9
Te amo

 

Faltaban quince días para vacaciones navideñas. Llevaba dos meses ahí, mes y medio con él. Era el último viernes de noviembre. Liam tuvo que reunirse a solas con el entrenador, para ponerse de acuerdo sobre algo del último partido, antes de salir.

Me rogó que lo esperara. La última clase fue historia, así que Emma y yo permanecimos hablando sobre banalidades en el salón varios minutos después que terminó. Cuando vi la hora, salí de prisa, ya casi era el minuto de encontrarnos. Moría, como siempre, por verlo.

Iba rumbo a mi casillero, ya no quedaban muchos chicos en la escuela. Una vez que terminaban las clases todos desaparecían al instante. Alguien rodeó mi cintura provocando que mis pulmones se paralizaran. Enseguida supe que no era Liam. Aventé la mano que me sujetaba y giré furiosa. Roger. ¡Ah! ¡¿por qué?!, ¡¿por qué?! Llevaba semanas sin saber de ese gorila patán, maniático, si he de agregar algo a su extensa lista de defectos.

—Hola… —me saludó sonriendo, sarcástico. No contesté, decidí seguir caminando. Me agarró por el brazo haciéndome voltear de un jalón—. Me tienes miedo ¿verdad? —parecía muy divertido. Intenté zafarme, me apretaba con fuerza.

—¡Suéltame! —exigí molesta, apretando los dientes, al tiempo que con mi otra mano intentaba quitármelo de encima. Comencé a buscar con la mirada el rastro de alguien, quien fuera. Pero, como en las películas, todos desaparecían justo en el momento de mayor suspenso. ¡Maldición!

—Quería hablar contigo —había cambiado su gesto por uno totalmente angelical. Por supuesto sabía que actuaba.

—¡¿Qué quieres?! —grité molesta y nerviosa, mientras seguía luchando para que me soltara.

—Es tan difícil pescarte sola, no te deja ni un segundo, en serio. ¿No te agobia?

—¡Qué te importa! Suéltame, Roger, me estás lastimando —desde luego que no me hacía caso y continuó hablando.

—¿Recuerdas te dije que te arrepentirías si descubría que existía algo más entre ustedes? —claro que lo recordaba. No respondí y continué mirándolo fulminantemente—. Apuesto a que no tienes idea de quiénes son sus padres —soltó triunfante. Sonrió feliz al ver mi expresión confusa—. Pero ¿cómo?… Veo que no te lo ha dicho… —disfrutaba mi desconcierto.

—Roger, por favor déjame en paz, me lastimas. —Negó acercándome un poco más a él. De verdad me daba miedo, parecía un loco. Sentí de nuevo su aliento, no soportaría que me besara de nuevo.

—¿Por qué mierdas siempre hueles tan bien? —y pegó su nariz a mi cuello aspirando mi aroma. Mis labios temblaban. ¿Qué no había cámaras o algo para que ese maniático dejara de acosarme? Deseaba llorar. Lo empujé con toda mi fuerza, pero no lograba moverlo ni un milímetro. Se separó con la respiración agitada, su asquerosa mirada se hallaba fija en mi boca, al tiempo que se humedecía los labios con rabia contenida—. Tus queridos «suegros» —murmuró con voz ronca a un centímetro de mi rostro—, trabajan para el congreso, ¿y sabes qué es lo mejor?… que odian a la gente como tú… —no pude evitar abrir los ojos de par en par y observarlo horrorizada. No, eso no era cierto, él me lo hubiera dicho—. Sí, no me mires así… —se burló—. Ellos son de los que están a favor de la ley antiinmigrantes de Carolina del Sur, y créeme se van a molestar bastante cuando sepan que andas con su querido y maravilloso hijo…

—Yo estoy aquí legalmente… Además, ¿por qué me dices todo esto? —tenía perfecto conocimiento de esa ley y contaba con mis papeles debidamente reglamentados. No obstante, sabía muy bien que, como en todos lados, había gente extremista, racista. Rogué en silencio porque sus padres no fueran así, pero… entonces ¿por qué no me dijo nada? Sentí que un agujero se abría bajo mis pies.

—No es obvio, no soporto que uno de los nuestros ande con una como tú —escupió despectivo y al mismo tiempo pegándome más a él—, y créeme, sus padres tampoco. No los conoces, no tienes ni una jodida idea de con quién te estás metiendo. Se pondrán furiosos —escondió de nuevo su nariz en mi cabello. Una repulsión desconocida viajó por todo mi cuerpo, pero sus palabras me tenían muda, pasmada, horrorizada por lo que no me moví—. Su familia es muy poderosa e influyente, te pueden aplastar con un solo dedo si lo desean —sentí miedo y mucha rabia. Quise nuevamente alejarme, lo único que conseguí fue que me apretara aún más. Ya me estaba lastimando en serio, no me extrañaría amanecer con cardenales en la cintura y mis brazos—. Yo solo te advierto por tu propio bien que te alejes; créeme, te estoy haciendo un gran favor —sonaba inocente, pero me miraba vencedor.

—¡Roger, suéltala! —eran Max, Billy y Ray. No lo hizo, se limitó a observarme rabioso. Caminaban justo tras él. Casi suelto un suspiro de agradecimiento.

—Estás advertida, luego no digas que nadie te lo dijo… Tu terquedad va a llevar a tener consecuencias que ni siquiera alcanzas a imaginar —y al parecer la idea lo hacía feliz. Dejé de respirar por un segundo sintiendo de nuevo su aliento muy cerca de mis labios.

—¡Que la sueltes! —ordenó Max gritando ya casi en su espalda. Roger asintió obediente. Acto seguido, tomó mi brazo con mayor fuerza y me arrojó usando su fuerza. Sentí como mi cabeza golpeaba contra la esquina de una torre de casilleros.

—¡Kyana! —Era Liam, corría hacia mí. La cabeza dolió muchísimo pues la esquina del mueble metálico me dio de lleno. Puse una mano en la nuca y al quitarla, tenía sangre. Él ya estaba arrodillado a mi lado con el rostro desencajado—. ¿Estás bien? —asentí realmente asustada. Roger debería internarse en un psiquiátrico, ¿por qué me hacía eso?

Mi novio posó la atención en el que solía ser su amigo completamente rabioso, se levantó en una fracción de segundo y lo empujó logrando que impactara estruendosamente en otra torre de casilleros.

—¡Te dije que no la tocaras! —estaba fuera de sí. Lo observé atónita, jamás imaginé verlo así, no lo reconocía. Max, Ray y Billy se lo quitaron de encima, con mucho esfuerzo, pues no parecía tener intenciones de soltarlo.

—¡Liam, cálmate! —no me di cuenta cuando Kellan y Luck se acercaron, pero ya sujetaban a Roger. Todo lo veía medio borroso, los sonidos se agolpaban en mi cerebro y el dolor lo sentía machacando mi interior como si su intención fuera torturarme.

—No te tengo miedo, Liam —le escupió en la cara.

—¡Pues deberías, imbécil! No la vuelvas a tocar, no te le vuelvas a acercar, porque te juro que… ¡Déjenme, suéltenme! —exigió a mis amigos que apenas si podían controlarlo.

—¡Liam, por favor, tranquilízate! —no les hacía caso, e intentaba llegar hasta él.

Emma y Susan aparecieron de pronto a mi lado.

—¿Estás bien? Sangras… —yo ya no podía contestar, estaba completamente muda presenciando algo que no quería sucediera.

—Me juras ¿qué exactamente, Liam?… ¡¿qué?! —lo provocaba intencionalmente.

—¡Roger, basta! —ordenó Kellan, igual de irritado—. Ahora sí cruzaste la línea… ¿qué carajos pasa contigo? —lo ignoró, con su mirada asesina ubicada en Liam.

—No eres ningún tonto, no le dijiste nada sobre tu familia. Muy mal, pero no te preocupes, yo ya le informé quiénes son tus padres. ¡Mierda!, hubieras visto su cara… Con eso siento mi deuda saldada. Cuando sepan que andas con una como «esta» ellos se encargarán que lo de ustedes termine, lo sabes —Liam dejó de luchar, todos voltearon a verme con los ojos abiertos.

¡Qué!, ellos lo sabían, nadie me dijo nada, ¿por qué? Bajé la mirada unos segundos, sin saber qué hacer. Al levantarla mi novio ya giraba nuevamente hacia él. Sin que pudieran verlo venir se acercó y le dio un golpe en el rostro. Pude escuchar, aún a la distancia, cómo tronó su quijada. Cerré los ojos y comencé a morder mi labio con demasiada ansiedad.

—¡¿Cómo te atreves?! —Max lo separó enseguida con la ayuda de Ray y Billy; Liam, al lado de ellos se veía enorme y enojado era de verdad incontenible.

—Liam, por favor, no le des el gusto, te está provocando… ¿no ves que esto es lo que quiere? —mi amigo lo intentaba tranquilizar, mientras Kellan y Luck levantaban del suelo a Roger.

—¡No te tengo miedo, Liam!, y créeme, este golpe te va a costar muy, muy caro, voy a hacer que esta locura se acabe. Tú no puedes traicionarnos, tarde o temprano haré que todo vuelva a su lugar…

—Has perdido el juicio Roger y sabes que Liam sí puede y yo también. No te quedarán ganas de volver a hacer algo como esto… —lo amenazó Max—. Voy a ir al concejo estudiantil y créeme, te sacarán del equipo y si todos decimos los que le has hecho, incluso de la escuela. Llegaré hasta donde tenga que llegar, pero tú no volverás a hacer algo similar, te lo juro —Roger lo miró aturdido—. Kyana no está sola…Todos los hombres lo observaban amenazante. Eran una espacie de muralla frente a mí.

—Está bien, está bien. Yo a ella no le haré nada más, no exageren. Además, ustedes no valen tanto la pena —dijo levantando una mano y con la otra se sobó la quijada. Lo que presencié era algo que jamás hubiera siquiera soñado. Todos se unían para ayudarme. Y yo sentía que me ahogaba por todo lo que acaba de enterarme.

—Por supuesto que no vuelves a hacerle nada. Si le tocas un solo cabello o la volteas a ver, te juro no dudaré, sabes de lo que soy capaz, me conoces… y con o sin su ayuda, te aplasto, te lo juro ¡¿comprendes, imbécil?! —Liam ahora era el que hablaba, su tono me dio escalofríos.

Emma y Susan me ayudaron a incorporarme. Estaba un poco mareada, no sabía si por el dolor o lo que acababa de pasar. Liam se dio cuenta y se acercó a mí. Al ver su mirada recordé lo que Roger acababa de decir, me sentí decepcionada, dolida.

—Kya… —me llamó ansioso, negué con la cabeza, que por cierto estallaría con ese movimiento, me recargué en mis amigas sin permitir que me tocara, como era su intención.

—Liam, debemos ir a que la revisen—anunció Emma. Ambas me tomaron por la cintura para ayudarme. No supe cuánto caminamos pues todo era muy confuso, sabía que los chicos venían atrás y que Roger ya no estaba.

En cuanto llegamos, la enfermera me vio, se puso de pie serena.

—¿Qué sucedió?

—Me tropecé… —todos abrieron los ojos a causa de mi mentira. La mujer asintió sin creerlo del todo. Me llevó hasta el mismo cuarto blanco donde me enyesaron el dedo varias semanas atrás. Examinó la herida, me recostó en una camilla y fue a un pequeño mueble para sacar lo que necesitaba. Estaba boca arriba viendo el techo. Sentía la cabeza desconectada del cuerpo y un poco de náuseas.

—Kya… —me elevé un poco al escucharlo, su presencia llenaba el lugar.

—Liam, por favor… ahora no… —le supliqué fatigada. No se detuvo, se hallaba muy alterado.

—No, ahora sí, tienes que escucharme… —me erguí un poco con ayuda de los codos y lo observé adolorida. La enfermera ya iba a correrlo—. No te dije quiénes eran porque no me interesa lo que piensen. No me importa lo que nadie piense ¿no te das cuenta de que estoy harto, cansado? Odio que nadie comprenda lo que siento por ti… Que nadie lo crea siquiera posible. Que te hagan sufrir por mi culpa. ¡Maldición! Te he arrastrado a todo esto… —hablaba fuerte a pocos centímetros de mí. Lo escuché sin poder articular palabra, asombrada, desconcertada— y no puedo evitarlo… No puedo, ni quiero estar sin ti. Si ellos se oponen, será su problema. ¡Yo te amo… te amo y ya no puedo más! Quisiera desaparecer contigo… Quisiera que no existiera mi pasado, borrar todo lo que fui, todo lo que hice. Kyana, te amo por quien eres… por quien soy cuando estoy contigo… Te amo porque logras que sea mejor persona… porque te quiero para siempre en mi vida… porque crees en mí sin importar nada… Te amo… y si tengo que dejar todo por ti lo haré… Te juro que lo haré… No me importa nada si no estás conmigo… —Mi corazón se detuvo. No podía creer lo que decía. De mis ojos salieron lágrimas sin poder evitarlo. Cada palabra se grabó en mi alma, en mi cabeza, en mi cuerpo. Yo también lo amaba y entendía su desesperación, su frustración. Nada parecía ser fácil entre nosotros.

La enfermera, con la boca abierta, quedó ahí, congelada en su lugar, observándonos estupefacta.

—Liam… —me senté como pude y lo acerqué de un jalón. Tomé su rostro entre mis manos olvidando por completo dónde y por qué estaba ahí—. Mírame… —sus ojos eran lo más hermoso y transparente que había visto nunca, pero además ahora estaban vidriosos, ansiosos—. Te amo, te amo… todo irá bien, sé que así será —él sonrió aún tenso, aunque con sus pupilas chispeantes, maravilladas. Con dulzura lo pegué a mis labios. Deseaba con todo mi ser que eso fuera suficiente y que lográramos olvidar la espantosa escena de hacía unos minutos.

—Mh, mh, mh —nos separamos a regañadientes. De pronto recordé dónde estábamos.

—Lo siento —se disculpó mi novio sin quitarme la vista de encima. Sonreí con timidez deleitándome con su presencia, con la potencia de nuestros sentimientos, con las miles de señales que nos mandábamos con tan solo ese inocente gesto.

—¿Creen que puedo atenderla después de esas lindas palabras? —preguntó la mujer sonriendo. Asentimos apenados. Al volver a recostarme vi a todos en la puerta, lo habían escuchado. Cerré los ojos girándome para que la enfermera me pudiera curar. Cinco minutos después terminó—. Listo, no fue tan grave, dos puntadas, se caerán solas. Ahora ve y descansa, si te duele tómate estos analgésicos —asentí sentándome con su ayuda sobre la camilla. Liam seguía ahí en una esquina, observándome de una forma que me hacía volar pese a todo—. Los dejo… —declaró la señorita saliendo enseguida de ahí, con cierta complicidad en su voz. Él se acercó en medio segundo y me abrazó. Cada molécula se acomodó en el lugar adecuado en cuanto lo tuve cerca, él era todo lo que necesitaba.

—Vamos, te llevo a casa… —me ayudó a bajar, tomándome por la cintura de forma posesiva, asegurándose que no pudiera caer.

Me sentía en las nubes, era como pasar del infierno al cielo en un tiempo récord. Salimos del pequeño cuarto y todos esperaban afuera, divididos de nuevo.

—¿Cómo estás? —preguntó Max preocupado.

—Bien, solo dos puntadas… —intenté sonreír, eso hacía que doliera lo que me cosieron. Todos estaban a nuestro alrededor.

—La voy a llevar a casa —le informó Liam.

—Sí, es lo mejor… —declaró Kellan. Ya no me ignoraba, de hecho me sonreía con aceptación, con... admiración.

—Gracias… por todo… —Liam miraba a Max y a Ray. Ambos asintieron y enseguida salimos de ahí. No dijimos nada en todo el camino. Cuando llegamos quiso ayudarme a subir a mi recámara, me negué. Necesitaba estar junto a él y si mi madre llegaba no le gustaría vernos arriba. Se sentó en el sofá más grande para que yo recargara la cabeza sobre sus piernas.

—Kya, ¿te sientes mejor? —asentí con los ojos cerrados. Necesitaba pensar en todo lo que pasó. Era increíble lo que me sucedía. Mi mundo giraba muy rápido, cambiaba cada segundo. No hablamos un buen rato mientras me acariciaba el cabello, por lo que dormí un momento sintiéndome relajada.

Al escuchar el auto de mamá me levanté de inmediato.

—¡Ey!, tranquila —me toqué donde suturaron al sentir un pequeño pinchazo, por la brusquedad del movimiento—. ¿Te duele? —deseó saber ansioso.

—No, bueno, no mucho, pero… se siente hinchado —rió y me dio un beso en la sien.

—Hola, chicos —no iba sola; Ralph estaba detrás. No alcancé a saludarla cuando se acercó enseguida, dándose cuenta de mi palidez—. ¿Estás bien, Kyana?

—Sí, caí y… bueno… —agaché la cabeza—. Fueron solo unas puntadas.

—Hija, ¿qué sucede contigo? Dos accidentes en dos meses, no eres así —Ahora parecía divertida. Torcí el gesto.

—Lo sé, a veces pasa ¿no? —Ralph nos observaba desde la puerta, lo saludé con la mano. Mi madre lo olvidó por un instante.

—Lo siento, lo invité a cenar…

—No hice nada… —susurré culpable

Liam lo saludó con un fuerte apretón.

—Nosotros prepararemos la cena —propuso el acompañante de mamá, así que no objeté.

Cenamos los cuatro mientras conversábamos trivialidades. Al acabar, Liam me ayudó levantar, los tres no dejaron que hiciera nada debido al golpe.

Ellos querían ver una película, así que argumenté no aguantar mucho la luz del televisor. Mi novio agarró una frazada que solíamos tener a la mano y usábamos para salir a la terraza. Ya casi era diciembre, el frío aumentaba, aunque era aguantable, bueno, con él al lado todo lo era, en realidad.

Me acurruqué como siempre.

—¿No prefieres descansar, Kya? —negué contra su pecho. Estaba calientita a su lado y muy cómoda—. Perdóname… debí decirte… —aceptó de pronto. Me separé un poco para verlo.

—No me gusto enterarme así, pensé que confiabas en mí —era cierto. Además del hecho de que sus padres pudieran odiarme por ser lo que era.

—Y lo hago, es solo que… no me siento orgulloso de ellos. No tienes idea de cómo son. Antes solía pensar igual, ya no puedo… no después de conocerte. Me has cambiado por completo, tanto que a veces no me reconozco— recostó su cabeza en el respaldo—. Nunca fue fácil ser su hijo, desde que recuerdo hay muchas expectativas a mi alrededor… a Richard —así se llama su hermano— y a mí siempre nos han exigido ser los mejores. Él fue presidente de los estudiantes, ahora yo el capitán del equipo —resopló—. No le veo sentido. Imagínate, quieren que estudie ciencias políticas… —me dolía saber que así se sentía, que su vida no era tan sencilla—. La verdad es que iba a hacerlo, ¿qué más daba? Pero ya no, no me gusta, nunca en realidad. Tú me has despertado en tantas formas… ya no coincido con ellos… no tengo nada en común, creo que… jamás lo tuve.

—Lo siento, Liam —sacudió la cabeza con tristeza. No debía ser fácil tener unos padres así, vivir la vida así.

—Jamás vuelvas a decir eso, tú eres lo mejor que me ha pasado, no me arrepiento de estar a tu lado, es lo único bueno que he hecho…

—Liam…

—Es la verdad. Desde que te conocí cambió mi manera de ver la vida. Ahora seré lo que yo quiera. No permitiré que los prejuicios me limiten. Deseo ofrecerte lo mejor que tengo y te juro que lo haré. A pesar de ellos, a pesar de lo que sea… Te amo… En serio te amo y te mostraré siempre la mejor versión de mí mismo —Sus ojos estaban rasados. ¡Dios! Acaricié sus pómulos con las yemas de mis dedos.

—Lo sé, lo siento y yo también te amo. No sé cómo, ni cuándo, pero te metiste en mí… quiero estar siempre a tu lado…

—Yo también, Kyana y por lo mismo te juro que… no sé cómo… pero tú y yo envejeceremos juntos… Esto no es pasajero, no es por nuestra edad. Lo que siento es genuino, poderoso, real, profundo —me acerqué hasta su boca sin separar mis ojos de los suyos y acaricié sus labios con los míos. Me respondió besándome lenta y suavemente. Una descarga de electricidad pura recorrió todo mi cuerpo—. Me enloqueces… —susurró sobre mi boca. La sensación fue avanzando y el beso se hizo más intenso—. Kya, espera… —me detuve—. Te deseo, ¡no sabes cuánto! Pero… vayamos poco a poco, además tu cabeza, tu mamá —no recordaba ni siquiera el golpe y menos dónde estaba. Él respiraba con dificultad y su voz era ronca como cada vez que subía de nivel nuestro contacto—. Sabes que quiero estar contigo, sin embargo, deseo que sea cuando estés bien, cuando estés completamente lista. No hay nada que quiera más en el mundo que ese momento sea mágico para los dos —lo amaba, en serio que sí. Quería ir más allá con él, lo cierto era que todavía no deseaba dar ese paso.

—Aún no lo estoy y también quiero que sea así —admití ruborizada. Sonrió, al tiempo que yo acariciaba sus labios con la punta de mi dedo.

—Eso lo sé, así que no me lo compliques, te lo suplico —torcí la boca avergonzada—. Eres tan hermosa, no me canso de verte… —le di un beso inocente.

—Tú también lo eres y… te amo.

—Me encanta escucharlo, Kyana —no volvimos a hablar de su familia. Entendía que era un tema doloroso y ahora comprendía porqué.

Al día siguiente me levanté sin dolor, ni molestia. Fuimos a cenar, después al cine. Al salir nos quedamos jugando maquinitas, fue muy divertido.

El domingo Emma, Annie, Robert y Susan fueron a mi casa por la tarde. Querían saber cómo seguía. Hablamos horas, no se cansaban de mencionar lo bien que pusieron en su lugar a Roger. Mi madre salió con Ralph. Liam tenía entrenamiento. Así que pasamos la tarde ahí; comiendo pizza entre bromas y tonterías.

Deseaba preguntarles el porqué de su silencio respecto a los padres de mi novio, pero no quise dar pie a nada. Primero: porque era a él a quien le correspondía decírmelo. Segundo: porque ahora sabía que era un tema demasiado doloroso. Y por otro lado, me daba cuenta de que de una forma algo torcida lo protegieron, pues si era sincera, esa era un arma que hubieran podido usar desde el principio y por alguna extraña razón decidieron no hacerlo. Deduje, en aquel momento, que seguramente el motivo era que ellos mismos habían compartido el pasado de Liam y el tema debía ser tan delicado que ni en las condiciones en las que se encontraba su relación lo utilizaron.

Liam llegó antes de que se fueran. En cuanto entró me abrazó dándome uno de esos besos que me hacían temblar las piernas como gelatina. Cuando se dio cuenta de que ahí estaban los chicos, sonrió avergonzado por su impulsividad.

—Bueno… —anunció Robert levantándose—. Nos vamos, hasta mañana —Para mi asombro todos se despidieron de él, no sonrientes pero sí corteses.

—Veo que las cosas marchan mejor… —murmuró en mi oído mientras los veíamos irse.

—Parece que sí…

—Kya, hablamos Kellan, Luck y yo con el entrenador. Roger no se volverá a acercar, si lo hace lo sacarán del equipo y la escuela. No sé si Max hablará con el concejo. Si es así, contará con mi apoyo, pero por ahora quiero que te sientas tranquila. ¿De acuerdo? Le quedó muy claro lo que puede y no puede hacer. Ama jugar y el entrenador nunca se anda por las ramas, él lo sabe, así que te aseguro que no se meterá más contigo —estaba ahora frente a mí tomándome de las manos, con su rostro bastante serio.

—Me encantaría no volver a cruzarme con él.

—Eso no es posible, no a menos que lo expulsen, pero créeme que el entrenador tiene sus técnicas y nosotros… las nuestras. Quiero que confíes en que nunca más ocurrirá algo siquiera cercano a lo del viernes. Te prometo que haré todo para que te olvides de él lo que resta del año —lo miré desconcertada. ¿Qué técnicas?, ¿a qué se refería con «todo»?

—Liam, ¿le hiciste algo? —quise saber arrugando la frente. Con lo sucedido el viernes me daba cuenta de que por mucho que conmigo fuese dulce, tierno e imposiblemente cariñoso, ese no era el Liam que solía ser. Lo vi desfigurarse frente a mí, mirar con odio y rabia. Parecía muy seguro y decidido. Acomodó un mechón de cabello tras mi oreja, negando sin mucha convicción—. ¿Entonces por qué dices eso?

—Es un decir, Kya, tú solo por favor confía en mí, nada volverá a ocurrir… ¿Sí?

—¿No me dirás?

—No te hagas ideas, no hay nada, es solo que nos conocemos de siempre, ya no se acercará, eso es todo —zanjó dándome besos, que volví olvidar hasta respirar.

El lunes al entrar a matemáticas, Max se acercó a mí de forma amigable.

—Hola… ¿Cómo sigues?

—Mejor, no me duele… —respondí sonriendo.

—Kyana, lo siento, sé que hemos sido duros contigo. Es solo que es muy difícil… no nos pidas ahora que convivamos con él…

—No te preocupes, no lo haré —me miraba ya sin rencor.

—¿Te sientas con nosotros? —por un momento no supe qué decirle, llevaba varias semanas que no era así. Caminé a su lado y nos acomodamos como solíamos. Él, Lana y yo. Me sentí, en ese momento, feliz. Algo estaba cambiando y eso me alegraba. Cuando terminó la hora me levanté de inmediato, con la intención de ir a buscar a mi persona favorita, frené abruptamente y giré hacia Max dudando.

—Anda, nos vemos luego —me guiñó un ojo y salí a su encuentro.

Liam y yo nos sentamos en la mesa de siempre en la cafetería, envueltos en nuestra propia burbuja, que ahora era más fuerte sin comparación.

—¿Puedo? —preguntó Kellan con su bandeja en las manos. Mi novio asintió. No pude evitar una expresión de desconcierto—. No quiero interrumpir a los tórtolos, pero… necesito hacerte una pregunta, Kyana ¿Es-es verdad que eres buena en literatura? —entorné los ojos aturdida. Era muy extraño escucharlo dirigirse a mí. Liam me besó en la sien al ver que no sabía qué decir. Parecía lo más normal del mundo para él estar ahí sentado junto a nosotros, como si nada.

—Sí, muy buena —avaló con orgullo. Kellan ya estaba sentado y devoraba a grandes mordidas su pizza, mientras yo no le podía dejar de mirar.

—Yo, bueno, sé que todo esto te suena extraño, pero… lo que pasa es que tengo un problema… uno muy gordo —anunció sin tapujos. Enarqué una ceja, estudiándolo con incredulidad—. En una semana son los exámenes y… no entiendo nada… Esa materia es una mierda de aburrida. No comprendo para qué sirve ver toda esa bola de tonteras. En fin, crees que… ¿podrías explicarme? —abrí los ojos y la boca, asombrada. Lo decía con una frescura que incluso me provocó ganas de reír. Giré hacia Liam pestañeando, él sonreía de forma extraña—. Lo sé, lo sé… nunca te he hablado y ahora me atrevo a pedirte esto… Pero sé, por este animal —se refería a mi novio, comprendí al ver que rodaba los ojos—, que explicas muy bien. En serio lo necesito —apreté la mano del aludido frunciendo el ceño, él me devolvió una mirada inocente—. No puedo reprobar, me sacarían del equipo. Si me ayudas haré lo que me pidas —no pude más y solté la carcajada. Liam sacudió la cabeza, tapándose el rostro con una mano. De inmediato comprendí que se coludieron. Embusteros.

—De acuerdo… —acepté, ya sin reír. Liam besó mi boca importándole poco el lugar donde estábamos y que los maestros nos pudieran ver. Kellan soltó el aire feliz.

—¿En serio, lo harás?

—Sí, lo haré, pero tendrás que poner de tu parte… Tú eres el que lo necesita, tú eres el que tiene que trabajar duro y hacer lo que yo diga, si no, no hay trato —le advertí alzando ambas cejas con suficiencia. Movió la cabeza asintiendo una y otra vez—. Bien, entonces te veo en el segundo receso en el jardín con tus apuntes… ¿De verdad vas muy mal? —quise saber dudosa.

—Sí, Kya. Ya sabes, no se nos da mucho y es cierto lo que dice, los del equipo no podemos reprobar… necesitamos cierto promedio —asentí todavía desorientada, no daba crédito de lo que ahí ocurría.

—Bien, lo haremos entonces.

—¡Muchas gracias!, me vas a salvar el pellejo —me pareció simpático, sus ademanes eran exagerados y lucía nervioso.

—Me debes una… —le recordé fingiendo seriedad.

—Por supuesto, cuenta con eso —un segundo después cambiamos el tema y nos enfrascamos en cosas sin sentido. La sensación fue muy agradable, me gustó.

En literatura, nada cambió. Liam y yo nos sentamos donde siempre. Sin embargo, el ambiente no se sentía tan cargado. En ciencias fue igual. En el receso nos dirigimos a «nuestro árbol», nos gustaba sentarnos ahí. Kellan apareció casi enseguida con sus apuntes en la mano.

—Aquí estoy —anunció sonriente. Tomé su libreta y la empecé a hojear atenta. Era un desastre, no tenía ni idea de cómo lo podría ayudar.

—Kellan, por Dios, esto está… terrible… completamente revuelto, no tiene ni pies ni cabeza.

Me encontraba a un lado de mi novio con su mano enroscada torno a mi cintura. Cuando le dije eso, alzó las cejas haciéndole ver que era muy estricta. Kellan se rascó la cabeza, nervioso.

—Te dije que no era fácil, ella es muy exigente —le hizo ver Liam con tono burlón. Le di un pequeño codazo riendo. Su amigo estaba claramente agobiado, por lo que solo torció el gesto.

—No te preocupes, Kellan. Si quieres nos vemos en la noche en mi casa, algo se podrá hacer —Enseguida vio a Liam buscando su aprobación de forma provocadora. Dios, eran insufribles. Rodé los ojos. ¡Hombres al fin!

—Nos vamos juntos, después del entrenamiento, ni creas que te voy a dejar solo con ella. Te conozco muy bien casanova —lo fulminé con la mirada y volví a dirigir mi atención a su amigo.

—Muchas gracias, Kyana. Eres lo máximo, además de…

—¡Ey!, no empieces… con ella eso no surte ese efecto —lo interrumpió mi novio bromeando. Recargué la espalda en Liam con los ojos en blanco.

—Tranquilo, fiera, ya sé que esta damisela es intocable… —aceptó burlón haciendo un gesto de rendición. Sacudí la cabeza alegre, parecía que todo se iba acomodando y ver a Liam en acción directa con su amigo, no supe porqué, pero me gustó—. Ahora me voy, no quiero interrumpir su momento de idilio, ni que este energúmeno me salte encima… Nos vemos más tarde —Kellan me guiñó un ojo amigablemente, ambos chocaron las manos y desapareció relajado.

—¿Qué fue todo eso? —le pregunté ya que estábamos solos.

—¿Qué?

—Pues eso, venir a pedirme ayuda. Fue tu idea ¿verdad? —me miró angelicalmente.

—No sé de qué hablas —entorné los ojos fingiendo enojo.

—Ya… es en serio…

—Uf, enojada te ves tremendamente apetecible… —intentó besarme, lo esquivé. Arrugó la frente fingiendo frustración—. Sí, yo le dije… eres muy buena, Kya —admitió al fin.

—¿Y eso de que no me dejas sola con él? Es tu mejor amigo, no me dirás ahora que eres un psicópata celoso —me acercó a su cuerpo posesivo.

—Ni con él, ni con nadie. No pienso arriesgarme, eres demasiada tentación. Psicópata celoso no, pero sí aprensivo cuando se trata de ti, ya te lo había dicho… —rodé de nuevo los ojos. Lo decía con frescura, quitándole importancia, sin embargo, era en parte cierto, lo sabía y no me importaba, pues la realidad era que no se manejaba así en la cotidianidad, ni me hacía sentir hostigada o asfixiada. Al contrario, solo en ciertos casos parecía más bien inseguro y eso me hacía reír. Me volvió a besar.

Por la noche llegaron juntos y mientras Liam hacía sus deberes concentrado, yo comencé a explicarle. Kellan era rápido, no me costaría tanto trabajo como supuse. Una hora después nos dejó solos.

Al día siguiente para mi sorpresa Luck me pidió lo mismo. Quería matar a Liam, sin embargo, me rogó lo ayudara, era de los titulares del equipo y no quería arriesgar la liga ni sus entradas a las universidades. Así cómo decir «no». Chantaje total, acepté.

Entre las asesorías, la presión de los exámenes, la ayuda a Luck y Kellan en los recesos, en los almuerzos y yendo a mi casa junto con Liam en la noche, para cuando nos dejaban solos a las nueve y media, cabeceaba.

De pronto, algo cambió nuevamente. El viernes, para mi sorpresa, Emma y Annie se acercaron en el almuerzo. Yo tenía marcando el paso a los amigos de Liam y él disfrutaba viéndolos sufrir.

—¿Podemos sentarnos? —preguntaron tímidamente.

—Claro… —al ver escribiendo a ese par de revoltosos, me miraron intrigadas.

—¿Qué hacen?

—Estudian literatura, les estoy ayudando porque ya sabes… no se les da —Me burlé, cosa que solo los hizo reír sin levantar la vista de lo que hacían. Me sentía contenta de verlas ahí. Ambas asintieron sonrientes. Todos en la mesa de afuera las observaban atónitos.

—¿Quieres apoyo? Te ves cansada —Kellan y Luck alzaron el rostro, sorprendidos. Aproveché mi gran oportunidad, de inmediato y sin dudar asentí, parecían caídas del cielo.

—Sí, me encantaría.

Emma tomó el cuaderno de Kellan pidiéndole permiso con los ojos y le echó un vistazo, haciéndome preguntas al mismo tiempo, para saber en qué iba. Enseguida lo empezó a corregir y para mi asombro, él le hizo caso dócilmente con una sonrisa bobalicona pintada en su rostro. Annie actuó igual con Luck y este tampoco se opuso. ¡Vaya, qué fácil fue eso! En menos de un minuto los cuatro estudiaban juntos y yo pude recargarme en Liam aliviada. Genial.

Mis amigas en el segundo receso, regresaron y continuaron con su labor. Verlos juntos era extraño, demasiado. Eso sin contar que Max y los demás, no dejaban de vernos, sin poder dar crédito de lo que sucedía.

Liam y yo nos dedicamos a nosotros, cosa sencilla, encerrándonos de nuevo en nuestra gran burbuja y de vez en cuando riendo por algo que ellos decían o hacían. Cuando sonó el timbre los seis nos levantamos.

—¿Por qué no nos ayudan por la tarde? Kyana está agotada y… también debe estudiar —propuso Kellan estudiando a Emma, aunque lo decía para las dos. Ambas me observaron sin saber qué responder.

—Sí, sería perfecto, además me harían un gran favor. Así todos repasamos al mismo tiempo. ¿Qué dicen, nos vemos en mi casa a las ocho?

—Sí, será divertido —respondió Annie ruborizada. Yo quería brincar de gusto, me limité a sonreír complacida.

—Es un buen plan —admitió Liam, rodeándome por detrás de la cintura y recargando su barbilla en mi hombro para poder verlos. No teníamos clases al día siguiente y yo tenía que estudiar para el examen de matemáticas del lunes.

—Te amo… —musitó contra mi oído. Ya estábamos solos. Los cuatro entraron a la escuela bromeando y riendo. Giré de inmediato y enrollé mis manos alrededor su cuello.

—Yo también, Liam, mucho —me dio un beso y luego me abrazó absorbiendo mi aroma.

—Creo que todo comienza a acomodarse y… verte contenta, es la mejor parte de todo esto.

—Lo estoy, pero porque te tengo a ti, conmigo. Aunque de verdad ha sido de locos, me siento agotada… —me separó un poco de su pecho para verme.

—Lo sé y lo siento, no creí que fuera a ser tan cansado…

—Pronto acabará y ahora con la ayuda de Annie y Emma, será más fácil.

—Eso espero, ¿viste la facilidad con la que se acoplaron? Me sentí menos culpable, además no he podido estar a solas contigo y no sabes cómo te extraño… —hablaba muy cerca de mis labios, podía sentir la calidez de su aliento sobre mi boca y la excitación con la que hablaba.

—Eso será… después —le dije enarcando una ceja provocativa—. Por ahora tendrá que seguir así. Ya no hay nadie, Liam, vamos —me dio un beso fugaz y entramos corriendo.

Todo iba marchando poco a poco, las cosas cambiaban al fin. Comenzaban a entender que no sería pasajero lo nuestro, que en realidad existía un lazo indestructible entre él y yo, y que lo defenderíamos como fuera.

A las ocho llegaron Liam y sus amigos. Unos minutos más tarde: Emma y Annie. Mi madre salió con Ralph, así que no estaba, teníamos la casa para nosotros.

Los pasé al comedor y enseguida nos pusimos a trabajar. Kellan y Luck avanzaron mucho en los últimos días, así que estaba segura que les iría bien en el examen. Mis amigas les ayudaban a resolver dudas, mientras ellas se dedicaban a estudiar sobre otra materia.

Liam y yo repasamos matemáticas. Él era realmente muy bueno en eso. A las once ya mis ojos se cerraban. Las chicas fueron las primeras en despedirse, en ese instante los amigos de Liam se levantaron y se ofrecieron acompañarlas. Algo comenzaba a suceder sobre todo entre Kellan y Emma, una incipiente atracción nacía y era muy obvia para nosotros.

Cuando estuvimos solos al fin nos recostamos en el sofá sin decir nada. El silencio con él no era incómodo, al contrario, lo disfrutábamos igual que si estuviéramos sumergidos en una interesante conversación. Sentía que nos decíamos mucho más con nuestros cuerpos.

No supe cuándo me quedé dormida. Me despertó el sentir frío en la espalda. Abrí los párpados. Liam aún me tenía rodeada y me recostaba sobre mi cama.

—Sh… Duerme, Kya… —tenía mucho sueño, pero al sentir su aliento así de cerca desperté sin poder evitarlo. Recordé que no había nadie en casa. Lo agarré tiernamente de la sudadera y lo comencé a besar.

Al principio pensó que me despedía, lo cierto era que esos días extrañé demasiado la intensidad de nuestros… acercamientos. En toda la semana no surgieron, así que no permitiría que pasara un minuto más. Lo deseaba, me encantaba sentirlo así de cerca. Él comenzó a comprender qué era lo que quería e incrementó el ritmo sin dudarlo, emitiendo un pequeño gemido de satisfacción.

Siempre era así: eléctrico, fuerte, demasiado intenso como para poder comprender y resistirnos. Terminé aferrada a su cuerpo sentada sobre mi cama mientras él iba haciéndome hacia atrás sin dejar de besarme. Pronto nos encontrábamos en diagonal probándonos con arrebato. ¡Dios, me fascinaba! Lo toqué ansiosa, recorrí su espalda y despeiné su cabello sin importarme nada salvo mis neuronas embrutecidas, mis hormonas enardecidas y el placer que me generaba saberlo igual de enamorado que yo. Dejó de lado mi boca, comenzó a recorrer con sus labios mi rostro, mi cuello, mi quijada. Sentía fuego en mi interior, me quemaba y me exigía sentir más.

La forma en que su aliento rozaba mis ojos, mis oídos… era increíble. Comencé a hacer lo mismo, arrancando un pequeño sonido de su garganta, jadeaba, rugía, gemía. Liam, sin perder ocasión, recorrió con sus enormes manos mis piernas, mi cadera, mi cintura. Su tacto era fuerte, me tocaba como si fuera a irme en cualquier momento, como si deseara tatuar en su palma mi piel.

Un poco más osada, adentré mis dedos bajo su ropa y logré tocar su espalda desnuda. Al sentir mi tacto resopló sobre mi boca excitado. Sus besos se hicieron más exigentes. Me quedaría con los pulmones vacíos, estaba segura, tomaba todo, me invadía como jamás lo había hecho.

De pronto ya nada me importó. Comencé a subirle la sudadera junto con la playera. Él se separó un poco y se las quitó enseguida. Por un segundo contuve el aliento. Lo estudié humedeciendo mis labios. Me devolvió una mirada ardiente, cargada de deseo y expectación. Coloqué mis manos sobre su pecho bien torneado, sin poder contenerme. De inmediato cerró los ojos respirando más rápido, me acerqué hasta su boca y lo volví a besar desesperada.

Era realmente impactante su ancho tórax bien formado producto del ejercicio, tenía un color bronceado que me dejó la garganta seca. No me di cuenta cuando terminamos hincados sobre el colchón. Él sujetó uno de los pliegues de mi suéter con toda la intención de quitármelo. Ambos sentíamos la temperatura más alta, nos rodeaba un calor producido por nuestros cuerpos, una bruma espesa que tornaba el ambiente febril, todo eso en medio de nuestras respiraciones agitadas, las miradas cargadas de anhelo y un leve sudor permeándolo todo. Me lo quitó en un instante, enseguida me contempló con los ojos bien abiertos, admirado. Aunque seguía medio cubierta me sentía completamente desnuda. Lo observé expectante bajo mis pestañas.

—Dios, eres perfecta… —movía la boca como saboreando algo que pronto probaría. Me acerqué de nuevo a él con timidez, pero deseosa de más.

—¿Y lo dices tú? —me tomó por la nuca y mientras me acercaba de nuevo a su boca susurró con la voz muy ronca: «te deseo». Definitivamente yo a él.

Sentir su piel cálida bajo la mía era lo más sensual y maravilloso que había experimentado. Al tener sus manos sobre mi espalda, supe enseguida que si desabrochaba mi sostén, ya no habría marcha atrás. De pronto se detuvo como si hubiese recordado algo. Nos miramos respirando muy agitados, sus pupilas estaba completamente dilatadas. Sabíamos en qué terminaría todo si continuábamos. Bajó sus enormes manos hasta mi cintura y yo coloqué las mías lentamente sobre su pecho intentando poner distancia. Moría de ganas de estar con él, pero sin decir nada supimos que ese no iba a ser el día.

—Kya… —me encantaba cuando su voz sonaba así—. Te amo —asentí igual de agitada y seguro mucho más ruborizada. Me acercó tiernamente hasta su pecho y me rodeó protectoramente. Estaba envuelta en un capullo indestructible, cálido, ideal. Nos concentramos en llenar de nuevo de aire nuestros pulmones, sin embargo, yo no podía deshacerme de la inigualable sensación que recorría mi cuerpo. Un minuto después buscó mi suéter con la mirada, ansioso.

No me sentía penosa a su lado, pero entendía que estar así solo provocaría justo lo que acabábamos de evitar. Cuando lo encontró, me ayudó a ponérmelo dulcemente. Enseguida se vistió y me acercó nuevamente. Era perfecto, su olor, su fuerza, sus sentimientos hacia mí, los que yo tenía por él.

—Jamás he sentido nada igual, me dejas sin aliento, Kyana. Tengo miedo de no poder manejar esta necesidad de ti y no hacer las cosas como tú desees… —Le di un beso en el cuello—. No me reconozco cuando te tengo así, tan cerca, pierdo por completo la cabeza y no quiero que sea así, no hasta que de verdad tú lo quieras y al verte a los ojos sé que aún no es el momento —lo decía en serio, al parecer sentía lo mismo que yo y se consideraba igual de impactado por lo que despertaba en él. Asombrosamente tenía razón, existía algo que aún me frenaba y lo leía sin problema—. Será mejor que me vaya… —admitió acariciando mi mejilla.

—No, no lo hagas, quédate un poco más, prometo portarme bien —le sonreí inocente. Él rio asintiendo.

—Sabes que no te puedo negar nada y yo tampoco me quiero ir, pero te deseo, te deseo demasiado.

Me separé elevando las manos con cándida inocencia.

—No te tocaré… tienes mi palabra —y me recosté sonriendo con dulzura en un extremo de mi cama. Se frotó el rostro desde su posición sacudiendo la cabeza divertido.

—Qué manera de voltear las cosas. Ni hablar, tendré que controlarme —se recostó junto a mí riendo y me atrajo hacia él—. Pero sin tocarte, ni lo sueñes… —permanecimos conversando así un buen rato hasta que ahora sí dio la hora de que se fuera.

Por la mañana del siguiente día, terminé algunos deberes y me dediqué a estudiar. Tuve que concentrarme mucho pues a cada minuto venía a mi cabeza lo sucedido la noche anterior. Liam me arrastró a un mundo que no imaginaba existiera y me tenía siempre sumergida como en un sueño maravilloso, delicioso.

Esa tarde llegó temprano, fuimos a cenar ya que a las ocho llegarían sus amigos y entre todos repasaríamos literatura. Kellan y Luck eran realmente agradables y conforme pasaban los días nos llevábamos mucho mejor. Aceptaban nuestro noviazgo, incluso hacían comentarios sobre el cambio de Liam desde que estaba conmigo. Él respondía aventándoles algún cojín o sonriendo despreocupado.

Para mi sorpresa Emma y Annie llegaron con ellos, no lo podía creer. Parecían contentas y le hablaban a Liam como si fuese su amigo. Mamá los vio llegar, todos la saludaron y media hora después Ralph llegó por ella. Ya llevábamos más de una hora estudiando, nos lanzábamos preguntas al azar, era como un juego y la verdad era que nos divertíamos. Raro, lo sé, pero era cierto. Pronto comenzamos a planear la segunda ronda.

—Vamos, ayúdenme a preparar algo de tomar —pidió Liam a sus amigos. Él ya se movía en mi casa como si de su territorio se tratase. Kellan y Luck lo siguieron obedientes. Al quedarnos las tres solas sobre el suelo de la sala nos miramos y comenzamos a reírnos.

—Esto en serio es extraño… —admitió Annie.

—Sí, pero me siento bien, son muy divertidos —Emma sonrió—. Además, Kellan… se ha puesto muy bien —esto último lo dijo susurrando para que solo Annie y yo la pudiéramos escuchar. Ambas reímos con complicidad.

—¿Y… qué me dices de Luck? —continuó la otra ruborizada. Las tres volvimos a carcajearnos bajito.

—Ya, en serio, me hace feliz que estén aquí —confesé serena.

—A nosotros también, es diferente —admitió Emma, sin embargo, enseguida cambió su expresión—. Lástima que los demás no lo quieran comprender. Liam de verdad ha cambiado, basta con verlo cómo te mira, cómo te trata. Debo decirte que hasta me das un poco de envidia, lo suyo es muy… intenso…

—Sí y me da gusto por ti, a él le hacía falta alguien como tú. Incluso en la escuela es otro. Lo he observado y ya no es ni por asomo el de antes, ahora es… más accesible. Ojalá Max y Ray olvidaran lo que sucedió… —asentí torciendo la boca, eso lo veía muy complicado.

—Lo importante es que estamos aquí, juntas y… se dieron la oportunidad. Sé muy bien lo que fueron, sé lo que pasó entre ellos, la razón de su odio, los comprendo, no puedo juzgar su rechazo —las dos abrieron los ojos.

—¿Todo? —quiso saber Annie.

—Sí, me lo contó cuando empezamos —me sentía bien hablando con ellas. La única persona con la que conversaba las últimas semanas era con él y aunque me gustaba hacerlo, me hacía falta hablar con alguien más—. Dijo que quería que lo supiera. Y no negaré que me dolió mucho saber quién era, lo que hacía. Sé lo de Jen también.

—¡Guau! Lo ha dicho, está irreconocible. En serio es increíble, jamás hubiera pensado que tuviera las agallas. Max no ha olvidado su traición, crecieron juntos, eran inseparables, por eso todo es aún más fuerte —Emma parecía recordar el evento con claridad—. Fue hace ya dos años, ella no vale la pena y tú… ahora eres esa diferencia que los vuelve a poner en contra. No te sientas mal por lo que digo, pero es la verdad, Max no puede creer que lo hayas preferido…

—No es que lo prefiriera, las cosas sucedieron, ninguno de los dos nos dimos cuenta, cuando menos pensamos ya estábamos juntos. Aunque no lo crean todo fue muy extraño, no premeditado.

—Eso fue lo más asombroso, no lo sospechábamos…

—Robert y yo, sí —confesó Annie, sonriente—. Existían detalles, miradas, el cómo te ponías cuando hablabas de él, el día de la fiesta. ¡Pf!, no lo podían esconder más tiempo. Sabíamos que algo sucedía, aunque sinceramente nunca pensamos que estuvieran juntos ya…

—Fue muy… complicado. Tenía miedo, apenas los conocía, no quería arruinar la amistad que estaba comenzando con ustedes. Sin embargo, cuando estaba a su lado, no sé, sucedían cosas que no puedo explicar y un buen día, ya no podía separarme de él… —aún parecía insólito.

—Nos tienes que contar cómo fue, me intriga saber cómo fue que te conquistó. Tú parecías no querer nada con nadie —Emma jugaba con el lápiz interesada en lo que hablábamos. De pronto los escuchamos venir y nos comenzamos a reír pícaramente.

Una hora después el juego acabó entre risas y gritos. Annie y Emma anunciaron que ya se iban.

—Aún es temprano, ¿por qué no vamos al muelle? —propuso Kellan. Las estaban invitando mientras Liam y yo los veíamos, abrazados. Ambas se miraron como preguntándose si era buena idea, un segundo después asintieron.

—Kyana, Liam, vamos… —dudé perezosa, sin embargo, él me jaló animado.

—Sí, anda, vamos… —me suplicó y no tuve más remedio que aceptar. Tenía miedo de que se repitiera algo como lo del día anterior, seguro sabía que esta vez no se contendría.

Había mucha gente y el ambiente resultaba vivificante, alegre. Liam y yo íbamos agarrados de la mano conversando animados con los demás. De pronto vi a Max, Ray, Billy, Robert, Lana y Susan sobre una banca. Me tensé enseguida. Liam rodeó mí cintura, dándome un beso en la cabeza. Emma y Annie se pusieron también nerviosas y después de dudarlo, me voltearon a ver.

—¿Vamos?, seríamos muy groseras si no nos acercamos, ya nos vieron… —alcé la vista hasta mi novio sin saber qué hacer, asintió tranquilo alentándome.

—Ve, tienen razón, aquí te espero… —pero antes de soltarme, me dio un enorme beso, sin importarle dónde estábamos ni quién nos viera. Un rubor me invadió, seguí a mis amigas casi tropezando y aún asombrada por su intensidad en pleno muelle.

—Hola —saludó Emma sin pena. Ray la fulminó, ella lo ignoró deliberadamente. El resto nos saludó bien; sin embargo, Max no dejaba de estudiarme y de ver a Liam, que se encontraba riendo con sus amigos sin quitarme los ojos de encima.

—¿Vienen con ellos? —por fin preguntó Lana intrigada.

—Sí, les ayudamos a estudiar —explicó Annie despreocupada, como si lo hiciera siempre. Me sentía fuera de lugar, tenía ganas de regresar a donde estaba él.

—Algo así como un «club de tareas» —señaló Max con sarcasmo. Ambas asintieron tranquilas—. ¿Cómo estás, Kyana? —me preguntó al fin. Eso captó la atención de los demás.

—Un poco atareada por los exámenes, ya saben… —no tenía la menor idea de qué más decir. Max me revisó de arriba abajo—. ¿Y… qué hacen aquí? —quiso saber sin dejar de verme. Las manos me sudaban, Liam no bajaba la guardia. Era el primer acercamiento después del día en la cafetería, pues lo de Roger no contaba, ya que se unieron por un bien común, ahora era distinto, las rivalidades eran las mismas, aunque conmigo ya no tenían «problema».

—Salimos a despejarnos y ¿ustedes? —Emma lo miró duramente, intentando que cambiara de actitud.

—Lo mismo, pero pensamos que estaban muy ocupadas para invitarlas —murmuró Ray, de verdad parecía molesto con Emma. Ella se encogió de hombros indiferente.

—Y lo estábamos, si nos hubieran dicho, los hubiéramos alcanzado —lo desafió con su tono.

—Parece que les resulta más atractivo venir con ellos… —expresó Billy evaluándonos.

—¡Basta! —exigió Robert, poniéndose de nuestro lado. Todos nos hallábamos a una orilla del muelle. Ellos sentados en el respaldo de la banca y nosotros de pie—. Actúan como bebés. Esto no tiene sentido, cada quien es libre de estar con quien quiere y eso no implica que no seamos tan amigos como siempre, o ¿sí? —los miraba molesto. Los demás bajaron la defensa al escucharlo—. ¿De verdad piensan seguir con esto? Es absurdo, es increíble, no hacen nada malo. Es cierto que igual y no los soportamos, pero Emma y Annie siempre han estado con nosotros y no son ningunas tontas. En cuanto a Kyana… ella nos ha demostrado su amistad desde el principio ¿No creen que sea tiempo de olvidar… de dejar las cosas a un lado?

Ray metió las manos en las bolsas de su pantalón y agachó la cabeza. Billy dudaba, pero estaba más tranquilo. Lana y Susan sonreían contentas de escucharlo.

—Lo siento, yo no puedo, Kyana. —me volteó a ver Max— No es contigo, pero a él no lo quiero cerca de mí. Simplemente no puedo, ni por ti, ni por nadie y ustedes pueden decidir lo que quieran, ciertamente no pondrán en riesgo nuestra amistad. Simplemente las cosas podrán ser así, como hoy: ellos allá y ustedes… en donde prefieran, no me mezclaré ¿comprenden?

—Sí, Max, creo que eso está mejor. No las hagamos sentir mal por hablar con quien desean… —Robert intentaba aligerar las cosas.

—No son cualquiera, son «ellos» —señaló Ray a Kellan, Liam y Luck.

—Lo sé, no es fácil —admitió Robert—, yo tampoco los quiero cerca, pero a ellas sí, a las tres, sin importar si son ellos con los que llegaron…

—De acuerdo —aceptó Max—. Solo así. Kyana tú eres bienvenida siempre. Perdona por mi actitud hacia ti, como te he dicho antes; no es contigo. Yo también quiero que reanudemos nuestra amistad —Ray le siguió al igual que Billy.

—Sí, la verdad te echamos de menos…

Los miré más tranquila, incluso sonriendo.

—Yo también, a todos —Robert pasó un brazo por mis hombros apretujándome.

—Ves, no son tan malos… —sonrieron al escucharlo.

Unos segundos después Billy comenzó con sus chistes y las carcajadas no tardaron en llegar. Parecía que las cosas mejorarían. Giraba mi rostro una y otra vez hacia donde estaba mi novio, él parecía más relajado y me observaba sonriendo, sereno. Diez minutos después no aguanté y me despedí sonriente.

Caminé hasta él. No me quitaba los ojos de encima, me encantaba que lo hiciese, flotaba y no existía nada más que nuestra asombrosa conexión y el deseo de jamás separarnos. En cuanto me tuvo cerca, elevó una mano, cuando me alcanzó, me rodeó envolviéndome entre sus brazos. ¡Dios! Era tan agradable estar ahí, envuelta en su cálido y enorme cuerpo.

—¿Cómo fue todo? —susurró muy cerca de mi boca.

—Bien… mejor de lo que pensé… —me enseñó sus dientes en una hermosa sonrisa.

—Me da gusto —y pegó mis labios a los suyos.

Un minuto después llegaron Annie y Emma. Los amigos de Liam las recibieron, sin decir una sola palabra. Continuamos caminando. El aire era frío, pero el ambiente agradable y rodeado por Liam, incluso olvidaba la temperatura. Ellos se encontraron a varios amigos. En ningún momento me soltó, se estaban ya acostumbrando a vernos juntos.

—¡Chicos, qué milagro! —no reconocí la voz, todos los demás sí. Un minuto después ya estaba frente a nosotros. Era Jen y Cate, junto con cuatro esculturales jóvenes.

—¡Hola! —saludó Kellan un poco incómodo por la situación. Un segundo después Luck hizo lo mismo. Al darse cuenta de que Liam solo las miraba, dirigieron su atención a él y especialmente hacia mí. Me revisaron completita, para después Jen dibujar en su rostro una sonrisa que no me gustó en lo absoluto.

—Ya los habíamos visto juntos… no creí que seguirían. Liam, tú te aburres fácilmente —sentí ganas de propinarle un golpe en su maquillado rostro, sin embargo, preferí ignorarla. Él me acercó más a su cuerpo al notar mi tensión.

—Tienes razón, Jen. Con cierta clase de personas suele sucederme… Kyana no es el caso —lo miré intentando ocultar mi asombro por lo que acababa de decir. La animadora enarcó una ceja dándose cuenta de lo que sus palabras querían decir.

—¡Dios!, veo que lo que dicen es verdad, no se te puede decir nada… —los demás observaban la situación sin moverse. ¿Qué pretendía?

—Depende de lo que tengan qué decir. Si es para fastidiar a mi novia; en efecto, no se me puede decir nada… —la chica abrió la boca roja del coraje. Casi suelto la carcajada. Liam le contestaba como si estuvieran hablando de cualquier trivialidad, sin embargo, sus palabras decían algo muy distinto.

Cate tomó por el hombro a su amiga, sonriendo como toda una artista de televisión, que sabía controlar sus emociones perfectamente.

—¡Ey!, lo que quiere decir Jen es que has estado un poco… desaparecido. Las fiestas no son lo mismo sin ti… —intentó suavizar las cosas, aunque me dedicaba una mirada de odio que correspondí sin dudar. Kellan decidió intervenir.

—Hemos estado muy ocupados, ¿no es así, Liam? —este asintió—, y además cuenten que estamos en plena temporada. Ya saben cómo es eso… el entrenador es un tirano, no nos da un respiro.

—Tienes razón, nosotras también hemos tenido muchos ensayos, las nacionales se acercan —Cate ya no me veía, solo observaba a los amigos de mi novio y al mismo tiempo a Emma y Annie. Estas ni se inmutaron, les sostenían la mirada expulsando el mismo veneno que ellas.

—Así que las cosas están cambiando… —señaló con sorna una de las que venía con ellas y que no tenía ni la menor idea de quién era.

—Algo así —admitió Luck moviendo su melena china despreocupado.

—Y tú Liam, ¿es verdad que has cambiado tanto como dicen? —ahí iban de nuevo. El aludido se encogió de hombros sin decir nada. Jen volvió a posar sus ojos en mí y yo le sostuve la mirada, ya hastiada de sus tonterías—. Y dinos, Kyana, así te llamas, ¿no? —no contesté, Jen sabía perfectamente que así era—. ¿Cómo te trata?, Liam no es nada fácil, créeme, lo sé por experiencia —y me guiñó un ojo fingiendo complicidad. Por mucho que no lo deseara la rabia y los celos me invadieron, me estaba provocando, pero eso no minimizaba las ganas de echármele encima y decirle unas cuantas cosas que jamás olvidaría. Abrí la boca cuando…

—Creo que ya nos vamos, fue un gusto verlas… como siempre —anunció Liam prácticamente arrastrándome sin permitirme responder, dejando al resto atrás. Dudé en moverme, pero hizo más presión sobre mi cintura, a regañadientes lo seguí seria y sin decir nada. Me frustró deliberadamente la letanía que ya tenía lista para esa víbora que parecía querer enroscarse en cualquier sitio que se le pusiera en frente. Hervía de coraje.

—¿Estás molesta? —conjeturó ya a varios metros de ellos con tono conciliador. ¡Pero qué observador! Sabía perfectamente la respuesta. Sin embargo, al ver sus ojos mi enojo bajó varios grados. ¡Agh! Siempre era así.

—No debiste detenerme, no soporto que sean tan… arpías y no pienso quedarme callada ante ese tipo de cosas, Liam —Le expliqué apretando los dientes mientras lo miraba fijamente con los brazos en la cadera.

—Lo sé, pero así son, por eso te saqué de ahí.

—¿Para no defenderme? —le recriminé. Negó sonriendo.

—No, Kyana. Te conozco, sé que le hubieras dicho algo mordaz. Prefiero evitar problemas, ellas son muy… vengativas… —resoplé con enorme fastidio volcando los ojos.

—Rencorosos, es la descripción exacta de la gente aquí. ¿Qué nadie les enseñó a perdonar, a dejar vivir a los demás? —en serio me sentía frustrada, muy molesta. Perdí la vista en el mar que estaba a unos metros, este siempre lograba tranquilizarme, casi tanto como él. Lo escuché resoplar.

—Kyana, sé que no ha sido fácil. Aquí hay una historia, cosas que han sucedido y nos han marcado —giré mi rostro para verlo. Se agachó para quedar a mi altura observándome un tanto afligido. De inmediato torcí la boca un poco más calmada, tenerlo así de cerca era como un narcótico, que serenaba cada una de mis células.

—Ya sé, Liam, ¿pero nadie puede olvidar las cosas que suceden?, ni Roger, ni Max, ahora ellas. Debo de controlar todo lo que digo, no me puedo defender por miedo a lo que pueda suceder si lo hago. Es injusto, es absurdo.

Tomó mi barbilla con delicadeza.

—Kya, te entiendo, te lo juro, solo no te enojes, pareces querer morderme… —entorné los ojos. Rio mientras acomodaba un mechón ondulado detrás de mi oreja.

—Debería… Ya, en serio, es solo que a veces me lleno de impotencia, pero lo siento, no es contigo —admití haciendo una mueca. Rozó mis labios de forma fugaz y me arropó en su pecho.

—No te disculpes, sé que tu vida allá era más sencilla… —asentí aún escondida en mi lugar preferido. Claro que era más sencilla; las diferencias eran lo normal, nunca me quedaba callada cuando algo no me parecía y por supuesto no le tenía miedo a las «venganzas» de nadie—. Kyana, te amo, soy muy feliz porque estás aquí, si no fuera así… —tenía miedo de que me fuera. Imposible, primero por él y luego por mi madre. Incluso el pensar dejar Myrtle Beach en unos meses para ir a la universidad comenzaba a no agradarme, separarme de Liam iba a ser lo más duro que jamás hubiera enfrentado. Lo rodeé con mis brazos, más fuerte, haciendo a un lado esos horribles pensamientos.

—Aquí estoy, no pienso ir a ningún lado, no sin ti por lo menos —absorbió el olor de mi cabello soltando un suspiro.

—A donde fueras… te seguiría… —lo decía en serio.

Cuando los chicos se acercaron, permanecimos un rato hablando sin preocuparnos de nada. Lo cierto es que en mi interior sucedían cosas. Por supuesto él lo notaba, era asombrosamente transparente para Liam, por lo mismo me miraba de vez en vez un poco intranquilo. Yo sonreía acariciando su rostro y pronto parecía olvidarlo.

No me gustaba verlo agobiado por mí, sin embargo, las personas ahí sí eran demasiado cerradas, difíciles, no pasaban nada por alto. Incluso nuestra propia relación causaba problemas sin que realmente afectáramos a nadie. Recordaba que con Roger todo comenzó por un susurro; no le cuadró y la agarró contra mí. Ya me había roto un dedo y gracias a él tenía una cicatriz en la cabeza. Max y Ray no cedían y ya me parecía ridículo. Sus padres… seguro no serían muy felices cuando supieran que estaba conmigo y ahora esas animadoras parecían odiarme sin ninguna razón aparente, por lo menos para mí. ¿Es que no se hartaban de vivir así? Me enojaba y por otro lado, me hacía temblar de miedo que algo de todo eso algún día lograra separarnos.

Ya estábamos estacionados frente a mi casa.

—Kyana, ¿qué pasa? Has estado muy extraña toda la noche —fruncí el ceño fingiendo demencia— Sí, te conozco, intentaste disimularlo, pero a mí no me engañas, eres transparente —¡Agh, lo sabía! Acariciaba mi mejilla, ansioso.

—Liam yo… No es nada en realidad…

—Sí que lo es, no sueles ser así, me mirabas muy extraño. Por favor lo que sea dímelo —ahora se hallaba intranquilo. Me mordí el labio mirándolo dudosa. Sonrió sin alegría besándome como solía, era una especie de reflejo. Recargó su frente en mí, esperando que le dijera lo que sucedía.

—Me da miedo que… —me observó atento desde su posición—, que nos separe todo esto —solté un poco intranquila. Arrugó la frente, desconcertado y se alejó sin poner mucha distancia.

—Eso no sucederá.

—Liam, eso no lo sabes, son muchas cosas: mis amigos, Roger, tus padres, ahora ellas. No sé… no soportaría perderte —me atrajo hasta él perturbado por escuchar mis palabras.

—Kya, no digas eso, no pasará nada, por favor. No lo permitiré, te necesito…

—Lo sé, es solo que es tan grande lo que siento por ti que me asusta ¿Qué haría si algo sucediera? Ya nada sería igual.

—No lo permitiremos. Lo que sentimos es más fuerte que ellos, lo sé, lo siento —me separé para poder perderme en sus estanques grises. Estaba muy preocupado, en el fondo sabía que podía llegar a ser así y eso no ayudó.

Acaricié su melena rubia con delicadeza.

—Tienes razón, lo siento. Sé que lo que sentimos es real y muy fuerte, creo que son temores absurdos —me tomó por la nuca y estampó sus labios contra los míos. Fue muy tierno, cargado de confianza, amor y deseo.

—Te amo, Kyana, te amo… —sonó agitado y su voz un tanto ronca. Mi sangre ya bullía y el calor comenzaba a permearme.

—Te amo, Liam.

Muy profundo
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