Castigos del rey de Mentón
«Míos hijos, por el mío consejo vos haréis así como ahora os diré: lo primero, amaréis y serviréis y temeréis a Dios que os hizo, y os dio razón y entendimiento para hacer bien y saberos guardar del mal. Ca dice en Santa Escritura que el comienzo de la sabiduría es el temor de Dios. Y por ende el que a Dios teme siempre es guardado de yerro; y desí guardaréis sus mandamientos con gran temor de no le fallecer en ningunos de ellos, y señaladamente guardaréis aquel en que manda que honre a su padre y a su madre si quiere haber buen galardón sobre la tierra. Y mal pecado, más son los que se inclinan a tomar el mal consejo, pues a su voluntad es, que el bueno: para el hombre de buen entendimiento, cuando el mal consejo y el bueno ven y lo entienden, acógese antes al bueno maguer sea con deleite y a su voluntad; así como aconteció a un rey mancebo de Armenia, comoquiera que vivía a su voluntad.»
Dice el cuento que este rey iba a caza y halló un predicador en el camino que predicaba al pueblo, y díjole: «Predicador, yo voy a caza a gran prisa, y no puedo estar a tu predicación, que lo alongas mucho; mas si la quieres abreviar, me pararía a oírla.» Dijo el predicador: «Los hechos de Dios son tantos y de tantas maneras que no se pueden decir en pocas palabras, mayormente a aquellos que tienen ojo por las vanidades de este mundo más que por castigos y las palabras de Dios, e id vos a buena ventura, y dejad oír la predicación a aquellos que han sabor de oírla y se pagan de conocer la merced que Dios os hizo en les dar entendimiento para oírlas y aprenderlas; pero mémbreseos que por un pecado solo fue Adán echado de paraíso; y por ventura si querrá acoger en él a quien fuere encargado de muchos».
Y el Rey fuese, y anduvo pensando en lo que le dijo el predicador, y tornose. Y entrando por la villa vio un físico que tenía antes sí muchos orinales, y díjole: «Físico, tú que a todos los enfermos cuyos son estos orinales cuidas sanar, ¿y sabrías melecinas para sanar y guarecer de los pecados?» Y el físico cuidó que era algún caballero, y díjole: «Tú, caballero, ¿podrás sufrir el amargura de la melecina?» «Sí», dijo el Rey. «Pues escribe», dijo el físico, «esta receta por preparativo que has a tomar primero para mudar los humores de los tus pecados, y después que hubieres bebido el jarope, darte he la melecina para desembargarte de tus pecados. Toma las raíces del temor de Dios y meollo de los sus mandamientos, y la corteza de la buena voluntad de quererlos guardar, y los mirabolanos de la caridad, y simiente de atemperamiento de mesura, y la simiente de la constancia, que quiere decir firmeza, y la simiente de la vergüenza, y ponlo a cocer todo en caldera de fe y de verdad, y ponle fuego de justicia, y sórbelo con viento de sapiencia, y cueza hasta que alce el fervor de contrición, y espúmalo con cuchar de paciencia, y sacarás en la espuma las horruras de vanagloria y las horruras de la soberbia, y las horruras de la envidia, y las horruras de la codicia, y las horruras de lujuria, y las horruras de ira, y las horruras de avaricia, y las horruras de glotonía, y ponlo a enfriar al aire de vencer tu voluntad en los vicios del mundo, y bébelo nueve días con vaso de bien hacer, y madurarán los humores endurecidos de los tus pecados de que no te arrepentiste ni hiciste enmienda a Dios, y son mucho ya endurecidos, y quiérente toller de pies y de manos con gota halaguera, comiendo y bebiendo y envolviéndote en los vicios de este mundo, para perder el alma, de la cual has razón y entendimiento y todos los cinco sentidos del cuerpo. Y después de que tomares este jarope preparativo, tomarás el ruibarbo fino del amor de Dios una dracma, pesado con balanzas de haber esperanza en Él que te perdonará con piedad los tus pecados. Y bébelo con el suero de buena voluntad, pero no tornarás más a ellos. Y así serás guarido y sano en el cuerpo y en el alma.» «Ciertas, físico», dijo el Rey, «mucho es amarga esta tu melecina, y no podría sufrir su amargura, ca de señor que soy, me quieres hacer siervo, y de vicioso lazrado, y de rico pobre». «¿Cómo?», dijo el físico, «¿por tú querer temer a Dios y cumplir sus mandamientos cuidas que serás lazrado? Ciertas no lo cuidas bien, ca Dios, el que teme y cumple sus mandamientos, sácalo de lacerio y de servidumbre del diablo y hácelo libre; y al humildoso y paciente sácalo de lacerio y de cuidado y ensálzalo; y al franco y mesurado del su haber acreciéntale sus riquezas». «Caballero», dijo el físico, «para mientes que muy amargas son las penas del infierno que esta melecina, y por ventura si las podrás sufrir; pero la buena andanza pocos son los que la saben bien sufrir, y la mala sí, ca la sufren amidos, maguer no quieran. Onde, pues buen consejo no quieres tomar, miedo he que habrás a tomar mal consejo de que te hallarás mal. Y acontecerte ha como aconteció a un cazador que tomaba aves con sus redes». «¿Y cómo fue eso?», dijo el Rey.
Dice el cuento que un cazador fue a caza con sus redes, y tomó una calandria y no más, y tornose para su casa, y metió mano a un cuchillo para degollarla y comerla. Y la calandria le dijo: «¡Ay amigo, qué gran pecado haces en matarme! ¿Y no ves que no te puedes hartar de mí, ca soy muy pequeña vianda para tamaño cuerpo como el tuyo? Y por ende tengo que harías mejor en darme de mano y dejarme vivir; y darte he ya tres consejos buenos de que te puedes aprovechar si bien quisieres usar de ellos.» «Ciertas», dijo el cazador, «mucho me place, y si un buen consejo me dieres, yo te dejaré y darte he de mano». «Pues doyte el primero consejo», dijo la calandria, «que no creas a ninguno aquello que vieres y entendieres que no puede ser; el segundo, que no te trabajes en pos la cosa perdida, si entendieres que no la puedas cobrar; el tercero, que no acometas cosa que entiendas que no puedas acabar. Y estos tres consejos semejantes uno de otro te doy, pues uno me demandaste». «Ciertas», dijo el cazador, «buenos tres consejos me has dado». Y soltó la calandria y diole de mano, y la calandria andando volando sobre la casa del cazador hasta que vio que iba a caza con sus redes, y allá fue volando en derecho de él por el aire, parando mientes si se acordaría de los consejos que le diera, y si usaría de ellos. Y andando el cazador por el campo armando sus redes, llamando las aves con sus dulces cantos, dijo la calandria que andaba en el aire: «¡Oh mezquino, cómo fuiste engañado de mí!» «¿Y quién eres tú?», dijo el cazador. «Yo soy la calandria que diste hoy de mano por los consejos que yo te di.» «No fui engañado según yo cuido», dijo el cazador, «ca buenos consejos me diste». «Verdad es», dijo la calandria, «si bien los aprendiste». «Pero», dijo el cazador a la calandria, «dime en qué fui engañado de ti». «Yo te lo diré», dijo la calandria. «Si tú supieras la piedra preciosa que tengo en el vientre, que es tan grande como un huevo de estrús, cierta soy no me dieras de mano, ca fueras rico para siempre jamás si me la tomaras, y yo perdiera la fuerza para acabar lo que quisieres.» El cazador cuando lo oyó fincó muy triste y muy cuitado, cuidando que era así como la calandria decía, y andaba en pos ella por engañarla otra vegada con sus dulces cantos. Y la calandria como era escarmentada guardábase de él y no quería descender del aire, y díjole: «¡Oh loco, qué mal aprendiste los consejos que te di!» «Ciertas», dijo el cazador, «bien me acuerdo de ellos». «Puede ser», dijo la calandria, «mas no los aprendiste bien, y si los aprendiste no sabes obrar de ellos». «¿Y cómo no?», dijo el cazador. «¿Tú sabes», dijo la calandria, «que dije al primero consejo que no quisieres creer a ninguno lo que vieses y entendieses que no podría ser?». «Verdad es», dijo el cazador. «¿Pues cómo», dijo la calandria, «has tú a creer que en tan pequeño cuerpo como el mío pudiese caber tan gran piedra como el huevo de ostrús? Bien debías entender que no es cosa de creer. El segundo consejo, te dije que no trabajases en la cosa perdida si entendieses que no la pudieses cobrar». «Verdad es», dijo el cazador. «Pues ¿por qué te trabajas», dijo la calandria, «en cuidar que me podrás prender otra vez en tus lazos con tus dulces cantos? ¿Y no sabes que de los escarmentados se hacen los arteros? Ciertas bien debías entender que, pues una vegada escapé de tus manos, que me guardaré de meterme en tu poder, y gran derecho sería que me matases como quisiste hacer la otra vegada, si de ti no me guardase. Y en el tercero consejo te dije que no acometieses cosa que entendieses que no pudieses acabar». «Verdad es» dijo el cazador. «Y pues tú ves», dijo la calandria, «que yo ando volando por donde quiero en el aire, y que tú no puedes subir a mí, ni has poder de hacerlo, ca no lo has por natura, y no debías acometer de ir en pos de mí, pues no puedes volar así como yo». «Ciertas», dijo el cazador, «yo no holgaré hasta que te tome por arte o por fuerza». «Soberbia dices», dijo la calandria, «y guárdate, ca Dios de alto hace caer los soberbios».
Y el cazador, pensando en cómo podría volar para tomar la calandria, tomó sus redes y fuese para la villa; y halló un trasechador que estaba trasechando antes muy gran gente, y díjole: «Tú, trasechador, que muestras uno por al y haces creer a los hombres lo que no es, ¿me podrías hacer que semejase ave y pudiese volar?» «Sí podría», dijo el trasechador. «Toma las péñolas de las aves y pégalas a ti con cera, e hinche de péñolas todo el cuerpo y las piernas hasta en las uñas, y sube a una torre alta y salta de la torre y ayúdate de las péñolas cuanto pudieres.» Y el cazador hízolo así, y cuando saltó de la torre cuidando volar, no pudo ni supo, ca no era de su natura, y cayó en tierra y quebró y murió. Y gran derecho era, ca no quiso creer el buen consejo que le daban, y creyó el mal consejo que no podía ser por razón de natura.
Y el Rey, cuando oyó esto, tuvo que el físico le daba buen consejo, y tomó su castigo y usó del jarope y de la melecina, maguer le semejaba que era amarga y no la podría sufrir, y partiose de las otras levedades del mundo, y fue muy buen rey y bien acostumbrado, y amado de Dios y de los hombres; en manera que por el amargor de esta melecina que le dio el físico, usando y obrando de ella, excusó las amarguras de las penas del infierno.
Y vos, míos hijos, dijo el rey de Mentón, siempre parad mientes a los consejos que os dieren los que viereis que son en razón y pueden ser a vuestra pro y a vuestra honra. Recibidlos de grado y usad de ellos y no de los que fueren sin razón, y que no pueden ser a vuestra pro y a vuestra honra, y que no pueden ser amados y honrados y apreciados de Dios y de los hombres: la primera es aprender buenas costumbres; la segunda es usar de ellas onde la una sin la otra poco valen al hombre que a gran estado y a gran honra quisiese llegar.
Amigos hijos, habéis a saber que en las buenas costumbres hay siete virtudes, y son estas: humildad, castidad, paciencia, abstinencia, franqueza, piedad, caridad, es decir, amor verdadero. De ellos oiréis decir adelante, y aprenderéis sus propiedades de cada una en su lugar. Y creed que con las buenas costumbres en que yacen estas virtudes, puede ser dicho noble aquel que de ellas fuere señor; ca dice un sabio: «Ni por el padre ni por la madre no es dicho noble el hombre, mas por buena vida y buenas costumbres que haya.» Y otro sabio dice a su hijo: «Creas que puede ser noble por la alta sangre, ca del linaje ni por las buenas costumbres de ellos, mas por las costumbres, si en sí ellas hubiere.» Y por ende dicen que la mujer apuesta no es de lo ajeno compuesta; ca si de suyo no hubiera la apostura, poco mejoraría por colores postizos, onde ninguno se puede bien loar de bondad ajena, mas de la suya propia.
Y así, míos hijos, aprendiendo buenas costumbres y usando bien de ellas, seréis nobles y amados y preciados de Dios y de los hombres. Pero debéis saber que el noble debe haber en sí estas siete virtudes que de suso dijimos; y demás que sea amador de la justicia y de la verdad.
El noble, cuanto es más alto, tanto debe ser más humildoso, y cuanto es más noble y más poderoso, tanto debe ser más humildoso, y cuanto más noble y más poderoso, tanto debe ser mesurado. Ciertas, muchos embargos ha de sufrir el que quiere ganar nobleza, ca ha de ser franco a los que pudieren y paciente a los que erraren y honrador a los que vieren. Onde el que quiere ser noble y use bien de ellas, conviene que sea de buenas costumbres y que use bien de ellas, y debe perdonar a cuantos le erraren y debe hacer algo a los que se lo demandaren, y no debe parar mientes a la torpedad de los torpes. Ca dice un sabio: «Si quieres ser de buenas costumbres de algo que pediste y no te lo dio, y perdona al que te hizo mal y hazle bien, ca tú haciéndole bien pensará y entenderá que hizo mal y arrepentirse ha; y así harás de malo bueno». Y sabed que todas estas cosas son mester a los que quieren ser de buenas costumbres: la una es que sea mesurado en sus dichos y en sus hechos; la otra es que sea franco a los que hubieren mester. Y míos hijos, cuando os hiciere gran merced, si usarais de ella bien, duraros ha, y si no, sabed que la perderéis, ca Dios no deja sus dones en el que no lo merece ni usa bien de ellos. Ca derecho escrito es que merece perder la franqueza del privilegio que le dieron el que mal usa de él; y no queráis departir ante aquel que tenéis que os desmentirá, y no pidáis aquel que cuidáis que no os dará, y no prometáis lo que no podéis cumplir ni tuviereis en corazón de dar; y pugnad en ser con hombres de buena fe, ca ellos raen de los corazones la orín de los pecados. El que ama ser de los buenos es alto de corazón, y el que hace buenas obras gana prez. Y si quisieres cumplir los mandamientos de la ley, no haréis a otro lo que no querríais hiciesen a vos. Sabed que en amor de Dios se ayuntan todas las buenas costumbres.
Onde, míos hijos, debéis saber que la primera y la preciada de buenas costumbres es castidad, que quiere decir temperanza, por que hombre gana a Dios y buena fama. Y sabed que castidad es amansar y atemperar hombre su talante en los vicios y en los deleites de la carne y en las otras cosas que son contrarias de la castidad y mantener su cuerpo y su alma, ca ninguna alma no puede entrar en paraíso sino después de que fuere purgada y limpia de sus pecados, así como cuando fue enviada al cuerpo. Y ciertas, de ligero podrá hombre refrenar su talante en estos vicios si quisiere, salvo en aquello que es ordenado de Dios, así como en los casamientos. Mas los hombres torpes dicen que, pues Dios hizo másculo y hembra, que no es pecado; ca su pecado es que Dios no se lo debía consentir, pues poder ha de vedárselo, y yerran malamente en ello, ca Dios no hizo al hombre como las otras animalias mudas a quien no dio razón ni entendimiento y no saben ni entienden qué hacen pero en sus tiempos para engendrar, y en el otro tiempo guárdanse. Y por eso dio Dios al hombre entendimiento y razón, porque se pudiese guardar del mal y hacer bien, y diole Dios su albedrío para escoger lo que quisiese, así que si mal hiciese que no recibiese galardón. Y ciertamente, si el entendimiento del hombre quisiese vencer a la natura, sería siempre bien. Y en esta razón dicen algunos de mala creencia que cada uno es juzgado según su nacencia.
Dice el cuento que hay un ejemplo que dice así: que afirmó un filósofo y llegó a una ciudad y tomó escuela de filosofía que es para juzgar a los hombres por sus facciones de cuántas maneras deben ser. Y un hombre de la ciudad que desamaba ayuntó algunos de esos escolares y demandoles así y dijo: «¿Quien tal frente tiene, según lo que aprendistes, qué muestra?» Dijeron ellos que debía ser lujurioso. «¿Y quién hubiese tales cellas qué muestra?» Dijeron ellos que debía ser mentiroso. Y ellos dijeron: «Pues tales son las señales de vuestro maestro, y según él os enseña, de tales malas maneras había ser». Y ellos fuéronse luego para su maestro y dijéronle: «Maestro, nos vemos que vos sois tan guardado en todas cosas y tan cumplido de todo bien que se da a entender que este saber no es verdadero, ca más por aguisado tenemos de dudar de esta ciencia que de dudar de vos a firme.» Su maestro respondió como sabio y dijo: «Hijos, sabed que todas cosas codicio yo todavía y aquellas me vienen al corazón, y yo forcelo de guisa que no paso poco ni mucho a nada de cuanto la natura del cuerpo codicia, y pugno todavía en esforzar el alma y en ayudarla porque cumpla cuantos bienes debe cumplir, y por esto soy yo tal que veis, maguer muestra mi bulto las maneras que dijistes. Y sabed que dijo un sabio allá donde demandó que halló de las de los signos en astrología y del que sube en ellos, y dijo que en toda una faz suben muchas figuras de muchas maneras, y lo que sube en la faz primera, que es grado de accidente, siempre lo ama hombre que quiere todavía haber solaz con él, más que en ninguna otra cosa. Ca sabed que en la faz del mi accidente suben dos negros paños y no sé en este mundo que más codicie en mi voluntad y mande que nunca entrase hombre negro ante mí.»
Y otrosí, sabéis que un hombre demandó a un sabio que, si la nacencia del hombre mostraba que había a matar y a hacer mal, pues naciera en tal punto que lo había de hacer, ca no le semejaba que había culpa. Respondió el sabio y dijo: «Porque ha el hombre el albedrío libre, por eso ha de lazrar por el mal que hiciere.» «¿Y que buen albedrío», dijo el otro, «podría haber el que nació en punto de ser malo?» El sabio no le quiso responder, ca tantas preguntas podría hacer un loco a que no podrían dar consejo todos los sabios del mundo; pero que él pudiera responder muy bien aquesto, si quisiera: ca las cosas celestiales obran en las cosas elementales, y manifiesta cosa es que los cuerpos de los hombres son elementales y no valen cuando son sin almas que si fuesen lodo. Y el alma es espiritual, de vida que envía Dios en aquellos que Él quiere que vivan, y cuando se ayunta el alma al cuerpo, viene ende hombre vivo y razonable y mortal; y el alma sin cuerpo y el cuerpo sin alma no son para ningún hecho del mundo, ca por su ayuntamiento es la vida del cuerpo; y el departimiento es la muerte. Y porque es el alma espiritual y el cuerpo elemental, por eso ha el alma virtud de guiar el cuerpo. Y maguer que los aparejamientos de las estrellas muestran algunas cosas sobre la nacencia de algún hombre, la su alma ha poder de defenderlo de ellos si Él quisiere, por ella es espiritual y es más alta que las estrellas y más digna que ellas, ca están so el cielo nueve, y el alma viene de sobre el cielo deceno, y así lo dicen los astrólogos. Y por aquí se prueba que en el poder del hombre es defender bien y mal. Y este conviene que haya galardón o pena por lo que hiciera. Onde por esto, míos hijos, debéis saber que en poder del hombre es que pueda esforzar las vanidades del alma, ca este albedrío es dado al hombre bien y mal porque haya galardón o pena.
«Y por ende, míos hijos», dijo el rey de Mentón, «debéis creer y ser ciertos que no place a Dios ningún mal, porque Él es bueno y cumplido, y no conviene que ninguna mengua haya por Él. Y los que a Él dicen o creen bien, ni son obedientes a Dios, ni temen la pena que podrían recibir en este mundo de los reyes que mantienen la ley. Onde todo hombre que quiere ganar honra y subir a alto lugar, debe ser obediente a los mandamientos de Dios primeramente, y desí al señor terrenal. Ca la obediencia es virtud que debe ser hecha a los grandes señores, y señaladamente a los que han el señorío, de serles obedientes y hacerles reverencia; ca no vive hombre en este mundo sin mayor de todos en lo espiritual, pero que Dios es sobre él, a quien es tenido de dar razón del oficio que tomó encomendado.
Y sabed que obediencia es amar hombre verdaderamente a su señor y que le sea leal y verdadero en todas cosas, y que le aconseje sin engaño, y que pugne en hacerle servicio bueno y leal, que diga bien de él cada que le acaeciere, y que le agradezca su bien hacer consejeramente, y que amen su voluntad a ser pagado de él por quequier que le haga, si por castigo se lo hiciere. Ca sobre esto dijeron los sabios ca así debe ser hombre obediente a su rey. Y por ende dijeron: «Temed a Dios, porque le debéis obedecer.» Y sabed que con la obediencia estuerce hombre toda mala estanza y sálvase de toda mala sospecha, ca la obediencia es guarda de quien la quiere, y castillo de quien anduviere; ca quien ama a Dios ama a sus cosas, y quien ama a sus cosas ama a la ley, y quien ama a la ley debe amar al rey que la mantiene. Y los que son obedientes a su rey son seguros de no ver bullicio en el reino y de no crecer codicia entre ellos porque hayáis a hacer su comunidad; ca serán seguros de no salir de regla y de derecho. Y no debe ninguno de los del reino reprehender al Rey sobre las cosas que hiciere para endrezamiento del reino, y todos los del reino se deben guiar por el Rey. Y sabed que con la obediencia se enmiendan las peleas y se guardan los caminos y aprovecen los buenos. Y nunca fue hombre que pugnase en desobedecer al Rey y buscarle mal a tuerto, que no le diese Dios mal andanza antes que muriese; así como aconteció a Rages, sobrino de Fares, rey de Siria, según ahora oiréis.
Dice el cuento que Dios es guiador de los que mal no merecen, y puso en corazón del rey Tabor, maguer mozo, ca no había más de quince años, que parase mientes y viese y entendiese el mal y la traición en que le andaban aquellos que le debían guardar y defender; ca ya cerca eran de cumplir de todo en todo y su mal propósito, y desheredar al Rey y fincar Rages señor del reino. Y porque algunos amigos del Rey que le amaban servir, y se sentían muchas de estas cosas que veían y entendían para desheredarlo, decíanle al Rey en su puridad que parase mientes en ello y se sintiese y no quisiese andar dormido y descuidado de la su hacienda, y aviváronle y despertáronle para pensar en ello.
Y el Rey estando una noche en su cama parando mientes en estas cosas que le decían y que veía él por señales ciertas, pensó en su corazón que para fincar él rey y señor, que él con Dios y con el su poder, que había a poner las manos contra aquellos que le querían desheredar. Y semejole que para librarse de ellos que no había otra carrera sino esta, y adurmiose. Y en durmiéndose vio como en sueños un mozo pequeño que se le puso delante y le decía: «Levántate y cumple el pensamiento que pensaste para ser rey y señor, ca yo seré contigo con la mi gente». Y en la gran mañana levantose, y cuidando que fuera de los suyos mozos que le aguardaban todavía, llamolos y preguntoles si fuera alguno de ellos a él esta noche a decirle algo, y ellos le dijeron que no. «Pues así es», dijo el Rey, «prometedme que me tengáis puridad de lo que os dijere». Y ellos prometiéronselo, y el Rey contoles el mal en que le andaba Rages y de lo que cuidaba hacer con Joel su amigo y con los otros del reino. Y esto que él quería cometer que no lo podría hacer sin ayuda y consejo de ellos. Y comoquiera que ellos sabían que todas estas cosas que el Rey decía que eran así y lo vieran y entendieran, y dijo el uno: «Señor, gran hecho y muy grave quieres comenzar para el hombre de la edad que vos sois y para cuales ellos son, y de tan gran poder.» El otro dijo: «Señor, parad y mientes y guardaos lo entiendan, si no, muertos y estragados somos vos y nos; ca un día nos ahogarán aquí en esta cámara como a sendos conejos.» Y el otro dijo: «Señor, en las cosas dudosas gran consejo y ha mester, así como en este hecho, que es muy dañoso si se puede acabar o no.» Y el otro dijo: «Señor, quien cata la fin de la cosa que quiere hacer, a quien pueda recurrir, no yerra.» Y el otro dijo: «Señor, mejor es tardar y recaudar que no haberse hombre a arrepentir por arrebatarse; onde señor, comoquiera que seamos aparejados de serviros y de nos parar a todo lo que nos acaeciere en defendimiento de la vuestra persona y del vuestro señorío, como aquellos que nos tenemos por vuestra hechura y no habemos otro señor por quien catar si por Dios y por vos solo, y pedímoos por merced que sobre este hecho queráis más pensar; que nunca tan aína lo comencéis que todos los más del reino no sean con ellos, y convusco, mal pecado, ninguno; ca os han mezclado con la gente del vuestro señorío.»
Y el Rey sobre esto respondioles así: «Amigos, quiero responder a cada uno de vos a lo que me dijistes. A lo que dijo el primero que este hecho era muy grande y muy grave de cometer para cuanto de pequeña edad yo era y para cuando poderosos ellos eran, digo que es verdad; mas si la cosa no se comienza nunca se puede acabar. Y por ende nos conviene que comencemos con el ayuda de Dios, que sabe la verdad del hecho, y soy cierto que nos ayuda. Y a lo que dijo el otro que parase mientes en ello que no se lo entendiesen, que si no en un día seríamos ahogados en esta cámara, digo que aquel Dios verdadero y sabedor de las cosas que me lo puso en corazón, pensé en ello y paré y bien mientes; ca bien debéis entender que tan gran hecho como este no vendría de mío entendimiento ni de mío esfuerzo, sino de Dios que me movió a ello y me lo puso en corazón. Y a lo que dijo el otro que quien gran hecho ha de comenzar mucho debe cuidar para acabar su hecho sin daño de sí, digo que es verdad, mas ¿cuál pensamiento puede cuidar sobre el cuidar de Dios y lo que Él hace para hacerlo mejor? Ciertas, no ninguno; ca lo que Él da o hace cierto es y sin duda, y por ende no habemos que cuidar sobre ello. Y a lo que dijo el otro, que en las cosas dudosas gran consejo era mester, así como en este hecho, si se puede acabar, pues es dudoso o no, digo que es verdad, mas en lo que Dios ordena no hay duda ninguna ni debe haber otro consejo sobre su ordenamiento; ca Él fue y es guía y ordenador de este hecho. Y a lo que dijo el otro, que quien cata la fin de la cosa que quiere hacer y a lo que puede recudir no yerra, puede ir más cierto a ello, digo que Dios es comienzo de todas las cosas y medio y acabamiento de todas las cosas. Y por ende Él, que fue comienzo de este hecho, cierto soy que Él cató el comienzo y la fin de él. Y a lo que dijo el otro, que mejor era tardar y recaudar que no arrepentirse por arrebatarse, digo que en las cosas ciertas no ha por qué ser el hombre perezoso, mas que débelas acuciar y llevar adelante; ca si lo tardare, ¿por ventura no se habrá otro tal tiempo por acabarlo? Y a lo que decís todos, que nunca tan aína comencéis este hecho que todos los de la tierra no sean por los otros y por mí ninguno, digo que no es así, ca la verdad siempre anduvo en plaza paladinamente y la mentira por los rincones escondidamente; y por ende la voz de la verdad más acompañada fue siempre que la voz de la mentira; así como lo podéis ver visiblemente con la virtud de Dios en este hecho. Ca a la hora que fuesen muertos estos falsos, todos los más de los suyos y de su consejo derramarán por los rincones con muy gran miedo por la su falsedad que pensaron, así como los ladrones nocherniegos que son ciento, a la voz de uno que sea dado contra ellos, huyen y escóndense; y todos los otros que no fueron de su consejo recudirán a la voz del Rey, así como aquel que tiene verdad. Y debéis saber que mayor fuerza y mayor poder trae la voz del rey que verdadero es, que todos las otras voces mentirosas y falsas de los de su señorío. Y amigos», dijo el Rey, «no os espantéis, ca sed ciertos que Dios sera y conusco y nos dará buena cima a este hecho». «Señor», dijeron los otros, «pues así es y tan a corazón lo habéis, comenzad en buen hora, ca convusco seremos a vida o a muerte». «Comencemos cras en la mañana», dijo el Rey, «de esta guisa; no dejando entrar a ninguno a la cámara, y diciendo que yo esta noche hube calentura y que estoy durmiendo. Y aquellos falsos Rages y Joel, con atrevimiento y del su poder y de la privanza, placiéndoles de la mi dolencia, entrarán solos a saber si es así; y cuando ellos entraren, cerrad la puerta y yo haré que me levanto a ellos por honrarlos, y luego metamos mano al hecho y matémoslos como a traidores y falsos contra su señor natural, y tajémosles las cabezas. Y subiréis dos de vosotros al tejado de la cámara con las cabezas, mostrándolas a todos, y decid así a grandes voces: "¡Muertos son los traidores Rages y Joel, que querían desheredar a su señor natural!", y echad las cabezas delante y decid a altas voces, "¡Sería por el rey Tabor!" Y ciertos sed que de los de su parte no fincará ninguno que no huyan, y no tendrán uno con otro. Ca los malos nunca catan por su señor de que muerto es, y los buenos sí; ca reconocen bien hecho en vida y en muerte de aquel que se lo hace. Y todos los otros del reino recudirán a la voz del Rey así como las abejas a la miel, ca aquella es la cabeza a que deben recudir; ca el Rey es el que puede hacer bien y merced acabadamente en su señorío y no otro ninguno».
Y los donceles acordaron de seguir la voluntad de su señor, en manera que bien así como el Rey les dijera, bien así se cumplió todo el hecho. Y cuando los hombres buenos del reino recudieron a la voz del Rey, así como era derecho y razón, y supieron en cómo pasó el hecho, maravilláronse mucho de tan pequeños mozos como el Rey y los donceles acometer tan gran hecho; ca ninguno de los donceles no había de dieciocho años arriba, y aun de ellos eran menores que el Rey. Y por ende los del reino entendieron que este hecho no fuera sino de Dios ciertamente; ca cuando demandaban al Rey y a cada uno de los donceles el hecho en cómo pasara, decían que no sabían, mas que vieran la cámara llena de hombres vestidos de blancas vestiduras, sus espadas en la mano y un niño entre ellos vestido así como ellos ayudándolos y esforzándolos que cumpliesen su hecho. Onde todo hombre se debe guardar de no decir mal ni hacer mal ni buscar mal sin razón a su señor natural; ca cualquiera que lo haga, cierto sea de ser mal andante antes que muera. Y eso mismo, debe el señor a los vasallos que lealmente lo sirven, haciéndoles mucho bien y mucha merced, ca tenido es de hacerlo. Y haciéndolo así, cierto sea que Dios lidiará por él contra los que falsamente le sirvieren, así como lidió por este rey de Siria.
Otrosí, míos hijos, guardaos de hacer enojo a vuestro rey; ca aquel que enoja al Rey, empécele, y quien se alongare, no se acordará de él. Y guardaos de caer al Rey en yerro, ca ellos han por costumbre de contar el muy pequeño yerro por grande, pero que lo hombre haya hecho tan gran servicio luengo tiempo, todo lo olvida a la hora de la saña. Y quien se hace muy privado al Rey, enójase de él, y quien se le tiene en caro, aluéngalo de sí, si no lo ha mucho mester. Y ellos han por manera de enojarse de los que se les hacen muy privados y de querer mal al que se le tiene en caro. Y por ende cuanto más os alongare el Rey a su servicio, tanto más le habéis haber reverencia; ca sabed que no ha mayor saña ni más peligrosa que la del Rey; ca el Rey riendo manda matar, y juzgando manda destruir, y a las vegadas deja muchas culpas sin ningún escarmiento. Y por ende no se debe hombre ensañar contra el Rey maguer le maltraiga, y no se debe atrever a él maguer sea su privado; ca el Rey ha braveza en sí y ensáñase como león, y el amor del Rey es penador, ca mata horas ya con la primera lanza que le acaece cuando le viene la saña, y después pone al vil en lugar del noble, y al flaco en lugar del esforzado y págase de lo que hace, sol que sea a su voluntad. Y sabed que la gracia del Rey es el mejor bien terrenal que hombre puede haber, pero no debe mal hacer ni soberbia ni atrevimiento del amor del Rey, ca amor de rey no es heredero ni dura todavía. A la semejanza del Rey es como la vid, que se traba a los árboles que halla más cerca de sí, cualesquiera que sean, y sobre ellos se tiende y no busca mayores, pues que están lueñe de él.
Y míos hijos, después de esto amaréis a Dios primeramente, y el amor verdadero en sí mismo comienza, y desí os entenderéis a los otros, haciéndoles bien de lo vuestro y buscándoles pro con vuestro señor en lo que pudiereis. Pero maguer que muy privados seáis, guardaos de enojarlo, ca el que está más cerca de él más se debe guardar que no tome saña contra él ni le empezca; ca el fuego más aína quema lo que halla cerca de sí que lo que está lejos de él. Y si no hubiereis tiempo, no lo enojéis.
Ca todos los tiempos del mundo, buenos y malos, han plazo y días contados cuánto han de durar. Pues si viniere tiempo malo, sufridle hasta que se acaben sus días en que viven los hombres a sombra del señor que ama verdad y justicia y mesura. Ca la mejor partida de la mejoría del tiempo es en el Rey. Y sabed que el mundo es como letras, y las planas escritas como los tiempos; que cuando se acaba la una, comienza la otra. Y ciertos sed que según la ventura del Rey tal es la ventura de los que son a su merced. Y cuando se acaba el tiempo de los que hubieron vez, no les tiene pro la gran compaña ni las muchas armas ni sus asonadas. Y los que comienzan en la vez de la ventura, maguer sean pocos, flacos, siempre vencen y hacen a su guisa. Y esta ventura es cuando Dios los quiere ayudar por sus merecimientos. Y el mejor tiempo que los del reino pueden haber es que sea el Rey bueno y merezca ser amado de Dios, ca aquellos son siempre bien andantes a los que Dios quiere ayudar.
Y por ende, míos hijos, no os debéis atrever al Rey en ninguna cosa, sino cuando viereis que podéis haber tiempo para demandar lo que quisiereis; ca de otra guisa os podría empecer.
Pero, míos hijos, después que vos entendiereis a haber los otros, recibiéndolos y honrándolos de palabra y de hecho, no estorbándolos a ninguno en lo que le fuere mester de procurar ni diciendo mal de ninguno, primeramente amaréis los vuestros y después los extraños con caridad, que quiere decir amor verdadero; ca la caridad es amar hombre su prójimo verdaderamente, y dolerse de él y hacerle bien en lo que pudiere, pero primeramente a los suyos; ca palabra es de la Santa Escritura, que la caridad en sí misma comienza.
Ca todo hombre debe honrar y hacer bien a sus parientes, esfuérzase la raíz y crece el linaje; pero no se lo debe hacer con daño de otros, ca pecado sería de cubrir un altar y descubrir otro. Y bien hacer es temer hombre a Dios y hacer bien a los suyos parientes pobres; ca dicen que tres voces suben al cielo: la primera es la voz de la merced; la otra es del condesijo celado; la otra es de los parientes; ca la voz de la merced dice así: «Señor, hiciéronme, y no me agradecieron lo que recibieron.» Y la voz del condesijo dice así: «Señor, no me hicieron lealtad en mí, ca me despendieron como deben.» La voz de los parientes dice así: «Señor, desdéñanos y no sabemos por qué.» Y sabed que mal estanza es hacer hombre limosna a los extraños y no a los suyos, y quien desama a sus parientes sin razón, hace muy gran yerro salvo si lo merecen. Y por ende dicen que todo desamor que sea por Dios no es desamor, y otrosí, todo amor que sea contra Dios no es amor. Y sabed que no debe hombre desamar a los suyos, quier sean pobres quier ricos, no dándose a maldad porque los parientes reciban deshonra.
Ca de derecho el malo no debe recibir ningún pro de la su maldad, pero a las vegadas debe hombre encubrir los yerros de los suyos, cuando caen en ellos por ocasión y no con maldad ni a sabiendas, y no les debe descubrir ni meter en vergüenza; ca pesa a Dios cuando algunos descubren a los suyos del yerro en que cayeron por ocasión, así como mostró que le pesó cuando Cam, hijo de Noé, descubrió a su padre cuando salió del arca y se embeodó con el vino de la viña que plantó, y lo halló descubierto de aquellos lugares que son de vergüenza, y díjolo a sus hijos en manera de escarnio. Y el padre cuando lo supo, maldíjolo, y Dios confirmolo lo que dijo Noé. Y por ende, míos hijos, siempre amad y guardad a todos comunalmente, pero más a los vuestros, y no hagáis mal a ninguno aunque lo merezca, salvo si fuere tal hombre a quien debéis castigar y lo hubiereis a juzgar; ca pecado mortal es de los malos y no castigarlos quien castigarlos puede y debe. Ciertas, antes debe hombre castigar los suyos que los extraños, y señaladamente los hijos que hubiereis, debeislos castigar sin piedad; ca el padre muy piadoso, ¿bien criados hará sus hijos? Antes saldrán locos y atrevidos. Y a las vegadas lazran los padres por el mal que hacen los hijos mal criados, y es derecho que, pues por su culpa de ellos, no los queriendo castigar, erraron, que los padres reciben la pena por los yerros de los hijos; así como aconteció a una dueña de Grecia de esta guisa:
Y dice el cuento que esta dueña fue muy bien casada con un caballero muy bueno y muy rico, y finose el caballero y dejó un hijo pequeño que hubo en esta dueña y no más. Y la dueña tan gran bien quería este hijo, que porque no había otro, que todo cuanto hacía de bien y de mal, todo se lo loaba y dábalo a entender que le placía. Y desde que creció el mozo, no dejaba al diablo obras que hiciese, ca él se las quería todas hacer, robando los caminos y matando muchos hombres sin razón, y forzando las mujeres dondequiera que las hallaba y de ellas se pagaba. Y si los que habían de mantener la justicia lo prendía por alguna razón de estas, luego la dueña su madre lo sacaba de prisión, pechando algo a aquellos que lo mandaban prender, y traíalo a su casa, no diciéndole ninguna palabra de castigo ni que mal hiciera; antes hacía las mayores alegrías del mundo con él, y convidaba caballeros y escuderos que comiesen con él, así como si él hubiese todos los bienes y todas las provezas que todo hombre podría hacer.
Así que después de todas estos enemigos que hizo, vino el Emperador a la ciudad onde aquella dueña era, y luego vinieron al Emperador aquellos que las deshonras y los males recibieron del hijo de aquella dueña, y querelláronsele. Y el Emperador fue muy maravillado de estas cosas tan feas y tan malas que aquel escudero había hecho, ca él conociera a su padre, y fuera su vasallo gran tiempo, y decía de él mucho bien. Y sobre estas querellas envió por el escudero, y preguntole si había hecho todos aquellos males que aquellos querellosos decían de él, y contáronselos, y él conoció todo, pero todavía excusándose que lo hiciera con mocedad y poco entendimiento que en él había. «Ciertas, amigo», dijo el Emperador, «por la menor de estas cosas debían morir mil hombres que lo hubiesen hecho, si manifiesto fuese y cayese en estos yerros, pues justicia debo mantener y dar a cada uno lo que merece, yo lo mandaría matar por ello. Y pues tan conocido vienes que lo hiciste, no hay mester a que otra pesquisa ninguna y hagamos, ca lo que manifiesto es no hay prueba ninguna mester». Y mandó a su alguacil que lo llevase a matar. Y en llevándolo a matar, iba la dueña su madre en pos él, dando voces y rascándose y haciendo el mayor duelo del mundo, de guisa que no había hombre en la ciudad que no hubiese gran piedad de ella. E iban los hombres buenos pedir merced al Emperador que le perdonase, y algunos querellosos doliéndose de la dueña; mas el Emperador, como aquel a quien siempre él plugo de hacer justicia, no lo quería perdonar, antes lo mandaba matar de todo en todo. Y en llegando a aquel lugar donde lo habían a matar, pidió la madre por merced al alguacil que se lo dejase saludar y besar en la boca antes que lo matasen, y el alguacil mandó a los monteros que le detuviesen y que no lo matasen hasta que su madre llegase a él y lo saludase. Los monteros lo detuvieron y le dijeron que su madre lo quería saludar y besar en la boca antes que muriese, y al hijo plugo mucho: «Bien venga la mi madre, ca ayudarme quiere a que la justicia se cumpla según debe, y bien creo que Dios no querrá al sino que sufriese la pena quien la merece.» Todos fueron maravillados de aquellas palabras que aquel escudero decía, y atendieron por ver a lo que podría recudir. Y desde que llegó la dueña a su hijo, abrió los brazos como mujer muy cuitada y fuese para él. «Amigos», dijo el escudero, «no creáis que yo me vaya, antes quiero y me place que se cumpla la justicia, y me tengo por muy pecador en hacer tanto mal como hice, y yo lo quiero comenzar en aquel que lo merece». Y llegó a su madre como que la quería besar y abrazar, y tomola con amas a dos las manos por las orejas a vuelta de los cabellos, y fue poner la su boca con la suya, y comenzola a roer y la comer todos los labros, de guisa que no le dejó ninguna cosa hasta en las narices, ni del labro de yuso hasta en la barbilla, y fincaron todos los dientes descubiertos, y ella fincó muy fea y muy desfazada.
Todos cuantos y estaban fueron muy espantados de esta gran crueldad que aquel escudero hiciera, y comenzáronlo a denostar y maltraer. Y él dijo: «Señores, no me denostéis ni me embarguéis, ca justicia fue de Dios, y Él me mandó que lo hiciese.» «¿Y por qué en tu madre?», dijeron los otros. «¿Por el mal que tú hiciste ha de lazrar ella? Dinos qué razón te movió a hacerlo.» «Ciertas», dijo el escudero, «no lo diré sino al Emperador». Muchos fueron al Emperador a contar esta crueldad que aquel escudero hiciera, y dijéronle de cómo no quería decir a ninguno por qué lo hiciera sino a él. Y el Emperador mandó que se lo trajesen luego ante él, y no se quiso asentar a comer hasta que supiese de esta maravilla y de esta crueldad por que fuera hecho. Y cuando el escudero llegó ante él, y la dueña su madre muy fea y muy desfaciada, dijo el Emperador al escudero: «Di, falso traidor, ¿no te cumplieron cuantas maldades hiciste en este mundo, y a la tu madre, que te parió y te crió muy vicioso y perdió por ti cuanto había, pechando por los males y las enemigas que tú hiciste, que tal fuiste parar en manera que no es para parecer ante los hombres, y no hubiste piedad de la tu sangre en derramarla así tan aviltadamente, ni hubiste miedo de Dios ni vergüenza de los hombres, que te lo tienen a gran mal y a gran crueldad?»
«Señor», dijo el escudero, «lo que Dios tiene por bien que se cumpla, ninguno no lo puede destorbar que no se haga. Y Dios, que es justiciero sobre todos los justicieros del mundo, quiso que la justicia pareciese en aquel que fue ocasión de los males que yo hice». «¿Y cómo puede ser esto?», dijo el Emperador. «Ciertas, señor, yo os lo diré. Esta dueña mi madre que vos veis, comoquiera que sea de muy buena vida, hacedora de bien a los que han mester, dando las sus limosnas muy de grado y oyendo sus horas muy devotamente, tuvo por aguisado de no castigarme de palabra ni de hecho cuando era pequeño ni después que fue criado, y mal pecado, más despendía en las malas obras que en buenas. Y ahora cuando me dijeron que me quería saludar y besar en la boca, semejome que del cielo descendió quien me puso en corazón que le comiese los labros con que ella me pudiera castigar y no quiso. Y yo hícelo, teniendo que era justicia de Dios. Y Él sabe bien que la cosa de este mundo que más amo ella es; mas pues Dios lo quiso que así fuese, no pudo al ser. Y señor, si mayor justicia se ha y de cumplir, mandadla hacer en mí; ca mucho la merezco por la mi desventura.» Y los querellosos, estando delante, hubieron gran piedad del escudero y de la dueña su madre, que estaba muy cuitada porque le mandaba el Emperador matar, y viendo que el escudero conocía los yerros en que cayera, pidieron por merced al Emperador que le perdonase, ca ellos le perdonaban. «Ciertas», dijo el Emperador, «mucha merced me ha hecho Dios en esta razón, en querer él hacer la justicia en aquel que él sabía por cierto que fuera ocasión de todos los males que este escudero hiciera, y pues Dios así lo quiso, yo lo doy por quito y perdónole la mía justicia que yo en él mandaba hacer, no sabiendo la verdad del hecho así como aquel que la hizo. ¡Y bendicho el su nombre por ende!». Y luego lo hizo caballero y lo recibió por su vasallo, y fue después muy buen hombre y muy honrado, y fincó la justicia en aquella dueña que lo mereció, por ejemplo por que los que han criados de hacer, que se guarden y no caigan en peligro por no castigar sus criados; así como aconteció a Hely, uno de los mayores sacerdotes de aquel tiempo, según cuenta en la Biblia. Pero que él era en sí bueno de santa vida, porque no castigó sus hijos así como debiera, y fueron mal acostumbrados, quiso Dios Nuestro Señor mostrar su venganza tan bien en el padre, porque no castigara sus hijos, así como en ellos por las malas obras; ca ellos fueron muertos en la batalla, y el padre cuando lo supo cayó de la silla alta en que estaba y quebrantose las cervices y murió. Y comoquiera que el Emperador de derecho debía hacer justicia en aquel escudero por los males que hiciera, dejolo de hacer con piedad de aquellos que conocen sus yerros y se arrepienten del mal que hicieron. Y por ende el Emperador por este escudero conoció sus yerros y se arrepintió ende, porque los querellosos le pidieron por merced que le perdonase con piedad; ca dicen que no es dicha justicia en que piedad no ha en los lugares donde conviene, antes es dicha crueldad. Onde todos los hombres que hijos han, deben ser crudos en castigarlos y no piadosos, y si bien los criasen habrán de ellos placer; y si mal, nunca pueden estar sin pesar; ca siempre habrán recelo que por el mal que hicieron habrán pena, y por ventura que la pena caerá en aquellos que mal los criaron, así como aconteció a esta dueña que ahora dijimos. Y ciertas, de ligero se pueden acostumbrar bien los mozos, ca tales son como cera, y así como la cera es blanda y la puede hombre amasar y tornar en aquella figura que quisiese, así el que ha de criar el mozo, con la pértiga en la mano, no lo queriendo perdonar, puédelo traer a enformar en las costumbres cuales quisiese.
Ca de estos aprenderéis bien y no al, y debéis ser compañeros a todos, grandes y pequeños, y debéis honrar a las dueñas y doncellas sobre todas, y cuando hubiereis a hablar con ellas os debéis guardar de decir palabras torpes ni necias, ca reprehenderían luego; porque ellas son muy apercibidas en parar mientes a lo que dicen y en escatimar las palabras. Y cuando ellas hablan, dicen pocas palabras y muy afeitadas y con gran entendimiento, y a las vegadas con punto de escatima y de reprehensión. Y no es maravilla, ca no estudian en al. Y debéis ser bien acostumbrados en lanzar y en bohordar y en cazar y en jugar tablas y ajedrez, y en correr y luchar; ca no sabéis donde os será mester de ayudaros de vuestros pies y de vuestras manos. Y debéis aprender esgrima, y debéis ser mesurados en comer y en beber. Y dicen en latín abstinencia por la mesura que es en comer y en beber y en razonar, y es una de las siete virtudes; y por ende seréis mesurados en razonar, ca el mucho hablar no puede ser sin yerro, en que cayó por mucho querer decir, mayormente diciendo mal de otro y no guardando la su lengua.
Y por ende, como hace buen callar al que habla sabiamente, así no hace buen hablar al que habla torpemente. Ca dicen que Dios acecha por oír lo que dice cada lengua, y por ende bienaventurado es el que es más largo de su haber que de su palabra. Ca de todas las cosas del mundo está bien al hombre que haya abundo y aun demás, sacando de palabra, que empece lo que es además. Y por ende, mejor es al hombre que sea mudo, que no que hable mal, ca en el mal hablar hay daño y no pro, tan bien para el alma como para el cuerpo. Onde dice la Escritura: «Quien no guarda su lengua no guarda su alma.» Y si habla hombre en lo que no es necesario antes de hora y de sazón, es torpedad. Y por ende debe hombre catar que lo que dijere, que sea verdad, ca la mentira mete a hombre en vergüenza, y no puede hombre haber peor enfermedad que ser mal hablado y mal corado. Y acontece a las vegadas por el corazón grandes yerros y por la lengua grandes empiezos. Ca a las vegadas son peores llagas de lenguas que los golpes de los cuchillos. Y por ende debe hombre usar la lengua a verdad, ca en la lengua quiere seguir lo que ha usado. Y sabed que una de las peores costumbres que hombre puede haber es la lengua presta para recaudar mal.
Mas a quien Dios quiso dar paciencia y sufrencia, es bienandanza. Ca paciencia es virtud para sufrir los méritos que le hicieren, y que no recuda hombre mal por mal ni en dicho ni en hecho, y que no muestre saña ni mala voluntad, ni tenga mal condesado en su corazón por cosa que le hagan ni que le digan. Y la paciencia es de dos maneras: la una es que sufra hombre a los que son mayores que él; la otra que sufra el hombre a los que son menores que él. Y por esto dicen que cuando uno no quiere, dos no pelean. Y sabed que nunca barajan dos buenos en uno, otrosí nunca baraja uno bueno con otro malo, ca no quiere el bueno; mas en dos malos hallaréis baraja, y cuando barajan bueno y malo, alto y bajo, amos son malos y contados por iguales. Y por ende debe hombre dar vagar a las cosas y ser paciente.
Y así, puede hombre llegar a lo que quisiere, si sufre lo que no quisiere. Ca, míos hijos, si deja hombre lo que desea en las cosas que entiende que le aprovecharán, y por eso dicen que sufridores vencen. Y sabed que la sufrencia es en cinco maneras: la primera es que sufra hombre lo que le pesa en las cosas que debe sufrir con razón y con derecho; la segunda, que se sufra de las cosas que le pida su voluntad, siendo dañosas al cuerpo y al alma: la tercera, que sufra pasar por las cosas de que atiende galardón; la cuarta, que sufra lo que le pesa por las cosas de que se teme que podría recibir mayor pesar; la quinta, que sea sufrido haciendo bien y guardándose de hacer mal. Y sabed que una de las mejores ayudas que el seso del hombre así será la su paciencia.
Y siendo hombre sufrido y paciente no puede caer en vergüenza, que es cosa de que el hombre se debe recelar de caer, y débela hombre mucho preciar y tomar ante sí siempre, y así no caerá en yerro por miedo de vergüenza. Y vergüenza es tal como el espejo bueno, ca quien ende se cata, no deja mancilla en su rostro, y quien vergüenza tiene siempre ante los sus ojos, no puede caer en yerro, guardando de caer en vergüenza. Y así el que se quiere guardar de yerro y de vergüenza es dado por sabio y entendido.
Onde, míos hijos, pugnaréis en ser sabios y aprender, y no querer ser torpes, ca si lo hiciereis, os perderéis. Y por ende dice que más vale saber que haber, ca el saber guarda al hombre, y el haber a lo hombre de guardar. Onde dicen que el saber es señor y ayudador. Y sabida cosa es que los reyes juzgan la tierra, y el saber juzga a ellos. Y creed que el saber juzga a ellos, y es mucho, así que lo que no puede ninguno caber todo, pues debéis de cada cosa tomar lo mejor. Ca el precio de cada una es el su saber, y la ciencia hala de buscar el que la ama, así como quien perdió la cosa que más amaba; ca en buscándola en cuantas maneras puede y en cuantos lugares asma que la hallará. Onde dicen en latín: «Omne rarum preciosum», que quiere decir: la cosa que es menos hallada, es más preciada»; cuanto más es y más vale, cuanto más ha hombre de él.
Y el saber es como la candela, cuantos quisieren encienden en ella, y no vale menos ni mengua por ende la su lumbre. Ca el mejor saber del mundo es el que tiene pro y que lo sabe. Y sabed, míos hijos, que se estuerce la lumbre de la fe cuando se muestra el sabio por de mala creencia y el torpe por de buena; y tan poco pierde el que de buena parte el saber como la vida; ca con el saber conoce el hombre el bien y la merced que Dios le hace, y conociéndole, agradecerle ha, y agradeciendo, merecerla ha. Y la mejor cosa que el sabio puede haber es que haga lo que el saber manda; por ende poca cosa que hombre haga vale más que mucho que haga con torpedad. Y algunos demandan el saber a su servicio; y el saber es lumbre, y la torpedad oscuridad. Y por ende, míos hijos, aprended el saber, ca en aprendiendo haréis servicio a Dios. Y sabed que dos glotones son que nunca se hartan: el uno es el que ama el saber, y el otro el que ama el haber; ca con el saber gana hombre paraíso, y con el haber gana hombre solaz en su soledad, y con él será puesto entre los iguales. Y el saber le será armas con que se defienda de sus enemigos; ca cuatro cosas puede enseñorear el que no ha derecho de ser señor: la una es en saber; la otra es en ser hombre bien acostumbrado; la otra es en ser leal. Amigos hijos, con el saber alza Dios a los hombres y hácelos señores y guardadores del pueblo. Y el saber y el haber alza a los viles y cumple a los menguados. Y el saber sin el obrar es como el árbol sin fruto, y el saber es don que viene de la silla de Dios.
Y por ende conviene al hombre que obre bien con lo que sabe y no lo deje perder, y así con el saber puede hombre ser cortés en sus dichos y en sus hechos. Ca, míos hijos, cortesía es suma de las bondades, y suma de cortesía es que el hombre haya vergüenza a Dios y a los hombres y a sí mismo; ca él teme a Dios, y el cortés no quiere hacer en su puridad lo que humildoso a su voluntad. Y sabed que desobedecer el seso y ser humildoso a la voluntad es escalera para subir hombre a todas maldades. Y por ende la más provechosa lid que hombre puede hacer es que no lidie con su voluntad. Pues, míos hijos, vengaos de vuestras voluntades con quien por fuerza debéis lidiar, si buenos queréis ser, y así escaparéis del mal que os viniera. Y creed bien que todo hombre que es obediente a su voluntad es más siervo que el cautivo encerrado, y por ende el que es de buen entendimiento, hace las cosas según seso y no según su voluntad. Ca el que fuere señor de su voluntad pujará y crecerán sus bienes, y el que es siervo de ella bajarán y menguarán sus bienes. Y sabed que el seso es amigo cansado, y la voluntad es enemigo despierto y seguidor más al alma que al bien. Y por ende debe hombre obedecer al seso como a verdadero amigo, y contrastar a su voluntad como a falso enemigo.
Onde bienaventurado es aquel a quien Dios quiere dar buen seso natural, ca más vale que letradura muy grande para saber hombre mantener en este mundo y ganar el otro. Y por ende dicen que más vale una onza de letradura con buen seso natural, que un quintal de letradura sin buen seso; ca la letradura hace al hombre orgulloso y soberbio, y el buen seso hácelo humildoso y paciente. Y todos los hombres de buen seso pueden llegar a gran estado, mayormente siendo letrados y aprendiendo buenas costumbres; ca en la letradura puede hombre saber cuáles son las cosas que debe usar y cuáles son de las que se debe guardar. Y por ende, míos hijos, pugnad en aprender, ca en aprendiendo veréis y entenderéis mejor las cosas para guarda y endrezamiento de las vuestras haciendas y de aquellos que quisiereis. Ca estas dos cosas, seso y letradura, mantienen el mundo en justicia y en verdad y en caridad.
Otrosí, míos hijos, parad mientes en lo que os cae de hacer, si tierras hubiereis a mandar onde seáis reyes o señores. Ca ninguno no debe ser rey sino aquel que es noblecido con los nobles dones de Dios. Y debéis saber que la nobleza de los reyes y de los grandes señores debe ser en tres maneras: la primera, catando lo de Dios; la segunda, que conozca la su voluntad; la tercera, que ame la su voluntad. Y que estas noblezas deben ser en todo rey, pruébase por ley y por natural y por ejemplos. Onde la primera nobleza es temor de Dios; ca, ¿por cuál razón temerán los menores al su mayor, que no quiere temer a aquel onde ha el poder? Ciertas, el que no quiere temer el poder de Dios da razón y ocasión a los que deben temer que no le teman. Y por ende, con razón no puede, no hace, en consejo.
Cortesía es que se trabaje hombre en buscar bien a los hombres cuanto pudiere. Cortesía es tenerse hombre por abundado de lo que tuviere; ca el haber es vida de la cortesía y de la limpieza, usando bien de él, y la castidad es vida del alma, y el vagar es vida de la paciencia. Cortesía es sufrir hombre su despecho y no moverse a hacer yerro por ella; y por eso dicen que no ha bien sin lacerio. Ca ciertamente el mayor quebranto y el mayor lacerio que a los hombres semeja que es de sufrir, sí es cuando al que los hace alguna cosa contra su voluntad, y no se lo caloña.
Pero míos hijos, creed que cortés ni bien acostumbrado ni de buena creencia no puede hombre ser, si no fuese humildoso; ca la voluntad es fruto de la creencia. Y por ende el que es de buena fe es de laxo corazón. Y la humildad es una de las redes en que gana hombre nobleza. Y por ende dice la Santa Escritura: «Quien fuere humildoso será ensalzado, y quien se quiere ensalzar será abajado.» Y el noble, cuanto mayor poder ha, tanto es más humildoso, y no se mueve a saña por todas cosas, maguer le sean graves de sufrir; así como el monte que no se mueve por el gran viento. Y el vil, con poco poder que haya, préciase mucho y crece la soberbia. Y la mayor bondad es que haga hombre bien, no por galardón, y que se trabaje de ganar algo no con mala codicia, y sea humildoso no por abajamiento de él. Ca la honra no es en el que la recibe, mas en el que la hace. Onde quien fuere humildoso de voluntad, el bien le irá buscar, así como busca el agua el más bajo lugar de la tierra.
Y por ende, míos hijos, quered por humildosos y no orgullosos, ca por la humildad seréis amados y preciados de Dios y de los hombres, y por orgullo seréis difamados y huirán los hombres de vos como de aquellos que se quieren poner en más de lo que deben.
Ca no dicen orgulloso sino por el que se pone en más alto lugar que le conviene. Y por esto dicen que nunca se precia sino el vil hombre, ca si se precia el hombre noble, enflaquece en su nobleza, y si se humilla gana alteza; pues la ocasión del seso es que se precie hombre más que no vale. Y el que no se precia es de buen prez de su cuerpo y de su alma, y el que se precia mucho cae en vergüenza, cuando acaece entre hombres que le conocen, aunque sea de alto lugar. Ca gran maravilla es en preciarse mucho el que pasó dos vegadas por donde pasó la orina. Y sabed que menos mal es cuando peca hombre y no se precia, que cuando no peca y se precia.
Onde míos hijos, si queréis ser preciados y amados de Dios y de los hombres, sed humildosos a vuestro señor y no a la voluntad. Ca necio es el que no sabe que la voluntad es enemiga del seso; ca el seso y el buen consejo duermen todavía hasta que los despierta el hombre, y la voluntad está despierta todavía. Y por eso vence la voluntad al seso las más vegadas. Onde la ocasión del seso es ser hombre razón; no puede decir y mandar a los menores que le teman el que no quiere temer al su mayor que ha poder sobre él. Y debéis saber que el su poder es nada al poder de Dios, que es sobre todos y nunca ha de fallecer, y el poder del Rey es so otro y fallece. Y pues el poder de Dios ha el Rey poder juzgar de este mundo, debe entender que Dios ha de juzgar a él onde hubo el poder.
Y cierta cosa es que Dios en el Juicio, que no hace departimiento ninguno en el grande ni en el pequeño, ca Él hizo a todos y es señor de todos, y por ende es el Juicio igual. Onde, míos hijos, sea siempre el vuestro temor mayor que no la vuestra codicia para querer que os teman los otros. Y no solamente debéis temer la de Dios, mas debéis temer lo del mundo; ca cuanto es más alto y más honrado estado es el hombre, tanto más se debe guardar de no caer de él, porque cuanto de más alto cae, tanto más grave y peligrosa es la caída. Y por ende el muy alto estado conviene que sea sostenido y mantenido con buen seso y con buenas costumbres, así como la torre muy alta con buen cimiento, y la bóveda muy alta con firmes colunas; ca el que está bajo y cabo la tierra, no ha onde caiga, y si cae no se hiere tan mal como el que cae de alto.
Otrosí, la senda y nobleza de los reyes en conocer la divinal virtud, la cual verdad es de Dios, ca mucho es escondida a los entendimientos de los hombres, ca las obras de Dios siempre fueron y serán. Onde, míos hijos, confirmaos bien en la verdad de Dios, y lo que hiciereis y dijereis sea verdad, y estad firmes en ella y guardadla bien, que no se mude ni se cambie. Ca dice el filósofo que aquella es dicha verdad en que no cae mudamiento ninguno ni variedad. Y la cosa que se cambia de lo que comenzó en verdad no está en verdad; mas debéis saber que la verdad loada es de Dios verdadero. Y los reyes que la verdad de Dios conocen y la siguen y fincan firmes en ella, diciendo verdad a su gente y no mintiéndoles ni pasándolos contra lo que les prometen, estos reyes que conocen la verdad de Dios, ca amen la verdad y aborrezcan la mentira. Y el rey o señor sin verdad no es rey sino en el nombre solo. Y por ende, el rey mentiroso no hubo ni habrá ni puede haber vasallos ni amigos fieles, ca pierde el amor de Dios y de su gente y cae en grandes peligros, así como se halla por los ejemplos de las historias antiguas de aquellos que fallecieron en la verdad y usaron de mentiras, no temiendo a Dios ni queriendo conocer la su verdad, por que fueron muertos y estragados, así como Benarelo, rey de Siria, que adoraba los ídolos y partía de la verdad de Dios, que fue ahogado por manos de Azael, su hermano. Y Sedechías, rey de India, que prometió y juró a Nabucodonosor verdad, y mintiole como perjuro, y fue vencido y preso en cadena y fue traído a Babilonia.
Otrosí la tercera nobleza de los reyes es el amor de la bondad de Dios, de la cual nacen todas las otras bondades, ca fuente es de todos los bienes. Onde, míos hijos, si queréis ser nobles, no partáis los vuestros corazones de la bondad de Dios, amándola y llevando vuestras obras en pos ella; ca la bondad de Dios quiere y codicia que todas las cosas sean semejables de ella, y que sean acompañados de todo bien, según el poder de cada uno. Amigos hijos, si bien quisiereis pensar ónde os viene el bien que hiciereis, hallaréis por cierto que os viene de la bondad de Dios, así como os viene el mal que hacéis de la maldad del diablo, que es contrario a los mandamientos de Dios; ca en la bondad de Dios es el uso bien hecho, aguardando así como en poder de aquel que la puede guardar. Y sabed que todas las cosas deben tornar a Dios, así como a su acabamiento. Y por eso dicen las palabras santas que por Él, y con Él, y en Él, es toda honra y gloria para siempre; y de Él y en Él son todas los cosas, y a Él han de venir; ca la bondad de Dios las cosas que no son hacen ser, y sin la bondad de Dios no es, ni fue, ni será, ni puede ser ninguna. ¿Y no veis, míos hijos, que Dios tan bien da sol sobre los buenos como sobre los malos, y llueve tan bien sobre los pecadores como sobre los justos? ¡Y qué bienaventurada es la bondad de Dios, que atiende los pecadores que se enmienden, y corre en pos de los que huyen y aun los que están muy alongados de ella! Cuando los debía tornar, acátalos con hermoso catar, y recíbelos, y quiere que sean cerca de ella; pues, ¿cuál es aquel que la bondad de Dios no debe amar y seguirla en todos sus hechos? Ciertas, con todos debe ir en pos ella, y seguirla. Onde, míos hijos, debéis entender y saber y creer que todos los hombres del mundo deben amar la bondad de Dios y mostrarla por las obras, mayormente los reyes y aquellos que los dones de la bondad de Dios reciben más largamente; entre los cuales los que buenos son y aman verdad y usan de ella, siempre van de bien en mejor, y son sanos y alegres y reyes. Y por la buena creencia de la su bondad son escogidos para ser puestos en honra y para haber abundo de todas las noblezas de este mundo y la gloria del otro. Y míos hijos, ¿qué es lo que deben render a Dios los reyes y los otros hombres por los bienes que les hizo? Ciertas, no sé al sino que guarnecen de bondades para servir a la bondad de Dios; ca de los bienes de ella hay la honra y todos los otros bienes, y así pueden ser amados y ensalzados de Dios en honra y mantenidos en ellos, por que fue David, porque temió el poder de Dios y amó la su bondad. Y por ende dijo Dios de David: «Cerca del mío corazón hallé buen varón.»
Y otrosí la nobleza de los reyes y de los grandes señores, catando lo suyo, es en tres maneras: la primera es guarda del corazón; la segunda, guarda de la lengua; la tercera es dar cima a lo que comienza. La guarda del corazón es guardarse de gran codicia de honras y de riquezas y deleites; ca pues el Rey es más honrado de su señorío, por ende debe ser más templado en la codicia de honras; ca quien mucho codicia en su corazón las honras, muchas vegadas hace y más de lo que no debe por ellas, ca así quiere ensalzar por ellas sobre los otros. Y otrosí debe guardar su corazón de la gran codicia de las riquezas; ca quien gran codicia ha de ellas, no puede estar que no tome de lo ajeno sin razón. Y por ende, primeramente debe ser amatado el fuego de la codicia de corazón, en manera que el daño y del robo no haga llorar a las gentes que el daño reciban, y la su voz suba a Dios. Otrosí deben guardar su corazón y amansarlo en los deleites de la carne, en manera que la su codicia no perezca por la obra; mas debe tajar las raíces de la codicia que tiene en su corazón, así como dijo Trotilio: «Refrene en sí el Rey primeramente la lujuria, y apremie la avaricia, y abaje la soberbia, y eche de su corazón todas las otras mancillas, y obrando bien, y entonces conviene demandar a los otros, ca tal rey o tal emperador es loado.» Y ciertamente del corazón salen todas las malas cosas y las buenas, y en el aire la vida y la muerte. Onde si las raíces de la codicia del corazón fueren tajadas, secarse han las raíces de ella, así como cuando es vacía la fuente, que quedan los ríos que no corren. Y porque Abraham e Isaac y Jacob y Moisén y David y Salomón, profetas, guardaron los sus corazones de estas cosas, fueron hechos santos.
Otrosí, la guarda de la lengua del Rey debe ser en tres cosas: la primera, que no diga más de lo que debe; la otra, que no mengüe en lo que ha de decir; la otra, que y no haya variedad en lo que dijere; ca entonces dice más de lo que no debe cuando dice cosas deshonestas y sin pro y vanidades; y mengua en lo que debe de decir la verdad, y porfía en lo que dice, maguer tenga mentira; y entonces desacuerda en lo que dice cuando denuesta y alaba a uno, y alabándolo una vegada y denostándolo otra, y dice mal de Dios y de su prójimo, poniéndoles en culpa como no debe, diciendo de Dios muchas blasfemias y de su prójimo muchas mentiras y muchas enemigas, y a las vegadas loando a sí y a otro lisonjeando. Onde sobre estas cosas mucho se debe guardar el Rey o el señor que en la su palabra no haya ninguna cosa superflua ni menguada ni desacordada; ca en la palabra del Rey es la vida o la muerte del pueblo, y es palabra de la Santa Escritura que dice así: «Dijo el Rey herid, hirieron; matad, mataron; dijo perdonad, perdonaron.» Y por esto dijo Salomón. «Yo guardo y cato a la boca del Rey, porque los sus mandamientos son como la jura de Dios.» Ca todo lo que quiere hace, porque la su palabra es llena de poder, y sin esto al que denuesta es denostado, y al que alaba es alabado. Y por ende la lengua del Rey mucho debe ser cerrada y guardada en lo que hubiere a decir. Ca dijo el filósofo: «Conviene que el Rey no sea de mucha palabra, ni recontador del mal, ni mucho juzgar ni reprehendedor, ni escudriñador de las maldades de los hombres que son encubiertas, ni quererlas mucho saber, ni hablar en los dones que hubiere dado, ni ser mentiroso; ca de la mentira nace discordia, y de la discordia despagamiento, y del despagamiento injuria, y de la injuria despartimiento de amor, y del despartimiento aborrencia, y de la aborrencia guerra, y de la guerra enemistad, y de la batalla crueldad, que estraga todos los ayuntamientos y las compañías de los hombres; y la crueldad es destruimiento de toda natura de hombre, y destruición de la natura de los hombres es daño, y de todos los del mundo. Mas debe el Rey siempre decir verdad; ca la verdad nace temor de Dios, nace justicia, y de la justicia compañía, y de la compañía franqueza, y de la franqueza solaz, y del solaz amor, y del amor defendimiento.» Y así por todas estas cosas se afirman los deberes entre las gentes y la ley, puéblase el mundo, y ciertas, esto conviene a la natura del hombre.
Y por ende conviene al Rey de ser de pocas palabras, y no hable sino cuando fuere mester, ca si muchas vegadas le oyesen los hombres, por el gran uso no lo apreciarían tanto; ca el gran afaciamiento nace menosprecio. Y débese guardar de no errar en la ley, y que no pase contra lo que dijere, ca por esto sería menospreciada la ley que hiciesen y el establecimiento. Y débese guardar de jurar sino en aquello que debe cumplir con derecho, pues lo juro, ni por miedo de muerte ni por al no lo debe dejar. Y míos hijos, usad en la obra de la lengua según conviene a la natura del hombre, diciendo verdad, ca el que miente va contra natura. Y sabed que la lengua es sergenta del corazón, y es alta como el pozal, que no da sino lo que halla. Y ciertas, extraña cosa sería querer coger de la vid higos y de las espinas uvas; ca el fuego no esfría, y el que no ha no da. Y otrosí, míos hijos, sabed que el que dice las blasfemias hace contra sí; ca cuando culpa la su nacencia, dice contra aquel que le hizo, y es como el ramo contra la raíz que lo da, y el río contra la fuente, y el movido el movedor, y la obra contra el maestro, y la segur contra el que taja con ella. Y este que dice las blasfemias estraga la su voluntad y de los otros, y deshonra a todos cuantos son, y denuesta las bondades de las cosas cuando enturbia la fuente onde vinieron. Y este tal hace empeñar contra sí todas las cosas y hallarse ende mal; ca dice la Escritura que toda redondeza de la tierra hará guerra por Dios contra este loco sin seso que dice las blasfemias.
Otrosí, míos hijos, sabed que no fincará sin pena el maldiciente, y el cual con seis dientes de maldad pugna de comer y de roer la vida de los hombres, y son estos: un diente es cuando niega el bien que sabe; y el otro es cuando calla donde los otros loan y dicen bien; y el otro es cuando denuesta la bondad; y el otro es cuando descubre la puridad; y el otro es cuando amansa el mal y lo dice; y el otro es cuando acrece en la culpa de los hombres con maldecir. Y por ende, míos hijos, os debéis guardar de maldecir de ninguno. Y no deis carrera a los pueblos por donde puede decir de vos; y el pueblo, cuando puede decir, puede hacer. Y cuando alguno dice mal de Dios, dice de Él por sus profetas en los sus juicios, y cuando dice y hace. Y por ende guardaos del dicho y escaparéis del hecho. Y parad mientes en los ejemplos antiguos; ca porque dijo Roboán, hijo de Salomón, a su pueblo: «El mi padre os mata con tormentos y yo os mataré con escorpiones», el pueblo supieron esta palabra que dijo, y por ende perdió el reino que le dejó su padre, y dijo mal y oyó peor. Y porque dijo Faraón blasfemando contra Dios: «El río mío es, y yo hice a mí mismo», fue vencido y echado del reino y desterrado murió. Y Nabucodonosor, rey de Babilonia, porque dijo mal de su pueblo y blasfemó con Dios, fue echado de entre los hombres y vivió con las bestias fieras de la tierra, y comía el heno así como buey, y fue encorvado su cuerpo del rocío del cielo hasta que los cabellos crecieron en semejanza de águilas, y las sus uñas de aves, y fue dado el su reino a otro.
Otrosí, la nobleza de los reyes catando lo de los pueblos es en dos maneras; la una es reprehender los hombres con razón y sin saña; la otra es saber los sufrir con piedad; ca la reprehensión con razón y con derecho viene de justicia, y la sufrencia con piedad viene de misericordia. Onde dice el filósofo que dos cosas son que mantienen el mundo y lo pueblan, y sin ellas el mundo no puede ser bien poblado ni bien mantenido, y son estas: justicia y verdad. No quiere al decir sino guardar y defender a cada uno en su derecho, así a grandes como a pequeños. Ca guardando justicia, crecen los pueblos y enriquecen los reyes y todos los de la tierra; ca el pueblo rico tesoro es de los reyes, y por ende justicia debe ser guardada y mantenida en todos los oficios y ordenamientos buenos de casa de los reyes. Ca de casa de los reyes nace endrezamiento de la tierra y pagamiento de ella, o ha daño, así como de las fuentes nacen ríos de aguas dulces o amargas; ca cuales son las fuentes, tales son las aguas que de ellas nacen, y así cuales son los gobernadores y los consejeros de casa de los reyes, tales son las obras que ende nacen. Onde bienaventurado es el rey que hace guardar justicia en los sus oficios, y que no usen sino por los buenos ordenamientos, y vivan por regla de justicia y de verdad, y que quiere haber consigo siempre buenos consejos que no son codiciosos; ca ciertamente una de las cosas más provechosas del mundo es justicia; es poblado el mundo, y por justicia es mantenido; ca por justicia reinan los reyes, y por justicia se aseguran los corazones de los medrosos, y por justicia se parten los hombres de saña y de envidia y de mal hacer. Y por ende dijeron los sabios que más provechosa es la justicia en la tierra que el abundamiento de las viandas, y más provechoso es el rey justiciero que la lluvia. ¿Y qué pro tiene a los hombres haber abundamiento de las viandas y de riquezas, y no ser señores de ellas, y vivir siempre en miedo y en recelo por mengua de justicia? Ciertas, mejor es vivir pobre en tierra de rey justiciero y ser señor de aquello que ha, que vivir rico en tierra de rey sin justicia y no poder ser señor de su riqueza, y de haber de huir con ella y esconderla y no ayudarse de ella. Ca en la tierra sin justicia todos viven en miedo y con recelo, salvo los hombres de mala vida, que no quieren que se cumpliese la justicia en ellos ni en otros, y que anduviesen ellos haciendo mal a su voluntad.
Mas el Rey y la justicia son dos cosas que la una sin la otra no pueden durar. Y la justicia sin el rey que la mantiene no puede usar de su virtud, ni el rey sin justicia no puede hacer lo que debe; ca la justicia es tal como buen rey que codicia en sí y en los suyos y donde entiende que cumple, y después hace justicia más sin vergüenza en los otros. Ca, ¿cómo puede juzgar a otro aquel que a sí mismo ni en los suyos no la quiere hacer? Ciertas, no puede ser sin reprehensión castigar a otro el que a sí mismo no castiga; ca este tal quiere semejar al que dice que ve la pajuela en el ojo ajeno, y no quiere ver la trabanca en el suyo. Onde muy vergoñosa cosa es, y más al Rey o a príncipe, de querer reprehender a otro del yerro en que él mismo yace. Y por ende dice en la Santa Escritura que no debe haber vergüenza de hombre dar los sus yerros aquel que es puesto en el mundo para hacer o enmendar los yerros ajenos, ca sería soberbia de querer perseverar en el su yerro dañoso contra otro y decir: «Quiero que sea firme y estable lo que mando, quiera sea bien, quiera mal», y así no había nombre de rey justiciero; ca por amor ni por desamor, ni por algo que le prometan, ni por ninguna bandería, no debe al hacer sino justicia y derecho, y debe guardar el poderío que Dios le dio sobre los hombres; ca si de él bien usare, puédele durar, y si no usare de él bien, puédelo perder. Ca Dios no deja sus dones luengamente en aquel que no los merece, ni usó bien de ellos; y si aquel que ha poder de hacer justicia en los otros y no la hacer, por ventura que la hará Dios en él. Ca en Dios no mengua justicia, comoquiera que con piedad grande la hace y donde entiende que es mester piedad.
Y así el Rey, haciendo justicia, debe haber piedad, así como en aquellos que cayeron en yerro por ocasión y no a sabiendas. Y dice en la Escritura que no puede durar el rey en que no ha piedad. Y cuando el Rey sigue y guarda justicia y derecho, luego huyen del reino las fuerzas y los tuertos y las malhetrías, y si les dan algún poco de vagar, luego crecen y dáñanla, así como las malas yerbas que nacen en los panes y los dañan si no los escardan. Y por ende los reyes nunca deben dejar los malos mucho durar, mas sabiendo la verdad débenlo luego hacer enmendar con justicia; ca cierta cosa es que la justicia nace de verdad; ca no se puede hacer justicia derecha si antes no es sabida la verdad. Así todo rey o príncipe debe ser verdadero en todo lo que hubiere a hacer y a decir, porque siempre tienen ojo los hombres más por el Rey que por otro ninguno; ca muy peligroso y más dañoso es el yerro pequeño del señor que el gran yerro del pueblo; ca si el pueblo yerra, el Rey lo debe enmendar, y si el Rey yerra, no ha quien lo enmendar sino Dios; onde el señor siempre debe querer que los hombres hallen en él verdad, ca la verdad siempre quiere estar en plaza y no escondida, porque la verdad es raíz de todas las cosas loadas, y de la verdad nace temor de Dios, y del temor de Dios nace justicia, compañía de la franqueza, y de la franqueza solaz, y del solaz amor, y del amor defendimiento; así como de la mentira, que es contraria de la verdad, nace despagamiento y discordia, y de la discordia injuria, y de la injuria enemistad, y de la enemistad batalla, y de la batalla crueldad, destruimiento, daño de todas las cosas del mundo.
Y así que todos los reyes y príncipes del mundo deben mucho amar justicia y verdad entre todas las otras buenas costumbres, y los que así hacen son honrados y poderosos y ricos y amados de Dios y de los hombres, y viven vida holgada; ca todos los de su reino se asegurarán en el rey justiciero y verdadero, y tienen que no han de recibir tuerto de él ni de otro ninguno, pues que son ciertos que justicia y verdad han de hallar en él, mayormente cuando justicia se hace con piedad y donde debe; ca el Rey debe ser a semejanza de Dios castigando los pecadores, dales lugar por donde se puedan arrepentir, alongándoles la pena, y dice que: «No quiero muerte de los pecadores, mas que se conviertan y vivan.» El Rey no es tan solamente es para dar pena a los que la merecen, mas procurar y querer bien de su pueblo; y si es rey no debe ser enemigo, ca el Rey debe querer su pueblo como sus hijos, y de gobernarlos y abrazar con piedad, que es atemperamiento del corazón para castigar yerros. Y míos hijos, ¿no veis que el rey de las abejas no quiso Dios que trajese armas ningunas? Sabed que la natura no lo quiso hacer cruel; ca le tollió la lanza y dejó la su saña desarmada. Ciertas, buen ejemplo es y grande este para los reyes para no hacer cruda justicia, sino piedad en aquellos que se quieren castigar y enmendar; ca los que están porfiados en sus maldades y no se quieren enmendar, no merecen que hayan piedad de ellos; ca bien como la gran llaga del cuerpo no puede sanar sino con grandes y fuertes melecinas, así como por hierro o por quemas, así la maldad de aquellos que son endurecidos en pecado no se pueden toller en grandes sentencias sin piedad.
Y en todas estas cosas que dichas son de las noblezas de los reyes y deben haber consejo con los sacerdotes de la fe, y en el gobierno del pueblo deben tomar algunos compañones de los sacerdotes, sin los cuales no se pueden bien hacer, así como se muestra por la justicia natural; ca él fue compuesto de natura espiritual y compuesto de natura temporal, y por ende fue necesaria la justicia para poner paz entre los hombres, la cual justicia debe ser mantenida por el Rey y por el sacerdote de la fe. Y el Rey debe castigar los yerros públicos encubiertos. Y el Rey debe tener para castigar espada y cuchillo natural, y el sacerdote espada o cuchillo espiritual, y el Rey es dicho de los cuerpos, y el sacerdote de las almas. Y por ende los filósofos naturaron y ordenaron que fuesen dos rectores: el uno para los cuerpos y el otro para las almas; ca si no fuesen de una creencia ellos y los pueblos, habrá desacuerdo entre ellos; ca el departimiento de las opiniones de los hombres amengua discordia entre ellos, y cuando la opinión de los hombres es una, ayuntan los corazones de los hombres en amor y tuelle muchos daños; y por ende, el Rey y el sacerdote y el pueblo deben convenir a una ley en lo que hubieren a hacer y de creer, y el Rey debe demandar consejo al sacerdote, ca es lumbre y regla en estas cosas, y conviene que el Rey haga honra al sacerdote así como a padre, y que le haya así como a corrector de él y del pueblo, y que le ame así como a guardador de la fe. Y sabed, míos hijos, que nunca se halla por escritura que el Rey fuese sin sacerdote, ni aun en tiempo de los gentiles. Y todo cristiano debe traer consigo algún hombre bueno de Santa Iglesia, y demandarle consejo para el cuerpo y para el alma.
Otrosí, míos hijos, sabed que los filósofos antiguos, para traer castigo contra los hombres, hallaron que era bueno el alongamiento del tiempo para haber consejo sobre las discordias y las enemistades y traerlos a concordia, y acordaron en estas cuatro cosas: la una es la jura; la otra es peños; la otra es fiador; la otra es tregua; no es tan grave como el quebrantamiento del hombrenaje, ca la tregua ha sus condiciones apartadas, y el hombrenaje las suyas; y el hombrenaje, según los derechos de los caldeos, onde lo hubieron los hijosdalgo, dicen que cuando lo toman que si quebrantare el que hace el hombrenaje, que sea traidor, así como quien tiene castillo y mata su señor. Mas el que quebranta la tregua es dado por alevoso, si no se salva como el derecho manda. Y la jura y el peño y el fiador son de esta guisa: ca el que quebranta la jura quebranta la fe, que no la guarda; y que el que no recude al su tiempo a hacer derecho sobre el peño que dio, piérdelo; y el que da fiador, sino recude a su tiempo, debe pagar el fiador lo que demanda el que lo recibió por fiador; y si el fiador demanda a aquel que fió, esle tenido el que lo dio por fiador de pagarle doblado lo que le pagó, y además finca perjuro por la jura, si la hizo, de sacarlo de la fiadura sin daño. Y según los derechos antiguos, el perjuro no puede demandar a él, y no puede ser testigo, ni puede haber oficio para juzgar, ni debe ser soterrado, cuando muriere, en lugar sagrado; ca el perjuro ni cree ni teme a Dios, y empece a sí y a los otros. Y ciertamente jurar y dar peños o fiador cae más en el pueblo de la gente menuda, que no entre los hijosdalgo, en que debe yacer nobleza; ca entre los hijosdalgo hay tregua y hombrenaje; ca se creen y se aseguran unos a otros en la fe que se prometen. Y la tregua es entre los enemigos puesta, ca después de las enemistades se da y se recibe. El hombrenaje se hace y se recibe tan bien entre los amigos como entre los enemigos, y antes de la enemistad. Y así el que quebranta la tregua o el hombrenaje destruye a sí mismo, y destorba la fe que debe ser guardada entre los hombres, y derriba las fuertes colunas y fuerte cimiento de la su creencia, y tuelle el amor verdadero que es puesto entre ellos, y las concordias y las compañías, deshace los ayuntamientos y desata los ordenamientos buenos de paz, y mueve los unos contra los otros, y hace ensañar los menores contra los mayores, y hace a los señores que hagan mal a los sus hombres, y el ayuntamiento de la amistad y de la fealdad que es bien llegado, depártelo y deshácelo. Y este tal, desde que cae en tal yerro, de todo cae, ca no le perdonan los hombres ni los reyes, ni lo dejan vivir entre ellos. Y por estas cuatro cosas sobredichas se dan los alongamientos de tiempo para haber consejo, para poner amistad donde no es, y que dure el amor donde es, y para hacer guardar la ley y que ninguno vaya ni diga contra ella.
Ca el día que hombre es recibido por rey y por señor, gran embargo toma sobre sí para hacer la que le cae sin reprehensión, guardando su ley. Es cimiento del mundo y el Rey es guarda de este cimiento, pues todo amor que no ha cimiento es aguisado de caer, y todo cimiento que no ha guarda, más aína cae por ende. Onde la ley y el Rey son dos cosas que han hermandad en una, y por ende el Rey se debe ayudar de la ley, y la ley del poder, y del esfuerzo del Rey; ca tres cosas se mantienen del reino; la una es la ley; la otra es el Rey; la otra es justicia; pues la ley es guarda del Rey, y el Rey es guarda de la ley, y la justicia guarda de todo.
Onde el Rey debe usar de la ley más que del su poder; ca si quiere usar de su poder más que de la ley, hará muchos tuertos no escogiendo el derecho. Y por ende debe el Rey tener en la mano diestra el libro de la ley por que se deben juzgar los hombres, y en la mano siniestra una espada, que significa el su poder para hacer cumplir sus mandamientos del derecho de la ley; ca bien así como la mano derecha es más usada y más meneada que la izquierda, así el Rey debe usar más de los derechos para escoger lo mejor, que del su poder.
Ca el rey justiciero es guarda de la ley y honra del pueblo y endrezamiento del reino, y es como el árbol de Dios, que tiene gran sombra y huélgase so él todo cansado y flaco y lazrado. Pues la ley y el Rey y el pueblo son tres cosas que no pueden cumplir la una sin la otra, como la tienda que ha tres cosas que no pueden cumplir la una sin la otra; cuando se ayuntan, hacen gran sombra y cumplen mucho, lo que no harían si fuesen despartidas. Y sabed que cuando el Rey sigue justicia y verdad, luego huyen del su reino las fuerzas y los tuertos y las malhetrías; y si les dan algún poco de vagar, luego crecen y dañan la tierra, así como las yerbas malas que nacen en los panes y no las escardan. Y por ende el mandamiento del reino no es gran carga de sufrir, pero es gran señorío y gran poder que da Dios a quien bien Él quiere. Y en esta razón dijo un sabio: «No ha dátil sin hueso ni bien sin lacerio.»
Onde, míos hijos, si Dios os diere honra que os he dicho, pugnad en ser justicieros primeramente en vos, revocando vuestros yerros, señaladamente en juicio dieres; ca sería pecado en perseverar en vuestro yerro contra otro, y no debe ninguno tener que es mengua de hombres enmendar su yerro; ca dice Séneca que no es levedad partirse hombre del yerro manifiesto y juzgado por yerro, mas debe confesar y decir: «Engañado fui por no entenderlo.» Ca locura y soberbia es perseverar hombre en su yerro y decir lo que dijo una vegada: «Cualquier cosa, que sea firme y estable.» Ciertas no es fea cosa mudar hombre con razón su consejo en mejor; onde si alguno os dijere si estaréis en lo que propusistes, o decir que si otra cosa no acaeciere mejor, por que se deba mudar. Y así, no os dirá ninguno que erráis, si mudaseis vuestro propósito en mejor. Y no dejaréis de hacer justicia por algo que os den ni que os prometan, ni por amor ni por desamor, ni por bandería ninguna.
Y por ende cuando el Rey hiciere justicia en su pueblo, habrá a Dios que le daré buen galardón, y grande, del pueblo. Ca el rey que no hace justicia no merece el reino. Y sabed que el mejor de los tiempos del mundo es del rey justiciero, y mejor es año que viene malo en tiempo del rey justiciero, que el buen año que viene en tiempo del rey sin justicia; ca el rey justiciero no consiente fuerza ni soberbia. Y la más provechosa cosa del reino es el rey que es cabeza de él, si bien hace, y la cosa por que más vale el Rey es que sea justiciero y mercendero. Otrosí, mejor es al pueblo vivir so señorío del rey justiciero que vivir sin él y en guerra y en miedo. Y quien lazrar hace a sus vasallos por culpa de él, aquel es rey sin ventura. Y dijo Dios que quien se desviase del bien, desviarse ha el bien de él; ca los que hacían justicia, estos son de luenga vida. Y sabed que en la justicia duran los buenos, y con el tuerto y las fuerzas piérdense. Y por ende el buen rey, para dar buen ejemplo de sí, debe ser justiciero en sí y en los de su casa; y cuando el Rey hiciese justicia, obedecerle ha su pueblo de corazón y de voluntad, y al que es sin justicia, ayúntandose el pueblo a desobedecerle; ca la justicia del Rey allega a los hombres a su servicio, y la injusticia derrámalos. Y el hombre que mejor lugar tiene ante Dios y ante los hombres, sí es el rey que hace justicia. Y el Rey es el hombre que más debe amar verdad y hacer merced y mesura, porque Dios le hizo merced y le dio reino que mandase, y metió en su poder cuerpos y haberes del pueblo.
Y por ende, míos hijos, todo señor de tierra y de pueblo debe hacer en tal manera contra ellos que lo amen y sean bien avenidos. Ca el Rey y su reino son dos personas, y así como una cosa ayuda, dos en uno. Y bien así como el cuerpo y el alma no son una cosa después que son despartidos, así el Rey y su pueblo no pueden ningún bien acabar siendo desavenidos. Y por ende, la cosa que más debe pugnar el Rey es haber amor verdadero de su pueblo. Y sabed que en este mundo no hay mejor lacerio que gobernar pueblo a quien lo quiere gobernar y criar con lealtad y con verdad. Y por esto dijo un sabio que el señor del pueblo más lazrado es queriendo hacer bien que el más lazrado de ellos. Y la mejor manera que el Rey puede haber es fortaleza con mesura y mansedad con franqueza. Ca no es bien al Rey ser quejoso, mas debe hacer sus cosas con vagar, ca mejor podría hacer lo que no hizo, que deshacer lo que hubiere hecho; y todavía débele venir en mente de hacer merced a los pecadores cuando caen en pecado por ocasión o no a sabiendas. Ca el Rey debe ser fuerte a los malos y muy derechero a los buenos, y debe ser verdadero en su palabra y en lo que prometiere, y no debe sufrir que ninguno no se atreva a deshacer lo que él hiciere, mayormente haciendo gracia y merced. Ca gran pecado es toller la gracia y la merced que el señor hace al su servidor, ca este tal niega a Dios y a su señor y aquel a quien la gracia fue hecha.
Y debe haber el Rey por costumbre de amar los buenos, y ellos que hallen en él verdad. Y el Rey debe catar tres cosas: la primera, que deje pasar antes que dé su juicio sobre las cosas que hubiere de juzgar; la otra es que no tarde el galardón al que lo hubiere de hacer, y que haya hecho por que lo merezca; la tercera es que cate las cosas muy bien antes que las haga. Y otrosí debe catar que sepa la verdad del hecho antes que juzgue, ca el juicio débese dar en cierto y no por sospecha. Y pero debe saber el Rey que la justicia de muerte que él mandó hacer en el que la mereciese es vida y seguranza al pueblo.
Y las otras maneras que él puede haber son: ser fuerte al flaco y flaco a los fuertes; otrosí ser escaso a quien no debe. Y por esto dijeron que cuatro cosas están mal a cuatro personas: la una es ser el Rey escaso a los que le sirven; la segunda, ser alcalde torticero; la tercera, ser el físico doliente y no saberse dar consejo; la cuarta, ser el Rey tal que no osen venir ante él los hombres que son sin culpa. Ciertas, más de ligero endrezan las grandes cosas en el pueblo que la pequeña en el Rey; ca el Rey, cuando es de mejorar, no hay quien lo mejorar sino Dios. Y por ende no debe hablar soberbia en aquel de quien atiende justicia y derecho. Ca aquel contra quien el Rey se ensaña es en muy gran cuita, ca le semeja que le viene la muerte onde espera la vida. Y este tal es como el que ha gran sed y quiere beber del agua y ahógase con ella.
Onde, míos hijos, seréis justicieros con piedad y donde pecaron los hombres por ocasión, y así os daréis por beguinos, y beguino es el hombre que es religioso a Dios y piadoso a sus parientes que lo merecen, y que no hagan mal a los menores, y que haya concordia con sus vecinos, y que haya misericordia a los menguados y dé buen consejo y sano a donde se lo demandaren.
Y míos hijos, cuando consejo os demandaren, antes habed vuestro acuerdo con vos mismos o con aquellos de quien fiareis, de guisa que lo podáis dar muy bueno y muy escogido, y no os arrebatéis a darlo, ca podríais fallecer, y no os apreciarán tanto los hombres. Y sabed que tres cosas debe hombre catar en el consejo cuando se lo demandaren; la primera, si lo que demandaren es honesta cosa y no provechosa; la segunda, si es provechosa y no honesta; la tercera, si es provechosa y honesta. Y si fuere honesta y no provechosa, debéis aconsejar que aquella hagan; ca honestad es tan noble cosa y tan virtuosa y tan santa que con la su virtud nos tira a sí, halagándonos con el su gran poder de bondad. Y si la cosa fuere provechosa y no honesta ni buena, debéis aconsejar que aquella no hagan, comoquiera que haya en ella pro y ganancia; ca esta no viene sino de codicia, que es raíz de todos los males. Y si fuere la cosa que demandan honesta y provechosa, esta es mejor, y debéis aconsejar que la hagan. Y comoquiera que, ¡mal pecado!, los hombres con codicia más se acogen a hacer en que cuidan hacer su pro, que no aquello que es bueno y honesto, que no lo provechoso y dañoso al alma y a la fama; y maguer no se acojan a lo que vos les aconsejareis, empero teneros han por de buen entendimiento, y preciaros han más porque queríais el bien y esquiváis el mal, y no podía ninguno decir con razón que mal aconsejastes.
Otrosí, míos hijos, todas las cosas que vos hubiereis de hacer, haced con buen consejo y seso; ca palabra es de Salomón que dice así: «Lo que hiciereis, hacedlo con consejo y no te arrepentirás.» Y cuando consejo quisiereis haber de otros, primeramente debéis pensar a quien lo demandáis; ca no son todos hombres para buen consejo dar; y por ende primeramente demandaréis consejo y ayuda a Dios para lo que quisiereis hacer, ca quien mester ha de ser cierto de alguna cosa y ser oído sabedor, demandarla debe a Dios primeramente, ca en Él es la sapiencia y la verdad de todas las cosas, y lo puede dar comunalmente. Onde dice San Agustín: «Todo lo bueno y acabado desuso, desciende de aquel Dios padre que es lumbre de todos, el cual no se muda por ninguna cosa.» Y cuando demandareis consejo a Dios, muy humildosamente se lo demandad, y parad mientes que la vuestra demanda sea buena y honesta. Y si lo hiciereis, sed ciertos que no os será negado lo que demandastes; ca si mala demanda hiciereis a Dios, por ventura que el mal vendrá sobre vos y no sabréis onde viene; ca los juicios de Dios muy escondidos son a los del mundo. Onde, si de derecho tal ley es establecida en el mundo, que ni roguemos ni demandemos a nuestros amigos cosas feas ni malas, mucho más nos debemos guardar de no las demandar a Dios, que es verdadero amigo y sabedor de nuestros corazones, a quien ninguna cosa no se puede esconder. Y por ende siempre el vuestro comienzo sea en el nombre de Dios.
Y después que a Dios hubiereis demandado consejo y ayuda sobre los vuestros hechos, luego en pos Él demandaréis a vos mismos, y escudriñaréis bien vuestros corazones, y escogeréis lo que viereis que sea mejor, y hacedlo como sabios de buena previsión, tolliendo de vos y de los que os hubieren a aconsejar tres cosas que embargan siempre el buen consejo: la primera es saña, ca con la saña está tornado el corazón del hombre y pierde el entendimiento y no sabe escoger lo mejor; la segunda es codicia, que hace a hombre errar y caer a las vegadas en vergüenza y en peligro, catándonos por la ganancia que cuidan haber que por honra y guarda de sí mismo; onde dicen que codicia mala mancilla depara; la tercera es arrebatamiento, que ciertamente muy pocos son que hayan buen acabamiento de las cosas que se hacen arrebatadamente, y por ende dicen que quien se arrebata su pro no cata.
Onde mejor es llevar las cosas por vagar y recaudar, pues en el comienzo de las cosas debe hombre pensar en lo que ha de hacer, ca dicen que el medio hecho ha acabado el bien comenzar. Y el vagar es armas de los sesudos, ca a las vegadas cuida hombre adelantarse en sus hechos por apresurarse, arrebata yerro a las vegadas, tiene que tarda por el vagar, y va adelante; pues más aína y mejor podrás hacer lo que hacer hubiereis no os quejando, ca si os quejáis; ca el que se queja, maguer recauda yerra, ca se hace por ventura, y las venturas no vienen todavía; pues la cabeza del seso es que pare hombre mientes en la cosa antes que la haga; ca con el vagar alcanza hombre osadía para hacer lo que quiere. Y el fruto es del arrebatamiento es arrepentimiento después del hecho. Y cuando se averigua hombre en lo que ha de hacer, hácele entender lo mejor; y cuando se averigua el buen consejo, y viene el comedimiento; ca lo que hace hombre con consejo y arrebatosamente vienen con arrepentimiento.
Otrosí, antes que demandéis consejo a los otros, parad mientes si se puede excusar por alguna manera de no descubrir vuestra puridad a ninguno, si no entendiereis que por consejo de otros podéis mejor vuestra condición haber, ca de otra guisa ni amigo ni amiga no debéis de decir vuestra puridad, ni descubrir vuestro pecado ni vuestro yerro en que caístes; ca os oirían de grado muchos de ellos, y cataros han, y como en defensión de vos y de vuestro yerro, sonreírse han en manera de escarnio, y pugnarán de llevároslo a mal. Y por ende lo que quisiereis que sea puridad, no lo digáis a ninguno, ca después que dicho fuere no será ya todo en vuestro poder.
Onde más segura cosa es callar hombre su puridad que no decirla a otro y rogarle que lo calle; ca el que a sí mismo no puede castigar, ni hubo poder sobre sí, ¿cómo puede haber poder sobre el que la guarda la puridad que él descubrió? Ciertas, quien en sí mismo no ha poder de razón, no lo puede haber sobre otro. Mas si por ventura viereis que por consejo de otro podáis mejorar vuestra condición, entonces habéis vuestro acuerdo entre vos y vuestros corazones, con cuales habréis vuestra puridad. Y comoquiera que algunos debéis demandar consejo, primeramente lo debéis haber con aquel que hubiereis probado por verdadero amigo; ca a las vegadas el enemigo se da por amigo del hombre, cuidándole empecer so infinta de amistad.
Otrosí, no mostraréis vuestras voluntades sobre el consejo que demandareis, ca por ventura por haceros placer y aconsejároslo, dirán que os es buen consejo aquel que vos decís, maguer que entiendan que es mejor consejo el que ellos pensaron para vos dar. Mas oídlos a todos muy bien, y examinad lo que cada uno dice, y así sabréis escoger lo mejor. Y la razón por que lo debéis así hacer es esta: porque los grandes señores y poderosos por sí mismos no lo saben escoger, tarde o nunca por los otros podrán haber buen consejo, si su voluntad primero ellos supiesen, mayormente los que no catan por al sino por seguir la voluntad del señor con lisonja, cuidando que sacará ende pro para sí, no catando si puede ende venir daño a su señor, a que debe servir, guardar y bien aconsejar en todas cosas. Onde de los buenos amigos y probados quered siempre haber consejo, y no de los tales amigos ni de los enemigos; ca bien así como el corazón se deleita con las buenas obras, así el alma se deleita con los consejos del buen amigo. Y bien es verdad que no hay cosa en el mundo tan deleitosa para el hombre como haber hombre buen amigo con quien pueda hablar las sus puridades y descubrir su corazón seguramente. Onde dice Salomón: «El amigo verdadero y fiel no ha comparación ninguna»; ca ni hay oro ni plata por que pudiese ser comprada la verdad de la fe y la buena verdad del amigo; ca el verdadero y el buen amigo es al hombre como castillo fuerte en que se puede ayudar y acorrer cuando quisiere. Y por ende todo hombre se debe trabajar cuanto pudiere en ganar amigos, ca el mejor tesoro y el mejor poder que hombre puede ganar para merecimientos, los amigos son. Ca, ¿qué pro tiene a hombre en ser muy rico y no tener amigos con quien despenda a su voluntad? Ciertas el hombre sin amigos solo vive, maguer que otra gente tenga consigo, y suelen decir que cual es el cuerpo sin alma, tal es el hombre sin amigos.
Otrosí, demandaréis consejo a los que supiereis que son entendidos y sabidos; ca el pensamiento bueno es del sabio, y el buen consejo mayor defensión es que las armas. Y otrosí, si algunos os quisieren aconsejar en puridad o en plaza, parad bien mientes, que sospechoso debe ser su consejo. Onde dice un sabio que empecer quiere más que aprovechar el que dice en puridad uno, y muestra al en plaza; ca este tal no es verdadero amigo, mas es enemigo que quiere hombre engañar, y no debéis mucho asegurar en aquellos que una vegada fueron vuestros enemigos, maguer andan delante vos muy humildes y corvos, ca no os guardarán por verdadero amor, ca tales como estos perdona a su enemigo, no pierde del su corazón el antiguo dolor que hubo por el mal que recibió. Y por ende dicen que pierde el lobo los dientes y no las mientes. Otrosí, no os aseguréis en aquel viereis cómo os aconseja con miedo y con lisonja, más que con amor; ca amor verdadero no es el que con miedo o con lisonja se muestra. Ca entre todos los hombres escogeréis por consejeros los hombres sabios y antiguos y no muy mancebos. Y los mancebos páganse de andar en trebejos y en solaz, y quieren comer de mañana, ca no han seso cumplido como deben. Onde dice la Santa Escritura, que no está bien al reino donde el Rey es mancebo y sus privados y sus consejeros comen de mañana. Pero algunos mancebos hay en que Dios quiso poner su gracia, y sacolos de las condiciones de la mancebía, y dales seso natural, comoquiera que en pocos acrece esta gracia y este don cumplido.
Otrosí, míos hijos, mientras mozos fuereis y no hubiereis entendimiento cumplido, pugnarán los hombres que no quisieren vuestra honra, y de hacer su pro convuscos, y no catarán sino por hacer bien a sí y apoderarse de vos y deshacer y desapoderaros, ca cuando fuereis grandes y hubiereis el entendimiento cumplido, que no los podáis de ligero deshacer, maguer hagan por qué, ni podáis hacer justicia en aquellos que la merecen; ca ellos se paran a defenderlo, como aquellos que no querrán que justicia se cumpla en ellos ni en otros ningunos. Y ciertas, mientras de pequeña edad fuereis, no se trabajarían en al sino en traeros a pobredad, halagándoos y aconsejándoos que uséis de mocedades en comer y en beber, y en todas las otras cosas que place a los mozos, metiéndoos a saña contra aquellos que quisieren vuestro servicio y vuestra honra, y buscaros han achaques, convusco porque vos hagáis mal, en manera que los alonguéis de vos y no puedan aconsejar lo mejor, y ellos puedan cumplir convusco sus voluntades y hacer lo que quisieren. Onde ha mester que paréis mientes en tales cosas como estas, y no queráis en mozos sin entendimiento traer vuestra vida, mas allegaréis a vos los hombres antiguos y de buen entendimiento, y los que sirvieron lealmente aquellos onde vos venís, y no a los que desirvieron; ca los hombres comen agraces, con dentera fincan, y los que una vegada desirven, no se lo mereciendo el señor, con recelo del yerro en que cayeron, siempre fincan con mala voluntad y recelo de lo que han hecho contra el señor, y que quisieran siempre por señores apoderados de él, y no él de ellos. Y por ende, os debéis guardar de tales hombres como estos, y no fiar vuestros cuerpos ni vuestras haciendas mucho en ellos; comoquiera que los habéis a retener lo más que pudiereis, haciéndoles bien y merced; ca con todos los de vuestro señorío, buenos y malos, habréis a parar en los hechos grandes cuando os acaecieren; mas por la bondad y lealtad y buen consejo es más de preciar y de honrar que la maldad y la deslealtad, y el buen consejero guardaros han de yerro y de vergüenza, y siempre pugnarán de acrecentar vuestra honra y vuestro bien. Y los malos, desleales y de mal consejo, placerles ha cuando en yerro y en vergüenza cayereis, y serán en consejo de amenguar vuestra honra y el vuestro poder, porque mal no les pudiereis hacer.
Otrosí, míos hijos, guardaos de meteros en poder de los fariseos, que son muy sutiles en toda maldad y son enemigos de la vuestra fe, ni pongáis en ellos vuestros hechos por ninguna manera. Ca esta es la natural enemistad de querer siempre mal los judíos a los siervos de Dios, por el yerro y el pecado en que cayeron a la su muerte; ca bien así como ellos son y débense siervos de los cristianos, si pudiesen pondrían en servidumbre ellos a los cristianos, y lo harían de grado. Y por ende, cuando hubieren poder en la vuestra casa, pugnarán de os halagar con aquellas cosas que entendieren que os placerá so alguna color, que os mostrarán qué es vuestro servicio y qué podáis haber, mas catarán en cómo se estraguen vuestros pueblos y ellos serán ricos. Y cuando los pueblos no hubiereis para serviros de ellos, no habréis qué dar a los vuestros ricos hombres, y habrán de buscar otros señores, y desampararos ha, y serán contra vos. Y después que os vieren solos estos que os aconsejaron, irse han para los otros y prestarles han lo que hubieren contra vos, porque los defiendan de vos. Ciertas, no es maravilla que el enemigo de Jesucristo cate carreras de mal contra los sus siervos, ca de natura les viene esta enemistad. Onde todos los señores cristianos deben primeramente desechar a los enemigos de la fe, en manera que no les finque poder ninguno con que los puedan empecer, y no les deben meter en sus consejos, ca dan a entender que en sí mismos no hay buen consejo, ni en los de su ley. Y estos, con sutilezas malas que hay entre ellos, señaladamente los judíos, pugnan en deshacer los buenos consejos de los príncipes, metiéndolos a que saquen más de su tierra, y los príncipes con codicia créenlos, ¡mal pecado!, y caen muy grandes peligros muchas vegadas por esta razón.
Sabed que dice el cuento que se halla por la Santa Escritura que antiguamente, en Judea, con gran malicia que entre los judíos había, hicieron entre sí tres sectas, queriendo engañar los unos a los otros con maestrías y sutilezas malas; ca de tal natura son, que no saben vivir sin bullicios malos y llenos de engaños. Y a la una secta de ellos dijeron fariseos, y a la otra saduceos, y a la otra eseos; ca los fariseos tomaron el nombre de Farán, que fue fuera de la ley de los judíos, y así los fariseos eran de fuera de la ley, y traían pedazos de cartas en las frentes y en los brazos diestros, porque se acordasen de la ley, y traían en los cabos de las faldas espinas, por cuando los hiriesen las espinas en las piernas, que se acordasen de los mandamientos de Dios. Y esto hicieron por engañar las gentes y que no los entendiesen que eran perdidos de la fe; ca el que bien creyente es, en el corazón tiene las espinas para acordarse de ella y de los mandamientos de Dios. Ca sí, los sacerdotes eran herejes y decían que los muertos no habían de resucitar, y el alma luego que debía morir en el cuerpo, y decían que no cuidaban que eran ángeles en los cielos, y llamábanse justos tomando el nombre de Sedín, que es el nombre de Dios, que quiere decir poderoso sobre todos los poderosos Y otrosí, los eseos fueron partidos de la fe y fueron dichos eseos porque fueron de todo el estado de la creencia de los otros, y se acordaban con ningunos de los otros en ninguna cosa; y tomaron vestiduras blancas y nunca casaban y esquivaban a los casados, y no querían haber lugar cierto donde habitasen, sino donde los acaecía. Y no adoraban sino el sol cuando nacía, y no otra cosa ninguna. Y ciertas, aún ha entre ellos muchas malas divisiones, cuidando engañar los unos a los otros. Y comoquiera que se quieren encubrir, no pueden, ca las malas cosas los descubren. Ca dice el sabio que no hay ninguna cosa tan escondida que no sea sabida, mayormente la maldad, que no se puede encubrir. Ca dice la Escritura que la mala fama antes es publicada que la buena loada. Y en otra manera dice el verbo: «La mala fama, antes descubierta que la buena sea cierta.» Onde, si entre ellos no ha amor verdadero, y los unos cuidan engañar a los otros, ¿cuánto más debemos creer que se trabajaron de engañar a los siervos de Jesucristo que quieren mal de muerte por la fealdad y la traición que hicieron sus abuelos en la su muerte? Ca los sus abuelos comieron el agraz y en ellos fincó la dentera de la fealdad contra los hijos de Jesucristo. Confúndalos Dios con tal dentera, ca tornada se les es en natura contra los cristianos, y nunca la han a perder; así la arraigaron en todos los que de ellos descienden, desamando a Jesucristo y a todos los suyos. Ca luego que supieron que Jesucristo era nacido, luego descubrieron que lo querían mal, y diéronlo entender por dicho y por hecho así como ahora oiréis.
Dice el cuento que en el tiempo de César Augusto, emperador de Roma, cuando mandó que hiciesen escribir todas las personas del mundo, porque le diese cada uno el tributo que le habían a dar, los judíos que eran sujetos al Emperador, con gran malicia que entre ellos había, cuidando engañar al Emperador, loábanlo delante diciendo que era justiciero y que gran derecho era de darle el tributo, como aquel que se paraba a defenderlos: mas encubiertamente ponían bullicio y escándalo entre las gentes, diciendo que los que daban las décimas y las primicias a Dios de lo que ganaban, que no era derecho de ser sujetos al Emperador ni le dar tributo ninguno. Y cuando el Emperador cayó en este bullicio en que andaban, dioles por rey a Herodes, y mandó que hiciesen coger el tributo de ellos. Y de entonces acá fue establecido que anduviesen señalados de vil señal, por que fuesen conocidos entre todos los del mundo. Ca así es guardado este establecimiento por todo el mundo, si no en las tierras que fueron destruidas y ellos han poder. Y cuando el rey Herodes envió sus caballeros a saber de la nacencia de Jesucristo, después que supo que era nacido, los fariseos, que se tenían por sutiles de engaño, enviaron sus mensajeros con ellos muy castigados de lo que dijesen e hiciesen, y con lisonja decían a los caballeros del rey Herodes, así como en manera de escarnio, que supiesen ciertamente que el rey Herodes era el Jesús que iban a demandar, y que lo trajesen, lo que nunca fue hallado por escritura ninguna.
Y cuando hallaron el Jesús preguntáronle los fariseos y dijéronle delante de los caballeros de Herodes: «Maestro, sabemos de todo en todo que eres verdadero, y que demuestras y enseñas la carrera de Dios verdaderamente, y no has cuidado de ninguna cosa, ca no hacéis despartimiento entre los hombres de decir verdad. Dinos delante de estos caballeros del Rey si nos conviene de dar el tributo al emperador César, que nos demanda, o no.»
Y esta pregunta hacían ellos a Jesús cuidando que les diría que no se lo habían de dar, porque hubiesen razón los de la tierra de moverse contra el Emperador y se moviese el Emperador contra el Jesús a hacerle mal. Y el Jesús, viendo y conociendo la su maldad y las palabras engañosas que le decían, respondioles y díjoles así: «¡Oh hipócritas!, ¿por qué me tentáis?» Ca la primera virtud de aquel que ha de responder a la demanda que le hacen es conocer la voluntad de aquellos que la demanda hacen. Ca hipócrita quiere decir el que demuestra por palabra lo que no tiene en el corazón. Y díjoles: «Mostradme la moneda cuál es, de que él os demanda el tributo.» Y ellos mostráronle un dinero en que había la imagen de César. Y era escrito encima su nombre. Y el Jesús catola y díjoles así: «Dad a Dios aquello que es de Dios, y dad a César aquello que es de César.» Y esto quería decir que diesen a Dios las décimas y las primicias y las ofrendas y los sacrificios, y a César el su tributo que había de haber.
Y después que vieron que no le podían traer a lo que querían, con muy gran engaño y con mala sutileza que en ellos había, cataron carrera y manera por que lo hiciesen matar, así como lo hicieron, teniendo que si mucho durase al mundo, que ellos no podrían cobrar de sus maestrías y de sus engaños por la sabiduría y buen entendimiento que veían en el Jesús. Ca tantas señales veían cada día en él, y tantos milagros hacía entre todos, que habían miedo de perder el su poder y la gloria en que estaban, por que los tenían por muy sabios y por muy sutiles. Y por ende, no holgaron hasta que lo hicieron matar, y comoquiera que Él se quiso sufrir la muerte por nos pecadores salvar; ca Él había poder sobre los otros y no los otros sobre Él, mas quiso ser obediente a Dios Padre, y cumplir el su mandamiento, y que recibiese esta muerte porque las almas no se perdiesen, así como se perdían antes que Él la su muerte recibiese. Y por ende, míos hijos, por el mío consejo nunca os meteréis en su poder ni los creeréis de consejo, por dones que os den ni por empréstito que a vos hagan, ca no os hallarán lealmente, ca no les viene de natura.
Y otrosí, míos hijos, pugnaréis de ganar amigos y en guardar y retener lo que hubistes ganado; ca muy de ligero se puede ganar el amigo, y es muy grave de retener; y por los guardar y retener os debéis guardar de no les hacer enojo en ninguna cosa; ca el amigo, cuando del su amigo recibe daño o enojo, más gravemente se siente y se ensaña que si otro hombre extraño se lo hiciese, ca dóblase el dolor por que recibe daño o deshonra de aquel que le debe guardar en todas cosas. Onde dice un sabio que tanto es el tuerto de cuanto más de cierto le viene; así como le viene de aquel que tiene hombre por amigo, y con razón. El mayor mal que puede ser, cuando viene a hombre daño y deshonra de aquel onde esperó recibir pro y honra; ca cuanto más enfía hombre en su amigo, si engañado es de consejo o en al, tanto mayor quebranto recibe en su corazón, porque recibe engaño de aquel de quien debe ser guardado o bien aconsejado. Y si quisiereis guardar bien vuestros amigos, sedles de buen talante.
Ca el hombre de mal talante es de mala ventura, por que se hace desamar. Ca el que es alegre y de buen recibir es llave de amor, y los que no han abundo de haber con que puedan ganar amor de los hombres, hayan abundo de buen talante, ca esos hacen buena vida; con hombre de mal talante, por fuerza se habrá de ensañar contra él, maguer sea paciente. Y el hombre de buen talante y de buena verdad debe haber en sí tres cosas: la primera, paciencia con que sepa llevar bien los hombres; la segunda, castidad, porque no peque; la tercera, buen talante con que gane amigos, y pueda ganar los hombres con buen talante, mas que no los puede ganar con su religión. Y sabed que el mejor compañero que hombre puede haber para haber vida holgada, es ser hombre de buen talante. Y el hombre de mal talante no puede ser leal ni de durable amor. Y quien fuere de dulce palabra sin engaño, será amado de los hombres; pero que todas las buenas maneras ha hombre mester la gracia de Dios para guardar verdad y lealtad a sus amigos: la primera, que los salve doquiera que los halle; la segunda, que los reciba bien cuando a él vinieren; la tercera, que los razone bien en plaza donde ellos estuvieren.
Y quien se aviniere con sus amigos ganará su amor, y el que no lo hiciere ganará su desamor. Onde en la avenencia viene solaz y placer, y con la desavenencia viene desamor y pelea. Y quien se hace a los hombres con mesura gana su amor, y quien los esquiva gana soledad. Pero más vale a hombre andar señero que con mal compañero, ca con la compañía de mal compañero no se puede hombre bien hallar; y por ende dicen que quien con perros se echa, con pulgas se levanta.
Y cuando se acuerda el buen amigo con el otro, crece el amor entre ellos, ca la concordia trae el amor de nuevo, y la discordia mata el amor antiguo y aduce desamor de nuevo, y destuerce el amor encubierto; por ende el acuerdo da alegría y amor, y el desacuerdo aduce enemistad y desamor.
Otrosí, míos hijos, debéis ser francos de lo que hubiereis en aquellos lugares donde entendiereis que cumple. Ca franqueza es nobleza de corazón, y el que es franco es señor de lo que ha, y el escaso es siervo; y comoquiera que debéis ser francos en partir lo que hubiereis, debéis ser de buena previsión en guardar lo más que pudiereis, y no venir a gran mengua; ca, ¡mal pecado!, pocos amigos hallaréis al tiempo de ahora, que os acorriesen con lo suyo, a gran pro de sí y a gran daño de vos. Y cuando gran tesoro hubiereis que dar, y así habréis vos hombres.
Ca sabed que la riqueza es apostura y la pobredad despreciamiento; ca ella aduce al hombre flaco a descreencia, y con las riquezas se ganan los precios de este mundo. Y por lo que es loado el rico, es denostado el pobre; ca si el pobre fuere esforzado, dirán que es loco; y si fuere asosegado, dicen que es torpe; y si bueno es, traerá para llegar a la ganancia, ca no es ganancia lo que no se gana bien, antes pérdida para el cuerpo y para el alma, ca el cuerpo finca desfamado y el alma perdida. Y por ende, míos hijos, pugnaréis de ser de buena previsión; ca bien creo que si los hombres quisiesen saber qué cosa es previsión, muchos la preciarían y usarían de ella; ca previsión es conocer las cosas presentes que tiene hombre ante sí del estado en que está, y parar bien mientes a lo que ha de venir, y a qué puede recudir el su estado y la buena andanza en que es; ca el oficio de la previsión es escudriñar y adivinar las cosas que han de venir, y guarnécese con buen consejo contra el tiempo peligroso y lleno de mezquindad cuando viniere. Y no cumple catar a hombre lo que tiene ante sí, mas catar lo de adelante; ca la buena sabiduría del hombre halla las salidas de las cosas presentes y sabe a lo que han de recudir. Onde dice Salomón: «El tu catar siempre vaya adelante los tus pasos», que quiere decir: lo que quisiereis comenzar, antes que lo comiences para mientes a lo que puede recudir, y así lo podrás bien acabar. Y si así lo quisieres catar, la tu caída será al tu comienzo. Y por ende dicen que quien no cata adelante, cáese atrás. Ciertas, de buen engeño y sutil es el hombre que quiere antes catar lo que puede acontecer en las cosas que quiere hacer, y si algo y aconteciere, que debe y hacer por guardarse. Y no debe y cometer ninguna cosa por que pueda decir después: «No cuidaba que así sería, ca si lo supiera no lo hiciera»; ca este tal puede decir que es sin previsión. Y ciertas, sin previsión no puede hombre andar vida holgada ni segura hacer, sino el descuidado y perezoso, que no quiere catar su hacienda, ca no sabe en cómo se hayan a mudar los tiempos. Y por ende todos los hombres deben hacer su vida con buena previsión, tan bien los de gran estado como los de pequeño. Y cualquiera de ellos que venga a pobredad y a mengua por no querer vivir con previsión, no debe culpar a los que no quieren acorrer, mas a la culpa del mismo, que quiso haber previsión para el tiempo fuerte que vino después de la su buena andanza, y de la riqueza que hubo en el tiempo que se pudiera proveer. Y por ende todo hombre debe ser mesurado en su despensa.
Y todas las cosas del mundo deben tener medida, pues quien pasa la medida hace además, y quien no la cumple mengua. Y ciertas, más vale ser mesurado. A quien lo despende con mesura, dúrale su haber, y el que es desgastador va su haber a perdición. Y sabed que con tres cosas se afirma la bondad de los hombres: la primera es sufrido; la segunda que sea perdonador cuando fuere poderoso; la tercera que sea mesurado cuando fuere señor. Y míos hijos, debéis ser pagados cuando hubieseis tanto haber que os cumpla, ca el haber a demasiado dañoso es y lacerio muchas vegadas de aquel que lo ha, salvo ende los reyes, que lo han mester de guardar para los grandes hechos. Y gran mal es el haber además; y por ende dice un sabio que lo mejor de todas las cosas es: «Lo mediano tuvieron los de buena ventura, ca los cabos no son buenos, salvo ende del buen hecho, que ha buen comienzo y mejor fin. Y el que quiere ser seguro de no haber mengua, viva con mesura y con previsión, maguer sea pobre. Y sabed que la mesura aprovece lo poco. Pues no dudéis de despender y donde debéis. Y por ende dice que el que es de buena previsión es sesudo.
Y ciertamente, míos hijos, no hay mejor ganancia que seso, ni mejor riqueza, y no hay mayor pérdida ni mayor pobredad que locura y torpedad; ca el loco, cuanto más le crece el haber y el poder, tanto crece en la soberbia. Y ciertamente fuerte dolencia es en el hombre la locura, y por ende dicen que quien de locura enferma, tarde sana. Onde sabed que el cuerpo es como el reino, y el seso como el Rey, y las maneras como el pueblo; pues si pudiere el Rey más que el pueblo, endrezarlo ha, y si pudiere el pueblo más que el Rey, puede perder el Rey el pueblo. Y los corazones sin seso son como la tierra poblada de buenos pobladores; ca los sesos pobladores son del corazón. Y sabed que el seso es guardador del cuerpo en este mundo y de la alma en el otro; pues cuando Dios quiere toller su merced a algunos, lo primero que le hace, tornar el seso. Onde ved cuál es la nobleza del seso; que el que no la ha no la puede comprar por haber, y el que la ha, no se lo puede hurtar; y maguer despenda hombre de ella, no mengua. Y por ende, mejor es que sea hombre cumplido de seso y menguado de palabra, que cumplido de palabra y menguado de seso; ca el seso es padre del creyente, y la paciencia es hermana, y la mansedad su guardador. Pues no hay mejor amigo que el seso, ni peor enemigo que la locura. Y quien no gana seso no vale nada de cuanto ganó. Y quien ha cumplimiento de seso nunca habrá mala mengua. Y aquel es sesudo el que no ha envidia a ninguno ni tiene mal corazón; no lo engañan ni lo maltrae que le tomen lo suyo sin razón. Otrosí, es sesudo a quien no vence su voluntad y pechó mucho por el poco que le hacen, y no sabrá de las cosas en que le metan.
Pero comoquiera, míos hijos, que os aconsejo que seáis de buena previsión en lo que todos los hombres deben querer, mándoos que si Dios os diere tierras a mandar, de que seáis señores o reyes, que no queráis ser escasos, mas que seáis muy liberales, que quier decir francos; ca la libertad es virtud que siempre se mantiene en dar y en galardonar; mas con todo esto que yo os mando, guardad que el vuestro don no sea mayor que la vuestra riqueza, ca no lo podríais cumplir, y seríais en vergüenza y en daño. Otrosí, por saña que hayáis contra aquel a quien hubiereis dado, no se lo queráis hacerir ni retraer, ca ley es establecida entre el que da el don y el que lo recibe, que el que lo da luego lo debe olvidar y no nombrarlo ni alabarse de ello en ningún tiempo; ca nunca el hombre bueno debe pensar en lo que ha dado, mas en lo que debe dar. Y el que lo recibe, siempre le debe venir en mente del don que recibe para reconocerlo a aquel que se lo dio.
Y si alguno no os conociere cuando hubiereis mester su ayuda, y fuere contra vos, no deis nada por ello, ca la desconocencia los traerá a caer, así como Lucifer, que cayó del cielo a los infiernos por la desconocencia que hizo a Nuestro Señor Dios. Y si alguno os dijere que sois de mala ventura en lo que dais y empleáis en aquellos que son contra vos o contra las vuestras cosas, decid que aquel es de mala ventura el que no reconoce bien hecho, ca vos hicistes lo que debéis y lo que os cae. Y muchos dones había el hombre a perder, dándolos hasta que acaeciere en hombre en que sean bien empleados. Y por esto dicen: «Haz bien, y no cates a quién.» Ca si hombre catase cada que don quisiese dar en quién lo emplease bien, por ventura sí podría hallar o conocer tal hombre en que fuese bien empleado; ca el entendimiento del hombre muchas vegadas es en querer de conocer cuál es el bueno o cuál es el malo, ca muchos semejan buenos que no lo son, y de muchos cuidan los hombres que son malos que no es así. Y por ende daréis vuestros dones de grado y aína, ca no es mucho de agradecer el don cuando mucho dura entre las manos de aquel que lo debe dar, pero que cerca semeja que está de negarlo el que no lo quiere dar luego o lo detarda, ca da a entender que duda en darlo, pues tarde lo da. Y ciertas, tanto tollió de las gracias que le debía por el don cuanto alongó y detardó el don que prometió al que se lo demandó; ca todo hombre que ruega a otro por alguna cosa, ciertas con vergüenza lo ruega. Y por ende no ha mucho que agradecérselo, si se lo detardó. Si él quisiese dar el don, lo da antes que se lo rueguen, hace mayor el su don de cuanto es; ca muy gran bien es dar la cosa a quien la ha mester antes que la demande.
Y míos hijos, parad vos mientes en esto que ahora os diré, y es verdad que no ha cosa que tan cara cueste como por lo que hombre mucho ruega. Y ciertas, muy triste palabra y de gran encargo haber hombre a decir a otro con gran vergüenza: «Ruégote que me des»; y por ende es de agradecer más el don pequeño que se da aína, que el gran don que se da tarde. Otrosí, míos hijos, de todos os guardad de no negar el don con manera de artería maliciosa al que os lo demandare, así como hizo el rey Antígono a un juglar que le demandó un marco de oro porque cantó ante él, y respondió que no se lo daría porque le demandaba más de cuanto convenía; y desí, demandole el juglar un dinero, y dijo que no se lo daría, ca menos demandaba que no convenía a rey dar, ca no era don de rey. Ciertas, maliciosamente se lo negaba, ca pudiérale dar un marco de oro así como juglar. Y este rey no quiso semejar a Alejandro, que dio a un hombre de pequeño estado una gran ciudad; y díjole aquel a quien lo daba a él: «Señor, no conviene a hombre de tan pequeño estado como yo tan gran don como este.» Respondió Alejandro como aquel que era grande y de noble corazón en sus dones, y dijo así: «No demando yo ni caté qué convenía a ti recibir, mas qué es lo que conviene a mí dar.» Ciertas el rey Alejandro no habló con maestría de engaño, mas con nobleza de corazón.
Y por ende, míos hijos, con ningunos hombres en el mundo, maguer extraños, mayormente con los de vuestra tierra, de quien habéis a ser servidos y guardados, no hablaréis con maestría ni con manera de engaño, ca entenderos han y querrán ellos hablar convusco otrosí con maestría; ca por cual carrera lo quisiereis llevar, por tal os llevarán. Onde dice la Escritura que por tales debe ser hombre juzgado, por cual él quiere juzgar a los otros. Y aunque no entienda luego la maestría y el engaño en que los traéis, cuando lo supieren y vinieren al hecho, sentirse han mucho y pugnarán de acaloñarlo lo más que pudieren, como aquellos que se sienten del mal y del engaño en que los traen aquel que los debía guardar. Y ciertas, es cosa de este mundo en que más yerran los grandes señores, sí es esta: en cuidar que los hombres a quien ellos hablan con maestrías de engaño, que no los entienden. Y si bien quisiesen en ello pensar, debían a entender que algunos hay tan sutiles como ellos que los entienden. Y si no se atreven a decírselo que no les hablen con engaño, ca tantas maneras de engaño para responderles. Y si no osan ni pueden, por miedo de la crueldad del señor que se hace mucho temer, piensa para desembargarse de él; así como aconteció a un rey de Éfeso muy rico y muy poderoso.
Dice el cuento que este rey de Éfeso, que nunca quería hablar con los de su tierra ni aun con los de su casa, sino con malicia y con soberbia y con manera de engaño, y no se supo guardar de las maestrías de los otros con quien él fiaba. Y tan grande era la crueldad que todos los de la su tierra y de la su casa tenían ante él y aun cuando oían hablar de él. Y si algunos por el servir lo desengañaban de estas cosas, queríalos mal y arredrábalos de sí, y perdían el su bien hecho por bien hacer. Y por ende dicen que: «Ni bueno hagas, ni malo padas.» Y por eso no le osaban decir ninguna cosa, maguer lo veían decir y hacer cosas desaguisadas, de guisa que todos le aborrecían y se enojaban de él.
Así que un conde, el más poderoso de la tierra, a quien él hiciera muchas deshonras de dicho y de hecho, no cuidando que lo entendían el hecho y el engaño que le traían, viendo que toda la gente del reino era muy despagada de él, cató manera de engaño en cuál guisa se podría de él vengar, no catando si le estaba bien o si mal; ca tan gran afincamiento lo tenía el Rey, llevándolo a mal todavía con maestrías de engaño, y aun a paladinas muchas vegadas, que hubo el Conde a pensar en lo peor contra el Rey. Y por ende dicen que «can con angusto a su dueño torna al rostro». Y sintiéndose mucho el Conde, dijo al Rey por arte que quería quemar una hija que había y no más, por cosa que hiciera por que debía ser quemada. Y hizo pregonar por todo el reino que viniesen todos a ver la justicia que quería hacer de su hija. Y cuantos lo oían se maravillaban mucho, y se espantaban de esta crueldad tan grande que quería hacer el Conde, ca la doncella era la más hermosa de todo el reino y de mejor donaire, y la más guardada que todas las cosas, y la más demandada para casamiento, tan bien de hijos de reyes como de otros grandes hombres.
Y cuando fue el día del plazo a que el Conde decía a que la había de hacer quemar, mandó poner mucha leña en medio del campo. Y luego que llegó y el Rey, preguntó en cómo hacía traer su hija para hacer justicia de ella, así como dijera del otro que decía el Conde que quería hacer, no parando mientes ni pensando el mezquino de cómo otro era el pensamiento del Conde, y no matar su hija; ca la cosa del mundo que él más amaba aquella era, ca no había otro hijo ninguno. Y el Conde le dijo: «Señor, atiendo que se llegue más gente.» Pero que era llegado toda la mayor parte del reino, y con maestría de engaño díjolo así: «Señor, mientras la otra gente se llega, paraos a hablar con estos hombres buenos y con los del pueblo en cómo haga la justicia como deba.» Y el Rey se apartó, no entendiendo el engaño en que lo traían con palabras de maestrías, y comenzó el Rey a escarnecer y a decir mucho mal del Conde, placiéndole porque quería matar a su hija. Y el Conde fuese para el pueblo y comenzó a hablar con todos los del pueblo que y eran, y díjoles así: «Amigos y parientes, convusco he buenos deudos de parentesco y de amor, ca de vos recibí muchos placeres y muchas honras, por que soy tenido de querer vuestro bien y de sentirme de vuestro mal así como del mío, ca no es amigo ni pariente el que de daño de sus amigos y de sus parientes no se siente. Y por ende quiero que sepáis que en gran peligro vivimos todos con este señor, no habiendo duelo ni piedad de nos; ca él fue servido de nos en todas cuantas cosas quiso a su voluntad, y él por su desventura y la nuestra siempre nos habló con maestría y con engaño, encubiertamente y a paladinas, por llevarnos a mal, y deshonrarnos y aviltar, teniéndonos en poco, no queriendo haber consejo sobre las cosas que había de hacer en la su tierra; y sin consejo de demandar, y no quisiese obrar por el consejo que le daban, mas por su voluntad, y nos dice que no es hombre quien por consejo de otro se guía, ca se da por menguado de entendimiento. Y ciertas, esto es contra las opiniones de los sabios, que dicen que no debe hombre ninguna cosa hacer sin buen consejo, y mayormente en los hechos que acaecen de nuevo; ca a nuevo hecho ha mester nuevo consejo, para ir más ciertamente a lo que hombre hacer quiere, así como a nuevas enfermedades y no conocidas conviene de hallar nueva melecina. Y ahora he pensado de cómo nos deshaga de cuanto habemos con maestrías de engaño, y a los que entendiese que no queremos consentir en lo que él quisiere hacer y el engaño en que nos trae, y que ninguno de nos, maguer lo entiende, no osaban hablar en ello, quíseme aventurar y poner en este tan gran peligro por apercibiros, y dije que quería mandar quemar mi hija, e hícelo pregonar por toda la tierra, porque os ayudaseis todos y supieseis este gran mal vuestro en que vos el Rey andaba, y tomásemos y consejo. Y amigos, yo dicho he lo que os había a decir, que de aquí adelante pensad de os guardar; ca yo cierto soy que luego que él sepa esto que vos yo aquí dije que me mandará matar de cruel muerte.» Y uno que era de consejo del Conde levantose y dijo: «Amigos, matemos a quien nos quiere matar y nuestro enemigo es.» «Ciertas», dijo el Conde, «verdad es, y bien semeja que queremos mantener necia lealtad viendo nuestra muerte a ojo, y él que nos quiere matar, y dejarnos así matar como hombres descorazonados». Y sobre esto levantose uno de los del pueblo, y dijo: «¿No hay quien le dé la primera pedrada a quien nos quiere matar?» Y abajose y tomó una piedra y tirola contra el Rey, y todos los otros se movieron luego e hicieron eso mismo, de guisa que lo cubrieron de piedras y matáronlo, no catando los mezquinos de cómo cayeron en traición, que es una de las peores cosas en que hombre puede caer. Y ciertas, esto pudiera excusar el Rey si él quisiera mejor guardar y vivir con los de su tierra así como debía, no metiéndoles ni queriendo andar con ellos en maestrías de engaño.
Onde, míos hijos, por el mío consejo vos seréis siempre buenos y leales y verdaderos a la vuestra gente, y no les hablaréis en ninguna cosa con maestrías de engaño. Y maguer les diga verdad, no lo pueden creer por las malas maestrías de engaño que trae todavía con ellos, y cuidan que siempre los quiere matar y engañar. Y por ende, míos hijos, os guardaréis de no hablar con hombres con maestría ni decir mal de ellos en puridad ni en público; ca cuatro maneras son de hombres en que debemos mucho parar mientes si quisiereis haber vida holgada y segura; la una es el hombre que no dice mal ni hace a ninguno, mas ha sabor de vivir en paz y servir lealmente al que ha de servir. Este tal es como el buen can que no ladra sino cuando es mester en guardar lo de su señor con defendimiento de sí mismo; la otra manera es el que calla y hiere, y codicia hacer golpes naturales, y no huelga si no hace sangre. Y este tal es como el can que no ladra, y muerde a escuso y hace sangre con voluntad de deshacer y toller del todo al que muerde. Y de estos tales os guarde Dios, ca estos sufren mucho y responden; y cuando ven que ha tiempo muerden y hieren y hacen golpes sin piedad, no catando si hacen mal, queriendo cumplir su voluntad así como hizo el Conde al rey de Éfeso, como ya oísteis. La otra manera de hombres es el que dice y no hace; y este tal no puede mucho empecer, y por el mucho decir de él se apercibe aquel contra quien dice, o por ventura dice mucho por meter miedo con gran miedo que él ha. Y este tal es como el can que mucho ladra y no osa morder, mas ladra mucho por espantar, con flaqueza del corazón. Y la otra manera de hombre es el que dice y hace en plaza, con razón y con buen esfuerzo. Y este tal es esforzado y de buen corazón, teniendo siempre razón y derecho, que es cosa que esfuerza más el corazón para ir por su hecho adelante. Y este tal es como el buen can, que ladra y muerde con buen corazón cuando debe, y no duda de trabar y donde debe, y le manda aquel que se lo puede mandar.
Onde, míos hijos, si bien quisiereis parar mientes en estas cuatro cosas y maneras de hombres, saberos habéis guardar de vivir entre ellos muy bien a honra de vos, no queriendo hablar con ninguno con maestría de engaño, mas honrándolos y haciéndoles gracia y merced según que cada uno lo mereciese, ni queriendo oír mal de ninguno ni loar que se lo dice, ni defendérselo que no lo diga, en manera de escarnio, diciéndole: «Calla, no lo digas», y desí tomar y preguntarle: «Di otra vegada, ¿cómo dijiste?», queriendo y habiendo sabor que lo diga, así como aquellos que han sabor de mal obrar y de mal decir, y se deleitó en cosas en que podrían tomar mayor deleite, y más a pro y a honra de sí para los cuerpos y para las almas.
Y otrosí, míos hijos, guardaos de no hacer querella a ninguno de aquel que no os quiere reconocer el don que le diereis, ca en querellándoos de él haréis de él malo, y en sufriéndole por ventura haréis de él bueno; como el hombre cuando hace algún mal y no le es afrontado, esto es vergüenza dudosa, cuidando que aún no sabe aquel mal que hizo; ca después que afrontado se pierde la vergüenza y el afrenta pasada, no dan nada por ellas y hácese peor por ella; ca la mayor vergüenza es sobre aquel mal que hizo no puede pasar. Y míos hijos, ¿por qué afrontaréis al que hiciereis muchos bienes? No lo hagáis, ca de amigo hacerse ha enemigo. Y si no lo hallabais cual lo esperabais, haced enfinta cosa que no lo entendáis, y si desconocido es en una cosa, por ventura que no será en otra; y si la segunda lo fuere, en la tercera; si bien le hiciereis, acordarse ha de cómo falleció y os erró en dos cosas, y si de entendimiento es, gran vergüenza le tomará de fallecer en la tercera. Y si en la tercera os falleciere, dende en adelante no habéis y que hacer más. Pero, míos hijos, no dejaréis de hacer bien, maguer no os lo conozcan.
Ca el bien hacer es consejo durable. Y el bien hacer se cumple con tres cosas: la primera, que lo haga aína; la segunda, que lo haga hombre en puridad; la tercera, que tenga que hizo poco maguer que haya hecho mucho; ca sabed que con el bien hacer se desvía de muchos contrarios, pues al que hace Dios mucha merced ha de sufrir de los hombres muchos embargos, y si los quisiere sufrir, es aguisado de perder aquella merced, ca mucho ama Dios el que hace bien a los hombres, y desama quien lo puede hacer y no lo hace. Onde quien bien hace no cae, y si cayera muchos hallará que le ayudarán a levantar. Y quien bien hace, mejor es aquel bien. Y el que mal hace, peor es aquel mal. Y el que hace el bien no pierde su galardón, maguer no lo reciba de los hombres, ca el bien hacer Dios lo galardona. Y por ende conviene al hombre hacer bien en cuantas maneras pudiere, maguer sean las más angostas y los caminos ásperos. Y sabed que todo bien hacer es merced, y no debe hombre retraer el bien que hiciere, ca más apuesto es no hacer bien que hacerlo y retraerlo. Onde dijo la Escritura: «El bien que hiciere la tu mano diestra, no lo sepa la siniestra.» Y por ende dice la Escritura: «Haz bien y no cates a quién.»
Otrosí os aconsejo que aquel a quien dieseis vuestro don, que no lo queráis traer a juicio sobre ello, ca luego dejará de ser don y semejaría emprestado, y lo que era derecho de daros gracias por ello y os lo reconocer con razón. Mas, míos hijos, si queréis semejar a Dios en las obras, dad a quien os demandare y a los desconocidos; ca Dios así lo hace. ¿Y no veis que cuando nace el sol tan bien escalienta a los malos como a los buenos? Y ciertas, no queda Dios de acrecentar en sus bien hechos, con intención que se aprovechen de ellos todas las cosas del mundo. Y por ende, si le queréis semejar en las obras, dad mientras pudiereis, maguer muchas cosas sean mal empleadas y no os las conozcan; ca el desconocido no hará a vos tuerto mas a sí mismo, porque mengua en él su entendimiento que Dios le dio para conocer bien y mal. Ca el de buen conocer siempre se deleita en don que recibió, ca se acuerda de él todavía. Y el desconocido no se deleita en el don más que una vegada, y esto es cuando lo recibe; ca luego lo olvida.
Otrosí, lo que prometiereis, dadlo en todas guisas, ca si no lo diereis juzgaros han por mentirosos y desvariados en vuestros dichos y que no estáis en lo que prometéis. Y si don prometiereis a cual no es digno ni lo merece, debéisselo dar pues se lo prometistes, no en manera de don, mas por ser estables en una palabra. Pero comoquiera que debéis dar al que os demandare, conviene que sepáis por cuantas partes pudiereis si es bien acostumbrado, y de qué vida es, y qué corazón tiene contra vos, y si vos podéis de él aprovechar. Y si en los dones temporales esto se debe guardar y catar, mucho más se debe catar en los espirituales aquel a quien parece alguna señal de virtud, comoquiera que de algunos malos sea catado; ca aquella señal de virtud lo puede traer a ser hombre bueno. Y si esto se debe hacer en los dones espirituales, cuánto más en los dones temporales. Más valen los pequeños que se dan a menudo, y más aprovecha a quien los dan, que no los dones grandes que se dan de tarde en tarde; ca a quien dan algo de cada día, siempre tiene ojo por aquel que se lo da, para guardarlo y para servirlo; y aquel a quien dan el don grande, cuidando pasar su vida con aquello que le dan, y teniendo que tarde o nunca podría alcanzar a otro tal, no tiene ojo por al, y desampárase de todo, y no cata por servir y aguardar aquel a quien se lo dio, sino cuando le acaece por ventura; porque este no es sino hombre que no quiere más valer, ca mengua del buen seso; ca cuanto más grande don le dan, tanto más se debe entender para servir y hacer bien.
Onde, míos hijos, sed muy grandes en vuestros dones, y a cada un en cómo vale y cómo lo merece, señaladamente en aquellos que habéis probado en lo que os fue mester, y aquellos que otros probaron y supierais por cierto que lo merecen. Y bien creo que de tales como estos que bien lo conocen siempre recibiréis servicio mayor que no será el vuestro don; ca estos tales de buen conocer quieren semejar a los buenos campos que llevan mucho fruto, en manera que más dan que no reciben. Y míos hijos, ¿no cuida de dar sus dones a aquel de quien espera ser servido? Pues ¿cuánto más debe catar por aquel de quien ha recibido gran servicio y con lealtad? Y ciertas, de reprehender sería quien de tal cosa como esta no parase mientes para hacer siempre lo mejor. Y por ende, míos hijos, parad mientes en lo que os cae de hacer en esta razón, ca el dar y el no dar de lo vuestro en vuestra mano es.
Pero en dos maneras son de hombres largos: a los unos dicen desgastadores y a los otros francos. Y los desgastadores son los que despenden en bien comer y en beber con baratadores y con hombres de mal consejo, y en dar lo que han a los garzones y a los malos hombres. Y los francos son los que dan sus dones a sus criados, y para quitar cativos, y a sus amigos, y para casamiento de sus hijos o alguna otra cosa honesta si les es mester. Y así, entre las mejores virtudes de las buenas costumbres, la franqueza es en Dios, y ámala y préciala. Y por ende franqueza aduce amor de Dios y la escaseza desamor. Y el que ha poder de hacer bien y no lo hace, es mengua de él y desplace a Dios. Y el que despende su haber en bien hacer es como el que va ganar haber a sus enemigos y la Condesa para sí. Y el que es abundado de haber, es escaso, es mayordomo y no sabe de quién. Y el que es franco y noble de corazón, es amado de todos; ca la franqueza aduce a bondad y gana amigos. Y sabed que cuando son los francos pobres y los escasos ricos, entonces son los buenos en cuita; ca sabida cosa es que cuando menguan los hacedores del bien, piérdense los envergonzados. Pues quien precia a su haber y desprecia a sí mismo, y quien precia a sí, no se debe doler de su haber. Onde el mejor comienzo de la franqueza es no querer lo ajeno de la mala parte; ca al franco siempre le dará Dios ganancia, y al escaso pérdida. Y por ende el que no despende su haber, haberlo ha a dejar a hombres que no se lo agradecerán. Onde la mayor cosa que hombre puede hacer en su vida es esta: que haga bien por su alma, y que honre su cuerpo con su haber.
Otrosí, míos hijos, si algún gran señor os hiciere bien, o si el vuestro vasallo os hubiere hecho buen servicio, pugnad en reconocérselo, a los señores con servicio y a los servidores en bien hecho; ca en la reconocencia lo primero que debe hombre guardar esto es, que no olvide el bien hecho, ca el que bien sirve, buen hecho hace. Y por ende, no debe hombre olvidar el bien hecho cuando lo hombre recibiera; ca Dios y los hombres aborrecen el desconocer, y tienen que ellos mismos lo hacen el tuerto en no reconocer lo que deben a los que bien le hicieron. Y debéis saber que desconocido es el que hace enfinta que no se acuerda que no se acuerda que lo recibiese, sabiendo de todo en todo, catando más por el otro que por aquel que le dio el don y le hizo merced. Ciertas, no puede ser de buen conocer aquel a quien el don que recibió es olvidado de todo, y no finca en él ninguna memoria del don; ca parece bien que nunca pensó de lo reconocer, que tan bien echó de sí el don que recibió que no lo pudiese catar ni ver para obrar de él aquello que conviene; ca la memoria del hombre no pierde ninguna cosa, ni olvida sino aquello que no quiso catar muchas vegadas. Y por ende os digo, míos hijos, que no olvidéis el bien hecho recibido, ca, ¡mal pecado!, pocos corazones se membran de lo pasado; ca muchos no quieren razonar aquello que recibieron, como si fuese luego perdido. Mas vos, míos hijos, en plaza y a paladinas daréis gracias y reconoceréis el bien que recibiereis, y no escondidamente; ca semejar quiere al desconocido el que quiere dar gracias por lo que recibió, y que no lo sepan aquellos que lo pueden entender si hace bien o mal.
Otrosí, míos hijos, parad mientes en lo que os cae de hacer si guerra hubiereis con algunos de vuestros vecinos tan poderosos como vos o más, y estad bien apercibidos. Ca no dicen esforzado por esforzado el que se mete a peligro. Y sabed que no ha mejor consejo que el apercibimiento, ca muchos se pierden por mala guarda. Onde el apercibimiento es comienzo y arca para guardarse hombre. Y el que se mete en aventura, no ha castillo en que se pueda defender; y el que se atreve en su fuerza piérdese, y el apercibido nunca comide siempre lo peor, y guárdese; y el que no hace las cosas con consejo pónese a peligro. Y por ende debe hombre todavía ser apercibido, ca del apercibimiento nace seguranza y del atrevimiento nace arrepentimiento. Y cuando se aventura hombre, maguer que escape, no escapará bien, ca no hay ganancia con mala guarda; y el que cabalga silla de apercibimiento escapa sabiamente y salva a sí y a los que se guían por él.
Pues míos hijos, estad siempre apercibidos y meted mientes en vos, ca si vinieren las cosas como quisiereis entenderán los hombres que las ganastes con seso y con apercibimiento; y fueren contra vos y contra vuestra voluntad, sabrán los hombres que no finca por vos, y seréis sin culpa. Ca más vale que vos sufráis y atendáis en lugar que seáis seguros, que no os atreváis y os metíais en ventura, y más vale que os detengáis por enfinta en salvo, que os metáis en peligro.
Y sabed que gran guarda es meter hombre mientes en las cosas antes que las comiencen, hasta que sepan qué ha ende de nacer o qué ha a recudir; ca el que se mete en aventura en las cosas que puede errar es tal como el ciego que se mete a andar en los lugares donde ha silos o pozos en que puede caer. Pues la mala guarda es como red para caer en ellos los que se malguardan. Otrosí, el que adelanta, yerra, y el que se queja no cumple. Ciertas, mayor grado debéis haber al que os asegurare hasta que os metáis en lugar de miedo; ca cerca de la seguranza hay miedo, y cerca del miedo hay seguranza. Y dicen que a las vegadas, que más vale arte que ventura, pues que pereza y mala guarda aduce a hombres a suerte de muerte. Y sabed que quien demanda la cosa antes de tiempo, puédela haber de con hora; y si la demanda al punto que es mester, es duda si la habrá. Y por ende, cuando viene a hombre buena andanza y la pierde por pereza, finca con mancilla. Otrosí el que deja de hacer lo que debe habrá de hacer lo que no debe. Y el apercibido siempre pugna en hacer bien lo que puede y no se entremete en lo que no debe. Por ende, más vale poco hecho con seso, que mucho sin seso y con fuerza. Cuando vos aventurareis y ganareis no os preciéis. Y sabed que quien metiere mientes en los buenos sesos entenderá los lugares de los yerros. Por ende, meted mientes cuando vagar hubiereis como hagáis cuando os viereis en cuita, ca en la cosa que no sabe hombre cuándo acaeciere. Y por ende, míos hijos, no acometáis las cosas sino en tiempo que debiereis.
Ca la osadía pocas veces torna a mano de hombre si no la acomete a su hora, y cuando dispone el acometer, finca con mancilla. Y por ende, no dejéis de acometer cuando viereis lugar y sazón de hacerlo. Otrosí, catad que no os metáis, ca dicen que pocas vegadas acaba el perezoso buen hecho, pues el vagar es perezamiento, y el revolver es estorbo, y el acometer es esfuerzo. Onde dijo un sabio: «Cobardía es cuando demanda el perezoso consejo en las cosas de prisa.» Y ha esfuerzo cuando mete hombre en obra lo que quiere hacer, solo que haya pensado en ello. Y la pereza es en dos guisas: la una es a la sazón que la puede haber; y la otra es cuando se acucia a demandarla después que le sale de las manos. Pues el apercibimiento es que se meta hombre a las cosas antes que le salgan de mano. Pues, míos hijos, entremeteos a lo que habéis a hacer antes que os aventuréis, y aconsejaos en lo que quisiereis hacer antes que lo hagáis, y apercibíos para hacerlo cuando lo hubiereis entendido y trabajaos de hacerlo acabar.
Y señaladamente de guerras; y proveeos muy bien de todas las cosas que os fuere mester antes que entréis en la guerra; ca poco valen las armas en la lid si antes que entre en ella no ha buen acuerdo y sea bien apercibido de cómo ha de usar de ellas. Y todo hombre que quisiere cometer a otro por guerra, no lo debe hacer con intención de hacer tuerto al otro, mas porque pueda vivir en paz defendiendo lo suyo; ca tal como aqueste ayuda Dios, pero que lo hace con buena intención. Onde dice la Escritura: «Muévannos guerras porque paz hayamos.» Pero primeramente se debe aparejar y no se debe enojar ni arrebatar, porque dure luengo tiempo el aparejamiento; ca luengo aparejamiento y bueno endreza al hombre para vencer su enemigo más aína. Y por ende dicen: «Buena es la tardanza que hace la carrera segura; ca quien recauda no tarda.» Y míos hijos, sabed que el apercibimiento bueno para hacer guerra y para entrar en la lid ha mester cinco cosas: la primera es ser hombre de buen seso natural para hacer y escoger lo mejor; la segunda es de ser de buen esfuerzo para acometer de recio los hechos que comenzare, y no flacamente; la tercera es ser rico para despender y dar baldonadamente; la cuarta es ser franco, ca los escasos no son bien acompañados ni bien servidos; la quinta, ser señor de buena gente y que le amen verdaderamente; ca si verdaderamente no le amaren, no puede ser bien servido de ellos.
Pero todo hombre sabidor debe usar de las cosas, mayormente en hecho de armas, que las comete; ca no es buen seso en querer hombre hacer ni cometer lo que no sabe. Y míos hijos, mejor os es catar antes bien todas las cosas y haber buen consejo sobre ellas, que comenzarlas y no darles cima, y vénganse de vos vuestros enemigos y fincaros con daño. Y no debéis posponer las cosas que habéis de hacer por fuerza, ca mucho empece al gran señor en los grandes hechos el gran vagar; ca el rey que pospone las cosas mucho, le empecen en su hacienda. Y por esto dicen: «Tú que pospones lo que hoy has de hacer para cras, por ventura acabar no lo podrás.»
Y no deben desdeñar los reyes cosas que acaecen de nuevo, ni las tener en poco maguer sean pequeñas; ca las mayores cosas que acaecieron en los reyes comenzaron e hicieron. Y esto fue porque las tuvieron en poco y las desdeñaron; ca la pequeña pelea o el pequeño mal puede crecer tanto que haría muy gran daño, así como el fuego que comienza de una centella, que si no es luego matado, hace muy gran daño.
Otrosí, míos hijos, debéis en todos vuestros hechos ser constantes, que quiere decir firmes y estables. Ca constancia es virtud que en lo que comienza siempre está firme, perseverando en ella, y no se muda por ninguna manera que le avenga, mas está muy asosegada y perseverando en lo que comenzó, y mostrando una cara tan bien a las buenas andanzas que le vengan, como en las malas andanzas. Onde dice un sabio: «Si dolor hube no llamé testigo, ni quise que el dolor del corazón mostrase el mi bulto; mas informeme a encubrirlo para encubrir mi hecho.» Onde, míos hijos, no debéis mudar por cosa que no os acontezca, quier de buen andanza, quier de mal andanza, mas debéis estar firmes y pararos alegremente a cualquier aventura que os venga, sin ningún mudamiento que los hombres os puedan entender; ca la natura movible y desvariada no es sino de malos hombres flacos; pero muchas vegadas los malos son firmes y fuertes en sus hechos malos. Mas esta no es virtud, antes es locura y mengua de entendimiento, en querer ser recios en el mal y flacos en el bien. Y ciertas, esto es contrario de la ley de constancia, que quiere decir firmeza, en que nos manda que en los males no duremos por ninguna manera, ni en los bienes que no seamos vagarosos, ni los dejemos con enojo.
En las cosas contrarias, cuando os acaecieren, mostraos por hombres de gran corazón y fuertes, y así esforzaréis los vuestros enemigos; ca verdad es que el miedo echa a las vegadas al hombre flaco de corazón en grandes peligros, haciéndole recelar el mal que ha de venir; ca le hace dejar lo que comenzó y finca envergonzado con daño antes de tiempo, habiendo miedo y espantándose de los peligros, y no ve así como si los viese delante sí. Y por ventura que aquellos peligros en él pone el miedo, que nunca será. Ciertas, de firme y fuerte corazón es no turbarse hombre en las cosas contrarias, mayormente pues en ellas fuere; ca si poco entendimiento hubo antes que en el hecho entrase, y no pensar en ello qué le podría recudir, conviene que haya muy gran entendimiento de catar cómo lo acabe con su honra, pues en el hecho es; ca aquel es dado por de buen corazón el que es aparejado para sufrir las cosas temerosas y espantables y no haber miedo que ninguno le derribe del estado en que está, no haciendo porque con derecho lo hubiese a derribar de él; mas debe usar del estado firmemente como hombre de buen corazón, y no partirse de las cosas que fueren con razón; ca más cosas son las que nos espantan y nos ponen miedo, que no las que nos tuellen del estado en que somos. A las vegadas más trabaja hombre en pensar sobre lo que quiere acabar. Y por ende, míos hijos, no debéis desesperar de lo que comenzareis, pues en el hecho fuereis entrados, maguer que veáis la vuestra gente flaca y que no lo puede sufrir; ca Dios ayuda a levantar a los que quieren caer, y señaladamente los mantiene derecha verdad. Siquiera gran vergüenza es dejar hombre de lo que comenzó, con flaqueza de corazón. Y por ende tomad buen esfuerzo en las cosas que comenzareis, y pugnad de llevarlas adelante.
Ca el esfuerzo esmedrece sus enemigos y honra y defiende a sí mismo y a los que son con él, y el cobarde desampara padre e hijos y hermanos y amigos, y ayuda a sus enemigos. Y las dos peores maneras que hombre puede haber: ser escaso y cobarde. Y no cuide el cobarde estorcer de muerte por su cobardía si le hubiere de venir; y sabida cosa es que los cobardes caen siempre en la batalla, y esfuerzan más los esforzados. Y ciertas, mejor es recibir sus golpes delante, y muera como bueno, que recibirlos en otra manera y morir como malo. Y la primera cosa que gana el que es de buen esfuerzo es que anda asegurado y no se espanta de sus enemigos. Y sabed que el desmayamiento nace de la flaqueza del corazón, y cierta cosa es que más mueren en las lides de los que huyen que de los que tornan sobre sí.
Gran ayuda es la sufrencia; ca el que es de buen corazón sabe lidiar esforzadamente como si estuviese en castillo. Y debéis saber que con el esfuerzo gana hombre honra, y es tenido y honrado, y defiéndese de fuerza y de abatimiento. En la franqueza y el esfuerzo hallaréis siempre amparado en las batallas.
Empero lo que hiciereis hacerlo habéis con mansedad, nace de buen seso y la braveza de locura. Onde quien comenzare gran cosa con mansedad y buen sosiego puédelo acabar, y no puede la menor cosa del mundo alcanzar con braveza; y la braveza es la más loca manera que hombre puede haber. Y ciertas, locura y braveza es atreverse hombre acometer a quien más puede que él. Ca del golpe del sesudo pocos guarecen de él, y el manso alcanzará con seso y con engaño lo que quiere maguer que pueda mucho. Y por ende mansedad es cosa que no ha otra que le semeje ni cumpla tanto como ella; ca con la mansedad quebranta el hombre el agudez de sus enemigos, y el que sabe llevar los hombres con mansedad dará menos que debe y tomará más de lo que debe, y fincará loado. Pues la mansedad es llave de toda la ventura. Y por ende, cuando acaeciere hombre las cosas con seso y las mandara con razón y con mansedad, ayúdaselas Dios a recaudar.
Mas, míos hijos, no os engañen vuestros adversarios por grandes dones que os quieran dar, entendiendo en vos codicia grande, viene a hombre a grandes peligros y gran deshonra de sí. Y debéis saber que el oro y la plata siempre quiere andar baldonadamente entre los enemigos, baldonándose de los unos a los otros. Y debéis saber que, bien así como el rayo del cielo quebranta por fuerza las peñas, así el dar quebranta y vence los corazones muy recios de los hombres, mayormente de los codiciosos; ca los dones grandes enlazan los corazones de los codiciosos y de los caudillos muy fuertes y crueles, y los tornan a sí.
Y por ende, teneos muy recios en los vuestros hechos; ca más es de temer la vergüenza que la muerte, y mejor es a hombre la muerte, y catar por la bondad y por el prez, que por la vida ni por otro que cuida haber. Después que entrareis en la lid tomada todavía, endrezad vuestra gente muy acuciosamente, diciéndoles que hagan bien, a las vegadas alabando los hombres y tolliéndoles la pereza y avivándolos con buenas palabras, y a los que viereis que son acostados para caer, ayudadlos a endrezar, ca los que cayeren, ayudadlos a levantar; ca a vos mismos ayudaréis; ca los armados cuando caen no se puede levantar de ligero, si otros no los ayudan. Y así mandadlo a todos los vuestros que hagan unos a otros.
Otrosí, míos hijos, si Dios os diere victoria, mandad poner en recaudo toda la ganancia que y hubiereis, y paradla muy bien a cada uno según lo valiere y lo mereciere, y aun del vuestro derecho haced parte aquellos que viereis que más lo han mester e hicieron bien; ca por aquí los habréis más aína cuando os acaeciere para otros hechos; ca si las manos encogiereis para no dar, así hallaréis a ellos encogidos para no servir.
Otrosí, si con vuestros enemigos hubiereis algunas pleitesías en que prometáis de guardarlos amistad u otras cosas algunas, guardárselas habéis de todo en todo y no les quebrantaréis tregua si la hubieren convusco; ca mucho ha hombre a guardar lo que promete, tan bien al enemigo como al amigo. Y no creáis aquellos que os dijeren que al enemigo no son de guardar estas cosas, mas comoquiera que puede, con engaño o en otra manera, que debe pugnar en lo vencer. Y ciertas, no debe ser así, ca le podría decir mal por ello porque no tenía lo que prometió así como debía. Y esto se muestra que debe ser así por un rey de Roma que fue preso en Atenas en una batalla.
Dice el cuento que por muchos cautivos de los de Atenas que llevaron los de Roma, fue postura hecha con este rey que tornasen los cautivos la una parte a la otra, y fue enviado este rey a Roma, y con esta pleitesía y juro: que si los de Roma esto no quisiesen hacer, que él que se tornase a la prisión. Y cuando fue en Roma, díjoles la pleitesía con que venía; y ellos con codicia de los cautivos que tenían, no los querían dar, cuidando haber por ellos muy gran haber, y quisieron detener al Rey, no doliéndose de los cautivos que los de Atenas tenían ni queriendo parar mientes de cómo estaría mal el Rey si no cumpliese el hombrenaje y jura que hiciera.
Y el Rey cuando vio que en este propósito estaban los de Roma, salió una noche escondidamente y fuese meter en poder de los de Atenas por cumplir lo que prometiera, y no les quiso fallecer ni mentir. E hizo lo que debía y guardó su fama y su alma. Y por ende todos los hombres del mundo deben guardar y tener lo que prometen; así serán más amados y más preciados de Dios y de los hombres, y fuera de ellos en todas cosas sin duda ninguna.
Otrosí, míos hijos, debéis ser justicieros en las tierras que hubiereis a mandar, y no dejaréis de hacer justicia, por codicia, ni por amor, ni por desamor, ni por deudo que hayáis con ninguno, así como dice en el capítulo de la justicia, y así seréis amados de Dios y de los hombres, y serán guardados todos los de vuestro señorío. Y no desaforaréis a ninguno de la vuestra tierra ni les echaréis pecho más de cuanto debe dar según su fuero, salvo cuando los vuestros enemigos quieren entrar a correr la vuestra tierra y la conquerir; ca entonces todos os deben ayudar con los cuerpos y lo que hubieren, ca habéis a hacer hueste forzada. Y debéis saber que dos huestes son en dos maneras: la una es forzada, cuando los enemigos entran a correr la tierra. A esta son tenidos todos de ayudar, ca a sí mismos ayudan y defienden. La otra manera de hueste es de voluntad, que se hace por talante, así como si algún rey quiere ir a ganar tierra de sus enemigos. A esta no son tenidos los de la tierra de ir ni de pechar sino sus pechos aforados, salvo aquellos a quien algo dieren porque le sirvan, o les diere algunas franquezas por que hayan de ir en hueste.
Comoquiera que condes y duques y otros grandes señores se trabajan muchas vegadas en poner bullicio en la tierra y hacer daño a sus vecinos, porque el Rey haya de hacer hueste forzada, y de echar pechos en la su tierra y partirlo entre ellos; por que os debéis guardar cuanto pudiereis de los consejos de tales como estos; ca muy aína os harían perder los corazones de los pueblos, y os habrían a decir de no los que les demandaseis. Y cuando los pueblos dicen a su señor de no en aquello que les es mester, con recelo de lo que dijeron contra voluntad de su señor, no se aseguran en él, y muévense muchas veces a hacer lo peor, no catando si les está bien o mal; y os serían después muy grave de tornarlos a vuestro servicio, y podría acontecer lo que aconteció a un emperador de Armenia muy poderoso y de buen entendimiento, según parecía a todos los hombres; y aconteciole de esta guisa.
Dice el cuento que por consejo y por arbitramiento de malos consejeros, y cuidando haber gran parte de lo que el Emperador sacase de su tierra, aconsejáronle que despechase los sus pueblos, maguer contra sus fueros, y que mandase hacer moneda de vil precio y otras de gran precio que le pechasen a él sus pecheros, tan bien los desaforados como los aforados, y que de esta guisa habrían todo el haber de la tierra, y que habría que dejar y que despender baldonadamente cuando quisiese; y él hízolo así. Y cuando el pueblo de la su tierra cayeron en ello y entendieron este tan gran estragamiento que les venía por todas estas cosas, alzáronse contra el Emperador y no lo quisieron recibir en ninguno de sus lugares. Y lo que fue peor, aquellos que esto aconsejaron, atuviéronse con los pueblos contra el Emperador, en manera que murió desheredado y muy lazrado. Por que, míos hijos, ha mester que paréis mientes en tales cosas como estas y no os queráis engañar por malos consejeros ni por mala codicia; ca podríais errar en ello y caer en gran peligro; ca no es bien en cerrar al enemigo las puertas del un cabo y abrírselas del otro. Así como si vos quisiereis hacer guerra a vuestros enemigos, despechando y estragando la vuestra tierra, de la una parte cerraréis las puertas donde la otra hueste estuviese, y de la otra se las abrieseis donde el vuestro pueblo fuese despechado y estragado, y estos les darían la entrada como aquellos que se tenían por desaforados y por estragados y no habían esperanza de cobrarlo. Y ciertas, mucho debéis guardar los vuestros pueblos, ca estos suelen ser tesoro de los reyes para los grandes hechos acaecen.
Otrosí, míos hijos, en los vuestros oficios no queráis poner muchos oficiales, ni en guarda de vuestro tesoro no queráis poner muchos guardadores; ca mayor daño pueden hacer muchos que uno. En la vuestra cancillería no pongáis sino uno en que fiéis. Y todo el daño y el pro y la guarda de vuestro señorío, si y les pusieren, por vos fueren codiciosos y malos; y con codicia no catarán vuestro pro ni guardarán vuestro señorío, dando cartas contracartas y haciéndoles gracias y mercedes que vos hiciereis e hicieron los otros reyes que fueron antes que vos. No queráis arrendar la vuestra cancillería, ca los arrendadores no catan por al sino por llevar en cualquier manera, ni guardando ni honrando los mayores, ni habiendo piedad de los pobres. Y ciertamente, la cancillería mal guardada y mal ordenada es fuego y estragamiento del señorío. Y así, hombre fiel y verdadero tiene la cancillería en fieldad, no habiendo sobrecarta ni guardas ningunas que meta a mal, este tal guarda pro de su señor, y honra los buenos de la tierra, y ha piedad de los pobres, y así finca la tierra guardada y asegurada, y es mejor servido el señor. Otrosí os digo y os aconsejo que sobre aquel que pusiereis en guarda de vuestro tesoro, que no pongáis sobrecarta ni guarda ninguna; ca entonces os acontecerá lo que aconteció a un rey moro de esta guisa.
Dice la Escritura que este rey moro había muy gran tesoro y que hizo guarda de él a un su criado en que enfiaba, y mandole que tomase ende una dobla para su despensa; y porque no cumplía, tomó él dos doblas cada día, y lo que fincaba de más de la su despensa guardábalo; así que enriqueció, y algunos, con gran codicia, dijeron al Rey: «Señor, bien sabes tú que este tu mayordomo que guarda tu tesoro que era muy pobre cuando y lo pusiste, y ahora es tan rico que no sabe lo que ha; y harías bien que pusieses y alguno otro que lo guardase con él. Y el Rey hízolo así, y mandó que tomase una dobla cada día así como el otro. Y este segundo supo en cómo tomara el otro dos doblas cada día, y avínose con él y tomaba al tantas, de guisa que enriqueció de lo que fincaba cada día de su despensa, así como el otro.
Y sobre esto vinieron otros y dijeron al Rey que parase mientes en su tesoro, que estos hombres mucho eran ricos, y que pusiese y más guardadores, cuidando que lo guardaría mejor. Y ellos, avenidos en uno, tomaba cada uno de ellos dos doblas cada día; así que un día el Rey fue ver su tesoro y hallolo muy menguado, y díjolo a los guardadores, y cada uno se excusaba y decía que no sabía de qué venía aquella mengua. Y desí apartose el Rey con aquel que había puesto primero, y díjole que so pena de la su merced dijese por qué venía aquel tan gran daño y menoscabo en su tesoro. Y él, como hombre de buen entendimiento, no queriéndole negar la verdad, díjole así:
«Señor, dígote que aconteció así como aconteció a un lobo, que acaeciendo por un campo encontrose con los perros del ganado. Y los perros fueron en pos él, y porque no veía lugar donde se pudiese esconder ni huir, metiose en un lago muy grande que era en el campo, y pasose a la otra parte. Y en aquel lago había muchas sanguijuelas y habíansele pegado al lobo de ellas, en manera que todo el cuerpo tenía cubierto y estaban llenas de sangre que habían tirado de él. Y comenzolas a tirar de él con los dientes y echolas de sí. Después que vio que los canes eran cerca de él, metiose en el lago otra vez y pasose a la otra parte, y hallose lleno de otras sanguijuelas que estaban y, llenas de sangre, y comenzolas a tirar de sí, pero que estaba muy flaco por la mucha sangre que había tirado de él.
»Y estando en esto cuidando, atravesose otro lobo y preguntole que qué hacía. Y él le dijo que tiraba aquellas sanguijuelas de sí, ca estaba muy flaco por la mucha sangre que de él tiraba, y que había miedo que no podría pasar el lago de flaqueza si a él viniesen los canes cercaros en derredor del lago. "Amigo", dijo el otro lobo, "pues los canes vienen yo no me quiero detener, pero doyte por consejo que si otra vez pasares el lago, que no tires de ti las sanguijuelas que a ti se pegaren y estuvieren llenas; ca estas ya podría tirar pues hartas fueron; ca si de ti las echares y hubieres otra vegada a pasar el lago, pegársete han otras hambrientas que se querrán henchir de tu sangre, así como aquellas; en manera que perderás la fuerza y no podrás andar. Y las primeras que de ti se pegaron las hubieras dejado, pues llenas eran, mejor hicieras, ca no hubieran lugar las otras hambrientas de se te pegar, y así no perderíais tanta sangre del vuestro cuerpo".»
«Onde», dijo el mayordomo, «señor, si hubieras a mí dejado solo en guarda del tesoro, pues yo era ya rico, y no hubieses y puestos otros sobreguardadores pobres y hambrientos que habían sabor de enriquecer, no te menguara tanto del tu tesoro; cada uno de estos que y pusiste llevan tanto cada día como yo, hasta que fueron ricos así como tú ves, y por esto viene la gran mengua en el tu tesoro. Y aun si las dejaras, no te dejarán de escarbar con codicia de llevarte cuanto pudieren; ca el corazón del codicioso no se tiene por abundado de lo que ha maguer rico sea; y no hayas fucia en su aseguramiento que te haga el codicioso, por que diga que no tomará, que no puede ser que él deje de escarbar por abundado que sea; así como dijo un cardenal, hombre bueno y de buena vida, dando consejo a un papa que fue en su tiempo.
Dice de esta guisa el cuento: que este Papa era hombre bueno y buen cristiano, y pagábase del bien y despagábase del mal; porque vio que los cardenales alongaban los pleitos de los que venían a la Corte, y que les daría cada año cosa cierta de la su cámara que partiesen. Y los cardenales respondieron que lo harían de buenamente, salvo ende aqueste hombre bueno, que no respondió ninguna cosa. Y el Papa le dijo que le dijese lo que le semejaba o que le aconsejase. Y él respondiole y dijo así: «Padre Santo, aconséjote que no quieras perder tu haber; ca cuanto más dieres tanto perderás; ca el uso que habemos luengamente acostumbrado no lo podemos perder en poco tiempo, y decirte he por qué. Sepas que nos habemos la manera del gallo, que por mucho trigo que le pongan delante en que se harta, no deja de escarbar maguer sea harto, según lo hubo acostumbrado. Y tú, señor, crees que por dar que nos tú hagas de lo tuyo, no dejaremos de tomar lo que nos dieres, y aun de escarbar y trabajar por cuantas partes pudiéremos que nos den».
Onde, míos hijos, guardaos cuanto pudiereis de no poner muchas guardas en vuestras cosas, mayormente en vuestro haber, que es de muy gran codicia; ca pocos son los que verdaderamente lo guardan, pero mejor es que catéis uno en que fiéis, y que lo hagáis ende guardar, y no muchos. Y maguer que ende algo lleve, no puede ende uno tanto llevar ni tanto daño hacer como muchos. Otrosí, no queráis arrendar los oficios de la justicia; ca nunca derecho sea guardado ni se haría justicia, con codicia de llevar, así como aconteció en el reino de Orbín.
Dice el cuento que hubo y un rey codicioso que arrendó el oficio de la justicia por una cuantía de haber que le dieron; y cuando daban al oficial aquellos que eran juzgados para morir, que los matasen según eran juzgados, que los soltaba por algo que le daban y así no se cumplía justicia ninguna, y los malos atrevíanse a hacer más mal por esta razón. Y cuando se querellaron al Rey que la justicia no se cumplía en la tierra, mostró que lo tenía por mal, pero que no lo hizo enmendar.
Y a pocos de días adoleció, y siendo como traspuesto, semejole que todos aquellos de quien no hicieron justicia, que venían a él por matarle y le tenían atadas las manos, diciendo: «Pues no quisiste hacer justicia de nos, hagámosla nos de ti; ca así lo tiene Dios por bien.» Y comenzó a dar grandes voces diciendo que le acorriesen. Y la gente que le guardaba recudieron a las voces diciendo: «Señor, ¿qué habéis?» Y acordó y dijo de cómo muy gran gente viniera a él por matarlo, de aquellos que no fueron ajusticiados, y que le ataran las manos y que le hallarían atadas las manos. Y todos se maravillaron ende, y no sin razón, y ciertamente milagro fuera de Dios.
Y luego envió por el oficial que había de hacer la justicia y preguntole por qué no hiciera justicia de aquellos que le fueron dados que ajusticiase. Y dijo que verdad era que no ajusticiara ninguno de ellos por algo que le daban, y que sabía que el oficio tenía arrendados de él por una gran cuantía de haber, y que él sabía que no le tomaría en precio del que le habría a dar por el arrendamiento, los cuerpos de los muertos, y que por eso que no los matara, mas que tomó algo de ellos ca él pudiese pagar el su arrendamiento; mas si supiera que él recibiera los cuerpos de los muertos en precio por el haber, que los matara y que se los guardara.
Y el Rey cuando oyó esto tuvo que él hubo la culpa, porque arrendara y vendiera la justicia que debía hacer según derecho, y pechó gran algo a los querellosos porque le perdonasen, e hizo muchos ayunos y anduvo romerías, haciendo enmienda a Dios de aquel pecado que con codicia hubo hecho. E hizo un establecimiento, que juró luego sobre los Santos Evangelios, de nunca quebrantarlo él ni aquellos que viniesen de él, que ningún oficio en que justicia se debiese guardar, tan bien a los grandes como a los menores, que nunca fuese arrendado, mas que lo diesen en fieldad al mejor hombre y de mejor alma que hallasen en el reino, y no a otro ninguno, y que no fuese y más de uno en aquel lugar donde lo pudiesen cumplir, y este que hubiese galardón por el bien que hiciese, o pena si lo mereciese. E hizo justicia de aquellos que le aconsejaron que lo arrendase, porque ninguno no se atreviese a aconsejar a su señor mal. Y este establecimiento fue siempre guardado en aquel reino, de guisa que cada uno fue señor de lo que había y fueron amparados y defendidos cada uno en su derecho.
Y míos hijos, sabed que este ejemplo oí contar a vuestra madre la Reina, que lo aprendiera cuando y fuera. Y ciertas, donde justicia no ha, todo mal y ha. Ca en todos los oficios de casa del Rey y en todos los establecimientos buenos debe ser guardado justicia y regla, que no hagan más ni menos de cuanto debe según justicia y según ordenamientos buenos. Y así, guardándoos y apercibiéndoos en todas estas cosas que os he dicho seréis honrados y recelados y amados de los vuestros y de los extraños de buen entendimiento, y seréis ricos y bien andantes entre todos vuestros vecinos; y la vuestra buena fama irá siempre adelante, y poblar se ha más vuestra tierra, y serán más ricos los vuestros pueblos, y vos bien servidos y ayudados de ellos en todas cosas; ca los pueblos son tesoro de los reyes que acorren a los grandes hechos. Y así seréis amados y preciados de Dios, el cuyo amor es sobre todos los bienes: en el cual amor os deje vivir y morir.» «Amén», dijeron ellos.
Después que el consejo les hubo dado el Rey, dejáronse caer amos a dos a sus pies y fuéronselos besar, llorando de los ojos con gran placer y agradeciéndole cuanta merced les hacía. Y dijo Garfín: «Señor, ahora vemos y entendemos que las palabras que nos decís, y el consejo que nos dais en este tiempo pasado, que no era de balde. Y bien es verdad que cuando una vegada nos aconsejasteis y os tuvimos en merced el bien y la merced que vos hacéis, y nos dijistes así: «¡Hijos, aún venga tiempo en que yo os pueda hacer merced y aconsejar así como buen padre a buenos hijos!» Nos dudamos entonces y hablamos entre nos qué podía ser esto, que tan gran amor mostrabais contra nos, más que a ninguno de otro reino, y como dudando dijimos: «¿Si podría ser este nuestro padre?», ca tan pequeños nos perdistes que no nos podíamos acordar de tan gran tiempo. ¡Mas bendito sea el nombre de Dios, que nos tan gran merced quiso hacer en vos querernos conocer por hijos, y nos llegar a la vuestra merced! Y fío por la su merced que estos dos escolares que vos castigastes y aconsejastes, de guisa que obrarán de ello en cuanto os acaeciere, mucho a servicio de Dios y de vos.» «¡Así lo quiera Dios», dijo el Rey, «por la su santa merced!». «¡Amén!», dijeron ellos.