#4. May, hay algo ahí fuera
«Es raro no ser raro».
En el trigésimo séptimo aniversario del incidente[37] en el desierto de Roswell, Nuevo México, la comunidad ufológica estadounidense podía reducirse a unos pocos millares de entusiastas que codiciaban cada la noche la aparición de una nueva aeronave extraterrestre que pudiera esclarecer los hechos acontecidos en aquel remoto julio de 1947. El mutismo instalado desde las cúpulas gubernamentales de los Estados Unidos hizo que desde la década de los cuarenta apenas se hablara sobre uno de los casos más intrigantes y apasionantes relacionados con el fenómeno OVNI. Sin levantarse el secreto oficial del sumario del asunto, y con un enorme cofre repleto de interrogantes que, a día de hoy, todavía siguen en el aire, el mayor enigma de la humanidad, las visitas alienígenas a nuestro planeta, comenzó a levantar una nueva polvareda en los años setenta, sin lugar a dudas, los años del despertar de polémico terreno ufológico.
Pero en los Estados Unidos de América de 1973, todo lo relacionado con la materia ufológica era considerado tabú por los poderes fácticos. El caso Roswell había caído en una nebulosa confusa, ya que tanto desde instancias militares como desde la propia Casa Blanca se hizo lo imposible para enterrar para la eternidad la polémica relacionada con los pedazos de la presunta nave espacial que fueron encontrados en una granja añeja. El procedimiento fue el habitual: cloroformar mediáticamente a la sociedad con el escepticismo más radical y marginar a los apestados que creían ciegamente en la existencia de los cuerpos sin vida de los visitantes que aquella mágica noche pilotaban el OVNI. La versión oficial redactada por los propios altos cargos de la USAF[38] afirmaba que el suceso tenía su explicación científica en uno de los vuelos del conocido Proyecto Mogul[39], concretamente el número cuatro, que al parecer fue lo que se precipitó contra el suelo de Nuevo México la noche del 7 de julio de 1947.
Otro de los casos más impactantes de la fenomenología extraterrestre norteamericana tuvo lugar la noche del 9 de diciembre de 1965 en el pequeño poblado de Kecksburg, Pensilvania. Los vecinos de la zona aseguraron ante las autoridades haber interceptado con la mirada una bola de fuego de mediano tamaño que gravitaba por encima de sus cabezas. El supuesto OVNI se estrelló minutos después en el bosque contiguo al municipio. La USAF incomunicó Kecksburg y recogió los restos de la presunta aeronave estrellada. Contra todo pronóstico, fue la prensa la que abrió la veda para averiguar el origen del suceso: ¿extraterrestres?, ¿sonda espacial?, ¿un meteorito? Muchos periodistas fueron silenciados a base de golpe, porrazo y cárcel.
Por descontado, Lennon fue siempre un gran apasionado del fenómeno OVNI, un fanático que seccionaba todos los recortes de las noticias relacionadas con el tema que aparecían en los tabloides. Devoró con ansiedad decenas de libros relacionados con el tema e incluso pasaba noches en vela junto a su ventana esperando la aparición en el firmamento de una aeronave. Según se puede consultar en profusos documentos, John Lennon mantuvo supuestamente varios contactos con lo desconocido. El primero de ellos tuvo lugar en el génesis de la historia de los Beatles. En cierta ocasión, a John Lennon se le preguntó por el origen del nombre del cuarteto, a lo que el músico agregó que «un hombrecillo se me presentó en plena noche y me dijo: “a partir de hoy os llamaréis Beetles, pero con A”»[40]. Aparentemente, quien ordenó a Lennon la denominación de la banda fue un ser subido sobre un pastel y que «no era humano». Apareció de la nada mientras John Lennon intentaba conciliar el sueño.
«On the 23rd August 1974 at 9 o’clock I saw a U.F.O. - J.L[41]». 1974, con este impactante enunciado ilustró el mercado la portada del octavo disco en solitario de John Lennon, Walls and Bridges, el primer LP desde su separación de Yoko Ono unos meses atrás, acontecida justo después de la producción de Mind Games. La noticia sobre el avistamiento de un OVNI por parte del ex-Beatle corrió como la pólvora por todas las emisoras y volvió a reabrir nuevos debates en la opinión pública referente a los temas ufológicos. «¿Existen los OVNIs? Si consta su presencia según numerosos testimonios, ¿por qué tienen que visitar a ese viejo chalado?» El mundo volvió a detenerse sobre otra nueva declaración polémica del artista, ¿acaso su amago de divorcio de Yoko no surtiría el efecto esperado para ser explotado en las próximas ventas? ¿Se trataba de una nueva estrategia comercial para alcanzar nuevamente la gloria perdida?
Lennon hacía todo lo que tenía en su mano para volver a ser el viejo John que cautivó al mundo apenas una década atrás. No cejó en el empeño de cuidar las producciones de Mind Games y Walls and Bridges, anhelando un número 1 en las listas que pudiera satisfacer su ego y traerlo de vuelta ante el gran público. Incluso contó con la colaboración del incipiente Elton John para el que a la postre fue su primer éxito en mucho tiempo con el sencillo «Whatever Gets You Thru the Night». Lennon tenía claro que estaba ante una de sus últimas oportunidades de lograr algo grande y pese a que ya había recuperado cierto terreno en la amistad con Paul McCartney, John siempre observaba de reojo lo que hacía su antiguo socio en aquel espacio musical tan cambiante y heterodoxo, algo que incrementó la competitividad oculta entre ambos genios para que continuase hasta el fin de sus días. Este nuevo disco significaría el regreso de John Lennon al Top de Billboard. Todo estaba listo…
Hola, soy John Lennon y he visto un OVNI
En la calurosa noche del 23 de agosto de 1974, un desnudo John Lennon se encontraba fumando en la terraza de su apartamento neoyorkino en el 434 de la Calle 52 Este, mientras vislumbraba un firmamento absolutamente despejado. Hacia las 21 horas, un objeto esférico que se balanceaba sobre un resplandor rojizo, gravitó de manera extraña a unos treinta metros de distancia del ático de la pareja. Lennon quedó aturdido ante lo que sus ojos contemplaron y llamó a gritos a May Pang para que diera crédito a lo que los anteojos de John reflejaban en sus cristales. Así lo contó el propio John Lennon: «Me estaba relajando un momento, era verano y tenía la ventana abierta, entonces vi esa cosa volando a cien yardas, estaba tan cerca que no puedo decir que haya estado en el cielo. Pude haberle pegado con una piedra», a la vez que «vi los colores porque era una noche muy despejada, era una noche clara. En la parte baja observé algún tipo de sistema eléctrico, las luces eran blancas, se encendían y se apagaban, tenía una luz roja arriba y no producía ningún sonido». La experiencia no duró más de cinco minutos.
Asimismo, años más tarde y en uno de los reportajes conmemorativos sobre la figura del artista, May Pang hizo revista sobre aquella etapa y, desde luego, focalizó su primera mirada en la noche del 23 de agosto: «John me gritó: “¡May, ven aquí! ¡Ven afuera!”. Salí corriendo a la terraza a preguntarle: “¿Qué pasa?”. Me detuve y entonces vi aquel platillo. Era un platillo que volaba lento, se movía como un caracol». La pareja no daba crédito a lo divisado, fuera lo que fuera aquello. Lennon intentó llamar a la policía pero, como aseveró semanas después, tuvo miedo de que lo tratasen como a otro loco más: «Quise avisar a las autoridades, pero, ¿qué les iba a decir? “Hola, soy John Lennon y he visto un OVNI”. No me creerían… Si las masas comenzasen a aceptar la existencia de los OVNI, esto afectaría profundamente su actitud hacia la vida, la política y todo. Amenazaría el statu quo. Cuando la gente se dé cuenta de que hay consideraciones más importantes que las de sus insignificantes vidas, entonces la gente madurará y podrá hacer cambios radicales a nivel personal, que tarde o temprano conducirían a una revolución política en toda la sociedad». Ambos se quedaron totalmente hipnotizados mientras observaban cómo «eso» se acercaba perezosamente hacia su posición en el balcón. Dispararon varias fotografías y utilizaron un telescopio para precisar la forma del OVNI, que no tardó en sobrevolar el palacio de la ONU para después acelerar y perderse por East River y Brooklyn.
John Lennon, sobreexcitado por lo sucedido, entró en el salón y rápidamente telefoneó a uno de los fotógrafos más célebres del mundo del rock, su buen amigo Robert Gruen, con el propósito de que este llegara a su ático y así pudiera revelar los carretes que contenían las instantáneas disparadas minutos atrás hacia el platillo. El desencanto fue superlativo. Ninguna de las fotografías realizadas pudieron mostrarse. Aquel carrete estaba en blanco y sin rastro de ningún disparo, como por arte de magia. «Mis dos rollos salieron perfectamente, pero el de John y May estaba vacío», relata Gruen, a la vez que dice que «llamé a varios periódicos aquella noche, entre ellos el Daily News y el New York Times, ya que sugerí a John no hacerlo por miedo a posibles burlas por parte de la gente». «Con el suyo, este es el tercer avistamiento denunciado esta noche», contestó la policía. Igualmente, el Daily News afirmó haber recibido varias llamadas enumerando los mismos hechos. La policía de Nueva York registró seis denuncias que aseguraban haber divisado algo circular y luminoso sobre aquella noche nítida en la Gran Manzana.
La historia no terminó allí, ya que John Lennon quiso arrojar toda la luz necesaria en aquel episodio y visitó más de un programa de radio para contar lo vivido en primera persona junto a May. Ante la falta de pruebas, Lennon, que poseía un don excepcional para el dibujo y la pintura, esbozó de memoria aquello que se plantó delante de su tejado y lo incluyó, junto a la frase inicial, en la cubierta de su siguiente disco. En marzo de 2014 se conoció que se pujó por aquel trazado en la casa de subastas de Cooper Owen de Londres por valor de 16,530$. El boceto pertenecía al guitarrista Jesse Ed Davis, un popular músico de segunda que participó con John Lennon en varios de sus trabajos como solista.
Curiosamente, como una premonición, en 1973 y en el LP Mind Games, John cantaba sobre un platillo volante en la canción «Out the blue», donde compara la repercusión y el impacto de la aparición de Yoko Ono en su vida con la de una nave extraterrestre en la Tierra. En los últimos coletazos artísticos de Lennon, alrededor de 1980, grabó el sencillo «Nobody Told Me», un regalo que John escribió para que Ringo lo pudiera cantar, pero que finalmente salió editado en el disco póstumo Milk and Honey. En una parte de la canción, Lennon menciona el suceso acaecido seis años atrás en su ático de Nueva York: «There’s a UFO over New York and I ain’t got surprised (Hay un OVNI sobre Nueva York y no estoy sorprendido)».
May Pang escribiría años después en su libro Loving John que «aquel suceso no fue el primer encuentro entre John Lennon y un OVNI, de hecho, me contó en numerosas ocasiones que sospechaba haber sido abducido cuando era niño y que sintió que la experiencia lo hacía responsable de hacer sentirse diferente a otra gente durante el resto de su vida». Cuarenta años después del suceso y de la publicación del disco Walls and Bridges, los incondicionales de John Lennon siguen refiriéndose a este trabajo como «el disco del OVNI» y las incógnitas sobre el supuesto avistamiento siguen abriendo debate entre los acólitos del cantante.
Apuesta con Elton John y el huevo de Uri Geller
Una vez abandonada May, John regresó con el rabo entre las piernas a los Dakota junto a Yoko. Ambos hicieron las paces tras el mítico concierto en el Madison Square Garden que dio Elton John la noche del 28 de noviembre de 1974, día de Acción de Gracias. Lennon hizo buenas migas con el músico durante el Lost Weekend y este invitó amigablemente al ex-Beatle a subirse al escenario para interpretar dos de las canciones más célebres del cuarteto: I Saw Here Standing There y Lucy in the Sky with Diamonds, además de Whatever Gets You Thru the Night. La puesta en escena significó la vuelta oficial de un oxidado y trasnochado John Lennon a la música en vivo, después de varios años sin pisar las tablas de un recinto cara al público. Lennon accedió después de perder una apuesta con Elton John, el auténtico estandarte del Glam Rock y el músico del momento en 1974. Elton John colaboró con el Beatle en el single Whatever Gets You Thru the Night y lo retó a que, si la canción alcanzaba el número 1 en las listas, el de Liverpool debería ponerse tras el telón en su siguiente concierto. A John no le entusiasmó el tema, lo veía más comercial y sin el trasfondo intelectual de antaño. Lo creía de consumo rápido, una canción «fast food». Con su flema inglesa y su humor liverpooliano, Lennon digirió con gusto la broma y acabó cantando con su buen amigo en Nueva York. «Estoy seguro de que el próximo invitado no será un desconocido para nadie. Es un privilegio para mí y también para vosotros ver y escuchar a John Lennon», informó muy excitado Elton John. El público del Madison Square Garden enloqueció como nunca antes lo había hecho. Lennon no tardó en salir, pero hasta última hora dudó en exponerse públicamente. Los presentes le dedicaron una sonora ovación de casi diez minutos de duración. Lennon, muy inquieto e inseguro, no se lo podía creer. Minutos antes había sido comunicado sobre la presencia de Yoko Ono en las filas del público. John no quería fallarle y se concentró en que todo saliera a pedir de boca. Lennon lo había vuelto a hacer: ahora volvía a estar en la cima y podía permitirse ciertas licencias. Atrás quedaba el trienio angustioso y errático en el cual desgastó su intelecto y personalidad hasta la saciedad. Así que, metidos en faena, Lennon, esclavo de las apariencias, soltó una puya a Paul, aunque ambos ya habían retomado el contacto perdido en 1970: «Voy a tocar una canción de una vieja prometida que se llamaba Paul». Las carcajadas dieron paso al génesis Beatle; I Saw here Standing there. La velada concluyó con Lucy in the Sky with Diamonds, un regalo de Lennon a Elton John. A las dos horas, Lennon y Ono volvían a ser John y Yoko.
Varios años después del asesinato de su amigo, Elton John rememoró la noche vivida con Lennon: «Hace muchos años, en 1974, en este mismo edificio alguien se subió al escenario conmigo y tocó tres canciones. Nunca he visto un recibimiento igual. Siempre que actúo me acuerdo de él y pienso en lo mucho que lo echo de menos». En la actualidad, el pianista es uno de los músicos con más actuaciones en vivo en el recinto neoyorquino y recuerda que «siempre que actúo en Nueva York, me acuerdo de él, por eso toco Empty Garden[42] sólo aquí. Es una forma de mantener vivo su recuerdo». En 1975, Elton John aceptó ser el padrino de Sean.
Aunque John consiguió verse con Yoko en alguna ocasión, lo cierto es que cuando esta le confirmó su embarazo, ambos llegaron a la conclusión de que esta vez sí había que hacer las cosas bien. Sean nació el 9 de octubre de 1975 y el matrimonio recobró su nutrida agenda social, aparcada durante los 18 meses que duró la separación. John tenía aprendida la lección.
En una de las cenas que John Lennon y Yoko Ono solían organizar con personalidades provenientes de las esferas de la cultura o del espectáculo, en una específicamente, con el ilusionista israelí Uri Geller[43], John Lennon destapó uno de sus grandes misterios vitales con quien había compartido mesa con él en una recordada velada para la pareja. Según recogió el diario británico The Telegraph[44] en su edición del 7 de diciembre de 2004, John Lennon mantuvo una charla con Uri Geller en la que trataron muy de cerca el tema OVNI. Lennon se pasó durante horas abriendo interrogantes en torno al misterio y a lo desconocido hasta que, de manera muy visceral y directa, asestó un puñetazo en el subconsciente de Uri Geller: «John empezó a hablar acerca de los OVNI. Dijo que creía que existía vida en otros planetas, que nos habían visitado, que tal vez nos estaba observando en este momento. Me llevó a una mesa más oscura, más tranquila. Encendió un cigarrillo y me lo señaló con su punta en la cara: “Tú crees en estas cosas, ¿no?”, me preguntó». Lennon continuó relatando otra de sus supuestas experiencias con alienígenas: «Hace unos seis meses, yo estaba durmiendo en mi cama, con Yoko, en casa, en el edificio Dakota. Y, de repente, no estaba dormido. Había una luz resplandeciente que entraba por la puerta y que brillaba a través de las grietas y el ojo de la cerradura, como si alguien que estuviera allí iluminase con reflectores. Parecía que el apartamento estaba en llamas». Ante la incredulidad pasmosa de Geller, John cogió carrerilla y siguió excitando el imaginario de su anfitrión: «Eso fue lo que pensé; intrusos o un incendio. Salté de la cama, Yoko todavía no estaba despierta del todo, yacía allí como una piedra y decidí entonces abrir la puerta. Me encontré con cuatro personas». Geller preguntó a Lennon si, tal vez, aquellos seres fueran fans. «No querían mi jodido autógrafo. Tenían ojos saltones y grandes, pequeñas bocas raras y fueron hacia mí como cucarachas».
Uri Geller cuenta en el texto editado en diciembre de 2004 que John Lennon interrumpió el coloquio y mantuvo su mirada clavada y fija en los asombrados ojos del célebre ilusionista: «Esto que te he contado tan sólo se lo he contado a dos personas: una es Yoko, y ella me cree, dice que no lo entiende, pero sabe que no le mentiría. Se lo dije también a otra persona que no me creyó».
Se interrumpió y me contempló inmutablemente.
«Yo estaba sobrio aquella noche, no estaba soñando y no me equivoco. Estaban estas criaturas que parecían personas pero no lo eran. Estaban en mi apartamento», afirmó Lennon. Uri Geller preguntó al músico si estos visitantes lo habían dañado: «¿Cómo sabes que hicieron algo?», contestó con vehemencia el cantante. «Deben haber venido por una razón. Traté de echarlos, pero cuando di un paso hacia ellos, me hicieron retroceder. No me tocaron, me empujaron con fuerza a través de la voluntad y la telepatía». ¿Y entonces qué? «No lo sé, algo sucedió, no me acuerdo, me he olvidado o bloqueado, no me deja recordarlo. Yoko se despertó, me miró y me preguntó qué era lo que estaba pasando. No podía contárselo al principio, pero yo tenía esa cosa en mis manos. Me la dieron a mí».
De repente, John Lennon buscó entre los bolsillos de sus pantalones vaqueros y extrajo un objeto voluminoso con forma ovalada. Lo situó a escasos centímetros de la nariz de Geller y le comentó que había estado llevando consigo ese objeto hasta ese día y que no sabía qué demonios era. Lennon se lo regaló a Uri Geller, tal vez con el objetivo de que este pudiera esclarecer el resultado de tan enigmático ente, compuesto por metal sólido, envuelto bajo una suave textura y sin ningún tipo de marcas y huellas sobre su caparazón. «Nunca he visto nada igual». John se lo entregó a Uri: «Cógelo, esto es muy raro para mí. Si es mi billete para otro planeta, no lo quiero».
Uri Geller terminó su relato en el rotativo inglés de la siguiente forma: «Ahora, veinticuatro años después (de la muerte de Lennon), cuando sostengo el huevo de metal frío en mi puño, tengo la fuerte sensación de que John sabía más sobre este objeto de lo que me contó. Tal vez aquello no traía manual de instrucciones, pero creo que John sabía para qué servía el huevo». Al mismo tiempo, Geller reflexiona al respecto y saca en claro que «tal vez el huevo era un billete intergaláctico hacia algún lugar» y que está convencido de que «le daba miedo al propio John».
Esta estrambótica historia, descubierta a los 24 años del asesinato de John Lennon, no pasó desapercibida por el Reino Unido, sino todo lo contrario. Sirvió para abrir el melón del misterio en torno a las grandes figuras de la música británica. Varios biógrafos siguieron investigando sobre las huellas que dejaron algunos de los mitos de la cultura Pop concretamente, su flirteo con el tema OVNI, sus misterios y, especialmente, el mundo de lo desconocido. La relación imantada entre la fama y lo enigmático que todavía sigue dejando migas de pan por el camino.
Maldito Dakota maldito
Para misterio el que desprende el magnético edificio Dakota situado en la esquina noroeste de la Calle 72 y el Central Park West de Manhattan, lugar donde John Lennon residió desde junio de 1973 hasta su magnicidio. Esta imponente construcción del siglo XIX alberga en sus entrañas numerosos entresijos que han provocado la curiosidad de centenares de peregrinos que cada día acuden a Nueva York. El emblemático inmueble fue habitado, entre otros oscuros personajes, por Gerald Brossau Gardner, un misterioso mago que procedía de la brujería Wicca anglicana. Según cuenta la historia, Brossau tenía el poder de invocar las más oscuras fuerzas del universo mediante exorcismos, ritos satánicos o prácticas de Ouija. Brossau Gardner practicó rituales mágicos durante su estancia en el Dakota, lo cual inspiró al director de cine Roman Polanski para la grabación de la película Rosemary’s Baby[45], uno de los films de terror más icónicos de la historia. El film trata sobre un culto satánico que domina a una mujer embarazada que lleva en su interior al hijo del Diablo.
Durante su rodaje, en los aledaños del edificio Dakota ocurrieron decenas de incidentes que, poco a poco, fueron minando tanto la actividad del equipo como la moral de la unidad de grabación. La protagonista de la película, Mia Farrow, que por aquel entonces compartía algo más que amistad con Frank Sinatra, comenzó a sufrir varios desórdenes de carácter que, según han narrado varios testigos de su círculo más íntimo, fueron generados por las malas vibraciones que desprendía la finca. El eco de la noticia no tardó en llegar tanto a los medios como a las calles, lo cual provocó que centenares de fanáticos de distintas vertientes del ocultismo más radical se congregaran en su puerta. Grupos practicantes de brujería, miembros de sectas satánicas o el mismísimo asesino Charles Manson[46] fueron vistos manifestándose en 1968 en las afueras del Dakota. Exigían el fin del rodaje en tan simbólico enclave maldito e hicieron lo imposible para detener la grabación del célebre largometraje de Polanski. Apenas un año más tarde, el 9 de agosto de 1969, el infame Charles Manson se cobró la venganza acompañado por las fanáticas de La Familia[47]: Patricia Krenwinkel, Susan Atkins y Linda Kasabian. El grupo asaltó la lujosa mansión 10050 de Cielo Drive, en Beverly Hills, para asesinar despiadadamente a Sharon Tate, esposa del director, entre otras cuatro víctimas más. Al parecer, el crimen fue planeado en las jornadas de manifestación en el Dakota. Manson siempre repudió la película de Polanski y su entorno insistía en que, gracias a su existencia, el hijo del Maligno pronto nacería en la Tierra, así que decidió tomar represalias. Tate, por su parte, que se encontraba a punto de dar a luz, fue apuñalada hasta en dieciséis ocasiones, aunque el macabro espectáculo no concluyó con su muerte. A la actriz le rebanaron los pechos, le arrancaron el bebé de sus entrañas, clavándole asimismo un tenedor, y después la asesinaron salvajemente, no sin antes mutilar su aparato genital. Tate fue hallada colgada del techo y con su sangre pintaron en las paredes la palabra Cerdo. En otro de los crímenes de Manson cometido al día siguiente, el asesino pintó en la pared dos palabras: «Helter Skelter»[48], la canción del White Album de los Beatles.
Otro siniestro inquilino del Dakota fue Aleister Crowley[49], quien vivió a principios del pasado siglo en uno de sus apartamentos. Crowley se ganaba la vida como ocultista, místico y alquimista. Practicaba la magia negra y servía como mago en varias celebraciones esotéricas. Fundó la religión de Thelema[50] y escribió numerosos libros acerca del ocultismo y el esoterismo, entre los que destaca por encima de todos El Libro de la Ley[51], un simulacro de biblia de Thelema. Se ha escrito mucho sobre su relación con la práctica de la magia negra y, especialmente, sobre lo perverso de su ser. Crowley llevó a cabo varios experimentos en el Dakota con sesiones de magia negra e intentó contactar con el más allá en numerosas ocasiones en su apartamento, donde celebraba las reuniones de su secta.
Por su parte, el actor Boris Karloff, célebre por su papel en el film de terror Frankenstein, habitó en el número 1 de la Calle 72 durante un buen número de años. Al parecer, Karloff se inició con la ouija en su apartamento y practicaba numerosas sesiones de espiritismo. Son varios los testigos que corroboran haber visto pulular al espíritu del actor en los pasillos y habitaciones del edificio Dakota.
Vistos los antecedentes relacionados con el misterio, John Lennon, un apasionado de lo esotérico, lo paranormal y de las ciencias ocultas, no se lo pensó dos veces y decidió mudarse en el verano de 1973 a su nueva mansión neoyorkina, un lugar aparentemente más seguro que su apartamento en West Village. Por desgracia, Lennon completaría el círculo maldito del inmueble al morir asesinado a las puertas de su casa a manos de un fan en la noche del 8 de diciembre de 1980, y pasaría a formar parte de la oscura infrahistoria que envuelve tan emblemático inmueble. Todavía hoy la gente sigue deteniéndose ante el recibidor donde fue acribillado a balazos John Lennon para preguntarse: «¿por qué?».
Muchas respuestas se dieron a conocer en un archiconocido y a la vez prohibido libro titulado The Lennon Profecy[52], un manual al uso donde intentan darse a conocer las claves y pistas ocultas del magnicidio de John Lennon a manos de Mark David Chapman. En el texto, el autor Joseph Niezgoda explica en una razonada tesis que a la edad de los veinte años, un atormentado y perdido John Lennon firma un contrato con Satán para que este lo convierta en un importante personaje famoso, rico y exitoso. La fecha de la presunta firma del maléfico hechizo tuvo lugar en Hamburgo en la noche del 27 de diciembre de 1960, en una de las giras que los Beatles desarrollaron en Alemania. Según la teoría que desarrolla Niezgoda realizando un recorrido por las canciones, entrevistas y apariciones públicas del artista, Lennon habría vendido su alma al diablo a cambio de lograr un lugar en la historia de la cultura popular. Un contrato con fecha de caducidad y con una única vigencia que no podía prorrogarse más de veinte años. El presunto pacto expiraría una vez John, instalado en la fama y en la cima del Rock, fuera asesinado a los cuarenta años de edad. El libro explica numerosas conexiones entre el satanismo y el asesinato del cantante. Una vez, preso en Attica, Chapman solicitó que se le practicase un exorcismo para librarse de los demonios que poseían su alma perdida. La ceremonia la practicó un pastor evangélico que, inmediatamente después de mantener contacto con el asesino material de Lennon, confesó que había extirpado hasta cinco demonios del interior del cuerpo de Chapman.
Sin duda, en cada aniversario del 8 de diciembre, la sociedad es testigo directo del caldo de cultivo repleto de las numerosas y oscuras conexiones y conjeturas extrañas que muchos fans elaboran, y que incluso hacen parecer verídicas, en torno a la figura de Lennon o de los Beatles. La historia del Rock ha estado siempre impregnada de leyendas que invitan al lector a fantasear con quimeras que puedan completar varios de los huecos vacíos dejados por los propios protagonistas, informaciones que para los menos escépticos no están de más conocer.