O tal vez no. Tal vez el silencio es perfecto ahora. Sólo suspiro, dejando que mis brazos se enreden en su cintura. Podría dormirme otra vez… No. No, me gusta esto, quiero estar así. No quiero perdérmelo.
Es Alberich quien rompe este plácido silencio.
—¿Puedo preguntarte algo?
Lo dice en voz baja, casi con temor reverencial de romper este momento mágico.
—Claro —le aseguro.
Alzo la cabeza y veo que me mira. Es una mirada dudosa, amarga. Se relame los labios. Mmm, quiero besárselos.
—¿Cómo empezaste a salir con Worren?
Worren.
Dios.
No pretende hacerme daño, pero la mención me golpea como una bofetada.
—No tienes que decírmelo si no quieres.
Ahora parece arrepentido. Me enternece la manera que tiene de pensar en mí para todo.
«Te amo», dijo. Esas palabras oprimen mi corazón, agresivas, cortantes, crueles.
Me ama y me pregunta cómo conocí a mi novio. Lo peor es que sé que quiere la verdad. Una mentira piadosa no le gustaría. Quiere la realidad, dura y brutal. Lo admiro por ello.
Por supuesto, Alberich no estaba aquí cuando Worren llegó. Vino al instituto cuando teníamos… ¿dieciséis años? Worren vino a los quince, y aunque nuestra discreta relación no empezó hasta más tarde, aquel… aquel era el principio.
Así que se lo diré. Se lo explicaré todo… y quizá al decirlo en voz alta yo mismo entienda cómo puedo estar haciéndole esto a dos de las personas más maravillosas que conozco.
Apoyo la cabeza en su hombro, y él me envuelve en sus brazos.
—Worren llegó al instituto a los quince años —explico en voz baja—. Tras la muerte de mis padres cuando yo era pequeño, y con mi hermano viajando a causa de su trabajo, veía mi mundo… como si no fuera mío. Es difícil de explicar.
Como si me estuviera animando me besa en la cabeza.
—Es como si lo viera todo en gris. Todo era opaco y sin color.
—¿Aburrido?
—Más que eso. No es que no tuviera amigos, no es que no saliera por ahí o no me divirtiera. Todo estaba… vacío. Los lugares, la gente, las actividades. Todo era vacío y deprimente. No había nada que me motivara, nada que me interesara en realidad. Mi vida sólo era dejar que los días pasaran, sin esperar nada, porque no había nada que esperar. Estaba sólo y vacío en un mar de matices grises. Estaba rodeado de sombras. Estaba muerto, no tenía corazón, ¿entiendes lo que quiero decir?
—Creo que sí.
—Cuando llegó Worren… Fue como si el sol se abriera paso en un cielo que había pasado encapotado muchos años. Sólo con su presencia trajo luz y color a mi mundo gris. La primera vez que me habló fue como si se rompiera el silencio y sonara por primera vez la música. Me trajo la vida misma.
—Sé lo abrumador que es.
¿Lo sabes? Por supuesto… también ha estado cerca de él, conoce su efecto.
Durante dos años Alberich y yo fuimos a la misma clase… y yo casi no puedo recordarlo. Vagamente recuerdo al joven y distante muchacho que se ponía en la última fila, atendía a clase y no se relacionaba con nadie, pero no sé si nunca he hablado con él entonces. Ni después del colegio.
De hecho… no habíamos hablado jamás hasta que se acercó a mí en ese callejón, llenándome de promesas y palabras de amor.
—Quedé eclipsado de inmediato por él —admito—. Su luz me atraía. Era como el canto de una sirena. Como la llama para una polilla. Su voz, su sonrisa, su mirada… No lo sé. Todo en él me llevaba a querer mirarlo, a estar cerca.
—Se llama carisma. Worren tiene mucho de eso.
—Todo el mundo rondaba a su alrededor.
O casi. Hay personas que no lo hacen. Como Alberich. ¿Cómo se resiste alguien a esa intensa marea que es Worren?
—Yo no esperaba ser ni más ni menos que los demás. Otro compañero del que sabía el nombre y al que prestaba el boli si podía. Me sentí muy afortunado cuando me propuso hacer juntos el trabajo de química. Se convirtió en una constante, ¿sabes? Trabajar juntos, incluso a veces quedábamos para estudiar. Todo tenía relación con el instituto… hasta que me propuso que fuera a dormir a su casa.
Oh, recuerdo ese momento. Recuerdo con exactitud cómo se acercó con su gran sonrisa, se apoyó en mi pupitre y me dijo que qué me parecía ver una peli en su casa y quedarme a dormir.
La sensación es casi inexplicable. ¿Cómo poner en palabras lo que sentí en ese instante? Como haber sido tocado por un ángel, como si un ser divino hubiera posado su mano en mí. La satisfacción, la incredulidad, la gloria de haber sido elegido… todo esto no cabía en mi pecho en ese entonces.
—Sólo iba a ser una película y dormir. Worren nunca ha tenido mucho tiempo libre. Quería pasarlo conmigo, ¿cómo podía decirle que no? Era… era el centro de mi vida.
—Lo sé.
Lo miro. ¿Lo sabe? ¿Era tan obvio? Alberich… ¿Me miraba en el instituto? ¿Me veía desvivirme por Worren, desesperar por su atención, desfallecer por su sonrisa?
Siento el deseo de disculparme, pero no lo haré. ¿Cómo puedo decirle que lamento no haber notado su mera existencia porque estaba absorto, absorbido por otro hombre?
—Sólo era una película.
Sus ojos están clavados en los míos, y no puedo apartar la mirada.
—Worren… Worren se adormiló en seguida. En cuanto paraba parecía tan cansado…
Traté de despertarlo y lo llevé a su cuarto. Estaba medio despierto, así que lo ayudé a quitarse la ropa y ponerse el pijama.
En realidad no sé muy bien qué pasó. De pronto me besó. Fue un beso torpe, incluso, si lo pienso… No sé. Triste.
—Me dijo si quería dormir con él. Le dije que sí. Entonces me abrazó y empezó a…
No soy capaz de darle los detalles morbosos, cómo Worren me tomó en sus brazos y me hizo el amor. No es justo para Alberich.
Pero rememorando esto recuerdo algo… algo que me desconcierta. Mientras me lo hacía Worren no dijo mi nombre, ¿verdad? No puedo acordarme bien.
—¿Lander?
Doy un respingo y noto que Alberich sigue esperando.
—Ya está —digo—. Empezamos así. Supongo que no fue muy romántico, pero no podría haber sido mejor. La persona que me gustaba me hizo el amor y a partir de entonces me dedicó cada minuto de su tiempo libre.
—¿Fue tierno?
—¿Qué?
—Worren. ¿Era tierno contigo al principio?
Titubeo, sorprendido por tan extraña pregunta.
—Sí —respondo al final—. Sí, al principio fue tierno.
Pero mientras lo digo sé que no es cierto. La primera vez lo fue… ¿o sólo lo he idealizado? No lo sé. Luego siempre fue así, rápido y explosivo y vacío. Sobre todo vacío.
Muy… vacío.
¿Qué cambió? ¿Fui yo el que idealizó aquella primera vez? No, no, recuerdo cómo me besaba, cómo me acariciaba. Recuerdo que no paró hasta hacerme terminar. Recuerdo su dulzura y su tierna sonrisa adormilada. No estaba del todo despierto, creo, ¿pero importa mucho?
Cuando lo hicimos por segunda vez… me dejó un poco decepcionado. Era totalmente distinto. Pensé que estaba cansado, y es natural. A la tercera tenía prisa. Y a la cuarta.
Worren… siempre tiene prisa, o está cansado. Al principio creí que me llamaba aún sin tener tiempo porque me amaba, porque necesitaba verme y hacerme el amor, porque es apasionado y ardiente. Y eso me gustaba.
Pero últimamente siento que… siento…
Siento que es mentira.
—Eh.
Dulcemente Alberich me besa en la sien. Cierro los ojos y me besa también los párpados. No los abro mientras trago saliva y contengo este dolor, esta tristeza, esta desesperada agonía.
—Yo le quiero —musito en voz muy baja—. Pero no sé si él me quiere a mí.
Ya está. Lo he dicho. Pero no me siento mejor.
¿Worren me ama? ¿Me ha amado alguna vez? No me lo ha dicho nunca. Lo noto desapegado. Oh, es brillante y luminoso y su sonrisa es franca y amable, me llama todos los días… Y siempre que nos vemos acabamos follando rápido porque está cansado o tiene cosas que hacer.
—Díselo.
Abro los ojos. La mirada de Alberich es dura y tensa.
—Dile cómo te hace sentir —insiste—. Sé franco. Que te sientes abandonado y vacío y necesitas que te preste más atención. No es malo querer que la persona a la que amas te preste atención.
Trago saliva. ¿Qué… está diciendo?
—¿Estás seguro de lo que dices? —murmuro.
¿Quieres que arregle mis problemas con Worren, que sea feliz con él? ¿Y qué hay de ti? ¿Qué hay de tu propio corazón?
Dios, ¿cómo alguien puede ser tan noble?
Alberich lanza una media sonrisa, un poco seca, un poco irónica, un poco amarga. Sus manos me acarician la espalda y el pelo.
—Tranquilo, Lander. No importa lo que pase, yo siempre te amaré.