Estaba cansada, aunque el día no había sido extenuante. Contestar al teléfono e identificar y archivar los documentos en una oficina de abogados no era agotador, física o mentalmente. Así es que realmente no debería estar exhausta.
Pero tal vez ese era el punto. Ella no se sentía muy estimulada, de manera que estaba languideciendo.
¿Tal vez era el momento de volver a los niños? Después de todo, era para lo que había estudiado. Lo que amaba. Lo que la alimentaba. Trabajar con sus pacientes autistas y ayudarles a encontrar las formas de comunicarse le habían traído toda clase de recompensas, personal y profesionalmente. Y el intervalo de dos años no había sido su elección.
Tal vez debería llamar al centro, ver si estaba abierto. Incluso si no estaban, ella podría alistarse como voluntario hasta que hubiese algo disponible.
Sí, mañana lo haría. No había razón para esperar.
Mary cogió su bolso y salió del coche. Cuando la puerta del garaje se cerró, ella fue hacia la parte delantera de su casa y recogió el correo. Hojeando las facturas, hizo una pausa para examinar la noche moderadamente fría de octubre con su nariz. Sus senos nasales zumbaron. El otoño había barrido con todos los desechos del verano hacía un mes, el cambio de estaciones había conducido una ráfaga de aire frío del Canadá.
Ella amaba el otoño. Y el norte del estado de New York lo hacía memorable, en su opinión.
Caldwell, Nueva York, la ciudad donde ella había nacido y probablemente moriría, estaba a más de una hora al norte de Manhattan, de manera que estaba en lo que técnicamente se consideraba el "upstate"(norte del estado). Partido por la mitad por el río Hudson, el Caldie, como era conocido por los nativos, era una ciudad mediana en América. Las zonas ricas, las zonas pobres, las zonas sucias, las zonas normales. Los Wai-Marts, Targets y McDonalds. Los museos y las bibliotecas. Las alamedas suburbanas sofocadas por un centro de la ciudad descolorido. Tres hospitales, dos universidades, y una estatua de bronce de George Washington en el parque.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás y miró las estrellas, pensando que nunca se le ocurriría mudarse. Si era hablar de lealtad o falta de imaginación, ella no estaba segura.
Tal vez era su casa, pensó mientras se dirigía a la puerta principal. El convertido granero estaba situado en el borde de una vieja propiedad de la casa granja, y ella había hecho una oferta quince minutos después de haberla examinado con un agente inmobiliario. Dentro, los espacios eran acogedores y pequeños. Era… precioso.
La había comprado hacía cuatro años, inmediatamente después de la muerte de su madre. Necesitaba algo adorable, así como un cambio completo de paisaje. Su granero era todo lo que su casa durante su infancia no había sido. Aquí, las tablas de entarimado del pino eran del color de la miel, claro barnizado, no manchadas. Su mobiliario era de Crate y Barrel, todo fresco, nada usado o viejo. Las alfombras pequeñas eran de sisal, de piel corta y cuero con ante. Y cada una de las fundas de las cortinas para las paredes y los techos eran de un blanco cremoso.
Su aversión a la oscuridad había influido en la decoración interior. Y escucha, si todo es una variación del color beige, entonces las cosas combinan, ¿Verdad?
Ella puso las llaves y su bolso en la cocina y cogió el teléfono. Ella fue informada de que Tiene… dos mensajes… nuevos.
–Hey, Mary, soy Bill. Escucha, voy a hacerte una oferta. Si pudieses cubrirme en la línea directa esta noche durante una hora, más o menos sería genial. A menos que sepa de ti, asumiré que todavía estás libre. Gracias, otra vez.
Ella lo borró con un pip.
–Mary, ésta es la consulta de la Dr. Delia Croce. Nos gustaría que viniera para su reconocimiento médico trimestral. ¿Llamará usted por favor para programar una cita cuando oiga este mensaje? La ingresaremos. Gracias, Mary.
Mary bajó el teléfono.
La sacudida comenzó en sus rodillas y se abrió camino hacia los músculos de sus muslos. Cuando golpeó su estómago, pensó en correr en busca del cuarto de baño.
Reconocimiento. La ingresaremos.
Ha vuelto, ella pensaba que la leucemia había quedado atrás.
Capítulo 2
–¿Qué diablos vamos a decirle? ¡Él llegará aquí en veinte minutos!
El Sr. O consideró a su dramático colega con una mirada aburrida, mientras pensaba que si el lesser hiciese algo más que saltar arriba y abajo, el idiota podría ser calificado como un juguete saltarín.
Maldición, pero E era un jodido. Por qué su patrocinador le había metido en la Lessening Society en el primer lugar era un misterio. El hombre tenía poco impulso. Ninguna concentración. Y ningún estómago para la nueva dirección en la guerra contra la estirpe del vampiro.
–Que vamos…
–No vamos a decirle nada. – Dijo O mientras miraba alrededor del sótano. Cuchillos, navajas y martillos estaban esparcidos sin orden en el barato aparador de la esquina. Había charcos de sangre aquí y allá, pero no debajo la mesa, donde pertenecían. Y mezclado con el rojo había un negro lustroso, gracias a las heridas superficiales de E.
–Pero el vampiro escapó antes de que le sacáramos cualquier información.
–Gracias por el resumen.
Dos de ellos habían comenzado a trabajar sobre el varón cuándo O salió en busca de ayuda. Cuando regresó, E había perdido control sobre el vampiro, había cortes en un par de sitios, y fue todo su pequeño sangrado una promesa.
Ese jefe gilipollas suyo iba a cabrearse, y si bien O despreciaba al hombre, él y el Sr. X tenían una cosa en común: el descuido era para perdedores.
O miró el baile de E a su alrededor un poco más, mientras encontraba en sus movimientos estúpidos la solución para ambos al inmediato problema y al mismo tiempo a más largo plazo. Cuando O sonrió, E, el tonto, pareció aliviado.
–No te preocupes por nada. – Murmuró O. – Le diré que sacamos el cuerpo y lo dejamos al sol en el bosque. No es gran cosa.
–¿Hablarás con él?
–Sin problema, hombre. Sin embargo, mejor sales corriendo. Él va a sentirse fastidiado.
E asintió y echó el cerrojo en la puerta. – Demasiado tarde.
Sí, di buenas noches, hijo de puta, pensó O cuando empezó a limpiar el sótano.
La repugnante casa pequeña dónde trabajaban pasaba desapercibida desde la calle, intercalada entre un desgastado armazón que una vez había sido un restaurante de barbacoas y una ruinosa casa de huéspedes. Esta parte de la ciudad, una mezcla de miserables residencias y antros comerciales, era perfecto para ellos. Por aquí, las personas no salían después del anochecer, pequeños estallidos de pistolas eran tan comunes como las alarmas de los coches, y nadie decía nada si alguien dejaba escapar un grito o dos.
También, ir y venir del sito era fácil. Gracias a los “pesados” del barrio, todas las farolas estaban estropeadas y la incandescencia ambiental de otros edificios era insignificante. Como un beneficio añadido, la casa tenía una entrada exterior con una mampara en la entrada de su sótano. Cargar un cuerpo completo en un saco y salir y entrar no era problemático.
Aunque si alguien veía algo, tomaría solo un momento eliminar el descubrimiento. No sería una gran sorpresa para la comunidad, en cualquier caso. La basura blanca tenía un camino para descubrir sus tumbas. Junto con esposas golpeadas y chupar cerveza, morir debía ser probablemente solo otra competencia principal.
O recogió un cuchillo y pasó un paño sobre la negra sangre de E eliminándola de la hoja.
El sótano no era muy grande y el techo era bajo, pero había espacio suficiente para la vieja mesa que usaban como estación de trabajo y para el estropeado aparador dónde conservaban sus instrumentos. De todos modos, O pensaba que no era la instalación correcta. Era imposible guardar seguramente a un vampiro aquí, y eso quería decir que perdían una importante herramienta de persuasión. El tiempo desgastaba las facultades físicas y psíquicas. Si la influencia era la correcta, el paso de los días tenía tanto poder como cualquier otra cosa con la que pudieras romper un hueso.
O quería algo fuera en el bosque, lo suficientemente grande de manera que pudiese conservar a sus cautivos durante un período de tiempo. Como los vampiros se hacían humo con el amanecer, tenían que ser mantenidos protegidos del sol. Pero si los encerrabas en un cuarto, entonces corrías el riesgo de su desmaterialización fuera de tus manos. Él necesitaba una jaula de acero para ellos.
Arriba, se cerró la puerta trasera y unos pasos bajaban por las escaleras.
El Sr. X caminó bajo una bombilla desnuda.
El Fore-lesser medía aproximadamente 1,95 y su constitución era como la de un defensa de fútbol americano. Como al igual que todos los asesinos que habían estado en la Sociedad durante mucho tiempo, era muy pálido. Su pelo y su piel eran del color de la harina, y sus iris eran tan claros e incoloros como el cristal de una ventana. Como O, él se vestía con el equipo estándar de los lessers. Pantalones cargo negros y un jersey negro de cuello alto con las armas escondidas bajo una chaqueta de cuero.
–Entonces, dime, Sr. O, ¿Cómo fue el trabajo?
Como si el caos en el sótano no fuese suficiente explicación.
–¿Yo estoy al cargo de ésta casa? – Preguntó O.
El Sr. X caminó casualmente hacia el aparador y cogió un cincel. – Por así decirlo, sí.
–¿Entonces me permites asegurarla para – él movió su mano alrededor del desorden – qué no ocurra otra vez?
–¿Qué ocurrió?
–Los detalles son aburridos. Un civil escapó.
–¿Sobrevivirá?
–No lo sé.
–¿Estabas aquí cuando ocurrió?
–No.
–Cuéntamelo todo. – El Sr. X sonrió cuando el silencio se extendió. – Sabes, Sr. O, tu lealtad podría llevarte a tener problemas. ¿No quieres que castigue a la persona correcta?
–Quiero encargarme por mí mismo.
–Estoy seguro de que lo harás. Excepto que si no me lo dices, podría tener que sacar el costo del fracaso de tu pellejo de todas formas. ¿Lo vale?
–Si tengo permiso para hacer lo que quiera con el responsable de la fiesta, entonces sí.
El Sr. X sonrió. – Sólo puedo imaginar que podría ser.
O esperaba, mientras miraba la cabeza del afilado cincel cogido suavemente mientras el Sr. X paseaba alrededor del cuarto.
–Te emparejé con el hombre incorrecto ¿verdad? – El Sr. X murmuró mientras recogía un par de esposas del suelo. Él las dejó caer sobre el aparador. – Pensé que el Sr. E podría elevarse a tu nivel. No lo hizo. Y me alegra que vinieras a mí primero antes de que lo disciplinaras. Ambos sabemos cuánto te gusta trabajar independientemente. Y cuánto me disgusta a mí.
El Sr. X lo miraba sobre su hombro, sus ojos fijos en O. – En vista de todo esto, particularmente porque te acercaste a mí primero, puedes tener al Sr. E.
–Quiero hacerlo con audiencia.
–¿Tú escuadrón?
–Y otros.
–¿Tratando de probarte a ti mismo otra vez?
–Elevando el nivel.
El Sr. X sonrió fríamente. – Eres un pequeño bastardo arrogante, ¿verdad?
–Soy tan alto como vosotros.
Repentinamente, O se encontró incapaz de mover sus brazos o sus piernas. El Sr. X había utilizado esa mierda paralizadora antes, por lo que no era totalmente inesperado. Pero el tipo todavía tenía el cincel en su mano y se acercaba.
O se opuso al agarre, sudando mientras luchaba y no lograba nada.
El Sr. X se inclinó de manera que sus pechos se tocaban. O sintió que algo rozaba su culo.
–Diviértete, hijo. – Murmuró el hombre en el oído de O. – Pero hazte un favor a ti mismo. Recuerda que por muy largos que sean tus pantalones, tú no eres yo. Te veré más tarde.
El hombre caminó a grandes pasos por el sótano. La puerta arriba se abrió y se cerró.
Tan pronto como O pudo moverse, metió la mano en su bolsillo de atrás.
El Sr. X le había dado el cincel.
Rhage salió del Escalade y escudriñó la oscuridad alrededor del One Eye, esperando que un par de lessers los asaltasen. No esperaba tener suerte. Él y Vishous habían patrullado durante las horas nocturnas, y no habían conseguido nada. Ni siquiera un vistazo. Era condenadamente extraño.
Y para alguien como Rhage, quien dependía de luchar por razones personales, también era infernalmente frustrante.
Como todas las cosas, sin embargo, la guerra entre La Lessening Society y los vampiros eran cíclicas, y actualmente estaban de baja. Tenía sentido. Allá por julio, La Hermandad de la Daga Negra había atacado el centro local de reclutamiento de la Sociedad, junto con diez de sus mejores hombres. Claramente, los lessers hacían un reconocimiento del terreno.
Gracias a Dios, había otras formas de quemar su frustración.
Él miró hacia el creciente nido de depravación que era actualmente la guarida Descanso y Relajación de La Hermandad. El One Eye estaba al borde del pueblo, por lo que la gente de su interior eran motoristas y tipos que trabajaban en la construcción, tipos duros que tendían a la brutalidad en vez de hacia la suave persuasión. El bar era tu estándar de cuchitril húmedo. Un solo piso construido con alrededor un collar de asfalto. Camiones, sedanes americanos, y Harleys aparcaban en el espacio. Con diminutas ventanas, los signos de la cerveza brillaban rojo, azul y amarillo, el logotipo de Coors y Bud Light y Michelob.
No Coronas o Heinekens para estos chicos.
Cuando cerró la puerta del coche, su cuerpo temblaba, su piel picaba, sus gruesos músculos crispados. Extendió sus brazos, tratando de ganar un poco de alivio. No se sorprendió cuando no hubo diferencia. Su maldición arrojaba su paso alrededor, llevándolo a un territorio peligroso. Si no encontraba algún tipo de liberación pronto, entonces iba a tener serios problemas. Caramba, él iba a ser un serio problema.
Muchas gracias, Scribe Virgin.
Era suficientemente malo haber nacido con demasiado poder físico, un jodido regalo fuerte que nunca había apreciado o explotado. Pero entonces él había disgustado mucho a la mística mujer que tuvo el dominio sobre su estirpe. Hombre, ella solo había estado demasiado feliz de poner otro estrato de mierda en el abono con el que él había nacido. Ahora, si él no se quitaba de encima la cólera de forma regular, entonces se volvía mortífero.
Las peleas y el sexo eran las únicas dos liberaciones que se lo sacaban, y él las usaba como un diabético a la insulina. Una corriente estable de ambas ayudaba a mantenerle a nivel, pero no siempre resolvía el problema. Y cuando lo perdía, las cosas se ponían mal para todo el mundo, incluido él mismo.
Dios mío, él estaba cansado de ser golpeado en el interior de su cuerpo, manejando sus demandas, haciendo un intento para no caer en una inconsciencia brutal. Ciertamente, su despampanante cara y la fuerza eran excelentes y buenas. Pero habría intercambiado ambas por un cuerpo flaco, huesudo y feo, si hubiese tenido alguna paz. Caramba, no podía recordar que era la serenidad. Incluso no podía recordar quién era.
La desintegración de sí mismo se había puesto en marcha bastante rápido. Después de solo un par de años de maldición, había dejado de esperar cualquier alivio verdadero y simplemente había intentado sobrevivir sin herir a nadie. Entonces fue cuando había empezado a morir por dentro, y ahora, unos cien años más tarde, estaba en su mayor parte entumecido, nada más que un escaparate brillante y encanto vacío.
En cada nivel que contaba, había dejado de tratar de fingir que era todo menos una amenaza. Porque la verdad era que nadie estaba a salvo cuando estaba por ahí. Y eso era lo que realmente le mataba, aún más que las cosas físicas por las que tenía que pasar cuando la maldición se manifestaba. Vivía con miedo de herir a alguno de sus hermanos. Y, desde un mes atrás, a Butch.
Rhage caminó alrededor del SUV y miró a través del parabrisa al varón humano. Dios mío, ¿quién habría pensado que alguna vez estaría junto a un Homo Sapiens?
–¿Te veremos más tarde, poli?
Butch se encogió de hombros. – No lo sé.
–Buena suerte, hombre.
–Será lo que sea.
Rhage juró suavemente cuando el Escalade se fue y él y Vishous atravesaron el aparcamiento.
–¿Quién es ella, V? ¿Una de nosotros?
–Marissa.
–¿Marissa? ¿Cómo la anterior shellan de Wrath? – Rhage negó con la cabeza. – Oh, de acuerdo, necesito detalles. V, tú me los vas a dar.
–No hago bromas sobre esto. Y tú tampoco deberías.
–¿No tienes curiosidad?
V no contestó hasta que llegaron a la altura de la entrada delantera del bar. – Oh, bien. ¿Lo sabes, no? – Le dijo Rhage.
–Sabes lo que le va a pasar.
V meramente levantó sus hombros y llegó hasta la puerta. Rhage plantó su mano sobre la madera, deteniéndole. – Oye.
–V, ¿alguna vez sueñas conmigo? ¿Alguna vez has visto mi futuro?
Vishous giró la cabeza. En la brillante luz de neón de Coors, su ojo izquierdo, sobre el que tenía sus tatuajes alrededor, fue todo negro. La pupila se dilató hasta que le comió el iris y la parte blanca, hasta no hubo nada excepto un agujero.
Era como quedar mirando en el infinito. O tal vez en el Fade mientras morías.
–¿De verdad quieres saberlo? – Dijo el hermano.
Rhage dejó caer su mano a un lado. – Solo una cosa me preocupa. ¿Voy a vivir lo bastante para escapar de mi maldición? Tú sabes, ¿Encontrar algo de calma?
La puerta se abrió repentinamente y un hombre borracho tambaleante salió fuera como un camión con la dirección rota. El tipo se dirigió hacia los arbustos, vomitó, y luego cayó boca abajo sobre el asfalto.
La muerte era una forma segura para encontrar la paz, pensó Rhage. Y todo el mundo moría. Incluso los vampiros. Eventualmente.
Él no encontró los ojos de su hermano otra vez. – Retíralo, V. No quiero saberlo
Él había sido maldecido una vez ya y todavía le quedaban otros noventa y un años antes de que fuese libre. Noventa y un años, ocho meses, cuatro días hasta que su castigo hubiese terminado y la bestia ya no formase parte de él. ¿Por qué debería alistarse como voluntario para un golpe cósmico y saber que no viviría durante mucho tiempo, el suficiente como para ser libre de la maldita cosa?
–Rhage.
–¿Qué?
–Te lo voy a contar. Tu destino está llegando. Y ella vendrá pronto.
Rhage sonrió. – Oh, ¿Sí? ¿Cómo es la mujer? La preferiría…
–Ella es una virgen.
Un escalofrío atravesó la columna vertebral de Rhage y se le clavó en el culo. – Estás bromeando ¿verdad?
–Mira en mi ojo. ¿Piensas que estoy jodiéndote?
V hizo una pausa durante un momento y luego abrió la puerta, lanzándose hacia el olor de cerveza y los cuerpos humanos junto con el pulso de una vieja canción de Guns N ' Roses.
Cuando entraron, Rhage masculló, – Eres un freaky de mierda, mi hermano. Realmente lo eres.
Capítulo 3
Pavlov tenía sentido, Mary pensó mientras volvía al centro. Su reacción de pánico por el mensaje de la oficina de la Dr. Delia Croce era por adiestramiento, no por algo lógico. "Más pruebas" podrían ser más cosas. Sólo porque ella asociara cualquier tipo de noticias de un médico con una catástrofe no significaba que pudiese ver el futuro. Ella no tenía ni idea de qué (si era algo), estuviese mal. Después de todo, había remitido hacía ya dos años y ella se sentía bastante bien. Bueno, se cansaba, pero ¿quién no lo hacía? Su trabajo y el trabajo de voluntaria la mantenían ocupada.
–Lo primero que haría por la mañana sería llamar para la cita. Pero ahora ella iba a comenzar el trabajo que había cambiado con Bill en la línea directa para suicidios.
Para disminuir un poco la ansiedad, ella hizo una profunda respiración. Las siguientes veinticuatro horas iban a ser una dura prueba, con sus nervios convirtiendo su cuerpo en un trampolín y su mente en un remolino. El truco era atravesar las fases del pánico y luego reforzarse cuando el miedo se aliviara.
Ella aparcó al Civic en una zona abierta en Tenth Street y caminó rápidamente hacia un edificio desgastado de seis plantas. Estaba en la zona sombría del pueblo, residuo de un esfuerzo allá por
los años setenta de profesionalizar un área con nueve bloques de lo que era entonces un "mal barrio". El optimismo no había funcionado, y ahora el espacio de la oficina se mezclaba con un albergue de baja renta.
Ella se paró en la entrada y saludó con la mano a los dos polis que pasaban en un coche patrulla.
La oficina central de la Línea Directa de la Prevención contra el Suicidio estaba en el segundo piso en el frente, y ella miró hacia las iluminadas ventanas. Su primer contacto con la asociación sin fines de lucro había sido cuando había llamado. Tres años antes, ella atendía el teléfono cada jueves, viernes, y los sábados por la noche. También cubría los días de fiesta y cuando lo necesitaban.
Nadie sabía que ella había marcado el número. Nadie sabía que había tenido leucemia. Y si tenía que volver a batallar con su sangre, entonces iba a tener que mantenerlo de la misma manera.
Habiendo visto morir a su madre, no quería a nadie llorando sobre su cama. Ella ya conocía la impotente rabia cuando la gracia salvadora no llegaba. No tenía interés en repetir un teatro mientras peleaba por respirar y nadaba en un mar de fallo de órganos.
De acuerdo. Los nervios habían vuelto.
Mary escuchó un sonido a la izquierda y cogió el destello de un movimiento, como si alguien se hubiera agachado evitando que lo vieran detrás del edificio. Reaccionando, ella marcó un código en una cerradura, entró, y subió las escaleras. Cuando llegó al segundo piso, llamó al interfono para entrar en las oficinas de la línea directa.
Mientras pasaba por la recepción, saludó con la mano a la directora ejecutiva, Rhonda Knute, quien estaba en el teléfono. Luego saludó con la cabeza a Nan, Stuart, y a Lola, quienes cubrían esta noche, y se instaló en un cubículo vacante. Después de asegurarse que tenía suficientes formularios de entradas, un par de plumas, y el libro de intervenciones de la línea directa, sacó una botella de agua de su bolso.
Casi inmediatamente una de sus líneas sonó, y ella comprobó en la pantalla que llamaba una persona de Idaho. Conocía el número. Y la policía le había dicho que era el número de un teléfono público. En el centro de la ciudad.
La llamaba a ella.
El teléfono sonó una segunda vez y lo cogió, seguidamente dijo el guión de la línea directa. – Línea directa para la prevención del suicidio, soy Mary. ¿Cómo puedo ayudarle?-
Silencio. Ni siquiera una respiración.
Débilmente, ella oyó el zumbido de un motor de un coche y luego se desvaneció en el trasfondo. De acuerdo con el registro llamadas entrantes de la policía, la persona siempre llamaba desde un teléfono público y variaba su posición de manera que no pudiesen rastrearlo.
–Soy Mary. ¿Cómo puedo ayudarle? – Ella bajó su voz y rompió el protocolo. – Sé que es usted, y me alegro que extienda su mano esta noche otra vez. Pero por favor, ¿no me puede decir su nombre o qué le pasa?-
Ella esperó. El teléfono continuó muerto.
–¿Otro de los tuyos? – Le preguntó Rhonda, bebiendo un sorbo de té de hierbas.
Mary colgó el teléfono. – ¿Cómo lo has sabido?-
La mujer asintió sobre su hombro. – Oí un montón de llamadas fuera, pero no fue más allá del saludo. Entonces de repente estabas encorvada sobre el teléfono.
–Sí, bueno…
–Escucha, los polis han vuelto hoy. No hay ninguna cosa que puedan hacer para controlar cada teléfono público del pueblo, y no están dispuestos a ir más allá en este punto.
–Te lo dije. No me siento en peligro.
–No sabes que no lo estás.
–Vamos, Rhonda, esto está pasando desde hace nueve meses, ¿de acuerdo? Si iban a saltar sobre mí, entonces ya lo habrían hecho. Y realmente quiero ayudar…
–Esa es otra cosa por la que estoy preocupada. Claramente tienes la impresión de que estás protegiendo a quién quiera que sea. Lo estás haciendo muy personal.
–No, no soy la razón por la que llaman, y sé que puedo encargarme de ello.
–Mary, para. Escúchate. – Rhonda acercó una silla y habló bajo cuando se sentó. – Es… duro para mí decírtelo. Pero creo que necesitas un descanso.
Mary se echó hacia atrás. – ¿De qué?
–Estás aquí demasiado tiempo.
–Trabajo el mismo número días que los demás.
–Pero te quedas aquí durante horas después de que tu turno llegue al final, y cubres las espaldas de la gente siempre. Estás demasiado involucrada. Sé que estás sustituyendo a Bill ahora mismo, pero cuando él llegue quiero que te marches. Y no te quiero aquí en un par de semanas. Necesitas perspectiva. Esto es duro, reducir drásticamente el trabajo, pero tienes que tener una debida distancia.
–No ahora, Rhonda. Por favor, no ahora. Necesito estar aquí más que nunca.
Rhonda amablemente apretó la tensa mano de Mary. – Éste no es un lugar apropiado para solucionar tus problemas, y lo sabes. Eres una de mis mejores voluntarias que he tenido, y que quiero que vuelvas. Pero sólo después de que hayas tenido algún tiempo para despejar la cabeza.
–No puedo tener ese tipo de tiempo. – Murmuró Mary bajo su respiración.
–¿Qué?
Mary tembló y sonrió a la fuerza. – Nada. Por supuesto, tienes razón. Saldré tan pronto como Bill llegue.
Bill llegó cerca de una hora más tarde, y Mary estuvo fuera del edificio dos minutos después. Cuando llegó a casa, cerró la puerta y se apoyó contra los paneles de madera, escuchando el silencio. El horrible, aplastante silencio.
Dios mío, quería volver a las oficinas de línea directa. Necesitaba oír las suaves voces de los otros voluntarios. Y los teléfonos sonando. Y el zumbido de los fluorescentes en el techo.
Porque sin distracciones, su mente volaba hacia las terribles imágenes: Las camas del hospital. Las agujas. Las bolsas de medicación pendiendo a su lado. En una horrible foto mental, se veía calva, su piel gris y sus ojos hundidos hasta que no pareciera ella misma, hasta que no fuese ella misma.
Y recordó cómo se sentía cuando dejaba de ser una persona. Después de que los doctores iniciaran su tratamiento con quimioterapia, rápidamente se había hundido en la clase marginada de los enfermos frágiles, de los moribundos, convirtiéndose nada más en un recordatorio lastimoso, espeluznante de la mortalidad de otras personas, un póster de la naturaleza terminal de la vida.
Mary pasó velozmente por la sala de estar, atravesó la cocina, y abrió la puerta corrediza. Cuando sus emociones explotaron en la noche, el miedo la hizo jadear, pero el choque del aire frío bajó su respiración.
No sabes qué es lo que puede estar mal. No sabes qué es lo que…
Ella repitió el mantra, tratando de lanzar una red sobre el incesante pánico mientras se dirigía hacia la piscina.
El Lucite de abajo no era más que una bañera grande de agua caliente, y su agua, espesa y lenta como el aceite negro a la luz de la luna. Ella se sentó, se sacó sus zapatos y calcetines, y metió sus pies en las profundidades heladas. Los mantuvo sumergidos incluso cuando se entumecieron, deseando tener el sentido común de saltar y nadar hasta la reja del fondo. Si se aferraba a ello el suficiente tiempo, entonces podría anestesiarse completamente.
Pensó en su madre. Y en cómo Cissy Luce había muerto en su cama en la casa que las dos siempre habían llamado hogar.
Todo sobre ese dormitorio era todavía muy claro: la forma en que la luz atravesaba las cortinas y hacía un patrón de copos de nieve. Esas pálidas paredes amarillas y la blanca alfombra y las mantas. Ese objeto de alivio que había amado su madre, la que tenía las pequeñas rosas con un fondo crema. El olor de nuez moscada y jengibre de un plato con una mezcla de flores secas. El crucifijo en el cabecero y el gran icono de la Madonna en el suelo de la esquina.
Las memorias ardían, obligando a Mary a ver la habitación como había estado después de que todo hubiese terminado, la enfermedad, la muerte, la limpieza, la venta de la casa. Lo había visto antes de mudarse. Limpio. En orden. Los católicos apoyos de su madre empaquetados fuera, la sombra que la cruz había dejado en la pared cubierta con una imagen enmarcada de Andrew Wyeth.
Las lágrimas no se quedarían en su sitio. Llegaron lenta e implacablemente, cayendo sobre el agua. Las miró caer sobre la superficie y desaparecer.
Cuando miró hacia arriba, no estaba sola.
Mary se levantó y tropezó hacia atrás, pero se detuvo, enjugándose las lágrimas. Era solo un niño. Un adolescente. De pelo oscuro y piel pálida. Tan delgado que estaba esquelético, tan bello que no parecía humano.
–¿Qué estás haciendo aquí? – Le preguntó ella, no particularmente asustada. Era difícil estar tan asustada de algo tan angelical. – ¿Quién eres?
Él sólo negó con la cabeza.
–¿Te has perdido? – Él miró con seguridad. Hacía demasiado frío para que él llevara puestos sólo unos pantalones vaqueros y una camiseta. – ¿Cómo te llamas?
Él levantó una mano hacia su garganta y la movió de un lado a otro negando con la cabeza. Como si fuera un extranjero y estuviera frustrado por la barrera idiomática.
–¿Hablas inglés?
Él asintió y luego sus manos se elevaron al vuelo. El Lenguaje de Signos Americano. Él usaba el LSA.
Mary volvió a su antigua vida, cuando había enseñado a sus pacientes autistas a usar sus manos para comunicarse.
¿Lees los labios o puedes oír? Ella habló por señas tras él.
Él se congeló, como si que ella lo comprendiera fuese lo último que esperara.
Puedo oír muy bien. Solo que no puedo hablar.
Mary lo miró fijamente durante un momento. – Eres la persona que me llamaba.
Él vaciló. Luego asintió con la cabeza. Nunca tuve la intención de asustarle.
Y no llamo para molestarla. Solo me gusta saber que usted está allí. Pero no hay nada extraño en ello, honestamente. Lo juro.
Sus ojos firmes encontraron los suyos.
–Te creo -¿Pero qué iba a hacer ahora? La línea directa prohibía todo contacto con las personas que llamaban.
Sí, bien, ella no iba a sacar al pobre niño a patadas fuera de su propiedad.
–¿Quieres comer algo?
Él negó con la cabeza. ¿Tal vez podría sentarme con usted un rato? Me quedaré el otro lado de la piscina.
Como si estuviera acostumbrado a que le dijeran que se mantuviera apartado de ellos.
–No- Dijo ella. Él inclinó la cabeza una vez y se marchó dando media vuelta. – Quiero decir, siéntate aquí. Cerca de mí.
Él se le acercó lentamente, como si esperara que ella cambiara de idea. Cuándo todo lo que ella hizo fue sentarse y poner sus pies de nuevo en la piscina, él se quitó un par de zapatillas de lona raídas, enrolló sus holgados pantalones, y se sentó a mas o menos un metro de ella.
Dios mío, él era tan pequeño.
Él puso sus pies en el agua y sonrió.
Está fría, afirmó él.
–¿Quieres un suéter?
Él negó con la cabeza y movió sus pies en círculos.
–¿Cómo te llamas?
–John Matthew.
Mary sonrió, pensó que tenían algo en común. – Dos profetas del Nuevo Testamento.
Las monjas me lo pusieron.
–¿Monjas?
Hubo una larga pausa, como si él debatiera qué decirle a ella.
–¿Estabas en un orfanato? – Ella apuntó amablemente. Ella recordó que había uno en la ciudad, Nuestra Señora de la Gracia.
Nací en un cuarto de baño de una estación de autobuses. El empleado de la limpieza que me encontró me llevó a Nuestra Señora. A las monjas se les ocurrió ese nombre.
Ella contuvo su respingo. – Ah, ¿dónde vives ahora? ¿Te adoptaron?
Él negó con la cabeza.
–¿Padres adoptivos? – Por favor, Dios, deja que tenga padres adoptivos. Padres adoptivos agradables. Que lo resguardaran del frío y lo alimentaran. Buena gente que le dijeran que les importaba incluso cuando sus padres habían desertado.
Cuando él no contestó, ella vio sus viejas ropas, y la vieja expresión en su cara. Él no miró como si hubiera conocido muchas cosas agradables.
Finalmente, sus manos se movieron. Vivo en Tenth Street.
Lo que quería decir que vivía en un edificio no habitable o era el inquilino de una casucha infestada de ratas. Cómo lograba estar tan limpio era un milagro.
–Vives cerca de las oficinas de la línea directa, ¿verdad? Por lo cual tú sabrías que estuve esta tarde a pesar del cambio.
Él asintió. Mi apartamento está enfrente. La observo ir y venir, pero no en una forma furtiva. Creo que pienso en usted como en una amiga. Cuando llamé la primera vez… sabe, fue como un capricho o algo por el estilo. Usted contestó… y me gustó como sonaba su voz.
Él tenía bellas manos, pensó ella. Como las una chica. Graciosas. Delicadas.
–¿Y me has seguido hasta casa esta noche?
Bastantes noches. Tengo una bicicleta, y usted es una conductora lenta. Me figuro que si velo por usted, estará más segura. Siempre se queda hasta tarde, y esa no es una buena zona del pueblo para que una mujer esté sola. Aún si va en un coche.
Mary negó con la cabeza, pensando que era algo extraño. Parecía un niño, pero sus palabras eran las de un hombre. Y considerando las cosas, ella probablemente debería marcharse. Este niño anexándose a ella, pensando que era una especie de protector, aún cuando parecía como si él necesitara que lo rescatasen.
Dígame por qué estaba llorado ahora, él le dijo por señas.
Sus ojos eran muy directos, y era raro ver la mirada de un adulto en la cara de un niño.
–Porque puede que se me haya acabado el tiempo. – Barbulló ella.
–¿Mary? ¿No vas a presentarme a esta visita?
Mary miró sobre su hombro. Bella, su única vecina, había atravesado andando el prado de ocho mil metros cuadrados que había entre sus propiedades y estaba de pie sobre el borde del césped.
–Hey, Bella. Ah, ven a conocer a John.
Bella bajó hasta la piscina. La mujer había llegado a la vieja granja el pasado año y se habían dedicado a hablar por las noches. Con 1,80 metros de altura, y una melena de rizos oscuros que le caían un poco por la espalda, Bella te dejaba K.O. Su cara era tan hermosa que Mary había tardado meses en dejar de mirarla fijamente, y el cuerpo de la mujer era el adecuado para la portada de la edición en traje de baño del Sports Illustrated.
Naturalmente John parecía asombrado.
Mary se preguntó distraídamente como sería provocar esa percepción en un hombre, incluso en un preadolescente. Ella nunca había sido hermosa, entraba dentro de la vasta categoría de mujeres que no eran ni feas ni guapas. Y eso había sido antes de que la quimioterapia la hubiera hecho sobre su pelo y en su piel.
Bella se inclinó con una leve sonrisa y extendió su mano hacia el niño. – Hola.
John se levantó y la tocó brevemente, como si no estuviera seguro de que fuera real. Tenía gracia, Mary a menudo había sentido lo mismo por la mujer. Había algo demasiado… mucho sobre ella. Parecía mayor que la vida, con más vivencias que las que había corrido Mary. Ciertamente más magnífica.
Aunque Bella seguro que no desempeñaba el papel de femme fatale. Ella era tranquila, modesta y vivía sola, aparentemente trabajaba de escritora. Mary nunca la veía durante el día, y nadie nunca parecía verla ir y venir de la vieja granja.
John miró a Mary, sus manos moviéndose. ¿Quieres que me vaya?
Luego, como anticipándose a su respuesta, él sacó sus pies fuera del agua.
Ella puso su mano en su espalda, tratando de ignorar los puntiagudos huesos que había debajo de su camisa.
–No. Quédate.
Bella se sacó sus calcetines y sus zapatillas y dio un golpecito con sus dedos de los pies encima de la superficie del agua. – Sí, vamos, John. Quédate con nosotras.
Capítulo 4
Rhage vio lo primero que quería esa noche. Ella era una mujer humana y rubia, toda sexualidad y preparada. Como el resto de su clase en la barra, estaba emitiendo señales: Exhibiendo su culo. Ahuecando su desenredada melena.
–¿Encuentras algo que te guste? Le dijo V secamente.
Rhage asintió y torció su dedo hacia la mujer. Ella fue cuando la llamó. A él le gustaba eso en un humano.
Él rastreó el movimiento de sus caderas cuando su mirada se bloqueó por el prieto cuerpo de otra mujer. Él miró hacia arriba y forzó sus ojos a no girar.
Caith era una de su especie, y suficientemente hermosa con su pelo negro y esos ojos oscuros. Pero ella era una Hermana cazadora, siempre buscando, ofreciéndose a sí misma. Él sentía que ella los veía como premios, algo sobre lo que jactarse. Y eso era muy irritante.
En cuanto a él concernía, ella había puesto el dedo en la llaga.
–Hey, Vishous. – Dijo ella en voz baja, erótica.
–Tarde, Caith. – V tomó un sorbo de su Grey Goose. – ¿Qué pasa?
–Preguntando que estabas haciendo.
Rhage dio una mirada a las caderas de Caith. Gracias a Dios la rubia no estaba fuera de la pequeña competición. Ella todavía iba hacia la mesa.
–¿Vas a decirme hola, Rhage? Lo provocó Caith.
–Solo si te quitas del medio. Me bloqueas la vista.
La mujer se rió. – Otro de tus miles de moldes. Es muy afortunada.
–Ya quisieras, Caith.
–Sí, lo hago. – Sus ojos, de depredadores y calientes, los deslizó sobre él.– ¿Tal vez querrías unirte con Vishous y conmigo?
Cuando ella extendió la mano para acariciar su pelo, él atrapó su muñeca. – Ni se te ocurra.
–¿Cómo es que siempre lo haces con humanas y a mí me lo niegas?
–Es solo que no estoy interesado.
Ella se inclinó, hablándole al oído. – Deberías probarme alguna vez.
Él la apartó con fuerza, mientras le apretaba los huesos de su mano.
–De acuerdo, Rhage, aprieta más fuerte. Me gusta cuando duele. – Él dejó de apretar inmediatamente, y ella sonrió mientras se frotaba la muñeca. – ¿Estás ocupado V?
–Me estoy acomodando ahora. Pero tal vez un poco más tarde.
–Sabes dónde encontrarme.
Cuando ella salió, Rhage volvió la mirada hacia su hermano. – No sé cómo la puedes aguantar.
V revolvió su vodka, mirando a la mujer con los ojos entrecerrados. – Ella tiene sus atributos.
La rubia llegó, deteniéndose delante de Rhage y con una postura impresionante. Él puso ambas manos en sus caderas y la atrajo hacia adelante de manera que la puso a horcajadas sobre sus muslos.
–Hola.-Dijo ella, mientras se movía contra su sujeción. Ella estaba ocupada observándole, clasificándolo por sus ropas, mirando el gran Rolex de oro que aparecía a hurtadillas bajo la manga de su abrigo. La mirada calculadora era tan fría como el centro de su pecho.
Dios mío, si hubiera podido marcharse lo hubiera hecho; estaba enfermo de esta mierda. Pero su cuerpo necesitaba la liberación, la demandaba. Podía sentir como aumentaba y como siempre, es horrible sensación dejaba su corazón muerto en el polvo.
¿Cómo te llamas? – Le preguntó.
–Tiffany.
–Encantado de conocerte, Tiffany.-Dijo él, mintiendo.
A menos de dieciséis kilómetros de distancia, en la piscina de Mary en su patio trasero, ella, John, y Bella tenían un sorprendente momento alegre.
Mary soltó una carcajada y miró a John. – Estás bromeando.
Es verídico. Yo trajino por entre los teatros.
–¿Qué ha dicho? – Preguntó Bella, sonriendo abiertamente.
–Vio Matrix cuatro veces el día que se estrenó.
La mujer se rió. – John, siento mucho decirte esto, pero eso es patético.
Él le sonrió a ella, sonrojándose un poco.
–¿Viste entero "El señor de los anillos" también?– Preguntó ella.
Él negó con la cabeza, habló por señas, y miró impacientemente a Mary.
–Dice que le gustan las artes marciales. – Tradujo ella. – No los elfos.
–No lo puedo culpar. ¿Esa espeluznante cosa de pies? No puede hacerlo.
Una racha de viento llegó, jugando con las hojas caídas en la piscina. Cuando le llegó la corriente, John extendió la mano y cogió una.
–¿Qué llevas en la muñeca? – preguntó Mary.
John tendió su brazo de manera que ella pudiese examinar el brazalete del cuero. Tenía marcas ordenadas, alguna mezcla de jeroglíficos y caracteres chinos.
–Es magnífico.
Lo hice yo.
–¿Puedo verlo? Preguntó Bella, inclinándose. Su sonrisa se desintegró y sus ojos se estrecharon en la cara de John. – ¿Dónde los has conseguido?
–Dice que lo ha hecho él.
–¿De dónde dijiste que eras?
John retrajo su brazo, claramente un poco nerviosos por la repentina atención de Bella.
–Él vive aquí. – Dijo Mary.-Nació aquí.
–¿Dónde están sus padres?
Mary miró a su amiga, preguntándose por qué Bella estaba tan interesada. – No tiene a nadie.
–¿Nadie?
–Él me ha dicho que creció en el sistema de adopciones, ¿verdad, John?
John asintió y colocó su brazo sobre el estómago, protegiendo el brazalete.
–Esas marcas.– Lo animó Bella. – ¿Sabes lo que significan?
El niño negó con la cabeza, luego se sobresaltó y se frotó las sienes. Después de un momento, sus manos hablaron por signos lentamente.
–Dice que no significan nada.-Murmuró Mary. – Sólo sueña con ellas y le gusta como son. Bella, dejémoslo ¿Okay?
La mujer pareció refrenarse. – Lo siento. Yo… ah, realmente lo siento.
Mary volvió a mirar a John y trató de quitar presión. – ¿Qué otras películas te gustan?
Bella sacó sus pies y se metió las zapatillas. Sin los calcetines. – ¿Me excusáis por un momento? Volveré en seguida.
Antes de que Mary pudiese decir nada, la mujer corrió a través del prado. Cuando ella estuvo fuera del alcance de su oído, John miró a Mary. Él todavía estaba sobresaltado.
Debería irme ahora.
–¿Te duele la cabeza?
John colocó sus nudillos con fuerza en el entrecejo. Me siento como si hubiese comido un helado muy rápido.
–¿Cuando cenarás?
Él se encogió de hombros. No lo sé.
El pobre niño debía estar hipoglicémico. Escucha, ¿por qué no entras y comes conmigo? Lo último que tomé fue algo rápido en el almuerzo, y eso fue hace aproximadamente ocho horas.
Su orgullo fue obvio en la firme sacudida de su cabeza. No tengo hambre.
–¿Entonces te sentarás conmigo mientras tomo una cena tardía? – Tal vez ella le podría seducir para que comiese de ese modo.
John se puso de pie y tendió su mano como para ayudar a que se levantara. Ella tomó su pequeña palma y se apoyó en él lo suficiente de manera que sintiese algo de su peso. Juntos se dirigieron hacia la puerta trasera, los zapatos en la mano, los pies desnudos dejando huellas mojados sobre la losa alrededor de la piscina.
Bella irrumpió en su cocina y se paró, no había tenido ningún plan en particular cuando había salido corriendo. Sólo sabía que tenía que hacer algo.
John era un problema. Un serio problema.
No podía creer que no había reconocido enseguida lo que era. No obstante, aún no había pasado por el cambio. ¿Y cómo era que un vampiro estaba en el patio trasero de la casa de Mary?
Bella casi se rió. Ella estuvo en el patio trasero de Mary. ¿Entonces por que no lo podrían hacer otros?
Poniendo sus brazos en jarras, clavó los ojos en el suelo. ¿Qué diablos iba a hacer? Cuando había registrado la mente de John, no había encontrado nada sobre su raza, su gente, sus tradiciones. El niño no sabía nada, no tenía ni idea que quién era o en lo que iba a convertirse. Y honestamente no sabía lo que querían decir esos símbolos.
Ella sí. Se deletreaba TEHRROR en el Viejo Lenguaje. El nombre de un guerrero.
–¿Cómo era posible que se perdiera en el mundo humano? ¿Y cuanto tiempo tenía antes de que lo golpeara la transición? Se veía como si estuviera a principio de los veinte, lo cual significaba que tenía un año o dos. Pero si ella estaba equivocada, si él se acercaba más a los veinticinco, podía estar en un peligro inmediato. Si él no tenía a un vampiro hembra para ayudarle a atravesar el cambio, entonces moriría.
Su primer pensamiento fue llamar a su hermano. Rehvenge siempre sabía lo que se tenía que hacer en todo. El problema era, que una vez que se involucraba, asumía el control completamente. Y tendía a asustar infernalmente a todo el mundo.
Havers… podría pedirle ayuda a Havers. Como médico, podría decirle cuanto tiempo le quedaba al niño antes de la transición. Y tal vez John podría quedarse en la clínica hasta que su futuro fuese más claro.
Bien, excepto que él no estaba enfermo. Era un varón en pretransición, así es que estaba físicamente débil, pero ella no había sentido ninguna enfermedad en él. Y Havers tenía instalaciones médicas, no algo como una casa de huéspedes.
Además, ¿Y su nombre? Era como el de los guerreros…
Bingo.
Salió de la cocina y entró en el cuarto de estar, dirigiéndose hacia el libro de direcciones que tenía en su escritorio. En la parte trasera, en la última página, había escrito un número que había estado circulando hacía unos diez años más o menos. El rumor decía, que si llamabas, contactarías con La Hermandad de la Daga Negra. La raza de guerreros.
Querrían saber que existía un niño con uno de sus nombres manteniéndose por sí mismo. Tal vez acogerían a John.
Sus palmas estaban húmedas cuando cogió el teléfono, y ella esperaba a medias que el número no fuera directo o que alguien le contestara que se fuera al infierno. En lugar de eso, todo lo que ella obtuvo fue una voz electrónica repitiendo el número que había marcado y luego un pip.
–Yo… ah, mi nombre es Bella. Estoy buscando a La Hermandad. Necesito… ayuda.– Ella dejó su número y colgó el teléfono, pensando que menos era más. Si había sido mal informada, entonces no quería dejar un mensaje detallado en el contestador automático de algún humano.
Ella se asomó a una ventana, viendo el prado y la luminosidad de la casa de Mary a lo lejos. No tenía ni idea de cuanto tiempo pasaría hasta que alguien la contestara, si lo hacían. Tal vez debería volver y enterarse de dónde vivía el niño. Y cómo había conocido a Mary.
Dios, Mary. Esa horrible enfermedad había vuelto. Bella había sentido su regreso y había estado pensando como manejar lo que sabía de ella cuando Mary había mencionado que iba a ir a su reconocimiento médico trimestral. Eso había sido hacía un par de días, y esta noche Bella había tenido intención de preguntarle cómo habían ido las cosas. Tal vez ella podría ayudar a la mujer en alguna pequeña cosa.
Moviéndose rápidamente, ella regresó hacia las puertas francesas y que daban hacia el prado. Ella encontraría algo más sobre John y…
El teléfono sonó.
¿Tan pronto? No podía ser.
Ella llegó hasta el mueble mostrador y recogió la extensión que tenía en la cocina. – ¿Hola?
–¿Bella? La masculina voz era baja. Ordenando.
–Sí.
–Nos has llamado.
Santo Moisés, había surtido efecto.
Ella se aclaró la voz. Como cualquier civil, ella sabía todo sobre La Hermandad: sus nombres, sus reputaciones, sus triunfos y sus leyendas. Pero nunca se había encontrado con ninguno. Y era un poco difícil de creer que le iba a dirigir la palabra a un guerrero en su cocina.
Así que ve al punto, se dijo a sí misma.
–Yo, ah, tengo un asunto.-Ella le explicó al varón lo que sabía sobre John.
Hubo silencio durante un momento. – Mañana por la noche nos lo traerás.
Oh, hombre. ¿Cómo iba ella a hacerlo?
–Ah, él no habla. Puede oír, pero necesita un traductor para ser entendido.
–Entonces traiga uno con él.
Ella se preguntó cómo se sentiría Mary sobre enredarse con su mundo. – La mujer que él usa esta noche es humana.
–Nos ocuparemos de su memoria.
–¿Cómo me acerco a vosotros?
–Os enviaremos un coche. A las nueve en punto.
–Mi dirección es…
–Sabemos dónde vives.
Cuando el teléfono se quedó muerto, ella tembló un poco.
Okey. Ahora solo tenía que hacer que John y Mary estuviesen de acuerdo en ver a La Hermandad.
Cuándo regresó al granero de Mary, John estaba sentado en la mesa de la cocina mientras la mujer tomaba una sopa. Ambos la miraron cuando se acercó, y ella trató de parecer casual cuando se sentó. Esperó un momento antes de lanzarse.
–Entonces, John, yo conozco a algunas personas que están metidas en las artes marciales.-Lo cual no era exactamente una mentira. Había oído que los hermanos eran muy buenos en algunos tipos de combates. – Y me preguntaba ¿tienes algún interés en conocerlos?
John ladeó su cabeza y movió sus manos mientras miraba a Mary.
–Él quiere saber por qué. ¿Para entrenarse?
–Tal vez.
John habló un poco más con las manos.
Mary se limpió la boca. – Dice que no puede pagar el coste del entrenamiento. Y que es demasiado pequeño.
–¿Si fuera gratis iría?– Dios mío, qué estaba haciendo, ¿ofreciendo cosas que no podría efectuar la entrega? El cielo sabía lo que La Hermandad haría con él. – Escucha, Mary, puedo llevarle a un lugar donde puede encontrar… dile que es un lugar que frecuentan los mejores guerreros. Él podría hablarles. Llegarlos a conocer. Podría gustarle…
John tiró fuertemente de la manga de Mary, hizo algunos signos, y el hombre miró fijamente a Bella.
–Él quiere recordarte que puede oír perfectamente bien.
Bella miró a John. – Lo siento.
Él asintió, aceptando la disculpa.
–Solo ven a encontrarse con ellos mañana.– Dijo ella. – ¿Qué puedes perder?
John se encogió de hombros e hizo un elegante movimiento con su mano.
Mary sonrió. – Él dice que de acuerdo.
–Tendrás que venir, también. Para traducir.
Mary pareció sorprendida, pero entonces se quedó mirando al niño. – ¿A qué hora?
–A las nueve en punto.-Contestó Bella.
–Lo siento, entonces estaré trabajando.
–Por la noche. A las nueve en punto de la noche.
Capítulo 5
Butch entró en el One Eye sintiéndose como si alguien le hubiese arrancado los tapones da algunos de sus órganos internos. Marissa había rehusado verle, y aunque no le sorprendía, le dolía muchísimo.
Así es que era la hora para la terapia escocesa.
Después de apartarse del camino de un animado borracho, un grupo de prostitutas, y un par luchadores de pulseadas, Butch encontró la mesa habitual del triunvirato. Rhage estaba en la esquina más alejada, contra la pared con una morena. A V no se le veía, pero un vaso lleno de Grey Goose (vodka) y un agitador para la bebida que se encontraban enfrente de una silla.
Butch se tomó dos tragos y no se sintió mucho mejor cuando Vishous salió de la parte de atrás. Su camisa estaba fuera de los pantalones y arrugada en la parte inferior, y justo a sus talones había una mujer de cabello oscuro. V la despidió con la mano cuando vio a Butch.
–Hey, poli.– Dijo el hermano cuando se sentó.
Butch inclinó su trago. – ¿Qué haces?
–¿Cómo…?
–No va.
–Ah, caramba, hombre. Lo siento.
–Yo, también.
V cerró el teléfono y se levantó. El vampiro dijo dos palabras, lo puso de nuevo en su bolsillo, y alargó su mano hacia su abrigo.
–Era Wrath. Hemos de estar de regreso en la casa en media hora.
Butch pensaba en sentarse y beber solo. Que este plan era una mala idea estaba escrito. – ¿Quieres al marica o volverás conmigo?
–Tenemos tiempo para conducir.
Butch lanzó las llaves del Escalade a través de la mesa. – Acerca el coche. Llamaré a Hollywood.
Él se levantó y se dirigió hacia la oscura esquina. El abrigo de Rhage cubría el cuerpo de la morena. Sólo Dios sabía lo lejos que habían llegado las cosas debajo.
–Rhage, colega. Nos largamos.
El vampiro levantó su cabeza, apretó los labios y estrechó los ojos.
Butch levantó sus manos. – No vengo a sacarte la chica. El buque madre ha llamado.
Con una maldición, Rhage dio un paso hacia atrás. Las ropas de la morena estaban desordenadas y jadeaba, pero aún no habían logrado nada. Los cueros de Hollywood estaban todos donde debían estar.
Cuando Rhage se retiraba, la mujer lo agarró como si se diera cuenta de que el orgasmo de su vida caminaba hacia la puerta. Con un suave movimiento, él pasó su mano por delante de su cara y la congeló. Luego ella miró hacia abajo, hacia sí misma mientras intentaba saber cómo había llegado estar tan excitada
Rhage se marchó dando media vuelta mirando encolerizadamente, pero cuando él y Butch estuvieron fuera, sacudió la cabeza con arrepentimiento.
–Poli, escucha, lo siento si te eché una mala mirada. Estaba un poco… concentrado.
Butch le golpeó ruidosamente en el hombro. – No hay problema.
–Oye, cómo fue con tu mujer…
–Ninguna oportunidad.
–Demonios, Butch. Esto apesta.
Entraron en el Escalade y fueron hacia el norte, siguiendo la ruta 22 atravesando el campo. Estaban bastante unidos, Thug Matrimony de Trick Daddy sonaba como una taladradora, cuándo de golpe V frenó. En un claro, a unos noventa metros de la carretera, había algo colgado de un árbol.
No, alguien estaba en proceso de colgar algo de un árbol. Con una audiencia de tipos rudos de pelo pálido y ropas negras, observando.
–Lessers. – Masculló V, relajando el hombro.
Antes de que se detuvieran por completo, Rhage salió del coche, corriendo a tope hacia el grupo.
Vishous miró a través del asiento delantero. – Poli, deberías quedarte…
–Joder, V.
–¿Estás armado con alguna de las mías?
–No, allí voy a estar desnudo. – Butch agarró una Glock de debajo del asiento, destrabando el seguro mientras él y Vishous saltaban al suelo.
Butch había visto sólo a dos lessers antes, y lo alucinaron. Se parecían a los hombres, se movían y hablaban como los hombres, pero no estaban vivos. Una mirada a sus ojos y sabías que los asesinos eran vasijas vacíos, sin alma. Y olían que apestaban.
Pero de todas formas, él nunca podría aguantar el olor de talco de bebé.
Fuera en el claro, los lessers adoptaron posiciones para atacar y se quitaron sus chaquetas cuando Rhage corrió por el prado como un tren de carga. Derribó al grupo con algún tipo de oleada suicida, no sacó ningún arma.
Jesús, el tipo estaba loco. Al menos, uno de esos asesinos había sacado una pistola.
Butch apuntó con la Glock y rastreó la acción, pero no podía obtener un disparo limpio. Y luego se dio cuenta de que no necesitaba fingir que estaba de refuerzo.
Rhage manejó a los lessers por sí mismo, todo reflejo y fuerza animal. Estaba utilizando algún tipo de artes marciales híbridas, su abrigo flameaba detrás de él mientras pateaba cabezas y perforaba torsos. Era mortalmente hermoso a la luz de la luna, su cara retorcida en un gruñido, su gran cuerpo aporreando sin misericordia a esos lessers.
Un grito encendido a la derecha y Butch miró a su alrededor. V había tumbado a un lesser que había tratado de correr, y el hermano estaba sobre la maldita cosa como lo blanco y arroz
Dejando esa cosa del Club de la Pelea para los vampiros, Butch se dirigió hacia el árbol. Atado con una cuerda colgando de una gruesa rama estaba el cuerpo de otro lesser. Habían trabajado bien sobre la cosa.
Butch aflojó la cuerda y bajó el cuerpo, mirando sobre su hombro porque las bofetadas y los gruñidos de la pelea eran repentinamente más fuertes. Tres lessers más se habían unido a la pelea, pero no estaba preocupado por sus chicos.
Él se arrodilló delante del asesino e inició la revisión de sus bolsillos. Él sacaba una cartera cuando una pistola se apagó con un horrible sonido de estallido. Rhage golpeó el suelo. Cayó de bruces sobre su espalda.
Butch no se lo pensó dos veces. Cambió a posición de tiro y apuntó hacia un lesser que estaba a punto de dar otro porrazo a Rhage. El gatillo nunca se apretó. De la nada, apareció un brillante destello blanco, como si hubiera estallado una bomba atómica. La noche pareció convertirse en día cuando el claro quedó iluminado: los árboles otoñales, la pelea, el espacio plano.
Cuando el resplandor disminuyó, alguien se lanzó contra Butch. Cuando reconoció a V, bajó la pistola.
–Poli! Entra en el jodido coche.– El vampiro estaba arrastrándole el culo, las piernas latiéndole por estar a punto de ser servido.
–¿Qué pasa con Rhage…?
Butch no dijo el resto de la frase. V lo golpeó como con un mazo, lo agarró, lo cargó y sólo acabó cuando estuvieron en el Escalade y las puertas fueron cerradas.
Butch se volvió hacia el hermano -¡No dejaremos a Rhage allí fuera!
Un poderoso rugido sonó en la noche y Butch lentamente giró su cabeza.
En el claro vio a una criatura. De unos 2,5 metros de alto, parecido a un dragón, con dientes como de un T Rex y un par filosas garras delanteras. La cosa titilaba a la luz de la luna, su enérgico cuerpo y su cola estaban cubiertos con un púrpura iridiscente y escalas de verdes amarillentos.
–¿Qué diablos es eso? – Murmuró Butch, tanteando para asegurarse de que la puerta estaba cerrada.
–Rhage está realmente de muy malhumor.
El monstruo dio rienda suelta a otro aullido y fue tras los lessers como si fueran juguetes. Y eso… Buen Señor. No iba a quedar nada de los asesinos. Ni siquiera los huesos.
Butch sintió que comenzaba a hiperventilar
Débilmente, escuchó que un ligero sonido se producía, y volvió la mirada hacia el asiento. La cara de V atrapó y sostuvo una llamarada amarillenta mientras encendía un puro con manos temblorosas. Cuando el hermano despidió el humo, el sabor fuerte de tabaco turco llenó el aire.
–Desde cuando él tiene… -Butch se dio la vuelta hacia la criatura que protagonizaba el juego en el claro. Y perdió completamente el tren de sus pensamientos.
–Rhage disgustó mucho a la Scribe Virgin, así que lo maldijo. Le dio doscientos años de infierno. En cualquier momento que el está demasiado pasado, cambia rápidamente. Lo puede empeorar el dolor. La cólera. La frustración física, si me entiendes.
Butch elevó una ceja. Y pensar que él se había interpuesto entre ese tipo y una mujer que quería. Nunca volvería a hacer una cosa tan estúpida otra vez.
Mientras la carnicería continuaba, Butch comenzó a sentir como si mirara el Canal de Ciencia Ficción sin sonido. Hombre, este tipo de violencia estaba incluso fuera de su liga. En todos sus años como detective de homicidios, había visto gran cantidad de cadáveres, algunos de la cuales había sido horripilantes. Pero nunca había presenciado la acción de una matanza en directo antes, y raramente, el golpe de ello removía la experiencia frente a la realidad.
Gracias a Dios.
Aunque tenía que admitir que la bestia era un hombre de acción refinada. La forma en que hacía girar a los lesser levantándolos en el aire y atrapando a los asesinos con su…
–¿Ocurre a menudo? – Preguntó él.
–Lo suficientemente a menudo. Por eso es por lo que tiene sexo. Le calma. Te digo esto, no te acerques alrededor de la bestia. No sabe quién es amigo y quién el almuerzo. Todo lo que podemos hacer es esperar por hasta que Rhage vuelva y luego cuidarlo.
Algo rebotó contra la capota del Escalade haciendo ruido por el golpe. Oh, Dios mío, ¿era una cabeza? No, una bota. Tal vez a la criatura no le gustaba el sabor del caucho.
–¿Cuidar de él? – Murmuró Butch.
–¿Cómo te sentirías si cada hueso de tu cuerpo estuviese roto? Él experimenta un cambio cuando aquello sale, y cuando lo deja, vuelve otra vez.
En poco tiempo, el claro estaba vacío de lessers. Con otro rugido ensordecedor, la bestia giró como si buscara algo más para consumir. No encontrando a otros asesinos, sus ojos concentraron su atención en el Escalada.
–¿Puede meterse en el coche? – Preguntó Butch.
–Si de verdad lo quiere. Afortunadamente, no puede estar muy hambriento.
–Bien, bueno… qué ocurre si obtiene una habitación para Jell- O- masculló Butch.
La bestia movió la cabeza, la oscura melena sacudida a la luz de la luna. Luego aulló y arremetió contra ellos, corriendo en dos piernas. Los golpes de su zancada sonaban como el trueno y hubo pequeños temblores sobre la tierra.
Butch comprobó el cerrojo de la puerta una vez más. Luego reflexionó sobre ser un marica y tal vez ponerse sobre el suelo.
La criatura se detuvo a un lado del SUV y cayó doblándose. Estaba lo suficientemente cerca de manera que su respiración empañaba la ventana de Butch con su aliento, y de cerca, la cosa era horrenda. El blanco de sus ojos era estrecho. Sus quijadas gruñían. Y el conjunto lleno de los colmillos de su boca abierta era como una pesadilla febril. La sangre negra bajaba corriendo por su pecho como petróleo crudo.
La bestia levantó sus patas delanteras las cuales se hicieron más musculosas.
Jesús, esas garras eran como dagas. Hacer de Freddie Krueger le sería tan fácil como limpiar un tubo.
Pero Rhage estaba allí dentro. En alguna parte.
Butch puso su mano en la ventana, como si pudiese alcanzar al hermano.
La criatura levantó su cabeza, sus blancos ojos parpadeaban. Abruptamente hizo una gran respiración, y luego el macizo cuerpo comenzó a estremecerse. Un alto y penetrante grito salió de su garganta, resquebrajándose en la noche. Hubo otro destello brillante. Y luego Rhage apareció desnudo en el suelo.
Butch abrió la puerta del coche y se arrodilló junto a su amigo.
Rhage temblaba incontrolablemente en la suciedad y la hierba, su piel estaba húmeda y pegajosa, sus ojos cerrados, su boca moviéndose lentamente. Había sangre negra por toda su cara, en su pelo, sobre su pecho. Su estómago estaba terriblemente distendido. Y había un pequeño hundimiento en su hombro donde una bala le había golpeado.
Butch se quitó bruscamente la chaqueta y la puso sobre el vampiro. Inclinándose hacia abajo, trató de oír las palabras que musitaba. – ¿Qué ha pasado?
–¿Heridos? ¿Tú… V?
–No, estamos bien.
Rhage pareció relajarse un poco. – Llévame a casa… por favor… llévame a casa.
–No te preocupes por nada. Te vamos a cuidar.
O se movió rápidamente a través del claro, apartándose de la matanza. Su camión estaba aparcado en la calle, a un kilómetro de distancia. Creía que tenía otros tres o cuatro minutos antes de poder lograrlo, y hasta ahora nadie le perseguía.
Había salido corriendo en el instante en el que el destello de luz había atravesado el claro, sabiendo malditamente bien lo que venía después de ese fuego de artificio. Había creído que era gas paralizante o el precursor de alguna explosión, pero entonces escuchó un rugido. Cuando miró sobre su hombro, se paró en seco. Algo estaba haciendo un número con sus compañeros lesser, abatiéndolos como moscas.
Una criatura. De la nada.
No había observado lo suficiente, y mientras corría, volvió la mirada hacia atrás otra vez para asegurarse de que no lo perseguían. El camino de atrás estaba todavía claro, y en el camino de delante estaba el camión. Cuando llegó, se lanzó adentro, encendió el motor, y le dio al acelerador.
La primera orden del asunto era separarse de la escena. Una masacre como ese iba a atraer atención, ya fuera por lo que se veía y parecía, como el rato en que había ocurrido o por lo que quedó cuando hubo terminado. En segundo lugar había que hacer un reconocimiento. El Sr. X se iba a super cabrear por esto. El floreciente escuadrón de O había desaparecido, y los otros lessers a los que había invitado a observar la disciplina sobre E estaban muertos, también. Seis asesinatos en menos de media hora.
Y maldición, él no sabía mucho sobre el monstruo que había hecho el daño. Estaban colgando el cuerpo de E en el árbol cuando el Escalade se había acercado al lado del camino. Un guerrero rubio había salido, tan grande, tan rápido, que obviamente era un miembro de La Hermandad. Había habido otro varón con él, también increíblemente letal, incluso un humano, aunque solo Cristo sabía lo que ese tipo estaba haciendo con los dos hermanos.
La pelea había seguido aproximadamente durante ocho o nueve minutos. O se había colocado adelante del rubio, le había dado puñetazos muchísimas veces sin efecto visible en la resistencia del vampiro o en su fuerza. Dos de ellos habían sido profundos cuando uno de los otros lessers había disparado una pistola. O tuvo que agacharse rápidamente y rodar, casi le habían dado. Cuando había mirado hacia arriba, el vampiro se agarraba fuertemente el hombro y caía hacia atrás.
O se había abalanzado sobre él, queriendo matarlo, pero cuando saltó hacia adelante, el lesser con la pistola había tratado de alcanzar al mismo vampiro. El idiota había tropezado con la pierna de O y habían caído al suelo los dos. Entonces la luz apareció y el monstruo salió. ¿Era posible que esa cosa hubiese venido de cierta manera del guerrero rubio? Hombre, qué arma secreta podría ser.
O imaginó al guerrero, recordando cada aspecto del varón desde sus ojos, su cara incluso las ropas que llevaba puestas y la forma en que se movía. Tener una buena descripción del hermano rubio sería crucial para los interrogatorios de la sociedad. Preguntas más específicas a los cautivos probablemente les conduciría entonces a mejores respuestas.
E información sobre los hermanos era lo que estaban buscando. Después de décadas simplemente golpeando civiles, los lessers ahora apuntaban hacia La Hermandad específicamente. Sin esos guerreros, la raza de los vampiros sería completamente vulnerable, y los asesinos finalmente podrían terminar su trabajo erradicando la especie.
O fue hacia el aparcamiento en el local indicado por el láser, pensando que la única cosa buena de la tarde había sido cuando había matado a E lentamente. Volcar su irritación en el cuerpo del asesino había sido como beber una cerveza fresca en un día caliente de verano. Satisfecho. Calmado.
Pero lo que luego había sucedido lo había puesto al borde del camino.
O le dio a la tecla de su teléfono y marcó rápidamente. No había razón para esperar hasta llegar a casa para hacer un informe. La reacción del Sr. X pensó que sería peor si las noticias se retrasaban.
–Hemos tenido una situación. – Dijo cuándo la llamada tuvo contestación.
Cinco minutos más tarde colgó el teléfono, dio la vuelta al camión, y volvió a la zona rural del pueblo.
El Sr. X había requerido una audiencia. En su cabaña privada en el bosque.
Capítulo 6
Rhage sólo podía ver sombras, mientras sus ojos eran incapaces de enfocar o filtrar demasiada luz. Odiaba la pérdida de facultades e intentó rastrear lo mejor que pudo las dos formas grandes que se movían a su alrededor. Cuando las manos lo agarraron por las axilas y lo golpearon por encima de sus tobillos, gimió.
–Tranquilo, Rhage, vamos a levantarte durante un segundo, ¿vale? Dijo V.
Una bola de fuego de dolor atravesó como un relámpago su cuerpo cuando lo movieron y lo colocaron en la parte de atrás del Escalade. Lo pusieron en el suelo. Las puertas se cerraron. El motor se encendió con un bajo ronroneo.
Tenía tanto frío que sus dientes castañeteaban, e intentó sortear todo lo que estaba cerca de sus hombros. No podía mover las manos, pero alguien le tiró encima lo que parecía una chaqueta.
–Solo mantente allí, chico grande.
Butch. Era Butch.
Rhage luchó por hablar, odiando el apestoso sabor de su boca.
–Nah, relájate, Hollywood. Estate tranquilo. V y yo te llevaremos a casa.
El coche comenzó a moverse, mientras golpeaba a lo largo y a lo ancho de su espalda sobre la carretera. Él gimió como un afeminado, pero no podía ayudar. Sentía su cuerpo como si lo hubieran golpeado en todas partes con un bate de baseball tipo A, con una alcayata al final.
Y los huesos y doloridos músculos eran su menor problema comparados con su estómago. Rezaba para llegar a casa antes de vomitar en el coche de V, pero no había ninguna garantía sobre que aguantara tanto. Sus glándulas salivales tenían trabajo extra, de manera que tuvo que tragar repetidamente. Lo cual hizo que se le dispara el reflejo de atragantarse. Que instó en la náusea a volver. Que le hizo querer…
Tratando de salirse de la espiral, él respiró lentamente a través de su nariz.
–¿Cómo va por ahí, Hollywood?
–Prométeme. La ducha. Lo primero.
–Lo conseguiste colega.
Rhage creía haberse desmayado porque se despertó cuando estaba siendo transportado en el coche. Escuchó voces familiares. De V. De Butch. Un gruñido profundo que sólo podría ser Wrath.
Perdió la conciencia otra vez. Cuando volvió, algo frío estaba contra de su espalda.
–¿Puedes pararte para mi? – Preguntó Butch.
Rhage lo intentó y agradeció cuando sus muslos aceptaron su peso. Y ahora que estaba fuera del coche, la náusea iba un poco mejor.
Sus oídos percibieron el dulce ruido de un campanilleo, y un momento más tarde una rápida calentura sobre su cuerpo.
–¿Cómo está, Rhage? ¿Demasiado caliente? – La voz de Butch. Estaba encima.
El poli estaba en la ducha con él. Y olía a tabaco turco. V también debía estar en el cuarto de baño.
–¿Hollywood? ¿Está demasiado caliente para ti?
–No.-Él cogió el jabón, andando a tientas. – No puede ver.
–Mejor. No hay ninguna razón para que sepas lo que parecemos juntos desnudos. Francamente, estoy lo suficientemente traumatizado por los dos.
Rhage sonrió un poco cuando una manopla pasó sobre su cara, cuello y pecho.
Dios, se sentía fantástico. Estiró el cuello hacia atrás, dejando al jabón y al agua que lavaran los restos de la obra de la bestia.
Demasiado pronto se acabó la ducha. Una toalla estaba envuelta alrededor de sus caderas mientras con otra lo secaban completamente.
–¿Hay alguna otra cosa que podamos hacer por ti antes de echarte? – Preguntó Butch.
–Alka-Seltzer. En el armario.
–V, vamos a infundirle algo de ánimo a esta mierda, ¿verdad?-Butch colocó su brazo en la cintura de Rhage. – Apóyate en mí, colega. Bien, de acuerdo -! para! Maldición, tenemos que dejar de alimentarle.
Rhage dejó que lo dirigieran a través del suelo de mármol y sobre la alfombra del dormitorio.
–Bien, chico grande, baja.
Oh, sí. La cama. La cama era buena.
–Mira quien está aquí. Es la enfermera Vishous.
Rhage sintió como inclinaban su cabeza y luego le pusieron un vaso en los labios. Cuando tomó todo lo que pudo, sufrió un colapso sobre las almohadas. Él estaba a punto de desmayarse otra vez cuando escuchó la voz baja de Butch.
–Al menos la bala lo atravesó limpiamente. Pero, hombre, no tiene buen aspecto.
V contestó en voz baja. Él estará bien en un día poco más o menos. Se recobra rápidamente de cualquier cosa, pero todavía es difícil.
–Aquella criatura era algo más.
–Se preocupa mucho por lo que ha pasado. – Allí estaba el sonido de un encendedor y luego un suave viento fresco de ese maravilloso tabaco. – Intenta no mostrar el miedo que le produce esto. Tiene que mantener esa imagen brillante y demás. Pero le aterroriza hacerle daño a alguien.
–La primera pregunta que hizo fue si tú y yo estábamos bien.
Rhage trató de forzarse a dormir. La negra laguna mental era muchísimo mejor que escuchar la piedad que le tenían sus amistades.
Noventa y un años, ocho meses y cuatro días. Y luego sería libre.
Mary estaba desesperada por conciliar el sueño. Ella cerró sus ojos. Hizo una profunda respiración. Relajado los dedos del pie uno por uno. Repasó rápidamente todos los números de teléfono que ella supo. Nada le funcionó.
Se dio vuelta y clavó los ojos en el techo. Cuando su mente armó una imagen de John, se sintió agradecida. El niño era mejor que tantos otros temas en los que podía hacer hincapié.
No podía creer que tuviera veintitrés años de edad, aunque mientras más pensaba en él, si parecía posible. Apartando su fijación por Matrix, era increíblemente adulto. Viejo, realmente.
Cuando dijo que era tiempo de marcharse, ella había insistido en llevarlo de regreso a su apartamento. Bella había preguntado si podía ir también, entonces los tres fueron al centro con su bicicleta sobresaliendo detrás del Civic. Dejar al niño delante de ese miserable edificio de apartamentos había sido duro. Ella casi le había rogado que volviera a casa.
Pero al menos él había estado de acuerdo en estar en casa de Bella a la noche siguiente. Y tal vez la academia de artes marciales abriría algunas puertas para él. Tenía la impresión de que no tenía muchas amistades, y pensó que Bella era dulce al hacer el esfuerzo en su beneficio.
Con una pequeña sonrisa, Mary recordó la manera en que John había mirado a la otra mujer. Con tímida admiración. Y Bella manejó la atención graciosamente, sin embargo ella sin duda se dio cuenta de sus fijas miradas. Probablemente lo supo todo el tiempo.
Por un momento Mary se dio el gusto e imaginó mirar al mundo a través de los impecables ojos de Bella. Y caminando sobre las perfectas piernas de Bella. Y balanceando el perfecto cabello de Bella sobre un hombro.
Fantasear había sido una buena diversión. Decidió que iría a la ciudad de Nueva York y se pavonearía por la Quinta Avenida llevando puesto algo fabuloso. No, a la playa. Iría a la playa con un bikini negro. Caramba, puede ser un bikini negro con una tira de cuero.
De acuerdo, eso sería un poco de espeluznante.
De todos modos, habría sido genial, una sola vez, el tener la mirada fija de un hombre sobre ella con adoración total. Tenerle esto… cautivado. Sí, esa era la palabra. Habría amado a un hombre que estuviera cautivado por ella.
Excepto que no iba a ocurrir nunca. Aquel tiempo en su vida, de juventud, belleza y sexualidad cubierta de rocío, habían pasado. Nunca habían existido, realmente. Y ahora era una mujer nada especial de treinta y un años de edad que había tenido una vida muy ardua, gracias al cáncer.
Mary gimió. Oh, esto era estupendo. Ella no estaba aterrorizaba, pero estaba hasta las rodillas de sentir lástima de sí misma. Y la mierda parecía lodo, pegajoso y asqueroso.
Ella pulsó sobre la luz y cogió la Vanity Fair con determinación sombría. Dominick Dunne, llévame fuera, pensó.
Capítulo 7
Después de que Rhage se quedara dormido, Butch bajó con V al vestíbulo hacia el estudio privado de Wrath. Normalmente Butch no se quedaba alrededor de los negocios de la hermandad, pero Vishous iba reportar lo que habían encontrado cuando iban a la casa, y Butch era el único que había visto al lesser en el árbol.
Cuando atravesó la puerta, tuvo la misma reacción que siempre tenía con la decoración Versailles: no encajaba. Todas las cosas de florituras de oro en las paredes y las pinturas de pequeños niños gordos con alas en el techo endeble y el mobiliario frágil, de fantasía. El lugar se veía como un lugar pasado de moda, tipos franceses con pelucas empolvadas. No un cuarto de guerra para un montón de resistentes guerreros.
Pero que diablos. La Hermandad se había trasladado a la mansión porque era conveniente y segura, no porque les gustara la decoración.
Él escogió una silla con patas largas y delgadas y trató de sentarse sin dejar ir todo su peso. Cuando se sentó, saludó con una inclinación de cabeza a Tohrment, que estaba en el sofá recubierto de seda de enfrente. El vampiro ocupaba la mayor parte del mueble individual, su gran cuerpo tumbado desgarbadamente sobre los cojines azul pálido. Su pelo negro cortado como en las Fuerzas Armadas y sus anchos hombros le marcaban como una persona de mala leche, pero esa mirada azul oscuro contaba otras historias.
Debajo de toda esa cosa de guerrero duro, Tohr era un tipo realmente agradable. Y sorprendentemente empático, a pesar de que golpeaba a los muertos para ganarse la vida. Era el líder oficial del Brotherhood desde que Wrath había ascendido al trono hacía dos meses, y el único guerrero que no vivía en la mansión. La Shellan de Tohr, Wellsie, esperaba a su primer hijo y no iba a compartir el hogar con un montón de tipos solteros. ¿Y quién la podía culpar?
–Así es que adivino que vosotros chicos os divertisteis durante el camino a casa.-Thor le dijo a Vishous.
–Sí, Rhage realmente se soltó.-V contestó mientras se servía un trago de vodka de la conservadora barra.
Phury entró después y saludó con la cabeza. A Butch le gustaba mucho el hermano, si bien no tenían mucho en común. Bien, excepto por su fetiche con el vestuario, pero incluso allí tenían diferencias. Lo de Butch era una capa de pintura fresca en una casa barata. El estilo y la elegancia masculina de Phury lo llevaba en cada hueso. Era letal, sin lugar a dudas, pero tenía vibraciones metrosexuales para él.
La impresión de caballero refinado no era simplemente un resultado de sus atractivas ropas, como el suéter negro de l cachemira y los anchos pantalones finos de sarga que estaba usando. El hermano tenía la cabellera más asombrosa que Butch hubiera visto. Largas ondas, gruesas, rojas y marrones eran escandalosamente hermosas, incluso para una mujer. Y su mirada amarillenta, que brillaba como el oro a la luz del sol, adicionaba a todo el asunto.
Por qué él era célibe era un misterio total.
Cuando Phury fue a la barra y se sirvió un vaso de oporto, su cojera apenas se notó. Butch había oído que el tipo había perdido la pierna en alguna parte a lo largo de la línea. Ahora tenía una extremidad artificial, y evidentemente no le obstaculizaba en el campo de batalla lo más mínimo.
Butch se giró para mirar a alguien que había entrado en el cuarto.
Desafortunadamente, el gemelo de Phury había decidido aparecer a tiempo, pero al menos Zsadist era una persona lejana y se mantenía apartado de todo mundo. Eso le iba bien a Butch, porque ese bastardo le ponía nervioso.
La cara llena de cicatrices de Z y los oscuros ojos brillantes eran simplemente la punta del iceberg para freakis. El pelo rapado, los tatuajes alrededor de su cuello y muñecas, los piercings: era una amenaza completa y tenía la impresión de que tenía de que tenía un alto octanaje de odio. En el argot de la ejecución de la ley, él era una triple amenaza. Frío como la piedra. Mezquino como una serpiente. E imprevisible como el infierno.
Aparentemente Zsadist había sido secuestrado de su familia cuando era un niño y vendido para en algún tipo de esclavitud. Los cien o más años que él había estado en cautividad le absorbieron todo lo remotamente humano – o, vampiro -que había en él. Él no era más ahora que oscuras emociones atrapadas en una piel estropeada. Y si sabías que era lo mejor para ti, mejor te apartabas de su camino.
Desde el vestíbulo llegó el sonido de pisadas fuertes. Los hermanos se quedaron callados, y un momento más tarde Wrath llenó la puerta.
Warth era enorme, de pelo oscuro, un tipo con una boca cruel. Llevaba siempre puestas unas gafas oscuras, mucho cuero, y era la última persona del planeta a la que nadie querría engañar.
El tipo también había pasado a encabezar la lista de hombres que Butch querría tener a su espalda. Él y Wrath habían forjado un vínculo la noche en que a Wrath le habían disparado mientras recuperaba a su esposa de los lessers. Butch había echado una mano, y eso era todo. Estuvieron bien.
Warth entró en el cuarto como si poseyera el mundo entero. El hermano tenía todo el material de un emperador, lo cual tenía sentido, porque eso es lo que era él. El Rey Ciego. El último vampiro de pura sangre que había en el planeta. Un gobernante de raza.
Warth volvió la mirada en dirección a Butch. – Te encargaste bien de Rhage esta noche. Lo aprecio.
–Él habría hecho lo mismo para mí.
–Sí, lo haría.– Warth fue detrás del escritorio y se sentó, cruzando sus armas sobre su pecho. – Esto es lo que hay. Havers tuvo un caso de trauma esta noche. Un varón civil. Hecho mierda, apenas consciente. Antes de morir, le dijo a Havers que lo habían trabajado los lessers. Quisieron saber sobre La Hermandad, donde vivimos, lo que sabía sobre nosotros.
–Otro más.-Murmuró Tohr.
–Sí. Creo que hay un cambio en la estrategia de la Lessenisng Society. El varón describió un lugar específicamente hecho para un duro interrogatorio. Desafortunadamente, murió antes de que pudiera indicar el lugar. Warth fijo la vista en Vishous. – V, quiero que vayas a ver a la familia del civil y les dirás que su muerte será vengada. Phury, ves a ver a Havers y habla con la enfermera que acogió y habló con el civil. Ve si puedes obtener donde lo tuvieron y cómo escapó. No voy a tener a esos bastardos usando a mis civiles como postes de arañar.
–También están trabajando sobre su clase.-Interrumpió V. – Encontramos un ser lesser colgado con una cuerda de un árbol en el camino a casa. Rodeado por sus amigos.
–¿Qué le hicieron al tipo?
Butch habló sin temor. – Bastante. Él ya no respiraba y aun más. ¿Lo hacen mucho?
–No. No lo hacen.
–Entonces es una infernal coincidencia, ¿no crees? El civil se libra de un campamento de tortura esta noche. Lessers aparecen pareciendo alfileteros.
–Estoy contigo, poli.– Warth se volvió hacia V. – ¿Obtuviste alguna información de esos lessers? ¿O Rhage limpió la casa?
V sacudió la cabeza. – Todo desaparecido.
–No exactamente.– Butch metió la mano en su bolsillo y sacó la cartera que le había quitado al lesser colgado. – Saqué esto del que habían atacado. – Él lo ojeó y encontró el permiso de conducir. – Gary Essen. Hey, él vivía en mi viejo edificio. Quien lo iba a decir, nunca sabes sobre tus vecinos.
–Registraré el apartamento.– Dijo Tohr.
Cuando Butch le lanzó la cartera, los hermanos se levantaron, preparados para salir.
Tohr habló antes de que nadie saliera. – Hay otra cosa. Esta noche he recibido una llamada. Una mujer civil encontró a un joven varón de los nuestros. Su nombre es Tehrror. Le dije que lo trajera al centro de entrenamiento mañana por la noche.
–Interesante. – Dijo Warth.
–Él no habla, y su traductora vendrá con él. Es una humana, a propósito. – Tohr sonrió y se metió la cartera del lesser en el bolsillo de atrás de sus pantalones de cuero. – Pero no te preocupes. Borraremos su memoria.
Cuando el Sr. X abrió la puerta principal de su cabaña, su humor no había mejorado su afecto por el Sr. O. El lesser del otro lado se veía firme, imperturbable. La humildad lo habría llevado más allá, pero cualquier forma de debilidad o sumisión no estaba en la naturaleza del hombre. Aún.
El Sr. X le hizo señas a su subordinado. – Sabes algo, esta cosa de confesión-de-fracaso que continuamos teniendo no funciona para mí. Y debería haber sabido que no debía confiar en ti. ¿Vas a explicarme por que mataste a tu escuadrón?
El Sr. O se giró. – ¿Perdón?
–No trate de esconderse detrás de mentiras, es molesto – El Sr. X cerró la puerta.
–No los maté.
–¿Pero una criatura lo hizo? Por favor, Sr. O. Al menos podría ser más original. Mejor aún, échele la culpa a La Hermandad. Eso sería más plausible.
El Sr. X atravesó andando el cuarto principal de la cabaña, quedándose callado mientras su subordinado se recomponía y preparaba. Tranquilamente comprobó su ordenador portátil y luego recorrió con la mirada el local privado. El lugar era rústico, con escaso mobiliario, los alrededor de 4 km2 que lo rodeaban eran un buen amortiguador. El inodoro no funcionaba, pero los lessers no comían, ese tipo de facilidad era innecesaria. Sin embargo, la ducha funcionaba a pedir de boca.
Y hasta que quedaran de acuerdo en otro centro de reclutamiento, este humilde puesto avanzado era el cuartel general de la sociedad.
–Le dije exactamente lo que vi.-Le dijo el Sr. O, rompiendo el fuerte silencio. – ¿Por qué mentiría?
–El por qué es irrelevante para mí.– El Sr. X casualmente abrió la puerta que iba hacia el dormitorio. Los goznes rechinaron. – Deberías saber que envié a un escuadrón a la escena mientras venías en coche hacia aquí. Dijeron que allí no había nada más que los cuerpos, de manera que asumo que los apuñaló en un gran desconocimiento. Y confirmaron que había habido una pelea infernal, un montón de sangre. Puedo imaginar cómo su escuadrón peleó contra usted. Ha debido sentirse espectacular por la victoria.
–¿Si los hubiera matado así, por qué mis ropas en su mayor parte están limpias?
–Se las cambió antes de venir aquí. Usted no es estúpido. – El Sr. X se posicionó en el portal del dormitorio. – Entonces dónde nos encontramos, Sr. O. Es un dolor en el culo, y la pregunta que necesito hacerme es si usted vale todo esta miserable provocación. Eran Principales los que mató allí. Lessers con mucha experiencia. Sabe como…
–No los maté…
El Sr. X dio dos pasos hacia adelante y el Sr. O. le dio un golpe noqueador en la mandíbula. El otro hombre cayó al piso.
El Sr. X puso su bota sobre la cara del Sr. O, inmovilizándole. – Vamos a dejarlo así ¿vale? Lo que yo decía era: ¿tiene usted la menor idea de cuánto tiempo se necesita para hacer un Principal? Décadas, siglos. Usted arrasó con tres de ellos en una noche. Que eran un total de cuatro, contando con el Sr. M, a quién cortó en rodajas sin mi permiso. Y también están los Betas que mató violentamente esta noche.
El Sr. O escupía locamente, sus ojos mirando fijamente hacia las exclusivas Timberland. El Sr. X apoyó su pie hasta que las botas hicieron más presión.
–Entonces, otra vez, tengo que preguntarme, ¿usted vale la pena? Sólo hace tres años que está en la sociedad. Usted es fuerte, es efectivo, pero resulta imposible de controlar. Le puse con los Principales por que asumí que usted sería súper!! Al igual que su excelente nivel y su carácter. En lugar de eso, usted los mató.
El Sr. X sintió que la sangre se le levantaba y se recordó a sí mismo que la cólera no era apropiada para un líder. Calma, la dominación sensata funcionaba mejor él respiró profundamente antes de hablar otra vez.
–Usted eliminó algunos de nuestros mejores activos esta noche. Y esto ha de parar, Sr. O. Ahora mismo.
El Sr. X levantó su bota. El otro lesser inmediatamente se levantó del suelo.
Cuando el Sr. O estaba a punto de hablar, algo raro, un discordante sonido atravesó la noche. Él miró hacia el sonido.
El Sr. X sonrió. – Ahora si no le importa, métase en que el dormitorio.
El Sr. O se puso en una postura de ataque. – ¿Qué es eso?
–Es la hora para modificar un poco su comportamiento. Un poco de castigo, también. Así es que métase en el dormitorio.
En estos momentos el sonido era tan fuerte que era más que una vibración del aire que algo que sus oídos podían registrar.
El Sr. O gritó. – Le dije la verdad.
–Al dormitorio. El tiempo para hablar ha pasado.– El Sr. X miró por encima de su hombro, rumbo al zumbido. – Oh, por todos los santos.
Congeló los grandes músculos del cuerpo del lesser y manipuló al Sr. O hacia el otro cuarto, empujándolo hacia la cama.
La puerta principal explotó abriéndose de par en par.
Los ojos del Dr. O se le salieron de las órbitas cuando vio a Omega. – Oh… Dios… no.
El Sr. X puso en orden las ropas del hombre, enderezando la chaqueta y la camisa. Por añadidura, alisó todo ese cabello oscuro y besó la frente del Sr. O, como si él fuera un niño.
–Si me excusa.– Murmuró entonces el Sr. X.-Voy a dejarlos solos.
El Sr. X salió por la puerta trasera de la cabaña. Justo cuando entraba en el coche, comenzaron los gritos.
Capítulo 8
–Ah, Bella, creo que nuestro trasporte está aquí.– Mary dejó que la cortina volviera a caer en su lugar. – Eso o un dictador de tercer mundo se ha perdido en Caldwell.
John se dirigió hacia la ventana. Wow, él hizo signos. Mirad ese Mercedes. Esas ventanas oscuras parecen antibalas.
Lo tres dejaron la casa de Bella y caminaron hacia el sedán. Un pequeño anciano, vestido con una librea negra, salió del lado del conductor y fue a saludarlos. Incongruentemente, él era un tipo alegre, todo sonrisas. Con la piel suelta en su cara, sus lóbulos largos, y esos pómulos, miraba de manera tierna, aunque su felicidad radiante sugería que la desintegración era una buena condición en la que estar.
–Soy Fritz. – Dijo él, doblándose profundamente. – Por favor permítanme conducirles.
Él abrió la puerta trasera y Bella se deslizó adentro la primera. John fue después, y cuándo Mary estuvo tranquilamente contra el asiento, Fritz cerró la puerta. Un segundo más tarde estaban en el camino.
Cuando el Mercedes se deslizó hacia adelante, Mary trató de ver donde iban, pero las ventanas era demasiado oscuras. Pensaba que iban hacia norte ¿Pero quién sabía?
–¿Dónde es este lugar, Bella? – Preguntó ella.
–No está lejos.– Pero la mujer no sonaba con todo confiada, de hecho había tenido los nervios de punta desde que Mary y John habían aparecido.
–¿Sabes a dónde nos llevan?
–Oh, Claro.-La mujer sonrió y miró a John. – Vamos a encontrarnos con algunos de los varones más asombrosos que nunca has visto.
Los instintos de Mary golpearon su pecho, enviando todo género de señales que se pisaban cuidadosamente. Dios mío, ella deseó haber cogido su coche.
Veinte minutos más tarde, el Mercedes frenó en un alto. Avanzó poco a poco. Frenó otra vez. Esto ocurrió en intervalos regulares muchísimas veces. Luego Fritz bajó su ventana y habló por algún tipo de interfono. Siguieron un poco más allá, luego se paró. El motor fue apagado.
Mary trató de alcanzar la puerta. Estaba cerrada.
America's Most Wanted, aquí vamos, pensó ella. Solo podía imaginar sus fotos en la TV, víctimas de un delito violento.
Pero el conductor los dejó salir inmediatamente, tranquilo con esa sonrisa en su cara. – ¿Quieren seguirme?
Cuando Mary salió, miró a su alrededor. Estaban entro de algún tipo de estacionamiento subterráneo, pero no había otros coches. Solo dos microbuses, como las del tipo que cogías alrededor de un aeropuerto.
Se mantuvieron juntos con Fritz y pasaron a través de un par de gruesas puertas de metal que se abrieron en un laberinto de corredores alumbrados con fluorescentes. Gracias a Dios el tipo parecía saber dónde iba. Había ramificaciones en todas las direcciones sin plan racional, como si el lugar hubiese sido diseñado para perder a las personas y conservarlas de ese modo.
Excepto a alguien que siempre supiese a dónde iba, pensó ella. Cada nueve metros había una cápsula colocada en el techo. Ella las había visto antes en las alamedas, y el hospital las tenía también. Cámaras de vigilancia.
Finalmente entraron a un cuarto pequeño con un espejo bilateral, una mesa y cinco sillas metálicas. Una pequeña cámara estaba colocada en el rincón opuesto a la puerta. Era exactamente como el cuarto de interrogación de la policía, o como debía ser en alguno de los sets de NYPD Blue.
–No tendrán que esperar mucho.-Dijo Fritz con una pequeña referencia. En cuanto desapareció, la puerta se cerró sola.
Mary se acercó y probó la manija, sorprendida de encontrar que se liberaba fácilmente. No obstante, quienquiera que estuviera a cargo aquí claramente no tenía que preocuparse por perder la pista de sus visitas.
Ella miró a Bella. – ¿Puedes explicarme qué lugar es este?
–Es una instalación.
–Una instalación.
–Ya sabes, para entrenarse.
Sí, pero ¿por qué de entrenamiento? – ¿Estas personas tuyas pertenecen al gobierno o a algo?
–Oh, no. No.
John hizo signos, Esto no se parece a una academia de artes marciales.
Sí, no bromees.
–¿Qué ha dicho?– Preguntó Bella.
–Tiene tanta curiosidad como yo.
Mary se volvió hacia la puerta, la abrió, y asomó su cabeza al vestíbulo. Cuando oyó un sonido rítmico, dio un paso hacia el cuarto, pero no vagó.
Ruido de pasos. No, arrastraban los pies. Que lo…
Un hombre rubio alto musculoso vestido con una camisa negra y pantalones de cuero se tambaleaba alrededor de una esquina. Estaba inestable sobre sus pies desnudos, con una mano en la pared y sus ojos mirando hacia abajo. Parecía mirar al suelo cuidadosamente, como si confiara en su percepción de la profundidad para equilibrarse.
Parecía borracho o tal vez enfermo, pero… buen señor, él era bello. De hecho, su cara era tan deslumbrante que tuvo que parpadear un par de veces. La mandíbula perfectamente cuadrada. Labios llenos. Pómulos altos. La frente ancha. El pelo era grueso y ondulado, más claro de frente, más oscuro en la parte trasera donde era más corto.
Y su cuerpo era tan espectacular como su cabeza. De huesos grandes.
Muy musculoso. Nada de grasa. Su piel era dorada aun bajo las luces de los fluorescentes.
Repentinamente él la miró. Sus ojos eran de color azul eléctrico, tan brillantes, tan vívidos, que eran casi como el neón. Y se quedaron mirándose fijamente.
Mary se hundió de todas maneras y pensó que la carencia de respuesta no era una sorpresa. Los hombres como él no notaban a las mujeres como ella. Esto era un hecho natural.
Ella debería regresar en el cuarto. No tenía sentido en no observarle mientras no la reconocía cuando ella pasara. El problema era, mientras más se acercaba, más fascinada se sentía.
Dios mío, era realmente… hermoso.
Rhage se sentía como el santo infierno mientras serpenteaba el corredor. Cada vez que la bestia salía de él y su visión se tomaba una pequeñas vacaciones, sus ojos se tomaban su tiempo para regresar al trabajo. El cuerpo no quería funcionar, tampoco; sus piernas y brazos colgaban como pesos pesados fuera de su torso, no exactamente inservibles, pero malditamente cerca.
Y su estómago estaba todavía desconectado. La solo idea de la comida le hacía tener nauseas.
Pero tenía que salir de su cuarto. Doce horas acostado era suficiente tiempo desaprovechado. Determinado a llegar hasta el gimnasio del centro de entrenamiento, montar en la bicicleta estática, y poder desentumecerse un poco…
Él se detuvo, poniéndose tenso. No podría ver mucho, pero sabía con seguridad que no estaba solo en el vestíbulo. Quienquiera que fuera estaba cerca de él, a su izquierda. Y era un desconocido.
Dio la vuelta y sacó bruscamente la figura del portal, agarrándola por la garganta, forzando su cuerpo contra la pared opuesta. Demasiado tarde se dio cuenta de que era una mujer, y el agudo jadeo lo avergonzó. Él rápidamente aflojó un poco su agarre, pero no dejó de empujar.
El cuello delgado bajo su palma estaba caliente y suave. Su pulso era frenético, la sangre corría rápidamente a través de las venas que llegaban a su corazón. Se apoyó y respiró a través de su nariz. Sólo para avanzar dando tumbos hacia atrás.
Jesucristo, era una humana. Y estaba enferma, tal vez muriéndose.
–¿Quien eres?– Él le exigió. – ¿Cómo has entrado aquí?
No hubo respuesta, solo una respiración acelerada. Ella estaba completamente aterrorizada de él, el olor de su miedo era como humo de madera en su nariz.
Él bajó su voz. – No voy a hacerte daño. Pero este no es tu lugar y quiero saber quien eres.
Su garganta se movió bajo su mano, como si tragara. – Mi nombre… mi nombre es Mary. Estoy aquí con unos amigos.
Rhage dejó de respirar. Su corazón aumentó una pulsación y luego se desaceleró.
–Dímelo otra vez.-Murmuró él.
–Ah, mi nombre es Mary Luce. Soy amiga de Bella… vinimos aquí con un niño, con John Matthew. Estamos invitados.
Rhage tembló, una prisa balsámica floreciendo saliendo por toda su piel. El deje musical de su voz, el ritmo de su discurso, el sonido de sus palabras, todo eso esparciéndose a través de él, calmándolo, confortándolo. Encadenándole dulcemente.
Él cerró sus ojos. – Dime algo más.
–¿Qué? – Preguntó ella, desconcertada.
–Conversación. Háblame. Quiero oír tu voz otra vez.
Ella guardó silencio, y él estaba a punto de exigirle que hablase cuando dijo. – No tienes buen aspecto. ¿Necesitas un médico?
Él se encontró tambaleándose. Las palabras no importaban. Era el sonido: El punto bajo, suave, acariciándole los oídos. Se sintió como si él estuviera siendo acariciado por dentro de su piel.
–Más.-Dijo él, retorciendo su palma por la parte delantera de su cuello de manera que podía sentir las vibraciones de su garganta mejor.
–¿Podría…podría por favor soltarme?
–No. – Él subió su otro brazo. Llevaba puesta algún tipo de lana, y él movió a un lado el cuello, echándose al hombro su mano de manera que no pudiera escapar de él. – La conversación.
Ella comenzó a luchar. – Me aprieta.
–Lo sé. La conversación.
–Oh, por el amor de Dios, ¿qué quieres que diga?
Aun exasperada, su voz fue bella. – Cualquier cosa.
–Bien. Saca tu mano de mi garganta y déjame ir o yo voy a darte con la rodilla donde cuenta.
Él se rió. Luego hundió su cuerpo inferior sobre ella, atrapándola con sus muslos y sus caderas. Ella se quedó rígida contra él, pero él obtuvo una abundante percepción suya. Tenía la constitución delgada, sin embargo no había duda de que era una mujer. Sus pechos golpean su pecho, sus caderas servían de almohada para las de él, su estómago era suave.
–Sigue hablando.-Dijo él contra su oído. Dios mío, ella olió muy bien. Limpio. Fresco. Como el limón.
Cuando ella empujó contra él, él recostó totalmente contra ella. Su respiración se aceleró.
–Por favor. – Murmuró él.
Su pecho se movió contra el de él cuando inspiró. – Yo… er, no tengo nada para decir. Excepto apártate de mi.
Él sonrió, cuidadoso en mantener la boca cerrada. No hubo sentido de alardear de sus colmillos, especialmente si ella no sabía lo que era.
–Entonces di eso.
–¿Qué?
–Nada. Di nada. Otra y otra y otra vez. Hazlo.
Ella se encolerizó, el perfume del miedo se cambió por una especia afilada, un acre de menta fresca en el jardín. Ella estaba molesta ahora.
–Dilo.– Le ordenó él, necesitando sentir más de lo que ella le hacía a él.
–Bien. Nada. Nada.-Abruptamente ella se rió, y el estrecho disparó lo atravesó directamente por su columna vertebral, quemándolo. – Nada, nada. Naaada. Naaada. Naaaaaaaada. – ¿Está lo suficientemente bien para ti? ¿Me dejarás marchar ahora?
–No.
Ella peleó contra él otra vez, creando una fricción deliciosa entre sus cuerpos. Y él supo el momento en que su ansiedad y su irritación se convirtieron en algo caliente. Él olió su excitación, un precioso dulce en el aire, y su cuerpo contestó a su llamada.
Él se puso duro como un diamante.
–Háblame Mary. – Él movió sus caderas en un lento círculo contra ella, frotando su erección sobre su abdomen, aumentando su dolor y su temperatura.
Después de un momento la tensión de ella disminuyó, suavizándola en contra del empuje de sus músculos y su excitación. Sus manos aplastadas en su cintura. Y luego lentamente deslizándose aproximándose a su espalda, como si estuviera insegura de la forma en que iba a responderle.
Él se arqueó contra ella, para exteriorizar su aprobación y animarla a que lo tocara. Cuando sus palmas subieron por su columna vertebral, él se expresó con un bajo gruñido en su garganta y dejó caer su cabeza de tal manera que su oído estuviera más cerca de su boca. Él quería darle otra palabra para que dijera, algo apetitoso o un susurro o una fresa.
Infiernos, podría juntarlo.
El efecto que ella tuvo sobre él era como una droga, una combinación tentadora de necesidad sexual y desahogo profundo. Como si estuviese teniendo un orgasmo y cayese en un sueño tranquilo al mismo tiempo. No era como nada de lo que él hubiese sentido antes.
Un escalofrío pasó como un relámpago por él, absorbiendo el calor de su cuerpo.
Echó su cabeza hacia atrás cuando recordó lo que Vishous le había dicho.
–¿Eres virgen? – El exigió Rhage.
Volvió la rigidez de su cuerpo, como si fuera cemento. Ella intentó apartarlo con un duro empujón, no moviéndolo ni una pulgada.
–Perdona. ¿Qué el tipo de pregunta es esa?
La ansiedad hizo que apretara la mano de su hombro. – ¿Alguna vez has sido tomada por un macho? Contesta a la pregunta.
Su preciosa voz se elevó, asustada. – Sí. Sí, he tenido a… un amante.
La desilusión aflojó su apretón. Pero el alivio lo puso sobre sus talones.
Tomando todo en consideración, no estaba seguro de necesitar responsabilizarse por su destino en estos diez minutos.
Además, aun si ella no era su destino, esta hembra humana era extraordinaria… algo especial.
Tenía que hacer algo.
Mary inspiró profundamente cuando la presión en su garganta disminuyó de intensidad.
Hay que ser cuidadosa con lo que se pide, pensó ella, recordando cómo había querido que un hombre se sintiera cautivado por ella.
Dios mío, esto no era como la experiencia que ella quería. Estaba completamente abrumada. Por cuerpo masculino presionando el de ella. Por la promesa de tener sexo con él. Por el poder letal que esgrimía si pensaba apretar su cuello otra vez.
–Dime dónde vives. – Dijo el hombre.
Cuando ella no contestó, onduló sus caderas, esa erección maciza moviéndose, dando vueltas, presionando en su abdomen.
Mary cerró los ojos. E intentando no preguntarse sobre la impresión que tendría si él estuviera en su interior un rato haciéndole eso.
Su cabeza bajó y sus labios acariciaron el lado de su cuello. Acariciándola con la nariz.– ¿Dónde vives?
Ella sintió un golpe suave, húmedo. Dios, su lengua. Subiendo por su garganta.
–Finalmente vas a decírmelo.– Murmuró él. – Pero tómate tu tiempo. Ahora mismo no tengo mucha prisa.
Sus caderas la dejaron brevemente, regresando con su muslo empujado entre sus piernas y acariciándole el centro. La mano en la base de su cuello barrió totalmente hacia su esternón, deteniéndose finalmente entre sus pechos.
–Tu corazón palpita rápidamente, Mary.
–Eeeeso es por que tengo miedo.
–El miedo no es lo único que sientes. ¿Por qué no compruebas con tus manos lo que aumentas?
Dilo. Estaban levantadas sobre sus bíceps. Y los agarraban, acercándolo más. Sus uñas clavándose en su piel.
Cuando ella lo soltó, él frunció el ceño. – Me gusta lo que percibo. No te detengas.
La puerta se abrió detrás de ellos.
–¿Mary? Estas okey… Oh… Dios mío.– Las palabras de Bella se desvanecieron.
Mary se preparó sicológicamente cuando el hombre giró su torso y mirado a Bella. Sus ojos la miraron de reojo, atisbándola de arriba a abajo y luego regresaron a Mary.
–Tu amiga está preocupada por ti. – Dijo él suavemente. – Puedes decirle que no debería.
Mary trató de soltarse y no se sorprendió cuando él dominó con maestría sus abruptos movimientos fácilmente.
–Tengo una idea. – Masculló ella. – ¿Por qué no me dejas marchar, y así no tendré que reconfortarla?
Una seca voz masculina atravesó el vestíbulo. – Rhage, la mujer no ha venido aquí para tu placer, y éste no es el One Eye, mi hermano. Nada de sexo en el vestíbulo.
Mary trató de girar la cabeza, pero la mano entre sus pechos se deslizó hacia su garganta y tomó su barbilla, sujetándola. Sus ojos azules taladrándola.
–Vamos a ignorarlos a ambos. Si tú haces lo mismo, entonces los podemos hacer desaparecer.
–Rhage, déjala ir.– Un torrente afilado de palabras le siguió hablado en un lenguaje que ella no entendió.
Mientras la acalorada perorata continuó, la brillante mirada del rubio se mantuvo en ella, su controlado pulgar hacia a delante y hacia atrás a lo largo de su mandíbula. Él fue perezoso, cariñoso, pero cuando contestaba al otro hombre, su voz era dura y agresiva, como su poderoso cuerpo. Otra serie de palabras volvieron de nuevo, esta vez menos combativas. Como si el otro tipo tratara de razonar con él.