3.2. Organización Militar.

Muchas cosas ocurrieron en el periodo descrito, como hemos visto. Muchas batallas políticas produjeron víctimas tanto en el campo de batalla como en el Foro. Roma luchó contra múltiples enemigos y contra ella misma, aprendiendo de todos y de sus propias debilidades. A finales del siglo II a.d.C. un general muy competente vino a poner un poco de orden en el maremágnum legionario: Mario.

Mario ingresó en el ejército a los 16 años y su pundonor, honradez, valentía y competencia le valieron ser indicado por Escipión Emiliano como el único que podría sustituirle en la jefatura del ejército de Hispania. Conocía la organización militar y sus defectos y tenía la suficiente ambición y capacidad para ejecutar la reforma que exigía la época.

Repasando lo visto, recordaremos que en la organización de Servio Tulio los aristócratas y caballeros servían en la caballería, los ciudadanos propietarios de más de 11.000 ases servían como infantería pesada y los pobres servían como vélites, desarmados o, simplemente, no combatían. Así, la defensa de la República recaía en la clase media.

De las Guerras Púnicas y de la conquista de la Hélade salió Roma señora del mundo, pero perdió sus clases medias: los labradores y artesanos, antaño ciudadanos libres, dignos y razonablemente prósperos murieron o vieron confiscadas sus propiedades por la aristocracia..., era el pago que la República daba a quienes soportaron varios siglos de conflictos y sacrificios continuados.

Mario decide llamar al ejército a los proletarii (de la expresión romana que significa “productores de prole”), así la milicia se convierte en un cuerpo democrático; más no debemos dejarnos engañar, sus motivos son puramente militares, no políticos o éticos: no había suficientes legionarios. Las clases populares consiguen así un medio digno de ganarse la vida y de promocionarse socialmente, los no ciudadanos pueden conseguir la preciada ciudadanía para sí y sus hijos... Se fija el primer enganche en veinte años y así se convierten en excelentes profesionales que no tienen reparos en servir en cualquier parte bajo el jefe que le paga y al que reconocen..., más de un golpe de estado se dio por la pérdida del sentimiento patriótico entre los soldados: se es soldado del general X, no de la República.

Relata Plutarco: “En la marcha hacía de camino trabajar a la tropa, ejercitándola en especie de correrías y en jornadas largas, y precisando a los soldados a llevar y preparar por sí mismos lo que diariamente había de servirles. De aquí dicen provenir el que desde entonces a los aficionados al trabajo, y que con presteza ejecutan lo que se les manda, se les llama mulos marianos”. Sin embargo, él era el primero en dar ejemplo: “Era espectáculo muy agradable al soldado romano un general que no desdeñaba de comer públicamente el mismo pan, de tomar el mismo sueño sobre cualquier mullido y de echar mano a la obra cuando había que abrir fosas o que establecer los reales; pues no tanto admiran a los que distribuyen los honores y los bienes como a los que toman parte en los peligros y en la fatiga, y en más que a los que les consienten el ocio tienen a los que quieren acompañarles en los trabajos”.

Obligó a los legionarios a tomar clases de esgrima, contratando instructores de las escuelas de gladiadores que les enseñarían a herir y a evitar los golpes del contrario. Acostumbró a sus hombres a la visión del enemigo; antes de lanzarlos a la lucha contra Teutones y Ambrones les hacía asomar por el valladar, en turnos, para que la costumbre de la visión de los bárbaros atenuase el miedo y la prevención. Hasta tal punto se ha identificado la actividad y el ejercicio con la vida castrense, que el sustantivo exercitus ha pasado de su sentido abstracto “ejercicio” al concreto “soldados reunidos por el ejercicio”.

La gran unidad táctica básica, la Legión, sufrió una reforma radical. En lugar de los treinta manípulos de infantería pesada, se forman ahora diez cohortes, cada cual con su estandarte, compuestas por cinco o seis centurias de cien hombres. Se pierden los 1.200 hombres de la infantería ligera, pero el total legionario pasa de 4.500 a 6.000 hombres. El motivo de este cambio fue que la anterior organización, muy apta para luchar por los Apeninos o contra la poco móvil falange griega, resultaba demasiado vulnerable ante la acometida masiva y a la ligera de los germanos. Ya antes de Mario se habían agrupado varios manípulos, normalmente tres, pero ahora la agrupación se hace permanente. La cohorte consta de tres manípulos de dos centurias cada uno, según Gelio. Se conservan las tres líneas, formadas a base de cohortes, no de manípulos; conservarán también sus nombres, más su composición ya no dependerá del censo o la edad de los soldados.

Sobre la cohorte dice Delbrück: “La táctica de cohortes representa el punto culminante del progreso que podía alcanzar el arte de combatir de la antigua infantería. La misión del artista, esto es, del caudillo, será, en adelante, más que hallar nuevas formas, perfeccionar y utilizar las ya inventadas”. La mejor alabanza que puede recibir la cohorte de Mario viene dada por la evidencia de que ni César ni Pompeyo sintieron necesidad de cambiar su estructura.

Como hemos visto, desaparecen los vélites y la caballería romanos. La infantería ligera y la caballería serán reclutadas entre los pueblos aliados o conquistados: Serán cohors de infantería o alae de caballería que se reunirán genéricamente bajo el título de auxilia.

Desaparecen también los cuatro estandartes tradicionales: el lobo, el jabalí, el minotauro y el caballo. Se provee a cada cohorte de un estandarte, un guión, que se renueva cada año. La legión adopta el águila, primero de plata y después de oro. El aquila será el emblema distintivo de cada legión, se venerará en un santuario especial y su pérdida será el mayor vilipendio de la unidad, llegando a disolverse tales unidades, a diezmarse sus componentes y repartir al resto por otras unidades si tal llega a suceder.

Finalmente, se aligera el tren de la impedimenta y se carga a cada legionario con un equipo mayor. Se van organizando los grados militares: optiones, tribunos, evocati, centuriones, tribunos militares y legati, los lugartenientes del Imperator. El armamento se normaliza. El pilum pasa a ser el arma característica de los legionarios, un arma para soldados que luchan a la ofensiva: Su punta de hierro dulce se clava profundamente en el escudo enemigo, la parte metálica del asta se dobla y el adversario se tiene desembarazar del escudo que ahora es un estorbo a sus movimientos, quedando también más desprotegido ante el temible embate del gladius hispanicus, de entre 50 y 65 cms. de largo, con punta y doble filo. Cada hombre lleva un puñal, esté en campaña o paseando por la ciudad, y sabe manejarlo perfectamente; se trata de un arma de tipo griego, corto y suspendido de un cinturón especial.

Durante el siglo I a.d.C. se va extendiendo el escudo rectangular cilíndrico, muy probablemente copiado del que usaban los gladiadores, hecho de madera contrachapada, recubiertos de piel muy dura y con refuerzos de bronce o hierro en los bordes y centro. Se adoptó de los celtas un nuevo tipo de casco, fuerte, sin adornos inútiles, con un poco de visera, protección para la nuca y una curvatura para la oreja. Era de bronce con refuerzos de hierro y se apoyaba en un coselete de cuero..., sólo dos mil años después, con la producción de nuevos materiales sintéticos, se cambió la composición de los cascos de batalla que no su diseño, pues los cascos modernos siguen el que los romanos adoptaron y perfeccionaron a instancias de Mario. La coraza más habitual es la cota de mallas, da la impresión de una túnica que llega hasta medio muslo y se sujeta al talle con el cinturón. Debajo de esta coraza llevaban los soldados un jubón de cuero con faldillas y bajo el jubón una túnica de lino o lana cuyos rebordes sobresalían por brazos, piernas y cuello, donde los soldados solían poner una bufanda que protegía su piel de los cortes del metal de la coraza. El cinturón ciñe, como hemos dicho, la coraza y de él pende la espada, podía ser metálico o de cuero con apliques de metal. Las grebas van quedando reservadas a los oficiales, de centurión para arriba, mientras que los soldados irán adoptando de sus contactos con los germanos unos pantalones de lana que les cubrían hasta la espinilla.