1.2.— Organización Militar.

Ya de la época fundacional nos ha llegado algún registro del nombre legio, legión, asociado al concepto de ejército, aunque el más habitual era el de exercitus. Adoptaban el estilo de una falange, armada al antiguo estilo dorio (escudo, casco, coselete de cuero con láminas metálicas, grebas y lanza pesada) y formada por un contingente de tres a cuatro mil quinientos hombres formados en ocho filas, las seis primeras de hoplitas (infantería pesada) y las dos últimas de vélites (infantería ligera). Su principio táctico se basaba en el choque directo, sin reservas y con una caballería ligera poco numerosa. A este respecto cabe señalar que no fue sino hasta el final del Imperio, con la adopción del estribo por los godos (quienes, a su vez, lo copiaron de los hunos) y el debilitamiento en el equipamiento y preparación de los legionarios, cuando la caballería pudo evolucionar hasta obtener la potencia de choque que la haría la reina de las batallas hasta el siglo XIV.

El reclutamiento se producía en función del censo, el cual se confeccionaba atendiendo a las riquezas (y el equipo que podía permitirse) de un ciudadano. El ejército es mixto de patricios y plebeyos y se solía constituir un cuerpo de reserva para la defensa de la ciudad. Igualmente, se daba una diferenciación a causa de la edad, las centurias de iuniores, hombres entre 17 y 40 años, se destinarán al servicio exterior; mientras tanto, los soldados maduros (seniores) quedarán montando la guardia en el interior del Estado y cultivando los campos propios y los de los iuniores que lo precisaran. Un ejército de campesinos para una ciudad-aldea de campesinos.

No podemos olvidar las dos centurias de ingenieros, otras dos de músicos y una de accensi uelati. Las dos primeras eran muy necesarias para la construcción de parapetos, puentes y para la fabricación y reparación de las armas que se perdían o estropeaban, no componían propiamente agrupaciones de soldados, sino de artesanos y obreros que dependían directamente del general en campaña. Los músicos era muy útiles para transmitir órdenes en medio del fragor de la lucha, así como para enardecer el espíritu y la moral de los legionarios. Por último los accensi uelati eran los soldados pobres, mal o nulamente armados (muchas veces con solo una maza de madera) y que servían en unos casos para dar consistencia interna a la falange, en otros para sustituir las bajas producidas y a veces para hostigar ligeramente al enemigo antes del ataque de la masa falangista.

Tras el incendio de Roma por los galos, Marco Furio Camilo decidió cambiar esa organización. De agruparse por el censo de tribus, los soldados pasaron a hacerlo por edades, formando tres divisiones: hastati, princeps y triarii, los vélites continuaron reclutándose por el censo ya que pertenecían a la plebe y no a los ciudadanos de las tribus originales. También desapareció la masa falangista y la legión se ordenó en tres divisiones ordenadas en profundidad: los hastati, más jóvenes, en cabeza; los princeps, hombres de mediana edad en segunda línea y los triarii, más veteranos, en retaguardia.

Había dos clases de manípulos, de 120 legionarios para las divisiones de hastati y princeps y 60 legionarios para la división de triarii (supuestamente porque a esa edad llegaban menos soldados). Dos de la primera y una de la segunda más un manípulo de vélites y una turmae (escuadrón de 30 jinetes) de caballería formaban una cohorte de 450 hombres. Diez cohortes (4500 hombres) componían una legión. Dentro de la Legión, la caballería formaba un alæ de 300 hombres.

Por lo que hace al armamento de dotación, los vélites armábanse con espada, lanza arrojadiza (pilum) y escudo circular(parma) de un metro de diámetro. La lanza se arrojaba y, gracias a su fina punta, se deformaba al menor golpe quedando inservible para el enemigo y entorpeciendo sus movimientos si quedaba clavada en su escudo. Los hastati se protegían con el scutum, escudo de sesenta cms. de ancho por ciento veinte cms. de alto, formado con dos planchas de madera cubiertas por cuero y con uniones y refuerzos de hierro, llevaban una espada corta (gladium) y dos jabalinas, yelmo de cobre, grebas, y protección metálica pectoral o, si podían permitírselo, coraza. Los princeps y triarii se armaban igual que los hastati, excepto que empuñaban una lanza larga (hastae). Los jinetes no llevaban armadura propiamente dicha sino coseletes de cuero con láminas metálicas cosidas (una especie de cota de mallas ligera), sus escudos eran de cuero y madera y las espadas y lanzas no guardaban uniformidad; excepto en combates contra caballería, solían echar pie a tierra para luchar pues su poca estabilidad sobre la montura les impedía soportar el choque contra un enemigo compacto armado, digamos, de lanza larga.

Fue introducida también la costumbre de atrincherar el campamento incluso cuando el alto se hiciera para una sola noche. El ejército podía atacar en combate individual o en choque, según la legión formase una masa compacta o dividida en cohortes, manípulos o centurias, adaptándose así al terreno mejor de lo que nunca podría hacerlo la falange. El mando podía aprovechar el campamento fortificado para luchar a la defensiva o para proteger su tren de avituallamiento y sus heridos cuando actuaba ofensivamente. Posteriores mejoras (que se describirán más adelante) se producirían, sin duda, pero la invasión gala tuvo la virtud de crear los sólidos cimientos tácticos sobre los que se basaría la actuación de la legión como fuerza de combate hasta bien entrado el siglo cuarto de nuestra era. Por cierto que, ya durante una de las campañas frente a los etruscos (406 a.d.C. a 396 a.d.C), se establece la costumbre de pagar a los soldados: 3 ases diarios al soldado, 6 al centurión y 9 al caballero. Para terminar este capítulo, señalaremos que la segunda consecuencia del incendio y saqueo de Roma por los galos fue el fuerte amurallamiento de la ciudad, lo que más tarde le permitiría resistir ante Aníbal.