Capítulo 9

 

Ava se quedó entre los brazos de Flynn, todavía con el corazón acelerado después de haber hecho el amor. Él la abrazó con fuerza.

Las luces del exterior iluminaban el dormitorio. No habían tenido tiempo de cerrar las cortinas. No habían tenido tiempo de nada más que tumbarse en la cama y perderse el uno en el otro.

Cuando habían llegado allí la expresión de Flynn había sido de puro deseo y a Ava le había gustado la idea de que por fin perdiese el control con ella, pero no lo había hecho, ni siquiera aquella noche.

Quería verlo salvaje, primitivo. Se apretó contra su cuerpo y disfrutó de su calor.

–¿El sexo siempre es así? – le preguntó– . ¿Tan increíble?

–Contigo, sí. Estamos hechos el uno para el otro.

Ava contuvo la respiración. Flynn la quería tanto como ella a él. Era una mujer afortunada.

–He estado pensando en lo que dijiste… en lo de quedarme embarazada.

–¿Sí?

–Estoy tomando la píldora para regular mi ciclo menstrual, así que por el momento no es posible – le contó– . Solo tengo veinticuatro años. Y acabamos de casarnos. Quiero disfrutar un tiempo de lo que tenemos antes de pensar en formar una familia.

–¿Piensas que los niños interrumpirían nuestra vida sexual?

A Ava le sorprendió, y al mismo tiempo le gustó, que hablase de niños en plural.

Sí, podía imaginarse a Flynn paseando por un parque con varios niños. Un chico de pelo negro, aventurero, y una niña que adoraría a su padre subida a sus hombros.

Ava nunca se había subido a los hombros de su padre. Ni siquiera recordaba que le hubiese dado un abrazo, pero Flynn sería un buen padre. Había crecido en una familia muy cariñosa. Y sería cariñoso con sus hijos. Siempre había sido amable con Rupert y con ella, jamás los había tratado con condescendencia ni los había culpado por la rudeza de su padre.

–¿Quieres tener hijos? – le preguntó.

Era la primera vez que lo hacía. Todo había ocurrido tan rápidamente…

–Sí, pero, si tú prefieres esperar, no pasa nada. Ya llegará el momento adecuado para ambos.

Ava suspiró aliviada. Era una suerte que pudiesen estar de acuerdo en tantas cosas a pesar de llevar juntos tan poco tiempo.

–Este piso no es el lugar adecuado para tener hijos – murmuró él.

–Estoy de acuerdo.

–Tenemos que buscar una casa.

Ella sonrió.

–Con un gran jardín. Lo suficientemente grande para un perro y una casa de madera.

Ava se imaginó tomando el té en el jardín por las tardes, o jugando a la pelota con los niños. Era una imagen tan idílica que no supo de dónde había salido. Era algo que ella no había tenido.

–Por supuesto. Una casa grande, con espacio para una familia, pero también una casa con estilo. Un lugar que hable por sí mismo.

Ava arqueó las cejas. No era lo mismo que ella tenía en mente, pero Flynn estaba en el mercado inmobiliario y tenía dinero. Quería una casa de la que pudiese sentirse orgulloso.

–Y supongo que querrás recibir invitados con frecuencia.

–No tanto. Valoro mi intimidad, pero es cierto que tendremos que invitar a casa, y contigo a mi lado sé que todo irá bien.

Ava no pudo evitar sentirse bien al oír aquello.

–Esta noche has estado maravillosa – añadió él, acariciándola con su voz– . Una esposa puede llegar a ser una importante baza en los negocios.

–Lo sé.

Eso era lo único que había sido su madre. Ava tragó saliva. Aunque seguro que las exigencias de Flynn serían mucho más razonables que las de su padre.

–Yo te ayudaré, Flynn. Estoy muy orgullosa de ti, de todo lo que has conseguido. Has trabajado muy duro para llegar a donde estás.

–¿Te sientes orgullosa de mí? – preguntó él, dejando de acariciarla.

Ava se tumbó boca abajo encima de él y apoyó la barbilla en su pecho. Le encantaba sentir su cuerpo desnudo debajo de ella.

–No sé por qué te sorprende. Por supuesto que me siento orgullosa de ti.

Él no sonrió.

–Algunas personas piensan que soy despiadado.

–No te conocen – respondió ella, pasando un dedo por la comisura de sus labios– . Nunca has hecho nada malo. Nada ilegal, por ejemplo.

Flynn tardó unos segundos en contestar.

–No, no he hecho nada ilegal.

–Por supuesto que no – añadió Ava– . No eres esa clase de hombre.

–¿Y qué clase de hombre soy? – preguntó él, entrelazando los dedos en su pelo.

–Un hombre trabajador, honrado, sexy y muy considerado. Eres ambicioso, pero también sabes reírte – respondió Ava– . Además, es usted un amante fantástico, señor Marshall.

Él la miró fijamente durante tanto tiempo que Ava se emocionó. Era la primera vez que la miraban así. Nadie se había tomado la molestia de conocer a la verdadera Ava. Solo aquel hombre maravilloso, que había querido compartir su vida con ella.

Se sintió tan feliz que dejó de respirar. Tragó saliva, abrumada por la fuerza de sus sentimientos.

Pero Flynn siguió muy serio, con los labios apretados y la expresión casi dura.

Más que un hombre enamorado, parecía un hombre molesto.

Debía de ser por culpa de la luz.

–Anímate, Flynn. Hay cosas mucho peores que tener una esposa que te adora.

Le dio un beso en la comisura de los labios y después se los lamió, y cambió de postura para frotar los pechos y el vientre contra él.

–¡Eres una bruja! – gimió Flynn, penetrándola.

Y ella sonrió. Le encantaba el efecto que tenía en él.

 

 

En un arrebato de energía, Flynn tumbó a Ava boca arriba. El roce de sus cuerpos lo excitó todavía más, poniendo a prueba sus límites.

Lo que había empezado como una atracción se había convertido en una adicción. Cada vez necesitaba más a Ava. Por suerte, tenía toda la vida para disfrutar de su sensualidad. Estar atado a una mujer a la que no deseaba habría sido un desastre.

La capacidad de Ava para distraerlo había sido una sorpresa. No solo cuando estaban juntos, sino también cuando trabajaba.

Ava balanceó las caderas y él le agarró las manos a ambos lados de la cabeza, sobre la almohada.

Una semana antes había sido virgen, así que Flynn tenía que ir despacio y no exigirle demasiado, aunque estuviese aprendiendo muy deprisa.

La besó lenta, profunda, tiernamente. Su esposa era preciosa y él pretendía tratarla muy bien. Era la clave, la pieza que le había faltado para conseguir todo lo que quería.

Ya tenía dinero, poder y el respeto de sus rivales. Lo único que le faltaba era que lo aceptasen para poder formar parte de la alta sociedad y estar seguro de que aquellos que le importaban siempre estarían seguros.

Ava se retorció bajo su cuerpo, levantó las caderas y Flynn dejó de pensar.

Se embriagó con su dulce olor y se movió con cuidado. Estaba a punto de volverse loco.

Dejó de pensar en sus objetivos y en un dolor que formaba parte del pasado mientras Ava lo ayudaba a llegar al clímax. La oyó gemir de placer, notó que le clavaba los dedos en la espalda y en el trasero, que apretaba la pelvis contra él, y sintió la tentación de perderse por completo.

Pero se contuvo. Siempre tenía el control de la situación. Tenía que hacerlo.

Siguió dando placer a Ava e ignoró los anhelos de su propio cuerpo. No tardó en oírla gritar y en notar que su cuerpo se sacudía por dentro.

Y por fin se dejó llevar y disfrutó de un orgasmo que lo dejó completamente seco.

Se quedó sin fuerzas, saciado, con la absurda sensación de que lo habían limpiado de todo, salvo de las huellas del cuerpo de Ava.

Era un espejismo. Hacía falta mucho más que un sexo fantástico para limpiarlo.

Con Ava entre sus brazos se tumbó boca arriba. Todavía estaba disfrutando de los segundos posteriores al clímax cuando su mente volvió a ponerse en funcionamiento.

Por primera vez, sintió remordimientos además de satisfacción.

Ava estaba enamorada de él. Lo admiraba.

Respiró hondo y se dijo a sí mismo que el dolor que creía estar sintiendo era imaginario.

Todo iba bien, estaba ileso. Iba por buen camino para conseguir lo que siempre había querido. No obstante, lo que sentía en esos momentos no era felicidad. Ni siquiera satisfacción. Era desasosiego.

Ava pensaba que era una persona honesta.

Y él había creído serlo hasta que había vuelto a encontrarse con ella.

Ava había pensado que se habían encontrado por casualidad en París.

Pero ¿cómo reaccionaría si descubría la verdad?

Flynn frunció el ceño y buscó una justificación.

No había mentido completamente. No había dicho nada que no fuese cierto. Nunca había afirmado habérsela encontrado por casualidad.

Ese era el motivo por el que nunca le había dicho que la amaba.

El dolor de su pecho se acrecentó e hizo que se le cortase la respiración.

El modo en que Ava lo miraba cuando le decía que lo amaba… Flynn nunca había conocido nada parecido. Le hacía sentirse como un dios entre los mortales. Le hacía desear ser mejor persona.

Le hacía desear poder decir él también que la amaba.

La abrazó más fuerte.

Tal vez no pudiese hacer aquello, pero la cuidaría, le daría todo lo que necesitase. Le devolvería lo que había tenido en el pasado y había perdido.

Se dijo que era una tontería sentirse culpable. Ava era feliz. Y era gracias a él.

No era el momento de tener dudas.