Que librarse del Dinero implica librarse de la Persona

A propósito de diversos tipos de Personajes, hemos visto cómo la condición de la Fe en el Régimen (el creérselo, y opinar, y decidir, pero no dejarse pensar nunca) era la necesaria para que ellos se vendieran con éxito, que los comprase, como Ejecutivos, el Estado o la Banca (da lo mismo), y que en consecuencia adquiriesen crédito, se hiciesen dinero, y, siendo en el Bienestar el Poder lo mismo que el Dinero, tuviesen Poder —naturalmente—, sólo para hacer lo que está mandado, lo que ya está hecho.

Por tanto, cuando el pueblo, eso que está por debajo de los Personajes, aspire a librarse del Poder que hoy lo oprime y trata de reducirlo a Masa de Individuos (la aspiración impenitente que, para el Estado de Bienestar, corresponde a aquello que antaño se decía, tan confusa -y traidoramente-, la revolución), tiene que sacar aliento para ello de la sola virtud popular, que es el no creer (en virtud de ella 'pueblo’ es lo contrario de la Masa de Individuos, solidaria en una Fe), y especialmente, no creer que sean Personas, coscientemente, voluntariamente, las que mueven y dirigen el Dinero y Poder que administran la muerte de la gente.

Por el contrario, tiene el pueblo que saber vivir en el recuerdo de las palabras de Cristo en la cruz, «No saben lo que hacen»; y que eso se aplica más rigurosamente cuanto más alto en la Pirámide se halla la Persona, puesto que hemos visto que la condición para trepar por ella es la Fe, y más Fe cuanto más alto. Así que no debe el pueblo caer en el engaño de la atribución a personajes maquiavélicos de las barbaries del Desarrollo: no se trata de Fulano ni Mengano, indiferentemente intercambiables, sino de Estado y Capital.

Pero también, siguiendo las razones de Sócrates siempre vivas, hay que recordar que eso de no saber lo que hacemos es condición de todos, de cualquiera (el solo inteligente es el lenguaje, que es todos y no es nadie), pero que todavía hay una diferencia radical entre los que, encima de no saber lo que hacen, se creen que sí lo saben, y así proceden a obedecer al Capital y Estado, y aquéllos otros que, no sabiendo lo que hacemos, asimismo no nos creemos que lo sepamos, sino que más bien andamos a tientas y sin proyecto (animados, no por un Futuro, sino por la añoranza y el recuerdo de antes de la Historia), tratando de descubrir caminos no trazados de antemano, de acabar con el Poder del Capital y liberar las posibilidades de la vida y de la razón sin fin.

Pero eso implica renunciar a la persona como sujeto hábil para hacer algo que no sea hacer lo que está hecho, que no sea ganar dinero y con ello ratificar al Dinero sobre su trono.

Y por tanto, nada de aquellas ideas de Platón y sus muchos y confusos seguidores, de imaginar un gobierno costituido por los Sabios o Filósofos: pero ¡cómo!, si eso es lo que tenemos precisamente en la Sociedad del Bienestar, siendo los Filósofos no otros que los Altos Ejecutivos de la Economía y de la Física sumisas, que se lo saben y creen en lo que saben, y que, como Ellos mismos dicen a ratos, tienen su filosofía.

Pero tampoco nada de aquellas otras imaginerías fundadas en una fe en la agrupación y solidaridad de los oprimidos, que tomaban el Poder y se costituían en Democracias Iluminadas: eso es justamente lo que ha venido a dar en el Ideal del Desarrollo, que quiere remplazar a todos (con sus restos de pueblo por lo bajo) por la Mayoría de Individuos, que votan cada uno a conciencia y a voluntad y creen que saben lo que compran cuando se venden.

Ningún proyecto que cuente con la Persona puede de veras oponerse al Régimen que padecemos. Pero esto a las Personas nos es tan duro de entender, naturalmente, que todavía tendremos que dedicarle la siguiente entrega.