Capítulo 10
Estás preparada?
Ava oyó a Flynn a sus espaldas mientras ella, frente al espejo, terminaba de recogerse el pelo en un moño elegante y clásico.
–Me falta solo un minuto – respondió mientras continuaba poniéndose las horquillas.
Cambió de postura sobre los altos tacones. Se había pasado el día trabajando y estaba agotada. No obstante, Flynn contaba con ella y no quería defraudarlo.
Casi todas las noches eran iguales. Iban a algún lugar muy caro y alternaban con personas guapas. O, si no guapas, ricas.
Ella había sugerido que se quedasen en casa a descansar, pero Flynn no había estado de acuerdo. Al menos, seguía pasando una noche a la semana con sus amigos. Quería mucho a su marido, pero no quería perder el contacto con ellos.
Esas noches, Flynn tampoco se relajaba, sino que trabajaba.
Ava estaba cansada de charlar con extraños y de aquel juego de «ver y ser vistos». Tenía que fingir que le gustaban aquellos actos sociales, pero cada vez deseaba más…
–Estás preciosa.
Flynn la acarició con su voz y ella dejó de sentirse cansada. Sus miradas se encontraron a través del espejo.
–Tú también estás muy guapo.
Estaba impresionante, aunque llevase el pelo demasiado corto para su gusto, llenaba la chaqueta como una estrella de cine. Y la estaba mirando con aprobación a través del espejo.
Los pezones se le endurecieron y sintió calor entre los muslos.
–¿Estás seguro de que quieres salir esta noche? – le preguntó, poniéndose la última horquilla y bajando los brazos.
Flynn la estaba mirando fijamente.
Quería quedarse allí tanto como ella. Ava lo veía en sus ojos.
–¿Por qué no nos quedamos en casa? – añadió– . Nunca estamos solos.
Ava echaba de menos hablar con él, compartirlo todo con él. Lo echaba mucho de menos.
–Has trabajado los tres últimos fines de semana y por la noche solo tenemos tiempo de hablar unos minutos antes de salir – le dijo, poniendo los brazos en jarras.
–¿Preferirías que descuidase mi negocio? – le preguntó él.
–Preferiría que lo pusieras en perspectiva – le contestó con cautela.
Acostumbrarse al matrimonio llevaba tiempo… para ambos. Ava había decidido apoyarlo en las relaciones sociales porque era importante para él, pero todo tenía un límite.
–No puedes continuar así. No es sano trabajar tanto.
–Trabajo lo mismo que siempre. Un poco menos desde que nos casamos – respondió él, poniéndose tenso.
Ava inclinó la cabeza.
–¿Estás enfadado conmigo?
Aquello era nuevo, tan nuevo que la sorprendió. Hasta entonces, nunca habían discutido.
Porque ella había accedido a todo lo que Flynn le había pedido.
No. En realidad, había tomado la decisión de apoyar al hombre al que amaba. Él nunca le había pedido que hiciese nada que pudiese incomodarla, como su padre.
La comparación con su odioso padre hizo que Ava valorase la suerte que tenía. Flynn se preocupaba por ella. Aunque le costase expresar lo que sentía con palabras, como les ocurría a casi todos los hombres. Era amable y considerado, generoso y apasionado.
–¿Enfadado? – repitió él– . No.
No obstante, le pasaba algo.
–Me preocupo por ti, Flynn. Trabajas mucho y te relajas muy poco.
Se giró a mirarlo y apoyó las manos en el tocador que tenía detrás.
–Me extraña que te tomases unas horas libres en París para ir a dar aquel paseo en barco en el que nos encontramos. Por no hablar de la semana en Praga… – añadió, sacudiendo la cabeza– . Dedicas toda tu vida al trabajo.
Para sorpresa de Ava, Flynn se sonrojó.
–No es una acusación – le dijo después.
Se sintió mal por protestar después de todo lo que Flynn le había dado: su amor, su cariño. Pero no lo hacía por propio interés, sino por él.
–Sé lo que hago, Ava – le aseguró él en tono tenso– . El negocio está creciendo, pero necesito protegerlo para el futuro.
Ella frunció el ceño. El negocio de Flynn no corría ningún riesgo.
–Esta noche es importante, Ava.
Flynn estaba tan inmerso en su trabajo que no se daba cuenta de que había mejores lugares a los que ir, maneras mejores de pasar el tiempo. Y ella tenía que conseguir que lo entendiese. Le llevaría tiempo, pero antes o después lo ayudaría a encontrar el equilibrio adecuado.
Mientras tanto, permanecería a su lado aunque se sintiese molesta, atrapada en un papel que la incomodaba.
¿Sería porque le recordaba al papel que había desempeñado su madre años antes?
Ava se estremeció y se frotó los brazos.
–Me voy a tomar el sábado libre para estar contigo – le dijo Flynn– . He encontrado una casa y quiero que vayamos a verla juntos.
–¿Una casa?
Ava se alegró al oír aquello. Las cosas estaban empezando a ir mejor. A juzgar por el brillo de los ojos oscuros de Flynn, debía de ser un lugar especial.
–¿Cómo es?
–Vieja y grande. Habrá que reformar la cocina y alguna habitación más, pero hay mucho espacio. Espacio suficiente para una casa de madera y un perro.
–Te has acordado – contestó Ava sonriéndole mientras apoyaba una mano en su antebrazo.
Él cubrió la mano con la suya, rodeándola con su calor.
–Por supuesto que me he acordado.
Su sonrisa la animó. Por supuesto que se había acordado. Aquel era Flynn.
–¿Y también tiene espacio para recibir invitados? – le preguntó.
–Sí, tiene espacio para todo.
Flynn sonrió todavía más y ella se contagió de su alegría. Cuando tuviesen su propia casa, haría de ella un lugar acogedor y convencería a Flynn de que pasase más tiempo allí.
–Estoy deseando enseñártela. Me parece que te va a gustar.
–Yo también lo estoy deseando.
–Y tengo algo más – añadió Flynn, ofreciéndole una caja de terciopelo negro con el logotipo de una conocida joyería.
Ava no pudo evitar pensar que su padre le había dado joyas de su madre para que las luciese con vestidos escotados. Y que después había instado a sus amigos a admirar dichas joyas, poniéndola a ella en una situación muy incómoda.
–¿No vas a abrirla? – le preguntó Flynn, frunciendo el ceño.
–Estoy sorprendida – respondió ella.
–Solo quiero lo mejor para ti, Ava. Ábrela.
Un brillo azul salió de la caja. Ava se quedó sin respiración.
–Oh, Flynn.
–¿Es bonito?
–¿Acaso lo dudas?
–Son del color de tus ojos – añadió él, al ver que Ava no se movía, que solo miraba el collar.
A ella se le llenaron los ojos de lágrimas. Sus ojos no podían ser tan bonitos como aquellos zafiros.
–Quiero que te lo pongas – le dijo Flynn, mirándola como la miraba cuando estaban en la cama.
¿Cómo no iba a querer a un hombre que la miraba así?
–¿Me lo pones tú? – le preguntó, dándole la caja y girándose hacia el espejo.
Las piedras azules del collar, intercaladas con diamantes, estaban frías. Su cuello pálido parecía delicado, casi regio, con aquella joya.
–¿Por eso querías que me pusiese este vestido?
El pronunciado escote del vestido negro era perfecto para realzar la belleza del collar.
Él asintió y le acarició la espalda.
–Ahora, los pendientes – le pidió Flynn, tendiéndoselos.
Las lágrimas de zafiro y diamantes le acariciaron la piel al mover la cabeza. El efecto era precioso, y un poco inquietante, pero entonces Ava miró a Flynn y se dio cuenta de que él la estaba observando con orgullo y satisfacción.
¿Qué más daba que no se sintiese cómoda con aquellas joyas? ¿Que no estuviese acostumbrada a sentirse… adornada?
Flynn le dio un beso en la muñeca, tenía los labios calientes.
–Estás preciosa, Ava – le dijo, soltándole la mano y retrocediendo para mirarla de arriba abajo– . Vas a ser el centro de todas las miradas. La mujer más glamurosa y mejor vestida de la noche.
Ava se puso tensa. ¿Acaso era aquello lo que le importaba a Flynn?
De repente, el collar le apretó la garganta como si se tratase de un cepo.