El Sr. O entró el último en el interior, y fue directamente a la entrada del dormitorio, apoyándose contra el marco casualmente, sus brazos cruzados sobre su pecho. Sus ojos eran agudos, pero ahora eran reservados, una reticencia que era mucho más útil de lo que hubiese sido su cólera. Parecía como si un cachorro peligroso hubiera entrado en el salón, y si la tendencia continuaba, ellos tenían suerte. El Sr. X necesitaba un segundo al mando.
Con las últimas pérdidas que habían tenido, tenía que concentrarse en reclutar y ese era un trabajo a jornada completa. Escogiendo a los candidatos correctos, trayéndolos a bordo, rompiéndolos en cada paso del proceso requería concentración y recursos dedicados. Pero mientras él rellenaba las filas de la sociedad, no podía permitir el rapto y la estrategia de persuasión que había presentado para perder ímpetu. Y la anarquía entre los asesinos no era algo que él tolerara.
Sobre muchos niveles, O tenía buenas calificaciones para ser un hombre correcto. Era comedido, despiadado, eficiente, de mente despejada: un agente de poder que motivaba a los otros con el miedo. Si Omega hubiera logrado aspirar su rebelión, estaría cerca de la perfección.
Era tiempo de que comenzara la reunión. – Sr. O, hable a los otros sobre las propiedades.
El lesser comenzó su informe sobre las dos extensiones de terreno que había visitado durante el día. El Sr. X ya había decidido comprar ambos con dinero en efectivo. Y mientras aquellas transacciones se cerraban, él iba a ordenar a las cuadrillas que erigieran un centro de persuasión sobre treinta hectáreas rurales que ya poseía la Sociedad. El Sr. O en última instancia sería el responsable del lugar, pero como el Sr. U había supervisado los proyectos del edificio en Connecticut, él haría un resumen informativo sobre las fases de construcción del centro.
Los objetivos de la asignación incluirían la velocidad y la conveniencia. La Sociedad necesitaba otros lugares para trabajar, sitios aislados, seguros y calibrados para su trabajo. Y ellos los necesitaban ahora.
Cuando el Sr. O se calló, el Sr. X delegó la construcción del nuevo centro en él y les ordenó a los hombres que salieran a las calles durante las tardes.
El Sr. O se retrasó.
–¿Tenemos algún negocio? – Preguntó el Sr. X -¿Algo más ha fracasado?
Aquellos ojos marrones llamearon, pero el Sr. O no se quebró. Más pruebas de mejoras.
–Quiero construir algunas unidades de almacenaje en la nueva instalación.
–¿Para qué? Nuestro objetivo no es mantener a los vampiros como animales domésticos.
–Espero tener más de un sujeto a la vez y quiero mantenerlos todo lo que pueda. Pero necesito algo dónde ellos no puedan desmaterializarse y tiene que estar protegido de la luz solar.
–¿Qué tiene usted en mente?
La solución que el Sr. O detalló no solo era factible, pero era eficiente.
–Hágalo. – Dijo el Sr. X, sonriendo.
Capítulo 18
Cuando Rhage entró en el aparcamiento del Excel, condujo directo hacia los aparcacoches. Aunque el GTO no tenía un embrague delicado, él no le iba a dejar las llaves a nadie más. No con la clase de armas y municiones que llevaba en el maletero.
Él escogió un lugar en la zona trasera, uno que estaba en el lado correcto de la puerta lateral. Cuando giró la llave de contacto, se quitó el cinturón de seguridad y…
Y no hizo nada con ello. Sólo se quedó allí sentado, su mano en el clip.
–¿Hal?
Él cerró los ojos. Dios, daría cualquier cosa solo por oírle decir su verdadero nombre. Y él quería…maldición, la quería desnuda en su cama, su cabeza sobre su almohada, su cuerpo entre sus sábanas. Quería tomarla en privado, solos ellos dos. Ningún testigo, ningún escudo en su abrigo. Nada de público, ninguna acción rápida en el pasillo o en el cuarto de baño.
Quería sus uñas en su trasero y su lengua en su boca y sus caderas meciéndose debajo suyo hasta que lo hiciera con tal fuerza que viera las estrellas. Entonces quería dormir con ella entre sus brazos. Y despertarse, comer y hacer el amor otra vez. Conversar en la oscuridad sobre cosas estúpidas y serias…
Oh, Dios. Estaba vinculándola a él. La vinculación pasaba.
Había oído a los hombres que podía ser así. Rápido. Intenso. Sin lógica. Solo poderosos instintos primordiales consumiéndolos, uno de los más fuertes impulsos físicos de poseerla y marcarla en el proceso para que otros hombres supieran que ya tenía un compañero. Y quería que se quedaran jodidamente lejos de ella.
Miró el cuerpo de ella. Y comprendió que mataría a cualquier miembro de su sexo que intentara tocarla, estar con ella o amarla.
Rhage se frotó los ojos. Yup, aquel impulso de marcarla estaba definitivamente trabajándolo.
Y ese no era su único problema. El zumbido volvió su cuerpo, animado por las explícitas imágenes en su cabeza, su olor y el suave sonido de su respiración.
Y la velocidad de su sangre.
Él quería probarla…beber de ella.
Mary se giró hacia él. – Hal, estás…
Su voz parecía papel de lija. – Tengo que decirte algo.
Soy un vampiro. Soy un guerrero. Soy una bestia peligrosa.
Al final de esta tarde, no recordarás que alguna vez me encontraste.
Y la idea de estar en tu memoria me hace sentir que me han apuñalado sobre el pecho.
–Hal. ¿Qué pasa?
Las palabras de Thor se repetían en su cabeza.
Es más seguro. Por ella
–Nada. – Dijo él liberándose del cinturón y saliendo del coche. – No es nada.
Él fue alrededor y abrió su puerta, ofreciéndole la mano para ayudarla a salir. Cuando ella puso su palma en las suyas, él cerró los párpados. La vista de sus brazos y sus piernas hicieron que sus músculos se tensaran y un suave gruñido le subió por la garganta.
Y maldición, en vez de apartarse de su camino, cerró el espacio hasta que sus cuerpos casi se tocaron. Las vibraciones bajo su piel se tensaron aún más y más fuerte con su lujuria rugiendo por ella. Sabía que debería mirarla a más distancia porque seguramente sus iris brillaban un poco. Pero él no podía.
–¿Hal? – Dijo ella escasamente. – Tus ojos…
Él cerró sus párpados. – Lo siento. Entremos…
Ella tiró de su mano. – No creo que quiera cenar.
Su primer impulso fue discutir, pero él no quería intimidarla. Además, a menos tiempo que pasaran juntos, menos tendría que borrar.
Infiernos, debería acabar de borrarle desde el momento en que la hizo subir a su casa.
–Te llevaré a casa.
–No, digo, ¿quieres caminar un poco conmigo? ¿Por el parque de ahí? Es solo que no tengo ganas de meterme en una mesa. Estoy también…inquieta.
Rhage puso las llaves del coche en su bolsillo. – Me gustaría.
Mientras ellos serpentearon por la hierba y anduvieron bajo un pabellón de hojas coloreadas, él exploró los alrededores. No había nada peligroso alrededor, ninguna amenaza que pudiera sentir. Miró hacia arriba. Una media luna colgaba en el cielo.
Ella se rió un poco. – Yo nunca haría esto normalmente. Sabes, salir al parque de noche.! Pero contigo! No me preocupo sobre que nos atraquen.
–Bueno. No deberías. – Por que él rebanaría a quien intentara dañarla, humano, vampiro o no muerto.
–Parece que esté mal. Murmuró ella. – Estar al aire libre en la oscuridad, creo. Se siente un poco ilícito y un poco asustadizo. Mi madre siempre me advertía sobre ir a los sitios de noche.
Ella se paró, inclinó su cabeza hacia atrás, y miró fijamente hacia arriba. Despacio alargó su brazo hacia el cielo con su mano lisa. Cerró un ojo.
–¿Qué estás haciendo? Le preguntó él.
–Sosteniendo la luna en la palma de mi mano.
–El se inclinó y siguió la longitud de su brazo mirando fijamente -Sí, la tienes.
Cuando se enderezó, deslizó sus manos alrededor de su cintura y la apretó contra su cuerpo. Después de la rigidez inicial del momento, ella se relajó y dejó caer la mano.
Dios, le encantaba su olor. Tan limpio y fresco, con aquella lleve nota a cítrico.
–Estabas en el médico cuando te llamé hoy. – Dijo él.
–Sí, lo estaba.
–¿Qué van a hacer por ti?
Ella se separó y comenzó a andar otra vez. Él le cogió el paso, permitiéndole que escogiera el ritmo.
–¿Qué te dijeron, Mary?
–No tenemos que hablar sobre todo eso.
–¿Por qué no?
–Va en contra de tu tipo. – Dijo ella ligeramente. – Los playboy, no se supone que se encarguen adecuadamente de las partes poco atractivas de la vida.
Él pensó en su bestia. – Estoy acostumbrado a lo poco atractivo, confía en mí.
Mary se paró otra vez, sacudiendo la cabeza- Sabes, algo no está bien sobre todo esto.
–Buen punto. Yo debería estar sosteniendo tu mano mientras andamos.
Él extendió la mano, solo para que ella se alejara. – En serio, Hal ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Estar conmigo?
–Vas a acomplejarme. ¿Qué pasa si deseo pasar un poco de mi tiempo contigo?
–¿Necesitas que te lo explique detalladamente? Soy una mujer de la media que tiene un trabajo de la media. Eres muy guapo. Sano. Fuerte…
Diciéndose que era diez veces estúpido, él se colocó frente a ella y puso sus manos sobre la base de su cuello. Iba a besarla otra vez, aun cuando no debería. Y este no iba a ser de la clase del que le había dado delante de su casa.
Cuando él bajo su cabeza, la extraña vibración en su cuerpo se intensificó, pero no se paró. Infiernos si iba a dejara su cuerpo imponerse sobre él esta noche. Sujetando el zumbido, apretó la sensación a pura fuerza de voluntad. Cuando logró suprimirlo, se sintió aliviado.
Y determinado a adentrarse en ella, aunque sólo fuera con su lengua en la boca.
Mary miró los eléctricos ojos azules de Rhage. Podría haber jurado que ardían en la oscuridad, aquella luz verde azulada en realidad salía de ellos. Ella había sentido una cosa parecida en el aparcamiento.
El vello se su nuca se le erizó.
–No te preocupes por el brillo.– Dijo él suavemente, como si hubiera leído su mente. – No es nada.
–No lo entiendo.-Susurró ella.
–No lo intentes.
Él cerró la distancia entre ellos, descendiendo. Sus labios eran suaves como el ante contra los suyos, prolongándolo, ciñéndola. Su lengua salió y le acarició la boca.
–Ábrete para mí, Mary. Déjame entrar.
La lamió hasta que ella los separara para él. Cuando su lengua se deslizó dentro de ella, el empuje aterciopelado la golpeó entre los muslos y alivió en su cuerpo, el calor la atravesó cuando sus pechos encontraron su pecho. Ella lo agarró por los hombros, intentando acercarsela todos aquellos músculos y al calor.
Ella tuvo éxito durante solo un momento. Bruscamente, él separó sus cuerpos, aunque mantuvo el contacto con sus labios. Ella se preguntó si todavía la estaba besando para ocultar el hecho de que él se había retirado. ¿O tal vez solo intentaba refrescarla un poco, cuando ella había estado demasiado agresiva o algo así?
Ella giró su cabeza hacia un lado.
–¿Qué pasa? – Preguntó él. – Estás dentro de esto.
–Sí, bien, no lo bastante para los dos.
Él la detuvo antes de que se distanciara un paso rechazando dejar su cuello.
–No quiero parar, Mary. – Sus pulgares acariciaron la piel de su garganta y luego presionaron sobre su mandíbula e inclinó su cabeza hacia atrás. – Quiero que estés caliente. Bastante caliente para no sentir nada excepto a mí. No pensarás en nada más que en lo que te hago. Te quiero líquida.
Él se dobló y tomó su boca, entrando profundamente, comiéndosela. Buscó en todas las esquinas hasta que no hubo ningún lugar en su interior que no hubiese explorado. Entonces cambió el beso, retirándose y avanzando, una rítmica penetración que hizo que estuviera más mojada y aún más lista para él.
–Exacto, Mary. – Dijo él contra sus labios. – Déjate ir. Dios, puedo oler tu pasión…eres exquisita.
Sus manos fueron de arriba abajo, yendo bajo las solapas de su abrigo, sobre sus clavículas. ¡Por Dios! Se había perdido en él. Si él le hubiera pedido que se quitara la ropa, ya se habría desnudado. Si él le hubiera dicho que se tendiera sobre la tierra y se abriera de piernas, ella habría preparado la hierba para él. Cualquier cosa. Cualquier cosa que quisiera, lo que fuera con tal de que nunca dejara de besarla.
–Voy a tocarte. – Dijo él. – No lo bastante, no realmente lo bastante. Pero un poco…
Sus dedos se movieron sobre su jersey de cuello alto de cachemira, yendo más y más abajo y…
Su cuerpo se sacudía con fuerza cuando él encontró sus apretados pezones.
–Tan lista para mí. – Murmuró él, cogiéndolos. – Querría tomarlos en mi boca. Quiero amantarme de ti, Mary. ¿Vas a dejarme hacerlo?
Sus palmas aplanadas tomaron el peso de sus pechos.
–¿Querrías, Mary si estuviéramos solos? ¿Si estuviéramos en una agradable cama caliente? ¿Se estuvieras desnuda para mí? ¿Me dejarías probarlos? – Cuando ella asintió, él rió con ferocidad. – Sí, tú querrías ¿Dónde además querrías mi boca?
–Él la besó duramente cuando ella no contestó. – Dímelo.
Su respiración salió en una muda prisa. Ella no podía pensar, no podía hablar.
Él tomó su mano y la puso a su alrededor.
–Entonces muéstrame, Mary. – Dijo él a su oído.– Muéstrame dónde quieres que vaya. Condúceme. Vamos. Hazlo.
Incapaz de parar, ella tomó su palma y la puso sobre su cuello. En lento barrido, la devolvió a su pecho. Él ronroneó con aprobación y la besó a un lado de la mandíbula.
–Sí, allí. Sabemos que quieres que vaya allí. ¿Dónde más?
Estúpida, fuera de control, ella condujo su mano hacia su estómago. Entonces bajó a su cadera.
–Bueno. Esto es bueno. – Cuando ella vaciló, él susurró. – No te pares, Mary. Sigue. Muéstrame dónde quieres que vaya.
Antes de que ella perdiera el ánimo, puso su mano entre las piernas. Su holgada falda cedió al paso, dejándolo entrar y un gemido se le escapó cuando percibió su palma sobre su centro.
.Oh, sí, Mary. Así es. – Él la acarició y ella se agarró a sus gruesos bíceps, echándose hacia a delante. – Dios, me quemas vivo. ¿Estás tan mojada para mí, Mary? Creo que sí. Pienso que estás cubierta de miel…
Necesitando tocarlo, ella puso sus manos bajo su chaqueta, en su cintura, sintiendo el crudo y atemorizante poder de su cuerpo. Pero antes de que pudiera alejarse, él apartó sus brazos y le sostuvo las muñecas con una mano. Claramente él no iba a parar, sin embargo. La presionó hacia atrás con su pecho, hasta que ella sintió un sólido árbol contra su espalda.
–Mary, permíteme hacerte sentir bien. – A través de su falda, sus dedos sondearon y encontraron el punto de placer. – Quiero hacer que llegues. Aquí y ahora.
Cuando ella gritó, él comprendió que estaba al borde del orgasmo y él estaba completamente alejado, un ingeniero de su lujuria quien no sentía nada él mismo: su respiración era serena, su voz estable, su cuerpo sin ninguna afectación.
–No. – Gimió ella.
La mano de Hal cesó las caricias. – ¿Qué?
–No.
–¿Estás segura?
–Si.
Al instante, él se echó hacia atrás. Y mientras él estuvo de pie calmado delante de ella, ella intentó recobrar el aliento.
Su fácil consentimiento le dolió, pero ella se preguntó por qué él lo había hecho. Tal vez llegaba estando en control. Infiernos, hacer que una mujer jadeara debía ser un viaje de poder fabuloso. Y eso explicaría por qué él quería estar con ella y con aquellas chicas sexys. Una no- tan-atractiva mujer podría ser más fácil para permanecer distante.
La vergüenza apretó su pecho.
–Quiero volver. Dijo ella, a punto de ponerse a llorar. – Quiero ir a casa.
Él suspiró. – Mary…
–Si piensas pedirme perdón, voy a enfermar…
De repente, Hal frunció el ceño y ella comenzó a estornudar.
Dios, por alguna razón, su nariz sentía un estremecimiento como si se le escapara. Algo había en el aire. Dulce. Como el detergente de la lavandería. ¿O era tal vez talco de bebés?
La mano de Hal golpeó su brazo. – Échate al suelo. Ahora mismo.
–¿Por qué? Qué…
–Échate al suelo. – Él la empujó hasta sus rodillas. – Mantén tu cabeza a cubierto.
Girando a su alrededor, se plantó delante de ella, sus pies separados, la manos delante de su pecho. Desde la separación de sus piernas, ella vio a dos hombres salir desde un lugar de arces. Estaban vestidos con ropas de trabajo negras, su piel pálida y su pelo brillaban a la luz de la luna. La amenaza que se les había echado encima en el parque la hizo comprender lo lejos que ella y Hal habían estado vagando.
Ella buscó en su bolso su teléfono móvil e intentó convencerse que estaba reaccionando de una forma exagerada.
Sí, de acuerdo.
Los hombres se dividieron y atacaron a Hal por ambos lados, llegaron rápidamente y bajaron al suelo. Ella gritó alarmada, pero Hal…Santo Moisés, Hal sabía lo que se hacía. Se abalanzó sobre la derecha y agarró a uno de ellos por un brazo, tirando al tipo al suelo. Antes de que el hombre pudiera levantarse, Hal lo pisó con fuerza sobre su pecho, clavándolo. El otro atacante terminó ahogándose, dando patadas y golpeando, jadeando por obtener aire, yendo rápidamente a ninguna parte.
Sombrío, mortífero, Hal estaba muy controlado, a gusto con la violencia. Y su fría expresión, tranquila la molestaba infernalmente a ella, hasta cuando le estaba agradecida por haberlos salvado.
Ella encontró su teléfono y comenzó a marcar el 911, pensando que él claramente los podría sostener mientras llegaba la policía.
Ella oyó un repugnante chasquido.
Mary alzó la vista. El hombre que había sido agarrado cayó al suelo, su cabeza colgando de su cuello en un ángulo totalmente incorrecto. No se movía.
Ella se levantó. – !Qué has hecho!
Hal sacó una larga daga negra de algún sitio y sobresalió sobre el hombre que había estado bajo su bota. El tipo reptaba por la tierra para escaparse.
–No. – Ella se colocó delante de Hal.
–Hazte a un lado. – Su voz era misteriosa. Apartada. Totalmente indiferente.
Ella lo cogió por el brazo. – Páralo.
–Tengo que terminar…
–No voy a dejar que mates otro…
Alguien la agarró del pelo y la tiró a sus pies. Entonces el otro hombre de negro atacó a Hal.
El dolor atravesó su cabeza y su cuello como un relámpago y luego cayó sobre su trasero con fuerza. El impacto del golpe hizo que la abandonara la respiración y las estrellas irrumpieran su visión como fuegos artificiales. Ella luchaba por conseguir aire en sus pulmones cuando sus brazos fueron retorcidos hacia arriba y se la llevaron arrastrándola. Rápidamente.
Su cuerpo se golpeaba contra el suelo, sus dientes castañeando. Ella levantó la cabeza aún cuando esto le enviaba agujas arriba y debajo de su espina dorsal. Lo que vio fue un horrible alivio. Hal lanzaba otro cuerpo sin vida sobre la hierba y venía tras ella en una carrera mortal. Sus muslos se comían por completo la distancia, la chaqueta llameaba detrás de él, la daga estaba en su mano. Sus ojos eran de un azul chillón en la noche, como linternas de neón sobre un coche, y su gran cuerpo era nada más que la muerte que espera un lugar para pasar.
Gracias a Dios
Pero entonces otro hombre se lanzó sobre Hal.
Cuando Hal rechazó al tipo, Mary llamó a su entrenamiento de auto-defensa, retorciéndose hasta que su atacante tuviera que recolocarse para apretarla. Cuando ella sintió que sus dedos se aflojaban, dio un tirón con tanta fuerza como pudo. Él giró y la reconquistó rápidamente, pero con un agarre menos seguro. Ella tiró otra vez, obligándolo a parar y girarse.
Ella se batió, lista para ser golpeada, pero al menos esperaba haberle conseguido a Hal algo de tiempo.
No hubo ningún golpe. En cambio un aullido de dolor salió desde el hombre y su raptor cayó sobre ella, un pesado y sofocante peso. El pánico y el terror le dieron las fuerzas para retirarlo.
Su cuerpo se dio la vuelta débilmente. La daga de Hal atravesaba el ojo izquierdo del hombre.
Demasiado horrorizada para gritar, Mary se puso de pie y corrió tan rápido como pudo. Estaba segura de que la volverían a coger, convencida de que iba a morir.
Pero entonces el brillo de las luces de restaurante finalmente entró en su campo de visión. Cuando sintió el asfalto del aparcamiento, quiso llorar de gratitud.
Hasta que vio a Hal delante de ella. Como si hubiera aparecido de la nada.
Dio un patinazo al pararse, jadeando, mareada, incapaz de comprender como había podido ir tras ella. Cuando sus rodillas se agotaron, ella fue hasta un coche cualquiera.
–Venga, vámonos. – Dijo él apenas.
En una fría precipitación, ella recordó el chasquido del cuello del hombre. Y la daga negra en el ojo del hombre. Y el control tranquilo, cruel de Hal.
Hal era la muerte…La muerte en un hermoso paquete.
–Aléjate de mí. – Ella se cayó sobre sus pies y él extendió la mano hacia ella. – ¡No! No me toques.
–Mary…
–Mantente lejos de mí. – Ella fue hacia el restaurante, las manos levantadas para rechazarlo. Para lo poco que le serviría contra él.
Hal la siguió, moviendo sus poderosos brazos y piernas. – Escúchame…
–Necesito…-Ella se aclaró la garganta. – Tengo que llamar a la policía.
–No, no lo harás.
¡Fuimos atacados! Y tú…mataste a gente. Mataste a la gente. Quiero llamar a…
–Esto es algo privado. La poli no puede protegerte. Yo puedo.
Ella se paró, un sucio disparo de la verdad en la que él estaba en el centro. Todo tenía sentido. La amenaza que él ocultaba detrás de su encanto. La carencia absoluta de miedo cuando fueron atacados. Su determinación a no implicar a la policía. Dios, el hecho de que había rajado la cabeza de un hombre con facilidad, como si lo hubiera hecho antes.
Hal no quería que ella llamara al 911 porque él estaba al otro lado de la ley. No menos que los gamberros que habían ido detrás de ellos.
Ella bajó su brazo para sostener el bolso, a punto de volver a correr. Y se dio cuenta de que su bolso había desaparecido.
Hal maldijo, rápido y fuerte. – ¿Has perdido el bolso, verdad? – Él miró a su alrededor. – Escucha, Mary, tienes que venir conmigo.
–Un infierno que lo haré.
Ella huyó hacia el restaurante, pero Hal saltó delante de ella, bloqueándole el camino, cogiéndola de los brazos.
–Gritaré. – Ella miró hacia los aparcacoches. Ellos estaban probablemente a unos 25 metros de distancia. – Gritaré muy fuerte.
–Tú vida está en peligro, pero puedo protegerte. Confía en mí.
–No te conozco.
–Sí, lo haces.
–Ah, tienes razón. Eres hermoso, entonces posiblemente no puedes ser malo.
Él señaló con un dedo hacia el parque. – Te salvé ahí. Sin mí, ahora mismo no estarías viva.
–Bien. Muchas gracias. ¡Ahora déjame sola!
–No quiero hacer eso. – Refunfuñó él. – Realmente no lo hago.
¡Hacer qué!
Él pasó su mano por delante de su cara.
Y de repente, ella no podía recordar por que estaba tan enojada.
Capítulo 19
Estando de pie ante Mary, su memoria a su merced, Rhage se dijo que tenía que terminar el trabajo. Solo borrarlo como si fuera una mancha.
–Sí, ¿y cómo iba a trabajar para ellos?
Había abandonado al menos a uno, tal vez a dos lessers vivos en el parque cuando había tenido que ir detrás de ella. Si aquellos sujetos pillaban su bolso y él solo podía imaginar que lo tenían, ella estaba en la mira. La Sociedad ya estaba secuestrando civiles que no sabían nada de la Hermandad: ella en realidad había sido vista con él.
¿Pero qué diablos iba a hacer ahora? No podía abandonarla sola en su casa porque su dirección estaría en su permiso de conducir y este sería el primer lugar al que los lessers irían. Llevarla a un hotel no era una opción, porque no podía estar seguro de que ella se quedaría allí. No entendería por que tendría que mantenerse a distancia de su casa porque no recordaría el ataque.
Lo que él quería hacer es llevarla a la mansión, al menos hasta que pudiera calcular cómo manejar esta mierda de tormenta. El problema era que tarde o temprano alguien averiguaría que ella estaba en su cuarto y éstas no serían buenas noticias para nadie. Incluso si la orden de Tohr de borrarle la memoria no se mantenía en pie, los humanos estaban prohibidos en su mundo. Demasiado peligroso. Lo último que la Hermanad necesitaba para la existencia de la raza y la secreta guerra con los lessers era hacerse público entre los Homo sapiens.
Sí, pero él era el responsable de la vida de Mary Y las reglas se pusieron para ser torcidas…
Tal vez podría conseguir que Warth le permitiera llevarla. La Shellan de Wrath era medio humana y después de que los dos se habían unido, el Rey Ciego se había ablandado con especto el tema de las mujeres. Y Thor no podía anular al rey. Nadie podía.
Excepto que mientras Rhage intentara presentar su caso, Mary tenía que ser mantenida a salvo.
Él pensó en su casa. Estaba apartada del camino, entonces si un admirador de mierda venía a golpearla, él podría defenderla sin tener que preocuparse mucho de la interferencia de la policía humana. Tenía muchas armas en su coche. Podría colocarla, protegerla si fuera necesario y llamar a Wrath.
Rhage liberó su mente, cortando su memoria solo después de que ellos hubiesen salido del coche. Ella no recordaría sus besos.
Qué, considerando todas las opciones, era una buena cosa. Condenación. La había empujado demasiado lejos, demasiado rápido y él casi se había rajado. Mientras su boca y su cuerpo estuvieron en ella, el zumbido se había elevado a un grito. Especialmente cuando ella había tomado su palma y la había puesto entre sus muslos.
–¿Hal? – Mary lo miró con turbación.– ¿Qué pasa?
Él se sintió espantoso mientras examinaba sus grandes ojos y terminó de enterrar las imágenes en su mente. Había borrado la memoria de incontables mujeres humanas antes y nunca se lo había pensado dos veces. Pero con Mary, parecía que se llevaba algo de ella. Invadiendo su intimidad. Traicionándola.
Le pasó una mano por el pelo, agarrando un mechón y deseando sacar la materia directamente de su cabeza. – ¿Entonces prefieres que nos saltemos la cena y volvamos a tu casa? Yo podría tomar alguna cosa fría.
–Bueno, pero…siento como que hay alguna cosa que nosotros teníamos que hacer. – Ella se miró a si misma y comenzó a cepillar la hierba. – Considerando cómo había dejado esta falda cuando dejamos mi casa, probablemente no debería a parecer ante el público de todas formas. Sabes, pensaba que había limpiado el césped de…Espera un minuto, ¿dónde está mi bolso?
–Tal vez te lo dejaste en el coche.
–No, yo…Oh, Dios. – Ella comenzó a temblar de modo incontrolable, respirando rápidamente, superficialmente. Sus ojos frenéticos. – Hal, lo siento, yo…necesito…Ah, infiernos.
La adrenalina corría por todo su sistema. Su mente podía estar tranquila, pero su cuerpo todavía estaba inundado por el miedo.
–Ven aquí. – Dijo él, atrayéndola contra su cuerpo. – Déjame abrazarte hasta que esto pase.
Mientras le murmuraba, mantuvo sus manos al frente de manera que no encontraran la daga bajo su brazo o su Baretta nueve milímetros en su bolsillo trasero. Sus ojos precipitándose a su alrededor, buscando entre las sombras del parque a la derecha y el restaurante a la izquierda. Estaba desesperado por llevarla al coche.
–Me siento tan avergonzada. – Dijo ella contra su pecho. – No había tenido un ataque de pánico desde hacía mucho tiempo.
–No te preocupes por ello. – Cuando ella dejó de temblar, él se retiró. – Vamos.
La metió rápidamente en el GTO y se sintió mejor cuando se puso en marcha y salió del aparcamiento.
Mary miró todo alrededor del coche.
–Miércoles. Mi bolso no está aquí. Debo habérmelo dejado en casa. Hoy estoy algo olvidadiza. – Ella se recostó contra el asiento y buscó entre sus bolsillos. – ¡Ajá! Al menos tengo mis llaves.
El viaje desde la ciudad fue rápido, tranquilo. Cuando aparcó el GTO delante de su casa, Mary escondió un bostezo y alcanzó la puerta. Él puso su mano en su brazo.
–Déjame ser un caballero y hacer esto por ti.
Ella sonrió y dejó caer la mirada como si no estuviera acostumbrada a que los hombres la trataran con excesivos mimos.
Rhage salió. Mientras, olió el aire y usó sus ojos y oídos para penetrar en la oscuridad. Nada. Un montón de nada.
Mientras caminaba alrededor de la zona trasera del coche, abrió el maletero, sacó un gran petate, e hizo una nueva pausa. Todo estaba tranquilo, incluyendo sus impulsivos sentidos.
Cuando le abrió la puerta a Mary, ella miró con el ceño fruncido lo que colgaba de su hombro.
Él sacudió la cabeza. – No creo que pase la noche o algo así. Solo he notado que la cerradura de mi maletero está rota y no quiero dejarlo tan desatendido. O a simple vista.
Maldición, odiaba mentirle. Literalmente le revolvió el estómago.
Mary se encogió y anduvo hasta la puerta delantera. – Debe haber algo importante dentro de esa cosa.
Sí, tan sólo bastante potencia de fuego para aplanar un edificio de oficinas de diez pisos. Y esto todavía no era suficiente para protegerla.
Ella parecía algo torpe cuando abrió la puerta delantera y dio un paso hacia adentro. La dejó vagar por la habitación conectando las luces y trabajando con su nerviosismo, pero él estaba justo detrás de ella. Cuando la siguió, visualmente comprobó las puertas y las ventanas. Todas estaban cerradas. El lugar era seguro, al menos la planta baja.
–¿Quieres comer algo?-Le preguntó ella.
–Nah, estoy bien.
–Yo tampoco tengo hambre.
–¿Qué hay arriba?
–Um…mi dormitorio.
–¿Quieres enseñármelo? – Él tenía que examinar el segundo piso.
–Tal vez más tarde. ¿De verdad quieres verlo? Er…ah…infiernos. – Ella se paró con inquietud y lo miró fijamente, con las manos en las caderas. – Voy a ser clara contigo. Nunca he tenido a un hombre en esta casa. Y estoy oxidada en lo de la hospitalidad.
Él dejó caer su petate. Incluso aunque él estuviera listo para la batalla y tenso como un gato, tenía bastante energía mental abandonada para ser debilitado por ella. El hecho de que otro hombre no hubiera estado en su espacio íntimo lo complacía tanto que su pecho cantó.
–Creo que estás haciéndolo bien. – Murmuró él. Él extendió la mano y le acarició la mejilla con el pulgar, pensando en lo que quería hacer con ella arriba en aquel dormitorio.
Inmediatamente su cuerpo comenzó a dar vueltas, una extraña quemazón condensándose a lo largo de su columna vertebral.
Él obligó a su mano a caer a un lado. – Tengo que hacer una rápida llamada telefónica. ¿Te importa si uso la parte de arriba para estar en privado?
–Desde luego. Voy a…esperarte aquí.
–No tardaré mucho.
Cuando corrió hacia su dormitorio, él sacó su teléfono móvil del bolsillo. La maldita cosa estaba agrietada, probablemente de una de las patadas de los lessers, pero aún marcaba. Cuando salió el buzón de voz de Wrath, le dejó un corto mensaje y rezó como el infierno para que lo llamaran pronto.
Después de hacer una evaluación rápida de la zona de arriba, él volvió abajo. Mary estaba sobre un diván, las piernas recogidas debajo de ella.
–Entonces, ¿Qué vamos a ver? – Preguntó él, buscando caras pálidas en puertas y ventanas.
–¿Por qué miras alrededor de esta lugar como si fuera un callejón trasero?
–Lo siento. Un viejo hábito.
–Has debido de haber estado en una infernal unidad militar.
–¿Qué quieres ver? – El se acercó a dónde estaban todos los DVDs alineados.
–Tú escoge. Yo iré a cambiarme con alguna cosa…-Ella enrojeció. – Bien, para ser honesta, algo más cómodo. Y que no tenga hierba sobre ella.
Para asegurarse que ella estaba a salvo, la esperó al fondo de la escalera cuando ella se movió por su dormitorio. Cuando comenzó a bajar a la primera planta, él caminó hacia atrás hacia las estanterías.
Mirando la colección de películas supo que estaba en problemas. Había muchos títulos extranjeros, algunos sinceramente americanos. Un par de viejos éxitos como Algo para recordar. Casa -jodida-blanca.
Absolutamente nada de Sam Raimi o Roger Corman ¿No había oído ella nada sobre la serie de Evil Dead? Espera, había una esperanza. Él sacó una funda. Nosferatu, Eine Symphonie des Grauens. La clásica película de vampiros de German de 1922.
–¿Has encontrado algo que te guste? – Dijo ella.
–Sí. – La miró sobre su hombro
Oh,…hombre. Ella se había vestido para el amor, por lo que él se preocupó: El pijama de franela con estrellas y lunas estampadas sobre él. Una camiseta blanca. Mocasines blandos de ante.
Ella tiró del dobladillo de la camiseta, intentando bajarla más. – Pensé en ponerme unos vaqueros, pero estoy cansada y esto lo llevo en la cama…er, para relajarme. Ya sabes, nada de imaginación.
–Me gustas con todo ello. – Dijo él en voz baja. – Pareces estar cómoda.
Sí, al diablo con ello. Ella se veía comestible.
Una vez que tuvo la película y la hizo rodar, él cogió el petate, lo llevó hasta el diván y al final se sentó frente a ella. Se estiró, intentando fingir para su beneficio que cada músculo de su cuerpo no estaba tenso. La verdad era que estaba al límite. Entre la espera de que un lesser entrara a la fuerza, el rezar para que Warth llamara en cualquier momento y el deseo de besar el camino hacia la parte interior de sus muslos, era un vivo y respirante cable de acero.
–Puedes poner los pies sobre la mesa, si quieres. – Dijo ella.
–Estoy bien. – Él se estiró y apagó la lámpara de su izquierda, esperando a que ella se durmiera. Al menos podría moverse y vigilar el exterior sin conseguir irritarla.
A los quince minutos de película, ella dijo. – Lo siento, pero me desvanezco aquí.
Él la miró. Su pelo abierto como un abanico sobre los hombros y enroscada sobre sí misma. Su luminosa piel un poco enrojecida por el parpadeo de la TV, sus párpados cerrados.
Así se vería ella cuando se despertaba por las mañanas, pensó él.
–Déjate ir, Mary. Voy a quedarme un poco más, ¿OK?
Ella se puso una suave manta de color crema sobre ella. – Sí, desde luego. Pero, um, Hal…
–Espera. ¿Por favor podrías llamarme por mi…otro nombre?
–Okey, ¿Cuál es?
–Rhage.
–Ella frunció el ceño. – ¿Rhage?
–Si.
–Ah, seguro. ¿Es como un apodo o algo así?
–Él cerró los ojos. – Sí.
–Bien. Rhage…gracias por esta noche. Por ser tan flexible, creo.
Él maldijo silenciosamente, pensando que ella debería cachetearlo en vez de sentirse agradecida. Él casi la había matado. Ahora ella era un objetivo de los lessers. Y si ella supiese la mitad de las cosas que él le quería hacer a su cuerpo, ella probablemente se encerraría en el cuarto de baño.
–Está bien, ya sabes. – Murmuró ella.
–¿El qué?
–Sé que sólo quieres que seamos amigos.
¿Amigos?
Ella se rió con fuerza.-Me refiero, a que no quiero que pienses que malinterpreté aquel beso cuando me recogiste. Sé que no era…ya sabes. De todas formas, no tienes que preocuparte por mí obteniendo una idea equivocada.
–¿Por qué piensas que podría estar preocupado?
–Te sientas tieso como una tabla al otro lado del diván. Como si tuvieras miedo de que fuera a saltar sobre ti.
Él oyó un ruido fuera y sus ojos se dirigieron hacia la ventana de la derecha. Pero era solo una hoja que había volado hacia el cristal.
–No quería hacerte sentir torpe. – Soltó ella. – Sólo quería…ya sabes, tranquilizarte.
–Mary, no se qué decir. – Por que la verdad la aterrorizaría. Y ya le había mentido bastante.
–No digas nada.-Probablemente no debería haberlo dicho. Todo lo que quería decir era, que estoy contenta de que estés aquí. Como un amigo. De verdad que me gustó el paseo en coche. Y me gusta caminar. No necesito más de ti, francamente. Tienes buen material de amigo.
Rhage hizo una respiración. En toda su vida adulta, nunca una mujer lo había llamado amigo. O valorado su compañía para otra cosa que no fuera el sexo.
En la Vieja Lengua, él le susurró. – No tengo palabras, mi mujer. Ningún sonido de mi boca es digno de tu oído.
–¿Qué lengua es esta?
–Mi lengua materna.
Ella asintió con la cabeza, considerándolo. – Es parecido al francés, pero no exactamente. Había algo de eslavo. ¿Tal vez húngaro o algo así?
Él cabeceó. – Básicamente.
–¿Qué has dicho?
–Me gusta estar aquí contigo, también.
Ella sonrió y dejó caer su cabeza.
Tan pronto como él supo que ella estaba fuera de juego, abrió el petate y verificó dos veces que las armas estuvieran cargadas. Entonces anduvo por la casa, apagando las luces. Cuando estuvo totalmente oscuro, sus ajustados ojos y sentidos se intensificaron aún más.
Exploró los bosques posteriores a la casa. Y el prado de la derecha. Y la gran granja a la distancia. Y la calle de enfrente.
Él escuchó, rastreando los pasos de los animales a través de la hierba y notando como el viento acariciaba las tablillas de madera del granero. Cuando bajó la temperatura de fuera, controló los crujidos de la casa, examinándolos, sondeando por si irrumpían. Merodeó alrededor, volviendo al cuarto, hasta que pensó que iba a explotar.
Comprobó su teléfono móvil. Estaba conectado, con el timbre activado. Y la cosa recibía la señal.
Él maldijo. Andando alrededor un poco más.
La película terminó. Él la comenzó en caso de que ella se despertara y quisiera saber por qué aún estaba allí. Entonces dio otra vuelta alrededor de la primera planta.
Cuando estuvo en la parte de atrás de la sala de estar, se frotó la frente y sintió el sudor. Su casa estaba más caldeada de lo que estaba acostumbrado o tal vez solo estaba como una bomba. Por uno u otro camino, él tenía calor, entonces se quitó la chaqueta y puso sus armas y el teléfono móvil dentro del petate.
Cuando se enrolló las mangas, se puso de pie ante ella y la midió lentamente, incluso las respiraciones. Ella era muy pequeña sobre aquel diván, más pequeña aún para aquellos fuertes ojos grises de guerrero, ocultos tras los párpados y cejas. Se sentó a su lado y con cuidado cambió su cuerpo, para que ella se recostara contra el pliegue de su brazo.
Al lado de su músculo, ella era diminuta.
Ella se revolvió, levantando su cabeza. – ¿Rhage?
–Vuélvete a dormir. – Le susurró él, impulsándola contra su pecho. – Sólo deja que te sostenga. Es todo lo que voy a hacer.
Él absorbió su suspiro por su piel y cerró los ojos cuando su brazo se colocó alrededor de su cintura, su mano metida en su costado.
Tranquilo.
Todo estaba tranquilo. Tranquila la casa. Tranquilo fuera.
Tuvo el estúpido impulso de despertarla y colocarla de nuevo, entonces podría sentirla más fácilmente contra él una vez más.
En cambio, se concentró en su respiración, combinándolos y empujando sus propios pulmones como los de ella.
Tan…pacífico.
Y silencioso.
Capítulo 20
Cuando John Mattew dejó el Moe’s Diner, dónde trabajaba como ayudante de camarero, se preocupó por Mary. Ella había hecho un cambio el jueves en el teléfono rojo, lo cual era lago insólito, y esperaba que estuviera esta noche. Como eran las doce treinta, aún tenía media hora antes de que ella saliera, entonces estuvo seguro que la cogería. Asumiendo que se dejara ver.
Caminó tan rápido como pudo, cubrió los seis sucios bloques de apartamentos en aproximadamente diez minutos. Y aunque el viaje a casa no era nada especial, su edificio estaba lleno de diversión y juegos. Cuando pasó por la puerta principal, oyó a algunos hombres borrachos discutiendo, sus palabras mayores imprecisas, coloridas e inconsistentes. Una mujer gritó algo sobre el embate de la música. La hirviente respuesta masculina que ella obtuvo fue del tipo que él asociaba con gente armada.
John pasó como un relámpago por el vestíbulo y subió las desconchadas escaleras, encerrándose en su estudio con manos rápidas.
Su espacio era pequeño y probablemente dentro de unos cinco años lo declararían en ruinas. Los pisos eran mitad de linóleo y la otra mitad moqueta, y las dos eran identidades ilegales. El linóleo estaba desgastado de manera que parecía que fuera a convertirse en una cosa a contra pelo y la moqueta se había puesto tan rígida que estaba más cerca de a dura madera.
Las ventanas estaban opacas por la mugre, lo que en realidad era algo bueno, ya que así no necesitaba persianas. La ducha y el cuarto de baño funcionaban, pero el fregadero estaba obstruido desde el día que llegó. Había intentado que la cosa funcionara con algún Drano, pero cuando esto no funcionó, decidió no meterse con las tuberías. No tenía ningún interés en saber que habían empujado por aquella garganta.
Como él siempre hacía cuando llegaba a casa a los viernes, abrió una ventana y miró la calle a través de ella. Las oficinas del Teléfono Directo Para la Prevención del Suicidio estaban abiertas, pero Mary no estaba en el escritorio que normalmente usaba.
John frunció el ceño. Tal vez ella no se encontraba bien. Parecía bastante agotada cuando él había ido a su casa.
Mañana, decidió él, iría en bicicleta hasta dónde ella vivía comprobaría cómo estaba.
Dios, estaba tan contento por que finalmente tuvo el coraje de acercarse a ella. Había sido tan agradable, aún más en persona que por el teléfono. ¿Y ella conocía el ASL? ¿Cómo había sido destino?
Cerrando la ventana, se acercó a la nevera liberando la goma que mantenía la puerta cerrada. Dentro había cuatro paquetes de Ensure de vainilla. Sacó dos latas, luego estiró la goma hasta su lugar. Calculó que su apartamento era el único del edificio que no estaba infestado de bichos, y era solo por que no tenía ningún alimento de verdad a su alrededor. Su estómago no podía con esa materia.
Sentado sobre su colchón, se apoyó contra la pared. El restaurante había estado ocupado y le dolían horriblemente los hombros.
Cautelosamente bebió a sorbos desde el principio, esperando que su vientre lo dejara tranquilo esta noche, recogió de nuevo la revista Músculos y Salud que ya había leído dos veces.
Miró fijamente la portada. El tipo de enfrente tenía la piel bronceada, un paquete aumentado, relleno de bíceps, tríceps, pechos y abdominales. Para amplificar la apariencia del macho, tenía una hermosa muchacha con un bikini amarillo alrededor de él como una cinta.
John había estado leyendo sobre los levantadores de peso durante años y había ahorrado durante meses para comprar un pequeño juego de pesas. Trabajaba con el metal seis días a la semana. Y no tenía nada que lo demostrara. No importaba con la fuerza que las bombeara o como de desesperadamente quisiera ser más grande, no había aumentado ningún músculo.
Parte del problema era su dieta. Those Ensures era todo lo que podía tomar sin enfermar y ellos no tenían toneladas de calorías. El problema estaba relacionado con el alimento. Su genética era una puta. A la edad de veintitrés años, hacía cinco pies y seis pulgadas, 102 libras. No tenía que afeitarse. No había ningún pelo sobre su cuerpo. Nunca había tenido una erección.
Poco viril. Débil. Lo peor de todo, no cambiaba. Había tenido este tamaño y había sido así desde los últimos diez años.
La identidad repetitiva de su existencia lo cansaba, lo agotaba, lo vaciaba. Había perdido la esperanza de convertirse en un hombre y la aceptación de la realidad lo había envejecido. Sentía antiguo su pequeño cuerpo, como si su cabeza no perteneciera al resto de él.
Pero tenía algún descanso. Le gustaba dormir. En sus sueños se veía luchando, era fuerte, se sentía seguro, él era…un hombre. De noche, mientras sus ojos estaban cerrados, tenía una temible daga en su mano, un asesino que hacía lo que fuese por una noble razón, Y no estaba solo en su trabajo. Tenía la compañía de otros hombres como él, luchadores y hermanos, leales hasta la muerte.
Y en sus visiones, hacía el amor con mujeres, hermosas mujeres que hacían extraños sonidos cuando él entraba en sus cuerpos. A veces había más de una con él, y las tomaba con fuerza por que ellas lo querían así y él también lo quería. Sus amantes le agarraban el trasero, arañando su piel cuando se estremecían y se movían debajo de sus caderas que chocaban. Con rugidos de triunfo, él se dejaba ir, su cuerpo contrayéndose y resbalándose en el calor húmedo que ellas le ofrecían. Y después de que llegara, en conmocionantes actos de depravación, bebería su sangre y el frenesí salvaje dejaría las sábanas blancas, rojas. Finalmente cuando las necesidades pasaran y la furia y las ansias terminaran, las sostendría amablemente y lo contemplarían con satisfacción, adorando sus ojos. La paz y la armonía vendrían y serían bienvenidas como bendiciones.
Lamentablemente, se seguía despertando cada mañana.
En la vida real, no podía esperar derrotar o defender a alguien, no del modo que lo había construido. Y aún no había besado a una mujer. Nunca había tenido la posibilidad. El sexo contrario tenía dos reacciones: las más mayores lo trataban como a un niño y las más jóvenes miraban a través de él. Ambas respuestas le dolían, las mayores por que subrayaban su debilidad, las últimas por que le robaban cualquier esperanza de que encontraría alguien de quien ocuparse.
Cual era el por que quería a una mujer. Tenía la gran necesidad de proteger, abrigar, guardar. Una llamada sin salida concebible.
Además, ¿qué mujer lo iba a querer? Era condenadamente flacucho. Sus vaqueros colgaban de sus piernas. Su camisa adjunta al pecho cóncavo que corría entre sus costillas y sus caderas. Sus pies eran del tamaño de un niño de diez años.
John podía sentir crecer su frustración, pero no sabía que era lo que le disgustaba. Seguro, le gustaban las mujeres. Y quería tocarlas por que su piel parecía tan delicada y olía tan bien. Pero no era como alguna vez se había despertado, incluso si se despertaba en medio de uno de sus sueños. Era un monstruo. Colgado en algún sitio entre un hombre y una mujer, ni lo uno ni lo otro. Un hermafrodita sin el equipo impar.
Una cosa era segura. Definitivamente no estaba con los hombres. Muchos de ellos habían ido detrás suyo durante años, empujando el dinero o las drogas o amenazándolo, intentando atraerlo a los cuartos de baño o a los coches. De algún modo, siempre lograba escaparse.
Bien, siempre hasta el invierno pasado. Allá por enero lo habían atrapado a punta de pistola en el hueco de la escalera del edificio anterior donde había vivido.
Después de esto, se había mudado y había comenzado a llevar pistola.
También había llamado al Teléfono Directo de Prevención del Suicidio.
Eso había sido hacía diez meses y él todavía no podía soportar sentir el tacto de los vaqueros contra su piel. Habría tirado los cuatro pares si se lo hubiera podido permitir. En cambio, había quemado los que llevaba aquella noche y se había aficionado a llevar calzoncillos largos bajo los pantalones, incluso en verano.
Pues no, no le gustaban los hombres.
Tal vez esa era otra de las razones por las que respondía así ante las mujeres. Sabía como se sentían, siendo un objetivo por que tenía algo que alguien más poderoso quería tomar de ellas.
No es que estuviera a punto de adherirse con alguien sobre su experiencia o alguna cosa. No tenía ninguna intención de compartir con nadie lo que le había pasado en aquel hueco de aquella escalera. No podía imaginarse contándolo.
Pero Dios, ¿qué, si una mujer le preguntaba si había estado alguna vez con alguna? No sabría como contestar a eso.
Un pesado puño golpeó su puerta.
John se puso de pie deprisa, cogiendo el arma que estaba debajo de su almohada. Liberó el seguro con un movimiento rápido de su dedo.
La llamada se repitió.
Nivelando el arma contra la puerta, esperó que un hombro golpeara la madera y la astillara.
–¿John? – Era una voz masculina, grave y ponderosa. – John, se que estás dentro. Me llamo Tohr. Me conociste hace dos noches.
John frunció el ceño y luego se estremeció cuando sus sienes le dolieron. Bruscamente, como si alguien hubiera abierto una compuerta, recordó que había ido a algún sitio clandestinamente. Y se había reunido con un hombre alto vestido de cuero. Con Mary y Bella.
Mientras la memoria lo golpeaba, algo se movió en lo más profundo de su interior. En el nivel de sus sueños. Algo viejo…
–He venido para hablar contigo. ¿Me dejarás entrar?
Con el arma en su mano, John fue a la puerta y la abrió, manteniendo la cadena en su lugar. Estiró el cuello hacia arriba, para encontrarse con los ojos azul oscuro del hombre. Una palabra le vino a la memoria, una que no entendía.
Hermano.
–¿Quieres reponer el seguro de esa arma, hijo?
John negó con la cabeza, atrapada entre el eco de un extraño recuerdo en su cabeza y que estaba delante de él: un hombre mortal de cuero.
–Bien. Solo vigila dónde apuntas. No te ves muy cómodo con esa cosa y no quiero la molestia de tener un agujero en mí. – El hombre miró la cadena. – ¿Me dejarás entrar?
Dos puertas más abajo, una volea de elevados gritos fueron in crescendo y terminaron con el sonido de un cristal roto.
–Vamos, hijo. Un poco de intimidad será bueno.
John alargó profundamente hacia su pecho y al alrededor de sus instintos buscando cualquier sensación de peligro real. No encontró nada, a pesar de que el hombre era grande y dura e indudablemente armado. Alguien como él solo tenía que hacer las maletas.
John retiró la cadena y se distanció, bajando el arma.
El hombre cerró la puerta detrás de él. – ¿Recuerdas que nos encontramos, verdad?
John asintió, preguntándose por que sus recuerdos habían vuelto tan deprisa. Y por qué el terrible dolor de cabeza había llegado con ellos.
–Recuerdas sobre lo que estuvimos hablando. ¿Sobre el entrenamiento que te ofrecemos?
John puso el seguro del arma en su lugar. Recordó todo y la curiosidad que lo había golpeado, volvió. Así como un feroz anhelo.
–Entonces ¿te gustaría unirte y trabajar con nosotros? Y antes de que me digas que no eres lo bastante grande, conozco a muchos tipos de tu tamaño. De hecho, tenemos una clase de hombres que son justo como tú.
Manteniendo sus ojos sobre el forastero, John se puso el arma sobre su bolsillo trasero y se acercó a la cama. Cogió un bloc de papel y un bolígrafo Bic y escribió: No tengo $
Cuando él le enseñó el bloc, el hombre leyó sus palabras. – No tienes que preocuparte por eso.
John garabateó, Sí, lo hago y giró el papel.
–Controlo el lugar y necesito alguna ayuda en materia administrativa. Podrías trabajar para cubrir el coste. ¿Sabes algo de ordenadores?
John negó con la cabeza, pareciendo un idiota. Todo lo que sabía hacer era recoger platos, vasos y lavarlos. Y este tipo no necesitaba un ayudante de camarero.
–Bien, conseguiremos que un hermano que sepa de esas malditas cosas te eche una mano. Él te enseñará. – El hombre sonrió un poco. – Trabajarás. Te entrenarás. Estará bien. Y hablarás con mi shellan. Ella se sentiría muy feliz si te quedaras con nosotros mientras estés en la escuela.
John entrecerró sus párpados, creciendo su cautela. Esto sonaba de todas formas como un bote salvavidas. ¿Pero como era que este tipo quería salvarlo?
–¿Quieres saber por qué hago esto?
Cuando John asintió con la cabeza, el hombre se quitó el abrigo y desabotonó la mitad superior de su camisa. Dejó la cosa abierta, exponiendo su pectoral izquierdo.
Los ojos se pegaron a la circular cicatriz que le era enseñada.
Cuando él se puso la mano sobre su propio pecho, el sudor estalló a través de su frente. Tenía una rara sensación de que algo trascendental se deslizaba en el lugar.
–Eres uno de nosotros, hijo. Es tiempo de que vuelvas a la casa Det. Familia.
John dejó de respirar, un extraño pensamiento se deslizó por su cabeza: Por fin, me han encontrado.
Pero entonces la realidad se le precipitó hacia delante, chupando la alegría de su pecho.
No le pasaban milagros. Su buena suerte se le había secado antes de que hubiera sido consciente de que había tenido alguna. O tal vez era más bien la fortuna la que lo había evitado. En cualquier caso, este hombre vestido de cuero negro, que venía de alguna parte, ofreciéndole una escotilla de salvamento del horrible lugar en el que vivía, era demasiado bueno para ser verdad.
–¿Quieres más tiempo para pensártelo?
John negó con la cabeza y se distanció, escribiendo, quiero quedarme aquí.
El hombre frunció el ceño cuando leyó las palabras. – Escucha, hijo, estás en un momento peligroso de tu vida.
Vaya mierda. Había invitado al tipo a entrar, sabiendo que nadie vendría en su ayuda si gritara. Sintió su arma.
–Bien, cálmate. Ya me dirás. ¿Puedes silbar?
John asintió con la cabeza.
–Aquí está el número dónde puedes localizarme. Silba en el teléfono y sabré que eres tú. – El tipo le dio una pequeña tarjeta. – Te daré un par de días. Llama si cambias de idea. Si no lo haces, no te preocupes por ello. No recordarás nada.
John no tenía ni idea de qué hacer con ese comentario, entonces él se quedó mirando fijamente los números negros grabados, perdiéndose en todas las posibilidades e improbabilidades. Cuando miró hacia arriba, el hombre se había ido.
Dios, no había oído abrir y cerrarse la puerta.
Capítulo 21
Mary salió del sueño con un violento espasmo. Un profundo grito retronó en su sala de estar, rompiendo la tranquila mañana. Se irguió de golpe, pero fue apartada hacia un lado otra vez. Entonces el sofá entero estaba inclinado alejado de la pared.
En la gris luz del alba, vio el petate de Rhage. Su abrigo.
Y comprendió que él había saltado detrás del diván.
–¡Las persianas! – Gritó él. – ¡Baja las persianas!
El dolor en su cortante voz la turbó haciéndola correr por la habitación. Ella cubrió cada ventana hasta que la única luz que entraba desde fuera entraba por la cocina.
–Y aquella puerta, también…-Su voz se resquebrajó. – La de la otra habitación.
Ella la cerró rápidamente. Ahora estaba completamente oscuro excepto por el brillo de la TV.
–¿El cuarto de baño tiene ventana? – preguntó él bruscamente.
–No, no tiene. ¿Rhage, que ha pasado? – Ella comenzó a inclinarse hacia el borde del sofá.
–No te acerques a mí.-Las palabras sonaron estranguladas. Y seguidamente una maldición picante.
–¿Estás bien?
–Solo deja…que recobre el aliento. Necesito que me dejes solo ahora.
Ella dio la vuelta al sofá de todas formas. En la oscuridad, vagamente solo podía distinguir la gran silueta de él.
–¿Qué ha pasado Rhage?
–Nada.
–Sí, obviamente. – Caray, ella odió la tenaz rutina del tipo. – ¿Es por la luz solar, verdad? Eres alérgico a ella.
Él rió ásperamente. – Se podría decir eso. Mary, para. No vengas aquí.
–¿Por qué no?
–No quiero que me veas.
Ella lo alcanzó y encendió la lámpara más cercana. El sonido de un silbido resonó en la habitación.
Cuando su vista se adaptó, vio a Rhage tumbado boca arriba, un brazo atravesando su pecho, el otro sobre sus ojos. Había una repugnante quemadura sobre la piel expuesta por las mangas enrolladas. Él hacía muecas por el dolor, sus labios retirados hacia atrás…
Se le heló la sangre.
Colmillos.
Dos largos caninos estaban alojados entre sus dientes superiores.
Él tenía colmillos.
Ella debió jadear por que él refunfuñó.-Te dije que no miraras.
–Jesucristo. – Susurró ella. – Dime que son falsos.
–No lo son.
Ella caminó hacia atrás hasta que se tropezó contra la pared. Santo…buen Dios.
–¿Qué…eres tú? – Ella se ahogaba.
–Nada de luz solar. Colmillos con onda. – Él respiraba desigualmente. – Haz una conjetura.
–No…no es…
Él gimió y luego ella escuchó un movimiento, como si él se removiera. – ¿Puedes hacerme el favor de apagar aquella lámpara? Se me han tostado las retinas y necesitan algo de tiempo para recuperarse.
Ella se inclinó hacia delante y apretó el interruptor. Abrigándose con sus brazos a su alrededor, escuchó los sonidos roncos que él hacía cuando respiraba.
El tiempo pasó. No dijo ninguna cosa. No se sentó, se rió y se sacó la falsa dentadura. No dijo que era el mejor amigo de Napoleón o Juan el Bautista o Elvis, como un tipo de loco chiflado.
Tampoco voló por el aire e intentó morderla y matarla. Tampoco se convirtió en murciélago.
Oh, vamos. Pensó ella. No podía tomárselo en serio, ¿verdad?
Pero él era diferente. Fundamentalmente diferente a cualquier hombre que hubiera conocido. Que si…
Él gimió suavemente. Por el brillo de la TV, vio como su bota sobresalía del diván.
No tenía sentido que pensara en lo que él era, pero sabía que ahora estaba sufriendo. Y no iba a abandonarlo sobre el suelo en la agonía su había algo que ella pudiera hacer por él.
–¿Cómo puedo ayudarte? – Dijo ella.
Hubo una pausa. Como si lo hubiese sorprendido.
–¿Puedes traerme algo de helado? No de frutos secos o de chips si tienes. Y una toalla.
Cuando regresó con un bol, ella pudo escuchar como luchaba por sentarse.
–Déjame que vaya. – Dijo ella.
–Él estaba quieto.– ¿No tienes miedo de mi ahora?
Considerando que él era una ilusión o un vampiro, ella debería estar aterrorizada.
–¿Una vela sería demasiada luz? – Preguntó ella, no haciendo caso a su pregunta. – Porque no seré capaz de ver allí detrás.
–Probablemente no. Mary, no te haré daño. Te lo prometo.
Ella dejó el helado, encendió una de sus largas velas y la dejó sobre la mesa al lado del diván. Con el brillante parpadeo ella pudo ver su gran cuerpo. Y el brazo todavía sobre sus ojos. Inútiles. No estaba haciendo muecas, pero su boca estaba ligeramente abierta.
Entonces pudo observar las puntas de sus colmillos.
–Sé que no me harás daño. – Murmuró ella, mientras recogía el bol.-Ya has tenido demasiadas posibilidades.
Cubriéndose con la parte trasera del sofá, sacó un poco de helado y lo extendió.
–Aquí. Abre grande. Haagen-Dazs de vainilla.
–No es para comérmelo. La proteína de la leche y el frío ayudaran a las quemaduras a curarse.
No había ningún modo en el que pudiera acceder hasta donde él se había escaldado, entonces retiró el diván hacia atrás y se sentó a su lado. Trabajando el helado para que se convirtiera en una sopa espesa, ella usó los dedos paca colocar un poco sobre la inflamación, sobre las ampollas de su piel. Él se estremeció, mostrando sus colmillos, entonces ella hizo una pausa.
Él no era un vampiro. No podía serlo.
–Sí, de verdad que lo soy. – Murmuró él.
Ella dejó de respirar. – ¿Puedes leer las mentes?
–No, pero sé que me estás mirando fijamente y puedo imaginar como me sentiría si estuviera en esta situación. Mira, somos una especie diferente, eso es todo. Nada extraño, solo…diferentes.
Bien, pensó ella, poniendo más helado sobre las quemaduras. Vamos a probar esta cosa entera por el tamaño.
Aquí estaba ella con un vampiro. Un icono del horror. Un icono del horror de 2,10 m. de altura y 125 kg. de peso, con una dentadura como la de un Doberman.
¿Podría ser verdad? ¿Y por qué le creía cuando le decía que no le haría daño? Debería estar fuera de su mente.
Rhage gimió de alivio. – Esto funciona. Gracias a Dios.
Bien, en primer lugar, él estaba demasiado ocupado con sus heridas para ahora mismo ser una verdadera amenaza. Iban a pasar semanas hasta que se repusiera de estas quemaduras.
Ella bañó sus dedos en el tazón y puso más Haagen-Dazs en su brazo. Después de la tercera ronda, ella tuvo que inclinarse hacia abajo para asegurarse que estaba bien. Su piel absorbía el helado como si fuera un bálsamo. Directamente ante sus ojos.
–Esto está mucho mejor. – Dijo él suavemente. – Gracias.
Él retiró el brazo de su frente. La mitad de su cara y de su cuello estaban enrojecidos.
–¿Quieres que haga esa parte también? – Indicando ella el área quemada.
Sus misteriosos ojos azules se abrieron. La miraba cautelosamente cuando levantó la vista. – Por favor. Si no te importa.
Mientras él la miraba, ella puso sus dedos en el tazón y luego extendió la mano. Sus manos temblaban un poco mientras extendía la cosa primero sobre su mejilla.
Dios, sus pestañas eran espesas. Gruesas y trigueñas. Y su piel era suave, aunque su barba hubiera crecido de la noche a la mañana. Tenía una gran nariz. Recta como una flecha. Y sus labios eran perfectos. Bastante grandes para encajar con el tamaño de su cara. Rosa oscuro. El inferior era más grande.
Se retiró a tomar más y le cubrió la mandíbula. Entonces se movió hacia su cuello, pasando por alto los gruesos cordones de sus músculos desde sus hombros hasta la base del cráneo.
Cuando ella sintió algo que le acariciaba el hombro, echó un vistazo. Sus dedos le estaban acariciando las puntas de su cabello.
Susceptible por la inquietud. Ella se retiró hacia atrás.
Rhage dejó caer su mano, sin sorprenderse por su rechazo.
–Lo siento. – Refunfuñó él, cerrando los ojos.
Sin mirarla, él fue sumamente consciente de sus apacibles dedos cuando movían por su piel. Ella estaba muy cerca de él, lo bastante cerca para que pudiera olerla. Cuando el dolor de su exposición al sol disminuyó, su cuerpo comenzó a quemarse de un modo diferente.
Él abrió los ojos, manteniendo los párpados bajos. Mirándola. Deseándola.
Cuando ella terminó, dejó el tazón y lo observó directamente. – Vamos a asumir que creo que eres un…que eres diferente. ¿Por qué no me mordiste cuando tuviste la ocasión? Creo que estos colmillos no solamente decorativos ¿verdad?
Su cuerpo estaba tenso, como si estuviera preparada para largarse en cualquier momento, pero no cedía ante su miedo. Y lo había ayudado cuando lo necesitó, incluso cuando estaba asustada.
Dios, su coraje era excitante.
–Me alimento de las mujeres de mi propia especie. No de los humanos.
Sus ojos llamearon. – ¿Hoy muchos como vosotros?
–Bastantes. No tantos como solía haber. Nos cazan para extinguirnos.
Lo que le recordó que: estaba separado de sus armas por unos 5 metros y un diván. Intentó levantarse, pero la debilidad de su cuerpo hizo que sus movimientos fueran lentos y descoordinados.
Maldito sol, pensó él. Te succiona directamente la vida.
–¿Qué necesitas? – Le preguntó ella.
Se levantó y desapareció detrás del diván. Escuchó un ruido sordo y luego el sonido de una bolsa siendo arrastrada por el suelo.
–Por Dios, ¿qué hay aquí? – Ella se volvió para mirarlo. Cuando dejó caer las asas, ellas cayeron a los lados.
Él esperaba como el infierno que ella no mirara hacia allí.
–Escucha, Mary…tenemos un problema. – Él forzó a su torso a levantarse del suelo, tonificando sus brazos.
La probabilidad de un ataque de los lessers a la casa era baja. Aunque los asesinos pudieran salir a la luz del sol, ellos trabajaban de noche y necesitaban entrar en trance para reponer su fuerza. La mayor parte del tiempo estaban tranquilos durante el día.
Pero él no había tenido noticias de Wrath. Y la tarde llegaría eventualmente.
Mary apartó la mirada de él, su expresión era una tumba. – ¿Necesitas estar bajo tierra? Por que puedo conseguirte un sótano en el viejo granero. La puerta hacia allí es por la cocina, pero yo puedo colgar edredones sobre las persianas…miércoles, hay claraboyas. Tal podríamos cubrirlas con algo. Probablemente estarías más a salvo allí.
Rhage dejó caer su cabeza hacia atrás de manera que veía todo el techo.
Aquí estaba esta mujer humana, que tenía ni la mitad de su peso, que estaba enferma, que acababa de averiguar que tenía un vampiro en su casa- y estaba preocupada por protegerlo.
–¿Rhage? – Ella fue y se arrodilló a su lado. – Puedo ayudarte a bajar…
Ante de que él pudiera pensar, tomó su mano, presionando sus labios sobre su palma y luego la puso sobre su corazón.
Su miedo se arremolinó en el aire, un olor agudo, ahumado que se mezclaba con su delicioso olor natural. Pero ella no la arrancó esta vez, y el cóctel de lucha-o-lucha no duró mucho tiempo.
–No tienes por qué preocuparte. – Dijo ella suavemente. – No dejaré que nadie llegue hasta ti hoy. Estás a salvo.
Ah, infiernos. Ella lo derretía. Realmente lo hacía.
Él se aclaró la garganta. – Gracias. Pero es por tí por la que estoy preocupado. Mary, anoche nos atacaron en el parque. Perdiste el bolso y tengo que asumir que mis enemigos lo consiguieron.
La tensión se disparó por su brazo, viajando por su palma y golpeó su pecho. Como estaba susceptible por la inquietud, deseó sacar de algún modo el miedo de ella, tomándolo en si mismo.
Ella negó con la cabeza. – No recuerdo ningún ataque.
–Borré tu memoria.
–¿Qué significa que borraste?
Él había metido la mano en su mente y la había liberado de los acontecimientos de la noche anterior.
Mary jadeó y puso sus manos sobre sus caderas, parpadeando rápidamente. Él sabía que tenía que explicarse rápidamente. No iba a procesar todo y la asaltarían conclusiones de que él era un asesino.
–Mary, tuve que traerte a casa para poder protegerte mientras espero noticias de mis hermanos. – Las que todavía no habían llegado, maldición. – Aquellos hombres que nos atacaron, no son humanos y son muy buenos en lo que hacen.
Ella cayó sobre el suelo sin gracia, como si sus rodillas no la sostuvieran. Sus ojos estaban agrandados y ciegos mientras negaba con la cabeza.
–Mataste a dos de ellos. – Dijo ella con una voz muerta. – Le rompiste el cuello a uno. Y al otro…
Rhage maldijo. – Siento haberte enredado en todo esto. Siento haberte puesto en peligro ahora. Y siento haberte borrado la memoria…
Ella lo miró con dureza. – No lo hagas otra vez.
Él sentía que no podía hacerle esa promesa. – No a no ser que tenga que salvarte. Sabes mucho de mí ahora, y esto te pone en peligro.
–¿Me has borrado la memoria alguna otra vez?
–Nos encontramos en el centro de entrenamiento. Tú viniste con John y Bella.
–¿Cuánto hace de ello?
–Un par de días. Puedo devolvértelos, también.
–Espera un minuto. – Ella frunció el ceño. ¿Por qué no me has hecho olvidar todo sobre ti hasta el momento actual? Ya sabes, borrarlo todo.
Como si ella hubiera preferido eso.
–Iba a hacerlo. Anoche. Después de cenar.
Ella lo miró desde la distancia. – ¿Y no lo hiciste debido a lo que pasó e el parque?
–Y porque…-Dios, ¿hasta dónde quería llegar él? ¿Realmente quería que ella supiera lo que sentía? No, pensó él. Ella lo miraba totalmente sobresaltada. Ahora apenas era el momento para que llegaran las felices noticias, que un vampiro masculino se había vinculado a ella. – Por que es una invasión a tu intimidad.
En el silencio que siguió, podía verla trabajar sobre los acontecimientos, las implicaciones, la realidad de la situación. Y luego su cuerpo dejó su dulce olor a su excitación. Ella recordaba como la había besado.
Bruscamente, ella se estremeció y frunció el ceño. Y la fragancia fue cortada.
–Ah, Mary, en el parque, cuando yo mantenía la distancia de ti mientras nosotros…
Ella sostuvo su mano, parándolo. – Todo sobre lo que quiero hablar es sobre lo que vamos a hacer ahora.
Sus ojos grises se encontraron con los suyos y no dudaron. Ella estaba, él comprendió, lista para algo.
–Dios…eres asombrosa, Mary.
Sus cejas se levantaron. – ¿Por qué?
–Manejas toda esta mierda realmente bien. Sobre todo la parte de lo que soy.
Ella pasó un mechón de su pelo detrás de su oreja y estudió su cara. – ¿Sabes algo? No es una gran sorpresa. Bien, los es, pero…sabía que eras diferente desde el primer momento ente vi. Yo no sabía que eras un… ¿Os llamáis vampiros?
Él asintió.
–Vampiro. – Dijo ella, como si hiciera una prueba con la palabra. – No me has hecho daño o asustado. Bien, no realmente. Y…sabes, he estado clínicamente muerta al menos dos veces. Una cuando entré en paro cardíaco mientras me hacían el transplante de médula ósea. Otra vez cuando tuve una pulmonía y mis pulmones estaban llenos de líquido. Yo, ah, no estoy segura de dónde fui o por qué volví, pero había algo al otro lado. Ni cielo con nubes y ángeles y todo aquel jazz. Sólo una luz blanca. Yo no sabía lo que era la primera vez. La segunda, solo fui directamente a ello. No sé por qué volví…
Ella enrojeció y dejó de hablar, como si se avergonzara por lo que le había revelado.
–Has visto al Fade. – Murmuró él, intimidado.
–¿El Fade?
Él asintió. – Al menos, así es como lo llamamos.
Ella negó con la cabeza, claramente indispuesta de ir más lejos con el sujeto. – De todas formas, hay mucho que no entendemos sobre este mundo. ¿Los vampiros existen? Esto es sólo una cosa más.
Cuando él no dijo nada durante un ratito, ella le echó un vistazo. – ¿Por qué me miras así?
–Eres un wahlker. – Dijo él, sintiendo como si debiera levantarse e inclinarse ante ella, como una costumbre.
–¿Un wahlker?
–Alguien quien ha ido a otro lado y ha vuelto. De dónde yo vengo, ese es un título de distinción.
El teléfono móvil sonó y ambos giraron sus cabezas. El sonido venía de dentro del petate.
–¿Podrías traerme aquel bolso?-preguntó él.
Ella se inclinó e intentó levantarlo. No pudo. – ¿Por qué no te doy solo el teléfono?
–No. – Él luchó por ponerse de rodillas. – Sólo déjame…
–Rhage, lo conseguiré…
–Mary, para. – Le ordenó él. – No quiero que lo abras.
Ella retrocedió ante la cosa, como si estuviera llena de serpientes.
Con una sacudida él metió su mano dentro. En cuanto encontró el teléfono, lo levantó y se lo puso al oído.
–¿Si? – Él ladró, cerrando parcialmente la cremallera del petate.
–¿Estás bien? – Dijo Tohr. ¿Y dónde infiernos estás?
–Estoy bien. Sólo que no estoy en casa.
–Ninguna mierda. Cuando Butch no te encontró en el cuarto de gimnasia y tampoco en la casa, se preocupó y me llamó. ¿Necesitas que vayamos a buscarte?
–No. Estoy bien dónde estoy.
–¿Y dónde está eso?
–Llamé a Wrath la pasada noche y no me ha contestado. ¿Está en los alrededores?
–Él y Beth se fueron a un lugar íntimo en la ciudad. Ahora, ¿dónde estás? – Cuando no hubo una rápida respuesta, la voz de sus hermanos cayó un poco más abajo. – Rhage, ¿qué infiernos estás haciendo?
–Sólo dile a Wrath que lo estoy buscando.
Tohr maldijo. – ¿Estás seguro de que no necesitas que vayamos a buscarte? Puedo enviar un par de doggen con una bolsa de cuerpo plomada.
–Nah, estoy bien. – Él no iba a ninguna parte sin Mary. – Más tarde, hombre.
–Rhage…
Colgó y el teléfono sonó otra vez inmediatamente. Después de comprobar la ID, él dejó a Tohr dejar un mensaje en el buzón de voz. El dejó la cosa a su lado en el suelo cuando su estómago se quejó.
–¿Quieres que te consiga algo de comida? – Le preguntó Mary.
Él la miró un momento, atontado. Y luego tuvo que recordarse que ella no sabía la intimidad que le ofrecía. De todas formas la idea de que ella le honrara con el alimento que le prepararía con sus propias manos lo dejaron sin aliento.
–Cierra tus ojos para mí. – Le dijo él.
Ella se puso rígida. Pero cerró los párpados.
Se inclinó hacia delante y presionó sus labios suavemente sobre los suyos.
Aquellos ojos grises reabrieron de par en par, pero él se retiro antes de que ella pudiera.
–Me gustaría que me alimentaras. Gracias.
Capítulo 22
Cuando el sol se fue, O ojeaba los bosquejos del edificio que cubrían la mesa de la cocina de U. Él marcó uno.
–Esto es lo que quiero. ¿Cuan rápido podemos levantarlo?
–Rápido. El sitio está en medio de ninguna parte, y la instalación no estará sujeta a cualquier dificultad municipal, así no hay ninguna necesidad de tener el permiso de construcción. Reuniendo los apoyos de la pared y lanzando algunas tablillas exteriores sobre un espacio 140 metros cuadrados no nos llevará demasiado tiempo. La instalación de las zonas de almacenaje de los cautivos no debería ser un problema. En cuanto a la ducha, podemos desviar la corriente cercana fácilmente e instalar una bomba para proporcionar el agua corriente. Las provisiones de hardware y herramientas son todas genéricas y he seguido el tamaño estándar de longitudes aconsejadas reduciendo la cantidad de recorte. El generador impulsado por gas sobre el lugar proveerá de la electricidad para las sierras y las pistolas de clavos. También nos proveerá de luz si queremos mantenernos aquí a largo plazo.
–Dame un número de días.
–Con un equipo de cinco tipos, puedo tener un techo sobre tu cabeza en cuarenta y ocho horas. A condición de que pueda trabajar en el suelo y las provisiones lleguen a tiempo.
–Entonces, te aguantaré dos días.
–Empezaré a conseguir lo que necesitamos en Home Depot y Lowe esta mañana. Repartiré las órdenes de los suministros entre dos. Y vamos a necesitar una pequeña excavadora, una de esas Toro Dingos con cubas intercambiables y sistema de azada. Sé dónde podemos alquilar una.
–Bien. Todo está bien.
O se inclinó hacia atrás para estirar los brazos y ociosamente los separó cubriéndose. La casa de U era un anónimo profundo bajo en el territorio de clase media. Esta parte de Cadwell con calles llamadas Elmwood, Spruce Knoll y Pine Notch, dónde los niños montaban con sus bicis sobre las aceras y la cena estaba sobre la mesa a las seis de la tarde.
Toda la feliz-feliz, alegría-alegría hacía que la piel de O se erizara. Quería prender fuego a la casa. Echar sal al césped. Talar los árboles. El impulso se volvió tan profundo que lo sorprendió. No tenía ningún problema con la destrucción de la propiedad, pero él era un asesino, no un vándalo. No podía creer por qué le importaba una mierda.
–Quiero utilizar su camión. – Le dijo U. – Alquilaré un remolque con enganche. Entre los dos, seremos capaces de coger la entrega en la pasarela y las provisiones de materiales utilizados para techar de sus lotes. No hay ninguna razón para la gente de Home Depot sepa de dónde estamos.
–¿Y el material para las unidades de almacenaje?
–Sé exactamente lo que está buscando y dónde encontrarlo.
Se oyó un sonido electrónico.
–¿Qué infiernos es eso? – Preguntó O.
–Un recordatorio sobre el registro de las 9 de la mañana. – U sacó una BlackBerry, sus embotados dedos volaron sobre el pequeño teclado. – ¿Quiere que envíe su estado por correo electrónico?
–Sí. O se concentró en U. El lesser había estado en la sociedad durante 175 años. Era tan pálido como el papel. Tranquilo y agudo como una tachuela. No tan agresivo como otros, pero estable.
–Eres un miembro valioso, U.
U ladeó una sonrisa y levantó la vista de la BlackBerry. – Lo sé. Y me gusta que me utilicen. Hablando de, ¿a quién va a darme para el equipo?
–Vamos a utilizar las dos escuadrillas principales.
–¿Nos tendrá dos noches fuera de línea?
–Y días. Dormiremos por turnos en el sitio.
–Bien.-U miró hacia abajo hacia la cosa que había en su mano, tocando una pequeña rueda sobre el lado derecho de ello. – Ah,…mierda. Al Sr. X no le va a gustar esto.
O estrechó los ojos. – Oh, ¿si?
–Es un correo electrónico de las escuadrillas Beta. Adivino que a estoy en la lista.
–¿Y?
–Un grupo de Betas cazaba anoche y corrió contra un de la Hermandad en el parque. De cinco de ellos, tres faltan. Óigalo bien, el guerrero estaba con una mujer humana.
–A veces tienen sexo con ellas.
–Sí. Bastardos con suerte.