Teo despertó tosiendo barro. Sentía un gusto arenoso en la boca, que no podía quitarse aunque se pasara la lengua por la manga de la camisa repetidamente. No podía ver nada. Estaba envuelto por una oscuridad extraña. No era como la oscuridad del ropero o de su habitación por la noche. No había ningún ruido que le hiciera pensar en las cosas que pasaban afuera. No había ninguna rendija por la que entrara una línea de luz, ni estrellas que lo iluminaran, por lo que supuso que no estaba en una casa ni al aire libre. No había viento, pero sí sentía frío. Se puso de pie con cuidado y caminó un par de metros hacia uno y otro lado, con las manos extendidas y abriendo los ojos con fuerza, intentando distinguir algo en la negrura.

De pronto, tropezó con una raíz y cayó.

“¡¡AUUUU!!”

Teo se dio vuelta, asustado.

“¿Quién está ahí?”

“Yo,” dijo Solly. “Ya me estoy acostumbrando a que me pises...”

“Hola. Perdón. Hola.”

“Ya, ya. No te preocupes. Pero si no hubieras salido así corriendo no estaríamos en este lío.”

“¿Qué lío?” preguntó Teo inocentemente.

“Ya no estamos en tu mundo,” respondió Solly, con voz extraña.

“¿Y qué es esto?” preguntó Teo, tratando en vano de mirar a su alrededor.

“El mundo de las hadas nocturnas.”

“¿Y aquí es siempre de noche?”

“A las hadas nocturnas les viene bien. Viven aquí debajo de la tierra y de vez en cuando salen al mundo-árbol para robar cosas.”

“¿Estamos debajo de la tierra?” preguntó Teo.

Solly bufó, cansado de tantas preguntas.

“Sí, es obvio... caíste por el pantano y ahora estamos abajo de la tierra. El mundo-árbol es lo que está arriba, ésto es el mundo-raíz.”

“¿Y tú eres de aquí también?”

“No, yo soy de arriba como tú. Pero no hablemos más de mí. Vamos, tenemos que encontrar una manera de salir de este embrollo en el que nos has metido.”

Avanzaron agarrados de la mano en una dirección que únicamente Solly podía percibir. De vez en cuando se detenía como si oliera algo y ajustaba el paso. Al cabo de un rato Teo sintió la presión de unas paredes a su alrededor y entraron en un corredor de piedra que brillaba levemente. Solly se agachó y empezó a recoger el musgo fluorescente que cubría el piso y las paredes.

“¿Qué haces?” preguntó Teo.

“Tenemos que disfrazarnos como gente de acá abajo. Casi todo brilla en la oscuridad en el mundo-raíz, y así también podremos iluminar nuestro camino. Incluso se puede comer, si te da hambre.”

“Puaj,” dijo Teo con media lengua afuera.

“Que no te pesque lamiéndote el brazo. Toma, úntate esto.”

Ambos se cubrieron con el líquen hasta que pudieron verse el uno al otro.

“Ahora los dos somos verdes. Quizás te confunda yo a ti con una rama y decida tropezarme contigo cada dos por tres,” dijo Solly socarronamente.

“O quizás yo te coma ahora que estás cubierto de esa cosa. Tienes suerte que no me gusten las verduras.”

“Vamos entonces... antes de que yo te confunda con una rama o tú cambies de dieta.”

Siguieron su camino por el corredor. Era estrecho y estaba habitado únicamente por caracoles grandes y lentos que caminaban por las paredes comiendo el musgo.

“¿Quieres uno?” preguntó Solly, mientras intentaba arrancar un caracol de la pared con todas sus fuerzas.

“No, gracias. Esperaré a la cena.”

“Como quieras. Es mejor que el musgo.” Solly despegó el caracol y luego de dudar un rato lo dejó en el piso. "Vamos. No te voy a comer. Pero dame tu caparazón.”

Las antenas del caracol expresaron su incredulidad, pero después de que Solly se puso a masticar musgo de la pared, pareció creerle, o al menos a su estómago, y abandonó su hogar móvil.

“Listo,” dijo Solly. “Toma y úsalo como casco. Aquí puede haber derrumbes y tú eres puro piel y huesos.”

Teo le dio las gracias y siguieron camino. El corredor se convirtió en una estrecha pasarela bordeando un lago negro y profundo. Peces brillantes nadaban ahí abajo, y otras cosas también.

“Nunca te metas en agua en la que no veas el fondo,” aconsejó Solly. “De hecho, ni deberías meterte al agua si no tienes raíces.”

“No, pero tengo sed,” dijo Teo acercándose al lago. Tomó su casco-caparazón, lo llenó de agua y lo tomó de un trago.

“Oh, no,” dijo Solly. "Mira lo que has hecho.”

“¿Qué?”

“Mírate.”

El agua no había sido lo único que había tomado. Ahora se veían dos pececitos nadando en su estómago. Eran tan brillantes que su luz pasaba a través de la piel de Teo.

“Te ha tomado sólo un rato y ya no eres un niño de arriba. Verde, acorazado y con peces en el estómago. Así ni las hadas te comerían.”

“¿Comen niños?” preguntó Teo, mirando hacia ambos lados como si un ejército de hadas se dirigiera hacia él.

“A veces. Hay cosas más ricas allí arriba, sabes. Pero no te preocupes, ahora hueles tan mal, cubierto de barro y musgo, que ni te darían una probadita.”

El camino los llevó hacia abajo, hacia un nuevo corredor que parecía cerrado, pues decenas de topos esperaban con lo que parecían toallas en sus caderas. Unas lámparas rellenas de bichitos de luz iluminaban el sendero que terminaba en una barrera de madera podrida y un topo bastante ciego y además sordo.

“¿QUÉ?” dijo, sin esperar que le hablaran.

“QUE QUEREMOS PASAR,” gritó Teo.

“¿POR QUÉ ME QUIEREN PISAR?” contestó asustado el topo. Casi se le caen las gafas y el casco de seguridad, similar al de Teo pero cuyo dueño anterior no había estado de acuerdo en desocupar, a juzgar por la antena que aún colgaba del caparazón.

“PASAR, PASAR, NO PISAR,” dijo Solly. "Pero si sigue así...”

“NO SE PUEDE PASAR POR AUTORIDAD DEL REY,” contestó el topo como si lo tuviera memorizado.

“¿QUÉ REY?” preguntó Solly.

“EHMMMM.”

“AQUÍ TENGO UN REY, MÍRELO. ¿QUIÉN SI NO UN REY TENDRÍA SU PROPIA PECERA A CUESTAS?”

“¿ALGUIEN CON MUCHA HAMBRE?” preguntó el topo, no muy convencido.

“ESTE ES EL MISMÍSIMO REY DE LAS HADAS. DE INCÓGNITO. Y UN POCO SUCIO.”

“AH, ESTÁ EN UNO DE ESOS PASEOS PARA CONOCER EL REINO SIN QUE LO SEPAN LOS DEMÁS. PASE, MIENTRAS NO ENTORPEZCA LA OBRA."

“¿QUÉ OBRA ES ESTA?” preguntó Solly.

“SU ALTEZA DEBERÍA SABERLO,” dijo el topo con suspicacia.

“AH, PERO EL REY ESTÁ COMPROBANDO QUE USTED LO SEPA. ¿O NI SIQUIERA SABE LO QUE ESTÁ HACIENDO?”

“EHMMMM.”

“DILO, HOMBRE. EHHH, TOPO.”

“SON LOS BAÑOS TERMALES PARA LAS HADAS.”

Teo miró alrededor.

“¿Y LOS TOPOS?”

“¿QUÉ TOPOS?” preguntó el guardia, por chicato o por falta de memoria.

“TODOS ESTOS TOPOS QUE ESPERAN PARA BAÑARSE,” dijo Solly.

“VAN A TENER QUE IRSE, ESTE BAÑO ES SÓLO PARA HADAS.”

Lo cual fue seguido por un tumulto de topos iracundos, que al enterarse de la noticia se quitaron las toallas y comenzaron a golpear al topo-guardia con sus telas enrolladas. Teo se tapó los ojos y Solly lo condujo a través de la multitud hacia el otro lado de la barrera.

“Buen plan,” dijo Teo.

“¿Qué plan?” preguntó Solly.