Eclesiastés
Todo es vanidad
1
1 Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
2 ¡Vanidad de vanidades! ¡Vanidad de vanidades! ¡Todo es vanidad! (Palabras del Predicador).
3 ¿Qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos y de todos sus afanes bajo el sol?
4 Una generación se va, y otra generación viene, pero la tierra permanece para siempre.
5 El sol sale, el sol se pone, y vuelve presuroso al lugar de donde se levanta.
6 El viento gira hacia el sur, y da vueltas por el norte; va girando sin cesar, y vuelve a girar el viento.
7 Todos los ríos van al mar, y el mar jamás se llena. Y los ríos vuelven al lugar de donde salieron, para volver a recorrer su camino.
8 Todas las cosas fatigan más de lo que es posible expresar. ¡Los ojos nunca se cansan de ver, ni se fatigan los oídos de oír!
9 ¿Qué es lo que antes fue? ¡Lo mismo que habrá de ser! ¿Qué es lo que ha sido hecho? ¡Lo mismo que habrá de hacerse! ¡Y no hay nada nuevo bajo el sol!
10 No hay nada de lo que pueda decirse: «¡Miren, aquí hay algo nuevo!», porque eso ya existía mucho antes que nosotros.
11 Nadie recuerda lo que antes fue, ni nadie que nazca después recordará lo que está por suceder.
La experiencia del Predicador
12 Yo soy el Predicador, y reiné sobre Israel en Jerusalén.
13 Me entregué de corazón a investigar y a estudiar minuciosamente todo lo que se hace bajo el cielo. Este penoso trabajo nos lo ha dado Dios, para que nos ocupemos de él.
14 Por lo tanto, escudriñé todo lo que se hace bajo el sol, y pude darme cuenta de que todo es vanidad y aflicción de espíritu;
15 ¡lo que está torcido no se puede enderezar, y lo que está incompleto no se puede contar!
16 Pensé entonces en lo íntimo de mi ser: «Miren cuánto me he engrandecido! ¡He llegado a ser más sabio que todos los que me antecedieron en Jerusalén! ¡Mi corazón ha percibido mucha sabiduría y mucha ciencia!».
17 Entonces me entregué de corazón a adquirir más sabiduría, y a entender también las locuras y los desvaríos, pero me di cuenta de que también esto es aflicción de espíritu.
18 Porque «abundar en sabiduría es abundar en molestias», y también «quien aumenta sus conocimientos, aumenta sus sufrimientos».
2
1 Pensé entonces en lo íntimo de mi ser: «¡Anda, que voy a probar lo que es la alegría! ¡Voy a disfrutar de lo bueno!». ¡Pero resultó que también esto es vanidad!
2 Y concluí que divertirse es una locura, y que los placeres no sirven de nada.
3 En lo íntimo de mi ser me propuse agasajarme con vino, y ser lo más necio posible, sin dejar de mantenerme bajo el control de mi sabiduría. Quería ver qué de bueno sacan los mortales de sus ocupaciones de toda la vida bajo el cielo.
4 Emprendí grandes obras, hice que me construyeran casas y que me plantaran viñas,
5 tuve mis propios huertos y jardines, y allí planté toda clase de árboles frutales.
6 Mandé construir estanques de agua para poder regar la floresta donde crecían los árboles.
7 Compré esclavos y esclavas, y tuve criados que nacieron en mi casa. Tuve también grandes ganados de vacas y de ovejas, más que todos los que reinaron antes de mí en Jerusalén.
8 Acumulé plata y oro, y tesoros que antes fueron de otros reyes y provincias. Tuve cantores y cantoras, y disfruté de los placeres humanos, ¡habidos y por haber!
9 Mi grandeza fue mayor que la de todos los que reinaron antes de mí en Jerusalén. Pero, además, siempre conservé mi sabiduría.
10 No les negué a mis ojos nada que desearan ver, ni conscientemente me aparté de placer alguno, porque en lo íntimo disfruté de todos mis afanes. ¡Ésa fue la recompensa de todos mis afanes!
11 Luego me puse a considerar todo lo que yo había hecho con mis manos, y el trabajo que me costó realizarlo, ¡y resultó que todo era vanidad y aflicción de espíritu! ¡Nada es provechoso bajo el sol!
12 Me puse a considerar lo que es la sabiduría, la locura y la necedad. En realidad, ¿qué puede hacer quien venga después del rey? Aparte de lo que ya se ha hecho, ¡nada!
13 Concluí entonces que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como sobrepasa la luz a las tinieblas.
14 El sabio usa los ojos y la cabeza, pero el necio anda a tientas. Y también me di cuenta de que unos y otros correrán la misma suerte.
15 Entonces me dije a mí mismo: «Si lo mismo que le espera al necio, también me espera a mí, ¿qué caso tiene esforzarme por ser más sabio?». Concluí entonces que también esto es vanidad,
16 porque jamás hay quien se acuerde del sabio ni del necio; en los días venideros todo será olvidado, y sabios y necios morirán por igual.
17 Por eso aborrecí la vida, porque lo que se hace bajo el sol me resultaba chocante, pues todo es vanidad y aflicción de espíritu.
18 Aborrecí también el haber trabajado tanto bajo el sol, pues todo lo que hice tendré que dejárselo a otro que vendrá después de mí.
19 ¿Y cómo saber si será sabio o necio el que se quedará con todos mis trabajos y afanes, a los que tanto trabajo y sabiduría dediqué bajo el sol? ¡También esto es vanidad!
20 El desánimo volvió a dominar mi corazón al ver todos mis afanes y trabajos, a los que tanta sabiduría dediqué bajo el sol:
21 ¿Tener que dedicar sabiduría, conocimientos y rectitud, para luego dejarle el fruto de su trabajo a quien nunca se lo ganó? ¡Eso también es vanidad, y un mal muy grande!
22 ¿Qué saca uno de tanto trabajar y fatigarse y afanarse bajo el sol?
23 ¡Todo el tiempo es de dolores, trabajos y molestias! ¡Ni siquiera de noche encuentra uno reposo! ¡Y esto es también vanidad!
24 No hay nada mejor para nosotros que comer y beber, y disfrutar de nuestros trabajos. Y he concluido que esto viene de la mano de Dios.
25 Porque, ¿quién puede comer y cuidarse mejor que uno mismo?
26 Es un hecho que Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado, y que al pecador le da el trabajo de recoger y amontonar, para dárselo a quien es del agrado de Dios. ¡Y también esto es vanidad y aflicción de espíritu!
Todo tiene su tiempo
3
1 Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad:
2 El momento en que se nace, y el momento en que se muere; el momento en que se planta, y el momento en que se cosecha;
3 el momento en que se hiere, y el momento en que se sana; el momento en que se construye, y el momento en que se destruye;
4 el momento en que se llora, y el momento en que se ríe; el momento en que se sufre, y el momento en que se goza;
5 el momento en que se esparcen piedras, y el momento en que se amontonan; el momento de la bienvenida, y el momento de la despedida;
6 el momento de buscar, y el momento de perder; el momento de guardar, y el momento de desechar;
7 el momento de romper, y el momento de coser; el momento de callar, y el momento de hablar;
8 el momento de amar, y el momento de odiar; el momento de hacer la guerra, y el momento de hacer la paz.
9 ¿Qué provecho obtiene el que trabaja, de todos sus afanes?
10 Me he dado cuenta de la pesada carga que Dios ha impuesto a los mortales para humillarlos con ella.
11 En su momento, Dios todo lo hizo hermoso, y puso en el corazón de los mortales la noción de la eternidad, aunque éstos no llegan a comprender en su totalidad lo hecho por Dios.
12 Yo sé bien que para los mortales no hay nada mejor que gozar de la vida y de todo lo bueno que ésta ofrece,
13 y sé también que es un don de Dios el que todo hombre coma y beba y disfrute de lo bueno de todos sus afanes.
14 También sé que todo lo que Dios ha hecho permanecerá para siempre, sin que nada se le añada ni nada se le quite, y que esto lo hace Dios para que se le guarde reverencia.
15 ¿Qué hay ahora, que antes no existiera? ¿Y qué habrá de existir, que no exista ya? Dios hurga en el pasado.
Injusticias de la vida
16 Además, me he dado cuenta de la maldad e iniquidad que existe donde debiera impartirse justicia y prevalecer el derecho.
17 Y en mi corazón he concluido que Dios habrá de juzgar a los justos y a los injustos, porque hay un tiempo y un lugar para todo proyecto y para toda actividad.
18 Dentro de mí concluyo que esto es así porque Dios quiere poner a prueba a los mortales, para que vean que ellos mismos son semejantes a las bestias.
19 Porque lo mismo les pasa a los hombres y a las bestias: unos y otros respiran y mueren por igual, y nada tienen los hombres por encima de las bestias. Todo es vanidad.
20 Todo va a un mismo lugar. Todo está hecho de polvo, y todo al polvo volverá.
21 ¿Hay quien sepa si el espíritu de los hombres se eleva a las alturas, mientras que el espíritu de las bestias desciende al fondo de la tierra?
22 Lo que he visto es, que no hay nada mejor para el hombre que disfrutar de su trabajo, porque eso es lo que le ha correspondido hacer. Porque ¿quién va a traerlo a ver lo que pasará después de su muerte.
4
1 Dirigí entonces la mirada hacia tanta violencia que se comete bajo el sol, y pude ver que los oprimidos lloran y no hay quien los consuele; y no hay quien los consuele porque el poder está en manos de sus opresores.
2 Felicité entonces a los que ya han muerto, más que a los que aún viven,
3 aunque más felices que estos dos son los que todavía no han nacido, pues todavía no han visto tanta maldad que se comete bajo el sol.
4 También he podido ver que todo el que se afana y tiene éxito en lo que hace despierta la envidia de su prójimo. ¡Y esto también es vanidad y aflicción de espíritu!
5 El necio se cruza de brazos, y acaba por destruirse a sí mismo.
6 Más vale un puñado de descanso que dos puñados de afanes y aflicción de espíritu.
7 Una vez más dirigí la mirada hacia la vanidad que existe bajo el sol.
8 Y vi a un hombre solo, sin hijos ni hermanos que lo sucedieran, y que no obstante nunca dejaba de trabajar ni se cansaba de contemplar sus riquezas, ni tampoco se preguntaba: «Y yo, ¿para quién trabajo? ¿Para qué reprimo mi apetito por las cosas buenas?». ¡Y esto también es vanidad, y un trabajo infructuoso!
9 Dos son mejor que uno, porque sacan más provecho de sus afanes.
10 Si uno de ellos se tropieza, el otro lo levanta. ¡Pero ay de aquel que tropieza y no hay quien lo levante!
11 Si dos se acuestan juntos, mutuamente se calientan; pero uno solo no puede calentarse.
12 Uno solo puede ser vencido, pero dos presentan resistencia. El cordón de tres hilos no se rompe fácilmente.
13 Mejor es el joven pobre y sabio, que el rey viejo y necio, que no admite consejos.
14 Porque el joven sabio, aunque haya nacido pobre en el reino del viejo necio, sale de la cárcel para asumir el trono.
15 Yo he visto a todos los que viven bajo el sol seguir al joven que sucederá al rey necio.
16 ¡La gente que lo sigue es incontable! Y sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos con él. ¡Y también esto es vanidad y aflicción de espíritu!
No hagas votos a la ligera
5
1 Cuando vayas a la casa de Dios, refrena tus pasos. En vez de acercarte para ofrecer sacrificios de gente necia, que no sabe que hace mal, acércate para oír.
2 No permitas que tu boca ni tu corazón se apresuren a decir nada delante de Dios, porque Dios está en el cielo y tú estás en la tierra. Por lo tanto, habla lo menos que puedas,
3 porque si te preocupas mucho, tienes pesadillas; y si hablas mucho, dices tonterías.
4 Cuando le hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplírsela, porque a Dios no le agrada la gente necia. Cumple lo que prometas,
5 porque es mejor que no prometas, y no que prometas y no cumplas.
6 No permitas que tus labios te hagan pecar, ni digas delante del ángel que lo hiciste por ignorancia. ¿Para qué provocar que Dios se enoje por tus palabras, y que destruya todo lo que has hecho?
7 Tú debes temer a Dios. Porque cuando los sueños aumentan, también aumentan las palabras huecas.
La vanidad de la vida
8 Si en tu provincia ves que se oprime a los pobres, y que se tuercen el derecho y la justicia, esto no debe asombrarte, porque sobre un alto oficial hay otro más alto, y por encima de ellos hay uno más alto.
9 ¿Y qué provecho saca la tierra de todo esto? ¿Acaso el rey está al servicio del campo?
10 Quien ama el dinero, jamás tiene suficiente. Quien ama las riquezas, nunca recibe bastante. ¡Y también esto es vanidad!
11 Cuando aumentan los bienes, aumentan los comensales. ¿Y qué gana su dueño con esto, aparte de poder contemplar sus bienes?
12 El que trabaja tiene dulces sueños, aun cuando coma mucho o coma poco. En cambio, al rico tanta abundancia le quita el sueño.
13 He visto un mal terrible bajo el sol, y es que las riquezas acumuladas acaban por perjudicar a sus dueños,
14 pues se pueden perder en un mal negocio, ¡y a los hijos que tuvo no les deja nada!
15 Al final, se va tal como vino, es decir, tan desnudo como cuando salió del vientre de su madre, ¡y nada se lleva de todo su trabajo!
16 También esto es un mal terrible, que se vaya tal como vino. ¿De qué le sirvió tanto trabajar para nada?
17 Para colmo, toda su vida la pasa comiendo a oscuras, y en medio de muchos afanes, dolores y miseria.
18 Pero algo bueno he visto. Y es que no hay nada mejor que comer y beber y gozar, cada día de nuestra vida, del fruto del trabajo con que nos agobiamos bajo el sol. Ésa es la herencia que de Dios hemos recibido.
19 A cada uno de nosotros Dios nos ha dado riquezas y bienes, y también nos ha dado el derecho de consumirlas. Tomar nuestra parte y disfrutar de nuestro trabajo es un don de Dios.
20 Y como Dios nos llena de alegría el corazón, no nos preocupamos mucho por los días de nuestra vida.
6
1 También he visto bajo el cielo un mal terrible y muy común entre los hombres:
2 hay gente a la que Dios le da riquezas, bienes y honra, y le cumple todos sus deseos, y nada le falta. Pero Dios no le da la facultad de disfrutar de todo ello, sino que son los extraños quienes lo disfrutan. Y esto es vanidad, y un mal terrible.
3 Porque esa gente podrá engendrar cien hijos, y vivir muchos años, y llegar a una edad muy avanzada, pero si nunca satisface sus deseos, y además se queda sin sepultura, yo digo que a un abortivo le va mejor.
4 Porque el abortivo viene de la nada, se va a las tinieblas, y las tinieblas cubren su nombre;
5 además, nunca verá el sol, ni llegará a conocerlo, y sin embargo tendrá más reposo que esa gente.
6 Y aun si esa gente llegara a vivir dos mil años y no disfrutara de lo bueno, ¿no es verdad que todos van al mismo lugar?
7 Mucho se afana el hombre para llenarse la boca, pero su apetito nunca se sacia.
8 Y al final, ¿qué de más tiene el sabio, que el necio no tenga? ¿Qué de más tiene el pobre, que supo sobrevivir?
9 Es mejor lo que se ve, que los deseos pasajeros. ¡Pero también esto es vanidad y aflicción de espíritu!
10 Lo que ahora existe, hace mucho que recibió su nombre. Y sabemos que los mortales no pueden contender con quien es más poderoso que ellos.
11 Cuando aumentan las palabras, aumenta la vanidad. ¿Y qué ganamos los mortales?
12 ¿Cómo saber que es lo mejor para nosotros en los contados días de nuestra vana vida, por la que pasamos como una sombra? ¿Quién nos puede decir lo que habrá de suceder bajo el sol después de nuestra muerte?
La sabiduría y la insensatez
7
1 Es mejor gozar de buena fama que gozar de un buen perfume. Es mejor el día en que se muere que el día en que se nace.
2 Es mejor asistir a un funeral que presentarse en un banquete, pues nuestra vida termina con la muerte y los que vivimos debemos recordarlo.
3 Es mejor estar triste que estar alegre; un rostro triste le viene bien al corazón.
4 Los sabios tienen presente la muerte; los necios sólo piensan en divertirse.
5 Es mejor oír la reprensión de los sabios que oír las alabanzas de los necios.
6 Espinos que crepitan bajo una olla en el fuego: ¡así resuenan las carcajadas de los necios! ¡Y también esto es vanidad!
7 Ciertamente la opresión aturde al sabio, y el soborno corrompe el corazón.
8 Es mejor terminar un negocio que comenzarlo. Es mejor ser humilde que ser arrogante.
9 No dejes que el enojo te haga perder la cabeza. Sólo en el pecho de los necios halla lugar el enojo.
10 Nunca preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor. Esa pregunta no refleja nada de sabiduría.
11 Buena es la ciencia con herencia, y provechosa para los que ven el sol.
12 Buen escudo son la ciencia y las riquezas, pero la sabiduría es más provechosa porque da vida a quienes la tienen.
13 Mira y admira las obras de Dios: ¿quién podría enderezar lo que él ha torcido?
14 Cuando te llegue un buen día, disfruta de él; y cuando te llegue un mal día, piensa que Dios es el autor de uno y de otro, y que los mortales nunca sabremos lo que vendrá después.
15 Todo esto lo he visto durante mi vana vida: Hay gente honrada que muere por ser honrada, y hay gente malvada que por su maldad alarga su vida.
16 No hay que ser demasiado honrado, ni ser tampoco demasiado sabio; ¿por qué habríamos de hacernos daño?
17 No hagas mucho mal, ni seas insensato; ¿para qué morir antes de tiempo?
18 Bien está que tomes esto, sin soltar aquello; si temes a Dios, te irá bien en todo.
19 La sabiduría da al sabio más fuerza que diez hombres fuertes a una ciudad.
20 No hay en la tierra nadie tan justo que siempre haga el bien y nunca peque.
21 No permitas que tu corazón se fije en todo lo que se dice. Así no oirás a tu siervo cuando hable mal de ti.
22 Aunque en lo íntimo sabes que, muchas veces, también tú has hablado mal de otros.
23 Por medio de la sabiduría, todo esto lo puse a prueba, y me dije: «Voy a ser sabio». ¡Pero la sabiduría se apartó de mí!
24 Lo que antes fue, está muy distante; y lo que está muy profundo, ¿quién puede encontrarlo?
25 Dirigí entonces mi atención hacia el conocimiento, el estudio y la investigación de la sabiduría y el razonamiento, para conocer la maldad de la insensatez y el desvarío del error,
26 y me encontré con que la mujer cuyo corazón es un lazo y una red, y cuyas manos son ligaduras, es más amarga que la muerte. El que agrada a Dios se libra de ella, pero el pecador se vuelve su prisionero.
27 Tales han sido mis hallazgos, al ponderar las cosas una por una para hallarles su razón de ser. (Palabras del Predicador).
28 Sin embargo, todavía no he encontrado lo que ando buscando. Entre mil hombres ya he encontrado uno, pero entre todas las mujeres todavía no he hallado una sola.
29 Lo único que he encontrado es que Dios hizo perfecto al género humano, pero éste se ha buscado demasiados problemas.
8
1 No hay nada como ser sabio. No hay nada como saber explicarlo todo. La sabiduría ilumina el rostro del hombre y cambia su semblante hosco.
2 Te aconsejo cumplir con las órdenes del rey y con tu palabra jurada ante Dios.
3 No te retires de su presencia con premura. No insistas en contrariarlo, porque él hará lo que le plazca.
4 La palabra del rey es ley, y nadie puede cuestionarle nada.
5 El que cumple con sus órdenes no sufrirá ningún mal, y la mente del sabio discierne el mejor momento de cumplirlas,
6 pues todo proyecto tiene su momento para realizarlo. Pero pesa sobre el hombre un gran problema,
7 y es que éste no sabe lo que va a pasar, ni cuándo pasará, ni hay tampoco nadie que se lo diga.
8 Nadie tiene poder sobre el espíritu, para retenerlo, ni tiene tampoco poder sobre la hora de la muerte. En esa guerra, las armas no sirven de nada, ni tampoco puede la maldad poner a salvo al malvado.
9 Todo esto lo he visto, y he dedicado mi corazón al estudio de todo lo que se hace bajo el sol. Hay momentos en que los unos dominan a los otros, para su propio mal.
Desigualdades de la vida
10 También he visto que a los inicuos se les sepulta con honra, mientras que a los que frecuentaban el lugar santo se les echó al olvido en la misma ciudad donde se condujeron con rectitud. ¡Y también esto es vanidad!
11 Y es que cuando la sentencia para castigar una mala acción no se ejecuta de inmediato, el corazón de los mortales se dispone a seguir actuando mal.
12 El pecador puede pecar cien veces y prolongar su vida; sin embargo, yo sé que a los que muestran temor y reverencia ante Dios también les irá bien;
13 por el contrario, a los malvados, a los que no muestran reverencia ante Dios, no les irá bien ni se les prolongará la vida, sino que se desvanecerán como una sombra.
14 Sobre la tierra sucede algo que no tiene sentido: hay gente honrada que es tratada como si cometiera cosas malas, y hay gente malvada que es tratada como si hiciera cosas buenas. Y yo digo que también esto es vanidad.
15 Por eso alabo a la alegría, pues los mortales no tenemos bajo el sol otro bien que no sea el de comer y beber y divertirnos. Sólo esto nos queda de tanto afanarnos durante la vida que Dios nos concede bajo el sol.
16 Como dirigí mi atención hacia el conocimiento y la sabiduría, para entender todo lo que se hace sobre la tierra, algunas veces no podía conciliar el sueño ni de noche ni de día.
17 Así pude ver todo lo que Dios ha hecho, y vi también que el hombre no alcanza a comprender todo lo que se hace bajo el sol. Por más que se esfuerce por entenderlo, no lo entenderá; y aun cuando el sabio asegure entenderlo, no por eso lo entenderá.
9
1 A todo esto dirigí mi atención, para concluir lo siguiente: Que la gente sabia y honrada está en las manos de Dios, lo mismo que sus obras, pero que nosotros los mortales nada sabemos del amor ni del odio, aun cuando los tengamos delante de nosotros.
2 A todos nos espera lo mismo. El mismo final tendrán los justos y los injustos, los buenos y los malos, los puros y los impuros, los que ofrecen sacrificios y los que no los ofrecen, los que hacen lo bueno y los que hacen lo malo, los que hacen juramentos y los que no los hacen.
3 Hay un mal en todo lo que se hace bajo el sol, y es que a todos los mortales nos espera lo mismo, y que durante toda nuestra vida tenemos el corazón lleno de maldad e insensatez, y que al final acabamos entre los muertos.
4 Sin embargo, aún hay esperanza para todos los que viven, pues un perro vivo es mejor que un león muerto.
5 Ciertamente, los que viven saben que un día morirán; pero los muertos nada saben ni nada esperan, porque su memoria queda en el olvido.
6 También mueren con ellos sus amores, sus odios y sus envidias, y jamás vuelven a participar en nada de lo que se hace bajo el sol.
7 ¡Vamos, disfruta de tu pan con alegría, y bebe tu vino con un corazón feliz, porque tus obras son del agrado de Dios!
8 ¡Que sean siempre blancos tus vestidos! ¡Que nunca te falte perfume en la cabeza!
9 ¡Goza de la vida con tu amada, todos los días de la vana vida que se te ha concedido bajo el sol! ¡Ésa es tu parte en esta vida! ¡Eso es lo que te ha tocado de todos tus afanes bajo el sol!
10 Todo lo que te venga a la mano hacer, hazlo según tus fuerzas. En el sepulcro, que es adonde vas, no hay obras ni proyectos, ni conocimiento ni sabiduría.
11 Volví la mirada, y vi bajo el sol que no son los más veloces los que ganan la carrera, ni son los más fuertes los que ganan la guerra; también vi que los sabios no tienen qué comer, que quien es inteligente no es necesariamente rico, y que quien tiene conocimientos no siempre es favorecido. Todos ellos tienen su momento y su ocasión.
12 A decir verdad, nosotros los mortales no sabemos cuándo nos llegará la hora. Somos como los peces cuando caen en la red artera, o como las aves cuando caen en la trampa: cuando un mal momento nos sobreviene, quedamos atrapados.
13 También he visto bajo el sol algo que encierra una gran sabiduría:
14 Un rey muy poderoso lanzó su ataque contra una ciudad muy pequeña, defendida por muy pocos hombres. Le puso sitio y levantó contra ella grandes baluartes.
15 Allí dentro se encontraba un hombre pobre, pero sabio, que con su sabiduría podría haber salvado a la ciudad, ¡pero nadie se acordó de ese hombre pobre!
16 Entonces me dije: La sabiduría puede más que la fuerza, aun cuando la sabiduría del pobre sea menospreciada y no se preste atención a sus consejos.
17 Es mejor escuchar las suaves palabras del sabio que los gritos del rey de los necios.
18 La sabiduría es mejor que las armas de guerra, aunque un solo error destruye muchas cosas buenas.
Excelencia de la sabiduría
10
1 El mal olor de una mosca muerta echa a perder el mejor perfume. La tontería más pequeña afecta el prestigio de quien es sabio y honorable.
2 El sabio tiene el corazón en el lado derecho; el necio lo tiene en el lado izquierdo.
3 Tan pocos sesos tiene el necio que aun por el camino va proclamando su necedad.
4 Si el ánimo del rey se exalta contra ti, no te apartes de donde estés. La mansedumbre es el remedio para las grandes ofensas.
5 He visto un grave mal bajo el sol, y tiene su origen en los gobernantes:
6 La necedad es exaltada a grandes alturas, mientras que a los ricos se les sienta en el suelo.
7 He visto a esclavos andar a caballo, y a príncipes andar a pie, como si fueran esclavos.
8 El que cava un hoyo, en él se cae; al que resquebraja un muro, lo muerde una serpiente.
9 El que pica piedras, se hiere con ellas; el que parte leña, corre peligro de cortarse.
10 Si el filo del hacha se mella, y no se afila, hay que golpear con más fuerza. La sabiduría es provechosa, si se sabe dirigir.
11 Si la serpiente muerde antes de ser encantada, de nada sirve el encantador.
12 Las palabras del sabio son agradables; los labios del necio causan su propia ruina.
13 El necio empieza por decir necedades, y acaba por decir graves tonterías.
14 El necio habla y habla, aunque nadie sabe lo que va a suceder, ni nadie le hará saber lo que sucederá después.
15 Tanto se afana el necio que no sabe cómo ir a la ciudad.
16 ¡Ay del país que tiene por rey a un muchacho, y cuyos príncipes banquetean desde la mañana!
17 ¡Pero feliz del país que tiene por rey a un hombre de alcurnia, cuyos príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para emborracharse!
18 Por la pereza se viene abajo el techo; por la flojera se viene abajo la casa.
19 Para pasarla bien se celebran banquetes. El vino es la alegría de los seres vivos. El dinero sirve para todo.
20 No hables ni pienses mal del rey, ni hables mal del rico cuando estés a solas, porque las aves del cielo correrán la voz, y saldrán volando a contarlo todo.
11
1 Echa tu pan sobre las aguas; después de muchos días lo encontrarás.
2 Divide en siete porciones lo que tienes, y hasta en ocho, porque nunca se sabe qué males pueden venir sobre la tierra.
3 Si las nubes están cargadas de agua, se derraman sobre la tierra. Caiga el árbol hacia el norte, o caiga el árbol hacia el sur, en donde caiga se quedará.
4 El que sólo mira el viento, no siembra; el que sólo contempla las nubes, no cosecha.
5 Tú no sabes qué camino sigue el viento, ni cómo van creciendo los huesos del niño en el vientre de la mujer encinta, y tampoco entiendes las obras de Dios, que ha creado todas las cosas.
6 Siembra tu semilla en la mañana, y vuelve a sembrarla en la tarde, pues no sabes cuál de las dos siembras será la mejor, o si las dos serán igualmente buenas.
7 Es muy agradable ver la luz, y a los ojos les hace bien ver el sol.
8 Pero aunque los mortales vivamos muchos años, y en todo ese tiempo vivamos felices, debemos recordar que serán muchos los días de oscuridad, y que todo lo que viene es vanidad.
Consejos para la juventud
9 Alégrate, joven; aprovecha tu juventud. Bríndale placer a tu corazón mientras dure tu adolescencia. Déjate llevar por donde tu corazón y tus ojos quieran llevarte. Pero debes saber que de todo esto Dios te pedirá cuentas.
10 Echa fuera de tu corazón el enojo. Aparta de tu ser la maldad. Porque la adolescencia y la juventud también son vanidad.
12
1 Acuérdate de tu Creador ahora que eres joven. No esperes a que vengan los días malos, y a que lleguen los años en que digas: «Vivir tanto no es motivo de regocijo».
2 Hazlo antes de que el sol se oscurezca, y la luna y las estrellas dejen de brillar, y las nubes se disipen después de la lluvia.
3 Hazlo antes de que tiemblen los guardianes de la casa, y se encorven los guerreros, y disminuya el número de las molineras, y queden a oscuras los que miran por las ventanas.
4 Hazlo antes de que se cierren las puertas que dan a la calle, y el ruido del molino deje de oírse. Hazlo antes de que las aves eleven sus trinos y ninguno de sus cantos pueda escucharse.
5 Luego vendrá el temor por las alturas y se experimentará terror en el camino; entonces el blanco almendro florecerá, la langosta resultará una carga, y hasta el apetito se perderá, porque el hombre va camino a su última morada, y por la calle andarán los que llorarán su muerte.
6 Hazlo antes de que se reviente la cadena de plata y se rompa la vasija de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y junto al pozo se venza la polea.
7 Entonces el polvo volverá a la tierra, de donde fue tomado, y el espíritu volverá a Dios, que lo dio.
8 ¡Vanidad de vanidades! ¡Todo es vanidad! (Palabras del Predicador).
Deberes del hombre
9 Mientras más sabio llegó a ser el Predicador, más conocimientos impartió a la gente. Ponderó, escudriñó y compuso muchos proverbios.
10 Además, el Predicador se esforzó por hallar palabras agradables y por escribir con precisión palabras verdaderas.
11 Las palabras de los sabios son como aguijones, y el conjunto de las palabras de los maestros, impartidas por un solo guía, son como clavos bien hincados.
12 Hijo mío, además de lo antes dicho, toma en cuenta que nunca se acaba de escribir muchos libros, y que el cuerpo se cansa de tanto estudiar.
13 Todo este discurso termina en lo siguiente: Teme a Dios, y cumple sus mandamientos. Eso es el todo del hombre.
14 Por lo demás, Dios habrá de juzgar toda obra, buena o mala, junto con toda acción encubierta.