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CLIFF, el más antiguo de mis amigos dentro de la ciencia-ficción que no vive en la ciudad, apareció sólo una vez con anterioridad en estos volúmenes. Figuró en el primer volumen con un cuento que ganó el Hugo en 1959. Tuvo que esperar veintidós años para ganar otro en las categorías cortas.

Eso no quiere decir que no haya tenido honores mientras tanto.

En 1964 recibió un Hugo por su novela Way-Station. En 1953 recibió el Premio Internacional de Fantasía por su novela City. Y, claro, en 1976 los escritores de ciencia ficción de Norteamérica le votaron para concederle la categoría de Gran Maestro.

Todo eso se lo merece de sobra. Cliff nació en 1904 y publicó su primer relato, The World of the Red Sun, en 1931. Al igual que en mi caso, le costó empezar, y sólo poco a poco fue reconocido como una de las influencias básicas en la ciencia ficción (aunque a mí sí me influyó, pues después de leer su relato Rule 18, publicado en 1938, empecé a imitar con toda deliberación su estilo sencillo y directo y su modo de fraccionar la historia en escenas).

Hoy en día sigue publicando, de modo que cuando escribo esto, y él se aproxima a su cumpleaños número ochenta (sin ninguna merma en sus poderes literarios), es uno de los escasos escritores de CF que pueden atribuirse más de medio siglo trabajando activamente en este campo.

El único escritor que posiblemente puede competir con Cliff como "decano de la ciencia-ficción" es Jack Williamson, cuatro años más joven que Cliff pero con tres años más publicando que él. Jack Williamson nunca ha ganado un Hugo, pero en 1975 también se le votó como Gran Maestro.

La historia con la que Cliff ha ganado el Hugo, La gruta de los ciervos danzarines, es, por cierto, un ejemplo de cuán inadecuado resulta definir la ciencia ficción como "relatos del futuro". (Yo mismo he oído esta expresión.) Claro está que la inmensa mayoría de los relatos de ciencia ficción suceden en el futuro, pero eso no es obligatorio. Pueden estar situados en el presente o en un plano temporal alternativo que no sea ni el pasado, ni el presente, ni el futuro.

Incluso pueden situarse en el pasado y normalmente en el más lejano, pues los tiempos prehistóricos ofrecen un campo de total libertad a la especulación. Sabemos tan poco sobre los detalles de la vida humana antes de la escritura como sobre la humanidad posterior al presente.

Tengo la impresión de que los relatos del pasado lejano han desaparecido prácticamente de la ciencia ficción, y echo de menos clásicos como The Gnarly Man, de L. Sprague de Camp, y The Day is done, de Lester del Rey, y por lo tanto, le doy la bienvenida al relato de Cliff...

Por otro lado, Jean M. Auel ha vuelto a descubrir este subgénero con libros tan minuciosamente documentados como The Clan of the Cave Bear, The Valley of Horses y The Marmoth Hunters; todos ellos han alcanzado enormes éxitos de ventas tanto en tela como en rústica. (Y tengo entendido que planea hacer tres libros más de la serie; imagino que todos funcionarán igual de bien.) Cuando sus libros aparecieron en las listas de éxitos mantuve con tozuda firmeza que eran libros de ciencia-ficción. Y seguiré manteniéndolo pese a cualquier opinión contraria.