SOBRE PÓRTICO

Frederik Pohl

Años atrás me encontraba en una convención pequeña, nueva y extraordinariamente mal organizada, en calidad de huésped de honor. Yo tenía poco que ver con el programa, quizá porque era casi inexistente, de modo que me pasé casi todo el tiempo en mi habitación, iniciando una nueva novela corta de ciencia ficción. Resultó ser The Merchants of Venus, y entre otras cosas contenía material sobre una raza de exploradores interestelares extinguida largo tiempo atrás, a la que denominé «heechee». (No porque hubiera alguna razón para pensar que ése era su nombre, sino porque era el ruido que emitían algunos artefactos que habían dejado como legado).

Una vez que la narración se publicó se me ocurrió que los heechee bien podrían haber dejado otros objetos de interés. Por ejemplo, naves espaciales más veloces que la luz… Me entretuve en varios intentos de escribir una obra de aventuras espaciales basada en esta idea, pero me resultó muy aburrido. En ese momento, me llamó la atención la idea de escribir sobre nuevos conceptos de la astrofísica, los agujeros negros en particular. Había estado leyendo y escribiendo sobre los programas de ordenadores de Joseph Metzenbaum en el MIT, que más o menos reproducían la esencia de una sesión psicoanalítica. Todo esto tomó cohesión en mi mente y comenzó a asumir la forma de una posible novela.

En esa misma época, compartí una cena con Ian Ballantine, mi principal editor y amigo de toda la vida, quien escuchó las amarguras y desventuras por las que estaba pasando. Dijo: «No puedo hacer nada para ayudarte, pero sí te daré un voto de confianza. Mañana por la mañana te haré un contrato en blanco con el anticipo más cuantioso que te hayan dado jamás. Cuando te apetezca, escríbeme la novela que te gustaría hacer».

Obedecí y nació Pórtico.

Para entonces, hacía tiempo que Ian se había ido de la empresa que fundara, pero Judy-Lynn del Rey ocupaba su lugar. Le gustó el libro, lo apoyó, se encargó de que saliera con edición de tapa dura (aunque inicialmente sólo habíamos convenido una rústica), y así fue como mi obra salió a la luz.

No estoy muy seguro de que Pórtico sea el mejor libro que haya escrito (muchas veces lo pienso, pero en ocasiones creo que Los años de la ciudad o Chernobyl tienen méritos superiores)… pero en él he depositado buena parte de mi orgullo personal (¿o acaso se le llama vanidad?), de modo que me complace sobremanera ver que mis pares lo han elegido entre las diez mejores novelas ganadoras del Nebula.