Tercer acto

Dos de la madrugada de la mañana siguiente. Al levantarse el telón, vemos a la madre meciéndose en el balancín, absorta en sus pensamientos. Hay luz en uno de los dormitorios superiores, pero no así en las ventanas de la planta baja. El intenso reflejo de la luna ilumina la escena con su luz azulada.

Al poco, entra Jim por la izquierda, con chaqueta y sombrero, y toma asiento a su lado.

JIM: ¿Se sabe algo?

LA MADRE: Nada.

JIM (con delicadeza): No puedes pasarte la noche en vela, Kate, ¿por qué no te acuestas?

LA MADRE: Estoy esperando a Chris. No te preocupes por mí, Jim, estoy bien.

JIM: Pero ya son casi las dos.

LA MADRE: No puedo dormir. (Breve pausa). ¿Has tenido que salir a alguna urgencia?

JIM (cansado): Uno con jaqueca que ya creía que se moría. (Breve pausa). La mitad de mis pacientes está mal de la cabeza. Nadie sabe la de locos que andan sueltos por ahí. Ay, el dinero. Dinero, dinero, dinero, dinero. Cuanto más repites la palabra, menos sentido tiene. (Ella esboza una sonrisa y ríe entre dientes). ¡Ay, ojalá llegara el día en que no significara nada!

LA MADRE (sacude la cabeza): ¡Qué infantil eres, Jim! A veces eres un crío…

JIM (la mira un instante): Kate. (Pausa). ¿Qué ha pasado?

LA MADRE: Ya te lo he dicho. Tuvo una discusión con Joe y cogió el coche y se fue.

JIM: ¿Qué tipo de discusión?

LA MADRE: Una discusión. Joe… lloraba como un niño, hace un rato.

JIM: ¿Han discutido por Ann?

LA MADRE (leve vacilación): No, no ha sido por Ann. ¿Tú te crees? (Señala la ventana iluminada en el piso de arriba). No ha salido de esa habitación desde que se fue Chris. Lleva toda la noche ahí arriba encerrada.

JIM (mira la ventana y luego a ella): ¿Qué hizo Joe, decírselo?

LA MADRE (deja de mecerse): ¿Qué tenía que decirle?

JIM: No temas, Kate, lo sé. Lo he sabido desde siempre.

LA MADRE: ¿Cómo?

JIM: Hace tiempo que lo intuí.

LA MADRE: Yo siempre tuve la impresión de que Chris, en el fondo…, tenía sus sospechas. No pensé que fuera a tomárselo tan a pecho.

JIM (se levanta): Chris habría sido incapaz de vivir sabiendo una cosa así. Hay que tener cierta facilidad para…, para mentir. Tú y yo la tenemos. Pero Chris, no.

LA MADRE: ¿Estás insinuando que…, que no va a volver?

JIM: No, volverá. Todos volvemos, Kate. Estas pequeñas rebeliones internas siempre terminan por sofocarse. Todos acabamos cediendo. Frank lleva razón: cada hombre nace con una estrella. La estrella de su integridad. Uno se pasa la vida intentando alcanzarla, pero una vez apagada, ya nunca más vuelve a encenderse. No creo que Chris haya ido muy lejos. Querría estar un rato a solas para ver cómo se apagaba su estrella.

LA MADRE: Con tal de que vuelva…

JIM: Ojalá no lo hiciera, Kate. Yo lié los bártulos en una ocasión y me fui, a Nueva Orleans; me pasé dos meses viviendo a base de leche y plátanos mientras investigaba sobre cierta enfermedad. Fue una experiencia extraordinaria. Luego llegó ella, me lloró, y volví a casa. Ahora vivo en la misma oscuridad que todo el mundo; no me encuentro a mí mismo; a veces incluso me resulta difícil recordar la clase de hombre que deseaba ser. Yo soy un buen marido; y Chris es un buen hijo…, volverá. (Keller sale al porche en batín y zapatillas. Se dirige hacia el fondo del escenario, al caminillo de entrada al garaje. Jim va hacia él).

JIM: Creo que está en el parque. Daré una vuelta a ver si lo encuentro. Acuéstala, Joe; esto no le conviene nada en su estado. (Jim sale de escena por el caminillo).

KELLER (mientras se acerca al proscenio): ¿Qué hacía aquí Jim?

LA MADRE: Chris no ha vuelto a casa, es su amigo.

KELLER (tiene la voz tomada. Va hacia ella): No me gusta que esté siempre metiendo las narices en nuestra vida.

LA MADRE: Ya es tarde, Joe. Lo sabe.

KELLER (nervioso): ¿Cómo que lo sabe?

LA MADRE: Hacía tiempo que lo sospechaba.

KELLER: Eso no me gusta.

LA MADRE (ríe con sorna, por lo bajo): No te gusta…

KELLER: No, no me gusta.

LA MADRE: De ésta no saldrás tan fácilmente, Joe, ya puedes ir espabilando. Esto…, esto aún no ha terminado.

KELLER (señalando la ventana iluminada en la planta superior): ¿Y ésa qué hace ahí arriba? No ha asomado la nariz en toda la noche.

LA MADRE: Yo qué sé qué hace. Siéntate, no te emberrinches más. Si quieres salir de ésta, ya puedes ir pensando qué vas a hacer con tu vida.

KELLER: No se ha enterado, ¿no?

LA MADRE: Ha visto a Chris salir de aquí hecho una furia. No tenía más que atar cabos…, tonta no es.

KELLER: ¿Crees que debería hablar con ella?

LA MADRE: A mí no me preguntes, Joe.

KELLER (a punto de estallar): ¿A quién quieres que se lo pregunte entonces? Aunque no creo que Ann hiciera nada.

LA MADRE: Ya estás preguntándome otra vez.

KELLER: Sí, te estoy preguntando. ¿Qué pasa, soy un extraño o qué? Creía que tenía una familia. ¿Qué ha sido de mi familia?

LA MADRE: Y la tienes, tienes una familia. Yo sólo te digo que ya no tengo fuerzas para pensar.

KELLER: No tienes fuerzas. En cuanto las cosas se ponen feas, la señora no tiene fuerzas.

LA MADRE: Ya estamos, Joe; en cuanto surge un problema te pones a darme voces como si con eso fueras a solucionarlo, toda tu vida igual.

KELLER: ¿Y qué quieres que haga? Di, habla, ¿qué hago?

LA MADRE: Joe…, he estado pensando. Si vuelve…

KELLER: ¿Cómo que «si vuelve»?… ¡Vuelve seguro!

LA MADRE: Creo que si te sentaras a hablar con él y le…, le dieras una explicación. Porque tendrías que dejarle muy claro que sabes que hiciste algo horrible. (Sin mirarle a los ojos). Quiero decir, que si viera que eres consciente de lo que hiciste… ¿Entiendes lo que te digo?

KELLER: ¿Y crees que eso iba a servir de algo?

LA MADRE (con cierto temor): Pero si le dijeras que quieres pagar por lo que hiciste…

KELLER (intuyendo… en voz baja): ¿Cómo voy a pagar?

LA MADRE: Dile que…, que estás dispuesto a ir a la cárcel. (Pausa).

KELLER (estupefacto): ¿Que estoy dispuesto a qué?

LA MADRE (de inmediato): No tendrías que ir, Joe, Chris no querría que fueras. Pero si le dijeras que estás dispuesto, si él viera que quieres pagar por ello, quizá pudiera perdonarte.

KELLER: ¡Perdonarme! ¿Qué me tiene que perdonar a mí?

LA MADRE: Joe, lo sabes perfectamente.

KELLER: ¡No, no lo sé! ¿No queríais dinero? Pues eso hice, dinero. ¿De qué tengo que pedir perdón? Queríais dinero, ¿no?

LA MADRE: Pero no así.

KELLER: ¡Tampoco yo lo quería así! ¿Qué tiene que ver eso? Os he consentido demasiado a los dos. Tendría que haberlo metido a trabajar a los diez años como yo y que se sacara las castañas del fuego él solito. Así sabría lo que vale un peine. ¡Perdonarme! Yo con bien poco me conformaba para vivir, pero tenía una familia que…

LA MADRE: Joe, Joe…, que lo hicieras por la familia no es disculpa.

KELLER: ¿Cómo que no?

LA MADRE: Para Chris hay algo más importante que la familia.

KELLER: ¡La familia es lo primero!

LA MADRE: Para él, no.

KELLER: Yo a él se lo perdonaría todo. Por algo es mi hijo. Por algo somos padre e hijo.

LA MADRE: Joe, te digo que…

KELLER: Lo primero es lo primero. Así mismo se lo dices de mi parte, ¿entendido? Yo soy su padre y él es mi hijo, ¡y si hay algo más importante que eso, me pego un tiro y asunto terminado!

LA MADRE: ¡No hables así!

KELLER: Ya me has oído. Ahora ya sabes qué tienes que decirle. (Pausa. Se aleja de ella, pero se detiene de pronto). Aunque Chris no sería capaz de entregarme…, no haría una cosa así, ¿verdad?

LA MADRE: Chris te quería, Joe, le has roto el corazón.

KELLER: Pero meterme en la cárcel…

LA MADRE: No lo sé. Empiezo a pensar que no lo conocemos del todo. Dicen que en la guerra era implacable. En casa hasta de los ratones se asustaba. No sé, yo ya no conozco a mi hijo. No sé de lo que sería capaz.

KELLER: Maldita sea, si Larry estuviera vivo, no habría reaccionado así. Él sabía lo que es la vida. Él sí que me hacía caso. Para él el mundo se terminaba en el jardín de esta casa. Éste, en cambio, siempre te anda con remilgos. A la que cobras dos centavos de más en un trato, se le viene el mundo encima. Qué sabrá ése de dinero. Siempre lo tuvo todo demasiado fácil, demasiado fácil. Sí, señor. Ay, Larry, qué gran hijo perdimos. Ay, Larry, Larry. (Se desploma en una silla frente a ella). ¿Qué voy a hacer, Kate?…

LA MADRE: Joe, Joe, por lo que más quieras…, saldrás adelante, no pasará nada…

KELLER (con desesperación, perdido): Lo hice por ti, Kate, por vosotros dos, sois lo único que me ha importado en la vida…

LA MADRE: Lo sé, cariño, lo sé…

(Ann sale de la casa. Los Keller callan, a la espera de que ella rompa el silencio).

ANN: ¿Qué hacéis levantados? Ya os avisaré cuando llegue.

KELLER (se pone en pie y va hacia ella): No has cenado, ¿verdad? (A la madre): ¿Por qué no le preparas algo?

LA MADRE: Ahora mismo te hago…

ANN: Déjalo, Kate, estoy bien. (No saben qué decirse). Tengo algo que deciros. (Abre la boca, pero se interrumpe). No pienso intervenir…

LA MADRE: ¡Es buena chica! (A Keller): ¿Lo ves? Es…

ANN: No pienso intervenir en lo de Joe, pero quiero que hagáis algo por mí. (Directamente a la madre): Has conseguido que Chris se sintiera culpable de lo nuestro. Aposta o no, has hecho que se paralice cuando está conmigo. Me gustaría que le dijeras que Larry está muerto, que tú sabes que está muerto. ¿Entiendes? No pienso salir sola de esta casa. Mi vida no tendría sentido. Quiero que le quites ese peso de encima. Os prometo que entonces todo habrá terminado, nos marcharemos los dos de aquí y no habrá más que hablar.

KELLER: Lo harás, Kate. Se lo dirás.

ANN: Sé lo que te estoy pidiendo, Kate. Tenías dos hijos. Pero ahora ya sólo te queda uno.

KELLER: Se lo dirás…

ANN: Y lo harás con convicción, para que él te crea.

LA MADRE: Hija mía, si el muchacho estuviera muerto, Chris no se iba a convencer porque yo se lo dijera… La noche en que mi hijo se meta en la cama contigo, se le secará el corazón. ¡Porque tanto tú como él sabéis muy bien que esperará a su hermano hasta la muerte! No, hija mía, no confíes en que haga eso por ti. Te irás de esta casa mañana por la mañana, y saldrás sola de aquí. Ésa es la vida que te espera, la soledad que te espera. (Va hacia el porche, dispuesta a entrar en la casa).

ANN: Larry está muerto, Kate.

LA MADRE (se detiene): A mí no me hables.

ANN: He dicho que Larry está muerto. ¡Yo sé que está muerto! ¡Su avión se estrelló frente a las costas de China el 25 de noviembre! No fue un fallo del motor. Pero se mató. Lo sé…

LA MADRE: ¿Cómo se mató? Estás mintiendo. Si es verdad que lo sabes, dinos cómo se mató.

ANN: Yo quería a Larry, Kate. Tú sabes que lo quería. ¿Crees que me hubiera fijado en otro si no hubiera sabido con seguridad que estaba muerto? Con eso te vale.

LA MADRE (acercándose a ella): ¿Con qué me vale? ¿De qué estás hablando? (La agarra por las muñecas).

ANN: Me haces daño.

LA MADRE: ¡¿De qué estás hablando?! (Pausa. Clava los ojos en Ann un instante y luego se vuelve a Keller).

ANN: Joe, vete dentro…

KELLER: ¿Por qué voy a…?

ANN: Te lo ruego.

KELLER: Avisadme cuando vuelva. (Entra en casa).

LA MADRE (al ver que Ann extrae una carta del bolsillo): ¿Qué es eso?

ANN: Siéntate… (La madre va hacia la silla, a la izquierda, pero no toma asiento). Antes quiero que entiendas que al venir a esta casa no tenía idea de que Joe… No tenía nada contra él ni contra ti. Vine con la intención de casarme. Esperaba… En fin, que no traje esta carta con la idea de hacerte daño. Sólo pensaba enseñártela si no encontraba otro modo de quitarte a Larry de la cabeza.

LA MADRE: ¿Larry? (Le arrebata la carta).

ANN: Me la escribió justo antes de… (La madre la abre y empieza a leerla). No quería hacerte daño, Kate. Me has obligado, pero recuerda que… Recuerda. Me he sentido muy sola, Kate… No puedo marcharme de aquí sola otra vez. (Un largo y hondo gemido escapa de la garganta de la madre). Me has obligado a enseñártela. No querías creerme. He insistido montones de veces, ¿por qué no has querido creerme?

LA MADRE: Dios mío…

ANN (con piedad y temor): Kate, por favor, por favor…

LA MADRE: Dios mío, Dios mío…

ANN: Kate, lo siento de verdad, lo siento… Kate…

(Chris entra por el caminillo del garaje. Parece agotado).

CHRIS: ¿Qué ocurre?

ANN: ¿Dónde te habías metido?… Estás sudando. (La madre no se inmuta). ¿Dónde estabas?

CHRIS: He salido a dar una vuelta con el coche. Pensé que ya te habrías marchado.

ANN: ¿Adónde querías que fuera? No tengo adónde ir.

CHRIS (a la madre): ¿Y papá?

ANN: Dentro, se ha echado un rato.

CHRIS: Siéntate, sentaos las dos. Quiero deciros algo.

LA MADRE: No he oído el coche…

CHRIS: Lo he dejado en el taller.

LA MADRE: Jim ha salido a buscarte.

CHRIS: Mamá…, me voy. Sé de un par de empresas en Cleveland donde podrían darme trabajo. Quiero decir, que me voy para siempre. (A Ann): Sé lo que estarás pensando, Annie. Es verdad. Soy un cobarde. Esta casa ha hecho de mí un cobarde porque dudé de mi padre y no hice nada al respecto, pero si la noche que regresé del frente llego a saber lo que sé ahora, ese hombre ya estaría en la oficina del fiscal del distrito, yo mismo lo habría llevado hasta allí. Ahora lo miro, y lo único que soy capaz de hacer es llorar.

LA MADRE: Pero ¿qué dices? ¿Qué ibas a hacer, si no?

CHRIS: ¡Meterlo entre rejas! Si tuviera sangre en las venas, lo metería entre rejas. Pero ahora ya soy uno más. Práctico como todo el mundo. Habéis conseguido hacer de mí un hombre práctico.

LA MADRE: Como debe ser.

CHRIS: Prácticos son los gatos que pululan por este callejón o los zánganos que escurrieron el bulto cuando los demás luchábamos en el frente. Los únicos que no fueron prácticos son los muertos. Pero ahora yo ya soy uno más, y asco me doy por ello. Me voy. Me voy ahora mismo.

ANN (se acerca para detenerlo): Y yo contigo…

CHRIS: No, Ann.

ANN: Chris, yo no te pido que intervengas en lo de Joe.

CHRIS: Claro que sí, claro que…

ANN: Te juro que nunca te lo pediré.

CHRIS: Siempre llevarás esa espina en el corazón.

ANN: ¡Entonces haz lo que tengas que hacer!

CHRIS: ¿Qué hago? ¿Qué puedo hacer? Llevo toda la noche pensando en algún motivo para hacérselo pagar.

ANN: ¡Motivo lo hay, claro que lo hay!

CHRIS: ¿Cuál? ¿Conseguiré resucitar a los muertos metiéndolo entre rejas? Y, además, ¿para qué? En el frente a los canallas se les pegaba un tiro, pero allí el honor era algo real, se actuaba en defensa de algo. ¿Pero aquí qué? Aquí los canallas campan a sus anchas, aquí no existe el amor al prójimo, ¡hay que comérselo vivo! Ése es el gran principio; el único principio que nos mueve…, casualmente en esta ocasión se llevó a unos cuantos por delante, nada más. Así funciona el mundo, ¿para qué voy a pagarla con él? ¿De qué serviría? ¡Esto es la jungla, la jungla!

ANN (a la madre): ¡Tú sabes lo que debe hacer! ¡Díselo!

LA MADRE: Déjalo que se vaya.

ANN: No, no pienso hacerlo. Dile tú lo que debe hacer…

LA MADRE: ¡Annie!

ANN: ¡Se lo diré yo misma entonces!

(Keller sale de la casa. Al verlo, Chris baja al proscenio, a la derecha, junto al cenador).

KELLER: ¿Qué te pasa? Quiero hablar contigo.

CHRIS: No tengo nada que decirte.

KELLER (tomándolo del brazo): ¡He dicho que quiero hablar contigo!

CHRIS (zafándose con brusquedad): No hagas eso, papá. Como vuelvas a hacer eso, lo pagarás caro. No tenemos nada de que hablar, así que suelta de una vez lo que tengas que decir.

KELLER: ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Qué es lo que te pasa? ¿Tienes demasiado dinero? ¿Es eso lo que te molesta?

CHRIS (con sorna): Me molesta, sí.

KELLER: Pues si tanto te cuesta aceptarlo, deshazte de él. ¿Me oyes? Dáselo todo a los pobres, tíralo a la basura. Si crees que ésa es la solución, a la basura y punto. ¿Crees que hablo en broma? Te estoy diciendo lo que tienes que hacer, si te parece dinero sucio, quémalo. Es tu dinero, no el mío. Yo ya estoy muerto, estoy muerto y acabado, ya no me queda nada. ¿Qué dices a eso? ¡Habla! ¡Dime qué quieres hacer!

CHRIS: Eres tú quien debe decir lo que quiere hacer, no yo.

KELLER: ¿Y yo qué debería querer hacer? (Chris guarda silencio). ¿Ir a la cárcel? ¿Quieres verme entre rejas? ¡Si es eso lo que quieres, dímelo de una vez! ¿Es ése el lugar que me corresponde? ¡Contesta! (Breve pausa). ¿Qué pasa? ¿Por qué no me lo quieres decir? (Furioso). Ya me has dicho de todo, ¡dime eso también! (Breve pausa). Yo te diré por qué no me lo puedes decir. Porque tú sabes que no es ahí donde me corresponde estar. ¡Lo sabes perfectamente! (Cada vez más vehemente y desesperado). ¿Acaso crees que en aquella guerra hubo alguien que trabajara a cambio de nada? El día que se trabaje por amor al arte, yo seré el primero. ¿Crees que despacharon algún arma o cargamento desde Detroit sin cobrar nada antes? ¿Es eso lo que tú entiendes por dinero limpio? Todo es cuestión de dinero; tanto en la guerra como en la paz, poco o mucho, se trata de ganar dinero, ¿qué hay limpio en esta vida? ¡Maldita sea, si medio país tendría que ir a la cárcel conmigo! Por eso no me puedes contestar.

CHRIS: Tú lo has dicho.

KELLER: Pues entonces… ¿qué tengo yo de malo?

CHRIS: Yo sé que no eres peor que los demás, pero te creía mejor. Yo no te veía como un hombre cualquiera. Eras mi padre. (Con voz entrecortada). ¡Ahora ya no puedo verte con esos ojos, no puedo verme a mí mismo! (Le vuelve la espalda, incapaz de mirarlo a la cara. Ann va rápidamente hacia la madre, le arrebata la carta y se dirige hacia Chris. La madre intenta de inmediato interceptarla).

LA MADRE: ¡Dame eso!

ANN: ¡Tiene que leerla! (Deposita la carta en manos de Chris). Es de Larry. Me la escribió el día en que murió…

KELLER: ¡¿Larry?!

LA MADRE: Chris, esa carta no era para ti. (Chris empieza a leerla). Joe…, vete…

KELLER (desconcertado, asustado): ¿Por qué dice que… Larry…, qué?

LA MADRE (lo empuja desesperada hacia la calle, mirando de reojo a Chris): Sal a la calle, Joe, ¡sal a la calle! (Va junto a Keller, en el proscenio). Chris, por lo que más quieras… (Suplicando con toda su alma). No le digas…

CHRIS (en voz baja): Tres años y medio…, tres años y medio venga a hablar y hablar. Ahora dime tú lo que debes hacer… Así fue como murió Larry, ahora dime tú cuál es el lugar que te corresponde.

KELLER (suplicando): ¡Chris, no se puede ir de Jesucristo por la vida!

CHRIS: No me vengas con esas historias de mierda, que ya sé lo que hay que saber sobre la vida. ¡Tú escucha esto, y dime qué papel le corresponde a un hombre en la vida! (Lee). «Querida Ann:…». ¿Estás escuchando? Esto lo escribió tu hijo el mismo día en que murió. Escucha, déjate de llantos…, ¡escucha! «Querida Ann: No tengo palabras para expresar lo que siento. Pero tengo algo que decirte. Ayer llegó un avión con un fajo de periódicos de Estados Unidos y supe que habían condenado tanto a mi padre como al tuyo. No sé qué decir. No encuentro palabras para expresar lo que siento… No puedo seguir viviendo. Anoche estuve veinte minutos sobrevolando la base antes de armarme de valor para aterrizar. ¿Cómo pudo ser capaz de hacer una cosa así? Todos los días hay tres o cuatro hombres que no regresan con vida de su misión, y él, mientras, repanchigado en su butaca con sus negocios… No sé cómo expresar lo que siento… No me atrevo a mirar a la cara a nadie… Salgo en una misión dentro de unos minutos. Es probable que me den por desaparecido. Si así fuera, quiero que sepas que no debes esperarme. Te digo de verdad, Ann, que si ahora mismo lo tuviera delante, lo mataría…». (Keller arrebata la carta a Chris y la lee. Tras una larga pausa, Chris añade): Ahora échale la culpa a la vida. ¿Has entendido lo que dice esa carta?

KELLER (con voz apenas audible): Creo que sí. Ve a por el coche, voy a ponerme la chaqueta. (Se da la vuelta y va despacio hacia la casa. La madre corre a detenerlo).

LA MADRE: ¿Por qué te vas? Es hora de acostarse, ¿por qué te vas?

KELLER: Aquí no puedo dormir. Me sentiré mejor si me voy.

LA MADRE: No seas tonto. Larry también era hijo tuyo, ¿o no? Sabes que él nunca te pediría que hicieras esto.

KELLER (mirando la carta en la mano): ¿Qué es lo que me está diciendo aquí, si no? Era mi hijo, sí. Pero creo que, para él, todos eran mis hijos. Y supongo que lo eran, supongo que lo eran. Ahora mismo bajo. (Entra en la casa).

LA MADRE (a Chris, con determinación): ¡No te lo llevarás!

CHRIS: Sí, mamá.

LA MADRE: De ti depende. Si le dices que se quede, se quedará. ¡Anda y díselo!

CHRIS: Ya nadie podría detenerle.

LA MADRE: ¡Tú sí! ¿Cuánto tiempo crees que aguantará en la cárcel?… ¿Qué quieres?, ¿matarlo?

CHRIS (tendiéndole la carta): ¡Creí que habías leído esto!

LA MADRE: ¡La guerra ha terminado! ¿No te has enterado aún?… ¡Ha terminado!

CHRIS: Entonces, ¿qué era Larry para ti? ¿Un pedrusco que cayó al mar? No basta con que se lamente. Larry no se quitó la vida para que papá y tú os lamentarais.

LA MADRE: ¡¿Qué otra cosa nos queda?!

CHRIS: ¡Ser mejores personas! Ser conscientes de una vez por todas de que hay un mundo ahí fuera ante el cual sois responsables, y si eso no os entra en la cabeza, habréis echado a perder a un hijo, porque Larry murió por eso.

(Suena un disparo en el interior de la casa. Se quedan paralizados un instante. Chris corre hacia el porche, se detiene en los peldaños y se vuelve hacia Ann).

CHRIS: ¡Ve a por Jim! (Entra en la casa y Ann echa a correr hacia la calle. La madre se queda sola, petrificada).

LA MADRE (por lo bajo, casi gimiendo): Joe… Joe… Joe… Joe…

(Chris sale de la casa y se arroja en brazos de su madre).

CHRIS (casi llorando): Mamá, yo no quería…

LA MADRE: No, hijo. No te eches la culpa. Ahora olvida. Vive. (Chris se revuelve, dispuesto a replicar). Chisss… (La madre se deshace del abrazo con delicadeza y va hacia el porche). Chisss… (En el arranque de los peldaños, rompe a sollozar, mientras

(cae el telón).