Sólo tu intención limita tus posibilidades
Despertar en el sueño
En este capítulo nos acercamos más a la resolución de la Adivinanza del Celador:[1] Por qué somos capaces de elegir lo que queremos y cómo hay que hacerlo. Una de las claves de la solución está en el hecho que llamamos sueño.[2] El hombre pasa durmiendo la tercera parte de su vida. Todo lo que sucede con él en este estado fronterizo sigue cubierto por un misterio. Desgraciadamente, las investigaciones científicas en este campo no ofrecen muchas explicaciones. Las interpretaciones filosóficas también dan bandazos de un extremo al otro. Unos dicen que los sueños son simples ilusiones; otros afirman que hasta nuestra vida misma no es más que un sueño. ¿Quién de ellos tiene razón? Dentro de los márgenes del Transurfing, ni unos ni los otros. Pero veamos todo por orden.
Al recordar sus sueños, los adultos son conscientes de que no hubo nada de ello en realidad. La mente interpreta los sueños como sus propias fantasías que, de algún modo, tienen lugar mientras uno descansa y, con esa explicación, la mente queda satisfecha. Es sabido que hasta los cuatro años los niños no distinguen entre un sueño y la vigilia. Consideran que los sueños ocurren en el mismo mundo que el resto de la vida. Con esa edad, al despertarse de una pesadilla, el niño piensa que los monstruos están en la habitación. Y todas las promesas de los padres de que tan sólo ha sido un sueño, no le hacen el efecto debido. Sin embargo, poco a poco, a la mente del niño la acostumbran con la idea de que todo eso es irreal.
Hemos analizado ya de qué manera distribuye la mente toda la información nueva según la descripción abstracta. Y que lo hace muy rápido y con ganas. Ahora imagínate: se necesitaron cuatro años para convencer a la mente de que un sueño no es real. Es la única cosa con la que la mente no pudo estar de acuerdo bajo ningún concepto. No recordamos qué es lo que hubo con nosotros hasta que cumplimos los cuatro años, por tanto no podemos testimoniar el grado de perplejidad en el que estuvo nuestra mente después de despertar.
Todavía, al desconectarse, nuestra mente con mucha credulidad cae siempre en la misma trampa todos los días. Mientras dormimos, no se nos ocurre tomar lo sucedido con crítica. Incluso al despertar, nos sorprendemos de lo real que parecía el sueño. La realidad en el sueño se modela de un modo sorprendentemente natural. Por muy extraordinario que sea lo que sucede en el sueño, lo tomamos como algo habitual. Esa capacidad se basa en la costumbre de la mente de encontrar una explicación para todo. Si hemos de observar o experimentar algo extraño, somos capaces de racionalizarlo todo en cualquier momento.
Pero tampoco tenemos la costumbre de poner en duda la realidad de lo ocurrido estando despiertos y conscientes. Por tanto en el sueño aceptamos todo como algo debido por inercia. La mente está acostumbrada a controlar las situaciones. Pero existe una pregunta que pasa el control siempre, sin ser comprobada: «¿Será verdad que todo esté ocurriendo en realidad?». Precisamente por eso la mente siempre cae en la trampa del sueño.
Pero a veces, si tenemos mucha suerte, ocurre un milagro y nos damos cuenta de que estamos durmiendo. Con más frecuencia eso sucede si soñamos con algo demasiado increíble o nos persigue una pesadilla. Entonces la mente establece su control y nos damos cuenta claramente de qué es lo que tenemos que hacer a continuación. En este caso un sueño inconsciente se convierte en un sueño lúcido. En el sueño lúcido el hombre participa en un juego virtual y comprende que es sólo un sueño. Si nunca te había ocurrido nada parecido y lo escuchas por primera vez, no dudes: eso no tiene nada que ver con la fantasía. Existen muchos libros que están dedicados a los sueños lúcidos, y en el mundo hay apasionados que lo practican constantemente.
¿No te gustaría probarlo? Sí, en efecto, es posible provocar intencionadamente un sueño lúcido. Para eso debes acostumbrar tu mente que se haga la pregunta: «¿Será verdad que todo está ocurriendo en la realidad?». Si lo deseas realmente, no te resultará muy difícil hacerlo. El procedimiento de enseñanza de la mente es muy sencillo, pero requiere una atención orientada hacia el objetivo. Debes hacerte la pregunta arriba mencionada como mínimo diez veces a lo largo del día. A cumplir la tarea te ayudará tu Celador interior. Ordénale que te sacuda constantemente: ¿duermes o no? Al contestar la pregunta debes estar consciente al máximo para que sea un control de verdad y no un procedimiento rutinario. Despéjate, mira alrededor, valora la situación: ¿realmente todo va con total normalidad u ocurre algo sospechoso? Si tienes suficiente obstinación, pronto despertarás dentro de tu sueño.
Tendrás que persuadirte de que es una tarea bastante difícil: hacerte la pregunta a ti mismo aunque sea diez veces a lo largo del día. Simplemente olvidarás hacerlo. Deberías tener realmente muchas ganas para que te resulte. Dependiendo de la fuerza de tu intención el sueño lúcido puede ocurrirte dentro de unos pocos días, o dentro de varios meses.
Si en casa tienes algún reloj sonoro, te puede ayudar en esta tarea. A lo largo del día, cada vez que suenen las campanas del reloj, activa tu Celador para que te pregunte si duermes o no. Las campanas del reloj te servirán de ancla, un enganche que atrapará tu conciencia. Si escuchas las campanas en el sueño, por costumbre sacudirás a tu Celador y éste despertará tu mente. Puedes encontrar otros enganches, pero con la condición de que puedas oírlos mientras duermes. No merece la pena enlazar la pregunta a las señales que no podrás escuchar en el sueño. Por ejemplo, si la atas a una llamada telefónica, no podrás hacerte esa pregunta en el sueño hasta que no sueñes con una llamada telefónica.
En general, el principio está en crear la costumbre de hacerse constantemente la pregunta de si lo que está ocurriendo es real o no. No respondas a la pregunta automáticamente, hazlo conscientemente. Para muchos de los soñantes el factor que despierta su conciencia es distinguir en el sueño las anomalías, desacuerdos y rarezas. En la mayoría de los casos tales cosas se pasan desapercibidas y se interpretan por el soñante como un fenómeno normal. Precisamente por eso es necesario acostumbrarse a valorar críticamente la situación y responder concienzudamente a la pregunta.
¿Para qué? En primer lugar, al menos es interesante y divertido si el sueño no «ocurre» simplemente, sino que tú juegas conscientemente a su juego virtual. Eso ya no es una fantasía sobre la realidad virtual. Ningún juego virtual puede compararse con lo que puedas hacer en tu sueño lúcido. Y puedes hacer todo lo que quieras.
Cuando en el sueño surge una situación indeseada la puedes corregir con un pequeño esfuerzo de la voluntad. Supongamos que tienes una pesadilla: te persigue alguien y no hay manera de librarte de él. Si te parece que todo está sucediendo en la realidad, te resultará difícil deshacerte del perseguidor. Y en cuanto te des cuenta de que todo no es más que un sueño, lo más probable es que intentes despertarte, normalmente con dificultad, pero lograrás hacerlo. Sin embargo, existe un modo mucho más eficaz e interesante de deshacerte de una pesadilla. Si te has dado cuenta de que lo ocurrido es un sueño, te bastará con mirar al perseguidor y pensar solamente: «¡Piérdete!» (Ahueca, largo, vete). Tu perseguidor desaparecerá enseguida. Hasta puedes elevarle mentalmente por los aires y hacerle dar vueltas.
En el sueño una persona es capaz de controlar completamente todo lo que sucede alrededor cumpliendo dos simples condiciones. Primero, ha de darse cuenta de que se trata de un sueño. Segundo, debe saber que «aquí» es posible hacer todo lo que a uno le plazca. Por ejemplo, despiertas en un sueño y querrás volar. No hay nada más fácil, bastará sólo con la intención de hacerlo. Aquí la diferencia entre el deseo y la intención se revela muy claramente. Con un simple deseo de subir al aire no conseguirás nada, tanto en la realidad como en el sueño.
Tomamos como ejemplo nuestro deseo de levantar la mano. Dices que quieres levantar la mano, sin embargo, todavía no lo haces. Y ahora coges y simplemente levantas la mano. El deseo se trasformó en acción. No estás reflexionando sobre cómo vas a levantar la mano, sino que simplemente lo haces. Lo mismo en el sueño: simplemente elévate en el aire con una intención y vuela a donde quieras.
Volvamos a nuestra pesadilla con el perseguidor. Tienes que comprender que al desear deshacerte de él, no lo lograrás. Al estar bajo el poder del miedo, los pensamientos rebobinan rápidamente a todas las variantes posibles del desarrollo de los acontecimientos y éstos se realizan de inmediato. Estás implicado en un juego cuyas reglas son establecidas por algo o alguien. Incluso si tomas conciencia de que es sólo un sueño, no podrás hacer nada mientras no establezcas control sobre las cosas. Mientras interpretas el papel de la víctima pasiva, estás bajo el poder del juego. No importa que este juego sea fruto de tu propia imaginación.
En este momento eres un esclavo de tu imaginación, temes y huyes, porque tú mismo has escogido este papel. Si ahora te detuvieses y quisieras intercambiar los papeles con tu perseguidor, éste con muchas ganas se pondría de acuerdo contigo y empezaría a huir de ti. ¿Imaginas toda la comicidad de la situación?
A cualquier pregunta que empieza por «¿puedo en el sueño…?», la respuesta será afirmativa. Puedes conversar con cualquier persona (viva o muerta), hacer lo que te plazca con los participantes y objetos del sueño, volar hasta otros planetas, resolver problemas, componer melodías, ensayar, viajar, etcétera. Las drogas fuertes, comparadas con todo eso, son puras travesuras infantiles. Además, sin perjuicio alguno para la salud. Está permitido sacar cualquier información de los sueños. Sólo hay una cosa imposible: sacar un objeto material del sueño a la realidad. En todo caso, personalmente yo desconozco por completo tales fenómenos.
Si no recuerdas haber soñado, intenta determinar la orientación de la cabecera de tu cama. Lo mejor es dormir con la cama orientada hacia el norte. No se puede dormir con orientación hacia el oeste, es perjudicial para la salud. No puedo explicar con claridad por qué es así, pero tiene que ver con el campo magnético de la Tierra. Intenta dormir con orientación hacia el norte, percibirás que los sueños se vuelven más interesantes y con más colores.
Si por mucho que intentes, no consigues sueños lúcidos o no tienes ninguna gana de practicarlo, no te preocupes. Los sueños lúcidos juegan un papel determinado en la técnica del Transurfing, pero tranquilamente puedes prescindir de ellos. Además, los sueños conscientes encierran en sí una amenaza disimulada. Bueno, dirás tú, primero despierta interés, y ahora intenta asustar. Sin embargo, no tengo otro remedio. Los sueños conscientes son la misteriosa puerta hacia lo desconocido. Sería una irresponsabilidad por mi parte de no advertirte del peligro que pueda estar oculto detrás de esa puerta. Pronto sabrás en qué consiste el peligro.
Espacio de los sueños
Para poder explicar la Adivinanza de Celador hemos de responder a dos preguntas: ¿por qué todo es posible en un sueño consciente? y ¿por qué los sueños parecen tan reales?
Tanto en un sueño consciente como en uno inconsciente, la imagen es muy precisa, hasta el mínimo detalle. También sucede que los sueños, por la nitidez de las formas y viveza de los colores, superan cualquier realidad. Existe una hipótesis de que la mente misma sintetiza las imágenes de los sueños y mientras soñamos percibe esas imágenes del mismo modo que en la realidad. Realmente eso no es más que una hipótesis. Hasta ahora nadie ha demostrado que todo suceda precisamente así. El modelo de Transurfing tiene una interpretación totalmente distinta del fenómeno del sueño: el subconsciente no imagina nada por su propia iniciativa, sino que se conecta directamente con el espacio de las variantes, que contiene toda la información.
Mira detenidamente a algún objeto, luego cierra los ojos e intenta imaginarlo. Incluso si tienes una extraordinaria capacidad para la visualización, no podrás «ver» el objeto con los ojos cerrados del mismo modo a como lo haces con ellos abiertos. La imagen que memorizó tu mente es sólo una fotografía de baja calidad. Supongamos que la mente guarda esa fotografía como el determinado estado de un grupo de neuronas. No obstante, a pesar de la enorme cantidad de neuronas que hay en el cerebro, no son suficientes para reproducir todas las fotografías memorizadas por la mente.
Si nuestros recuerdos y sueños son la reproducción de lo que está grabado en las neuronas, entonces ¿cuántas células de ésas habrá en la cabeza? Dentro de los marcos del modelo de Transurfing, las neuronas no son portadoras de la información como los bytes en un ordenador. La mente no guarda la información misma, sino una especie de direcciones de la información guardada en el espacio de las variantes.
Es posible que la mente sea capaz de guardar en su propia «base de datos» una cantidad limitada de datos. Sin embargo, aun siendo un sistema biológico perfecto, no es capaz de guardar en sí todo lo que estamos dispuestos a reproducir en nuestra memoria. Y menos aún es capaz de sintetizar una realidad virtual tan perfecta como el sueño. ¿Acaso es tan fácil, en un estado de vela, cerrar los ojos y reproducir mentalmente las imágenes con la misma naturalidad que cuando soñamos? No hay que acariciar esperanzas con argumentos poco convincentes, como los que, al desconectarse, la mente obtiene la capacidad de asimilar las imágenes imaginarias de un modo preciso.
Como habíamos dicho, la mente no es capaz de crear nada completamente nuevo. Solamente puede construir con los cubos viejos una nueva versión de casa. La mente posee sólo la información primitiva sobre esos cubos y sobre cómo colocarlos. Para guardar los datos más detallados, la mente lo hace en un papel u otros portadores de información. Toda la demás información le llega a través del alma desde el espacio de las variantes.
De esta manera, la mente, en el modelo de Transurfing, se presenta como un sistema bastante primitivo, cuyo funcionamiento resulta posible modelar técnicamente; es lo que precisamente intentan hacer los científicos. Los intentos de crear un intelecto artificial por ahora no tienen éxito. La mente puede comprenderse, más o menos, a sí misma, pero todavía no es capaz de comprender la naturaleza del alma. El secreto del intelecto de un ser vivo consiste en la unidad e interacción entre el alma y la mente. Hasta ahora, los esfuerzos de los cibernéticos se reducían a modelar el proceso de pensamiento, tal y como lo hace la mente. Pero puede ser que un día a alguien se le ocurra modelar una máquina capaz de sintonizarse y recibir información desde el espacio de las variantes, tal y como lo hace el alma.
De algún modo, la mente es capaz de memorizar las direcciones de los sectores necesarios en el espacio. Al tener que recordar algo, la mente recurre al alma y ésta se sintoniza con el sector correspondiente.
Pero, ya porque el alma no sea capaz de sintonizarse bien, porque la mente recuerde mal las direcciones, o porque la mente y el alma no puedan llegar a un acuerdo entre sí, tenemos el resultado que tenemos: nuestra memoria es imperfecta.
En cambio, el alma es capaz de sintonizarse casualmente con los sectores no realizados del espacio de las variantes. Pues son justamente esas imágenes las que vemos en nuestros sueños. Precisamente por eso el espacio limítrofe entre el sueño y la realidad es tan real. Los sueños no son ilusiones en el sentido común de la palabra. La mente no los imagina, sino que los ve realmente.
Es sabido que en un sueño el individuo puede observar situaciones u objetos que parecen venir del otro mundo. Por ejemplo, puedes ver una construcción arquitectónica apreciando todos los detalles. Al mismo tiempo está absolutamente claro que nunca pudiste haber visto nada parecido en ninguna parte. Si el sueño es una imitación de la realidad, reproducida por nuestra mente, entonces ¿de dónde salen las imágenes que uno no pudo haber observado nunca?
Como recordarás, los sectores del espacio contienen diferentes variantes de guiones y decorados. Los decorados comprenden tanto el entorno de los objetos inanimados como los seres vivos. Si soñaste con tus cercanos o conocidos, el hecho de que fueran un tanto distintos de lo que son en realidad debería llamarte la atención. Pueden tener otro peinado, ropa extraña, hasta el carácter de cada uno puede ser distinto de lo que es en la realidad. Los personajes virtuales del espacio de los ensueños pueden comportarse de una manera un tanto impropia. En el sueño reconoces a tus conocidos, comprendes que son ellos, pero, al mismo tiempo, te da la sensación de que en ellos hay algo que no te cuadra. Es así como se revela la diversidad del espacio de las variantes. Los decorados de diferentes sectores se distinguen. Los acontecimientos que observamos en la realidad son variantes realizadas. En un sueño somos capaces de ver lo que no se realizó (o no está realizado aún).
Si algún día tienes la suerte de verte reflejado en el espejo mientras sueñas, puede que te sorprendas desagradablemente o te asustes. Será otra cara, no la que estás acostumbrado a ver en un espejo real. ¡Enseguida comprenderás que eres tú, pero tu cara ha cambiado! Lo que pasa es que, en el sueño, tu apariencia corresponde precisamente al sector en el que te habías metido. Según el grado de la desviación del sector observado respecto al sector corriente real, la diferencia en tu apariencia se distinguirá poco o mucho.
El entorno circundante también cambia, dependiendo de lo lejos que se encuentre el sector virtual. Ves tu ciudad, pero no parece igual que siempre. Las mismas calles y casas tienen un aspecto extraño. Te quedas perplejo, como si estuvieras alucinando. Si el alma en el sueño se ha alejado lo suficiente de su sector actual, te encontrarás en un ambiente totalmente desconocido. Verás lugares y gente que no existen en la vida real. Allí todo vive su vida virtual. Y tú mismo, ¿en calidad de qué intervienes en aquella vida? Nada de lo que ocurre allí es material. El papel que desempeñas también es virtual. Al mismo tiempo no es una ilusión.
Aquí podrán darse dos situaciones: que la variante de tu personalidad exista en aquel sector o que no exista. En caso de que exista, ¿podrás encontrarte allí con tu doble? Es una pregunta muy difícil, para la que de momento no tengo respuesta. Lo más probable es que el alma se haga con aquel papel que esté inscrito en el guion de ese sector. A favor de eso está el hecho de que el soñante observa su cara en el espejo como una cara ajena.
Hay otra pregunta más que despierta interés: si toda la información se guarda de modo fijo dentro del espacio de las variantes, como si fueran bobinas de películas en la estantería, ¿por qué al soñar vemos el movimiento y participamos en este juego virtual? Los acontecimientos están guardados en el campo de la información todos al mismo tiempo. Lo que hubo y lo que habrá, allí ya existe ahora. ¿Por qué, al volar en el espacio de las variantes, el alma ve el movimiento de la vida y no unas imágenes estáticas? Puede que así esté organizada nuestra percepción, que nos permita percibir sólo el movimiento de la cinta de video. O tal vez es la particularidad del espacio y se revela ante nosotros sólo en calidad de la corriente de las variantes. Si el alma vuela por los sectores, entonces es ella quien observa el movimiento. En este caso, ¿en qué lapso de tiempo se mete el alma en el sueño: en el pasado, futuro o presente?
En cuanto al espacio de los sueños, el tema encierra más preguntas que respuestas. Lo único que podemos decir con seguridad es que el sueño no es una ilusión. Da un poco de miedo, ¿verdad? Cada noche, todos nosotros partimos al espacio de las variantes, donde vivimos una vida virtual. La vida virtual no tiene base material alguna y, al mismo tiempo, es real.
¿Qué se puede decir sobre la oniromancia? Puede que la respuesta te parezca algo inesperada. Tal vez, a la luz de lo expuesto, supones que los sueños tienen el pleno derecho de ser precursores de los acontecimientos venideros. Pero precisamente a la luz de lo expuesto, los sueños en Transurfing no pueden considerarse como las señales de las que habíamos hablado en el capítulo anterior.[3]
Los sueños nos enseñan lo que podría haber pasado en el pasado o en el futuro. El pasado ya lo conocemos. Y el futuro en el espacio de las variantes, pues, es demasiado multiforme; por lo que no hay ninguna garantía de que al soñar hayamos visto precisamente el sector venidero que va a ser realizado. Los sectores colindantes, en efecto, contienen guiones y decorados parecidos. Por tanto, si el sector visto se halla cerca de la línea de la vida presente, en este caso sí que puede tener alguna información sobre los acontecimientos futuros reales. Sin embargo, no se puede dar garantía alguna de que el sector visto se encuentre realmente cerca de la línea presente.
Es verdad que en la vida real el alma es capaz de presentir los acontecimientos próximos. La señal más fiable es el estado de la comodidad interior. Mientras sigues despierto, el alma te indica el estado de su comodidad respecto a la línea de la vida presente o respecto a un giro próximo en la corriente. Las demás señales pertenecen también a sectores realizados corrientes y a los sectores colindantes. Pero por dónde vuela el alma en los sueños, sólo Dios lo sabe. Puede llegar a cualquier parte; por tanto, no podemos fiarnos de la información que nos aporta el alma mientras soñamos.
La siguiente pregunta es: si un sueño es fruto de la imaginación, ¿quién, entonces, determina los guiones de los sueños? Los guiones son engendrados en los sectores del espacio de las variantes. El alma puede viajar libremente dentro del espacio de las variantes mientras la mente reposa. A veces ésta duerme tan profundamente que no recordamos con qué hemos soñado. Nadie sabe cómo se desarrollan los acontecimientos mientras la mente duerme. En la vida real, ella controla el comportamiento de uno. Pero cuando sueña, la mente interviene sólo como un observador pasivo y no controla la situación, sino que acepta todo como algo debido.
Todo sucede según el guion engendrado en el sector. En cuanto el alma cae en el sector, los acontecimientos en él empiezan a desarrollarse según las esperanzas, los recelos e ideas obtenidos por la mente y el alma en la vida real. Las esperanzas y recelos se realizan enseguida. Por ejemplo, si en el escenario aparece algún sujeto que, desde el punto de vista de la mente, trae peligro, el guion de peligro se realiza instantáneamente. No tiene más que cruzar la mente alguna idea de que haya un peligro de persecución, para que el monstruo empiece a perseguirte.
Eso ocurre porque el alma se sintoniza enseguida con la variante que se deslizó por el pensamiento. El alma elige las variantes del guion según los pensamientos y esperanzas. El movimiento del alma en el espacio de las variantes se produce al mismo tiempo que ellos pasan por tu cabeza. Precisamente los pensamientos y las esperanzas son aquella fuerza propulsora que rebobina la película. Si pudiéramos detener por completo el funcionamiento de la mente, la imagen se quedaría inmóvil. Pero los pensamientos no se detienen y constantemente giran en la cabeza.
Los acontecimientos en el sueño pueden ir en contra de las ideas habituales, puesto que el control de la mente está debilitado. Sucede cualquier absurdidad, aparecen visiones increíbles, las leyes físicas no funcionan. Las cosas increíbles ocurren también en un sueño lúcido. Pues la mente comprende que eso es nada más que una fantasía, por tanto admite cualquier absurdidad.
Ahora comprendes por qué en el sueño es posible todo: porque el sueño es un viaje del alma en el espacio de las variantes, y allí existe cualquier guion. Por eso en un sueño lúcido resulta posible cambiar el guion a sabiendas. En realidad el guion no se cambia: es elegido por la intención. En cuanto en la mente aparece la intención de intercambiar los papeles con el perseguidor, el alma se sintoniza con el sector que tenga un guion opuesto. Precisamente en eso consiste el mecanismo de un sueño lúcido: la intención del soñante elige el guion.
Si la mente se da cuenta de que puede controlar el guion de lo que está ocurriendo, entonces formula un deseo. Por ejemplo, el deseo de volar. Este pensamiento, al cruzar la conciencia fugazmente, se trasforma en el alma en una intención.
La intención es la fuerza motriz que traslada al soñante al sector con un guion correspondiente.
El viaje del alma en el espacio de las variantes no se carga con el peso de la inercia de los objetos materiales. Por eso los sueños son tan flexibles. El guion encargado se realiza instantáneamente. Pero ¿y qué pasa en la vida real? Al principio, lo mismo. La diferencia está sólo en la velocidad de la realización del guion. En la vida real los acontecimientos se desarrollan según las mismas leyes de un sueño, pero no tan rápido, pues la realización material es inerte. En este sentido, la afirmación de que nuestra vida es un sueño es errónea, pero al mismo tiempo no carece de sentido. Yo ya te había ilustrado con cómo los pensamientos forman los acontecimientos de la vida. Lo que tienes en los pensamientos es lo que obtienes, más tarde o más temprano.
Tus pensamientos son emisión de energía en la frecuencia de una línea de la vida determinada. En la vida real, la transición a esta línea se ralentiza por diferentes factores materiales. El sector del espacio realizado en comparación con un sector no realizado parece tan viscoso como el alquitrán en relación con el agua. La realización material de una variante potencialmente posible sucede con retraso. Mientras que en el sueño no existe ningún obstáculo inerte, por ende la transición entre sectores se realiza instantáneamente.
Ahora deberías de comprender por qué comencé la conversación sobre el sueño. Debemos comprender, para poder regir nuestro destino, cómo nuestros pensamientos nos trasladan de un sector al otro y por qué no todos nuestros deseos se realizan. Sin embargo, para eso no es necesario, en absoluto, practicar los sueños lúcidos. Nuestro objetivo es obtener la capacidad de elegir el guion en la realidad. Mucho más importante es aprender a despertarse en la vida real que en la irreal. Además, las prácticas de los sueños lúcidos, como ya he mencionado, traen cierto peligro.
Puede que los que practican sueños lúcidos[4] te digan que no hay ningún peligro. No obstante, lo más probable que ellos no comprendan que se están balanceando sobre el filo de la navaja. Nadie puede garantizarte el regreso de un sueño lúcido. Mientras tu alma vuela en los sectores sin realizar, no hay ningún peligro. Pero, ¿qué crees que pasará si en un sueño el alma se mete por casualidad en un sector del espacio realizado? Ahora bien, la hipótesis está en que tú puedes materializarte en este sector. Estamos acostumbrados a que las conjeturas de toda clase no puedan amenazarnos. Pero, como ves, esa suposición oculta en sí un peligro. ¿Y si es un hecho?
Como es sabido, los antiguos magos, que dominaban a la perfección el arte del sueño, se iban a otros mundos intencionadamente y para siempre. Sus cuerpos físicos también desaparecían de nuestro mundo. Los antiguos magos ya eran demasiado imprudentes, ya sabían demasiado bien lo que estaban haciendo. En nuestros tiempos, todos los años decenas de miles de personas desaparecen sin dejar rastro. Simplemente se esfuman sin dejar huella. Incluso hay quien sugiere la teoría de que son abducidos por los extraterrestres.
No puedo afirmar nada, pero tal vez esa gente simplemente no regresa de su sueño. Pues el alma puede entrar en el sector realizado también en un descanso inconsciente.
En este sentido un sueño lúcido tiene más peligro, porque la mente, al sentir libertad ilimitada, puede perder la precaución y entrar nadie sabe a dónde. No se sabe si el alma es capaz de volver. Puede que el cuerpo físico se quede; en este caso constatan simplemente la muerte en sueño. Mi intención no es asustarte. Sólo que no se te olvide que el sueño no es una ilusión. En un sueño lúcido surge la tentación de hacer travesuras, pues puedes hacer lo que te da la gana de manera totalmente impune y sin perjudicar a nadie. O simplemente volar e investigar otros mundos. Todo está permitido mientras el alma está en un sector virtual no realizado. El peligro está en lo siguiente: no hay ninguna garantía de que el alma no entre de paso en un sector realizado. La mente incluso no se dará cuenta cómo la realidad virtual se ha convertido en una realidad material. No tienes que consolarte con la esperanza de que nuestro mundo visible es único en todo el universo. El espacio de las variantes no tiene límites y en él, sin lugar a duda, existe una multitud de sectores realizados, poblados de seres vivos de todo género.
El mundo en el que aparezcas, en comparación con el nuestro, puede asemejarse para ti tanto al paraíso como al infierno. Dónde se halla este mundo tampoco se sabe. Tal vez esté a millones de años luz de nuestra Tierra, pero puede que en tu taza de café. Puede estar muy lejos y al mismo tiempo muy cerca, en otra dimensión. Como habíamos visto en el primer capítulo,[5] la infinitud se extiende infinitamente sólo si miramos al frente. Pero no importa si este mundo paralelo está lejos o está cerca, pues perderse allí es muy fácil, pero es muy difícil regresar.
No toco el tema de los viajes del cuerpo astral en el mundo material, pues tiene un mecanismo distinto; no tiene nada que ver con el Transurfing y es muy peligroso. Hablando en general, también los sueños tienen sólo una relación indirecta con el Transurfing. Nuestro objetivo no es huir de la cruda realidad al mundo fronterizo de los sueños, sino hacer que la realidad misma sea confortable para nosotros.
No se deben temer los sueños, pero tampoco hay que tomarlos a la ligera. Si al mencionar los sueños lúcidos sientes la incomodidad del alma, significa que no debes practicarlos. Tu olfato interior puede dictarte si corres peligro o no. El alma siente la aproximación de las desgracias mejor que la mente. Por ende es mucho más seguro soñar sin intervención activa de la mente. Pero si, a pesar de todo, has decidido practicar los sueños lúcidos, ten cuidado en el sueño, no te metas en la boca del lobo y mantén la conciencia al máximo. Como en la realidad, siéntete como en casa, pero no olvides que sólo eres un huésped.
Mágica fuerza de la intención
Y bien, hemos aclarado que nuestros pensamientos y deseos dirigen nuestro movimiento dentro del espacio de las variantes. En el sueño, este movimiento no se entorpece por la inercia de la realización material. El más mínimo soplido de los pensamientos traslada de inmediato al soñante al sector correspondiente del espacio. En sectores realizados las cosas no ocurren tan de prisa por causa de la pesada inercia de la materia. No obstante, el mismo principio también funciona en la realidad: nuestros pensamientos influyen directamente al curso de los acontecimientos de nuestra vida.
«¿De verdad? —Puede preguntarme con ironía el lector, aún no desconcertado por las maravillas de ese modelo de Transurfing tan extraño—. Y hasta ahora, tonto de mí, pensaba que la marcha de mi vida se determinaba por mis acciones y no por los pensamientos. Pero ahora, por supuesto, me han iluminado: lo importante no es lo que haces, sino lo que piensas.»
En realidad aquí no hay ninguna contradicción. No es siquiera la cuestión de que uno primero piensa y luego hace. La gente está acostumbrada ante todo prestar atención a las consecuencias de sus actos, pues éstos se hallan en la superficie. Las consecuencias de los pensamientos no son tan evidentes. Lo cual está relacionado con el funcionamiento de las fuerzas equiponderantes. Hemos analizado ya casos en los que el resultado de la acción de las fuerzas equiponderantes resulta diametralmente opuesto a los propósitos de uno. El hombre se esfuerza para obtener algo, todo le resulta lo contrario. Cuanto más fuerte es el potencial excesivo, más se aleja lo real de lo deseado. Sin encontrar una explicación razonable para el comportamiento tan extraño del mundo, el hombre, sin embargo, intenta convencerse de que él mismo no actuaba bien, o de que el mundo está organizado de tal manera que lo deseado se nos da con mucha dificultad.
Puede parecer que en el modelo de Transurfing realmente exista alguna contradicción. Por un lado se afirma: nuestros pensamientos modelan la energía que nos atraviesa y la que nos traslada hacia líneas de la vida que corresponden a esos pensamientos. O, como ya sabes, los pensamientos nos trasladan a los sectores del espacio con el guion y decorado correspondientes. En el sueño todo sucede precisamente de esa manera. Por otro lado, resulta que en la vida real nuestros pensamientos significan poco, puesto que no obtenemos lo deseado con sólo pensar en ello. Por mucho que pienses tumbado en el sofá, la transición a la otra línea no sucede por una razón desconocida, incluso si tenemos en cuenta la inercia de la realización material. «¡Ese es el cuento! —se animará el lector pragmático—. ¡Hay que actuar! Y los pensamientos y no sé que transiciones no tienen nada que ver con eso.» Y, formalmente, tendrá razón.
Pero sólo formalmente. En realidad la susodicha contradicción es sólo una apariencia. Cada vez más nos acercamos a la explicación de por qué los intentos de la visualización de lo deseado fracasan con frecuencia.
Como ya sabes, la primera y evidente causa se oculta en los potenciales excesivos, los que creamos esforzándonos para lograr lo deseado.
La segunda causa consiste en la inercia de la realización material de las variantes. Muy a menudo no alcanzamos el objetivo, sólo porque no somos lo suficientemente perseverantes en nuestros intentos de lograrlo. A la mayoría de los objetivos simplemente no les da tiempo para realizarse si el individuo pronto pierde interés desistiendo del asunto «desesperado». Es posible que incluso puedas recordar algunas situaciones de tu vida en las que lo deseado te llegaba con retraso, cuando se apagaron todas tus esperanzas y habías olvidado ya tu pedido.
Otro error muy común de la mayoría de la gente es intentar lograrlo todo y de un golpe. Si te propones muchos objetivos que no estén relacionados entre sí, toda la energía mental se dispersará inútilmente en el vacío. La corriente de las variantes no te permite ir al mismo tiempo en diferentes direcciones. La sintonización con el sector del objetivo funciona con más eficacia cuando todos los esfuerzos están dirigidos hacia un objetivo en concreto. En el siguiente capítulo aún volveremos a esa cuestión.
En el sueño no existe ningún factor mencionado. Allí los potenciales excesivos de la importancia no nos agobian, la inercia no perturba, incluso la mente descansa de la lucha diurna por alcanzar objetivos. No obstante, hasta en un sueño no todos los deseos se cumplen. Los que practican los sueños lúcidos saben que no cualquier soplido de los pensamientos traslada al soñante al sector correspondiente. ¿Dónde está el obstáculo?
La respuesta es muy simple y, al mismo tiempo, fundamental. No existe ningún obstáculo. Y la cosa ni siquiera está en los pensamientos de por sí. El secreto está en que a la realización nos conduce la orientación hacia lo deseado y no el deseo en sí. Funcionan no los pensamientos de por sí sobre lo deseado, sino algo que resulta difícil describir con palabras. Esa fuerza está entre bastidores de un escenario en el que se desarrolla el juego de los pensamientos. Sin embargo, esa fuerza tiene la última palabra. Creo que te has percatado ya que se trata de la intención. La mente no ha podido encontrar entre todas sus etiquetas indicativas una descripción conveniente para la intención. Por lo que definimos la intención como, más o menos, la determinación de tener y actuar.
Ahora comprendes que los pensamientos de por sí realmente no significan nada a la hora de sintonizarse con el sector del espacio de las variantes. Los pensamientos sólo son espuma en la cresta de la ola de la intención. Se realiza la intención, no el deseo.
Pondremos de nuevo el ejemplo de levantar la mano. Desea levantar la mano. Tu deseo está moldeado en tu mente: te das cuenta de que quieres levantar la mano. ¿El deseo te levanta la mano? No, el deseo en sí no produce ninguna acción. La mano se levanta sólo entonces, cuando los pensamientos sobre el deseo han terminado su trabajo y queda sólo la determinación de actuar. ¿Puede la determinación de actuar levantar la mano? Tampoco. Has tomado la decisión final de que vas a levantar la mano, pero ésta aún está inmóvil. ¿Qué es lo que hace que la mano se levante? ¿Cómo averiguar qué es lo que sigue tras la decisión?
Pues aquí la mente nos revela toda su impotencia de darnos una explicación adecuada a qué es exactamente la intención. Nuestra definición de la intención como un firme propósito de tener y actuar, es sólo el preludio de la fuerza la que, propiamente dicho, efectúa la acción. Sólo queda constatar que la mano se levanta no por el deseo, ni tampoco por la determinación, sino que lo hace la intención. He introducido la descripción de «determinación» sólo para que comprendas con más facilidad el concepto. Pero tú, sin necesidad de palabras, por supuesto, sientes que tienes alguna fuerza que hace contraerse tus músculos.
En realidad es muy difícil explicar qué es la intención. No nos surgen preguntas de cómo debemos mover los brazos o piernas, no recordamos que en otros tiempos no supiéramos andar. De la misma manera, uno aún desconoce lo que hay que hacer a la hora de montar por primera vez un velocípedo de dos ruedas. Pero, incluso después de aprender a montar la bici, no es capaz de explicar cómo lo hace. La intención es una cualidad muy inestable. Es muy difícil obtenerla, pero es muy fácil perderla. Por ejemplo, un paralítico tiene completamente perdida la fuerza de la intención. Tiene deseo de mover los pies, pero carece de capacidad de trasformar el deseo en acción. Se conocen hechos de algunos parapléjicos que empezaban a andar bajo el estado hipnótico o como resultado de una curación maravillosa. Su intención se recuperaba.
Así que, el deseo de por sí nada nos ofrece. Al contrario, cuánto más fuerte es el deseo, más activamente se oponen las fuerzas equiponderantes. Presta atención: el deseo está orientado hacia el objetivo mismo, mientras que la intención: al proceso de obtención de ese objetivo. El deseo se realiza a sí mismo creando potencial excesivo del propio deseo de alcanzar el objetivo. La intención se realiza en acción. La intención no razona si el objetivo es alcanzable o no. La decisión está tomada, por tanto, sólo queda actuar. Si en un sueño, al desear volar, te detienes a pensar si es posible o no, nada te resultará. Para volar sólo necesitas elevarte al aire con la intención. La elección de cualquier guion en el sueño se realiza no con el deseo, sino con un firme propósito de obtener lo deseado. Tú no razonas y no deseas, sino que, simplemente, tienes y actúas.
Ya hemos analizado la inutilidad de deseo. ¿Y qué pasa si pides algo? No hay nada que decir sobre el asunto. No tiene ningún sentido pedir a un ángel, Dios, las fuerzas superiores u otras fuerzas. Las leyes del universo son absolutamente impasibles. Nadie necesita tus quejas, ofensas o gemidos. Agradecimientos: sí, porque por su calidad el agradecimiento está próximo de amor impasible. Un agradecimiento sincero es una emisión de la energía creativa. El potencial excesivo de una petición es, al contrario, una demora, una concentración de energía en un sitio. Las quejas, peticiones y demandas son inventos de los péndulos para recolectar energía de las personas. Pensamientos, revestidos en palabras «dame» o «quiero» automáticamente crean potenciales excesivos. No tienes lo que estás pidiendo, pero intentas atraerlo con tus pensamientos sobre ello.
Pedir a las fuerzas superiores u otras fuerzas semejantes no tiene ningún sentido. Es lo mismo que en un supermercado pedir que todos los productos se te entreguen gratis. A la gente le puedes pedir dentro de lo razonable y, por supuesto, si están dispuestos a ayudarte. Lo demás en este mundo está basado sobre las leyes objetivas, y no en el deseo de ayudar a alguien.
Imagínate una situación donde la Tierra pide permiso al Sol para pasar a la otra órbita. Es absurdo, ¿verdad? Igual de absurdo es dirigirnos con peticiones a algo o alguien que no sea una persona. El sentido sólo tiene la intención de elegir. Eres tú mismo quien realmente elige tu destino. Si los parámetros de tu emisión se corresponden con tu elección y con eso no se alteran las leyes, entonces obtienes lo deseado. La elección no es una petición, sino es tu decisión de tener y actuar.
La intención no crea potencial excesivo, puesto que la energía del potencial de deseo se emplea en acción. El deseo y la acción se unen en intención. La intención en acción disipa el potencial excesivo, creado por el deseo, de una manera natural y sin participación de las fuerzas equiponderantes. Al solucionar problemas, actúa. Cavilando sobre dificultad del problema creas potencial excesivo y, al mismo tiempo, le das energía al péndulo. Actuando, realizas energía de la intención. Existe un proverbio ruso: «El ojo teme, pero las manos hacen». Al realizar la intención confía en la corriente de las variantes y el problema se resuelve por sí solo.
La espera, la preocupación, la indecisión y los deseos sólo te quitan energía. Mientras que la intención en acción no sólo consume energía del potencial, sino que también llena con esa energía la capa energética de una persona. Puedes convencerte de eso con un ejemplo de las maneras de aprender. Aprender de memoria quita mucha fuerza y da poco. Pero un aprendizaje en acción, cuando se realiza un trabajo práctico o se busca la solución de un problema, no sólo no agota, sino que además trae inspiración y satisfacción.
Pues bien, la intención es aquella fuerza motriz que realiza sectores en el espacio de las variantes. Pero he aquí una pregunta: ¿por qué nuestros recelos también se realizan? ¿Acaso se los puede considerar como intención? Tanto en los sueños como en la vida real nos persiguen siempre las variantes con guiones de nuestros recelos, preocupaciones, animadversión, odio. Pues si hay algo que yo no quiero, entonces yo no tengo intención de tenerlo, ¿verdad? Sin embargo, de todos modos recibimos aquello que rechazamos activamente. ¿Resulta entonces que la orientación de nuestro deseo no significa nada? La respuesta se oculta en una fuerza aún más misteriosa y poderosa cuyo nombre es intención exterior.
Intención exterior
La intención es la simultaneidad del deseo y la acción. Todos conocemos la sensación de la intención de hacer algo por los esfuerzos propios: es la intención interior. Más difícil es propagar la acción de la intención al mundo exterior.
Eso es la intención exterior. Con su ayuda podrás regir el mundo. Para ser más exacto, serás capaz de elegir el modo en el que quieres que se comporte el mundo circundante, definir el guion y los decorados.
La idea de la intención exterior está inseparablemente relacionada con el modelo de las variantes. Normalmente se atribuye a la magia o los fenómenos paranormales aquellas manipulaciones del tiempo, espacio y materia que no admiten ninguna explicación lógica. Pues precisamente estos fenómenos nos demuestran el funcionamiento de la intención exterior: la intención exterior está dirigida al proceso de elección de la línea de la vida en el espacio de las variantes.
La intención interior no es capaz de convertir un manzano, al que contemplas paseando por un sendero, en un peral. La intención exterior tampoco convierte una cosa en otra, sino que en el espacio de las variantes elige un sendero con el peral en vez de manzano y efectúa la transición. De esta manera, un manzano es sustituido por el peral. Al manzano mismo no le ocurre nada, simplemente se hace un remplazo: la realización material se traslada en el espacio de las variantes de una línea a otra. Ninguna fuerza tiene capacidades mágicas para convertir realmente un objeto en otro: es lo que pretende la intención interior, pero sus capacidades son muy limitadas.
Si intentaras mover mentalmente el lápiz por la mesa, no resultará. Pero si tienes la firme intención de imaginar que se mueve, tal vez logres hacerlo. Supongamos que conseguiste mover el lápiz de su sitio (al menos, las personas con dotes extrasensoriales obtienen algunos resultados). Lo que voy a decirte a continuación puede que te parezca un tanto terrible y extraño. ¡En realidad el lápiz no se mueve! Y, al mismo tiempo, no es una ilusión. En el primer caso intentas mover el lápiz con la energía de tus pensamientos. Esa energía no es suficiente para trasferir un objeto material. En segundo caso te deslizas por las líneas de la vida en las que el lápiz tiene diferentes posiciones. ¿Notas la diferencia?
He aquí un lápiz sobre la mesa. Con la fuerza de la intención imaginas que el lápiz empieza a moverse. Tu intención escanea los sectores del espacio en los que el lápiz ocupa cada vez una posición nueva. Si la emisión mental tiene suficiente fuerza, el lápiz se materializa sucesivamente en los puntos nuevos del espacio real. Con eso se mueve sólo «la capa del lápiz» aislada, mientras que las demás capas, entre las cuales está la capa del observador, se quedan inmóviles. No es el objeto mismo el que se mueve, sino que se mueve su realización en el espacio de las variantes.
No es de extrañar que a ti no te resulte nada. Casi todas las personas tienen muy mal desarrolladas semejantes capacidades. Ni siquiera se trata de tu energética débil, sino que resulta muy difícil creer en esa posibilidad y, por tanto, despertar en sí la intención exterior pura. Personas dotadas con capacidades telequinéticas no mueven objetos. Ellos tienen la capacidad única dirigir su energía con la fuerza de la intención para mover la realización material en el espacio de las variantes.
Todo lo que está relacionado con la intención exterior solemos considerarlo como mística, magia o, en mejor de los casos, fenómenos inexplicables, cuyos testimonios se guardan con éxito en estanterías cubiertas de polvo. La concepción del mundo común rechaza terminantemente semejantes cosas. Lo irracional siempre provoca un peculiar miedo. Semejante miedo y entumecimiento es lo que experimentan las personas al encontrarse con los ovnis. Un fenómeno inexplicable está tan lejos de la realidad habitual que no queremos siquiera creer en su existencia. Y, al mismo tiempo, todos esos fenómenos tienen una audacia tan desconcertante de ser reales que despiertan terror.
La intención exterior es precisamente aquel caso de «Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma». ¿Y tú qué has pensado, que es una simple broma? El trabajo de la intención exterior no tiene por qué estar necesariamente acompañado por los fenómenos paranormales. En la vida cotidiana nos encontramos constantemente con los resultados de actitud de la intención exterior. En particular, nuestros recelos y peores temores se realizan precisamente por la intención exterior. Pero como en este caso la intención trabaja independientemente de nuestra voluntad, no somos conscientes de cómo ocurre todo. Manejar la intención exterior es mucho más difícil que manejar la interior.
Imagínate que desembarcas en una isla y te encuentras con hombres salvajes. Ahora tu vida depende de tu comportamiento. La variante primera: eres la víctima. Te disculpas, los obsequias con regalos, te defiendes justificándote, coqueteas con ellos. En este caso tu destino es ser comido. La variante segunda: eres el conquistador. Revelas la agresividad, atacas, intentas someter a los salvajes a tu voluntad. Tu destino es vencer o morir. La variante tercera: te ofreces como el amo, gobernador. Tiendes tu dedo como un todopoderoso y todo el mundo te obedece. Si no tienes ninguna duda sobre tu propio poderío, los demás también pensarán que la cosa no puede ser de otra manera. Tu emisión mental está sintonizada con las líneas de la vida donde eres el gobernante.
Las dos primeras variantes corresponden al funcionamiento de la intención interior, la tercera variante nos demuestra el trabajo de la exterior. La intención exterior simplemente elige la variante necesaria.
La mosca, que se golpea contra el cristal al lado de un postigo abierto, tiene la intención interior. ¿Qué crees que será la intención exterior para ella? Sin querer surge la respuesta: salir volando por el postigo; sin embargo, no es así. Si se aleja volando hacia atrás y mira alrededor, podrá ver una ventana cerrada y un postigo abierto. Para la mosca eso será simplemente una visión de la realidad más ampliada. La intención exterior en su estado puro abre delante de la mosca toda la ventana.
La intención interior corresponde a cualquier intento de influir sobre el mundo circundante en una misma línea. Todo, lo que sea posible dentro de los márgenes de un sector separado del espacio de las variantes, está descrito por las conocidas leyes de las ciencias naturales y cabe en los marcos de la ideología material. La intención exterior concierne a los intentos de elegir una línea de la vida donde lo deseado se realiza.
Ahora debes comprender que volar atravesando la ventana cerrada es la intención interior. En cuanto a la intención exterior, es pasar a la línea de la vida donde la ventana se abre. Puedes aplicar enormes esfuerzos para mover el lápiz con la fuerza mental. Pero también puedes, con sólo una intención exterior, escanear el espacio de las variantes con diferentes posiciones del lápiz.
Supongamos que estás seguro de que no podrás encontrar un sitio en el aparcamiento del supermercado en víspera de Navidad. La intención interior afirma: de dónde quieres que aparezca una plaza, si todo el mundo está de compras. Mientras que la intención exterior admite con toda evidencia que llegas al supermercado y en ese preciso momento se libera un sitio para ti. No es que la intención exterior crea firme e inquebrantablemente en tal posibilidad, sino que, simplemente, de manera incondicional e impasible toma lo que le pertenece.
La intención exterior es algo nacido de una improvisación como un rayo de luz. Es totalmente inútil prepararse para la intención exterior. Todos los ritos mágicos están orientados para llamar a la intención exterior propiamente dicha. Pero el rito sólo es una preparación para la magia, un preludio teatral, un decorado. Imagínate que sueñas con bajar volando desde el acantilado y, para no caer, debes llamar a la intención para quedarte suspendido en el aire. No hay tiempo para prepararte y decir conjuros. Nada más proponte a volar y volarás.
Encantamientos y conjuros mágicos sólo ayudan a despertar aquella fuerza que posee cada uno, pero que no es capaz de usar.
Desgraciadamente el hombre moderno ha perdido casi por completo la capacidad de manejar la intención exterior. Hasta se las ingenió para olvidar definitivamente que alguna vez la poseyó. Sólo en antiguas leyendas se menciona vagamente alguna información sobre el hecho. Hoy en día incluso es inútil molestarse en intentar demostrar que las pirámides egipcias y otras construcciones semejantes fueron edificadas con ayuda de la intención exterior. Será aceptada cualquier hipótesis menos ésa. Me parece que a los constructores de las pirámides les resultaría muy gracioso saber que sus descendientes, al considerar a sus antiguos predecesores como civilización atrasada, echarían los hígados intentando resolver su enigma sólo dentro de los límites de la intención interior.
Pero la gente todavía no está privada del todo de la intención exterior. Simplemente está bloqueada muy fijamente. Todo lo que por costumbre consideramos como magia, no es otra cosa sino intentos de trabajar con la intención exterior. Hace cientos de años los alquimistas intentaban encontrar sin mucho éxito la piedra filosofal que convierte cualquier objeto en oro. Multitud de libros confusos y complicados de entender están dedicados a la alquimia. Pero en realidad, como dice la leyenda, el secreto de la piedra filosofal cabe en unas cuantas líneas, esculpidas en una lámina de esmeralda, llamada la tabla de esmeralda. Pero, ¿para qué existen tantos libros? Probablemente para comprender esas pocas líneas.
Tal vez hayas escuchado hablar sobre el Santo Grial. Muchos andaban a la caza de él, incluso los representantes del Tercer Reich (el III Imperio alemán). Constantemente circulan leyendas sobre semejantes atributos que supuestamente otorgan la fuerza y el poder ilimitados. Qué error tan ingenuo. Ningún objeto es capaz de dar fuerza. Los fetiches, conjuros e otras cositas mágicas por sí mismos no tienen ninguna fuerza. La fuerza está en la intención exterior de las personas que las utilizan. Los atributos sólo en cierto grado ayudan a la subconsciencia a encender los gérmenes de la intención exterior adormilados y poco desarrollados. La fe en la fuerza mágica de los atributos crea el impulso que despierta la intención exterior.
Las civilizaciones antiguas llegaron a tal perfección que prescindían de cualquier rito mágico. Naturalmente, tal poder creaba un potencial excesivo fortísimo. Por ende las civilizaciones, como la de la Atlántida, que descubrían los secretos de la intención exterior, de vez en cuando se aniquilaban por las fuerzas equiponderantes. Los vestigios del conocimiento oculto llegaron hasta nosotros como prácticas mágicas, cuyo propósito es reconstruir lo perdido. Sin embargo, sólo son intentos flojos y superficiales que van por el camino equivocado de la intención interior. La esencia de la fuerza y el poder —la intención exterior— sigue siendo un misterio.
Los péndulos nos indujeron a desarrollar prioritariamente la intención interior y a perder la exterior, puesto que se alimentan de la energía de la intención interior. Controlar la intención exterior sólo es posible cumpliendo la condición de estar completamente libre de los péndulos. Podemos decir que en este caso los péndulos alcanzaron la victoria definitiva sobre el ser humano.
Pues bien, hemos averiguado que la naturaleza de la energía mental orientada a alcanzar el objetivo se revela en tres formas: el deseo, la intención interior y la intención exterior. El deseo es la concentración de la atención en el objetivo mismo. Como ves, el deseo no tiene ninguna fuerza. Puedes pensar en tu objetivo, desearlo el tiempo que quieras, pero nada cambiará por eso. La intención interior es la concentración de la atención en el proceso de obtención del objetivo. Es lo que funciona ya, pero requiere muchos esfuerzos. La intención exterior es la concentración de atención en cómo el objetivo se realiza por sí mismo. La intención exterior simplemente permite al objetivo realizarse por sí solo. Eso implica tu firme convicción de que la variante de realización del objetivo ya existe, sólo te queda elegirla. Con la intención interior el objetivo se alcanza, mientras que con la exterior, se elige.
La intención interior podemos caracterizarla con la siguiente fórmula: «Yo insisto en que…». La intención exterior sigue una regla totalmente distinta: «Las circunstancias son así que…» o «Resulta así que…». La diferencia es enorme. En primer caso actúas activamente sobre el mundo de manera que se someta a tu voluntad. En segundo caso ocupas la postura de un observador imparcial y todo sucede según tu voluntad, pero como si ocurriera por sí mismo. Tú no cambias nada, sino que eliges. La capacidad de volar en el sueño ocurre precisamente según la fórmula: «Resulta así que estoy volando», y no: «Insisto en que yo vuelo».
La intención interior trata de conseguir el objetivo a campo traviesa, sin rodeos. La intención exterior está dirigida al proceso de realización independiente del objetivo. La intención exterior no tiene prisa en alcanzar el objetivo: lo tiene ya en su bolsillo. El hecho que el objetivo será alcanzado no se pone en absoluto en duda y no se discute. La intención exterior a sangre fría, inflexible, impasible e inevitablemente mueve el objetivo hacia su realización.
Para distinguir dónde trabaja tu intención interior y dónde la exterior, utiliza comparaciones bilaterales, algo así como: intentas obtener algo de este mundo — él mismo te da lo que quieras; luchas por tu lugar bajo el sol — el mundo te abre sus brazos; estás forzando la puerta cerrada — la puerta por sí sola se abre de par en par delante de ti; intentas atravesar la pared — la pared se abre delante de ti; intentas llamar a tu vida ciertos acontecimientos — éstos vienen a tu vida por sí solos. Hablando en general, con la intención interior intentas mover tu realización respecto al espacio de las variantes; mientras que la intención exterior mueve el espacio de las variantes mismo de tal modo que tu realización aparece en el sitio adecuado. ¿Comprendes cuál es la diferencia? El resultado es el mismo, pero las vías para conseguirlo son totalmente distintas.
Si tus acciones pueden describirse con la segunda parte de esas comparaciones, quiere decir que has atrapado la intención exterior. Al luchar, intentas empujar por fuerza tu realización en el espacio de las variantes; en cambio, cuando eliges, el espacio mismo va a tu encuentro. Por supuesto, el espacio de las variantes por su propia iniciativa no va a moverse respecto a tu realización. Para eso tendrías que emprender ciertas acciones. Sin embargo, esas acciones se encuentran fuera de los límites de las ideas universalmente admitidas y a las que estamos acostumbrados. A lo largo de todo el libro voy a facilitarte ejemplos de la diferencia en los enfoques de la intención interior y la intención exterior. La intención exterior es la piedra angular del Transurfing que oculta la clave de la Adivinanza del Celador,[6] es decir, la razón por la que no hay que luchar contra ese mundo sino simplemente elegir lo que uno quiere.
Para la intención exterior no hay nada imposible. También en la vida real puedes volar o, digamos, andar sobre el agua, si tienes la intención exterior de Jesucristo. Con eso las leyes físicas no se perturban de ninguna manera. La cosa está en que las leyes físicas funcionan en un sector determinado de la realización material. La actividad de intención exterior se revela en su movimiento a través de diferentes sectores del espacio de las variantes. Es imposible volar en los límites de un sector realizado. Para ello necesitarás contrarrestar la atracción terrestre, y eso es el trabajo de la intención interior que requiere gastos de energía para superar la fuerza de gravedad. Un vuelo libre, tanto en el sueño como en la realidad, no es tu movimiento real en el espacio material, sino es más bien es el cambio de la ubicación de tu realización. En otras palabras, el cuerpo se materializa sucesivamente en nuevos puntos del espacio físico.
También se puede decir que no eres tú quien vuela a través del espacio, sino que el espacio se mueve respecto a ti según la elección de tu intención exterior.
Lo más probable es que eso no sea del todo correcto, pero no vayamos a profundizar en la teoría de relatividad. Sólo podemos intuir cómo en realidad sucede todo.
Para poder volar has de tener una fe incondicional en que puedes hacerlo. ¿Por qué crees que Jesucristo dijo de una forma tan rotunda y simple: «Tendrás según tu fe»? Porque no somos capaces de obtener o hacer nada sin tener la intención. Y sin intención no hay fe. No podríamos dar siquiera un paso si no tuviéramos fe en que es posible. No obstante, resulta imposible convencer a la mente, al menos en su estado habitual, que así como en el sueño, somos capaces de volar en la realidad. Algunos yoguis de la India, mientras meditan, logran elevar sus cuerpos sobre el suelo. (Personalmente yo desconozco otras manifestaciones de levitación fidedignas.) Quizá su intención les llegue sólo para sintonizarse con el movimiento de las variantes en las que el cuerpo queda suspendido en el aire. Teniendo en cuenta las enormes posibilidades de los yoguis en comparación con las de la gente corriente, puedes imaginar qué difícil es someter la intención exterior a tu voluntad.
En el sueño la mente dormida todavía es capaz de admitir la posibilidad de volar, pero al estar consciente le es algo inconcebible, por mucho que intentes convencerte de lo contrario. Ha de haber no solamente fe, sino conocimiento. La fe implica la probabilidad de dudas. Donde hay fe, también hay lugar para incertidumbre. Pero el conocimiento excluye cualquier duda. No dudas que la manzana que has tirado caiga al suelo, ¿verdad? Tú no crees en eso, sino que lo sabes. La intención exterior pura está libre de dudas, por lo tanto también de fe. Si para volar en el sueño basta sólo con una alusión a la intención exterior, en el mundo de la realización material inerte la intención debe ser absolutamente pura. Pero que no te apesadumbre la imposibilidad de obtener la intención pura. Para realizar tu objetivo bastará con una intención de la «segunda calidad». Sólo necesitarás un cierto tiempo para que la realización inerte se «desenrolle».
En el contexto de la intención exterior surge una pregunta interesante: ¿qué es la hipnosis? Me resulta difícil decir con exactitud si es el resultado de trabajo de la intención interior o exterior. La cantidad de energía mental es evidentemente escasa para mover los objetivos, incluso los más ligeros, con la fuerza de la intención interior. Sin embargo, esa energía es completamente suficiente para traspasar diferentes sugestiones de una persona a otra. En algunas personas podemos observar la capacidad claramente marcada de dirigir un flujo energético bastante potente. Si ese flujo se modela con determinados pensamientos, es capaz de producir el efecto de sugestión en la persona a la que está dirigido. Espero que no pienses que el hipnotizador se maneja sólo con una mirada magnética o pases libres de las manos. Además, para influir energéticamente no siempre es imprescindible tener un contacto visual o verbal.
Sin embargo, que yo sepa, la hipnosis tiene efecto generalmente en distancias cortas. Así, sería natural suponer que la hipnosis es el resultado de trasmisión de energía mental con ayuda de la intención interior. En aquellos casos en los que la hipnosis funciona a largas distancias, la intención exterior, sin lugar a duda, juega un papel importante, a menos que esté involucrado cualquier otro mecanismo.
Para sentir la intención exterior, es imprescindible escaparse del lecho de Procusto[7] de ideas y sensaciones acostumbradas. La mente existe dentro de los reducidos límites de la concepción tradicional. Es muy difícil escaparse fuera de esos límites, porque a su vez, sólo con la intención exterior es posible realizar tal escapada. La mente no cederá sus posiciones así, sin más. Resulta ser un círculo cerrado: para alcanzar la intención exterior se necesita tener la intención exterior misma. En eso consiste toda la dificultad.
Temo decepcionar a algunos lectores al decir que no conozco ningún ejercicio para desarrollar la intención exterior. El propósito de tales ejercicios tal vez pudiera llamarse algo como: «tener la intención de hacerse con la intención». La única posibilidad de comprender con más profundidad la naturaleza de la intención exterior es practicar los sueños lúcidos. En la vida real, en vez de ejercicios, puedo ofrecerte que practiques la vida lúcida. Lo que no significa entrenarse, sino vivir directamente mediante la intención exterior. La realidad se distingue del sueño sólo por la inercia de la realización material en el espacio de las variantes. Todo lo demás es lo mismo.
Puedes preguntar: ¿si no somos capaces de manejar la intención exterior, entonces con qué podemos contar? Desde luego, es poco probable que seas capaz de mover los bloques de muchas toneladas. Pero con el tiempo, es posible superar la inercia del mundo material. El camino normal y corriente para obtener los objetivos se basa en la intención interior. La esencia del Transurfing consiste en algo contrario: renunciar a la intención interior y utilizar la exterior.
Es difícil trazar una línea de demarcación donde se acabe la intención interior y empiece la exterior. La intención interior se convierte en la exterior cuando la conciencia se une, se concuerda, se funde con el subconsciente. Esa línea es muy imperceptible. La sensación surgida se parece a la caída libre o a la sensación que tuviste cuando por primera vez lograste montar en bicicleta sin caerte. Pero esa sensación se explica mejor con la sensación de volar en el sueño, cuando te elevas intencionadamente al aire.
La conciencia está unida y totalmente concordada con el subconsciente en un determinado segmento limitado. Te resulta fácil mover los dedos de las manos, un poco más difícil mover los dedos de los pies, más difícil las orejas, y casi imposible mover tus órganos interiores. La intención exterior está desarrollada aún menos.
Concordar la conciencia y el subconsciente en la intención de despegarse de la tierra y volar es tan difícil que se considera una tarea prácticamente imposible.
Nosotros proponemos objetivos más prosaicos. La levitación es la revelación superior de la intención exterior pura. Pero la fuerza de la intención exterior es tan grande que incluso una ínfima cantidad es suficiente para obtener resultados considerables. En la vida cotidiana la intención exterior actúa independientemente de nuestra voluntad y a menudo nos está perjudicando. Ese efecto perjudicial puede manifestarse, por ejemplo, como realización de nuestros peores temores. Hemos discutido ya las situaciones en las que el hombre obtiene lo que no quiere. Por un lado te persigue lo que recelas, odias, de lo que quieres escapar. Así sucede porque la emisión mental sintonizada a los hechos indeseables, te traslada al sector en el que tiene lugar precisamente este hecho. Pero, por el otro lado, no te propones tener lo indeseado, ¿verdad? ¿Dónde está en este caso el trabajo de la intención?
La intención interior está orientada a evitar lo indeseado. Todo lo que te preocupa, te inspira temor y animadversión, te toca en lo vivo. Lo quieres evitar con toda el alma. La mente teme — el alma recela más todavía; la mente siente animadversión — el alma tampoco está en contra de sentir lo mismo; la mente odia — el alma odia aún más. El alma y la mente son totalmente unánimes. La intención exterior se despierta justamente en el momento en el que tu conciencia y el subconsciente se sintonizan entre sí. Lo único que, en este caso, la intención exterior no está orientada hacia donde tú lo necesitas. Aunque no sería del todo correcto hablar de la orientación de la intención exterior. Si la intención interior tiene la orientación exacta: evitar lo indeseado; la intención exterior no indica la dirección, sino, más bien, luz verde para que se realice aquello en lo que están sintonizados el alma y la mente. Y éstos coinciden sólo en una cosa: la valoración del acontecimiento. No importa si el acontecimiento es deseado o no. La intención exterior ve la unidad del alma y la mente y solamente elige el sector correspondiente en el espacio de las variantes.
Por desgracia, en la vida el alma y la mente se unen con más frecuencia para rechazar algo. Por ende la realización de nuestros peores temores es la ilustración más característica del trabajo de la intención exterior. La gente, como norma general, tiene una idea muy confusa de lo que desea con toda el alma, pero sabe muy bien qué es lo que quiere evitar. Para someter la intención exterior a tu voluntad, es necesario conseguir el acuerdo entre el alma y la mente en las aspiraciones positivas, y excluir todos los pensamientos negativos. Ya sabes qué perjudicial para la vida puede resultar nuestra predisposición para lo negativo. Al expresar el disgusto y el rechazo, te expones a la acción de las fuerzas equiponderantes, caes en la dependencia de los péndulos destructivos y orientas tu emisión mental hacia los sectores negativos del espacio de las variantes. La intención exterior formada por lo negativo, plasma lo negativo en tu vida real.
De este modo, la intención exterior puede actuar a pesar de nuestra voluntad. Es difícil dominar esa fuerza, pero puedes hacerla trabajar para ti.
Nos dedicaremos precisamente a resolver este problema en particular. Hemos aclarado ya cómo se debe obrar para que la intención exterior no nos perjudique con su actitud: no creando potenciales de importancia y rechazando la negatividad. Sólo nos queda comprender qué hay que hacer para que la intención exterior sirva a nuestro objetivo marcado. No es tan fácil como frotar la lámpara maravillosa de Aladino, pero aun así existen métodos que ayudan a poner en marcha el mecanismo de la intención exterior.
Quizás la mayor parte de la información arriba expuesta sigue siendo poco clara para ti. Es realmente un tema difícil de comprender, pues es imposible describir la intención exterior con palabras. Sin embargo, la situación se te aclarará en breve. No tengo ganas de embrollar el asunto para intrigarte, como lo hacen, encantados, los adeptos de algunas escuelas y corrientes espirituales. Todo lo que necesitas saber lo encontrarás en este libro. Todo lo que necesitas saber hacer, lo obtendrás de tu experiencia si aplicas los principios del Transurfing en la práctica. Para eso no necesitas ejercicios especiales ni entrenamientos. En el Transurfing no hay nada místico u oculto.
«El conocimiento esotérico», como regla general, está rodeado de alegorías y omisiones. Pero como todos saben, el que piensa claramente expone con claridad. Y si el poseedor del «conocimiento oculto» quiere enseñar que él conoce algo extraordinario, que lo puede confiar supuestamente sólo a su mejor alumno «al oído», mientas que el resto de tiempo se expresa con alegorías y sentencias profundas, lo más probable que ni ese gurú mismo tenga una idea clara de en qué consiste la esencia de su conocimiento.
No vamos a intentar obtener la intención absoluta, capaz de elevar el cuerpo al aire. Si supiéramos cómo se hace, no tendríamos nada de qué hablar. Existe el espacio de las variantes, existe la posibilidad de elegir: elige tu variante y punto. Nuestra tarea consiste en aprender a alcanzar el objetivo utilizando nuestras propias habilidades. Aun con todas sus limitaciones, el Transurfing presenta un conocimiento capaz de despertar en nosotros las fuerzas que tenemos sin utilizar. Y para eso no hay que agotarse con las meditaciones, entrenamientos, ni con los sueños lúcidos, ni con otros ejercicios místicos con los que uno puede empezar a «andar mal de la azotea». Por supuesto, el modelo de Transurfing parece ser increíble. Es realmente difícil creer en todo eso. Sin embargo, te basta sólo con revisar tu forma habitual de ver el mundo para poder lograr lo que antes te parecía inalcanzable. Y pronto tendrás que persuadirte: es realmente posible hacer que la intención exterior trabaje para ti.
Guion del juego
Volvamos de nuevo a los sueños. Los sueños son muy flexibles, por tanto sirven de un excelente modelo de demostración para que comprendamos cómo funciona la intención exterior.
Hemos aclarado ya que la esencia de un sueño en muchos aspectos es parecida a la vida real. Todo lo que ocurre en un sueño es resultado de un juego, producido según el guion que elige nuestra alma. Cuando la mente duerme, nosotros soñamos, pero no recordamos con qué hemos soñado. El alma, en este caso, viaja en el espacio de las variantes sin control alguno. No sabemos por dónde «callejea» todo este tiempo. Todos nuestros recuerdos conscientes están bajo el control de la mente. Los sueños, los que recordamos, surgen cuando la mente está adormilada. En estos momentos su control está disminuido y ella interviene sólo como un observador imparcial. La mente no imagina nada y nada le parece. Ella percibe lo que ve el alma en los sectores no realizados del espacio de las variantes.
En un sueño lúcido la mente no pesa con su control sobre el alma. Ella ve la película como un espectador. Y al mismo tiempo, vive lo visto emocionalmente y esos sentimientos se trasmiten al alma, la que se sintoniza enseguida con el sector que corresponde a lo esperado. De esa manera el guion se cambia dinámicamente, sobre la marcha. Los decorados y los protagonistas se adaptan al instante al guion cambiante. La imaginación realmente interviene en el sueño, pero sólo en calidad de generador de ideas.
Es lo que sucede en un sueño: por tu mente acaba de pasar una idea fugaz de que alguien está predispuesto agresivamente contra ti, y esa idea se realiza enseguida, la persona te amenaza. Pero tan pronto como la veleta de tu opinión se inclina al otro lado, tu enemigo se convierte inmediatamente en tu amigo. De la misma manera se porta un gatito frente al espejo: su humor se muda del amistoso al agresivo. El cachorro ve un sujeto en frente y valora qué es lo que puede esperar de él. Al principio, su postura es neutral: curiosidad. He aquí que se levanta la patita, la valoración inmediatamente se inclina hacia el peligro potencial, el gatito eriza su pelo, ataca y se defiende. Luego brinca hacia atrás, ve su propia figura cómica y su humor se cambia a juguetón. Y después, todo empieza de nuevo. Pues así de dinámico es el modo en el que el gatito corrige su propio guion. Ya ataca su propio reflejo, ya de repente sustituye la agresión por la amigabilidad.
En un sueño inconsciente el hombre corrige su guion de la misma manera. El gatito no es consciente de que ve su propio reflejo, y el hombre no es consciente de que está soñando. Pero ¿sabías que nos miramos al espejo con una expresión de nuestro rostro distinta de la que tenemos habitualmente? Se cambia enseguida en cuanto echamos una mirada al espejo. El cambio sucede instantáneamente, ni siquiera nos damos cuenta de ello. Eso pasa por la costumbre y el deseo de tener un aspecto determinado creado en la infancia. No hay más que decir a una niña: «¡Mira al espejo, qué fea eres cuando lloras!», y ver cómo su cara cambia enseguida. Los adultos también se miran al espejo con cierta esperanza, por ejemplo: «Me gusto», «¿Qué aspecto tengo?», «No me gusto» o algo más. Pero en cualquier caso la expresión del rostro se corrige instantáneamente.
El espejo es un ejemplo de la corrección dinámica del guion. Sólo aquí trabaja la intención interior, mientras que en un sueño del mismo modo trabaja la intención exterior. Al verte en el espejo en la realidad, cambias inmediatamente la expresión de tu rostro conforme a lo que esperas ver. Al soñar, ves un juego y la intención exterior, independientemente de tu voluntad, elige el guion, donde el mundo circundante se comporta según tus emociones y esperanzas.
El comportamiento de participantes de tus sueños se determina completamente por tu idea de cómo podrían haberse comportado. La idea sólo es un impulso inicial, lo demás lo hace la intención exterior. La intención interior determina tu comportamiento en el sueño, y lo demás obedece a la intención exterior, lo quieras o no. Como recuerdas, la intención interior pretende influir directamente sobre el mundo exterior, y la intención exterior permite al mundo exterior realizarse de acuerdo con la intención.
Los acontecimientos en el sueño se desarrollan sólo según el guion que admitas tú. No puede suceder nada que no encajase en tu mente. Eso explica la baja valoración crítica de todo lo que ocurre en el sueño. Una persona dormida acepta incluso las absurdidades cometidas como algo debido, puesto que es el guionista y director de sus propios sueños. No es que las absurdidades fuesen una norma, pero el subconsciente no descarta su potencial posibilidad. Después de todo, en el sueño la mente racional reposa, y el subconsciente puede admitir por completo cualquier cosa increíble.
A lo largo de la vida el hombre hace pasar a través de su mente una gran cantidad de información de las fuentes exteriores, y también del mundo de sus fantasías e imaginaciones. Una parte de la información se filtra por la mente racional como defectuosa, irreal. Sin embargo, esa parte no desaparece. A pesar de estar en la despensa bajo llave, aun así, el subconsciente tiene acceso a ella. Y, además, no tiene ningún motivo para desechar esa información como defectuosa. Por tanto, cuando llega la hora de dormir, el alma de puntillas se cuela en la despensa y empieza a probar, sin que lo sepa la mente, toda clase de guiones absurdos. Además, en un sueño inconsciente el alma está libre de elegir cualquier sector del espacio de las variantes. La mayoría de esos sectores no se realizará nunca, puesto que los acontecimientos que contienen son irracionales, es decir, requieren mucho gasto de energía. Cómo el alma elige los sueños, sólo Dios sabe.
Por muy aleatoria que sea la elección de los sueños que hace el alma, la mente los ve y ajusta el guion según sus emociones y esperanzas. Como ya hemos averiguado, los peores temores y todo aquello que intentamos evitar se realizan más fácilmente. La intención exterior, en este caso, actúa a pesar de nuestra voluntad y además perjudicándonos.
Y bien, los guiones de nuestros sueños se determinan por nuestros temores y esperanzas. En el sueño se realizan sin falta. En la vida real, es muy probable que también obtengas lo que temes. Así funciona la intención exterior a pesar de la voluntad de la mente. Con la fuerza de voluntad, la mente es capaz de obligar a la intención interior a trabajar.
Sin embargo, la intención exterior no obedece a los órdenes, sino que se revela de forma libre, como resultado de la concordancia entre el alma y la mente. En el sueño, la mente ni siquiera tiene la posibilidad de comprender que es la intención exterior la que trabaja, puesto que no existe ningún control. En la vida real, el asunto no va mucho mejor, porque el sueño, en cierto sentido, continúa aun estando tú despierto.
En el sueño, la persona puede estar implicada en cualquier juego ridículo y sin sentido. El juego absorbe al durmiente por completo, hasta que se da cuenta de la absurdidad de lo ocurrido. En la realidad ocurre lo mismo en menor o mayor grado. Si un grupo de personas está implicado en una actividad especializada, con frecuencia en ese grupo surgen conceptos, jerga y acciones que, desde el otro lado, pueden parecer absurdos y antinaturales. Los grupos pueden ser de interés, profesionales, religiosos.
La baja valoración crítica de todo lo que sucede en la realidad causa fenómenos tales como hipnosis o conjuros. Por ejemplo, la hipnosis gitana se basa en tres «síes». La persona responde afirmativamente tres veces a tres preguntas y le surge la ilusión de que todo va como es debido. El individuo pierde la vigilancia y se queda como dormido, por así decirlo; su capacidad crítica baja a un nivel inferior. La mayoría duerme, literalmente, sobre la marcha, cumpliendo automáticamente con sus actividades habituales. Sobre todo concierne a las personas cuyo orden diario se repite día tras día.
Cuando hablas con alguien, estás durmiendo muy profundamente. Al entregarte al juego por completo, comprendes, por supuesto, lo que está pasando, pero no eres capaz de valorar la situación y actuar objetivamente, puesto que no ves el juego desde fuera, sino que tú mismo participas. Cualquier hincha de fútbol critica con el conocimiento a los jugadores por los errores cometidos. ¿Y qué pasaría si le dejasen salir al campo? Todos, de un modo u otro, actúan inconscientemente. Si el hombre no dice la verdad, sus ojos tienden desviarse hacia la derecha. Las manos hacen movimientos espontáneos incontrolados. Está completamente bajo el poder del espectáculo en el que participa.
El estado de la sugestión hipnótica es el grado extremo de soñar despierto. Todos siguen durmiendo, en diferente grado, en la vida real. Ahora puedes sacudirte y decir: «Soy consciente de lo que hago y qué es lo que sucede en este momento dado». Pero luego te distrae alguna persona, un problema o un suceso, te sumergirás por completo en el juego y te quedarás dormido. Y seguirás durmiendo mientras sigues en el escenario e interpretas concienzudamente tu papel. Te despertarás sólo cuando bajes a la sala de espectáculos y sacudas a tu Celador. Estando en la sala de espectáculos, seguirás interpretando tu papel, como de costumbre, dirás palabras necesarias, harás lo que deberías hacer, te someterás a las reglas establecidas. Pero ahora jugarás conscientemente, lo que significa que lo harás de modo impasible. Te alquilas a ti mismo y valoras sensatamente lo que está pasando.
En un sueño inconsciente el sueño «sucede», la intención exterior actúa a pesar de tu voluntad y no puedes hacer nada al respecto.
En un sueño lúcido o consciente, bajas a la sala de espectáculos y manejas el guion conscientemente. No es que la intención exterior se someta a la voluntad, sino que no va en su contra. En este caso, la mente le da la libertad al alma, y en cambio obtiene su consentimiento. La unidad del alma y la mente despierta la intención exterior. En los siguientes capítulos hablaremos de cómo obtener la intención exterior en el camino hacia el objetivo.
En la vida real el grado del estado de conciencia es más alto que en un sueño, lo suficiente para manejar la intención interior. Sin embargo, la intención exterior requiere un grado más alto de conciencia. Tanto en un sueño lúcido como en la vida real necesitas despertarte para obtener el control sobre la intención exterior.
Juego según tus reglas
¿Qué harías si en el sueño te atacan? Hay cuatro variantes de la intención interior: huir, luchar, despertarse o darse cuenta. Resistir a un ataque o retirarse dentro de un sueño, son la reacción primitiva de la intención interior. Si te atacan y tú te defiendes, resistes, entonces todo sucederá más o menos del mismo modo que en la realidad, es decir, según el modelo habitual. En nuestra conciencia está metido un guion de cómo ha de ser una lucha. Por ejemplo, si estás acostumbrado a perder, perderás. Tu sueño se trasladará dentro del espacio de las variantes según este guion.
En el sueño actúas del mismo modo que aquél al que estás acostumbrado a actuar en la realidad. Pero lo más eficaz sería utilizar la intención exterior, ya que en el sueño todo es posible. Puedes volverte tranquilamente hacia el enemigo y con un leve esfuerzo de voluntad imaginar que se autoliquida o se trasforma, digamos, en una rana. En este caso no procuras precisamente transformarlo en una rana. Los intentos de influir sobre el mundo exterior es el trabajo de la intención interior. Imaginas que el enemigo se transforma, en otras palabras, admites tal variante. La intención interior está orientada sólo para imaginar la trasformación, para admitir tal guion. Si la mente admite por completo tal variante de desarrollo de los acontecimientos, el alma tampoco tendrá nada que objetar. La unidad del alma y la mente crea la intención exterior, la que realiza el guion elegido.
Como puedes ver, la intención exterior surge no como resultado del esfuerzo de la voluntad, sino como una consecuencia de la unidad del alma y la mente. La intención interior (la voluntad) debe estar orientada sólo para obtener esa unidad. En este sentido la intención exterior no se origina por la voluntad y, de alguna manera, actúa independientemente de ésta. Pero para que aparezca la intención exterior, es imprescindible que te hagas cargo de que puedes controlar el guion. La conciencia es la condición vital, si quieres que la intención exterior trabaje para ti. Mientras un sueño no está controlado, es inconsciente; por tanto el sueño sólo «ocurre». Tanto en el sueño como en el estado de vela, la mayoría de los actos del individuo es relativamente inconsciente.
Ser inconsciente de lo ocurrido significa aceptar la situación como algo determinado, condicionado por los factores exteriores; por lo general, no tienes fuerzas ni posibilidades para influir considerablemente en ellos. Si mantienes esa postura, significa que en tu vida, normalmente, te dejas influenciar por otra gente o por los reveses de la fortuna. En este sentido, la realidad también «sucede» contigo. Las reglas del juego no se establecen por ti, sino por el mundo circundante.
Para obtener control sobre el sueño, así como sobre la vida real, necesitas pasar de interpretar el papel de participante a hacer el papel de observador. Entretanto, no dejes de participar en el juego de roles y cumple con tu papel como de costumbre. Pero ahora tu Celador estará en activo constantemente. Como si te alquilaras como actor y, al mismo tiempo, observaras imparcialmente tu propio juego y el juego ajeno desde la sala de espectáculos. El Celador está siempre encendido en segundo plano. Él no interviene, pero vela y es sumamente consciente de todo lo que está ocurriendo.
En un sueño pasivo el observador está desconectado, sólo está el actor. Estás totalmente absorbido por tu papel y no ves la situación desde fuera. Para no «enfrascarte» por completo en el papel, es necesario que mantengas tanto la importancia interior como la exterior en un nivel mínimo, y que siempre tengas al Celador preparado. Incluso sin tener en cuenta la intención exterior, tu capacidad de controlar la situación es directamente proporcional a tu conciencia. En el sueño, el grado de tu conciencia es muy bajo, por tanto el sueño es algo que te «ocurre». Sin embargo, si te das cuenta de que estás durmiendo, toda la situación quedará bajo tu control. Tú haces lo que te da la gana.
El grado de tu susceptibilidad a la influencia de otros individuos o péndulos destructivos es directamente proporcional a tu conciencia. En un sueño, la mayoría actúan como si fueran zombis. Si te persigue una pesadilla, huyes y no puedes hacer nada al respecto. El guion es tuyo, pero dejaste su producción al otro director. Eres presa de tus ideas habituales sobre las variantes de desarrollo de los acontecimientos. Las ideas son tuyas, pero ellas te dictan su voluntad y, por tanto, eres tan sólo un actor, es decir, la víctima.
Acuérdate de lo que ocurre cuando te sumerges en un problema. Por ejemplo, un colega se acerca a ti y te dice que hay que hacer cierto trabajo. Si para ti eso supone, en cierto grado, un problema, tu primera reacción será al menos la preocupación, si no la sensación depresiva. Varios guiones de desarrollo de los acontecimientos enseguida se proyectan en tu cabeza: «El trabajo es difícil, ¿cómo lo hago? ¡Uy, no tengo ninguna gana! ¡Qué inquieta y difícil es mi vida! Si no hago ese trabajo, tendré…», etcétera. Ya está, en este momento te incorporaste al juego, te dejaste influenciar por el péndulo o, en otras palabras, te dormiste. Se te puede coger de la mano tranquilamente y llevarte como a un niño obediente al cuarto donde te espera ya un trabajo difícil y oneroso. En este momento estás en la línea de la vida donde todo es realmente así.
Así ha ocurrido, puesto que has permitido al péndulo hipnotizarte e imponerte el juego de problema.
Al proyectar en la conciencia el guion «problemático», has concordado el alma y la mente en la preocupación, y la intención exterior te trasladó enseguida en la línea de la vida «problemática». No es nada difícil, pues tales sentimientos como el miedo, la desolación, el disgusto, la inquietud y la preocupación se apoderan de nosotros sin esfuerzo alguno. ¿Y cuál fue la causa principal? ¡La importancia! Te han involucrado en el juego, o te han dormido, sólo porque has valorado el juego como importante por sí mismo y también como importante para ti. Eso es la importancia exterior e interior.
Ahora imagínate otra variante de desarrollo de los acontecimientos. Alguien se aproxima a ti con un problema. En este momento despiértate y dite a ti mismo que no estás durmiendo y que puedes decidir por ti mismo si el primer impulso del péndulo se trasformará para ti en un problema o no. Es la primera condición para establecer el control sobre la situación. Sólo queda cumplir la segunda: obtén la intención de hundir a este péndulo. Aun sin saber qué te espera, decídete, de antemano, a ver ese problema como una mera nadería. Lo importante es que no dejes a nada ni nadie cogerte de la mano y arrastrarte en pos de sí. No emprendas ningún paso agresivo, no niegues, no intentes huir de la situación y, sobre todo, no te irrites. Sólo escucha tranquilamente qué es lo que esa persona quiere de ti. Es deseable que por fuera asientas con la cabeza y digas «sí» a todo, pero en el interior debes ser un observador imparcial, no un participante. Es el papel del espectador interpretando, como el de un entrenador de fútbol jugando al fútbol.
Ser indiferente, en este caso, no significa en absoluto ser distraído. Al contrario, el control sobre la situación supone atención y claridad de la mente. Mantenerse al margen significa darte cuenta de que tú mismo estableces las reglas del juego, y eres tú quien decide si el juego se convierte en una tragedia o en un vodevil[8] ligero. Pues bien, ¿y tú mismo qué es lo quieres? Probablemente que todo se resuelva de modo simple y fácil. Si consideras que siempre habrá un problema difícil que te costará muchos esfuerzos, puedes estar tranquilo. Cualquier problema difícil tiene una resolución fácil. Esa resolución se encuentra en la línea «vodevil» de la vida. Para pasar a esa línea sólo es imprescindible tener un propósito firme de imaginar que todo sucederá precisamente así.
Al aplicar esa técnica en práctica, estarás agradablemente sorprendido. Los resultados podrán ser los más increíbles. Como mínimo, el problema se resolverá realmente de una manera muy fácil. O, tal vez, dejará de ser actual o alguien más se responsabilizará de su solución. Pues en la línea «vodevil» de la vida simplemente no existen problemas difíciles. No tienes poder sobre la intención exterior, pero procedes de tal modo que, primero, ella no actúa contra ti y, segundo, tú mismo obtienes la posibilidad de hacer que la intención exterior trabaje para tu beneficio. Las circunstancias pueden ser muy diferentes, incluso desfavorables para ti. Sin embargo, al asumir tal postura, aumentas bruscamente las posibilidades de ganar.
Con todo eso, no olvides confiar en la corriente de las variantes. Si el grado de la unidad entre el alma y la mente en su actitud «vodevil» hacia el problema es lo suficientemente alto, obtendrás resultados espectaculares, con los que antes no podías ni soñar.
Ya no eres una marioneta. Sólo debo advertirte de la tentación de creerte el marionetista. Ya sabes que eso significaría la alteración del equilibrio y, seguramente, te llevarías un coscorrón a los primeros indicios de presunción, sensación de la superioridad propia, desaire o (¡Dios te guarde!) desdén hacia los demás. Nunca obtendrás total y absoluto control sobre todo lo que está ocurriendo, ni siquiera en un sueño. Recuerda, sólo tienes derecho a elegir, no a cambiar. Siéntete como si estuvieras en tu casa, pero no olvides que eres sólo un huésped. También es necesario que recuerdes lo siguiente: al alquilarte debes actuar impecablemente. La disposición «vodevil» hacia el problema no es laxitud o despreocupación, sino que la sensata valoración de la importancia.
Sería un error interpretar la conciencia como el propósito de establecer control sobre el mundo circundante. La mente está acostumbrada a insistir en lo suyo, a intentar cambiar el desarrollo de los acontecimientos, en otras palabras, a luchar contra la corriente. Si te has bajado a la sala de espectáculos, puede surgirte la tentación de cambiar el guion por la fuerza, imponer tu voluntad a los actores. Un comportamiento así no tiene nada que ver con el Transurfing, puesto que se basa únicamente en la intención interior de luchar contra la corriente. Recuérdate a ti mismo una y otra vez que debes moverte a favor de la corriente de las variantes. La conciencia no es el control, sino la observación. El control está dirigido sólo para evitar que te revuelques en lo negativo y que, en lugar de eso, te imagines un guion favorable, lo admitas en tu vida, lo aceptes con todo tu corazón. No imponer al mundo tu guion, sino admitir su posibilidad, permitir que la variante se realice por sí sola. Y a ti permitirte tenerla. Dejarás de luchar contra el mundo y podrás permitirte elegir sólo si tu alma y tu mente están unidas.
Recordemos los deberes que teníamos en el capítulo anterior.[9] Los papeles del Suplicante, el Resentido y el Guerrero no nos convienen. ¿Qué papel, pues, asigna el Transurfing al dueño de su destino en el juego llamado Vida? Ahora debería quedarte claro que es el papel del Celador. Cuanto más alto es el grado de tu conciencia en la vida real, con más eficacia eres capaz de regir tu propio destino.
Además, el papel del Celador es más atractivo que el de Ejecutor. Como es sabido, los comandantes, los jefes y otros dirigentes ocupan una posición en la vida más activa que un simple ejecutor, y no sólo por tener más responsabilidades. Los directivos son más bien celadores que ejecutores. El cargo los obliga ser «más despiertos», a diferencia de un simple trabajador que puede dormir, cumpliendo a la fuerza sus obligaciones.
Al ocupar la posición del Celador, enseguida sentirás la afluencia de la energía. Se aumentará tu vigor, puesto que ahora no tienes que deprimirte más cumpliendo simplemente la voluntad ajena, sino que vas a crear tu propio destino. Ser responsable de tu propio destino no es una carga, sino la libertad.
El ser humano se distingue del animal no tanto por el nivel de su intelecto, como por el grado de la conciencia. Los animales permanecen en un estado más somnoliento. Su comportamiento se determina principalmente por los guiones estereotípicos, engendrados por la naturaleza, que se revelan como instintos y reflejos. Los animales actúan tal como si estuvieran interpretando una obra de teatro, cuyo guion es imposible cambiar. El humano, en este sentido, es «más despierto». Con más naturalidad es consciente de sí mismo como persona y de su lugar en este mundo. Aun así, el nivel de su conciencia todavía es muy bajo. El individuo juega su juego estando en el escenario. Él está completamente absorbido por este juego.
El secreto de la así llamada gente inteligente está en conciencia. La lucidez de la mente se determina por el grado de conciencia. Algunos piensan con claridad y son capaces de expresar con claridad sus pensamientos, mientras que otros tienen un lío en la cabeza. La mente aguda, por un lado, y la estupidez, por el otro, de ninguna manera son grados de desarrollo del intelecto, sino los diferentes grados de conciencia.
La estupidez es más bien una defensa psicológica contra la información no deseada: «No quiero saber nada, ¡dejadme en paz!». La mente aguda es todo lo contrario; franqueza, curiosidad, deseo de recibir y tratar la información: «¡Quiero saberlo todo!». La estupidez a veces es resultado de la premiosidad. Ambas características pueden desarrollarse en la infancia, si al niño, por ejemplo, le obligan por fuerza a estudiar algo, ejerciendo, al mismo tiempo, la presión psicológica.
Cuanto más dormimos en la vida real, más errores cometemos. La mosca que se golpea contra el cristal también duerme muy profundamente. Tu completa sumersión en el juego impide que tengas una visión más amplia y objetiva de la realidad. La concentración en el juego disminuye el foco de percepción y coloca una barrera en tu camino. Al cometer errores por ese motivo, más tarde te sorprendes: «¿Dónde tenía yo los ojos?». Como si estuvieras ofuscado. Incluso el 1 de abril[10], cuando uno sabe que pueden gastarle una broma, aún cae en la trampa. ¿Acaso no es dormir despierto?
La falta de conciencia, en un grado u otro, se produce cuando la persona no quiere enfrentarse cara a cara con la realidad. El deseo de evadir la realidad inminente le obliga al avestruz a enterrar la cabeza en la arena. En el humano eso se revela como la intención de aislarse del mundo exterior: «¡No veo nada, no oigo nada, no quiero nada, dejadme en paz!». Y como no tiene posibilidades de esconderse por completo debajo de la manta y quedarse dormido, el hombre intenta bloquear involuntariamente su percepción bajando el nivel de su conciencia. Por ejemplo, una persona mansa e inofensiva intenta evitar un golpe inevitable. Pero no puede pararlo, puesto que su conciencia se bloquea por el miedo y su reacción se ralentiza, como si tuviera una venda cubriéndole los ojos. La furia nubla la comprensión de la misma manera.
El hombre está sumergido por completo en el juego y no ve ni oye nada de su alrededor. De ahí viene el término «la furia ciega».
El miedo y la furia son manifestaciones extremas del inconsciente. Los péndulos intentan, siempre y dondequiera, adormecer imperceptiblemente nuestra vigilancia. Por ejemplo, la publicidad produce efecto de zombi, aprovechando que la mayor parte de su tiempo la gente está en el estado semiconsciente. La conciencia, como percepción clara de la realidad circundante, se manifiesta sólo a veces, cuando las circunstancias provocan adrenalina en la sangre. Por ende, a uno le es muy difícil hacer algo tan sencillo como despertarse en el sueño y decirse: «Eh, chavales, ya vale de tomarme el pelo, sólo es un sueño, y como es mío, aquí soy yo el dueño y no vosotros».
La conciencia también ayuda a sacar la información intuitiva del subconsciente. Lo puedes hacer si te pillas a ti mismo pensando: «¿Y por qué de repente me apeteció hacerlo?». La voz del alma suena muy bajo, apenas perceptible. La mente como respuesta chilla: «¡Cállate, yo mismo sé qué es lo que quiero y qué debo hacer!». Es necesario que crees en ti la costumbre de prestar oído al susurro de las estrellas de madrugada. En un estado semiconsciente es prácticamente imposible recordar a tiempo a qué se debe prestar atención y sobre qué habla la voz interior. Incluso si desde una buena mañana te has propuesto firmemente escuchar la voz de tu alma, no podrás acordarte de ello en el momento necesario, si sigues dormido.
Pues bien, hemos aclarado que la unidad del alma y la mente crea la intención exterior, mientras que la conciencia te da la posibilidad de utilizar la intención para tu propio interés. En el sueño la unidad del alma y la mente se logra tan fácilmente debido a la simple razón de que el alma está libre del control autoritario de la mente. En el sueño lúcido existe algún control, pero está dirigido únicamente a la corrección del guion. Todo lo demás, incluso lo que rompe los moldes del sentido común, se admite. La mente está conforme con aceptar cualquier milagro mientras sueña. En el cuento de H. Cristian Andersen[11] «El yesquero» hay una escena, donde la princesa, convencida de que está soñando, se compromete a dar un paseo sobre el tejado con el soldado. De la misma manera, en el sueño la mente admite cualquier cosa, pero en la vida real de nuevo se aferra convulsivamente a su mundividencia habitual.
No es tan fácil llegar a la unidad del alma y la mente fuera de los límites del sentido común. El sentido común es nuestra jaula perpetua, de la que a uno le resulta muy difícil escaparse. El individuo puede apasionarse por las doctrinas místicas, vivir en las nubes, creer en lo increíble… Pero en esa fe siempre hay lugar para la duda. La mente puede fingir, pero en realidad sabe perfectamente que, aun así, las manzanas caen a la tierra. Por ende es muy difícil someter por completo la intención exterior a nuestra voluntad. No obstante, podrás convencerte por tu propia experiencia de que la conciencia, en efecto, aumenta bruscamente las posibilidades de éxito.
Logras estar consciente al máximo sólo si cumples la condición de que el Celador siempre esté presente en tu conciencia.
Él se encarga de valorar objetivamente lo que está sucediendo, lleva la cuenta de quién se beneficia del juego, y vigila para que no te involucren en ese juego como a una marioneta. Es imprescindible que recuerdes cada minuto: «¿estás durmiendo o no?». Puedes practicar los sueños lúcidos, si eso no te da miedo. Pero el sueño se acaba y vuelve la realidad cotidiana. ¿No será mejor practicar la vida lúcida? Como ves, esa alternativa te da la posibilidad de acondicionar la capa del mundo a tu propio gusto. La elección es tuya.
Purificación de la intención
La intención exterior representa una fuerza enorme e inconcebible. Sin embargo, te has podido percatar de cómo de imprecisa e inalcanzable es. Es el control y, al mismo tiempo, la renuncia de todo el control. Es la voluntad de actuar y renunciar a la presión forzosa. Es la decisión de tener y el rechazo de la pretensión de conseguir. Para la mente es algo nuevo e insólito. Uno está acostumbrado a conseguir todo con la intención interior. Influyes directamente sobre el mundo y éste reacciona enseguida. Todo es muy simple y fácil. Pero el mundo no cede así de fácilmente, necesitas emplear fuerza, insistir en lo tuyo, luchar, abrirte el camino. Y de repente aquí te ofrecen rechazar el ataque activo, diciendo que el mundo mismo te abrirá sus abrazos. Evidentemente, tal enfoque poco trivial desconcierta la mente.
¿Cómo entonces, lograr el equilibrio y combinar la firmeza de tener con la renuncia de la influencia directa? La respuesta surge por sí misma: hay que mantener el equilibrio de la intención. Lo que significa querer sin desear, preocuparse sin inquietarse, aspirar sin apasionarse, actuar sin insistir. El equilibrio se altera por ¡os potenciales de importancia. Como ya sabes, cuánto más importante es el objetivo, más difícil resulta conseguirlo.
La fórmula «si quieres algo, lo consigues sin falta» funcionará de modo totalmente contrario si estás demasiado ansioso y emprendes intentos febriles para conseguir lo deseado. La razón por la que surge la ansiedad es porque no crees firmemente en que el deseo se cumpla. Compara las dos siguientes posturas. La primera: «Tengo muchas ganas de conseguir lo deseado. Para mí es cuestión de vida o muerte. Debo conseguirlo sea como sea. Me esforzaré al máximo». La segunda: «Está bien, he decidido que obtendré lo deseado. Después de todo, es lo que yo quiero. ¿Hay algún problema? Lo tendré, punto y se acabó». No es difícil comprender qué postura sale ganando.
Hay una diferencia más entre el deseo y la intención, y es que el deseo no excluye la probabilidad de incumplimiento. Si deseamos algo y nos resulta difícil obtenerlo, empezamos a desearlo aún más. El deseo siempre crea potencial excesivo. Un deseo de por sí ya es el potencial por determinación.
Es cuando en algún sitio falta algo, pero existe la energía mental orientada a atraer ese algo en este sitio. La intención no cree y no desea, sino que simplemente actúa.
La intención pura nunca crea potencial excesivo. La intención supone que todo está decidido ya: «simplemente decidí que así fuera»; es un hecho casi cumplido. Es una tranquila comprensión de que va a ser así. Por ejemplo, tengo la intención de pasar por el kiosco y comprar un periódico. Aquí ya no hay ningún deseo, el deseo ha existido sólo hasta el momento en que decidí realizarlo. La probabilidad de que el deseo no se cumpla es muy pequeña, aunque tampoco es ninguna desgracia si algo fallara. De modo que aquí, la intención está totalmente purificada del deseo, lo que significa que también está libre de cualquier potencial excesivo.
La energía mental del deseo está dirigida hacia el objetivo, mientras que la energía de la intención lo está hacia el proceso de su obtención. Al desear algo, el hombre crea una perturbación en la imagen energética del mundo circundante, lo que provoca la acción de las fuerzas equiponderantes. Pero cuando el hombre, al dirigirse al kiosco para comprar el periódico, simplemente mueve los pies, dando pasos, ya no hay ninguna heterogeneidad.
Es cómo el deseo influye en la representación de las líneas de la vida: quiero obtener esto, pero me temo que no podré conseguirlo, por tanto pienso que voy a fracasar (¡porque es muy importante para mí tener lo que quiero!) y emito energía en la frecuencia de la línea del fracaso. La intención funciona de modo absolutamente contrario: sé que obtendré lo que necesito, para mí esta cuestión está resuelta, por lo tanto emito energía en las líneas donde ya tengo lo que quiero.
Y bien, hay dos potenciales excesivos que nos impiden conseguir el objetivo: el deseo y la fe. Para ser más exactos: el deseo apasionado de conseguir el objetivo cueste lo que cueste, y la lucha contra las dudas que puedas tener sobre posibilidades de lograrlo. Cuanto más ansiado sea el objetivo, más peso obtiene la duda sobre resultado final positivo. La duda, a su vez, aumenta más todavía el valor de lo deseado. Ya hemos aclarado que el deseo no ayuda, sino que sólo estorba. El secreto de realización de un deseo está en que se debe renunciar el deseo, y remplazarlo por la intención, es decir, por la determinación de tener y actuar.
Pero la importancia de tu objetivo a su vez crea la frenética pretensión de ir consiguiendo lo de uno, utilizando la intención interior para influir al mundo. La mente, al obtener la intención, se lanza de cabeza a la lucha. Es la importancia del objetivo, precisamente, la que obliga a la mente a presionar tanto el mundo. Para acercarse a la intención exterior aunque sea a un paso, es imprescindible bajar la importancia. La intención exterior no tiene nada que ver con la interior en su propósito de influir sobre el mundo circundante. Es imposible obtener la intención exterior utilizando la intención interior, por muy fuerte que ésta sea. La intención exterior está fuera de nosotros, en nuestro exterior: de aquí su nombre. Pero, al fin y al cabo, ¿qué es? No tengo la menor idea. No me da miedo reconocerlo. Es muy difícil hablar sobre la intención dentro de las definiciones de la mente.
Sólo podemos ser testigos de algunas de las manifestaciones de la intención exterior. Se revela una vez que el alma y la mente se ponen de acuerdo en algo. Tan pronto como esa condición se haya cumplido, se crea una especie de resonancia entre la emisión de la energía mental y aquella fuerza exterior que nos engancha y traslada al sector correspondiente.
La intención exterior es precisamente aquella fuerza que realiza el Transurfing propiamente dicho, es decir: la transición por las líneas de la vida o, en otras palabras, el movimiento de la realización material a través de los sectores en el espacio de las variantes. ¿Por qué existe esa fuerza y de dónde sale? No tiene ningún sentido plantear semejante pregunta, al igual que preguntar por qué existe Dios, o razonar si existe alguna relación entre Dios y la intención exterior. A nadie se da saberlo. Lo más importante para nosotros es que esa fuerza existe y sólo tenemos que disfrutar de la posibilidad de utilizarla, al igual que disfrutamos del sol.
La intención exterior indica la posibilidad de desplazar la realización por los sectores del espacio de las variantes. Así, como la fuerza de gravedad indica la posibilidad de caer desde el tejado de una casa. Mientras estás encima del tejado, a pesar de la existencia de la fuerza de gravedad, no ocurre nada. Pero tan pronto como des un paso adelante, es decir, te entregues a las manos de la fuerza de gravedad, ésta te agarra y te tira al suelo.
Para entregarse a las manos de la intención exterior, debes lograr que tu alma y tu mente concuerden en algo. Esa unidad es imposible de conseguir si existe importancia. La importancia da lugar a dudas y se convierte en un obstáculo en el camino hacia la unidad. La mente desea, pero el alma se opone. El alma pretende conseguir, pero la mente duda y no le deja hacer nada. La importancia arroja la mente contra la ventana cerrada, mientras el alma ve dónde está una ventanilla abierta. El alma pide algo, lo que realmente quiere de todo corazón, pero la importancia mantiene la mente en las redes del sentido común. Y por fin, la unidad se consigue cuando el alma y la mente coinciden en algo que no les gusta, lo que rechazan, y entonces la intención exterior trata de meterte una mercancía inútil. La discordancia de esfuerzos del alma y la mente se debe al hecho que la mente está bajo el poder de prejuicios y falsos objetivos impuestos por los péndulos. Los péndulos, una vez más, nos tiran por los hilos de la importancia. Por lo tanto, hemos obtenido la segunda condición necesaria para dominar la intención exterior: reducir la importancia y renunciar el deseo de conseguir el objetivo. Suena, por supuesto, a paradoja: resulta que para conseguir el objetivo es necesario renunciar al deseo de conseguirlo. Nosotros comprendemos todo lo que tiene que ver con la intención interior, puesto que estamos acostumbrados a actuar sólo dentro de esos marcos muy limitados. Hemos definido la intención como la determinación de tener y actuar. La diferencia entre la intención exterior e interior se revela tanto en la primera como en la segunda parte de esa definición. Si la intención interior es la determinación de actuar, la intención exterior es más bien la determinación de tener. Tienes la determinación de caer: toma carrera y cae.
Tienes la determinación de aparecer en el suelo: suelta tu agarre y entrégate a la fuerza de gravedad.
Para purificar la intención del deseo puedes realizar el siguiente algoritmo. Piensas en cómo puedes alcanzar tu objetivo. En cuanto aparecen las dudas, significa que tienes deseo. Te preocupa que si tienes las cualidades y posibilidades necesarias para conseguir el objetivo, significa que tienes deseo. Crees que el objetivo será logrado… y en este caso tienes deseo. Es necesario querer y actuar sin desear. La intención de levantar la mano y rascarse la nuca: es un ejemplo de la intención purificada de los potenciales excesivos. No debes tener deseo, sino sólo una intención pura. De modo que tendrás que disminuir la importancia exterior e interior. Para disminuir la importancia existe un remedio muy simple, pero eficaz: resignarse con la derrota de antemano. Sin hacerlo, no te librarás del deseo.
Al purificar la intención del deseo, no pierdas la intención misma. Ten la intención de conseguir el objetivo y de antemano resígnate a la derrota. Proyecta varias veces en tu imaginación el guion del fracaso y piensa en lo que vas a hacer en caso de perder, encuentra una salida de emergencia, alguna medida de seguridad. La vida no se acaba con eso, ¿verdad?
Lo que no debes hacer es volverte una y otra vez al guion de fracaso. Es algo que hay que hacer sólo una vez, un acto singular, que te libera de la necesidad de conseguir el objetivo sin falta, de la manera exacta que tú le has propuesto. En realidad no se nos da conocer el modo en el que podemos alcanzar nuestro objetivo. Más adelante volveremos de nuevo a esta cuestión.
Al resignarte con la derrota no pienses más sobre el fracaso ni sobre el éxito, sino simplemente ve hacia tu objetivo. Muévete, avanzando, hacia el objetivo como si fuera ir al kiosco por un periódico. Encontrarás la suerte en tu bolsillo, y si no está allí, tampoco te apenarás por eso. No te ha salido una vez, saldrá la próxima, siempre y cuando no te consumas de pena por el fallo.
Entregarse en manos de la intención exterior no significa en absoluto negar completamente la intención interior y estar sentado, con las manos cruzadas, esperando cuando el alma y la mente llegan a un acuerdo. Nadie te impide obtener el objetivo con los métodos corrientes. La renuncia del deseo y la importancia tendrá efecto positivo también sobre el resultado del trabajo de la intención interior. Pero ahora, además, tienes una posibilidad de atraer a tu bando una fuerza aún más poderosa: la fuerza de la intención exterior. Eso te permitirá conseguir lo que antes te parecía inalcanzable.
Resumen
- En el sueño lúcido la mente es capaz de controlar el guion del juego.
- Un sueño es el viaje virtual del alma dentro del espacio de las variantes.
- Los sueños no se pueden interpretarse como señales.
- Si el alma entra en un sector realizado del espacio, puede que nunca regrese.
- No es el deseo lo que se realiza, sino la intención: la determinación de tener y actuar.
- El deseo es la concentración de la atención en el objeto mismo.
- La intención interior es la concentración de la atención en el proceso de avance hacia el objetivo.
- La intención exterior es la concentración de la atención en cómo el objetivo se realiza por sí mismo.
- Con la intención interior el objetivo se alcanza, con la exterior se elige.
- La intención interior trata de influir directamente sobre el mundo circundante.
- La intención exterior da luz verde al objetivo para que éste se realice por sí mismo.
- Las leyes de las ciencias naturales funcionan sólo en un sector aislado del espacio.
- El trabajo de la intención exterior es el movimiento en los diferentes sectores del espacio.
- La intención exterior es la unidad del alma y la mente.
- La imaginación participa en el sueño sólo en calidad de generador de ideas.
- El alma y la mente son unánimes en las expectativas negativas, por ende se realizan fácilmente.
- En uno u otro grado el sueño continúa en la vida real, aun si estás despierto.
- Para obtener control sobre la intención exterior, debes despertarte.
- Mientras no seas consciente de la realidad, no la controlas, por tanto la realidad sólo «ocurre» contigo.
- En cualquier juego es necesario que participes impasiblemente como si jueras un espectador interpretando el papel.
- La consciencia se alcanza al desapegarse uno del juego.
- El desapego implica atención y claridad total de la mente.
- La consciencia no es el control, sino la observación.
- El control debe estar dirigido sólo a admitir el guion deseado en tu vida.
- Para elegir el guion necesario, es imprescindible que imagines que todo sería exactamente de esa manera.
- La intención interior es la determinación de actuar
- La intención exterior es la determinación de tener.
- La intención exterior es la fuerza que realiza el Transurfing.
- Para bajar la importancia, es necesario resignarse con el fracaso.
- Al resignarte con la derrota, no pienses más, simplemente ve hacia tu objetivo