VIII

 

 

 

Amy solo salía de su dormitorio para ir a trabajar, lo cual, con su horario de madrugada en la hamburguesería, la convirtió en una especie de fantasma para su madre y para Katie. A la niña le explicó que estaba un poco enferma, pero que pronto se pondría bien. Sabía que era mentira. Sabía que el tornado que Parker había provocado en sus sentimientos haría que tardara mucho tiempo en sentirse bien.

El alma se le desgarraba cada vez que veía una llamada suya o la notificación de un mensaje o un correo electrónico. Nadie en todo el mundo tenía más ganas de verlo, de sentirlo, de perderse en sus ojos verdes. Pero no podía cargarlo con la responsabilidad de sus errores pasados. Ni se atrevía a enfrentarse a él ahora que conocía su secreto y que sabía que ella había estado mintiéndole desde que se conocieron. No quería convertirse en su proyecto benéfico, en la chica pobre que había sido madre adolescente y a la que él podría salvar.