Ella sintió sus brazos de él alrededor de su cintura, y la apretó cuando su cuerpo. Cuando ella miró el reloj, comprendió que solo hacía una hora y media desde que habían abandonado la casa de Bella, pero toda su vida había cambiado.
–Sí, esta es tu casa. Nuestra casa.
Las tres cajas alienadas contra la pared estaban llenas con su ropa, sus libros favoritos, algunos DVD, unas fotos. Con Vishous, Butch y Fritz que la habían ayudado, no le había costado mucho tiempo el recoger algunas cosas, utilizando el Escalade de V y siendo conducidos de vuelta la mansión. Más tarde ella y Rhage regresarían para finalizar el trabajo. Y por la mañana llamaría a la oficina de abogados y los dejaría. También buscaría un agente inmobiliario y vendería la granja.
Dios, realmente se había ido y lo había hecho. Yéndose con Rhage y desistiendo de su antigua vida.
–Debería desempaquetar.
Rhage le cogió las manos y la llevó en dirección de la cama. – Quiero que descanses. Pareces demasiado cansada para estar de pie.
Mientras ella se estiraba, él se quitó la trinchera y se quitó su arnés de dagas y el arma de su cinturón. Él se echó a su lado, creando una pendiente en el colchón que hizo que se cayera contra él. Todas las lámparas se apagaron, la habitación se hundió en la oscuridad.
–¿Estás seguro de que estás preparado para todo esto? – Dijo ella cuando sus ojos se acostumbraron al brillo ambiental de las ventanas. – ¿Por todas mis…cosas?
No hagas que utilice la palabra j-otra vez.
Ella se rió. – No voy a hacerlo. Es solo que…
–Mary, te amo. Estoy más que listo para todas tus cosas.
Ella puso su mano sobre su cara y se quedaron tranquilos un rato, solo respirando juntos.
Ella estaba a punto de dormirse cuando él dijo-Mary, sobre las disposiciones de mi alimentación. Mientras nosotros estábamos en tu casa, llamé a la Elegida. Ahora que has regresado, tendré que utilizarlas.
Ella se puso tensa. Pero infiernos, si ella iba a estar con un vampiro y él no podía vivir de su sangre, iban a tener que tratar con el problema de algún modo.
–¿Cuándo vas a hacerlo?
–Una mujer se supone que vendrá esta noche y como te dije antes, me gustaría que estuvieras conmigo. Si estuvieras cómoda con ello.
¿Cómo sería verlo? Se preguntó ella. ¿Sostendría él a la mujer en sus brazos y bebería de su cuello? Dios, aunque no tuviera sexo con ella, Mary no estaba muy segura de poder mirarlo.
Él besó su mano. – Confía en mí. Este será el mejor camino.
–Sí lo haré, ah, si no puedo manejarlo…
–No te obligaré a mirar. Es solo…que hay una intimidad inevitable en ello y creo que ambos estaremos más cómodos si estuvieras allí. De esa manera sabrás exactamente lo que implica. No hay nada oculto o sombrío en ello.
Ella asintió. – Bien.
Él suspiró. – Esta es una verdad de la vida que no puedo cambiar.
Mary colocó su mano sobre su pecho. – Sabes, aun que sea un poco espantoso, desearía ser yo.
–Oh, Mary, yo también.
Cuando se acercó al bordillo, miró hacia las dos ventanas que había estado mirando fijamente durante tantas horas. Abandonaba el colchón y el juego de mancuernas atrás, así como su depósito de seguridad y el alquiler del pasado mes para romper su contrato de arrendamiento. Tendría que regresar a por su bici después de que Tohrment llegara, aunque por otra parte, era libre de ese lugar.
Miró calle abajo, preguntándose por qué dirección llegaría. Y que tipo de coche conduciría. Y dónde viviría. Y con quien estaba casado.
Temblando de frío, John comprobó de nuevo su reloj. Las nueve en punto.
Una sola luz llameó a su derecha. Él estaba bastante seguro de que Tohrment no utilizaría una moto para recogerlo. Pero la fantasía del rugido en la noche era bueno.
Cuando la Harley rugió alejándose, miró a través de la calle hacia las oficinas del Teléfono Directo de Prevención del Suicidio. Mary había desaparecido el viernes y el sábado por la noche también, y esperaba que ella solo se hubiera tomado unas vacaciones. En cuanto estuviera colocado, volvería otra vez y se aseguraría de que estuviera bien.
Excepto que…wow, no tenía ninguna pista de ha dónde iba. Estaba asumiendo que se quedaría en el área, ¿pero quien sabía? Tal vez se iba lejos. Solo imagínate, marchándose.
Caldwell. Dios, le gustaría tener un principio fresco. Y siempre encontraría un modo de encontrar a Mary, incluso si tenía que coger un autobús.
Dos coches más y un camión pasaron.
Había sido tan fácil salir de su patética existencia. Nadie en Moe se preocupó por que los dejara sin avisar ya que los ayudantes de camareros había a montones. Y esto era sin decir que nadie en el edificio lo echaría de menos. De la misma manera, su libro de direcciones estaba tan limpio como un silbido, ningún amigo, ningún familiar al que llamar.
En realidad, no tenía un libro de direcciones. ¿Y cuán pobre era eso?
John se echó un vistazo, pensando en como de lamentable se debía ver. Sus zapatillas de lona estaban sucias, las partes blancas eran tirando a grises. Su ropa estaba limpia, pero los vaqueros tenían dos años y la camisa, que era la mejor que tenía, parecía un deshecho de La Buena Voluntad. Incluso no tenía una chaqueta ya que le habían robado su parka la semana anterior en Moe e iba a tener que ahorrar antes de poderse comprar otra.
Desearía verse mejor.
Las luces se balanceaban rápidamente alrededor de Trade Street y luego fue hacia arriba, como si el conductor apretara con fuerza el acelerador. Lo cual no era bueno. En este vecindario, quien fuera a pasar por lo general corría delante de los polis o algo peor.
John dio un paso colocándose detrás de un buzón abollado, intentando aparecer desapercibido, pero el Range Rover negro patinó frenando delante de él. Las ventanas oscurecidas. Los acabados de cromo. Y G-Unit sonaba en el interior, la música golpeaba lo suficiente para que se oyera en todo el bloque.
John agarró su maleta y se dirigió hacia su edificio. Incluso si corría por el hombre pálido, estaría más a salvo dentro del vestíbulo que en cualquier parte cerca del traficante de droga que llevaba ese Rover. Iba hacia la puerta cuando la música cesó.
–¿Estás listo, hijo?
John se dio la vuelta hacia el sonido de la voz de Tohrment. El hombre daba la vuelta por el capó del coche, y en las sombras parecía toda una amenaza, una gran y fuerte figura de la que la gente sana se alejaría.
–¿Hijo? ¿Estás listo para marcharnos?
Cuando Tohrment dio un paso hacia la débil luz de las farolas de la calle, los ojos de John examinaron la cara del hombre. Dios, había olvidado como asustaba ver al tipo con ese corte de pelo militar y aquella dura mandíbula.
Tal vez era una mala idea, pensó John. Una opción hecha del miedo de una cosa que solo lo echaría más profundamente en otra clase de problemas. No sabía a dónde iba. Y los niños como él podían acabar en el río después de que hubieran entrado en un coche así. Con hombre así.
Como si sintiera la indecisión de John, Tohrment se apoyó contra el Rover y cruzó sus pies sobre sus tobillos.
–No quiero que te sientas forzado, hijo. Pero te diré que mi shellan ha estado cocinando buena comida y tengo hambre. Por lo que si vienes, comerás con nosotros, ves la casa. Puedes probarnos. E incluso dejar tus cosas aquí. ¿Qué tal suena?
Incluso la voz era tranquila. Ninguna amenaza. ¿Pero el tipo realmente sacaría al malo si quería meter a John en el coche?
Un teléfono móvil sonó. Tohrment se lo sacó de la chaqueta de cuero y lo abrió.
–Sí. Hey, no, ahora mismo estoy con él. – Una pequeña sonrisa rompió la línea de los labios del hombre. – Lo meditamos. Sí, se lo diré. Uh-huh. Bien. Ya voy. Sí, haré esto también. Wellsie, yo…lo se. Mira, no significa dejarlo fuera-no lo haré otra vez. Te lo prometo. No…Sí, yo realmente…Uh-huh. Lo siento, leelan.
Era la esposa, pensó John. Y ella parecía estar riñendo a este tipo duro. Y el hombre lo aceptaba.
–Bien. Te amo.! Adiós! – Tohrment cerró el móvil y se lo metió en el bolsillo. Cuando se concentró en John otra vez, claramente respetó lo suficiente a su esposa como para no hacer rodar los ojos y hacerse el macho, haciendo sucios comentarios sobre las mujeres. – Wellsie dice que tiene realmente ganas de conocerte. Ella espera que te quedes con nosotros.
Bien…de acuerdo.
Escuchando a sus instintos, estos le decían que Tohrment era la seguridad e independencia que representaba independientemente de lo que se veía, John llevó a cuestas el equipaje hasta el coche.
–¿Esto es todo lo que tienes?
John enrojeció y asintió.
–No debes avergonzarte de nada, hijo. – Dijo Tohrment suavemente. – No cuando estés conmigo.
El hombre extendió la mano y tomó la maleta como si no le pesara nada, meciéndola casualmente en el asiento trasero.
Cuando Tohrment fue hacia el lado del conductor, John comprendió que se había olvidado de su bici. Dio un toque sobre el Rover para conseguir la atención del hombre; entonces indicó el edificio y sostuvo su índice.
–¿Necesitas un minuto?
John asintió y fue disparado hacia su apartamento. Tenía su bici y dejó las llaves sobre el contador, cuando él hizo una pausa y miró a su alrededor. La realidad de alejarse del estudio le hizo reconocer la miseria del lugar. Pero de todos modos, esto había sido durante un tiempo, lo mejor que podía permitirse con lo poco que tenía. Sintiendo un impulso, cogió la pluma de su bolsillo trasero, abriendo uno de los débiles gabinetes y escribió su nombre y la fecha sobre la pared interior.
Entonces condujo su bici por el pasillo, cerró la puerta y moviéndose rápidamente bajó por el hueco de la escalera.
Capítulo 36
–¿Mary? Mary, despierta. Ella ya está aquí. – Mary sintió que le movía el hombro y cuando abrió los ojos, Rhage apartó la mirada de ella. Él se había puesto una especie de equipo blanco, de manga larga con pantalones holgados.
Ella se incorporó, intentando juntarlo. – ¿Tengo un minuto?
–Absolutamente.
Entró en el cuarto de baño y se lavó la cara. Con el agua fría goteándole desde su barbilla, miró fijamente su reflejo. Su amante estaba a punto de beber sangre. Delante de ella.
Y esto no era la parte más extraña. Se sentía inadecuada por que no era ella quien lo alimentara.
No a punto de quedar en aquella barrena mental, recogió una toalla y se secó con un buen frotado. No había tiempo para cambiarse sus vaqueros y su suéter. Y realmente nada más quería llevar, de todos modos.
Cuando salió, Rhage se estaba quitando el reloj.
–¿Quieres que te lo guarde? – Le preguntó ella, recordando la última vez que le había cuidado el Rolex.
Él caminó y puso el pesado objeto sobre su palma. – Bésame.
Ella se elevó de puntillas mientras él se inclinaba. Sus bocas se encontraron durante un momento.
–Vamos. – Él tomó su mano y la condujo hacia el pasillo. Como se veía confusa, él le dijo. – No quiero hacerlo en nuestro dormitorio. Ese es nuestro espacio.
La llevó al otro lado del balcón, a otro cuarto de huéspedes. Cuando abrió la puerta, entraron juntos dentro.
Mary primero olió a rosas y luego vio a la mujer en la esquina. Su cuerpo lozano estaba cubierto por un vestido blanco envolvente y su cabello rubio rojizo estaba recogido sobre su cabeza. Con el escote pronunciado, el amplio vestido y el recogido, su cuello estaba lo más expuesto posible.
Ella sonrió y se inclinó, hablando aquella lengua desconocida.
–No. – Dijo Rhage. – En inglés. Hablaremos en inglés.
–Desde luego, guerrero. – La voz de la mujer era alta y pura, como la llamada del canto de un pájaro. Sus ojos, verde pálido y encantadores, se retrasaron sobre la cara de Rhage. – Estoy contenta de poder servirte.
Mary se movió, intentando reprimir el impulso de defender su terreno. ¿Servirlo?
–¿Cómo te llamas, Elegida? – Le preguntó Rhage.
–Soy Layla. – Se volvió a inclinar. Cuando ella volvió a su lugar, sus ojos recorrieron el cuerpo de Rhage.
–Ella es Mary. – Él le puso su brazo alrededor de sus hombros. – Ella es mí…
–Novia. – Dijo Mary bruscamente.
La boca de Rhage se tensó. – Es mi compañera.
–Desde luego, guerrero. – La mujer se volvió a inclinar, esta vez hacia Mary. Cuando levantó la cara, sonrió calurosamente. – Querida, será un placer servirla también.
Bien, bueno, pensó Mary. Entonces saca tu culo flaco de aquí y asegúrate de que su reemplazo sea gorda, fea, muy desdentada.
–¿Dónde me quiere? – Le preguntó Layla.
Rhage miró alrededor del curto antes de concentrarse en la lujosa cama con dosel. – Allí.
Mary ocultó un estremecimiento. Oh, esta no sería su primera opción.
Layla se acercó, haciendo que el sedoso vestido se arremolinara detrás suyo. Se sentó sobre el edredón de satén, pero cuando puso sus piernas encima, Rhage negó con la cabeza.
–No. Estate sentada.
Layla frunció el ceño pero no discutió. Sonrió cuando él dio un paso hacia delante.
–Vamos. – Dijo él, cogiéndole la mano a Mary.
–Esto es lo suficientemente cerca.
Él la besó y se acercó a la mujer, poniéndose de rodillas delante de ella. Cuando sus manos fueron hacia su vestido como su fuera a quitárselo, Rhage la detuvo.
–Beberé de la muñeca. Dijo él. – Y no deberás tocarme.
La súbita desilusión jugó con los rasgos de Layla, ampliando sus ojos. Esta vez, cuando incline la cabeza, parecía vergüenza, no respeto.– Estoy correctamente limpia para el uso. Puede inspeccionarme, si lo desea.
Mary se puso las manos sobre la boca. Aquella mujer se veía nada más que como un objeto para ser utilizado, era espantoso.
Rhage negó con la cabeza, claramente incómodo con la respuesta, también.
–¿Desea a alguna otra? – Le preguntó Layla suavemente.
–No quiero nada de eso. – Refunfuñó él.
–¿Pero por qué llamó a las Elegidas si no tiene intención de servirse a sí mismo?
–No pensé que esto sería tan difícil.
–¿Difícil? – La voz de Layla se hizo más profunda. – Pido perdón, pero no logro ver qué le ha incomodado.
–No es qué y no me siento ofendido. Mi Mary…es humana y no puedo beber de ella.
–Entonces ella se unirá solo a los placeres de la cama. Sería un honor suministrarle allí.
–Ah, sí, esto no es…ella no está para…ah, nosotros tres no vamos a…- Buen Dios, Rhage se estaba ruborizando. – Mary esta aquí por que no tendré a ninguna otra mujer, pero debo alimentarme, ¿lo entiende? – Rhage maldijo y se levantó. – Esto no va a funcionar. No estoy de acuerdo con esto.
Los ojos de Layla brillaron. – Usted dice que debe alimentarse, pero es incapaz de tomar su vena. Estoy aquí. Estoy dispuesta. Me complacería darle lo que necesita. ¿Por qué se siente incómodo? ¿O tal vez quiere esperar más? ¿Hasta que el hambre lo consuma y lo ponga en peligro a su compañera?
Rhage se pasó la mano por el pelo. Estirándolo. Tirando de él.
Layla cruzó las piernas, el vestido se abrió por un muslo. Era toda una imagen, sentada sobre aquella exuberante cama, tan apropiada e incluso tan increíblemente sexual.
–¿Se han desvanecido las tradiciones de su mente, guerrero? Se que ha pasado mucho tiempo pero ¿cómo puede sentirse inestable sobre mi asistencia? Este es uno de mis deberes y encuentro un gran honor en ello. – Layla movió la cabeza. – O diré, encontraba. Encontrábamos. Las Elegidas lo hemos hecho durante centurias. Nadie de la Hermandad nos ha llamado, no somos deseadas, sin uso. Cuando usted finalmente extendió la mano, estuvimos muy contentas.
–Lo siento. – Rhage le echó una mirada a Mary. – Pero no puedo…
–Es por ella por lo que más se preocupa ¿verdad? – Murmuró Layla. – Le preocupa lo que pensará si ella lo ve con mi muñeca.
–Ella no está acostumbrada a nuestras costumbres.
La mujer le tendió la mano. – Querida, venga y siéntese conmigo así él podrá mirarla mientras bebe, podrá sentir su toque y olerla, para que sea parte de esto. De otra manera él me rechazará y ¿a dónde los llevará? – Cuando se mantuvo el silencio y Mary se quedó quieta, la mujer le hizo señas con impaciencia. – Seguramente comprende que de otra forma él no beberá. Debe hacer esto por él.
Estaban en una sección de la ciudad que le era desconocida a John, dónde las casas estaban separadas y alejadas las unas de las otras. Había muchas con grandes puertas de hierro negro, céspedes circundantes y los árboles no solo eran arces y robles, algunos fantásticos, el nombre de los cuales desconocía.
John cerró los ojos, deseando no llevar una camisa a la que le faltaba un botón. Tal vez mantenía si mantenía su brazo alrededor de su estómago, la esposa de Tohrment no notaría.
Dios… ¿y si tenían hijos? Quienes se reirían de él…
¿Tiene hijos? John escribió sin pensarlo.
–¿Qué pasa, hijo?
John hurgó en sus bolsillos buscando algunas hojas dobladas de papel. Cuando encontró el Bic, escribió rápidamente y giró el papel.
Tohrment se quedó quieto y miró hacia su casa, aquella cara tensa y dura como si tuviera miedo de lo que había dentro.
–Nosotros podríamos tener un niño. En poco más de un año. Mi Wellsie está embarazada, pero nuestras mujeres lo pasan muy mal durante el parto. – Tohrment movió la cabeza, sus labios se tensaron. – Cuando seas más mayor, aprenderás a temer el embarazo. Es un maldito ladrón de shellan. Sinceramente, preferiría no tener ningún niño a perderla. – El hombre se aclaró la garganta. – De todas formas, vamos. Comeremos y luego te llevaré al centro de entrenamiento.
Tohrment tiró del abridor de la puerta del garaje y salió. Mientras John cogía la maleta del asiento trasero, el hombre sacó la diez velocidades de la parte posterior. Entraron andando en el garaje y Tohrment encendió las luces.
–Voy a dejar tu bici aquí contra la pared ¿vale?
John asintió y miró a su alrededor. Había un Volvo familiar y…un Corvette Swing Ray convertible de los 60.
John solo pudo mirarlo fijamente.
Tohrment sonrió suavemente. – ¿Por qué no te acercas y lo saludas?
John dejó caer su maleta y se acercó al Vette con un aturdimiento amoroso. Extendió la mano, queriendo acariciar el liso metal, pero entonces retiró la mano.
–No, tócalo. Le gusta la atención.
Oh, era un hermoso coche. Brillante, azul metálico claro. Y la cubierta estaba bajada por lo que podía ver el interior. Los asientos blancos eran magníficos. El volante brillaba. En el salpicadero estaban todos los indicadores. Cuando estuvo dispuesto a apostar que el motor sonaba como los truenos cuando lo encendiera. Probablemente olía como el aceite fresco que le pones al calentador.
Miró hacia Tohrment, pensando que sus ojos iban a estallar. Desearía poder hablar, solo decirle al hombre lo especial que era el coche.
–Sí, se ve bien, ¿verdad? Lo he restaurado yo mismo. Estoy a punto de ponerle las tapas para el invierno, ¿pero tal vez podríamos llevárnoslo al centro esta noche, que te parece? Hace frío, pero podemos ponernos los abrigos.
John irradió alegría. Y continuó sonriendo abiertamente cuando el pesado brazo del hombre le rodeó sus finos hombros.
–Vamos a alimentarte, hijo.
Tohrment recogió la maleta y se dirigieron hacia la puerta al lado de la cual estaba la bici. Cuando entraron en la casa, le llegó el olor de la comida mexicana, rica y picante.
La nariz de John se emocionó. Su estómago se retorció. Santo infierno, no iba a ser capaz de comer nada de todo eso. ¿Y si la esposa de Tohrment se ofendía…?
Una pelirroja abrumadora apareció en su camino. Ella fácilmente medía 1,8 metros, tenía la piel como la fina porcelana fina y llevaba un amplio vestido amarillo. Su pelo era increíble, un río suelto de ondas que le caían como una cascada por la espalda.
John se puso un brazo a su alrededor, ocultando el ojal.
–¿Cómo está mi hellren? – Dijo la mujer, levantando su boca para besar a Tohrment.
–Bien, leelan. Wellsie, este es John Mattew. John, esta es mi shellan.
–Bienvenido, John. – Ella le ofreció la mano. – Soy muy feliz de que te quedes con nosotros.
John le dio la mano y rápidamente recolocó el brazo en su lugar.
–Vamos, chicos. La cena esta lista.
Todos los armarios de la cocina eran de color cereza, enumeras de mármol y brillantes aplicaciones negras. Un set de mesa de vidrio y metal con tres lugares preparados. Todo se veía muy nuevo.
–Sentaros vosotros dos. – Dijo Wellsie -Traeré la comida.
Él miró el fregadero. Era de porcelana blanca con un gracioso grifo de cobre que se elevaba en lo alto.
–¿Quieres lavarte las manos? – Dijo ella. – Ve tu mismo.
Había una pequeña pastilla de jabón en el plato, y procuró lavarse todas la partes, incluso debajo de las uñas. Después de que él y Tohrment se sentaran, Wellsie llegó con los platos y bols llenos de comida. Enchiladas. Quesadillas. Ella se fue por más.
–Ahora, que hablamos. – Dijo Tohrment cuando se sirvió, amontonando la comida en su palto. – Wellsie, esto se ve fantástico.
John miró la muestra. No había nada en la mesa que él pudiera aguantar. Tal vez podría decirles que había comido antes…
Wellsie dejó un tazón delante suyo. Estaba lleno de arroz blanco con una pálida salsa sobre ello. El aroma era delicado, pero atractivo.
–Esto aliviará tu estómago. Lleva jengibre. – Dijo ella. – La salsa tiene mucha grasa, lo que te ayudará a subir algo de peso. De postre, he hecho budín de plátano. Esto baja bien y tiene muchas calorías.
John miró fijamente la comida. Ella sabía. Sabía lo que no podía comer. Y lo que podía.
El tazón que tenía delante se puso borroso. Él parpadeó rápidamente. Frenéticamente.
Apretó su boca cerrada, apretando las manos en su regazo hasta que se agrietaron los nudillos. No iba a llorar como un niño. Rachaza deshonrarse así.
La voz de Wellsie sonó tranquila. – ¿Tohr? ¿Quieres concedernos un minuto?
Se escuchó el sonido de una silla que se echaba hacia atrás y luego John sintió una sólida mano sobre su hombro. El peso de pasos que se alejaban de la habitación.
–Ahora ya puedes. Ya se ha ido.
John cerró los ojos y se dobló, lágrimas que rodaban por sus mejillas.
Wellsie puso una silla a su lado. Lentamente, moviéndose, ella acarició su espalda.
Se sentía bendecido de que Tohrment hubiera ido y lo encontrara a tiempo. Aquella casa en la que iba a quedarse era muy agradable y limpia. Wellsie había hecho algo especial, algo que su estómago podría tolerar.
Ambos le habían dejado mantener su orgullo.
John sintió que lo tiraban hacia un lado y luego lo abrazaban. Meciéndolo.
Seco, absorbió la bondad.
Un poco más tarde él levantó la cabeza y sintió como le colocaban una servilleta en la mano. Se limpió la cara, arrojó hacia atrás los hombros y miró a Wellsie.
Ella sonrió. – Mejor.
Él asintió.
–Voy a traer a Tohr ¿de acuerdo?
John asintió otra vez y recogió el tenedor. Cuando tomó el arroz, gimió. No podía tener gusto de verdad, pero cuando llegó a su estómago, en vez de espasmos sintió un maravilloso aflojamiento en su estómago. Era como si la cosa hubiera sido calibrada expresamente para lo que necesitaba su sistema digestivo.
No podía levantar la mirada cuando Tohrment y Wellsie se volvieron a sentar y fue relevado mientras ellos comenzaron a hablar de cosas normales. Diligencias. Amigos. Proyectos.
Cuando se terminó todo el arroz y miró hacia la estufa, se preguntó si habría más. Antes de poderlo preguntar, Wellsie tomó su tazón y se devolvió lleno. Comió tres tazones. Y un poco de budín de plátano. Cuando dejó la cuchara, comprendió que era la primera vez en su vida que se había sentido lleno.
Suspiró, recostándose en la silla y cerró los ojos, escuchando el tono profundo de la voz de Tohrment y las dulces respuestas de Wellsie.
Parecía un arrullo, pensó él. Sobre todo mientras hablaban en una lengua que no reconocía.
–¿John? – Dijo Tohrment.
Intentó sentarse, pero estaba tan somnoliento que lo único que podía hacer era mantener abiertos los ojos.
–Te llevaré a tu habitación para que puedas echarte. Iremos al centro en un par de días ¿vale? Date un poco de tiempo para adaptarse.
John asintió, pensando que no se sentiría mucho mejor hasta que tuviera una noche realmente buena de sueño.
De todos modos él llevó su plato al fregadero, aclarándolo y metiéndolo en el lavaplatos. Cuando fue a ayudar a despejar la mesa, Wellsie negó con la cabeza.
–No, yo lo haré. Te vas con Tohr.
John sacó su pluma y su papel. Cuando terminó de escribir, giró las palabras hacia Wellsie.
Ella sonrió. – Eres muy bienvenido. Y sí, te mostraré como hacerlo.
John asintió. Y luego estrechó los ojos.
Wellsie sonreía tan extensamente que le vio alguno de los dientes. Dos frontales eran muy largos.
Ella cerró la boca, como si se corrigiera así misma. – Solo vete a dormir, John y no te preocupes por nada. Habrá mucho tiempo para pensar mañana.
Miró a Tohrment, cuya cara era distante.
Y así es como lo supo. Lo supo sin que se lo dijeran. Siempre había sido consciente de que era diferente, finalmente iba a saber por qué: estas dos encantadoras personas iban a decírselo.
John pensó en sus sueños. De mordiscos y sangre.
Tenía el presentimiento de que no era su imaginación.
Eran sus recuerdos.
Capítulo 37
Mary clavó los ojos en la mano extendida de la Elegida y luego miró a Rhage. Su cara era severa, su cuerpo estaba tenso.
–¿No va a ayudarlo?– Le preguntó Layla.
Tomando aliento, Mary fue hacia el lugar extendiendo su mano hacia ella.
Layla la tiró hacia abajo y sonrió un poco. – Se que está nerviosa, pero no se preocupe, esto terminará rápidamente. Entonces me iré y tan solo estarán usted y él. Pueden abrazarse el uno al otro y desterrarme de sus pensamientos.
–¿Cómo puede soportar…ser usada de este modo? – Dijo Mary.
Layla frunció el ceño. – Proporciono lo que es necesario, no soy usada. ¿Y cómo no voy a dar a la Hermandad? Ellos nos protegen para que podamos vivir. Ellos nos dan nuestras hijas para que las tradiciones puedan continuar…o al menos, solían hacerlo. Últimamente nuestros números menguan, porque los hermanos no acuden a nosotras. Tenemos una necesidad desesperada de niños, pero por ley solo podemos reproducirnos con los miembros de la Hermandad. – Ella miró hacia Rhage. – Es por eso que fui seleccionada esta noche. Estoy cerca de mi necesidad y habíamos esperado que me tomara.
–No quería mentirte. – Dijo Rhage suavemente.
–Lo se. De todos modos le serviré.
Mary cerró los ojos, imaginándose la clase de niño le podría dar a Rhage a una mujer. Cuando su mano buscó su estómago plano, ella lo imaginó creciendo, aumentando y pesado. La alegría sería aplastante; estaba bastante segura. Como el dolor de saber que nunca pasaría era enorme.
–Entonces, guerrero ¿qué va a hacer? ¿Tomará lo que estoy contenta de dar? ¿O correrá el riesgo de dañar a su compañera?
Cuando Rhage vaciló, Mary comprendió que la única solución la tenían ante ellos. Tenía que hacerlo.
–Bebe. – Le ordenó ella.
Él buscó sus ojos -¿Mary?
–Quiero que te alimentes. Ahora.
–¿Estas segura?
–Sí.
Durante un latido el silencio se congeló. Entonces volvió a arrodillarse ante Layla otra vez. Cuando se inclinó hacia adelante, la mujer se levantó la manga y posó su brazo sobre su muslo. Las venas en el interior de su muñeca eran azul claro debajo de la piel blanca.
Rhage buscó la mano de Mary mientras abría su boca. Sus colmillos se alargaron, creciendo tres veces más de lo habitual. Con un leve sonido de siseo, se inclinó y puso su boca sobre Layla. La mujer se tensó y luego se relajó.
El pulgar de Rhage acarició la muñeca de Mary, su mano caliente contra la suya. Ella no podía ver exactamente lo que hacía, pero el sutil movimiento de su cabeza indicaba que chupaba. Cuando apretó su palma, ella le devolvió el gesto débilmente. Toda la experiencia era demasiado extraña y tenía razón: había una espantosa intimidad en ello.
–Acarícielo. – Susurró Layla. – Está a punto de parar y demasiado pronto. No ha tomado suficiente.
Entumecidamente, Mary extendió la mano y la puso sobre su cabeza. – De acuerdo. Estoy bien.
Cuando Rhage hizo el movimiento de echarse hacia atrás, como si supiera que le estaba mintiendo, ella pensó en todo lo que él estaba dispuesto a hacer por ella, todo lo que él había sido capaz de hacer por ella.
Mary sostuvo su cabeza en el lugar, empujándolo hacia abajo. – Tómate tu tiempo. De verdad, todo esta bien.
Cuando ella apretó su mano, sus hombros se suavizaron y se acercó hacia ella, colocando su cuerpo a su alrededor. Ella separó sus piernas para que él pudiera colocarse entre ellas, su pecho descansando sobre su muslo, sobre su empequeñecida espalda. Ella le pasó la mano sobre su rubio pelo, sus gruesas ondas, lisas que se hundían entre sus dedos.
Y de repente, todo dejó de ser tan extraño.
Incluso aunque ella pudiera sentir los tirones de él mientras tomaba de la vena de Layla, el cuerpo de Rhage contra el suyo le era familiar y la caricia sobre su muñeca le decía que pensaba en ella mientras se alimentaba. Ella miró a Layla. La mujer lo miraba, pero la concentración sobre su cara era clínica.
Mary recordó lo que le había dicho sobre el beber: si la mordía, sentiría su placer. Claramente no había nada entre él y la Elegida. Sus cuerpos todavía separados, tranquilos. No con las convulsiones de cualquier clase de pasión.
Los ojos de Layla se elevaron y ella sonrió. – Lo está haciendo bien. Solo otro minuto más o menos.
Cuando acabó. Rhage levantó su cabeza ligeramente y dio vuelta al cuerpo de Mary, que aliviaba la sujeción de sus caderas, poniendo sus brazos alrededor de ella. Él descansó su cara sobre su muslo y aunque ella no podía verle la expresión, sus músculos estaban relajados, incluso respirando profundamente.
Ella echó una mirada a la muñeca de Layla. Había dos pequeños pinchazos y un leve rubor, sólo un pequeño corrito de sangre.
–Él necesitará algo de tiempo para recomponerse. – Dijo Layla cuando ella se lamió y luego se bajó la manga. Se puso de pie.
Mary acarició a Rhage la espalda mientras miraba a la mujer. – Gracias.
–Sea muy bien bienvenida.
–¿Vendrá otra vez cuando él la necesite?
–¿Ustedes dos me quieren? ¿Yo, específicamente?
Mary se fortaleció ante la emoción de la mujer. – Sí, yo, ah, pienso que sí.
Layla absolutamente brillaba, sus ojos llenos de felicidad.
–Querida, eso sería un honor. – Ella se inclinó. – Él sabe cómo convocarme. Llámeme en cualquier momento.
La mujer dejó la habitación con paso ligero.
Cuando la puerta se cerró, Mary se inclinó y besó el hombro de Rhage. Él se revolvió. Levantando la cabeza poco a poco. Entonces él se frotó la boca con su palma, como si no quisiera que ella viera ningún resto de sangre sobre él.
Cuando alzó la mirada hacia ella, sus párpados eran bajos, su fija mirada brillante un poco borrosa.
–Hola.– Dijo ella, acariciando su pelo hacia atrás.
Él sonrió con esa sonrisa especial suya, lo que hacía que pareciera un ángel. – Hola.
Ella tocó su labio inferior con su pulgar. – ¿Sabía buena? Cuando él vaciló, dijo ella. – Se honesto conmigo.
–Si. Pero preferiría que hubieras sido tú y pensé en ti siempre. Me imaginaba que eras tú.
Mary se apoyó hacia abajo y lamió su boca. Cuando sus ojos llamearon con sorpresa, ella deslizó su lengua en su interior y cogió una muestra del persistente sabor, un vino tinto dulce.
–Bueno. – Ella murmuró contra sus labios. – Quiero que pienses en mi cuando lo hagas.
Él puso sus manos sobre los lados del cuello, sus pulgares directamente sobre sus venas. – Siempre.
Su boca encontró la suya y ella lo agarró por los hombros, acercándolo más. Cuando él tiro de su suéter, ella levantó los brazos para ayudarle a conseguirlo y luego dejó que la echara en la cama. Le quitó los pantalones y sus bragas y luego se quitó su propia ropa.
Él gravitó sobre ella, recogiéndola con un brazo y poniéndola antes sobre la cama. Su muslo entre sus piernas y luego presionó su cuerpo sobre el colchón, la pesada excitación llegándole hasta su propio centro. Ella ondulándose contra él, acariciándose, acariciándolo.
Su boca moviéndose urgentemente mientras se besaban, pero él entró en ella despacio, separándola con cuidado, estirándola, uniéndose. Él era grueso, duro, divino y se movía lánguidamente, profundamente. Aquel oscuro olor delicioso salió de su piel, saturándola.
–No tendré a ninguna otra.– Dijo él contra su garganta. – No tomaré a ninguna más que tú.
Mary colocó sus piernas alrededor de las caderas, intentando tenerlo en su interior para que se quedara con ella siempre.
Abajo al final del vestíbulo, Tohrment abrió una puerta y encendió una luz. – Puse tu maleta aquí.
John entró dentro. Las paredes y el techo estaban pintadas en azules oscuros y había una gran cama con una cabecera lisa y muchas almohadas grandes. Había también un escritorio y un bureau. Y un juego de puertas de cristal que se deslizaban y daban a una terraza.
–El cuarto de baño está aquí. – Tohrment encendió otra luz.
John metió la cabeza y vio una parte de mármol azul oscuro. La ducha era de cristal y…wow, había cuatro cabezas para que saliera el agua.
–Si necesitas algo Wellsie estará aquí y regresaré alrededor de las cuatro de la mañana. Nosotros bajamos en ese momento cada noche. Si nos necesitas durante el día, solo coge cualquier teléfono y marca el número uno. Seremos muy felices de verte en cualquier momento. Ah y tenemos dos doggen, o personal, quien nos echan una mano por aquí, Sal y Regine. Ambos saben que están aquí con nosotros.
Ellos se levantan alrededor de las cinco. Si tienes que salir, solo diles que te lleven.
John se acercó a la cama y tocó la funda de la almohada. Era tan suave, que apenas podía sentirla.
–Estarás bien aquí, hijo. Podría costarte acostumbrarte, pero estarás bien.
John lo miró a través de la habitación. Robusteciendo su coraje, caminó hacia Tohrment y abrió su boca. Entonces señaló hacia el hombre.
–¿Estás seguro de que quieres hacer esto ahora?– Murmuró Tohrment.
Cuando John asintió, Tohrment despacio separó sus labios. Y enseñó un par de colmillos.
Oh…hombre…Oh…
John tragó y puso sus dedos sobre su propia boca.
–Sí, tú también los tendrás. Algún día en los próximos dos años seguramente. – Tohrment cruzó la habitación y se sentó sobre la cama, colocando sus codos sobre sus rodillas. – Hacemos el cambio alrededor de los veinticinco años. Después de ello vas a tener que beber para sobrevivir. Y no hablo de leche, hijo.
John levantó las cejas, preguntándole quien.
–Te conseguiremos una mujer para el cambio, y te diré que esperar. Esto no es ninguna fiesta, pero una que vez lo hayas pasado, serás muy fuerte, pensarás que todo esto lo merecía.
Los ojos de John llamearon cuando se midió con Tohrment. Bruscamente extendió sus manos horizontal y longitudinalmente, luego puso su pulgar sobre su propio pecho.
–Sí, también serás de mi tamaño.
John articuló las palabras no te creo.
–De verdad. Es por lo que la transición es una perra. Tu cuerpo sentirá el cambio durante horas. Después tendrás que aprender nuevas cosas, como andar, como moverte. – Tohr se miró hacia sí mismo.-Nuestros cuerpos son difíciles de controlar al principio.
Capítulo 38
Salió de la cama y se dirigió a la ducha. Aunque estaba en una bonita casa, con gente amable, en una zona a salvo. Se sentía…muy pequeño.
Las botas de Tohrment entraron en su línea de visión.
–Hey, John, tal vez estaré un ratito por aquí contigo. ¿Te gustaría? Podemos ver el canal de surf.
Gracias, trabajó con el pensamiento. Me siento un poco extraño.
–Me tomaré esto como un sí. – Tohrment se apoyó sobre las almohadas, cogiendo el mando de la televisión y la conectó. – Vishous, uno de mis hermanos, hizo la instalación de la casa. Me parece que consiguió setecientas estaciones aproximadamente de esta cosa. ¿Qué querrías ver?
John se encogió de hombros y caminó arrastrando los pies hacia la cabecera.
Tohrment fue cambiando de canales hasta que encontró Terminator 2- ¿Te gusta?
John silbó suavemente por sus dientes y asintió.
–Si, a mi, también. Es un clásico y Linda Hamilton es caliente.
Abrió los ojos y vio el pelo de Mary sobre su almohada. Y la curva de su cuello. Y volvía a estar desnuda.
Comenzó a sudar, una terrible erección apareció tan rápidamente como el latido del corazón.
Pensó en lo que habían hecho juntos después de la alimentación. Y luego otra vez cuando habían regresado a la habitación. Lo habían hecho dos veces más durante el día, sintiéndose mal por sus demandas por que había estado por todas las partes de ella. De todas formas cada vez que ella le había sonreído, le había dado la bienvenida en su interior, aun cuando ella había estado agotada y probablemente un poco dolorida.
Y él la quería otra vez ahora mismo, pero con una necesidad palpitante que era diferente de lo que había sentido antes. Este era un hambre salvaje, como si no lo hubiera sentido en absoluto o no la hubiera visto durante meses. Cuando luchó contra el impulso, sus manos se apretaron, sus dedos sintieron un cosquilleo, sentía la piel tensa. Él estaba completamente atado, sus huesos vibraban.
Salió de la cama y se dirigió hacia la ducha. Cuando regresó, había recuperado un poco el control, pero entonces vio que Mary le había dado un par de patadas a las cubiertas. Estaba maravillosamente desnuda colocada sobre su estómago, su hermoso culo una tentación que se lo comía.
–¿Quieres que te traiga algo de la cocina? – Le preguntó él con voz ronca.
–Dormir.-Murmuró ella, volviéndose de espaldas. Sus rosados pechos se tensaron cuando el aire los tocó.
Oh, dulce Jesús…Espera, estaba pasando algo. Tenía la cara enrojecida como si hubiera estado al viento y sus piernas serraban encima del colchón.
Él se acercó y le puso la mano sobre la frente. Estaba caliente y seca.
–Mary, creo que tienes fiebre.
–Es fiebre baja. No es inusual.
El miedo enfrió sus ansias por poseerla. – ¿Quieres que te traiga una aspirina?
–Solo tengo que dormir.
–¿Quieres que me quede contigo?
Ella abrió los ojos. Odiaba ver su mirada embotada en ellos. – No, pasará. Francamente, estoy bien. Solo tengo que dormir.
Rhage se quedó con ella durante un ratito más y luego se puso unos pantalones de nylon negros y una camiseta. Antes de irse, la miró fijamente. Apenas podía soportar ver que tenía una leve fiebre. ¿Que diablos iba a hacer cuando estuviera realmente enferma?
Havers. No había vuelto a hablar con Havers y el doctor debería haber tenido suficiente tiempo para acceder a los archivos. Rhage cogió su teléfono móvil y salió al pasillo.
La conversación con el doctor no duró demasiado tiempo, por que el hombre le dijo que no había nada que pudiera hacer por ella. Como los vampiros no padecían cáncer, no se había concentrado en esa enfermedad ni ninguno de sus colegas.
Rhage estuvo a punto de colgarle cuando el hombre se lo dijo.
–Perdone, señor, no deseo curiosear. Pero sabe… ¿sabe cómo de extensos van a ser sus tratamientos?
–Se que hay muchos de ellos.
–¿Se da cuenta de lo intensos que serán? Si la leucemia ha vuelto, sus opciones pueden ser limitadas…
–Gracias por mirar sus registros. Lo agradezco. – Como si necesitara una confirmación de lo seria que era la situación.
–Espere…por favor sepa que lo ayudaré en cualquier cosa que pueda. Incluso aunque no pueda ayudar con respecto a la quimioterapia, tenemos los formularios de muchas medicaciones para el dolor y varias otras cosas que pudiera necesitar. Puedo ayudar a aliviarla y cuidarla, aun cuando ella reciba sus tratamientos en hospitales de humanos. Debe llamarme.
–Lo haré. Y…gracias, Havers.
Después de colgar, fue al despacho de Wrath, pero la habitación estaba vacía entonces fue abajo. Tal vez Wrath y beth estaban comiendo algo.
Por arte de magia, una pared de cuero negro con una cabeza con pelo negro se materializó delante de él. Las gafas de sol de hoy eran de plata envolventes.
–¿Me estabas buscando? – Le dijo el rey.
–Esto. Sí. Mary se quedará. Permanentemente.
–Lo escuché. Fritz me dijo que se había traído a algunas cosas con ella.
–Uh-huh. Escucha, ¿te importa si preparo una reunión aquí esta noche? Quiero que Mary vea a su amiga Bella y pensaba que la Hermandad podría hacerlo agradable. Sabes, con trajes y todo eso. Tal vez Wellsie también podría venir, también. Mary ya me tiene, pero tiene que tener a algunas otras personas a su alrededor. No quiero que permanezca aislada.
–Maldita buena idea. Beth quería que fuéramos a la ciudad esta noche, pero…
–No cambies tus proyectos. Es realmente algo ocasional.
–Bien, mi shellan tenía ganas de salir. El tipo de cosas que le gustan. Y yo, ah, realmente me gusta cuando ella me tiene de ese modo ¿me entiendes?
Rhage sonrió un poco cuando el cuerpo de Wrath liberó una ráfaga de calor. – Sí, lo hago.
Hubo una pausa. El rey dijo -Mi hermano, ¿necesitas algo más?
–Ah, sí. Mary estará muy enferma pronto. Saldré todas las noches con los hermanos mientras pueda, pero cuando las cosas se pongan mal…
–Desde luego. Harás lo que tengas que hacer.
–Gracias, hombre.
Wrath asintió con la cabeza. – Sabes una cosa-eres un hombre de valor. – De verdad que lo eres.
–Si, bueno, solo quédatelo. Tengo una reputación de gilipollas egocéntrico que mantener.
–Tohr, podría ver haciéndolo. Phury desde luego. Tal vez V.
Rhage frunció el ceño. – Haces que suene como un sacrificio, por Cristo. La amo.
–Es un sacrificio. La amas cuando sabes que irá al Fade.
–Ella no va a ninguna parte. – Rhage apretó las muelas. – Se pondrá bien. Será duro, pero se pondrá bien.
–Perdóname. – Wrath inclinó la cabeza.-Desde luego que lo hará.
Rhage bajó la vista. No sabía que hacer con la apología por que no tenía experiencia en ofrecerlas. Y además, pensar en que Mary pudiera morir, hacía que sintiera como si tuviera un soplete en el pecho.
–Hasta después, mi señor. – Dijo él, queriendo irse antes de deshonrarse emocionalmente.
Pero lo miró fijamente, fue la primera vez que vio los ojos de Wrath sin gafas. El rey nunca se quitaba las gafas. Siempre las llevaba.
Rhage dejó de respirar, concentrándose en los iris iridiscentes, verde plateado que le devolvía la mirada. No había pupilas, solo dos pequeños puntos. Y el calor en esos círculos ciegos, encendidos era chocante.
–Me siento orgulloso de llamarle hermano. – Le dijo Wrath.
Rhage sintió pesados brazos rodeándolo como si fuese empujado contra un pecho sólido. Estaba tenso, pero entonces se permitió colgarse del enorme Wrath.
–¿Wrath?
–¿Si?
Rhage abrió la boca para hablar, pero perdió la voz.
Wrath contestó a su silencio. – Nosotros estaremos allí para ti. Entonces nos pedirás ayuda cuando nos necesites. Y si el momento llega, nosotros le brindaremos enteramente una ceremonia Fade, como la shellan de un guerrero se merece.
Rhage apretó sus ojos cerrados. – Gracias…mi señor.
Más tarde aquella noche Mary estaba de pie en su cuarto de baño, secándose y cepillándose el pelo. Cuando terminó, se miró en el espejo y se alisó los oscuros rizos. Eran muy suaves bajo sus dedos y con esta luz realmente tenía un poco de rojizo y oro en él.
Rechazó el pensar en quedarse calva otra vez. Tan solo se sacó directamente el pensamiento de su mente. Dios sabía, habría tiempo para obsesionarse con ello cuando en realidad ocurriera.
–Estás tan hermosa como lo estabas ayer.-Dijo Rhage cuando salió de la ducha. Mientras se secaba, pasó por detrás de ella y le envió un beso a través del reflejo.
Ella sonrió. – Muchas gracias por invitar a Bella y a John. Ella ha sido una Buena amiga y he estado preocupada por él.
–No quiero que pierdas el contacto con la gente solo por que estás aquí. Además, la Hermandad tiene que jugar a la civilización de vez en cuando. Es bueno para nosotros.
–Sabes, Tohrment y Wellsie son muy amables por recoger a John.
–Son los mejores, los dos.
Cuando Rhage abandonó el baño, los ojos del tatuaje la miraron fijamente. Un misterioso efecto, pensó ella, pero no exactamente desagradable. Parecía que estaba siendo observada por un perro guardián quien realmente quería un animal doméstico.
Se acercó y se sentó al borde de la cama. – Hey, lo siento si te mantuve despierto esta mañana. Me muevo y doy muchas vueltas cuando me sube la fiebre.
Rhage salió del closet, cerrando rápidamente la cremallera de un par de pantalones negros. – No me molestaste para nada. ¿Podemos hacer alguna cosa sobre ello?
–No realmente. Me iré a otro dormitorio si te molesta. – Ella sonrió ante la mirada que le hizo. – Bien, no lo haré.
–Sobre Havers. Yo esperaba que hubiera algo que pudiéramos hacer por ti.
–No te preocupes. Aprecio el intento.
–¿Cuando vas a volver a ver a tu oncólogo otra vez?
–Pronto, pero no hablemos más de ello, ¿vale? Esta noche, es todo vida. Me siento bien, y no malgastaré ni un maldito minuto.
La boca de Rhage se elevó por las comisuras, sus ojos encendidos con aprobación, con respeto.
¿Y ella había pensado en algún momento dejarlo? Idiota.
Ella rió detrás de él, teniendo ganas de que finalizara la tarde, cuando pudieran estar a solas. En la oscuridad. Con nada entre ellos.
Cuando él desapareció en el closet, ella fue tras él, pensando que tenían algunos minutos antes de que la reunión comenzara de manera que podrían tener algún adelanto. Mientras él miraba sus camisas alienadas sobre los colgadores, ella puso su mano sobre su espalda, directamente sobre el hombro de la bestia.
Rhage se estremeció y se apartó un paso.
–¿Te he hecho daño? – Le preguntó ella.
Cuando ella dio una vuelta a su alrededor, él siguió manteniéndose a distancia, los dos moviéndose dos o tres veces.
–Rhage…
–Tenemos que darnos prisa o vamos a llegar tarde. – Su voz era un poco ronca, su pecho tenso.
–¿Qué le ocurre a tu espalda?
Él sacó descolgó una camisa y se la puso, abotonándose rápidamente. – La espalda está bien.
Rhage le dio un pico en la mejilla y rápidamente chilló por ella. Fuera en el dormitorio abrió la puerta que conducía al pasillo y luego recogió el reloj del aparador y se lo puso sobre su muñeca. Sus dedos temblaban mientras se lo abrochaba.
Justo cuando ella iba a preguntarle que estaba mal, Phury apareció en la puerta.
–Hey, mi hermano, Mary. – Dijo el hombre con una sonrisa. – ¿Queréis que bajemos juntos?
Mary ocultó su frustración. Y decidió que si había una interrupción, no podía pensar en una mejor que mirar. La gloriosa melena, multicolor de Phury caía sobre sus amplios hombros y estaba vestido para matar. Un sentido proverbial. Su traje era negro azulado y sutilmente marcado por rayas y su camisa rosa pálido dejaba a la vista su gruesa garganta y ridículamente le sentaba bien. Sus mocasines pulidos como el infierno, sus puños franceses cerrados con pesados eslabones de oro y lucía un diamante en un anillo en el dedo meñique.
El hermano era todo un material de GQ. Y Bella y él se verían fantásticos juntos, pensó ella.
–Dime, Phury, ¿Aún no te has encontrado con Bella?
El tipo toqueteó el pañuelo del bolsillo de su pecho, aun cuando la cosa no estaba fuera de su sitio. – Sí, la encontré. La noche en que el muchacho y tú vinisteis al centro.
–Ella vendrá esta tarde.
–Yo, ah, lo se.
–Y ella no sale con nadie ahora mismo.
Chico, realmente se había ruborizado, pensó ella. Phury era adorable.
–Él no está interesado. – Dijo Rhage mientras metía una pequeña pistola en su espalda.
Mary le disparó una mirada dura a su hombre, que él omitió mientras se ponía la chaqueta.
–¿Pero tú también estás soltero, verdad? – Le dijo ella a Phury. – ¿No es verdad?
–Oh, él esta soltero, de acuerdo.
–Rhage, ¿vas a dejar que conteste? Entonces, Phury, si los dos sois libres, ¿por qué no le pides para salir a cenar algún día?
Phury se alisó las solapas, ruborizándose aún más. – Sí, no se sobre eso.
–Ella es realmente fabulosa…
Rhage negó con la cabeza y la condujo hacia el pasillo. – Déjalo solo, Mary. Vamos.
A mitad de camino en la escalera, ella hizo que Rhage se parara. Cuando Phury los adelantó, ella le susurró. – Se está tomando un descanso ¿verdad? Bella y él podrían disfrutar el uno del otro.
–La única cosa que Bella obtendrá de Phury es conversación.
–Qué le…
–No lo hace con mujeres.
–¿Es gay?
–No, pero no empujes a Bella hacia él, ¿vale? No es justo para ninguno de los dos.
Los ojos de Mary se dispararon hacia Phury, quien acaba de dar un paso sobre el suelo de mosaico del vestíbulo. Incluso con su leve cojera, se movía como un hombre que tenía todas sus partes trabajando a la orden. Pero tal vez era solo una ilusión. Tal vez lo habían lesionado luchando.
–Él es, sabes, ¿impotente?
–No por lo que yo se. Es célibe.
Dios, que desperdicio, pensó ella, mirando el modo en que se movía el hombre.
–Entonces, ¿pertenece a alguna especie de orden religiosa?
–No.
–¿Entonces por qué?
–Con Phury, todos los caminos conducen a su hermano gemelo, a Zsadist. Y sí, se que ellos no se parecen. – Rhage le dio un pequeño codazo y ella comenzó a bajar las escaleras otra vez.
–¿Por qué Phury cojea?
–Lleva una prótesis. Perdió la mitad de su pierna izquierda.
–Por Dios, ¿cómo?
–Se pegó un tiro.
Mary se paró. – ¿Qué? ¿Le pasó por equivocación?
–No, con intención. Mary, vamos, podemos acabarlo más tarde. – La cogió de la mano e hizo que avanzara.
Bella caminaba por el vestíbulo de la mansión con el doggen que la había conducido al lugar. Cuando miró a su alrededor, se sintió atontada. Su familia poseía una magnífica casa, pero no era nada como esto. Esto era la vida…real. Tenía sentido, por que el Rey Ciego y su reina residían allí.
–Bienvenida, Bella. – Dijo una profunda voz masculina.
Ella se giró y reencontró con el hermano del cabello multicolor, el que la había interrumpido a ella y a Zsadist aquella noche en el centro de entrenamiento.
–Soy Phury. Ya nos conocimos. En el gimnasio.
–Guerrero.-Dijo ella, doblándose totalmente. No era difícil tener temor a los hermanos, especialmente con uno como este. Tan grande. Tan… ¿Era real todo ese pelo?
–Estamos contentos de que pudieras venir. – Le sonrió a ella, sus amarillentos ojos calientes. – Permíteme cogerte el abrigo.
Cuando acabó, ella puso la cosa sobre su brazo. – No puedo creer que esté aquí, a decir verdad. ¡Mary! ¡Hola!
Las dos se abrazaron y luego hablaron con Phury. Poco después Bella estuvo completamente cómoda alrededor del guerrero. Había algo de tranquilidad y confianza en él y aquellos ojos eran el golpe de gracia. Eran genuinamente amarillos.
Era muy atractivo, pero ella buscaba al hermano con cicatrices. Manteniéndose al corriente de la conversación, ella discretamente exploró el enorme vestíbulo, vistoso. Zsadist estaba en alguna parte en los alrededores. Tal vez pasaría de la fiesta. No parecía un tipo social: eso era seguro.
Cuando Mary se marchó para estar con Rhage, Bella tomó la determinación de no sentirse defraudada. Por Dios, no tenía ningún trabajo persiguiendo a alguien como Zsadist, de todos modos.
–Entonces, Phury- Dijo ella- Podría…no se si será grosero, pero podría tocar tu pelo. – Ella lo tocó antes de que él pudiera decir algo y capturó los rizos rubios y rojos, frotando los gruesos mechones con su mano. – Magnífico. La coloración es asombrosa. Y…ah, huele muy bien. ¿Qué tipo de champú usas?
Ella examinó sus ojos, esperando hacer una especie de cometario ligero. En cambio él se quedó congelado. No parpadeó mientras apartaba la mirada de ella.
Y de repente comprendió que Rhage lo miraba con una expresión de shock en su cara. Así como el otro guerrero con perilla. Y un hombre grande humano. Y…
Bien, la fiesta tenía alguna clase de razón, ¿verdad?
Ella dejó caer la mano y susurró. – Lo siento mucho. He debido hacer algo realmente impropio ¿no?
Phury salió del trance en el había estado. – No. No pasa nada.
–¿Entonces por qué todos me están mirando?
–No están acostumbrados a verme con…esto, con ninguna mujer…ah…- Phury le cogió la mano y la apretó. – Bella, no has hecho que pasara nada. Seriamente. Y no te preocupes por mis hermanos ¿vale? Están celosos por que quieren que les toques su pelo.
Pero había algo que estaba seriamente desconectado con él, y ella no se sorprendió cuando él se disculpó poco después.
Un doggen se colocó enfrente de ella. – Perdóneme, señora, debería haber recogido su abrigo antes.
–Oh, Gracias.
Después de que ella lo dejó caer en las manos del hombre, comprendió que la fiesta había migrado hacia lo que parecía una sala de billar. Estaba a punto de entrar cuando sintió un frío envío que le llegaba desde algún sitio detrás de ella. ¿Las puertas de la casa estaban abiertas?
Ella se dio la vuelta.
Zsadist estaba en una zona tenue del vestíbulo, mirándola fijamente desde las sombras. Iba vestido con la misma clase de jersey de cuello alto y pantalones holgados negros que llevaba la última vez que lo había visto, y como entonces, su imagen nocturna era salvaje. Sexual.
Oh, si, pensó ella mientras enrojecía. Era por lo que había venido. Tenía que volver a ver al hombre otra vez.
Tomó aliento y fue hasta él.
–Hola. – Cuando él no dijo nada, ella se obligó a sonreír. – Una tarde encantadora, ¿verdad?
–¿Te gusto tocar a mi gemelo?
¿Era su gemelo? Cómo podía ser que los dos fueran…Bien, había alguna semejanza. Si se imaginaba que desaparecía la cicatriz de Zsadist y se dejaba crecer el pelo…
–Te hice una pregunta, mujer ¿Te gustó tocarle el pelo? – Los oscuros ojos viajaron hacia su cuerpo, remontando las líneas de la blusa se seda y la estrecha falda que llevaba. Cuando volvió a su cara, su vista se retardó sobre su boca. ¿Vas a contestarme, mujer?
–Bella. – Murmuró automáticamente- Por favor, llámame Bella.
Zsadist la miró con los párpados caídos. – ¿Piensas que es hermoso?
–Ah…él es apuesto, sí.
–Apuesto. Sí, esa es la palabra. Dime algo, ¿le quieres lo suficientemente mal como para estar conmigo?
El calor afloró en ella, un fuego encendido por las palabras que le decía y el modo en que la miraba con el sexo en sus ojos. Pero entonces comprendió lo que él le había dicho.
–Lo siento, no entiendo…
–Mi gemelo es célibe desde la lengua hasta los pies. Tengo miedo de ser lo más cerca que estarás de Phury. – Hizo el sonido chasquear la lengua. – Pero soy un pobre substituto ¿verdad?
Bella se puso la mano en el cuello, ahogándose ante las imágenes de estar bajo el cuerpo de Zsadist mientras él se movía en su interior.
¿Cómo se sentiría? ¿Ser tomada por él? Su parte imprudente deseaba saberlo.
Oh, Dios. Solo pensar en ello hacía que temblase.
Zsadist rió con serenidad.
–¿Te he impresionado? Lo siento. Solo intentaba ayudarte a salir de una dura y difícil situación. Del deseo de algo que no podrás tener debe ser una perra. – Sus ojos se cernieron sobre su garganta. – Yo mismo, nunca he tenido ese problema.
Mientras ella tragaba, él controló el movimiento. – ¿Problema? – Susurró ella.
–Lo que quiero, lo tomo.
Sí, pensó ella. Seguramente lo haces, verdad.
En una ardiente ráfaga, se lo imaginó mirándola hacia abajo mientras sus cuerpos estaban juntos, a pocas pulgadas de su cara. En su fantasía la tenía levantada con su brazo. Ella quería pasar la yema de su dedo a través de su cicatriz hasta la boca. Solo saber lo que sentiría él.
Con rápido movimiento, Zsadist esquivó el contacto, sus ojos llameaban como si lo hubiera impresionado. La expresión fue rápidamente ocultada.
Con voz lacónica, la fría voz de él dijo. – Cuidado, mujer. Muerdo.
–¿Alguna vez dirás mi nombre?
–¿Tomamos algo de beber, Bella? – Phury intervino. La tomó del codo. – La barra está en la sala de billar.
–Sí, llévatela. – Dijo Zsadist arrastrando las palabras. – Eres un héroe tan bueno, mi hermano. Siempre salvando a alguien. Y deberías saber, que ella piensa que eres apuesto.
La cara de Phury se tensó, pero no le respondió mientras la conducía a través del vestíbulo.
Cuando ella se giró, Zsadist había desaparecido.
Phury le dio a su brazo un tirón para captar su atención. – Tienes que mantenerte alejada de él. – Cuando ella no le respondió, el guerrero la levó a una esquina y la agarró por los hombros. – Mi gemelo está hecho pedazos. ¿Entiendes la diferencia? Con lo roto, tal vez puedas arreglarlo. ¿Con lo arruinado? Todo lo que puedo hacer es esperar para enterrarlo.
Su boca se abrió ligeramente. – Eso es…insensible.
–Esa es la realidad. Si él muere antes de que lo haga yo, me matará. Pero eso no cambia lo que es.
De forma significativa ella se separó del hombre. – Mantendré este en mente. Gracias.
–Bella…
–¿No vas a conseguirme una bebida?
Capítulo 39
O estaba aparcado delante del altísimo edificio de apartamentos. La monolítica monstruosidad era uno de los más altos de Caldwell, sistemas de lujo, un intento de desarrollo al otro lado de la orilla. El apartamento de C estaba sobre el piso veintiséis de cara al agua.
Pretencioso. Seriamente pretencioso.
La mayor parte de los lessers vivían en agujeros de mierda porque la Sociedad creía que el dinero debía ir a donde estaba la guerra. C se escapó con un estilo llamativo por que podía permitírselo. Había sido un malcriado chico rico antes de haber entrado en los años setenta y de algún modo había mantenido su dinero. El tipo era una combinación insólita: un amateur con tendencias de asesino en serie.
Como era después de las diez no había ningún portero y la apertura de la cerradura electrónica sería trabajo de un momento. O tomó el ascensor de acero y cristal hasta el piso veintisiete y bajó las escaleras, más por hábito que por necesidad. No había ninguna razón para pensar que alguien daría una mierda por quien era o a dónde iba. Además, el edificio era un pueblo fantasma esta noche, los residentes del Euro-trash estarían tomando éxtasis y coca en el centro de la ciudad en el Zero Sum.
Llamó a la puerta de C.
Esta era la quinta dirección que había visitado de la lista que le había dado el Sr. X de los miembros incontados y la primera de las incursiones de esta noche. La tarde anterior, había tenido éxito. Uno de los asesinos había estado fuera del estado, había decido de motu propio echarle una mano a un compinche en D.C. Dos del AWOLs, que habían sido compañeros de habitación, habían sido heridos metiéndose en una pelea el uno con el otro; estaban curándose y estarían en línea en un par de días. Al final el lesser había estado perfectamente sano en un SOB quien solo había estado en el tubo y a su alrededor. Bien, perfectamente sano, que fue, antes de que él hubiera tenido un desafortunado accidente cuando O se marchaba. Pasaría una buena semana antes de poderse levantar y controlar otra vez, pero la visita seguramente habría clarificado sus prioridades.
Era gracioso como un par de rótulas rotas podían hacer esto a un tipo.
O golpeó otra vez sobre la puerta de C y luego escogió la cerradura. Cuando abrió la puerta, retrocedió. Oh, mierda. El lugar olía fatal. Como basura podrida.
Se dirigió a la cocina.
No, no era la basura. Era C.
El lesser estaba boca abajo en el suelo, sobre un fondo de sangre negra a su alrededor. Al alcance de su mano, había algunas vendas y aguja e hilo, como si hubiera intentado arreglarse. Al lado del material de primeros auxilios estaba su BlackBerry y el teclado numérico estaba cubierto de sangre. El monedero de una mujer, también manchado, estaba al otro lado.
O hizo rodar a C. El cuello del asesino había sido acuchillado, un buen corte profundo. Y considerando el camino la piel había sido cauterizada, la rebanada había sido hecha por una de las repugnantes dagas negras de la Hermandad. Hombre, lo que tenían en aquel metal parecía ácido activo en la herida del lesser.
La garganta de C funcionaba, echando sonidos guturales, demostrando que de hecho estaba un poquito muerto. Cuando trajo a colación su mano, había un cuchillo en ella. Unos cortes marcaban su camisa, como si hubiera intentado apuñalarse en el pecho, pero hubiera carecido de la fuerza para finalizar el trabajo.
–Está en mala forma, mi hombre. – Dijo O, llevándose la lámina. Se sentó sobre sus talones, mirando como se agitaba el tipo en el lento movimiento. Estando de esa manera sobre su espalda, brazos y piernas se movían inútilmente, parecía como un bicho de junio abandonando un fantasma.
O echó un vistazo al bolso.
–¿Tomando un modo de vivir alternativo, C? – Recogió la cosa y examinó el contenido. Botella de medicación. Pañuelos. Tampón. Teléfono móvil.
Hola, cartera.
Sacó el permiso de conducir. Pelo castaño. Ojos grises. Imposible de saber si era un vampiro o una humana. La dirección era Route 22 en los palos.
–Dígame si esto es correcto. – Dijo O. – Usted y uno de los hermanos estuvieron cara a cara. El guerrero iba con una mujer. Escapó después ser acuchillado y cogió el monedero antes de poder terminar el trabajo sobre la compañera del hombre. El problema fue que sus heridas fueron demasiado severas y ha estado aquí después de llegar a casa. ¿Cómo estoy haciéndolo?
O metió la cartera en el bolso y miró al hombre. Los ojos de C rodaban a su alrededor, como canicas que caían mientras se le desinflaba la cabeza.
–Sabe, C, si esto dependiera de mi, solamente lo abandonaría aquí. No se si es consciente de esto, pero cuando abandonamos nuestra existencia, volvemos a Omega. Créame, que lo que va a encontrar al otro lado con él le va a parecer que lo que siente ahora son unas vacaciones de mierda. – O miró a su alrededor. – Lamentablemente, hace que este lugar apeste. Algún humano va a entrar y tendremos problemas.
O recogió el cuchillo, cogiendo el mango con fuerza. Cuando lo levantó sobre su hombro, el alivio de C dejó todas aquellas luchas y paró.
–No debería sentirse mejor sobre esto. Dijo O suavemente.
Hundió la lámina en el pecho del lesser.Hubo un destello de luz y el sonido de algo que reventaba. Y C desapareció.
O recogió el bolso y salió.
V y Phury
Mientras los miraba jugar, decidió que le gustaban los hermanos. Incluso Zsadist, con todas sus amenazas. Ellos eran muy buenos, la trataban con una especie de respeto y reverencia que no estaba segura que había hecho para merecerlo.
Rhage le guiñó un ojo mientras se inclinaba sobre la mesa y alineaba su palo.
–Es la manera que tú te preocupas por él. – Dijo alguien a su oído.
Ella se tensó sobre sus zapatos. Vishous estaba justo detrás de ella.
–¿De qué estás hablando?
–Es por eso que te adoramos. Y antes de que me digas que deje de leerte la mente, no tenía la intención de percibir el pensamiento. Tan solo fue demasiado fuerte. – El vampiro tomó un trago de vodka de un vaso bajo. – Por eso es por lo que te aceptamos. Cuando lo tratas bien, nos honras a cada uno de nosotros.
Rhage miró y frunció el ceño. En cuando dio el tiro, le dio la vuelta a la mesa y de forma significativa le dio un codazo.
V salió del camino.
Vishous sonrió. – Relájate, Hollywood. Ella solo tiene ojos para ti.
Rhage gruñó y la colocó a su lado. – Sólo recuerda que tus brazos y tus piernas estén derechos donde están.
–Sabes, nunca habías sido un tipo posesivo antes.
–Es por que nunca tuve nada que quisiera guardar. Levántate de la mesa, mi hermano.
Cuando V dejó su bebida y se puso serio hacia el juego, Mary sacó la mano. De las yemas de sus dedos, una cereza pendía.
–Quiero ver tu otro truco. – Dijo ella. – Me dijiste que podías hacer algo grande con su lengua y el tallo de la cereza.
Él rió. – Vamos…
–¿Qué? ¿Ningún truco?
Sonriendo lentamente. – Solo mira como trabaja mi boca, mujer.
Mirándola con los párpados caídos, Rhage inclinó su mano. Su lengua salió y capturó la cereza, colocándola entre sus labios. Masticó y sacudió la cabeza como si tragara.
–No exactamente allí. – Murmuró él.
–¿Qué?
–Tus secretos son mucho más dulces.
Enrojeciendo, ella se cubrió los ojos con la mano.
Oh, seguro. Ahora quiere hacerse el sexy, pensó ella.
Cuando suspiró, ella olió la erótica fragancia, oscura que emanaba de él siempre que quería estar en su interior. Ella levantó la mano y le echó una ojeada.
Él la miraba fijamente con total absorción. Y el centro de sus ojos eran tan blancos y brillantes como la nieve fresca.
Mary dejó de respirar.
Allí había algo más, pensó ella. Había…algo más examinándola fijamente.
Phury pasó, sonriendo. – Conseguid una habitación, Hollywood, si vas a seguir con esto. El resto de nosotros no quiere que nos recuerdes todo lo que tienes.
Él palmeó el hombro de Rhage.
Rhage se giró intentando morder la mano de su hermano con sus dientes. El sonido de sus mandíbulas cerrándose con fuerza fue lo suficiente ruidoso como para aspirar la conversación de la habitación.
Phury saltó hacia atrás, retirando bruscamente su brazo. – !Jesucristo, Rhage! Que te…Mierda. Tus ojos, hombre. Cambiaron.
Rhage empalideció y luego tropezó, bizqueando y parpadeando. – Lo siento. Infiernos, Phury, no sabía que estaba…
En la habitación, los hombres dejaron lo que tenían entre manos y fueron hacia él, rodeándolo.
–¿Cómo es que has cambiado? – Le preguntó Phury.
–Saca a las mujeres. – Alguien ordenó. – Llévalas arriba.
Cuando el sonido de la gente abandonando el lugar llenó el aire, Vishous apretó el brazo de Mary. – Ven conmigo.
–No. – Luchó ella. – Para. Quiero quedarme con él.
Rhage la miró, e inmediatamente esa rara mirada fija regresó. Entonces sus blancos ojos cambiaron a Vishous. Rhage le enseñó los dientes y gruñó, como si fuera un león.
–V, hombre, déjala. – Ahora mismo. – Dijo Phury.
Vishous la dejó asintiendo, pero le susurró. – Tienes que salir de aquí.
Que te den por el culo, pensó ella.
–¿Rhage? – Dijo ella suavemente. – Rhage, ¿qué pasa?
Él sacudió la cabeza y rompió el contacto visual, apoyándose contra la chimenea de mármol. El sudor brillaba sobre su rostro cuando se agarró a la piedra y tiraba de ella como si intentara levantar el manto entero de la maldita chimenea de la pared.
El tiempo se paró lentamente mientras él luchaba, bombeando el pecho, los brazos y el temblor de piernas. Pasó un largo rato hasta que las sacudidas y la tensión abandonaran su cuerpo. La batalla que había tenido, la había ganado. Pero no por mucho.
Cuando levantó la mirada, sus ojos volvían a ser normales, pero estaba pálido como el infierno.
–Lo siento, mis hermanos. – Masculló él. – Entonces los miró y abrió la boca. En vez de hablar, le colgó la cabeza como si estuviera avergonzado.
Mary anduvo entre la barrera de cuerpos masculinos y puso sus manos sobre su cara.
Mientras él jadeaba ante la sorpresa, ella lo besó en la boca. – Vamos a ver eso de la cereza. Vamos.
Los hombres que estaban de pie a su alrededor se quedaron atontados; ella podía sentir su mirada fija. Rhage se sacudió también. Pero cuando ella lo miró de manera significativa, él comenzó a masticar, trabajando el tallo con sus dientes.
Ella se volvió para mirar a los guerreros. – Él está bien. Estaremos bien. Volved a hacer lo que estuvierais haciendo, ¿ok? Necesita un minuto y los todos vosotros mirándolo fijamente no lo ayudáis.
Phury se rió un poco y caminó hacia la mesa del fondo. – Ya sabéis, es fabulosa.
V recogió la señal y su vaso. – Sí. Es verdad.
Cuando la partida continuó y Bella y Wellsie regresaron, Mary acarició la cara y el cuello de Rhage. Parecía que tenía problemas para mirarla a los ojos.
–¿Estás bien? – Dijo ella suavemente.
–Lo siento tanto…
–Corta la lamentable disculpa. Independientemente de lo que sea, tú no puedes evitarlo, ¿verdad?
–Él asintió.
–Entonces no hay nada que lamentar.
Ella quería saber que acababa de pasar, pero no aquí y ahora. A veces, fingir que era normal era el mejor antídoto a la rareza. – Finge hasta que lo hagas era más que sandeces de jerga psicológica.
–Mary, no quiero que me temas.
Durante un momento, ella miró su boca y el trabajo de su mandíbula con el tallo.
–No te tengo miedo. V y Phury pueden haber estado en problemas, pero no me habrías hecho daño. Nunca. No estoy segura de cómo lo se, solo lo se.
Él tomó aliento. – Dios, te amo. De verdad, de verdad que te amo.
Y luego él sonrió.
Ella rió de manera tan ruidosa que hizo que cada persona de la habitación se girara.
El tallo de cereza estaba muy bien atado alrededor de uno de sus colmillos.
Capítulo 40
Bella lo miraba fijamente y esto tenía que parar. Pero no podía ayudarse a sí misma. Zsadist era la única cosa que podía ver.
No que realmente estuviera implicado en la fiesta. Pero cuando el episodio de Rhage hubo pasado, Zsadist se apartó de todos. No habló con nadie. No bebió nada. Era como una estatua apoyada contra una de las largas ventanas y su calma era fascinante. Incluso parecía que no respiraba. Sólo se movían sus ojos.
Y siempre lejos de ella.
Bella les dio a ambos un descanso yendo a buscar un poco más de vino. El cuarto de billar era un espacio oscuro, lujoso, empapelado de seda verde y adornado con cortinas de satén negras y oro. En la esquina donde estaba la barra, las sombras aún eran más espesas, y se refugió en ellas.
Tal vez podría ser más directa si lo miraba desde aquí.
Durante los pocos días que habían pasado había preguntado y había escuchado historias de Zsadist. Los rumores eran directamente espantosos, sobre todo los que hablaban de él y de las mujeres. La gente decía que mataba a las de su sexo por deporte, pero era difícil no preguntarse cuanto era folklore. Un hombre que miraba tan peligrosamente como lo hacía, la gente estaba obligada a hablar. Su hermano se encontraba en la misma situación. Había oído susurros sobre Rehvenge durante años y Dios sabía que todos ellos eran falsos.
No había modo de que toda la cháchara sobre Zsadist fuese exacta. Por todos los cielos, la gente mantenía que vivía de la sangre de las prostitutas humanas. Esto no era físicamente posible, no a no ser que bebiera cada noche. Y entonces, ¿como era tan fuerte con aquel sustento tan débil?
Bella dio la vuelta a la barra y exploró la habitación. Zsadist se había ido.
Miró en el vestíbulo. Ella no lo había visto irse. Quizás se había desmaterializado…
–¿Me buscas?
Ella saltó y giró la cabeza. Zsadist estaba detrás de ella, frotando una manzana Granny Smith sobre su camisa. Cuando él la levantó hacia su boca, él miró su garganta.
–Zsadist…
–Sabes, para ser una mujer de la aristocracia, eres malditamente grosera. – Dejó al descubierto sus colmillos y rompió con los dientes la carne verde brillante con un chasquido. – ¿Tu madre no te explicó que no es cortés mirar fijamente?
Ella lo miró masticar, su mandíbula trabajaba en círculos. Dios, solo mirar sus labios la dejaba sin respiración. – No quería ofenderte.
–Bien, lo has hecho. Y creo que trastornas a mi gemelo mientras lo haces.
–¿Qué?
Los ojos de Zsadist se retrasaron sobre su cara, luego fueron a la deriva sobre su pelo. Comió otro trozo de la manzana. – A Phury le gustas. Creo que le atraes, debes ser la primera, al menos desde que yo le conozco. No se distrae con mujeres.
Divertido, ella no tenía esa sensación en absoluto. Entonces, volvió a concentrarse en Zsadist.
–No pienso que Phury.
–Él sigue mirándote. Mientras me miras, él te mira fijamente. Y no es porque esté preocupado por ti. Sus ojos están sobre tu cuerpo, mujer. – Zsadist inclinó la cabeza hacia un lado. – Sabes, tal vez me he equivocado. Tal vez seas la que lo sacará de su celibato. Mierda, tú eres muy hermosa y él no está muerto.
Ella enrojeció. – Zsadist, deberías saber que, ah, yo te encuentro…
–Repugnante ¿verdad? Como un buen coche accidentado. – El mordió la manzana un poco más. – Puedo entender la fascinación, pero tienes que mirar hacia otro lado. Mira a Phury de ahora en adelante, ¿nos explicamos?
–Quiero mirarte. Me gusta mirarte.
Sus ojos se estrecharon. – No, no lo haces.
–Sí. Lo hago.
–A nadie le gusta mirarme. Ni siquiera a mí.
–No eres feo, Zsadist.
Él se rió, deliberadamente colocando una yema del dedo debajo de su cicatriz. – Ahora, suena a aprobación. Así como a una ostensible mentira de mierda.
–Te encuentro hipnotizante. No puedo sacarte de mi mente. Quiero estar contigo.
Zsadist frunció el ceño, descendiendo. – ¿Estar conmigo exactamente como?
–Ya sabes. Estar contigo. – Ella se ruborizó como un brillante diamante rojo, pero calculó que ella no tenía nada que perder. – Quiero…acostarme contigo.
Zsadist se echó hacia atrás tan rápido que golpeó la barra. Y cuando las botellas de licor repiquetearon, supo que las historias sobre él eran falsas. No era ningún asesino de mujeres. Más que nada, parecía petrificado por pensar en que ella se sentía sexualmente atraída por él.
Ella abrió la boca, pero él al cortó.
–Mantente lejos de mi, mujer. – Dijo él, lanzando a la basura la manzana medio comida. – Si no lo haces, no habrá nada que decir para poder defenderme.
–¿De qué? No soy ninguna amenaza para ti.
–No, pero puedo garantizarte que no arriesgaría tu maldita salud. Hay una muy buena razón por la que la gente se mantiene apartada de mí.
Él caminó saliendo de la habitación.
Bella miró a toda aquella gente alrededor de la mesa del fondo. Todos concentrados en el juego. Era perfecto. No quería a ninguno de ellos para hablar sobre lo que estaba a punto de hacer.
Dejó su copa de vino y salió despacio de la sala de billar. Cuando entró en el vestíbulo, Zsadist iba hacia arriba. Después de darle algún tiempo para que se adelantara, caminó rápidamente, moviéndose silenciosamente hacia el segundo piso. Cuando llegó arriba, vio el talón de su bota desaparecer por una esquina. Corrió rápidamente por la alfombra, manteniendo cierta distancia cuando él escogía el pasillo que llevaba a su habitación y al vestíbulo de abajo.
Zsadist hizo una pausa. Ella se escondió detrás de una escultura de mármol.
Cuando se asomó, él se había ido. Ella caminó hacia donde lo había visto y encontró una puerta ligeramente entornada. Acercó su cabeza. La habitación estaba a oscuras, la luz del pasillo progresaba poco en la oscuridad. Y hacía frío, como si la calefacción estuviera desconectada durante la noche, pero no había sido conectada ya que el calor del verano había desvanecido.
Sus ojos se adaptaron. Había una amplia cama. Suntuosa, con colgaduras de pesado terciopelo carmesí. Otros muebles eran igualmente pródigos, aunque había algo impar en una esquina en el suelo. Una plataforma de mantas. Y un cráneo.
A Bella la hicieron entrar dentro estirándola del brazo.
La puerta se cerró de golpe y la habitación quedó sumergida en la total oscuridad. Con un rápido jadeo, la hizo girar y empujó su cara hacia la pared. Las velas se encendieron.
–¿Qué joder estás haciendo aquí?
Ella intentó tomar aliento, pero con el antebrazo de Zsadist presionando sobre su espalda, no podía introducir mucho aire en sus pulmones.
–Yo, ah, yo…pensaba que nosotros podíamos hablar.
–De verdad. ¿Eso es lo que quieres hacer aquí? Conversar.
–Sí, pensé…
Su mano sujetaba como una abrazadera el dorso de su cuello. – No hablo con las mujeres que en silencio me siguen. Pero te mostraré lo que estoy dispuesto a hacerles.
Colocó su grueso brazo alrededor de su estómago, retirando sus caderas de la pared y empujando su cabeza hacia abajo. Desequilibrada, ella se esforzó por aguantarse contra una de las molduras.
Su excitación arremetió contra su corazón. Su respiración explotó abriéndose paso a través de sus pulmones.
Mientras el calor crecía entre sus piernas, su pecho le acariciaba la espalda. Sacó la blusa de su falda y resbaló su mano por su vientre, atravesándolo con sus dedos largos y la amplia palma.
–Una mujer como tú debería estar con otro aristócrata. ¿O las cicatrices y la reputación forman parte de mi atractivo? – Cuando ella no le contestó, por que estaba sin aliento, él refunfuñó. – Sí, desde luego que lo son.
Con un rápido movimiento él empujó hacia arriba su sostén y capturó su pecho. Atrapada en un ataque de cruda lujuria, ella siseó y se tensó. Él sonrió un poco.
–¿Demasiado rápido? – Él tomó su pezón entre sus dedos y lo acarició, combinando el placer y el dolor. Ella gritó. – ¿Es demasiado áspero para ti? Intentaré controlarme, pero, ya sabes, soy un salvaje. Es por eso por lo que me quieres ¿no es cierto?
Pero no era demasiado rápido o demasiado áspero. Dios la ayudara, le gustaba. Lo quería con fuerza y ahora y lo quería con él. Quería romper las reglas, quería el peligro y la emoción, quería el calor salvaje y el poder de él. Y ya estaba lista, sobre todo cuando le empujó la falda hacia las caderas. Todo lo que tenía que hacer era apartar su tanga y podría hundirse profundamente.
Pero ella quería verlo cuando la penetrara. Y quería tocar su cuerpo también. Comenzó a levantarse, pero él la contuvo, inclinándose contra su cuello, manteniéndola en el lugar.
–Lo siento, soy un pony con truco. Solo lo hago así.
Ella luchó, muriéndose por besarlo. – Zsadist…
–Llegas tarde para habértelo repensado. – Su voz era un gruñido sensual en su oído. – Por alguna razón, quiero joderte. Mal. Por lo que háganos a ambos un favor y aprieta los dientes. No me costará mucho tiempo.
Su mano abandonó su pecho, se lanzó entre sus piernas y encontró su centro.
Zsadist se congeló.
Instintivamente ella movió sus caderas, frotándose entre sus dedos, sintiendo una maravillosa fricción…
Él saltó hacia atrás. – Sal de aquí.
Desorientada, ferozmente despertada, se balanceó cuando se incorporó. – ¿Qué?
Zsadist se acercó a la puerta, la abrió y miró fijamente al suelo. Cuando ella no se movió, él rugió. – Márchate.
–Por qué…
–Dios, me pones enfermo.
Bella sintió que toda la sangre le abandonaba la cara. Se bajó la falda y recompuso su camisa y el sostén. Entonces salió de la habitación.
Zsadist cerró con un golpe la puerta y corrió al cuarto de baño. Levantó la tapa del retrete, se inclinó y vomitó la manzana que se había comido.
Cuando tiró de la cadena, se hundió en el suelo, tembloroso y mareado. Intento respirar profundamente, pero todo lo que podía oler era a Bella. Su adorable, inexplicable excitación estaba en sus dedos. Se quitó el jersey de cuello vuelto y lo colocó alrededor de su mano, necesitando su débil olor.
Dios, el perfecto satén de ella. La magnífica fragancia de su pasión. Todo lluvia exquisita.
Ninguna mujer se había mojado por él durante cien años. No desde su tiempo como esclavo de sangre. Y entonces…él no lo había querido, había aprendido a temer la excitación.
Intentó concentrarse en el actual regalo, intentando mantener la imagen del cuarto de baño, pero el pasado lo succionó hacia atrás…
Estaba en la celda, con los grilletes puestos, su cuerpo no era suyo. Sintió las manos de la Mistress, olió el bálsamo que tenía que ponerle para conseguir la erección que necesitaba. Y luego ella lo montaba, bombeándolo hasta que lo conseguía. Después de esto, lo mordía y agredía mientras bebía y se alimentaba de sus venas.
Todo había vuelto. Las violaciones. Las humillaciones. Las décadas de abusos hasta que perdió la noción del tiempo, hasta que casi no fue nada, casi muerto excepto por el incesante latido de su corazón, atrapado en su memoria y el funcionamiento mecánico de sus pulmones.
Escuchó un extraño sonido. Comprendió que estaba gimiendo.
Oh…Bella
Colocó su frente sobre su bíceps. Bella. Dios, ella hacía que se avergonzara de sus cicatrices y de su fealdad, sus aspecto arruinado y su negra y repugnante naturaleza
En la fiesta ella sin ningún esfuerzo se había dirigido a sus hermanos y a las mujeres, sonriendo, riendo. Tenía un encanto y una facilidad que hablaba de la vida cómoda que había tenido. Probablemente nunca había conocido una palabra o un hecho poco amable. Seguramente nunca había sido cruel o dura con otra persona. Era una mujer que valía, no como la gente mala, hambrientas humanas de las que había estado bebiendo.
No la había creído cuando le había dicho que quería acostarse con él, pero ella había querido. Era lo que toda su sedosa humedad significaba. Las mujeres podrían mentir sobre muchas cosas, pero no en esto. Nunca sobre esto.
Zsadist se estremeció. Cuando la había tenido inclinada y tocaba sus pechos, había planeado detenerse a pesar de lo que le había dicho. Había creído que la asustaría estando a solas, la abrumaría un poco antes de enviarla de nuevo a su camino.
Pero en realidad había querido estar con él.
Recordó de nuevo lo que había sentido cuando se había zambullido entre sus muslos. Había sido tan…suave. Tan increíblemente caliente, lisa y lista. Al principio la había tocado para saber lo que sentía por él. No había tenido ninguna idea de hacerlo, pero entonces turbándolo, la Mistress había regresado. Había visto su cara y había sentido su cuerpo encima suyo.
La Mistress siempre había ido a él muy animada y hacía muchos esfuerzos para asegurarse de que él lo sabía, aunque no la hubiera tocado nunca con las manos. Había sido astuta. Después de cada cosa que le hacía, si hubiera sido capaz de oponerse a ella, la habría desgarrado como un animal rabioso y ambos lo sabían. Peligrosamente enjaulado le representaba una gran emoción a ella.
Pensó en la atracción de Bella hacia él. Estaba basado en lo mismo ¿no? El poder del sexo. El salvaje sujeto con los grilletes usados para el placer.
O en el caso de Bella, el hombre peligroso utilizado para una aventura.
Se estómago se removió otra vez y se balanceó sobre el retrete.
–Pensaba que solo eras cruel. – Dijo Bella detrás de él. – No sabía que en realidad te hice enfermar.
Joder. No había cerrado la puerta.
Nunca se habría imaginado que ella regresaría.
Bella se abrazó a sí misma. De todas las cosas que podía haberse inventado, esta superaba la ficción. Zsadist tumbado y medio desnudo sobre el retrete con su jersey alrededor de su mano, los movimientos ascendentes y descendentes que hacían que se tensara.
Mientras él maldecía, ella miró fijamente su cuerpo. Querido Señor, su espalda. La amplia extensión estaba surcada por cicatrices, evidenciando un pasado de azotes, que de algún modo no se habían curado con suavidad. Aunque como había pasado no lo podía adivinar.
–¿Por qué estás otra vez en mi habitación? – Le preguntó él, la voz resonando alrededor del borde porcelana.
–Yo, ah, quería gritarte.
–¿Te importa si primero termino y me levanto? – El agua salió y gorgoteó mientras se lavaba.
–¿Estás bien?
–Sí, esto solo es parte de la diversión.
Ella entró en el cuarto de baño y tuvo la impresión que era muy limpio, muy blanco y totalmente impersonal.
En un abrir y cerrar de ojos, Zsadist estaba de pie mirando hacia ella.
Ella se tragó un jadeo.
Aunque claramente poderoso, sus músculos destacaban descarnadamente, las estriadas fibras individuales y visibles. Para ser un guerrero, para cualquier hombre, era delgado, demasiado delgado. Sinceramente estaba cerca de cerca de morir de hambre. Tenía cicatrices delante, aunque solo en dos lugares; sobre su pectoral izquierdo y sobre su hombro derecho. Tenía ambos pezones perforados, pequeños aros de plata con pequeñas esferas colgando de ellos captando la luz mientras él respiraba.
Pero nada de eso fue lo que la dejó estupefacta. Las gruesas marcas negras tatuadas en su cuello y muñecas eran horribles.
–¿Por qué llevas las marcas de un esclavo de sangre? – Susurró ella.
–Haz cuentas.
–Pero que es…
–¿Supones que no le puede pasar a alguien como yo?
–Bien, sí. Eres un guerrero. Un noble.
–El destino es una perra cruel.
Su corazón se abrió de par en par para él y todo lo que había pensado sobre él cambió. Era más que una emoción, pero un hombre que ella quería aliviar. Reconfortar. Con un impulso, dio una pasó hacia él.
Sus oscuros ojos se estrecharon. – Realmente no quieres acercarte, mujer. Sobre todo no ahora.
Ella no le escuchó. Cuando ya no hubo distancia entre ellos, él echó marcha atrás hasta que quedó atrapado en la esquina entre la ducha de cristal y la pared.
–¿Qué diablos estás haciendo?
Ella no le contestó, por que no estaba segura.
–Retrocede. – Chasqueó él. Abrió la boca, alargando sus colmillos al tamaño de los de un tigre.
Esto la hizo hacer una pausa. – Pero tal vez puedo…
–¿Salvarme o alguna mierda? Oh, de acuerdo. Es tu fantasía, esta es la parte dónde, se supone, me atraviesan tus ojos. Entregando a mi bestia a los brazos de una virgen.
–No soy una virgen.
–Bien, mejor para ti.
Ella extendió su mano, queriendo ponerla sobre su pecho. Directamente sobre su corazón.
Él se apartó de ella, apretándose contra el mármol. Cuando el sudor estalló por todo su cuerpo, estiró el cuello distanciándose y su cara tensa se estremeció. Su pecho moviéndose arriba y abajo, haciendo brillar intermitentemente los anillos de los pezones.
Su voz atenuada hasta que no fue apenas un sonido. – No me toques. No puedo…no puedo soportar ser tocado ¿vale? Duele.
Bella se detuvo.
–¿Por qué? – Dijo ella suavemente. – Por que te…
–Joder sal de aquí, por favor.– Apenas podía pronunciar las palabras. – Estoy a punto de destruir algo. Y no quiero que seas tú.
–No me harás daño.
Él cerró los ojos. – Maldita seas. ¿Qué pasa con los tipos refinados? ¿Has sido criada para torturar a la gente?
–Buen Señor, no. Solo quiero ayudarte.
–Mentirosa.– Le escupió él, se le abrieron de pronto los ojos. – Eres una mentirosa. No quieres ayudarme, quieres empujar una serpiente de cascabel con un palo para ver lo que hace.
–Eso no es verdad. Al menos…no ahora.
Su mirada fue como el hielo, desalmada. Y su voz perdió toda entonación. – ¿Me quieres? Bien. Joder, puedes tenerme.
Zsadist se lanzó sobre ella. La echo al suelo, colocándola sobre su estómago y arrastrando sus manos hacia su espalda. El mármol estaba frío contra su cara cuando estando de rodillas le separó las piernas. Escuchó el sonido de algo que se rasgaba. Su tanga.
Ella se entumeció. Sus ideas no podían seguir el paso de sus acciones y menos podían sus emociones. Pero su cuerpo sabía lo que quería. Enfadado o no, ella lo acogería.
El peso de él la abandonó brevemente y ella escuchó el sonido de una cremallera. Entonces él estuvo sobre ella sin que hubiera nada entre su enorme erección y su centro. Pero él no empujó. Solo jadeó mientras se congelaba en el sitio, su aliento ruidosamente rápido en su oído… ¿Sollozaba?
Su cabeza cayó sobre su nuca. Entonces él se apartó, cubriéndola mientras abandonaba su cuerpo. Colocándose sobre su espalda, él puso sus brazos sobre su cara.
–Oh, Dios. – Gimió él. – …Bella.
Ella quiso tenderle la mano, pero estaba tan tenso que no se atrevió. Con dificultad ella se puso de pie y apartó la mirada de él. Los pantalones de Zsadist estaban sobre sus muslos, su sexo ya no estaba erecto.
Jesús, su cuerpo estaba en malas condiciones. Su estómago hueco. Los huesos de su cadera Saliéndosele de la piel. Era verdad que debía beber solo de las humanas, pensó ella. Y no comía nada en absoluto.
Ella se concentró en las bandas de tatuajes que recubrían sus muecas y su cuello. Y en las cicatrices.
Destrozado. No roto.
Aunque ella se avergonzaba de admitir esto ahora, la oscuridad había sido la parte más grande de su encanto. Era tal anomalía, un contraste para lo que conocía de la vida. Esto lo hacía mucho más peligroso. Excitante. Atractivo. Pero eso había sido una fantasía. Esto era la realidad.
Él sufría. Y no había nada de atractivo o emocionante en ello.
Ella cogió una toalla, se acercó a él, poniéndola con cuidado sobre la carne expuesta. Él saltó y la aferró fuertemente contra él. Cuando elevó la vista hacia ella, el blanco de sus ojos estaba inyectado en sangre, pero no lloraba. Tal vez ella había estado confundida sobre los sollozos.
–Por favor…déjame.– Dijo él.
–Deseo…
–Ve. Ahora. No deseos, no esperanzas. No nada. Sólo déjame. Y nunca te acerques a mí otra vez. Júralo. Júralo.
–Yo…yo lo prometo.
Bella se dio prisa en salir de su dormitorio. Cuando ella estuvo en el pasillo lo bastante lejos, se paró y peinándose con los dedos, intentando alisarlo. Podía sentir su tanga alrededor de la cintura y la dejó allí. No tenía ningún lugar donde dejarla si se la quitaba.
Escaleras abajo al fiesta todavía estaba en plena actividad, pero ella se sintió fuera de lugar, agotada. Se acercó a Mary, se dijeron adiós y buscó por los alrededores algún doggen para que la llevara a casa.
Pero entonces Zsadist entró en la habitación. Se había puesto la ropa de entrenamiento de nylon blanca y llevaba una bolsa negra en la mano. Sin mirarla para nada, se acercó por detrás a Phury, quien estaba a un par de pasos de distancia.
Cuando Phury se giró y vio la bolsa, retrocedió.
–No, Z. No quiero…
–Lo harás, hermano o encontraré a alguien que lo haga.
Zsadist le dio la bolsa.
Phury lo miró fijamente. Cuando cogió la bolsa, su mano tembló.
Los dos salieron juntos.
Capítulo 41
Mary dejó el plato vacío cerca del fregadero y le pasó una bandeja a Rhage para poder recoger juntos todos los envases vacíos. Ahora que la fiesta había terminado, todos ayudaban a limpiar.
Cuando salieron al vestíbulo, dijo ella. – Estoy contenta de que Wellsie y Tohr hallan alojado a John. Me habría gustado verlo esta noche, pero soy feliz de saber que se encuentra en buenas manos.
–Tohr me dijo que el pobre niño no puede salir de la cama, está agotado. Todo lo que hace es comer y dormir. Ah, a propósito, creo que tenías razón. Phury se mezcló con Bella. Pasó mucho tiempo mirándola. Nunca le he visto hacerlo antes.
–Pero después de lo que me dijiste sobre…
Cuando pasaron junto a la magnífica escalera, una puerta oculta debajo de ella se abrió.
Zsadist salió. Su cara estaba golpeada, su camisa de entrenamiento hecha trizas. Había sangre sobre él.
–Oh, mierda. – murmuró Rhage.
El hermano los pasó, los oscuros ojos vidriosos no mirándolos. Su pequeña sonrisa de satisfacción parecía totalmente fuera de contexto, como si hubiera disfrutado de una buena comida o tal vez buen sexo en vez de conseguir que el infierno santo lo golpeara. Subió arriba despacio, una pierna no la doblaba bien.
–Mejor que vaya a limpiar a Phury. – Rhage le dio la bandeja a Mary y la beso ligeramente. – Yo podría tardar un rato.
–Porque Phury…Oh…Dios.
–Sólo por que lo obligó. Esa es la única razón, Mary.
–Bien…quédate mientras lo necesites.
Pero antes de que entrara en el pasaje, Phury salió llevando el equipo de ejercicios. Se veía tan agotado como Zsadist, pero no tenía ninguna señal sobre él. No, eso no era correcto. Sus nudillos estaban amoratados y agrietados. Y tenía manchas de sangre en el pecho.
–Hey, hombre. – Dijo Rhage.
Phury miró a su alrededor y pareció asustarse de encontrase donde estaba.
Rhage se puso delante suyo. – ¿Mi hermano?
Sus sobresaltados ojos lo enfocaron. – Hey.
–¿Quieres ir arriba? ¿Un poco de guarida?
–Oh, si, no. Estoy bien. – Sus ojos saltaron hacia Mary. Mirándola desde la distancia. – Yo, ah, estoy bien. Sí, de verdad. ¿Imagino que la fiesta ya ha terminado?
Rhage cogió la bolsa. La camisa rosa pálido de Phury sobresalía de ella, cogida con la cremallera.
–Vamos, subamos juntos.
–Deberías quedarte con tu mujer.
–Ella lo entiende. Vamos juntos, mi hermano.
Los hombros de Phury se hundieron sobre su torso. – Sí, de acuerdo. Sí, yo no…yo preferiría no estar solo ahora mismo.
Cuando Rhage finalmente regresó a su habitación y de Mary, supo que estaría dormida, por lo que cerró la puerta silenciosamente.
Había una vela encendida sobre la mesita de noche y con el brillo vio que la cama era un lío. Mary había empujado el edredón y esparcido las almohadas. Ella estaba de espaldas, el adorable camisón blanco retorcido alrededor de su cintura, subiendo sobre sus muslos.
Nunca había visto la seda antes, sabía que lo había llevado por que quería que fuera una noche muy especial. La visión le dio cuerda y aún cuando la vibración comenzaba a quemarlo, se arrodilló a su lado de la cama. Tenía que estar cerca de ella.
No sabía como Phury continuaba haciéndolo, sobre en noches como esta. Un hermano solo amaba tener que sangrar, exigiendo dolor y castigo. Entonces Phury había hecho lo que le habían pedido que hiciera, aceptando la transferencia del sufrimiento. Z sin duda estaba durmiendo. Phury podría estar fijo a su alrededor en su misma piel durante días.
Era un hombre muy bueno, fiel a Z. Pero el trabajo de la culpa de lo que le había pasado a Z, lo mataba.
Dios, ¿Cómo alguien podría acordar golpear a quien amaba solo por que la persona quería?
–Hueles muy bien. – Murmuró Mary, acurrucándose a su lado y mirándolo. – Como un Starbucks.
–Es por el humo rojo. Phury encendió algo intenso, pero no lo culpo. – Rhage le cogió la mano y frunció el ceño. – Tienes otra vez fiebre.
–Déjalo. Me siento mucho mejor. – Ella le besó la muñeca. – ¿Cómo está Phury?
–Un desastre.
–¿Zsadist le hace hacer esto mucho?
–No. No se lo que lo hizo saltar esta noche.
–Lo siento mucho por ambos. Pero sobre todo por Phury.
Él le sonrió a ella, le gustaba la manera en que ella se preocupaba por sus hermanos.
Mary se sentó despacio, colocando sus piernas de manera que quedaron colgando de la cama. Su camisón tenía un corpiño de encaje y a través del modelo él podía ver sus pechos. Sus muslos se tensaron y cerró los ojos.
Esto era un infierno. Deseaba estar con ella. Estando asustado de lo que su cuerpo haría. Y no estaba pensando solo en el sexo. Necesitaba abrazarla.
Sus manos se elevaron hasta su cara. Cuando el pulgar acarició su boca, sus labios se abrieron por propio acuerdo, una invitación subversiva que ella aceptó. Ella se inclinó y lo besó, su lengua penetrando, tomando lo que sabía que él no debería estar ofreciendo.
–Hummm. Sabes bien.
Había estado fumando con Phury, sabiendo que iba a volver, esperando que pudiera relajarse un poco. No podría volver a controlar una repetición de lo que había pasado en la habitación del billar.
–Te quiero, Rhage. – Ella cambió de posición, abriendo sus piernas, tirando su cuerpo contra ella.
La energía se arremolinaba condensándose a lo largo de su columna y la irradiaba, perforando sus manos y sus pies, haciendo que sus uñas cantaran con el dolor y se le estremeciera el pelo.
Él se echó hacia atrás. – Escucha, Mary…
Ella sonrió y se quitó el camisón por la cabeza, sacudiendo la cosa de tal manera que cayó sobre el suelo formando un remolino. Su piel desnuda a la luz de la vela lo enredó. No podía moverse.
–Ámame, Rhage. – Ella le cogió las manos y se las puso sobre sus pechos. Incluso cuando se dijo que no tenía que tocarla, él ahuecó las elevaciones, sus pulgares alisando sus pezones. Ella arqueó la espalda. – Oh, sí. Así.
Él fue hacia su cuello, lamiendo encima de la vena. Quería beber con fuerza de ella, sobre todo cuando ella sostenía la cabeza como si también quisiera. No era que tuviera que alimentarse. La quería en su cuerpo, en su sangre. Quería ser abrazado por ella, vivir de ella. Deseaba que pudiera hacer lo mismo con él.
Ella le puso los brazos alrededor de los hombros y se retiró, intentando bajarlo hacia el colchón. Dios le ayudara, él le dejó. Ella estaba ahora debajo, olió el despertar que tenía por él.
Rhage cerró los ojos. No podía negarla. No podía parar la precipitación que había en su interior. Atrapado entre los dos, la besó y rezó.
Algo no estaba bien, pensó Mary.
Rhage no estaba a su alcance. Cuando ella quiso quitarle la camisa, no le dejó ponerse con los botones. Cuando intentó tocar su erección, alejó sus caderas. Incluso cuando succionó sus pechos y pasó la mano entre sus piernas, era como si le hiciera el amor a distancia.
–Rhage…-Su voz se rompió cuando sintió sus labios sobre su ombligo. – Rhage ¿que está pasando?
Sus grandes manos separaron sus piernas ampliamente, su boca dirigiéndose al interior de sus muslos. Mordisqueándola, jugando con los colmillos, nunca hiriéndola.
–Rhage, para un minuto…
Él puso su boca sobre su sexo, tomándola entre sus labios, chupándola, moviéndose hacia delante y hacia atrás, saboreándola. Se dobló sobre la cama a ver su cabeza rubia bajando, sus hombros debajo de sus rodillas, sus piernas tan pálidas y finas contra él como telón de fondo.
Ella iba a estar totalmente perdida en otro segundo.
Agarrando un mechón de su cabello, lo estiró apartándolo de ella.
Sus ojos azules brillaron tenuemente con poder sexual mientras respiraba directamente con los labios abiertos, brillantes. Deliberadamente él la tomó más abajo entre sus dientes y la absorbió. Luego su lengua le dio un lametazo largo y lento hacia arriba.
Ella cerró los ojos, hinchada, derretida.
–¿Cuál es el problema? – Ella susurró.
–No era consciente de que lo hubiera. – Ella acarició su centro con los nudillos, frotando la piel sensible. – ¿No te gusta esto?
–Desde luego que sí.
Su pulgar comenzó a hacer círculos. – Entonces déjame que vuelva a lo que estaba haciendo.
Antes de que él dejara caer la cabeza y pusiera la lengua sobre ella otra vez, ella lo sujetó cerrando sus piernas alrededor de su mano lo mejor que pudo.
–¿Por qué no puedo tocarte? – Le preguntó ella.
–Nos estamos tocando. – Él movió sus dedos. – Estoy aquí mismo.
Oh, Dios ¿podía estar ella más caliente? – No, no estás.
Ella intentó apartarse y sentarse, pero él extendió su brazo libre. Su palma sobre su pecho, empujando su espalda sobre la cama.
–No he terminado. – Dijo él con profundo estruendo.
–Quiero tocar tu cuerpo.
Su mirada llameó intensamente. Pero solo fue eso, el brillo había desaparecido y una rápida emoción pasó por su cara. ¿Miedo? Ella no podría decirlo, por que él bajó la cabeza. La besó sobre el muslo, acariciándola con su mejilla, su mandíbula y su boca.
–No hay nada como tu calor, tu sabor, tu suavidad. Permíteme complacerte, Mary.
Las palabras la enfriaron. Las había oído antes. Al comienzo.
Sus labios se movieron por el interior de su pierna, cerca del hogar.
–Wo. Páralo, Rhage. – Él lo hizo. – Unilateralmente no es muy atractivo para mí. No quiero que me sirvas. Quiero estar contigo.
Su boca se apretó y él se bajó de la cama en una brusca oleada. ¿Iba a abandonarla?
Pero él solo se arrodilló en el suelo, sus brazos sobre el colchón, la cabeza colgando sobre sus hombros. Recogiéndose consigo mismo.
Ella estiró una pierna tocando su antebrazo con un pie.
–No me digas que vas a decirme que no. – Murmuró ella.
Él alzó la vista hacia ella. Desde la baja posición de su cabeza, sus ojos eran meras líneas en su cara, escupiendo brillantes rayos de neón azul.
Arqueando su cuerpo, ella movió su pierna, dándole una pequeña imagen de lo que ella sabía que él quería tan duramente.
Contuvo la respiración.
Con un poderoso movimiento, fluido, Rhage surgió del suelo y saltó sobre ella, aterrizando entre sus muslos. Se deshizo de sus pantalones y…
Oh, gracias, Dios.
Llegó inmediatamente, apretando sobre toda aquella dureza en ondas. Cuando el tronar retrocedió, lo sintió temblando sobre ella, dentro de ella. Estaba a punto de decirle que dejara su autocontrol cuando comprendió que el refrenamiento no era el problema. Estaba en una especie de ensimismamiento, cada músculo de su cuerpo tenía un espasmo.
–¿Rhage? – Ella alzó la vista hacia su cara.
Sus ojos eran blancos y brillantes.
En una tentativa por tranquilizarlo, colocó sus manos sobre su espalada, pero sintió algo sobre su piel. Un dibujo levantado. Líneas, casi.
–Rhage, hay algo sobre su…
Él se apartó de ella y se fue directamente hacia la puerta.
–¿Rhage? – Ella cogió su camisón y se lo puso mientras salía tras él.
Fuera en el pasillo él se paró para juntarse los pantalones y Mary casi gritó. El tatuaje estaba vivo. La cosa se había levantado sobre su espalda, el diseño se alzaba en las sombras.
Y se movía aun cuando él estaba fuera. El gran dragón bulló mientras la miraba fijamente, la cabeza y los ojos dirigidos hacia ella mientras su cuerpo se ondulaba.
Buscaba una salida.
–¡Rhage!
Él salió como una bala, bajando al vestíbulo y desapareciendo por una puerta oculta bajo la escalera.
Rhage no dejó de correr hasta que estuvo dentro de las instalaciones de entrenamiento. Cuando pasó por el vestuario, perforó las puertas al abrirlas y fue hacia la ducha común. Conectó una de las duchas, se deslizó hacia abajo sobre los azulejos y se sentó bajo el chorro de agua fría.
Era todo tan terriblemente claro. Las vibraciones. Los murmullos. Siempre alrededor de Mary, sobre todo si estaba excitada.
Dios, no sabía por qué no lo había entendido antes. Tal vez no quería evitar la verdad.
Estando con Mary era diferente porque…él no era el único que quería hacer el amor con ella. La bestia la quería también. La bestia quería salir para poder tomarla.
Capítulo 42
Cuando Bella llegó a casa no podía estarse quieta. Después de haber escrito en su diario durante una hora, se puso unos vaqueros, una camiseta y su parka. Afuera, la nevisca caía de forma desorganizada, haciendo girar los remolinos de aire frío.
Cerrando la cremallera de la parka, anduvo sobre la alta hierba y desigual del prado.
Zsadist. No podía cerrar los ojos y no verlo estar de espaldas en aquel cuarto de baño.
Destrozado. No roto.
Se paró y miró la nieve.
La había dado su palabra de que no lo volvería a molestar, pero no quería mantener la promesa. Dios la ayudara, quería intentarlo otra vez con él…
En la distancia notó que alguien andaba en los alrededores de la casa de Mary. Bella se puso rígida por el miedo, pero entonces vio una melena oscura, por lo que no era un lesser.
Obviamente Vishous estaba trabajando en la instalación del sistema de seguridad. Lo saludó con la mano y fue hacia allí.
Después de haber hablado con V en la fiesta, le había gustado tremendamente. Tenía la clase de capacidad mental que por lo general aspiraba hacia las habilidades sociales de un vampiro, pero con aquel guerrero, tenías el paquete entero. Era atractivo, omnisciente, poderoso, la clase de hombre que te hacía pensar en bebés solo para guardar su ADN en el fondo genético.
Ella se preguntó por que llevaba aquel guante de cuero negro. Y sobre los tatuajes que tenía en el lado de su cara. Tal vez le preguntaría sobre ellos, si le parecía bien.
–Pensaba que no tendrías que terminarlo ahora. – Le dijo cuando pasó por la terraza. – Que pasa con Mary…
La figura de cabello oscuro que iba hacia ella de frente no era Vishous. Y esto no estaba vivo.
–¿Jennifer? – Le dijo el lesser maravillado.
Durante una fracción de segundo Bella se congeló. Entonces ella se dio la vuelta y corrió, moviéndose rápidamente sobre la tierra. No tropezó; no vaciló. Era rápida y estaba segura mientras cruzaba el prado, aun cuando estaba aterrorizada. Si pudiera llegar a casa, podría encerrarse y dejar fuera al lesser. Cuando él entrara por la ventana, ella ya estarías en el sótano donde nadie podía llegar. Llamaría a Rehvenge y cogería el túnel subterráneo que llevaba al otro lado de la propiedad.
El lesser estaba detrás suyo- podía escuchar el sonido de sus largos pasos y el crujido de la ropa – pero no había terminado cuando se precipitó al otro lado del césped crujiente, helado. Guió sus ojos hacia las alegres luces de su casa, provocando a sus músculos para correr más.
El primer dolor la golpeó en el muslo. El segundo en medio de la espalda, en la parka.
Sus piernas se endentecieron y sus pies parecían aletas de gran tamaño. Entonces la distancia que tenía que recorrer era mayor, se extendía infinitamente, pero continuó de todos modos. Cuando se dirigió a la puerta trasera, serpenteaba. De alguna forma, entró dentro, pero luchó contra la cerradura con los dedos que tenía sin fuerza.
Cuando se giró y se fue tambaleándose hacia el sótano, el sonido de de que las puertas de la ventana estaban siendo golpeadas era da alguna manera extrañamente tranquilas, como si estuviera pasando en algún lugar lejano, muy lejano.
Una mano le atrapó el hombro.
El impulso bélico fue fuerte en ella y se armó de valor, pegándole al lesser con el puño cerrado. Momentáneamente él se quedó atontado y luego él la golpeó en la espalda, enviándola al suelo. La giró y la golpeó otra vez, la palma abierta sobre su pómulo, golpeando su cabeza sobre el suelo.
Ella no sintió nada. Ni la bofetada, ni el golpe en la cabeza. Lo cual fue bueno por que no la distrajo cuando le mordió el brazo.
Agitándose juntos, golpearon la mesa de la cocina, dispersando las sillas. Se liberó cogiendo una de las cosas y lo golpeó en el pecho con el Disorientated, jadeante, avanzó lentamente distanciándose.
Su cuerpo se agotó al pie de la escalera del sótano.
Estando tendida allí, estaba consciente, pero incapaz de moverse. Tenía un vago pensamiento sobre que algo le goteaba sobre los ojos. Probablemente su propia sangre, tal vez un poco de la del lesser.
El alcance de su visión giraba a su alrededor mientras estaba tendida.
Examinó la cara del lesser. Cabello negro, ojos marrones pálidos.
Buen Dios.
El asesino estaba llorando cuando la levantó del suelo y la acunó entre sus brazos. La última cosa de la que fue consciente, fue la vista de sus lágrimas cayéndole sobre la cara.
Ella no sintió absolutamente nada.
O sacó con cuidado a la mujer en la cabina del camión. Deseaba por todos los infiernos no haber estado de acuerdo en dejar su lugar de esa manera podría vivir en el centro de persuasión. Habría preferido mantenerla lejos de los otros lessers, pero hombres otra vez, si estaba aquí sería capaz de asegurarse de que no escapaba. Y si cualquier otro asesino se acercaba a…bien, utilizaría los cuchillos.
Mientras pasaba a la mujer por la puerta, le miró la cara. Se parecía a su Jennifer. Ojos de diferente color, pero la cara en forma de corazón. La espesa cabellera oscura. El delgado cuerpo, perfectamente proporcionado.
En realidad, ella era más hermosa que lo que había sido Jennifer. Y golpeaba con más dureza también.
Puso a la mujer sobre la mesa y tocó la magulladura de su mejilla, la herida del labio, las señales sobre su garganta. La lucha había sido tremenda: por todos los medios, sin ahorrar nada, ninguna parada hasta que él ganó y sostuvo su cuerpo entre sus brazos.
Mirando fijamente a la vampira, recordó el pasado. Siempre había tenido miedo de ser el que mataría a Jennifer, que alguna noche todos esos golpes cruzarían la línea. En cambio había terminado por asesinar al conductor que le había clavado el coche de frente. El bastardo había estado bebido sobre las cinco de la tarde y ella solo volvía a casa del trabajo.
Llevarse a su asesino había sido fácil. Había encontrado donde vivía el tipo y había esperado que llegara a casa en busca de mierda. Entonces le había golpeado la cabeza al hombre con el hierro de los neumáticos y lo había empujado por las escaleras. Con el cuerpo enfriándose, O había conducido hacia el norte y al este, todo el camino atravesando el país.
Donde había caído en la Sociedad.
Un coche paró fuera. Rápidamente recogió a la mujer y la llevó a uno de los agujeros. Después de colocar el dogal alrededor de su pecho, abrió la tapa de uno de ellos y la dejó caer en su interior.
–¿Conseguiste otro? – Le preguntó U cuando entro dentro.
–Sí. – O hizo un alarde al examinar el otro agujero, con el hombre que el Sr. X había estado trabajando la noche anterior. El civil estaba cambiando de posición en le tubo, pareciendo un poco asustado, maullando ruidos.
–Entonces vamos a poder trabajar sobre la captura fresca. – Dijo U.
O puso la bota sobre la cubierta de la mujer. – Este es mío. Alguien la toca y les arranco la piel con los dientes.
–¿Ella? Excelente Sensei estará contento.
–Usted no dirá nada sobre esto. ¿Nos entendemos?
U frunció el ceño, luego se encogió de hombros. – Claro. Lo que sea, hombre. Pero usted sabe que él lo averiguará tarde o temprano. Cuando lo haga, solo piense que no vino de mí.
O podía ver que U mantendría el secreto y con un impulso le dio la dirección al asesino de la granja en al que había estado. Un pequeño favor a cambio de la integridad del lesser.
–El nombre de la mujer que vive allí es Mary Luce. Fue vista con un hermano. Vaya a por ella, hombre.
U asintió. – Lo haré, pero está cerca el alba y necesito dormir. He estado levantado durante dos noches demasiado tiempo y me estoy debilitando.
–Entonces mañana. Ahora déjenos.
U ladeó la cabeza y echó un vistazo al tubo del agujero. – ¿Nosotros?
–Joder, salga de aquí, U.
U salió y O escuchó como el sonido del coche del lesser se desvanecía.
Satisfecho, miró hacia la cubierta de red. Y no pudo dejar de sonreír.
Capítulo 43
Rhage no volvió a la casa principal hasta las cinco de la tarde. Mientras caminaba por el túnel, no hizo ningún ruido. Se había quitado los zapatos porque se le habían empapado y después olvidó dónde los había dejado.
Era un cable vivo, le quemaba un rugido del que no podía deshacerse no importaba lo agotado que estuviera o cuantas pesas levantara o cuanto corriera. En este punto, ni siquiera era de consideración, que no podía imaginarse teniendo sexo con cien mujeres diferentes ya que no lo rebajaría.
No tenía ninguna escapatoria, pero tenía que dirigirse a Mary. Temía decirle que había sido condenado hacía un siglo y no tenía ninguna idea de cómo explicarle que la bestia quería tener sexo con ella. Pero ella tenía que saber por qué se había mantenido alejado.
Se preparó y abrió la puerta del dormitorio. Ella no estaba allí.
Fue abajo y se encontró con Fritz en la cocina.
–¿Has visto a Mary? – Le preguntó, haciendo todo lo posible por mantener el nivel de su voz.
–Sí, señor. Ha salido.
A Rhage se le heló la sangre. – ¿A dónde iba?
–Ella no lo dijo.
–¿Se llevó algo con ella? ¿El bolso? ¿Una bolsa de viaje?
–Un libro. Un bollo. Una parka.
Fuera. Rhage corrió por el túnel subterráneo y estuvo en el Pit en medio minuto. Golpeó sobre la puerta.
Vishous se tomó su maldito tiempo para contestar, iba vestido con unos boxer cortos y fijó la cabeza cuando dijo. – Qué el…
–Mary ha salido de la casa. Sola. Necesito encontrarla.
V se frotó los ojos y lo miró intentando concentrarse. Fue hacia su ordenador, viendo cada imagen del exterior que tenía, y la encontró sentada al sol en la puerta de la calle de la mansión. Era astuta. Si algo le pasara, sería capaz de entrar en el vestíbulo en un momento.
Rhage suspiró. – ¿Cómo haces para que esta cosa se mueva acercándose más?
–Uso el zoom con el botón de la derecha del ratón.
Rhage centró la imagen. Ella estaba alimentando a un par de gorriones, lanzándoles trocitos del bollo. Cada vez que levantaba la cabeza, miraba a su alrededor. La sonrisa confidencial en su cara, solo una leve elevación de sus labios.
Él tocó la pantalla, acariciando su cara con las yemas de sus dedos. – Sabes, te equivocaste, mi hermano.
–¿Lo hice?
–Ella es mi destino.
–¿Dije que no lo fuera?
Rhage lo miró sobre todo el equipo del ordenador, concentrándose en el ojo tatuado de V. – No soy su primer amante. Me dijiste que mi destino era una virgen. Por lo cual te has equivocado.
–Nunca me equivoco.
Rhage frunció el ceño, rechazando de primera mano la idea de que alguna otra mujer significaría o tomaría el lugar de Mary en su corazón.
Hombre, que se joda el destino si iba a intentar que amara a alguien más. Y al diablo con los pronósticos de V.
–Debe de ser agradable saberlo todo. – Refunfuñó él. – O al menos pensar que lo sabes.
Mientras se giraba para dirigirse al túnel, su brazo fue agarrado con fuerza.
Los diamantinos ojos de V, por lo general tan tranquilos, se habían estrechado y se había cabreado. – Cuando digo que no me equivoco, no lo hago por mi ego. Ver el futuro es una maldita maldición, mi hermano. ¿Crees que me gusta saber cuando se va a morir todo el mundo?
Rhage retrocedió y Vishous sonrió con frialdad. – Sí, cómetelo. Y luego comprende que la única cosa que no se es cuando, por lo que no os puedo salvar a ninguno. Ahora, ¿quieres decirme por qué debería fanfarronear sobre mi maldición?
–Oh, Dios…mi hermano. Lo siento…
V sopló su aliento. – De acuerdo. Mira, ¿por que no vas con tu mujer? Ha estado pensando en ti toda la tarde. No te ofendas, pero me canso de oír su en mi cabeza.
No tenía ninguna idea de lo que había pasado anoche. No estaba segura de lo que había visto o que pensaba que lo había hecho. Por todos los santos, los tatuajes no se levantaban de la piel de nadie. Y no se movían. Al menos, no en su mundo.
Rhage no había sido la única razón de su insomnio. Era hora de averiguar lo que los doctores iban a hacerle. La cita con la Dra. Delia Croce era mañana y cuando hubiera terminado, sabría lo malos que iban a ser los tratamientos.
Dios…Quería hablar con Rhage sobre todo para lo que tendría que prepararse.
Cuando el sol bajó por debajo de la línea de los árboles, el frío se instaló en ella.
Se levantó, se estiró y luego pasó por el primer juego de puertas hacia el vestíbulo. Cuando se cerraron, ella mostró su cara hacia la cámara y el juego del interior se abrió.
Rhage estaba sentado en el suelo al lado de la entrada. Se levantó despacio. – Hola. He estado esperándote.
Ella sonrió torpemente, cambiando su libro hacia delante y hacia atrás entre sus manos. – Quería decirte dónde estaba. Pero te olvidaste del móvil cuando tú…
–Mary, escucha, sobre anoche…
–Espera, antes de comenzar con eso. – Ella le cogió la mano. Tomó una profunda respiración. – Mañana voy al hospital. Para la consulta de antes de los tratamientos.
Su ceño fruncido se volvió muy profundo, sus cejas se encontraban en medio de su frente. – ¿Qué hospital?
–San Francis.
–A qué hora.
–Por la tarde.
–Quiero que alguien vaya contigo.
–¿Un doggen?
Él negó con la cabeza. – Butch. El poli es bueno con las armas y no quiero que vayas sin protección. Mira, ¿podemos ir arriba?
Ella asintió y él le tomó la mano, conduciéndola hasta el segundo piso. Cuando estuvieron en su dormitorio, é se paseaba sin cesar, mientras ella se sentó sobre la cama.
Cuando ellos hablaron de la cita con el doctor, resultó que la preparación de él era más bien la preparación de ella. Y luego se quedaron en silencio.
–Rhage, explícame qué pasó anoche. – Cuando él vaciló, ella le dijo. – Sea lo que sea, pasaremos por ello. Puedes decírmelo.
Él se paró. Afrontándola. – Soy peligroso.
Ella frunció el ceño. – No, no lo eres.
–¿Sabes lo que hay por toda mi espalda?
Con frialdad, ella pensó en el movimiento del tatuaje…
Espera, se dijo ella. Eso no había pasado. Él había respirado con fuerza o algo y por eso la cosa parecía que había cambiado de posición.
–Mary, es parte de mí. La bestia. Está dentro de mí. – Él se frotó el pecho y luego los brazos. Ahora los muslos. – Intento controlarlo lo mejor que puedo. Pero esto…no quiero hacerte daño. No se que hacer. Incluso ahora, cerca de ti, soy…Cristo, soy un lío de mierda.
Mientras tendía las manos que le temblaban, se veía totalmente atado.
–Parte de la razón por la que tengo que luchar es por que el combate me rebaja. – Dijo él. – Y también es lo de las mujeres. Las tomaba por que la liberación ayudaba a mantener a la bestia en el compartimento. Pero ahora no puedo tener sexo, estoy inestable. Es por lo que, anoche, casi lo perdí. Dos veces.
–Espera un… ¿De qué estás hablando? Tú me tienes. Haz el amor conmigo.
–No puedo dejar que pase más. – Dijo él con los dientes apretados. – No puedo…tener sexo contigo nunca más.
Atontada, ella lo miró fijamente. – Eso significa, que ¿no estarás más conmigo? ¿Ninguna otra vez?
Él negó con la cabeza. – Nunca.
–¿Qué diablos? Tú me quieres. – Sus ojos se dirigieron al grueso bulto en sus pantalones. – puedo ver que estás duro. Puedo oler la necesidad que tienes por mí.
De repente sus ojos dejaron de parpadear y brillaron blancos.
–¿Por qué te cambian los ojos? – Susurró ella.
–Por que ello…está llegando.
Cuando ella se calló, él comenzó a respirar de una manera extraña. Dos embates adentro, una larga exhalación. Dos jadeos cortos, un suspiro lento.
Luchó por agarrarse con fuerza a lo que le decía. Y fracasó, al menos en una parte. Debía significar que tenía una especie de alter ego incondicional, pensó ella.
–Mary, no puedo…estar contigo porque…cuando estoy contigo ello quiere salir. – Dos respiraciones rápidas. – Ello quiere…
–¿Qué, exactamente?
–Ello te quiere. – Él recostó alejándose de ella. – Mary, ello quiere…estar dentro de ti. ¿Entiendes lo que te digo? Mi otro lado quiere tomarte…tengo que irme ahora.
–¡Espera! – Él se paró en la puerta. Sus ojos se encontraron. – Entonces permítele tenerme.
La boca de Rhage cayó abierta. – ¿Estás loca?
No, no lo estaba. Habían tenido sexo con una desesperación que había lindado la violencia. Había sentido sus duros empujes. Si esa otra personalidad era resistente, calculaba que podría manejarla.
–Solo déjate ir. Está bien.
Dos jadeos cortos. Un largo suspiro. – Mary, no sabes…que joder estás diciendo.
Trató de hacerle ver la luz de ello. – ¿Qué vas ha hacer? ¿Comerme?
Cuando él solo la miró con aquellos ojos en blanco, ella se enfrió. Jesús, tal vez él tenía su punto.
Pero ella estaba definitivamente loca.
–Te ataremos. Dijo ella.
Él negó con la cabeza cuando tropezó con sus pies y se agarró al pomo de la puerta. – No quiero arriesgarme.
–¡Espera! ¿Sabes seguro lo que pasará?
–No. – Él se rascó el cuello y los hombros, tensos.
–¿Hay allí alguna posibilidad de que vayas a tener la liberación que necesites?
–Tal vez.
–Entonces lo intentaremos. Correré si…bueno, si algo extraño pasa. Rhage, déjame hacer esto por nosotros. Además, ¿cual es la alternativa? ¿Me mudo? ¿No volvemos a vernos el uno al otro? ¿Nunca tendremos sexo otra vez? Piensa, vamos, estás tan ansioso ahora mismo que estás a punto de salirte de tu piel.
El miedo inundó su cara, apretó la boca, ensanchó los ojos. La vergüenza le seguía los talones, un sufrimiento que le retorcía los intestinos que hizo que ella atravesara la habitación. Le tomó las manos, sintiendo la sacudida.
–Odio verte así, Rhage. – Cuando él comenzó a hablar, ella lo cortó. – Mira, sabes con lo que tratamos. Yo no. Haz lo que tengas que hacer para asegurarte y vamos a…ver que pasa.
Él apartó la mirada de ella. Ella quería presionarlo, pero tenía el presentimiento de que solo lo empujaría en dirección contraria.
–Déjame ir a hablar con V. – Dijo finalmente.
–Cadenas.– Repitió Rhage, mientras estaba de pie en medio de la habitación del Pit.
V lo miró por encima de la pantalla de su ordenador. – ¿De qué clase?
–Como las que utilizarías para remolcar un coche.
Butch salió de la cocina, una Bud en su mano, en la otra un bocadillo. – Hey, gran hombre. ¿Qué pasa?
–Quiero que los dos me encadenéis a la cama.
–Estrambótico.
–¿Entonces tenemos algo que podamos usar, V?
Vishous se colocó de nuevo su gorra de los Sox. – El garaje. Creo que hay algunas en el garaje. Pero Rhage, hombre, ¿en qué estás pensando?
–Necesito…estar con Mary. Pero no quiero sufrir el…-Él se paró. Exhaló. – Tengo miedo del cambio. Demasiado jugo.
Los pálidos ojos de V se estrecharon. – Y has dejado a las otras mujeres, ¿verdad?
Rhage asintió. – Solo quiero a Mary. No podría ponerme duro con nadie más en este punto.
–Ah, mierda, hombre.– Dijo Vishous por debajo de su respiración.
–¿Por qué la monogamia es algo malo? – Preguntó Butch mientras se sentaba y abría como podía la lata de cerveza. – Pienso que es una maldita buena mujer la que conseguiste. Mary es buena gente.
V negó con la cabeza. – ¿Recuerdas lo que viste en aquel claro, poli? ¿Te gustaría eso cerca de la mujer que amas?
Butch dejó la Bud sin beber. Sus ojos recorrieron todo el cuerpo de Rhage.
–Vamos a necesitar un cargamento de acero. – Refunfuñó el humano.
Capítulo 44
O se estaba poniendo nervioso. La mujer no estaba totalmente consciente y ya habían pasado dieciocho horas. Aquellos dardos habían sido calibrados para un hombre, pero ella debería empezar a levantarse ahora.
Se preocupó por si le había causado una conmoción cerebral.
Dios, esto sería tal y como había sido. Él y Jennifer lucharían y después, se pondría nervioso antes de hacerle algún daño serio. Mientras la había lavado, se había cuidado de sus heridas, buscando fracturas cortes profundos. Y cuando estuvo seguro de que estaba bien, había hecho el amor con ella incluso si aun no estaba bien. Llegando mientras estaba encima de ella, el alivio le llegó hasta los talones al saber de que no había llevado las cosas demasiado lejos, siempre era la mejor clase de liberación.
Desearía poder hacer el amor con la mujer que había secuestrado.
O caminaba sobre el agujero donde estaba ella. Quitó la placa de red, encendiendo una linterna y enfocando la luz dentro. Ella estaba derrumbada sobre el suelo, parpadeando contra el tubo.
Quería sacarla. Sujetarla. Besarla y sentir su piel. Quería estar dentro de ella. Pero todos…
…los lessers eran impotentes. Omega, aquel bastardo, era un amo celoso.
O sustituyó la cubierta y merodeó a su alrededor, pensando en el día y la noche que había pasado con Omega y la depresión en que había entrado desde entonces. Gracioso-ahora que tenía a esa mujer, su mente se había despejado y un nuevo compromiso lo estimuló.
Sabía que la que estaba en el agujero no era Jennifer, pero la vampira era parecida a la que le habían arrancado y él no iba a ser exigente. Aceptaría el regalo que le habían entregado y lo guardaría bien.
Esta vez nadie se iba a llevar a su mujer. Nadie.