Capítulo 15

 

Aturdida, Ava miró al hombre al que había creído conocer.

–¿Que no pretendías herirme?

Aquello era demasiado, retrocedió hasta una silla y se dejó caer en ella.

–No me puedo creer lo que has hecho.

Para su alivio, Flynn no se acercó.

–Sabía que podía hacerte feliz – le dijo.

–¿Cómo? ¿Convirtiéndote en mi padre? ¿Utilizándome como me utilizó él?

–¡No! Eso nunca. No quería convertirme en tu padre, pero sí tener todo lo que él tuvo.

–Ya entiendo. Querías una mujer de la alta sociedad, una gran casa y mucho dinero.

Flynn se metió las manos en los bolsillos de los pantalones. Su expresión era sombría.

–Quería poder controlar mi vida.

–¿Robándome la mía?

–No fue así. Mis padres trabajaron muy duro a cambio de muy poco. Y, cuando mi padre enfermó, aumentaron las facturas. El día que mi padre murió, mi madre no pudo llegar a tiempo porque estaba trabajando. Y esa noche yo juré que las cosas iban a cambiar y decidí hacer todo lo que estuviese en mi mano para conquistar el mundo. Me prometí a mí mismo que sería más rico y fuerte que tu padre, más sincero, que lo haría mejor.

–Conmigo no has sido sincero – replicó ella, dolida– . Me has utilizado desde el principio.

–Ya te he dicho que no ha sido así. Que me importas…

–¿Te importo? – le espetó ella– . De eso nada, solo has querido exhibirme como a un trofeo.

Furiosa, se levantó de la silla e intentó golpearlo, pero Flynn le sujetó la mano.

–Déjame – le dijo entre dientes– . Jamás pensé que podría odiar a nadie tanto como a mi padre, pero a ti te odio todavía más.

–Eso no es cierto, Ava. Sé que estás sorprendida, y lo siento, pero puedo explicártelo.

–¿Explicármelo? ¿El qué? – preguntó ella con lágrimas en los ojos.

–Cálmate y escúchame. Estás enfadada y me lo merezco, pero me quieres. Sabes que me quieres.

La abrazó y Ava no pudo evitar apoyarse en su cuerpo.

–No quiero verte más. Te odio – le dijo.

Cerró los ojos e intentó no sentirse atraída por él, pero Flynn metió la mano entre ambos, le acarició la parte interior del muslo y metió la mano por debajo de las braguitas de encaje.

–¿A esto llamas odio? – susurró– . Dime que no quieres esto, Ava. Todavía me deseas.

Ella sintió ira, desesperación y un deseo salvaje de volver a tenerlo. Bajó una mano al botón de sus pantalones y con la otra le acarició la erección.

Flynn tomó aire y dejó de sonreír.

Levantó a Ava para sentarla en el alféizar de la ventana y ella, sin darse cuenta, lo abrazó con las piernas por la cintura y se apretó contra él.

–Me quieres… – murmuró Flynn.

–No.

–Me quieres – repitió él– . Dímelo, Ava.

Ella le mordió en el cuello, luego se lo chupó. El sabor a sal de su piel le invadió la boca.

Flynn se estremeció y un segundo después la estaba penetrando, pero Ava supo que aquello no era amor. Era deseo, no amor.

Y, no obstante, a Ava le encantó.

–Me quieres, Ava.

Ella abrió los ojos. Flynn la estaba observando y Ava negó con la cabeza.

Él se movió lentamente dentro de su cuerpo y Ava se aferró a sus hombros y se apretó contra él.

Solo hicieron falta tres empujones más para que ambos llegasen al clímax. Temblaron y se aferraron el uno al otro como si fuesen los últimos supervivientes de un naufragio.

Y Ava se preguntó cómo iba a erradicar los sentimientos que tenía por Flynn. Era patética.