Segundo acto
A la caída del sol, el mismo día.
Se levanta el telón. Vemos a Chris a la derecha del escenario, serrando el tronco partido, y a su lado, el tocón. Lleva unos pantalones de vestir y zapatos blancos, pero está descamisado. Mientras se aleja por el callejón con el tronco a cuestas, la madre sale al porche, baja los peldaños y lo sigue con la mirada. Va vestida con un salto de cama y en las manos sostiene una bandeja con una jarra de zumo de uva y unos vasos con hojitas de menta dentro.
LA MADRE (proyectando la voz hacia el callejón): ¡Mira que ponerse a hacer eso con los pantalones de vestir! (Se acerca al proscenio y deja la bandeja sobre la mesita del cenador. Luego mira alrededor, nerviosa, y palpa la jarra, para ver si está fresca. Chris regresa a escena por el callejón, limpiándose las manos). ¿No notas que hay más luz desde que has sacado eso?
CHRIS: ¿Por qué no estás vestida aún?
LA MADRE: Arriba hace un calor sofocante. Le he preparado un zumo de uva a Georgie. Era el que más le gustaba. Ven y te tomas un vasito.
CHRIS (impaciente): Anda, venga, sube a vestirte. ¿Y papá qué hace durmiendo tanto? (Va hacia la mesa y se sirve un vaso de zumo).
LA MADRE: Está preocupado. Y cuando está preocupado, le da por dormir. (Pausa. Lo mira a los ojos). Somos tontos, hijo. Tu padre y yo somos un par de ignorantes. No sabemos nada. Tienes que protegernos.
CHRIS: No seas boba; ¿qué habríais de temer?
LA MADRE: Hasta el último día del juicio, Steve no dejó de insistir en que tu padre lo obligó a hacerlo. Si reabren el caso, no viviré para contarlo.
CHRIS: George es un tontaina, mamá. ¿Cómo puedes tomártelo en serio?
LA MADRE: Esa familia nos odia. Puede que hasta Annie…
CHRIS: Venga ya, mamá…
LA MADRE: ¿Te crees que porque tú quieras a todo el mundo, los demás van a ser como tú?
CHRIS: Está bien, deja de atormentarte. Yo me ocupo de todo.
LA MADRE: Cuando George se marche, le dices a Annie que se vaya con él.
CHRIS (evasivo): No te preocupes por Annie.
LA MADRE: Steve también es su padre.
CHRIS: ¿Quieres dejarlo de una vez? Venga, vamos.
LA MADRE (yendo con él hacia la casa): Tú no sabes hasta qué punto puede odiar la gente, Chris, por odio serían capaces de arrasar con todo…
(Ann sale al porche, ya arreglada).
CHRIS: ¡Mira! Ya está vestida. (Mientras Chris y la madre suben los peldaños del porche): Yo sólo tengo que ponerme la camisa y listo.
ANN (preocupada): ¿Te encuentras bien, Kate?
LA MADRE: Qué más da eso, hija. Hay gente que cuanto peor está, más años vive. (Entra en la casa).
CHRIS: Qué guapa te has puesto.
ANN: Tenemos que decírselo esta noche.
CHRIS: Sin falta, no te preocupes.
ANN: Ojalá pudiéramos decírselo ya. Odio andarme con estos tapujos. Se me hace un nudo en el estómago.
CHRIS: No son tapujos, sólo se trata de pillarla en un buen momento.
LA MADRE (fuera de escena, desde el interior de la casa): Joe, ¿piensas pasarte el día durmiendo o qué?
ANN (ríe): Aquí el único que está tranquilo es tu padre. Se ha quedado completamente roque.
CHRIS: Yo también estoy tranquilo.
ANN: ¿Sí?
CHRIS: Mira. (Extiende la mano y hace como si temblara). Avísame cuando llegue George. (Chris entra en la casa. Ann deambula por el jardín hasta verse atraída por el tocón. Se acerca a él y posa una mano insegura sobre su superficie, absorta en sus pensamientos).
(Fuera de escena, Lydia exclama: «¡Johnny! ¡A cenar!». Sue entra por la izquierda y, al ver a Ann, se detiene en seco).
SUE: ¿Mi marido…?
ANN (se vuelve, sobresaltada): ¡Uy!
SUE: Perdona, no quería asustarte.
ANN: No te preocupes, es que…, es que siempre he tenido un poco de miedo a la oscuridad.
SUE (mira alrededor): Sí, está oscureciendo.
ANN: ¿Buscabas a tu marido?
SUE: Para variar. (Ríe con hastío). Pasa tanto tiempo en esta casa que acabarán cobrándole alquiler.
ANN: Es que como nadie estaba arreglado aún, se ha ofrecido para ir a la estación a recoger a mi hermano.
SUE: Ah, ¿viene tu hermano?
ANN: Sí, estarán ya al caer. ¿Te apetece un refresco?
SUE: Sí, gracias. (Ann va hacia la mesa y se lo sirve). Mi marido… Según parece, hacía demasiado calor para llevarme al lago… Los hombres son como niños, siempre dispuestos a cortarle el césped al vecino.
ANN: Todo el mundo es servicial con los Keller. Siempre fue así, que yo recuerde.
SUE: Es asombroso, sí. Supongo que tu hermano vendrá para hablar de la boda, ¿no?
ANN (le tiende el refresco): No lo sé. Supongo.
SUE: Estarás nerviosísima.
ANN: Casarse siempre es un problema, ¿no te parece?
SUE: Eso dependerá del cuerpo que una tenga, claro. No veo qué problema puedes haber tenido tú.
ANN: Ocasiones ha habido, sí…
SUE: Ya me lo figuro. Qué romántico…, tiene que resultar un poco raro eso de casarse con el hermano de tu novio.
ANN: No lo sé. En mi caso, más que nada es que siempre que necesito que alguien me diga la verdad, pienso en Chris. Cuando él te dice algo, sabes que es sincero. Me da tranquilidad.
SUE: Y además tiene dinero. Algo importante, ya se sabe.
ANN: Daría igual que no lo tuviera.
SUE: Uy, si tú supieras cómo cambia eso las cosas. Yo me casé con un médico en prácticas. Vivíamos de mi sueldo. Mala cosa esa, porque en cuanto es la mujer la que mantiene al marido, el hombre se siente en deuda con ella. No se puede estar en deuda con alguien sin sentir resquemor. (Ann ríe). Hablo en serio.
ANN: Yo creo que, en el fondo, el tuyo es un marido muy entregado.
SUE: Sí, de eso no hay duda. Pero es malo que un hombre se sienta siempre enjaulado. Jim tiene la impresión de que vive en una cárcel.
ANN: Vaya…
SUE: Por eso quería pedirte un pequeño favor, Ann…, es algo muy importante para mí.
ANN: Si está en mis manos, yo encantada.
SUE: Lo está. Cuando pongas casa, procura que sea lo más lejos posible de aquí.
ANN: ¿Es una broma?
SUE: No, hablo muy en serio. Mi marido no es feliz con Chris por vecino.
ANN: ¿Y eso?
SUE: Jim es un buen médico. Pero se le ha metido en la cabeza que le gustaría dedicarse a la investigación. A descubrir cosas. ¿Entiendes?
ANN: ¿Y qué hay de malo en eso?
SUE: Un investigador gana veinticinco dólares a la semana, y descuéntale encima privaciones y sacrificios. Si quieres dedicarte a eso, ya puedes renunciar a tu vida.
ANN: ¿Y qué tiene eso que ver con Chris?
SUE (con más sentimiento): Chris hace que la gente quiera ser mejor de lo que puede serlo. Tiene ese efecto en los demás.
ANN: ¿Y eso es malo?
SUE: Mi marido tiene una familia, bonita. Cada vez que se pone a filosofar con Chris, termina con la sensación de haber claudicado por no renunciar a todo para dedicarse a la investigación. Como si Chris o quien sea no hubiera claudicado. Es algo que viene pasándole cada dos años. Siempre encuentra a alguno al que colocar en un pedestal.
ANN: Tal vez lleve razón. No con que haya que poner a Chris en un pedestal, pero…
SUE: A ver, bonita, tú sabes que no lleva razón.
ANN: No estoy de acuerdo. Chris…
SUE: Seamos realistas, querida. Chris trabaja con su padre, ¿no? Saca un dinero de esa empresa cada semana del año.
ANN: ¿Y qué pasa?
SUE: ¿Y tú me lo preguntas?
ANN: Pues sí, yo te lo pregunto. (Parece a punto de estallar). Me parece muy feo que hagas insinuaciones, no sé a qué viene esto.
SUE: ¡No sabes a qué viene!
ANN: Chris no aceptaría un centavo de esa fábrica si hubiera algo sospechoso en ella.
SUE: Lo sabes con seguridad.
ANN: Pues sí. Me estás ofendiendo.
SUE (acercándose a ella): ¿Sabes lo que me ofende a mí, querida?
ANN: Haz el favor, no tengo ganas de discutir.
SUE: Lo que a mí me ofende es tener por vecina a la Sagrada Familia. Me hacen parecer una desgraciada, ¿entiendes?
ANN: A eso yo no le puedo hacer nada.
SUE: ¿Qué derecho tiene Chris a amargarle la vida a nadie? Todo el mundo sabe que Joe mintió como un bellaco para librarse de la cárcel.
ANN: ¡Eso no es verdad!
SUE: Date una vuelta por ahí y habla con la gente. Anda, sal y verás. No hay vecino que no sepa la verdad.
ANN: Mentira. Bien que vienen aquí a jugar a las cartas y a…
SUE: ¿Y qué? Lo admiran por haber sido espabilado. Y yo también lo admiro, que conste que no tengo nada contra Joe. Pero si Chris pretende que los demás se vistan el cilicio, ya puede ir quitándose su traje de buen paño. Está volviendo loco a mi marido con ese idealismo suyo de pacotilla, ¡y yo ya no puedo más! (Chris sale al porche, con camisa y corbata. Sue se da la vuelta de inmediato al oírlo. Con una sonrisa). Hola, querido. ¿Qué tal tu madre?
CHRIS: Creí que había llegado George.
SUE: No, éramos sólo nosotras dos.
CHRIS (baja hacia ellas): Susie, hazme un favor, anda. Sube a ver si puedes calmar un poco a mi madre. Está muy alterada.
SUE: ¿Aún no sabe lo vuestro?
CHRIS (tras una risa forzada): Bueno, supongo que algo se habrá olido. Ya conoces a mi madre.
SUE (sube al porche): Ah, sí, ella y sus poderes.
CHRIS: Mira a ver si encuentras algo en el botiquín que pueda irle bien.
SUE: Le haré un cóctel con un poco de todo. (En el porche): No temas por Kate, con unas copitas y un par de bailes… Ann se la habrá metido en el bote. (A Ann): Porque eres igualita que él, pero en versión femenina. (Chris ríe). Y no te lo tomes a mal, que he dicho «versión». (Entra en la casa).
CHRIS: Interesante mujer, ¿eh?
ANN: Sí, muy interesante.
CHRIS: Es una gran enfermera, ¿sabes?, se…
ANN (tensa, pero procurando controlarse): ¿Todavía sigues con eso?
CHRIS (intuye que algo va mal, pero sonriente aún): ¿Con qué?
ANN: Con esa manía de colgarle medallas a la gente nada más conocerla. ¿Cómo sabes que es una gran enfermera?
CHRIS: ¿Qué te pasa, Ann?
ANN: Esa mujer te odia. ¡Te desprecia!
CHRIS: Pero, bueno, ¿qué te ha dado de pronto?
ANN: Por Dios, Chris…
CHRIS: ¿Qué ha pasado aquí?
ANN: Nunca me habías… ¿Por qué no me lo dijiste?
CHRIS: ¿No te dije qué?
ANN: Sue dice que creen culpable a Joe.
CHRIS: ¿Y qué importa lo que los demás crean?
ANN: A mí me da igual lo que crean, lo que no entiendo es por qué te has molestado en negarlo. Decías que todo estaba olvidado.
CHRIS: Porque temía que pudiera parecerte mal venir a esta casa, nada más. Sé que muchos culpan a mi padre, y supuse que tú tendrías tus recelos.
ANN: Pero yo nunca te dije que sospechara de él.
CHRIS: Eso no lo dice nadie.
ANN: Chris, sé que quieres mucho a tu padre, pero lo nuestro no…
CHRIS: ¿Crees que yo sería capaz de perdonarle una cosa así?
ANN: No he llegado aquí caída del cielo, Chris. Le volví la espalda a mi padre, y si resulta que aquí hay algo feo que…
CHRIS: Lo sé, Ann.
ANN: George viene de ver a mi padre, y tengo la impresión de que no nos trae precisamente su bendición.
CHRIS: Será bienvenido en esta casa. No tienes nada que temer de George.
ANN: Dime que…, dímelo.
CHRIS: Mi padre es inocente, Ann. Recuerda que al principio fue acusado injustamente y el calvario que aquello supuso para él. ¿Cómo reaccionarías tú si tuvieras que pasar por eso otra vez? Annie, créeme, no hay nada malo en que estés aquí, créeme, nena.
ANN: Está bien, Chris, está bien.
(Se funden en un abrazo justo cuando Keller sale silenciosamente al porche. Ann lo observa sin decir nada).
KELLER: ¡Cada vez que salgo esto parece un parque de atracciones!
(Deshacen el abrazo y ríen los dos).
CHRIS: ¿No ibas a afeitarte?
KELLER (toma asiento en el banco): Ahora mismo voy. Acabo de despertarme, no veo tres en un burro.
ANN: Pareces afeitado ya.
KELLER: Qué va. (Se frota el mentón). Hoy toca rasurado a fondo. Es una noche muy especial, Annie. Bueno, ¿qué se siente siendo una mujer casada?
ANN (ríe): Aún no lo sé.
KELLER (a Chris): Pero ¿qué haces perdiendo el tiempo, muchacho? (Mientras hablan, Keller saca una cajita con manzanas de debajo del banco).
CHRIS: ¡Mira el crápula!
KELLER: ¿Crápula? ¿Eso qué es?
CHRIS: Un hombre de vida licenciosa.
KELLER: No digas palabrotas. (Ríen los tres).
CHRIS (a Ann): ¡Habrase visto hombre más inculto!
KELLER: ¿Qué quieres? Alguien tendrá que mantener a la familia.
ANN (entre las risas de ambos): Ahora sí que se ha delatado.
KELLER: Si es que con tanta gente leída e instruida como hay ahora por todas partes, pronto no quedará nadie en el país dispuesto a hacer de basurero. (Se ríen). A este paso, los únicos ignorantes que van a quedar serán los jefes.
ANN: Tampoco eres tan ignorante, Joe.
KELLER: Lo sé, pero tú date una vuelta por la fábrica y verás. Con tanto teniente, comandante y coronel como tengo por allí suelto, vergüenza me da pedir a nadie que me barra el suelo. Si me descuido, ofendo a alguno. En serio. Es trágico: hoy día, a la que sueltas un escupitajo en la calle, fijo que le das a alguno con estudios.
CHRIS: Pues no escupas.
KELLER (parte la manzana en dos mitades y ofrece una a cada uno): Que no sé dónde vamos a ir a parar, a eso me vengo a referir. He estado pensando, Annie…, tu hermano, George… He estado pensando en tu hermano. Cuando venga, quisiera plantearle una «custión».
CHRIS: Se dice «cuestión».
KELLER: ¿Qué hay de malo en «custión»?
CHRIS (sonriendo): Que está mal dicho.
KELLER: En el instituto nocturno se decía «custión».
ANN (entre risas): Pues en el diurno se dice cuestión.
KELLER: Bueno, bueno, sin avasallar, ¿eh? Ahora en serio, Ann…, dices que tu padre no anda bien. He estado pensando que George…, ¿para qué matarse con esa competencia brutal que hay en Nueva York cuando yo estoy tan bien relacionado aquí? Tengo buenos contactos en los mejores bufetes de esta ciudad. Podría ayudarle a establecerse aquí.
ANN: Muy generoso por tu parte, Joe.
KELLER: No, hija, no es generosidad. A ver si me entiendes. Es por Chris por quien lo hago. (Breve pausa). Verás…, a ver si me explico: cuando uno se hace mayor, necesita sentir que ha…, que ha hecho algo en la vida. Yo de lo único que puedo vanagloriarme es de mi hijo. No soy ninguna lumbrera. Él es mi único logro. Pues bien, la cosa es que dentro de año, año y medio, pondrán en libertad a tu padre. Y dime, ¿a quién crees que ese hombre va a acudir entonces, Annie? A su hija del alma. A ti. Entrará en tu casa hecho un viejo cargado de odio.
ANN: Eso qué más da ya, Joe.
KELLER: No quisiera que ese odio nos separara. (Se señala a sí mismo y a Chris).
ANN: Lo único que puedo decirte es que eso es imposible que pase.
KELLER: Ahora estás enamorada, Annie, pero hazme caso, soy mayor que tú y sé…, una hija es una hija, y un padre, un padre. Podría ocurrir. (Hace una pausa). Quisiera que fueras con George a la cárcel y le dijeras… «Papá, Joe quiere que entres en la empresa cuando salgas de prisión».
ANN (sorprendida, escandalizada casi): ¿Lo aceptarías como socio?
KELLER: No, como socio no. Con un buen puesto. (Pausa. Keller advierte el asombro y el desconcierto de la chica. Se pone en pie y sigue hablando, ya más nervioso). Quiero que lo sepa, Annie…, mientras esté ahí dentro mano sobre mano quiero que sepa que hay una colocación esperándole cuando salga. Así no se hará mala sangre. Saber que tienes una colocación… te ablanda el carácter.
ANN: Joe, no le debes nada a mi padre.
KELLER: Una patada en la boca es lo que le debo, pero es tu padre…
CHRIS: ¡Pues le das la patada y punto, porque yo no lo quiero en la fábrica! ¿Entendido? Además, no vayas hablando así de él por ahí. ¡Se presta a malentendidos!
KELLER: Pues yo lo que no entiendo es por qué tiene su hija que sentenciarlo.
CHRIS: Es su padre, ella sabrá lo…
KELLER: No, no…
CHRIS (casi enojado): ¿A ti qué más te da? ¿Por qué…?
KELLER (alterado, llamándole al orden en un arrebato): ¡Un padre es un padre! (Como si se hubiera traicionado, mira a su alrededor, deseando retractarse. Se lleva la mano a la mejilla). Mejor…, mejor que suba a afeitarme. (Se vuelve y hay una sonrisa en su semblante. A Ann): No era mi intención levantarte la voz, Annie.
ANN: Mejor que olvidemos el asunto, Joe.
KELLER: Tienes razón. (A Chris): Simpática la chica.
CHRIS (un tanto exasperado por la simpleza de su padre): Sube a afeitarte, anda.
KELLER: Tú también tienes razón.
(Mientras Keller se vuelve hacia el porche, entra Lydia precipitadamente, por la derecha).
LYDIA: Se me había pasado por completo… (Al ver a Chris y Ann): Hola. (A Joe): Le prometí a Kate que le arreglaría el pelo para esta noche. ¿Se ha peinado ya?
KELLER: Tú siempre con la sonrisa en los labios, ¿eh, Lydia?
LYDIA: Claro, ¿por qué no?
KELLER (subiendo al porche): Vamos, ve con mi Katie y la peinas. (Lydia sube al porche). Le espera una gran noche, ponla bien guapa.
LYDIA: Eso haré.
KELLER (le abre la puerta y Lydia entra en la cocina. A Chris y Ann): ¿Habéis oído? Ha sonado como el estribillo de una canción. (Canta en voz baja): «Ve con mi Katie y la peinas, / ve y arregla a mi reina». (A Ann): Para un año de bachillerato nocturno no está mal, ¿eh? (Sigue cantando mientras entra en la cocina): «Ve con mi Katie y la peinas, / ve y arregla a mi reina».
(Jim Bayliss entra atropelladamente por el caminillo del garaje. Va hacia Chris, le hace una seña y, nervioso, lo conduce a la parte izquierda del escenario. Keller, desde el umbral de la cocina, los observa).
CHRIS: ¿Qué pasa? ¿Dónde está George?
JIM: ¿Y tu madre?
CHRIS: Arriba, arreglándose.
ANN (yendo enseguida hacia ellos): ¿Qué ha pasado con George?
JIM: Le he dicho que esperara en el coche. Escuchadme un momento. ¿Me permitís un consejo? (Aguardan). No lo dejéis entrar en esta casa.
ANN: ¿Por qué?
JIM: Kate no anda muy bien de salud, no podéis soltárselo a bocajarro.
ANN: ¿Soltarle qué?
JIM: Sabes muy bien a qué ha venido tu hermano, no intentes engañarte. Está furioso; lleváoslo en el coche a otro sitio y lo habláis en privado.
(Ann se vuelve en dirección al garaje, da unos pasos y, al reparar en Keller, se detiene. Éste entra en la casa en silencio).
CHRIS (muy afectado y, por tanto, con enojo): No seas alarmista.
JIM: Ha venido para llevarse a su hermana. ¿Sabes por qué? (A Ann): Tú sí lo sabes. Id a discutirlo con él a otra parte.
ANN (baja hacia donde está Chris): Cojo el coche… y me lo llevo.
CHRIS (va hacia ella): No.
JIM: ¿Quieres dejar de hacer el idiota?
CHRIS: Aquí nadie le tiene miedo. ¡Déjate de monsergas! (Hace ademán de ir hacia el coche, pero se detiene en seco ante la repentina irrupción de George. Tiene su misma edad, pero es un hombre más pálido de tez, y ahora está fuera de sí. Habla muy bajo, como temiendo que la voz se le dispare. Tras un momento de vacilación, Chris va hacia él, con la mano tendida, sonriendo). ¡A quién se le ocurre! Mira que quedarse sentado ahí fuera…
GEORGE: El doctor me ha dicho que tu madre no estaba muy bien de salud, y he…
CHRIS: ¿Y qué? Aun así, le hará ilusión verte, ¿no crees? Llevamos toda la tarde esperando tu llegada. (Lleva la mano al brazo de George, pero éste lo retira y va hacia Ann).
ANN (le toca el cuello de la camisa): Llevas la camisa sucísima, ¿no has traído otra? (George se aparta de ella, va hacia el proscenio, a la izquierda, y contempla el jardín. Al oír abrirse una puerta, se vuelve enseguida, creyendo que es Kate, pero se trata de Sue. Ella lo mira, y él se vuelve y va hacia la izquierda, en dirección a la valla. Desde allí, tiende la vista hacia la que antes fuera su casa. Sue baja al proscenio).
SUE (enfadada): ¿No íbamos a ir al lago, Jim?
JIM: Uf, hace demasiado calor para meterse en un coche.
SUE: ¿Y a la estación en qué has ido?, ¿en globo?
CHRIS: Te presento a la señora Bayliss, George. (Levantando la voz, al ver a George ausente, contemplando la casa): ¡George! (George se vuelve). La señora Bayliss.
SUE: ¿Qué tal?
GEORGE (quitándose el sombrero): Sois los que comprasteis nuestra casa, ¿no?
SUE: Sí. Antes de irte, pásate a ver los cambios que hemos hecho.
GEORGE (se aparta de ella): Me gustaba tal como estaba.
SUE (tras una breve pausa): Franco el muchacho, ¿eh?
JIM (tirando de ella hacia la izquierda): Luego nos vemos… Tranquilo, amigo. (Salen de escena por la izquierda).
CHRIS (en voz alta): ¡Gracias por ir a recogerlo! (Volviéndose hacia George): ¿Quieres un zumo de uva? Lo ha preparado mi madre en tu honor.
GEORGE (con gratitud forzada): La buena de Kate… Se ha acordado de mi zumo de uva.
CHRIS: Con los que llegaste a tomar en esta casa, no te extrañe… ¿Qué tal te ha ido en estos años, George?… Pero siéntate.
GEORGE (va de un lado para otro): Espera que me sitúe. (Tiende la vista alrededor). Parece imposible.
CHRIS: ¿El qué?
GEORGE: Aquí estoy otra vez.
CHRIS: Oye, se te ve un poco nervioso, ¿no?
GEORGE: Sí, ha sido un día muy largo. ¿Y tú qué, hecho un gran empresario ya?
CHRIS: Del montón, más bien. ¿Y la justicia qué tal?
GEORGE: Qué quieres que te diga. Mientras estaba en el hospital estudiando, me parecía una carrera muy apropiada, pero fuera la justicia al parecer brilla por su ausencia. Cómo han crecido los árboles, ¿no? (Señala el tocón). ¿Y eso?
CHRIS: El viento lo derribó anoche. Lo plantamos en recuerdo de Larry. Ya sabes.
GEORGE: ¿Teníais miedo de olvidaros de él o qué?
CHRIS (abalanzándose hacia George): ¿A qué viene eso?
ANN (se interpone, reteniendo a Chris): ¿Desde cuándo llevas sombrero?
GEORGE (repara en el sombrero que sostiene en la mano): Desde hoy. He decidido que a partir de ahora voy a tener pinta de abogado, pese a todo. (Levanta el sombrero y se lo enseña). ¿No lo reconoces?
ANN: ¿Y eso? ¿De dónde…?
GEORGE: Era de tu padre…, me ha pedido que me lo pusiera.
ANN:… ¿Cómo está?
GEORGE: Más bajito.
ANN: ¿Cómo que más bajito?
GEORGE: Sí, más encogido. (Indica la altura con la mano). Es un hombre insignificante. Es lo que tiene hacer el primo, ¿sabes? Que encoge. Menos mal que he ido a verle a tiempo…, otro año más y no habría quedado más rastro de él que el olor.
CHRIS: ¿Qué ocurre, George? ¿Ha ocurrido algo malo?
GEORGE: ¿Que qué ocurre? Ocurre que cuando has obligado a alguien a hacer el tonto una vez, no deberías intentarlo otra.
CHRIS: ¿Qué quieres decir con eso?
GEORGE (a Ann): No te habrás casado todavía, ¿verdad?
ANN: George, haz el favor de sentarte y dejar de…
GEORGE: ¿Te has casado o no?
ANN: No, no me he casado.
GEORGE: Ni te casarás con él.
ANN: ¿Por qué no?
GEORGE: Porque su padre le destrozó la vida a tu familia.
CHRIS: Mira, George…
GEORGE: Déjate de cuentos, Chris. Dile que vuelva a casa conmigo. No vale la pena que discutamos, ya sabes lo que he venido a decir.
CHRIS: Te crees Dios para venir dando órdenes, ¿no, George?
GEORGE: Yo…
CHRIS: Toda la vida igual, George, haces las cosas sin pensar. ¿Qué clase de afirmación es ésa? Ya no eres un niño.
GEORGE: Tú lo has dicho, ya no soy un niño.
CHRIS: No me vengas con bravatas. Si tienes algo que decir, hazlo con buenas maneras.
GEORGE: ¡Y tú no me vengas con lecciones!
ANN: ¡Chisss!
CHRIS (dispuesto a pegarle): ¿Vas a hablar como una persona adulta o no?
ANN (rápidamente, para evitar una pelea): Venga, siéntate, Georgie. No te sulfures, ¿qué pasa? (George se deja sentar, sin quitar los ojos de su hermana). Dime, ¿qué ha pasado? Te despediste de mí con un beso, y de pronto vienes…
GEORGE (con voz entrecortada): Mi vida ha dado un vuelco desde entonces. Al marcharte tú, no me sentí capaz de volver al trabajo. Necesitaba hablar con papá y ponerle al corriente de que querías casarte. Tenía que contárselo. Papá te quería tanto… (Hace una pausa). Annie… Nos hemos portado con él muy mal, pésimamente mal. No tenemos perdón. Ni siquiera una tarjeta de Navidad le mandamos. ¡Yo no había ido a verle ni una sola vez desde que regresé del frente! Annie, tú no sabes lo que le hicieron a ese hombre. No sabes lo que pasó.
ANN (asustada): Claro que lo sé.
GEORGE: Si lo supieras, no estarías aquí ahora. Cuando papá llegó a la fábrica aquel día, el capataz del turno de noche le enseñó las culatas…, estaban saliendo defectuosas. Algo no funcionaba en la cadena de montaje. Papá corrió al teléfono y llamó aquí para decirle a Joe que fuera a la fábrica cuanto antes. Pero pasó la mañana y Joe seguía sin presentarse. Así que decidió volver a llamarle. Para entonces ya llevaba cien piezas defectuosas acumuladas. El Ejército no hacía más que presionar exigiendo que enviaran más material y papá no tenía nada que ofrecerles. Así que entonces fue Joe y le dijo…, por teléfono se lo dijo, que las soldara, que tapara como fuera las fisuras y despachara la remesa.
CHRIS: ¿Has terminado ya?
GEORGE (encarándose con él): ¡No, todavía no he terminado! (Se vuelve nuevamente hacia Ann): Papá tenía miedo. No quería hacerlo sin estar Joe presente. Pero, mira por dónde, ese día el señor Keller no podía personarse en la fábrica…, resulta que se había puesto enfermo. ¡Enfermo! ¡De pronto había pillado la gripe! ¡De pronto! Pero le prometió que él se hacía responsable. ¿Entiendes por dónde voy? ¡Por teléfono no hay responsabilidad que valga! En un juicio siempre puedes negar haber recibido llamada alguna, que es exactamente lo que hizo Joe. Al principio todos lo dieron por embustero, pero el tribunal de apelación se tragó el cochino embuste, y ahora Joe es un pez gordo, y tu padre, mientras, pagando el pato. (Se pone en pie). ¿Qué piensas hacer ahora, Ann? ¿Vivir de su dinero, dormir en su cama? Dime, ¿qué vas a hacer?
CHRIS: ¿Y tú qué vas a hacer, George?
GEORGE: Tu padre fue muy listo, no puedo probar esa llamada telefónica.
CHRIS: Entonces, ¿cómo te atreves a venir aquí con esa patraña?
ANN: George, el jurado…
GEORGE: ¡El jurado no conocía a tu padre! Pero tú sí. En el fondo, tú sabes que el culpable fue Joe.
CHRIS (zarandeándole): ¡Baja la voz o te echo a patadas de esta casa!
GEORGE: Ann lo sabe. Lo sabe.
CHRIS (a Ann): Llévatelo de aquí, Ann. Llévatelo de aquí.
ANN: George, no es la primera vez que oigo esa historia. Papá ya contó todo eso en los tribunales, y el jurado…
GEORGE (a gritos casi): ¡El jurado no lo conocía, Annie!
ANN: ¡Chisss!… Pero él puede decir lo que quiera, George. Ya sabes lo bien que miente.
GEORGE (volviéndose hacia Chris, serenamente): Te haré una pregunta, pero quiero que me contestes mirándome a los ojos.
CHRIS: Te estoy mirando.
GEORGE: Tú conoces a tu padre…
CHRIS: Sí, perfectamente.
GEORGE: ¿Y es la clase de jefe con el que se podrían retocar y despachar veintiuna culatas de cilindro desde su fábrica sin él siquiera enterarse?
CHRIS: Pues sí.
GEORGE: El mismo Joe Keller que nunca salía de su fábrica sin antes haber comprobado que todas las luces estaban apagadas.
CHRIS (cada vez más furioso): El mismo.
GEORGE: El mismo Joe Keller que cuenta cada minuto que sus empleados pasan diariamente en el lavabo.
CHRIS: El mismo.
GEORGE: Y en cambio mi padre, aquel pobre infeliz que ni se atrevía a comprarse una camisa solo…, ¿aquel hombre iba a atreverse a tomar semejante decisión por su cuenta y riesgo?
CHRIS: Sí. Y por ser un pobre infeliz también era capaz de hacer algo más: echarle las culpas a otro, ya que no es lo bastante hombre como para cargar con ellas. Ya lo intentó en el juicio y de nada le sirvió, ¡pero a un tontaina como tú se le convence fácil!
GEORGE: ¡Ay, Chris, qué manera de engañarte a ti mismo!
ANN (muy afectada): ¡No habléis así!
CHRIS (se sienta frente a George): Dime, George. ¿Qué ha pasado? Si todos estos años has aceptado buenamente el sumario del proceso, ¿por qué ahora ya no? ¿Por qué lo diste por válido todos estos años?
GEORGE (tras una breve pausa): Porque tú lo dabas por válido… Ésa es la verdad, Chris. Me lo creí todo, porque pensé que tú te lo creías. Pero hoy he oído esas declaraciones de sus propios labios. Y no tienen nada que ver con lo que se decía en el sumario. Cualquiera que conozca a mi padre, y al tuyo, creería en él oyéndolo directamente de sus labios. Tu padre nos ha quitado todo lo que teníamos. Contra eso ya no puedo hacer nada. Pero a mi hermana no se la llevará. (Se vuelve hacia Ann): Sube a por tu equipaje. En esta casa todo está manchado de sangre. Tú no eres la clase de persona que podría vivir con algo así. Sube a por tu equipaje.
CHRIS: Ann…, no creerás lo que ha dicho, ¿verdad?
ANN (va hacia él): Tú sabes que no es verdad, ¿no?
GEORGE: ¡Qué te va a decir él! Es su padre. (A Chris): ¿Nunca se te había pasado por la cabeza nada de todo esto?
CHRIS: Claro que se me ha pasado por la cabeza. ¡Por la cabeza se te puede pasar cualquier cosa!
GEORGE: Chris lo sabe, Annie. ¡Lo sabe!
CHRIS: ¡Ya habló la voz de Dios!
GEORGE: Entonces, ¿cómo es que la empresa no lleva tu nombre? ¡Explícaselo a Annie!
CHRIS: ¿Qué demonios tiene eso que ver con…?
GEORGE: Annie, ¿por qué la empresa no lleva el nombre de Chris?
CHRIS: ¡Pero si no es mía siquiera!
GEORGE: ¿A quién pretendes engañar? ¿Quién la heredará, si no, al morir tu padre? (A Ann): Abre los ojos, tú los conoces a los dos, ¿no te parece que sería lo primero que deberían haber hecho, queriéndose como se quieren?… J. O. KELLER & HIJO… (Pausa. La mirada de Ann salta de uno a otro). Ahora mismo salimos de dudas. ¿Quieres zanjar el asunto de una vez por todas o tienes miedo?
CHRIS:… ¿A qué te refieres?
GEORGE: Déjame que suba y hable con tu padre. En diez minutos tendrás la respuesta. ¿O tienes miedo de saber la verdad?
CHRIS: No tengo miedo. Sé cuál será su respuesta. Pero mi madre no está bien de salud y no quiero armarla ni en este lugar ni en este momento preciso.
GEORGE: Déjame que hable con él.
CHRIS: Ni se te ocurra armar un escándalo en esta casa, y menos ahora.
GEORGE (a Ann): ¡Más claro, agua! (Se oyen pasos dentro de la vivienda).
ANN (vuelve enseguida la cabeza hacia la casa): Alguien viene.
CHRIS (a George, en voz baja): No se te ocurra decir nada.
ANN: Te vas enseguida. Voy a pedir un taxi.
GEORGE: Tú te vienes conmigo.
ANN: Y no menciones la boda, que aún no le hemos dicho nada.
GEORGE: Tú te vienes conmigo.
ANN: ¿Me has entendido? No se te ocurra… George, ¡no se te ocurra armarla ahora! (Al oír pasos): ¡Chisss!
(La madre sale al porche, vestida de punta en blanco y con el pelo arreglado. Todos se han vuelto hacia ella. Al ver a George, alza las manos y va hacia él).
LA MADRE: Georgie, Georgie.
GEORGE (que siempre le ha tenido afecto): Hola, Kate.
LA MADRE (le toma la cara entre las manos): ¿Qué te han hecho que pareces un viejo? (Le acaricia el pelo). Mira, pero si hasta te han salido canas.
GEORGE (conmovido por su insolente franqueza, sonríe apesadumbrado): Ya, yo…
LA MADRE: Te dije cuando te marchaste que no buscaras medallas.
GEORGE (ríe con desgana): No las busqué, Kate. Me las pusieron en bandeja.
LA MADRE (enfadada incluso): Venga ya, hombre. Sois todos iguales. (A Ann): Míralo, ¿no decías que le estaba yendo bien? Pero si parece un fantasma.
GEORGE (encantado con ser objeto de tanta atención): Me encuentro perfectamente.
LA MADRE: Pues a mí me pone enferma verte así. ¿Qué pasa con tu madre?, ¿no te da de comer o qué?
ANN: Es que no tiene apetito.
LA MADRE: En mi casa bien que lo habría recuperado ya. (A Ann): ¡Pobre del que se case contigo! (A George): Siéntate, que ahora mismo te preparo un bocadillo.
GEORGE (toma asiento sonriendo azorado): La verdad es que no tengo hambre.
LA MADRE: Ay, Dios mío, es que se me parte el alma viendo cómo han acabado todos estos críos. Nosotros venga a trabajar y a hacer planes por vuestro bien, para que al final terminéis igual que nosotros.
GEORGE (con afecto sincero): Tú…, tú no has cambiado lo más mínimo, ¿eh, Kate?
LA MADRE: Aquí ninguno hemos cambiado, Georgie. Todos te apreciamos. Justamente Joe me estaba recordando hace un rato lo que ocurrió el día en que naciste, cuando cortaron el agua. La gente venía con palanganas desde la otra calle… ¡Cualquier forastero que nos hubiese visto habría pensado que el barrio entero estaba ardiendo! (Ríen. Ella repara en el zumo. A Ann): ¿Qué haces que no le sirves un zumo?
ANN (a la defensiva): Si se lo he ofrecido…
LA MADRE (con sorna): ¡Ofrecido! (Le pone el vaso en la mano). ¡Lo que tienes que hacer es dárselo! (A George, que está riéndose): Y ahora te tomas este zumo aquí sentadito… ¡y a ver si te entonas un poco!
GEORGE (sentado): Kate, ya me está entrando hambre.
CHRIS (con orgullo): ¡Esta mujer sería capaz de convertir a Gandhi en un peso pesado!
LA MADRE (a Chris, muy resuelta): ¡Mira, al cuerno con ese restaurante! Tengo jamón cocido en la nevera, y hay fresas congeladas, y aguacates y…
ANN: Buena idea, ¡yo te echo una mano!
GEORGE: El tren sale a las ocho y media, Ann.
LA MADRE (a Ann): ¿Te marchas?
CHRIS: No, mamá, Annie no se…
ANN (los interrumpe y va hacia George): Si apenas acabas de llegar; quédate un ratito y te pones al día.
CHRIS: Claro, si ya ni siquiera nos conoces.
LA MADRE: Déjalo, Chris, si no pueden quedarse, no…
CHRIS: No, el único que tiene que irse es él, mamá, George tenía previsto…
GEORGE (se levanta educadamente, de buenos modos, por el bien de Kate): Un momento, Chris…
CHRIS (interrumpiéndolo, sonriente pero imperioso): Si quieres irte, te llevo a la estación ahora mismo, pero si vas a quedarte, nada de discusiones mientras estés en esta casa.
LA MADRE (reconociendo por fin la tirantez que reina en el ambiente): ¿Por qué iba a discutir? (Va hacia Chris y le acaricia el pelo, con desesperación, compasiva). En esta casa no tenemos nada que discutir con Georgie. ¿De qué íbamos a discutir, verdad, Georgie? Todos pasamos por el mismo tormento, ¿cómo puedes…? ¿Has visto lo que ha pasado con el manzano de Larry, Georgie? (Tomándolo del brazo, lo obliga a atravesar el escenario). ¿Te imaginas? Estaba soñando con él en plena noche cuando, de repente, empezó a soplar el vendaval y… (Lydia sale al porche. Nada más ver a George):
LYDIA: ¡Eh, Georgie! ¡Georgie! ¡Georgie! ¡Georgie! ¡Georgie! (Baja hacia él ilusionada. En la mano lleva una pamela adornada con flores, que Kate le sostiene mientras ella lo saluda).
GEORGE (se estrechan la mano ilusionados, con afecto): ¡La risueña Lydia! ¿Qué has hecho que has crecido tanto?
LYDIA: Ya soy mayorcita.
LA MADRE (al cogerle la pamela): ¡Mira lo que es capaz de hacer con una pamela!
ANN (a Lydia, admirando la pamela): ¿La has adornado tú?
LA MADRE: ¡En diez minutos! (Se la cala).
LYDIA (se la ajusta mejor): Han sido un par de retoques, nada más.
GEORGE: ¿Te sigues cosiendo tu misma la ropa?
CHRIS (refiriéndose a la madre): ¡Elegante!, ¿eh? Ya sólo le falta el lebrel ruso.[*]
LA MADRE (moviendo la cabeza de izquierda a derecha): Es como si se me hubiera sentado alguien en la cabeza.
ANN: Pero si te queda preciosa, Kate.
LA MADRE (besa a Lydia; a George): ¡Es una artista! Tendrías que haberte casado con ella. (Ríen). ¡Ésta sí que te hubiera alimentado bien!
LYDIA (azorada): Kate, por favor, ya vale.
GEORGE (a Lydia): He oído que tenías un niño, ¿no?
LA MADRE: Pues no andarás muy bien de oído, porque no ha tenido uno, sino tres.
GEORGE (un tanto apenado al saberlo; a Lydia): ¿Ah, sí? ¿Tres?
LYDIA: Sí, primero uno, luego el otro, y el otro… Hace ya mucho tiempo que te fuiste, Georgie.
GEORGE: Sí, me voy dando cuenta.
LA MADRE (a Chris y George): Vuestro problema es que pensáis demasiado, chicos.
LYDIA: Bueno, nosotras también pensamos.
LA MADRE: Sí, pero no a todas horas.
GEORGE (con envidia casi perceptible): A Frank nunca se lo llevaron, ¿eh?
LYDIA (disculpándole casi): No, todos los reclutamientos lo pillaron con un año más de la cuenta.
LA MADRE: Es asombroso. Cuando llamaron a filas a los de veintisiete, Frank acababa de cumplir los veintiocho; cuando vinieron a por los de veintiocho, tenía veintinueve recién cumplidos. No me extraña que se aficionara a la astrología. Eso se lleva desde la cuna, está visto.
CHRIS: ¿Qué está visto?
LA MADRE (a Chris): No quieras saberlo todo. ¡Bien bonitas que son algunas supersticiones! (Dirigiéndose a Lydia): ¿Ha terminado Frank ya el horóscopo de Larry?
LYDIA: Ahora se lo pregunto, voy para casa. (A George, un tanto compungida, casi avergonzada): ¿Quieres ver a los niños? Ven y los conoces.
GEORGE: Mejor que no, Lydia.
LYDIA (comprensiva): Bueno. Suerte, George.
GEORGE: Gracias. Y también para ti… Y para Frank.
(Lydia le sonríe, se vuelve y sale de escena por la derecha, en dirección a su casa. George, de pie, la sigue con la mirada).
LYDIA (mientras se aleja corriendo): ¡Ah, Frank!
LA MADRE (leyéndole el pensamiento): Está guapa, ¿eh, George?
GEORGE (con pesadumbre): Muy guapa.
LA MADRE (reprendiéndole): ¡Preciosa es lo que está, tontainas!
GEORGE (mira alrededor con nostalgia y, por lo bajo, con un nudo en la garganta): A su lado todo parece tan bonito.
LA MADRE (señalándole con el dedo en ademán admonitorio): ¡Si me hubieras hecho caso! ¡Ya te dije que te casaras con ella y te dejaras de guerras!
GEORGE (burlándose de sí mismo): Se reía demasiado.
LA MADRE: Y tú demasiado poco. Mientras tú andabas metiéndote con los fascistas, Frank metiéndose entre sus sábanas.
GEORGE (a Chris): Frank fue quien ganó la guerra.
CHRIS: Todas las batallas.
LA MADRE (insistiendo en el tema): Te dije que estabas enamorado de esa chica el mismo día que os llamaron a filas, Georgie.
CHRIS (ríe): ¡Y no existe amor más verdadero que éste![*]
LA MADRE: Os doy cien vueltas a todos.
GEORGE (ríe): ¡Esta mujer es increíble!
LA MADRE: Y ahora me vas a escuchar, George. Los tres os dejasteis llevar por grandes principios, como buenos Scouts Águilas que erais; ¿y a mí qué me queda ahora? Ese árbol, y éste (señala a Chris), que en cuanto hay una mala racha se viene abajo; en cambio al tontorrón ese (señalando hacia la casa de Lydia), que no ha leído en su vida más que tebeos, ahí lo tienes, con tres hijos y la hipoteca pagada. Deja de filosofar de una vez y mira por ti mismo. Como decía Joe hace un rato, vente a vivir aquí otra vez, que él te ayuda a establecerte, y yo te busco una chica y alegras esa cara.
GEORGE: ¿Joe? ¿Joe quiere que vuelva?
ANN (ilusionada): Me pidió que te lo dijera, a mí me parece que sería buena idea.
LA MADRE: Desde luego que sí. ¿Por qué tienes que hacer como si nos odiaras? ¿Qué es eso, otro principio más…, tener que odiarnos? Tú no nos odias, George, te conozco, a mí no me engañas, yo te he cambiado los pañales. (A Ann, de improviso): ¿Te acuerdas de la hija del señor Marcy?
ANN (a George, entre risas): ¡Ya te ha encontrado pareja!
(George ríe, ilusionado).
LA MADRE: Échale un ojo y verás, es la más guapa…
CHRIS: Tiene verrugas, George.
LA MADRE (a Chris): ¡Qué va a tener verrugas! (A George): Un lunarcito en la barbilla…
CHRIS: Y dos en la nariz.
LA MADRE: Acuérdate. El padre está jubilado, era comisario de policía.
CHRIS: Subinspector, George.
LA MADRE: ¡Es muy buena persona!
CHRIS: Tiene pinta de gorila.
LA MADRE (a George): Nunca ha matado a nadie.
(Todos estallan en carcajadas; en ese instante aparece Keller en el umbral. George salta de su asiento, clava en él la mirada y Keller baja enseguida a saludarlo).
KELLER (las risas cesan. Con júbilo forzado): ¡Hombre! ¡Mira a quién tenemos por aquí! (Tendiéndole la mano). Georgie, qué alegría verte.
GEORGE (le estrecha la mano, de mal talante): ¿Qué tal, Joe?
KELLER: Tirando. Uno se va haciendo mayor. ¿Vienes a cenar con nosotros?
GEORGE: No, tengo que volver a Nueva York.
ANN: Te pido un taxi. (Sube los peldaños del porche y entra en la casa).
KELLER: Lástima que no puedas quedarte. Siéntate. (A la madre): Se le ve muy bien.
LA MADRE: Se le ve fatal.
KELLER: Eso digo yo, se te ve fatal, George. (Ríen todos). Servidor lleva los pantalones y la parienta me atiza con la correa.
GEORGE: He visto tu fábrica viniendo de la estación. Parece la General Motors.
KELLER: Más quisiera yo, pero siéntate, George. Siéntate. (Saca un habano del bolsillo). Me han dicho que has ido por fin a ver a tu padre, ¿no?
GEORGE: Sí, esta mañana. ¿Qué fabricáis ahora?
KELLER: ¿Eh? Pues… un poco de todo. Ollas a presión…, tenemos también una cadena de montaje para lavadoras. Es una planta versátil, está muy bien. Bueno, ¿qué tal has encontrado a tu padre? ¿La salud bien?
GEORGE (escruta a Keller con la mirada y responde titubeante): No, está mal, Joe.
KELLER (enciende el habano): No será por lo del corazón otra vez, ¿no?
GEORGE: Es todo, Joe. Es el alma.
KELLER (exhalando humo): Vaya…
CHRIS: ¿Y si vamos a casa de los vecinos y ves las reformas que han hecho?
KELLER: Déjalo tranquilo, hombre.
GEORGE (a Chris, refiriéndose a Keller): Me gustaría hablar con él.
KELLER: Pues claro, hombre, si no has hecho más que llegar. Hay que ver lo que son las cosas, George: un pobre hombre mete la pata y lo cuelgan de los pulgares; y a los peces gordos, en cambio, ahí los tienes, metidos a embajadores. Ojalá me hubieras dicho que ibas a ver a tu padre.
GEORGE (escrutándole): No sabía que tuvieras interés.
KELLER: Hasta cierto punto, sí. Me gustaría que tu padre supiera que, lo que es por mí, cuando quiera tiene un puesto a su disposición en la fábrica. Me gustaría que lo supiera.
GEORGE: Mi padre te odia a muerte, Joe. ¿No lo sabías?
KELLER: Me lo figuraba. Pero eso también puede cambiar.
LA MADRE: Steve no era así.
GEORGE: Pues ahora lo es. Si por él fuera, llevaría al paredón a todos los que se han enriquecido gracias a la guerra.
CHRIS: Le van a hacer falta muchas balas.
GEORGE: Y más vale que no las encuentre.
KELLER: Me apena oír eso de él.
GEORGE (con manifiesto rencor): ¿Por qué? ¿Qué esperabas que pensara de ti?
KELLER (con la rabia a flor de piel, pero conteniéndose): Me apena que no haya cambiado. Veinticinco años hace que lo conozco, y aún no ha aprendido a responder de sus actos. Tú lo sabes, George.
GEORGE (lo sabe): Bueno, yo…
KELLER: Claro que lo sabes. Aunque por cómo vienes aquí hoy, se diría que lo has olvidado. Acuérdate, si no, de lo que pasó en 1937, cuando teníamos el taller de Flood Street y dejó la caldera hirviendo sin agua dos días. Maldita sea, a punto estuvo de hacernos volar a todos en pedazos. Y tampoco entonces quiso cargar con las culpas. Al final me tocó echar a un mecánico a la calle para guardarle las espaldas. Te acordarás…
GEORGE: Sí, pero…
KELLER: Lo digo por poner un ejemplo, George. Porque ha habido casos a patadas. Como cuando le dio aquel dinero a Frank para que invirtiera en acciones petrolíferas.
GEORGE (consternado): Lo sé, yo…
KELLER (acosando, pero comedido): Pues es bueno que lo recuerdes, hijo. Lo mucho que maldijo al pobre Frank cuando bajó la Bolsa. ¡Como si hubiera sido culpa suya! Ni que hubiera querido estafarlo aposta. Si lo único que hizo el pobre fue darle un mal consejo.
GEORGE (se levanta y se aparta de él): Todo eso ya lo sé…
KELLER: Pues que no se te olvide, que no se te olvide. (Ann sale de la casa). Hay quienes preferirían ver colgado a todo el mundo antes que cargar con una culpa. ¿Entiendes, George? (Están de pie, frente a frente; George medita sus palabras).
ANN (baja al proscenio): El taxi ya está de camino. ¿Quieres asearte un poco?
LA MADRE (en un arranque de esperanza): Pero ¿por qué va a tener que irse? Coge el tren de medianoche, George.
KELLER: ¡Eso, y te vienes a cenar con nosotros!
ANN: ¡Buena idea! ¡Por qué no! Vamos a ir a un restaurante del lago, podríamos pasarlo en grande todos juntos.
GEORGE (larga pausa, durante la cual mira a Ann, a Chris, a Keller y luego de nuevo a su hermana): Bueno.
LA MADRE: Así me gusta.
CHRIS: Tengo la camisa perfecta para ese traje.
LA MADRE: Talla 39-40, ¿no, George?
GEORGE: ¿Lydia también…? Esto…, ¿vienen también Frank y Lydia?
LA MADRE: Ahora mismo te busco a alguien que va a dejar a Lydia a la altura… (Va hacia el fondo del escenario).
GEORGE (ríe): No, si no me hace falta pareja.
CHRIS: ¡Ya tengo la chica ideal para ti! ¡Charlotte Tanner! (Va hacia la casa).
KELLER: Di que sí, llama a Charlotte.
LA MADRE: Venga, llámala.
(Chris entra en la casa).
ANN: Anda, sube y escoges una camisa limpia y una corbata.
GEORGE (se detiene, los mira y luego tiende la vista por el jardín): Esta casa es el único sitio donde me he sentido a gusto. Siento como si… (Con la risa a flor de piel, se aparta de ellos). Kate, se te ve jovencísima, no sé si lo sabes. Estás igual que antes. Parece…, parece como si no hubiera pasado el tiempo. (Se vuelve hacia Keller): Y tú también, Joe, es increíble lo bien que te conservas. Todo está como antes.
KELLER: Si es que uno no tiene tiempo ni de ponerse enfermo.
LA MADRE: No ha guardado cama en quince años…
KELLER: Aparte de la gripe aquella cuando la guerra.
LA MADRE: ¿Eh?
KELLER: La gripe, cuando caí enfermo…, cuando la guerra.
LA MADRE: Ah, sí, claro… (A George): Aparte de la gripe aquella, claro. (George se queda petrificado). Bueno, se me había olvidado, no me mires así. Él quiso ir a la fábrica, pero ni levantarse de la cama pudo. Pensé que era neumonía.
GEORGE: ¿Por qué has dicho que nunca ha…?
KELLER: Entiendo cómo te sientes, hijo, yo no me lo perdonaré en la vida. Si hubiera podido ir por allí aquel día, no se me hubiera ocurrido permitir que tu padre tocara aquellas culatas.
GEORGE: Kate acaba de decir que nunca te pones enfermo.
LA MADRE: Aparte de aquel día, he dicho, George.
GEORGE (yendo hacia Ann): Ann, ¿tú no la has oído?
LA MADRE: ¿Tú te acuerdas de todas las veces que te has puesto enfermo en tu vida?
GEORGE: Una neumonía no la olvidaría. Y menos aún si la hubiera pillado precisamente el día en que mi socio iba a remendar las culatas que… ¿Qué pasó aquel día, Joe?
FRANK (entra a buen paso por el caminillo del garaje, con el horóscopo de Larry en la mano. Va hacia Kate): ¡Kate! ¡Kate!
LA MADRE: Frank, ¿has visto ya a George?
FRANK (le tiende la mano): Ya me ha dicho Lydia; me alegro de…, me vais a tener que disculpar un momento. (Arrastra a la madre hacia la derecha del escenario). Te vas a quedar patidifusa, Kate, ya he terminado el horóscopo de Larry.
LA MADRE: Ya verás qué interesante, George. Es una maravilla lo que este hombre sabe de…
CHRIS (saliendo de la casa): George, ya tienes a tu chica al teléfono…
LA MADRE (angustiada): ¡Frank ha terminado el horóscopo de Larry!
CHRIS: Frank, ¿no podrías encontrar un momento mejor?
FRANK: ¡Los grandes personajes de la historia creían en la astrología!
CHRIS: ¡Deja de meterle esas tonterías en la cabeza a mi madre!
FRANK: ¿A ti te parece una tontería sentir que existe un poder superior a nosotros? ¡He estudiado la carta astral de Larry! No he venido aquí a discutir, ¡yo sólo te digo que tu hermano sigue vivo en alguna parte!
LA MADRE (a Chris, al instante): ¿Por qué no va a ser posible?
CHRIS: Porque es un disparate.
FRANK: Un momento. Yo os cuento y luego hacéis lo que os venga en gana. Pero dejadme que os cuente: se supone que Larry murió el 25 de noviembre. Pero resulta que el 25 de noviembre era su día de suerte.
CHRIS: ¡Mamá!
LA MADRE: ¡Tú escucha!
FRANK: Ese día Larry lo tenía todo a su favor, era el día propicio para casarse. Tú búrlate todo lo que quieras, yo te comprendo. Pero las probabilidades de que una persona muera en su día favorable son de una entre un millón. ¡Es un hecho, Chris, un hecho!
LA MADRE: ¿Por qué no iba a ser posible, Chris, por qué no?
GEORGE (a Ann): ¿No entiendes lo que Kate está queriéndote decir? Te está diciendo que te vayas. ¿A qué esperas?
CHRIS: Nadie le puede decir que se vaya. (Se oye el claxon de un coche).
LA MADRE (a Frank): Gracias por tomarte tanta molestia, hijo. ¿Le dices al taxista que espere, Frank?
FRANK (yéndose): Cómo no.
LA MADRE (en voz alta): ¡Ahora mismo salen!
CHRIS: Ann no se va, mamá.
GEORGE: ¡Ya la has oído, Joe nunca ha estado enfermo!
LA MADRE: ¡Me ha entendido mal, Chris!
(Chris la mira, horrorizado).
GEORGE (a Ann): ¡Joe lo único que hizo fue decirle a tu padre que se cargara a aquellos hombres mientras él se quedaba en la cama bien tapadito!
CHRIS: Será mejor que le contestes tú, Annie. Contéstale.
LA MADRE: Te he hecho la maleta, hija…
CHRIS: ¿Qué?
LA MADRE: Te he hecho la maleta. Sólo falta cerrarla.
ANN: Yo no pienso cerrar nada. He venido aquí invitada por Chris y no pienso irme hasta que él me lo diga. (A George): ¡Hasta que Chris me lo diga!
CHRIS: ¡Se acabó! ¡Sal de esta casa, George!
LA MADRE (a Chris): Pero si él siente que…
CHRIS: ¡Se acabó, nunca jamás se vuelve a hablar del juicio ni de Larry estando yo presente en esta casa! (A George): ¡Y ahora vete de aquí, George!
GEORGE (a Ann): Dímelo tú. Quiero oírlo de tus labios.
ANN: ¡Vete, George! (Se alejan los dos por el caminillo del garaje, y se oye a Ann diciendo: «¡No te lo tomes así, Georgie! Por favor, no te lo tomes así»).
(Chris se vuelve hacia su madre).
CHRIS: ¿Qué es eso de que le has hecho la maleta? ¿Cómo te has atrevido?
LA MADRE: Chris…
CHRIS: ¿Cómo te has atrevido a hacerle la maleta?
LA MADRE: Éste no es su sitio.
CHRIS: Pues entonces tampoco es el mío.
LA MADRE: Es la novia de Larry.
CHRIS: Y yo su hermano, pero Larry ha muerto, y yo voy a casarme con su novia.
LA MADRE: ¡Eso nunca, jamás!
KELLER: ¿Te has vuelto loca?
LA MADRE: ¡Tú no tienes nada que decir!
KELLER (con saña): Pues claro que tengo, y mucho. Llevas tres años y medio venga a decir disparates…
LA MADRE (le da una bofetada): Nada. Tú no tienes nada que decir. Ahora me toca a mí hablar. Larry va a volver, y todo el mundo va a esperarle.
CHRIS: Mamá, mamá…
LA MADRE: Todo el mundo va a esperarle…
CHRIS: ¿Hasta cuándo, mamá? ¿Hasta cuándo?
LA MADRE (sin pensar): ¡Hasta que vuelva, tarde lo que tarde, hasta que vuelva!
CHRIS (a modo de ultimátum): Mamá, pienso seguir adelante con la boda.
LA MADRE: Chris, nunca te he negado nada en la vida, ¡pero esto no pienso consentirlo!
CHRIS: Si no lo hago, nunca lo olvidarás.
LA MADRE: ¡Ni tú ni yo lo olvidaremos nunca!
CHRIS: Yo ya lo he olvidado. Hace mucho que…
LA MADRE (con vehemencia, pero apartándose de él): Pues entonces ya puedes olvidarte de tu padre. (Pausa. Chris se queda clavado en el sitio).
KELLER: Se ha vuelto loca.
LA MADRE: ¡Completamente! (A Chris, pero sin mirar a ninguno de los dos). Tu hermano está vivo, hijo, porque si está muerto, es que tu padre lo ha matado. ¿Me entiendes ahora? Mientras tú vivas, ese hijo mío seguirá vivo. Dios no permite que un padre mate a un hijo. Lo entiendes ahora, ¿verdad? Ahora lo entiendes. (Fuera de sí, se va precipitadamente y entra en la casa).
KELLER (a Chris, que no se ha movido, con reticencia, tanteándole): Se ha vuelto loca.
CHRIS (en un susurro entrecortado): Entonces… ¿fuiste tú?
KELLER (con un asomo de súplica en la voz): Larry nunca pilotó un P-40…
CHRIS (horrorizado. Con gravedad): Pero ¿y los otros…?
KELLER (con insistencia): Se ha vuelto loca. (Da un paso hacia Chris, con ademán suplicante).
CHRIS (persistente): Papá…, ¿fuiste tú?
KELLER: Tu hermano nunca pilotó un P-40, ¿se puede saber qué te pasa?
CHRIS (sin dar crédito por completo, con el interrogante aún en la voz): Entonces fuiste tú. Tú fuiste el culpable de que aquellos…
(Sin levantar la voz ninguno de los dos).
KELLER (con miedo, atemorizado por su obcecada insistencia): Pero ¿qué te pasa? ¿Qué demonios te pasa?
CHRIS (calladamente, sin dar crédito): ¿Cómo pudiste hacer una cosa así? ¿Cómo?
KELLER: Pero ¡¿qué te pasa?!
CHRIS: Papá… ¡Papá, mataste a veintiún hombres!
KELLER: ¿Cómo que los maté?
CHRIS: Sí, los mataste, los asesinaste.
KELLER (como si se desnudara por completo ante él): ¿Cómo iba a matar yo a nadie?
CHRIS: ¡Papá! ¡Papá!
KELLER (intentando acallarle): ¡Yo no maté a nadie!
CHRIS: Entonces explícamelo. Explícame qué hiciste. ¡Explícamelo o te parto la cara ahora mismo!
KELLER (horrorizado por la vehemencia de su ira): No digas eso, Chris, no…
CHRIS: Quiero saber qué hiciste, ¿qué hiciste, papá? Tenías ciento veinte culatas defectuosas, así que dime, ¿qué hiciste con ellas?
KELLER: Si lo que pretendes es colgarme…
CHRIS: ¡Te estoy escuchando, maldita sea! ¡Habla de una vez!
(Los movimientos de ambos amagan un juego de persecución y huida).
KELLER (se dirige a Chris desde una distancia prudencial): Eres joven, ¡qué querías que hiciera! Tengo un negocio, uno tiene un negocio; con ciento veinte piezas defectuosas, adiós negocio; si la cadena de montaje te falla, ya puedes olvidarte; si la fábrica no produce, si tu mercancía no sirve, te cierran el negocio y adiós muy buenas, ¿a ellos qué coño les importa? Ya puedes haberte dejado la piel durante cuarenta años que en cinco minutos estás en la calle. ¿Qué querías que hiciera? ¿Que dejara que echaran por tierra cuarenta años de trabajo, toda una vida? (Con la voz rota). Nunca pensé que fueran a instalar aquellas piezas. Nunca, lo juro por Dios. Pensé que las retirarían antes de que echaran a volar.
CHRIS: Entonces, ¿por qué las enviaste?
KELLER: Pensé que habría reparado el fallo antes de que se dieran cuenta, que les demostraría que me necesitaban y harían la vista gorda. Pero pasaron las semanas y no llegó ninguna reclamación, así que iba a avisarles.
CHRIS: ¿Y por qué no lo hiciste?
KELLER: Porque ya era tarde. El periódico…, vino en primera plana, veintiún aviones se habían estrellado, era demasiado tarde. Se presentaron en la fábrica con las esposas en ristre, ¿qué querías que hiciera? (Se sienta en el banco, en el centro del escenario). Chris…, Chris, lo hice por ti, me arriesgué por ti. Tengo sesenta y un años, ¿cuándo iba a tener otra oportunidad de hacer algo por ti? A los sesenta y uno, no hay segundas oportunidades que valgan, ¿no?
CHRIS: Sabías perfectamente que aquellos aviones no aguantarían en el aire.
KELLER: Yo no he dicho eso…
CHRIS: Pero has dicho que ibas a avisarles del peligro…
KELLER: Pero eso no significa que…
CHRIS: Significa que sabías que se estrellarían.
KELLER: No significa eso.
CHRIS: Pero sí que al menos lo pensabas.
KELLER: Temía que pudieran…
CHRIS: ¡Temías que pudieran! Por el amor de Dios, ¿pero qué clase de hombre eres? La vida de esos muchachos pendía de aquellas culatas. ¡Lo sabías perfectamente!
KELLER: ¡Lo hice por ti! ¡Iba a ser tu negocio!
CHRIS (rabioso de ira): ¡Por mí! ¿En qué mundo vives? ¿De dónde has salido? ¡Por mí! ¡Yo allí jugándome la vida a diario mientras tú matabas a los míos y dices que lo hiciste por mí! ¿Qué demonios crees que tenía yo en la cabeza? ¿Tu maldito negocio? ¿Eso es lo único que te interesa, tu negocio? ¿De qué mundo me hablas…, de qué negocio? ¿Qué demonios significa eso de que lo hiciste por mí? ¿Es que tú no tienes una patria? ¿En qué mundo vives? ¿Qué demonios eres? Ni un animal eres, ningún animal mataría a los de su misma especie, ¿qué eres? ¿Qué tengo que hacer contigo? Debería arrancarte la lengua, ¿qué tengo que hacer contigo? (Descarga el puño sobre el hombro de su padre. Éste da un traspié, esconde el rostro entre las manos y llora). ¿Qué tengo que hacer, Dios mío, qué tengo que hacer?
KELLER: Chris…, Chris, hijo mío…
(Telón).