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Casi todo lo que hacemos está ligado a la existencia de otros seres humanos. Nuestra manera de actuar nos emparenta con los animales sociables

Las personas seductoras, interesantes, agradables y carismáticas han existido a lo largo de la historia al igual que aquellas que desearíamos alejar de nosotros. Según Karl Albrecht, autor de Inteligencia social: la nueva ciencia del éxito, esto se debe a su «capacidad para llevarse bien con los demás y conseguir su cooperación», separando a las personas «nutritivas» de las «tóxicas».

El psicólogo Daniel Goleman expresó que la inteligencia social es la que nos permite «actuar sabiamente en las relaciones humanas», siendo una de las inteligencias múltiples que se complementa con la inteligencia emocional. Albrecht las diferenció de la siguiente manera: «La inteligencia emocional tiene que ver más con la gerencia de sí mismo, mientras que la inteligencia social está relacionada con la de la gente».

La inteligencia social nació de mano del psicólogo Howard Gardner, el cual aseguró que para el éxito social y profesional es necesario perfeccionar nuestras capacidades para entender la interacción entre las personas y cómo funcionan las relaciones.

Albrecht, por su parte, resalta la importancia de la «empatía» para sintonizar con el resto de los individuos, la «autenticidad» como una característica imprescindible, la «presencia física y mental» que son lo que forma nuestro carisma y que proyectamos influyendo en los demás, y la «capacidad de entender los contextos sociales cambiantes» y de ser capaces de «adaptarnos a ellos», mientras que los sentimientos de frustración, de infravaloración y de culpa son reflejo de una baja inteligencia social.