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Uno debería guardarse contra aquellos que sermonean habitualmente a
los jóvenes con la importancia del éxito como principal propósito
en la vida
Cualquier mensaje externo puede inspirar y mover a la reflexión, pero la motivación profunda y sincera debe brotar del interior de uno mismo. Dicho de otro modo: pueden mostrarte el camino, pero nadie puede recorrerlo por ti.
El poeta y ensayista H. G. Enzensberger, en su Nuevos motivos por los que los poetas mienten, cuestiona el uso que se hace de la autoridad a través de los discursos dirigidos a aleccionar, tanto si se trata del éxito como de una aspiración a la felicidad que no se basa en el esfuerzo.
Este poema del autor que se hizo célebre con El diablo de los números dice lo siguiente:
Porque el instante
en que la palabra feliz
se pronuncia
no es nunca el instante de la felicidad.
Porque los labios del sediento
no hablan de sed.
Porque por boca de la clase obrera
nunca oiréis las palabras «clase obrera».
Porque el desesperado
no tiene ganas de decir
«estoy desesperado».
Porque orgasmo y Orgasmo
son incompatibles.
Porque el moribundo, en lugar de decir
«me estoy muriendo»,
no emite más que un ruido sordo
que nos resulta incomprensible.
Porque los vivos
son los que rompen el tímpano de los muertos
con sus terribles noticias.
Porque las palabras acuden siempre demasiado tarde
o demasiado pronto.
Porque de hecho es otro,
siempre otro,
el que habla,
y porque aquel de quien se habla calla.