Capítulo 10
PARA Sapphira, esa noche no estaba empezando bien. Todavía turbada y confusa por el beso inesperado de Thane, tuvo que hacer un gran esfuerzo para disimular ante esas personas. Pensó que era una situación insoportable para ambos y rezó para que la noche terminara bien y no volviera a repetirse esa situación.
—Por supuesto, podíamos haber cenado en nuestra suite —le comentó Catherine a Sapphira—, pero habríamos tenido que soportar una conversación de negocios.
Philip Robinson sonrió al otro lado de la mesa. Sus ojos grises brillaban divertidos después de haber escuchado la acusación de su mujer.
—Sé sincera, cariño —dijo Philip—. No fue solamente eso. Admítelo, eres una flor que no le gusta florecer sin ser vista.
—Es un vestido precioso, ¿no te parece? —preguntó Catherine deslizando una mano por la prenda de chiflón negro con hilos dorados. Sonrió a su marido—. Pero la estrella de esta noche no soy yo, sino Sapphira —sonrió y fijó su atención en Thane—. Sus compatriotas saben apreciar la belleza femenina; con seguridad, eso hace que sus mujeres se sientan muy especiales.
—Tenemos fama de curiosos —respondió Thane. Con la cabeza agradeció la bebida que le sirvieron—. En Grecia, se considera natural detenerse y mirar aquello que atrae nuestra atención. Respecto a Sapphira, mientras la admiración sea demostrada a cierta distancia, puedo tolerarlo.
—¡Habla como un europeo! —exclamó Catherine. Tendría unos cuarenta y cinco años—. Me pregunto por qué los ingleses no sienten lo mismo por sus mujeres... No se vuelven para mirarlas, como los griegos.
—Bueno, para una mujer ya no es socialmente ser admirada como un objeto por un hombre —intervino Philip Robinson—. ¿Tú qué opinas, Sapphira?
—¿Yo? —seguía el intercambio de ideas con interés, mientras saboreaba el vino blanco. Sus nervios empezaban a calmarse. Detrás del aire de autoridad y de la constitución atlética de Philip, detectaba una naturaleza amable, que junto con la cordialidad de su mujer, lograrían que la noche fuera un éxito.
—Sí —insistió Philip—. ¿Te ves a ti misma como uno de los aspectos o detalles de Thanos, un detalle pequeño, pero revelador de la imagen que ofrece Thanos?
Miró a Thane, pero no recibió ninguna ayuda por su parte. Por supuesto, sólo era una pregunta divertida; sin embargo, sería muy fácil responder con amargura y humillación con algún comentario, como lo hubiera hecho en el pasado. Necesitaba dar una respuesta divertida, algo que mantuviera el tono alegre de la conversación.
—Y bien, Sapphira, ¿cómo me ves? —preguntó Thane. La desafió con la mirada, mientras esperaba su respuesta. Se estaba exponiendo al desdén del que la sabía capaz.
—Es una respuesta difícil de responder —murmuró Sapphira para ganar tiempo—. Debo admitir que nunca intenté analizar con anterioridad ese aspecto; sin embargo, diría que sería mitad y mitad. La mitad del tiempo, cuando eres el escenario central, entonces, sí, pongo el telón de fondo, pero la otra mitad, cuando es mi turno para actuar, bueno... —sonrió ampliamente—. Digamos que no sólo fue por tu inteligencia por lo que me casé contigo. ¡Un hombre guapo y atento es más beneficioso para la autoestima de la mayoría de las mujeres que someterse a una operación de cirugía estética!
—Bien dicho —opinó Catherine—. Creo que las felicitaciones mutuas están a la orden, ¿no os parece? ¡Parece que ambas escogimos a nuestros maridos haciendo gala de un gusto impecable!
Philip estalló en carcajadas.
—Creo que tú mismo te lo has buscado —le comentó a Thane—. Sin embargo, es bueno saber que nuestras mujeres nos aprecian.
—Sí —respondió Thane con voz suave, pero no sonrió al levantar su copa.
La conversación desenfadada que tuvo lugar en el bar marcó el ambiente para la cena, que fue de amistosa camaradería. Catherine demostró un interés particular por Victoria y Stephanos. Le obligó a Sapphira a hablar sobre ellos y a contar historias divertidas.
—Nuestra hija tiene veinte años —dijo Catherine hacia el final de la cena—. Está decidida a no casarse y fundar una familia hasta que se establezca bien en su carrera. Por lo tanto, tendré que esperar bastante tiempo a que me haga abuela. Sinceramente, no puedo imaginar cómo puedes atender a los mellizos.
—Tuve suerte —admitió Sapphira, sorprendida al darse cuenta de que se estaba creyendo lo que decía—. Tenemos un ama de llaves y Thane contrató a una niñera. Él... hizo todo lo posible para facilitarme la vida —su voz se quebró un poco.
—Sin embargo, todavía es difícil —insistió Catherine—. No obstante, lo mejor está por venir... la alegría de verlos ir a la escuela, de ayudarlos y guiarlos...
Sapphira se dijo que Catherine estaba enumerando todos aquellos aspectos de la vida de sus hijos de los que ella misma no disfrutaría, ni podría tener ninguna influencia.
—Sí —logró responder. Empujó la silla hacia atrás y sintió un nudo en la garganta—. ¿Me disculpáis un momento?
En el tocador, se sentó en una silla e intentó controlarse. Se dijo que si había aceptado representar el papel que le pidió Thane, tenía que hacerlo con gracia y soltura. Bebió un poco de agua fría y retocó su maquillaje. Estaba lista otra vez para sonreír con cortesía y regresar al comedor.
Thane la esperaba en la entrada del tocador. Le tomó el brazo y con suavidad la llevó hacia un lado y la miró con ojos interrogantes.
—¿Qué sucede? —le preguntó Sapphira.
—Eso es lo que quiero preguntarte, Sapphy. Parecías inquieta cuando te alejaste de la mesa. ¿Todo esto está resultando demasiado para ti?
—No, de ninguna manera —aseguró Sapphira—. No quise ser descortés. ¿Se han ofendido los Robinson?
—No —respondió Thane—. Tal vez sea yo quien haya reaccionado mal. Me preocupaba que hubieras decidido huir a casa.
—¡Sería bastante embarazoso para ti explicar mi huida! —aseguró Sapphira y sonrió un poco—. No, simplemente tuve la sensación de que no lo estaba haciendo bien —sin darse cuenta, se acarició la seda de su vestido de dos piezas.
—Y tampoco te sientes a gusto con tu nuevo vestido —comentó Thane, al notar su gesto nervioso. Sus ojos brillaron con una luz extraña que ella no pudo descifrar.
—¿No me queda bien? —preguntó Sapphira.
—Oh, te queda muy bien, Sapphy —sus ojos brillaron todavía más y sus pupilas se dilataron—. Me preguntó por qué escogiste ese color.
—Por ningún motivo en especial —comentó Sapphira—. Supongo que pensé que me proporcionaría algo de seguridad. ¡Uno no puede ocultarse en un rincón cuando luce un vestido de este color! —soltó una carcajada nerviosa.
—¿No habrá sido porque este fue el color de tu vestido de boda? —preguntó Thane.
—¡No! —impresionada por su pregunta, Sapphy lo negó al instante. ¿Acaso la referencia de Angélica a la fotografía que Thane tenía en su escritorio la había hecho escoger inconscientemente ese vestido?, se preguntó—. ¿Por qué iba a hacer eso?
—No lo sé —la miró con los ojos entornados—. ¿Por que te has cortado el cabello?
—¿Tienes alguna objeción? —quiso saber Sapphira. Hacía mucho tiempo que él no demostraba ningún interés por su apariencia personal. Su pulso se aceleró al presentir que él lo desaprobaría. Intentó decirse que su opinión no le importaba, pero sabía que no era cierto.
—No tengo ningún derecho a objetar —indicó Thane. Estaba tan cerca de ella que Sapphira se sentía dominada por su presencia—. Como me has pedido mi opinión, tengo que decir... —hizo una pausa deliberadamente para prolongar la tortura. Observó el rostro sonrojado de Sapphira—. Creo que nunca te vi más hermosa... ni siquiera el día de nuestra boda.
—¡Oh! —el cumplido la sorprendió y sintió un inmenso placer—. Eres muy galante, Thane. ¿Nos reunimos con los Robinson?
—Por supuesto —colocó una mano en su cintura y la guió hacia la mesa.
Por instinto, Sapphira se tensó bajo la presión de la palma de la mano de .Thane. Él le sonrió y, después de un momento, comentó:
—Los Robinson nos han invitado a su suite para tomar café y una copa. Supongo que no tendrás ninguna objeción. Philip tiene una idea interesante que desea discutir conmigo, antes de volver a Inglaterra.
Sapphira detectó el entusiasmo que se reflejaba en la voz profunda de Thane y comprendió lo importante que era esa conversación para él.
—Estaré contigo siempre que me necesites —respondió Sapphira. Él soltó una carcajada suave.
—¡Qué promesa tan temeraria, Sapphy! —le dirigió una mirada burlona. No le dio tiempo a explicar lo que quiso decir—. Tendré que telefonear a Ephimi y decirle que quizá lleguemos muy tarde.
—Ella no sabe que estamos juntos, Thane.
—Entonces, le gustará saberlo —comentó Thane. Colocó un brazo sobre sus hombros y Sapphira contuvo la respiración y con rapidez miró su perfil. Tenía la misma apariencia que la primera vez que lo vio: arrogante, seguro de sí mismo, posesivo y atractivo. Al llegar a la mesa, comentó—: Sapphy y yo estaremos encantados de prolongar la velada tal y como nos habéis sugerido.
La suite de los Robinson tenía el lujo que podía esperarse en un hotel de primera clase. Mientras los hombres hablaban de negocios, Sapphira se puso a charlar con Catherine, que resultó ser una compañera divertida y estimulante.
A medida que fue transcurriendo el tiempo, las dos mujeres descubrieron que tenían muchos intereses en común. Compartían gustos en la música y el teatro. Ambas tenían un especial talento creativo para la cocina.
En ese momento, Sapphira vio que Thane usaba el teléfono, mientras seguía charlando con Catherine. Cuando colgó, la llamó a su lado con suavidad.
—¿Sí, querido? —respondió Sapphira. No se dio cuenta de que lo había llamado de esa manera hasta que vio que él levantaba una ceja, sorprendido. Relajada y feliz, como si estuviera viviendo en un sueño, permitió que sus defensas se derrumbaran. No podía disculparse por haber empleado esa palabra. Intentó disimular su preocupación y lo miró a los ojos.
—Me temo que no me di cuenta de lo tarde que era, mahtia mou —comentó Thane—. Si nos vamos a casa ahora, despertaremos a todos al llegar, por lo tanto, he reservado aquí una habitación para que pasemos la noche.
—Oh, pero... —Sapphira se sintió repentinamente muy confundida.
—No te preocupes, la recepcionista me ha asegurado que podrán proporcionarnos todo lo necesario. Todas las habitaciones tienen los artículos de tocador básicos. Estoy seguro de que estaremos bien por una noche.
—Sí —logró responder Sapphira.
Transcurrió otra media hora hasta que al fin se despidieron de sus anfitriones. Thane recogió la llave y la caja de Sapphira que habían dejado en la recepción.
Sapphira se encontraba de pie detrás de él, mientras Thane abría la puerta. De repente oyó que él decía algo en griego.
—¿Qué pasa? —preguntó al entrar en la habitación. Se imaginó toda clase de desastres. La habitación era grande y con muebles modernos y atractivos—. ¡Oh! —exclamó al ver la cama de matrimonio.
—Tienes que creerme, Sapphy, esto no estaba planeado —aseguró Thane—. Pedí una habitación con dos camas. No podía pedir dos habitaciones—. Creí que la solución sería aceptable, dadas las circunstancias.
—Supongo que es la suite nupcial —comentó con serenidad Sapphira, divertida por la reacción furiosa de Thane. No podía reflexionar sobre la situación con la seriedad debida, quizá porque estaba cansada, o tal vez porque durante toda la velada había vuelto a vivir, a recuperar, una parte de aquel pasado que había creído perdido para siempre. Cruzó la habitación y abrió la puerta del baño—. Es muy lujoso —comentó por encima del hombro—. Dos lavabos. Pero me temo que el baño es demasiado pequeño para que pases allí la noche.
—Dormiré en el sillón —se acercó a la silla y se sentó—. Usa tú primero el baño. Yo entraré cuando termines —cerró los ojos.
Sapphira obedeció. Se desvistió y se dio una ducha rápida. Después se secó y se puso la combinación de color escarlata. Intentó no pensar en la época en que ella y Thane compartían el baño, en el placer que sentía cuando lo veía desnudo, en la ducha.
Recordó que, a diferencia de ella, a Thane le encantaba frotarse enérgicamente el cuerpo con un vigor típicamente masculino. Las toallas que Sapphira usaba quedaban húmedas, en cambio las de Thane siempre quedaban empapadas. ¡Cómo echaba de menos esas toallas empapadas!
No podía regresar a la habitación vestida solamente con esa ropa. Se miró en el espejo y tuvo la primera oportunidad de admirar su cuerpo después de su recuperación. ¿En realidad era ella? Fascinada por la imagen que vio, con orgullo se acarició los senos con los dedos.
Bajo el encaje su piel tenía un brillo perlado. ¡Y sus piernas! La combinación le favorecía las piernas; parecían mucho más largas de lo que eran.
Comprendió que tenía otra vez la apariencia de la joven que una vez fue y experimentó una gran sensación de placer. Tomó una toalla limpia y se envolvió en ella, estilo sarong, sujetándosela debajo de los brazos y entró en la habitación.
Thane no se había movido del sillón y parecía más incómodo que nunca. El respaldo del sillón le llegaba por debajo de los hombros y no tenía dónde apoyar la cabeza. Sólo un masoquista escogería pasar la noche allí... y sólo un sádico se lo permitiría, pensó Sapphira.
—El baño está libre, Thane —comentó Sapphira con voz suave, segura de que él no podía estar dormido en esa postura tan incómoda—. Mira, no hay motivo para que no podamos compartir la misma cama. Es bastante grande. Estoy convencida de que no planeaste esto a propósito. Dadas las circunstancias, parece que es lo más sensato que podemos hacer.
—Eres muy caritativa, Sapphy. Lo tendré en cuenta —replicó Thane con los ojos entornados y ella no pudo leer su reacción.
—¡Bien! —exclamó Sapphira y se metió entre las sábanas antes de quitarse la toalla y arrojarla al suelo—. Que duermas bien.
Thane se puso de pie y fue hacia el baño. Sapphira se imaginó el momento en que, minutos después, sentiría su peso en la cama, a su lado. ¿Por qué la excitaba tanto ese pensamiento? Era parte de la fantasía que poco a poco había ido construyendo durante la velada, animada por la comida, el buen vino y la compañía agradable. En aquella atmósfera le había resultado fácil ser indulgente y creer que eran la pareja ideal que pretendían ser, que estaban enamorados y que tenían dos niños adorables para terminar de formar una gran familia. ¿Era tan malo seguir soñando por unas horas más? Con seguridad no, si era lo bastante fuerte como para enfrentarse a la realidad del día siguiente.
Tensa y expectante permaneció acostada, respiraba con tranquilidad, todo su cuerpo esperaba el momento en que sentiría el cuerpo de Thane a su lado. Después, podría dejar volar su imaginación hasta quedarse dormida, saciada con los pensamientos de lo que habría podido ser.
Escuchó el sonido de la puerta del baño al abrirse y vio un rayo de luz, antes de que él la apagara. Sintió que se acercaba y cada nervio de su cuerpo se estremeció de placer, de ansia. Después, nada... sólo un largo silencio y la cama vacía a su lado.
Sapphira encendió la lámpara de la mesita de noche y lo llamó:
—¿Thane? —todavía estaba vestido, tenía los brazos y piernas extendidas en una posición muy incómoda, en el sillón. Tenía la cabeza apoyada sobre una mano—. ¡Thane! —al no recibir ninguna respuesta, suspiró exasperada. Se levantó de la cama y dio los pasos necesarios para quedar frente a él—. ¡Thane! —lo sacudió por el hombro—. ¿Qué haces? ¡Convinimos en que íbamos a compartir la cama!
—¡No convinimos nada! —respondió él con irritación—. Te dije que lo tendría en cuenta, y así fue, antes de no aceptar la idea. Vuelve a la cama, Sapphy, y déjame conciliar el sueño a mi manera.
—¡Esto es absurdo! —exclamó Sapphira. Estaba de pie con las piernas abiertas y las manos en las caderas, sin pensar en la imagen que le estaba ofreciendo al hombre medio dormido que tenía delante. Estaba enfadada porque no soportaba verlo en una posición tan incómoda y también porque se sentía frustrada, ya que él le había negado su inocente fantasía. No podía comprender por qué se comportaba de esa manera—. ¿Crees que voy a seducirte? —preguntó con furia.
—No —respondió Thane. La sorprendió al ponerse de pronto de pie—. No, Sapphy, el problema es que temo mucho seducirte—Sapphira se quedó tan sorprendida que permaneció inmóvil, boquiabierta—. ¿Crees que miento? —su actitud era peligrosa. Su cuerpo estaba dispuesto para la acción, tenso como un resorte a punto de saltar.
Sapphira pudo haberse retirado, pero no lo hizo. Cuando él la abrazó, no opuso resistencia. La acercó a su cuerpo y ella no luchó; cuando Thane. Deslizó las manos por la prenda de seda y encaje encendiendo su cuerpo, Sapphira se estremeció de placer y levantó la boca para recibir el beso.
Advirtió que Thane temblaba. Le echó los brazos al cuello y le hizo bajar la cabeza, para lograr un contacto más íntimo. Entreabrió los labios para besarlo.
Toda aquella situación le parecía normal, lógica, como si desde el principio de la noche hubiera estado esperando que eso sucediera. Cuando al fin Thane la soltó, experimentó una devastadora sensación de pérdida.
Thane le preguntó con voz ronca:
—¿Ahora comprendes por qué no compartiré tu cama? Déjame solo o no seré responsable de las consecuencias. ¿Comprendes?
—Sí —respondió Sapphira, él no podía haber hablado con mayor claridad; sin embargo, no se movió. Se humedeció los labios secos con la punta de la lengua, consciente de que la mirada de deseo de Thane seguía todos sus movimientos—. Yo... no podré dormir, al imaginarte en ese sillón tan incómodo.
—Diez segundos, Sapphy —Thane hizo un esfuerzo para hablar—.
Te daré diez segundos para regresar a la cama y apagar la luz, de lo contrario...
Sapphira contó hasta diez, sin mover un músculo. Observó que él respiraba con dificultad y comprendió con exactitud el carácter de su invitación. ¿Por qué no vivir su fantasía hasta el final? Una última noche... si no de amor mutuo, al menos, lo más cerca que podría lograr al amor. Un último recuerdo para llevar al limbo que la estaba esperando.
Thane la levantó en brazos sin esfuerzo y la depositó sobre la cama. Después apagó la luz y Sapphira levantó las manos hacia él y las deslizó dentro de su camisa.
Le acarició los músculos del pecho al tiempo que rememoraba dulces recuerdos. Lo oyó gemir y fue más audaz. Deslizó las palmas de las manos por su abdomen, hacia abajo. «Una vez más, sólo una vez más», se decía.
Pudo oír cómo contenía la respiración; cuando Thane se apartó fue para facilitarle la tarea. Al volver a sus brazos estaba desnudo. El tiempo quedó detenido cuando Sapphira lo acarició de nuevo.
Una vez más se sintió joven y libre y experimentó la suprema alegría de amar y ser amada, perdida en un mundo de placer sensual. Thane le devolvió las caricias y le bajó los finos tirantes de la combinación para dejar expuestos los senos. Le besó los pezones con delicadeza.
Sus cuerpos se buscaron, no eran extraños a las necesidades del otro, sus respuestas eran mayores y más íntimas por el largo período de continencia.
Cuando Thane le deslizó la prenda de color escarlata por la cintura, Sapphira se tensó, aterrada, al recordar el desdén que él le demostró la última vez que estuvieron juntos. Se relajó y suspiró aliviada al comprender que la oscuridad ocultaría la delgada cicatriz, cuyo tacto resultaría imperceptible a los dedos de Thane.
Cuando Thane le habló con las manos y la boca, con suspiros y gemidos de placer, Sapphira respondió de igual forma y lo animó con una pasión que había permanecido dormida durante mucho tiempo. Sus cuerpos apasionados avivaban las llamas del deseo al máximo.
—¡Sapphy! —Thane murmuró su nombre con un tono de agonía.
Sapphira se ofreció a él con una dulzura generosa que no pedía nada a cambio, salvo el regalo que representaba él mismo. Lo atrajo hacia sí y Thane gimió de júbilo al llegar al éxtasis.
Como Sansón con Dalila, Thane permaneció recostado sobre ella, vulnerable, sin poder mover un músculo después del torbellino de pasión.
Sapphira levantó una mano y le acarició la nuca, mientras deslizaba la otra por su espalda. La fantasía estaba casi completamente realizada. En ese momento todavía le quedaba hasta la mañana, antes de que su sueño terminara. Thane se volvió tumbándose de espaldas y Sapphira apoyó la cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón.
Se sentía intensamente viva, como si la pasión de Thane le hubiera infundido una nueva vitalidad y encendido el fuego interno que alimentaba cada parte de su ser.
Cuando Sapphira se despertó por la mañana, estaba sola en la cama. Necesitó unos segundos para recordar los acontecimientos de la noche anterior y algunos más para decidir que no se arrepentía de nada.
Ya no tenía sentido negarse que todavía amaba a Thane. Esa aceptación había llegado demasiado tarde para reparar el daño que había causado en el pasado, pero al menos, ya no volvería a mentirse a sí misma.
Thane salió vestido del baño y comentó:
—Ah, estás despierta. Te veré abajo en el comedor, para desayunar. No tardes. Cuanto antes regresemos a Andrómeda, mejor.
Sapphira tragó saliva para intentar que desapareciera el nudo que sentía en la garganta. Asintió con la cabeza, sin pronunciar palabra. Thane salió de la habitación.
Se preguntó qué era lo que había esperado de él. Intentó controlar su desilusión y bajó las piernas de la cama. Al menos, Thane se había comportado con discreción saliendo de la habitación para que ella pudiera moverse con libertad en su desnudez. Se dijo que nunca había esperado que él le demostrara la misma pasión por la mañana.
Thane era un hombre viril y su cuerpo se excitaba con facilidad en presencia de una mujer... y ella lo había alentado, contra su deseo.
Entró en el baño, negándose a disculparse. Comprendió que había repetido la misma tontería del pasado y cedido ante una necesidad transitoria. Thane había pagado muy cara su primera indiscreción. Al ver su rostro esa mañana, comprendió que estaba furioso por haber sucumbido a su invitación.
Tomó una ducha rápida y se vistió con la ropa que había llevado el día anterior. Guardó las prendas de color escarlata en la caja, sin entusiasmo, deprimida. Pensó que lo único que había logrado era que Thane la detestara todavía más; sin embargo, no se arrepentía de lo sucedido.
El desayuno terminó en silencio, al igual que el viaje en el coche. Al llegar a la villa, Thane abrid, la puerta principal y se apartó para que Sapphira entrara primero. Ephimi llegó al vestíbulo para recibirlos con una sonrisa.
—¿Cómo están los niños? —preguntó Sapphira al instante.
—Tan alegres como siempre —confirmó Ephimi—, al igual que Tigris.
—Subiré a verlos...
—¡Espera un minuto! —exclamó Thane tomándola del brazo para impedir que subiera por la escalera—. Primero necesito hablar contigo en privado. Ven al estudio, por favor.
Se preguntó si iría a recriminarla. Sapphira deseó con todo su corazón tener el valor suficiente para negarse a ir al estudio. Sería mejor olvidar lo sucedido entre ellos la noche anterior, borrarlo para siempre, como la fantasía que había sido. El análisis de aquel sueño conllevaría su degradación y eso era algo que no soportaría.
—¿Tenemos por fuerza que hablar? —preguntó Sapphira suplicando comprensión con sus ojos azules—. En realidad, no hay nada que decir.
—Estás equivocada, Sapphy —aseguró Thane y la llevó hacia el estudio. Cerró la puerta y le indicó que se sentara. Él se puso a pasear de un lado a otro, frente a ella—. Tengo algo muy importante que decirte.
—¿Sí? —le resultaba difícil respirar; el corazón le latía acelerado.
—Tienes razón cuando dijiste que no podíamos vivir de esta manera —dejó de caminar y se detuvo frente a ella. La miró como un juez que fuera a pronunciar sentencia—. He cambiado de opinión, Sapphy. Haré todo lo posible para conseguir el divorcio.