Ezequiel
La visión de la gloria divina
1
1 El día cinco del mes cuarto del año treinta, yo, Ezequiel, me encontraba junto al río Quebar, entre los cautivos. De pronto, los cielos se abrieron y tuve visiones de parte de Dios.
2 Habían pasado ya cinco años y cinco meses desde que el rey Joaquín había sido llevado cautivo.
3 Yo, Ezequiel hijo de Buzi, era sacerdote, y ese día estaba en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar, y la palabra del Señor vino a mí, y sobre mí se posó su mano.
4 Me fijé, y vi que del norte venía un viento tempestuoso, junto con una nube impresionante envuelta en fuego y rodeada de un gran resplandor. En medio del fuego había algo semejante a bronce refulgente,
5 y en medio de la nube se veía la figura de cuatro seres vivientes, todos ellos con apariencia humana.
6 Cada uno de ellos tenía cuatro rostros y cuatro alas.
7 Sus pies eran rectos, pero las plantas de sus pies se parecían a las pezuñas de los becerros y centelleaban como el bronce bruñido.
8 Tenían rostros y alas por los cuatro costados, y por debajo de sus alas tenían manos humanas.
9 Con las alas se tocaban entre sí, aunque al avanzar no se miraban el uno al otro sino que cada uno caminaba hacia adelante.
10 Visto de frente, su rostro era de aspecto humano, pero del lado derecho los cuatro tenían cara de león; del lado izquierdo tenían cara de toro, y por la nuca tenían cara de águila.
11 Así eran sus rostros. Por encima de ellos tenían extendidas dos de sus alas, con las cuales se tocaban, y con las otras dos se cubrían el cuerpo.
12 Todos ellos caminaban de frente, siguiendo la dirección del espíritu, y ninguno de ellos volvía la vista atrás.
13 El aspecto de estos seres vivientes era como el de brasas ardientes, o teas encendidas, que se movían entre ellos. El fuego era refulgente, y despedía relámpagos,
14 y con la rapidez del relámpago los seres vivientes corrían de un lado a otro.
15 Mientras observaba yo a estos seres vivientes, vi que junto a ellos, y en cada uno de los cuatro costados, había una rueda en el suelo.
16 El aspecto y la hechura de cada rueda era semejante al color del crisólito. Todas ellas tenían la misma forma, y parecían estar la una dentro de la otra.
17 Al avanzar, podían hacerlo en cualquier dirección, sin tener que dar marcha atrás.
18 Sus aros eran bastante altos, y las cuatro ruedas lanzaban destellos en su derredor.
19 Si los seres vivientes avanzaban, las ruedas avanzaban con ellos; si los seres vivientes se elevaban, también se elevaban las ruedas.
20 Siempre se movían o elevaban siguiendo la dirección del espíritu. Si el espíritu se movía, las ruedas también se movían, porque en ellas estaba el espíritu de los seres vivientes.
21 Si ellos avanzaban, también ellas avanzaban; si se detenían, también ellas se detenían; si se elevaban del suelo, también ellas se elevaban, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas.
22 Por encima de los seres vivientes podía verse una bóveda, semejante al cristal más hermoso, la cual se extendía por encima de ellos.
23 Debajo de la bóveda sus alas se extendían hasta tocarse la una con la otra, y con dos de sus alas cada uno de ellos se cubría el cuerpo.
24 Cuando caminaban, oía yo que sus alas sonaban como un conjunto de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como el estruendo de una muchedumbre, o como la alharaca de un ejército. Cuando se detenían, bajaban las alas,
25 de modo que al detenerse y bajar las alas podía oírse una voz por encima de la bóveda que estaba sobre ellos.
26 Sobre la bóveda podía verse el contorno de un trono, el cual parecía ser de zafiro, y sobre el contorno del trono podía verse sentado a alguien parecido a un hombre.
27 Vi también algo parecido al bronce refulgente, y en su interior y a su alrededor había algo parecido a un fuego; tanto de lo que parecían ser sus lomos para arriba, como de sus lomos para abajo, vi algo parecido al fuego, y esto estaba rodeado de un resplandor.
28 Ese resplandor que lo rodeaba se parecía al arco iris, cuando aparece en las nubes después de un día lluvioso. Ésta fue la visión que tuve de lo que parecía ser la gloria del Señor. Al verla, me incliné sobre mi rostro, y oí la voz de alguien que hablaba.
Llamamiento de Ezequiel
2
1 La voz me dijo: «Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, que voy a hablar contigo».
2 Tan pronto como me habló, el espíritu entró en mí y me hizo ponerme sobre mis pies, y oí que el que me hablaba
3 me decía: «Hijo de hombre, voy a enviarte a los hijos de Israel, un pueblo rebelde. Hasta el día de hoy, tanto ellos como sus padres se han rebelado contra mí.
4 Así que yo te envío a gente de rostro adusto y de corazón empedernido. Y les dirás: «Así ha dicho Dios el Señor».
5 Tal vez te harán caso. Pero si no lo hacen así, porque son gente rebelde, siempre sabrán que entre ellos hubo un profeta.
6 Pero tú, hijo de hombre, no tengas miedo de ellos ni de sus palabras. Aunque estés entre zarzas y espinos, y habites entre escorpiones, no tengas miedo de ellos ni de sus palabras, porque son gente rebelde.
7 Ya sea que te escuchen o no, porque son muy rebeldes, tú repíteles mis palabras.
8 Y tú, hijo de hombre, escucha bien lo que te digo, y no seas rebelde como esa gente. Abre la boca, y come lo que voy a darte a comer».
9 Yo miré, y vi que una mano se extendía hacia mí, y que en ella había un pergamino.
10 La mano lo extendió delante de mí, y vi que el pergamino tenía endechas, lamentaciones y ayes escritos por los dos lados.
3
1 Y me dijo: «Hijo de hombre, come lo que has hallado. Cómete este pergamino, y ve luego y habla con el pueblo de Israel».
2 Yo abrí la boca, y me hizo comer el pergamino,
3 y me dijo: «Hijo de hombre, aliméntate, llena tus entrañas con este pergamino que te doy». Yo lo comí, y su sabor en mi boca fue dulce como la miel.
4 Entonces me dijo: «Hijo de hombre, ve a hablar con el pueblo de Israel, y repíteles mis palabras.
5 No estás siendo enviado a un pueblo de lenguaje profundo y difícil de entender, sino al pueblo de Israel.
6 No vas a muchos pueblos de lenguaje profundo y difícil de entender, cuyas palabras no entiendes. Y si te enviara yo a un pueblo así, ellos te prestarían atención;
7 pero el pueblo de Israel no va a querer escucharte, porque no quiere escucharme a mí, pues todo el pueblo de Israel es de cabeza dura y de corazón obstinado.
8 Sin embargo, yo he endurecido tu rostro como el rostro de ellos, y he hecho tu frente tan fuerte como la de ellos.
9 Tu frente es ahora dura como el diamante y más fuerte que el pedernal, así que no les tengas miedo, aunque sean un pueblo rebelde».
10 También me dijo: «Hijo de hombre, escucha con atención y retén en tu mente todo lo que voy a decirte.
11 Ve y habla con los cautivos, con tu propia gente. Habla con ellos, y ya sea que te hagan caso, o no, tú diles: «Así ha dicho el Señor».».
12 Entonces el espíritu me levantó, y detrás de mí escuché una voz estruendosa que decía: «Bendita sea la gloria del Señor, que sale de su santuario».
13 También oí el aleteo de los seres vivientes al juntar su alas la una con la otra, y el sonido de las ruedas que les acompañaban, y un sonoro estruendo.
14 En ese momento el espíritu me levantó y ya no me soltó. Mi espíritu se llenó de amargura e indignación, pero la mano del Señor prevaleció sobre mí.
15 Fui entonces a reunirme con los cautivos que estaban en Tel Aviv, junto al río Quebar, y me quedé a vivir entre ellos, aunque durante siete días no supe qué hacer.
Israel al cuidado de Ezequiel
16 Pasados los siete días, la palabra del Señor vino a mí y me dijo:
17 «Hijo de hombre, yo he puesto al pueblo de Israel bajo tu cuidado. Así que tú oirás lo que yo te diga, y tú los amonestarás de mi parte.
18 Si yo le digo al impío: «Estás sentenciado a morir», y tú no lo amonestas para que sepa que va por mal camino, ni le hablas para que pueda seguir con vida, el impío morirá por causa de su maldad, pero yo te pediré a ti cuentas de su sangre.
19 Pero si tú amonestas al impío, y él no se aparta de su impiedad y mal camino, morirá por causa de su maldad, pero tú te habrás librado de morir.
20 Ahora bien, si el justo se aparta de su justicia y hace lo malo, y yo pongo delante de él un tropiezo, él morirá porque tú no lo amonestaste y por causa de su pecado, y yo no tomaré en cuenta todos sus actos de justicia, pero a ti te pediré cuentas de su sangre.
21 Pero si amonestas al justo para que no peque, y éste no peca, ciertamente vivirá por haber sido amonestado, y tú te habrás librado de morir».
Ezequiel se queda mudo
22 Allí mismo la mano del Señor vino sobre mí, y me dijo: «Levántate y ve al campo, que allí voy a hablar contigo».
23 Yo me levanté y me dirigí al campo, y vi que allí estaba la gloria del Señor, tal y como la había visto junto al río Quebar. Entonces me incliné sobre mi rostro,
24 y el espíritu entró en mí y me hizo ponerme sobre mis pies; luego me habló y me dijo: «Entra en tu casa, y quédate allí, encerrado.
25 Toma en cuenta, hijo de hombre, que te atarán con cuerdas, y que con ellas te sujetarán para que no puedas andar entre ellos.
26 Yo haré que la lengua se te pegue al paladar, y te quedarás mudo, de modo que no podrás reprenderlos, aun cuando son un pueblo rebelde.
27 Pero cuando yo te hable, te abriré la boca, y tú les dirás: «Así ha dicho el Señor». Y el que quiera oír, que oiga; y el que no quiera oír, que no oiga; porque son un pueblo rebelde.
Predicción del sitio de Jerusalén
4
1 «Tú, hijo de hombre, toma un adobe y ponlo delante de ti, y dibuja en él la ciudad de Jerusalén.
2 Ponle sitio, levanta contra ella fortificaciones, baluartes y arietes, y rodéala con un ejército.
3 Toma también una plancha de hierro, y ponla entre la ciudad y tú, a manera de un muro de hierro; la plancha fungirá como cerco. Dirígete luego contra ella, y ponle sitio. Ésta será una señal contra el pueblo de Israel.
4 «Acuéstate luego sobre tu costado izquierdo, y pon sobre ese costado la maldad del pueblo de Israel. Llevarás sobre ti su maldad el mismo número de días que duermas sobre tu costado.
5 Y los años de su maldad son el mismo número de esos días, es decir, trescientos noventa días. De este modo llevarás sobre ti la maldad del pueblo de Israel.
6 Cuando se cumplan estos días, te acostarás de nuevo, pero esta vez sobre tu costado derecho, y durante cuarenta días llevarás sobre ti la maldad del pueblo de Judá. Estoy contando un día por año.
7 Luego te dirigirás hacia la Jerusalén sitiada, y con el brazo descubierto profetizarás contra ella.
8 Yo te sujetaré, de manera que no puedas girar de un lado a otro, hasta que hayas cumplido con los días del sitio contra la ciudad.
9 «Pero tú, toma trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, para alimentarte con todo esto el número de días que te acuestes sobre tu costado. Esto es lo que comerás durante trescientos noventa días,
10 en raciones de doscientos gramos al día y a determinadas horas.
11 También beberás el agua en raciones de medio litro por día, a determinadas horas.
12 Harás panes de cebada, y los cocerás bajo las cenizas con fuego de excremento humano, y los comerás a la vista de todos».
13 También dijo el Señor: «Un pan así de inmundo comerán los hijos de Israel, en las naciones por las que voy a arrojarlos».
14 Entonces dije: «¡Ay, Señor y Dios! Yo no soy ningún ser inmundo, ni jamás, desde que era joven y hasta este día, he comido carne de ningún animal muerto o despedazado, ni tampoco me he llevado a la boca carne inmunda».
15 El Señor me respondió: «Mira, voy a permitirte que uses estiércol de bueyes para cocer tu pan, en lugar de excremento humano».
16 Y también me dijo: «Mira, hijo de hombre: Voy a hacer que falte pan en Jerusalén. El pan se comerá por peso y con angustia, y el agua se beberá por medida y con espanto,
17 para que, al faltarles el pan y el agua, unos a otros se miren con espanto y se consuman en su maldad.
5
1 «Tú, hijo de hombre, toma un cuchillo afilado o una navaja de barbero, y aféitate la cabeza y la barba; toma luego una balanza, y divide y pesa los cabellos.
2 Cuando el sitio de la ciudad llegue a su fin echarás al fuego una tercera parte de ellos, a la vista de todos; otra tercera parte la desmenuzarás con espada por toda la ciudad; y la tercera parte restante la arrojarás al viento. Yo voy a perseguirlos espada en mano.
3 Toma también unos pocos de tus cabellos, y sujétalos en el borde de tu manto,
4 otros pocos de ellos los echarás al fuego, para que se quemen, y de allí el fuego se propagará por toda el pueblo de Israel».
5 Así ha dicho Dios el Señor: «¡Aquí tienen a Jerusalén! La establecí en medio de las naciones y de los países a su alrededor.
6 Pero ella cambió mis decretos y mis ordenanzas. Su maldad fue mayor que la de las naciones y países a su alrededor, pues no obedeció mis decretos y mis mandamientos, sino que los desechó».
7 Por lo tanto, así ha dicho el Señor: «Ustedes se han portado peor que las naciones a su alrededor. No han seguido mis mandamientos, ni han obedecido mis leyes. ¡Ni siquiera se han sujetado a las leyes de las naciones a su alrededor!».
8 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: «Jerusalén, yo estoy contra ti, y voy a dictar sentencia contra ti a la vista de las naciones.
9 Por tus acciones tan repugnantes, voy a hacer contigo lo que nunca antes hice, ni volveré a hacer.
10 En tus calles, los padres se comerán a sus hijos, y los hijos se comerán a sus padres. Voy a dictar sentencia contra ti, y lanzaré a los cuatro vientos todo lo que de ti quede.
11 Por haber profanado mi santuario con todas tus abominaciones, yo, el Señor, juro que voy a destruirte por completo y sin misericordia. ¡No te voy a perdonar! (Palabra del Señor).
12 «Una tercera parte de tus habitantes morirá en tus calles por causa de la peste y el hambre; una tercera parte de ellos morirá por la espada en tus alrededores, y la tercera parte restante la esparciré por los cuatro vientos. ¡Voy a perseguirlos espada en mano!
13 Así se calmará mi furor y se saciara mi enojo. Así quedaré satisfecho. Y una vez que se haya calmado mi enojo, ustedes sabrán que yo, el Señor, he hablado.
14 «Voy a dejarte en ruinas. Serás la burla de las naciones que te rodean, y de todos los que pasen a tu lado.
15 Cuando en mi furor e indignación te reprenda y dicte yo sentencia contra ti, serás motivo de burla y oprobio entre las naciones que te rodean. ¡Les servirás de escarmiento y de motivo de espanto. Yo, el Señor, lo he dicho.
16 «Cuando yo lance contra ustedes las mortales saetas del hambre, para destruirlos, haré también que aumente el hambre entre ustedes, pues les quitaré el abasto de pan.
17 Voy a lanzar contra ustedes hambre, peste y muerte, y bestias feroces que los devoren y espadas que les quiten la vida. Yo, el Señor, lo he dicho».
Profecía contra los montes de Israel
6
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, dirígete a los montes de Israel y profetiza contra ellos.
3 Di a los montes de Israel que oigan la palabra de su Dios y Señor. Di a los montes y colinas, y a los arroyos y valles, que así dice su Dios y Señor: «Voy a lanzar la espada contra ustedes. Voy a destruir sus lugares altos.
4 Sus altares serán destruidas, y sus imágenes del sol serán hechas pedazos. Voy a hacer que sus muertos caigan delante de sus ídolos,
5 y que los cadáveres de los hijos de Israel caigan delante de sus ídolos, y que sus huesos queden esparcidos alrededor de sus altares.
6 Dondequiera que ustedes habiten, sus ciudades quedarán desiertas y los lugares altos serán destruidos; sus altares quedarán en ruinas, y sus ídolos quedarán hechos añicos; sus imágenes del sol serán destruidas, lo mismo que todo lo que han hecho.
7 Cuando la gente caiga muerta en medio de ustedes, sabrán entonces que yo soy el Señor.
8 «Pero cuando sean esparcidos por los países, dejaré que algunos de ustedes se salven de la espada, de modo que quede un resto de sobrevivientes entre las naciones.
9 Aquellos de ustedes que logren escapar se acordarán de mí entre las naciones donde serán cautivos. Se acordarán de cómo sufrí por culpa de su corazón infiel, que se apartó de mí, y por haber puesto sus ojos infieles en los ídolos. Se avergonzarán de ustedes mismos, por causa de todo el mal que cometieron con sus acciones repugnantes».
10 Así sabrán ellos que yo soy el Señor, y que no en vano dije que les traería este mal».
11 Así ha dicho Dios el Señor: «Da de palmadas con tus manos, y de golpes con tus pies. Llora por todas las acciones repugnantes que ha cometido el pueblo de Israel, porque caerán a filo de espada, o por el hambre o la peste.
12 Los que se encuentren lejos morirán por la peste; los que estén cerca caerán a filo de espada, y los que aún queden morirán de hambre durante el sitio de la ciudad. Así satisfaré en ellos mi enojo.
13 Cuando sus cadáveres caigan ante sus ídolos, y alrededor de sus altares, y sobre toda colina elevada y en las cimas de todo monte, o bajo la fronda de los árboles y de las espesas encinas, que es donde ofrecieron incienso a todos sus ídolos, sabrán que yo soy el Señor.
14 Yo extenderé mi mano contra ellos, y dondequiera que vivan haré que la tierra quede más árida y desolada que el desierto de Diblat. ¡Y entonces sabrán que yo soy el Señor!».
Anuncio del fin
7
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Escucha, hijo de hombre, que así ha dicho Dios el Señor a la tierra de Israel: Ya viene el fin. Ya está cerca, sobre los cuatro extremos de la tierra.
3 Tu fin ha llegado. Voy a descargar mi furor sobre ti; voy a dictar sentencia contra ti, según tus acciones; voy a echarte en cara todas tus repugnantes acciones.
4 No te quitaré los ojos de encima, ni tendré misericordia de ti. Al contrario, te castigaré por tu mala conducta y por tus repugnantes acciones. Así sabrás que yo soy el Señor».
5 Así ha dicho Dios el Señor: «¡Fíjate bien, que viene una calamidad!
6 Se acerca el fin. Llega ya. El fin se ha despertado y viene contra ti.
7 La mañana viene hacia ti, habitante de esta tierra. Se acerca la hora. Cercano está el día. Será sobre los montes un día de tumulto, y no de alegría.
8 Muy pronto derramaré mi enojo sobre ti, y saciaré en ti mi furor. Dictaré sentencia contra ti, de acuerdo con tu mala conducta, y te haré pagar por tus repugnantes acciones.
9 No te voy a perdonar. No voy a tenerte misericordia. Te castigaré conforme a tu mala conducta, y exhibiré tus actos repugnantes. Así sabrás que yo soy el Señor, el que castiga.
10 «Ya viene el día, ya viene. Ya ha llegado la mañana. Ha florecido ya la vara, y ha reverdecido la soberbia.
11 Se yergue la violencia como vara de maldad. Pero de todos ellos no habrá uno solo que quede con vida, ni habrá tampoco entre ellos nadie que se lamente.
12 Llegó el momento; llegó el día. Que no se alegre el que compra, ni llore el que vende, porque mi ira caerá sobre toda esta multitud.
13 El que venda no volverá a poseer lo que vendió, aun cuando quede con vida. La visión sobre toda esta multitud no será revocada, porque por causa de su iniquidad ninguno quedará con vida.
14 «Se tocará la trompeta, y prepararán todas sus armas, pero nadie saldrá al campo de batalla, porque mi ira pesa sobre toda esta multitud.
15 Fuera de la ciudad, morirán a filo de espada; dentro de la ciudad, morirán de hambre y por la peste. El que esté en el campo de batalla morirá a filo de espada, y el que esté en la ciudad será consumido por el hambre y la peste.
16 Los que logren escapar huirán a los montes, y estarán gimoteando como las palomas de los valles, cada uno por causa de su iniquidad.
17 Se les debilitarán las manos, y como si fueran chorros de agua se les doblarán las rodillas.
18 Se vestirán de luto, y se llenarán de pavor; todos los rostros se cubrirán de vergüenza, y todas las cabezas quedarán rapadas.
19 Arrojarán su plata y su oro a la calle, y no habrá quien los recoja; en el día del furor del Señor, ¡ni su plata ni su oro podrá salvarlos! No podrán saciar su apetito ni satisfacer su hambre, porque sus riquezas y su maldad los hicieron tropezar.
20 Yo convertí todo eso en algo repugnante porque ellos, en su soberbia, convirtieron todo ese esplendor y ornamento en imágenes de sus ídolos aborrecibles.
21 Y ya he puesto sus riquezas en manos de gente extraña, para que las saqueen y las profanen, y para que sean botín de los impíos de la tierra.
22 Yo les volveré la espalda, y mi lugar más íntimo será violentado, pues en él entrarán invasores que lo profanarán.
23 «Haz cadenas, porque el país está lleno de homicidios y la ciudad está llena de violencia.
24 Por eso traeré a la nación más perversa, para que se adueñe de sus casas; voy a poner fin a la soberbia de los poderosos, y sus santuarios serán profanados.
25 Ya viene la destrucción, y buscarán la paz, pero no la hallarán.
26 Sufrirán calamidad tras calamidad, y oirán rumor tras rumor, y buscarán una respuesta en los labios del profeta, pero ni los sacerdotes ni los ancianos podrán guiarlos ni aconsejarlos.
27 El rey se vestirá de luto, el príncipe se cubrirá de tristeza, y al pueblo le temblarán las manos. Y es que voy a darles lo que merecen sus acciones, y a dictar sentencia contra ellos conforme a su manera de impartir justicia. Así sabrán que yo soy el Señor».
Visión de las abominaciones en Jerusalén
8
1 El día cinco del mes sexto del sexto año, yo estaba sentado en mi casa, en compañía de los ancianos de Judá, cuando de pronto la mano de Dios el Señor se posó sobre mí.
2 Me fijé, y vi una figura semejante a la de un hombre, aunque de la cintura para abajo parecía fuego, y de la cintura para arriba su resplandor tenía el aspecto del bronce refulgente.
3 Aquella figura extendió la mano, y me tomó por los cabellos; entonces el espíritu me elevó por los aires, entre el cielo y la tierra, y en visiones de Dios me llevó a Jerusalén, a la entrada de la puerta interior que mira hacia el norte, donde estaba el recinto de la imagen que despierta los celos de Dios,
4 ¡y allí estaba la gloria del Dios de Israel, tal y como la había visto en la visión del campo!
5 Y me dijo: «Hijo de hombre, dirige ahora la mirada hacia el lado norte». Yo dirigí la mirada hacia el norte, y allí en el norte pude ver, junto a la puerta del altar, y en la entrada misma, la imagen que despierta los celos de Dios.
6 Entonces me dijo: «Hijo de hombre, ¡mira lo que éstos hacen! ¡Mira las grandes abominaciones que el pueblo de Israel perpetra aquí para alejarme de mi santuario! Pero sigue viendo, y verás abominaciones aún mayores».
7 Me llevó entonces a la entrada del atrio, y me fijé, y vi en la pared un agujero.
8 Me dijo entonces: «Hijo de hombre, haz un hoyo en la pared». En cuanto hice el hoyo en la pared, vi una puerta.
9 Entonces me dijo: «Entra, y ve cuántas cosas malvadas y repugnantes hacen éstos aquí».
10 Yo entré, y miré, y pude ver toda clase de reptiles y de bestias repugnantes, y vi que por toda la pared estaban pintados todos los ídolos del pueblo de Israel.
11 Delante de ellos estaban setenta ancianos del pueblo de Israel, cada uno con su incensario en su mano, y en medio de ellos estaba Jazanías hijo de Safán. Y subía una espesa nube de incienso.
12 Me dijo entonces: «Hijo de hombre, ¡mira lo que hacen a escondidas los ancianos del pueblo de Israel! ¡Todos ellos tienen sus alcobas pintadas de imágenes! Y es que dicen: «El Señor no nos ve. El Señor ha abandonado la tierra».».
13 Luego me dijo: «Sigue mirando, y vas a ver cosas aún más repugnantes que éstos hacen».
14 Entonces me llevó a la entrada de la puerta del templo del Señor, la que está al norte, y allí vi a unas mujeres sentadas, las cuales lloraban por el dios Tamuz.
15 Allí me dijo: «¿Lo ves, hijo de hombre? Pues sigue mirando, y verás cosas aún más repugnantes que éstas».
16 Me llevó luego al atrio interior del templo del Señor, y allí junto a la entrada del templo del Señor, entre la entrada y el altar, vi como veinticinco varones que, de espaldas al templo del Señor, estaban de rodillas y con la mirada puesta hacia el oriente, para adorar al sol.
17 Entonces me dijo: «¿Lo has visto, hijo de hombre? ¿Acaso cree el pueblo de Judá que es poca cosa cometer aquí actos tan repugnantes? No sólo han llenado de maldad la tierra, sino que además quieren provocar mi enojo. ¡Hasta me hacen oler sus hediondos ramos!
18 ¡Pues también yo voy a proceder con furor! ¡No voy a perdonarlos, ni les tendré misericordia! ¡Bien pueden gritar hasta desgañitarse, que yo nos les haré caso!».
Visión de la muerte de los culpables
9
1 Y gritó en mis oídos con fuerte voz: «Ya han llegado los verdugos de la ciudad. Cada uno de ellos trae en la mano un instrumento destructor».
2 Entonces vi que seis hombres venían por el camino de la puerta de arriba, la que mira hacia el norte, y cada uno de ellos traía en la mano un instrumento destructor. Entre ellos había un hombre vestido de lino, que traía en la cintura un tintero de escribano. Al llegar, se detuvieron junto al altar de bronce.
3 Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó por encima del querubín sobre el que había estado, y se detuvo en el umbral del templo; allí el Señor llamó al hombre que estaba vestido de lino y que tenía en la cintura un tintero de escribano,
4 y le dijo: «Pasa ahora por en medio de la ciudad de Jerusalén, y pon una señal en la frente de quienes gimen y claman a causa de todas las cosas repugnantes que se cometen en ella».
5 También escuché que a los otros les dijo: «Vayan tras él. Recorran juntos toda la ciudad, y maten a todos sin misericordia. No perdonen a nadie.
6 Comiencen por mi santuario y maten a los viejos, a los jóvenes y a las doncellas, a los niños y a las mujeres, hasta que nadie quede vivo. Pero no se acerquen a nadie que tenga la señal». Ellos comenzaron por matar a los ancianos que estaban delante del templo.
7 Y les dijo: «¡Vamos! ¡Contaminen el templo, llenen los atrios de cadáveres!». Ellos se dirigieron a la ciudad y comenzaron a matar gente.
8 Pero como yo me quedé solo mientras ellos iban matando gente, me incliné sobre mi rostro, y a gran voz clamé: «¡Ay, Señor y Dios! ¿Acaso por tu enojo contra Jerusalén vas a destruir a todo el remanente de Israel?».
9 Y Dios me dijo: «La maldad del pueblo de Israel y de Judá es muy grande. La tierra está saturada de sangre, y la ciudad está llena de maldad. Andan diciendo que yo he abandonado la tierra, y que no me doy cuenta de nada.
10 Así que voy a actuar, y no los perdonaré ni les tendré misericordia; al contrario, haré que recaigan sobre ellos las consecuencias de su mala conducta».
11 En ese momento, el que estaba vestido de lino y llevaba un tintero en su cintura emitió este informe: «Ya he cumplido con todo lo que me mandaste hacer».
La gloria de Dios abandona el templo
10
1 Me fijé, y vi que en la bóveda que estaba por encima de la cabeza de los querubines había algo parecido a una piedra de zafiro, y que parecía ser un trono.
2 El Señor le dijo entonces al que estaba vestido de lino: «Métete entre las ruedas que están debajo de los querubines, llénate las manos con las brasas que están entre ellos, y espárcelas sobre la ciudad». Yo lo vi meterse entre las ruedas.
3 Cuando se metió, los querubines estaban a la derecha del templo y una nube llenaba el atrio interior.
4 Entonces la gloria del Señor se elevó por encima del querubín que estaba en el umbral de la puerta, y el templo se llenó con la nube, y el atrio se llenó con el resplandor de la gloria del Señor.
5 El estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio exterior, y era semejante a la voz del Dios Omnipotente.
6 En el momento en que Dios le ordenó al que estaba vestido de lino, que tomara fuego de entre las ruedas que estaban debajo de los querubines, éste se metió al fuego y se detuvo entre las ruedas.
7 Entonces uno de los querubines extendió su mano hacia el fuego y, luego de tomar fuego de allí, lo puso en las manos del que estaba vestido de lino, y éste lo tomó y salió.
8 Por debajo de las alas de los querubines podía verse la figura de una mano humana.
9 Yo me fijé, y junto a los querubines vi cuatro ruedas, una junto a cada uno de los querubines. El aspecto de las ruedas era semejante al crisólito,
10 y las cuatro tenían la misma forma, como si estuvieran la una en medio de la otra.
11 Cuando avanzaban, lo hacían en las cuatro direcciones, sin tener que volverse; seguían a la que iba al frente, sin tener que volverse.
12 Todo su cuerpo y espaldas, lo mismo que sus manos y alas, y las cuatro ruedas estaban llenos de destellos.
13 Pude oír que a las ruedas se les ordenaba girar.
14 Y los querubines tenían cuatro rostros cada uno: el primer rostro era el de un querubín; el segundo, el de un hombre; el tercero, el de un león; el cuarto, el de un águila.
15 Los querubines levantaron vuelo. Eran los mismos que yo había visto junto al río Quebar.
16 Cuando avanzaban, las ruedas avanzaban con ellos, y cuando levantaban sus alas para remontar el vuelo, las ruedas los seguían.
17 Cuando se detenían ellos, se detenían las ruedas; y cuando se elevaban, también las ruedas se elevaban. Y es que el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas.
18 La gloria del Señor se elevó por encima del umbral del templo, y fue a posarse sobre los querubines.
19 En ese momento, ante mis ojos los querubines agitaron sus alas y remontaron el vuelo, y las ruedas se elevaron junto con ellos y fueron a detenerse a la entrada de la puerta oriental del templo del Señor. La gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos.
20 Éstos eran los mismos seres vivientes que vi junto al río Quebar, por debajo del Dios de Israel, y me di cuenta de que eran querubines.
21 Cada uno de ellos tenía cuatro rostros y cuatro alas, y debajo de sus alas podían verse manos humanas.
22 La apariencia de sus rostros y de su cuerpo era la misma que vi junto al río Quebar, y todos ellos caminaban de frente.
Reprensión de los príncipes malvados
11
1 El espíritu me levantó y me llevó a la puerta oriental del templo del Señor. Allí, a la entrada de la puerta, vi a veinticinco hombres. Entre ellos estaban Jazanías hijo de Azur y Pelatías hijo de Benaías, que eran dos personas importantes del pueblo.
2 Y me dijo: «Hijo de hombre, éstos son los que en esta ciudad hacen planes malvados e imparten malos consejos.
3 Éstos son los que dicen: «Construyamos casas, que las cosas no suceden tan pronto. Si la ciudad es la olla, entonces nosotros somos la carne».
4 Por lo tanto, profetiza contra ellos, hijo de hombre. ¡Profetiza!».
5 Luego, el espíritu del Señor vino sobre mí, y me dijo: «Dile de mi parte al pueblo de Israel: «Así ha dicho el Señor: Ustedes han hablado, y yo he entendido todo lo que ustedes piensan.
6 En esta ciudad ustedes han multiplicado sus muertos, y han llenado de cadáveres sus calles.
7 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: Los muertos que ustedes han puesto en medio de la ciudad son la carne, y la ciudad es la olla. ¡Pues yo voy a echarlos a ustedes dentro de esa olla!
8 Ustedes temen morir por la espada, pero yo haré que por la espada mueran. (Palabra del Señor).
9 «Voy a expulsarlos de la ciudad, y a ponerlos en manos de gente extraña. Voy a dictar sentencia contra ustedes.
10 A filo de espada morirán; dictaré sentencia contra ustedes en los límites de Israel. Así sabrán que yo soy el Señor.
11 La ciudad no será para ustedes ninguna olla, ni ustedes serán la carne en la olla. Yo dictaré sentencia contra ustedes en los límites de Israel.
12 Sabrán entonces que yo soy el Señor, porque no han seguido mis estatutos ni han obedecido mis decretos, sino que han seguido las costumbres de las naciones a su alrededor».».
13 Y sucedió que, mientras yo profetizaba, Pelatías hijo de Benaías murió. Entonces me incliné de cara al suelo, y con gran voz clamé: «¡Ay, Señor y Dios! ¿Vas a destruir del todo al remanente de Israel?».
Promesa de restauración y renovación
14 Entonces la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
15 «Hijo de hombre, fue a tus propios hermanos y parientes, y a todo el pueblo de Israel, a quienes los habitantes de Jerusalén decían: «Aléjense del Señor, que esta tierra se nos dio a nosotros en posesión».
16 Por lo tanto, diles de mi parte: «Aunque yo los he arrojado entre las naciones lejanas, y los he esparcido por todos los países, con todo seré para ustedes un pequeño santuario en los países adonde lleguen».
17 Y diles también: «Así ha dicho Dios el Señor: Yo volveré a recogerlos de entre los pueblos y naciones por las que estén esparcidos, y les daré la tierra de Israel».
18 Y ellos volverán allá, y quitarán de allí todas sus idolatrías y todos sus ídolos repugnantes.
19 Pondré en ellos un corazón y un espíritu nuevo. Les quitaré el corazón de piedra que ahora tienen, y les daré un corazón sensible,
20 para que sigan mis ordenanzas y cumplan mis decretos. Entonces ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios.
21 Pero a aquellos cuyo corazón vaya tras el deseo de sus idolatrías y de sus abominaciones, los haré que sufran en carne propia las consecuencias de su mala conducta». Palabra de Dios el Señor.
22 Después de esto, los querubines levantaron sus alas, y las ruedas los siguieron. La gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos,
23 pero se levantó y salió de la ciudad, y fue a posarse sobre el monte que está al oriente de la ciudad.
24 Entonces el espíritu me levantó y una vez más me llevó, en una visión del espíritu de Dios, al país de los caldeos, donde estaban los cautivos. Luego, la visión desapareció de mi vista,
25 y yo les conté a los cautivos todo lo que el Señor me había mostrado.
Salida de Ezequiel en señal del cautiverio
12
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, tú habitas en medio de un pueblo rebelde. Tienen ojos para ver, pero no ven; tienen oídos para oír, pero no oyen; porque son un pueblo rebelde.
3 Por lo tanto, hijo de hombre, prepara tu equipaje y ponte en marcha, a pleno sol y a la vista de ellos. Sal de tu lugar y vete a otra parte, de modo que te vean. Son un pueblo rebelde, pero tal vez te hagan caso.
4 Al caer la tarde, muéstrales tu equipaje y a la vista de ellos ponte en marcha, como si estuvieras yendo al cautiverio.
5 Haz que te vean abrirte paso a través de la muralla, y sal de la ciudad.
6 Échate al hombro el equipaje y sal con él de noche, con el rostro cubierto y sin mirar al suelo. Haz todo esto a la vista de ellos, porque yo te he puesto de ejemplo para el pueblo de Israel».
7 Yo hice todo lo que se ordenó hacer. A plena luz del día saqué mi equipaje, como si me estuviera yendo al cautiverio, y al caer la tarde con mis propias manos me abrí paso a través de la muralla. Salí de noche con mi equipaje al hombro, a la vista de todos ellos.
8 Por la mañana la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
9 «Hijo de hombre, seguramente ese pueblo rebelde, el pueblo de Israel, te va a preguntar qué es lo que haces.
10 Diles que yo, el Señor, he dicho: «Esta profecía se refiere al príncipe de Jerusalén y a todo el pueblo de Israel que habita en esa ciudad».
11 Diles también: «Yo, Ezequiel, soy un ejemplo para ustedes. Lo mismo que yo hice, se va a hacer con ustedes, pues van a marchar cautivos al destierro».
12 El príncipe que ahora los gobierna se echará al hombro su equipaje y saldrá de la ciudad abriéndose paso por la muralla y cubriéndose el rostro para no ver el suelo.
13 Yo extenderé mi red sobre él, y lo haré caer en ella, para llevarlo a Babilonia, al país de los caldeos. Pero no llegará a verlo, porque allá morirá.
14 A todos los que antes estaban atentos a servirle, y a todo su ejército, los esparciré por los cuatro vientos, y con la espada desenvainada los perseguiré.
15 «Cuando los haya dispersado totalmente entre las naciones y por toda la tierra, sabrán que yo soy el Señor.
16 Sin embargo, dejaré que unos pocos de ellos escapen de la espada, del hambre y de la peste, para que cuenten todos sus hechos repugnantes entre las naciones a las que lleguen. Así sabrán que yo soy el Señor».
17 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
18 «Hijo de hombre, come tu pan y bebe tu agua temblando de miedo y de angustia.
19 Y a la gente del país dile: «Así ha dicho Dios el Señor acerca de los habitantes de Jerusalén y de todo Israel: Con mucho temor y angustia comerán su pan y beberán su agua, pues por la maldad de todos sus habitantes el país será despojado de su abundancia».
20 Las ciudades ahora habitadas quedarán abandonadas, y el país será destruido. Así sabrán que yo soy el Señor».
21 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
22 «Hijo de hombre, ¿a qué viene que todos en Israel andan repitiendo ese refrán que dice: «Los días se alargan, pero la visión no llega»?
23 Pues ahora vas a decirles de mi parte: «Voy a ponerle fin a este refrán, y nunca más volverá a repetirse en Israel». Diles que ya está cerca el día en que todas las visiones se cumplirán.
24 No volverá a haber en Israel ninguna visión falsa ni adivinaciones de gente aduladora.
25 Yo, el Señor, seré quien hable, y lo que yo diga se cumplirá. Ya no habrá más demoras, pueblo rebelde. Voy a hablar, y lo que yo diga se cumplirá. ¡Y ustedes vivirán para verlo!». Palabra de Dios el Señor.
26 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
27 «Hijo de hombre, mira que los del pueblo de Israel andan diciendo: «Las visiones que Ezequiel tiene van para largo. Lo que él profetiza va a tardar mucho en cumplirse».
28 Así que ve y diles de mi parte: «Ya no habrá más demoras. Lo que yo diga, se cumplirá»». Palabra de Dios el Señor.
Condenación de los falsos profetas
13
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel. Según ellos, profetizan, pero sus profecías son producto de su propio corazón. Diles que oigan mi palabra.
3 Diles que yo, su Dios y Señor, he dicho: «¡Ay de los profetas insensatos, que siguen sus propios impulsos sin haber tenido ninguna visión!
4 Tus profetas, Israel, son como las zorras del desierto.
5 No se han trepado a las brechas, ni han levantado una muralla firme que, en mi día, proteja al pueblo de Israel de los estragos de la guerra».
6 Sus visiones son falsas, y sus adivinaciones son una mentira. Andan diciendo: «El Señor lo ha dicho», pero yo no los he enviado. ¿Y así esperan que yo confirme su palabra?
7 ¿No es verdad que cuando dicen: «El Señor lo ha dicho», sin que yo haya hablado, sus visiones resultan falsas, y sus adivinaciones son una mentira?
8 «Por eso yo, su Dios y Señor he dicho: «Yo estoy contra ustedes, porque sus palabras son falsas y sus visiones son una mentira». Palabra de Dios el Señor.
9 «Voy a descargar mi mano sobre los profetas que tienen visiones falsas y mienten con sus adivinaciones. No serán contados entre mi pueblo, ni quedarán inscritos en el libro del pueblo de Israel, ni podrán entrar a la tierra de Israel. Así sabrán que yo soy Dios el Señor.
10 «Esto será así por haber engañado a mi pueblo. Le hablaron de paz, cuando en realidad no había paz. Mientras uno levantaba la pared, los otros la recubrían con lodo suelto.
11 Así que diles a los que recubren la pared con lodo suelto, que esa pared se vendrá abajo. Yo enviaré una lluvia torrencial, y granizos como piedras, y un viento tempestuoso, para que se venga abajo.
12 Y cuando la pared esté por los suelos, ¡seguramente les van a preguntar qué pasó con el lodo suelto con que embarraron la pared para recubrirla!
13 «Por lo tanto yo, su Señor y Dios, digo: «En mi enojo, haré que un viento tempestuoso destroce esa pared; en mi furor, enviaré una lluvia torrencial y piedras de granizo para que la destruya.
14 Así es como voy a desbaratar la pared que ustedes recubrieron con lodo suelto; voy a echarla por tierra, y ésta se caerá y sus cimientos quedarán al descubierto, y ustedes serán destruidos con ella. Así sabrán que yo soy el Señor».
15 «Cuando haya calmado mi furor contra la pared y contra los que la recubrieron con lodo suelto, les diré: «Ya no existe la pared, ni los que la recubrieron,
16 esos profetas de Israel que profetizaban acerca de Jerusalén y que tenían para ella visiones de paz, cuando en realidad no había paz». Palabra de Dios el Señor.
17 «Tú, hijo de hombre, denuncia a esas mujeres de tu pueblo, cuyas profecías son producto de su propio corazón. Profetiza contra ellas,
18 y diles de mi parte: «¡Ay de aquellas que cosen vendas mágicas para todas las manos, y hacen velos mágicos para toda cabeza, para atrapar a la gente! ¿Y van a hacer caer a mi pueblo, para salvar su propia vida?
19 ¿Y van a ofenderme entre mi pueblo a cambio de cebada y de mendrugos de pan, matando a quienes no deben morir, dejando con vida a quienes no deben vivir, y mintiéndole a mi pueblo, que cree en sus mentiras?».
20 «Por lo tanto yo, su Señor y Dios, les digo: «Yo estoy en contra de sus vendas mágicas, con las que atrapan a mi pueblo como a pájaros. Yo voy a librar a mi pueblo de las trampas que le tienden, para que vuele libre como los pájaros.
21 Rasgaré también sus velos mágicos, y libraré a mi pueblo de su mano, para que no sigan siendo su presa». Así sabrán que yo soy el Señor.
22 «Con sus mentiras, ustedes han entristecido el corazón de los justos, a quienes yo nunca entristecí; han fortalecido las manos de los malvados, y los han animado a no apartarse de su mal camino.
23 Por eso, no volverán a tener más visiones falsas, ni a practicar la adivinación. Voy a librar de su mano a mi pueblo. Así sabrán que yo soy el Señor».
Castigo contra los idólatras
14
1 Algunos de los ancianos de Israel vinieron a verme, y se sentaron delante de mí.
2 Entonces la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
3 «Hijo de hombre, en lo íntimo de su corazón estos hombres adoran a los ídolos. ¡En la cara se les ve el tropiezo de su maldad! ¿Y todavía he de permitir que vengan a consultarme?
4 Habla con ellos, pero diles de mi parte que yo, el Señor su Dios, he dicho: «A los israelitas que en lo íntimo de su corazón adoren a los ídolos y lleven marcado en el rostro el tropiezo de su maldad, y vengan a consultar al profeta, yo el Señor le responderé conforme a la multitud de sus ídolos,
5 y recuperaré el corazón del pueblo de Israel, pues por causa de sus ídolos se han apartado de mí».
6 «Por lo tanto, dile de mi parte al pueblo de Israel: «Apártense de sus ídolos y vuélvanse al Señor su Dios. Vuélvanles la espalda a todas sus acciones repugnantes».
7 Porque si algún israelita, o algún extranjero que habite en Israel, viene en busca del profeta para consultarlo y preguntarle por mí, yo mismo le responderé, si es que se ha apartado de mí, y en lo íntimo de su corazón adora a los ídolos, y lleva marcado en el rostro el tropiezo de su maldad.
8 Yo me opondré a ese hombre, y lo pondré por ejemplo y escarmiento, y lo expulsaré de mi pueblo. Así sabrán que yo soy el Señor.
9 «Y si el profeta es engañado y profetiza, será porque yo, el Señor, lo engañé. Así que descargaré mi mano sobre él, y lo expulsaré de mi pueblo Israel.
10 Pero los dos recibirán el castigo de su maldad, lo mismo el profeta que quien lo haya consultado,
11 para que el pueblo de Israel no se aparte más de mí ni se siga contaminando con todas sus rebeliones, sino que sea mi pueblo y yo sea su Dios». Palabra de Dios el Señor.
El castigo de Jerusalén es justo
12 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
13 «Hijo de hombre, si la tierra se obstinara en pecar contra mí, yo descargaría mi mano contra ella y le cortaría el abasto de pan para que sufriera de hambre, y acabaría con hombres y animales.
14 En caso de que allí vivieran Noé, Daniel y Job, sólo estos tres hombres se salvarían por su justicia. Palabra de Dios el Señor.
15 «Y si yo hiciera que los animales feroces recorrieran la tierra para asolarla, y ésta quedara tan asolada que por causa de esas fieras nadie se atreviera a pasar por ella,
16 yo, su Señor y Dios, les juro que, si estos tres hombres vivieran en la tierra, ni sus hijos ni sus hijas saldrían bien librados; sólo ellos se salvarían, y la tierra quedaría desolada.
17 «Y si yo mandara a la espada para atacar a la tierra, y le ordenara: «Espada, recorre la tierra y destruye a hombres y animales»,
18 yo, su Señor y Dios, les juro que, si estos tres hombres vivieran en ella, ni sus hijos ni sus hijas saldrían bien librados; sólo ellos se salvarían.
19 «Y si yo enviara peste sobre la tierra y descargara sobre ella mi enojo y les quitara la vida a hombres y animales,
20 yo, su Señor y Dios, les digo que si Noé, Daniel y Job vivieran en ella, ni sus hijos ni sus hijas saldrían bien librados; sólo ellos se salvarían por su justicia».
21 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: «¿Y no será peor cuando yo envíe contra Jerusalén mis cuatro castigos terribles, es decir, la espada, el hambre, las fieras y la peste, para acabar con todos sus hombres y animales?
22 Sin embargo, voy a dejar en ella un remanente de jóvenes y doncellas, que serán llevados a otro país. Pero ellos volverán a ustedes, y ustedes verán su conducta y sus acciones, y así se consolarán del mal que envié sobre Jerusalén y de todo lo que la hice sufrir.
23 Cuando ustedes vean su conducta y sus acciones, reconocerán que había razón en todo lo que hice contra ella». Palabra de Dios el Señor.
Jerusalén, una vid inútil
15
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, ¿en qué es mejor la leña de la vid, comparada con otra clase de madera? ¿Qué es el sarmiento, comparado con los árboles del bosque?
3 ¿Acaso sirve su madera para hacer alguna cosa? ¿Se usa su madera para colgar algo en ella?
4 ¡Al contrario! ¡Se echa en el fuego para que arda! Con sus dos extremos consumidos por el fuego, y con la parte de en medio quemada, ¿puede servir para algo?
5 Si cuando estaba entera no servía para nada, ¡mucho menos servirá para algo después de que el fuego la haya quemado por completo! ¿Para qué podría servir?».
6 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: «Voy a hacer con los habitantes de Jerusalén lo mismo que hice con la leña de la vid, a la que aparté de los árboles del bosque y la eché al fuego para que se consumiera.
7 Voy a encararlos. Y aunque se escaparon del fuego, al final el fuego los consumirá. Cuando me enfrente a ellos, sabrán que yo soy el Señor.
8 Por los pecados que cometieron, convertiré esta tierra en un lugar desolado». Palabra de Dios el Señor.
Infidelidad de Jerusalén
16
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, hazle saber a Jerusalén que sus hechos son repugnantes.
3 Dile que así ha dicho el Señor su Dios: «Tú, Jerusalén, eres desde tu origen cananea de nacimiento. Tu padre era un amorreo, y tu madre una hitita.
4 El día en que naciste no te cortaron el ombligo, ni te bañaron ni te limpiaron con agua, ni te frotaron con sal, ni te envolvieron ni te fajaron.
5 Ninguno de los que te vieron nacer se compadeció de ti ni hizo nada por ti. Al contrario, tan pronto como naciste te arrojaron a la intemperie, sin que les importara si sobrevivirías.
6 «Yo pasé junto a ti y, al verte tan sucia y llena de sangre, te dije: “¡Estás viva!” Sí, todavía estabas llena de sangre cuando volví a decirte: “¡Estás viva!”
7 Entonces hice que te reprodujeras como la hierba del campo. Y tú creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus pechos se desarrollaron, y te creció el vello; pero tú seguías desnuda por completo.
8 «Yo volví a pasar junto a ti, y te miré, y ya estabas en la edad de enamorarte. Entonces extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez, y te hice un juramento y establecí un pacto contigo, y fuiste mía. Palabra de Dios el Señor.
9 «Te lavé con agua, te limpié la sangre que te cubría, y te unté bálsamo.
10 También te cubrí con un bordado, te puse las sandalias más finas, y te vestí con telas de lino y de seda.
11 Luego te adorné con alhajas, y te puse brazaletes en los brazos y collares en el cuello.
12 Te puse joyas en la nariz, y aretes en las orejas, y en la cabeza te puse una bella diadema.
13 Quedaste adornada de oro y de plata, y tu vestido era de finos bordados de lino y de seda; te alimentaste con flor de harina, miel y aceite; fuiste extremadamente embellecida, y hasta llegaste a ser reina.
14 La fama de tu belleza se extendió por todas las naciones. Eras una belleza perfecta, porque yo te embellecí. Palabra de Dios el Señor.
15 «Pero confiaste en tu hermosura, y tu fama te llevó a prostituirte. Te entregaste a todo el que pasaba, y le brindaste tus favores.
16 Con tus propios vestidos hiciste altares paganos, y allí te prostituiste. ¡Nunca antes había sucedido algo así, ni jamás sucederá!
17 Tomaste las alhajas de oro y plata que yo te había regalado, y con ellas te hiciste figuras masculinas para serme infiel.
18 Además, las arropaste con tus finos vestidos de brocado, y les ofreciste el aceite y el incienso que eran para mí.
19 También les presentaste, como ofrenda de grato aroma, el pan y la flor de harina, y el aceite y la miel, que yo te di como alimento. Eso es un hecho. Palabra de Dios el Señor.
20 «¿Se te hace poco haberte prostituido tanto, que tomaste a los hijos y a las hijas que tuviste conmigo para ofrecerlos a esos ídolos como alimento?
21 ¡Sacrificaste a mis hijos! ¡Los entregaste a esos ídolos para que el fuego los consumiera!
22 Todos tus hechos repugnantes, y todas tus infidelidades te han hecho olvidar los días de tu juventud, cuando estabas del todo desnuda, ¡cuando estabas toda llena de sangre!
23 ¡Ay de ti, ay de ti! Palabra de Dios el Señor. Y resulta que, después de toda tu maldad,
24 edificaste lugares altos y levantaste altares en todas las plazas.
25 A la entrada de todo camino edificaste lugares altos, y rebajaste tu hermosura al ofrecerte a todo el que pasaba por allí, con lo que aumentaste tus infidelidades.
26 Tuviste amoríos con los egipcios, tus vecinos de gran potencia viril, y para hacerme enojar te prostituiste más y más.
27 Por eso yo descargué mi mano sobre ti y te reduje tu provisión ordinaria, y te entregué a la voluntad de las hijas de los filisteos, que te aborrecían y se avergonzaban de tu malvado proceder.
28 Tan insaciable eres que también tuviste amoríos con los asirios, pero tampoco con ellos quedaste satisfecha.
29 Tanto en Canaán como en Babilonia aumentaste tus prostituciones, ¡y tampoco quedaste satisfecha!
30 Tienes un corazón inestable. ¡Todos tus actos sólo son propios de una ramera desvergonzada! Palabra de Dios el Señor.
31 «A la entrada de todo camino edificaste tus lugares altos, y en todas las plazas pusiste tus altares. Sólo en algo no te portaste como ramera: ¡en que no te importaba la paga!
32 Mujer infiel, relegaste a tu esposo por atrapar a otros hombres.
33 Toda ramera recibe una paga, ¡pero tú les pagabas a tus amantes! Les dabas presentes para que de todas partes vinieran a prostituirse contigo.
34 Contigo sucedió lo contrario de lo que hacen otras mujeres: como nadie te pedía acostarse contigo, eras tú quien se ofrecía, y quien pagaba, en vez de que le pagaran. ¡En eso fuiste diferente!
35 «Por lo tanto, ramera, oye lo que voy a decirte.
36 Yo, tu Señor y Dios, te digo: Puesto que tú has dejado al descubierto tu desnudez con tus prostituciones, y te has exhibido ante tus amantes y ante tus repugnantes ídolos, a los que has ofrendado la sangre de tus hijos,
37 yo voy a convocar a todos tus amantes, con los que te regocijaste y tuviste placer, y también a todos los que aborreciste, y los reuniré alrededor de ti para exhibir tu desnudez. ¡Que te vean tal y como eres!
38 Voy a aplicarte la ley que castiga a las adúlteras y a las asesinas. Voy a volcar sobre ti mi ira y mis celos.
39 Voy a entregarte en manos de tus amantes, para que destruyan tus lugares altos y derriben tus altares, para que te despojen de tus vestidos y de tus alhajas, y te dejen completamente desnuda.
40 Ellos te atacarán con una gran muchedumbre, y te apedrearán y despedazarán con sus espadas.
41 Prenderán fuego a tus casas, y en presencia de muchas mujeres dictarán sentencia contra ti, para que dejes de prostituirte y no vuelvas a prodigar tus favores.
42 Así apaciguaré mi enojo y mis celos por ti, y una vez calmado no volveré a enojarme.
43 La verdad es que tú provocaste mi enojo con todo lo que hiciste; no te acordaste de cuando eras joven, ni pensaste siquiera en tu infame lujuria. Por eso voy a descargar sobre ti las consecuencias de tu conducta». Palabra de Dios el Señor.
44 «Todos los que hablan con refranes van a aplicarte aquél que dice: «De tal madre, tal hija».
45 Y es que tú eres hija de la madre que desechó a su marido y a sus hijos; también eres hermana de las hermanas que desecharon a sus maridos y a sus hijos. La madre de ustedes fue una hitita, y el padre de ustedes fue un amorreo.
46 Tu hermana mayor es Samaria, y ella y sus hijas habitaron al norte de tu territorio. Tu hermana menor es Sodoma, y ella y sus hijas habitaron al sur de tu territorio.
47 Pero tú no sólo imitaste su conducta y cometiste los mismos actos repugnantes, sino que eso te pareció poco y tus hechos fueron peores que los de ellas.
48 Puedo jurar por mí mismo, que ni tu hermana Sodoma ni sus hijas hicieron lo que hicieron tú y tus hijas. Palabra de Dios el Señor.
49 «Tu hermana Sodoma y sus hijas pecaron de soberbias. Era tanto el pan que tenían, y tanto el tiempo que les sobraba, que no se ocuparon de dar fuerzas a los pobres y menesterosos.
50 Se llenaron de soberbia y, ante mis ojos, cometieron actos repugnantes; por eso decidí destruirlas.
51 Sin embargo, ni Samaria ni sus hijas cometieron la mitad de tus pecados. Comparadas contigo, ellas resultan más justas, pues tus hechos repugnantes fueron más que los que ellas cometieron.
52 Y ya que juzgaste a tus hermanas, carga ahora con la vergüenza de los pecados que cometiste, y que son más abominables que los que ellas cometieron. Carga con esa vergüenza y confusión, pues ellas han resultado ser más justas que tú. ¡Tú las has justificado!
53 «Yo voy a hacer que vuelvan los cautivos de Sodoma y de sus hijas, y los cautivos de Samaria y de sus hijas, y también haré que vuelvan tus cautivos,
54 para que cargues con esa confusión y esa vergüenza, por todo lo que has hecho. Eso les servirá de consuelo.
55 Tus hermanas Sodoma y Samaria volverán a ser lo que antes fueron, lo mismo que sus hijas, y también tú y tus hijas volverán a ser lo que antes fueron.
56 En tus tiempos de grandeza, no considerabas a tu hermana Sodoma digna de que la mencionaras.
57 Pero eso fue antes de que tu maldad quedara al descubierto. Así que ahora te toca soportar las ofensas de las hijas de Siria y de todas las hijas de los filisteos, que por todos lados te desprecian.
58 ¡Te toca cargar con el castigo de tu lujuria y de tus hechos repugnantes!» (Palabra del Señor).
59 Pero Dios el Señor ha dicho algo más: «¿Acaso yo voy a hacer contigo lo mismo que tú hiciste, de menospreciar el juramento para invalidar el pacto?
60 No, porque yo sí me acuerdo del pacto que hice contigo cuando aún eras joven, así que estableceré contigo un pacto sempiterno.
61 Tú te acordarás de tu mala conducta, y sentirás vergüenza, cuando recibas a tus hermanas mayores y menores, a las que te daré por hijas, aunque no participarán de mi pacto contigo.
62 Mi pacto lo confirmaré contigo. Así sabrás que yo soy el Señor.
63 Cuando yo te perdone por todo lo que hiciste, tú te acordarás y te avergonzarás, y tal será tu vergüenza que nunca más volverás a abrir la boca». Palabra de Dios el Señor.
Parábola de las águilas y la vid
17
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, dile al pueblo de Israel que descifre la siguiente parábola.
3 Dile que así ha dicho su Dios y Señor: »Un águila enorme, de grandes alas y de plumaje espeso y muy colorido, vino al Líbano y agarró la copa del cedro,
4 le arrancó el más alto de sus renuevos y lo llevó a un país de mercaderes, y allí lo plantó.
5 De ese país tomó semilla y, como si se tratara de un sauce, la plantó en un campo muy fértil y regado por abundantes arroyos.
6 Y la semilla brotó y llegó a ser una vid de poca altura pero con mucho follaje, que produjo sarmientos y vástagos. Por arriba, sus ramas se extendían hacia el águila; por abajo, sus raíces se hundían en la tierra.
7 «Pero había también otra águila, enorme y de grandes alas y abundante plumaje. Y resulta que la vid extendió hacia esta águila sus raíces y sus ramas, para que ésta regara los surcos de su plantío,
8 aun cuando había sido plantada en un buen terreno y junto a muchas aguas, para que desarrollara abundante follaje y diera fruto, como se espera de una vid llena de vida.
9 «Diles que así ha dicho su Dios y Señor: «¿Logrará la vid su propósito? ¿O él águila le arrancará sus raíces, y destruirá su fruto, y hará que se seque?». Lo cierto es que todas sus hojas lozanas se secarán, ¡y no hará falta mucha gente ni fuerza para arrancarla de raíz!
10 ¿Logrará su propósito aunque la trasplanten? ¡Al contrario! ¡Se secará en cuanto el viento solano sople sobre ella! ¡Se secará en los mismos surcos donde antes florecía!».
11 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
12 «Dile ahora a ese pueblo rebelde: «¿Todavía no entienden lo que esto significa?». Y diles también: «Como ustedes saben, el rey de Babilonia vino a Jerusalén y tomó prisionero al rey y a los príncipes de ustedes, y se los llevó a Babilonia;
13 se llevó también a la gente más importante del país, y tomó prisionero a un miembro de la familia real, con el que hizo un pacto bajo juramento.
14 Con esto, el reino quedaría totalmente sometido, aunque podría subsistir mediante el cumplimiento del pacto.
15 Pero ese personaje se rebeló contra el rey de Babilonia y envió embajadores a Egipto para conseguir caballos y muchos soldados». ¿Acaso creen que quien hizo esto logrará su propósito y saldrá bien librado? ¿Acaso podrá salvarse quien no respetó el pacto?
16 Yo les juro que morirá en Babilonia, allí donde habita el rey que le permitió reinar, y cuyo pacto y juramento menospreció y no respetó. Palabra de Dios el Señor.
17 «Cuando se levanten rampas y torres para segar muchas vidas, y se entre en combate, ni el faraón ni un gran ejército ni muchos soldados podrán hacer nada por él.
18 Y es que él menospreció el juramento y violó el pacto, a pesar de haberse comprometido a cumplirlos. Por haber hecho todo esto, no escapará».
19 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: «Juro que haré recaer sobre él mi pacto, por no haberlo cumplido, y el juramento que me hizo y que menospreció.
20 Voy a extender mi red sobre él, y lo atraparé y lo haré venir a Babilonia. Allí dictaré sentencia contra él por pecar y rebelarse contra mí.
21 Todas sus tropas, y todos los que huyan, caerán a filo de espada; y los que queden con vida se dispersarán en toda dirección. Así sabrán que yo, el Señor, he hablado».
22 Así ha dicho Dios el Señor: «Voy a tomar por la copa a ese alto cedro, y lo plantaré. Le cortaré el más fresco de sus renuevos, y lo plantaré sobre el monte más elevado:
23 ¡lo plantaré sobre el alto monte de Israel! Y crecerán sus ramas, y dará fruto, y llegará a ser un magnífico cedro. Bajo la sombra de sus ramas anidarán aves de toda especie,
24 y todos los árboles del bosque sabrán que yo, el Señor, puedo derribar al árbol más alto y hacer crecer al árbol más pequeño, como puedo también hacer que el árbol verde se seque y que el árbol seco reverdezca. Yo el Señor lo he dicho, y lo voy a cumplir».
El que peque morirá
18
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Ustedes en la tierra de Israel acostumbran repetir aquel refrán que dice: «Los padres se comieron las uvas agrias, y a los hijos les dio la dentera». ¿En verdad lo creen?
3 Vivo yo, que ese refrán nunca más volverá a repetirse en Israel. Palabra de Dios el Señor.
4 «Todos ustedes son míos. Lo mismo el padre que el hijo. Sólo morirá quien peque. Nadie más.
5 El hombre justo es aquel que actúa con apego al derecho y la justicia,
6 que no come sobre los montes ni dirige la mirada a los ídolos del pueblo de Israel; que no viola a la mujer de su prójimo, ni tiene relaciones sexuales durante la menstruación de la mujer;
7 que no oprime a nadie, ni retiene la prenda del deudor, ni comete robo alguno; que comparte su pan con el hambriento, y cubre y viste al desnudo;
8 que no presta dinero por interés o por usura, y que se aleja de la maldad y es imparcial al juzgar entre hombre y hombre;
9 que sigue mis ordenanzas, cumple mis decretos y actúa con rectitud. Ése es un hombre justo, y ese hombre vivirá. Palabra de Dios el Señor.
10 «Pero si ese hombre engendra un hijo ladrón, o asesino, o que incurre en alguna de estas cosas
11 pero no en otras, sino que come sobre los montes, o viola a la mujer de su prójimo,
12 u oprime al pobre y menesteroso, o comete robos, o no devuelve la prenda, o dirige la mirada hacia los ídolos e incurre en actos repugnantes,
13 o presta dinero por interés y usura, ese hijo no merece vivir, y no vivirá. Por incurrir en todos estos actos repugnantes, tendrá que morir, y su muerte será culpa suya.
14 «Pero si este malvado engendra un hijo que, al ver todos los pecados que su padre cometió, no los imita
15 sino, por el contrario, no come sobre los montes, ni dirige la mirada a los ídolos del pueblo de Israel, ni viola a la mujer de su prójimo,
16 ni oprime a nadie, ni retiene la prenda, ni comete ningún robo, sino que comparte su pan con el hambriento, y cubre y viste al desnudo,
17 y se aparta del mal, y no cobra interés por sus préstamos, y cumple mis decretos y sigue mis ordenanzas, ese hijo no morirá por la maldad de su padre, sino que merece vivir.
18 Su padre, en cambio, morirá por causa de su maldad, por los agravios cometidos, por despojar con violencia a su prójimo y por hacer lo malo entre la gente de su propio pueblo.
19 «Tal vez dirán ustedes: «¿Por qué no paga el hijo por el pecado de su padre?». Pues porque el hijo actuó en apego al derecho y la justicia, cumplió y practicó todos mis estatutos. Por eso merece vivir.
20 Sólo el que peque merece la muerte. Ningún hijo pagará por el pecado de su padre, ni tampoco ningún padre pagará por el pecado de su hijo. El hombre justo será juzgado por su justicia, y el malvado será juzgado por su maldad.
Dios es justo
21 «Pero si el malvado da la espalda a todos los pecados que cometió, y cumple todos mis estatutos y actúa con apego al derecho y la justicia, no morirá, sino que vivirá.
22 No le será tomada en cuenta ninguna de las transgresiones que haya cometido, sino que vivirá por actuar con justicia.
23 ¿Acaso me es placentero que el malvado muera? Más bien, quiero que se aparte de su maldad y que viva. Palabra de Dios el Señor.
24 «Pero si el justo deja de actuar con justicia y perpetra todos los hechos malvados y repugnantes que el impío suele cometer, ¿cómo podrá vivir? Ya no se le tomará en cuenta su justicia, sino su rebeldía y su maldad. Así que morirá por el pecado cometido.
25 «Escúchenme ahora, pueblo de Israel. Tal vez digan: «Los caminos del Señor no son rectos». ¿Pero en verdad no son rectos? ¿No es, más bien, que los caminos de ustedes son torcidos?
26 Si el justo deja de ser justo, e incurre en actos malvados, merece la muerte, ¡y morirá por la maldad que cometió!
27 Pero si el malvado se aparta de su maldad y se apega al derecho y a la justicia, habrá salvado su vida
28 por fijarse en todas las transgresiones que había cometido y apartarse de ellas. Así que no morirá, sino que vivirá.
29 «Pero si aun así el pueblo de Israel sigue diciendo: «Los caminos del Señor no son rectos», ¿en verdad no son rectos mis caminos, pueblo de Israel? ¡Lo cierto es que son los caminos de ustedes los que no son rectos!
30 Así que, pueblo de Israel, voy a juzgar a cada uno de ustedes según sus caminos. Por lo tanto, vuélvanse a mí y apártense de todas sus transgresiones, para que su maldad no sea la causa de su ruina. Palabra de Dios el Señor.
31 «Pueblo de Israel, ¿por qué tienen que morir? Apártense de todas las transgresiones que han cometido, y forjen en ustedes un corazón y un espíritu nuevos,
32 porque yo no quiero que ninguno de ustedes muera. Así que vuélvanse a mí, y vivirán. Palabra de Dios el Señor.
Lamentación sobre los príncipes de Israel
19
1 «Tú, dedica este lamento a los príncipes de Israel.
2 Diles: ».¡Leona entre las leonas era tu madre! ¡Entre los leones crió a sus cachorros!
3 A uno de ellos lo levantó del suelo, y lo convirtió en un verdadero leoncillo. Y éste aprendió a desmenuzar a su presa y a devorarse a los hombres.
4 Cuando las naciones se enteraron, lo hicieron caer en sus trampas y encadenado lo llevaron a Egipto.
5 Cuando su madre perdió la esperanza de que su cachorro volviera, tomó a otro de sus cachorros e hizo de él un león feroz.
6 Y el que antes era cachorro llegó a ser león entre los leones, y aprendió a desmenuzar a su presa y a devorarse a los hombres.
7 Saqueó fortalezas, asoló ciudades, y con el estruendo de sus rugidos asustaba al país y a sus habitantes.
8 «Pero lo atacaron los pueblos vecinos. Echaron su red sobre él, y lo hicieron caer en un foso.
9 Lo encadenaron y, en una jaula, lo presentaron ante el rey de Babilonia. ¡Lo confinaron en una mazmorra para que nunca más sus rugidos se oyeran sobre los montes de Israel!
10 «¡Vid entre las vides era tu madre! Plantada junto a abundantes aguas, daba abundantes frutos y vástagos;
11 sus fuertes varas servían para cetros, y su altura sobresalía entre las ramas. Era tal su altura, y tantos sus sarmientos, que fácilmente se le reconocía.
12 ¡Pero fue arrancada con violencia, y derribada por los suelos! ¡El viento solano marchitó sus frutos y dejó secas sus fuertes ramas! ¡Rotas quedaron, y el fuego las consumió!
13 Ahora está plantada en el desierto, en una tierra seca y desolada.
14 De una de sus varas salió fuego, y ese fuego consumió sus frutos. ¡Ya no queda en ella ninguna vara fuerte que sirva como cetro para un rey!». Éste es un lamento, y lamento debe ser.
Modo de proceder de Dios con Israel
20
1 En el día diez del mes quinto del año séptimo, algunos de los ancianos de Israel acudieron a consultar al Señor, y se sentaron delante de mí.
2 Entonces la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
3 «Hijo de hombre, habla con los ancianos de Israel, y diles que yo, su Señor y Dios, he dicho: «¿Así que vienen ustedes a consultarme? Pues yo, su Señor y Dios, les juro que no les responderé».
4 Si tú, hijo de hombre, quieres juzgarlos, puedes hacerlo. Pero háblales de los actos repugnantes que sus padres cometieron,
5 y diles de mi parte: «Hubo un día en que yo, su Señor y Dios, escogí a Israel y levanté mi mano para hacerle un juramento a los descendientes de Jacob. Fue en Egipto donde levanté mi mano y me di a conocer a ellos. Bajo juramento les dije: “Yo soy el Señor su Dios.”
6 Ese día levanté mi mano y les juré que los sacaría de Egipto y los llevaría a la tierra que les había provisto, a la tierra más hermosa de todas las tierras, ¡tierra que fluye leche y miel!
7 Ese día les dije: “Cada uno de ustedes debe alejarse de sus hechos repugnantes y no contaminarse con los ídolos de Egipto. Yo soy el Señor su Dios.”
8 «Pero ellos se rebelaron contra mí, y no quisieron obedecerme. No se alejaron de sus hechos repugnantes ni se apartaron de los ídolos de Egipto. Entonces les dije que allí, en Egipto, desahogaría mi enojo sobre ellos, para calmarme.
9 Sin embargo, actué en su favor y los saqué de Egipto, para que ante los ojos de las naciones entre las que se encontraban, y las cuales me conocían, mi nombre no quedara en entredicho.
10 Yo los saqué de Egipto. Yo los llevé al desierto
11 y les di a conocer mis estatutos y decretos, los cuales dan vida a todo el que los cumple.
12 Les di también mis días de reposo, los cuales he consagrado para mí, para que sirvieran de señal entre nosotros y así reconocieran que yo soy el Señor.
13 «Pero en el desierto el pueblo de Israel se rebeló contra mí. No siguieron mis estatutos, que dan vida a todo el que los cumple, sino que desecharon mis decretos y abiertamente profanaron mis días de reposo. Por eso allí, en el desierto, les dije que descargaría sobre ellos mi ira y los exterminaría.
14 Pero actué así para que mi nombre no fuera profanado entre las naciones que presenciaron cómo los saqué de Egipto.
15 «También allí en el desierto levanté mi mano para jurar que no los llevaría a la tierra que les había entregado, tierra que fluye leche y miel, y que es la más hermosa de todas las tierras.
16 Y esto, porque despreciaron mis decretos y no siguieron mis estatutos, y porque profanaron mis días de reposo al seguir a sus ídolos con todo el corazón.
17 «Aun así, los perdoné. No les quité la vida ni los exterminé en el desierto,
18 sino que allí en el desierto les dije a sus hijos que no siguieran las órdenes y enseñanzas de sus padres, y que no se contaminaran con sus ídolos. Les dije:
19 “Yo soy el Señor su Dios. Sigan mis estatutos y cumplan mis preceptos. Pónganlos en práctica
20 y santifiquen mis días de reposo. Hagan de ellos una señal entre nosotros, y reconozcan que yo soy el Señor su Dios.”
21 «Pero sus hijos se rebelaron contra mí. No siguieron mis estatutos ni cumplieron con mis decretos, los cuales dan vida a todo el que los cumple. En vez de ponerlos en práctica, profanaron mis días de reposo. Por eso allí en el desierto dije que descargaría sobre ellos mi enojo, para calmarme.
22 Si retraje mi mano, fue para que mi nombre no fuera profanado ante las naciones que presenciaron cuando yo los saqué de Egipto.
23 «También en el desierto levanté mi mano contra ellos y juré que los esparciría por todos los países y naciones,
24 porque en vez de poner en práctica mis decretos rechazaron mis estatutos y profanaron mis días de reposo, y no vieron otra cosa que los ídolos de sus padres.
25 Por eso yo también les di estatutos y decretos que no eran buenos ni podían darles vida.
26 Cuando pasaban por el fuego a todos sus primogénitos, yo los contaminé con sus propias ofrendas. Lo hice para que se horrorizaran y reconocieran que yo soy el Señor.
27 «Por lo tanto, hijo de hombre, habla con el pueblo de Israel y diles que yo, su Señor y Dios declaro que hasta en esto me ofendieron sus padres cuando se rebelaron contra mí.
28 Porque yo los traje a la tierra que juré darles. Levanté mi mano y les hice ese juramento. Pero ellos pusieron los ojos en toda colina y en todo árbol frondoso, y allí ofrecieron sacrificios y presentaron sus irritantes ofrendas, quemaron incienso y derramaron libaciones.
29 Yo les pregunté por qué iban a ese lugar alto. Y a partir de entonces ese lugar se conoce con el nombre de “Bama”.[a]
30 «Habla con el pueblo de Israel, y diles que yo, su Señor y Dios, les pregunto si acaso no se han contaminado lo mismo que sus padres, y se han prostituido al imitar sus hechos repugnantes.
31 ¡Pues sí! Se han contaminado al presentar ante sus ídolos sus ofrendas y pasar a sus hijos por el fuego. ¡Y esto lo hacen hasta el día de hoy! ¿Y así espera el pueblo de Israel que yo les responda? ¡Pues yo, su Señor y Dios, les juro que no voy a responderles!
32 Las cosas no van a ser como ustedes quieren que sean. Porque lo que ustedes quieren es ser como las demás naciones, como los pueblos de la tierra, que rinden culto a objetos de madera y de piedra.
33 Pero yo, su Señor y Dios, les juro que reinaré sobre ustedes con mano fuerte y brazo extendido, y que daré rienda suelta a mi enojo
34 y los sacaré de los pueblos y países donde ahora están esparcidos. Sí, los reuniré con mano fuerte y brazo extendido, y dando rienda suelta a mi enojo.
35 Haré que vengan al desierto de los pueblos, y allí los juzgaré cara a cara.
36 Los juzgaré como antes juzgué a sus padres en el desierto de Egipto. Palabra de Dios el Señor.
37 «Para que ustedes puedan hacer un pacto conmigo, los haré pasar por debajo de mi vara,
38 para apartar de entre ustedes a los que se rebelaron contra mí. Los sacaré de la tierra a la que emigraron, aunque no podrán entrar en la tierra de Israel. Así sabrán que yo soy el Señor.
39 «Pueblo de Israel, su Señor y Dios les dice: “Ya que ustedes no quieren obedecerme, sigan rindiendo culto a sus ídolos, pero no sigan profanando mi santo nombre con sus ofrendas y sus ídolos.”
40 Todo el pueblo, todos los que habitan en la tierra de Israel, debe adorarme en mi santo monte, en el alto monte de Israel. Allí los aceptaré. Allí demandaré sus ofrendas y sus primeros frutos, lo mismo que sus dones y todo lo que quieran consagrarme». Palabra de Dios el Señor.
41 «Cuando yo los haya sacado de entre los pueblos y los haya reunido de los países por donde ahora están esparcidos, los recibiré como si fueran incienso de aroma agradable, y a la vista de las naciones seré santificado en ustedes.
42 Cuando los haya traído de vuelta a la tierra de Israel, la tierra por la que levanté mi mano para jurar a sus padres que se la daría, sabrán que yo soy el Señor.
43 Entonces se acordarán de su mal proceder y de todos los hechos con que se contaminaron, y sentirán repugnancia de ustedes mismos por todos los pecados que cometieron.
44 Pueblo de Israel, cuando yo actúe en favor de ustedes, lo haré por causa de mi nombre y no por su mal proceder ni por sus acciones perversas. Así sabrán que yo soy el Señor». Palabra de Dios el Señor.
Profecía contra el Néguev
45 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
46 «Hijo de hombre, dirige ahora la mirada hacia el sur, y proclama tu palabra hacia la región austral. Profetiza contra el bosque del Néguev,
47 y dile: «Bosque del Néguev, oye la palabra del Señor. Así ha dicho Dios el Señor: Voy a prenderte fuego, para que ardan todos tus árboles, verdes y secos. Las llamas de ese fuego no se apagarán hasta que hayan consumido todo el bosque, desde el sur hasta el norte.
48 No se apagará hasta que todos hayan visto que yo, el Señor, fui quien lo encendió».».
49 Entonces dije: «¡Ay, mi Señor y Dios! ¡La gente me critica porque yo les hablo en parábolas!».
La espada afilada del Señor
21
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, fija ahora tu mirada en Jerusalén, y profetiza contra los santuarios y contra la tierra de Israel.
3 Dile a la tierra de Israel que yo, el Señor, estoy contra ella, y que voy a desenvainar mi espada para acabar con los justos y los injustos.
4 Sí, voy a limpiar a Israel de justos e injustos. Voy a descargar mi espada contra todo el mundo, de norte a sur.
5 Todos sabrán que yo, el Señor, he desenvainado mi espada, y que no volveré a envainarla.
6 «Tú, hijo de hombre, ¡ponte a llorar con todas tus fuerzas! ¡Gime amargamente a la vista de todos ellos!
7 Y cuando te pregunten por qué lloras, diles que es por la noticia de lo que está por suceder. Cuando se sepa la noticia, todo corazón desfallecerá y toda mano se debilitará; todo ánimo se angustiará y toda rodilla temblará. Viene como un torrente, y es inevitable». Palabra de Dios el Señor.
8 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
9 «Hijo de hombre, profetiza y diles que así ha dicho su Dios y Señor: »La espada está afilada y pulida.
10 Afilada para degollar a sus víctimas; pulida para brillar en cada golpe. ¿Y esto es motivo de alegría? El cetro de mi hijo es despreciado, como si fuera un palo cualquiera.
11 Sí, la espada está afilada; se afiló para tenerla a la mano. Sí, la espada está pulida; se pulió para entregársela al verdugo.
12 ¡Grita y llora, hijo de hombre! Mi espada va a caer sobre mi pueblo y sobre todos los príncipes de Israel. ¡Todos ellos caerán bajo su filo! ¡Hiérete con ella en el muslo,
13 que ésta es un prueba muy dura! No importa que la espada desprecie al cetro, porque la espada dejará de existir. Palabra de Dios el Señor.
14 «Tú, hijo de hombre, profetiza, y bate palmas una y otra vez. ¡Que hiera la espada asesina dos y hasta tres veces! ¡Ésta es la espada asesina que acabará con todos,
15 para que el corazón desmaye y los estragos se multipliquen! ¡En todas las puertas de sus ciudades he puesto el horror de la espada! ¡Dispuesta está para brillar! ¡Dispuesta está para degollar!
16 ¡Da tajos a la derecha, da tajos a la izquierda, da tajos por todas partes!
17 Y yo también batiré palmas, y así apaciguaré mi enojo. Yo, el Señor, he hablado».
18 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
19 «Tú, hijo de hombre, traza dos caminos para que por ellos venga el rey de Babilonia con su espada. Los dos caminos partirán del mismo país, pero al comienzo de cada uno de ellos deberás poner una señal que indique la ciudad a la que lleva.
20 Indícale a la espada el camino que lleva a Rabá de los amonitas, y a Jerusalén, la ciudad fortificada de Judá.
21 El rey de Babilonia se ha detenido en la encrucijada, donde se abren los dos caminos, y allí recurre a la adivinación: sacude las flechas, consulta a sus ídolos, examina el hígado.
22 La adivinación señaló hacia la derecha, hacia Jerusalén, para dar la orden de ataque y comenzar la matanza, para lanzar el grito de guerra y poner arietes contra las puertas, para levantar vallas y torres de sitio.
23 Los habitantes de la ciudad verán esto como una adivinación falsa, ya que el rey les ha hecho solemnes juramentos, pero éste se acordará de la maldad de ellos y los capturará».
24 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: «Ustedes han hecho que se recuerde la maldad que han cometido. Sus traiciones y pecados han quedado al descubierto. Por eso, por haber traído esto a la memoria, caerán en las manos del rey.
25 «Y a ti, profano e impío príncipe de Israel, te ha llegado el día. Tu maldad ha llegado al colmo.
26 El Señor tu Dios te dice: «Quítate la tiara, ¡quítate la corona, que esto no puede seguir así!». Lo bajo será exaltado, y lo alto será humillado.
27 Todo esto lo dejaré en ruinas, y dejará de existir, hasta que venga aquel a quien entregaré el derecho de dictar sentencia.
Juicio contra los amonitas
28 «Y tú, hijo de hombre, profetiza contra los amonitas y diles de mi parte acerca de sus ofensas: «Así ha dicho Dios el Señor: La espada ya está desenvainada y lista para degollar; la espada está pulida y resplandece para masacrar.
29 Tus profetas te anuncian falsedades y te mienten con sus adivinaciones. Pero esos malvados ya han sido sentenciados a muerte. Tú descargarás la espada sobre su cuello, porque ha llegado la hora de poner fin a su maldad.
30 ¿Volveré a envainar la espada? ¡Allí, donde te criaste; allí, donde has vivido, dictaré sentencia contra ti!
31 Voy a derramar mi enojo sobre ti, y el fuego de mi enojo te consumirá. ¡Voy a entregarte en manos de gente sanguinaria y experta en la destrucción.
32 El fuego te devorará, la tierra se empapará con tu sangre, y nadie volverá a recordarte». Yo, el Señor, lo he dicho».
Los pecados de Jerusalén
22
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «¿Acaso tú, hijo de hombre, no vas a dictar sentencia contra la ciudad que derrama sangre? ¿Acaso no le vas a señalar todos sus actos repugnantes?
3 Dile que así ha dicho Dios el Señor: «¡Ciudad que en tus calles derramas sangre, ciudad que te contaminas con los ídolos que has hecho, con lo que has provocado tu ruina!
4 Has pecado por la sangre que has derramado; te has contaminado con los ídolos que te hiciste; has hecho que te llegue el día, el fin de tu vida. Por lo tanto, te he puesto en vergüenza y ridículo entre todos los países.
5 Tu nombre ha quedado mancillado, y las naciones cercanas y lejanas se reirán de ti, pues has quedado presa de gran confusión».
6 «Los príncipes de Israel hacen todo lo que pueden por derramar sangre.
7 En tus calles se desprecia al padre y a la madre, al extranjero se le trata con violencia, y a las viudas y a los huérfanos se les despoja.
8 A mis santuarios los menosprecias, y a mis días de reposo los profanas.
9 Tus habitantes calumnian para derramar sangre, y celebran banquetes en la cumbre de los montes. ¡En tus calles cometen actos perversos!
10 Se deshonra a los padres, y se viola a las mujeres, aun cuando estén menstruando.
11 No hay nadie en ti que no cometa actos vergonzosos con la mujer de su prójimo, ni quien no manche el honor de su nuera, ni quien no viole a su hermana por parte de padre.
12 Hay en ti quienes cobran para derramar sangre; otros prestan dinero con interés y por usura; otros más defraudan y explotan a su prójimo. ¡Te has olvidado de mí! Palabra de Dios el Señor.
13 «¡Mira cómo agito mis manos por causa de tus hechos de avaricia, y por la sangre que en ti se ha derramado!
14 ¿Crees que tu corazón y tus manos podrán hacerme frente cuando yo proceda contra ti? Yo, el Señor, he hablado y voy a actuar.
15 Voy a dispersarte por todas las naciones, voy a esparcirte por todos los países, ¡voy a acabar con tu inmundicia!
16 ¡Tú misma te rebajarás a la vista de las naciones! Así sabrás que yo soy el Señor».
17 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
18 «Hijo de hombre, para mí el pueblo de Israel se ha convertido en escoria. Todos ellos son bronce y estaño, hierro y plomo en medio del horno. ¡Se han convertido en escoria de plata!
19 Por tanto, así ha dicho Dios el Señor: Ya que todos ustedes se han convertido en escoria, voy a juntarlos en el centro de Jerusalén,
20 como si juntara plata, bronce, hierro, plomo y estaño, para encender fuego en medio del horno y fundirlos allí. En mi furor y enojo voy a juntarlos y a ponerlos allí, para fundirlos.
21 Voy a juntarlos y, con el fuego de mi furor, soplaré sobre ustedes y los fundiré en medio del horno.
22 Van a ser fundidos allí, en medio del horno, como se funde la plata. Así sabrán que yo, el Señor, he descargado mi enojo sobre ustedes».
23 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
24 «Hijo de hombre, dile a la tierra de Israel: «Tierra que en el día del furor haya sido limpiada, tú no lo eres; ¡ni siquiera has sido rociada con lluvia!
25 En medio de ti los profetas se han confabulado y, como leones feroces, despedazan a su presa, se devoran a la gente, se apropian de haciendas y de honras, y hacen que aumente el número de viudas.
26 Sus sacerdotes violan mi ley, contaminan mis santuarios, y no distinguen entre lo santo y lo profano, ni entre lo puro y lo impuro; no observan mis días de reposo, y en medio de ellos se me profana.
27 En sus calles, sus príncipes parecen lobos que arrebatan a su presa; derraman sangre y matan gente, para obtener ganancias injustas.
28 Sus profetas disfrazan la realidad al profetizar falsedades y al mentirles con sus adivinaciones. Dicen que yo, su Señor y Dios, he hablado, ¡y yo no les he dicho nada!».
29 «Los poderosos del país cometen robos y opresión, violentan a los pobres y menesterosos, y maltratan sin razón al extranjero.
30 Yo he buscado entre ellos alguien que se enfrente a mí e interceda en favor de la tierra, para que yo no la destruya. ¡Pero no he encontrado a nadie!
31 Por lo tanto, derramaré mi enojo sobre ellos, y con el ardor de mi ira los consumiré. ¡Haré que recaigan sobre ellos las consecuencias de su mal proceder!». Palabra de Dios el Señor.
Las dos hermanas
23
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre: Había dos mujeres, hijas de la misma madre,
3 que desde su juventud se prostituyeron en Egipto, pues dejaron que les estrujaran y manosearan sus pechos virginales.
4 La mayor se llamaba Aholá,[b] y su hermana menor se llamaba Aholibá.[c] Las dos llegaron a ser mías, y tuvieron hijos e hijas. Aholá es el nombre de Samaria, y Aholibá es el de Jerusalén.
5 «Aholá me fue infiel. Todavía era mi mujer cuando se enamoró de los asirios, que eran vecinos suyos, y los hizo sus amantes
6 al ver que todos ellos eran jóvenes y atractivos, gobernadores y capitanes vestidos de púrpura, soldados de caballería.
7 ¡Se prostituyó con todos aquellos de quienes se enamoró! ¡Se prostituyó con la flor y nata de los asirios! ¡Se contaminó con todos sus ídolos!
8 Desde que estaba en Egipto, nunca dejó de portarse como una prostituta. Desde que era joven, muchos se acostaron con ella y le estrujaron sus pechos virginales, y desahogaron con ella sus apetitos sexuales.
9 Por eso la dejé caer en manos de sus amantes los asirios, de los que ella se había enamorado.
10 Ellos la conocieron tal y como vino al mundo, y poseyeron a sus hijos y sus hijas, y a ella le quitaron la vida. Tan famosa llegó a ser, que las mujeres la tomaron como escarmiento.
11 «Cuando su hermana Aholibá vio esto, se encendió de lujuria más que su hermana Aholá, y se corrompió más que ella con sus prostituciones.
12 Se enamoró de los asirios, que eran vecinos suyos, pues todos ellos eran jóvenes y atractivos, gobernadores y capitanes, soldados de caballería que se vestían de púrpura y portaban armas excelentes.
13 Yo la vi contaminarse y seguir el mismo camino que el de su hermana.
14 Pero Aholibá se corrompió más todavía. Cuando en las paredes vio pintadas coloridas imágenes de caldeos
15 ceñidos con cinturones y con la cabeza cubierta de turbantes de colores, todos ellos con apariencia de capitanes, como la de los babilonios nacidos en Caldea,
16 se enamoró de ellos a primera vista y les envió mensajeros a su tierra.
17 Fue así como los babilonios se allegaron a ella en su lecho de amores, y la contaminaron, y también ella se contaminó con ellos, hasta quedar hastiada.
18 No disimuló sus prostituciones, sino que se mostró tal cual era. Por eso me hastié de ella, como antes me había hastiado de su hermana.
19 Y sus fornicaciones fueron en aumento, pues trajo a la memoria sus días de juventud, cuando se prostituyó en Egipto.
20 Se enamoró de sus amantes, lujuriosos como los asnos y los caballos,
21 y evocó la lujuria de su juventud, cuando los egipcios le estrujaban sus pechos virginales».
22 Por lo tanto, Aholibá, así ha dicho tu Dios y Señor: «Mira que voy a hacer que tus amantes, de los cuales quedaste hastiada, vengan contra ti y te pongan sitio.
23 Vendrán los babilonios, y todos los caldeos; los de Pecod, Soa y Coa, y los asirios; todos ellos jóvenes y atractivos, gobernadores y capitanes, nobles y distinguidos; todos ellos soldados de caballería.
24 Vendrán contra ti con carros y carretas de guerra, y con grandes ejércitos; te rodearán, armados de escudos, paveses y yelmos, y yo les permitiré dictar sentencia contra ti de acuerdo con sus leyes.
25 Descargaré mi enojo sobre ti, y con su furia te maltratarán; te quitarán la nariz y las orejas, y los que te sobrevivan caerán a filo de espada. Se llevarán por la fuerza a tus hijos y a tus hijas, y tus sobrevivientes serán consumidos por el fuego.
26 Además, te despojarán de tus vestidos y te arrebatarán todos los adornos que te embellecen.
27 Voy a poner fin a tu lujuria y a las prostituciones que trajiste de Egipto, y no volverás a poner tus ojos en todo eso, ni nunca más te acordarás de Egipto».
28 Así ha dicho Dios el Señor: «Mira que voy a entregarte en manos de aquellos a los que aborreciste, en manos de los que te dejaron hastiada.
29 Ellos te tratarán con odio, y se apoderarán del fruto de tu trabajo. Te dejarán completamente desnuda, y la inmundicia de tus prostituciones y tu insaciable lujuria quedarán al descubierto.
30 Todo esto se hará contigo porque fuiste en pos de las naciones para prostituirte con ellas, y para contaminarte con sus ídolos.
31 Puesto que seguiste los pasos de tu hermana, yo te haré beber del mismo cáliz».
32 Así ha dicho Dios el Señor: «Beberás del mismo cáliz de tu hermana, hondo y ancho y de gran capacidad. Serás la burla de las naciones, que te pondrán en ridículo.
33 Con el cáliz de tu hermana Samaria, que es un cáliz de soledad y desolación, quedarás embriagada de dolor.
34 Beberás hasta la última gota, y luego harás pedazos el cáliz y te desgarrarás el pecho, porque yo lo he dicho». Palabra de Dios el Señor.
35 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: «Puesto que te has olvidado de mí y me has vuelto la espalda, tendrás que sufrir las consecuencias de tu lujuria y de tus prostituciones».
36 El Señor me dijo: «Hijo de hombre, ¿qué, no vas a dictar sentencia contra Aholá y Aholibá? ¿No vas a reprocharles sus hechos repugnantes?
37 Son unas adúlteras, unas asesinas, ¡amantes de sus ídolos! A los hijos que me dieron, ¡los hicieron pasar por el fuego y los quemaron!
38 No conformes con todo eso, ese mismo día contaminaron mi santuario y profanaron mis días de reposo.
39 El mismo día en que ofrecieron a sus hijos como sacrificio a sus ídolos, entraron en mi santuario para contaminarlo. ¡Eso hicieron en mi propio templo!
40 Para colmo, mandaron traer hombres de otros países lejanos; y cuando esos hombres llegaron, ellas, para agradarles, se lavaron, se pintaron los ojos y se pusieron sus mejores vestidos;
41 luego se sentaron en un suntuoso estrado, y les ofrecieron un banquete, y en él pusieron mi incienso y mi aceite.
42 Durante el banquete podían oírse las voces de gente que se divertía, y junto con el común de la gente vinieron los sabeos del desierto, a los que pusieron pulseras en las manos y coronaron con bellas diademas.
43 «Al ver a estas inveteradas adúlteras, pensé: ¿Acaso éstos todavía van a tener relaciones sexuales con ellas?
44 ¡Porque han venido a verlas, como quien va en busca de rameras! ¡Así han venido con estas depravadas de Aholá y Aholibá!
45 Por eso los hombres justos las juzgarán conforme a la ley que castiga a las adúlteras y a las asesinas. Porque eso es lo que son: ¡adúlteras y asesinas!».
46 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: «Yo haré que vengan tropas contra ellas, y las entregaré a la confusión y a la rapiña.
47 El populacho las apedreará y las pasará a filo de espada; a sus hijos y a sus hijas los matarán, y a sus casas les prenderán fuego.
48 Pondré fin a la lujuria de la tierra, y haré que todas las mujeres escarmienten y no sigan con sus perversas costumbres.
49 Y sobre ustedes dos recaerán las consecuencias de su perversidad, y pagarán por los pecados de su idolatría. Así sabrán que yo soy su Dios y Señor».
Parábola de la olla hirviente
24
1 El día diez del mes décimo del año noveno la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, escribe la fecha de hoy, porque hoy el rey de Babilonia ha sitiado a Jerusalén.
3 Y a ese pueblo rebelde dile de mi parte la siguiente parábola. Toma una olla, y llénala de agua;
4 pon luego en ella la mejores piezas de carne, como la pierna y la espalda, y luego llénala con los mejores huesos.
5 Toma entonces una de las mejores ovejas y echa en el fondo los huesos, y haz que hierva bien para que también los huesos se cuezan».
6 Así ha dicho Dios el Señor: «¡Ay de la ciudad sanguinaria! ¡Ay de la olla oxidada, cuya herrumbre no se puede limpiar! ¡Saca las piezas de carne, una por una! ¡No las escojas!
7 Sus calles están llenas de sangre, la cual no derramó en el suelo para que la tierra la absorbiera, sino que la derramó sobre las piedras.
8 Pues yo también dejaré que su sangre corra sobre las duras piedras, y que no sea absorbida por la tierra, porque ha hecho que mi ira se encienda; ¡me ha incitado a tomar venganza!».
9 Por tanto, así ha dicho Dios el Señor: «¡Ay de la ciudad sanguinaria! Pues yo también voy a hacer una gran hoguera.
10 Voy a amontonar la leña y a encender el fuego para que la carne se consuma. Voy a preparar la salsa y a quemar los huesos.
11 Pondré luego la olla vacía sobre las brasas, para que su fondo se caldee y se queme. ¡Así se fundirá su suciedad y se consumirá su herrumbre!
12 No tiene caso tratar de quitarle tanta herrumbre, pues sólo se le quitará quemándola en el fuego.
13 «Tú, Jerusalén, sufrirás por tu impureza y tu lujuria. Yo te limpié, pero tú no has querido limpiarte de tu impureza. Por eso, ¡no volverás a limpiarte, hasta que yo haya calmado mi enojo contra ti.
14 Yo, el Señor, he hablado. No voy a cambiar de parecer ni voy a tener misericordia de ti, sino que vendré y te juzgaré de acuerdo con tus hechos y tu mal proceder». Palabra de Dios el Señor.
Muerte de la esposa de Ezequiel
15 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
16 «Mira, hijo de hombre: voy a arrebatarte de un solo golpe a la mujer que admiras. Pero no llores por ella ni lamentes su muerte. No derrames por ella una sola lágrima.
17 Respira profundo y no guardes luto por ella. No te cubras el rostro ni comas el pan que comen los deudos; al contrario, ponte un turbante sobre la cabeza y cálzate los pies».
18 Por la mañana hablé con el pueblo, por la tarde murió mi mujer, y al día siguiente hice lo que el Señor me había ordenado hacer.
19 Entonces el pueblo me dijo: «¿No vas a decirnos lo que significa para nosotros todo lo que haces?».
20 Y yo les contesté: «La palabra del Señor vino a mí, y me ordenó
21 decir de su parte a ustedes, pueblo de Israel: «Yo, su Señor y Dios, declaro que voy a profanar mi santuario, al que ustedes tanto admiran y en el cual se deleitan, y de cuya grandeza ustedes se enorgullecen. Y los hijos y las hijas que ustedes han dejado morirán a filo de espada».
22 Así que ustedes deben hacer lo mismo que hice yo: no se cubrirán el rostro, ni comerán el pan que comen los deudos.
23 Tampoco llorarán ni harán lamentaciones; al contrario, se pondrán un turbante en la cabeza y se calzarán los pies, y se consumirán por causa de sus maldades y gemirán los unos con los otros.
24 Yo, Ezequiel, les serviré de señal para que hagan lo mismo que hice yo. Cuando esto ocurra, sabrán que yo soy el Señor su Dios.
25 «En cuanto a ti, hijo de hombre, el día que yo les arrebate su fortaleza, su motivo de gozo y de orgullo, ese templo que ellos y sus hijos e hijas tanto admiran y aman,
26 ese mismo día vendrá a verte uno que habrá escapado para traerte las noticias.
27 Ese día podrás abrir la boca para hablar con el fugitivo. Ya no permanecerás mudo, sino que hablarás y les servirás de señal. Así sabrán que yo soy el Señor».
Profecía contra Amón
25
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, dirígete ahora a los hijos de Amón, y profetiza contra ellos.
3 Diles que oigan la palabra de Dios el Señor. Así dice Dios el Señor: «Cuando mi santuario era profanado y la tierra de Israel era asolada, y el pueblo de Judá era llevado en cautiverio, tú te burlaste de todo esto.
4 Por eso voy a ponerte en manos de los orientales. Ellos pondrán en ti sus apriscos y plantarán en ti sus tiendas, se comerán lo que has sembrado y se beberán la leche de tus ganados.
5 Haré de Rabá un pastizal de camellos, y de Amón un redil de ovejas. Así sabrán que yo soy el Señor».
6 «Porque así ha dicho Dios el Señor: «Por cuanto alegre aplaudías y azotabas los pies, y burlonamente te regocijabas al ver la tierra de Israel,
7 yo voy a extender mi mano contra ti. Voy a entregarte a las naciones, para que seas saqueada. Voy a eliminarte de entre los pueblos, y a hacerte desaparecer de entre los países. ¡Voy a exterminarte! Así sabrás que yo soy el Señor».».
Profecía contra Moab
8 Así ha dicho Dios el Señor: «Moab y Seir dijeron que el pueblo de Judá es como todos los otros pueblos.
9 Por eso, voy a hacer una brecha en los costados de las ciudades limítrofes de Moab, en las hermosas tierras de Bet Yesimot, Baal Megón y Quiriatayin.
10 Voy a dejar que los hijos de Amón caigan en poder de los pueblos del oriente, para que no haya de ellos más memoria entre las naciones.
11 Además, dictaré sentencia contra Moab, y así sabrán que yo soy el Señor».
Profecía contra Edom
12 Así ha dicho Dios el Señor: «Los de Edom tomaron venganza del pueblo de Judá, y no sólo se vengaron de ellos sino que cometieron muchos crímenes».
13 Por eso, así ha dicho Dios el Señor: «Yo también extenderé mi mano contra Edom, y los destruiré. Acabaré con su gente y sus ganados. ¡Desde Temán hasta Dedán caerán a filo de espada!
14 Dejaré que mi pueblo Israel tome venganza de Edom, y que Edom caiga en sus manos, para que hagan con ellos lo que demandan mi enojo y mi ira. Así experimentarán mi venganza». Palabra de Dios el Señor.
Profecía contra los filisteos
15 Así ha dicho Dios el Señor: «La venganza de los filisteos fue artera. Por causa de antiguas enemistades destruyeron a Judá».
16 Por eso, así ha dicho el Señor: «Voy a extender mi mano contra los filisteos. Acabaré con esos cretenses, y destruiré a los que aún queden en la costa del mar.
17 Grande será mi venganza contra ellos, y las reprensiones de mi ira. Cuando me vengue de ellos, sabrán que yo soy el Señor».
Profecía contra Tiro
26
1 El día primero del mes primero del año undécimo la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, cuando Jerusalén, que era la puerta de las naciones, fue conquistada, Tiro se burló de ella y pensó en sacar provecho de su caída.
3 Por eso yo, el Señor y Dios, estoy en contra de Tiro, y voy a lanzar contra Tiro a muchas naciones, que la azotarán como las olas del mar.
4 Las murallas y las torres de Tiro se vendrán abajo. ¡Voy a barrerla por completo! ¡Voy a dejarla lisa como una peña!
5 Será saqueada por las naciones, y quedará en medio del mar como un tendedero de redes, porque así lo he dicho. Palabra de Dios el Señor.
6 «En los campos, sus hijas morirán a filo de espada. Así sabrán que yo soy el Señor».
7 Sí, así ha dicho Dios el Señor: «Tiro, del norte voy a traer contra ti al rey Nabucodonosor de Babilonia, que es rey entre los reyes, y que cuenta con caballos y carros de guerra, y con soldados de caballería y grandes ejércitos.
8 A tus mujeres que estén en el campo las matará a filo de espada, y a ti te atacará con torres de asalto; levantará rampas contra ti, y te atacará protegido por sus escudos.
9 Atacará tus muros con arietes, y destruirá tus torres con hachas.
10 Cuando seas conquistada, y tus puertas se vengan abajo, y sus caballos y carros de guerra irrumpan en tus calles, será tal el estruendo que tus murallas se estremecerán, y una nube de polvo te cubrirá.
11 Los cascos de sus caballos hollarán todas tus calles, a tu pueblo lo matarán a filo de espada, y tus sólidas columnas rodarán por el suelo.
12 Se robarán tus riquezas, saquearán tus mercaderías, derribarán tus murallas, y destruirán tus bellas mansiones. ¡Hasta tus piedras, tu madera y tu polvo lo echarán a las aguas!
13 Yo pondré fin al bullicio de tus cantos, y no volverá a escucharse el sonido de tus cítaras.
14 Te dejaré lisa como una peña; quedarás convertida en un tendedero de redes, y nunca más serás reconstruida, porque yo, el Señor, lo he dicho». Palabra de Dios el Señor.
15 Así ha dicho Dios el Señor a Tiro: «Cuando caigas estruendosamente, y griten tus heridos y haya en tus calles una gran matanza, ¡hasta las costas se estremecerán!
16 Entonces todos los príncipes del mar descenderán de sus tronos, y se quitarán sus mantos; se despojarán de sus ropas bordadas y se cubrirán de espanto; sentados en el suelo, y al verte se espantarán y temblarán a cada instante.
17 Te cantarán endechas, y te dirán: «Tú, ciudad poblada por gente del mar, ciudad por todos alabada, y cuyos habitantes eran invencibles en el mar e infundían terror a todos los pueblos vecinos, ¿cómo pudiste perecer?
18 Ahora que has caído, las islas se estremecerán. ¡Sí, las islas se espantarán al enterarse de tu caída!».».
19 Así ha dicho Dios el Señor: «Yo te convertiré en una ciudad desierta, en una ciudad deshabitada. Haré que el mar suba hasta ti, y que sus muchas aguas te cubran.
20 Te hundiré hasta lo más profundo de la tierra, te sepultaré con los pueblos de tiempos pasados; quedarás como los desiertos antiguos, como los que descienden al sepulcro, y nunca más volverás a ser habitada ni tendrás esplendor en la tierra de los vivientes.
21 Te convertiré en motivo de espanto, y dejarás de existir. Cuando te busquen, no volverán a encontrarte». Palabra de Dios el Señor.
27
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Tú, hijo de hombre, dedica este lamento a Tiro,
3 la ciudad asentada a la orilla del mar, la ciudad que comercia con los pueblos de las costas. Dile que así ha dicho Dios el Señor: »Tiro, tú te jactas de ser bella y perfecta.
4 Tus límites llegan al corazón de los mares. Tus constructores completaron tu belleza:
5 Tomaron hayas del monte Senir y con ellas hicieron tus artesonados; tomaron cedros del monte Líbano y con ellos hicieron tus mástiles;
6 tus remos, con encinas de Basán; tus bancos, incrustados de marfil, los hicieron con pino de las costas de Quitín.
7 Tus velas eran de fino lino egipcio, y su bordado te servía de insignia; tu pabellón era de telas azuladas y purpúreas, traídas de las costas de Elisa.
8 «¡Ah, Tiro, que tuviste por remeros a gente de Sidón y de Arvad, y por timoneles a tus sabios!
9 Tus barcos eran calafateados por los más hábiles obreros de Gebal; los marinos de todas las flotas del mar venían a ti para hacer negocios.
10 «En tus ejércitos militaban soldados de Persia, Lud y Fut; de ti pendían espléndidos escudos y yelmos.
11 Tu ejército y los mercenarios de Arvad vigilaban las murallas en tu derredor, y los gamadeos permanecían en tus torres; sus escudos pendían de tus murallas, lo cual resaltaba su belleza.
12 «Era tal la abundancia de tus riquezas que de Tarsis venían a comerciar contigo, y a cambio de tus mercaderías te daban plata, hierro, estaño y plomo.
13 Contigo Javán, Tubal y Mesec intercambiaban gente y objetos de bronce.
14 Los de Bet Togarmá te pagaban con caballos, corceles de guerra y mulos.
15 Comerciaban contigo los de Dedán, y muchas costas te compraban mercaderías y te pagaban con marfil y ébano.
16 A cambio de tus productos Edom te daba perlas, púrpura, vestidos bordados, finos linos, corales y rubíes.
17 Israel y Judá hacían negocios contigo, y a cambio te daban trigo de Minit y Panag, lo mismo que miel, aceite y resina.
18 Eran tantos tus productos y tan abundante tu riqueza que Damasco hacía negocios contigo con vino de Jelbón y lana blanca.
19 Dan y Javán venían a tus ferias, y en tu mercado ofrecían hierro forjado, mirra destilada y caña aromática.
20 Dedán te vendía preciosos paños para que tapizaras tus carros.
21 Arabia y todos los príncipes de Cedar hacían negocios contigo, y te pagaban con corderos, carneros y machos cabríos.
22 También fueron tus clientes los mercaderes de Sabá y de Ragama; venían a tus ferias y te pagaban con oro y con sus mejores perfumes, y con toda clase de piedras preciosas.
23 Contigo negociaban Harán, Cane, Edén, y los mercaderes de Sabá, Asiria y Quilmad.
24 Estos clientes tuyos te compraban mantos de púrpura y telas bordadas, y baúles con preciosos vestidos, cordones trenzados y madera de cedro.
25 «Las naves de Tarsis parecían caravanas que navegaban con tus mercaderías. Fue así como llegaste a ser poderosa; ¡aumentaste el número de tus barcos!
26 Tus remeros te llevaron a grandes mares. Pero el viento solano te azotará en alta mar.
27 Un día te hundirás en el fondo del mar, y contigo se hundirán tus riquezas, tus mercaderías y todo lo que vendías, junto con tus remeros y tus pilotos, tus calafateadores, tus agentes de negocios, tus guerreros y la tripulación entera.
28 Las costas temblarán cuando escuchen los gritos angustiados de tus marineros.
29 Los remeros abandonarán sus barcos, y junto con los pilotos se quedarán en tierra.
30 Entonces dejarán oír su voz por ti, y gritarán amargamente; se echarán polvo sobre la cabeza y se revolcarán en ceniza.
31 Por ti se arrancarán los cabellos, se pondrán vestidos de luto, y entonarán amargos y sentidos lamentos.
32 Y en sus lamentos dirán de ti: «Tiro, ¿quién podía compararse a ti, tú que fuiste destruida en medio del mar?
33 Tus mercaderías salían de tus naves, y con ellas saciabas a muchos pueblos; con tus muchas riquezas y tu comercio enriqueciste a los reyes de la tierra.
34 Pero naufragaste en medio del mar, y te hundiste en las aguas profundas, y contigo se hundieron tus comerciantes; ¡se hundieron todos tus tripulantes!
35 Asombrados quedaron al verte todos los que habitan en las costas; espantados, sus reyes temblaron de miedo, y sus rostros palidecieron.
36 Los mercaderes de otros pueblos lanzaron silbidos de burla contra ti. Has llegado a ser motivo de espanto; ¡para siempre has dejado de existir!».».
28
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, dile de mi parte al príncipe de Tiro: Yo, el Señor y Dios, te digo que te has envanecido. En tu corazón crees que eres un dios y que tienes tu trono en medio de los mares. En tu corazón actúas y piensas como si fueras un dios, aunque no eres un dios sino un hombre.
3 Es verdad que tú eres más sabio que Daniel, y que para ti no hay nada secreto ni oculto.
4 Con tu sabiduría y tu inteligencia has acumulado riquezas; en tus tesoros tienes oro y plata.
5 Con la ayuda de tu gran sabiduría, en tus negocios has logrado multiplicar tus riquezas, y por causa de esas riquezas tu corazón se ha envanecido.
6 Por lo tanto, yo, el Señor y Dios te digo: «Puesto que en tu corazón te crees un dios,
7 yo voy a traer contra ti gente extraña y fuerte de otras naciones, que descargará su espada sobre tu sabiduría, y que manchará tu belleza y esplendor.
8 Te harán descender al sepulcro, y sufrirás la muerte de los náufragos.
9 ¿Acaso piensas defenderte ante el que te mate, y decirle que tú eres un Dios? ¡En las manos de quien te mate, no serás ningún dios sino un simple hombre!
10 En las manos de gente extraña sufrirás la muerte de los incircuncisos». Yo lo he dicho». Palabra de Dios el Señor.
11 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
12 «Hijo de hombre, dedícale un lamento al rey de Tiro, y dile de mi parte: «Tú, tan lleno de sabiduría, y de hermosura tan perfecta, eras el sello de la perfección.
13 Estuviste en el Edén, en el huerto de Dios; tus vestiduras estaban adornadas con toda clase de piedras preciosas: cornalina, topacio, jaspe, crisólito, berilo, ónice, zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; todo estaba cuidadosamente preparado para ti en el día de tu creación.
14 A ti, querubín grande y protector, yo te puse en el santo monte de Dios, y allí estuviste. ¡Te paseabas en medio de las piedras encendidas!
15 Desde el día en que fuiste creado, y hasta el día en que se halló maldad en ti, eras perfecto en todos tus caminos.
16 Pero por tantos negocios que hacías te fuiste llenando de iniquidad, y pecaste. Por eso, querubín protector, yo te expulsé del monte de Dios y te arrojé lejos de las piedras encendidas.
17 Era tanta tu hermosura que tu corazón se envaneció. Por causa de tu esplendor corrompiste tu sabiduría. Por eso yo te haré rodar por tierra, y te expondré al ridículo delante de los reyes.
18 Y es que profanaste tus santuarios con tus muchas maldades y con tus perversos negocios. Por eso yo hice que de ti saliera fuego para que te consumiera; te hice rodar por el suelo, a la vista de todos los que te admiran.
19 Todos los pueblos que te conocieron se sorprenderán al verte; serás motivo de espanto, y para siempre dejarás de existir».».
Profecía contra Sidón
20 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
21 «Hijo de hombre, dirige ahora la mirada hacia Sidón, y profetiza contra ella.
22 Dile de mi parte: «Sidón, yo estoy contra ti. Cuando yo dicte mi sentencia contra ti, y en ti sea yo santificado, en tus calles seré glorificado». Así sabrán que yo soy el Señor.
23 A sus calles enviaré peste y sangre, y en sus calles la gente caerá a filo de espada, pues por todos lados la espada se levantará contra ella. Así sabrán que yo soy el Señor.
24 «Nunca más volverá a ser Sidón una espina que desgarre al pueblo de Israel, ni los pueblos que lo rodean y menosprecian volverán a ser un aguijón que le cause dolor. Así sabrán que yo soy el Señor».
25 Así ha dicho Dios el Señor: «Cuando yo reúna al pueblo de Israel de entre los pueblos por los que ahora está esparcido, me santificaré en ellos a la vista de las naciones, y ellos habitarán en la tierra que yo le di a mi siervo Jacob.
26 «Cuando yo dicte sentencia contra todos los pueblos vecinos que los han despojado, ellos habitarán su tierra en paz, y edificarán casas, y plantarán viñas, y vivirán tranquilos. Así sabrán que yo soy el Señor su Dios».
Profecías contra Egipto
29
1 El día doce del mes décimo del año décimo, la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, dirige ahora la mirada hacia el faraón, el rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todos los egipcios.
3 Dile de mi parte: «Yo soy Dios, el Señor, y estoy contra ti, faraón, rey de Egipto, que eres el gran dragón que yace en el lecho de sus ríos. Tú alegas que el río Nilo es tuyo, y que tú lo hiciste.
4 Pero yo voy a clavarte garfios en las quijadas; voy a pegarte en las escamas los peces de tus ríos; voy a sacarte del lecho de tus ríos, y todos los peces que hay en ellos saldrán pegados a tus escamas.
5 Luego, a ti y a todos los peces de tus ríos los arrojaré al desierto, y caerás al suelo y nadie te recogerá ni te enterrará, porque te he entregado a las bestias feroces y a las aves de rapiña, para que te devoren.
6 «Todos los habitantes de Egipto van a saber que yo soy el Señor, porque todos ellos han sido para Israel un bastón de caña.
7 Cuando pusieron la mano en ti, te quebraste y les rompiste todo el hombro; cuando se apoyaron en ti, te quebraste y les rompiste todo el cuerpo.
8 Por lo tanto yo, Dios el Señor, te digo a ti, Egipto, que voy a castigarte con la espada, y que voy a acabar con tu gente y con tus ganados.
9 Tú, Egipto, alegas que el río Nilo es tuyo, y que tú lo hiciste. Por eso, todo tu país va a quedar desierto y en ruinas. Así sabrán que yo soy el Señor.
10 «Yo estoy contra ti, Egipto, y contra tus ríos. Desde Migdol hasta Sevene, y hasta los linderos con Etiopía, voy a dejarte en ruinas y en la soledad del desierto.
11 Durante cuarenta años quedarás deshabitada, y no pondrá un pie en ti ningún caminante, y ni siquiera un animal.
12 Entre las tierras asoladas, tú, Egipto serás la más asolada; durante cuarenta años, entre las ciudades destruidas, tus ciudades serán las más destruidas. Yo esparciré a los egipcios por todas las naciones y por todos los países».
13 «Sí, así ha dicho Dios el Señor: «Cuando se cumplan los cuarenta años, recogeré a los egipcios de los pueblos entre los que fueron esparcidos;
14 haré volver a los cautivos de Egipto y los llevaré a la tierra de Patros, su lugar de origen, y allí serán un reino de poca importancia,
15 humilde en comparación con los otros reinos, y nunca más volverá a dominar a otras naciones, porque yo disminuiré su poder.
16 Nunca más volverá a ser el punto de apoyo para el pueblo de Israel, sino que hará recordar a Israel su pecado de poner los ojos en ellos». Así sabrán que yo soy Dios el Señor».
17 El día primero del mes primero del año veintisiete, la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
18 «Hijo de hombre, el rey Nabucodonosor de Babilonia lanzó con su ejército un feroz ataque contra Tiro, al grado de que todos perdieron el cabello y quedaron con la espalda desollada. ¡Pero ni él ni su ejército ganaron nada de su ataque contra Tiro!
19 Por eso Dios el Señor ha dicho: «Voy a dejar que Egipto caiga en manos de Nabucodonosor, el rey de Babilonia. Voy a dejar que él se apodere de sus riquezas, y que recoja sus despojos como botín de guerra. Con eso, su ejército quedará bien pagado.
20 Al atacar a Egipto, Nabucodonosor me hizo un servicio. Por eso voy a poner a Egipto en sus manos». Palabra de Dios el Señor.
21 «Cuando llegue el día, haré que retoñe el poder del pueblo de Israel, y a ti, en presencia de ellos te devolveré el habla. Así sabrán que yo soy el Señor».
30
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, profetiza y di que yo, Dios el Señor, he dicho: «¡Ay de aquel día! ¡Laméntenlo!».
3 Ya se acerca el día. Sí, ya está cerca el día del Señor. Será un día nublado, un día de castigo para las naciones.
4 La espada vendrá contra Egipto. Cuando en Egipto caigan los heridos, Etiopía temblará de miedo; y se apoderarán de sus riquezas, y sus fundamentos serán destruidos.
5 Etiopía, Fut, Lud, toda Arabia, Libia, y sus aliados, caerán con ellos a filo de espada».
6 Así ha dicho el Señor: «También los aliados de Egipto caerán a filo de espada, y se derrumbará la altivez de su poderío. Desde Migdol hasta Sevene morirán a filo de espada. Palabra de Dios el Señor.
7 «Entre las tierras asoladas, serán los países más asolados; entre las ciudades en ruinas, serán sus ciudades las más arruinadas.
8 Cuando yo le prenda fuego a Egipto, y todos sus aliados sean derrotados, sabrán que yo soy el Señor.
9 Cuando llegue ese día, y ese día viene, de mi presencia saldrán mensajeros en naves para espantar a la confiada Etiopía, y se espantarán como cuando castigué a Egipto».
10 Así ha dicho Dios el Señor: «Por medio del rey Nabucodonosor de Babilonia voy a acabar con las riquezas de Egipto.
11 Ese rey y su ejército, que son los más fuertes entre las naciones, vendrán para destruir a Egipto; descargarán sus espadas contra ese país, y lo llenarán de cadáveres.
12 Yo secaré los ríos, y dejaré caer la tierra en poder de gente malvada, y por medio de gente extraña destruiré el país y todo lo que hay en él. Yo, el Señor, lo he dicho».
13 Así ha dicho Dios el Señor: «También voy a destruir las imágenes y los ídolos de Menfis. Voy a infundir temor en la tierra de Egipto, y no habrá más príncipes en ese país.
14 Asolaré a Patros, le prenderé fuego a Soán, y dictaré sentencia contra Tebas.
15 Sobre Sin, que es la fortaleza de Egipto, derramaré mi ira, y exterminaré a la multitud de Tebas.
16 A Egipto le prenderé fuego, Sin experimentará un gran dolor: y Tebas será destrozada, y no tendrá fin la angustia de Menfis.
17 Los jóvenes de Avén y de Pibeset caerán a filo de espada, y las mujeres irán en cautiverio.
18 «Cuando yo ponga fin al poder de Egipto, en Tafnes se oscurecerá el día, y la soberbia de su poderío llegará a su fin; todo el país se cubrirá de tinieblas, y los habitantes de sus aldeas serán llevados al cautiverio.
19 Voy a dictar sentencia contra Egipto, y así sabrán que yo soy el Señor».
20 El día siete del mes primero del año undécimo, la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
21 «Date cuenta, hijo de hombre, que al rey de Egipto le he roto su poderoso brazo, y nadie se lo ha vendado ni le ha aplicado ningún medicamento; tampoco se lo han ligado con un torniquete para darle la fuerza suficiente de sostener la espada».
22 Por tanto, así ha dicho Dios el Señor: «Yo estoy en contra del faraón, el rey de Egipto. Y voy a quebrarle los brazos, lo mismo el fuerte que el fracturado, para que la espada se le caiga de las manos.
23 Voy a esparcir a los egipcios por todas las naciones; voy a dispersarlos por todos los países.
24 Fortaleceré los brazos del rey de Babilonia, y en sus manos pondré mi espada. Pero al faraón le quebraré los brazos, y delante del rey de Babilonia lanzará gemidos de agonía.
25 Sí, fortaleceré los brazos del rey de Babilonia, y los brazos del faraón se abatirán. Cuando yo ponga mi espada en las manos del rey de Babilonia, y él la deje caer sobre Egipto, sabrán que yo soy el Señor.
26 Yo esparciré a los egipcios por todas las naciones; yo los dispersaré por todos los países. Así sabrán que yo soy el Señor».
31
1 El día primero del mes tercero del año undécimo, la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, dile al faraón, rey de Egipto, y a su pueblo: ¿A quién te puedes comparar en arrogancia?
3 Fíjate que Asiria era como un cedro del Líbano, con hermosas ramas, frondoso ramaje e impresionante altura. ¡Su copa se alzaba sobre un espeso ramaje!
4 Las aguas lo hicieron crecer, el abismo lo encumbró; sus ríos corrían alrededor de su tronco, y compartía sus corrientes con todos los árboles del bosque.
5 Fue así como llegó a ser más alto que todos los árboles del bosque; sus ramas se multiplicaron y, gracias a la abundancia de agua, el ramaje que había echado se extendió.
6 En sus ramas anidaban todas las aves del cielo, y bajo su sombra parían todas las bestias del campo. ¡Muchas naciones se acogían a su sombra!
7 Con sus ramas extendidas llegó a ser muy grande y hermoso, porque estaba plantado junto a muchas aguas.
8 No había en el huerto de Dios cedro que lo cubriera; las ramas de las hayas no eran comparables a las suyas, ni el ramaje de los castaños se le podía comparar. ¡Ningún árbol del huerto de Dios era semejante a él en hermosura!
9 Con su tupido ramaje yo lo embellecí; todos los árboles que estaban en Edén, en el huerto de Dios, lo envidiaban».
10 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: «Puesto que su corazón se ha enaltecido por causa de la altura que ha alcanzado, y por haberse levantado por encima de las ramas más altas,
11 yo lo he desechado y voy a entregarlo en manos de un pueblo poderoso, que lo tratará según su maldad.
12 Naciones extrañas y poderosas lo destruirán y lo derribarán; sus ramas caerán por todos los montes y los valles; su ramaje quedará resquebrajado por todos los arroyos de la tierra, y todos los pueblos de la tierra se alejarán de su sombra y lo abandonarán.
13 Sobre sus ruinas harán su habitación todas las aves del cielo, y sobre sus ramas se echarán todas las bestias del campo,
14 para que ningún árbol vuelva a engreírse por su altura ni levante su copa por encima de la espesura, aun cuando esté bien regado y crezca junto a las aguas, porque todos están destinados a morir e irse a las profundidades de la tierra, como los hijos de los hombres, que descienden a la fosa».
15 Así ha dicho Dios el Señor: «El día que ese cedro descendió al sepulcro, le ordené al abismo guardar luto por él; detuve sus ríos, y las muchas aguas dejaron de correr. Por él cubrí de tinieblas al Líbano, y todos los árboles del bosque se secaron.
16 Cuando lo hice descender al sepulcro, junto con todos los que bajan al sepulcro, con el estruendo de su caída hice temblar a las naciones. En las profundidades de la tierra, todos los mejores árboles del Edén y del Líbano, todos los que beben aguas, fueron consolados.
17 Ellos también descendieron al sepulcro con él y con los que murieron a filo de espada, con los que fueron su punto de apoyo, con los que estuvieron a su sombra en medio de las naciones.
18 ¿Qué árbol, entre los árboles del Edén, puede compararse contigo en gloria y en grandeza? Sin embargo, caerás a lo más profundo de la tierra, junto con los árboles de Edén, y yacerás entre los incircuncisos, junto con los que murieron a filo de espada. Esto es el faraón y toda su grandeza». Palabra de Dios el Señor.
32
1 El día primero del mes duodécimo del año duodécimo, la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, entona un lamento por el faraón, el rey de Egipto, que diga: »Entre las naciones, te pareces a un león; en los mares, eres semejante a un dragón. Con las patas enturbias el agua y secas los ríos, mientras chapoteas en sus riberas».
3 Así ha dicho Dios el Señor: «Voy a lanzar mi red sobre ti, y con ella muchos ejércitos te sacarán del agua.
4 Te pondré en tierra, te tenderé sobre el suelo, y dejaré que todas las aves del cielo se posen sobre ti. ¡Contigo saciaré el hambre de todas las fieras salvajes!
5 Pondré tus restos sobre los montes, y llenaré los valles con tus cadáveres.
6 Con tu sangre regaré la tierra donde ahora nadas, hasta la cumbre los montes, y con ella se llenarán los arroyos.
7 Cuando te hayas consumido, haré que se oscurezcan los cielos y se eclipsen las estrellas; cubriré de nubes el sol, y la luna dejará de brillar.
8 Por tu culpa haré que se apaguen todos los astros del cielo, y cubriré de tinieblas tu país. Palabra de Dios el Señor.
9 «Cuando lleve a tu pueblo al cautiverio entre las naciones, a países que no conocías, haré que el corazón de muchos pueblos se entristezca.
10 Cuando por tu culpa haga yo que mi espada resplandezca delante de sus rostros, dejaré atónitos a muchos pueblos; el día que caigas, los reyes de esos pueblos quedarán grandemente horrorizados, y todos ellos se sobresaltarán a cada instante».
11 Sí, así ha dicho Dios el Señor: «Sobre ti va a caer la espada del rey de Babilonia.
12 Voy a hacer que tu pueblo caiga bajo la espada de poderosos guerreros. Todos ellos serán soldados de naciones poderosas, y acabarán con la soberbia de Egipto. ¡Todos tus ejércitos serán derrotados!
13 Nunca más ningún pie humano ni pezuña animal volverá a enturbiar las aguas de tus ríos, porque yo voy a destruir a todos tus ganados.
14 Después de eso dejaré que las aguas se asienten, para que sus ríos vuelvan a correr como el aceite. Palabra de Dios el Señor.
15 «Cuando yo haya asolado la tierra de Egipto y acabado con todos sus habitantes, y la tierra quede despojada de todo lo que en ella había, sabrán que yo soy el Señor.
16 «Este lamento lo cantarán las hijas de las naciones. Lo cantarán por Egipto y por todos sus ejércitos». Palabra de Dios el Señor.
17 El día quince del mes duodécimo del año duodécimo, la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
18 «Hijo de hombre, entona un lamento por el ejército de Egipto. Arrójalo a lo profundo de la tierra, junto con los que bajan al sepulcro, y con él arroja a las hijas de las naciones poderosas.
19 Se creía muy hermoso, pero ahora ha caído y yace junto con los incircuncisos.
20 Ha caído entre los que murieron a filo de espada, pues a la espada fue entregado, junto con todos sus ejércitos.
21 Allá, en el sepulcro, hablarán de ellos los guerreros más aguerridos, y también sus aliados, los cuales quedaron tendidos junto con los incircuncisos que murieron a filo de espada.
22 «Allí está Asiria con todo su ejército. A su alrededor están los sepulcros de todos ellos, pues cayeron a filo de espada.
23 Todos ellos sembraron el terror en la tierra de los vivientes, pero ahora sus sepulcros están al lado de la gran fosa; ¡su ejército es un conjunto de sepulcros!
24 «Allí está Elam con todo su ejército. A su lado están los sepulcros de todos ellos, pues cayeron a filo de espada. Sembraron el terror en la tierra de los vivientes, pero bajaron incircuncisos a lo más profundo de la tierra; ¡se llevaron su confusión con los que descienden al sepulcro!
25 Entre los muertos yace tendido con todo su ejército, rodeado de sepulcros, todos ellos de incircuncisos muertos a filo de espada. Sembraron el terror en la tierra de los vivientes, pero se llevaron su confusión con los que descienden al sepulcro. Y allí quedó, entre los muertos.
26 «Allí están Mesec y Tubal, con todos sus ejércitos. A su lado están los sepulcros de todos ellos, de incircuncisos muertos a filo de espada, porque sembraron el terror en la tierra de los vivientes.
27 No yacen con los guerreros incircuncisos que murieron y descendieron al sepulcro con sus armas de guerra, y cuyas espadas fueron puestas debajo de su cabeza, pero sus pecados recaerán sobre sus huesos, porque estos guerreros sembraron el terror en la tierra de los vivientes.
28 Y tú también, Egipto, quedarás sin vida entre los incircuncisos; ¡quedarás tendido entre los que murieron a filo de espada!
29 «Allí está Edom, con sus reyes y todos sus príncipes. Con todo su poderío, quedaron tendidos entre los que murieron a filo de espada, y ahora yacen entre los incircuncisos que descienden al sepulcro.
30 «Allí están todos los príncipes del norte, y todos los sidonios. Aunque sembraron el terror, ahora yacen entre los muertos, entre los incircuncisos que murieron a filo de espada. Avergonzados de su poderío, ahora comparten su confusión con los que descienden al sepulcro.
31 «Cuando el faraón vea a todos estos, se consolará de haber perdido a todos sus ejércitos, pues el faraón y todos sus ejércitos morirán a filo de espada. Palabra de Dios el Señor.
32 «Aunque el faraón y todo su ejército sembraron el terror en la tierra de los vivientes, también ellos quedarán tendidos, entre los incircuncisos que murieron a filo de espada». Palabra de Dios el Señor.
El deber del atalaya
33
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, ve y diles a los hijos de tu pueblo que, cuando yo haga venir la espada sobre algún país, si la gente de ese país pone como atalaya a uno de los suyos
3 y éste ve la espada venir sobre el país y toca la trompeta para prevenir a su gente,
4 quien oiga el toque de la trompeta y no se prevenga será el responsable de su muerte, si la espada lo hiere.
5 Puesto que oyó el toque de la trompeta y no se previno, será el responsable de su muerte; por el contrario, el que se prevenga pondrá a salvo su vida.
6 «En cambio, si al venir la espada el atalaya no toca la trompeta para prevenir a la gente, cuando la espada llegue y hiera de muerte a alguien, éste morirá por causa de su pecado, pero yo haré responsable de su muerte al atalaya.
7 «Es a ti, hijo de hombre, a quien yo he puesto como atalaya para el pueblo de Israel. Tú oirás de mí mismo la advertencia, y les advertirás para que se prevengan.
8 Cuando yo le diga a algún impío que está en peligro de muerte, si tú no le adviertes que se aparte de su mal camino, el impío morirá por causa de su pecado, pero yo te haré responsable de su muerte.
9 Por el contrario, si tú le adviertes al impío que se aparte de su mal camino, y éste no te hace caso, morirá por causa de su pecado, pero tú habrás puesto a salvo tu vida.
Dios actúa con justicia
10 «Tú, hijo de hombre, dile al pueblo de Israel: «Ustedes se disculpan y dicen: “Pesan sobre nosotros nuestras rebeliones y nuestros pecados, y por eso somos consumidos. ¿Cómo vamos a vivir así?”
11 Pues yo, su Señor y Dios, juro que no quiero la muerte del impío, sino que éste se aparte de su mal camino y viva. ¿Por qué ustedes, pueblo de Israel, quieren morir? ¡Apártense, apártense de su mal camino!».
12 «Tú, hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo que al justo no lo salvarán sus buenas acciones, si éste se rebela; ni tampoco será un impedimento para el impío su impiedad, si éste se aparta de su impiedad. En cambio, si el justo peca, sus buenas acciones no le salvarán la vida.
13 Si a un hombre justo le aseguro que vivirá, y éste, confiado en su justicia, actúa inicuamente, de nada le valdrán todas sus buenas acciones, sino que morirá por sus acciones inicuas.
14 En cambio, si a un malvado lo condeno a morir, y éste se aparta de su maldad y actúa con justicia y rectitud,
15 y devuelve la prenda recibida, y restituye lo robado, y deja de hacer lo malo y sigue los estatutos de vida, de ninguna manera morirá, sino que vivirá.
16 No se le tomarán en cuenta los pecados que haya cometido, sino que vivirá por haber actuado con justicia y rectitud.
17 «Los hijos de tu pueblo van a decir: «El Señor no está actuando con justicia». Lo cierto es que son ellos los que no actúan con justicia.
18 Si el hombre justo se aparta de la justicia y comete acciones inicuas, por causa de sus malas acciones morirá.
19 Pero si el impío se aparta de su impiedad y actúa con justicia y rectitud, entonces vivirá.
20 Pueblo de Israel, ustedes dicen que yo no actúo con justicia, pero yo juzgo a cada uno según su manera de actuar».
La caída de Jerusalén
21 El día cinco del mes décimo del año duodécimo de nuestro cautiverio, un fugitivo vino a darme la noticia de que Jerusalén había sido conquistada.
22 La tarde antes de que el fugitivo llegara, el Señor había puesto su mano sobre mí y me había quitado el habla, pero al día siguiente vino a mí y me devolvió el habla, y ya no estuve mudo.
23 Entonces la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
24 «Hijo de hombre, los que habitan los sitios en ruinas de la tierra de Israel andan diciendo: «Abrahán era uno solo, y tomó posesión de la tierra, así que a nosotros, que somos muchos, se nos debe dar la tierra en posesión».
25 Por lo tanto, ve y diles que yo, su Señor y Dios, he dicho: «Ustedes comen sangre, dirigen la mirada a sus ídolos, y además derraman sangre. ¿Y así quieren tomar posesión de la tierra?
26 Se apoyan en sus espadas, cometen actos repugnantes, pecan cometiendo adulterio con la mujer de su prójimo, ¿Y así quieren tomar posesión de la tierra?».
27 Ve y diles que yo, su Señor y Dios, he dicho: «Les juro que los que están en sitios desolados caerán a filo de espada, y que a los que andan por los campos los entregaré a las fieras, para que se los devoren, y que los que están en las fortalezas y en las cuevas morirán de peste.
28 Yo convertiré la tierra en desierto y soledad. Los montes de Israel quedarán asolados, y nadie volverá a pasar por ellos. La soberbia de sentirse poderosos llegará a su fin.
29 Cuando por causa de todos los actos repugnantes que han cometido yo convierta la tierra en desierto y soledad, sabrán que yo soy el Señor».
30 «Hijo de hombre, por las paredes y las puertas de las casas tu pueblo va burlándose de ti. Unos a otros se dicen, cada uno con su hermano: «Vengan ahora; vamos a escuchar lo que el Señor nos va a decir».
31 Y se acercan a ti en grupo, y delante de ti se sientan, como pueblo mío, para escuchar tus palabras, ¡pero no las ponen en práctica! Al contrario, se deshacen en elogios, pero su corazón sólo busca satisfacer su codicia.
32 Para ellos, tú no eres más que un trovador romántico, de melodiosa voz y bien entonado. Oyen tus palabras, pero no las practican.
33 Pero cuando todo esto se cumpla (y ya está por cumplirse), sabrán que entre ellos hubo un profeta».
Profecía contra los pastores de Israel
34
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y diles que yo, su Señor y Dios, he dicho: ».¡Ay de ustedes, los pastores de Israel, que sólo cuidan de sí mismos! ¿Acaso no son los pastores los que deben cuidar de los rebaños?
3 Ustedes se comen lo mejor, se visten con la lana, degüellan a las ovejas más engordadas, pero no cuidan de las ovejas.
4 Ustedes no fortalecen a las ovejas débiles, ni curan a las enfermas, no vendan las heridas de las que se quiebran una pata, ni regresan las descarriadas al redil; tampoco van en busca de las que se pierden, sino que las manejan con dureza y violencia.
5 Y las ovejas andan errantes por falta de pastor; andan dispersas y son fácil presa de todas las fieras del campo.
6 Y así, mis ovejas andan perdidas por todos los montes y por todas las colinas. Andan esparcidas por toda la tierra, sin que nadie las busque ni pregunte por ellas».
7 Por lo tanto, pastores, oigan la palabra del Señor:
8 «A las ovejas de mi rebaño se las roban, las hacen presa de todas las fieras del campo. Andan sin pastor, y mis pastores no las cuidan ni van en busca de ellas, sino que sólo cuidan de sí mismos. Por lo tanto yo, su Señor y Dios, juro,
9 y ustedes, pastores, escuchen bien lo que les digo:
10 Yo, su Señor y Dios, estoy en contra de ustedes, los pastores, y voy a pedirles cuentas de mis ovejas. Ya no voy a dejarlas al cuidado de ustedes, ni tampoco ustedes van a cuidar sólo de sí mismos; yo voy a librarlas de la boca de ustedes, para que no se las sigan comiendo».
11 Sí, así ha dicho Dios el Señor: «Yo mismo voy a ir en busca de mis ovejas, y yo mismo las cuidaré,
12 tal y como las cuida el pastor cuando se halla entre sus ovejas esparcidas. Yo las rescataré de todos los lugares por los que fueron esparcidas aquel día nublado y oscuro.
13 Las sacaré de los pueblos y países donde ahora están, y las traeré a su propia tierra; las apacentaré en los montes y en las riberas de Israel, y en todos los lugares habitados del país.
14 Las apacentaré en los mejores pastos, y pondré su aprisco en los altos montes de Israel; allí dormirán en un buen redil, y serán apacentadas en los pastos suculentos de los montes de Israel.
15 Yo les daré a mis ovejas buenos pastos y apriscos seguros. Palabra de Dios el Señor.
16 «Buscaré a las ovejas perdidas, y devolveré al redil a las que perdieron el camino; les vendaré las patas a las ovejas lastimadas, y fortaleceré a las ovejas débiles. Seré justo con mis ovejas, pero eliminaré a las ovejas engordadas y rechonchas.
17 «A ustedes, ovejas mías, yo, su Señor y Dios, les digo que yo juzgo entre una oveja y otra, y entre carneros y machos cabríos.
18 ¿Les parece poco comerse los buenos pastos, y todavía pisotear el resto de los pastos? ¿Les parece poco beber de las aguas claras, y luego enturbiar con sus patas el resto del agua?
19 ¡Y luego mis ovejas tienen que comer los pastos pisoteados, y beber el agua turbia!».
20 Por lo tanto, su Dios y Señor les dice: «Voy a juzgar a las ovejas engordadas y a las ovejas flacas.
21 Ya que ustedes empujaron por el costado y con el hombro a las ovejas más débiles, y además las cornearon hasta dispersarlas y echarlas del rebaño,
22 yo las salvaré; juzgaré entre una y otra oveja, y nunca más mis ovejas serán objeto de rapiña.
23 Voy a ponerlas al cuidado de un pastor que yo mismo les daré. Ese pastor será mi siervo David, y él será quien las apacentará.
24 Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David será su príncipe. Yo, el Señor, lo he dicho.
25 «Haré con mis ovejas un pacto de paz, y quitaré de la tierra a las fieras salvajes; así mis ovejas podrán habitar seguras en el desierto y dormir en los bosques.
26 Pondré mi bendición en ellas y en los alrededores de mi colina, y haré que llueva cuando deba llover, y esa lluvia será de bendición.
27 La tierra y los árboles del campo darán su fruto, y mis ovejas vivirán seguras sobre su tierra. Cuando yo rompa las coyundas de su yugo, y las libre de las manos de sus opresores, sabrán que yo soy el Señor.
28 «Mis ovejas no volverán a ser el botín de guerra de las naciones, ni las fieras salvajes volverán a devorarlas, sino que vivirán tranquilas y sin que nadie las espante.
29 Su país será famoso por su fertilidad, y no volverán a sufrir de hambre en su tierra, ni las naciones volverán a avergonzarlas.
30 Entonces mis ovejas sabrán que yo, su Señor y Dios, estoy con ellas, y que ellas son mi pueblo, el pueblo de Israel. Palabra de Dios el Señor.
31 «Ustedes son mis ovejas. Son las ovejas de mis pastos; ustedes son hombres, y yo soy su Dios». Palabra de Dios el Señor.
Profecía contra el monte de Seir
35
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, dirige la mirada hacia el monte de Seir, y profetiza contra él.
3 Dile que así ha dicho Dios el Señor: «Yo estoy contra ti, monte de Seir. Voy a extender mi mano contra ti, y te convertiré en desierto y soledad.
4 Asolaré tus ciudades, y quedarás desolado. Así sabrás que yo soy el Señor.
5 «Tú has sido siempre el enemigo de los hijos de Israel; en los peores momentos, cuando ellos estaban más afligidos, tú los entregaste al poder de la espada.
6 Por eso, juro que la sangre será tu destino. Puesto que no aborreces la sangre, siempre la sangre te perseguirá. Palabra de Dios el Señor.
7 «Monte de Seir, yo voy a convertirte en desierto y soledad. Voy a destruir a todo el que pase junto a ti.
8 Voy a llenar tus montes con tus muertos. Los que mueran a filo de espada llenarán tus colinas, tus valles y todos tus arroyos.
9 Voy a dejarte en ruinas para siempre. Jamás tus ciudades volverán a ser reconstruidas. Así sabrán que yo soy el Señor.
10 «Y es que dijiste que tú tomarías posesión de las dos naciones, y que ambos países eran tuyos, aun cuando yo, el Señor, estaba allí.
11 Por eso, juro que voy a actuar con el mismo enojo y furor con que tú trataste a mi pueblo, por tu enemistad con ellos. Y cuando yo te juzgue, ellos me reconocerán. Palabra de Dios el Señor.
12 «Entonces sabrás que a mis oídos llegaron todas las injurias que proferiste contra los montes de Israel. Porque tú dijiste que ya habían sido destruidos, y que se te habían entregado para que te los devoraras.
13 Cuando me ofendiste, no te alcanzaba la boca ni te faltaban las palabras. Yo te oí muy bien».
14 «Por eso, así ha dicho Dios el Señor: «Para regocijo de toda la tierra, voy a dejarte en ruinas.
15 Así como te alegraste cuando el territorio de Israel quedó devastado, así me alegraré también de ti, monte de Seir. Tú y todo Edom van a quedar asolados. Así sabrán que yo soy el Señor».
Restauración futura de Israel
36
1 «Tú, hijo de hombre, profetiza a los montes de Israel. Diles que oigan la palabra del Señor».
2 Así ha dicho Dios el Señor: «El enemigo se burla de ustedes, y dice: «¡Vaya! ¡Hasta las alturas eternas se nos han dado en posesión!».
3 Por eso, profetiza contra ellos». Así ha dicho Dios el Señor: «Ustedes han sido asolados. Por todos lados, gente de otras naciones se los han tragado; ¡los han convertido en su propiedad!; ¡los han hecho caer en boca de habladores, para que sean la burla de todos los pueblos!
4 Por eso, montes de Israel, escuchen la palabra de Dios el Señor». Así ha dicho Dios el Señor a los montes y a las colinas, a los arroyos y a los valles, a las ruinas desoladas y a las ciudades desamparadas, que quedaron expuestas a la burla de las naciones vecinas, y a ser su botín de guerra.
5 Sí, así ha dicho Dios el Señor: «En el ardor de mi enojo ciertamente he hablado en contra de las demás naciones y en contra de todo Edom, porque alegremente y con enconada vehemencia se disputaron mi tierra para quedarse con ella. Quisieron tomar prisioneros a los que fueron expulsados de allí.
6 Por eso, profetiza acerca de la tierra de Israel, y diles a sus montes y colinas, y a sus arroyos y valles, que yo, su Dios y Señor, he dicho: «En mi enojo y furor he hablado, porque ustedes han tenido que soportar los insultos de las naciones.
7 Por eso yo, su Dios y Señor, levanto mi mano y juro que las naciones que están alrededor de ustedes tendrán que soportar su propia afrenta».
8 Pero ustedes, montes de Israel, extenderán su follaje y darán su fruto para mi pueblo Israel, porque ya pronto van a volver.
9 «Como pueden ver, yo estoy en favor de ustedes, y voy a cuidarlos, y ustedes serán cultivados y sembrados.
10 Yo multiplicaré en ustedes a todos los habitantes de Israel, y las ciudades volverán a ser habitadas, y sus ruinas serán reconstruidas.
11 Multiplicaré en ustedes el número de hombres y del ganado, y éstos serán multiplicados y crecerán. Haré que vuelvan a vivir como en el pasado, y los trataré mejor que antes. Así sabrán que yo soy el Señor.
12 «Yo haré que mi pueblo Israel vuelva a ser transitado. Mi pueblo tomará posesión de ti, y tú serás de ellos, y nunca más les quitarás la vida a sus hijos».
13 Así ha dicho Dios el Señor: «Se dice que ustedes, como nación, se comen a la gente y matan a sus propios hijos.
14 Pero ya no volverán a devorarse a la gente, ni a matar a tus propios hijos. Palabra de Dios el Señor.
15 «Nunca más permitiré que oigas los insultos de las naciones, ni que vuelvas a soportar las ofensas de otros pueblos, ni que les quites la vida a tus propios hijos». Palabra de Dios el Señor.
16 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
17 «Hijo de hombre, mientras el pueblo de Israel habitaba en su tierra, la contaminó con sus hechos y su modo de proceder. A mis ojos, su manera de actuar fue tan repugnante como si estuvieran menstruando.
18 Por la sangre que derramaron, descargué mi enojo sobre ellos, pues con sus ídolos contaminaron la tierra.
19 Por eso los dispersé por todas las naciones y por todos los países, pues los juzgué como lo merecían sus acciones y su conducta.
20 Cuando llegaron a las naciones a las que fueron llevados, profanaron mi santo nombre, pues de ellos se decía que eran el pueblo del Señor, y que de la tierra del Señor habían salido.
21 Y me ha dolido ver que mi santo nombre ha sido profanado por el pueblo de Israel entre las naciones a las que fueron llevados.
22 «Por eso, dile al pueblo de Israel que yo, su Señor y Dios he dicho: «Pueblo de Israel, no lo hago por ustedes, sino por causa de mi santo nombre, el cual ustedes profanaron entre las naciones a las que fueron llevados.
23 Pero yo santificaré la grandeza de mi nombre, el cual ustedes profanaron entre las naciones. Y cuando delante de sus ojos yo sea santificado en medio de ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Palabra de Dios el Señor.
24 «Yo los recogeré de todas las naciones y países, y los traeré de vuelta a su tierra.
25 Esparciré agua limpia sobre ustedes, y ustedes quedarán limpios de todas sus impurezas, pues los limpiaré de todos sus ídolos.
26 Les daré un corazón nuevo, y pondré en ustedes un espíritu nuevo; les quitaré el corazón de piedra que ahora tienen, y les daré un corazón sensible.
27 Pondré en ustedes mi espíritu, y haré que cumplan mis estatutos, y que obedezcan y pongan en práctica mis preceptos.
28 Y ustedes habitarán en la tierra que les di a sus padres, y serán mi pueblo, y yo seré su Dios.
29 Yo los limpiaré de todas sus impurezas, y haré que venga el trigo, y lo multiplicaré para que no pasen hambre.
30 Multiplicaré también el fruto de los árboles, y el fruto de los campos, para que nunca más vuelvan a sufrir el oprobio de pasar hambre entre las naciones.
31 Y ustedes se acordarán de su mal proceder y de sus malas acciones, y se avergonzarán de ustedes mismos y de las iniquidades y de los actos repugnantes que cometieron.
32 Sépanse bien, pueblo de Israel, que no lo hago por ustedes, así que deben avergonzarse y sentirse mal por las iniquidades que han cometido»». Palabra de Dios el Señor.
33 Así ha dicho Dios el Señor: «El día que yo los limpie de todas sus iniquidades, haré también que las ciudades vuelvan a ser habitadas, y que las ruinas sean reconstruidas.
34 La tierra asolada volverá a ser cultivada, en vez de permanecer asolada a la vista de todos los que pasan.
35 «Entonces se dirá: «Esta tierra, que alguna vez fue asolada, ha llegado a ser como el huerto de Edén. Estas ciudades, que habían quedado desiertas y asoladas y en ruinas, ahora están fortificadas y habitadas».
36 Entonces las naciones que hayan quedado a su alrededor sabrán que yo reconstruí lo que fue derribado y planté lo que estaba desolado. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré».
37 Así ha dicho Dios el Señor: «Todavía el pueblo de Israel habrá de pedirme que los multiplique, de la manera que se multiplican los rebaños.
38 Y las ciudades ahora desiertas se llenarán de gente, como se llena Jerusalén con los rebaños de ovejas consagradas en sus fiestas solemnes. Así sabrán que yo soy el Señor».
El valle de los huesos secos
37
1 La mano del Señor vino y se posó sobre mí, y en el espíritu del Señor me llevó hasta un valle que estaba lleno de huesos, y me puso en medio de ese valle.
2 Luego me hizo dar de vueltas y pasar cerca de los huesos, los cuales eran muchísimos y bastante secos, y estaban a flor de tierra.
3 Y el Señor me preguntó: «Hijo de hombre, ¿cobrarán vida estos huesos?». Yo le contesté: «Señor y Dios, tú lo sabes».
4 Entonces el Señor me dijo: «Profetiza sobre estos huesos, y diles: «Huesos secos, oigan la palabra del Señor.
5 Esto es lo que Dios el Señor les dice: “Huesos, voy a hacer que entre en ustedes el espíritu, y ustedes volverán a vivir.”
6 Voy a poner tendones en ustedes, y volveré a cubrirlos de carne y de piel; pondré también el espíritu en ustedes, y volverán a vivir». Así sabrán que yo soy el Señor».
7 Yo profeticé, tal y como se me ordenó, y mientras yo profetizaba hubo un ruido y un temblor, y los huesos se juntaron el uno con el otro.
8 Me fijé, y vi que ya tenían tendones, y que se cubrían de carne, y que se iban revistiendo de piel. Pero aún no había en ellos espíritu.
9 Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, profetiza al espíritu. Háblale y dile que así ha dicho Dios el Señor: «Espíritu, ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos huesos muertos, para que cobren vida».».
10 Yo profeticé, tal y como se me ordenó, y el espíritu entró en ellos y cobraron vida, y se pusieron de pie. Eran un ejército bastante numeroso.
11 Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, todos estos huesos son el pueblo de Israel. Ellos dicen: «Nuestros huesos se han secado; ha muerto nuestra esperanza; ¡hemos sido destruidos por completo!».
12 Por eso, profetiza y diles que yo, su Señor y Dios, he dicho: «Pueblo mío, voy a abrir los sepulcros de ustedes; voy a levantarlos de sus sepulturas para traerlos de nuevo a la tierra de Israel.
13 Y cuando yo abra sus sepulcros y los saque de sus sepulturas, ustedes, pueblo mío, sabrán que yo soy el Señor.
14 Entonces pondré mi espíritu en ustedes, y volverán a vivir». Sí, yo los haré reposar en su tierra, y así sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí». (Palabra del Señor).
Judá e Israel volverán a unirse
15 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
16 «Hijo de hombre, toma la rama de un árbol y escribe en ella: «De Judá y de sus compañeros, los hijos de Israel». Toma luego otra rama, y escribe en ella: «De José, que es Efraín, y de sus compañeros, el pueblo de Israel».
17 Junta luego las dos ramas, de tal manera que en tu mano formen una sola rama.
18 Y cuando los hijos de tu pueblo te pregunten: «¿No vas a decirnos qué es lo que te propones con esto?»,
19 les dirás que yo, su Señor y Dios, he dicho: «Fíjense bien: he tomado la rama que está en la mano de Efraín, y que representa a José y a sus compañeros, las tribus de Israel, y voy a juntarla con la rama que representa a Judá, para que en mi mano formen una sola rama».
20 Las ramas sobre las cuales escribiste los nombres, las sostendrás en tu mano para que puedan verlas,
21 y entonces les dirás que yo, su Señor y Dios, he dicho: «Fíjense bien: voy a sacar a los hijos de Israel de las naciones a las que fueron llevados; voy a recogerlos de todas partes, y los traeré a su tierra.
22 Allí, en su tierra, y en los montes de Israel, haré de ellos una nación, y tendrán un solo rey, y nunca más serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos.
23 Tampoco volverán a contaminarse con sus ídolos, ni con sus hechos repugnantes ni con ninguna de sus rebeliones. Voy a librarlos y a limpiarlos de todas las rebeliones con las cuales pecaron, y ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios».
24 «Mi siervo David reinará sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor. Andarán en mis preceptos, y obedecerán y practicarán mis estatutos.
25 Habitarán en la tierra que le di a mi siervo Jacob, y en la cual habitaron sus padres. Allí habitarán para siempre ellos, y sus hijos y los hijos de sus hijos, y para siempre mi siervo David será su príncipe.
26 Yo haré con ellos un pacto perpetuo de paz; haré que se establezcan y se multipliquen, y para siempre pondré mi santuario entre ellos.
27 Allí, en medio de ellos, estará mi tabernáculo, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
28 Y cuando mi santuario esté para siempre en medio de ellos, las naciones sabrán que yo, el Señor, santifico a Israel».
Profecía contra Gog
38
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, dirige ahora la mirada hacia Gog de Magog, príncipe soberano de la tierra de Mesec y Tubal, y profetiza contra él.
3 Dile que así ha dicho Dios el Señor: »Escucha, Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal: Yo estoy contra ti.
4 Voy a quebrantarte; voy a ponerte garfios en las quijadas, para echarte fuera de tu país junto con todo tu ejército, y con tus caballos y jinetes, que están bien armados con infinidad de espadas, paveses y escudos.
5 Contigo están Persia, Cus y Fut, y todos ellos cuentan con escudos y yelmos;
6 contigo están Gomer y todas sus tropas, y la gente de Togarmá, que habita en los confines del norte, y todas sus tropas, y muchos otros pueblos.
7 «Prepárate y apertréchate, tú y todo el ejército que se ha reunido contigo, y manténte alerta.
8 Dentro de algunos años vendré a visitarte para que vayas a la tierra que recogí de entre muchos pueblos. A sus habitantes los saqué de esas naciones, y los libré de la espada. Ahora habitan en los montes de Israel, que siempre estuvieron en ruinas, y todos ellos viven despreocupados.
9 Pero tú invadirás esa tierra. Tú y todas tus tropas, y todos los ejércitos que te acompañan vendrán sobre ella como una tempestad, ¡la cubrirán como una nube!».
10 Así ha dicho Dios el Señor: «Cuando llegue el día, te vendrán a la mente ideas y pensamientos malvados,
11 y dirás: «Voy a invadir un país indefenso. Voy a atacar a gente tranquila, que vive despreocupada. Todos ellos habitan en ciudades sin murallas, ni puertas ni cerrojos».
12 Y los despojarás de todo y tomarás botín entre ellos, y pondrás tus manos sobre tierras antes desiertas y ahora pobladas, y sobre el pueblo que recogí de entre las naciones, y que ahora tiene ganado y posesiones, y habita en el corazón de la tierra.
13 Sabá y Dedán, y los mercaderes de Tarsis y todos sus príncipes, te dirán: «¿Has venido a despojarnos de lo nuestro? ¿Has reunido a tu ejército para tomar botín y quitarnos nuestra plata y oro, y ganados y posesiones, y despojarnos de todo?».
14 «Por lo tanto, hijo de hombre, profetiza y dile a Gog que así ha dicho Dios el Señor: «Cuando llegue el día en que mi pueblo Israel viva tranquilo, seguramente tú lo sabrás.
15 Entonces vendrás de tu país, de las regiones del norte, y contigo vendrán grandes y poderosos ejércitos, todos ellos a caballo,
16 y atacarás a mi pueblo Israel y cubrirás la tierra como un nubarrón. Cuando llegue el momento, permitiré que ataques a mi tierra, para que las naciones me conozcan. Entonces, Gog, seré santificado en ti delante de sus ojos».».
17 Así ha dicho Dios el Señor: «¿Acaso no eres tú de quien yo hablaba en tiempos pasados por medio de mis siervos, los profetas de Israel? En aquellos tiempos ellos profetizaron que yo habría de hacer que vinieras y atacaras a mi pueblo:
18 «Cuando llegue el día en que Gog venga y ataque a la tierra de Israel, se encenderán mi ira y mi furor». Palabra de Dios el Señor.
19 «Sí, lo dije en el momento en que ardían mi ira y mi furor. Y dije que ese día habría un gran temblor de tierra en Israel;
20 que ante mí temblarían los peces del mar, las aves del cielo, las bestias salvajes y toda clase de reptiles, lo mismo que todo el género humano sobre la faz de la tierra. También dije que los montes y las colinas se desmoronarían, y que todas las murallas se vendrían abajo,
21 y que en todos mis montes convocaría a entrar en combate, y que unos y otros se matarían a filo de espada. Palabra de Dios el Señor.
22 «Así es, Gog: Yo te castigaré con peste y sangre. Sobre ti y sobre tus tropas, y sobre los numerosos ejércitos que están contigo, dejaré caer una lluvia impetuosa, y piedras de granizo, fuego y azufre.
23 Así seré engrandecido, santificado y reconocido a los ojos de muchas naciones, y así sabrán que yo soy el Señor.
39
1 «Tú, hijo de hombre, profetiza contra Gog y dile que así ha dicho Dios el Señor: «Escucha, Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal: Yo estoy contra ti.
2 Voy a quebrantarte. Voy a hacerte venir del norte para que ataques a los montes de Israel,
3 pero allí te arrancaré el arco que llevas en la mano izquierda, y te quitaré las flechas que llevas en la mano derecha,
4 y tú y todas tus tropas, y los ejércitos que están contigo caerán sobre los montes de Israel. ¡Voy a entregarte a las aves de rapiña de toda especie, y a las fieras salvajes, para que te devoren!
5 Y quedarás tendido en el campo, porque yo lo he dicho. Palabra de Dios el Señor.
6 «Yo dejaré caer fuego sobre Magog y sobre los tranquilos habitantes de las costas. Así sabrán que yo soy el Señor.
7 «Yo daré a conocer mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, y nunca más permitiré que mi santo nombre sea profanado. Así sabrán las naciones que yo soy el Señor, el Santo de Israel.
8 Ya viene el día del cual he hablado. Ese día se cumplirá. Palabra de Dios el Señor.
9 «Los habitantes de las ciudades de Israel saldrán y les prenderán fuego a las armas: escudos, paveses, arcos y flechas, lanzas y dardos de mano arderán en el fuego durante siete años.
10 No tendrán que cortar ni acarrear leña del bosque, sino que echarán las armas al fuego, y despojarán y robarán a quienes antes les robaron y despojaron de todo. Palabra de Dios el Señor.
11 «Cuando llegue el día, abriré en Israel un sepulcro para Gog, y lo sepultaré allí, al oriente del mar, en el Valle de los Viajeros. Como esto les cerrará el paso a los que pasen por allí, lo llamarán Valle de Gamón Gog,[d] porque allí enterrarán a Gog y a todo su ejército.
12 Para limpiar la tierra, el pueblo de Israel tardará siete meses para enterrarlos.
13 Todo el pueblo de la tierra participará en ese entierro, y ese día yo seré glorificado, y para ellos será un día memorable. Palabra de Dios el Señor.
14 «Al cabo de siete meses se hará un reconocimiento. Se contratará gente que recorra el país para enterrar a los que aún queden tendidos en el suelo, y así limpiar la tierra.
15 Cuando en su recorrido esa gente vea los huesos de algún cadáver, pondrá a su lado una señal, la cual permanecerá allí, hasta que los sepultureros los entierren en el Valle de Gamón Gog.
16 Así se limpiará la tierra, y la ciudad se llamará también Hamona».»[e]
17 Así ha dicho Dios el Señor: «Hijo de hombre, diles a las aves de toda especie, y a todas las fieras salvajes, que se junten de todas partes y vengan acá, a participar del gran sacrificio que voy a ofrecerles sobre los montes de Israel. Van a comer carne y a beber sangre.
18 Comerán la carne de guerreros, y beberán la sangre de príncipes de la tierra, y de carneros, corderos, machos cabríos, bueyes y toros, todos ellos engordados en Basán.
19 Comerán grasa hasta quedar hastiados, y beberán hasta embriagarse la sangre de las víctimas que sacrifiqué para ellos.
20 En ese banquete que les ofreceré se saciarán de caballos y de aguerridos jinetes, y de toda clase de hombres de guerra. Palabra de Dios el Señor.
21 «Pondré mi gloria entre las naciones, y todas las naciones me verán sentenciarlos y darles su merecido.
22 A partir de ese día, el pueblo de Israel sabrá que yo soy el Señor su Dios.
23 También sabrán las naciones que el pueblo de Israel fue llevado al cautiverio por causa de su pecado, pues yo les di la espalda y los entregué en manos de sus enemigos, y todos cayeron a filo de espada, porque se rebelaron contra mí.
24 Yo les di la espalda y los traté conforme a su inmundicia y conforme a sus rebeliones».
25 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor: «Ahora voy a cambiar la suerte de Jacob. Voy a tener misericordia de todo el pueblo de Israel, y a mostrarme celoso de mi santo nombre.
26 Cuando ya vivan tranquilos en su tierra y no haya quien los espante, sentirán vergüenza por todas sus rebeliones y por haber pecado contra mí.
27 Cuando yo los reúna y los haga salir de entre los pueblos de sus enemigos, y sea yo santificado en ellos a la vista de muchas naciones,
28 y cuando después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones los reúna en su tierra, sin dejar allá a ninguno de ellos, sabrán que yo soy el Señor su Dios.
29 No volveré a darles la espalda, porque habré derramado mi espíritu sobre el pueblo de Israel». Palabra de Dios el Señor.
La visión del templo
40
1 Comenzaba el año veinticinco de nuestro cautiverio cuando la mano del Señor se posó sobre mí y me llevó a la ciudad de Jerusalén. Era el día diez del primer mes, y habían pasado catorce años desde que la ciudad había sido conquistada. Ese mismo día
2 Dios me llevó en visiones a la tierra de Israel y me puso sobre un monte muy alto. En la parte sur del monte había un edificio que parecía una gran ciudad.
3 Al dejarme allí, vi que en la puerta estaba un hombre que parecía de bronce, y que en su mano tenía un cordel de lino y una caña de medir.
4 Ese hombre me habló, y me dijo: «Hijo de hombre, abre bien los ojos y los oídos, y presta mucha atención a todo lo que voy a mostrarte, porque para eso has sido traído aquí: para que yo te muestre todo esto y le cuentes al pueblo de Israel todo lo que veas».
5 Aquel edificio tenía una muralla por fuera. La caña de medir que ese hombre tenía en la mano medía tres metros, y el hombre midió la muralla, y medía tres metros de espesor y tres metros de altura.
6 Luego se dirigió hacia la puerta que da hacia el oriente y escaló sus gradas, y midió los dos postes de la puerta, y ambos medían tres metros de ancho.
7 Cada cámara medía tres metros de largo y tres metros de ancho, y entre las cámaras había un espacio de dos metros y medio; y por dentro cada poste de la puerta junto a la entrada medía tres metros.
8 Midió también por dentro la entrada de la puerta, y medía tres metros;
9 la entrada del portal medía cuatro metros, y sus postes medían un metro. La puerta del portal estaba en el lado interno.
10 En cada costado de la puerta oriental había tres cámaras, las cuales eran de una misma medida, lo mismo que los portales en cada costado.
11 Midió la entrada de la puerta, y ésta medía cinco metros de ancho; el portal medía seis metros y medio de largo.
12 Delante de las cámaras había un espacio de medio metro en cada lado, y las cámaras eran cuadradas y medían tres metros por lado.
13 Luego midió la puerta desde el techo de una cámara hasta el techo de la otra, y el ancho de puerta a puerta era de doce y medio metros.
14 Midió también los postes del atrio y del portal que lo rodeaba, y cada poste medía treinta metros.
15 Desde el frente de la puerta de la entrada hasta el frente de la entrada de la puerta interior había veinticinco metros.
16 Por dentro las cámaras tenían unas ventanas estrechas, lo mismo que los portales y los corredores y alrededor de la puerta; esas ventanas daban a su interior. En cada poste había palmeras.
17 Ese hombre me llevó al atrio exterior, el cual tenía cámaras y estaba totalmente enlosado. Alrededor de aquel atrio había treinta cámaras.
18 El enlosado a los lados de las puertas era el más bajo, y era proporcional a la longitud de los portales.
19 Allí el hombre midió la distancia que había desde el frente de la puerta de abajo hasta el frente del atrio interior por fuera, y ésta medía cincuenta metros hacia el oriente y hacia el norte.
20 Luego midió el largo y el ancho de la puerta que estaba en el atrio exterior, hacia el norte.
21 Había tres cámaras de un lado y tres del otro, y sus postes y sus arcos medían lo mismo que la primera puerta, es decir, veinticinco metros de largo por doce y medio metros de ancho.
22 Sus ventanas, arcos y palmeras medían lo mismo que la puerta que daba hacia el oriente, y delante de ellas estaban sus arcos. A la puerta se subía por siete gradas.
23 La puerta del atrio interior estaba frente a la puerta que daba hacia el norte, lo mismo que hacia el oriente. El hombre midió la distancia de puerta a puerta, y ésta era de cincuenta metros.
24 El hombre me llevó después hacia el sur, y allí había una puerta que daba al sur. Midió sus portales y sus arcos siguiendo estas medidas,
25 y las ventanas y los arcos alrededor medían lo mismo que las otras ventanas, es decir, veinticinco metros de largo por doce y medio metros de ancho.
26 Sus gradas eran de siete peldaños, con sus arcos delante de ellas; y tenían palmeras, una de un lado, y otra del otro lado, en sus postes.
27 Había también una puerta hacia el sur del atrio interior; y de puerta a puerta hacia el sur midió cincuenta metros.
28 Me llevó después en el atrio de adentro a la puerta del sur, y midió la puerta del sur conforme a estas medidas.
29 Sus cámaras, sus postes y sus arcos seguían estas medidas, y las ventanas y arcos alrededor tenían veinticinco metros de largo por doce y medio metros de ancho.
30 Los arcos alrededor medían doce y medio metros de largo y dos y medio metros de ancho.
31 Sus arcos daban hacia fuera del atrio, y tenían palmeras en sus postes, y sus gradas eran de ocho peldaños.
32 El hombre me llevó al atrio interior, que daba hacia el oriente, y midió la puerta siguiendo estas medidas.
33 Sus cámaras, postes y arcos seguían estas medidas, y tenían ventanas y arcos alrededor, y medían veinticinco metros de largo por doce y medio metros de ancho.
34 Sus arcos daban hacia fuera del atrio, y tenían palmeras en ambos lados de sus postes, y sus gradas eran de ocho peldaños.
35 El hombre me llevó luego a la puerta del norte, y midió siguiendo estas medidas.
36 Sus cámaras, postes, arcos y ventanas alrededor medían veinticinco metros de largo por doce y medio metros de ancho.
37 Sus postes daban hacia fuera del atrio, y tenían palmeras en ambos lados de sus postes, y sus gradas eran de ocho peldaños.
38 Allí había una cámara en la que se lavaba el holocausto, la cual tenía una puerta con postes de portales.
39 En la entrada de la puerta había dos mesas de cada lado, en las que se degollaban los animales para el holocausto, la expiación y el sacrificio por el pecado.
40 A un lado de la entrada de la puerta del norte, por fuera de las gradas, había dos mesas, y otras dos al otro lado de la entrada de la puerta.
41 Junto a la puerta había cuatro mesas a un lado, y cuatro mesas al otro lado, es decir, ocho mesas para degollar sobre ellas a los animales que se ofrecían.
42 Las cuatro mesas para el holocausto eran de piedra labrada, y medían setenta y cinco centímetros de largo por setenta y cinco centímetros de ancho, y cincuenta centímetros de alto. Sobre ellas se ponían los utensilios para degollar a los animales para el holocausto y el sacrificio.
43 Adentro había ganchos dispuestos en derredor, los cuales medían siete centímetros, y sobre las mesas se ponía la carne de los animales sacrificados.
44 Afuera de la puerta interior, en el atrio interior que estaba a un costado de la puerta del norte, estaban las cámaras de los cantores, las cuales daban hacia el sur; una estaba a un lado de la puerta del oriente que daba hacia el norte.
45 Y el hombre me dijo: «Esta cámara, que da hacia el sur, es de los sacerdotes que tienen a su cargo el cuidado del templo.
46 La cámara que da hacia el norte es de los sacerdotes encargados de cuidar del altar, y que son los hijos de Sadoc, los cuales se eligen de entre los hijos de Leví para servir al Señor».
47 Luego el hombre midió el atrio, y éste medía cincuenta metros de largo por cincuenta metros de ancho; es decir, era cuadrado; y el altar estaba delante del edificio.
48 El hombre me llevó al pórtico del templo, y midió los postes del pórtico, y cada uno medía dos metros y medio por lado. El ancho de la puerta era de un metro y medio por lado.
49 El pórtico medía diez metros de largo y cinco y medio metros de ancho, y se subía a él por gradas. Junto a los postes había columnas en ambos lados.
41
1 El hombre me introdujo en el templo, y midió los postes, los cuales medían seis codos de un lado y seis codos del otro, que era el ancho del tabernáculo.
2 La puerta medía diez codos de ancho, y los costados de la puerta medían cinco codos de un lado y cinco codos del otro. Luego midió su longitud, que era de cuarenta codos, y su anchura era de veinte codos.
3 Pasó entonces al interior y midió cada poste de la puerta, y medían dos codos; la puerta medía seis codos, y la entrada medía siete codos de ancho.
4 Luego midió el frente del edificio, y medía veinte codos de largo y veinte codos de ancho. Entonces me dijo: «Éste es el lugar santísimo».
5 Después midió la muralla del templo, y tenía seis codos de ancho, y las cámaras alrededor del templo medían cuatro codos de ancho.
6 Las cámaras laterales estaban sobrepuestas, y había treinta cámaras en cada uno de los tres pisos. En la pared alrededor del templo había modillones, sobre los que descansaban las cámaras, para que no descansaran sobre la pared del templo.
7 En su parte superior las cámaras eran más anchas; la escalera de caracol del templo iba ascendiendo por dentro del templo, de modo que en la parte alta el templo era más ancho. Del piso inferior se podía ascender al piso de en medio, y de éste al superior.
8 Yo miré la altura alrededor del templo, y los cimientos de las cámaras medían lo que una caña entera, es decir, tres metros de largo.
9 El ancho de la pared exterior de las cámaras medía lo mismo que el espacio interior de las cámaras del templo, es decir, dos y medio metros.
10 El espacio entre las cámaras que rodeaban el templo era de diez metros.
11 La puerta de cada cámara salía al espacio libre, una puerta hacia el norte y otra puerta hacia el sur, y el espacio que quedaba alrededor era de dos y medio metros de ancho.
12 El edificio que daba al occidente, delante del espacio abierto, medía treinta y cinco metros, y la pared que rodeaba el edificio tenía dos y medio metros de espesor y medía cuarenta y cinco metros de largo.
13 Luego el hombre midió el templo, y tenía cincuenta metros de largo, y el espacio abierto y el edificio y sus paredes medían también cincuenta metros de largo.
14 El frente del templo, y el espacio abierto que daba hacia el oriente, medía cincuenta metros de ancho.
15 El hombre midió la longitud del edificio que estaba frente al espacio abierto que había detrás de él, lo mismo que las cámaras de uno y otro lado, y el templo interior y los portales del atrio, y medían cincuenta metros.
16 Los umbrales, las ventanas estrechas, y las cámaras alrededor de los tres pisos estaban totalmente recubiertos de madera.
17 El hombre tomó medidas por encima de la puerta, y hasta el recinto interior, y también por dentro y por fuera y alrededor de toda la pared.
18 Ésta tenía labrados querubines, y entre querubín y querubín había una palmera, y cada querubín tenía dos rostros;
19 hacia la palmera de un lado el rostro era el de un hombre, y hacia la palmera del otro lado el rostro era el de un león. Esto era así alrededor de todo el templo.
20 Desde el suelo hasta la parte superior de la puerta, y por toda la pared del templo, había querubines labrados y palmeras.
21 Cada poste del templo era cuadrado, y el frente del santuario era semejante al del otro frente.
22 El altar de madera medía un metro y medio de alto y un metro de largo, y sus esquinas, su superficie y sus paredes eran de madera. Entonces el hombre me dijo: «Ésta es la mesa que está delante del Señor».
23 El templo y el santuario tenían dos puertas.
24 En cada una de las puertas del templo había dos hojas que giraban.
25 Las puertas tenían querubines y palmeras labrados, semejantes a los que había en las paredes, y en la fachada del atrio, por la parte exterior, había un portal de madera.
26 En los costados del pórtico, a uno y otro lado, había ventanas estrechas y palmeras. Así eran las cámaras del templo y los umbrales.
42
1 El hombre me llevó luego al atrio exterior que daba hacia el norte, y me llevó a la cámara frente al espacio abierto que daba a la parte frontal del edificio, hacia el norte.
2 Por delante de la puerta del norte tenía cincuenta metros de largo por veinticinco metros de ancho.
3 Las cámaras estaban en tres pisos, las unas frente a las otras, delante de los diez metros que había en el atrio interior y del enlosado que había en el atrio exterior.
4 Frente a las cámaras había un corredor interior de cinco metros de ancho, con una vía de medio metro, cuyas puertas daban al norte.
5 Las cámaras más altas eran más estrechas porque las galerías les restaban más espacio que a las cámaras de la planta baja y de la planta intermedia del edificio.
6 Y es que estaban en tres pisos, y no tenían columnas como las columnas de los atrios; por tanto, en relación con el suelo eran más estrechas que las de la planta baja y las de la planta intermedia.
7 La muralla exterior frente a las cámaras, hacia el atrio exterior que daba al frente de las cámaras, tenía veinticinco metros de largo.
8 Las cámaras del atrio exterior tenían veinticinco metros de largo, y la fachada del templo medía cincuenta metros.
9 Debajo de las cámaras estaba la entrada del lado oriental, para entrar en ellas desde el atrio exterior.
10 El edificio tenía cámaras a todo lo largo de la muralla del atrio, por delante, hacia el oriente y frente al espacio abierto.
11 El corredor que había delante de ellas era semejante al corredor de las cámaras que daban hacia el norte, y su largo y su ancho medían lo mismo, y tenían las mismas salidas, las mismas puertas y las mismas entradas.
12 También las puertas de las cámaras que daban hacia el sur eran así, y al comienzo del corredor que había frente a la muralla del lado oriental había una puerta, para quien entraba en las cámaras.
13 El hombre me dijo: «Tanto las cámaras del norte como las cámaras del sur, que están frente al espacio abierto, son cámaras santas. En ellas los sacerdotes que se acercan al Señor comerán las santas ofrendas, y allí pondrán las ofrendas santas, la ofrenda, la expiación y el sacrifico por el pecado, porque el lugar es santo.
14 Cuando los sacerdotes entren, no saldrán del lugar santo al atrio exterior, sino que dejarán allí las vestiduras con que ministran, porque son santas, y se pondrán otros vestidos. Así se acercarán a lo que es del pueblo».
15 Luego que acabó de medir el interior del templo, me sacó por el camino de la puerta que daba al oriente, y midió todo en derredor.
16 Con la caña de medir midió el lado oriental, y éste midió mil quinientos metros;
17 midió el lado norte, y éste midió mil quinientos metros;
18 midió el lado sur, y éste midió mil quinientos metros;
19 luego rodeó el lado occidental, y éste midió mil quinientos metros.
20 Lo midió por los cuatro lados, y estaba rodeado de un muro de mil quinientos metros de largo por mil quinientos metros de ancho, el cual dejaba el santuario apartado del lugar profano.
La gloria del Señor llena el templo
43
1 El hombre me llevó luego a la puerta que da hacia el oriente,
2 y vi que la gloria del Dios de Israel venía del oriente. Podía escucharse un rumor como de muchas aguas, y por causa de su gloria la tierra resplandecía.
3 Lo que vi tenía el aspecto de una visión, como la que tuve cuando el Señor vino a destruir la ciudad, y como las que tuve junto al río Quebar. Entonces me incliné sobre mi rostro,
4 y la gloria del Señor penetró en el templo a través de la puerta que daba al oriente.
5 El espíritu me levantó y me llevó al atrio interior, y allí vi cómo la gloria del Señor llenaba el templo.
Leyes del templo
6 El hombre permanecía junto a mí, y entonces oí que desde el templo alguien me hablaba
7 y me decía: «Hijo de hombre, en este lugar tengo mi trono; en este lugar reposan las plantas de mis pies, y en este lugar habitaré para siempre entre los hijos de Israel. Nunca más el pueblo de Israel ni sus reyes volverán a profanar mi santo nombre con sus fornicaciones, ni con los cadáveres de sus reyes en sus lugares altos.
8 Porque ellos contaminaron mi santo nombre con las abominaciones que cometieron, pues pusieron su umbral junto a mi umbral, y su contrafuerte junto a mi contrafuerte, con sólo una pared entre ellos y yo. Por eso en mi furor los consumí.
9 Pero ahora arrojarán lejos de mí sus fornicaciones y los cadáveres de sus reyes, y yo habitaré en medio de ellos para siempre.
10 «Tú, hijo de hombre, muéstrale este templo al pueblo de Israel, y haz que midan su diseño, para que se avergüencen de sus pecados.
11 Si en realidad se avergüenzan de todo lo que han hecho, dales a conocer el diseño del templo y su disposición, y sus salidas y entradas, y todas sus formas, descripciones y configuraciones, y también todas sus leyes. Descríbeselo en detalle, para que respeten todas sus formas y todas sus reglas, y las pongan por obra.
12 Ésta es la ley del templo: La cumbre del monte, el recinto entero, y todos sus alrededores, será santísimo. Ésta es la ley del templo».
13 Las medidas del altar eran en codos, y el codo equivale a cincuenta centímetros. La base medía cincuenta centímetros de ancho, y el remate alrededor de su borde medía veinticinco centímetros. Éste era el zócalo del altar.
14 Partiendo del suelo, desde la base hasta el lugar de abajo, medía un metro, y el ancho era de cincuenta centímetros; desde la cornisa menor hasta la cornisa mayor medía dos metros con cincuenta centímetros de ancho.
15 El altar medía dos metros, y encima del altar había cuatro cuernos.
16 Por sus cuatro costados, el altar medía seis metros de largo por seis metros de ancho, pues era cuadrado.
17 Por sus cuatro costados, el descanso medía siete metros de largo por siete metros de ancho, y el derredor del borde era de veinticinco centímetros; la base medía cincuenta centímetros por lado, y sus gradas miraban al oriente.
18 Aquel hombre me dijo: «Hijo de hombre, así ha dicho Dios el Señor: «Para el día en que el altar sea hecho, éstas son las ordenanzas para ofrecer holocausto sobre él, y para esparcir sobre él sangre.
19 A los sacerdotes levitas que son del linaje de Sadoc y que se acercan a mí para ministrar ante mí, les darás un becerro de la vacada para que lo ofrezcan como ofrenda de expiación. Palabra de Dios el Señor.
20 «Luego tomarás un poco de su sangre y la pondrás en los cuatro cuernos del altar, en las cuatro esquinas del descanso, y alrededor del borde; así lo limpiarás y purificarás.
21 Después tomarás el becerro que se ofrece por la expiación, y lo quemarás fuera del santuario, conforme a la ley del templo.
22 Al segundo día ofrecerás un macho cabrío sin defecto, como ofrenda de expiación, y purificarán el altar como lo purificaron con el becerro.
23 Cuando acabes de hacer la expiación, ofrecerás de la vacada un becerro sin defecto, y de la manada un carnero sin tacha.
24 Los ofrecerás delante del Señor, y los sacerdotes les echarán sal y los ofrecerán al Señor en holocausto.
25 Durante siete días sacrificarán cada día un macho cabrío en expiación, y sacrificarán también el becerro de la vacada y un carnero sin tacha del rebaño.
26 Durante siete días harán expiación por el altar, y así lo limpiarán y lo consagrarán.
27 Al cabo de estos días, es decir, del octavo día en adelante, los sacerdotes sacrificarán sobre el altar sus holocaustos y sus ofrendas de paz. Entonces me serán aceptables»». Palabra de Dios el Señor.
44
1 El hombre me hizo volver hacia la puerta exterior del santuario, la cual da hacia el oriente, y estaba cerrada.
2 Entonces el Señor me dijo: «Esta puerta permanecerá cerrada. No se abrirá, ni entrará nadie por ella, porque por ella entró el Señor y Dios de Israel; así que permanecerá cerrada.
3 En cuanto al príncipe, él podrá sentarse allí para comer pan delante del Señor, porque es el príncipe; pero deberá entrar por el vestíbulo de la puerta, y por allí también saldrá».
4 Luego me llevó hacia la puerta del norte, que estaba frente al templo. Yo miré, y vi que la gloria del Señor había llenado su templo, así que me incliné sobre mi rostro.
5 Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, pon atención y abre bien los ojos; presta oído a todo lo que te digo tocante a todas las ordenanzas y leyes del templo del Señor; presta atención a todas las entradas y salidas del templo,
6 y dile a Israel, a ese pueblo rebelde, que yo, su Señor y Dios, he dicho: «¡Basta, pueblo de Israel, de todas tus abominaciones!
7 ¡Basta de traerme extranjeros, gente incircuncisa en su corazón y en su cuerpo, para contaminar con su presencia mi santuario y mi templo! ¡Basta de ofrecer mi pan, y la grasa y la sangre, y de invalidar mi pacto con todas tus abominaciones!».
8 Pues Israel no ha respetado lo establecido acerca de mis cosas santas, sino que han puesto a extranjeros como guardianes de las ordenanzas en mi santuario».
9 Así ha dicho Dios el Señor: «No entrará en mi santuario ningún extranjero que viva entre los hijos de Israel, ni tampoco ninguno de sus hijos, ni nadie que sea incircunciso en el corazón y en su cuerpo.
10 Los levitas que se apartaron de mí cuando Israel se alejó de mí y se fue tras sus ídolos, cargarán con su iniquidad
11 y servirán en mi santuario como porteros y sirvientes del templo. Ellos se encargarán de matar los animales que el pueblo ofrece para el holocausto, y estarán al servicio del pueblo,
12 tal y como le sirvieron delante de sus ídolos. Ellos fueron los que con su maldad hicieron tropezar al pueblo de Israel; por eso he levantado mi mano y he jurado que ellos cargarán con su iniquidad. Palabra de Dios el Señor.
13 «Ninguno de ellos se acercará a mí para servirme como sacerdote, ni se acercará a ninguna de mis cosas santas y santísimas, sino que cargarán con su vergüenza por las abominaciones que cometieron.
14 Yo los pondré a cargo de la custodia del templo y para todo el servicio que haya de hacerse en él.
15 «Los que se acercarán a mí para servirme serán los sacerdotes levitas hijos de Sadoc, pues ellos respetaron el ordenamiento del santuario cuando los hijos de Israel se apartaron de mí. Ellos podrán presentarse ante mí para ofrecerme la grasa y la sangre. Palabra de Dios el Señor.
16 «Sólo ellos podrán entrar en mi santuario y acercarse a mi mesa para servirme, pero deberán respetar mis ordenanzas.
17 Cuando entren por las puertas del atrio interior, se pondrán vestiduras de lino. Y cuando ministren en las puertas del atrio interior y dentro del templo, no deberán ponerse nada de lana.
18 Se cubrirán la cabeza con turbantes de lino, y el cuerpo con calzoncillos de lino. No deben vestirse con nada que los haga sudar.
19 Cuando salgan al atrio exterior para hablar con el pueblo, se quitarán las vestiduras con que hayan ministrado y las dejarán en las cámaras del santuario, y se pondrán otros vestidos para no santificar al pueblo con sus vestiduras.
20 No se raparán la cabeza ni se dejarán crecer el cabello; sólo se lo recortarán.
21 Y cuando algún sacerdote deba entrar en el atrio interior, ninguno de ellos deberá beber vino.
22 Tampoco tomarán por esposa a una viuda ni a una mujer repudiada, sino que tomará por esposa a una doncella del linaje del pueblo de Israel, o a la viuda de algún sacerdote.
23 «Los sacerdotes deberán enseñar a mi pueblo a distinguir entre lo santo y lo profano, y a discernir entre lo limpio y lo no limpio.
24 En caso de pleito, su papel será el de jueces, y lo harán en conformidad con mis juicios. Además, cumplirán con mis leyes y mis decretos para todas mis fiestas solemnes, y santificarán mis días de reposo.
25 No se acercarán a ningún cadáver, para no contaminarse. Sólo podrán contaminarse si el cadáver es el de su padre o el de su madre, o el de algún hijo suyo, o hija, o hermano, o hermana que no se haya casado nunca.
26 Después de que haya sido purificado, se contarán siete días,
27 y el día que entre al atrio interior para ministrar en el santuario, ofrecerá su expiación. Palabra de Dios el Señor.
28 «Los sacerdotes no podrán tener en Israel ninguna propiedad. Su propiedad soy yo.
29 Comerán de la ofrenda y de la expiación y del sacrificio por el pecado. Suyo será todo lo que se consagre en Israel.
30 De los sacerdotes serán los primeros frutos de todo, y todo lo que se presente de todas las ofrendas. De igual manera, se darán a los sacerdotes las primicias de todas sus harinas. Así la bendición se posará en sus casas.
31 Y no comerán los sacerdotes la carne de aves o animales que hayan sido matados o desgarrados.
45
1 «Cuando ustedes hagan el sorteo para dar a cada uno su propia tierra, deberán apartar para el Señor una parcela de doce y medio kilómetros[f] de largo por cinco kilómetros de ancho. En la tierra de ustedes, esta parcela y sus contornos serán santificados y consagrados al Señor.
2 De esta parcela se apartará un terreno cuadrado, de doscientos cincuenta metros por lado, con una franja en su derredor de veinticinco metros, para sus ejidos. Ese terreno será para el santuario.
3 También se medirá un terreno de doce y medio kilómetros de largo por cinco de ancho, y en esta área estarán el santuario y el lugar santísimo.
4 La parte consagrada de este terreno será para los sacerdotes, es decir, los ministros del santuario que se acercan para servir al Señor, y servirá para sus casas y como recinto sagrado para el santuario.
5 Así mismo, se les dará en propiedad a los levitas, ministros del templo, un terreno de doce y medio kilómetros de largo por cinco de ancho, con veinte cámaras.
6 «Para la ciudad apartarán un terreno de doce y medio kilómetros de largo por dos y medio kilómetros de ancho, además del terreno apartado para el santuario, Éste será propiedad de todo el pueblo de Israel.
7 «La porción correspondiente al príncipe estará a uno y otro lado del terreno apartado para el santuario, y junto a la propiedad de la ciudad, frente a lo que se apartó para el santuario y frente a la propiedad de la ciudad, y su longitud se extenderá desde el extremo occidental hasta el extremo oriental.
8 Esta tierra será su posesión en Israel, para que nunca más mis príncipes opriman a mi pueblo Israel, sino que le den sus tierras según el número de sus tribus».
9 Así ha dicho Dios el Señor: «¡Basta ya, príncipes de Israel! ¡Déjense ya de violencia y de rapiña! ¡Practiquen el derecho y la justicia, y dejen ya de oprimir a mi pueblo! Palabra de Dios el Señor.
10 «Usen balanzas y medidas justas para los líquidos y los áridos.
11 Tanto el bato para los líquidos como el efa para los áridos serán equivalentes a la décima parte del homer de doscientos litros; es decir, serán equivalentes a veinte litros.
12 El siclo será de diez gramos, y sesenta siclos serán una mina.
13 «Como ofrenda deben ofrecer la sexagésima parte de sus cosechas de trigo y de cebada.
14 Además, del aceite se les ordena ofrecer veinte litros, es decir, la décima parte de la medida oficial, que es el homer.
15 Para sacrificio, para holocausto, para ofrendas de paz y para la expiación por ellos, una cordera engordada de un rebaño de doscientas corderas de Israel. Palabra de Dios el Señor.
16 «Todo el pueblo en el país estará obligado a dar esta ofrenda para el príncipe de Israel,
17 pero al príncipe le corresponderá contribuir con el holocausto, el sacrificio y la libación en las fiestas solemnes, en las lunas nuevas, en los días de reposo y en todas las fiestas del pueblo de Israel. El príncipe dispondrá la expiación, la ofrenda, el holocausto y las ofrendas de paz, para hacer expiación por el pueblo de Israel».
18 Así ha dicho Dios el Señor: «El día primero del mes primero tomarás de la vacada un becerro sin defecto, y purificarás el santuario.
19 El sacerdote tomará un poco de la sangre de la expiación y la pondrá sobre los postes del templo, sobre los cuatro ángulos del descanso del altar, y sobre los postes de las puertas del atrio interior.
20 Esto lo harás así el séptimo día del mes, en favor de los que pecaron por error y por engaño, y harás expiación por el templo.
21 «El día catorce del mes primero celebrarán ustedes la pascua. Será una fiesta de siete días, durante la cual se comerá pan sin levadura.
22 Ese día el príncipe ofrecerá en sacrificio por el pecado un becerro, por sí mismo y por todo el pueblo del país.
23 Durante cada uno de los siete días de la fiesta solemne ofrecerá en holocausto al Señor siete becerros y siete carneros sin defecto, y un macho cabrío, en sacrificio por el pecado.
24 Con cada becerro y con cada carnero ofrecerá como ofrenda veinte litros de cereal, más seis litros de aceite por cada veinte litros de cereal.
25 «A los quince días del mes séptimo, durante los siete días de la fiesta, hará lo mismo en cuanto a la expiación, el holocausto, la ofrenda y el aceite».
46
1 Así ha dicho Dios el Señor: «La puerta del atrio interior que da al oriente permanecerá cerrada durante los seis días de trabajo, pero se abrirá el día de reposo y también durante los días de luna nueva.
2 El príncipe entrará por el camino del portal de la puerta exterior, y se quedará de pie junto al umbral de la puerta mientras los sacerdotes ofrecen su holocausto y sus ofrendas de paz; luego adorará junto a la entrada de la puerta, y entonces podrá salir; pero la puerta no se cerrará hasta la tarde.
3 Así mismo, el pueblo del país adorará delante del Señor, a la entrada de la puerta, en los días de reposo y en los días de luna nueva.
4 El holocausto que el príncipe ofrecerá al Señor en el día de reposo consistirá en seis corderos sin defecto y en un carnero sin tacha;
5 con cada carnero ofrecerá veinte litros de cereal, con cada cordero la ofrenda será conforme a sus posibilidades, y con los veinte litros de cereal ofrecerá seis litros de aceite.
6 El día de la luna nueva la ofrenda será de un becerro sin tacha, más seis corderos y un carnero, todos ellos sin defecto.
7 Con el becerro y con cada carnero ofrecerá veinte litros de cereal, pero con los corderos la ofrenda será conforme a sus posibilidades; por cada veinte litros de cereal deberá ofrecer seis litros de aceite.
8 «El príncipe debe entrar y salir por el camino del portal de la puerta,
9 pero cuando el pueblo de la tierra se presente ante el Señor durante las fiestas, los que entren por la puerta del norte deberán salir por la puerta del sur, y los que entren por la puerta del sur deberán salir por la puerta del norte. No podrán regresar por la misma puerta por la que entraron, sino que saldrán por la puerta de enfrente.
10 Cuando ellos entren, el príncipe entrará con ellos, y cuando ellos salgan, también el príncipe saldrá.
11 «En las fiestas y en las asambleas solemnes, la ofrenda será de veinte litros de cereal con cada becerro y con cada carnero; con los corderos, la ofrenda será conforme a sus posibilidades; con cada veinte litros de cereal deberá ofrecerse seis litros de aceite.
12 «Cuando el príncipe ofrezca al Señor voluntariamente un holocausto u ofrendas de paz, se le abrirá la puerta que da al oriente, y presentará su holocausto y sus ofrendas de paz tal y como las ofrece en el día de reposo; después de eso saldrá, y en cuanto salga se cerrará la puerta.
13 «Cada mañana ofrecerás en holocausto al Señor un cordero de un año, sin defecto,
14 junto con seis litros de cereal como ofrenda, más dos litros de aceite para mezclarlo con la flor de harina. Esta ofrenda para el Señor es un estatuto perpetuo, y se le debe ofrecer continuamente.
15 Así que todas las mañanas deberán ofrecer el cordero, la ofrenda y el aceite, como holocausto continuo».
16 Así ha dicho Dios el Señor: «Si el príncipe da a sus hijos una parte de su propiedad, esta propiedad será la herencia de ellos.
17 Pero si da parte de su propiedad a alguno de sus siervos, ésta será propiedad del siervo hasta el año del jubileo, después del cual volverá a ser propiedad del príncipe. En cambio, su herencia será de sus hijos.
18 Pero el príncipe no podrá tomar nada de la herencia del pueblo ni despojarlos de sus propiedades; la herencia que dé a sus hijos será de sus propiedades, para que ninguno de mi pueblo sea expulsado de su propiedad».
19 El hombre me llevó después por la entrada que daba hacia la puerta, hacia las cámaras que daban al norte y que estaban consagradas para los sacerdotes, y allí, en el fondo del ala occidental, vi un lugar.
20 Entonces aquel hombre me dijo: «En este lugar los sacerdotes cocerán la ofrenda por el pecado y por la expiación; cocerán aquí la ofrenda para no sacarla al atrio exterior, porque entonces el pueblo quedaría santificado».
21 Luego me llevó al atrio exterior y me condujo por los cuatro rincones del atrio; y en cada rincón había un patio.
22 En los cuatro rincones del atrio había patios cercados, de cuarenta codos de largo y treinta codos de ancho. Los cuatro patios medían lo mismo.
23 Alrededor de los cuatro había una pared, y alrededor de las paredes, por la parte baja, había fogones.
24 Entonces me dijo: «Éstas son las cocinas donde los servidores del templo cocerán la ofrenda del pueblo».
El agua saludable
47
1 Luego, el hombre me hizo volver a la entrada del templo, y vi que por debajo del umbral del templo salía agua hacia el oriente, pues la fachada del templo miraba hacia el oriente y el agua corría por debajo, hacia el lado derecho del templo, al sur del altar.
2 Y el hombre me llevó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, en dirección a la puerta que da hacia el oriente. Y vi que el agua salía del lado derecho.
3 Aquel hombre salió y se dirigió al oriente. En su mano llevaba un cordel, y con él midió mil codos, y me hizo pasar por el agua, la cual me llegaba hasta los tobillos.
4 Luego midió otros mil codos y me hizo pasar por el agua, que ahora me llegaba hasta las rodillas, y luego de medir otros mil codos me hizo pasar por el agua, y ésta me llegó hasta la cintura.
5 Cuando midió otros mil codos, el agua era ya un río; de tal manera había crecido la corriente que yo no la podía cruzar sino a nado.
6 Entonces me dijo: «¿Te das cuenta, hijo de hombre?». Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río.
7 Cuando volví, pude ver que en ambas márgenes del río había muchísimos árboles.
8 Y el hombre me dijo: «Esta agua corre hacia la región del oriente, y baja al Arabá y se pierde en el mar. Una vez que el agua entra en el mar, se vuelve agua saludable.
9 Todos los seres vivos que naden por donde entra la corriente, vivirán; habrá muchísimos peces que, por haber desembocado allí esta agua, recibirán salud. ¡Todo lo que entre en este río vivirá!
10 Junto al río se pondrán los pescadores, y tenderán sus redes desde Engadí hasta Eneglayin, y las especies de los peces serán tan numerosas como las de los peces del Mar Grande,
11 pero sus pantanos y sus lagunas no se limpiarán, sino que seguirán siendo salinas.
12 En ambos márgenes del río crecerá toda clase de árboles frutales, a los que nunca les faltará fruto ni sus hojas se caerán. Esos árboles madurarán a su tiempo, porque el agua que los riega sale del santuario. Sus frutos serán comestibles, y sus hojas serán medicinales.
Reparto y límites de la tierra
13 Así ha dicho Dios el Señor: «Éstos son los límites para el reparto de la tierra que recibirán como herencia las doce tribus de Israel. José recibirá dos porciones.
14 Unos y otros la recibirán como herencia. Por esta tierra levanté mi mano y juré que se la daría a sus padres; por lo tanto, ésta será la tierra que ustedes heredarán.
15 «Por el lado norte, el límite de la tierra será el siguiente: desde el Mar Grande, por el camino de Jetlón que llega a Zedad,
16 Jamat, Berotá y Siberayin, que está entre el límite de Damasco y el límite de Jamat; Jasar Haticón, que es el límite de Jaurán.
17 El límite norte será desde el mar hasta Jasar Enán, en los límites de Damasco al norte, y en los límites de Jamat por el lado norte.
18 «Por el lado oriente, en medio de Jaurán y de Damasco, y de Galaad y de la tierra de Israel, hasta el Jordán. Esto medirán como límite hasta el mar oriental.
19 «Por el lado sur, desde Tamar hasta las aguas de Meriba; desde Cades y el arroyo hasta el Mar Grande. Éste será el límite sur.
20 «Por el occidente, el límite será el Mar Grande hasta la entrada de Jamat. Éste será el límite occidental.
21 «Esta tierra la repartirán entre ustedes, según el número de las tribus de Israel.
22 La repartirán por sorteo, como herencia para ustedes, y para los extranjeros que vivan entre ustedes y que entre ustedes hayan engendrado hijos, pues deberán considerarlos como naturales entre los hijos de Israel; así que participarán en el sorteo, lo mismo que ustedes, y tendrán su herencia entre las tribus de Israel.
23 Darán al extranjero su herencia en la tribu en la que viva». Palabra de Dios el Señor.
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1 Éstos son los nombres de las tribus: Dan tendrá una parte desde el lado oriental hasta el occidental, del extremo norte, por la vía de Jetlón en dirección a Jamat, Jasar Enán, en los confines de Damasco, al norte, hacia Jamat.
2 Aser tendrá una parte junto a la frontera de Dan, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
3 Neftalí tendrá su parte junto al límite de Aser, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
4 Manasés tendrá su parte junto al límite de Neftalí, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
5 Efraín tendrá su parte junto al límite de Manasés, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
6 Rubén tendrá su parte junto al límite de Efraín, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
7 Judá tendrá su parte junto al límite de Rubén, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
8 Junto al límite de Judá, desde el lado oriental hasta la costa del mar, estará la porción que reservarán de veinticinco mil cañas de ancho, y de largo como cualquiera de las otras partes, es decir, desde el lado oriental hasta la costa del mar. En medio de ella estará el santuario.
9 La porción que ustedes reservarán para el Señor tendrá veinticinco mil cañas de largo y diez mil cañas de ancho.
10 La porción consagrada a los sacerdotes será de veinticinco mil cañas al norte, de diez mil cañas de ancho al occidente, de diez mil cañas de ancho al oriente, y de veinticinco mil cañas de largo al sur; en medio de ella estará el santuario del Señor.
11 Los sacerdotes consagrados de los hijos de Sadoc que me han sido fieles y no erraron como los levitas, cuando erraron los hijos de Israel,
12 tendrán como porción santísima la porción de tierra reservada junto al límite de la porción de los levitas.
13 Y la porción de los levitas, al lado de los límites de la porción de los sacerdotes, será de veinticinco mil cañas de largo por diez mil cañas de ancho; todo el largo será de veinticinco mil cañas, y el ancho será de diez mil.
14 De esa porción no venderán nada, ni la permutarán, ni traspasarán las primicias de la tierra; porque es una porción consagrada al Señor.
15 Las cinco mil cañas de ancho que quedan de las veinticinco mil, serán profanas, para uso de la ciudad, para habitación y para ejido; y en medio estará la ciudad.
16 Éstas serán sus medidas: por el lado norte, cuatro mil quinientas cañas; por el lado sur, cuatro mil quinientas cañas; por el lado oriental, cuatro mil quinientas cañas; y por el lado occidental, cuatro mil quinientas cañas.
17 Al norte, el ejido de la ciudad será de doscientas cincuenta cañas; al sur, de doscientas cincuenta cañas; al oriente, de doscientas cincuenta cañas; y al occidente, de doscientas cincuenta cañas.
18 Y lo que quede de lo largo delante de la porción santa, es decir, las diez mil cañas al oriente y diez mil al occidente que quedarán de la porción santa, será para que siembren allí los que sirvan a la ciudad.
19 Y los que sirvan a la ciudad serán de todas las tribus de Israel.
20 Toda la porción cuadrada reservada de veinticinco mil cañas por cada lado, la reservarán ustedes como porción para el santuario y como propiedad de la ciudad.
21 Para el príncipe será lo que quede a uno y otro lado de la porción santa y de la propiedad de la ciudad, es decir, delante de las veinticinco mil cañas de la porción hasta el límite oriental, y al occidente delante de las veinticinco mil hasta el límite occidental. Estas partes mencionadas serán del príncipe; serán una porción consagrada, y el santuario del templo estará en medio de ella.
22 De este modo la porción del príncipe será la comprendida a partir de la porción de los levitas y la porción de la ciudad, entre el límite de Judá y el límite de Benjamín.
23 En cuanto a las demás tribus, Benjamín tendrá una porción desde el lado oriental hasta la costa del mar.
24 Simeón tendrá otra porción junto al límite de Benjamín, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
25 Isacar tendrá otra porción junto al límite de Simeón, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
26 Zabulón tendrá otra porción junto al límite de Isacar, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
27 Gad tendrá otra porción junto al límite de Zabulón, desde el lado oriental hasta la costa del mar.
28 Junto al límite de Gad, por el lado sur, el límite será desde Tamar hasta las aguas de Meriba, y desde Cades y el arroyo hasta el Mar Grande.
29 Ésta es la tierra que ustedes repartirán por sorteo como herencia de las tribus de Israel, y éstas son sus porciones. Palabra de Dios el Señor.
30 Éstas son las salidas de la ciudad: Por el lado norte, la medida será de cuatro mil quinientas cañas.
31 Las puertas de la ciudad serán las mismas que los nombres de las tribus de Israel. Las tres puertas al norte serán las puertas de Rubén, Judá y Leví.
32 Por el lado oriental medirá cuatro mil quinientas cañas, con tres puertas: la de José, la de Benjamín y la de Dan.
33 Por el lado sur, medirá cuatro mil quinientas cañas, con tres puertas: la de Simeón, la de Isacar, y la de Zabulón.
34 Por el lado occidental, medirá cuatro mil quinientas cañas, con tres puertas: la de Gad, la de Aser, y la de Neftalí.
35 Alrededor medirá dieciocho mil cañas, y a partir de ese día el nombre de la ciudad será «El Señor está allí».[g]