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Joshua iba a morir y lo sabía. Se podía leer con claridad en los ojos de aquel indeseable mientras alzaba el brazo para apuntarle con la pistola. Intentó revolverse, pero aquellos dos tipejos lo tenían bien sujeto.
El tiempo pareció ralentizarse a su alrededor. Vio cómo el Flaco accionaba el percutor y se preparó para el impacto de la bala. Pero no llegó. En el último momento, Jack se lanzó contra aquel individuo con un rugido digno de un león. O, mejor dicho, de una leona.
Joshua contuvo el aliento cuando las dos figuras comenzaron a forcejear para obtener el control del arma. El otro parecía más fuerte, pero Jack tenía el coraje de diez hombres y, además, era astuta. Mientras se disputaban la pistola, vio cómo Jack colaba un pie detrás de los del hombre, con la clara intención de ponerle la zancadilla y así desequilibrarlo. Su estrategia dio resultado y el Flaco trastabilló hacia atrás. Parecía que Jack iba a ganar la contienda y entonces se oyó la detonación. El tipejo cayó al suelo con una maldición mientras Jack se hacía con la pistola todavía humeante y Joshua tuvo que reprimir un grito de júbilo por su triunfo.
Justo en aquel momento, Connor apareció en la entrada del callejón con varios de sus hombres y los dos matones que lo sujetaban lo liberaron para encararse con ellos.
Todo había acabado.
En cuanto quedó libre, corrió hacia la muchacha. Todavía le costaba creer que sus sueños se hubiesen hecho realidad y fuese una mujer. Una mujer hecha a medida para él.
—¡Dios, has estado increíble! —exclamó mientras llegaba hasta ella y la abrazaba—. Me has salvado la vida. Si no hubiese sido por ti…
Supo que algo andaba mal en cuanto vio su rostro pálido.
—Me dijo que la próxima vez que nos viésemos me mataría —musitó Jack con voz débil.
Joshua no entendió lo que quería decir hasta que la vio mirar hacia abajo, hacia su abdomen, donde una mancha roja comenzaba a empapar el llamativo chaleco que llevaba puesto.
Se quitó la chaqueta con presteza y la extendió en el suelo, mientras pedía a gritos una ambulancia. Luego tendió a Jack sobre ella con mucho cuidado. El corazón se le detuvo cuando sintió la humedad de la sangre en sus manos. Eso hizo que recuperase la lucidez al instante. Mientras le rasgaba las prendas para poder determinar la gravedad de la herida, sintió la familiar serenidad que se apoderaba de él cuando se enfrentaba a una operación quirúrgica de extremada delicadeza.
A su alrededor había estallado una escaramuza: Connor y sus hombres se esforzaban en reducir con prontitud a aquella chusma. Pero Joshua no les prestó atención, concentrado como estaba en su labor.
Por un segundo se sorprendió al encontrar un vendaje debajo de su camisa, pero enseguida dedujo que esa era la forma en la que ella había escondido sus atributos femeninos.
Rasgó un trozo de la camisa que le acababa de quitar y lo utilizó para taponar la herida.
—Intenté contarte la verdad, ¿sabes? —Su voz se oía tan débil que Joshua tuvo que acercar su oído para escucharla—. La otra noche, en la biblioteca…
—No hables —murmuró, Joshua, preocupado por su palidez—. Tienes que conservar la fuerza.
Estaba perdiendo demasiada sangre. La bala tenía que haber alcanzado algún órgano vital.
—La ambulancia está llegando —anunció Connor al tiempo que se arrodillaba a su lado.
Joshua estaba tan enfrascado atendiendo a Jack que no se había percatado de que los Blueguards ya habían reducido al Flaco y a sus hombres y los arrastraban fuera del callejón.
—Tenemos una situada en la puerta de La Central por si alguno de mis hombres resulta herido, que es prácticamente a diario —continuó explicando mientras observaba a Jack con preocupación—. ¿Es grave?
—Una herida de bala siempre es grave —respondió Joshua—. Necesito llevarla a un hospital antes de que se desangre.
—El más cercano es el Hospital de Londres, a poco más de media milla de distancia. En unos minutos… Un momento. ¿Has dicho «llevarla»?
—Es una mujer. Y por tu cara deduzco que tú tampoco lo sabías —añadió, al ver la expresión azorada del rostro de MacDunne.
—¡Demonios, claro que no! Pero ¿qué…? ¿Cómo…? —balbució Connor mientras miraba el rostro pálido de Jack como si lo viera por primera vez.
—Las preguntas tendrán que esperar. Si no detengo la hemorragia pronto…
Justo en ese momento un carruaje alargado tirado por un caballo se detuvo en la entrada del callejón.
—La ambulancia ya está aquí.
Un par de hombres bajaron una camilla y ayudaron a Joshua a colocar a Jack sobre ella. Connor subió en el pescante con el conductor mientras él subía detrás con la muchacha. Casi al instante, el vehículo se puso en marcha con una sacudida.
—Voy a morir, ¿verdad?
Joshua se sorprendió al oír la voz de Jack. Tenía los ojos cerrados y había estado tan quieta que pensó que se había desmayado. Pero en ese momento abrió los ojos y él sintió que su corazón daba un vuelco al ver su mirada asustada.
—No vas a morir, ¿me oyes? Te prometo que no vas a morir.
Pero Jack pareció no haberlo oído porque no reaccionó a sus palabras, su rostro tenía esa inusual placidez que envolvía a las personas que estaban a las puertas de la muerte.
—Te amo tanto… —musitó ella y sus ojos comenzaron a cerrarse.
Joshua se desesperó.
—¡Jack, por favor, por favor, no me dejes! —rogó, apretando con más fuerza la herida. La estaba perdiendo y no podía hacer nada para evitarlo. Aquello lo enfureció. Pero lo que más lo enojó fue que ella se rindiera de forma tan pacífica—. ¡Demonios, Jack! Si de verdad me quieres un poco, no puedes morir, porque tú más que nadie sabes que, si eso sucede, tu recuerdo me atormentará durante el resto de mi vida.