De la necesaria modestia de los Ejecutivos

Hablando del valor (en dinero) de la Persona en el Desarrollo, después de citar los casos más vistosos de los Estrellos y Artistos promocionados, conviene considerar los de otros Personajes, que, teniendo igualmente imagen (esencialmente, en la Televisión) y Nombre Propio cotizado, gozan por tanto también de Crédito, son dinero: los Ejecutivos del Capital y del Estado, Directivos de Gran Empresa y Dirigentes de Banca (que generalmente son los mismos) y Políticos del Desarrollo, que no deben estrañarse de verse metidos en el mismo saco, una vez que hemos visto cómo en el Bienestar Capital y Estado han realizado su fusión y no hay más Política que la Economía ni más Idea que el Dinero.

(Bien desearía meter un paréntesis esceptuador para los muchos amigos que se metieron en ello, con ideas de Regímenes pasados, y se han encontrado en esto, agitándose por ende en conflictos con los que no saben qué hacer, y que los hacen más simpáticos, como a todo el que padece en vivo contradicciones; pero ¡qué se le va a hacer!: aquí vamos de prisa, y lo que importa es generalizar).

Pues bien: si nos permitiéramos creer que hay otras épocas (aparte de ésta, donde están todas y que no es ninguna), la comparación con los Grandes de otras épocas, hasta los Ford, los Rotschild y los Roosevelt (o los Hítleres y Estalines, para el caso), que tan llenos de rasgo, color, aureola de gloria o atrocidad, nos presenta la Historia, pondría de relieve la notable palidez que caracteriza a los Ejecutivos del Desarrollo; los cuales, cada vez más, parecen necesitar una condición de mediocridad que los haga intercambiables sin alteración alguna para el Régimen; de manera que cada vez el sustento de su Imagen y su Nombre necesita más derroche de bombo radiofónico, exaltación en titulares de Prensa, y sobre todo, más pantallazo televisivo: sólo así se consigue que la gente retenga, un día, unos años, sus Nombres y sus Efigies, y que crea que son Personas las que rigen de veras los destinos de los Estados, de las Empresas y la Banca; creencia con la cual la gente, a su vez, queda convertida en Masa de Personas.

Es importante examinar esa condición, aparentemente paradójica, de la modestia que tienen que tener los Ejecutivos del Desarrollo para poderse vender con éxito, para ganarse la promoción y exaltación a las cumbres del Crédito y el Nombre.

Pero eso se entiende bastante pronto, recordando que en la Sociedad del Bienestar el trepar en la Pirámide del Poder es equivalente riguroso de venderse; ahora bien, para venderse, tienen que comprarlo a uno; y ¿cómo se consigue que quieran comprarlo a uno el Estado o el Capital?: pues, como Ellos son Crédito y fundados en la Fe, la condición será la de la Fe: que uno se lo crea bien, y ya tiene crédito, ya trepa. El Señor reconoce bien esa capacidad de Fe en sus candidatos a Ejecutivo; y aunque, por lo demás, los escoja a veces entre los que son bastante listos (otras veces no: hay veces que conviene más bien que sean torpes, depende del sitio y el momento), de lo que no puede prescindir es de que se lo crean, de que tengan Fe.

Pero héte aquí que la Fe es lo contrario de la inteligencia: lo más, permite unas ciertas habilidades computacionales, alguna capacidad estratégica de clasificación, de previsión y planeamiento; pero encasillar es negarse a las posibilidades infinitas, preveer es impedir la acción, negativa y creadora, al dar por seguros (como el Crédito necesita) los caminos del Futuro; y así la Fe mata el entendimiento.

En verdad, inteligente no es Persona alguna: inteligente (como en el libro de Heráclito se formulaba) no hay más que el lenguaje mismo, el lenguaje común y popular, que se opone a la jerga de los Políticos y Banqueros, y también a la de Filósofos y Literatos de la Cultura.

Por eso es tan importante para la vida del pueblo, para la rebelión siempre posible, negarse a aprender la jerga de los Ejecutivos, negarse p. ej., como el otro día decíamos, a aprenderse la del Fisco; y más aún: negarse a aprenderse los Nombres de los Ejecutivos (¡ni siquiera para insultarlos por las tapias!), negarse a ver sus imágenes en la Pantalla.

No creer —eso es lo primero—. Y así poderles decir a los Ejecutivos del Poder y del Dinero: no queremos vuestro vocabulario, vuestros Nombres y vuestras siglas, que no sabemos lo que significan: nosotros tenemos el lenguaje que nadie manipula, el lenguaje de cualquiera, que sabe siempre, por lo menos, decir NO.