Me encerré en la recámara. Tomé el pijama. Después de ponérmelo, me acosté. Metí la mano bajo la almohada y saqué su sudadera. Aún olía a él. Absorbí su aroma abrazándola ansiosa, no dormiría con facilidad. Eso solía pasar cuando algo me tenía inquieta.
Y es que la conversación con él en el mirador, sus confesiones, su… historia, dolió. ¿Cómo fue que los dos perdimos la cabeza y la razón por la clase de personas que juramos nunca aceptar en nuestra vida? Liam nunca quiso a quien no fuera igual a él. Yo… yo siempre odié a los de su clase. El destino era realmente extraño, al fin lo entendía: prejuzgar, enjuiciar, rechazar… todo eso no tiene ningún sentido, ni justificación, menos si no se conoce desde el fondo las razones y porqués de las personas.
Perdida, observando a través de la ventana, acostada sobre la cama, me deleité contemplando las copas de los árboles mecerse tranquilamente, con el aire un poco frío del exterior. Sin darme cuenta eso logró relajarme, no supe cuándo al fin cerré los párpados.
Annie pasó por mí. Robert y ella quisieron saber con quién me marché a casa el día anterior.
—Con Liam —escupí rápidamente. Ambos me miraron y se carcajearon animosos.
—De verdad que las cosas están cambiando —expresó Robert, sereno. Lo observé sonriendo. No me preguntaron más, por lo que cambié el tema por algo de la clase de ciencias, funcionó.
En el almuerzo hablamos de cosas sin importancia, eran en serio agradables. No sabía nada de Liam para ese momento, por lo mismo me sentí más tranquila, aunque si era sincera, moría por verlo.
Cuando entré a literatura, no estaba. Pasaron varios minutos y no apareció. Mis palmas sudaron. Miraba una y otra vez la puerta. Ni él, ni ninguno de sus dos amigos se asomaron. Tomé mi mochila discretamente y busqué el móvil. Parpadeaba. Piqué la tecla central y vi que tenía un mensaje de Liam. No lo había escuchado.
«Kya… hoy tenemos entrenamiento especial… Te veo a las cuatro… Te extraño».
Sonreí, ahí estaba mi respuesta. Perdida escuchando al profesor, me di cuenta de que su ausencia la percibí desde que bajé del auto… Ya no lo podía evitar.
En el segundo receso nos reunimos en el jardín, bajo un árbol. Intercambiamos apuntes hablando distraídamente. Un alboroto se escuchó, enseguida alzamos la vista. El equipo de fútbol, todos iban llegando en diferentes autos.
Caminaban juntos rumbo a nuestra dirección, reían y se aventaban entre sí por algo que otros decían. Esa era la entrada trasera del instituto, estaba rodeada por grandes áreas verdes donde solían pasar el tiempo los estudiantes en el segundo receso y por donde se entraba si se venía del estacionamiento.
Nadie dejaba de verlos y es que era imposible, resultaban «llamativos», por así decirlo. Iban sin su uniforme, con sus grandes cuerpos y he de confesar que, en su mayoría, no eran nada feos. En un segundo grupo llegó él. Vestía una playera negra que, si bien no era ajustada, lograba que se adivinara su espectacular cuerpo, un jean ya gastado como los que solía usar y tenis oscuros.
Mi boca se secó. Reía por algo que le acaba de decir a Kellan. Bajé la mirada enseguida y continúe pasando los apuntes del día anterior sobre literatura, intentando concentrarme. Si lo veía a los ojos, sabía que notarían mi interés por él.
—Te está mirando —murmuró Lana en secreto, pasmada. Supe enseguida que se refería a mí, alcé el rostro, nerviosa. Ya estaba prácticamente a unos metros de donde me encontraba y… en efecto, lo hacía intensamente logrando con ese potente gesto que mi cuerpo despertara. Mis pulmones se hicieron pequeños y mis mejillas se enrojecieron. ¡Diablos!, no debería hacer eso, quería mandar todo al demonio y saltar sobre él.
Por un minuto juré que se acercaría, no lo hizo, solo elevó la mano saludándome con una enorme sonrisa dibujada en esos perfectos labios. Respondí con timidez, continuó por su camino. Intenté poner atención a lo que escribía, ¿qué estaba copiando? Observé mi libreta, desorientada. El ambiente se volvió a sentir cargado, no me atreví a encararlos.
—Le… gustas… —escupió Edwin seriamente con voz queda, como si al fin comprendiera todo lo que ocurría. Sentí un sudor recorrer mi cuerpo, mordí mi labio nerviosa.
—Kyana, ¿podrías explicarme lo de ayer? No comprendí muy bien esta parte —Annie señaló un párrafo de mi cuaderno que no era en absoluto complicado. La miré sonriendo y ella, en respuesta, me guiñó un ojo. Todos ignoraron el comentario de Edwin y continuaron con lo que hacían como si nada hubiera pasado. Sin embargo, Max y Ray sí me observaban intrigados de vez en vez, no se la tragaban.
Caminaba hacia mi clase de historia con Emma a un lado, cuando la alerta del móvil sonó. Lo saqué y discretamente lo leí.
«Me matas, ya quiero verte».
Esos mensajes me ponían de mil colores.
«En hora y media… también me gustas» Le contesté.
Mi amiga y yo nos sentamos en los lugares que solíamos.
—Lo que dijo Edwin, me parece que es cierto… —abrí los ojos como platos. Ella tenía la barbilla sobre sus manos elevadas por sus codos y me observaba sonriente, pícara en realidad.
—¿Q-qué dijo? —fingí demencia intentando sonar inocente. Emma rio dándose cuenta de que sabía perfectamente a qué se refería.
—Lo de Liam, tú a él le gustas.
—¿Por qué piensas eso? —logré preguntar sintiendo mis palmas húmedas.
—Por todo lo que ha estado pasando desde el sábado. Sé que no lo conoces, pero nosotros sí y… algo le interesa de ti —sacudí la cabeza negando firmemente y miré hacia el frente seria—. Kyana, algo está cambiando en él… ¿comprendes? —giré de nuevo mi rostro sin contestar—. Lo que sucedió en la playa, Liam no es así y… tú hablando con él ayer en el corredor… eso es más que extraño. A veces en el almuerzo, ve mucho a nuestra mesa, busca algo... Al parecer no lo íbamos a poder ocultar por mucho tiempo. No sabía qué era lo mejor a esas alturas. Puso una mano sobre mi hombro guiñándome un ojo—. No te preocupes, son conjeturas. Lo cierto es que no habíamos tenido tanto movimiento desde hacía mucho tiempo… —sonreí más tranquila al escucharla, en mi caso era igual. Lo único que no podía creer era que yo fuera el motivo.
En mi otra vida, constantemente las separaba, nunca fui un parteaguas. Vivía feliz, tranquila… Ya nada era como solía, ni siquiera yo. Sentía que no podía bajar de ese juego mecánico similar al de las ferias: donde te subes y en un segundo quedas de cabeza, para luego dar vuelta, a una velocidad estrepitosa. Todo era intenso, desconocido. Por primera vez en mi vida no tenía idea de nada.
Llegué unos minutos antes de las cuatro al edificio de tutorías. Me senté y comencé a repasar lo que le explicaría ese día. La puerta se abrió y entró cerrando tras de sí. No me dio tiempo de hacer nada; dejó caer su mochila, se hincó frente a mí y me besó tomándome por la cintura.
Sus arrebatos me encantaban. Rodeé su cuello respondiéndole deseosa. Sus labios exigían más y más, me invadió con su lengua y yo lo seguí sin dudar. Un minuto después se separó sonriendo, con los ojos cerrados, como siempre y recargándose en mi frente.
—Me hiciste mucha falta —tomé su rostro entre mis manos. Él abrió los ojos, tenía las pupilas dilatadas.
—Y tú a mí—admití. Sonrió triunfante. No era, ni soy, muy expresiva, así que al parecer sintió que había logrado avanzar un poco más conmigo al escuchar eso. Besó mi nariz al tiempo que se sentaba. Comenzó a sacar su material, relajado.
—¿Cómo fue tu día?
—Bien. Leí tu mensaje ya que había empezado literatura.
—Lo siento, olvidé decirte; para eso nos citó el entrenador —algo cambió en su mirada, una fugaz tristeza lo atravesó, enseguida volvió a ser el mismo. Supongo, que recordar lo del día anterior lo provocó.
—No pasa nada. ¿Y tu día? —intenté distraerlo.
—Veamos, contando que no pude verte en toda la mañana, pasable —me guiñó un ojo y comenzamos a trabajar.
Lucía cansado, tenía unas leves ojeras y aunque ponía atención, era evidente que pensaba en algo diferente a lo que le explicaba. Tenía un brazo descansando en el libro con el lápiz entre sus dedos, el otro lo detenía su barbilla en la palma de su mano sosteniendo todo su peso en el codo. Mientras yo hablaba contemplaba mi boca, mis ojos, mi cabello. Anotaba lo que le parecía más importante, pero no decía nada. Faltaban unos minutos para que la tutoría terminara.
—Liam, ¿sucede algo?, te ves fatigado y disperso —colocó ambos brazos sobre el libro.
—No dormí muy bien y… el entrenamiento fue fuerte —asentí—. Y distraído, un poco. Pero tú eres la culpable, no puedo dejar de verte. En serio no tienes idea de cómo me gustas, quisiera memorizarte —Me ruboricé enseguida. De verdad decía cosas que ponían mi corazón a martillear como un demente, sin embargo, lo entendía, sentía lo mismo.
—Terminamos —cerré el libro con resolución. Dudó.
—¿Segura?...
—Sí, creo que por hoy es suficiente —ahora fui yo la que le guiñó un ojo, sonriendo. Tomé mis cosas y comencé a guardarlas. Él hizo lo mismo. Ambos bajamos y caminamos hasta el estacionamiento, me guió hasta su auto y me ayudó a subir como si de una amiga se tratase.
—¿Sabes? Edwin y Emma creen que te gusto —Le comenté distraída. Sonrió divertido mirándome de reojo.
—¿En serio?
—Sí, de hecho él lo dijo frente a todos.
—Démosle un punto por ser tan observador.
—No bromees —lo regañé un tanto avergonzada—. Creo que comienzan a darse cuenta de que pasa algo —giré al exterior arrugando la nariz.
—¡Ey, Kya!, no te preocupes, eso es lo que queremos. No es fácil para mí esconder esta necesidad de estar contigo, quisiera que todos lo supieran. Muero de celos, sé que les interesas… —Ya no lo podía negar, me estaba dando cuenta de que era cierto, por lo menos con algunos.
—Liam, después de lo que me dijiste ayer … —Su expresión volvió a oscurecerse—, veo muy difícil que Max y Ray lo tomen bien… no sé qué hacer…
Ya había apagado el motor frente a mi casa. Puso una mano sobre mi pierna.
—Kyana, tú no debes hacer nada…
—¿Cómo?, no quiero escoger entre tú y ellos —bajó la mirada contrariado—. Te escogería a ti… —musité. Sus ojos brillaron, pero no se veía feliz.
—Eso no va a suceder, tú no tienes que sacrificar nada, ya bastante has dejado. Es tiempo, lo sé. Confía… —asentí, intentando sonreír—. Lo haremos poco a poco, está resultando… —tomó mi barbilla, observó su alrededor y me besó delicadamente—. Y si todos se enteran abruptamente —abrí grandes los ojos—, también lo solucionaremos. No es tan complicado —Su seguridad me tranquilizó. Reflexioné sobre sus palabras durante unos segundos.
—De acuerdo, como dices: debe ser cuestión de tiempo. Ahora creo que tú debes ir a dormir… en serio te ves agotado —suspiró asintiendo. Bajé del coche y me acompañó hasta la puerta.
—Kya, hoy tengo una cena en casa, no sé si pueda venir, intentaré escaparme, ¿de acuerdo?...
—No es necesario.
—Claro que lo es, quiero estar contigo —Me perdí en su mirada y asentí atontada, por lo que generaban en mi interior esos simples gestos.
Me sentía alucinada, enamorada, más feliz que nunca en toda mi vida, a pesar de todo lo que podría venir. Preparé la cena y me subí a hacer mis deberes, sin poder tocar bien el suelo de lo ensoñada que me encontraba. Chequé mis correos electrónicos y vi que Jane me había contestado, en todo el día no me buscó por el móvil. Parecía feliz y muy sorprendida por la noticia.
Mamá llegó justo cuando pensaba contestarle. Así que lo dejé para más tarde.
Estaba en mi recámara cambiándole distraída al televisor, cuando escuché el timbre. Supe que era él al instante. No había llamado y pasaban de las ocho treinta.
—Kyana, te buscan —gritó mi madre.
Bajé lo más tranquila que pude y, hablando con ella, estaba él. Parecía actor de Hollywood. Traía un traje color gris oscuro, con una camisa azul celeste que combinaba perfectamente. Supuse se había quitado la corbata y llevaba un par de botones desabrochados.
—Hola —Ambos nos miramos embelesados. Mamá decidió desaparecer de nuevo a la cocina. Alargó su mano hasta tocar la mía una vez solos.
—Pensé que no vendrías…
—Imposible… nadie me detendría —Me dio un pequeño beso. Lo guié hasta el jardín y nos sentamos en uno de los sillones de la terraza—. Me gusta mucho tu casa, es cálida… —estudiaba todo atento.
A mí también me agradaba y el jardín era lo mejor. Un gran cuadrado, con árboles y palmeras alrededor, tenía un asador de piedra hecho especialmente para la casa, ubicado de lado izquierdo y una terraza amplia que se encontraba justo saliendo de la sala, en la que se hallaba un juego de muebles de mimbre oscuro, con cojines claros muy cómodos.
—Era muy formal ¿verdad? —toqué la solapa de su saco. Nos sentamos sobre el mismo sillón. Yo subí los pies y abracé mis rodillas como solía hacer, solo que girada a su dirección. Él se encontraba completamente recargado y también me miraba.
—Sí, un poco —tomó mi mano y se la llevó a la boca—, pensé que nunca servirían el postre… —sonreí fascinada. Resultaba tremendamente atractivo—. Me ves muy extraño —Ya tenía la boca seca y las mariposas revoloteaban dentro de mi estómago muy agitadas.
—Es que… luces muy bien —admití sin reparos. Se acercó hasta mi rostro y lentamente me besó. Saboreaba cada pequeño roce, lo hacía sin prisa, disfrutando.
—De haber sabido que el traje tendría esta reacción en ti, lo hubiera usado antes. —reí divertida—. Kyana… cuéntame de tu vida allá, ¿cómo se llamaban tus amigos?, ¿qué solías hacer? No sé… todo —Se puso cómodo esperando a que me animara a hablar.
—No sé por dónde comenzar, Liam —acarició mi rostro sonriendo.
—Por donde tú quieras… —torcí la boca pensando un segundo. Me agradaba la idea de narrarle mi vida, que supiera más de mí.
—De acuerdo, pero si te aburro me dices…
—Lo prometo —rió sacudiendo la cabeza. Le relaté todo o por lo menos lo más importante. Fui avanzando etapa por etapa. Me ponía mucha atención, reía o se ponía serio, dependiendo de lo que le dijera. Varias veces mis ojos se rasaron: revivir todo era difícil. Él, en respuesta, me besaba una y otra vez apretando mi mano, en señal de apoyo. Eso me reconfortaba de inmediato. En medio de la conversación me recargué sobre su pecho y continúe. Liam revolvía mi cabello con una mano y con la otra, rodeaba completamente mi cintura.
—Todo esto ha sido muy duro… —me enderecé para mirarlo de frente, asentí.
—No quería mudarme. Todo mi mundo estaba allá, pero, ¿sabes? No es tan malo, cuando este año termine, los veré en la universidad, queremos ir a la misma —Su rostro se oscureció. No me dio tiempo de preguntar, porque enseguida volvió a ser él. Colocó una mano sobre mi mejilla observándome, parecía querer llegar a un lugar en mi interior que ni yo misma conocía.
—Sé que voy a sonar muy egoísta, sé que esto te ha dolido mucho… pero, me alegra que estés aquí a pesar de todo —Lo abracé de inmediato.
—Ahora a mí también —acepté, de inmediato nos besamos. Rodeó mi cuerpo con sus largos y fuertes brazos, envolviéndome sin problema, mientras yo me aferraba a su cuello, enredando mis dedos en su rubio cabello. Como siempre, él puso fin al encuentro. En esa ocasión ya no me sentí extraña, sino muy enamorada, paseaba en las nubes, con tan solo tenerlo cerca. Me recostó nuevamente sobre su pecho, dando tiempo para recuperarnos poco a poco. Un segundo después cerré los ojos acurrucada ahí, en ese lugar celestial, mágico en realidad.
Llevábamos cuatro días juntos y era como si apenas fueran unas horas o toda una vida. Con Liam todo era muy intenso, nada a medias. Mis sentidos estaban completamente despiertos, las horas sin él eran muy largas.
No tenía idea de qué sucedería… Solo sabía que no importaba, si él seguía a mi lado.
—Siento tanta paz cuando estoy contigo y… a la vez, todo dentro de mí es una revolución… —murmuró. Alcancé a sentir su aliento sobre mi cabello.
—Así me siento todo el tiempo —me acerqué de nuevo hasta su boca y rocé sus labios tiernamente. Me volví a acurrucar bostezando.
—Debes descansar, Kya…
—¿Qué hora es? —pregunté distraída.
—Casi las doce… —Me levanté como resorte. No tenía horario para verlo, pero… seguramente por la hora, mi madre no tardaría en ponerlo. ¡Diablos! Se incorporó tras de mí divertido—. Me voy —asentí nerviosa. Tomó mi mano y nos dirigimos hasta la entrada—. No te veré al finalizar las clases… —negué mordiéndome el labio. Sentía que en cualquier momento mamá bajaría. Me besó instintivamente. Parecía disfrutar mi ansiedad y comenzaba a creer que era una parte de mí que le atraía—. Te marcaré, ten cerca tu móvil.
—Sí… —me dio un último abrazo riendo y se fue.
Subí las escaleras nerviosa, cuando casi pisaba el último peldaño, me llamó. ¡Maldición! Cerré los ojos y respiré profundo, caminé hasta su cuarto.
—Acércate, Kyana… —no se veía molesta, sabía que algo me diría. Señaló un lugar a su lado en la cama. Me acomodé y esperé—. Kya, es un poco tarde, mañana tienes clases —asentí dócilmente—. ¿Te parece bien a las diez treinta? —En realidad no, pero creía que era justo, prefería no estirar la cuerda, para ambas era nuevo todo. Asentí resignada—. Kyana, mírame… —La obedecí. Acomodó tras mi oreja un cabello—. Hija… esto va en serio ¿no es así? —fruncí el ceño confundida.
—Creo que sí —admití.
—Mi amor, es tu primera experiencia, solo ve con calma ¿de acuerdo?...
—De acuerdo… —Después de un abrazo y un dulce beso, fui directo a mi habitación, los ojos se me cerraban.
Por la mañana, el sonido de mi celular me despertó. Era Liam.
«Buenos días… este será un día largo y ya te extraño…».
Sonreí como una tonta y le contesté sin demora.
«Hola, encontraremos la manera… Buen día».
Prendí la regadera y volvió a sonar.
«Me conformaré con un beso…».
«Eso no te lo garantizo…».
Me di una rápida ducha y para cuando salí, ya tenía otro mensaje.
«Pues te lo robaré…».
Y lo peor era que lo creía capaz. Enrollada en la toalla sentí el, ya tan conocido, rubor y revoloteo de mariposas dentro de mí.
«Debes comportarte».
Dejé el móvil sobre mi cama y me vestí riendo. El frío ya comenzaba a ser más fuerte aunque aún habían horas en el día que el clima era muy agradable. Así que busqué algo abrigador, no bromoso para ponerme encima.
De nuevo una alerta de mensajería… Corrí a mi cama como si se tratase de una competencia.
«Lo intentaré, aunque… será muy difícil».
Seguir con eso era inútil, al final él haría lo que quisiera y yo… no podría negárselo; me encantaba tenerlo cerca.
«Nos vemos en la escuela. Inténtalo de verdad».
En un minuto ya tenía respuesta
«Veré qué puedo hacer al respecto…».
Desayuné de prisa. Annie llegó unos minutos después.
—Kyana… te ves… animada —señaló Robert en la parte trasera del auto. Con él había hecho una conexión especial, al igual que con Annie y Emma, no es que los demás no me cayeran bien, al contrario, pero parecía que ellos eran un poco más flexibles y… el resto, sobre todo Max, Ray, Billy y Edwin me hacían sentir que era la manzana de la discordia, eso no me agradaba del todo. En cuanto a las otras chicas, no me sentía muy afín.
Crucé la puerta de la escuela cuando la alerta de mi móvil sonó.
«Imposible, no podré resistirme… Ni hablar, te robaré un beso, eso seguro».
Giré discretamente, sabía que me estaba observando, sentía sus ojos clavados en mí, su presencia. Lo encontré recargado en un árbol a unos metros de donde me hallaba. Levantó la mano saludándome sonriente. Me puse de mil colores mientras Annie y Robert seguían mi mirada. Lo saludé tímidamente.
—Esto es realmente extraño —Mi amiga me evaluó divertida y desconcertada. Robert asintió.
—Te está viendo, de nue… —No lo dejé terminar porque lo fulminé con los ojos, levantó las manos rindiéndose—. Está bien, no diré más… —Annie se carcajeó al instante.
—Gracias… —refunfuñé.
En matemáticas Max y Lana discutían por un trabajo en el que no se podían poner de acuerdo. Me senté a su lado y los observé sin prestarles mucha atención, solo podía pensar en sus labios, en sus manos, en sus ojos… ¡Dios, si seguía así haría combustión! Era tan bochornoso a veces estar enamorada. Al acabar la hora, nos fuimos a la cafetería mientras bromeábamos de alguna tontería. En cuanto Ray me vio, me saludó animoso.
—¡Hola, Kyana!, hoy te ves… muy bien… —Y pasó un brazo por mi hombro acompañándome hasta la mesa. ¡Maldición! De inmediato me sentí incómoda y por otro lado, no quería ni siquiera voltear, sabía que en algún lugar del gran comedor Liam nos estaría viendo y no estaría nada contento, yo no lo estaría.
Me zafé en cuanto pude y me senté junto a Emma y Annie.
Ambas me preguntaron algo sobre una serie de televisión que veíamos, mientras los demás discutían sobre fútbol. De pronto mi móvil sonó, sabía que era él, así que me aparté relajada.
«Kya, por favor escápate y ve a la parte trasera de la escuela, a un lado de la cancha, en el fondo, es seguro. Te espero».
Mis manos sudaron y sentí calientes mis mejillas.
«Liam, por favor, nos pueden ver».
Medio minuto después tuve respuesta.
«No hay nadie ahí nunca, inventa algo. Por favor, Kya…».
Respiré hondo.
«Está bien, ahí te veo en cinco…».
A quién engañaba, yo también moría por estar a su lado.
,Genial…».
Me senté simulando poner atención a lo que hablaban. Dos minutos después me levanté, fingiendo recordar de pronto algo, con mi libro en mano.
—Ahora vengo —le dije a Emma. Ella asintió sonriendo y volvió a poner atención en la charla.
Salí a toda prisa y fui hasta donde me indicó. Conforme me acercaba, habían menos personas y cuando por fin llegué, no había nadie. Miré en todas las direcciones y nada, tampoco lo veía por ningún lado. De repente una flor naranja, apareció frente a mí. La tomé sonriendo completamente enamorada. Sus manos me hicieron girar hacia él, tomándome por la cintura.
—Liam… —susurré pegada a su rostro.
—Sh —me besó ansioso y tierno. No tengo idea de cómo lo hacía, pero lograba conjugar demasiadas emociones en tan solo un gesto, una expresión o un roce de sus labios con los míos, me hacía sentir el ser más especial del planeta—. Es injusto —declaró en mi oído dejando una estela decadente con su aliento. Lo abracé extasiada absorbiendo su olor.
—¿Qué…? —pregunté, deleitada.
—Que ellos puedan esta tan cerca de ti y yo no… —Al escuchar aquello me separé y coloqué una mano sobre su mejilla. Lo decía en serio, lo pude ver con claridad en sus ojos revolcados.
—No digas eso... ahora estoy aquí…
—Lo sé, es solo que… me siento muy… posesivo respecto a ti…, ni yo mismo lo comprendo —acomodé mis brazos alrededor de su cuello para tenerlo más cerca.
—Te extrañé… —admití.
—Imagínate yo, y además… vestida así, sentí que te saltaría encima en pleno almuerzo —no iba diferente a lo de diario, sin embargo, no le presté atención, tan solo pude sonreír al pensar en los rostros de todos si algo así sucediera.
—Eres insufrible y… no te atreverías…
—No me retes, créeme que hoy he tenido que hacer un esfuerzo titánico; Ray no te quería soltar y… todavía falta el resto del día —suspiró fastidiado. Acaricié su nuca intentando ignorar lo de mi amigo.
—Liam, es tiempo, tú mismo lo dijiste —asintió no muy seguro escondiendo su rostro en mi cabello.
El timbre sonó. Gimió quejándose.
—Vamos, es literatura —me tomó de la mano instintivamente—. Liam, no podemos entrar así…
—Camina y yo te alcanzo en unos segundos.
—Está bien y… gracias por la flor naranja es diferente y me gusta—admití llevándomela a la nariz. Él sonrió complacido.
—Tú eres diferente y me enloqueces, Kya —no logré dar el primer paso, cuando jaló mi brazo y me besó rápidamente.
—Lo siento —patrañas, en realidad no se sentía culpable. Puse los ojos en blanco y sacudí la cabeza sonriendo mientras me alejaba.
Ya dentro de la escuela apareció de nuevo a mi lado. Mantuve la flor escondida dentro del libro que me acompañó al encuentro. Las miradas curiosas no se hicieron esperar. Me importaba poco, en ese momento solo podía pensar que me fascinaba. Guardé el libro en el casillero y saqué lo que necesitaba. Él me esperó fingiendo estar distraído. Unos segundos después nos encaminamos al salón.
—¿Crees que esta tarde me puedas poner al tanto de lo que ayer vieron? —Me preguntó Liam de pronto. ¡Vaya que era astuto! Ya cruzábamos la puerta, de inmediato me di cuenta de que mis amigos venían justo tras nosotros y obviamente escuchaban con suma atención lo que decía.
—Sí… no hay problema…
—De acuerdo, gracias. Esa fue la condición que el profesor puso para poder faltar —aclaró de manera casual, con desgarbo como solía. No supe si era cierto, pero asentí. ¿Qué más daba?, lo tendría un día más sin restricción. Nos separamos una vez adentro y me dirigí a mi lugar de costumbre, al igual que los chicos. Max y Ray me miraban confusos, mientras el primero se sentaba junto a mí. Me mordí el labio, sabía que Liam nos estaría observando.
—Ya no te vimos en la cafetería —era un especie de reclamo suspicaz. Fruncí el ceño.
—Tuve que ir a buscar unas cosas a la biblioteca.
—¿Y… Liam? —resoplé frustrada. Me desesperaba esa situación y no me gustaba nada mentir, pero… no iba a perder todo lo que había ganado.
—Liam, ¿qué?...
—Venía a tu lado.
—Sí, lo encontré en mi casillero —Me encogí de hombros como si eso fuese la cosa más normal del mundo y abrí mi libreta.
—¿En tu casillero? —preguntó sin creerlo. Lo miré torciendo la boca.
—Sí, justo ahí, ¿ya terminó tu interrogatorio? —soné dura pues me encontraba un poco molesta, el que fuera su amiga no le daba derecho a cuestionarme todo ¿no? Pestañeó varias veces y enseguida suavizó el tono.
—Lo siento… es solo que su actitud me parece muy extraña… no sé qué esté planeando y no quiero que te lastime —Le sonreí más relajada. Entendía que para él era muy difícil comprender las cosas, tenía un concepto de Liam que no podía refutar… se lo había ganado a pulso y me quería proteger, eso se lo agradecía.
—No te preocupes, Max, te entiendo y gracias, pero estaré bien —torció la boca inseguro.
—Eso espero…
Durante la clase sentí su mirada sobre mí, lucía… desesperado. Movía su cuerpo constantemente, no encontraba su lugar. Lo vi de reojo y algunas veces me atreví a hacerlo directamente. Se daba cuenta, por lo que torcía el gesto en algo que pretendía querer ser una sonrisa. Prefería verlo enojado que así, su actitud provocaba unas ganas tremendas de cruzar el salón y abrazarlo. Kellan también miró a mi dirección varias veces, tenía la misma postura que Max conmigo: no comprendía nada. Intenté ignorar lo más que pude todo el entorno. Para mi fortuna, mi amigo permaneció muy atento a la clase y no cruzamos prácticamente palabra el resto de la hora.
Inglés fue mi siguiente materia, así que cuando salimos me dirigí directamente hacia allá. La odiaba: reglas gramaticales y todas esas cosas no eran lo mío. Como si eso fuera poco, «las divas», como las apodé en mi cabeza, pasaban la clase observando como bichos a todos, intentado dejar en ridículo a quien pudieran y lo peor de todo, es que el profesor no decía nada, continuaba con su aburrida cátedra. Varias veces sentí que me veían a mí con especial desprecio. No sabía quiénes eran, tendría que preguntar a uno de los chicos.
En cuanto entré, ese trío de cacatúas me aventaron una diminuta bola de papel, giré y las encaré. Dos de ellas se burlaban entre sí, tres más me desafiaban con la mirada y el resto reía cínicamente. Resoplé hastiada y me dirigí hasta el asiento más alejado. En ese momento caí en cuenta de que así fue mi novio… Algo molesto oprimió mi estómago y pecho. Humillar a las personas porque sí, para sentirse más fuerte era… insultante. Por otro lado, no quería más problemas, desde el lunes no veía a Roger, sabía que era cuestión de tiempo.
Terminando la clase salí de prisa. Ray me esperaba a un lado de la puerta. Lo vi con alivio, aunque extrañada, a decir verdad.
—Ey —caminamos juntos por los corredores rumbo al jardín, donde estaban los demás.
—Kyana, espera… —me detuve sonriendo—. Sé que el lunes te hice sentir incómoda con la invitación, solo quería decirte que… no era mi intención. Bueno, tú… ya sabes… me gustas —Lo miré atónita. Ya estábamos a unos metros de nuestros amigos, que por supuesto nos observaban curiosos. ¡Diablos!
—Ray…
—No digas nada, por favor. Entiendo que por ahora no… sientes lo mismo, solo quería que lo supieras… —tenía la mirada gacha y se hallaba muy nervioso. Sentí pena por él—. Kyana… nuestra amistad no va a cambiar por esto, ¿de acuerdo? —asentí sin poder articular palabra, ¿por qué yo, por qué a mí?—. Todo seguirá como hasta ahora, te lo prometo.
—Yo, l-lo siento, Ray —susurré apenada. Colocó una mano sobre mi hombro amistosamente.
—No te preocupes, estas cosas pasan, no es tu culpa —Un segundo después ya se dirigía al sitio donde se encontraban el resto de mis amigos. Lo primero que vi fue la expresión triste de Emma; sabía lo que había sucedido. Sentí un nudo en la garganta y la seguí. Me senté al lado de ella colocando una mano sobre su pierna sonriendo algo culpable. Ella intentó regresarme el gesto, no lo logró del todo.
—Te lo dijo ¿verdad? —acepté con una leve inclinación de cabeza. Me sentía avergonzada.
—A ti, te… gusta Ray ¿no es así? —asintió sin siquiera disimular—. Qué idiota… —musité sin querer. Emma me miró divertida—. Lo siento, es solo que… pienso que vales mucho la pena, no sé qué esperas —era cierto; era genial.
—Gracias, Kyana. Créeme que tú también. Es por eso que has puesto a todos de cabeza…
—No… estás molesta ¿cierto? —Me preocupaba que se alejara por lo que acababa de pasar.
—Claro que no, esas cosas pasan…
Atletismo fue exhaustivo, ya comenzaba a habituarme. En historia Emma y yo presentamos un trabajo que teníamos en común. Al salir, Annie y Robert me esperaban para irnos juntos. No había vuelto a ver a Liam, ni tampoco sabía nada de él.
Al llegar a casa agradecí, como solía y me bajé alegre. Entré y me dirigí a la cocina para decidir qué prepararía de cenar. El timbre sonó y sin preguntar, abrí. Supuse que eran ellos y que algo habían olvidado decirme.
Error, era Liam. Su expresión me dejó muda. Proyectaba un cúmulo de sentimientos y yo no lograba dar con uno que lo definiera.
—Hola…
Entró sin decir nada, cerrando la puerta tras él. Me miraba muy extraño, por lo que seguí en silencio. Sus ojos me estudiaban buscando algo que no comprendí. De pronto, alargó su mano y acarició melancólico mi mejilla. ¿Qué le sucedía? Tomó aire y posó sus hermosos ojos sobre los míos de una forma única, fuerte, cargada de potencia. Mis palmas sudaron, sentí de inmediato la saliva espesa.
—Kya, no sé cómo sucedió, pero… tienes que saber algo: yo… te quiero… —abrí los ojos como platos ante esas asombrosas palabras. Las mariposas dentro de mí comenzaron a hacer su trabajo, solo que esta vez sentía que no me dejaban ni respirar pues revoloteaban frenéticas por todo mí ser—. Sé que… puede sonar muy prematuro, pero… es la verdad; te quiero, ya no puedo negarlo —me acerqué a él sin dudarlo y lo abracé. Dejó salir un largo suspiro de alivio y me rodeó posesivamente. Permanecimos así un rato.
—Liam… —musité contra su pecho cuando al fin el habla regresó. Me sentía tan segura así, envuelta en su olor, recargada en su amplio torso y a la vez tan perpleja, asustada.
—No digas nada, no ahora, solo quería que lo supieras… yo esperaré… —Las palabras se agolpaban en mi boca sin poder pronunciarlas. También lo «quería», lo que sentía no podía ser otra cosa, pero… algo me detenía, miedo supongo.
Un segundo después pegó con ligereza sus labios a los míos. Su roce era tierno, dulce, me demostraba con ello lo que acababa de decir. Pues acariciaba de manera sin igual mi boca. Su lengua me probaba con suavidad, su aliento se mezclaba con el mío de forma decadente. Respondí deseando transmitir por lo menos de esa manera lo que en mi interior había. Cuando se separó, sonreía mostrándome sus perfectos dientes.
—¿Segura que no eres un sueño? —no contesté, solo arrugué la frente sacudiendo la cabeza, todavía mis pulmones no funcionaban del todo bien, siempre me ocurría con él—. Jamás imaginé sentir algo como lo que tú me haces sentir, Kya. Sé que lucharé por ti, siempre, te lo juro —Y me volvió a besar. Era como estar en un mundo desconocido y hermoso. Con él todo era fácil, relajado y perfecto. Nuestros labios se separaron, apoyó su frente sobre la mía, como solía hacer, mientras mi pulso iba a toda máquina y mis mejillas las percibía sonrojadas. ¡Dios, me fascinaba!
—Tengo que irme, hay entrenamiento —me separé un poco, frunciendo el ceño. ¿De nuevo?
—Pero… ¿no entrenaron hace un rato? —Me di cuenta, justo en ese momento, que no confiaba por completo, ¿y cómo hacerlo?, todo lo que me dijeron sobre él y los demás, a veces hacía mella en mí, eran demasiadas cosas y no podía dejarlas de lado así nada más, por mucho que lo idolatrara. Sonrió despreocupado.
—Sí, ya va a comenzar la temporada y debemos tener mejor condición. Así es siempre —sujetaba uno de mis mechones enrollándolo en su dedo.
—¿Y nos veremos hoy?
—Claro, salgo a las ocho… —estudió mi cabello encadenado a su mano, parecía que eso le robaba toda la atención.
—Por cierto, mamá ya puso un límite de tiempo ayer —Me miró tranquilamente un segundo y enseguida continuó muy concentrado con lo que hacía.
—¿Ah, sí? Lo supuse, era lógico ¿cuál es ese límite? —A diferencia de cómo llegó, era otro, en serio parecía que se había quitado un peso de encima.
—Diez treinta —torció la boca asintiendo.
—Ninguna hora va a ser suficiente para mí, así que…
—¿Es verdad lo que me dijiste en literatura? —parpadeó sin recordarlo, parecía no entender de qué hablaba—. Que te explique lo que vimos ayer…
—¡Ah! Sí. El profesor Jhonson quiere hacerme la vida de puntos… —sonreí poniendo los ojos en blanco. Era imposible.
—¿Entonces? —arrugó la nariz rascándose el cabello dudoso.
—Pues… —En serio, tampoco ponía nada de su parte. Me puse de puntillas e hice que se agachara con mis manos enroscadas en su nuca.
—Trae tus cosas… te explicaré en la noche… —ordené fingiendo severidad.
—Pero... —negué firmemente.
—Nada, no quiero que esto nos afecte en las notas, ya te lo había dicho, así que… —era evidente que la idea no le atraía en lo absoluto, sin embargo, no estaba dispuesta a dejarlo ganar—. ¿Liam? —lo reté enarcando una ceja.
—Está bien, pero podré besarte ¿cierto?, si no, creo que no lo lograré —asentí solemnemente rozando sus labios. Era un chantajista, no me importó, a mí también me encantaba tenerlo sobre mi piel—. De acuerdo. ¡Dios!, es increíble lo que me haces hacer, Kyana —sonreí triunfante—. Debo irme, deben estar esperándome… —Me dio un beso fugaz, acarició mi mejilla y desapareció.
Cuando llegó más tarde, yo ya había adelantado mucho. Iba recién bañado, su aroma inundó mis pulmones. Le di un beso de bienvenida una vez que estuvo dentro de la casa y lo guié hasta la sala donde tenía extendidas mis cosas. Se sentó a mi lado en el piso y comenzó a sacar lo que necesitaba de su mochila. Justo antes de que tocara la puerta intentaba responder una ecuación desde hacía un rato y no lo lograba. La observó unos segundos, arrastró mi cuaderno hacia él, lo leyó un momento, lo puso de nuevo frente a mí y comenzó a explicarme como si fuera la cosa más sencilla del mundo. Para mi asombro era muy bueno en matemáticas y pude contestar todo gracias a su ayuda. Cuando terminamos, fue mi turno.
De vez en vez me robaba un beso y continuábamos. Al acabar me ayudó a guardar todo y me recargó sobre su pecho. Acomodó su cabeza en el asiento del sillón cerrando los ojos.
—Kya…
—Mmm —Yo trazaba con un dedo el símbolo que tenía estampada su sudadera. Adoraba la sensación de sus enormes pulmones bajando y subiendo.
—Ray… volvió a insistir ¿no es cierto? —Enseguida me tensé y detuve mi mano—. Vi que te decía algo y… tu rostro te delató…
—Liam, yo… —tomó mi barbilla acercándola a su rostro.
—No pasa nada, te juro que los entiendo… no saben que estamos juntos.
—No sé qué decirte… —mis mejillas estaban completamente ruborizadas, mordí mi labio sin poder evitarlo, dejó de verme a los ojos y me besó con ansiedad.
—Sé que no tienes ningún interés en ellos. También sé que… si no es él, alguien más insistirá y eso me pone… celoso… no lo puedo evitar.
—No tienes porqué…
—Lo sé, te lo juro. Eso no cambia el hecho de que me sienta impotente…
—Lo siento —negó cariñosamente.
—Es algo que tendré que aprender a controlar… ya te lo dije, ¿quién te manda a ser tan irresistible? —me ruboricé enseguida sonriendo al tiempo que le daba un pequeño empujón.
—Ya, en serio, no quiero ocasionar más problemas entre ustedes…
—No lo harás, si ellos no cruzan la línea y se comportan como hasta ahora, yo me mantendré igual ¿de acuerdo? —Su respuesta no me convenció del todo. Sin embargo, poniendo las cosas al revés, sabía que también para mí sería muy difícil. Asentí y me volví a acomodar en ese sitio sin igual.
Habló sobre su entrenamiento. La temporada comenzaría en quince días. Me explicó un poco cómo se jugaba e intenté tomar nota mental de cada cosa. Eso era nuevo para mí, así que la verdad me costó un poco retener todos los términos que empleaba. La hora de separarnos llegó demasiado rápido. Lo acompañé hasta la puerta y nos despedimos a regañadientes, deseábamos más tiempo para estar juntos.
La mañana siguiente fue más fácil, me mandó varios mensajes durante el día. En literatura me saludó sonriente desde su lugar. Mis amigos comenzaban a acostumbrarse. No me decían nada, ni tampoco preguntaron si Liam fue a casa el día anterior.
Para el segundo receso ya estaba muy ansiosa por verlo. La clase de inglés fue tan horrible como siempre. Historia logró animarme de nuevo. Al terminar corrí prácticamente hasta el edificio de asesorías. Ya estaba ahí. Me recibió como acostumbraba y trabajamos sobre la materia por la cual nos conocimos. Más tarde me llevó a casa y a las ocho regresó. Me ayudó de nuevo con matemáticas. Cuando acabamos, mamá bajó y comenzamos a conversar casualmente.
Me sentía muy feliz. Él a mi lado, acariciándome la mano y mi madre hablando ahí, fluidamente. ¿Qué podía ser mejor que eso? Poco antes de las diez desapareció dándonos espacio.
Comenzaba a conocerlo más y debo admitir que no me disgustaba nada de él, al contrario, era demasiado perfecto. Su forma de tocarme, de mirarme, sus manos alrededor de mí, su aliento sobre mi cabello… lo que me decía… sus mensajes… me tenía en una nube, era como un sueño, «mi» sueño.