Capítulo 1
Siete años más tarde
Flynn se apoyó en el respaldo del asiento y dejó que las sombras lo envolvieran mientras observaba a los turistas que había en la parte delantera del barco. Charlaban animadamente y se inclinaban sobre el río Sena para conseguir fotografías perfectas de París con la luz del atardecer.
Solo había otra persona que estaba sola, como él. Se levantó las gafas de sol y las apoyó en el pelo rubio, dejando al descubierto una piel cremosa y un rostro con forma de corazón.
Tenía los rasgos harmoniosos, la nariz recta y una boca demasiado generosa para poder considerarla bonita, pero Flynn se puso completamente tenso.
El rostro de Ava siempre había tenido un atractivo especial y en esos momentos, en los que sonrió al ver Notre Dame, su cara se iluminó.
La última vez que la había visto, la noche en que se había quedado a dormir en casa de su madre, después del accidente, todavía era una adolescente, a pesar del cuerpo de mujer. Flynn se había sentido culpable por sentirse atraído por ella. En esos momentos, con veinticuatro años, Ava tenía los pómulos más marcados, lo que le daba a su rostro un carácter y una elegancia que la sonrisa despreocupada no hacía más que acentuar.
No obstante, la intensidad de su reacción lo sorprendió. No se había esperado aquello.
Flynn frunció el ceño mientras intentaba definir la sensación. Era atracción, sí. Era una mujer guapa. Aunque no fuese su tipo, vestida con vaqueros y una camisa de flores. A él le gustaban más las mujeres glamurosas y sofisticadas, pero Ava también podía ser así. Lo había mamado.
Flynn asintió. Aquello era lo que le ocurría, por supuesto. También sentía satisfacción. Satisfacción porque Ava era la mujer adecuada. La mujer perfecta. Y él había sabido nada más verla que aquello funcionaría a la perfección.
Siempre era estupendo que un plan saliese bien.
Vio a Ava mirar a una pareja que se besaba y sonreír con nostalgia.
Curiosamente, por un instante, la duda lo asaltó. Pero fue solo un instante. Flynn se puso en pie y fue hacia la parte delantera del barco.
Cuando llegó a su lado, se detuvo y la miró. Los ojos azules de Ava se clavaron en él y Flynn sintió calor en el vientre, tuvo que tomar aire.
–¿Flynn? – preguntó sorprendida, con la voz ronca. Deliciosa.
Él sonrió. Era un hombre afortunado.
Una semana más tarde, Flynn volvía a perderse en sus soñadores ojos azules y se sentía satisfecho al ver que Ava tomaba su mano y entrelazaba los delgados dedos con los de él. ¡Sí!
Ava estaba disgustada porque Flynn se tenía que marchar, pero no quería demostrarlo. A él, por su parte, también le había fastidiado mucho aquella llamada de trabajo. Había estado muy cerca. Un poco más de tiempo y…
–Por supuesto que tienes que marcharte – le dijo Ava– . Te necesitan en Londres.
–Lo sé.
La empresa de Flynn había crecido mucho y él seguía trabajando como director general. Prefería estar al tanto de todo lo que sucedía a delegar.
No obstante, en esos momentos lamentó que nadie más pudiese ocuparse del último problema que había surgido. No quería alejarse de Ava tan pronto.
–Además… – añadió Ava, levantando la barbilla– . Yo también me marcho mañana de París. Voy a Praga.
Pero Flynn se dio cuenta de que su sonrisa era tensa, y eso le gustó. Tal vez fuese mejor marcharse en aquel momento, quizás pudiese beneficiarle a largo plazo.