El alma viene al mundo como un niño, extendiendo con credulidad sus pequeños manos.
Viento de la intención
El hombre nace como individuo, es decir, ser único. Luego esa individualidad se desarrolla. Los pensamientos, conocimientos, convicciones, costumbres, incluso el carácter aparecen luego, como una capa. Y, al mismo tiempo, todo eso no se formó en un lugar vacío. ¿Qué es lo que hubo desde el principio? Si fue simplemente una hoja de papel en blanco, pues intenta por un instante ser una hoja de papel en blanco. Cierra los ojos e interrumpe la marcha de los pensamientos. Al contemplar el vacío negro, puedes lograr no pensar en nada durante algún tiempo. He aquí que por un momento lograste tener un vacío total en la cabeza. ¿Acaso por ese tiempo dejaste de ser tú? El trabajo de la mente se ha retenido, pero quedó una cierta sensación integral de que yo soy yo.
¿Y cómo explicas que tú eres tú? Habitualmente, el hombre llega a entenderse como persona en el contexto de su posición social. Pero imagina por un instante que el ambiente social ha desaparecido y te encuentras «suspendido» en el cosmos. No tienes nada: ni la sociedad, ni la tierra, ni el sol, ni el pasado, ni el futuro: sólo un vacío negro alrededor. Ha desaparecido todo, sólo quedas tú. ¿Y qué es lo que quedó de ti como una antigua persona? Todos los conocimientos y pensamientos pertenecían al ambiente. Las costumbres, modales, deseos, miedos, pasiones, el carácter también funcionaban sólo respecto al ambiente circundante. Pero este ambiente ya no existe. ¿Qué es lo que quedó de ti?
Es muy difícil discutir esa cuestión dentro de los límites de las concepciones mentales. En este libro no vamos a examinar el eterno tema de la existencia del alma humana. Eso nos llevaría mucho tiempo y no conduciría a ninguna parte. Para los objetivos del Transurfing, la presente cuestión no tiene mayor importancia. Si quieres puedes creer en el alma; si quieres en el subconsciente. Puedes estar de acuerdo con la concepción de la inmortalidad del alma y puedes no estarlo. Lo indiscutible es sólo que la psique humana entraña tanto lo consciente como lo inconsciente.
Desde el principio acordamos que todo lo consciente vamos a relacionarlo con la mente, y lo inconsciente, con el alma. Para más facilidad y utilidad práctica debemos aclarar sólo una pequeña y reducida parte de la cuestión sobre el alma. Bastará con trazar un límite aproximado entre el alma y la mente atribuyendo los sentimientos al alma y los pensamientos a la mente. Cuando experimentas una sensación de arrobamiento, ánimo, inspiración, son sensaciones del alma. Un estado pesado, deprimente, también es el estado del alma.
La mente está por completo bajo el poder de los péndulos y sus propias ideas y convicciones, inculcadas por estos mismos péndulos. El grado de libertad de un individuo limita con los reducidos marcos de lo permitido.
Una persona erróneamente determina su lugar en este mundo como de servidor o dueño. Desde el punto de vista del Transurfing ninguna de esas posiciones es correcta. El hombre no es nada. Sólo es una gota que por un momento se ha desprendido volando del océano.
Para ilustrar el nacimiento y la muerte pueden servirnos las salpicaduras de las olas marinas. Una gota, al separarse del océano, no puede sentir la unidad con el océano ni recibir energía de él. Esta gota aislada cree existir por sí sola y que ella no tiene nada que ver con el océano. Pero cuando la gota vuelve a caer en el océano, se da cuenta de su unidad con él. La gota y el océano se funden. Por su esencia son lo mismo, es decir, el agua.
Una partícula de agua aislada puede adoptar varias formas: una gota, un copo de nieve, un trocito de hielo, una nube de vapor. Varias formas, pero la misma esencia. La partícula no recuerda y no comprende que ella y el océano son lo mismo. La partícula cree que el océano es: olas, espuma, salpicaduras, icebergs, corriente, calma chicha… Del mismo modo le parece que ella misma es una gota, o un copo de nieve, o una nube de vapor. Le resulta difícil, detrás de todas esas exteriorizaciones, ver una esencia común: el agua. Algo conocido, pero muy confuso, imperceptible.
Los textos bíblicos, respecto a esa cuestión, nos revelan la verdad alterada por las concepciones de la mente. La confirmación de que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza es cierta. Sólo que la comprendemos de un modo tergiversado. Dios puede adoptar cualquier forma, pero su esencia no es que El tenga una cabeza, dos manos y dos piernas. Si comparamos a Dios con el océano y al hombre con la gota, resulta que tienen la misma esencia: el agua.
Según los testimonios de personas que han estado en el límite entre la vida y la muerte, el alma experimenta una inefable tranquilidad y suprema felicidad ante la sensación de su unidad con el cosmos. La gota ha vuelto al océano y recuperado la comprensión de su verdadera esencia: ella (la gota) es de la misma sustancia que el océano. Toda la energía del océano pasa a través de la gota.
Durante toda la historia de la civilización, la gente aspiraba a despertar en sí esa sensación de unidad con el cosmos en vida. Todas las escuelas de la perfección espiritual, en resumidas cuentas, persiguen el mismo fin: alcanzar la iluminación o, en otras palabras, sentir su unidad con este mundo, diluirse en el océano de energía y, al mismo tiempo, no perderse a sí mismo como entidad individual.
¿Qué es lo que recibe uno al alcanzar la iluminación? Recibe toda la energía del océano del universo a su disposición. El individuo no ve la principal diferencia entre él mismo y esa infinitud. Su energía mental entra en resonancia con la energía del océano. Es entonces cuando la intención del iluminado se torna idéntica a la intención exterior, a esa fuerza poderosa e inconcebible que dirige el mundo.
Cuando la forma de una cometa satisface los parámetros necesarios, se eleva por los fluidos del aire. Del mismo modo el hombre se engancha por el viento de la intención exterior, que le lleva al sector del espacio correspondiente a los parámetros de su emisión mental. Para poder moverse en el espacio de las variantes en una dirección determinada, el hombre ha de sentir ese viento de la intención exterior tan claro como siente el movimiento del aire o el agua.
Mientras el hombre no es consciente de su esencia y de la naturaleza de su identidad con el océano, la intención exterior nunca estará bajo su poder. Pero no nos proponemos tener por objetivo alcanzar la iluminación. Es una tarea demasiado difícil. Además, para realizar tus objetivos tampoco es indispensable. No tienes necesidad de irte al Tíbet y ahí ocuparte de meditar. El Transurfing te ofrece una escapatoria que te permitirá dominar la intención exterior en un grado pequeño, pero suficiente para cumplir tus deseos.
El principio de esa escapatoria es bastante simple. La mente tiene voluntad, pero no es capaz de manejar la intención exterior. El alma es capaz de sentir su identidad con la intención exterior, pero no tiene voluntad. Ella vuela en el espacio de las variantes como una cometa sin dirigir. Para someter la intención exterior a tu voluntad, será suficiente con que logres la unidad del alma y la mente.
Es una tarea bastante difícil, pero realmente factible. Como se demostró anteriormente, el trabajo de la intención exterior se revela con bastante evidencia en la realización de nuestros peores temores. En este caso la intención exterior actúa contra la voluntad de la mente. Sólo queda comprender de qué manera podemos realizar nuestras mejores esperanzas. En el capítulo «Intención» hemos determinado ya las primeras condiciones necesarias para dominar la intención exterior: estar consciente, disminuir la importancia y renunciar al deseo de alcanzar el objetivo. Pronto descubrirás nuevos secretos del Transurfing que entreabren la puerta hacia este misterioso mundo de la intención exterior.
Vela mayor del alma
Las personas se perciben a sí mismas y a las exteriorizaciones del mundo sólo en calidad de objetos materiales. Todos los objetos materiales tienen una esencia de la información energética común, imposible de comprender con la percepción convencional. Es algo que se encuentra en el espacio de las variantes y lo que determina la actitud de la realización material. El lenguaje de las descripciones abstractas, el que acostumbramos utilizar, sólo describe demostraciones exteriores de una entidad de la información energética. Resulta imposible describir esta entidad primordial inequívocamente utilizando el lenguaje de las definiciones mentales; de aquí se origina la multitud de corrientes filosóficas y religiosas.
Nuestra percepción se ha formado tal como es, puesto que desde los pañales nos educaron a concentrar la atención en los elementos aislados. «¡Mira qué nene! ¡Eso son tus manitas, y éstas son tus piernas chiquititas! ¡Y eso es tu papilla! ¡Mira, allí vuela un pajarito!». La percepción se sintoniza a lo largo de toda la vida.
Cualquier dato exterior la mente lo reduce constantemente según la plantilla de la descripción establecida del mundo.
Por ejemplo, si nunca vimos el campo energético del hombre, la mente no permitirá que se descubra a nuestros ojos así sin más, porque este hecho no se ajusta a nuestra plantilla habitual. De pequeño, nadie prestaba atención al aura, por tanto ésta no entró en la plantilla de la descripción del mundo. Ahora podemos saber teóricamente que el aura existe, pero prácticamente no veremos nada.
El mecanismo de la percepción del mundo circundante sigue siendo hasta ahora un blanco. Podemos abordar sólo sus lados aislados. Por ejemplo, las hormigas nunca vieron las estrellas. No han visto ni el sol ni las montañas ni siquiera el bosque. Simplemente es que su vista está organizada de tal manera que desde el nacimiento tratan sólo con los objetos cercanos. Su percepción del mundo circundante se distingue radicalmente de la nuestra.
¿Y cuál es el verdadero aspecto del mundo? Es un intento de plantear una pregunta supuestamente objetiva para recibir una respuesta objetiva. Sin embargo, la pregunta en sí no es objetiva. El aspecto del mundo es exactamente el que estamos viendo, porque el concepto de que «algo tiene cierto aspecto» también es un elemento de la plantilla de nuestra percepción. Por ejemplo, en la plantilla de un topo ciego no existe concepto «tener cierto aspecto». El mundo se nos demuestra de acuerdo con nuestra plantilla de percepción y, al mismo tiempo, él no tiene ningún «aspecto». No tiene sentido afirmar que el mundo tiene el aspecto de siempre, o que parece una acumulación de energía radiante, o cualquier otra cosa. Sólo tiene sentido hablar de sus manifestaciones aisladas, las que somos capaces de percibir.
La conciencia del hombre es un producto social. Se basa en las ideas y definiciones de todo lo que nos rodea. El alma (el subconsciente) reside dentro de cada uno de nosotros desde que nacemos. Sin embargo, la conciencia aparece cuando todo lo que nos rodea está determinado y etiquetado por las ideas y determinaciones del lenguaje humano. Pero el mundo existe no porque la gente lo haya descrito con ayuda de sus ideas y determinaciones. El alma humana, en este sentido, siempre permanece analfabeta. Ella no comprende el lenguaje humano. Sólo comprende aquello que acostumbramos a considerar como sensaciones. Primero surge un pensamiento, y sólo después se estructura en palabras. Es posible pensar sin palabras. Precisamente ése es el lenguaje que comprende el subconsciente. Lo primario no son palabras, sino los pensamientos. Es inútil hablar con el subconsciente en el lenguaje de la mente.
Lo que se podría expresar mediante la variedad de determinaciones existentes está muy lejos de ser el todo. Como puedes notar, no he conseguido explicar claramente qué es en realidad la intención exterior. Por suerte, todavía a la gente le queda un modo de expresión universal: las obras de arte. Es algo que se comprende sin palabras. El lenguaje del alma lo comprenden todos: es el idioma de las cosas hechas con amor y ganas. Cuando la persona va a por su anhelado objetivo a través de la puerta correcta, mejor dicho, cuando se dedica a hacer algo verdaderamente suyo, crea obras maestras. De esa manera, precisamente, nace lo que se llama arte.
Uno puede terminar los estudios en un conservatorio y crear una música deslucida que ni siquiera se queda en la memoria. Puede dibujar cuadros vacíos haciéndolos técnicamente impecables. Sin embargo, a nadie se le ocurrirá considerarlos obras de arte. En cambio, si de un objeto podemos decir «aquí hay algo», entonces se le puede considerar una obra maestra. Qué es lo que hay exactamente, luego lo explicarán los conocedores y los críticos. Pero ese «algo» enseguida lo comprenden todos y sin palabras.
Tomamos como ejemplo el cuadro de La Gioconda. Ése es el lenguaje que todos entienden. Las palabras aquí sobran. Son incapaces de expresar lo que todos comprenden sin más. Y ni siquiera importa qué es exactamente lo que comprenden. Cada uno comprende y siente a su manera. Por supuesto, podemos decir que su sonrisa es enigmática o que hay en ella algo imperceptible, etcétera. En cualquier caso, las palabras no son capaces de explicar «exactamente aquello» que hace del cuadro una obra maestra.
La Gioconda ha despertado este interés vivo no sólo por su misterio. ¿Nunca se te había ocurrido que la sonrisa de la Gioconda y la sonrisa de Buda son muy parecidas? Se considera que Buda llegó a la iluminación aún en vida. En otras palabras, lo mismo que una gota, él logró sentir su unidad con el océano. La sonrisa de Buda, en todas las representaciones, es absolutamente impasible y, al mismo tiempo, expresa tranquilidad y felicidad. Podemos caracterizarla como «contemplación de la eternidad». Cuando ves la sonrisa de Buda por primera vez, surge una extraña mezcla de perplejidad y curiosidad. Es porque ella recuerda a la gota de algo lejano y olvidado: la sensación de unidad con el océano.
Cualquier recuerdo de la unidad anterior toca las cuerdas sensibles del alma. Después de la aparición de la lengua humana propiamente dicha, el lenguaje del alma se fue atrofiando poco a poco. La gente se entusiasmó demasiado con el lenguaje de la mente; por tanto, con el tiempo, éste ocupó el primer lugar. Incluso la versión de este proceso está relatada y alterada por los conceptos de la mente en forma de leyenda: la de la torre de Babel. Según esa leyenda los dioses se enfadaron con la gente por decidir levantar una construcción que llegara hasta el cielo; por tanto mezclaron sus idiomas y la gente dejó de comprenderse entre sí.
En el fondo, la mayoría de los mitos y leyendas son verdad, pero es una verdad según la interpretación de las ideas mentales. Puede que la alta torre sirva de metáfora que expresa el poder que ha recibido la gente, al obtener la capacidad de formular conscientemente su voluntad en el idioma de la mente. Como ya habíamos dicho, el alma puede sentir el viento de la intención exterior, pero es incapaz de izar la vela para aprovechar ese viento. La vela se iza por la voluntad de la mente. La voluntad es atributo de la conciencia.
El vuelo del alma inconsciente a favor del viento de la intención exterior surge espontánea e incontrolablemente.
Precisamente la conciencia de la mente es lo que brinda la posibilidad de orientar la voluntad hacia un objetivo determinado. En la etapa inicial, cuando los lenguajes del alma y la mente no estaban tan separados, la unidad del alma y la mente se alcanzaba fácilmente. Más tarde, la mente se entusiasmó con construir la concepción del mundo dentro de los límites de sus determinaciones, lo que la alejaba cada vez más de la comprensión de aquella esencia principal que forma la base de la intención exterior.
Como resultado de colosales esfuerzos intelectuales, la mente logró impresionantes éxitos en el mundo tecnológico de la realización material, pero perdió todo lo que atañe al espacio no realizado de las variantes. Se alejó demasiado de la comprensión de todo lo relacionado con la intención exterior.
Por eso muchas posiciones del Transurfing nos parecen tan increíbles. Sin embargo, la mente es capaz de recuperar lo perdido. Para ello tenemos que arreglar la relación entre el alma y la mente
La dificultad está en que el alma, a diferencia de la mente, no piensa: ella sabe. Mientras que la mente premedita la información obtenida y la pasa por el filtro analítico de la plantilla de su mundividencia, el alma obtiene los conocimientos directamente desde el campo de la información, sin ningún análisis. Así es como puede dirigirse directamente a la intención exterior. Para orientar esta dirección hacia un objetivo, es necesario que concordemos la voluntad de la mente y las aspiraciones del alma; las conduciremos a la unidad. Al lograr tal unidad, la vela de tu alma se llenará con el viento de la intención exterior y te dirigirá directamente hacia el objetivo.
Mago dentro de ti
Tu alma lo tiene todo para cumplir tu deseo. ¿Recuerdas el cuento de El Mago de Oz. Allí el inteligente Espantapájaros soñaba con conseguir un cerebro, el buen Hombre de Hojalata quería tener un corazón, el osado León pretendía obtener valentía y la chica, Dorothy, soñaba con regresar a casa. Todos los protagonistas ya tenían todo lo que querían conseguir. Pero si el Mago de Oz les hubiera dicho eso, para ellos tal revelación habría sido demasiado increíble para ser verdad. Por tanto el mago representó un rito mágico.
En la realidad todo lo que necesitaban el Espantapájaros, el León y el Hombre de Hojalata era tan sólo permitirse cada uno a sí mismo tener las cualidades deseadas, que ya existían en el alma de cada uno. Con Dorothy la cosa era un poco más difícil: ella necesitaba tener una decisión impecable para poder regresar a casa. El rito mágico la ayudó a obtener la fe absoluta y el viento de la intención la trasladó a casa.
Como ya hemos dicho, todo lo relacionado con la intención exterior no cabe en los límites de los conceptos de la mente, que se ha metido a sí misma en tal situación, y en eso la ayudaron mucho los péndulos. El control sobre la intención exterior proporciona libertad al hombre, lo que contraría los intereses de los péndulos.
Les conviene que uno sea una persona mediocre, un tornillo que trabaja para esos monstruos. La autorrealización del hombre les resulta devastadora, pues una persona libre no trabaja para el péndulo, sino para el propio desarrollo y prosperidad. Por ende, al individuo le inculcan desde niño las normas y reglas adoptadas por todos, lo que hace de él un partidario cómodo y obediente.
Por un lado, existe una positiva necesidad de enseñar al hombre a existir con normalidad en este mundo. El infractor de las normas generales se torna en un fracasado o un marginado. Pero por el otro lado, tal sugestión reprime mucho la incomparable individualidad de la persona y, como resultado, la gente es incapaz de decir claramente qué es lo que quiere en realidad y, por añadidura, no sabe de qué es capaz.
Para privar al hombre de la capacidad de regir la intención exterior, es necesario tan sólo separar la mente del alma; es lo que se ha hecho. A lo largo de toda la historia de la humanidad se ha hecho un gran esfuerzo para separar el alma y la mente. La mente iba perfeccionando constantemente el lenguaje de sus descripciones, alejándose cada vez más del lenguaje del alma. Los péndulos de la religión, al igual que los péndulos de la ciencia, tiraban de la mente cada uno por su lado, pero lo más lejos posible de la verdadera esencia del alma. En los últimos siglos, el desarrollo de las tecnologías industriales e informáticas ha roto definitivamente la relación entre el alma y la mente.
La influencia de los péndulos es muy grande, especialmente ahora, cuando todos leen libros, escuchan la radio, ven la tele y obtienen información navegando por Internet. La humanidad ha almacenado una enorme cantidad de conocimientos y la misma cantidad de información equívoca. Las equivocaciones se mantienen tan firmes como los conocimientos verdaderos. La pérdida más importante del hombre es la ruptura de la relación entre el alma y la mente. Los verdaderos éxitos en los negocios, la ciencia, el arte, el deporte y otros sectores de actividad, los logran sólo unos pocos elegidos. Todos están acostumbrados a tal estado de cosas y no se le ocurre a nadie que eso no es normal.
Para nosotros no tiene sentido «salvar a la humanidad». Sólo quiero ofrecerte personalmente a ti, estimado Peregrino (me dirijo tanto a los hombres como a las mujeres), que te plantees una pregunta. «¿Por qué él (ella), y no yo? ¿Qué es lo que necesito yo para entrar en ese grupo de elegidos?». Yo no soy el Mago de Oz, por lo que no te montaré los ritos mágicos, sino que simplemente te doy la respuesta. Tienes todo lo necesario. Sólo te queda ponerlo en uso. Eres capaz de todo, sólo que de momento nadie te lo había dicho.
Eres capaz de crear preciosas obras de arte, de hacer descubrimientos geniales, de lograr notables resultados en cualquier deporte, en los negocios, en cualquier actividad profesional. Para eso sólo necesitas recurrir a tu alma. Ella tiene acceso a cualquier conocimiento, obras maestras y logros. Solamente que todavía no le has pedido nada de eso. Todos los grandes genios del arte, la ciencia, los negocios han creado sus obras maestras sólo porque recurrieron a su alma. ¿En qué es peor tu alma? ¡En nada!
Cualquier obra maestra habla con nosotros en el idioma del alma. Hagas lo que hagas, tu trabajo impresionará a los demás sólo si te sale del alma. La mente es capaz de montar una versión nueva de una casa utilizando cubos viejos, pero con eso no sorprenderás a nadie. La mente puede hacer una copia impecable, pero sólo el alma es capaz de crear el original.
Todo lo que necesitas es aceptar como axioma el hecho de que tu alma lo puede todo, y luego permitirte aprovecharlo. Sí, es exactamente así de simple y a la vez incomprensible. Pero de todas maneras, permítete el lujo de tener. La determinación de tener depende sólo de ti. Eres capaz de todo.
Esa afirmación puede levantar sospechas. Pero ¿verdad que no dudas cuando te inculcan que te faltan capacidades, posibilidades, algunas cualidades, que no eres digno, que los demás son mucho mejor que tú? Con mucha facilidad prestas fe a las afirmaciones que alzan una pared muy alta en tu camino hacia el objetivo. Pues haz el favor (¡no a mí!); permítete saber que eres digno de todo lo mejor y capaz de conseguir todo lo que desees de corazón.
Precisamente el hecho de que eres digno de todo lo mejor y capaz de hacerlo todo, se te oculta muy celosamente. Te hacen comprender que es muy ingenuo creer en tus capacidades ilimitadas. Pero es justamente lo contrario. Despiértate y líbrate de la alucinación. El juego irá según tus reglas si haces uso consciente de tus derechos.
Nadie puede prohibírtelo, pero los péndulos y la concepción del mundo a la que estás acostumbrado te estarán asegurando, por todos los medios, que es algo imposible. Se encontrará cualquier argumento sensato a favor de las limitaciones de tus capacidades. Renuncia a todos esos argumentos y ármate con un argumento «insensato y sin pruebas»: juntas, tu alma y la mente, son capaces de todo. No pierdes nada. ¿Has logrado mucho al actuar dentro de los límites de los argumentos sensatos?
Esta vida para ti es la única. ¿No crees que llegó la hora de sacudir ese montón de ideas establecidas que puedan resultar falsas, y corres el riesgo de no saberlo nunca? Simplemente no se te dará tiempo. La vida pasará, todas las posibilidades estarán agotadas, y serán otros los que reciban los bienes que nos ofrece esta vida maravillosa; aunque sean pocos, pero no serás tú.
En todo caso sólo tú decides si hacer uso de tus derechos o no. Si te permites tener, lo tendrás. Debes empezar por creer en las ilimitadas posibilidades de tu alma y hacia ella dirigir la mente. Te impiden hacerlo las falsas convicciones, muchas de las cuales las quiebra el modelo del Transurfing.
Una de esas convicciones suena aproximadamente así: «Lo más difícil es vencerse a sí mismo» o «Lo más difícil es luchar contra uno mismo». O una sentencia feroz: «Hay que saber poner el pie encima de la propia canción».[14] Es uno de los errores más grandes de la humanidad. ¡¿Cómo es posible, y para qué, luchar contra esa criatura tan maravillosa, extraordinaria y hermosa que vive dentro de ti?!
Lo malo no vive dentro de ti, sino en la superficie. Es como una capa de polvo en un cuadro. Si quitamos el polvo, se nos descubrirá un alma inmaculada.
La criatura escondida bajo la multitud de máscaras y disfraces que llevas encima posee unas cualidades verdaderamente maravillosas. La tarea está en permitirte ser tú mismo. ¿Acaso las máscaras que llevas puestas te han ayudado a lograr el éxito, el bienestar, la felicidad? No tienes necesidad de cambiar, sería sólo una máscara más. Si te quitas todas las mascaras que te habían inculcado los péndulos, descubrirás el tesoro escondido en tu alma. Realmente eres digno de todo lo mejor, porque eres un ser realmente maravilloso, extraordinario y único en su género. Sólo permítete ser tú mismo.
¿Te gustan las obras maestras de los genios de arte, la ciencia, el cine? Puedes ser uno de ellos. Las obras maestras de un genio te gustan precisamente porque han nacido de su alma. Así también tu creación gustará a los demás sólo si se parte de tu alma única. Todo lo ordinario, lo corriente, está creado por la mente. Las creaciones de la mente, al igual que la mente misma, no son únicas. Sólo tu alma es única. Tú posees el verdadero tesoro. Cualquier creación genial tuya puede nacer sólo de tu alma. Que la mente le permita hacerlo.
Espejismos
A lo largo de toda la vida al hombre intentan inculcarle la idea de que el éxito, la riqueza, la fama son la suerte de algunos elegidos.
En los centros de enseñanza, en competiciones y concursos, en diferentes certificaciones, siempre le dan a entender que está lejos de ser perfecto, que los demás son mejores y más merecedores. El que no lo creyó obtiene éxito, riqueza y fama en abundancia. Es así de simple. Lo único que no es tan simple es creer que cualquiera de nosotros merece todo eso y que es capaz de conseguirlo. Pero realmente podrás creerlo si tienes esa intención.
Mucha gente quiere llegar a ser una estrella y lograr éxitos remarcables. Por lo general, el patrón del éxito se difunde muy activa y ampliamente. A los péndulos les encanta exhibir los logros de sus favoritos a los partidarios corrientes. Los péndulos intentan presentar a sus favoritos como un modelo de éxito al que uno ha de aspirar para obtener todos los beneficios de la vida. Una estrella obtiene todo lo que es posible tener en esta vida. Las estrellas nadan en el brillo de la riqueza y la fama. ¿Quién no quiere todo eso? Aun si no deseas lograr la fama clamorosa y no necesitas mucha riqueza, seguramente no rechazarías la holgura material ni la satisfacción por tus logros.
Las estrellas nacen por iniciativa propia. Pero son los péndulos quienes las encienden. Quiero decir que el culto de adoración a las estrellas se establece y prospera precisamente gracias a los péndulos. Y ellos lo hacen con premeditación.
En el cine, en el escenario, desde las pantallas de la tele, nos ofrecen constantemente a los mejores representantes, a los elegidos. Se destaca, sobre todo, con qué entusiasmo las estrellas son aceptadas por sus seguidores, qué espléndidos son, qué brillantes son sus logros. Nos inculcan constantemente un hecho irrevocable: las estrellas les gustan a todos, y es a lo que deberíamos aspirar.
¿Qué fin persiguen los péndulos al elevar a sus favoritos al pedestal? ¿Tal vez les preocupan los logros y el bienestar personal de sus partidarios? Nada de eso. Ellos exhiben los logros de sus favoritos para que los partidarios corrientes se vean estimulados a servirles, a los péndulos, con más diligencia. Pues ¿cómo se convierte una persona normal en estrella? Trabajando mucho. Los mejores de los mejores se tornan estrellas. Cualquiera puede llegar a ser estrella, pero para eso debe trabajar duro. Sigue su ejemplo, haz como ellos y tú también obtendrás éxito. Las estrellas poseen capacidades y cualidades únicas. Eso no se les da a todos; por tanto debes trabajar con más obstinación aún para lograr el éxito.
Así son los lemas proclamados por los péndulos. Ellos no niegan que cada uno pueda lograr el éxito, pero ocultan celosamente el hecho de que todas las personas, sin excepción, poseen capacidades y cualidades únicas. Para los péndulos sería como la propia muerte si cada persona descubriera en sí esas capacidades únicas. En tal caso todos los partidarios se tornarían personas libres, escaparían del control y el péndulo simplemente se vendría abajo. Al contrario, se siente mucho mejor cuando todos los partidarios piensan y actúan en una misma dirección. Como puedes recordar del segundo capítulo,[15] la uniformidad en los pensamientos de los partidarios es la condición de nacimiento y existencia de un péndulo. La distintiva personalidad de una estrella es una excepción que más bien confirma la regla, precisamente porque es una excepción. Y la regla dice: «¡Haz como yo!».
Pues exactamente por esa razón muchos jóvenes caen en esta trampa de los péndulos y procuran parecerse a sus ídolos, los imitan, cuelgan los pósteres con sus imágenes en sus cuartos. Su mente se deja llevar ciegamente por los péndulos. La torpe mente da a entender al alma que ésta es imperfecta. Como si le dijera: «Ni yo, con mis capacidades, soy capaz de lograr el éxito. ¡Y tú, pobrecita, menos aún! Pero esta gente es otra cosa. ¡¿Yes cómo son?! Debemos tomarlos como ejemplo. Así que tú, con tu imperfección, estate calladita y yo, con todos mis esfuerzos, intentaré parecerme a ellos».
Al imitar a sus ídolos, los jóvenes intentan atrapar el espejismo. El propósito de tomarlos como ejemplo y parecerse a los que han logrado el éxito es el trabajo de la intención interior de una mosca que se golpea contra el cristal. Ellos se sintonizan con el sector ajeno, donde no serán más que una parodia. La mente es capaz de crear diferentes versiones de las copias, pero con eso no sorprenderás a nadie. La estrella se convirtió en estrella precisamente gracias a su singularidad, a su originalidad, a que no se parecía ni imitaba a nadie. El alma de cada persona es irrepetible a su manera.
En el espacio de las variantes, el alma única tiene su sector único, donde sus cualidades únicas se revelan en toda su magnificencia.
Cada alma tiene su sector «estrella» individual. Claro está que puede haber una infinita multitud de tales sectores. Pero nosotros consideraremos temporalmente que cada alma en particular tiene su sector único: un objetivo personal o un camino. La mente, al dejarse arrastrar por el cebo de los péndulos, estará de plantón en un sector de alguien, intentando copiar cualidades ajenas o repetir el guion del éxito ajeno. Pero la imitación de un guion ajeno siempre crea una parodia. El alma no es capaz de realizarse en un sector ajeno. Pero, ¿cómo encontrar tu propio sector? Tu mente puede dejar de preocuparse por eso, ya que el alma por sí misma encontrará el camino para poder expresarse. La tarea de tu mente está en olvidar la experiencia ajena, reconocer la singularidad del alma y permitirle seguir su camino.
Bajo la influencia de los péndulos suelen caer sobre todo los adolescentes, puesto que acaban de entrar en este mundo y no saben qué hacer y cómo actuar. Es más fácil, confiable y seguro mezclarse con la multitud, no destacarse mucho y vivir como todos. El instinto gregario les da sensación de seguridad, pero destruye por completo cualquier germen de individualidad en cada uno. Podemos notar que, en su mayoría, los jóvenes se visten igual, utilizan el mismo lenguaje («genial, guay, mola mazo…»), se portan de manera totalmente uniforme. A pesar del brillo superficial de la autonomía e independencia, los jóvenes se someten obedientemente a la regla de los péndulos: «¡Haz como yo!». Ellos consideran que llevan el modernismo de la generación nueva. Pero, ¿quién de ellos crea esa novedad?
Entre los adolescentes, siempre se convertían en líderes, como también en marginados, los únicos, los que permitían revelarse a sus incomparables cualidades del alma. Al desarrollar su individualidad, tales personas, más tarde, se tornaban árbitros de la moda, marcaban pautas, creaban nuevas tendencias, descubrían nuevas perspectivas y posibilidades. Ellos no copiaban la experiencia ajena, no obedecían las reglas, sino que se permitían realizar las cualidades singulares de su alma. Los péndulos no soportan la individualidad, pero no les queda otro remedio que reconocer a la estrella naciente como su favorito. Los péndulos elevan al pedestal a los favoritos siguientes y los presentan a los partidarios corrientes como nuevos objetos para imitar.
No hay nada malo en que un niño quiera ser tan fuerte como su héroe. Ni en que la niña quiera ser tan guapa como su heroína. Sólo que no hay que copiar lo que te haya gustado en otros. Por ejemplo, proponerte tener una musculatura exactamente igual, moverte exactamente de la misma manera, hablar, cantar, jugar exactamente así como lo hace el otro. Ese otro te ha gustado precisamente porque él ha realizado sus cualidades únicas en su propio sector.
Por supuesto, habrá que tener algún ejemplo inicial. Un ejemplo como prototipo, pero no como patrón ni como objeto al que quieres parecerte. Tu patrón es tu alma. Simplemente permítele revelar todas sus cualidades en su propio sector.
Es mejor colgar en la pared la foto propia y admirarla, en vez de admirar la imagen de una estrella. Amarse uno mismo es muy útil y beneficioso. El amor por uno mismo se convierte en arrogancia y es castigado por las fuerzas equiponderantes sólo cuando está acompañado por el desdén hacia los demás.
Tú eres realmente una persona única; en eso nadie puede competir contigo. Sólo permítete ser tú mismo. En tu condición de único para ti no existe competencia. Recuerda tu derecho a ser único y obtendrás una ventaja muy grande ante aquellos que intentan copiar la experiencia ajena. Al tratar de ser igual que él (ella), nada te resultará. Sé tú mismo. Permítete este lujo. Si te haces pasar por una estrella ya existente, será o bien una copia, o bien una parodia de esa estrella. Copiar a otros no te convierte en estrella.
Cuando abandones tus inútiles intentos de parecerte a alguien, todo te saldrá bien. Cuando dejes tus inútiles intentos de repetir el guion ajeno, todo te saldrá bien de nuevo. Cuando tú mismo reconozcas la magnificencia de tu individualidad, a los demás no les quedará otro remedio que concordar contigo. Permítete la impertinencia de tener.
Todos los grandes actores se interpretan a sí mismos. Parece algo extraño, puesto que todos los papeles son diferentes, pero la personalidad, el carácter, el encanto de la misma persona se reconocen enseguida. El papel más complicado es interpretarse uno mismo, permitirse ser uno mismo, quitarse la máscara. Interpretar una personalidad ajena es fácil, puesto que es mucho más fácil ponerse una máscara. Pero sólo será una interpretación de actor, una técnica profesional. Sin embargo, quitarse la máscara es mucho más complicado. Y si alguien logra hacerlo no será una interpretación, sino algo que llamamos la vida en el escenario.
Pero esa dificultad sólo es aparente. En realidad es bastante fácil decidirse a tener. Para eso sólo necesitas quitarte de encima los estereotipos inculcados por los péndulos y, por fin, creer en las infinitas posibilidades de tu alma. Los péndulos no podrán impedirlo si decides volver la espalda a la experiencia ajena y permitirte tú mismo ser estrella. Ellos sólo podrán inculcarte pensamientos deprimentes tales como: «Una estrella debe ser guapa, y yo soy fea/o. Una estrella debe cantar, interpretar, bailar bien, y yo no soy capaz de nada de eso. Una estrella debe tener talento, y yo no lo tengo. No podré hacerlo. Tengo que mirar cómo lo hacen los otros».
Realmente, mira a las estrellas de música, ciencia, deporte, negocios, etcétera. La mayoría de ellos, si no todos, no responden en absoluto a los estándares generales y a las ideas comunes de cómo debería ser una estrella. Cada famoso tiene un montón de imperfecciones que pueden eclipsar cualquier cualidad. Por ejemplo, ésa tiene una nariz muy larga, pero todos la consideran una mujer bella. La voz de ésta no es nada buena, pero su canto arrebata a todos. Aquélla no posee en absoluto dotes de actriz; a lo sumo valdría para directora de cine, pero se coló de alguna manera y ahora es una estrella. Este pequeño gordinflón, ¿por qué méritos las mujeres le quieren tanto? Aquél, poca cosa vale: ¿y qué es lo que la gente encuentra en él?
Y este tipo poco atrayente, ¿acaso es él, él mismo?
Parecería que la individualidad no cabe dentro de la regla «haz como yo». Pero reconócelo, es precisamente este hecho la condición indispensable para el nacimiento de una estrella. Una personalidad brillante infringe la regla y a los péndulos sólo les queda reconocer que es un caso excepcional, aunque los estereotipos todavía siguen en vigor. Todas las estrellas ofrecen casos excepcionales. Y tu caso también será una excepción de los estereotipos aceptados por todos.
Puedes cantar con una voz estupenda y permanecer a la sombra. O cantar abominablemente, pero de una manera peculiar con la que todos estarán encantados. Puedes poseer capacidades intelectuales brillantes y nunca lograr nada. Y un triste mediocre que anda obsesionado con sus ideas locas, al fin hará un gran descubrimiento. Puedes estar bien dotado físicamente, pero nunca llegar a ser una estrella del deporte. Pero aquel que se atreva infringir los estereotipos comunes, el que en el campo juegue como nadie lo espera, saldrá ganador. No seguiré más con la lista de cómo se pueden romper los estereotipos. El truco te quedó claro. Ten la impertinencia de volver la mente hacia tu alma única e irrepetible. No temas quebrantar los estereotipos de los péndulos.
Pero no vayas a tragarte el otro anzuelo de los péndulos. Ellos pueden provocarte para que salgas pitando en búsqueda de un objetivo ajeno, con el que, salvo decepciones, no ganarás nada. ¿Para qué necesitas un objetivo ajeno? Escucha a tu alma, no a la mente. El alma sabrá mejor dónde puedes realizarte como estrella.
En el mundo de los péndulos existe una ley: en favoritos se convierten sólo unos pocos; los demás deben cumplir las funciones de los partidarios corrientes y obedecer las reglas establecidas del sistema. El Transurfing no es capaz de infringir esta ley, pero te ayudará a quebrantarla concretamente a ti, si lo quieres. Los péndulos se verán obligados a incluirte entre sus favoritos si aprovechas las cualidades únicas de tu alma.
Ángel de la Guarda
La mayoría de la gente cree que al alma de una persona le ayuda su Ángel de la guarda. Si crees en tu Ángel de la guarda está bien. Significa que él existe. Piensas en él, confías en él, le estás agradecido, y estos pensamientos le hacen real, no lo dudes. En el espacio de las variantes hay de todo. Incluso puedes considerar que los pensamientos crean una entidad de la información energética independiente, si para ti eso resulta más cómodo. Cuanto más sinceramente le ames y le agradezcas cada detalle, aunque sea mínimo, más fuerte se tornará tu Angelito y más ayuda será capaz de prestarte. En resumidas cuentas, no es tan importante que si él existe independientemente por sí mismo o está creado por tus pensamientos.
Pero si no crees en él, tampoco hay nada malo en eso. Si te sientes cómodo así, entonces todo va bien. Al fin y al cabo, lo que crees es lo que recibes. Sin embargo, en tu lugar yo lo habría creído. ¿Y si, no obstante, él existe independientemente de tu fe? Te ama, te cuida como puede, y tú le olvidaste y le abandonaste sin más. Le falta tu amor, lo que significa que él está débil, carece de energía y no tiene suficiente fuerza para ayudar a su tutelado. Al mismo tiempo, tú repartes la energía entre los péndulos destructivos, a diestra y siniestra. Ellos también te pueden ayudar, pero sólo dentro del marco de sus intereses. Para ellos el bienestar de alguien no significa nada. En cambio, el Ángel de la guarda te cuida sólo a ti.
Imagínale bajo cualquier forma: como a un niño con alitas, como una pequeña nube, un pajarito o cualquier otra cosa. La forma no importa en absoluto. Por sí mismo, él no tiene ningún aspecto. Eres tú quien le comunica una forma en tu imaginación. Por tanto, imagínalo de la forma que te resulte más cómoda. Hasta puedes identificarlo con tu alma. Si tienes algunas facultades extrasensoriales, puedes relacionarte con él. Y si no las tienes, no te preocupes: él encontrará la manera de ponerte en el camino de la verdad. Lo importante es que nunca te ofendas con él y, menos aún, que no te enfades. Él sabrá mejor que tú de qué protegerte y adonde dirigirte, pues tú eres un gatito ciego en comparación con él. No te concierne hacerle reproches. No tienes ni idea de contra qué desgracias, en la medida de sus posibilidades, intenta protegerte.
Hay una alegoría sobre un hombre que se encontró con Dios en el cielo, y Dios le mostró todo el camino de su vida donde se veía, según las huellas, que el Señor siempre iba al lado del hombre. De repente el hombre vio que, en las etapas más duras de su vida, sólo había huellas de uno. Entonces se dirigió a Dios reprochándole: «¡Señor, me abandonaste en los momentos más difíciles de mi vida!». A lo que Dios le respondió: «Te equivocas: éstas no son tus huellas; en estos momentos te llevaba en mis brazos».
La importancia del Ángel de la guarda es difícil de sobre estimar. Sólo el hecho de saber que existe tal criatura, que te cuida y te protege de mejor manera posible, da mayor equilibrio a tu confianza propia. Y la confianza, que a su vez da lugar a la tranquilidad, juega un papel muy importante en la vida de una persona. Si te sientes solo, puedes compartir tu soledad con el Ángel. Si te ha ocurrido una desgracia o sientes alegría, también es muy fácil compartirlas con él. El Ángel de la guarda tiene una cualidad maravillosa más que puedes utilizar: a diferencia de ti, el Ángel es inmune a la actitud de las fuerzas equiponderantes.
Si te alegran tus propios logros, entonces te alabas a ti mismo, estás orgulloso por ti. Eso está bien. Es mejor alabarse con exageración que regañarse. Lo único malo es que con eso surge un potencial excesivo, aunque muy pequeño. Por tanto, las fuerzas equiponderantes te estropearán la fiesta del alma. Te alabas a ti mismo y luego cometes un error o recibes un disgusto enojoso. ¿Resulta de eso que ahora habría que temer alegrarse por los logros, incluso en secreto?
Hay un modo que te permite disfrutar de la alegría y el orgullo sin crear por eso potencial excesivo. Comparte tu alegría y el orgullo con el Ángel de la guarda. Después de todo, él se preocupaba por ti y te ayudaba. Él también merece tus alabanzas y agradecimientos.
Cuando te alegras por tus logros y te sientes orgulloso por ti, acuérdate del Ángel y alégrate junto con él. Habla con él. Dale tu alabanza y agradecimiento. Es mejor alabarle a él que a ti mismo. No finjas: entrégale sinceramente tu derecho a la recompensa. Con eso no tienes nada que perder; ya has obtenido lo tuyo y ahora alaba y agradéceselo al Ángel.
Piensa que tu éxito es mérito suyo. ¿Qué pasa con todo eso? Pues que se disipa tu potencial excesivo de orgullo. Y al mismo tiempo, sin miedo, dejas en ti un lugar para la fiesta del alma. Alégrate cuanto quieras. Deja la alegría para ti y entrega el orgullo al Ángel. Pues de cualquier manera está claro que ya nadie podrá quitarte tus méritos.
En vez de crear un potencial excesivo de orgullo o agradecer al péndulo que te hizo feliz, mejor da la recompensa y el agradecimiento a tu Ángel. Él no te pide energía, pero la necesita. Si consideras que has recibido ayuda de un péndulo, también puedes agradecérselo; con eso no perjudicarás a nadie. Pero un péndulo de cualquier manera siempre obtendrá una parte de tu energía. Él nunca te da nada gratis. Sólo que no te olvides de tu Ángel. Recuérdale siempre que le estás muy agradecido y que le amas. Se tornará más fuerte y te lo recompensará con creces.
Funda para el alma
Tu alma vino al mundo llena de fe y esperanzas, con los ojos grandes bien abiertos. Pero los péndulos enseguida la ataron corto, haciéndole comprender que aquí nadie la esperaba, que aquí nadie se alegra de verla y que por un pedacito de pan debe hacer un trabajo duro y sucio. Por supuesto, no todos nacen en la pobreza, pero los ricos tienen sus problemas, sólo que de diferente especie. En el mundo de los péndulos los ricos no sufren menos que los pobres.
Tu alma no vino al mundo para sufrir. Pero a los péndulos les conviene que la lucha por un lugar bajo el sol se convierta en norma. Como sabes, el péndulo, engendrado por los pensamientos comunes y la actitud de los grupos de personas, adquiere vida independiente, según las leyes de las entidades de información energética. El péndulo somete a los partidarios a su voluntad por medio de intercambio de información energética y los obliga a pensar y actuar según sus intereses. La gente suministra energía a los péndulos cuando revela disgusto, irritación, furia, inquietud, miedo, y también cuando participa en las batallas entre los péndulos.
Estamos acostumbrados a vivir en el mundo de los péndulos donde la opresión, la enemistad, la competencia, las guerras y muchas otras relaciones de rivalidad son una norma. No se nos ocurre que todo eso es anormal, que todo podría ser de otra manera. Mira a este mundo desde la posición del modelo de los péndulos, recuerda todas las revelaciones de su insaciable sed de energía e imagina cómo podría ser el mundo si se hubiese librado de los péndulos. Si no existe el intercambio de información energética, entonces no existen estructuras que procuren apropiarse de la energía ajena y que creen rivalidad.
Es difícil imaginarlo, pero es posible afirmar con toda certeza que en un mundo así habría mucha felicidad y muy pocos sufrimientos. En tal mundo hay riquezas naturales y posibilidades para todos.
Nos inculcaron la idea de que la lucha por sobrevivir y la selección natural son procesos normales e imprescindibles, que contribuyen al desarrollo de la vida. Es cierto, tales procesos realmente fomentan el desarrollo de un modelo agresivo del mundo. Sin embargo, la selección natural no es en absoluto condición indispensable para el desarrollo de la vida. La vida habría podido desarrollarse según otras leyes, más humanas.
La selección natural en el mundo de los péndulos se produce según un guion negativo, conforme al cual muere aquel que por la vida se siente mal. La selección actúa a modo de represión y aniquilación. Y no se te ocurre que podría ser otro guion, uno positivo? Según tal guion sobrevive aquel que por la vida se siente bien. Por su orientación, estos dos guiones se distinguen entre sí del mismo modo que lo negativo se distingue de lo positivo. Alguien podrá objetar que en la selección natural actúa tanto un guion como el otro. Sin embargo, el factor prevalente es precisamente el negativo: muere el que por la vida se siente mal. En cualquier caso, en el mundo de los humanos, los péndulos establecieron un orden más severo que en la naturaleza.
En la naturaleza, la lucha por sobrevivir no tiene un carácter tan encarnizado y agresivo como en el mundo humano. Los péndulos humanos son mucho más fuertes y agresivos que los péndulos de la naturaleza. El hecho de que en la naturaleza alguien siempre se coma a alguien no significa que allí todo esté en guerra constante. El león se come a la vaca tal como la vaca come hierba. Los animales y las plantas no tienen idea de la importancia; por ende su equilibrio no se altera. La importancia es una propiedad que caracteriza sólo a los humanos. Al observar los fenómenos de la naturaleza desde el campanario de la importancia, el hombre interpreta la coexistencia normal de los organismos vivos como una lucha encarnizada.
Incluso las competencia por territorio y pareja en el mundo animal tiene un carácter puramente nominal, comparándolos con las guerras constantes entre la gente. Muy rara vez los animales se dañan mutuamente, a no ser que se trate de cazar. En la mayoría de los casos, cualquier conflicto se resuelve a favor del que ruge más alto o del que más asusta al rival al enseñarle los dientes. Y si surge algún derramamiento de sangre, que remedio cabe: las patas pesan mucho. Sentimientos tales como maldad y odio no son propios de animales. También carecen de valentía y cobardía: sólo existe el instinto de conservación. Los lobos valientes y los conejos cobardes existen sólo en la imaginación humana.
Nosotros no somos capaces de cambiar este mundo de ninguna manera. Debemos resignarnos a lo que no depende de nosotros. Una multitud de restricciones y condicionamientos literalmente encierran el alma en una funda. La mente, atrapada por los condicionamientos, se convierte en un carcelero para el alma y no le permite realizar sus capacidades.
El hombre simplemente se ve obligado de comportarse tal como lo exige el mundo de los péndulos: a expresar su disgusto, enojarse, recelar, competir, luchar. La actitud y los pensamientos de una persona están condicionados por su dependencia de los péndulos. Como pudiste cerciorarte en los capítulos anteriores, tal condicionamiento quita energía al hombre, instiga contra él las fuerzas equiponderantes y le desvía hacia los objetivos falsos. Para colmo, la intención exterior actúa realizando sus peores temores. El hombre estaría encantado de librarse del condicionamiento y la dependencia, pero no sabe cómo.
Aflora sabes que el poder de los péndulos se sustenta en la importancia y en la actitud no consciente. A las provocaciones de los péndulos el hombre reacciona inconscientemente. Se entrega automáticamente a la inquietud, al miedo, al enojo; por costumbre expresa disgusto y se enfada; se deja invadir muy fácilmente por la tristeza; los obstáculos le obligan a esforzarse al máximo. El individuo vive como en un sueño, obedeciendo al guion que le inculcaron los péndulos. Él no se da cuenta de que es capaz de tomar el control sobre el guion de su propia vida. Le parece que hay poco que dependa de él. La importancia le mete al hombre en el juego de los péndulos, y la actitud inconsciente le quita la última posibilidad de influir de alguna manera sobre el guion. El juego se hace según las reglas de los péndulos.
Como ves, me veo obligado a repetir lo mismo muchas veces, porque, a pesar de su evidencia, todos estos razonamientos son complicados de comprender y sentir. Así de profundo se arraigó la mundividencia habitual formada por los péndulos en nuestra conciencia. Puedes escapar de la funda de los condicionamientos si te guías por los principios del Transurfing. El poder de los péndulos es grande, pero ellos no podrán ponerte impedimentos si renuncias a la importancia y haces uso consciente de tu derecho de elegir y determinar tu guion.
A los péndulos les resulta beneficioso tener a la gente bajo control. Persiguen únicamente sus propios objetivos, y para ellos el hombre es sólo un instrumento, un medio, una marioneta. Tu alma vino a este mundo como a una fiesta; pues bien, permítesela. Sólo tú debes decidir si quieres malgastar toda tu vida trabajando en beneficio de un péndulo ajeno, o vivir para ti, para tu completa satisfacción. Si eliges la fiesta, entonces es necesario que te libres de los péndulos que te sujetan y encuentres tu propio objetivo y tu propia puerta.
Tu mente debe comprender: no estás obligado a dejarte llevar de la rienda por los péndulos. Une la mente con el alma y tendrás todo lo que tú quieras, tanto en sentido literal como figurado. Sólo necesitas librarte de los péndulos y eliminar la desunión entre el alma y la mente. Permítete el lujo de ser merecedor de todo lo mejor.
Si alguien te inculca que estás obligado a trabajar en bien de algo o alguien, no le creas. Si intentan demostrarte que todo en este mundo se gana trabajando duro, no les creas. Si intentan imponerte una lucha despiadada por tu lugar bajo el sol, no les creas. Si pretenden indicarte tu lugar, no les creas. Si intentan atraerte a una secta o una sociedad donde necesitan tu «contribución para una causa común», no les creas.
Si dicen que has nacido pobre y, por tanto, debes vivir pobre toda la vida, no les creas. Si intentan hacerte creer que tus capacidades son limitadas, no les creas.
Tendrás que persuadirte de que los péndulos no te dejarán en paz así sin más. En cuanto broten en ti los gérmenes de la determinación de tener, los péndulos te arreglarán una situación en la que te darán a entender que tus capacidades son muy limitadas. En cuanto te sientas capaz de elegir y determinar el guion del juego, los péndulos intentarán desbaratar todos tus planes. En cuanto sientas tranquilidad y seguridad en ti mismo, los péndulos intentarán meterse contigo. No te dejes provocar y no te dejes desequilibrar. Mantén tu importancia en el nivel mínimo y actúa conscientemente. No necesitas ni esfuerzos ni firmeza, sólo la intención consciente de mantener la importancia a cero.
En este juego sólo tu propia intención limita tus capacidades. Las capacidades de los péndulos se limitan sólo por el nivel de tu importancia y nivel de tu conciencia. Recuerda: si soy vacío, no tienen por dónde engancharme; si percibo en qué consiste el juego, los péndulos no serán capaces de imponerme su guion. Si ellos lograron decepcionarte, amargarte, desequilibrarte, significa que debes volver la vista atrás y comprender en qué has excedido el nivel de la importancia.
Cambia tu actitud hacia lo que te desequilibró. Intenta ser consciente de que tú no necesitas la importancia, sino que la necesitan los péndulos. La funda para el alma está hecha de tu importancia. No atribuyas a nada un significado excesivamente importante. Simplemente, con tranquilidad y sin insistir, toma lo tuyo. Si de momento lo tuyo no cede, tampoco le atribuyas demasiado significado; los péndulos no hacen más que esperar a que te desanimes. Si hay algo que te apenó, quita la importancia. Sé consciente de que sólo es un juego de péndulos. Es precisamente un juego y no una batalla, porque, en el fondo, los péndulos son como maniquíes de arcilla.
Es un juego duro y está calculado para la debilidad humana. En cuanto aflojes el control sobre la importancia, enseguida perderás. Pero si mantienes la importancia en cero, los péndulos se hundirán en tu vacío. Los maniquíes de arcilla se desmoronarán. Sacarás fuerzas precisamente de tu actitud consciente por comprender las reglas del juego. En cuanto notes que el péndulo intenta engancharte y desequilibrarte, sonríe burlonamente en tu interior e inquebrantablemente quítate la importancia. Poco a poco eso se convertirá en una costumbre. Es entonces cuando sentirás tu fuerza y comprenderás que tú mismo eres capaz de determinar el guion del juego. Al alcanzar la victoria en el juego con los péndulos, obtendrás la libertad de elegir.
Freile
Hasta ahora hemos dicho que los sectores del espacio de las variantes poseen características determinadas: los parámetros. Para más facilidad acordamos considerar esas características como de frecuencia. Si la frecuencia de tu emisión mental coincide con la frecuencia de un sector determinado, siempre y cuando el alma y la mente estén unidas, entonces la fuerza de la intención exterior realiza la transición. En otras palabras, el guion y los decorados de ese sector dado se materializan en la capa de tu mundo.
El alma de cada persona también posee un conjunto de parámetros individual e inconfundible, llamado el freile del alma. De nuevo, para simplificar el modelo acordamos considerar el freile del alma de una persona como su frecuencia particular. El freile de una persona se distingue del freile de otra del mismo modo que se distinguen las formas de los copos de nieve, cada uno de los cuales siempre es único en su género. Los freiles caracterizan la entidad individual del alma de uno.
No tiene ningún sentido ahondar más en esa definición. Sólo podemos conjeturar qué es un freile, pues se revela de modo no evidente: está oculto bajo las máscaras de la mente que, de una u otra forma, llevamos cada uno de nosotros. Lo indiscutible es que cualquiera de nosotros tiene esa entidad individual e inconfundible. Puedes describir el carácter, las costumbres, los modales o la apariencia de una persona conocida, pero detrás de todas esas características hay una imagen integral que comprendes sin palabras. Pues precisamente a esa esencia individual que comprendemos sin palabras la llamaremos el freile.
Probablemente te hayas cruzado con personas que poseen un encanto inexplicable. Lo sorprendente es que esa gente hasta puede tener una apariencia poco atractiva. No obstante, no bien tal persona empiece a hablar olvidarás enseguida todas sus imperfecciones físicas y te someterás completamente a su encanto. Pero en respuesta a la pregunta de qué es lo que te atrae de ella, sólo eres capaz de murmurar que «tiene algo», y no hallas otra explicación. Gente así se encuentra muy rara vez. Si no están en el círculo de tus conocidos, búscalos entre las estrellas del mundo de espectáculo. El indicio distintivo de tales personas es su belleza excepcional y su encanto, que parecen salir desde el fondo del alma. No es la hermosura de una muñeca, eso lo detectarás enseguida. La hermosura de muñeca, sólo por fuera, corresponde a las exigencias de los estándares establecidos.
Y bien, desde el punto de vista del freile, el secreto de una belleza encantadora no está en absoluto en que la persona posea belleza del alma o cualquier otra cualidad especial del alma. Tendrás que aceptar (o no aceptar, como quieras) una conclusión paradójica del Transurfing más: no existe la así llamada belleza del alma, sólo existe la armonía entre el alma y la mente.
Si uno no se quiere a sí mismo, si está descontento consigo mismo, se dedica a algo que no le gusta, si su mente está perturbada y en desacuerdo con el alma, tal persona no puede tener una belleza encantadora. Cualquier conflicto entre el alma y la mente se refleja en la apariencia y el carácter de uno. En cambio si el individuo está contento consigo mismo, vive a gusto, se dedica a algo que le complace, en tal caso parece que emanara una luz interior. Eso significa que su mente se ha sintonizado con el freile de su alma.
La unidad entre el alma y la mente equivale a la energía mental de una persona con la naturaleza de la intención exterior. La satisfacción consigo mismo o la armonía en la relación entre el alma y la mente también originan algo parecido. El confort emocional del alma enciende esa luz interior que recuerda al alma su verdadera naturaleza; por ende, la gente percibe esa belleza de la armonía como encanto o belleza interior. Tal belleza incluso despierta en los demás una envidia disimulada: «¿Qué pasa que estás hecho un abril?». El alma se siente cómoda cuando la mente no la asfixia en su funda mental, sino que la mima como a una rosa en el invernadero, la contempla, la cuida y permite a cada pétalo abrirse libremente. Es aquel caso extraordinario al que solemos llamar felicidad.
El freile se revela como un hobby, una pasión, como todo lo que se hace con amor y de buena gana. Las cuerdas de freile muy a menudo guardan completo silencio durante largo tiempo. De cuando en cuando sucede que alguna señal hace sonar la cuerda. Lo cual puede ser una observación de alguien, como dicha casualmente, que por una razón inexplicable se graba en el alma. O algo visto que enseguida atrae al alma con su magnetismo especial. La vagamente reconocida atracción pronto se revela una y otra vez. Así funciona la intención exterior de tu alma. Pero ya que se trata de una atracción confusa del alma, la intención exterior tampoco funciona orientada hacia un objetivo. Es imprescindible que prestes oídos a las exigencias del alma, para apoyarlas con la mente. Entonces podrás atrapar la intención exterior y obtener rápidamente lo deseado.
¿Qué es, entonces, lo que impide a la mente arreglar la relación con el alma? Pues la misma importancia y los mismos viejos conocidos: los péndulos. Ellos imponen a la gente objetivos y valores falsos. Como se había demostrado más arriba, precisamente son los péndulos los que establecen los estándares de belleza, éxito y bienestar. La importancia interior y exterior obliga a la persona a compararse con esos estándares. Por supuesto, la mente encuentra un montón de imperfecciones y empieza a odiarse activamente, lo que significa también odiar al alma. Se prueba todos los disfraces posibles, intentando ajustar el freile a los estándares establecidos. Como regla general, de todo eso no resulta nada bueno. Y como consecuencia, la discordia entre el alma y la mente se agrava más aún. ¡En el estado en que se encuentra el asunto, de qué confort del alma podemos hablar! La mente riega su rosa sólo con reproches e insatisfacciones, y la rosa se marchita cada vez más.
La mente se dirige a buscar el tesoro en cualquier parte menos en su alma. Los péndulos pregonan en voz alta y de una manera tentadora, mientras que el alma sólo tímidamente y en voz baja intenta informar sobre sus habilidades y gustos. La mente no escucha al alma, sino que trata de rehacer el freile. Desde luego, no le sale nada bueno. En resumidas cuentas, el alma y la mente se ponen de acuerdo en rechazar su falsa imperfección. La intención exterior traslada al hombre de inmediato a las líneas de la vida donde el rechazo se agrava aun más, pues la imperfección se materializa en su significado estricto.
La mente supone que al ponerse un disfraz corrector, es posible ajustarse al estándar establecido. Como comprendes, es un intento inútil de alcanzar un espejismo. En vez de utilizar la preciosa excepcionalidad de su freile, el hombre se golpea ciegamente contra el cristal persiguiendo el éxito ajeno. Pero el éxito de una estrella nace precisamente de la sintonización de su mente con el freile de su alma. El cazador de espejismos fracasa en sus intentos y termina por estar aun más insatisfecho consigo mismo. Al expresar el desagrado consigo mismo, uno nunca estará en las líneas de la vida donde se sienta a gusto consigo mismo. Los parámetros de su emisión satisfacen exactamente a aquellas líneas de la vida donde habrá más razones para disgustos.
Pues así de absurdo es el juego que imponen los péndulos a la gente. Pero para los péndulos este juego tiene un sentido sumamente determinado, puesto que el disgusto y la insatisfacción son sus platos energéticos preferidos.
¿Cómo, entonces, sintonizar la mente con el freile del alma? El único modo es convencer a tu mente de que es su alma la que merece ser amada en primer lugar. Para empezar, cada uno ha de quererse a sí mismo y luego prestar atención a las cualidades de los demás. No confundas el amor por uno mismo con el egoísmo, narcisismo, petulancia. La petulancia se origina cuando nos elevamos sobre los demás y crea un potencial excesivo peligrosísimo. Quererse uno mismo significa comprender la propia excepcionalidad y aceptarse tal como se es, con todas las imperfecciones. Tu amor por ti mismo ha de ser incondicional; en caso contrario se convierte en un potencial excesivo. ¿Acaso no eres digno de quererte, simplemente? Pues tú eres lo único que tú tienes.
Si uno ha llegado demasiado lejos en su lucha con su freile, le será difícil quererse así, de repente. «¡Cómo puedo quererme a mí mismo, si no me gusto!». Mira la postura que tiene la mente: «Me quiero si me gusto». Eso es un potencial excesivo purísimo, nacido por la elevada importancia interior y exterior. La importancia exterior está en que los estándares establecidos por alguien son una ley irrevocable para mí. ¿No será que sobrevaloro demasiado las cualidades ajenas? La importancia interior está en que me obligo a seguir a los estándares ajenos. ¿Y quién ha dicho que soy peor que ellos? Yo y sólo yo. ¿No será porque subestimo demasiado mi autoevaluación?
Para quererte, derriba del pedestal la importancia exterior y deja de adorar los estándares ajenos. ¿Quién te impide crear tus propios estándares? Es mejor que los demás persigan tus estándares. Tira tu importancia interior y suéltate. No estás obligado a corresponder y seguir los estándares ajenos. Es necesario que te des cuenta siempre de que no eres tú quien necesita la importancia, sino los péndulos. Cuando ames a tu alma con toda la mente, la intención exterior, por sí sola, te trasladará a las líneas de la vida donde estarás íntegramente satisfecho contigo mismo. Si, a pesar de todo, te gustas a ti mismo, lograrás engañar a la intención exterior y descubrirás en ti mismo virtudes que ni imaginas. Cuando tu energía mental emita satisfacción contigo mismo, la intención exterior te agarrará y te trasladará a las líneas donde tengas motivos reales para estar orgulloso de ti mismo.
Uno de los mandamientos bíblicos dice: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Todo el mundo, nadie sabe por qué, presta atención a la necesidad de amar al prójimo. Pero en el mandamiento se supone que uno se ama a priori. Abandona el juego inculcado por los péndulos y empieza desde hoy a amarte. Cómprate tus dulces preferidos y organízate una fiesta. Cuídate con cariño. Alguien con alegría maliciosa, podría continuar: «Sé indulgente con tus debilidades, tus vicios…». Eso es la demagogia de los péndulos y creo que no tengo necesidad de entrar en polémica con ellos. Además, tú mismo comprendes qué significa el amor por uno mismo. Y las debilidades y vicios en una persona son inducidas precisamente por los péndulos.
No hay que buscar el Santo Grial en algún sitio de la jungla. El Santo Grial está dentro de ti: es el freile de tu alma.
Unidad del alma y la mente
El alma viene a este mundo como un niño, extendiendo con credulidad sus manitas. Pero luego resulta que el mundo está usurpado por los péndulos que le han convertido en una jungla. Los péndulos enseguida intentan inculcar al alma que aquí nadie la esperaba, que en este mundo todos deben luchar por su lugar bajo el sol y pagar tributo a los péndulos. A la ingenua y espontánea alma de inmediato quieren ponerla en su lugar. Le inculcan que sus deseos no interesan a nadie, que en el mundo hay más sufrimientos que alegría, que sólo hay fiestas en los días establecidos, que para ganar un pedacito de pan uno debe trabajar obstinadamente. Ya está… las orejas se agachan, la tristeza le rezuma en lágrimas por los ojos. O crece su indignación. ¡Eso no está bien, eso no es justo! Se le eriza el pelo. Al alma le parece que la elección puede ser sólo una: ya arrastrarse abatidamente por el camino imbuido por los péndulos, ya arañar desesperadamente todo y a todos intentando conseguir lo de uno.
Los péndulos se apoderan de la mente de un individuo en todos niveles: mental, emocional y energético. La concepción del mundo corriente de una persona y sus reacciones conductistas se forman precisamente por los péndulos. La persona piensa y actúa para beneficio de ellos. El alma tras de la mente cae en la funda de los condicionamientos. El condicionamiento se revela literalmente en todo. El hombre está obligado a resignarse a la multitud de limitaciones y cumplir su papel asignado en un juego impuesto. En tales condiciones el alma se relega poco a poco a segundo plano y la mente coge las riendas del gobierno en sus manos.
La mente educa al alma como a un niño pequeño e insensato: «Yo sé mejor que tú lo que hay que hacer, y tus estúpidos balbuceos son absolutamente inútiles». La mayoría de la gente ha convertido su alma en una criatura asustada, privada de todos los derechos, que se ha escondido un en rincón y observa con tristeza en los ojos lo que hace la mente desenfrenada. A veces surgen momentos de acuerdo entre el alma y la mente. En estos momentos el alma canta y la mente se frota las manos con satisfacción. Pero eso ocurre muy rara vez.
La mayoría de las veces la unidad del alma y la mente se consigue en el rechazo, miedo y odio.
El alma no tiene voto en cuestiones de elección. La mente la trata como a un niño que pide que le compren un juguete que le gustó. Las respuestas de la mente normalmente son estándares, por ejemplo: «No tenemos dinero para eso». Así es como se destruye un sueño en su origen.
Mira lo que ocurre. El niño necesita el juguete ahora. Si realmente por ahora no puedes permitirte comprar el juguete, no hay nada anormal en que se lo niegues. ¡Pero es que el alma está dispuesta a esperar! Sin embargo, la mente, con el convencimiento de un cretino, corta rotundamente la discusión: «No tenemos dinero». Resulta que, por lo general, el sueño es inalcanzable.
La mente tiene su lógica impuesta por los péndulos, para los que resulta beneficioso atar corto a sus partidarios y no darles siquiera la libertad de elegir sus sueños. El alma carece por completo de lógica y todo lo comprende literalmente. La mente repite que no hay dinero. ¡Pero es que el alma no pide dinero! ¡Ella pide el juguete! Mientras la mente, alegando falta de dinero, veta el juguete (es algo irreal, es difícil de conseguir), y al alma no le queda otra que meterse desesperadamente en su concha y nunca más mencionar el juguete. Y fue así como tuvo lugar el funeral de un sueño.
La mente no imagina cómo puede realizar ese sueño, por tanto no admite ese sueño en la capa de su mundo: en la vida todo ha de ser lógico y comprensible. Y bastaría tan sólo con aceptar tener el juguete para que la intención exterior se hubiera preocupado por conseguir dinero para comprarlo. No obstante, la mundividencia habitual formada por los péndulos no admite tales milagros. La libertad de elección de los partidarios no favorece de ningún modo a los intereses de los péndulos.
El hombre percibe erróneamente la mundividencia racional como una ley irrevocable. Sin embargo, esa ley es una farsa y se la puede «forzar». En nuestra vida frecuentemente ocurren «milagros» inexplicables. Entonces, ¿por qué no admitir que uno de éstos entre en tu vida? Sólo necesitas permitirte tener todo lo que tu alma quiere. Si te quitas la telaraña de los prejuicios y limitaciones en la que te enredaron los péndulos, creerás sinceramente que eres digno de tu sueño y te permitirás a ti mismo tener lo deseado: lo tendrás. Permitirse tener es la principal condición de la realización de un deseo.
También hay otras respuestas de la mente al alma en la juguetería. «¡Tonterías! Sé mejor lo que necesitas. Qué pretendes, somos gente humilde. Es irreal. Eso no es para todos. No tienes capacidades ni talento. ¡Ni lo pienses! Debemos vivir como los demás.», etcétera. Si tales opiniones no fueran resultado de la influencia de los péndulos, podríamos culpar a la mente en ser una mendruga contumaz. Pero confiemos en que ella (la mente), al leer esas líneas, se recobre de la viscosa alucinación y comprenda toda la absurdidad de sus «sensatos» argumentos.
En este mundo es poco lo que la mente puede hacer sin el alma. En cambio, juntas son capaces de todo, porque su fusión crea esa fuerza mágica: la intención exterior.
La mente dirige la intención interior y el alma, la exterior. Sin embargo, el alma no es capaz de dirigir la intención exterior hacia un objetivo. Cuando el alma y la mente se mancomunan, la intención exterior se torna dirigible y puedes utilizarla para conseguir los objetivos marcados.
Todo lo que a ti te parece difícil de alcanzar y hasta irreal, realmente es muy difícil de hacer dentro de los límites de las posibilidades que te ofrece la intención interior de la mente. ¿Quién lo discute? Cualquier objetivo que te propongas, estaré de acuerdo contigo en que es difícil de realizar actuando dentro de los límites de la concepción racional del mundo. Pero no vas a renunciar a tu sueño sólo porque unas cuantas autoridades falsas se tomaron la libertad de determinar dónde está la realidad y dónde no. Aprovecha tú también el derecho de tener tu propio milagro personal.
El secreto de la felicidad es tan sencillo como el secreto de la desgracia. La cosa está en la unidad o el desacuerdo entre el alma y la mente. Cuanto mayor se hace el hombre, más grande se hace este desacuerdo. La mente se somete a la influencia de los péndulos y el alma se vuelve infeliz. En la infancia el alma todavía tiene esperanzas de recibir un día su juguete, pero con el tiempo la esperanza se extingue. La mente encuentra cada vez más confirmaciones nuevas de que el sueño es difícil de alcanzar y deja su realización para después. Ese aplazamiento normalmente dura toda la vida. La vida se acaba y el sueño queda tal cual, en el cajón, cubierto de polvo.
Para conseguir la unidad del alma y la mente, primero es necesario determinar en qué, exactamente, debe conseguirse esa unidad, lo que significa marcar nuestros objetivos. A pesar de la aparente evidencia, el asunto no es nada trivial. Como norma general, las personas saben con exactitud qué es lo que no quieren, pero les resulta difícil formular sus verdaderos deseos. Eso se explica con el hecho de que los péndulos tienden a someter a la gente a sus intereses y les imponen objetivos falsos. No podemos hablar de ninguna unidad del alma y la mente si ésta se lanza a perseguir un espejismo seductor y el alma aspira a algo totalmente opuesto.
Para colmo, las personas están tan ocupadas y preocupadas por realizar diferentes trabajos para los péndulos que, simplemente, no tienen tiempo para sentarse y reflexionar tranquilamente sobre sus verdaderos deseos. Es imprescindible que especialmente dediques algún tiempo para recordar qué quería tu alma cuando eras niño. Qué te gustaba, qué deseabas, qué te atraía de verdad y a qué tuviste que renunciar con el tiempo. Hazte la pregunta: tu antiguo objetivo ¿todavía sigue atrayéndote como antes? Reflexiona sobre qué es lo que realmente quieres, a pesar de todo. ¿No sería falso ese objetivo? ¿Realmente lo deseas con toda el alma o solamente te gustaría desearlo?
Cuando piensas en tu objetivo, es necesario que quites la importancia interior y exterior. Si es la importancia exterior la que está excedida, el objetivo te encantará por su prestigio y también por su inaccesibilidad. ¿No habrás mordido en el anzuelo del péndulo? Si está excedida la importancia interior, puede parecerte que el objetivo está fuera de los límites de tus posibilidades.
El objetivo te atrae otra vez con su inaccesibilidad. Pero ¿realmente lo necesitas?
Al reflexionar sobre el objetivo no pienses en el prestigio que tenga. Haz caer el objetivo del pedestal de la inaccesibilidad. De esta manera quitarás la importancia exterior. Al reflexionar sobre el objetivo no pienses en cómo lo vas a conseguir. De esta manera quitarás la importancia interior. Piensa sólo en tu propio confort. Si el objetivo está conseguido, ¿te sientes realmente bien o, no obstante, algo pesa en el alma? Las dudas sobre la viabilidad de lo deseado, su alcance real, todavía no indican que no lo necesitabas. Lo importante es que cuando pienses en el objetivo deseado, tu alma cante. Por muy atractivo que sea tu objetivo, si algo te oprime puede significar que este deseo podría ser falso. En el capítulo siguiente repasaremos todas estas cuestiones más en detalle.
Si no tienes un objetivo definido y no quieres nada, significa que tu nivel de energía vital está muy bajo, o tu mente ha metido definitivamente al alma en la funda. En el primer caso puedes aumentar el tono vital si te ocupas de tu salud. Es posible que ni siquiera sepas qué es una buena salud. Es cuando la vida te complace y lo quieres todo y a la vez. El alma no es capaz de no querer nada; después de todo, esta vida es la única posibilidad para el alma.
En el segundo caso tienes sólo una salida: empezar a quererte a ti mismo/misma. ¿No crees que te entusiasmaste demasiado al cuidar de los demás? Ponte a ti en primer lugar. Los otros no recibirán nada bueno de ti si tu propia alma está relegada a segundo plano. Al entregarte por completo al servicio de los demás, incluso de tu próximo o, aún más, al de los péndulos, echas a perder absurdamente tu vida. La vida se te ha dado, no para que sirvas a alguien, sino para que te realices como persona. Al encerrar al alma en la funda creas un potencial excesivo enorme de insatisfacción interior oculta, que va a derramarse sobre ti y tus cercanos como infortunios de toda clase. Te parecerá que deseas el bien a la gente, pero en realidad toda esa preocupación sólo les perjudicará.
Cuídate a ti mismo con diligencia, trátate con cariño y atención. Entonces tu alma entrará en calor y desplegará sus alitas.
Desconfía de quienquiera que te diga que para conseguir el éxito debes cambiar. Has tenido la ocasión de oír algo semejante, ¿verdad? Es la receta preferida de los péndulos. Dicen que, si algo no te sale, entonces debes trabajar sobre ti mismo. ¿Y cómo, desde el punto de vista de los péndulos, deberías cambiar? Darte la espalda, volverte de cara a los péndulos y seguir la regla «haz como yo», para satisfacer sus exigencias y actuar a favor de sus intereses. Y para cambiar has de luchar contra ti mismo. ¿De qué unidad del alma y la mente podemos hablar si tú no te aceptas, no te quieres y luchas contra ti mismo? El alma no admitirá los objetivos falsos, pues tiene sus inclinaciones y necesidades. Al perseguir objetivos falsos no conseguirás nada o, al conseguirlo, comprenderás que ya no necesitas lo que acabas de obtener.
El Transurfing no tiene nada que ver con los péndulos; por tanto te ofrece un camino absolutamente contrario. No cambiar, sino aceptarte a ti mismo.
Dar la espalda a toda esa escoria que te imponen los péndulos y volver la mente hacia tu alma. Presta oído a lo que te dicta el alma, baja conscientemente la importancia, permítete tener, y obtendrás todo lo que le plazca a tu alma.
Para conducir el alma y la mente a la unidad es necesario prestar atención al estado de confort del alma más a menudo. Te sientes cómodo si en este momento nada te preocupa ni oprime, si estás a gusto y tranquilo. Una incomodidad del alma señala lo opuesto: tienes una inquietud vaga, algo te oprime, recelas de algo, te sientes agobiado, sientes un peso en el alma. Si semejantes sensaciones se revelan claramente y comprendes su origen, quiere decir que es la incomodidad de la mente. La mente, como regla general, sabe de qué recela, qué le preocupa y oprime. En este caso puedes confiar en la mente: ella te dictará una solución correcta.
Con la incomodidad del alma el asunto es más difícil, porque se revela muy vagamente como un presentimiento confuso. La mente repite: todo va a las mil maravillas, todo va como debe, no hay razón para preocuparse. Aun así, a pesar de los argumentos sensatos, algo te oprime. Precisamente eso es el susurro de las estrellas de madrugada. Escuchar la voz del alma no es muy difícil. El asunto está sólo en prestarle atención. La voz de la mente, con sus razonamientos lógicos, suena demasiado alto, por lo que uno no da mucha importancia a los presentimientos vagos y confusos. Entusiasmada por su análisis lógico y por pronosticar los acontecimientos, la mente no está dispuesta a escuchar los sentimientos del alma.
Para aprender a escuchar el susurro de las estrellas de madrugada, no hay otro camino que crearse la costumbre de prestar atención al estado de confort del alma. Cada vez que debes tomar alguna decisión, escucha primero la voz de tu mente y luego, los sentimientos del alma. En cuanto la mente haya tomado la decisión, el alma reaccionará a esa decisión ya afirmativa, ya negativamente. En el último caso experimentas un confuso sentimiento de incomodidad del alma.
Si has olvidado prestar a tiempo atención al estado de confort de tu alma, intenta recordar luego qué sentimientos has experimentado. Cuando la decisión ha sido tomada, te visitó un sentimiento fugaz. En este momento la mente estaba tan absorbida en su análisis que los sentimientos no le importaban. Pues ahora recuerda qué te ha parecido esa primera impresión fugaz. Si fue una sensación deprimente sobre el fondo de los razonamientos de la mente, significa que el alma claramente dijo «no».
¿Hasta qué punto se puede confiar en los presentimientos del alma? Si crees presentir que está por suceder un acontecimiento en concreto, puedes desconfiar de tales presentimientos. Es imposible garantizar que la mente interprete bien la información del alma. Sólo la incomodidad del alma en respuesta a la decisión tomada por la mente puede servir como única y confiable interpretación de esa información.
El confort del alma no puede servir todavía como garantía de un «sí» del alma. Puede que el alma simplemente, no tenga respuesta. Pero cuando el alma diga «no», lo sentirás con toda certeza. Como sabes de los capítulos anteriores, el alma es capaz de ver los sectores del espacio de las variantes que estarán realizados, en caso de ejecutar las decisiones de la mente. El alma ve el resultado y expresa su opinión, positiva o negativa. Por otra parte, tu propia experiencia puede persuadirte de que, si el alma dice «no», siempre lleva razón.
De esa manera, cuando necesitas tomar alguna decisión, tienes un criterio seguro de veracidad: el estado de confort de tu alma. Si el alma te dice «no», pero la mente dice «sí», recházala sin miedo, si es posible. El alma no puede desear nada malo para sí misma. Pero si la mente dice «hay que hacerlo y lo harás», en este caso actúa según las circunstancias. En la vida a veces hay que conformarse con lo inevitable. En cualquier caso, el criterio de incomodidad del alma aclara y determina los asuntos donde te sientes indeciso.
Al conseguir el acuerdo entre el alma y la mente sobre los objetivos elegidos, te queda por lograr su unidad en la firmeza de tener y actuar. La intención interior de la mente debe fundirse con la intención exterior del alma. Si actúas dentro de los límites de la intención interior y, con todo, la intención exterior está orientada en la misma dirección, considera que ya tienes el objetivo en el bolsillo. En caso de no tener definida la intención interior, cuando no ves claramente cómo puedes lograr el objetivo, trabaja con la determinación de tener. La intención exterior es mucho más fuerte que la interior; por tanto, ella misma encontrará una variante para ti.
Es necesario lograr la misma unidad del alma y la mente en la determinación de tener, la misma que se manifiesta en los sentimientos fuertes. El alma y la mente, como regla general, se unen en la adoración, la aversión, los temores y las peores expectativas. Amamos, odiamos y tememos de todo corazón. Cuando el alma y la mente se unen, nace una pasión frenética. «El que no sepa odiar, no aprenderá amar», decía el famoso escritor ruso Nikolai Chernishevsky.
Si el objetivo está bien elegido, tanto el alma como la mente estarán contentas. Sólo pueden aguar el placer los pensamientos ocasionados por la difícil accesibilidad del objetivo o por la restringida zona de confort del alma. Cuando la mente duda en la realidad de obtención y el alma se siente cohibida en su «nuevo sillón», podemos corregir la situación utilizando diapositivas. Cómo se hace, ya lo sabes. Al aumentar la zona de confort, lograrás la alegría frenética de la unidad, cuando el alma canta y la mente se frota las manos con satisfacción.
Repetiré de nuevo: al reflexionar sobre el objetivo, no pienses en el prestigio que tiene, ni en lo difícil que es de lograr, ni en el modo en que lo puedes obtener; presta sólo atención al estado de confort de tu alma. ¿Te sientes bien o mal? Sólo eso es lo que importa. En caso contrario puedes confundir la cohibición del alma con la incomodidad del alma. La cohibición, o una especie de timidez, procede del carácter insólito de la situación: «¿Será posible que todo sea para mí?». En cambio, la incomodidad indica la opresión, la sensación de carga, la deprimente necesidad, abatimiento, recelos, la preocupación onerosa. Si la cohibición del alma no se corrige con las diapositivas, significa que se trata de una evidente incomodidad.
Entonces merece la pena que vuelvas a pensar sin intentar engañarte: ¿realmente este objetivo es tan imprescindible para ti?
Diapositivas acústicas
A cada persona por las propiedades de la percepción, se la puede clasificar convencionalmente como uno de los tres tipos: visual, sensorial y auditivo. Unos manejan mejor las imágenes visuales; otros son más sensibles a las sensaciones táctiles; los terceros son susceptibles sobre todo a los sonidos. Hasta ahora hemos hablado de las diapositivas que incluyen las imágenes visuales y sensuales como más preferibles.
En algunas prácticas de perfeccionamiento espiritual se utiliza la técnica de afirmaciones. La persona repite varias veces pensamientos positivos orientados hacia un objetivo determinado. Por ejemplo, esta afirmación: «Tengo una salud perfecta, mucha energía vital y mi alma se siente cómoda. Estoy tranquilo/a y seguro/a de mí mismo/a». Las múltiples repeticiones de frases semejantes, en voz alta o para sus adentros, convienen sobre todo a la gente que tiene percepción de tipo auditivo. Pero como no existen personas de un tipo puro, cualquiera puede utilizar afirmaciones con éxito.
Las afirmaciones funcionan igual que las diapositivas, pero hay que aplicarlas teniendo en cuenta las diferencias entre los lenguajes del alma y de la mente. En primer lugar, el alma no comprende palabras. La irreflexiva repetición de algo no te conducirá a ninguna parte. El alma comprende sólo pensamientos silenciosos y sentimientos. Las palabras son capaces de modelar, en cierto grado, los pensamientos y sentimientos, pero ya no es lo mismo, puesto que el habla es secundaria. Resulta mucho más eficaz sentir algo una vez que tener que repetirlo un millar de veces. Por tanto tienes que procurar sentir, al mismo tiempo, lo que estás repitiendo.
En segundo lugar, una afirmación aislada ha de ser estrictamente enfocada hacia el objetivo. Es mejor no juntar varios objetivos a la vez. Por ejemplo, la afirmación antes citada parece muy buena por su contenido. Allí hay de todo lo que uno necesita. Sin embargo, al repetir tal afirmación no podrás despertar en ti todo el conjunto de sensaciones necesarias.
En tercer lugar, es imprescindible evitar la monotonía y la uniformidad. Cada nueva serie de repeticiones tiene que ir acompañada con nuevos aspectos de emociones y sensaciones. Por ejemplo, si repites constantemente: «Estoy tranquilo y seguro de mí mismo», pronto esas palabras perderán para ti cualquier sentido. La seguridad en sí mismo aparece en el momento en que se produce la intención de estar seguro. El deseo hay que madurarlo convenciéndose uno mismo por largo tiempo. En cambio la intención actúa inmediatamente: quieres estar seguro, estate seguro.
Y, por último, no se debe dirigir una afirmación contra la consecuencia sin eliminar previamente la causa.
Por ejemplo, no tiene ningún sentido repetir: «No tengo nada que temer y no tengo nada de qué preocuparme», si la causa del miedo y preocupación sigue vigente. Además, una afirmación ha de estar formulada en positivo. En vez de repetir infinitamente lo que quieres evitar, prográmate para el resultado que quieres conseguir. Por ejemplo, la afirmación negativa —«No temo y no me preocupo»— es mejor remplazarla por una positiva: «Todo me sale bien». Indica concretamente qué es exactamente lo que debe salirte bien para que no tengas motivos de preocupación.
Presta atención: se debe decir «todo me sale bien», y no «todo me va a salir bien». Si formulas la afirmación en tiempo futuro, el futuro nunca llegará ser presente y se convertirá en un oasis de alguna parte en el porvenir. Es necesario que sintonices los parámetros de tu emisión mental tal como si ya tuvieses lo que has encargado.
Tampoco tiene sentido encargar el confort del alma. El confort del alma es la consecuencia del acuerdo entre el alma y la mente sobre un asunto determinado. Es imposible lograr el acuerdo en general, es decir, con una autosugestión abstracta. Sólo puedes acostumbrar y tranquilizar al alma con ayuda de una diapositiva en particular.
Las afirmaciones funcionan con más eficacia siempre y cuando te encuentres en estado emocional cero, cuando no hay potenciales excesivos. Es imposible convencer o dar órdenes al subconsciente. Al poner en marcha cualquier emoción estás alterando el equilibrio. Si intentas meter por fuerza el mismo pensamiento en la cabeza, tu alma se «tapará los oídos». Será más eficaz si practicas afirmaciones impasiblemente en un estado relajado. Entonces puede que tu mente se haga oír por el subconsciente. Y si la mente intenta convencer con ardor al alma, significa que la mente misma no cree en lo que dice y ninguna repetición disipará estas dudas.
Al presionar el alma con la mente no lograrás nada. Es imposible formular la determinación de tener en un momento de entusiasmo emocional. Aquello que ya posees te parece algo corriente y completamente natural. Tranquilamente y sin insistir, coges lo tuyo, como si recogieras la correspondencia del buzón. Y si tomas erróneamente tu obstinación por la determinación de tener, significa que en este instante estás danzando en el mismo sitio, cogido de la mano con un péndulo. En un momento dado, él te soltará la mano y bajarás rodando al foso de la indecisión anterior. En cambio, si tu determinación de tener carece del deseo de tener, el péndulo no tiene nada de donde engancharse.
Como comprendes, una afirmación es una especie de diapositiva acústica. Puedes utilizar tanto video-diapositivas como afirmaciones. El mejor efecto se logra al utilizarlos en conjunto. Aquí tienes el ejemplo de una diapositiva combinada. Supongamos que la diapositiva contenga la imagen de tu nueva casa. Estás sentado frente la chimenea. Chirría la mecedora. Con alegría chisporrotea la leña. ¡Qué placer es contemplar el fuego! Detrás de la ventana, la lluvia produce ruido al estrellarse contra el cristal y sopla un viento frío, pero tú estás cómodo y abrigado. En la mesita de al lado tienes tu dulce preferido. En la tele echan un programa interesante. Estás viéndolo, oyéndolo, sintiendo todo eso y repites para tus adentros: «Me siento cómodo».
No ves la diapositiva y no la escuchas, sino que vives dentro de ella.
Ventana hacia el espacio de las variantes
La cabeza humana es constantemente frecuentada por pensamientos controlados e incontrolados. Algunos lo llaman diálogo interior, pero en su esencia es un monólogo. La mente, a parte de sí misma, no tiene a nadie con quien charlar. El alma no sabe razonar ni hablar: ella sólo siente y sabe. El monólogo interior suena muy alto en comparación con las mudas sensaciones del alma. Por ende, la intuición se revela muy rara vez y de modo apenas perceptible.
Existe la opinión de que si detenemos el monólogo interior, se nos abrirá el acceso a la información intuitiva. Es cierto, pero es imposible desconectar por completo el monólogo en un estado consciente. Supongamos que te has concentrado y has detenido la marcha de pensamientos y palabras. Podría parecer que ya no hay pensamiento alguno, que dentro reina un vacío; sin embargo, eso no significa que el monólogo se haya parado. En este momento la mente no duerme; al contrario, está muy alerta, sólo que su tarea ahora es otra: no pensar ni charlar. Como diciendo: «Pues vale, me callaré y ya veremos qué vas a hacer».
Es una ilusión. El monólogo cesa cuando la mente interrumpe su propio control o, al menos, disminuye la vigilancia. En cambio, con una falsa parada del monólogo, la mente está alerta y podemos decir que, con su silencio «en voz alta», ahoga aún más los sentimientos del alma.
Si la mente hubiese interrumpido su control, tu percepción habría caído en el espacio de las variantes. La verdadera detención del monólogo interior sólo sucede mientras dormimos o en estado de meditación profunda. Sólo puedes sacarle provecho práctico si practicas el sueño lúcido o si posees la técnica de meditación profunda, en la cual la conciencia no se desconecta.
Puedes utilizar el sueño lúcido como experimento interesante y entrenamiento para la intención exterior. Pero ¿será posible utilizar la interrupción del monólogo interior en el estado consciente? Pues aquí existe un atajo que consiste en una estrecha ventana que se abre de modo espontáneo en los momentos en que el control de la mente se afloja y los sentimientos intuitivos del alma penetran en el subconsciente.
La intuición se revela como un presentimiento confuso, también llamado voz interior. La mente se distrae y en este preciso momento es fácil percibir los sentimientos y conocimientos del alma. Has oído el susurro de las estrellas de madrugada: la voz sin palabras, la reflexión sin pensamientos, el sonido sin volumen. Comprendes algo, pero muy vagamente. No reflexionas, sino que sientes intuitivamente. Todos hemos experimentado alguna vez eso que llamamos la intuición. Por ejemplo, sientes que alguien está por venir, o que algo tiene que pasar, o sientes el impulso inconsciente de hacer algo, o hay algo que lo sabes simplemente.
En el juego de los pensamientos, el aparato analítico de la mente interviene como árbitro. La mente define rápidamente cualquier dato con una etiqueta determinada para que todo sea lógico y racional. Parar el monólogo interior sería lo mismo que quitar el silbato al árbitro y sentarle en el banco. La mente observa, pero ya no puede controlar el juego.
Al hacer malabarismos con los datos, la mente, de vez en cuando, hace breves pausas. Como si se sentara por un momento en el banco para descansar. Es entonces cuando se abre la ventana para la información intuitiva. En este instante te quedas literalmente dormido. Posiblemente esto para ti sea una noticia increíble, pero realmente es así. Todos, a lo largo del día, nos quedamos dormidos una y otra vez. Sólo que nadie lo nota, puesto que la ventana se abre por un lapso de tiempo muy corto.
La mente adormecida se despierta de nuevo y sigue con su monólogo. A veces, sus impresiones de lo visto a través de esa ventana llegan a la conciencia como información intuitiva. Pero con más frecuencia ocurre que la mente no presta atención a una visión efímera, pues está muy ocupada con sus pensamientos.
En un sueño el alma vuela al azar, y se la puede llevar a cualquier lugar. A diferencia de un sueño normal, donde nadie desconoce el paradero del alma, en la ventana que se abre en estado de vigilia el alma se enfoca en un sector determinado del espacio de las variantes, en el contexto de los pensamientos actuales de la mente. El contexto dirige la mirada del alma a un sector correspondiente, donde ella observa conocimientos pertenecientes al actual contenido de pensamientos. En cuanto se abre la ventana, esos conocimientos se cuelan en la mente. Si la mente despierta presta atención a las impresiones del alma, en otras palabras, recordará esa breve ráfaga de su sueño; entonces recibirá lo que se denomina conocimiento intuitivo: la información aparecida de la nada, «caída del cielo».
Habitualmente se considera que el destello intuitivo es una espontánea ráfaga de clarividencia de la mente. Por una parte, a la mente de pronto le cae «del cielo» una decisión; pero por otro lado, se afirma que la mente ha encontrado la decisión por su cuenta.
¿Qué origen tienen esos conocimientos surgidos de la nada? En el concepto del mundo corriente, este hecho incomprensible se pasa por alto y se ignora: se dice que tal es la naturaleza de la mente.
En vista del modelo del Transurfing, estamos observando que el mecanismo del destello tiene una naturaleza totalmente distinta. La mente encuentra su decisión mediante una deducción lógica. Y el destello, es decir, el eslabón faltante imposible de obtener de la cadena lógica presente, procede del espacio de las variantes con el alma de intermediaria.
Los vagos sentimientos del alma se revelan como inquietud, opresión o entusiasmo, animación. Podemos unir todos estos sentimientos en un único término: angustia.
Como si el alma intentara informar de algo a la mente pero no
fuese capaz de explicarlo. Una preocupación angustiosa, el
sentimiento de culpa, el peso de la obligación, la opresión, se
realizan como los peores temores. En todos esos sentimientos se
revela la unidad de la mente y el alma. Obtenemos la realización de
nuestros peores temores como resultado del trabajo de la intención
exterior.
Como es sabido, las desgracias nunca vienen solas. Con tales parámetros de emisión mental nos trasladamos a las peores líneas de la vida, donde la desgracia, como se dice, no está solitaria. A veces, la transición inducida nos mete en una racha muy negra y ancha, de la que resulta imposible salir durante mucho tiempo. Presta atención: cuando surja ese estado de angustia opresiva, de inmediato obtienes la realización de tus peores temores. La intención exterior te traslada a las líneas de la vida fracasadas, donde la situación empeora literalmente delante de tus ojos.
Al mismo tiempo que presiente la desgracia, el alma, propiamente, ayuda de paso a realizar esa desgracia como resultado de la unidad del alma y la mente en los peores temores. Al utilizar la propiedad de unidad del alma y la mente en las mejores esperanzas, puedes dirigir la intención exterior hacia tus intereses. Para eso el Transurfing te recomienda renunciar a la importancia, a la negatividad, y dirigir conscientemente la energía mental hacia la obtención de objetivos. Como ya sabes, los parámetros de la energía mental se sintonizan con ayuda de las diapositivas en el estado consciente. Puedes utilizar la misma técnica en el momento de la ventana abierta, si logras captar este momento.
Los conocimientos intuitivos y los presentimientos vienen espontáneamente. En este caso la mente utiliza las facultades del alma de modo pasivo: simplemente recibe la información desde el sector adonde, por casualidad, se descarrió el alma. Pues nuestra tarea consiste en lograr despertar en nosotros, de modo predeterminado, estos presentimientos intuitivos. Eso lo necesitamos para dirigir la vela mayor de nuestra alma hacia en la dirección necesaria.
¿Cómo se hace? Tienes que captar el momento en que la mente se distrajo. Pero ahora, en vez de captar los sentimientos, debes inducirlos intencionadamente, es decir, introducir la diapositiva instantánea en la ventana. La diapositiva debe contener los sentimientos que experimentas dentro de esa diapositiva. Al introducir la diapositiva dentro de la ventana que acaba de abrirse, no recibes la información del alma, sino que, por el contrario, diriges el alma hacia el sector del espacio. Si logras hacerlo, tu mente rozará la intención exterior.
Puede parecer que es posible lograr el mismo efecto si proyectas la diapositiva en la cama, antes de dormir. Entonces la diapositiva se trasformará imperceptiblemente en el sueño y así se conseguirá la unidad del alma y la mente. Sin embargo, por muy extraño que suene, eso no te llevará a ninguna parte. El por qué te lo explicaré en el siguiente capítulo. Mientras tanto, intenta responder a la pregunta: ¿Por qué no tiene sentido proyectar la diapositiva en el sueño?
Frame
Existe un área transitoria entre los acontecimientos formados por la intención exterior y acontecimientos pronosticados por el presentimiento intuitivo. En otras palabras, al presentir intuitivamente un acontecimiento, lo rozas con tus pensamientos sin haber tenido ninguna intención. Luego este acontecimiento, como regla general, en efecto se realiza, sobre todo si la mente está de acuerdo con el alma. Surge una pregunta: ¿simplemente has presentido que tendría que ocurrir algo o tus pensamientos subconscientes han actuado como intención exterior e indujeron este acontecimiento?
No hay una respuesta unívoca para esa pregunta. Tiene lugar lo uno como lo otro. En el sueño todo sucede con más precisión: no tienes más que pensar fugazmente o, más bien, sentir que los acontecimientos han de desarrollarse de cierto modo, como el guion se realiza enseguida. En el sueño, la intención exterior funciona impecablemente. ¿Qué es lo que eso nos ofrece?
Sólo que obtenemos la realización del guion esperado en el sueño. El sueño no ejerce ninguna influencia sobre la realidad material. La realidad virtual sigue siendo virtual. ¿Por qué, entonces, la intención exterior del sueño no realiza el sector virtual? Puede parecer que eso está relacionado con la inercia de la realización material.
Realmente, un sueño, en comparación con la realidad material, parece un barquito de papel frente a una fragata grande. El barquito de papel sale volando velozmente con el mínimo soplido de la intención exterior. En cambio, para mover una fragata pesada de su sitio se necesitan una vela muy grande y un largo período de tiempo.
Aun así, no es en absoluto por inercia por lo que la intención exterior de un sueño no realiza el sector virtual. Puedes proyectar tu diapositiva cuantas veces quieras, incluso en un sueño lúcido, pero esto no te acerca un paso a tu objetivo final. El caso es que, en el sueño, la intención exterior cumple con una sola función: trasladar el alma de un sector virtual al otro. En el sueño ocurre lo siguiente: la mente colocó la plumita de la vela del alma según sus esperanzas, y la intención exterior enseguida trasladó el barquito de papel a un sector correspondiente. Ya está, el trabajo se ha terminado y con esto la misión de la intención exterior ha concluido.
En la realidad, el trabajo de la intención exterior no se acaba en un solo soplido. El viento de la intención sopla, pero la fragata no se mueve de su sitio. Si se logra la unidad del alma y la mente, la vela se coloca en la dirección necesaria. El tamaño de la vela depende del grado de esa unidad. El viento no es capaz de trasladar instantáneamente la fragata al sector exacto. Los parámetros de energía de la emisión mental ya satisfacen los parámetros de sector del objetivo, mas la realización material se demora en el sector anterior. Por ende, el viento de la intención debe soplar un largo tiempo para realizar el sector de tu objetivo.
Sin embargo, la intención exterior de un sueño es absolutamente incapaz de mover la fragata de su sitio por una simple razón: en el sueño está colocada sólo una plumita de barquito de papel, mientras que la vela de la fragata está arriada.
El viento de la intención traslada sólo al barquito de papel del sueño, y absolutamente de ningún modo influye sobre la fragata de la realización material.
Por ende, proyectar la diapositiva mientras duermes no contribuye al movimiento de la realización material. En un sueño, la vela mayor del alma permite volar dentro del espacio virtual, pero no tiene nada que ver con el movimiento de la realización material propiamente dicho. La única función de la diapositiva en el sueño lúcido es expandir la zona de confort. No obstante, ya es mucho; por tanto, si practicas el sueño lúcido, una diapositiva en el sueño sería un remedio ideal para ampliar la zona de confort de tu alma.
En la vida real tu conciencia y el subconsciente se hallan dentro de los límites del mundo material. La mente mantiene el enfoque del alma en el sector de la realización material. Como ya hemos demostrado, la mente corrige constantemente la percepción según el patrón establecido. Al proyectar la diapositiva en estado despierto, sintonizas los parámetros de la emisión mental con el sector no realizado. La vela mayor se llena con el viento de la intención exterior, según el grado de unidad entre el alma y la mente, y la fragata, lentamente y poco a poco, empieza a dirigirse hacia el sector de tu objetivo. La intención exterior seguirá trabajando hasta que la realización material llegue a su destino.
¿Ves la diferencia? El trabajo de la intención exterior se acaba en el sueño, pero en la vida real continúa. En el sueño los parámetros concuerdan instantáneamente y con eso el asunto se da por terminado, pero en la vida real el proceso va despacio y de manera gradual. Cuando practicas la proyección de la diapositiva estando despierto, tienes alzada la vela mayor de la fragata de la realización material, y la intención mueve la fragata, no al barquito del sueño.
Que no te perturbe el atrevimiento con que utilizo metáforas simples para describir todas estas cuestiones complejas. En cualquier caso, en la lista de definiciones de la mente no hay analogías más apropiadas, y de este modo la esencia del asunto se trasmite con más claridad.
La ventana al espacio de las variantes, que se abre por un breve instante cuando la mente se sumerge en el sueño, deja el foco de la percepción en el contexto del sector corriente de la realización material. A diferencia de lo que sucede en un sueño normal, la vela mayor de la fragata dentro de la ventana queda izada. Si en este momento preciso introducimos la diapositiva dentro de la ventana, la ráfaga del viento de la intención exterior impulsará la realización material a una distancia importante. La eficacia de la ventana consiste en que, en tal estado, la unidad del alma y la mente se revela en un grado más alto. La mente adormilada suelta su control y admite lo irreal en el patrón de su percepción, lo mismo que sucede en un sueño. La vela alcanza dimensiones importantes y la intención exterior actúa con más fuerza.
Es una técnica bastante difícil, pero puedes probarla. Tendrías que empezar por prestar constantemente atención a tus presentimientos intuitivos, observarte a ti. Entonces comprenderás que, a lo largo del día, la ventana se abre bastante a menudo.
De cuando en cuando la mente se cansa de su control y palabrería y, por unos instantes, pierde la vigilancia. En ese momento puedes encuadrar intencionadamente tus sentimientos sobre el acontecimiento que quieres inducir. Deben ser precisamente los sentimientos y no las formulaciones verbales.
Imagínate, ¿qué habrías sentido si lo propuesto se hubiera cumplido? Proyecta varias veces la diapositiva en la mente; luego, de toda la diapositiva escoge sólo un molde integral: el frame.[16] Por ejemplo, firmas un contrato y te sientes satisfecho. O te examinas satisfactoriamente y el profesor te estrecha la mano. O llegas primero a la meta y rompes la cinta con el pecho. Este molde será justamente aquella fórmula que debes introducir dentro de la ventana entreabierta. Puedes intitular el frame con una palabra, por ejemplo: «¡Victoria!», «¡Lo tengo!», «¡Sí!» o como más te guste. Ese título te servirá de punto de apoyo para el frame.
Es difícil captar la ventana, porque lo hace tu mente, aunque adormilada, pero esto significa que, al captar la ventana, se despierta, y la ventana enseguida se cierra bruscamente. Los hábitos vendrán con el tiempo. Es necesario que tengas firme intención y paciencia. Al principio, con ayuda de la mente, tendrías que elaborar un frame de la sensación de realización del acontecimiento. Deja la mente trabajar activamente en esta elaboración. Después, sin intentar captar la ventana, sigue proyectando el frame para comprender debidamente en qué consiste el sentimiento final. Crea un enganche, una sensación integral. Y luego, en el momento de la ventana abierta, podrás encuadrar el frame dentro.
Es lo que debe suceder: de repente la mente adormilada se da cuenta de su estado somnoliento y enseguida lanza el frame dentro de la ventana sin tener tiempo siquiera para despertarse. Pues tal será el trabajo de la intención exterior cuando se interrumpa el monólogo interior.
Los intentos múltiples, aunque infructuosos, poco a poco irán creando costumbre, y tu mente aprenderá a lanzar automáticamente el frame dentro de la ventana. La idea del frame consiste precisamente en que la mente debe activarlo automáticamente, sin llegar todavía a despertarse.
Sin embargo, si la técnica de los frames te resulta muy difícil, no te amargues y déjala en paz. La presente técnica está mencionada aquí sólo para tu información. Si de momento no te funciona, significa que no la necesitas. Trabaja con las diapositivas normales y practica la visualización del proceso.
En cualquier caso, sería muy útil adquirir la costumbre de prestar atención a las ventanas. Si aprendes a captar el momento de la ventana abierta, los destellos intuitivos te visitarán con más frecuencia.
Resumen
- La mente tiene voluntad, pero no es capaz de sentir la intención exterior.
- El alma es capaz de sentir la intención exterior, pero carece de voluntad.
- La unidad del alma y la mente somete la intención exterior a tu voluntad.
- Tu alma no es en absoluto peor que las almas de los demás. Te mereces todo lo mejor.
- Tienes todo lo que necesitas. Sólo te queda ponerlo en uso.
- Las estrellas nacen por iniciativa propia. Pero son los péndulos quienes las encienden.
- Los péndulos ocultan el hecho de que cada persona posee capacidades únicas.
- La regla «Haz como yo» crea estereotipos de péndulos adoptados por todos.
- Cada alma tiene su sector «estrella» individual.
- Si la mente lo permite, el alma encontrará su sector por su propia cuenta.
- Permítete la audacia de despreciar los estereotipos de los péndulos.
- Permítete la audacia de creer en las ilimitadas capacidades de tu alma.
- Permítete la audacia de tener derecho a tu propia y magnífica individualidad.
- Deja la alegría para ti y entrega el orgullo al Ángel.
- La conducta y los pensamientos de una persona están condicionados por su dependencia de los péndulos.
- Mantén tu importancia en el nivel mínimo y actúa conscientemente.
- No atribuyas a nada ni a nadie un significado excesivamente importante.
- No eres tú quien necesita tu importancia, sino los péndulos.
- No necesitas ni esfuerzos ni la tenacidad, sino la intención consciente de mantener la importancia a cero.
- El freile caracteriza la entidad individual del alma de una persona.
- Al intentar alcanzar los estándares ajenos, la mente se aleja cada vez más del alma.
- Al sintonizar la mente con el freile del alma, obtendrás una gran cantidad de virtudes potenciales ocultas.
- En estado de unidad el alma canta y la mente se frota las manos con satisfacción.
- Al pensar en los medios para conseguir el objetivo, la mente pone una cruz definitiva sobre el objetivo difícil de lograr.
- Permitirse tener es la principal condición para que el deseo se cumpla.
- Si en el objetivo elegido hay algo que te oprime, puede que, con todo su atractivo, el objetivo sea falso.
- Desconfía de quien te exhorte a cambiar.
- La incomodidad se revela como inquietud onerosa, peso, opresión.
- El confort del alma no es un «sí» unívoco. La incomodidad del alma es un unívoco «no».
- Al reflexionar sobre el objetivo no pienses en su prestigio, que es difícil de lograr, ni en los medios de obtenerlo: presta atención sólo al estado de confort de tu alma.
- Una afirmación debe estar acompañada por los correspondientes sentimientos.
- Una afirmación aislada debe ser positiva y enfocada estrictamente hacia el objetivo.
- Dirige la afirmación hacia la causa, no a la consecuencia.
- Formula todas afirmaciones en tiempo presente.
- Cuando la determinación de tener carece del deseo de tener, el péndulo no tiene nada de donde engancharte.
- Tranquilamente y sin insistir coges lo tuyo, como si eso fuese recoger el correo del buzón.