Capítulo 3 

¡ESTAS loca, loca por completo! —exclamó Loma West con las manos apoyadas en las caderas. Estaba mirando cómo Sapphira hacía su maleta—. Has pasado todo ese dolor y sufrimiento para no tener que volver a ver a ese hombre y ahora te propones irte de vacaciones con él —levantó la voz—. Sinceramente, Sapphy, necesitas ir al psiquiatra. 

—No sería la primera vez —comentó Sapphira sonriendo brevemente. 

—No es bueno que intentes hacer que me sienta culpable al referirte a las consultas que le hiciste al psiquiatra mientras estuviste en la clínica, porque no resultará —aseguró Loma—. Ambas sabemos que tu enfermedad, después del nacimiento de los mellizos, fue física, causada por un desequilibrio hormonal, como demostraron los análisis médicos. Esta vez es diferente. En esta ocasión, tu capacidad de juicio está trastornada —su tono se suavizó—. Sabes que sólo deseo tu felicidad. 

—Por supuesto que lo sé —aceptó Sapphira. En esa ocasión, su sonrisa fue sincera. 

Sapphira estaba segura de que haber conocido a Loma había constituido un factor decisivo de su recuperación. Sola, desgraciada, muy deprimida y obsesionada por pensamientos acerca de su matrimonio fracasado y la traición de su hermana, la aparición de Lorna en su vida le había proporcionado el estímulo que necesitaba para recuperar el interés por la vida. 

Por supuesto, el tratamiento que recibió durante su estancia de tres meses en la clínica había contribuido a su recuperación física, pero fue la compañía de Lorna lo que más le animó. 

Thane lo había preparado todo de forma que todas las comidas le fueran enviadas a Sapphira desde un buen restaurante vecino. A pesar de que estaban muy bien preparadas, el apetito de la joven no se despertó hasta el día en que Lorna apareció con su cena. 

Quizá por ser inglesa, Lorna logró penetrar en la barrera que Sapphira había erigido a su alrededor. La alegría que la joven sintió al poder hablar en su propio idioma con una mujer vibrante y divertida, que sabía escuchar tan bien como hablar, que era afectuosa y sensata, fue el tónico espiritual que tanto necesitaba. 

La aparición de Lorna como camarera fue sólo un acontecimiento excepcional, ya que se recurría a ella por motivos de emergencia. Sin embargo, para alegría de Sapphira, Lorna volvió una y otra vez como visita, hasta que entre ellas creció una fuerte amistad. Cuando Sapphira salió de la clínica, lo sabía todo acerca de la vida de Lorna. Sabía que había dejado su empleo en una agencia de publicidad en Londres para escapar de una aventura amorosa que no la había conducido a ninguna parte, y que había fijado temporalmente su hogar en Grecia. Había recurrido a sus habilidades para hacer funcionar un restaurante de Kethina, cuyos dueños eran su hermano menor Michael y un hombre de negocios de la localidad. 

Lorna tenía unos treinta y cinco años y era una mujer muy segura de sí misma y de sus propias capacidades. Se encontraba físicamente muy alejada de la cruel descripción de «bruja» que le daba Thane, debido a que la consideraba una rival que le disputaba la lealtad de su mujer. 

¿Qué otra persona hubiera acogido a Sapphira durante aquellos últimos nueve meses, mientras ella y Thane esperaban a que se formalizara legalmente su separación? Sólo por eso, Sapphira sabía que Lorna se merecía una explicación completa de su comportamiento al haber aceptado ir a Konstantinos con Thane. 

Sapphira le explicó con impaciencia a su amiga: 

  

—Ahora es muy distinto, Lorna. Thane ha reconocido que no tiene ninguna pretensión sobre mí. Como él mismo dijo, si me pone un dedo encima, puedo enviarlo a prisión. Al mismo tiempo, somos como dos amigos. 

—¡Amigos! —exclamó Lorna sin pretender ocultar su desdén—. Si en realidad crees que la pasión puede convertirse en amistad, sólo porque un tribunal así lo haya decidido, entonces estás en peor estado de lo que suponía. Y respecto a la prisión... —hizo una pausa dramática—. Las dos sabemos que tu falta de determinación para ver a Thanes Stavrolakes entre rejas es definitiva... y también, las dos sabemos que él lo sabe. 

—Tal vez tengas razón —concedió Sapphira—, pero Thane tiene su propio código de honor... 

—¿Cómo es posible tener un código de honor y traicionarte al mismo tiempo con tu propia hermana? ¡Para no hablar de la otra amante con la que se exhibía ante ti! —preguntó Lorna levantando las cejas. 

—¡Nunca pude probar ninguna de esas dos cosas! —se defendió Sapphira de inmediato—. De haberlo podido probar, hubiera conseguido el divorcio y no estaría en el problema en el que estoy ahora. De cualquier manera, eso no tiene nada que ver con el presente. Confío en que cumplirá su palabra de no molestarme. 

—Quizá tengas razón —opinó Lorna sorprendiendo a Sapphira—. Si él se pasa de la raya, es probable que puedas arrebatarle la custodia de Stephanos. ¡Él no descuidará ese punto! 

Sapphira se estremeció al pensar que, además, él ya no la deseaba, pues se lo había dejado muy claro la última vez que ella compartió su cama. 

—Bien, entonces, estamos de acuerdo. 

—¿Qué hay de ti, Sapphy? —le preguntó Lorna—. ¿Estos días idílicos al lado de los mellizos van a facilitarte las cosas cuando al fin tengas que decir adiós? 

—¿Acaso no hay un adagio que dice que para qué preocuparse por un mañana que quizá nunca llegue? —respondió Sapphira. 

—Oh, querida... —dijo Lorna sacudiendo la cabeza con tristeza—. Según mi experiencia, siempre llega. 

 —Entonces, me enfrentaré a él cuando se presente —declaró Sapphira sin querer reconocer el elemento de verdad que existía en el comentario de Lorna. Sabía que no podría negarse el placer de pasar unos días en compañía de sus hijos. 

—Que así sea —indicó Lorna—. Será mejor que te lleves cera broncea—dora. La mezcla de sol y viento de las Cíclades, puede convertir a un melocotón en uva pasa —observó el cabello de Sapphira—, Mientras estés allí, lávate el cabello con un buen champú de coco o terminarás con la apariencia de Worzel  Gummidge y no con la de la Bella Durmiente. 

—¡Creo que ya es un poco tarde para eso! —comentó Sapphira pasándose los dedos por el cabello. Odiaba tenerlo tan seco. 

—Tonterías, pues nunca es demasiado tarde para hacer mejoras. A tu edad, un poco de indulgencia para contigo misma hará milagros en muy poco tiempo —observó—. No tienes nada que un poco de atención no pueda corregir. Déjamelo a mí... te meteré en la maleta unos productos de belleza que obrarán una metamorfosis en tu persona. A cambio, lo único que te pido es que te alimentes como es debido cuando estés allí. ¿De acuerdo? 

—De acuerdo —respondió Sapphira. 

Mientras hacía la maleta, se permitió meditar sobre los sucesos de aquella tarde. Después de aceptar el plan de Thane, había permanecido más tiempo de lo que al principio pensaba estar al lado de los niños. Había cenado temprano con ellos y disfrutado de su conversación sobre las próximas vacaciones. Thane se había retirado a su estudio para volver sólo cuando Sapphira le anunció a Ephimi su intención de partir. A pesar de que antes le aseguró que no pensaba llevarla de regreso al pueblo, la estaba esperando en la puerta, a bordo de su Mercedes azul oscuro. Al verla, salió y le abrió la puerta. 

Sapphira no deseaba recibir ningún favor de su parte y estuvo a punto de decirle que prefería volver andando. De haberle sugerido que la llevaría de regreso, ella se habría negado. En cambio, le había quitado esa opción, por lo que pensó que si insistía en volver andando, quedaría como una grosera. Además, si era sincera consigo misma, tenía que admitir que la idea de una larga caminata no le atraía. Suponía que si Thane podía cambiar de opinión, ella también. 

Se sentó a su lado y murmuró unas palabras de agradecimiento. Advirtió que él elevaba las cejas, sorprendido, al ver que ella aceptaba sin discutir. Sapphira sintió una gran satisfacción al comprender que él esperaba una discusión y que le había quitado el placer de intercambiar unas palabras con ella. 

Al cerrar la maleta, sonrió ante el recuerdo de aquella escena. Quizá, si se hubiera enfrentado menos a él, en multitud de detalles pequeños durante los cinco años de su matrimonio, la vida hubiera resultado mucho más fácil para ambos. 

Se dio un baño y se lavó el pelo. Después Lorna regresó, cargada de frascos y botellas. 

—Crema de noche, crema para las manos, crema contra las arrugas y para protegerse del sol, laca para el cabello... —recitó Lorna colocando los frascos sobre el tocador. 

—¡Santo cielo! ¡Debo de estar en peores condiciones de lo que creía! —exclamó Sapphira—. ¿Todas estas cosas en realidad funcionan? 

—Estoy segura de ello, al menos la mayoría —respondió Lorna—. Por supuesto, lo que en realidad necesitamos es que alguien invente algún día una crema que prevenga las arrugas. Mientras tanto, me temo que el espectro de las arrugas continuará molestándonos... aunque eso no significa que su llegada no pueda retrasarse. No olvides que la naturaleza no precisó que tu piel sonrosada pudiera verse algún día expuesta a este clima. Disfruta usando todo esto, Sapphy. Después de todo, tendrás todo el tiempo del mundo, pues dudo que Konstantinos sea un lugar de mucha actividad después de la puesta del sol. Por lo tanto, podrás entretenerte sometiéndote a un tratamiento de belleza todas las noches. 

Cuando Lorna salió de la habitación, Sapphira se aplicó un poco de crema en el rostro. Más tarde, trató de relajarse en la cama, pero le resultó imposible dormir. Siguió el proceso que le habían enseñado en la clínica e hizo un esfuerzo deliberado por relajar los músculos. Empezó por los dedos de los pies y continuó de esa manera hasta llegar al cuello y la cabeza. A medida que fue perdiendo el control consciente su mente empezó a fantasear y recordó sucesos del pasado, hasta que de manera inevitable, llegó al momento en que todo comenzó, hacía ya más de cinco años y medio. 

 Faltaba una hora para la medianoche, en Navidad, cuando Thane y ella se besaron por primera vez. 

—Hay algo que quiero mostrarte —manifestó Sapphira y lo llevó a la sala, después de la cena, donde la chimenea estaba encendida. Por la mañana había cortado un ramo de muérdago y lo había colgado sobre la puerta de la habitación que hacía el papel de estudio y habitación de juegos—. Se trata de una antigua costumbre druida —dijo señalando las hojas verdes. El pulso se le aceleró al cogerle la mano y sentir que sus dedos se cerraban de manera posesiva sobre los suyos—. Mientras tenga frutos, un hombre puede estar de pie debajo de ese ramo y robarle un beso a una mujer, pero cada vez que lo haga, tiene que arrancar un fruto. Cuando todos desaparezcan, también desaparecerá su derecho a... tocarla. 

—¿Y ella no tiene derecho a rechazarlo? —la expresión de Thane hizo que el pulso de Sapphira volviera a acelerarse. 

—No, si ella está de pie debajo del ramo —bromeó Sapphira, preguntándose si acaso él cometería la grosería de negarse a seguir las tradiciones del país de su anfitriona. 

Por supuesto, Thane no se negó. Sus ojos verdes se llenaron de vida y aceptó el ofrecimiento de los labios tiernos que ella entreabrió bajo su caricia. Sapphira le acarició el cabello y se apretó con intensidad contra él. 

—Sapphy... oh, Sapphy... —la boca de Thane tenía el contacto del terciopelo contra las mejillas de la joven, sobre su nariz. Devoraba sus suaves labios con pasión, buscaba la dulzura de su boca y la acariciaba con la lengua. 

Sapphy advirtió el cambio que se estaba operando en su propio cuerpo y respondió a las caricias con entusiasmo. Se puso de puntillas y se movió contra él, disfrutando del efecto que su cercanía le causaba. 

Cuando las manos temblorosas de Thane se deslizaron por su cuerpo, Sapphira suspiró de placer y experimentó sensaciones totalmente nuevas para ella. Él era todo lo que ella siempre había soñado... guapo, tierno y fuerte. Se había hecho cargo de aquella situación que ella misma había ideado y estaba convirtiendo esa costumbre pagana en algo mucho más peligroso, como el hecho de Que ella fuera consciente de su propio deseo, Thane la abrazó con fuerza y murmuró: 

Sapphy... —respiraba con dificultad y añadió con voz ronca—. 

¡Oh cielos... Sapphy! 

¿Qué es? ¿Qué sucede? —preguntó Sapphira. Ansiosa por  las agradables sensaciones que estremecían su cuerpo, lo miraba a los ojos. Temía que por su falta de madurez hubiera hecho 

 —aseguró Thane, mirándola apasionado—. No tenía ni idea "e %e los druidas tuvieran costumbres tan... interesantes. 

.¿Dónde estás, Sapphy? —era la voz de Abby rompiendo el hechizo que la mantenía cautiva en los brazos de Thane. Al instante Sapphira se separó. Todavía temblaba por el abrazo de Thane. Se sentía insegura respecto a lo que acababa de suceder entre ellos y no quiso que se enterara una tercera persona—. David quiere que juguemos a algo. ¿Os reuniréis con nosotros? —al llegar junto a ellos se ruborizó al observar a su hermana y al amigo de su hermano debajo   del ramo de muérdago—. Oh, lo siento —tartamudeó—. Pensé... 

"Tu hermana me estaba explicando la encantadora costumbre del muérdago —le explicó Thane—. ¿Me permites? 

Thane se apartó de Sapphira y cogió a Abby de la mano, situándola al lado del marco de la puerta. Sapphira advirtió cómo el hermoso rostro de su hermana se ruborizaba todavía más, cuando Thane le besó en las mejillas y, en seguida, arrancó dos frutos del ramo de Muérdago. 

Por primera vez en su vida, Sapphira sintió celos de su hermana mayor. A pesar de los cinco años de diferencia que se llevaban, siempre habían estado muy unidas. A Abby, con su cabello de color castaño claro y rizado y sus preciosos ojos verdes, nunca le habían faltado pretendientes, aunque por otro lado su carácter no tuviera ninguna cualidad destacable. Sapphira nunca había envidiado su excesiva familiaridad con el sexo opuesto. De todas formas, se sentía orgullosa de la popularidad de su hermana. 

E1 saludo de Thane fue inofensivo y suprimió la tensión que había reinado en el ambiente unos minutos antes; sin embargo, Sapphira odió a Abby en ese momento, por haber aparecido para estropearlo todo. La joven se preguntó si no habría sido en ese instante cuando por primera vez Thane se sintió atraído hacia su hermana. 

Abby tenía entonces veintidós años y se aproximaba más a la edad de él. Además, estaba el hecho de que poseía la sofisticación y la seguridad propias de una mujer madura. 

Sapphira se reunió con los otros miembros de la familia y con sus invitados durante un par de horas, antes de anunciar su intención de irse a la cama. Esa noche no pudo dormir. 

El día siguiente fue una mezcla de placer intenso y frustración para Sapphira, ya que tuvo que compartir la compañía de Thane con Abby y David. ¡Sabía que él la deseaba! No obstante, Thane hizo gala de un gran tacto y nunca la avergonzó cortejándola de manera abierta. Sin embargo, Sapphira adivinaba lo que sentía por ella cuando sus cuerpos se rozaban por accidente, por las sonrisas dulces que sólo a ella le estaban reservadas, por el lenguaje de sus ojos cuando se encontraban con los suyos y por las conversaciones íntimas que disfrutaron. 

Thane la siguió al comedor, cerró la puerta, se apoyó en ésta y le preguntó: 

—¿Cuándo volveré a verte a solas, Sapphy? —ella estaba poniendo la mesa para la comida del último día del año. 

Una parte de ella sabía que su madre y su hermana estaban en ese instante en la cocina y su padre y su hermano en la sala, pero otra parte estaba segura de que en ese momento sólo había dos personas en el mundo: Thane y ella. 

—¿Quieres verme? —preguntó Sapphira y lo miró con timidez. La sangre se le aceleró en las venas—. Creí que estabas disfrutando de la compañía de David y Abby. 

—¿Cuándo, Sapphy? —insistió Thane, sin responder a su pregunta. Ella se estremeció al advertir cómo la miraba de pies a cabeza. No era un joven al que pudiera manipular, sino un hombre que podía devorarla, consumirla y dejarla reducida a cenizas como evidencia de su poder. Ese era el momento para rechazarlo, si eso era lo que deseaba... 

Sapphira se humedeció los labios y advirtió cómo se oscurecían las pupilas de Thane al seguir sus movimientos. Sabía que, minutos más tarde, estarían rodeados por su familia. Habría risas, bromas, afecto, ese amor que la había protegido durante toda su vida. 

Tenía que tomar una decisión en ese mismo momento o perderlo para siempre, puesto que Thane ya le había comunicado sus planes de regresar a Grecia. 

—Esta noche —respondió Sapphira con un murmullo—. Mis padres irán a una fiesta de Año Nuevo en la oficina, a Abby la han invitado a cenar y podríamos dar alguna excusa para no reunimos con David y su novia en la fiesta del hospital —sonrió—. Estoy segura de que no nos echarán de menos. 

Al recordar esa fecha, cinco años después, le sorprendía su ingenuidad de aquel entonces. Durante los días que siguieron conoció a Thane con mayor profundidad y se enteró de su pasado. El había sido el único hijo varón y el más joven de una familia con cuatro hijos. Todas sus hermanas estaban casadas y tenían sus propias familias. 

Su padre había muerto siete años antes y su madre, cinco años después que él. Para entonces, él ya se había graduado en la universidad, donde estuvo estudiando informática y trabajando para una compañía especializada en programas de ingeniería. Después fundó su propio negocio, en sociedad con un compañero igualmente ambicioso. 

Lo más importante para Sapphira fue el hecho de que él no estuviera casado ni tuviera novia. Él le había explicado que, en ocasiones, trabajaba hasta veinte horas diarias y que no tenía tiempo para relaciones serias. 

¡Cómo deseó Sapphira que él fuera su primer amante! Llena de ilusiones románticas, quería entregar su virginidad a un hombre que tuviera fuerza y ternura al mismo tiempo, un hombre que la iniciara en el arte del amor con pasión y cariño, que hiciera memorable ese paso en su vida, para poder recordarlo después con orgullo y placer... 

Para no acompañar a David, Thane le aseguró que tenía que revisar sus notas antes de regresar a su país y Sapphira pretextó un repentino dolor de cabeza. Fue tan sencillo como eso. 

Una vez solos en la casa, hicieron el amor sobre la alfombra, frente a la chimenea. Sapphira había soñado con un amante perfecto y Thane no la desilusionó. 

Sin pronunciar palabra alguna, la desnudó y sus labios siguieron el recorrido de sus manos. Una sensación siguió a otra hasta hacerle gemir. Sin egoísmos, le proporcionó placer, la inició en las deliciosas sensaciones que habían permanecido latentes en su propio cuerpo, la adoró con manos y labios hasta que Sapphira creyó ya no poder soportarlo más. 

La joven levantó las manos para abrazarlo y quedó sorprendida por la intensidad de la respuesta de Thane. Se quedó maravillada al advertir el poder que tenía sobre él. Exploró su desnudez con alegría. Sus senos anhelaban sus caricias, le suplicó que la poseyera sin dejar de murmurar su nombre. 

El recuerdo de su atrevimiento la obsesionaba, pero con firmeza se negó a acobardarse. Al principio, ella había sido la responsable de su propia desgracia, pues absolvió á Thane de toda culpa por lo sucedido aquella noche. 

Él tomó lo que ella le ofreció con una fuerza y una pasión que hicieron palidecer sus sueños de adolescente, al igualar la pasión de Thane, impresionada y satisfecha por el total abandono con el que él se entregó. Como iniciación en el arte del amor, fue algo supremo. Como no tenía experiencia para poder comparar, Sapphira sólo sabía que el acto de amor que había compartido había sido más hermoso y satisfactorio que todo lo que antes pudiera haber imaginado. 

En aquel momento de satisfacción intensa, llegó a creer que estaba locamente enamorada de aquel griego que había hecho de ella una mujer. 

Más tarde, Thane la abrazó en silencio durante unos minutos, antes de ponerse de pie y vestirse de nuevo con rapidez. 

Dominada por una languidez deliciosa, Sapphira permaneció delante de la chimenea y se sentó. Permitió que el fuego le acariciara la espalda desnuda y experimentó un deleite íntimo al observar cómo él cubría su desnudez. 

Sapphira todavía continuaba sentada allí, desnuda, con su largo cabello derramado sobre los hombros, cuando sin previo aviso, la puerta de la sala se abrió. 

—¿Qué es esto? ¿Estáis jugando al escondite? —era la voz de su hermano. De pronto, la luz iluminó la habitación y David se quedó boquiabierto al observar la escena que apareció ante él. 

David estaba más sorprendido que impresionado y la vergüenza y el enfado de Sapphira se debieron más a la súbita ruptura de aquel momento mágico que al hecho de que la hubiera sorprendido desnuda. 

Fue Thane quien reaccionó primero. Con un movimiento rápido se colocó delante de Sapphira y la ocultó de la mirada curiosa de David.  

David empezó a disculparse de pronto: 

—Lo siento, no esperaba, quiero decir.. Ha habido un accidente en la autopista y Marcia ha tenido que ir al hospital... 

—No, soy yo quien debe disculparse —lo interrumpió Thane con firmeza—. Tal vez pienses que he abusado de tu hospitalidad, pero te suplico que comprendas y me perdones, porque Sapphira y yo vamos a casarnos. 

Sapphira sintió una gran alegría; estaba convencida de que él la amaba tanto como ella a él. Fue después del nacimiento de los mellizos cuando comprendió que había estado viviendo en un mundo de ilusión. Thane se casó con ella obligado por su sentido del honor y de la responsabilidad. Para no ofender las leyes de la hospitalidad, —leyes que habían sido inculcadas en su carácter desde el nacimiento, se ató a una mujer que no sólo no amaba, sino que llegó a despreciar durante el desarrollo de su relación, a pesar de que le dio dos hijos.