Con los postigos levantados durante la noche, Zsadist se bajó de la plataforma y caminó desnudo alrededor de la habitación en dónde se quedaba.

Lo qué había pasado la noche pasada con Bella que lo mataba. Quería ir en su busca y pedirle perdón, pero ¿cómo iba a hacerlo?

Lo siento salté como un animal. Y tú no me pones enfermo. De verdad.

Dios, era tan estúpido.

Cerró los ojos y recordó como se apoyó contra la pared de la ducha mientras ella le tendía la mano sobre su pecho desnudo. Sus dedos eran largos y elegantes, sin brillo en las uñas. Su toque había sido ligero, sospechaba. Ligero y tibio.

Deberían haberse mantenido juntos. Si la tenía, podría tener el conocimiento solo una vez de cómo un hombre libre tenía ganas de tener la mano suave de una mujer sobre su piel. Cuando era un esclavo lo habían tocado demasiado a menudo y siempre contra su voluntad, pero libre…

Y esto no lo había cualquier mano. Habría sido la de Bella.

Su palma había aterrizado sobre su pecho, entre sus pectorales y tal vez ella lo habría acariciado un poquito. Le podría haber gustado esto, si ella hubiera ido despacio. Sí, cuanto más lo pensaba más podría tal vez gustarle…

Ah, ¿qué diablos estaba pensando? La capacidad de tolerar la intimidad de cualquier clase había sido violada hacía años. Y de todas formas, no tenía ningún negocio para entretenidas fantasías de una mujer como Bella. No era digno ni de las enfadadas putas humanas de las que se obliga a alimentarse.

Zsadist abrió los ojos y se dejó de sandeces. La cosa más amble que podía hacer por Bella, el mejor modo de compensarla, era el de estar seguro de que nunca lo volvía a ver, incluso sin querer.

Aunque él la viera. Cada noche visitaría su casa y se aseguraría de que estaba bien. Era un tiempo peligroso para los civiles y ella tenía que ser cuidada. Él se quedaría entre las sombras mientras lo hacía.

Pensar en protegerla lo aliviaba.

No podía confiar en sí mismo para estar con ella. Pero tenía fe absoluta en su capacidad para mantenerla segura, no importaba cuantos lessers tuviera que comerse vivos.

Capítulo 45

Mary iba de un lado para el otro en el balcón del segundo piso, solo fuera de la puerta del dormitorio. No había sido capaz de mirar a Butch y a V cuando fueron a trabajar con aquellas cadenas. Y era difícil saber si los dos sabían si estaban preparado a Rhage para tener sexo con ella era por juegos eróticos como el infierno o francamente asustadizos.

La puerta se abrió.

Los ojos de Butch miraron por los alrededores, no encontrándose con los suyos. – Él está listo.

Vishous salió encendiendo un cigarrillo hecho a mano. Tomó una profunda calada. – Estaremos aquí en el pasillo. En caso de que nos necesites.

Su primer instinto fue decirles que se marcharan. ¿Cuán espeluznante era lo que habían acordado hacer que tenían que estar fuera, mientras ella y Rhage tenían sexo? Privacidad, después de todo, era un estado de ánimo así como un lugar aislado, íntimo.

Pero entonces pensó en la cantidad de acero con el que ellos habían entrado allí. Aquella carga de duro material no había sido en absoluto lo que había esperado. Alguna cuerda, tal vez, esposas. Pero no la clase de material que levantaría un motor del suelo.

–¿Estáis seguros de que tenéis que esperar? – Dijo ella.

Ambos asintieron.

–Confía en nosotros sobre esto. – Refunfuñó Butch.

Mary entró en la habitación y cerró la puerta. Las velas encendidas rodeaban la cama y Rhage estaba desnudo sobre el colchón, sus brazos amarrados sobre su cabeza, sus largas piernas estaban estiradas. Las cadenas estaban alrededor de sus muñecas y tobillos quedando enroscadas alrededor de los pesados apoyos de roble de la cama.

Rhage levantó la cabeza, los azules ojos perforándola en la oscuridad. – ¿Estás segura sobre esto?

En realidad, no, no lo estaba. – Pareces incómodo.

–No es muy malo. – Su cabeza se echó hacia atrás. – Aunque estoy contento de que sean postes de la cama y no caballos marchando en cuatro direcciones diferentes.

Miró su colosal cuerpo, tumbado para ella como una especie de sacrificio sexual.

Santo…Moisés. ¿Esto era real? Estaba yendo a…

Para, se dijo. No lo mantengas allí más de lo tienes que hacer. Y una vez que esto haya terminado y él se encuentre bien, no tendrás que volverlo a hacer.

Mary se liberó de sus zapatos con una patada, se quitó el jersey de cuello alto por la cabeza y se desnudó quitándose los vaqueros.

La cabeza de Rhage se elevó otra vez. Cuando se quitó el sujetador y las bragas, su sexo se movió. Alargándose. Vio como se transformaba para ella, endureciéndose, hinchándose, creciendo. La excitación le trajo rubor a la cara y una capa de sudor a toda su piel, sin vello.

–Mary…-Sus pupilas se volvieron blancas y comenzó a ronronear, moviendo sus caderas. La erección se movió creciendo hacia su estómago, la cabeza alcanzando su ombligo y algo más. Con una prisa repentina, sus antebrazos se dispararon y tiraron de las ataduras. Las cadenas repiquetearon, cambiando de posición.

–¿Estás bien? – Dijo ella.

–Oh, Dios, Mary. Estoy…tenemos hambre. Estamos…sedientos de ti.

Apuntalando su coraje, ella se acercó a la cama. Se inclinó y lo besó en la boca, entonces se puso sobre el colchón. Levantada sobre él.

Cuando se sentó a horcajadas sobre sus caderas, él se movió ondulándose bajo ella.

Tomándolo con su mano, ella intentó introducirlo en su interior. No pudo hacerlo al primer intento. Era demasiado grande, ella no estaba lista y le dolía. Lo volvió a estirar e hizo una mueca.

–No estás preparada para mí. – Dijo Rhage, arqueándose cuando ella puso su cabeza contra su centro una vez más. Él hizo algo salvaje, tarareando un sonido.

–Está bien, permíteme solo…

–Ven aquí. – Cuando habló su voz había cambiado. Profunda. – Bésame, Mary.

Ella se inclinó sobre su pecho y tomó su boca, intentando conectar. Pero no funcionaba.

Él rompió el contacto, como si sintiera la carencia de su excitación.

–Sube más alto sobre mí. – Las cadenas se movieron, el sonido metálico casi como un repicar de campanas. – Dame tu pecho. Llévalo a mi boca.

Ella trémulamente subió y puso el pezón en sus labios. Al instante sintió un apacible chupar, su cuerpo respondió. Cerró los ojos, aliviada cuando el calor la inundó.

Rhage pareció reconocer el cambio en ella, por el sonido de ronroneo que emitió creció más fuerte, un hermoso ruido en el aire. Cuando la acarició con los labios, su cuerpo hizo una gran ondulación bajo su cuerpo, ascendió su pecho, luego su cuello y su cabeza arqueándose atrás. El sudor apareció de nuevo sobre su piel, el olor de su necesidad de rellenar el aire con su especia.

–Mary, permíteme probarte. – Su voz era ahora tan baja que casi se deformaban sus palabras. – Tu dulzor. Entre tus piernas. Déjame probarte.

Ella lo miró y dos brillantes orbes blancas la estaban mirando. Había una calidad hipnótica en ellos, una persuasión erótica que no podía negar, aun cuando sabía que no solo estaba con Rhage.

Avanzó lentamente sobre su cuerpo, parando cuando estuvo en su pecho. La intimidad era de algún modo chocante, sobre todo con él atado.

–Más cerca, Mary. – Incluso en el modo en que le dijo su nombre no era el mismo. – Acércate más a mi boca.

Se movió torpemente, intentando acomodarse sobre la posición en que estaba. Terminó con una rodilla sobre su pecho y otra sobre su hombro. Él estiró el cuello y giró su cabeza, elevándose para encontrar su carne, capturándola con sus labios.

Su gemido vibró sobre su centro, ella apoyó una mano sobre la pared. El placer le robó las inhibiciones completamente, dándole un servicio al sexo cuando lo lamió y chupó. Cuando su cuerpo respondió con una rápida humedad, se escuchó un sonido agudo seguido de un gemido cuando las cadenas fueron estiradas con fuerza y la madera del marco de la cama protestó. Los grandes brazos de Rhage se estiraron contra sus ataduras, sus músculos rígidos, sus dedos extendiéndose ampliamente y estirándose en forma parecida a una garra.

–Aquí.-Dijo él entre sus piernas. – Puedo sentir como llega…

Su voz se hundió y desapareció con un gruñido.

Llegó rápidamente su liberación y ella cayó, hundiéndose sobre la cama, su pierna se arrastraba a través de su cara antes de caer, en su cuello se encontraba su tobillo. En cuanto disminuyeron las pulsaciones, ella lo miró. Sus ojos blancos sin parpadear eran amplios por el asombro y el temor. Estaba cautivado por ella mientras se encontraba allí, aspirando aquel modelo que lo golpeaba seguido de una larga liberación.

–Tómame ahora, Mary. – Las palabras eran profundas, alabándola. No era Rhage.

Pero ella no se sintió asustada o como si lo estuviera traicionando.

Independientemente de cómo había llegado a él, esto no era malévolo y no le era completamente desconocido. Había sentido a esta cosa…siempre y sabía que no tenía por qué estar asustada. Y cuando ella se encontró con sus ojos, era como si hubiera estado en la sala de billar, una presencia apartada que la miraba, pero que era Rhage absolutamente igual.

Ella se movió hacia abajo y lo llevó hasta dentro de su cuerpo, encajándolo perfectamente. Sus caderas se elevaron y otro grito salió de su garganta cuando él comenzó a empujar. Los empujes entraron y salieron de ella, una deliciosa caída que crecía con fuerza. Para impedir salirse, se colocó a gatas e intentó quedarse estable.

El sonido de lamento se hizo más fuerte como si fuera un salvaje, pegando con las manos sus caderas contra ella, temblando por todas partes. La urgencia creció y creció, edificando, la llegada de una tormenta, golpeándolos. De repente él se dobló sobre el colchón, la cama chilló cuando sus brazos y piernas se contrajeron. Sus párpados se echaron hacia atrás y la blanca luz perforó la habitación, haciéndola tan brillante como si fuera mediodía. Profundamente dentro de ella sintió las contracciones en su punto culminante y las sensaciones comenzaron otro orgasmo para ella, llevándola al límite.

Ella cayó sobre su pecho cuando todo terminó y no se oyeron excepto para respirar, normalizándolas en su impar ritmo.

Levantó la cabeza y lo miró fijamente a la cara. Los ojos blancos la quemaban cuando se concentraron con adoración total.

–Mi Mary. – Dijo la voz.

Y luego una descarga eléctrica de bajo nivel fluyó por su cuerpo y cargó el aire. Cada luz que llegaba a la habitación, inundó el espacio iluminándolo. Ella jadeó y miró a su alrededor, pero la oleada desapareció tan rápidamente como había llegado. De esa manera, la energía se había ido. Ella miró hacia abajo.

Los ojos de Rhage volvían a ser normales otra vez, su habitual color azul brillante.

–¿Mary? – Dijo él con la voz aturdida, indistinta.

Ella tuvo que hacer varias respiraciones antes de hablar. – Has vuelto.

–Y tú estás bien. – Levantó sus brazos, doblando sus dedos. – No cambié.

–¿Qué significa el cambio?

–No lo hice…podía verte mientras estaba conmigo. Eras como una nebulosa, pero yo sabía que no te hacía daño. Esta es la primera vez que he recordado algo.

Ella no sabía que hacer con esto, pero vio que las cadenas estaban dejando su piel en carne viva. – ¿Puedo dejarte ir?

–Sí. Por favor.

Poder desatarlo le costó algo de tiempo. Cuando él estuvo libre, se masajeó las muñecas y los tobillos y la miró con cuidado, como si asegurara así mismo que estaba bien.

Ella miró a su alrededor buscando ropa. – Más vele que les digamos a Butch y a V que estoy a salvo al dejarte libre.

–Lo haré. – Se acercó a la puerta del dormitorio y sacó la cabeza.

Cuando habló con los hombres, ella miró el tatuaje de su espalda. Podría haber jurado que le estaba sonriendo.

Dios, estaba loca. Realmente lo estaba.

Ella saltó sobre la cama y se tiró encima las mantas.

Rhage cerró la puerta y se apoyó en ella. Todavía estaba tenso, a pesar de la liberación que había tenido. – Después de todo esto… ¿tienes miedo de mí?

–No.

–¿No tienes miedo…de ello?

Ella le tendió los brazos. – Ven aquí. Quiero abrazarte. Te ves como si hubieras tenido un caso de traqueteo.

Él se acercó a la cama despacio, como si no quisiera que ella se sintiera acechada o algo así. Ella le hizo señas con las manos, impulsándolo a que se apresurara.

Rhage se sentó al lado de ella, pero no la alcanzó.

Después del un latido del corazón ella fue hacia él, colocando su cuerpo alrededor del suyo, poniendo sus manos sobre él. Cuando ella lo acarició contra su lado, pasando sobre el borde de la cola del dragón, Rhage se estremeció y se movió.

Él no la quería en ninguna parte cerca del tatuaje, pensó ella.

–Date la vuelta. – Dijo ella. – Sobre tu estómago.

Cuando él negó con la cabeza, ella le empujó los hombros. Parecía como su fuera a mover un piano de cola.

–Date la vuelta, maldita sea. Vamos, Rhage.

Hacerlo no le hizo ninguna gracia en absoluto, maldiciendo y arrojándose sobre su vientre.

Pasó sus manos sobre la espina dorsal, directamente sobre el dragón.

Los músculos de Rhage se tensaron de forma arbitraria. No, no arbitraria. Eran las partes de su cuerpo que correspondían a dónde ella tocaba el tatuaje.

Qué extraordinario.

Ella acarició su espalda un poco más, sintiendo como la tinta se elevaba bajo su palma como un gato.

–¿Alguna vez querrás volver a estar conmigo? – Dijo Rhage rígidamente. Giró entonces su cara para poder verla. Pero no le alcanzaba la vista.

Ella se retrasó sobre la boca de la bestia, dibujando la línea de sus labios con la yema de su dedo. El propio Rhage se paró como si sintiera su toque.

–¿Por qué no iba a querer estar contigo?

–Es un poco extraño ¿verdad?

Ella se rió. – ¿Extraño? Duermo en una mansión llena de vampiros. Me he enamorado de uno…

Mary se paró. Oh, Dios. ¿Qué acababa de salirle de la boca?

Rhage separó su torso de la cama, torciendo su pecho para poder mirarla. – ¿Qué es lo que has dicho?

Ella no había pensado en que pudiera pasar, pensó. Caer o decirlo.

Pero no se echaría atrás.

–No estoy segura. – Murmuró ella, recibiendo la fuerza bruta de la bestia de sus hombros y brazos. – Pero pienso que era algo que estaba en las líneas de te amo. Si, era eso. Yo, ah, te amo.

Ahora, esto era poco convincente. Ella podría hacer un infierno mucho mejor.

Mary le enmarcó la cara, plantando un buen beso con fuerza sobre su boca y lo miró directamente a los ojos.

–Te amo, Rhage. Te amo ferozmente.

Aquellos pesados brazos la abrazaron y él enterró su cabeza en su cuello. – No pensaba que lo hicieras alguna vez.

–¿Soy tan testaruda?

–No. Soy indigno.

Mary se apartó y lo miró airadamente. – No quiero oírte decir eso otra vez. Eres lo mejor que nunca me ha pasado.

–¿Incluso con la bestia?

¿La bestia? Seguramente había sentido que había algo más en él. ¿Pero una bestia? De todos modos Rhage se veía preocupado, le complacía.

–Sí, hasta con él también. ¿Podemos hacerlo la próxima vez sin la parte metálica? Estoy segura de que no me harás daño.

–Sí, creo que podemos dejar lo de las cadenas.

Mary lo instó a que echara hacia atrás el cuello y se encontró mirando a la Madonna y al Niño a través de la habitación.

–Eres el milagro más extraño. – Susurró ella, mirando la imagen.

–¿Qué? – Dijo él sobre su garganta.

–Nada. – Ella besó la coronilla de la rubia cabeza y miró fijamente a la Madonna.

Capítulo 46

Bella suspiró y olió la suciedad. Dios, tenía una herida en la cabeza. Y las rodillas la estaban matando. Estaban atascadas con algo fuertemente. Y frío.

Sus ojos volaron abiertos. Oscuridad. Negrura. Ceguera.

Intentó levantar una mano, pero su codo recorrió una pared desigual. Había otra pared en su espalda, delante de ella y a los lados. Golpeó alrededor del pequeño espacio, con pánico. Abriendo la boca hasta boquear, se encontró con que no podía respirar. No había aire, solo el olor de la tierra húmeda, obstruyéndole… la nariz…ella…

Gritó.

Y algo encima de ella removió. La luz la cegó cuando alzó la vista.

–¿Lista para salir? – Le dijo la voz de hombre suavemente.

Esto le hizo recordar: la carrera hasta su casa atravesando el prado, la lucha con el lesser, la pérdida del conocimiento.

Con un rápido tirón ella fue izada por los arneses del pecho de lo que era un tubo en la tierra. Cuando miró a su alrededor con terror, no tenía ni idea de dónde estaba. La habitación no era grande y las paredes no estaban acabadas. No había ninguna ventana, solo dos claraboyas en el techo bajo, que estaban ambas cubiertas por un paño negro. Tres fluorescentes colgados de cables. El lugar olía a caramelo, una combinación de pino fresco y el olor de polvos de talco del lesser.

Cuando vio una mesa de acero inoxidable y docenas de cuchillos y martillos, tembló tanto que comenzó a toser.

–No te preocupes por todo eso. – Dijo el lesser.

–Esto no será para ti si te comportas.

Sus manos peinaron su pelo y lo dejaron en forma de abanico sobre sus hombros. – Ahora vas a ducharte y te vas a lavar. Te vas a lavar para mí.

Él alcanzó y recogió un bulto con ropa. Cuando lo presionó sobre sus brazos, ella comprendió que eran suyas.

–Si eres buena, podrás ponértelas. Pero no antes de que estemos limpios. – Él la empujó hacia la puerta abierta, cuando un móvil comenzó a sonar. – Entra en la ducha. Ahora.

Tan desorientada y petrificada para discutir, tropezó en un cuarto de baño inacabado y que no tenía ningún retrete. Como en un zumbido, ella entró y abrió el agua con manos temblorosas. Cuando ella se giró, vio que el lesser había abierto la puerta y la miraba.

Él puso la mano sobre la parte inferior del móvil. – Quítate la ropa. Ahora.

Ella echó un vistazo a los cuchillos. La bilis se le subió a la garganta cuando se desnudó. Cuando hubo terminado, se cubrió con las manos y tembló.

El lesser colgó y dejó el teléfono. – No te ocultes de mí. Deja caer los brazos.

Ella los mantuvo, negando con la cabeza entumecidamente.

–Déjalos caer.

–Por favor, no…

Él dio dos pasos hacia delante y le pegó con la mano a travesándole la cara, enviándola contra la pared. Entonces la agarró.

–Mírame. Mírame. – Sus ojos brillaron con entusiasmo cuando lo miró fijamente. – Dios, es tan bueno que hayas regresado.

Puso sus brazos alrededor de ella, abrazándola finalmente. El dulce olor de él, la abrumó.

*****

Butch era un infierno como escolta, pensó Mary mientras salían de la habitación de oncología del San Francis. Llevaba un abrigo de lana negro, un sombrero estilo años 40 y un par de fabulosas gafas de sol de aviador, parecía un asesino a sueldo muy chic.

Que no engañaba. Ella sabía que iba armado hasta los dientes, por que Rhage había inspeccionado las armas del hombre antes de dejarlos salir de la casa.

–¿Necesitas algo más antes de que volvamos a casa? – Preguntó Butch cuando estuvieron fuera.

–No, gracias. Dirijámonos a casa.

La tarde había sido extenuante e inconcluyente. La Dra. Celia Croce todavía consultaba con sus compañeros y había ordenado para Mary tener una MRI así como otro examen físico. Más sangre había sido extraída también por que el equipo quería comprobar otra vez como funcionaba su hígado.

Dios, ella odiaba tener que volver por la mañana y aún tendría otra noche sin saber que iba a pasar. Cuando ella y Butch se acercaron a la puerta abierta y entraron el Mercedes, sentía una horrible combinación de aceleración y cansancio. Lo que realmente quería era acostarse, pero estaba tan ansiosa que el sueño no se encontraba en su futuro.

–En realidad, Butch, ¿podrías pasar por mi casa de camino al hogar? Quiero recoger algunas medicaciones que dejé allí. – Aquellos somníferos de dosis bajas iban a ser muy prácticos.

–Me gustaría evitar dirigirme allí si pudiéramos. ¿Hay alguna posibilidad de que puedas recoger lo que quieres en una farmacia o algo así?

–Necesitan prescripción.

Él frunció el ceño. – Bien. Pero será rápido y entraré contigo.

Quince minutos más tarde estaban aparcados en el camino de entrada. Con el brillo de oro del sol poniente, su espacio se veía desierto. Había hojas volando contra la puerta de la calle, sus crisantemos estaban medio muertos y había la rama de un árbol caída en el patio.

Esperaba que quienquiera que lo comprara le gustaría tanto como a ella.

Cuando anduvo hacia la casa, una fría ráfaga de aire entró en la sala de estar y resultó que la ventana sobre el fregadero estaba abierta unas tres pulgadas. Cuando la cerró, pensó que V se la había dejado abierta cuando había ido a trabajar en el sistema de seguridad antes de que se mudara. Cerró la cosa y luego fue arriba para coger el Ambien.

Antes de irse, ella se paró ante la puerta corredera posterior y miró su patio trasero. La piscina estaba cubierta de una patina de hojas, la superficie deslustrada. El prado más allá era una ondulación de hierba pálida…

Algo brillaba en la casa de Bella.

Sus instintos se encendieron. – Butch, ¿te importa si comprobamos esto?

–No hay posibilidad. Tengo que llevarte a casa.

Ella deslizó la puerta trasera.

–Mary, esto no es seguro.

–Y qué en casa de Bella. No debería haber nada moviéndose en su casa a esta hora del día. Vamos.

–Puedes llamarla desde el coche.

–Lo haré desde aquí. – Poco después colgó y se dirigió a la puerta de atrás. – No hay ninguna respuesta. Voy a acercarme.

–¡Eres un infierno Mary, detente! Cristo, no hagas que te ponga sobre mi espalda y te saque de aquí.

–Haz algo así y le diré a Rhage que me pusiste las manos por todo mi cuerpo.

Los ojos de Butch llamearon. – Jesús, eres una manipuladora tan dura como él.

–No exactamente, pero aprendo. Ahora, ¿vas a venir o me voy sola?

Él soltó una jugosa maldición y escondió un arma en la palma de su mano. – No me gusta esto.

–Debidamente anotado. Mira, solo nos aseguraremos de que está bien. No nos debería costar más de diez minutos.

Ellos anduvieron por el prado, Butch exploraba el campo con ojos penetrantes. Cuando estuvieron más cerca de la granja, ella pudo ver la puerta de la ventana trasera de Bella balanceándose por el viento y recogiendo los últimos rayos del sol.

–Permanece pegada a mí ¿vale? – Dijo Butch mientras caminaban por el césped.

La puerta rebotó abriéndose otra vez.

–Oh, mierda. – refunfuñó él.

La cerradura de cobre estaba astillada y varios cristales estaban rotos.

Ellos dieron paso cautelosamente hacia el interior.

–Oh, Dios mío. – respiró Mary.

Las sillas estaban esparcidas por la cocina junto con las tazas y platos rotos y una lámpara rota. Marcas de quemaduras rayaban el suelo así como una sustancia negra, parecida a la tinta.

Cuando ella se inclinó sobre las aceitosas manchas, Butch dijo. – No te acerques a ese material. Es la sangre de un lesser.

Ella cerró los ojos. Aquellas cosas del parque tenían a Bella.

–¿Su habitación está en el sótano?– Preguntó él.

–Es lo que ella me dijo.

Bajaron corriendo al sótano y encontraron las puertas abiertas de para en par. Algunos de los cajones de su aparador habían sido esparcidos y se veía como si se hubieran llevado ropa. Lo que no tenía mucho sentido.

Butch abrió su teléfono móvil cuando volvieron a la cocina.

–¿V? Hemos tenido un robo. Bella. – Miró las manchas negras sobre la silla rota. – Ella presentó una buena lucha. Creo que se la han llevado los lessers.

Mientras Rhage se ponía un par de cueros, él sostenía el teléfono entre su hombro y su oído. – ¿Poli? Deja que hable con Mary.

Hubo el sonido de unos pies arrastrándose y luego le escuchó. – ¿Hola? ¿Rhage?

–Hey, mi mujer, ¿estás bien?

–Estoy bien. – Su voz era infernalmente inestable, pero que alivio solo escucharla.

–Voy contigo. – Agarró su pistolera de pecho cuando empujó sus pies en sus botas. – El sol está bajando ahora, entonces estaré allí.

La quería a salvo y en casa. Mientras él y sus hermanos estaban tras esos gilipollas.

–Rhage…Oh, Dios, Rhage ¿qué van a hacerle ellos?

–No se. – Era una mentira. Él sabía exactamente lo que le harían a Bella. Dios la ayudara. – Escucha, comprendo que ahora estás preocupada por ella. Pero ahora mismo necesito que te concentres. Te quiero sobre Butch como una tuerca ¿entendido?

Porque materializarse ante ella era más rápido que el poli la condujera a casa. Pero él odiaba que ella estuviera tan expuesta.

Cuando insertó las dagas en la pistolera, comprendió que se había hecho el silencio en el teléfono. – ¿Mary? ¿Has oído lo que te he dicho? Piensa en ti. Permanece al lado de Butch.

–Estoy a su lado.

–Bueno. Mantente así. Y no te preocupes, de una u otra manera recuperaremos a Bella. Te amo. – Él colgó y se puso la pesada trinchera.

Cuando salió disparado hacia el pasillo, entró en la habitación de Phury que estaba vestido de cuero y totalmente armado.

–¿Qué joder está pasando?– Bajó Zsadist por el pasillo. – Recibí un mensaje caliente y molesto de V sobre una mujer…

–Bella ha sido secuestrada por los lesser. – Dijo Rhage comprobando su Glock.

Una fría corriente salió de Z como una ráfaga. – ¿Qué has dicho?

Rhage lo miró con el ceño fruncido ante la intensidad del hermano. – Bella. La amiga de Mary.

–¿Cuándo?

–No lo se. Butch y Mary están en su casa…

Justo cuando lo dijo, Zsadist había desaparecido.

Rhage y Phury fueron tras él, materializándose en la casa de Bella. Los tres corrieron juntos hacia la entrada de la granja.

Mary estaba en la cocina, al lado de Butch que verificaba el suelo. Rhage pasó como un trueno y la agarró, abrazándola contra él con tanta fuerza que casi le rompió los huesos.

–Voy a llevarte a casa. – Murmuró él contra su pelo.

–El Mercedes está en la parte de atrás. – Dijo Butch cuando se levantó de dónde se encontraban las negras manchas que había estado mirando. Le tiró a Rhage el juego de llaves.

Phury maldijo mientras enderezaba una silla. – ¿Qué tenemos?

El poli negó con la cabeza. – Creo que se la llevaron viva, me baso en este modelo de huellas chamuscadas de la puerta. El rastro de sangre quemada cuando el sol lo toca…

Incluso antes de que Butch se parara en seco y echara un vistazo a Mary, Rhage comenzó a ir hacia la puerta con ella. La última cosa que ella necesitaba era oír los espantosos detalles.

–El poli continuó. – Además, ella les es inútil si está muerta… ¿Zsadist? ¿Estás bien, hombre?

Pasando, Rhage le echó un vistazo sobre el hombro a Z.

Z era una temblorosa furia, su cara tensa a lo largo de la cicatriz bajo su ojo izquierdo. Infiernos, se veía como su fuera a volar, pero era difícil de creer que la captura de una mujer le importara de una u otra manera.

Rhage se paró. – Z, ¿qué pasa?

El hermano se dio la vuelta distanciándose como si no quisiera que le vieran, luego se apoyó en la ventana que tenía más cerca. Con un gruñido bajo, se desmaterializó.

Rhage miró fuera. Todo lo que podía ver era la granja de Mary al otro lado del campo.

–Vamos.– Le dijo a ella. – Te quiero fuera de aquí.

Ella asintió y él la cogió del brazo, conduciéndola hacia la casa. No se dijeron nada mientras caminaron rápidamente sobre la hierba.

Justo cuando estaban a un paso del césped, un cristal se rompió por un choque.

Algo o alguien estaba siendo sacado de la casa de Mary. Directamente a través de la puerta corredera.

Mientras el cuerpo estaba echado sobre la terraza, Zsadist saltó por la apertura, enseñando los colmillos, su anatómica cara agresiva. Se lanzó sobre el lesser, cogiendo la cosa por el pelo y levantando su torso de la tierra.

–¿Dónde está ella? – Gruñó el hermano. Cuando la cosa no contestó, Z cambió su control y le mordió el hombro, directamente sobre el abrigo de cuero. El asesino aulló de dolor.

Rhage no se quedó a mirar el espectáculo. Corrió con Mary alrededor de la casa, solo para encontrarse con dos lessers más. Obligándola a ponerse detrás, la protegió con su cuerpo mientras sacaba su arma. Justo cuando consiguió colocarse en posición de disparar, sonidos de disparos sonaron a su derecha. Las balas zumbaban por su oído y salían de la casa golpeándolo en el brazo y en el muslo y…

Él nunca había estado tan contento de tener a la bestia surgiendo. Se lanzó de lleno en el vértice con un rugido, abrazando el cambio y la explosión de sus muslos y huesos.

Mientras una ráfaga de energía salía de Rhage, Mary fue lanzada contra la casa, su cabeza se echó hacia atrás y tropezó con las tablillas. Se deslizó sobre el suelo, débilmente consciente de una enorme presencia que tomaba el lugar de Rhage.

Hubo más sonidos de disparos, gritos, rugidos ensordecedores. Arrastrándose por el suelo, se ocultó detrás de un arbusto de enebro justo cuando alguien encendió las luces las luces exteriores.

Santo…Cristo.

El tatuaje cobraba vida: una criatura parecida al dragón cubierto de iridiscentes escamas moradas y de escalas verde lima. La cosa tenía una cola acuchillada con lengüetas, garras amarillentas y una negra melena salvaje. No podía verle la cara, pero los sonidos que hacía eran horrorosos.

Y la bestia era mortal, haciendo un trabajo rápido con los lessers.

Se cubrió la cabeza con los brazos incapaz de mirar. Esperaba como el infierno que la bestia no la viera y que si lo hacía, se acordara de ella.

Más rugidos. Otro grito. El terrible crujido de una rejilla.

Desde la parte posterior de la casa, escuchó rápidos tiros salpicando.

Alguien gritó. – ! Zsadist!!Para!!Los necesitamos vivos.

La lucha continuó y probablemente duró solo cinco o diez minutos. Y luego solo el sonido de la respiración. Dos alientos. Un suspiro lento.

Ella alzó la vista. La bestia surgía sobre el arbusto detrás del que se ocultaba, estabilizando la fija mirada blanca sobre ella. Su cara era enorme, su mandíbula llena de dientes como los de un tiburón, la melena cayéndole sobre la amplia frente. Negra sangre sobre su pecho.

–¿Dónde está ella? ¿Dónde esta Mary? – La voz de V viajó alrededor de la esquina. – ¿Mary? Oh…mierda.

La cabeza de la bestia giró entre Vishous y Zsadist rápidamente.

–Lo distraeré. – Dijo Zsadist. – Tú sácala del camino.

La bestia se volvió hacia los dos hermanos y se colocó en posición de ataque, enseñando las garras, la cabeza hacia delante, la cola agitándose regularmente. Los músculos de sus cuartos traseros temblaron.

Zsadist siguió acercándose mientras V comenzaba a acercarse hasta donde ella estaba.

La bestia gruñó y abrió las mandíbulas.

Z maldijo en su dirección. – Sí, ¿qué vas a hacerme que no estoy preparado para hacerte?

Mary se disparó sobre sus pies. – ¡Zsadist! ¡No lo hagas!

Su voz congeló a todo el mundo como si fuera un cuadro viviente: Zsadist caminó hacia delante. Vishous acercándose furtivamente a ella. Los tres la miraron durante una fracción de segundo. Y luego se volvieron a concentrar los unos en los otros, yendo directamente al curso de la colisión para la que se habían preparado.

–¡Vais a marcharos los dos de aquí! – Siseó ella. – Alguien puede salir lastimado. ¡Lo están cabreando!

–Mary, necesitamos apartarte de su camino. – El tono de V era un horrible Vamos se razonable que los hombres sacaban en un accidente de tráfico.

–Esto no me hará daño, pero está a punto de desgarraros a los dos. ¡Retiraros!

Nadie la escuchaba.

–Dios, prescinda de mí de los héroes. – Refunfuñó ella. – ! Retroceded joder!

Esto consiguió su atención. Los dos hermanos dejaron de moverse. Y la bestia se volvió sobre su hombro.

–Hey. – Murmuró ella, saliendo de detrás del arbusto. – Soy yo, Mary.

La gran cabeza del dragón se sacudió de arriba abajo, moviendo su negra melena. El masivo cuerpo balanceándose un poco hacia ella.

La bestia era hermosa, pensó ella. Hermosa como lo era una cobra, su fealdad ensombrecida por la gracia, cambiando de movimientos y una inteligencia predadora que tenías que respetar.

–Eres realmente enorme ¿lo sabías? – Ella mantuvo la voz baja mientras se le acercaba despacio, recordando como a Rhage le gustaba que le hablara. – Has hecho un trabajo excelente al protegerme de esos lessers. Gracias.

Cuando estuvo al lado de la bestia, las mandíbulas abiertas y el cielo de sus ojos sobre ella. Bruscamente la cabeza se bajó, como si buscara que lo tocara. Ella extendió la mano, acariciando las lisas escamas, sintiendo el gran límite de resistencia a la tracción en el grosor de su cuello y de su hombro.

–Asustas como el infierno, realmente. Pero te sientes agradable. No pensé que tu piel sería tan suave o caliente.

Aquellos ojos blancos parpadearon hacia la izquierda y se estrecharon, sus labios enroscándose en un gruñido.

–Dime que no se acerca nadie más. – Dijo ella sin variar su tono o darse la vuelta. Mantuvo sus ojos fijos sobre aquella enorme cara.

–Butch, échate hacia atrás, hombre. – Refunfuñó V. – Ella lo calma.

La bestia produjo un gruñido bajo con sus garganta.

–Hey, ahora, no te molestes con ellos. – Dijo ella. – No nos van a hacer nada a ninguno de los dos. Además ¿no has tenido suficiente esta noche?

La criatura tomó una gran respiración.

–Sí, lo has hecho. – Murmuró ella, acariciándole la melena. Los pesados músculos eran como grandes sogas bajo la piel. No había nada de grasa, nada más que poder.

Esto miró a los vampiros otra vez.

–No, ellos no te harán nada y no tengo que preocuparme. Solo estás aquí de pie conmigo…

Sin advertencia, la bestia se giró y la golpeó al piso con la cola. Saltó por el aire hacia su casa, estrellando su tórax contra una ventana.

Un lesser fue sacado a la noche y el rugido de la bestia por el ultraje fue cortado mientras metía al asesino entre sus mandíbulas.

Mary se hizo una pelota, protegiéndose de las lengüetas de la cola. Ella se cubrió los oídos y cerró los ojos, cortando los jugosos sonidos y la visión de la horrible matanza.

Momentos más tarde ella sintió que le estaban dando un codazo. La bestia la empujaba con su nariz.

Ella se giró y alzó la vista hacia los blancos ojos. – Estoy bien. Pero vamos a tener que trabajar en tus modales de mesa.

La bestia ronroneó y se estiró sobre el suelo al lado de ella, descansando la cabeza sobre las patas delanteras. Hubo un brillante destello de luz y luego Rhage apareció en la misma posición. Cubierto de sangre negra, temblando de frío.

Ella se quitó el abrigo mientras los hermanos corrían hacia ellos. Cada uno de los hombres se quitó su chaqueta y también las pusieron sobre Rhage.

–¿Mary? – Susurró él.

–Estoy aquí mismo. Todos estamos bien. Los dos me habéis salvado.

Capítulo 47

Butch no se lo hubiera creído si no lo hubiera visto por sí mismo. Mary había convertido a aquella bestia furiosa en un animal doméstico.

Jesús, aquella mujer conocía el camino para llegar hasta él. Y coraje, también. Después de ver aquel repugnante trabajo mirando como se comía a aquellos asesinos ante ella, se había colocado delante de la maldita cosa y lo había tocado. Él no habría tenido ese tipo de cojones.

Mary levantó la vista del cuerpo de Rhage. – ¿Algunos de vosotros vais a ayudarme a meterlo en el coche?

Butch fue directo a coger las piernas de Rhage mientras V y Zsadist lo cogían por los brazos. Lo llevaron hasta el Mercedes y lo introdujeron en el asiento de atrás.

–No puedo llevarlo a casa. – Dijo Mary. – No conozco el camino.

V se dirigió a la puerta del conductor. – Os llevaré chicos. Poli, volveré en veinte.

–Cuídalos. – Murmuró Butch. Cuando se dio la vuelta, Phury y Tohr lo miraban con una expectativa a la que no estaba acostumbrado.

Sin darse cuenta si quiera, volvió a ser el detective de homicidios de la región y asumió el mando.

–Dejadme que os diga lo que se hasta ahora. – Los condujo a los dos hasta la parte posterior de la casa de Mary y señaló unas huellas negras sobre la tierra. – ¿Veis estas huellas de quemaduras en el césped? A Bella se la llevó un lesser y traída a campo traviesa desde su casa hasta aquí. Estaba sangrando y cuando el solo salió el rastro de la sangre se quemó y dejó estas huellas sobre el suelo. ¿Y por qué la tuvo que traer a través del prado? Creo que el asesino vino buscando a Mary y de algún modo salió corriendo tras Bella atravesando la propiedad. Bella corrió hacia su casa y él tuvo que volver a traerla, probablemente por que había aparcado aquí el coche. Seguidme, chicos.

Él rodeó la casa y bajó por la calle dónde había un Ford Explorador aparcado en la cuneta.

–Bella fue, para ellos, un error afortunado y regresaron esta noche para terminar el trabajo llevándose a Mary. Quiero que V controle las matrículas de estos coches, ¿de acuerdo? – Butch miró hacia el cielo. Ligeras ráfagas de nieve caían. – Con esta mierda cayendo, la integridad de los escenarios exteriores se desintegra, pero creo que sabemos todo lo que podemos de los exteriores. Dejadme examinar el SUV mientras vosotros, muchachos limpiáis los cuerpos de aquellos lessers. No tengo que deciros que cojáis todo lo que podáis de ellos, carteras, BlacBerrys, móviles. Dádselo todo a V cuando vuelva de manera que se lleve el material al Pit. Y no os metáis en las casas antes de que yo despeje las escenas.

Mientras los hermanos se pusieron al trabajo, Butch examinó el Explorer con un fino peine. Cuando hubo terminado, los vampiros habían terminado con los lessers…

–El Suv está limpio como un silbido, pero este está registrado por un tipo llamado Ustead. – Le dio el carné de identidad a Phury. – Probablemente es una identidad falsa, pero de todos modos uno de vosotros comprobará la dirección. Me dirigiré a casa de Bella para terminar allí.

Tohr miró su reloj. – Comprobaremos a este tal Ustead, luego iremos a hacer nuestros barridos de los civiles. A no ser que necesites ayuda.

–No, es mejor si lo hago solo.

El hermano se paró. – ¿Qué sobre la cobertura, poli? Porque los lessers podrían aparecer otra vez. Ninguno de los de aquí se escapó, pero cuando los muchachos no fichen, algunos de sus compinches podrían venir a echar un vistazo.

–Puedo arreglármelas. – Sacó su arma y la comprobó. – Pero gasté mi cargador. ¿Puedo coger otro prestado?

Phury le ofreció una Beretta. – Coge esta y empieza de nuevo.

Y Tohr no se marcharía hasta que Butch aceptara una de las suyas también.

Butch metió un arma en su pistolera, la otra la dejó en su mano y salió corriendo para atravesar el prado. Su cuerpo preparado y musculoso, cubrió la distancia en poco tiempo, apenas sudando. Mientras corría, su mente era aguda como el aire de la noche, pensando en una lista de cosas que tendría que llevar a cabo y teorías de lugares a dónde podían haber llevado a Bella.

Mientras corría de regreso a la granja, observó un destello moviéndose dentro de la casa. Se apoyó contra la pared al lado de la puerta de la ventana rota y le quitó el seguro a la Beretta. Desde dentro de la cocina se escuchaba el sonido de cristal pisado, como las palomitas sobre una estufa. Alguien estaba en los alrededores. Alguien grande.

Butch esperó hasta que se estuvo más cerca; entonces saltó hacia la entrada, apuntando el arma a nivel del pecho.

–Soy yo, poli. – Refunfuñó Z.

Butch balanceó el cañón hacia el techo. – Cristo, podría haberte pegado un tiro.

Pero Z no pareció preocuparse de que casi lo hubiera le hubiera pegado un tiro. Solo se agachó y pescó algunos trozos del plato roto con la yema del dedo.

Butch se quitó el abrigo y se enrolló las mangas. No le iba a pedir a Zsadist que se marchara. No había ningún argumento para hacerle entrar en razón y además, el hermano estaba actuando de una manera extraña, como si estuviera atontado. La mortal calma en él era infernalmente misteriosa.

Z recogió algo del suelo.

–¿Qué es eso? – Le preguntó Butch.

–Nada.

–Intenta no remover la escena ¿vale?

Cuando Butch miró a su alrededor, se maldijo. Quería a su viejo compañero de la Fuerza, José. Quería al equipo completo de Homicidios. Quería a su gente tras un laboratorio del CSI.

Se permitió un par de segundos de negra frustración y luego regresó al trabajo. Comenzando por las puertas de las ventanas rotas, estaba preparado para examinar cada pulgada de la casa, incluso si tenía que hacerlo hasta el alba.

*****

Mary sacó otra ronda de Alka- Seltzer del cuarto de baño. Rhage estaba sobre su cama, respirando despacio, pero un poco verde.

Después de haberse bebido el material, levantó la vista hacia ella. Su cara estaba tensa y sus ojos eran suspicaces, preocupados.

–Mary…desearía que no hubieras visto nada de todo esto.

–Shh. Solo descansa un ratito ¿vale? Ya habrá tiempo de hablar más tarde.

Se desnudó deslizándose a su lado. En el momento en que estuvo debajo de las sábanas, él se acurrucó a su alrededor, su gran cuerpo era como una manta viva.

Estando a su lado, fuera de peligro y segura, la hizo pensar en Bella.

El pecho de Mary se apretó y cerró con fuerza los ojos. Si creyera que había un Dios absoluto, estaría rezando ahora mismo. En cambio solo podía esperar a que ella pudiese.

Eventualmente el sueño le llegó. Hasta horas más tarde, cuando Rhage comenzó a gritar.

–¡Mary!!Mary, corre!

Él comenzó a agitar sus brazos. De un golpe, ella se zambulló entre ellos, apretándose contra su pecho, dirigiéndose a él. Cuando sus manos aún se movían, ella las capturó y puso sus palmas sobre su cara.

–Estoy bien. Estoy aquí.

–Oh, gracias a Dios…Mary. – Él le acarició las mejillas. – No puedo ver muy bien.

A la luz de las velas, ella lo miró a los desorientados ojos.

–¿Cuánto te cuesta recuperarte? – Le preguntó ella.

–Un día o dos. – Él frunció el ceño y luego estiró las piernas. – En realidad, no estoy tan tenso como generalmente suelo estar. Tengo un nudo en el estómago, pero no me duele tanto. Después del cambio…

Él se detuvo, la mandíbula se veía rígida. Entonces aflojó el abrazo como si no quisiera que se sintiera atrapada.

–No te preocupes. – Murmuró ella. – No te tengo miedo mientras se que eres tú.

–Infiernos, Mary…no quería que lo vieras. – Él negó con la cabeza. – Es tan horrible. Todo esto es tan horrible.

–No estoy muy segura de eso. En realidad fui directamente hacia ello. La bestia. Yo estaba tan cerca como lo estoy ahora de ti.

Rhage cerró los ojos. – Mierda, Mary, no deberías haberlo hecho.

–Sí, bien, o lo hacía o la criatura se habría comido a V y a Zsadist. Literalmente. Pero no te preocupes, tu bestia y yo nos entendimos muy bien.

–No vuelvas a hacerlo.

–El infierno que lo volveré ha hacer. No puedes controlarlo, los hermanos no pueden controlarlo. Pero a mi esa cosa me escucha. Te guste él o no, los dos me necesitáis.

–¿Pero no es…feo?

–No. No para mí.– Ella presionó un beso sobre su pecho. – Es temible y aterrador y poderoso e imponente. Y si alguien intentara cogerme esa cosa borraría una vecindad. ¿Cómo una chica no va estar encantada? Además, después de ver a esos lessers en acción, le estoy agradecida. Me siento a salvo. Entre tú y el dragón, no tengo por qué preocuparme.

Cuando ella levantó la mirada con una sonrisa, Rhage parpadeó rápidamente.

–Oh, Rhage…está bien. No estés…

–Pensaba que si sabías a que se parecía -dijo él con voz ronca -no serías capaz de volverme a mirar. Todo lo que recordarías es a ese horrible monstruo.

Ella lo besó y le limpió una lágrima de la cara. – Es parte de ti, no todo o todo lo que eres. Y te amo. Con o sin ello.

Se le acercó y metió la cabeza en su cuello. Cuando él soltó un profundo suspiro, ella le dijo -¿Naciste con ello?

–No. Es un castigo.

–¿Por qué?

–Maté un pájaro.

Mary le echó un vistazo, pensando en que parecía algo exagerado.

Rhage le echó el pelo hacia atrás. – Hice algo más que eso, pero matar un pájaro fue lo que desequilibró la balanza.

–¿Me lo vas a contar?

Él hizo una pausa durante largo rato. – Cuando yo era joven, justo después de mi transición, yo era…incontrolable. Tenía toda esa fuerza y energía y era estúpido cuando la utilizaba. No malo, solo…tonto. Peleas. Y yo, ah, dormía con muchas mujeres, mujeres que no debería haber tomado por que ellas eran las shellans de otros hombres. Nunca lo hice por jorobar a sus hellrens, pero tomé lo que me ofrecían. Tomé…todo lo que me ofrecieron. Bebí, fumé opio, caí en el láudano…Me alegra que no me conocieras entonces.

–Esto duró veinte, treinta años. Yo era un desastre esperando en la línea de la costa y me encontré con una mujer. La quería, pero ella era reservada y contra más me provocaba más determinado estaba a tenerla. No fue hasta que fui alistado por la Hermandad que ella cambió. Las armas la ponían. Los guerreros la ponían. Sólo quería estar con los hermanos. Una noche la llevé al bosque y le mostré mis dagas y mis armas. Ella jugaba con mi rifle. Dios, puedo recordar la imagen del rifle en sus manos, era uno de aquellos flinlock que se hacían a principios de 1800.

¿De 1800? Buen Dios ¿Cuántos años tenía? Mary se preguntó.

–De todas formas, se le cayó de las manos y escuché que algo golpeaba sobre el suelo. Era un búho. Uno de aquellos búhos blancos de granero tan graciosos. Todavía puedo ver la mancha roja de su sangre rezumando sobre sus plumas. Cuando recogí el pájaro y sentí su ligero peso sobre mis manos, comprendí que el descuido era una forma de crueldad. Mira, yo siempre me decía que porque no quería hacer daño, nada de lo que pasara era culpa mía. En aquel momento, supe que estaba equivocado. Si no le hubiera mi arma a la mujer, al pájaro no le habría pegado un tiro. Yo era responsable aún cuando no apreté el gatillo.

Se aclaró la garganta. – El búho era una cosa inocente. Tan frágil y pequeño comparado conmigo que se desangró y murió. Me sentí…desgraciado y pensé en dónde enterrarlo, cuando la Scribe Virgin llegó. Estaba lívida. Lívida. Para empezar le gustan los pájaros y el búho de granero es un símbolo sagrado, pero desde luego la muerte era solo parte de ello. Tomó el cuerpo de mis manos y le devolvió la vida al pájaro, enviándolo hacia el cielo nocturno. El alivio que sentí cuando aquel pájaro voló fue enorme. Sentí como si la pizarra hubiera sido limpiada. Pero entonces la Scribe Virgin se giró hacia mí. Me maldijo y desde entonces, cuando me descontrolo, la bestia sale. Por una parte, es el castigo perfecto. Me ha enseñado a regular mi energía, mis caprichos. Me ha enseñado a respetar las consecuencias de todas mis acciones. Me ayuda a entender el poder de mi cuerpo de un modo que no lo hubiera tenido si no.

Él se rió un poco. – La Scribe Virgin me odia, pero ella me hizo un favor infernal. Do todos modos…es horrible por ello. Maté un pájaro y conseguí una bestia. Simple y complicado sucesivamente ¿verdad?

El pecho de Rhage se amplió cuando hizo una gran respiración. Ella podía sentir su remordimiento tan claramente como si fuera suyo propio.

–Sucesivamente. De verdad. – Murmuró ella, acariciándole el hombro.

–Las buenas noticias son que cuando hayan pasado noventa y un años o así, se habrá terminado. – Él frunció el ceño, como si considerara la perspectiva.-la bestia desaparecerá.

Gracioso, él se veía un poco preocupado.

–¿No lo echarás de menos, verdad? – Dijo ella.

–No. No, yo…Será un alivio. De verdad.

Pero el ceño fruncido se quedó en su lugar.

Capítulo 48

Alrededor de las nueve de la mañana de día siguiente, Rhage se estiró en la cama y se sorprendió de cómo se sentía. Nunca se había recuperado tan rápidamente antes y tenía el presentimiento de que era porque no había luchado contra el cambio. Solo lo acompañó.

Mary salió del cuarto de baño con una carga de toallas en sus brazos y se dirigió hacia el armario para dejarlas caer por el tobogán. Se veía cansada, triste. Lo cual tenía sentido. Habían pasado parte de la mañana hablando de Bella y aunque él había hecho todo lo posible por tranquilizarla, ambos sabían que la situación no era buena.

Y luego había otra razón para que estuviera preocupada.

–Quiero ir hoy al doctor contigo. Dijo él.

Ella regresó al cuarto. – Estás despierto.

–Sí. Quiero ir contigo.

Mientras caminaba hacia él, tenía aquella mirada estricta, la que ponía siempre que iba a discutir.

Soltó el arma de fuego sobre la objeción más obvia. – Cambia la cita a la tarde. El sol bajará a las cinco treinta ahora.

–Rhage…

La ansiedad hizo que su voz sonara con fuerza. – Hazlo.

Ella puso las manos sobre sus caderas.-No aprecio que me empujes.

–Déjame decírtelo de otra manera. Cambia la cita, por favor. – Pero él no aligeró el tono en lo más mínimo. Cuando le dieran las noticias, las que fueran, estaría a su lado.

Ella fue hasta el teléfono, todo el tiempo maldiciendo bajo su aliento. Cuando colgó, se quedó sorprendida. – Ah, la Dra. Delia Croce me verá…a…las seis de esta tarde.

–Bueno. Y siento ser un bastardo. Sólo quiero estar contigo cuando te lo digan. Tengo que ser parte de esto todo lo que pueda.

Ella movió la cabeza y se inclinó para recoger una camisa del suelo.-Eres el gamberro más dulce que nunca he conocido.

Cuando miró el movimiento de su cuerpo, sintió como se endurecía.

Dentro, la bestia también cambió, pero era muy curiosa la sensación de tranquilidad. No era nada de la gran energía rápida, solo un lento calor, como si la criatura se pusiera contenta de compartir su cuerpo, no de tomarlo. Una comunión, no una dominación.

Probablemente porque la cosa sabía que el único modo de estar con Mary era a través de Rhage.

Ella continuó moviéndose alrededor de la habitación, ordenándola. – ¿Qué estás mirando?

–A ti.

Peinándose el pelo hacia atrás, ella serió. – Así que te ha vuelto la vista.

–Entre otras cosas. Ven aquí, Mary. Quiero besarte.

–Oh, claro. Compensa ser un bravucón ejercitándome con tu cuerpo.

–Usaré cualquier activo que tenga.

Apartó las sábanas y el edredón y se pasó la mano por pecho, sobre su estómago. Más abajo. Sus ojos se ensancharon cuando se cogió la pesada erección con su palma. Mientras se acariciaba, el olor de su excitación floreció como un ramo en el cuarto.

–Ven aquí, Mary. – Él movió las caderas. – No estoy seguro de estar haciéndolo bien. Lo siento mejor cuando tú me tocas.

–Eres incorregible.

–Solo busco algo de instrucción.

–Como si la necesitaras. – Refunfuñó ella, quitándose el suéter.

Hicieron el amor lentamente, de manera gloriosa. Pero luego la abrazó, no podía dormir. Ni podía ella.

****

Aquella noche Mary intentó respirar normalmente mientras tomaban el ascensor hasta la sexta planta del hospital. El San Francis estaba tranquilo por la tarde, pero todavía lleno de gente.

El recepcionista los dejó entrar y luego salió, poniéndose encima una bata rojo cereza mientras cerraba la puerta tras ella. Cinco minutos más tarde la Dra. Delia Croce entró en la sala de espera.

La mujer se las arregló para esconder su tardía reacción ante Rhage. Incluso aunque iba vestido como un civil, con pantalones y jersey de cuello alto negro, aquella trinchera de cuero era todavía algo para ver la caída de aquellos amplios hombros.

Bien y Rhage era…Rhage. Insoportablemente hermoso.

La doctora sonrió. – Ah, hola, Mary, ¿quieres que pasemos a mi despacho? ¿O estaréis los dos?

–Estaremos los dos. Le presento a Rhage. Mi…

–Compañero. – Dijo él alto y fuerte.

Las cejas de la Dra. Delia Croce se elevaron y Mary tuvo que sonreír a pesar de toda la tensión que tenía acumulada en el cuerpo.

Los tres atravesaron el pasillo, por delante de las puertas de los cuartos de examen, las balanzas en los pequeños huecos y las estaciones de los ordenadores. Ninguna pequeña charla. Ninguno habló, nada de cómo-está-el-tiempo, ¡vaya!-las-vacaciones-están-a-punto-de-llegar, ese tipo de cosas. La doctora sabía que Mary odiaba la charla social.

Alguna cosa que Rhage había recogido en el TGI Friday´s en su primera cita.

Dios, parecía que habían pasado años, pensó Mary. ¿Y quién podría haber previsto que acabarían aquí juntos?

La oficina de la Dra. Delia Croce estaba desordenada con montones de papeles, archivos y libros. Los diplomas de Smith y Harvard colgados en la pared, pero lo que Mary siempre encontraba más alentador era la línea de violetas africanas sobre el alféizar.

Ella y Rhage se sentaron mientras la doctora se dirigía hacia detrás de su escritorio.

Antes de que la mujer estuviera en su silla, Mary dijo. – Entonces ¿que me va a administrar y cuando podré empezar?

La Dra. Delia Croce levantó la mirada de los registros médicos, las plumas, los clips de carpeta y el teléfono de su escritorio.

–Hablé con mis colegas así como con otros dos especialistas. Hemos repasado los registros y los resultados de ayer…

–Estoy segura de que los tiene. Ahora dígame dónde nos encontramos.

La otra mujer se quitó las gafas y respiró profundamente. – Creo que debe poner en orden sus asuntos, Mary. No hay nada que podamos hacer por usted.

*****

A las cuatro treinta de la madrugada, Rhage dejó el hospital en un estado absoluto de desconcierto. Nunca había esperado ir a casa sin Mary.

Se había quedado para una transfusión de sangre y porque claramente aquellas fiebres nocturnas y el agotamiento eran los inicios de una pancreatitis. Si las cosas mejoraban le darían el alta a la mañana siguiente, pero nadie se comprometía.

El cáncer era fuerte: su presencia se había multiplicado en un corto periodo de tiempo entre que ella había tenido su chequeo trimestral hacía una semana y la muestra sanguínea del día anterior. Y la Dra. Delia Croce y los especialistas habían acordado que por los tratamientos que Mary había recibido, no podían administrarle más quimioterapia. Su hígado estaba liquidado y no podía aceptar la carga química.

Dios. Él se había preparado para una lucha infernal. Y una gran parte de sufrimiento, en particular esta parte. Pero nunca la muerte. Y no tan rápida.

Solo tenían unos meses. Hasta la primavera. Tal vez hasta el verano.

Rhage se materializó en el patio de la casa principal y se dirigió al Pit. No podía regresar a su habitación y de Mary solo. No aún.

Pero cuando estuvo de pie ante la puerta de Butch y V, no llamó. En cambio apoyó su hombro sobre la fachada de la casa principal y pensó en Mary alimentando a los pájaros. Se la imaginó allí, sobre las escaleras, con la encantadora sonrisa sobre su cara, la luz del sol sobre su pelo.

Dulce Jesús. ¿Qué iba a hacer sin ella?

Pensó en la fuerza y resolución en sus ojos después de que él se alimentó de otra mujer delante de ella. De la manera que lo amaba aún cuando había visto a la bestia. De su silenciosa, demoledora belleza y su risa y sus ojos grises metalizados.

Sobre todo pensó en la noche que había salido de la casa de Bella, corriendo sobre el frío con los pies desnudos, hacia sus brazos, diciéndole que no estaba bien…finalmente acudiendo hacia él buscando ayuda.

Sintió algo sobre su cara.

Ah, joder ¿Estaba llorando?

Yup

Y no se preocupó de que fuera a ser suave.

Él miró hacia las piedras del camino de acceso y se sintió herido por el absurdo pensamiento de que eran muy blancos como los reflectores. Y tal era la barrera de contención estucada que corría alrededor del patio. Y la fuente en el centro había sido drenada durante el invierno…

Él se congeló. Entonces abrió los ojos.

Se giró despacio hacia la mansión, levantando la vista hasta la ventana de su habitación.

Su objetivo lo incitó y lo condujo hasta el vestíbulo en una carrera mortal.

****

Mary estaba tendida en la cama del hospital e intentaba sonreírle a Butch, quien estaba sentado en una silla en la esquina con su sombrero y las gafas puestas. Había venido cuando Rhage la había dejado para protegerla y mantenerla segura hasta que cayera la noche.

–No tienes que ser sociable. – Dijo Butch suavemente, como si supiera que luchaba por ser cortés. – Solo haz lo tuyo.

Ella asintió y miró por la ventana. Los intravenosos en su brazo no estaban mal; no le dolía. Entonces otra vez, estaba tan entumecida que podrían haberle martilleado clavos sobre las venas y probablemente no lo habría notado.

Santo infierno. El final había llegado. La ineludible realidad de morir estaba sobre ella. Ninguna salida esta vez. Nada que se pudiera hacer, ninguna batalla que emprender. La muerte no sería un concepto abstracto, sería un acontecimiento muy real, inminente.

Ella no sintió ninguna paz.

No había aceptación. Todo lo que tenía era rabia de…

No quería irse. No quería abandonar al hombre al que amaba. No quería dejar el sucio caos de la vida.

Solo páralo, pensó ella. Que alguien…lo pare.

Cerró los ojos.

Cuando todo se hizo oscuro, vio la cara de Rhage. Y en su mente ella tocó su mejilla con su mano y sintió el calor de su piel, los fuertes huesos debajo. Las palabras comenzaron a marcharse de su cabeza, viniendo de algún lugar que no reconocía, yendo…a ninguna parte, supuso ella.

No permitas que me vaya. No me hagas abandonarlo. Por favor…

Dios, solo déjame quedarme aquí con él y amarlo un poco más. Prometo no desperdiciar los momentos. Lo abrazaré y nunca lo dejaré marchar…Dios, por favor. Sólo páralo…

Mary comenzó a llorar cuando comprendió que rezaba, rezaba con todo lo que había en su interior, abriendo su corazón, suplicando. Cuando llamaba a algo en lo que no creía, una revelación extraña que le llegó en medio de la desesperación.

Entonces esto era por lo que su madre había creído. Cissy no había querido bajarse del paseo de carnaval, no había querido que el carrusel dejara de dar vueltas, no había querido abandonar a Mary…La inminente separación del amor, más que el final de la vida, le había mantenido toda aquella fe viva. Fue la esperanza de tener un poco más de tiempo para amar lo que había hecho a su madre mantener las cruces y contemplar las caras de las estatuas y lanzar las palabras al aire.

¿Y por qué aquellos rezos habían sido dirigidos hacia el cielo? Bien, la cosa tenía sentido, ¿verdad? Incluso cuando no había más opciones para el cuerpo, los deseos del corazón encontraban una salida y como con todo el calor, el amor aumenta. Además, la voluntad de volar estaba en la naturaleza del alma así que su casa tenía que elevarse hacia arriba. Y los regalos realmente llegaban del cielo, como primaveral lluvia y brisa veraniega y la caída del sol y la nieve invernal.

Mary abrió los ojos. Después de parpadear se le aclaró la visión, se concentró en el brillante alba naciente detrás de los edificios de la ciudad.

Por favor…Dios

Déjame quedarme aquí con él.

No hagas que me marche.

Capítulo 49

Rhage corrió hacia la casa, quitándose de encima su trinchera mientras pasaba por el vestíbulo y subía por las escaleras. Dentro de la habitación se quitó el reloj y se puso una camisa y unos pantalones de seda blanca. Después cogió una caja laqueada del estante superior del armario, fue al centro del dormitorio y se puso de rodillas. Abrió la caja, sacó un collar de perlas negras de mármol y se lo puso al cuello.

Se sentó sobre sus talones, poniendo las palmas sobre sus muslos y cerró los ojos.

Reduciendo la velocidad de su respiración, se arrellanó en el lugar hasta que sus huesos, no sus músculos, lo sostuvieron en el lugar. Barrió su mente despejándola todo lo mejor que pudo y luego esperó, pidiendo ser recibido por la única cosa que podría salvar a Mary.

Las perlas se calentaron sobre su piel.

Cuando abrió los ojos se encontró en un brillante patio de mármol blanco. La fuente aquí funcionaba maravillosamente, el agua brillaba, la espumosa agua se elevaba sobre el aire y bajaba sobre el cuenco. Un árbol blanco con flores blancas estaba en una esquina, los pájaros cantores trinaban sobre las ramas las únicas salpicaduras de color en el lugar.

–A qué debo este placer. – Le dijo la Scribe Virgin. – Seguramente no has venido por tu bestia. Te queda bastante tiempo con ello, según recuerdo.

Rhage permaneció arrodillado, su cabeza inclinada, su lengua atada. No sabía como empezar.

–Semejante silencio.-Murmuró la Scribe Virgin. – Es inusual en ti.

–Desearía escoger mis palabras con cuidado.

–Sabio, guerrero. Muy sabio. Considerando para lo que has venido aquí.

–¿Lo sabe?

–No preguntes. – Reaccionó ella. – Realmente, me canso de tener la necesidad de recordar a la Hermandad esto. Quizás cuando vuelvas les recordarás esta etiqueta a los demás.

–Mis disculpas.

El borde de su traje negro entró en su campo de visión. – Levanta tu cabeza, guerrero. Mírame.

Él suspiró y obedeció.

–Sufres gran dolor.-Dijo ella suavemente. – Puedo sentir tu carga.

–Mi corazón sangra.

–Por esa mujer humana tuya.

Él asintió. – Le pediría que la salvara, si esto no la ofende.

La Scribe Virgin se dio la vuelta distanciándose. Ella flotó sobre el mármol, dando una lenta vuelta al patio.

Él no tenía ni idea de lo que estaba pensando. O si ella estaba considerando lo que le había pedido. Pero todo lo que sabía era que estaba haciendo algo de ejercicio. O caminaba alejándose de él.

–Porque no lo haría, guerrero- Dijo ella mientras le leía la mente. – A pesar de nuestras diferencias, yo no te abandonaría de esta manera. Dime una cosa ¿qué si salvo a tu mujer y no te libro nunca de la bestia? Dejarla vivir significa que deberás permanecer con tu maldición hasta que vayas al Fade.

–Yo felizmente lo mantendría en mi interior.

–Lo odias.

–La amo.

–Bien, bien. Evidentemente lo haces.

Con la esperanza encendida en su pecho. Tenía en la punta de la lengua preguntarle si habían llegado a un trato, si Mary viviría ahora. Pero no iba arriesgar el resto de la negociación jorobando a la Scribe Virgin con otra pregunta.

Ella suavizó su camino hacia él. – Has cambiado un poco desde que mantuvimos aquella reunión privada en el bosque. Y creo que es la única cosa desinteresada que nunca has hecho.

Él exhaló, un dulce alivio cantó por sus venas. – No hay nada que no hiciera por ella, nada que no sacrificara.

–Afortunado para ti, en cierto modo. Murmuró la Scribe Virgin. – Por que además de mantener a la bestia dentro de ti, requiero que dejes a tu Mary.

Rhage se sacudió, convencido de que no había escuchado correctamente.

–Sí, guerrero. Has entendido perfectamente.

Una frialdad mortal lo atravesó, robándole el aliento.

–Aquí esta lo que te ofrezco. – Le dijo ella. – Puedo apartarla de su destino, arreglándolo todo y sanándola. Ella no envejecerá, nunca enfermará, decidirá cuando quiere ir al Fade. Y le daré la opción para aceptar el regalo. Sin embargo, cuando le presente la oferta, ella no te reconocerá y si ella asiente, tú y tu mundo serán desconocidos para ella. De la misma manera, nadie que la haya conocido la reconocerá, ni siquiera los lessers. Tú serás el único que la recordará. Y si alguna vez te acercas a ella, morirá. Inmediatamente.

Rhage se balanceó y cayó hacia delante, apoyándose sobre sus manos. Pasó mucho tiempo antes de que pudiera exprimir cualquier palabra de su garganta.

–Realmente me odia.

Una suave descarga lo atravesó y comprendió que la Scribe Virgin le había tocado el hombro.

–No, guerrero. Te amo, mi niño. El castigo de la bestia debía enseñarte el control, aprender cuales eran tus límites, enfocar hacia adentro.

Él levantó la mirada, no preocupado por lo que ella vería en ellos: odio, dolor, el impulso de repartir golpes a diestro y siniestro.

Su voz tembló. – Me quita la vida.

–Ese es el punto. – Dijo ella en un tono extremadamente apacible. – Esto es el yin y el yang, guerrero. Tu vida, metafóricamente, por la suya, de hecho. El equilibrio debe ser mantenido, los sacrificios deben ser hechos si se dan como regalos. Si debo salvar a la humana por ti, debe de haber una profunda promesa por tu parte. Yin y yang.

Puso su cabeza hacia abajo.

Y gritó. Gritó hasta que la sangre se precipitó por su cara y picó. Hasta que sus ojos se hincharon y casi se le salieron de las órbitas. Hasta que su voz se quebró y se desvaneció.

Cuando terminó, enfocó sus ojos. La Scribe Virgin estaba arrodillada ante él, sus ropas desparramadas por todas partes, un fondo negro sobre el mármol blanco.

–Guerrero, yo te ahorraría esto si pudiera.

Dios, casi la creyó. Su voz era tan falsa.

–Hágalo. – Dijo él bruscamente. – Déle la opción. Yo prefiero que ella viva mucho tiempo y felizmente sin saber que moriría ahora.

–Así sea.

–Pero le pido…que me permita despedirme. Un último adiós.

La Scribe Virgin negó con la cabeza.

El dolor lo rasgó, cortándolo de tal manera que no le extrañaría encontrar que su cuerpo estaba sangrando.

–Le pido…

–Esto es ahora o nunca.

Rhage se estremeció. Cerró los ojos. Sintió la muerte llegar tan segura como si su corazón hubiera dejado de bombear.

–Entonces es ahora. – Susurró él.

Capítulo 50

La primera parada que hizo Butch cuando llegó del hospital fue el estudio de la mansión. No sabía por qué Rhage lo había llamado y le había hecho dejar la habitación de Mary. Su primer impulso había sido discutir con el hermano, pero el sonido de la voz del tipo había sido extraño, por lo que la había dejado sola.

La Hermandad esperaba en la habitación de Wrath, todos severos y concentrados. Y lo estaban esperando. Cuando Butch los miró a todos, se sintió como si estuviera a punto de presentar un informe al departamento y después de los meses de estar sentado sobre su culo, era bueno regresar al trabajo.

Aunque maldita fuera, lamentaba que fueran necesarias sus habilidades.

–¿Dónde está Rhage? – Preguntó Wrath- Que alguien vaya a buscarlo.

Phury desapareció. Cuando regresó dejó la puerta abierta. – El hombre está en la ducha. Después acudirá.

Wrath miró a través de su escritorio a Butch -¿Qué es lo que sabemos?

–No mucho, aunque anima una cosa. Se llevaron algunas ropas de Bella. Era del tipo aseado, solo pude encontrar vaqueros y camisones, no la clase de material que podría haberse llevado a la tintorería o así. Esto me da la esperanza de que puedan mantenerla con vida algún tiempo. – Butch escuchó como se cerraba la puerta detrás de él y pensó en que Rhage había entrado.

–De todos modos, en ambos lugares, el de Bella y el de Mary, eran bonitos y limpios, aunque efectúe un barrido…

Butch comprendió que nadie lo estaba escuchando, Se giró.

Un fantasma caminaba por la habitación. Un fantasma que se parecía mucho a Rhage.

El hermano iba vestido de blanco y tenía una especie de bufanda alrededor de su garganta. Tenía colgando algo blanco de ambas muñecas también. Todos los puntos de haberse tragado algo, pesó Butch.

–¿Cuándo se reunirá ella con el Fade? – Le preguntó Wrath.

Rhage solo sacudió la cabeza y se acercó a una de las ventanas. Miró fijamente a través de ella aún cuando las persianas estaban bajadas y no podía ver nada.

Butch se quedó perplejo porque la muerte había llegado tan rápida, no sabía si seguir o no. Echó un vistazo a Wrath, quien negó con la cabeza y se puso de pie.

–¿Rhage? ¿Mi hermano? ¿Qué podemos hacer por ti?

Rhage lo miró por encima del hombro. Miró fijamente a cada uno de los hombres de la sala, terminando sobre Wrath. – No puedo salir esta noche.

–Desde luego que no. Y nos quedaremos contigo y compartiremos tu aflicción.

–No.-Dijo Rhage bruscamente. – Bella está ahí fuera. Encontradla. No permitáis que…se vaya.

–¿Pero habrá alguna cosa que podamos hacer por ti?

–No puedo… encuentro que no puedo concentrarme. De verdad que no puedo…-Los ojos de Rhage fueron a la deriva hacia Zsadist. – ¿Cómo vives con ello? Toda esa cólera. El dolor. El…

Z se movió inquietamente y miró fijamente al suelo.

Rhage se puso de espaldas al grupo.

El silencio en la habitación se alargó.

Y luego con un caminar lento y vacilante, Zsadist se acercó a Rhage. Cuando se encontró de pie al lado de su hermano, no dijo ni una palabra, no levantó una mano, no dijo nada. Solo cruzó los brazos sobre su pecho y apoyó su hombro junto al de Rhage.

Rhage se movió como si se sorprendiera. Los dos hombres se miraron el uno al otro. Y luego ambos se volvieron para mirar fijamente la oscurecida ventana.

–Continua. – Ordenó Rhage con una voz mortal.

Wrath regresó otra vez al escritorio. Butch comenzó a hablar otra vez.

*****

A las ocho de aquella noche, Zsadist terminó en casa de Bella.

Vertió el último balde de agua jabonosa en el fregadero y luego puso el balde y la fregona en el armario de al lado de la puerta del garaje.

Su casa estaba limpia ahora y todo estaba donde tenía que estar. Cuando ella regresara a casa, todo tenía que verse como siempre.

Tocó la pequeña cadena de pequeños diamantes que llevaba alrededor de su garganta. La había encontrado la noche anterior en el suelo y después de ver que tenía un eslabón roto lo arregló. Apenas le rodeaba su cuello.

Exploró la cocina un rato más y luego bajó la escalera que llevaba a su dormitorio. Había doblado de nuevo la ropa muy bien. Colocó los cajones del aparador a su lugar otra vez. Alineó las botellas de perfume sobre la cómoda. Pasó la aspiradora sobre el lugar.

Abrió el armario y tocó las blusas, los jerséis y los vestidos. Se apoyó y aspiró su olor profundamente. Podía olerla y el olor hizo que le quemara el pecho.

Aquellos bastardos de mierda iban a sangrar por ella. Iba a desgarrarlos con sus manos desnudas hasta que su negra sangre cayera como una cascada.

Con la venganza palpitando en sus venas, se acercó a la cama y se sentó. Moviéndose despacio, como si pudiera romperse el marco y se echó, recostando su cabeza sobre las almohadas. Había una libreta de espiral sobre el edredón y lo recogió. Sus páginas llenas de letras.

Era analfabeto, por lo que no podía entender las palabras, pero estaban maravillosamente compuestas, su caligrafía curva era un modelo encantador sobre el papel.

En una página aleatoria, atrapó una palabra que sí podía leer.

Zsadist.

Ella había escrito su nombre. Hojeó el diario, mirándolo estrechamente. Había escrito su nombre varias veces recientemente. Se abatió cuando se imaginó el contenido.

Cerrando la libreta, la devolvió al lugar exacto dónde la había encontrado. Entonces miró a su derecha. Había una cinta del pelo sobre el soporte de la cama, como si ella se la hubiera quitado antes de meterse a la cama. La recogió y enrolló el negro satén en sus dedos.

Butch apareció en la base de la escalera.

Z salió disparado de la cama como si lo hubieran cogido haciendo algo malo. Lo que, desde luego, había hecho. No debería haber estado por la zona privada de Bella.

Pero al menos Butch no parecía más cómodo de lo que había estado en la reunión.

–¿Qué diablos estás haciendo aquí, poli?

–Quería ver la escena otra vez. Pero veo que eres práctico con una toalla de papel.

Zsadist lo fulminó con la mirada a través de la habitación. – ¿Por qué te preocupas por todo esto? ¿Qué significa el rapto de una de nuestras mujeres para ti?

–Me importa.

–Es nuestro mundo. No el tuyo.

El poli frunció el ceño. – Perdóname, Z, pero dada tu reputación, qué es todo esto para ti.

–Solo estoy haciendo mi trabajo.

–Sí, de acuerdo. ¿Entonces que estabas haciendo ahora en la cama? ¿Por qué te pasas horas limpiando su casa? ¿Y por qué aprietas tanto la cinta que hace que se te pongan los nudillos blancos?

Z miró su mano y despacio liberó el apretón. Entonces miró al humano fijamente.

–No me jodas, poli. No te gustará lo que te contestaré.

Butch maldijo. – Mira, solo quiero ayudar a encontrarla, Z. Tengo…esto significa algo para mí, ¿vale? No me gusta la violencia con las mujeres. Tengo una historia repugnante personal con esta clase de mierda.

Zsadist metió la tira de satén en su bolsillo y rodeó al humano, acercándose a él. Butch se puso en posición de defensa, esperando que lo atacara.

Z se paró mortalmente delante del tipo.– Los lessers probablemente la hayan matado ya, ¿verdad?

–Tal vez.

–Probablemente.

Z se apoyó hacia delante y suspiró. No podía oler ningún miedo saliendo del humano aún cuando su gran cuerpo estuviera tenso y listo para luchar. Eso era bueno. El poli iba a necesitar pelotas si realmente quería jugar en el infernal cajón de arena de la Hermandad.

–Dime una cosa. – Refunfuñó Z. – ¿Me ayudarás a matar a los lessers que se la llevaron? ¿Tienes estómago para ello, poli? Por que…voy a hacerlo, estoy loco por ello.

Los ojos color avellana de Butch se estrecharon. – Ellos toman de ti, ellos toman de mí.

–No soy nada tuyo.

–Estás equivocado en eso. La hermandad ha sido buena conmigo y soy fiel a mis muchachos, ¿me entiendes?

Z midió al hombre. El aura que Butch desprendía era todo negocio familiar. Bajo-la-sangre del negocio familiar.

–No tengo gratitud. – Dijo Z.

–Lo se.

Z se reforzó y extendió la mano. Sintió la necesidad de sellar un pacto entre ellos, aún cuando fuera a odiar la sensación. Por suerte, el apretón del humano fue apacible. Pero sabía como podía manejar Z la fuerza de contacto.

–Vamos juntos tras ellos. – El poli dijo mientras dejaba caer los brazos.

Z asintió con la cabeza. Y los dos se encaminaron hacia arriba.

Capítulo 51

Mary saludó con la mano cuando el gran Mercedes paró en frente del hospital. Ella corrió de tal manera que Fritz solo pudo salir por la puerta del conductor cuando ella se metió en el coche.

–¡Gracias, Fritz! Escucha, he llamado a Rhage seis veces al móvil y no me ha contestado. ¿está todo bien?

–Todo está bien. Vi al señor esta tarde.

Sonrió rápidamente al doggen. – !Bueno! y como son las ocho, todavía es temprano para que haya salido.

Fritz puso el coche en marcha y con cuidado sorteó el tráfico. – Hay algo que necesite…

Ella extendió las manos a través del asiento, abrazó al anciano y lo besó en la mejilla. – Llévame rápido a casa, Fritz. Más rápido de lo que nunca lo hayas hecho. Rompe cada ley de tráfico.

–¿Señora?

–Ya me has oído.!Todo lo rápido que puedas!

Fritz se puso nervioso por la atención, pero se recuperó rápidamente y apretó el pedal del acelerador.

Mary se colocó el cinturón de seguridad y bajó rápidamente la visera y se miró en el pequeño espejo alumbrado. Sus manos temblaban cuando las puso sobre sus mejillas y sonrisas tontas se le escaparon de la boca, sobre todo cuando el coche se precipitó por una esquina y ella fue lanzada contra la puerta.

Cuando las sirenas sonaron, se rió con más fuerza.

–Lo siento, señora. – El doggen le echó una mirada. – Pero debo evitar a la policía y esto se puede poner algo movido.

–Cierra las puertas, Fritz.

El doggen tiró de algo y todas las luces desaparecieron y fuera no se distinguía el coche. Entonces el Mercedes soltó un rugido que le recordó el paseo en el GTO con Rhage por las montañas.

Bien, pero entonces habían llevado las luces prendidas.

Ella se agarró a la correa del cinturón de seguridad y gritó con el alboroto del chillar de los neumáticos. – ¡Dime que tienes una vista nocturna perfecta o algo así!.

Fritz le sonrió con clama, como si solamente estuvieran charlando en la cocina. – Ah, sí, señora. Perfecta.

Con una sacudida hacia la izquierda giró alrededor de un mini-camión y luego entró en callejón. Frenando de golpe para evitar atropellar a un peatón, apretó el acelerador cuando tuvo el camino despejado en la estrecha calle. Saliendo deprisa por otro lado, cortó a un taxi, esquivó un autobús. Incluso lo hizo con un SUV del tamaño del QE II pensándoselo dos veces antes de adelantarlo.

El viejo tipo era un artista detrás del volante.

De acuerdo, un artista en un Jackson Pollock de camino, pero asombroso sin embargo.

Y luego aparcó rápidamente. Directamente en la puerta de la residencia. Justo como eso.

El coro de sirenas se hizo tan ruidoso que ella tuvo que gritar. – Fritz, ellos van a…

Dos coches de policía se acercaban rápidamente a ellos.

–Un momento más, señora.

Otro coche de polis voló al final de la calle.

Fritz redujo y continuó con paso enérgico.

–Agradable truco, Fritz.

–Sin que se ofenda, madam, pero las mentes humanas son fácilmente manipulables.

Mientras iban deprisa, ella se rió y jugó con los dedos sobre el reposabrazos. El viaje parecía eterno.

Cuando divisaron el primer juego de puertas dobles, ella prácticamente vibraba, muy excitada. Y en el momento en que aparcaron delante de la casa, salió del coche, sin molestarse en cerrar la puerta.

–¡Gracias, Fritz! – Le dijo sobre su hombro.

–¡De nada señora! – Le gritó desde atrás.

Ella atravesó el vestíbulo y saltó rápidamente por la magnífica escalera. Cuando giró arriba, corría mortalmente, su bolso se balanceaba golpeó una lámpara. Volvió hacia atrás y cogió la cosa antes de que se estrellara.

Reía a carcajadas cuando entró en el dormitorio…

Mary se paró de golpe.

En el centro de la habitación se encontraba Rhage desnudo y arrodillado en una especie de trance sobre una especie de losa negra. Tenía algo blanco atado en el cuello y en las muñecas. Y había sangre goteando sobre la manta, auque no podía ver de dónde provenía.

Su cara se veía como si hubiera envejecido décadas desde la última vez que lo había visto.

–¿Rhage?

Sus ojos se abrieron despacio. Eran opacos, atontados. Parpedeó Mirándola y frunció el ceño.

–¿Rhage? ¿Rhage, qué pasa?

Su voz pareció llamar su atención.

–Qué estás…-Él se paró. Sacudió la cabeza como si intentara aclararse la vista. – ¿Qué estás haciendo aquí?

–¡Estoy curada! ¡Es un milagro!

Cuando ella fue corriendo, él saltó apartándose se su camino, sosteniendo sus manos y mirando en los alrededores desesperadamente. – ¡Sal! ¡Ella te matará! ¡Te llevará de regreso! ¡Oh, Dios, aléjate de mí.

Mary se paró. – ¿De qué estás hablando?

–!Aceptaste el regalo, verdad!

–¿Cómo haces…como sabes de ese extraño sueño?

¡Tomaste el regalo!

Jesús. Rhage estaba completamente perdido. Negando, desnudo, sangrando de las espinillas y blanco como la piedra caliza.

–Cálmate, Rhage. – Chico, esta no era la conversación que había imaginado que tendrían. – No se nada de ningún regalo!Pero escucha esto! Me dormí mientras me ponían otro MRI y algo le pasó a la máquina. Explotó o algo, adivino, no se, ellos dijeron que había algún destello de luz. De todos modos, cuando me llevaron arriba, analizaron la sangre y estaba perfecta. ¡Perfecta! ¡Estoy limpia! Nadie sabe lo que ha pasado. Parece que la leucemia ha desaparecido y mi hígado mejoró. ¡Ellos me han llamado un milagro médico!

Vertía felicidad. Hasta que Rhage le agarró las manos y las exprimió con tal fuerza que le hizo daño.

–Tienes que irte. Ahora.

No me puedes reconocer. Tienes que irte. Nunca vuelvas aquí otra vez.

–¿Qué?

Él comenzó a sacarla de la habitación y la arrastró cuando se opuso.

–¿Qué estás haciendo? Rhage, no haré…

–¡Tienes que irte!

–Guerrero, puedes parar ahora.

La irónica voz femenina los paró a ambos.

Mary miró sobre su hombro. Una pequeña figura cubierta de negro estaba en una esquina de la habitación, la luz encendida bajo el suelto traje.

–Mi sueño. – susurró Mary. – Usted era la mujer de mi sueño.

Los brazos de Rhage la aplastaron cuando la colocó alrededor de su cuerpo, y luego la empujó apartándola.

–No, no fui a ella, Scribe Virgin. Lo juro, no lo hice…

–Descansa, guerrero. Sé que mantuviste el acuerdo. – La pequeña figura flotó hacia ellos, no caminaba, solo se movía por la habitación. – Y todo está bien. Tú solo dejaste fuera un pequeño detalle sobre la situación, algo que yo no sabía hasta que me acerqué a ella.

–¿Qué?

–No lograste decirme que ella no podía tener niños.

Rhage miró a Mary. – No lo sabía.

Mary asintió y se abrazó a sí misma. – Es verdad. Soy estéril. Por los tratamientos.

Las negras ropas se movieron. – Ven aquí mujer. Te tocaré ahora.

Mary dio un paso hacia delante aturdida cuando la mano encendida apareció entre la seda. La reunión de sus palmas causó una caliente electrificación.

La voz de la mujer era baja y fuerte. – Lamento que tú capacidad reproductiva te haya sido quitada. La alegría de mi creación me sostiene siempre y tomo el gran dolor de que nunca sostendrás la carne de tu carne en tus brazos, al que no verás mirarte fijamente a la cara, que nunca mezclarás tu naturaleza esencial con la del hombre que amas. Lo que has perdido es un gran sacrificio. Quitarte al guerrero también…es demasiado. Como te dije, te doy la vida eterna hasta que decidas ir al Fade por tu propia voluntad. Y tengo el presentimiento de que esta opción tomada cuando sea el turno de este guerrero de dejar la tierra.

La mano de Mary fue liberada. Y toda la alegría que había sentido la agotó. Quería llorar.

–Oh, infiernos. – Dijo ella. – ¿Todavía estoy soñando verdad? Yo debería haber sabido…

Baja, una risa femenina salió de entre las ropas. – Ve con tu guerrero, mujer. Siente el calor de su cuerpo y sepa que es verdadero.

Mary se dio la vuelta. Rhage miraba a la figura con incredulidad también.

Ella dio un paso hacia él, abrazándolo, escuchando el bombear de su corazón en su pecho.

La negra figura desapareció y Rhage comenzó a hablar en la antigua lengua, palabras que salían tan rápidas de su boca que no las hubiera entendido aunque hubieran sido en inglés.

Rezos, pensó ella…él estaba rezando.

Cuando finalmente terminó, la miró. – Permíteme besarte, Mary.

–Espera, por favor ¿dime lo que ha pasado? ¿Y quién es ella?

–Más tarde. No puedo…no pienso con claridad ahora mismo. En realidad, más vale que me acueste durante un minuto. Me parece que voy a desmayarme y no quiero caer sobre ti.

Ella colocó su pesado brazo sobre sus hombros y lo agarró alrededor de la cintura. Cuando se inclinó sobre ella, ella gruñó por el peso.

En cuanto Rhage estuvo acostado, él se arrancó las tiras blancas de su cuello y de sus muñecas. Fue entonces que ella vio que algo brillante se había mezclado con la sangre sobre sus espinillas. Ella miró la losa negra. Había pedacitos sobre ello, como el cristal ¿o diamantes? Dios, él había estado arrodillado sobre ellos. No era nada de asombrar que se hubiera cortado con la materia prima.

–¿Qué estabas haciendo? – Le preguntó ella.

–Luto.

–¿Por qué?

–Después. – La colocó encima de él y la abrazó con fuerza.

Sintiendo su cuerpo bajo el suyo, ella se preguntó si era posible que los milagros pasaran de verdad. Y no de esa clase de-acabo-de-tener-buena-suerte, pero la misticidad, era una variedad incomprensible. Pensó en los doctores corriendo alrededor de sus análisis de sangre y sus tablas. Sintiendo el choque de electricidad a través de su brazo y en su pecho cuando la negra figura la había tocado.

Y pensó en los rezos desesperados que había lanzado al cielo.

Sí, decidió Mary. Los Milagros pasaban realmente en el mundo.

Ella comenzó a reír y a llorar al mismo tiempo y tomó la reacción calmada de Rhage ante el arrebato.

Un poco más tarde ella le dijo. – Sólo mi madre podía haber creído en esto.

–¿Creído qué?

–Mi madre era una buena católica. Tenía Fe en Dios, la salvación y la vida eterna. – Lo besó en el cuello. – Entonces ella habría creído en todo esto al instante. Y habría estado convencida de que la madre de Dios había estado bajo aquellas ropas negras en este momento.

–En realidad era la Scribe Virgin. Quien es muchas cosas, pero no la madre de Jesús. Al menos, no tal como funciona nuestro léxico.

Ella levantó su cabeza. – Sabes, mi madre siempre me decía que me salvaría tanto si creía en Dios o no. Estaba convencida de que no podía alejarme de la Gracia debido a como me llamó. Decía que siempre que alguien me llamara o escribiera mi nombre o pensara en mí, me protegería.

–¿Tú nombre?

–Mary. Ella me llamó así por la Virgen María.

La respiración de Rhage se paró. Y luego rió suavemente.

–¿Qué es tan gracioso?

Sus ojos verde azulados brillaban, relucían. – Es solo que V…bueno, V nunca se equivoca. Oh, Mary, mi hermosa virgen ¿dejarás que te ame mientras viva? Cuando vaya al Fade ¿vendrás conmigo?

–Sí.-Ella le acarició la mejilla. – ¿Pero no te importa que no pueda tener a tus hijos?

–En lo más mínimo. Te tengo, eso es todo lo que importa.

–Sabes. – Murmuró ella -Siempre existe la adopción. ¿Los vampiros adoptan?

–Pregúntale a Tohrment y a Wellsie. Ya puedes contra en que John es como un hijo propio. – Rhage sonrió. – Quieres un bebé, te conseguiré uno. Sabes, yo podría ser un buen padre.

–Creo que serás más que bueno.

Cuando ella se inclinó para besarlo, él la detuvo. – Ah, hay otra cosa.

–¿Qué?

–Bueno, estamos pegados a la bestia. Negocié con la Scribe Virgin…

Mary se apartó. – ¿Negociaste?

–Tenía que hacer algo para salvarte.

Ella lo miró fijamente, atontada y luego cerró los ojos. Puso los engranajes en movimiento, él la había salvado.

–Mary, tenía que negociar con algo…

Ella lo besó con fuerza. – Oh, Dios, te amo. Ella respiró.

–¿Incluso si significa que vas a tener que vivir con la bestia? Por que la maldición ahora es perpetua. Como una piedra. Para siempre.

–Te dije, que está bien por mí. – Ella rió. – Significa, vamos. Es una cosa amable, del tipo Godzilla. Y lo veré como un dos por uno en el trato.

Lo ojos de Rhage destellaron blancos cuando la derribó y puso su boca sobre su cuello.

–Me alegro de que te guste. – Murmuró él, sus manos tirando de su camisa. – Por que los dos somos tuyos. Nos tendrás por el tiempo que quieras.

–Esto será para siempre. – Dijo ella cuando se dejó ir.

Y se deleitó con todo el amor.

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09/11/2009

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