Introducción
Por qué hay tantas «damas de la noche»
El tema de las vampiras es común y popular en los relatos de terror. Este libro contiene dieciséis ejemplos que abarcan ciento cuarenta y seis años, desde La muerta enamorada (1836) a Roja como la sangre (1979).
Se cree que el primer relato en que apareció una vampira fue La novia del sepulcro, atribuido a J. L. Tieck. Después de haber sido antologizado en 1823, hubo un mínimo de dieciséis ejemplos adicionales producidos por otros escritores del siglo diecinueve como Alejandro Dumas (La dama pálida, 1848) y Sir Arthur Conan Doyle (El parásito, 1892). Hemos incluido tres de los mejores: el ya mencionado La muerta enamorada de Théophile Gautier, Carmilla (1872), de Sheridan Le Fanu, que ha sido llevado varias veces al cine y El misterio de Ken, un cuento de la víspera de Todos los Santos escrito por Julian Hawthorne (¿1888?)
El siglo veinte ha presenciado la publicación de un número muy superior de relatos en los que aparecen vampiras. El más antiguo de los que hemos seleccionado es Luella Miller (1902), un relato de Mary Wilkins Freeman donde se describe a una vampira psíquica. Siete cuentos pertenecen a los años álgidos de Weird Tales (1923-1954) y Unknown (1939-1943): Almas en pena, de Seabury Quinn (1928), La capa, de Robert Bloch (1939), Entre la nieve, de August Derleth (1939), Cuando había luz de luna, de Manly Wade Wellman (1940), Herencia, de David H. Keller (1947) y La última tumba de Lili Warran, de Manly Wade Wellman (1951). El relato más reciente es Roja como la sangre, de Tanith Lee, una revisión de «Blancanieves» a la que la autora le ha dado un considerable mordiente.
Si damos por sentado que los vampiros y las vampiras no existen (y es algo por lo que no apostaría mi vida), hay unas cuantas razones posibles que explican su aceptación y popularidad.
Los animales y los insectos vampíricos existen en el mundo real. Entre los ejemplos están la hembra del mosquito y ciertas variedades de murciélagos y mariposas. Obviamente, esas criaturas le han servido de trampolín a la fértil imaginación humana.
Bruce Wallace (Omni, 1979) sugiere que el temor a los vampiros pudo originarse entre los moradores de las cavernas. Durante las primeras etapas de la enfermedad, quienes habían sido mordidos por murciélagos rabiosos irían internándose cada vez más en la oscuridad para escapar a la luz. Durante las últimas etapas emergerían de ella convertidos en locos agresivos que intentarían morder a los demás. Las nuevas víctimas de sus mordeduras harían que el ciclo volviera a empezar. Saber reconocer a esas criaturas y evitarlas tendría un valor de supervivencia, por lo que es posible que, como resultado de la selección a lo largo de muchos siglos, esas características llegaran a formar parte de la herencia genética humana.
Basil Cooper (The Vampire in Legend and Fact, 1973) observa que a lo largo de la historia ciertos individuos profundamente perturbados han obtenido «una morbosa satisfacción física… bebiendo la sangre de los vivos o —lo que todavía resulta más horrible—, de quienes llevaban poco tiempo muertos».
Douglas Hill (The History of Ghosts, Vampires and Werewolves, 1970) sugiere que antes de la revolución médica producida durante los últimos cien años el entierro prematuro pudo ser algo bastante frecuente. Cuando la gente moría inexplicablemente a causa de toda una variedad de plagas —entre otras cosas—, los aldeanos supersticiosos podían buscar vampiros desenterrando cadáveres. Los que «hubieran sido enterrados prematuramente despertaban en la tumba y morían intentando salir de ella sin conseguirlo», por lo que habrían sido encontrados en una posición distinta y con «una expresión terrible en sus rostros, y sangre en sus manos y en las uñas de sus dedos».
Los vampiros tienden a lograr sus fines mediante la seducción y la hipnosis, por lo que las hembras de la especie encajan en la tradición judeocristiana de la Eva tentadora.
Los relatos seleccionados en la presente antología poseen una gran capacidad de entretener: están bien escritos y cuentan con un buen argumento, personajes memorables e ideas originales. Algunos iluminan las desigualdades a que las mujeres deben enfrentarse en la vida, algunos permiten presentar mujeres fuertes y capaces de afirmar su voluntad ya sea de forma directa o comparativa, y algunos tratan temas típicos del feminismo de una forma que sorprenderá a quienes no estén familiarizados con ellos.
Charles G. Waugh