Capítulo 8
Como de costumbre, a Whisky le encantaba corretear por la orilla, con las olas lamiendo sus patas y ladrando amistosamente a todo el mundo. Le encantaba jugar. A veces se reunía con los perros de otros vecinos y jugaban entre ellos creando un clima de camaradería, mientras eran observados por los dueños con complacencia. Al atardecer, también aparecía algún pescador para asentarse en la orilla y lanzar su caña de pescar. O grupos de jóvenes corriendo descalzos para fortalecer los gemelos. La playa de Chippingville disfrutaba de una gran actividad casi a cualquier hora del día.
Una cálida brisa envolvía a Marion y Glenn, que de lejos vigilaban las idas y venidas de Whisky con su pandilla. A unos doscientos metros de la orilla se observaban un par de veleros fondeando.
—Te agradezco que sigamos siendo amigos, Marion. Pensé que había sido un error contarte el problema de mi familia —dijo Glenn dulcemente.
El apuesto médico estaba más guapo que nunca. Su piel estaba morena y desprendía el olor a verano que tanto agradaba a Marion. Vestía con una camiseta azul ajustada de cuello amplio y unos pantalones cortos de color blanco.
—No te preocupes, Glenn. Lo que hizo tu padre no tiene por qué afectarte. Me gustó mucho que te desmarcaras de lo que hizo. Eso dice mucho de ti —dijo Marion apartándose un mechón de pelo de la cara. En realidad, había tenido tiempo de reconsiderar sus sentimientos acerca de Glenn y de cómo afectaba a su incipiente relación que su padre estuviera involucrado en aquella estafa.
—Hay veces que me gustaría no tener que volver a verle el resto de mi vida, pero es mi padre y ese es un vínculo para toda la vida. A pesar de lo que hizo, no puedo evitar seguir queriéndole.
Whisky llegó hasta ellos con la lengua fuera, comprobó que todo estuviese en orden y regresó a su juego canino.
—¿Has ido a verle a la cárcel?
—Todavía no, pero lo haré, no tengo ninguna duda. Quiero verme cara a cara con él y preguntarle por qué lo hizo, pero siempre me digo que lo haré la semana que viene y algo surge que me hace cambiar de planes.
—¿Y tu madre cómo está? —preguntó Marion, y sin saber la razón, dedujo que la relación con su madre siempre había sido más íntima que con su padre. Quizá porque era algo que le había sucedido a ella.
—Me llama a diario para preguntarme cómo he pasado el día. Le he dicho que tiene que conocer Chippingville, que le va a encantar y me ha insinuado que vendrá a hacerme una visita. Mi madre también está muy desilusionada con mi padre, pero me ha dicho que no piensa divorciarse. Acude todos los domingos a la cárcel para visitarle y, entre semana, se refugia en la pintura. Tiene un pequeño estudio con sus obras. Le he sugerido que las exponga, pero le avergüenza. La quiero mucho.
A Marion le pareció llena de ternura la forma en la que Glenn habló de su madre. Se podía palpar el enorme cariño que sentía por ella. Sin embargo, no debía dejarse arrastrar por la atracción hacia el médico, ya que su inquietud era que Andy abandonara la cárcel.
—Glenn, odio parecer una vieja cotilla y sé que Vincent ha sido tu paciente, pero ¿qué nos puedes contar sobre él? ¿De dónde es? —preguntó Marion.
—¿Por qué? ¿Piensas que él puede estar detrás del robo a Blue Chip?
Marion asintió con la cabeza. El sol empezaba a esconderse y la gente comenzaba a recoger sus cosas de la playa para marcharse a casa.
—No puede haber otra explicación, y cuando no queda otra explicación, esa es la verdad —dijo Marion, convencida.
—Admiro cómo te involucras cuando piensas que se ha cometido una injusticia.
—Gracias, Glenn.
Whisky se acercó de nuevo hasta ellos, pero esta vez prefirió quedarse y acompañarles en su paseo playero. Marion se agachó para acariciarlo en la cabeza.
—Pues de Vincent apenas sé cuatro cosas: que ha vivido en Nueva York y que estudió cine en una academia —dijo Glenn—. Siento no ser de más ayuda.
Marion observó el sol camino a esconderse de nuevo en las montañas y recordó lo que había pensado ayer por la mañana. Aunque nos dé la sensación de que el sol se mueve, en realidad somos nosotros quienes nos estamos moviendo, porque es la tierra que orbita alrededor del sol.
De repente, una idea cristalizó en la mente de Marion. La ida que lo cambiaría todo.
—¡Lo tengo! ¡Ya sé cómo sucedió! —exclamó la peluquera agitando los brazos. Fue tal el susto para Whisky que retrocedió ante la idea de que su dueña hubiera perdido la razón.
—¿Qué ocurre? —preguntó Glenn, desconcertado, con los brazos abiertos, pues Marion no dejaba de saltar como poseída por una alegría incontrolable.
Y sin que nadie pudiera preverlo, Marion se abalanzó sobre Glenn y le estampó un sonoro beso en los labios. Como es lógico, el médico se quedó estupefacto y, por un momento, pareció molestó cuando Marion dio un paso atrás, sorprendida de su reacción.
Pero el médico enseguida reaccionó. No dejó que Marion se fuera muy lejos, sino que, tras mirarla con deseo, la estrechó entre sus brazos para besarla con absoluta pasión, como un galán de cine.
Cuando el beso terminó, Marion se quedó unos segundos saboreándolo. Glenn sonría.
—Hemos dado por supuesto una cosa. Eso es lo que ha pasado —dijo Marion refiriéndose al caso repentinamente, evitando la mirada de Glenn—. ¿Cómo he podido ser tan tonta? Al menos Andy saldrá de la cárcel en cuanto le diga a Carter lo que he deducido.