6
avanzando

 

Viernes, la semana voló gracias a él. Parecía tan poco y tanto tiempo a la vez. Apenas llevábamos seis días juntos, en realidad no era nada; sin embargo, sentía como si hubiera estado a su lado toda la vida. No entendía cómo había vivido sin conocerlo, ahora ya no podía concebir un mundo sin sus besos y caricias.

Ese día me volví a escapar de mis amigos, ahora en el segundo receso y fui a su encuentro, en aquel lugar del miércoles. Nos besamos, nos acariciamos, nos miramos embelesados; eso era lo único que deseábamos. Para regresar a la escuela hicimos lo mismo que la ocasión anterior. Era emocionante y a la vez desesperante el hecho de que nadie lo supiera. Lo cierto es que teníamos nuestro propio mundo, en el cual nadie entraba, porque nadie sabía de su existencia, eso lograba que nuestros encuentros fueran intensos y únicos.

Historia ya había terminado y Annie me esperaba afuera con los otros chicos. Acomodaba mis cosas alegremente, cuando un golpe sordo en mi casillero me asustó. Alcancé a quitar las manos, de no haberlo hecho me hubiera roto por lo menos otro par de dedos.

—Hola, «mexicanita» —¡No!, ¡no de nuevo!, ¡maldición!, giré a ambos lados del corredor, no había nadie dentro de la escuela. Bufé frustrada. Se hallaba recargado en otro casillero muy cerca de mí, viéndome amenazante. Intenté abrir de nuevo mi locker con la intención de ignorarlo. Antes de que lo lograra, me detuvo atorando la puerta con su mano. ¡No otra vez!—. No acabes con mi paciencia, te advierto, es muy poca… —tenía ganas de salir corriendo, no lo hice, lo enfrenté enarcando una ceja, mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho buscando parecer indiferente.

—¿Qué quieres?

—De verdad que tienes agallas… —me analizó de arriba abajo como quien evalúa a un rival en plena batalla—, pero no juegues con fuego… ahora no hay nadie que te defienda…

—Si piensas romperme la mano, hazlo, no tengo tiempo para esto —se carcajeó ruidosamente. Realmente me asustaba, no entendía por qué tanto odio.

—Ganas no me faltan, lo cierto es que preferiría otra cosa —su tono me alertó y antes de que pudiera retroceder, alargó su fuerte brazo y apretó mi cintura pegándome a él. Sus labios estaban a un centímetro de los míos. Intenté zafarme desesperada, quería poner distancia entre los dos, era imposible, su tamaño era similar al de Liam: tipos muy altos, fuertes y que de un apretón podían romperme una costilla si deseaban.

—¡Suéltame! —exigí con la quijada apretada, volteando mi rostro. Me sentía muerta de miedo, sus ojos me decían con claridad lo que tenía en mente. Intenté darle un puntapié, no lograba ni siquiera mover las piernas por la posición en la que me tenía.

—¿Qué hay entre tú y Liam? —me preguntó casi rozando mis labios. Su aliento estaba casi dentro de mí. Sentí unas náuseas tremendas y continué forcejeando irritada. Al ver que no contestaba, me zangoloteó exigiendo una respuesta—. ¡Dime! ¡dímelo, con una mierda!… —rugió sobre mi boca. De pronto pegó sus labios a los míos con violencia y se separó sin soltarme. Sentí ganas de llorar, de golpearlo, de limpiarme de inmediato. Sonrió triunfante para un segundo después lamerse los labios con prepotencia.

—¡¿Qué diablos pasa contigo?! Estás enfermo, no hay nada. ¡Déjame! Me estás lastimando y además, eres un asqueroso, no vuelvas a tocarme —logré decir con voz temblorosa, me soltó con un pequeño aventón, que me hizo trastabillar al tiempo que limpiaba la zona donde dejó su aliento.

—Escúchame muy bien, más te vale que te alejes de él y de cualquiera de nosotros ¿comprendes?... No quiero volver a repetírtelo, eres apetecible, bastante, pero jamás me rebajaría por muchas ganas que te tenga. Y te advierto que la próxima vez no seré tan… «educado» y olvidaré mis prejuicios. Y diles a tus «amiguitos» que si todo esto es una estrategia, verán mierda, porque no lograrán lo que se proponen, nadie pasa sobre nosotros ¿está claro? —amenazó furioso de nuevo muy cerca de mí. ¡¿Qué le pasaba?! Una sensación molesta recorrió mi torrente. Los nervios me hicieron su presa y no lograba moverme.

—No sé de qué estás hablando… —intenté sonar muy segura, pero mi voz se quebró. Tenía miedo, su mirada estaba desorbitada, parecía no pensar con claridad.

—Espero que digas la verdad… si no es así…

—Sí no es así, ¡¿qué?! —no vi cuando Max y Ray entraron. Solté el aire contenido. Se acercaron furiosos ubicándose a mi lado. En ese momento regresó mi alma al cuerpo—. No te acerques a ella ¿entendiste? Te juro que si lo haces de nuevo te arrepentirás. En serio estás perdiendo la cabeza, tantos golpes no te han caído bien —ambos estaban ahora frente a mí a unos centímetros de él. Continué limpiando mis labios, sin dejar de observarlo, con rencor y asco.

—¡Pero si aquí están los súper héroes! ¡Dios, si estoy temblando! —se burló—. No sé qué les ha dado esta «niñita» y me importa un carajo… —movió el rostro para clavar sus odiosos ojos sobre los míos, al tiempo que me amenazaba con un dedo—. Ya escuchaste.

—¡Lárgate! —rugió Max. El gorila patán, o mejor dicho, desquiciado, subió las manos en rendición, carcajeándose.

—Está bien, ahí se las dejo, disfrútenla rápido, porque hay fila —¡Tarado! Se dio la vuelta y desapareció tranquilamente. Lo observé alejarse, respiré profundo todavía temblando y pasando otra vez el antebrazo por la boca, tenía ganas de devolver el estómago, de lavarme con un desinfectante.

—¿Estás bien? —Asentí intentando pasar saliva. Las cosas con él estaban llegando demasiado lejos—. ¿Qué te dijo?, ¿por qué te amenazaba? —Me miraban preocupados.

—Yo no-no lo sé —¿Qué se supone que les dijera? Odié, literalmente odié, haberme metido en esa situación, todo se enredaba por mi culpa, por no decir la verdad, por temer perderlos.

Max rodeó mis hombros y me guió afuera.

—¡Es increíble! —Ray estaba rojo de la furia, apretando los puños con impotencia—. ¿No se cansan? —preguntaba a Max, ignorándome por un segundo.

—Sabes que no, así son, pero lo de ese imbécil ya es terquedad —entendí de inmediato que se refería también a mi novio. Bajé la mirada sin poder defenderlo. De pronto los dos me observaron.

—Kyana, a lo mejor deberías dejar de darle tutorías a Liam… Esto no va a terminar bien… créeme —Max estaba frente a mí, tomándome por los hombros, buscando mis ojos. Lo cierto es que lo único que quería era estar sola, no que me estuviera diciendo aquello.

—¿Qué pasa? —Se acercaron Annie y Robert. Al verme, se colocaron a mi lado, intenté sonreír, los labios no respondían.

—Le estamos diciendo que esas asesorías a Liam pueden traerle problemas —anunció Max. Robert lo observó confuso. Ambos me estaban esperando para irnos.

—¿Por qué lo dices?

—Porque Roger no la deja en paz…

—Es un mandril. No le puede hacer nada —argumentó Robert con firmeza. Max tomó mi mano y le mostró mi dedo aún en recuperación.

—¿Nada? Ya no estoy tan seguro. Si quieren mi opinión, está fuera de control.

—¿Te hizo algo Roger, de nuevo? —dedujo Annie preocupada.

—No… —mentí. Ray me interrumpió.

—Porque llegamos nosotros.

—Piénsalo, Kyana, no los conoces, es por tu bien —Max lo decía en serio, pero eso era lo último que haría. Al pensar de nuevo en él, ojeé mi alrededor. Gracias al cielo no lo vi, aunque sabía que eso no garantizaba nada, siempre se las arreglaba para observarme sin que me diera cuenta.

—Bueno, basta, la voy a llevar a su casa, esto no debió ser nada agradable —Annie rodeó mis hombros mirándolos severamente; clara señal de que se callaran.

—Tienes razón, mañana nos marcamos… —Asentí sin pensar y los tres nos alejamos. Ya en el auto Robert fue el primero que habló.

—No tienes que hacer nada que no quieras… lo dicen porque se preocupan.

—Lo sé.

—Además, Liam no va a permitir que pase nada ¿no es así? —Giré de inmediato y lo miré con los ojos bien abiertos—. No te espantes, es obvio que a Liam le «caes» particularmente bien —Annie asintió concentrada en el camino. ¿Qué podía decir? Nada, la predilección de Liam hacia mí era tan notoria que lo que argumentara estaría de más—. Es solo que ellos no lo entienden, ciertamente es extraño…

—Y no lo has visto en literatura… —silbó Annie.

—Kyana, no lo conoces. Él… no toma nada en serio… —Robert ahora parecía algo tenso. Ahí iba todo de nuevo. ¡No por favor!

—Bueno, el fútbol sí… —admitió Annie mientras apagaba el auto frente a mi casa, con un dejo de sarcasmo.

—De acuerdo, solo eso —admitió Robert—. No quiero alterarte más, pero ten cuidado, no confíes demasiado, es todo… —quería gritarles que se callaran, no soportaba que hablaran así de Liam; sin embargo, no podía decirles lo que él me había confiado sin delatarnos. Era como vivir dos vidas y una no era en lo absoluto compatible con la otra. Lo cierto es que me daba terror que al final tuvieran razón. Robert sujetó una de mis manos apretándola tiernamente—. Sé que no tienes idea de lo que hablamos, no llevas ni un mes aquí, pero ya estamos muy encariñados contigo y tenemos la obligación de advertirte —intenté sonreír, no pude.

—Gracias, Robert, lo tomaré en cuenta. Los veo después… —salí del auto y me dirigí a casa sintiendo nuevamente esa angustia en mi pecho, necesitaba verlo.

Fui directo a mi habitación y me recosté cerrando fuertemente los ojos. Ya no quería pensar… tenía ganas de desaparecer. Las cosas con ese chico se estaban saliendo de proporción y ¿cómo le diría a Liam lo que sucedió?, se pondría furioso. ¡Maldición!, ¿por qué me había metido en ese lío?, todo iba tan bien antes de todo eso… De pronto, sin más, sus labios sobre los míos inundaron mis pensamientos, sus manos acariciando de esa dulce manera mi mejilla, sus ojos perdidos en los míos, su aliento consumiendo el mío, sus narcóticas palabras despertando a todas las mariposas que no sabía existían dentro de mí. Esa era la razón. ¡Dios! Esperaba estar haciendo lo correcto y no dirigirme por mi propio pie a un gran problema.

—Kya… hija… —escuché que mi madre me hablaba a los lejos. No fui consciente en qué momento el sueño me venció, por lo mismo desperté desorientada. Ya era de noche. Se hallaba a mi lado moviéndome tiernamente—. Llevas mucho tiempo dormida, ¿todo bien? —estaba preocupada. Me senté y asentí, frotándome los ojos.

—¿Qué hora es?

—Las ocho y media… —¡Guau! Más de tres horas desconectada del mundo. Me levanté de inmediato.

—Mamá, la cena… —sujetó mi brazo e hizo que me sentara a su lado sonriendo.

—No te preocupes, ya la hice, intenté esperarte, pero estabas profundamente dormida… te dejé un plato servido.

—Lo siento, creo que estaba muy cansada.

—Me di cuenta, ahora te aconsejo que eches agua a esa carita porque Liam está abajo… además, voy a salir con Ralph a tomar una copa, ¿de acuerdo? —Al escucharla sonreí asintiendo contenta.

Me lavé el rostro pues aún tenía la almohada marcada y arreglé un poco el cabello que había quedado aplanado, por tanto tiempo recostada. Unos minutos después bajé. Lo busqué con la mirada. Estaba sentado en un sillón que daba la espalda a mí. Tenía el rostro hundido entre sus manos.

Me acerqué alegre de verlo.

—Liam —lo llamé sonriente. Se levantó enseguida al escucharme, me miró de forma extraña y enseguida me abrazó ansioso.

—Kyana, estaba muy preocupado —aspiré su aroma relajada. Junto a él todo parecía insignificante. Besaba mi cabeza una y otra vez mientras yo rodeaba su cuerpo deleitada.

Unos segundos después me separé lo indispensable. No le diría lo que ocurrió con ese tarado, no tenía caso. Definitivamente no sería quien generaría más conflictos, ya no.

—Me quedé dormida, lo siento —cerró los ojos un segundo, al abrirlos suspiró acomodando un cabello rebelde tras mi oreja.

—No sabía nada de ti…

—Lo siento… aquí estuve —se acercó, perforándome con la mirada lentamente, hasta que rozó mis labios.

—Perdóname tú a mí, creo que soy un poco… exagerado cuando se trata de ti. Es solo que te busqué y no daba contigo —parecía apenado, así que acaricié su melena rubia, que tapaba su frente.

—No pasa nada, ya estás aquí, eso es lo que importa y yo estoy indemne —sonrió asintiendo—. ¿Ya cenaste? —mi estómago comenzaba a exigir alimento. Negó—. Ven, vamos a ver qué hay… —Algo me iba a decir cuando mi madre apareció.

—Chicos, los dejo, regreso temprano, pórtense bien… —nos pidió, mientras verificaba llevar todo en su bolso.

—Claro que sí, Irina —me dio un beso, luego a Liam y salió rápidamente. La observé irse. Se arregló con esmero, cosa que no pasó para nada desapercibida, así que cuando desapareció solté la risa—. ¿De qué me perdí?

—De nada —tomé su mano y lo quise llevar hasta la cocina.

—Espera… —me detuvo por la muñeca. Arrugué la frente—. Sé lo que pasó en la escuela… —abrí los ojos sin saber qué decir. Recargó su cadera en el respaldo de un sillón y me arrastró hasta tenerme frente a él tomándome por la cintura. No estaba molesto, parecía triste—. Kyana, quiero que confíes en mí. Max y Ray me vieron salir y se acercaron para reclamarme ¿qué quería Roger?... —bajé la vista desconcertada. Eso no estaba en mis planes, con su dedo índice elevó mi barbilla para que lo viera—. ¿Te lastimó? —Ahora sí parecía molesto, negué enseguida—. ¿Entonces?

—Liam, está mal, cree que hay algo entre nosotros, digo, en eso no está equivocado, pero a él qué más le da. Piensa que es un plan de mis amigos para fastidiarlos… —mordí mi labio esperando su reacción. Me miró por un instante y luego sonrió tranquilo.

—Ven… —Me rodeó con sus brazos—. Kya, no importa lo que suceda, necesito saberlo, no quiero que cargues con todo sola, estamos juntos. En serio me preocupé mucho… vine… toqué… te hablé… nada… Confía en mí, no haré nada estúpido, ni algo que empeore las cosas, te lo juro, solo quiero evitarte este tipo de situaciones… —asentí recargada en su hombro—. Max y Ray estaban furiosos, no sabes cómo me alivia saber que llegaron para defenderte. Roger pierde la cabeza con mucha facilidad.

—Estaban muy enojados, creen que es por lo de las asesorías, me aconsejaron dejarlas…

—¿Y qué les respondiste? —sentí cómo su cuerpo se tensaba bajo el mío.

—Que no, no pienso alejarme de ti, ni por ellos, ni por nadie… —Se separó mirándome con un brillo muy especial.

—¿En serio?

—Sí, Liam, y aunque lo que pasó me asustó porque ya sabes… Roger es un poco… agresivo… —frunció el ceño al escucharme interrumpiéndome.

—Te hizo algo, ¿verdad?

—No, solo me amenazó, no quiere verme junto a ti —decirle solo esa parte era lo mejor. Él sonrió de nuevo.

—Pues se quedará con las ganas, ni en un millón de años te dejaré —acercó mis labios hasta los suyos acariciando mi rostro—. ¿Por eso te desconectaste de todo?

—No, bueno, creo que sí… La verdad es que sí tenía mucho sueño, me sentía agotada —admití ruborizada.

—¿Te encuentras mejor?

—Sí, ahora contigo aquí, definitivamente sí —Lo abracé cerrando mis ojos y con una sonrisa amplia en el rostro. Era cierto, ya no me preocupaba lo sucedido hacía unas horas. Lo único que interesaba era tenerlo cerca.

—¡Dios!, ¿qué me diste, Kyana? —murmuró contra mi cabeza, mientras la besaba—. No me volverás a ocultar nada ¿verdad? —negué de nuevo, sin verlo. Tenía razón, debía confiar en él y me sentía mucho mejor una vez que lo supo «casi» todo—. Entonces cenemos, yo también tengo hambre —aceptó divertido al escuchar mi estómago torcer una tripa. Sonreí relajada, bastante animada.

Para nuestra suerte, mamá preparó suficiente. En lo que yo calenté la comida, él intentó poner lo necesario en la barra que daba al comedor, preguntándome el paradero de cada cosa.

Cenamos uno frente al otro conversando sobre cosas sin importancia. Al terminar, recogimos todo y nos fuimos a la sala.

—Kya… estaba pensando, ya que no podemos andar por ahora libremente por aquí, ¿quieres conocer Georgetown? Está a cuarenta minutos, te va a gustar y… podemos caminar sin que nadie nos note.

—Sí, me encantaría —la idea sonó maravillosa.

—¡Hecho! Mañana paso por ti a mediodía, ¿te parece? —sonreí al ver su emoción.

—Sí. Y hoy… ¿qué quieres hacer? —No tenía experiencia sobre qué se hacía con un novio, menos un viernes por la noche y más aún, sin poder salir de ahí. Ya sé, ingenua, pero era verdad. Solía estar con mis amigos, salíamos a cualquier sitio y hacíamos alguna tontería. Con él, con él era distinto, todo lo era en realidad.

—Esto —Y me besó, sonreí contra sus labios.

—Ya, en serio —me perturbada estar a solas con él, ya no confiaba en mi cuerpo, se estaba volviendo un experto en traicionar a mi conciencia.

—¿Tienes fotografías de tus amigos? —preguntó comprendiendo mi nerviosismo.

—Montones…

—Me gustaría verlas, no te imagino de pequeña —arrugué la nariz, no muy de acuerdo con mostrárselas. Ya sabes: coletas, brackets, caras de llanto—. Por favor… —suplicó mirándome con sus ojos más grises en ese momento, no tuve más remedio.

—E-están arriba —tartamudeé. Tomó mi rostro y me miró serio.

—Kya, no tengas miedo de mí, no vamos a hacer nada estúpido, contigo quiero hacer las cosas bien. Tú marcarás el paso, ¿de acuerdo? —Asentí, enseguida, sujeté su mano para guiarlo hasta mi habitación, más relajada. No sabía en realidad cuál era «mi paso», menos cuando me tocaba y me besaba como lo hacía, pues en esos momentos solo desea tenerlo aún más cerca. Decidí que no importaba, junto a él, nada importaba. Sabía, de alguna forma, que todo ocurriría cuando correspondiera, sin presiones, ni nada, solo porque lo queríamos.

De pie, en el marco de mi puerta, observó todo minuciosamente. Yo entré sin esperarlo y doble la cobija que mi madre me había echado encima. Abrí mi armario y saqué unas cajas.

—Te ayudo —me las quitó y las colocó sobre mi escritorio—. Cuántos libros… —silbó parado frente a mi guardarropa, revisándolo, sin tocar nada. Sentí que un rubor me invadía. El único chico que ingresó hasta mi recámara fue Raúl y con él crecí, así que tener a Liam ahí… era irreal.

—Me gusta leer —intenté justificarme.

—Ya veo y… tienes un montón de música…

—Liam… —lo llamé ansiosa. Me sentía desnuda ante él. Giró y se acercó a mí enseguida. Al ver que le tendía un álbum, lo tomó encantado sentándose al borde de la cama. Me acomodé a su lado y lo abrí.

—Me encanta tu habitación, es como tú: dulce, sencilla y a la vez parece la de alguien de nuestra edad —No tenía remedio, me puse color escarlata de inmediato. Besó mi sien y observó atento lo que traía entre sus manos. Comencé a explicarle cada fotografía.

Así pasamos un buen rato. Rio con ciertas imágenes y me aduló hasta hartarse. Le describí cada evento en el que salía. Preguntaba si tenía alguna duda. Conoció a mi padre, a mis abuelos y a mis amigos. Las casas donde viví. Las fiestas de cumpleaños. Mis eventos escolares. Reuniones en casa de diferentes personas y amigos. En fin… más de mi vida.

Al llegar al último de los tomos ya nos encontrábamos acostados boca arriba, sobre la cama. Estaba recargada en su pecho y él sujetaba el álbum con una mano, mientras que con la otra acariciaba mi cintura. Era el de mis últimas fotos en Los Ángeles. Salía en unas divertida y haciendo diferentes gestos, en otras triste y llorando. Liam las miraba muy serio, intentando grabarse cada lugar, cada rostro. Al llegar a la última página, se me escaparon algunas lágrimas. Lo cerró dejándolo a un lado y me abrazó con ternura.

—A lo mejor no fue buena idea —dijo al fin. Elevé mi rostro, negué.

—Me gustó mostrártelas —Con él me sentía yo, no sentía la necesidad de fingir.

—Y a mí verlas, pero no quiero que estés triste, todavía es muy reciente… —En serio no le agradaba verme así. Era asombroso; me adoraba, lo podía sentir, oler, incluso tocar. Comprenderlo llenó mi pecho de un sentimiento aún más hondo. Su alma iba llegando poco a poco a un lugar muy profundo de mi ser, lo que sentía dentro de mí ya era irreversible, indestructible, lo sabía.

—Sí, pero gracias a ti… ya no me siento así. No podría regresar —confesé. Me observó sorprendido; un segundo después acercó sus labios a los míos. Nos besamos con paciencia, lento. Mordió mi boca sensualmente, mientras me acercaba más. Poco a poco la intensidad fue incrementándose. Invadí su interior con mi lengua. Gimió en respuesta girándome sobre la cama para quedar encima de mí. Recorrí su espalda con las palmas. Necesitaba memorizarlo, jamás soltarlo, ansiaba que su cuerpo quedara tatuado en mi tacto. Tenía enredada una mano en mi cabello y con la otra acariciaba mi rostro ansioso. Las respiraciones agitadas de ambos y el roce de la ropa contra la colcha, era lo único que se escuchaba. Me deseaba, lo deseaba, nos íbamos conociendo y comprenderlo lograba que el momento se tornara mágico, perfecto. De pronto paró abruptamente.

Abrí los ojos al no sentir sus labios. Me miraba ardientemente, tenía las mejillas encendidas y se hallaba sensualmente despeinado. Sentí la boca seca, observándolo deleitada. Estaba así por mí. Descubrir lo que podía generar en él fue amedrentador y encantador. Al ver mi reacción, la forma en la que lo contemplaba, sonrió besando mi frente. Sostenía su peso sobre sus codos, y respiraba igual de rápido que yo.

—Kya, no tienes idea de cuánto me gustas, y… no me lo pones fácil —No le respondí, no lograba que mi respiración se regularizara. Se quitó de encima y me abrazó para colocarme a su lado. Su pecho subía y bajaba, cada vez más lento. Tenía un brazo sobre sus ojos, no se movía. Si no nos hubiera detenido, las cosas habrían llegado demasiado lejos… ¡Ahg! Odiaba que mi cuerpo no me obedeciera, que hiciera todo lo contrario a lo que le ordenaba cuando se trataba de él, era como si pudiera accionar algún mecanismo en mí que desconocía y que me doblegaba ante el deseo de tenerlo cada vez más cerca.

Pasamos unos minutos así, ninguno de los dos habló.

—Kya, será mejor que bajemos. Tenías razón, venir a tu habitación no fue buena idea —admitió enseñando los dientes. Sonreí cándidamente. Acarició mi mejilla—. No me mires así, no sabes lo que provocas… —No tenía idea de a qué «mirada» se refería, solo podía verlo de ese modo. Besó mi nariz—. Vamos —bajamos agarrados de la mano.

Prendimos el televisor y encontramos una serie de comedia. Cuando dieron las doce mi madre no había llegado, aun así, Liam se levantó.

—Me voy, no quiero que llegue Irina y me encuentre aquí —No me gustó nada la idea, pero tenía razón. De cualquier forma, me alentaba saber que al día siguiente estaríamos juntos toda la tarde. Lo acompañé hasta la puerta, pero me detuvo cuando quise abrirla, tomó mi rostro con ambas manos e hizo que clavara los ojos en los suyos—. Kyana, no olvides, ni dudes, que ahora tú eres lo único que me importa… Haré lo que sea para que lo comprendas y para merecerte —Me abrazó enseguida. Supe, en ese momento, que aún se sentía ansioso por lo ocurrido en la escuela y mi desaparición por la tarde—. Paso por ti a las doce ¿bien?

—A las doce —repetí, ahora lo detuve yo—. Liam… tú también eres ya lo más importante para mí —sonrió y rozó mis labios rápidamente.

—Eso espero, no me gustaría que me rompieras el corazón…

—No lo haré —prometí convencida.

—Nos vemos mañana, descansa —y se fue.

Esa noche dormí sin problemas. Pensé que gracias a mi gran siesta sería complicado, no fue así. Ni siquiera supe cuándo mi madre cruzó la puerta principal.

Por la mañana desperté temprano y preparé desayuno para las dos. La esperé para que comiéramos juntas y decirle sobre mi salida.

—Cuando llegué estabas bien dormida —tomó café sobándose la sien, al parecer las copas se le habían pasado. Reí para mis adentros.

—Sí, Liam se fue a las doce —comenzó a picar los huevos que preparé—. ¿Y tú? ¿llegaste muy tarde?

—Después de la una, creo que tomé de más, no soporto la cabeza —me levanté, le acerqué un analgésico y un vaso con agua. Me dio un beso y se los tomó rápidamente.

—Mamá… Liam me invitó a Georgetown, ¿hay problema? —normalmente no le pedía permiso, pero no sabía cómo se manejaban las reglas en cuanto a él. Dio otro sorbo de su café, mirándome serena.

—Kyana, no quiero parecer sobreprotectora, pero me da la sensación de que ese chico va muy en serio… —intentó sonar despreocupada, me encogí de hombros sin saber qué contestar.

—Nos estamos conociendo…

—Lo sé… por eso te lo digo. He visto cómo te mira… confío en ti hija… por lo mismo debo confesarte que me asusta un poco… Es demasiado rápido, abrupto ¿si me entiendes?

—Mamá, él también me gusta y… mucho, quiero intentarlo —respondí arrugando la nariz y enseñando los dientes, sonrió sin tener más remedio.

—Por supuesto, esa es tu decisión, pero debía hacer la observación. En fin… ve, conoce, diviértete. Solo recuerda pensar antes de actuar ¿de acuerdo? —Asentí alegre y continué comiendo. De pronto recordé que los chicos podrían llamar y mi madre seguro les diría dónde y lo peor: con quién estaba. Debía explicarle.

—Mamá, a lo mejor hablan mis amigos…

—No te preocupes, yo les diré que saliste, supongo que primero te marcarán al móvil.

—Probablemente y gracias, pero… si lo hacen, no les digas que estoy con Liam… no les cae muy bien, ¿comprendes? —dejó su tenedor sobre el plato y me estudió frunciendo el ceño. Claro que esa sería su actitud. Resoplé.

—¿Eso por qué? —jugué un momento con la servilleta, no quería contarle todo, creía que podría pensar mal de Liam y que ella lo admitiera en mi vida sin restricción para mí era importante, vital.

—Pues porque… es complicado, ellos tienen una rivalidad de mucho tiempo y creo que… se pondrían un poco… «celosos» —era prácticamente la verdad, así que la miré sintiéndome no tan embustera.

—¿En serio? —sonrió divertida.

—Sí…

—¿Qué quieres decir con eso de «celosos»?, ¿ya te han invitado a salir? —Casi dejo salir el aire contenido por la tensión. Mamá estaba muy intrigada, pero por otro tema al que yo supuse ¡Genial!

—Sí y… fue muy incómodo —confesé con una media sonrisa. Soltó una carcajada al ver mi expresión.

—¿Por qué?

—No sé… esas cosas no me agradan, ya lo sabes.

—¡Ay, Kya! ¿y cómo fue que aceptaste salir con Liam? —Buena pregunta.

—No sé… en realidad nunca me lo pidió… —Mi madre me escuchó como si estuviera contándole el chisme más interesante de la farándula.

—¿Entonces? —En ese momento descubrí que tenía ganas de que supiera parte de la historia. Yo solía omitir los detalles, así que no se sorprendería si no era muy explícita.

—Como ya te dije es a quien le doy tutorías de literatura y… supongo que le caí bien, aún no sé muy bien qué fue lo que pasó, pero insistió mucho para que fuéramos amigos… después de mucha insistencia, accedí.

—Es muy guapo sin duda y… juega fútbol americano, así que seguro es muy conocido ¿no es cierto? —las últimas palabras las entrecomilló con sus dedos.

—Sí… —susurré avergonzada. Parecía feliz de que yo le estuviera confirmando sus sospechas.

—Me lo imaginé y… ¿esa es la razón de su rivalidad?

—Supongo —no le mentía, solo omitía pedacitos, ¿no?—. ¿Ahora comprendes?, por ahora digamos que nadie lo sabe…

—Pues no veo cómo puedan esconder eso que hay entre ustedes, es bastante evidente —zanjó confusa. Ahora me veía más seria.

—Es solo por un tiempo, queremos que entiendan poco a poco nuestra… «amistad».

—Kyana, tú y él… no son «amigos».

—No —confirmé arrugando la comisura de los ojos. De verdad no se daba por vencida. Resoplé de nuevo—. Pero no quiero problemas con ellos, me caen muy bien —posó una mano sobre la mía.

—De acuerdo, no te preocupes, les diré que saliste a hacer unos encargos si llaman ¿Okey? —suspiré más tranquila.

—Gracias, mamá…

—No hay problema. Pero… me gustaría que pudieras vivir lo que sientes sin esconderte, después de todo ellos son tus amigos, deberían entender que entre ustedes surgió algo —eso era justamente lo que quería, sin embargo, las cosas eran complicadas.

—Sí, sé que pronto así será…

En cuanto terminamos, ella levantó todo y yo me subí a cambiar. Puse un poco más de esmero en mi imagen. Elegí un jean que no estaba muy gastado y sí algo ajustado. Un suéter de punto, cuello alto café, unas botas cómodas, por arriba de los pantalones. Dejé mi cabello suelto alisándolo y me maquillé como siempre, bueno, con un poco más de atención.

A las doce en punto el timbre sonó, bajé enseguida. Liam ya le informaba a mamá acerca de nuestra excursión. Al verme, paró en seco la conversación.

—Hola… —sonreí tímida. Mi madre me observó también y sonrió aprobatoriamente. Caminé hasta él, al tiempo que me tendía la mano.

—Vayan con cuidado y no regresen muy tarde.

—Sí, Irina. Llegaremos a las nueve treinta, ¿te parece?

—Bien, si se les hace tarde, no olviden avisar. —Asentí y le di un beso de despedida.

Arriba de la camioneta fui consciente de su penetrante mirada sobre mí. Me devoraba con los ojos, enseguida me ruboricé.

—Te ves… preciosa…

—Tú también te ves… guapo —y por supuesto era cierto; llevaba un jean que, para variar, le favorecía, junto con un suéter negro de cuello alto y manga larga que realzaba su espectacular cuerpo. ¡Dios, me dejaba sin aliento! Me besó con dulzura cada uno de mis labios y arrancó.

—¿Qué quieres escuchar? —Me tendió su reproductor, lo revisé, la mayoría era de mis grupos preferidos así que no tuve ningún problema en escoger.

—Tienes buena música…

—Ayer me fijé que en eso sí coincidimos —escuché una canción que me encantaba mirando por la ventana atenta. De pronto una duda me asaltó.

—Liam, ¿puedo hacerte una pregunta? —me miró asintiendo con una sonrisa.

—Es que, bueno, no has hablado de tu familia y… —le hice ver intrigada. Alcancé a notar cómo su cuerpo se ponía en tensión, enseguida se relajó.

—No hay mucho qué decir —parecía indiferente.

—No es justo, tú ya lo sabes todo de mí… —lanzó un suspiro, sabía que tenía razón.

—Solo tengo un hermano, dos años mayor que yo, él estudia fuera.

—¿Dónde?

—En Harvard, ciencias políticas.

—¡Guau! ¿y tus padres?

—A ellos casi no los veo —zanjó. Parecía no tener muchas ganas de hablar del tema. Eso me hizo sentir en desventaja, él no se había cansado de preguntarme todo acerca de mi vida y yo se la conté sin dudar.

—¿No viven contigo? —continué insistiendo.

—Sí, pero viajan mucho, prácticamente no están…

—¿A qué se dedican?

—Trabajan para el gobierno.

—Mmm, entonces siempre estás solo —negó manejando muy atento.

—En mi casa trabaja mucha gente, nunca estoy completamente solo —De verdad estaba sacándole la información con tirabuzón. Por otro lado, sentía que no me decía todo. ¿Por qué le incomodaba tanto el tema?, ¿tendría una mala relación con sus padres?, ¿habría alguna cosa turbia? Sacudí la cabeza haciendo a un lado esas ideas; a lo mejor su vida con ellos en efecto no era muy interesante, no había mucho que decir y el hecho le daba igual o lo lastimaba.

—Liam… ¿Qué sucede?, ¿te estoy incomodando? —posó una mano sobre mi pierna.

—Eso nunca. Lo siento, es solo que… para mí no es un tema importante. —Lo observé por un segundo y después perdí la vista en el exterior sin poder creerle—. Kya, no es que no quiera decirte. Mis padres no son como tu madre, tenemos una relación un poco… distante, muy lejana… eso es todo —asentí sin mirarlo. Si no quería decir más por hora estaba bien, aunque no por eso dejaba de dolerme un poco—. Mejor dime, ¿en serio has leído todos esos libros? Son un montón, yo creo que no he leído ni uno en lo que va del año… —era evidente que cambiaba de tema, pero si en realidad era así, no tenía caso seguir insistiendo.

El resto del camino conversamos sobre trivialidades, no volví a preguntar más sobre su familia y él no volvió a sacar el tema. Cuarenta minutos después llegamos.

Me llevó a los principales puntos de interés, parecía que conocía muy bien porque contestaba todas mis preguntas sin dificultad. Tomados de la mano caminamos mucho. Cada tres pasos lo detenía para tomar alguna fotografía de algo que me llamaba la atención y les pedíamos a diferentes personas que nos tomaran otras juntos. Moría por enseñárselas a Jane y Raúl.

Más tarde fuimos a la playa, alquiló un caballo y cuando menos me di cuenta, me invitaba a subir. Nunca me había trepado a uno y si he de ser sincera, me daba un poco de miedo, ya saben… no soy muy temeraria.

—Iremos juntos, anda, te va a gustar —me convenció con su sola mirada y no sé ni cómo acepté. Me ayudó a montar sin dificultad y luego subió tras de mí. Me sujetó fuerte por la cintura y lo hizo andar lentamente. El atardecer estaba comenzando y la vista era preciosa—. ¿Te gusta? —preguntó junto a mi oído. Enseguida sentí las mariposas en mi estómago y la piel erizada. Era hermoso, pero nada comparado con sentirlo tan cerca de mí, sujetándome de esa forma tan posesiva que me hacía sentir que nada podría suceder. Su cálido pecho me cobijaba y sus manos rodeaban mi cuerpo de una manera única, haciéndome sentir en el cielo.

—Sí… —logré decir con la boca seca. Besó mi cabello y continuamos. Lo manejaba sin dificultad, el animal le hacía caso en todo. No supe cuánto tiempo estuvimos ahí, lo cierto es que entre sus brazos podía pasar la eternidad y no importaba.

Cuando anocheció, regresamos y lo entregó. El frío se incrementó así que fue por nuestras chaquetas al auto y caminamos juntos por la playa, riendo y jugando. Le aventé un poco de agua, sin que él se diera cuenta y comenzó a perseguirme, al final me rendí sin remedio. Me tomó por la cintura cargándome a un costado de su cuerpo, no podía luchar, la risa no me lo permitía, cuando por fin me bajó, me ofreció su espalda para treparme, no lo dudé y me aferré a su cuello enrollando mis piernas en su cintura, me hacía sentir tan liviana como una pluma. Recargué mi barbilla en su hombro y seguimos riéndonos. Su olor me llenaba, era una mezcla de limpio, perfume y algo más… me encantaba.

Antes de las ocho nos dirigimos a un restaurante. Un lugar muy acogedor, con mesas pequeñas y velas que las iluminaban. La anfitriona nos ofreció una sin problema. El sitio tenía una vista impactante. Las luces de la ciudad centelleaban y se escuchaba el rugir del mar.

Al terminar mi platillo yo ya me sentía satisfecha en todos los sentidos, lo miraba feliz. Su expresión cambió de repente y tomó mi mano de forma solemne.

—Kya, necesito que sepas que estos días han sido los mejores de mi vida —Cuando me observaba así no podía evitar que mi boca se secara y que el pulso se me acelerara.

—Para mí también, Liam —Se acercó a mi rostro y rozó delicadamente mis labios—. Crees que… ¿entiendan lo que sentimos?

—Lo intentaremos, si no es así, no estoy dispuesto a dejarte, prefiero perderlo todo antes que eso… —lo decía en serio. La intensidad de nuestro sentimiento no era algo fácil de comprender, nosotros no lo hacíamos. Ya era inevitable, no podíamos separarnos. Kyana, lo vamos a lograr, después de todo no hacemos nada malo, es cuestión de paciencia…

—No estoy tan segura y la verdad es que… esto no me gusta… no quiero perderte.

—Eso no pasará, te lo juro, suceda lo que suceda —sonreí insegura. Eso esperaba.

Poco antes de las nueve salimos hacía Myrtle Beach. Llegamos justo a la hora que prometió.

Al entrar a la casa escuchamos voces en el comedor. Ahí se hallaban una mujer mayor que mi madre y un hombre bastante apuesto, un poco canoso, delgado y con rostro bien formado. Los tres tenían sus ordenadores abiertos y revisaban papeles. En cuanto nos vio mamá, se levantó.

—Hola… ¿cómo les fue?

—Bien. Buenas noches —giró hacia sus invitados y nos presentó.

—Mi hija, Kyana y él es Liam. Ella es Ely y Ralph —Ambos se pusieron de pie saludándonos con un fuerte apretón.

—Hola, chicos —señaló la mujer mirándonos aprobatoriamente.

—Mucho gusto —La siguió Ralph. Cuando lo tuve en frente, comprendí porqué estaba saliendo con él. Además de guapo, se veía muy amable.

—Estamos trabajando en un proyecto de la agencia… —Mamá parecía agotada; sin embargo, tenía un brillo especial en su mirada. Con que ese era el hombre en cuestión. Me pareció perfecto. Salimos a la terraza un segundo después. Hacía más frío, pero no era insoportable y bueno, quería estar a solas con él.

Con una enorme sonrisa provocativa en esa boca que me aniquilaba, rodeó mi cintura con familiaridad y me sentó sobre sus piernas. De inmediato me acurruqué recargando mi rostro en su clavícula, cerca de su barbilla. Saqué el móvil de mi abrigo y comenzamos a revisar las fotografías haciendo un recuento del día. Definitivamente uno de los mejores de mi vida.

A las doce moría de sueño, no quería que se fuera, ambos estábamos en silencio. Él tenía recargada la cabeza en la pared y yo en su pecho con los ojos cerrados. Podía quedarme así por siempre.

—Kya, es hora de irme… —negué lentamente sin moverme. Elevó mi barbilla y sujetó con dulzura uno de mis labios para después hacerlo con el otro— No quiero que tu mamá tenga quejas sobre mí, yo tampoco quiero dejarte —Me levanté resignada, tenía razón. Cuando estuvimos de pie me abrazó amorosamente.

—Mañana no sé si podré verte —me separé enseguida mirándolo un tanto decepcionada—. La temporada comenzará pronto, nos juntamos los domingos para afinar estrategias y planear los juegos —asentí intentando comprender. Tenía miedo de que se estuviera arrepintiendo, de que necesitara espacio… Existían momentos en que me descubría desconfiada, eso me confundía y me hacía sentir mal. ¿Pero cómo evitarlo? Acunó mi barbilla, serio—. Por favor… soy consciente de que no confías del todo en mí, lo leo a veces en la manera que me miras. Te quiero, créeme que preferiría mil veces estar contigo que ahí. ¿Sabes algo? Antes no existía nada más importante y ahora… siento que me estorba. No quisiera despegarme nunca de ti… —no quería dudar, necesitaba creerle, si no sufriría mucho y lo haría sufrir a él. Sin embargo, era muy difícil, ni yo comprendía cómo podíamos estar juntos, cómo estaba sucediendo todo. Me sentía vulnerable, odiosamente insegura a veces. Paré mis pensamientos de inmediato, debía controlarme y ser inteligente.

—No tienes que explicarme, entiendo —caminé a la entrada de la casa olvidando mis tonterías. Detuvo mi andar y me volvió a abrazar.

—Kyana, el entrenamiento es todo el día, termina tarde. Si puedo escaparme no dudes que lo haré…

—Liam, no tienes qué hacerlo. Sé que eso es muy importante para ti, eres el capitán, no puedes escabullirte. Además, no soy una niña, ni quiero ser posesiva, te juro que entiendo, es solo que te extrañaré y todo esto es tan nuevo para mí que no sé cómo reaccionar. No me hagas caso —Sin más me besó ansioso y le respondí de la misma forma. Era la verdad, tenía que entender y debía confiar en él. Me quería… lo sentía en cada caricia, en cada beso, en su mirada y en lo que hacía cuando estaba a mi lado. Él sonrió intranquilo.

—Y pensé que el posesivo era yo. Que me extrañes un poco me gusta…

—Siempre te extraño y no «un poco», sino mucho —sonrió complacido ante mi confesión. Besó mi frente absorbiendo mi aroma, adoraba que hiciera eso.

—Si no termina muy tarde, te marco, ¿de acuerdo?

—Sí —Diez minutos después ya estaba en mi cuarto tumbada boca arriba sobre la cama. No quería hacerlo sentir así. Era la segunda vez que decía que me quería y aún no podía contestarle. Creía que si lo hacía, quedaría completamente expuesta ante él y eso me asustaba.

Me puse el pijama y cuando salí del baño ya tenía un mensaje.

«Gracias por el mejor día de mi vida, descansa».

Tenía la capacidad de hacerme olvidar cualquier sentimiento negativo con tan solo un texto en mi móvil, increíble.

«Para mí también fue mágico. Suerte mañana».

Me acosté un segundo después, abracé su sudadera y me dejé llevar.

Por la mañana hice los deberes después de desayunar. Mi madre terminó al parecer muy tarde, pues continuaba dormida. Antes de las once sonó mi móvil, otro mensaje.

«Voy para el entrenamiento, muero por darte un beso».

«Yo también. Buen día».

Continué concentrada en matemáticas, esa materia ya nunca sería igual para mí, ahora siempre me lo recordaría a él.

«Estoy afuera, por favor, solo uno».

Reí sonrojada. En serio era increíble, debí suponer que haría algo así, esa era su manera: arrebatada, impulsiva y por eso era que estábamos juntos, eso lo sabía. Ya me había duchado, pero traía puesto unos pants viejos que no me gustaban en lo absoluto. Ni hablar. Me hice una coleta, revisé que no estuviera tan mal y bajé corriendo. Abrí la puerta y ahí estaba. Entró enseguida cerrando tras él, mientras me tomaba por la cintura. No lo dejé hablar y lo besé con tremenda ansiedad. Llevaba el conjunto deportivo del equipo, que para variar, se le veía espectacular y tenía aún el cabello húmedo. Dios, lograba alertar y entumir a la vez todos mis sentidos.

—Pensé que te molestarías… —admitió contento.

—¿Por qué?, yo también lo quería…

—Te ves… muy linda así —Me hizo un poco hacia atrás para observarme mejor. Entorné los ojos.

—No es verdad, es solo que no esperaba vinieras.

—Definitivamente me gustas de todas las formas —¿Cómo no quererlo?, ¿cómo no perder la cabeza por alguien así? Le di un pequeño empujón coquetamente. De repente se puso serio—. Creo que no iré, quiero estar junto a ti hoy, mañana, pasado, el resto del tiempo —acaricié su rostro conmovida. Mi corazón palpitaba frenético, incluso creí que lo podría escuchar.

—No puedes faltar, es tu responsabilidad. Estaremos bien —asintió desganado. Lo besé de nuevo y enseguida se fue sin mucho ánimo.

Dos horas después de eso Max me marcó para invitarme al cine. Irían todos y pasarían por mí alrededor de las cinco. Dudé en aceptar. Lo cierto era que no había salido con ellos el día anterior y necesitaba mantener la cabeza ocupada, no llevaba ni dos horas sin verlo y ya lo extrañaba demasiado.

La película fue de acción y suspenso, así que las dos horas pasaron rápidamente. Antes de entrar le mandé un mensaje a Liam, sabía que probablemente no me contestaría ya que debía estar jugando. Saliendo fuimos a un restaurante de comida rápida. Reímos y comentamos sobre los típicos errores de la cinta que acabábamos de ver.

—¿Pensaste lo que te dijimos el viernes, Kyana? —negué despacio observando a Max. Al parecer ya todos sabían a qué se refería porque no preguntaron nada.

—Ojalá lo evalúes, creo que es lo mejor —Ray lo decía en serio aunque sonreía para suavizarlo.

—Él no se ha portado mal con ella, me parece que exageran… —espetó Lana con simpleza. Annie asintió al igual que Robert y Emma.

—Es tu decisión, solo que queremos evitar problemas —Billy lo decía comprensivo.

—Chicos, les agradezco de verdad que se preocupen, valoro todo lo que han hecho por mí desde el primer día. Sé que entre ustedes hay… problemas desde antes que yo llegara, no quiero provocar más, pero no estoy haciendo nada malo, entiendan que yo asumí un compromiso y lo debo cumplir y él ha respondido.

—Tienes razón, probablemente exageramos. Tú no tienes la culpa de lo que antes sucedió, parece que él lo entiende mejor que nosotros —admitió Ray pensativo—. Pero… si llega a suceder algo, ¿dejarás de ayudarlo? —Asentí muy segura—. En cuanto a Roger, se está pasando de la raya, si sigue así lo denunciaremos ante el concejo estudiantil… —todos estuvieron de acuerdo con Max y yo también, ya me tenía harta.

Pasaban de las ocho cuando mi celular sonó, al ver el número, me separé un poco de ellos. Me ubiqué junto a una ventana viendo el exterior.

—Hola…

—Hola, Kya. Acabo de ver tu mensaje… —al escucharlo olvidé dónde estaba. Comencé a jugar con la calcomanía que estaba adherida descuidadamente sobre el vidrio.

—Lo imaginé, ¿cómo va todo? —se escuchaba agitado.

—Bien, falta una hora ¿y tú?, ¿te gustó la película?

—Pues… sí, ya sabes… asesinatos… persecuciones… esas cosas…

—Intuyo que no son tu estilo —alcanzó a percibir divertido.

—No me desagradan, tampoco son mis favoritas…

—Es bueno saberlo —escuché que lo llamaban, seguramente su entrenador—. Kya, debo irme, en cuanto salga te marco ¿de acuerdo?

—Sí, suerte… —susurré triste. De pronto su tono cambio, ahora era serio.

—Te extraño…

—Igual yo —sonreí bobaliconamente. Moría por olerlo, por abrazarlo y por verlo.

—Con eso me conformo… me voy, cuídate —colgué y me dirigí de nuevo a la mesa. A las nueve ya estaba en casa. Mi madre aún no llegaba. Prendí el ordenador y revisé mis correos. A las diez el timbre sonó. Bajé tranquila, no quería decepcionarme.

Era él.

—Hola…—entró cerrando lentamente. En cuanto lo tuve cerca lo rodeé ansiosa—. Dios, te extrañé tanto… —susurró contra mi cabello mientras me daba pequeños besos. Me separé, busqué sus labios poniéndome de puntillas, él bajó la cabeza y me devoró ansioso—. No podía esperar hasta mañana, media hora es media hora —Me guió hasta la sala. Se sentó y como el día anterior, me acomodó sobre sus piernas. En ese momento me sentí completa y asombrosamente feliz.

—¿Cómo estuvo tu entrenamiento? —lucía agotado, demasiado.

—Largo… muy largo… así son, pero nunca se me había hecho tan pesado.

—Te ves exhausto, Liam —con un dedo comencé a recorrer sus cejas y sus pómulos. Cerró los ojos sonriendo lánguido. Continué trazando líneas en su rostro delicadamente, no se movió, parecía muy relajado. Lo besé, respondió con ternura, despacito.

—Se siente tan bien, Kya —no contesté, me extasiaba su expresión de completo abandono—. Me hubiera gustado ir yo al cine contigo —paré. Abrió los ojos sonriendo.

—¿Crees que a mí no?

—Ya iremos, ¿no es cierto?

—Es un trato —dije enarcando la ceja y ladeando levemente la cabeza.

—Mmm, ya verás, hay miles de cosas que quiero hacer a tu lado y te juro que las haremos… todas.

—Lo sé —escuché el auto de mi madre. Ambos nos separamos de inmediato. Vio el reloj. Ya era hora. Nos miramos con desilusión.

—¿Algún día sería suficiente el tiempo juntos?

No, ahora estaba convencida de que nunca sería así, Liam ya estaba en mí y yo… en él.

Muy profundo
titlepage.xhtml
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_000.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_001.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_002.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_003.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_004.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_005.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_006.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_007.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_008.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_009.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_010.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_011.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_012.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_013.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_014.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_015.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_016.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_017.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_018.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_019.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_020.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_021.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_022.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_023.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_024.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_025.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_026.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_027.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_028.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_029.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_030.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_031.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_032.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_033.html
CR!B7R541QCMS2C10T0REF0H6D83SP7_split_034.html