Capítulo 10
Mantenerse sano gracias a la psicología positiva
En este capítulo
Reflexionar sobre el
vínculo entre salud física y bienestar emocional
Ser feliz puede ayudarte a
estar sano
Desarrollar la resiliencia
psicológica
Responsabilizarte de tu salud y tu bienestar adoptando una actitud positiva te ayuda a aumentar la resiliencia física y psicológica. En este capítulo te mostramos formas de convertir la salud en un aspecto positivo de tu vida, y te ofrecemos varias aptitudes y estrategias adicionales para asegurarte de permanecer sano. En el capítulo 2 también nos referimos al tema de la salud, pero sin entrar en detalle.
La vida importa
Se ha comprobado que el bienestar influye mucho en la longevidad y la salud (hemos tratado este asunto en el capítulo 2). En este sentido, dos estudios llamados Estudio de los anuarios y Estudio de estadounidenses con ascendencia mexicana recogen algunas cuestiones interesantes.
En las sociedades occidentales, envejecer suele considerarse una amenaza para la salud. Sin embargo, los hechos apuntan a lo contrario. Ahora la gente vive más tiempo, y los estudios revelan que la mayoría de los adultos que pasan de sesenta y cinco años gozan de muy buena salud. En el año 1995, un estudio señaló que más del 70% de las personas con edades comprendidas entre setenta y ocho y ochenta y cuatro años no tenían problemas de salud significativos, y lo mismo ocurría con más del 40% de los mayores de ochenta y cinco.
Estudiar los estudios
El Estudio de los anuarios, llevado a cabo por Harker y Keltner en el año 2001, analizaba las expresiones emocionales de muchas mujeres en las fotos que se hicieron para los anuarios de su época universitaria, y relacionaba sus expresiones faciales con cuestiones como la satisfacción conyugal y el bienestar psicológico treinta años más tarde. Las mujeres que a los veintidós años de edad expresaban emociones más positivas en la foto de anuario también presentaban resultados más favorables después de cumplir los cincuenta.
En el Estudio sobre estadounidenses de ascendencia mexicana llevado a cabo por Ostir, Markides, Black y Goodwin en el año 2000, los investigadores analizaron las emociones de un nutrido grupo de chicanos y hallaron que quienes mostraban una actitud más positiva tenían la mitad de probabilidades de morir durante el período de estudio que los sujetos cuyas vidas estaban dominadas por emociones como la ira y el miedo. Otro estudio realizado por Giltay, Geleijnse, Zitman, Hoekstra y Schouten en el año 2004 demostró que el optimismo aumenta la longevidad.
En la Universidad de California, el profesor de psicología Robert Emmons propuso la idea de que las personas agradecidas se preocupan más por su salud y suelen tener hábitos beneficiosos como, por ejemplo, hacer ejercicio, llevar una dieta sana y hacerse revisiones periódicamente. Las investigaciones de Emmons parecen indicar que las personas agradecidas tienden a ser más optimistas, una característica que fortalece el sistema inmunitario.
Lista de control para una vida sana
Ed Diener y Robert Biswas-Diener han creado una lista de control para una vida sana. Si vas al médico, puede que te haga algunas preguntas sobre tu estilo de vida y luego, en función de las respuestas que le des, comente contigo los pros y los contras de tus hábitos.
A
continuación encontrarás una lista de preguntas típicas que pueden
hacerte. Responde sí o no a cada una de ellas.
1. ¿Fumas? Sí/No
2. ¿Bebes alcohol con moderación? Sí/No
3. ¿Tienes un peso normal? Sí/No
4. ¿Trabajas muchas horas delante de una pantalla? Sí/No
5. ¿Te pones protección solar siempre que te expones al sol? Sí/No
6. ¿Comes frutas, verduras a diario? Sí/No
7. ¿Haces ejercicio cuatro veces por semana o más? Sí/No
8. ¿Te cepillas los dientes y te pasas el hilo dental dos veces al día? Sí/No
Las investigaciones de Diener y Diener concluyen que si la respuesta a estas ocho preguntas es afirmativa, el bienestar y la esperanza de vida es mayor que si es negativa.
Asegurarse una buena salud
En las siguientes secciones te mostramos la forma de mejorar las condiciones para estar sano. La gente positiva toma buenas decisiones en materia de salud y está más dispuesta a cambiar de hábitos si los que tiene no son no saludables.
Las conclusiones de un estudio realizado con personas mayores en 1995 indican que plantearse el propio bienestar de una manera positiva contribuye enormemente a tener una vida larga y saludable. En particular, los factores que influyen en la probabilidad de mantener un estilo de vida saludable son los que te presentamos a continuación.
No fumar
Todo el mundo sabe que fumar es malo para la salud y existe abundante información sobre los problemas relacionados con el tabaquismo. Sin embargo, lo que quizá no sepas es que nunca es demasiado tarde para abandonar este vicio y de ese modo hacer algo bueno por tu salud. Por ejemplo, si dejas de fumar en la mediana edad, antes de desarrollar alguna enfermedad grave, evitarás en gran medida el riesgo de muerte asociado al tabaquismo.
Hay
numerosas instituciones que pueden ayudarte a dejar de fumar.
Puedes bucar información en Internet o consultarlo con tu
médico.
Adaptarse a los cambios
Cuando te sientes positivo, evitas todos los pensamientos negativos que resultan de asomar la cabeza a tu lado oscuro y pesimista. En lugar de luchar contra la vida, ser flexible, resiliente y adaptable te hace más capaz de afrontar problemas y reduce al mínimo el estrés en cualquier situación.
Beber con moderación
Las estadísticas dicen que el 13% de las mujeres y el 27% de los hombres superan el consumo máximo de alcohol recomendado. El número de adultos con dependencia del alcohol se sitúa en 47 de cada 1000, el doble que el número de adictos a drogas ilegales. Es probable que hayas recibido información sobre los peligros del consumo excesivo de alcohol; no obstante, como ocurre con todo en la vida, la clave está en la moderación.
A diferencia del tabaco, el consumo moderado de alcohol conlleva ciertos beneficios para la salud, por ejemplo la protección contra enfermedades coronarias.
También para dejar el alcohol hay numerosas entidades de
ayuda y apoyo. Pide consejo a tu médico si lo necesitas.
Controlar el peso
En la sociedad occidental cada vez hay más personas obesas o con sobrepeso. Mantener el peso estable y saludable ayuda a evitar problemas de salud como enfermedades cardíacas, diabetes e hipertensión. Tu facultativo de cabecera puede orientarte sobre los profesionales que pueden ayudarte a lograr tu peso de forma sana y segura para tu salud.
Hacer ejercicio
Si quieres tener una buena forma física, tienes que proponerte quemar alrededor de 1000 kilocalorías diarias. Para un adulto que pese 60 kilos, esto representa el equivalente a treinta minutos de actividad física moderada, por ejemplo caminar una distancia de 2 kilómetros a buen ritmo, y eso varias veces por semana. Si nunca has hecho ejercicio, empieza con varias sesiones de diez a quince minutos hasta alcanzar la cuota diaria de treinta minutos.
Los niños y los jóvenes necesitan sesenta minutos de actividad física de intensidad moderada todos los días. Para favorecer el desarrollo y el crecimiento, el régimen de ejercicio debe incluir al menos dos actividades semanales que sometan los huesos a un estrés físico, por ejemplo bailar o saltar.
Cambiar de forma positiva: el modelo de cambio en cuatro etapas
Elegir un estilo de vida sano depende enteramente de ti. El primer paso consiste en darte cuenta de que puedes elegir.
El cambio requiere lo siguiente:
Analizar tu estilo de vida
actual (presta atención al apartado “Elaborar un plan para aumentar
la felicidad personal”, más adelante en este mismo
capítulo).
Confeccionar una lista con
todos los cambios que quieres hacer.
Introducir esos cambios de
uno en uno. Si intentas cambiar muchas cosas a la vez, aumentan las
probabilidades de fracasar.
Siempre que aprendes algo nuevo, ya sea una habilidad práctica (por ejemplo ir en bicicleta, mecanografiar o navegar por Internet), una habilidad psicológica (por ejemplo modificar una conducta o librarte de creencias o pensamientos negativos) o una habilidad relacionada con la salud (por ejemplo hacer ejercicio o cambiar la dieta), sigues una secuencia de cuatro etapas. Esta secuencia, denominada las cuatro etapas de aprendizaje de Robinson, se muestra en la figura 10-1.
Figura 10-1:
Modelo de cambio en cuatro etapas.
Etapa 1. Incompetencia inconsciente
La etapa 1 puede describirse como no sé lo que es y no sé cómo se hace.
Te sientes infeliz pero desconoces el motivo. Por ejemplo, a lo mejor no eres consciente de que estás bebiendo más alcohol del que te conviene, o cuáles son los efectos de una dosis de alcohol, o que la comida precocinada que compras lleva más sal y más azúcar de lo que suponías. Y continúas haciendo lo mismo sin tener una conciencia clara de los aspectos negativos. Por ejemplo, Julia tenía problemas de insomnio pero no sabía que tomarse ocho cafés al día la estaba afectando negativamente. Hasta que leyó un artículo sobre los efectos del café no se enteró de cómo le estaba afectando toda esa cafeína.
Etapa 2. Incompetencia consciente
La etapa 2 puede describirse como ahora veo lo que estoy haciendo mal, pero no soy capaz de cambiar nada.
Ya empiezas a ser consciente de lo que ocurre pero no sabes si podrás arreglarlo. Esta es la etapa de toma de conciencia. Por ejemplo, te das cuenta de que no haces tanto ejercicio como deberías pero no sabes de dónde vas a sacar tiempo ni qué tipo de ejercicio puedes hacer.
Etapa 3. Competencia consciente
La etapa 3 puede describirse como ya sé cómo hacer frente a la situación y me veo capaz de cambiarla a mi favor si hago un esfuerzo consciente.
Ahora estás aprendiendo y aplicando diversas estrategias pero aún tienes que pensar en lo que haces. Por ejemplo, te has apuntado a un gimnasio y un monitor te ha preparado una dieta y un plan de entrenamiento, pero tienes que pensar en todas las acciones e incluso llevarlas escritas porque no estás totalmente familiarizado con lo que debes hacer.
Etapa 4. Competencia inconsciente
La etapa 4 puede describirse como no pienso; simplemente hago.
A fuerza de practicar, tus nuevas habilidades se han vuelto inconscientes. Funcionas con el piloto automático: haces las cosas sin tener que pensar en ellas.
Para triunfar es fundamental avanzar paso a paso, practicar y perseverar.
Elaborar un plan para aumentar la felicidad personal
Toma un poco de distancia y haz inventario de tu vida; intenta determinar cuál es tu situación actual en el terreno físico y en el psicológico. A continuación, valora qué cosas te están funcionando y cuáles deberías cambiar para disfrutar de una vida más feliz, más sana y más positiva.
La auditoría de vida puede ayudarte a identificar a las personas, conductas y actividades que te motivan y aumentan tu confianza y tu felicidad, así como aquellas que te restan confianza y te impulsan a formas de actuar poco saludables.
La auditoría de vida
El
ejercicio de la auditoría de vida es útil para identificar aquellos
aspectos de tu vida que podrían beneficiarse de un cambio. A fin de
obtener el máximo beneficio de una auditoría de vida, lo ideal es
llevarla a cabo una vez al año con revisiones trimestrales para
controlar tus progresos. Si trabajas en una tienda o en una
oficina, ya estarás familiarizado con las auditorías y los
inventarios. Una auditoría de vida tiene exactamente el mismo
propósito. Es una manera de averiguar qué tienes, qué te hace
feliz, qué necesitas y qué debes eliminar. Cuando hayas
identificado las áreas que requieren atención, el siguiente paso
consiste en introducir los cambios oportunos. Averiguar qué te
gusta y qué te disgusta no sirve de nada a menos que estés
dispuesto a eliminar lo malo y hacer más hincapié en lo
bueno.
Escribe todas las cosas que te gustan y te disgustan en relación con los siguientes ocho aspectos de tu vida:
Entorno. Tu apartamento o
casa, o la zona donde vives.
Familia. Tus hijos y
familiares.
Relaciones personales. En
particular tu pareja, si la tienes.
Amigos/vida social. Este
aspecto se refiere a las aficiones, grupos sociales y actividades
compartidas.
Trabajo. Tu trabajo y tus
esperanzas y objetivos laborales.
Finanzas. Presupuestos,
ahorros, pensiones e inversiones.
Salud. Por ejemplo la dieta,
el ejercicio físico y la forma de controlar el estrés.
Mundo interior/espiritualidad. El sentido de tu vida.
La figura 10-2 muestra una lista típica de cosas que te gustan y te disgustan, junto con las medidas previstas para introducir los cambios oportunos.
Me gusta |
No me gusta/quiero cambiar |
Los cambios que he introducido en mi dieta en este último año; me siento mucho mejor. Ahora sigo horarios regulares y como alimentos más sanos. |
No hago ejercicio. Todavía bebo demasiado café, y a veces me cuesta conciliar el sueño y estoy algo nervioso. |
Figura 10-2:
Cosas que te gustan y cosas que no, con las correspondientes acciones correctivas.
Ahora es el momento de elaborar un plan de acción. Piensa en todas las cosas que no te gustan y pregúntate qué puedes hacer para cambiar la situación (fíjate en la figura 10-3).
No me gusta/quiero cambiar |
Plan de acción |
Falta de ejercicio |
1. Ir al gimnasio y hablar con un entrenador personal para que me asesore. 2. Aparcar el coche a 2 km de la oficina y caminar esa distancia todos los días a ritmo rápido. 3. Subir por las escaleras en la oficina en lugar de coger siempre el ascensor. 4. La última vez que hablé con Juan, me dijo que él también tendría que hacer más ejercicio. Podríamos hacer algo juntos para motivarnos mutuamente y pasarlo mejor. |
Beber demasiado café |
1. No tomar café a partir de las cuatro de la tarde. 2. Bajar de seis cafés diarios a solamente tres, y tratar de beber los ocho vasos de agua recomendados. Además, probar los tés de frutas, que también me gustan y no contienen cafeína. 3. Reevaluar mis estrategias dentro de un mes por si tengo que modificar algo. |
Figura 10-3:
Ejemplo de plan de acción en materia de salud.
Hay
más de una forma de cambiar. Si ves que ya estás haciendo bien
algo, el cambio puede consistir simplemente en hacer ese algo más a
menudo. Por ejemplo, tienes un grupo de amigos que siempre está
dispuesto a ayudarte en lo que necesites, y otro grupo que no deja
de pedirte favores pero apenas hace nada por ti. Para sentirte más
apoyado, procura pasar más tiempo con los amigos del primer grupo y
menos con los del segundo grupo.
La confianza aumenta cuando tomas las riendas de tu vida, y disminuye cuando te desentiendes de todo y simplemente esperas que las cosas ocurran.
Superar el estrés
Descubrir la forma de superar el estrés mediante una actitud positiva y estrategias concretas es importante para tu salud y tu bienestar. El estrés crónico se ha relacionado con diversos trastornos y enfermedades, entre las que se cuentan las cardíacas, la hipertensión y la disminución de la función pulmonar. Asimismo, existen pruebas fehacientes de que las personas estresadas tardan más en recuperarse de una lesión, ya que el estrés ralentiza el proceso de curación.
Entender el estrés
El estrés es el resultado de un desequilibrio entre las demandas que recibes y los recursos que tienes para hacer frente a esas demandas. Cuando las demandas coinciden con los recursos disponibles, experimentas presión. La presión es motivadora y a veces ayuda a sacar lo mejor de uno mismo. Sin embargo, cuando los recursos no bastan para satisfacer las demandas recibidas, aparece el estrés. Cuanto más te exigen y menos recursos tienes, más estresado te sientes.
El estrés es una respuesta biológica que lleva aparejada la liberación de hormonas del estrés en el torrente sanguíneo. La dicotomía lucha o huida describe la forma en que el organismo reacciona a la producción de hormonas del estrés. La respuesta de lucha o huida es un mecanismo de supervivencia que debemos valorar y utilizar a nuestro favor. Aunque es improbable que las cosas que te estresan supongan una amenaza para tu vida, el cuerpo responde como si fuera así. A largo plazo, la exposición prolongada a las hormonas del estrés tiene un efecto debilitante.
Además de debilitar el cuerpo, el estrés suele hacer que la gente caiga en actividades poco saludables, como por ejemplo abusar de la bebida, la comida y el tabaco. Asimismo, puedes experimentar problemas de insomnio y un amplio abanico de síntomas físicos, emocionales y conductuales. Los síntomas de estrés más importantes son:
Síntomas
físicos:
• Palpitaciones
• Dolor y opresión en el pecho
• Indigestión
• Disnea
• Náuseas
• Contracciones musculares involuntarias
• Cansancio
• Dolores vagos
• Irritación cutánea o erupciones
• Sensibilidad a las alergias
• Tensión muscular o bruxismo
• Desmayos
• Resfriados frecuentes, gripes u otras infecciones
• Recidiva de enfermedades anteriores
• Estreñimiento o diarrea
• Rápido aumento o pérdida de peso
• Alteración del ciclo menstrual
Síntomas
emocionales:
• Cambios de humor
• Preocupación cada vez mayor
• Tensión emocional
• Agotamiento, falta de entusiasmo
• Sentimientos de ira
• Sentimientos de culpa
• Actitud despreciativa
• Nervios, aprensión, ansiedad
• Sentimientos de indefensión
• Pérdida de confianza
• Falta de autoestima
• Falta de concentración
• Soñar despierto
Síntomas
conductuales:
• Proclividad a tener accidentes
• Bajo rendimiento laboral
• Mayor consumo de tabaco
• Mayor consumo de alcohol
• Mayor dependencia de fármacos
• Bulimia o pérdida del apetito
• Alteraciones del ciclo de sueño, dificultad para conciliar el sueño y descanso nocturno no reparador
• Pérdida de interés en el sexo
• Mala gestión del tiempo
• Trastornos del habla
• Alejamiento de relaciones de apoyo
• Irritabilidad
• Llevarse trabajo a casa
• Estar demasiado ocupado como para relajarse
• Desatención de la salud
Gestionar el estrés
Todo el mundo experimenta estrés en algún momento de su vida, de modo que es fundamental aprender a gestionarlo. En este sentido, te serán útiles las siguientes actitudes:
Aceptar la realidad. El estrés
es un hecho, pero puede ocurrir que no reconozcas el problema hasta
que sea muy evidente. No esperes a sentirte excesivamente agotado
para buscar soluciones. Nadie te va a dar un premio por haberte
quedado sin fuerzas para nada. Cuando te das cuenta de que las
demandas externas son mayores que los recursos con los que cuentas
para hacer frente a la situación, es hora de tomar
medidas.
Pedir ayuda. Por ejemplo, si
en el trabajo tienes demasiadas cosas que hacer, habla con tu jefe
y cuéntale lo que ocurre. Parte de su trabajo es proporcionarte
orientación, así que debes pedírsela. Haz una lista de todas las
tareas que tengas asignadas, cuáles son las que te ocupan más
tiempo, qué te está retrasando y qué tipo de ayuda necesitas, y
coméntalo con tu jefe o con quien espere tus tareas. Si consideras
que tu vida personal o laboral suponen una carga excesiva, busca
ayuda profesional lo antes posible.
Cuidarte. Comer sano,
relajarte y dormir bien son factores clave para gestionar el
estrés. Que comas en el trabajo no significa que debas contentarte
con cualquier cosa. Por ejemplo, cuando vayas a hacer la compra el
fin de semana, elige alimentos saludables que puedas llevarte a la
oficina. Si allí tenéis nevera y microondas, úsalos, y ten siempre
a mano alguna pieza de fruta, frutos secos y agua. Si te cuesta
dormir, incorpora a tu rutina vespertina algún ritual relajante,
por ejemplo leer el periódico o una revista, para que el cerebro
tenga tiempo de desconectar antes de irte a la cama. También es
importante que evites la cafeína a última hora de la
tarde.
Descansar cada cierto tiempo. No te quedes todo el día pegado al escritorio. Haz pausas de
cinco minutos de vez en cuando y aprovecha para pasearte por la
oficina. Si crees que no puedes hacer eso, entonces ve caminando
hasta el dispensador de agua o la cocina y luego regresa a tu
mesa.
No dejar de moverte. Está más
que demostrado que el ejercicio físico ayuda a eliminar las
hormonas del estrés, da energía y mejora tanto el estado de ánimo
como la salud. Hacer ejercicio no significa necesariamente pasar
horas en el gimnasio ni correr hasta echar los higadillos. Es
importante hacer ejercicio de forma habitual, y ahora los gimnasios
cuentan con entrenadores personales que pueden valorar tu estado de
forma física y elaborar un plan de entrenamiento adecuado para ti.
Busca algo que te motive (por ejemplo bailar, aparcar el coche a un
par de kilómetros de tu oficina, dar un paseo en la pausa del
mediodía o subir siempre por la escalera en lugar de coger el
ascensor) y procura ir cambiando para no caer en el aburrimiento.
Todas estas actividades contribuyen a mejorar tu condición física y
a eliminar las hormonas del estrés.
Hablar con la gente. Relacionarse con otras personas es otra manera de
desconectar. Charlar un rato con tus compañeros de oficina sobre
cualquier cosa que no tenga que ver con el trabajo es bueno para tu
bienestar. Puede que sientas más tranquilo al ver que ellos también
están estresados, y que no eres un bicho raro.
Compartir responsabilidades. Esto va especialmente para las mujeres: no os convirtáis en
mártires. Si existe la posibilidad de recibir ayuda, no os privéis
de ella. Merece la pena pagar a alguien para que te planche si eso
te permite descansar un poco. Asegúrate de que las tareas del hogar
se reparten entre todos los miembros de la familia. El trabajo
puede ser agotador, pero si además tienes que hacerte cargo de la
casa sin ayuda, seguro que acabas al límite de tus
fuerzas.
Aprender a ser firme y enérgico. Si te cuesta mucho decir “no”, a lo mejor te vendría bien
asistir a un curso de autoafirmación. Para ganarte a los demás y
triunfar en la vida es imprescindible que seas capaz de defender
tus opiniones de forma contundente.
Hacer vacaciones. Cuando te
vayas de vacaciones, es importante que dejes el móvil en casa y
utilices la función de respuesta automática para el correo
electrónico. Las vacaciones, por definición, son para evadirse de
la vida cotidiana. ¡Nadie ha dicho jamás en su lecho de muerte que
ojalá hubiera pasado más tiempo en la oficina!
Tomar el control. Únicamente
tú puedes tomar el control de tu vida, y eso significa hacerte
cargo de tus pensamientos, sentimientos y acciones.
Tomar perspectiva con respecto a la vida, a ti mismo y a los demás
La resiliencia psicológica es una arma importante para soportar las presiones de la vida y mantener alejado el estrés. Las emociones positivas te ayudan a desarrollar la capacidad de tomar decisiones sobre la forma de conducirte por la vida siendo más feliz. Las personas resilientes son más capaces de afrontar situaciones difíciles y están motivadas para salir adelante y mejorar sus condiciones de vida.
Tu forma de pensar influye mucho en tu forma de sentir y los sentimientos dirigen tus conductas. Existe una escuela de tratamiento psicológico que aplica la terapia cognitivo-conductual (TCC), que se centra en la relación entre pensamiento y conducta. Encontrarás más información en el libro Cognitive Behavioural Therapy For Dummies (‘Terapia cognitivo-conductual para Dummies’, inédito en español), de Rhena Branch y Rob Willson (Wiley).
Pensamientos negativos, vida improductiva
¿Tienes pensamientos negativos sobre ti mismo? Por ejemplo, ¿crees que eres un fracaso, que no vales nada, o que eres mala persona, estúpido, antipático o feo? Estas opiniones negativas se alimentan de la propia autoestima y determinan la forma de actuar en el día a día.
Un ejemplo de vida improductiva consiste en pensar que no eres lo suficientemente bueno e intentar compensarlo dedicando el día entero a lograr buenos resultados y complacer a los demás. A lo mejor crees que tienes la obligación de hacerlo todo bien porque, si no, no llegarás a nada, y eres de los que se toman cualquier crítica a la tremenda: “A mi madre no le gusta lo que hago y me lo ha dicho a las claras, así que debo de ser un fracaso”. Si piensas así, puede que simplemente te rindas, seas infeliz y dejes de esforzarte por cambiar tus condiciones de vida porque estás convencido de que eres incapaz de lograrlo.
Lo que piensas de ti mismo, de los demás y del mundo en general tiene su origen en los mensajes que recibiste de tus familiares, amigos y allegados cuando eras niño. Te han condicionado para pensar de una determinada manera, y quizá tengas que invertir tiempo y esfuerzo para cambiar esas convicciones, por muy motivado que estés.
Huir de las exigencias que te complican la vida
Podríamos distinguir entre tres tipos de exigencias, que toman la forma de obligaciones. Son las siguientes:
Exigencias hacia uno mismo. Por ejemplo, pensar que tienes que hacerlo todo bien (genera
estrés, ansiedad, vergüenza y culpa).
Exigencias hacia los demás. Por ejemplo, esperar de alguien que se porte bien y que te
decepcionará si no lo hace (genera ira).
Exigencias hacia el mundo. Por
ejemplo pensar que el mundo debe ser un lugar justo (genera
autocompasión, conductas adictivas y depresión).
Identificar y cuestionar tus exigencias
Para
que te resulte más fácil identificar tus exigencias y las
convicciones en las que están fundamentadas, completa las
siguientes oraciones:
Exigencias hacia uno mismo. Tengo que...; de lo contrario... (por ejemplo,
tengo que ser fuerte y capaz; de lo
contrario habré fracasado en la vida).
Exigencias hacia los demás. Tienes que...; de lo contrario... (por ejemplo,
Tienes que estar de acuerdo conmigo; de lo
contrario significará que estoy equivocado y entonces me sentiré
fatal).
Exigencias hacia el mundo. El
mundo tiene que...; de lo contrario... (por ejemplo,
Si hago las cosas lo mejor que sé, el mundo
tiene que tratarme bien; de lo contrario no sería
justo).
Una vez identificadas las exigencias que te planteas a ti mismo, a los demás y al mundo, tienes que cuestionarlas de la misma forma que cuando identificaste tus pensamientos negativos en el apartado anterior “Pensamientos negativos, vida improductiva”.
Puedes cuestionar tus exigencias de las siguientes formas:
Teniendo en cuenta las
repercusiones de tu exigencia sobre ti y sobre las personas que te
rodean.
Identificando la forma en
que la exigencia se activa (los pensamientos, sentimientos y
conductas que experimentas).
Pensando en el origen de
la exigencia y en las experiencias vitales que la mantienen
activa.
Evaluando las ventajas y
las desventajas de aferrarte a esa exigencia.
Identificando una manera
más adecuada de expresar tu deseo, por ejemplo pasando de una
postura negativa a una positiva.
Pensando en cómo vas a
poner en práctica la exigencia después de reajustarla.
Hay muchas formas de distorsionar la realidad y, como solemos decir a nuestros clientes, si puedes convencerte de que estás mal, también puedes convencerte de lo contrario.
Los principales tipos de pensamiento autodestructivo son:
Pensamiento extremista. Solo
ves los extremos, bueno o malo, correcto o incorrecto, todo o
nada.
Generalización excesiva. Ves
un único acontecimiento negativo y ya crees detectar un patrón. Por
ejemplo, piensas que si ha ocurrido una vez, volverá a
ocurrir.
Filtro mental. Eliges un único
detalle negativo y te centras en él, rechazando todo lo demás.
Nueve de cada diez personas te dicen que tu presentación fue buena,
pero tú insistes en dar crédito a la única persona que piensa lo
contrario.
Descartar lo positivo. Rechazas las experiencias positivas por considerar que no
tienen importancia. Alguien te dice que has hecho algo bien y tú
piensas que simplemente está siendo amable o que cualquiera puede
hacerlo.
Extraer conclusiones precipitadas. Haces una suposición negativa a pesar de no haber hechos
concretos que la fundamenten. Esta forma de pensar puede adoptar
dos formas, la lectura del
pensamiento y la adivinación.
• Lectura del pensamiento. De forma totalmente arbitraria, decides que alguien ha reaccionado de manera negativa en tu contra y no te molestas siquiera en comprobarlo. Por ejemplo, un amigo tuyo no te ve y, por lo tanto, no te saluda, y entonces crees que está enfadado contigo por algo.
• Adivinación. Una especie de profecía autocumplida. Por ejemplo, tienes que presentar una ponencia y estás convencido de que lo vas a hacer fatal. Cuando llega el momento, estás tan nervioso que se te olvida el texto. Luego te dices a ti mismo que ya sabías lo que iba a pasar.
Magnificación o minimización. Exageras la importancia de errores pequeños o restas valor a
las cosas buenas.
Catastrofismo. Utilizas un
lenguaje exagerado (por ejemplo “¡Es espantoso! o “¡Qué
pesadilla!”) y así haces una montaña de un grano de
arena.
Razonamiento emocional. Das
por sentado que tus emociones negativas reflejan la realidad de las
cosas. Por ejemplo, hiciste una estupidez y por eso crees que eres
estúpido.
Etiquetado. En lugar de poner
nombre a tu error, te pones a ti mismo una etiqueta negativa: “Soy
idiota”. Cuando te molesta la forma de actuar de alguien, le pones
a él una etiqueta negativa: “Es idiota”.
Personalización. Te lo tomas
todo como algo personal y asumes la culpa aunque no te corresponda
o tan solo tengas una responsabilidad parcial. Por ejemplo, un
compañero de trabajo no te pasó a tiempo la información que
necesitabas, así que te echas toda la culpa por haber entregado
tarde un informe.
Aumentar tus recursos
Es importante que dispongas de recursos suficientes para poder echar mano de ellos cuando atravieses un mal momento. Además de consultar con tu médico las dudas que tengas sobre tu salud, puedes hacer lo siguiente:
Hablar con tus amigos y apoyarte en ellos.
Por ejemplo, si quieres adelgazar o hacer más
ejercicio, puede que alguno de tus amigos se encuentre en tu misma
situación. Es mucho más fácil afrontar tu problema de sobrepeso con
la ayuda de un amigo que ve las cosas como tú.
Ir al gimnasio. Hoy en día un
gimnasio es mucho más que un lugar donde hacer ejercicio. Muchos
entrenadores personales tienen conocimientos sobre nutrición y
salud; además, en algunos centros se imparten clases sobre esos
temas para potenciar el efecto de los entrenamientos.
Ir al médico. Si estás
preocupado por algún aspecto de tu salud, nuestra recomendación es
que te dirijas a tu médico de familia. En muchos centros de
atención primaria imparten seminarios sobre conductas preventivas
que pueden ayudarte a tener mejor salud.
Aprender a recuperarse
Con toda seguridad, a lo largo de tu vida tendrás que enfrentarte a circunstancias difíciles o problemas de salud, y por eso es importante que sepas gestionar esas situaciones de manera efectiva. Para regresar a un estado de buena salud o a un estilo de vida saludable, debes hacer lo siguiente:
Saber qué cosas
contribuyen a tener una buena salud.
Adoptar hábitos
sanos.
Tomar medidas en cuanto
veas que ocurre algo malo.
Buscar ayuda profesional
si la necesitas.
Adoptar un enfoque positivo en cuanto a tu salud y tu bienestar psicológico depende enteramente de ti. La decisión de llevar una vida más saludable y adoptar una forma de pensar positiva que redunde en la mejora de la salud es la manera óptima de mantenerse en forma y disfrutar de la vida durante más tiempo.