[CICLO SÉPTIMO: NARIJIRA EN LA HISTORIA Y EN LA LEYENDA]

108. Un cantar de Tsuraiuki de Ki

Una vez una mujer que estaba resentida por la falta de cariño de un amante solía repetirse este famoso cantar:

¿Será el arrecife

que baten las olas

en un tifón?

No se secan nunca:

mangas de mi ropa.

Él se enteró y respondió:

En charca en que lloran

ranas por la noche,

aunque no llueva,

crece luego el agua

por sus lagrimones.

109. Un cantar de Mochiiuki, padre de Tsuraiuki

Una vez un hombre le dijo a un amigo al que se le acababa de morir su amada:

Antes que una flor

pasa una persona.

¿Sabías tú

cuál iba a caer

antes que la otra?

110. Una superstición (Cantar de Narijira)

Una vez había dos amantes que se veían en secreto. Ella le mandó a decir un día: «Anoche soñé contigo.» Él le replicó:

Se me iría el alma

de tanto quererte.

Si va otra noche,

échale un hechizo,

volver no la dejes.

111. Otra superstición (Cantar de Motokata, nieto de Narijira)

Una vez él la quiso consolar por la muerte de una sirvienta:

Ahora he sabido

cosa nunca oída

en las historias:

que esté yo queriendo

a mujer no vista.

La mujer le respondió:

Dicen que la faja

de la que es querida

se afloja sola.

La mía está firme.

Tu amor es mentira.

Él le dijo:

Si quieres, no digo

que yo a ti te quiero,

pero si un día

se suelta tu faja,

piensa en mí primero.

112. Endecha primera

Una vez ella le había declarado amor eterno, pero se fue con otro. Él exclamó:

Cuando queman sal,

el humo que sale

de Playa Suma,

si sopla un gran viento,

se va a cualquier parte.

113. Endecha segunda

Una vez un hombre abandonado dijo:

Con el poco tiempo

que dura una vida,

en menos tiempo

se olvidan de uno.

¡Así se encariñan!

114. Última cacería en un río (Iukijira en la historia)

Una vez, cuando el emperador Koko, también llamado Ninna, hacía una cacería cerca del río Seri, un anciano que le servía como Montero de los grandes halcones escribió sobre su propia manga:

No reñidle a un viejo

por vestir las galas

de cazador.

La grulla longeva

¿cantará mañana?

El emperador quedó enojado. Porque aunque el poeta se había referido a sí mismo, el Emperador, que tampoco era joven, se creyó aludido.

115. Última cena en una isla (Komachi en la leyenda)

Una vez vivían dos amantes en la provincia de Michi. Él dijo de pronto que se iba a la Capital. Ella se entristeció y le dijo: «Por lo menos vamos a tener juntos una fiesta de despedida.» Fueron a un lugar llamado Isla de la Capital, en Okinoite —palabra que significa tanto «Pozo de la orilla» como «ascua pegadiza»—. Ella le escanció el vino y exclamó:

Más me duele a mí

esta despedida

en esta Isla

de la Capital

que ascua pegadiza.

116. Diuturnamente

Una vez un hombre hubo de viajar hasta la lejana provincia de Michi. A su amada en la Capital le mandó este poema:

Yo vi entre las olas

una isla a lo lejos,

y vi en su playa

un techo, ¡y te echo

siempre tan de menos!

Y añadió él en la carta: «Ahora estoy muy formal.»

117. Diuturnos pinos

Una vez un emperador visitó Sumiioshi y recitó:

Hace eternidades

que no los he visto:

pinos princesas

de playa Sumiioshi.

¿Cuánto habrán vivido?

Uno de sus vasallos, como inspirado del Cielo, se dirigió a Su Majestad y le dijo en nombre de Dios:

No sabrás tú cuándo

te di mi alianza.

Te guardo ya antes

de edades diuturnas

cual murallas santas.

118. Árboles y olvidos

Una vez un hombre había estado mucho tiempo sin escribirle a ella, y de pronto le escribió: «No te he olvidado. Pronto iré a visitarte.» Ella le contestó:

Son tantos los árboles

que trepa tu hiedra,

que no me alegro

de oírte decir

que me perseveras.

119. Olvidos y recuerdos

Una vez ella contemplaba los objetos que su amante infiel le había dejado en otros tiempos como recuerdo,{*} y dijo:

Fútiles recuerdos,

amigos fatales.

No los hubiera,

de vez en cuando

podría olvidarte.

120. Cacerolas sobre tu cabeza

Una vez un hombre creía que su amante no tenía ni había tenido relaciones con nadie. Luego se enteró que en secreto se veía con otro. Exclamó:

¡Que venga ya a Omi

la fiesta de Tsukuma!

Que quiero ver

cuántas cacerolas

llevas con soltura.

121. Paraguas sobre tu cabeza

Una vez un hombre vio a una dama de palacio que atravesaba el jardín del Pabellón de los Ciruelos empapada por la lluvia. Y le dijo:

¿Quieres el paraguas

que con flores tejen

los ruiseñores?

Ya que vas mojada,

llévalo al volver.

Ella le contestó:

No quiero el paraguas

que con flores tejen

los ruiseñores.

Que tu amor me seque,

y podré volver.

122. Aguas de Ide

Una vez ella rompió sus promesas de amor, y él le dijo:

Quererte es querer

llevarse en la mano

las aguas claras

del río de Ide,

allá por Iamáshiro.

Ella ni le contestó.

123. Matorrales de Fukakusa

Una vez había un hombre que debió de cansarse de una amante que vivía en Fukakusa —palabra que significa «Matorrales»—, porque le dijo:

Si yo me alejara

de mi caserío,

los matorrales

me lo volverán

en campo baldío.

Ella le contestó:

Si esto se hace campo,

yo me volvería

en codorniz,

y diré llorando:

«¡Ven de cacería!»

A él le emocionó el poema, y desistió de abandonarla.