Riqueza minera
Entre Tartessos, heredera de los más antiguos centros de explotación de metales, y el camino del estaño de las Cassitérides se tendió una red de intereses basados en la riqueza minera de Iberia. Sierra Morena fue la región minera por excelencia, y el Saltus Castulonensis (Castulo, Cazlona) fue el nudo de la política peninsular de Roma.
Las minas de plata de Ilipa (Alcalá del Río, prov. de Sevilla) y de cinabrio, de Sisapo (Almadén, prov. de Ciudad Real), fueron renombradas. Kotinai, cerca de Sisapo, fue señalada como «rica en cobre y oro»; Auringis (Asti, Baza) fue conocida como centro de extracción de plata; en Acci (Guadix), desde la época de Aníbal, se explotó la plata. En las minas del mismo metal, cerca de Carthago-Nova, trabajaban 40.000 indígenas, y un solo pozo, el de Baebelo, suministraba a Aníbal más de trescientas libras diarias.
De los conocimientos mineros de los turdetanos habla Estrabón, citando a Posidonios, y refiere su laboriosidad en trazar profundas galerías y su conocimiento del tornillo de Arquímedes para achicar el agua.
En la región de Castulo, gracias a las mareas, los barcos penetraban hasta Córdoba por el Guadalquivir, y desde allí, en barcas de un solo tronco, remontaban hasta el Mons Argentarius. Algunos ríos, como el Genil, arrastraban arenas auríferas que se beneficiaban mediante el lavado y decantación, y en Sierra Nevada había minas de oro, en las que se aplicaba el sistema de cocción y purificación.
Aparte de la explotación del hierro del Moncayo, en la región del Ebro, conocemos por Livio la existencia de minas de hierro y plata entre los bergistanos, así como se atestigua la explotación de yacimientos locales en algunos poblados, como indican las escorias del de Torre dels Encantats (Caldetes, prov. de Barcelona).
Para completar la idea de la riqueza de Iberia en metales, hay que tener presente los hallazgos de «tesorillos» ibéricos y celtas, las cantidades recaudadas por los romanos y las que sacaron del país algunos magistrados. Las estadísticas de los primeros años de la conquista acusan un balance de plata y oro procedente de regiones en que no se conoce ninguna explotación, lo cual hace sospechar que existió un intenso comercio y que hubo más explotaciones de cuantas nos son conocidas.
La cifra mayor de extracción de metales se alcanzó en el año 194, cuando M. Porcio Catón llevó a Roma 25.000 libras de plata en lingotes, 123.000 con el cuño de la biga, 540 libras de dracmas ibéricas y 1.400 libras de oro.
Los romanos intensificarán la explotación minera de Iberia y se verán obligados a legislar sobre el régimen de trabajo y propiedad.