Capítulo 13

 

Ava sonrió y asintió. Sí, Frayne Hall estaba preciosa. Sí, estaba bien, estar en casa, celebrando su primera fiesta en Frayne Hall.

Pero Ava tenía el estómago encogido.

Había intentado animarse comprándose un vestido rojo, ya que era un color que le encantaba, pero no lo había conseguido. Se movió entre los invitados, riéndose y fingiendo interés. Nadie parecía darse cuenta de que ni su sonrisa ni sus pensamientos eran en absoluto plácidos.

Planear aquella fiesta la había consumido. Pensar en ella, y todos los recuerdos que le había traído, le daban náuseas.

Pero había algo más. Se sentía… insatisfecha.

Después de varios meses de matrimonio todavía seguía soñando con pasar tiempo de calidad con Flynn. Él trabajaba desde casa en ocasiones, pero eso significaba que pasaba muchas horas encerrado en su despacho. No había habido más picnics y casi no pasaban tiempo juntos cuando no estaban rodeados de gente.

Algo tenía que cambiar. Ava decidió enfrentarse a él al día siguiente. No podía continuar así.

Lo vio al otro lado del salón, charlando con un importante político. No la miró. ¿Cuánto tiempo hacía que no la abrazaba fuera de la cama?

Su dolor de cabeza se acrecentó. Estaba deseando escapar de allí, quitarse las horquillas, los tacones y ponerse su pijama viejo. Un pijama que no había vuelto a ponerse desde que se había reencontrado con Flynn, porque a él le gustaba el encaje y la seda, o nada. Ava quería tomarse un chocolate caliente, ponerse una película antigua y…

–Hola, Ava – dijo una voz, interrumpiendo sus pensamientos– . Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.

Se giró y vio a un hombre de pelo cano que sonreía ampliamente.

La copa de agua con gas tembló en su mano y se salpicó el vestido. La agarró con fuerza frente a sí, como si se tratase de una barrera.

–Benedict Brayson – dijo en un susurro.

Él sonrió todavía más, pero su mirada era calculadora.

–Es evidente que no esperabas verme aquí, Ava, pero tengo que admitir que yo estaba deseando que retomásemos nuestra amistad – le dijo él, clavando la vista en su escote– . Estás todavía más bella que la última vez que nos vimos.

Ava tenía la respiración y el pulso acelerados, giró la cabeza, pero no tenía escapatoria. Todo el salón estaba lleno de invitados.

Brayson dijo algo que ella no pudo oír, aturdida, vio cómo se movían sus labios, cómo sus ojos grises brillaron con codicia.

Y ella volvió a tener diecisiete años y se sintió horrorizada, confundida, y fue incapaz de moverse de donde estaba.

Entonces, por fin, su cerebro empezó a funcionar de nuevo y la ira la hizo temblar.

No iba a escapar. No había hecho nada malo.

–¿Cómo te atreves a venir a esta casa?

Él abrió mucho los ojos y después sacudió la cabeza, volvió a sonreír.

–He sido invitado, querida Ava. Tu marido me ha invitado. Sin duda, Flynn quería que retomásemos nuestra amistad.

 

 

Flynn recorrió el salón con la mirada en busca de Ava. Era su talismán.

Frunció el ceño. A pesar de la distancia se dio cuenta de que estaba demasiado pálida. Muy guapa, eso sí, con aquel vestido rojo, muy sexy, pero, de repente, era como si hubiese perdido su brillo interior.

La vio tensa, tenía los labios apretados.

Se disculpó y avanzó entre la multitud haciendo caso omiso de las invitaciones a detenerse a charlar.

Tenía la vista puesta en Ava, que estaba… desencajada… inmóvil. Preocupado, apresuró el paso.

–Quiero que te marches.

Ava hablaba en voz baja, pero Flynn oyó sus palabras claramente a pesar de que la voz era tan fría que no parecía la suya.

–¿Cómo voy a marcharme, querida? Todavía no hemos tenido tiempo de ponernos al día – dijo Benedict Brayson, que era banquero.

Flynn se detuvo junto a Ava y la abrazó por la cintura.

–Aquí estás, cariño.

Ella no apartó la mirada de Brayson. Parecía hipnotizada.

Brayson rompió el silencio.

–Ava y yo estábamos a punto de…

–Vete de aquí. Ahora mismo – le espetó ella, sorprendiendo a Flynn– . No quiero que te acerques a mí.

–Pero tu marido me ha invitado, ¿verdad, Flynn?

Ver que Brayson disfrutaba tanto de aquella situación enfadó a Flynn que, además, consideraba al hombre un cerdo pomposo y arrogante.

Flynn apartó el brazo de Ava y lo acercó a Brayson. No sabía lo que estaba pasando, ya lo averiguaría más tarde. Fuese lo que fuese, Ava debía de tener un motivo para estar actuando así.

–Será mejor que te marches, Brayson – le pidió con voz tensa.

El otro hombre se echó a reír y se quedó donde estaba.

–Venga, amigo. Si ha sido todo un malentendido. La señorita ha reaccionado de manera exagerada, pero la voy a perdonar.

Flynn agarró a Brayson del cuello y lo levantó hasta su altura. A su alrededor se apagaron algunas conversaciones.

–O te marchas por tu propio pie o te echo yo.

Brayson se puso colorado.

–Me voy – balbució.

–Déjalo. Tenemos invitados, Flynn – susurró Ava, tirando de él.

Flynn lo soltó muy a su pesar y vio que Brayson se tambaleaba y se llevaba la mano a la garganta. Un momento después iba en dirección a la puerta.

Flynn deseó echar de allí a todo el mundo. Anunciar que la fiesta se había terminado y llevarse a Ava a algún lugar donde pudiesen estar solos.

Se giró hacia ella y la miró a los ojos.

–¿Estás bien?

–Lo estaré – respondió ella con una voz extraña.

–Ven, voy a sacarte de aquí.

–No. Es nuestra fiesta, nuestra casa. No voy a huir – le dijo, mirando a su alrededor– . Ya ha pasado, Flynn, y tenemos que atender a nuestros invitados.

 

 

–¿Qué pasaba con Brayson?

Flynn se quitó la pajarita sin apartar la mirada de Ava. Los invitados se habían marchado y por fin estaban a solas.

Ella se sentó en la cama y se desabrochó los zapatos. La suave curva de su cuerpo y la esbelta vulnerabilidad de su cuello despertaron el deseo en Flynn a pesar de que el aspecto de Ava era frágil. Estaba tan pálida que su piel parecía translúcida.

No obstante, sus ojos brillaban más que nunca, había en ella una energía palpable.

–Gracias – le dijo ella con voz ronca, pero firme.

La intensidad de su sonrisa lo golpeó con fuerza. No era una sonrisa de alegría, era demasiado tensa. Ava parecía más fuerte y, al mismo tiempo, más vulnerable que nunca.

–¿Gracias por qué? ¿Por no haber empeorado las cosas echándolo a patadas?

Flynn todavía estaba enfadado. No podía olvidar la mirada de Brayson a Ava. Ningún hombre trataba así a su mujer.

Ella se quitó las horquillas del pelo y suspiró, hizo girar los hombros para relajarse.

Flynn vio que la melena caía alrededor de su rostro. Estaba muy bella cuando se arreglaba, pero también le encantaba cuando estaba relajada, solo con él, cuando lo miraba a los ojos mientras hacían el amor o cuando intentaba convencerlo de que trabajase menos. Cuando se reía. Ava estaba preciosa cuando estaba feliz.

Y odiaba verla disgustada.

–Gracias por haberme apoyado, por haberte puesto de mi lado.

Flynn frunció el ceño.

–Por supuesto que me he puesto de tu lado. Eres mi esposa.

Ava parpadeó y apartó la mirada para dejar las horquillas encima de la mesita de noche, pero Flynn se dio cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas.

–Ava, ¿qué te pasa?

Se acercó a la cama y se sentó a su lado, la abrazó por la cintura y se dio cuenta de que estaba muy tensa.

–No sabes lo que significa para mí que te hayas enfrentado a él. Sé que esta noche era muy importante para ti, era nuestra primera fiesta en Frayne Hall.

–¿Y por eso iba a permitir que ese tipo te insultase?

Ava se entretuvo quitándose los pendientes.

–Ava, háblame – le pidió, tomando su barbilla para que lo mirase.

–No estoy acostumbrada a que nadie me defienda.

Flynn se dio cuenta de que aquel no era un comentario casual, detrás de aquello había algo importante.

–Cuéntamelo.

–Es un hombre detestable y no soporto tenerlo cerca. No sabía que lo habías invitado.

–Está muy implicado en un proyecto que tengo en mente – le contó Flynn– , pero ya no voy a trabajar con él.

–¿Así, sin más? – preguntó ella sorprendida.

–Así, sin más – respondió Flynn, dándole un beso en los labios– . Ahora, cuéntame qué ha pasado.

–Hacía años que no lo veía – dijo Ava, apartando la mirada– . Y me ha sorprendido encontrármelo.

–Eso no explica nada. Cuéntamelo, Ava.

Flynn la vio respirar hondo y se le encogió el corazón. Tenía que cuidarla, que protegerla.

–¿Cómo voy a ayudarte si no sé qué es lo que te pasa?

–Yo… Lo conocí el último año que viví aquí. Vino invitado a la fiesta – empezó Ava con un hilo de voz– . Era socio de mi padre.

–En los negocios se conoce a muchos tipos de personas, no tienen por qué gustarte para asociarte con ellas.

–¿No? – preguntó ella– . Mi padre parecía atraer a las personas más horribles y despreciables. Tal vez porque él era igual.

Flynn la miró fijamente, sabía que Ava había tenido algunos problemas en la relación con su padre, pero no había pensado que habían sido tan serios. Le sorprendió que Ava hablase así de su padre. De hecho, nunca la había oído hablar mal de nadie antes de esa noche.

Esperó. Le acarició el brazo desnudo para recordarle que no estaba sola.

–Sea lo que sea lo que te está carcomiendo por dentro, Ava, ¿no crees que es mejor compartirlo?

Ella lo miró de reojo antes de volver a hablar.

–¿Y me lo dices tú, que nunca hablas de tus sentimientos?

Flynn la abrazó más, se sintió aliviado al oír una nota de humor en su voz.

–Yo soy un hombre, es normal.

Además, no se le daba bien hablar de sentimientos.

Ella clavó la vista en la otra punta de la habitación.

–Mi padre era un hombre egoísta, cruel y despiadado. Nunca se preocupó por nosotros, solo nos veía como marionetas a las que manipular para conseguir sus objetivos. Estaba obsesionado con el prestigio y el poder. Con dejar atrás sus raíces de clase trabajadora y convertirse en alguien importante.

Aquello encajaba con lo que Flynn había opinado de Michael Cavendish, aunque nunca había pensado que también fuese despiadado con su familia.

–Rupert y yo vivíamos constantemente controlados, juzgados y castigados, no porque lo que hiciésemos estuviese bien o mal, sino si se ajustaba o no a la imagen que mi padre quería dar al mundo.

Ava empezó a hablar cada vez más deprisa.

–No se nos permitió ser niños. Estábamos demasiado ocupados aprendiendo a ser perfectos, al menos, de cara a la galería. Yo aprendí a montar a caballo y a jugar al tenis no porque quisiera, sino porque era lo que hacían los niños ricos. Mi padre me elegía los amigos, tenían que ser las personas adecuadas.

Sacudió la cabeza antes de continuar.

–No sabes la presión que soportaba el pobre Rupert, tenía que ganar en todos los deportes y destacar en el colegio y, si no, había consecuencias.

–¿Tu padre también te pegaba a ti? – preguntó Flynn, furioso.

–No, no habría podido decir que me había hecho los moratones haciendo deporte. Yo era su obra principal, la hija perfecta – dijo en tono amargo– . Tenía que estar guapa, elegante y parecer segura de mí misma. Tenía que ser encantadora con todo el mundo… lo mismo que mi madre.

De repente, dejó de hablar, tragó saliva. Se puso a temblar.

–¿Tu madre?

Ava se quedó en silencio demasiado tiempo, como si no fuese a continuar hablando.

–¿Sabes?, siempre envidié a tu madre – continuó entonces– . Casi no me acuerdo de tu padre, pero siempre me sentí cómoda con tu madre. Era muy cariñosa. Me pasaba horas soñando con formar parte de una familia como la tuya.

Aquello sí que sorprendió a Flynn, que no había pensado que nadie pudiese envidiar su niñez. Nunca se había dado cuenta del valor que tenía tener una familia unida, en la que todos se querían, se había centrado más en lo que no tenía.

–Por eso siempre supe que tú eras una buena persona. Conociendo a tu madre, tú no podías ser de otra manera – añadió Ava, poniéndose recta– . Como la noche del accidente. Supe que estaría a salvo contigo. Siempre te portaste bien conmigo.

Flynn la miró a los ojos y notó que algo se le rompía por dentro. Tomó aire lentamente y se dijo que aquel sentimiento extraño, intenso, no era nada. Aunque en el fondo sabía que tenía mucho que ver con la confianza y el amor con los que lo miraba Ava.

Tragó saliva y se dijo que lo importante era que estaba allí para cuidar de ella, que los medios utilizados para llegar allí, no importaban.

–¿Tu madre era fría?

–Fría no, distante. Creo que tenía miedo de él. Nunca nos defendió ni se puso de nuestra parte. Mi padre no se casó con ella por amor, sino por su pedigrí. Y mi madre siempre hizo lo que él quería. Fuese lo que fuese.

Volvió a detenerse para respirar profundamente.

–Él solía utilizarla como… No sé. Como cebo. O como premio – dijo, frotándose los brazos como si tuviese frío.

–¿Qué quieres decir? ¿Como premio para quién?

–Para otros hombres – admitió Ava– . Para los hombres con los que mi padre tenía negocios o quería hacerlos.

Flynn abrió la boca, pero no supo qué decir. Esperó a que Ava se explicase mejor y confirmase que no había querido decir lo que él había entendido. La idea le resultaba repugnante.

–Era muy bella – dijo ella.

–Sí, la recuerdo.

–Mi padre la utilizaba… como si se tratase de un objeto, no de una persona. Como un premio. Todo se hacía de manera muy discreta, pero todos los años teníamos invitados que se alojaban en casa durante la semana del baile. Y yo veía cosas…

Ava apartó la mirada bruscamente.

–Conmigo hizo lo mismo.

Flynn no fue capaz de asimilar el significado de aquellas palabras rápidamente, pero cuando lo hizo se quedó helado.

–No lo entiendo… – consiguió decir por fin– . ¿Qué clase de hombre podría hacer eso?

¡Con su hija!

–Ava, mírame.

Ella se giró a mirarlo y a Flynn se le rompió el corazón al verla destrozada. La abrazó y la ayudó a sentarse en su regazo.

Ava se acurrucó contra su cuerpo y él sintió una emoción a la que no podía darle nombre.

–Me alegro tanto de tenerte, Flynn. Te quiero tanto…

Y él volvió a sentir aquel extraño dolor en el pecho. No podía ser el corazón. Tenía que ser que se le había olvidado respirar.

Pasó un buen rato hasta que Ava volvió a hablar.

–Fue el año después de que mi madre muriese. Yo tenía que ser la anfitriona.

Flynn siguió abrazándola, sorprendido de que Ava se hubiese guardado todo aquello para ella hasta entonces.

–La casa estaba llena de personas a las que mi padre quería impresionar. Personas con dinero o con poder. Después me enteré de que mi padre llevaba un tiempo con problemas económicos, aunque nadie lo sabía porque él seguía gastando y viviendo de manera que nadie se diese cuenta.

Flynn la vio jugar con la tela del vestido.

–Me compró ropa nueva, sobre todo, trajes de noche – continuó– . Yo nunca había llevado ropa tan ajustada, ni tan escotada. Me sentía incómoda. Además, eran todos blancos. Todos.

Flynn recordó aquella noche. Ava llevaba un traje largo que brillaba bajo la luz de la luna. Había salido del coche con arañazos en los hombros y, en otras circunstancias, su escote lo habría tentado. No se parecía en nada a la niña que él recordaba.

–¿Y qué tenía de malo el blanco? – preguntó, dándose cuenta de que se estaba perdiendo algo.

–Nada. Salvo que mi padre había elegido ese color por un motivo. ¿Por qué van las novias de blanco?

–¿Porque es una tradición?

Flynn recordó entonces que Ava había insistido en no ir de blanco el día de su boda.

–Es un símbolo de virginidad.

En el silencio, la oyó tragar saliva. Vio que agarraba con fuerza la tela del vestido.

–Al principio no me di cuenta, pero mi padre me estaba exhibiendo delante de sus invitados. Al parecer, no todos sabían lo que estaba haciendo, solo un grupo selecto.

–Dime que no es lo que pienso – le pidió Flynn.

Aquello era una pesadilla.

–Ojalá pudiera – respondió ella, mirándolo fijamente a los ojos– . Estaba desesperado por conseguir dinero y patrocinadores para un proyecto nuevo con el que pensó que salvaría la empresa. Había tres hombres interesados en su propuesta, los tres se alojaban en la casa.

Hizo una pausa, como si necesitase recuperar fuerzas.

–Estaba… subastando mi virginidad.

Flynn oyó las palabras, pero casi no pudo creérselas.

–Y el premio se lo iba a llevar el que hiciese la puja más alta. Brayson era uno de ellos – añadió, haciendo una mueca. Su expresión era de dolor.

Flynn hizo un esfuerzo por respirar. Estaba furioso.

–Y yo había invitado a ese cerdo a la fiesta. Si lo hubiese sabido…

–¡Flynn! No me abraces tan fuerte, me haces daño.

–Lo siento. Continúa contándome qué pasó.

–La noche del baile uno de ellos me envió una caja de rosas. La subasta había terminado y… había ganado él.

–¿Brayson?

–No, otra persona que falleció hace un par de años, pero Brayson lo sabe todo porque estaba allí.

Suspiró antes de continuar.

–Esa noche empecé a beber champán para intentar ser valiente, pero al final no pude aguantar la presión y decidí escapar, pero no llegué muy lejos porque tuve el accidente.

–Tenías que habérmelo contado todo. Yo te habría cuidado.

Ava apoyó la mano en su pecho.

–Me cuidaste. No sabes lo mucho que aquello significó para mí, pero a la mañana siguiente tuve que volver a casa. Intentar huir fue una estupidez. Tuve que enfrentarme a mi padre por última vez y decirle que no quería volver a verlo.

–¿Y tu hermano no te ayudó? – preguntó Flynn, intentando imaginarse toda la situación.

–Rupert estaba interno porque no le estaban yendo bien los estudios. Nuestro padre no quería verlo.

–Así que no tenías a nadie.

Flynn recordó a Ava aquella noche, tan bella, pero tan angustiada. Sola.

–¿Por qué no me lo contaste? Te habría ayudado.

Ella lo miró a los ojos y a Flynn se le encogió el corazón.

–Lo sé, pero, si mi padre se hubiese enterado, habría despedido a tu madre. No podía hacerle eso.

Flynn tomó su mano.

–Ojalá lo hubiese sabido.

No le contó a Ava que su madre ya había accedido a dejar de trabajar en Frayne Hall.

–No habrías podido hacer nada. Yo hice lo que tenía que hacer al marcharme. Después de aquello, no volví a verlo.

Después de todo aquello, la expresión de Ava seguía siendo de dolor.

–Hay algo más, ¿verdad?

–No, es solo que… me he preguntado muchas veces si yo había hecho algo más, algo que hiciese pensar a mi padre que…

–De eso nada. No voy a permitir que te culpes tú de algo que hizo tu padre. Además, todavía eras virgen cuando nos casamos.

–Porque esa experiencia hizo que no quisiera estar con ningún hombre.

–Hasta que encontraste al adecuado – le dijo él, acariciándole la mejilla con ternura– . Habías tenido una experiencia traumática por culpa de tu padre. Y lo que hiciste fue luchar por empezar una vida nueva. Estoy orgulloso de ti, Ava.

Ella sonrió y Flynn pensó que era como ver salir el sol entre las nubes.

–Me aseguraré de que no tengas que volver a ver a Brayson jamás. Dime el nombre del tercer hombre.

–No hace falta. Todo eso forma parte del pasado. He aprendido que soy mucho más fuerte de lo que pensaba. Y he aprendido también lo maravilloso que es tener a un hombre que me ame como me amas tú, que confía en mí, me apoya y me defiende. Estoy tan acostumbrada a valerme por mí misma que no sabes lo mucho que significa para mí que alguien se ponga de mi parte.

Le dio un beso y Flynn sintió que se derretía por dentro. ¿O era su conciencia?

¿Cómo iba a estar a la altura de las expectativas de Ava? No obstante, lo que más le sorprendió era desear estarlo.