100 Números de Super ficción
1. Clifford D. Simak, Los hijos de nuestros hijos
Todo empezó un día absolutamente normal y soleado, cuando un agujero negro y tembloroso se abrió y, aparentemente viniendo de la nada, de él empezaron a salir personas y más personas. Personas que dicen venir del futuro, que son hombres, mujeres y niños corrientes (con la única salvedad de que no han nacido en nuestro tiempo) y que vienen huyendo de algo invencible que acecha en el futuro. El primer problema es cómo alojarles y darles de comer, pero lo más terrible es que la amenaza del futuro muy bien puede llegar al presente…
Pese a las apariencias, la ciencia ficción suele exaltar el individualismo y el sálvese quien pueda: Simak, una constante de toda su larga carrera, siempre ha predicado en sus novelas la solidaridad y el entendimiento, y Los hijos de nuestros hijos no es una excepción. El concepto de que la humanidad es una, de que una larga cadena ininterrumpida se extiende uniendo el pasado, el presente y el futuro es tan atrevido que sólo un viejo maestro del género podía abordarlo con tal desenvoltura y abundancia de recursos narrativos, palpables en la habilidad sin esfuerzo con que a lo largo de todo el libro se funden los ambientes más cotidianos con los conceptos más sorprendentes.
(A. S.)
2. Philip K. Dick, La penúltima verdad
En el año 2025, la superficie de la Tierra es un infierno radioactivo que hierve de mortíferas bacterias mutantes: la guerra se ha hecho tan feroz que sólo los robots-soldado pueden combatir en ella. Y toda la población del planeta vive enterrada en las profundidades, trabajando en las factorías que producen los robots, única esperanza de ganar la guerra. Sólo un puñado de hombres visitan el infierno de la superficie y sólo ellos conocen la verdad de la guerra… Una perfecta ilustración de los temas básicos y las obsesiones que jalonaron toda la carrera literaria del recientemente fallecido Philip K. Dick, uno de los maestros indiscutibles de la ciencia ficción en general (y, se empieza a reconocer, de la literatura contemporánea anglosajona), La penúltima verdad trata de la manipulación de la realidad que un grupo minoritario de hombres efectúa para conservar los beneficios que el azar les ha proporcionado.
Encuadrada en una apasionante trama de aventuras, la novela narra la toma de conciencia del protagonista, que llega a convencerse gradualmente de que las cosas no son como siempre se le ha dicho que eran; su lucha por convencer a los demás y los peligros que arrastrará para cambiar la situación y hacer que todos conozcan lo que sucede realmente en la superficie del planeta. Lo que aparta y eleva el libro por encima de la mera fábula política y de la denuncia de la propaganda usada para engañar al pueblo es la visión alucinada de Dick y su convencimiento de que, finalmente, una mentira creída por la suficiente cantidad de gente no se distingue, a efectos prácticos, de la verdad: y, en definitiva, de que la verdad no existe más que por un acuerdo numérico. Calificada como «el mayor de los Dick menores», La penúltima verdad es una perfecta toma de contacto con una de las mejores y más consistentes obras que la ciencia ficción ha dado en toda su existencia.
(A. S.)
3. Gilles D'Argyre, El cetro del azar
Bajo la firma de Gilíes D'Argyre se esconde el nombre del escritor más conocido y res* petado en lengua francesa: Gerard Klein. Klein, que tiene una opinión muy seria y casi intelectual de lo que debe ser la ciencia ficción, no desdeñó, sin embargo, escribir durante varios años novelas de acción espacial, lo que en el argot del género se denomina como space opera.
El cetro del azar fue la última novela que Klein publicó bajo este seudónimo, y en ella retoma un tema que ya el americano Philip K. Dick tratase en su primera novela: Lotería solar. El mundo está regido por un hombre elegido al azar por las máquinas. Cuando éstas designan a Ingmar Langdon para el cargo supremo, éste no está nada deseoso de cumplir la tarea, pero, a su pesar, se encuentra metido de lleno en una carrera de intrigas y luchas para hacerse con el poder. Novela, pues, repleta de acción y con el estilo cuidado y elegante que es sinónimo de Klein.
(J. C. P.)
4. Edward L. Ferman, Lo mejor de «Fantasy & Science Fiction»
Nacida a finales de 1949, The Magazine of Fantasy and Science Fiction está considerada como la mejor revista mundial del género. Desde sus orígenes, cuando el mercado norteamericano estaba dominado por revistas pulp de escasa o ninguna ambición literaria, la revista se caracterizó por una fuerte preocupación en el nivel de los relatos que publicaba, política que sigue practicando en la actualidad y que sin duda ha sido una de las influencias más fructíferas en el desarrollo del género en Estados Unidos hacia su dignificación. La prueba de la validez de su política puede buscarse también en nada menos que 9 premios Hugo a la mejor revista que ha merecido a lo largo de su singladura, por no contar la enorme cantidad de relatos aparecidos en sus páginas que obtuvieron también el galardón.
El volumen presentado por Edward L. Ferman, director de la revista a partir de 1965, proviene de otra innovación importante en el campo de las revistas que tuvo su origen en The Magazine of Fantasy and Science Fiction: los números monográficos dedicados a un autor, en los que una importante obra inédita del mismo se publicaba acompañada de una semblanza biográfica y crítica y de su bibliografía. La buena acogida de estos monográficos motivó a Ferman la recopilación de los seis primeros para su publicación en forma de libro, conmemorando con ello los 25 años de existencia de la revista. Los autores: Theodore Sturgeon, Ray Bradbury, Isaac Asimov, Fritz Leiber, Poul Anderson y James Blish, la excelencia del material complementario y de los propios relatos (dos de ellos ganaron premios Hugo y Nébula), demuestran el porqué del prestigio de la revista, aparte de aportar valiosa documentación sobre la carrera literaria de los autores citados.
(A. C.)
5. Jean Pierre Andrevon, Retomo a la Tierra
Jean Pierre Andrevon es uno de los más originales, dinámicos y eclécticos autores de la ciencia ficción francesa. Procedente del campo del fandom y de la crítica, con el paso del tiempo se ha convertido en una especie de versión gala de Harían Ellison, tanto por sus antologías en colaboración con diversos autores como en su apoyo a nuevos valores de su país. Fruto de una de las muchas colaboraciones fue la idea de esta antología Retomo a la Tierra (que tendría tanto éxito y buena acogida que produciría tres secuelas más sobre la misma idea). Andrevon propuso para ella un tema común: el regreso de los hombres (o de un hombre solo) a la Tierra, tras muchos años o siglos de ausencia, para hallar su planeta de origen sometido a tremendas transformaciones. Para ello reunió en este volumen a cuatro autores bien distintos y, con su propia aportación personal, escribieron cinco relatos sobre ese tema. Los autores son: Francis Carsac, considerado el Arthur C. Clarke de la ciencia ficción francesa, Pierre Marlson, Daniel Walther, importante escritor galo del género, cuya obra ha sido ampliamente traducida en EE.UU., y Philippe Curval, uno de los más populares autores de la nueva ola de su país. El resultado es cinco relatos bien distintos, pese a la temática común y que dan una muestra soberbia de esa otra ciencia ficción tan interesante como es la francesa, no excesivamente divulgada en nuestro país.
(J. C. P.)
6. Kit Pedler y Gerry Davis, El roecerebros
La humanidad ha llegado a confiar de un modo cada vez más abrumador en una tecnología que, día a día, se hace más compleja y difícil de controlar. ¿Qué sucedería si, de pronto, una creciente y alarmante cantidad de personas perdiera la inteligencia necesaria no ya para operar un ordenador personal sino, simplemente, su equipo de música, su coche o el ascensor del edificio?
Kit Pedler y Gerry Davis puede que no suenen demasiado al lector habitual del género, pero todo historiador de la ciencia ficción televisiva y todo amante de las series de la pequeña pantalla les debe telefilms tan memorables como la larga saga del Doctor Who o Doom-watch. En esta novela exploran un tema apasionante, cada vez más actual, y que combina una atractiva trama de intriga y tensión política con el dantesco cuadro de una humanidad reducida al estado de primates indefensos, incapaces de entender sus propios instrumentos: al lector habitual, además, le divertirá comprobar que, por una vez, la ciencia ficción no predice portentosos aumentos del coeficiente intelectual o poderes mentales inconcebibles, sino todo lo contrario.
(A. S.)
7. Isaac Asimov, La Edad de Oro de la ciencia ficción (I)
De la mano de Isaac Asimov, que a sus cualidades de narrador y ensayista une la algo menos conocida de excelente antólogo, el lector puede disfrutar de un extenso volumen de relatos seleccionados de entre los mejores que dieron lugar al explosivo crecimiento y popularidad del género en sus mismísimos orígenes como tal (antes, de hecho, de la así llamada Edad de Oro). La aventura espacial en su forma primitiva e impetuosa como la configuraron nombres gloriosos del momento como Edmond Hamilton, Raymond F. Jones, Jack Williamson, el entonces debutante Clifford D. Simak, y firmas olvidadas en la actualidad como el Capitán S. P. Meek, P. Schuyller Miller, Charles Tanner y Laurence Manning, con relatos procedentes del período 1931-1933, cuando la ciencia ficción era joven y todo lo que buscaban sus cultivadores en las revistas populares del momento era dejar volar sin trabas la imaginación.
Asimov debe una buena parte de su enorme popularidad al irreversible encanto de sus modestas presentaciones, con las que ha sabido ganarse la simpatía de un número creciente de admiradores. Esa misma inimitable habilidad es la que Asimov desempeña en antologías como la presente, en la que hay unas 30 páginas previas del autor examinando clínicamente el momento del género —formativo para él: ésa fue precisamente la ciencia ficción que Asimov leyó de joven y que marcó su obra—, y extensos comentarios enlazando cada relato. La unidad del conjunto logra captar desde la primera página la atención del lector, cuyo deleite aumenta según avanza en la lectura del volumen. Si a eso le sumamos el interés histórico de la obra, cuya riqueza en este sentido es precursora de la posterior faceta del autor como historiador, el resultado no puede ser más satisfactorio.
(A. C.)
8. Fritz Leiber, Los cerebros plateados
Se terminaron los tiempos en que editores y lectores estaban a merced de gentes tan poco de fiar como los escritores. En este feliz futuro, toda la producción de «mecalingua» (literatura popular de consumo) está confiada a las expertas y seguras manos de las máquinas y los robots. Todo se ha mecanizado, desde la censura hasta las secretarias de los editores, y todo iría sobre ruedas en el mejor de los mundos posibles de no ser porque algunos escritores, siempre eternos descontentos, pretenden introducir algún que otro palo entre los engranajes…
Amarga, entretenida y altamente inteligente, Los cerebros plateados extrapola de modo magistral esa peligrosa tendencia de cierta literatura actual (¿quién, leyendo más de un best-seller de moda, no ha pensado que parece hecho por una máquina… y, a veces, una máquina algo oxidada?) por la que el riesgo y la aventura que deben ser el alma de toda creación literaria se ven sustituidos por el cálculo, la prudencia paticorta y el estudio de mercado que pretende servirle a la mayor cantidad de público lector posible una literatura que sirva sólo para usar y tirar, sin ningún otro tipo de aspiración. Por fortuna, mientras autores como Leiber sigan siendo capaces de escribir novelas como ésta, no todo se habrá perdido: se puede seguir leyendo algo hecho por manos inteligentes y humanas, no por máquinas mediocres y decididamente tontas…
(A. S.)
9. Jack Williamson, La legión del espacio
Williamson es el autor de mayor relevancia de entre todos los que empezaron su carrera en el nacimiento del género en las revistas populares norteamericanas, siendo recordado como uno de los más perfectos cultivadores del space opera. Su principal virtud es probablemente la capacidad de adaptación y versatilidad que ha mostrado a lo largo de su carrera para evolucionar conforme lo hacía el género. Gracias a ello, Williamson puede jactarse de ser todavía en la actualidad uno de los escritores norteamericanos más populares.
La legión del espacio es la novela más famosa del autor y todo un clásico de la aventura espacial. El destino del universo pende de un hilo, los peligros acechan a los mundos humanos desde el exterior y también desde dentro de los mismos, y sólo cuatro aventureros, casi sin ayuda de nadie, podrán enfrentarse a los tortuosos designios de malvados sin escrúpulos… La historia de Los tres mosqueteros, hábilmente reciclada en un escenario galáctico, es el tipo de fuente del que han bebido films recientes como La guerra de las galaxias, salvo que es en novelas como ésta donde la ingenuidad de tales planteamientos gozaba de toda su frescura.
(A. C.)
10. Fred y GeofFrey Hoyle, Infierno
Junto con Arthur C. Clarke, Fred y Geoífrey Hoyle (padre e hijo respectivamente), son los máximos exponentes de la escuela dura de la ciencia ficción británica, en la que la preeminencia del rigor científico en la narración se ha dado mucho menos frecuentemente que en Norteamérica. Fred Hoyle es, como Clarke, un reputado astrónomo, y sus obras de divulgación han rivalizado en popularidad a novelas como la presente, a veces escritas en solitario y otras en colaboración con su hijo. Infierno es una novela catastrófica (uno de los temas recurrentes del género) en la que la explosión de una supernova pone en peligro la supervivencia de la civilización sobre la Tierra. La óptica de la narración es detalladamente racionalista, y resulta sorprendente ver cómo en un determinado momento de la misma, enfrentados a la posibilidad de que nuestra mota de polvo pudiera desaparecer, los Hoyle descubren ante el lector sus más profundas concepciones filosóficas. El rigor, la agilidad de la narración y su honestidad hacen de Infierno una obra memorable.
(A. C.)
11. Gilíes D'Argyre, Los asesinos del tiempo
Novela cronológicamente anterior a El cetro del azar y obra, como ya quedó dicho de Ge-rard Klein amparado en su seudónimo de Gilíes D'Argyre que empleó durante unos años para sus novelas de aventuras espaciales. Los asesinos del tiempo se diría un homenaje a las complejas aventuras espacio-temporales de la ciencia ficción clásica americana y nos trae de inmediato el nombre de A. E. Van Vogt al recuerdo, con sus guerras estelares, conflictos entre naves e intrigas siniestras. La novela viene precedida de un prólogo en el que Gerard Klein analiza su alterego, Gilíes D'Argyre…
(J. C. P.)
12. Isaac Asimov, La Edad de Oro de la ciencia ficción (II)
Complemento del número 7 de la colección, este volumen abarca el período 1934-1938, en esta ocasión con relatos de Jack Williamson, Murray Leinster, Stanley G. Weinbaum, Edmond Hamilton, John W. Campbell y algunos otros autores menos conocidos. Mención aparte merece un relato del propio Asimov, Caza mayor, que fue rescatado del olvido durante el proceso de confección de las antologías y que posteriormente no ha sido recogido en ninguna recopilación del autor.
Junto a su primera entrega, La Edad de Oro de la ciencia ficción recoge en total casi un millar de páginas de ciencia ficción en su forma más clásica, siendo la antología definitiva para quien desee acercarse a este período de la historia del género.
(A. C.)
13. Philip K. Dick, Ubik
Ubik está reconocida por la crítica europea como la obra maestra y la más significativa de Philip K. Dick, el escritor americano de ciencia ficción sobre cuya obra y figura más se ha escrito y analizado. En Ubik, más quizá que en ninguna otra obra del autor, se hallan reflejados todos sus fantasmas particulares, todas las angustias y temores que le convirtieron en uno de los más lúcidos, originales y controvertidos escritores de ciencia ficción de todos los tiempos.
La novela, que se inicia con un rutinario enfrentamiento entre dos facciones rivales de seres dotados con poderes metasíquicos y dirigidos por dos personalidades rivales, deriva inesperadamente hacia un segundo tema que anula y borra al primero, convirtiéndose en el centro y eje de la novela: el desquiciamiento de la realidad, la anulación de fronteras entre los vivos y los muertos, el derivar del tiempo, desde el presente hasta el pasado. Los personajes se degradan y mueren a medida que avanza la novela, no en una degradación moral, sino física. Pierden su sustancia y entran en el mundo de los muertos, donde las cosas tampoco funcionan demasiado bien. Los muertos, por su parte, pueden comunicarse con los vivos y advertirles de los peligros que les aguardan, tanto a unos como a otros. La realidad, pues, desaparece y es sustituida por una fachada que se desmorona lentamente. Una novela electrizante, cuya lectura llega a hacerse casi agobiante para el lector y que constituye uno de los pilares fundamentales de la ciencia ficción moderna. El trabajo más completo, absorbente e inquietante de su autor, cuyas obras de ficción eran un espejo deformado de lo que entendemos por realidad.
(J. C. P.)
14. Samuel R. Delany, La balada de Beta-2
Si hasta ahora casi todos los títulos de la colección habían venido configurando distintos aspectos de las formas más clásicas del género, con La balada de Beta-2 se establece definitivamente la política que ha distinguido al conjunto de su fondo: la publicación sin discriminaciones de obras procedentes de cualquier parte del extenso abanico de tendencias y épocas que tan característico es de la ciencia ficción.
Delany se dio a conocer impetuosamente en los años 60 con el movimiento renovador que propició Harían Ellison (véanse al respecto los números 82,83 y 84), quedando reconocido desde entonces como una de las máximas figuras de la ciencia ficción norteamericana, a la que ha aportado el uso y el estudio del lenguaje como pieza fundamental en el desarrollo de una novela. En esta obra, Delany llevó a cabo una renovación del space opera por medio del lenguaje llamativo y centelleante que ha llegado a ser su distintivo personal. En ella, un estudiante de antropología investiga la verdad detrás de la leyenda en una antigua canción popular de una cultura de la primitiva Tierra cuyas generaciones se suceden viajando en una flota de naves estelares. Al interés en problemas de lingüística y comunicación, Delany une el del estudio de una mitología viva y la estructura del viaje iniciático para conseguir una obra fascinante.
(A. C.)
15. Larry Niven, Mundo Anillo
Un planeta que no se parece a ningún otro (porque está hueco), una heroína dotada por un azar genético de una insultante e inmerecida buena suerte, dos de las razas alienígenas más inolvidables de toda la ciencia ficción (los titerotes, el prototipo de los mercaderes natos, intrigantes, traicioneros y cobardes; los kzinti, guerreros hasta la médula) y el propio destino de la civilización terrestre colgando en los aires. Todo depende de quién llegue a ser el amo de Mundo Anillo.
Larry Niven es el mejor continuador de la llamada escuela «dura» en la ciencia ficción, aquella en la que la extrapolación científica sigue teniendo un papel, al menos, tan importante como el del vuelo imaginativo o la fantasía literaria. Por suerte, a su sólida cultura científica, Niven une una escritura ágil y amena, una imaginación desbordante y capaz de llevar a buen término las más delirantes y aventureras tramas y un sano sentido del humor; virtudes todas ellas que no siempre abundaron en los tiempos legendarios de la Edad de Oro del género fanta-científico. Mundo Anillo fue galardonada con los premios Hugo de 1971 y Nébula de 1970, concedidos respectivamente por votación popular y por votación de los escritores de ciencia ficción americanos, lo que habla bien claro respecto a su capacidad de suscitar el interés tanto del mero aficionado al género como de quien se gana la vida escribiéndolo.
(A. S.)
16. Thea Von Harbou, Metrópolis
Metrópolis, el film de Fritz Lang, realizado en 1926, es ya todo un clásico del cine fantástico. Sin embargo, suele pasarse por alto que el guión del film (y de otros del propio Lang) fue escrito por su esposa y colaboradora, Thea Von Harbou, que con el tiempo lo convirtió en novela, al igual que muchos otros de sus guiones, casi siempre de temas fantásticos. Esta edición, presentada por el especialista Forrest J. Ackerman, recoge el texto novelado por Von Harbou y permitirá tanto a quienes hayan visto el film como a quienes lo desconozcan, adentrarse en la ciudad de Metrópolis, cuyo «sueños de reyes» sigue siendo hoy día una de las más importantes anti-utopías de lo fantástico.
(J. C. P.)
17. James Blish, Un caso de conciencia
La vida de un sacerdote en la era espacial puede ser maravillosa pues, en principio, la mera existencia del Universo parece un canto a la gloria de Dios. Eso era cierto para el padre Ruiz-Sánchez hasta el descubrimiento del planeta Litina, habitado por reptiles inteligentes, que sólo creen en la razón pura y muestran una alarmante capacidad para la discusión y el enredo teológico. Gradualmente, el padre Ruiz-Sánchez va llegando a la conclusión de que Litina es obra del diablo o, lo que es peor aún, la prueba de que la creación no es necesariamente de origen divino. La herejía aparece en el horizonte…
Junto con el sexo, la especulación religiosa es probablemente el tema menos tratado por la ciencia ficción. Dentro de las escasas muestras de la ciencia ficción religiosa, Un caso de conciencia brilla con luz propia porque desdeña el aspecto pirotécnico y meramente aventurero al que tan fácilmente puede inclinarse el tema (y en el que ha solido caer Philip José Farmer, el otro cultivador asiduo de tales problemas) para tratarlo con gran rigor teológico y una seriedad que rehúye constantemente tanto la palabrota como la exaltación misticoide. El mayor mérito del libro es el de hacer inteligibles al lector los motivos, tanto los confesados como los ocultos, de todos los personajes del libro, que nunca caen en el fanatismo ni la ceguera religiosa: incluso los habitantes de Litina, una de las razas extraterrestres más difíciles de imaginar, ya que el impulso de la creación religiosa (o de la negación) es básico en el ser humano y éstos carecen de él, terminan por hacerse comprensibles y cercanos al lector. El dilema en que se debate el padre Ruiz-Sánchez, la destrucción de Litina por medios profanos o religiosos, termina siendo sentido por el lector como si fuera suyo propio.
Un caso de conciencia fue galardonada con el premio Hugo en 1959.
(A. S.)
18. Gordon R. Dickson, Al estilo extraterrestre
La humanidad ha empezado a expandirse en el espacio pero su entusiasta empuje inicial ha topado con una grave dificultad: una raza extraterrestre, los ruml, se oponen implacablemente a todos los intentos de comunicación por parte de los hombres y han declarado una guerra sin cuartel a la humanidad entera. La guerra, aparentemente, sólo puede saldarse con el exterminio total de uno de los dos bandos en conflicto… a menos que la ininteligible mentalidad ruml pueda ser descifrada y se llegue a encontrar un terreno común de entendimiento entre las dos razas. Algo que sólo un hombre puede lograr…
La única novela traducida al castellano de uno de los segundones más gloriosos de la ciencia ficción estadounidense, Gordon R. Dickson, que a lo largo de su extensa carrera iniciada en 1950 ha tocado todos los temas y estilos; Al estilo extraterrestre se centra en una de sus obsesiones favoritas: la guerra interplanetaria, la mentalidad del soldado profesional con sus limitaciones y obsesiones. Pero, a diferencia de otras obras suyas, esta novela demuestra una considerable capacidad de entendimiento hacia lo que piensa el contrario y, más que la crónica de una guerra, la odisea de su protagonista sirve para retratar la investigación, entre psicoanalítica y policíaca, del objeto más misterioso que puede existir en el universo: la mente de un ser consciente, aunque no sea en principio un ser humano.
(A. S.)
19. Michael Ashley, Los mejores relatos de ciencia ficción. La era de Campbell (1936-1945)
Las antologías de Asimov aparecidas en números anteriores de la colección abarcaban la casi totalidad de los años 30, dominados por la presencia de las revistas de Hugo Gemsback en los quioskos. Gemsback, verdadero padre fundador de la ciencia ficción como mercado popular, dejó de ser la figura dominante poco después de los años de la Depresión americana. La nueva figura que llegaría a tomar su lugar fue John W. Campbell, quien accediera a la dirección de Austounding Stories, importante revista del momento, en 1937. La influencia de Campbell ha sido una de las más notorias de todas las que han configurado la evolución del género, y se caracterizó por un abandono progresivo de las aventuras trasnochadas del pasado en favor de la plausibilidad y el análisis de las consecuencias de la ciencia más que la obsesión anterior en la propia ciencia. La era de Campbell puede considerarse el paso definitivo que hizo surgir la generación de Asimov, Heinlein, Van Vogt, Simak y tantos otros.
Michael Ashley inicia con este volumen una de las más ambiciosas y fructíferas experiencias en el campo de las antologías. El título genérico de la serie es «La historia de la revista de ciencia ficción», y cada volumen viene precedido por un exhaustivo estudio de la evolución de las revistas del género en el período referido. Ashley sabe dosificar con maestría el uso de la anécdota a lo largo de todas sus explicaciones para conseguir que la abrumadora cantidad de datos recopilados mantenga el atractivo de una lectura amena. Cada volumen reúne en su aspecto narrativo diez relatos, uno por año, del momento estudiado, con cuya acertada elección se demuestra el profundo conocimiento del antologista: Stanley G. Weinbaum, Eric Frank Russell, Jack Williamson, Donald A. Wollheim, Robert Bloch y Murray Leinster son algunos de los autores que integran el sumario, excelentes representantes del género durante el tiempo considerado.
(A. C.)
20. Isaac Asimov, Lo mejor de Stanley G. Weinbaum
La lectura de los relatos contenidos en este volumen no hace sino más lamentable la brevedad de la carrera literaria de Stanley Weinbaum, una verdadera estrella fugaz en el firmamento de la ciencia ficción, al que una fulgurante enfermedad quitó la vida a los treinta y cinco años, cuando aún podía esperarse mucho de él.
Narraciones como Una odisea marciana, Las gafas de Pigmalion o La isla de Proteo parecen hoy tan frescas como en el momento en que fueron escritas, y hasta el conocedor del género sentirá sorpresa al compararlas con el nivel medio de los relatos en el momento de su publicación. Weinbaum no sólo cuidaba la escritura de un modo muy raro en unos días en que el apresuramiento y la poca profesionalidad eran, por desgracia, la moneda común; tenía de propina el raro don, que escaseaba tanto entonces como ahora, de hacer creíbles los personajes y las situaciones más extrañas, darles visos de verosímiles e introducir al lector en ellas casi sin que éste se diera cuenta. El extraterrestre protagonista de Una odisea marciana, un relato de inclusión obligada en todas las antologías sobre alienígenas que se precien, es un ejemplo perfecto de cómo Weinbaum era capaz de construir seres extraños que no fueran meras caricaturas de la humanidad, sino que estaban dotados de una psicología propia y de unas reacciones plausibles, una vez admitida su profunda distancia inicial del ser humano.
El volumen se completa con un prólogo donde Isaac Asimov analiza la personalidad de Weinbaum, y un epílogo donde Robert Bloch, el conocido escritor de terror, fantasía y ciencia ficción, recuerda los tiempos en que conoció a Weinbaum y especula sobre la influencia y la aceleración que éste habría podido tener en el género, de haber seguido con vida durante unos años ipás.
(A. S.)
21. Robert Heinlein, Hija de Marte
Robert Heinlein es el autor más popular de ciencia ficción en América, donde sus novelas son leídas y aplaudidas masivamente. Buena parte de su popularidad —reflejada asimismo en cuatro premios Hugo de novela—radica en que durante muchos años escribió una serie de libros juveniles con la suficiente inteligencia como para que pudieran ser leídos y disfrutados por cualquier público, juvenil o no.
Hija de Marte, publicada en 1963, fue la última de ellas y nos presenta uno de sus personajes más dinámicos y avispados, Podkayne, la adolescente nacida y criada en Marte cuyo máximo deseo era viajar y conocer la Tierra. Lo consigue y provoca un contraste desenfadado entre el sistema de vida marciano y sus costumbres con los de la Tierra, visto con ironía, buen humor y algunas aventuras. Podkayne es un travieso personaje que con sus ocurrencias hace disfrutar al lector… y pasar malos ratos a los demás personajes de la novela.
(J. C. P.)
22. Ian Watson, Empotrados
Quienes debían tomar contacto con los misteriosos extraterrestres Sp'thra eran, en principio, un equipo especializado de investigadores. Que a este equipo de lo más ortodoxo se terminara uniendo un lingüista obsesionado por el problema de reeducar niños autistas y un antropólogo que está a punto de perder la cabeza por las peculiares cualidades de una tribu de indios brasileña no sería demasiado extraño. Pero cuando los Sp'thra resultan considerar el peculiar lenguaje de dichos indios como lo más interesante de la Tierra y cuando en las aparentemente inofensivas cadenas verbales de los indígenas se encierra el explosivo poder de cambiar toda la concepción mental de la raza humana, las cosas empiezan a complicarse en progresión geométrica.
Esta novela le valió a su autor, el inglés Ian Watson, el raro mérito de hacerse un nombre en el campo de la ciencia ficción con su primer libro. Rara vez un debut ha sido tal fulminante, y tan merecido el éxito crítico y de público con que fue acogido: Empotrados es una especulación fascinante construida sobre un tema que, por estar tan a la vista, había sido desdeñado olímpicamente por la ciencia ficción; la importancia del lenguaje en la percepción y la forma en que un lenguaje determinado coarta e impone una determinada visión del mundo. Watson no sólo demuestra una madurez literaria en esta su primera novela que ya querrían bastantes autores consagrados, sino que, además, revela una vasta y asombrosa erudición científica: ésta, por fortuna, no se limita, como suele ocurrir en cierta ciencia ficción, a ciencias como la física, la química y similares, pues profundiza en dominios tan fascinantes y cargados de consecuencias para el hombre actual como la psicología, la lingüística o la antropología. En lo que respecta a la mera trama aventurera de la novela, es notable como Watson consigue no dejar escapar ninguno de los cabos que forman el complicado desarrollo argumental, que se hace progresivamente más complejo a medida que avanza el libro.
Empotrados fue finalista del premio Campbell en 1974, y ganó el premio Apolo concedido por el conjunto de la crítica y los escritores del género franceses en 1975.
(A. S.)
23. Leigh Brackett, La espada de Rhiannon
Casada con Edmond Hamilton, el maestro junto con Doc Smith, Murray Leinster y Jack Williamson, del primitivo space opera, Leigh Brackett desempeñó una remarcable carrera literaria, a partir de los años 40, que alternó con la confección de guiones cinematográficos, entre ellos los de un par de películas de Howard Hawks. Sus historias más famosas se encuentran a medio camino entre la ciencia ficción y la fantasía heroica (vertiente de la fantasía que puede asociarse al space opera de la ciencia ficción, y con el que su evolución guarda numerosos paralelismos), y puede decirse que marcó desde el principio de su aparición en las publicaciones norteamericanas a toda una generación de autores que desarrollarían la fantasía heroica en sus formas más elaboradas. «La espada de Rhiannon combina admirablemente una trama dinámica de aventuras con la descripción de cariz romántico de una antigua civilización marciana, estando escrita como homenaje a Edgar Rice Burroughs y superando el modelo al decir de muchos. La obra de Brackett, desgraciadamente poco divulgada en castellano, es probablemente una de las más valiosas de su período; el vigor y los recursos de su prosa, el exotismo de sus ambientes y la soberbia caracterización de sus personajes han conferido una durabilidad a novelas como la presente con la que muy pocos de los escritores de aquel momento pueden competir en la actualidad.
(A. C.)
24. Roger Zelazny, Tú, el inmortal
Mucho ha cambiado la Tierra: la radiactividad la ha poblado de mutantes que, a los ojos desprevenidos, pueden hacer pensar en un renacimiento de la vieja mitología y lo que resta del planeta, convertido en un museo para diversión de los extraterrestres de Vega, es gobernado desde una isla. Y mucho ha cambiado la vida de Conrad Nimikos, el inmortal, ex líder de la resistencia contra los veganos, que ahora se ve obligado a recibir en su residencia la visita del embajador vegano Cort Myshtigo y a jugar con él el doble y arriesgado juego de, a la vez, proteger su vida de los exaltados y averiguar lo que los veganos piensan hacer con el planeta…
Revisión del relato … y llámame Conrad, con el que Zelazny ganó el Hugo en 1966, Tú, el inmortal es una fascinante novela de aventuras con el despliegue de escenarios e imaginación que han hecho inimitable su obra. El eterno interés de Zelazny por la fantasía, que en muchas ocasiones le ha hecho orientar sus libros hacia lo fantástico, por venirle demasiado estrecho el campo de la ciencia ficción, se vuelca aquí hacia el rico mundo de los mitos clásicos griegos, siendo el libro a la vez que una magnífica novela aventurera, como ya se ha dicho, una aguda reflexión sobre la melancólica soledad de un inmortal y las responsabilidades que éste siente hacia el resto de los hombres que no comparten su bendición… o su condena.
(A. S.)
25. Fritz Leiber, Un fantasma recorre Texas
El planeta Tierra ha sobrevivido a la Tercera Guerra Mundial, aunque debe reconocerse que ha quedado un tanto maltrecho: grandes zonas de la superficie siguen siendo radiactivas y lo que no lo es se encuentra en manos algo extrañas. Por ejemplo, los Estados Unidos han sido absorbidos por el estado de Tejas convertidos en una especie de parodia del salvaje Oeste. Y para que todo se complique aúm más, ha empezado la revolución que, para estar de acuerdo con los raros tiempos que corren, está encabezada por un líder igualmente raro: un fenómeno zanquilargo, criado en un satélite espacial, cuyos débiles músculos sólo aguantan la gravedad terrestre gracias a un exoesqueleto de titanio…
Leiber combina aquí magistralmente la seriedad con la sátira para ofrecer una magnífica novela de SF humorística, que nada tiene que envidiarle a lo mejor de un Brown o un Sheckley, y que esconde tras el aparente enloquecimiento de sus peripecias una feroz denuncia de las locuras que pueden conducir a un apocalipsis nuclear y ridiculiza sin piedad los peores y más aparatosos vicios del sistema de vida americano, encamado y concentrado en la Tejas ¿ficticia? del libro. Si alguien duda de que pueda escribirse una novela picaresca con los ropajes de la ciencia ficción, las aventuras de «El Esqueleto» y su peculiar revolución le probarán lo contrario.
(A. S.)
26. Isaac Asimov, Elfin de la eternidad
Máximo exponente de la escuela racionalista y uno de los narradores más hábiles que ha dado el género, la figura de Asimov no necesita presentaciones, hasta el punto de que su nombre se ha llegado a identificar (en particular por los desconocedores del tema y hasta extremos exagerados) con todo lo que tenga que ver con la ciencia ficción. Las raíces de su enorme popularidad habría que buscarlas —más allá de sus notables cualidades para captar la atención del lector sin esfuerzo aparente y conducirle ágilmente a través de tramas precisas y elaboradas—en la forma que ha plasmado en su obra la confianza en la supremacía de la inteligencia y el espíritu racional como forma de vida e instrumento para la superación de los problemas de la humanidad; entre sus personajes no aparecen malvados sin escrúpulos y en su lugar plantea conflictos de intereses, cuya resolución dependerá de la capacidad de maniobra de las figuras implicadas o, en ocasiones, del propio y lógico devenir de la historia.
El fin de la eternidad se cuenta entre sus novelas de concepción más brillante (sólo comparable a Los propios dioses y los ciclos de los Robots y las Fundaciones), y en ella explota con maestría el tema del viaje por el tiempo, aderezado con una romántica historia de amor. Eternidad es una organización que existe paralelamente a la historia humana desde el siglo 27 al 70.000, teniendo como principal responsabilidad «suavizar» el curso de los acontecimientos y velar con ello por el mayor bien de la mayoría (similarmente a como el Plan Shaldon y su Fundación buscan manipular la historia para evitar el sufrimiento de miles de años de caída de la civilización). El protagonista se ve envuelto en el nada fácil dilema de decidir entre el proteccionismo de Eternidad, que de entrada evita una temprana catástrofe nuclear en los albores de nuestra civilización, y la libertad del individuo y el derecho a escoger su propio futuro. Porque además, los resultados de la política de Eternidad a largo plazo no acaban de estar del todo claros…
Hay que señalar por último que El fin de la eternidad, junto a la casi totalidad de la obra de Asimov, es una pequeña porción de un todo coherente: el viaje por el tiempo involucra la existencia de diferentes futuros posibles, y el final que plantea el autor abre directamente la puerta al ciclo de Trantor: Un guijarro en el cielo, En la arena estelar (véase el número 45 de la colección), Las corrientes del espacio (véase el número 54) y las Fundaciones. Asimismo, con las novelas más recientes del autor se unifica todo lo anterior al hasta ahora ciclo independiente de los Robots.
(A. C.)
27. Robert Heinlein, La desagradable profesión de Jonathan Hoag
Este volumen reúne seis relatos de Robert Heinlein, una buena muestra de su versatilidad y originalidad e incluyendo verdaderas obras maestras de la narrativa corta de ciencia ficción. El que da título al volumen es una casi-novela de corte fantástico que sorprenderá incluso a los más acérrimos seguidores del autor por su tema inesperado, a medias entre el terror y lo sobrenatural, género poco frecuente en este escritor. El volumen contiene, además, un clásico del autor y de los relatos de paradojas temporales, Todos vosotros zombies…, junto con Y construyó una casa torcida, ejemplo de la capacidad de la ciencia ficción en desarrollar un juego matemático. El hombre que vendía elefantes es una buena muestra de la vertiente humorística del autor. Finalmente, Ellos y Nuestra hermosa ciudad demuestran cómo Heinlein domina con igual facilidad el relato y la novela larga. El conjunto de los relatos ofrece, por tanto, diversas formas de literatura fantástica y ciencia ficción, y su variedad temática y estilística son una clara explicación del porqué de la fama de su autor.
(J. C. P.)
28. Frank Herbert, El cerebro verde
Frank Herbert, el creador de Dunet está considerado como el máximo exponente de la ciencia ficción ecológica. El cerebro verde es una de sus novelas más significativas en ese campo y nos presenta una Tierra amenazada por la invasión de unos seres derivados de las hormigas amazónicas, lo que permite al autor una detallada descripción de las selvas brasileñas, llena de colorido y exotismo. Herbert consigue una novela de intriga rigurosamente basada en el equilibrio ecológico y determinadas especulaciones fantacientíficas.
(J. C. P.)
29. John Boyd, Mercader de inteligencia
El propietario de una casi arruinada compañía farmacéutica, padre de un hijo subnormal, descubre una droga que aumenta la inteligencia, pero que también causa mortandad entre muchos de los animales con los que experimenta. Finalmente, decide probar la droga en su propio hijo, en buena parte el motivo de tanta dedicación a mejorar la misma. El resultado será totalmente inesperado para el químico.
Con esta novela, se presenta al lector un autor hasta ahora totalmente desconocido en lengua castellana: John Boyd, americano que publicó su primera novela de ciencia ficción a los cincuenta años y cuyo estilo curiosamente está más cercano al de los autores ingleses que no al de los americanos, por su escritura cuidadosa y estilo cultivado. Boyd, además, ofrece la peculiaridad de que en muchas de sus novelas afronta directamente los durante tanto tiempo considerados temas tabúes de la ciencia ficción: sexo y religión: Mercader de inteligencia, publicada en 1972, es un buen ejemplo de sus cualidades de buen y ameno narrador.
(J. C. P.)
30. Robert A. Heinlein, Las cien vidas de Lazarus Long
Una de las características que han influido notablemente en el éxito de la obra de Heinlein, además de las ya citadas referentes a su capacidad narrativa, es la unidad de gran parte de su obra en un todo coherente que ha llegado a configurar toda una Historia del Futuro, tan ambiciosa como impresionante. Entre los relatos y novelas que conforman el ciclo abundan las referencias cruzadas que llegan a configurar un resultado superior a la suma de las partes. Sin embargo, dentro de este vasto escenario, ha habido un personaje que ha llegado a ganar particularmente el favor del público, hasta el punto de haber motivado al autor a recoger de nuevo sus andanzas en textos posteriores: Lazarus Long.
Las cien vidas de Lazarus Long nos presenta por primera vez a «las familias», seres humanos normales que han sido ¿bendecidos? con el don de la longevidad, y entre ellos a Lazarus Long, el más favorecido por tal peculiaridad genética. Las familias sufren las consecuencias del temor que despiertan entre los hombres normales las minorías privilegiadas, y llegado el momento deberán apartarse del resto de la humanidad para seguir su propio camino. El personaje prácticamente inmortal, pero ante todo un ser humano, le permite a Heinlein desarrollar dentro del armazón de una novela básicamente de aventuras, sus propias concepciones sobre el fluir de la vida, el amor y la muerte, temas que basarían a ocupar el papel central de Tiempo para amar (véase el número 40 de la colección), novela en la que prosigue la historia de Lazarus Long.
(A. C.)
31. Wilson Tucker, Los amos del tiempo
Wilson Tucker no es un autor excesivamente activo en el campo de la ciencia ficción. Pese a ello, algunas de sus novelas han obtenido notable repecursión y son consideradas como modelos dentro de las distintas temáticas del género. Los amos del tiempo, una de sus primeras obras y de las más celebradas, narra la odisea de un extraterrestre caído y atrapado en la Tierra desde tiempos inmemoriales, sin esperanza de poder regresar a su planeta de origen. La obra está narrada al estilo de la novela negra (otro género también cultivado por Tucker) y consigue una buena combinación de suspense y ciencia ficción.
(J. C. P.)
32. Thomas N. Scortia y George Zebrowski, El hombre-máquina (antología de relatos de cyborgs)
Desde los tiempos iniciales del género, la creación de máquinas inteligentes —los generalmente denominados robots—y la ambición de usurpar el papel de Dios creando vida biológica han sido temas dominantes. Del matrimonio entre el mito del doctor Frankenstein y los fabricantes de máquinas más o menos humanoides surge recientemente la idea del cyborg (contracción de las palabras inglesas «cybernetic organism», organismo cibernético), un ser humano al que se le injertan todo tipo de mecanismos para hacerle sobre o infrahumáno. La presente antología investiga las posibilidades imaginativas que los cyborg le ofrecen al género, desde la soledad y tristeza que se desprende de los protagonistas de Intersección estelar (George Zebrowski) o Máscaras (Damon Knight), condenados a la soledad y la incomprensión por sus naturalezas alteradas, a medio camino entre el hombre y la máquina, hasta el misticismo redentor de Crucifixus etiam (Walter M. Miller Jr.), con toda la gama de posibilidades intermedias.
(A. S.)
33. Brian W. Aldiss, Los oscuros años luz
Aunque en la actualidad se asocie el nombre de Aldiss al experimento literario y la revolución inglesa relacionada con la new-wave —a veces con resultados apasionantes, pero otras de carácter gratuito y discutible—, algunas de sus mejores novelas pertenecen a un primer período en el que demostró ya las excelencias de su virtuosismo literario con novelas de corte clásico y siguiendo las pautas habituales del género. Los oscuros años luz es una de las últimas novelas de este período del autor y una obra fascinante sobre el tema del encuentro del hombre con alienígenas inteligentes. Agil, provocativa en muchos momentos y con generosas dosis de humor, en la novela se plantean las dificultades de comunicación que pueden surgir entre dos concepciones dispares del universo en tono paradójico: ¿cómo puede alguien llegar a buenos términos con unos seres cuyo aspecto físico y costumbres son francamente repulsivos?
(A. C.)
34. Juan Trigo, Desierto de niebla y cenizas
La aparición de un hombre de una antiquísima civilización, milagrosamente vivo, pone* sobre el tapete las posibilidades de comunicación entre dos culturas separadas por el tiempo: ¿es el hombre capaz de aprender algo de los errores de un pasado que no recuerda, o la historia procede cíclicamente y se repetirán los mismos errores con consecuencias catastróficas?
El catalán Juan Trigo demostró con esta novela dominar con soltura los recursos de la narrativa contemporánea para crear una novela experimental, en la que confluyen elementos oníricos y misticismo con un notable ritmo narrativo. Una novela única entre las pocas que ha dado la ciencia ficción española.
(A. C.)
35. Isaac Asimov, El hombre del bicentenario
Habiendo alcanzado la cumbre dentro de la ciencia ficción con su ciclo de los Robots y el de las fundaciones, o novelas como El fin de la eternidad (véase el número 26 de la colección), Asimov consiguió mantener su nombre en primera fila compitiendo con todos los nuevos escritores que surgían impetuosamente y dando nuevas muestras de su maestría a lo largo de los años 70. El hombre del bicentenario recoge relatos originales del período 1969-1976, durante el que Asimov ganó el premio Hugo por Los propios dioses y también por el relato que presta su título a la recopilación, uno de los más bellos de toda su obra: un robot entrañable y sus deseos de llegar a sentir todo lo que sentimos ios hombres.
El volumen abarca un total de once relatos y una poesía, en los que Asimov rompe bastantes de los moldes que hasta entonces habían marcado su obra: Los robots dejan de ser máquinas lógicas y nos presenta uno humanizado en el relato citado hace un momento, cuando no otro que llega a asesinar a un ser humano para tomar su lugar con intenciones funestas (El incidente del tricentenario). En Tromba de agua plantea honestamente la dicotomía con la que se enfrenta el mundo moderno sobre en qué dirección dirigir sus esfuerzos —hacia el espacio para ganar nuevas fronteras y recursos, o plantearse seriamente la resolución de los problemas en la Tierra—, uno de los puntos cadentes con los que cualquier escritor del género debe enfrentarse en algún momento. Con Vida y tiempo de Multivat pone un final inesperado a las crónicas de su computadora favorita… Y siempre presente a lo largo de todo el libro, la facilidad de Asimov en sorprender una y otra vez al lector de formas inusitadas.
(A. C.)
36. Herbert W. Franke, La caja de las orquídeas
El austríaco Herbert W. Franke está reconocido como el autor más importante y original de la ciencia ficción en lengua alemana. La caja de las orquídeas, una de sus obras más celebradas, es también una de las más sorprendentes. La novela narra, en apariencia, la exploración de un planeta por un grupo de espacionautas, los peligros a los que han de enfrentarse y las dificultades que han de superar. Pero, a medida que se avanza en la lectura, el lector comprende que lo que Herbert está narrando tiene que ser algo muy distinto, la exploración del planeta no sigue los cánones tradicionales de este tipo de novelas. Finalmente, y con no pocas sorpresas de por medio, llegamos a una revelación inesperada, que convierte a La caja de las orquídeas en una novela de ciencia ficción sociológica, género ya más afín al autor y del que ya había dado otras muestras igualmente relevantes, perfectamente entroncada con las clásicas utopías/antiutopías tan recurrentes de la literatura fantástica en lengua alemana.
(J, C. P.)
37. Fritz Leiber, La mente araña
Los seis relatos incluidos en esta antología permiten gozar una vez más de la amplia variedad temática de ese gran maestro que es Fritz Leiber: si el amante de lo fantástico no dejará de complacerse en esa joya barroca del horror que es Medianoche en el mundo de los espejos, donde se narra la implacable trayectoria de una venganza sobrenatural, quien prefiera la ciencia ficción hallará en el volumen narraciones excelentes como Elfuturo encantado, donde una sociedad aparentemente utópica se ve trastornada por algo tan fuera de lugar como un demonio, o La mañana de la condena y El soldado más veterano, pertenecientes al famoso ciclo de la Guerra del Cambio, donde se describe la implacable lucha que, en cualquier tiempo y lugar, libran los dos bandos de las Serpientes y las Arañas para retorcer la historia en su favor. Y, por supuesto, todos los cuentos demuestran la imaginación, el sentido de lo chocante y el preciso dominio de la escritura que han convertido a Fritz Leiber en uno de los escritores más galardonados, tanto en el campo de la ciencia ficción como en el de la fantasía.
(A. S.)
38. Keith Laumer, Mundos de imperio
Durante toda la década de los sesenta, y parte de los setenta, Keith Laumer fue uno de los autores más prolíficos y populares de la ciencia ficción americana. Sólo una grave enfermedad habría de alejarle de esa popularidad y de su ritmo de producción. Suele cultivar por igual la ciencia ficción humorística y la de acción con acontecimientos dramáticos, siendo considerado el mejor escritor de thrillers de space opera. Su estilo directo, aguda imaginación y dotes de narrador nato le hacen un maestro en su campo. Mundos de imperio fue su primera novela publicada y aún hoy día es continuamente reeditada en su país, y es considerada, además, un clásico de las novelas sobre mundos paralelos. El protagonista es raptado de nuestra Tierra para ser conducido a otra Tierra paralela a la nuestra en donde los acontecimientos históricos evolucionaron de manera distinta, y donde deberá enfrentarse a un terrible tirano… que no es otro que su «yo» de este mundo paralelo. Acción, luchas y sacrificio jalonan las páginas de la novela, de ritmo trepidante dosificado con algunas notas de humor.
>(J. C. P.)
39. Charles Logan, Naufragio
Esta novela ganó el premio convocado por el editor británico Víctor Gollancz en 1974 para escritores noveles de ciencia ficción. Su autor, un perfecto desconocido al igual que los demás candidatos, se enfrentó al nada fácil tema del Robinson Crusoe del espacio, que si bien había sido tratado en alguna que otra novela o relato, era generalmente rehuido por los autores por considerarse quizá equivocadamente como «monótono». Logan se enfrentó a él, y consiguió una novela extrañamente patética, una rara combinación de humor, melancolía y dramatismo cuya lectura en modo alguno podría calificarse de monótona, y así fue reconocido por el jurado encargado de otorgar el premio. Las peripecias de un astronauta, varado en un planeta desconocido, carente de vida inteligente y sin posibilidad alguna de ser rescatado, conforman una de las novelas más sorprendentes y agradables de la ciencia ficción británica, que resultará sin duda toda una sorpresa para el lector.
(J. C. P.)
40. Robert Heinlein, Tiempo para amar
Autor de muchas novelas juveniles, de aventuras, de especulación científica, de «historias del futuro», en estos últimos años Heinlein se ha especializado en escribir una ciencia ficción más adulta, a la vez que libre y rehuyendo toda regla de encasillamiento. Tiempo para amar es una magnífica muestra de ello, un libro largo, denso, variado, insólito, repleto de temas y de sugerencias, casi un compendio filosófico. Retomando la figura de Lazarus Long (ver el número 30 de la colección), Heinlein nos ofrece algo así como un Decameron del espacio, un libro en el que se cuentan historias que cuentan otras historias sobre unas historias, festivas unas, dramáticas otras, románticas, moralizantes o especulativas, punteadas aquí y allá con los «extractos de los Cuadernos de Lazarus Long», resumen de citas, proverbios, consejos o refranes compilados o creados por el célebre personaje y que en modo alguno deben pasarse por alto. Tiempo para amar, criticada por unos, alabada por otros, es ciertamente una de las obras más complejas e intensas, a la vez que fascinante, de su autor y que en modo alguno dejará indiferente al lector, puesto que contiene algunos de los más bellos pasajes narrativos nunca escritos por Heinlein. Novela-desafio, no apta para capillistas, mojigatos o moralizadores, no aconsejable para quienes buscan diversión fácil o al Heinlein de otras novelas más asequibles pero más intrascendentes, este Tiempo para amar es una de las obras fundamentales del autor, un compendio de filosofía-ficción que ha de leerse y paladearse despacio, página a página.
(J. C. P.)
41. Jack Williamsom, Lo mejor de Jack Williamson
Antologías como la presente, o como las de Lester del Rey aparecidas en esta misma colección (véase núms. 47 y 73) deben, si no su existencia, sí por lo menos sus características al notable éxito alcanzado por Asimov presentando su propia obra, en la que aderezaba con anécdotas y comentarios personales los distintos relatos que componían el sumario. El contenido de la presente recopilación abarca los años 1928 a 1933, durante los que Williamson era una de las figuras dominantes de las revistas populares, quizás la más recordada y releída en la actualidad. Al encanto de las viejas aventuras trasnochadas se suma el interés que supone conocer de primera mano cómo se abrieron paso los primeros escritores del género y cómo era éste desde dentro en aquella época.
(A. C.)
42. Jerry Sohl, Las haploides
Una enfermedad, de origen desconocido, ataca a toda la población masculina de la Tierra. En el caos que sucede a continuación, las mujeres toman el poder y esclavizan a los hombres. El protagonista, que ha podido escapar a la misteriosa plaga, debe descubrir su causa y enfrentarse a todo un ejército de belicosas mujeres, fanatizadas por su sed de poder y supremacía sobre el macho de la especie humana. Jerry Sohl, un conocido autor de la década de los cincuenta, escribió diversas novelas en las que presentaba tenebrosas intrigas en los que uno o varios fanáticos personajes deseaban esclavizar a otros. Las haploides es, sin duda alguna, la más conocida de ellas.
(J. C. P.)
43. Philip K. Dick, Los tres estigmas de Palmer Eldritch
La importancia de Dick, el motivo del interés que ha despertado su obra entre los críticos y la razón de la cantidad creciente de lectores que lo admiran y disfrutan debe buscarse en su forma de encarar la escritura: antes de Dick, y salvo excepciones, podía decirse que los autores del género escribían ciencia ficción; en su obra la ciencia ficción es el medio para escribir, para plasmar sus obsesiones personales, sus sueños y temores como autor. En definitiva, la ciencia ficción ganó a partir de Dick una riqueza que ha contribuido en buen grado a su reconocimiento como una de las formas literarias más fructíferas de nuestro siglo. Un ejemplo de ello es Los tres estigmas de Palmer Eldritch.
Las cosas van a ponerse difíciles para la compañía que comercializa a Perky Pat y los distintos accesorios de la muñeca: el mercado marciano de colonos peligra ante la aparición de competencia inesperada. La Can-D, droga autorizada que permite a sus consumidores evadirse y vivir en el mundo de Perky Pat, puede quedar desbancada por la Chew-Z, la nueva droga maravillosa que trae consigo Palmer Eldritch de Próxima Centauro. Los responsables de la compañía verán que su enfrentamiento al nuevo producto llega demasiado tarde, y que la Chew-Z ya ha empezado a ser distribuida… La pericia de Dick en el desarrollo de esta novela, cuyos planteamientos son de por sf mucho más provocativos de los que suelen darse habitualmente en el género, consiste en saber dotar a los personajes de una entidad remarcable; la obsesión de los colonos marcianos por mejorar constantemente el «escenario» de sus Perky Pat y toda la vida social que se mueve entorno es un ejemplo notable de lo que se ha dado en llamar situaciones y desarrollos «dickianos». Y también es absolutamente dickiana la evolución posterior de la obra, cuando se descubre que la Chew-Z puede dejar colgado a su consumidor «permanentemente» en el mundo ilusorio al que abre acceso, mundo dominado por la figura de Palmer Eldritch (cuyos estigmas del título son una mano artificial, ojos mecánicos y dientes de acero), o quizás algo más demoníaco, cuando la realidad y la pesadilla se vuelven cada vez más difíciles de discernir. Una obra apasionante de uno de los escritores más brillantes que ha dado la ciencia ficción.
(A. C.)
44. Thomas N. Scortia, Extraños compañeros de cama (antología de sexo y ciencia ficción)
Si el sexo, por razones obvias, ha sido desde el alba de la humanidad uno de los principales temas motores del arte en general y de la literatura en particular, estuvo ausente durante bastante tiempo de la ciencia ficción por razones de censura e imperativos editoriales de un mercado dirigido al público adolescente. La presente antología trata de remediar un poco tal estado de cosas y en ella se podrán hallar algunas de las extrañas combinaciones que el espacio y el tiempo alterados pueden brindarle al sexo tradicional: desde el adolescente con extraños poderes aplicados a lo que más suele preocuparle a un adolescente. (No aprietes más, de Robert Silverberg), hasta la posibilidad de que unos náufragos estelares se encuentren en un planeta con lo que es la viva ilustración de un conflicto psicológico freudiano (el archifamoso Madre, de Philip José Farmer), sin olvidar un mundo de homosexuales felices en El mundo bien perdido, de Theodore Sturgeon. Y muchos, muchos más…
(A. S.)
45. Isaac Asimov, En la arena estelar
En una época muy anterior a la formación del Imperio Galáctico abarcando la galaxia conocida, la humanidad se ha diseminado por sólo unos pocos miles de mundos habitables, con pequeños reinos estelares que luchan entre sí tras el período colonizador que siguió a la contaminación radiactiva de la Tierra (véase en conexión a esto el El fin de la eternidad, núm. 26 de la colección). En este marco, centrado en la expansión militarista del planeta Tyrann, se sigue un desarrollo que guarda algunos paralelismos con el ciclo de las Fundaciones, cuyos rasgos generales están dominados por la búsqueda de la Segunda Fundación; en este caso se desarrolla la búsqueda de un misterioso Mundo Rebelde.
Bastante característico del conjunto de la obra de Asimov, el tema principal de En la arena estelar es un conflicto político, de cuya resolución depende el rumbo que tomará la historia para los grupos implicados o, en definitiva, la de toda la humanidad. Esta novela es además uno de los ejemplos más palpables en los que el villano no es más que una fuerza opuesta sin auténtica maldad en sus motivaciones. Todo ello viene envuelto en una reflexión sobre los sistemas de gobierno y generosas dosis de intriga que, como siempre, garantizan una lectura absorbente.
(A. C.)
46. John Boyd, Los polinizadores del edén
Tras su estancia en el planeta Flora, los humanos no pueden volver a ser los mismos, ni comportarse como se comportaban antes de su viaje a Flora, pues la vegetación de ese planeta utiliza a los seres humanos como si fueran abejas para su fecundación sexual. Así, los protagonistas de la novela, descubren a su regreso a la Tierra que en Flora quedó una parte de ellos mismos…, y que uno puede enamorarse de una flor lo mismo que de un hombre o de una mujer. En esta segunda novela de John Boyd (véase el número 29 de la colección), el autor entra en uno de sus temas favoritos: sexualidad y ciencia ficción, ambos tratados con inteligencia, cultura y excelente estilo literario.
(J. C. P.)
47. Lester del Rey, El dios más pequeño
Una gran antología en doce relatos de uno de los maestros del cuento de ciencia ficción, El dios más pequeño es la primera parte del volumen original, completado en el número 73 de la colección. A diferencia de algunos de sus colegas, y quizá porque su origen no es puramente anglosajón (ya que su verdadero nombre es Ramón Álvarez del Rey), la carrera de Lester del Rey, que fue uno de los primeros escritores del género que procedió del campo de los aficionados, en el que desarrolló una gran actividad, se ha caracterizado por no dejarse encerrar nunca en un molde limitador, no sabiendo nunca de antemano el lector lo que va a surgir de su imaginación en cada relato. El amplio abanico de estilos y temas tratados en la antología permiten calificarla de verdadera radiografía del género, y su utilidad e interés no la limitan al mero aficionado; ya que las narraciones están completadas por útiles comentarios del propio Lester del Rey en los que éste mezcla con habilidad la evocación personal del momento en que fueron escritos (dando además útiles informaciones sobre un campo tan poco historiado aún como es el de los escritores de ciencia ficción) y la reflexión sobre los problemas que este género peculiar plantea a sus cultivadores.
(A. S.)
48. Isaac Asimov, Bóvedas de acero
La serie que ha dedicado Asimov al detective Elias Baley y su colaborador el robot humanoide Daneel Olivaw, compuesta por la presente novela, El sol desnudo (véase el núm. 51 de la colección) y la reciente Los robots de Aurora, se cuenta entre los cruces más memorables de la ciencia ficción con la novela policíaca. El propio Asimov ha manifestado en diversas ocasiones que Bóvedas de acero es, entre toda su obra, la novela que prefiere.
El procedimiento seguido por el autor para abordar sus propósitos ha sido basar el desarrollo de la trama en la intriga de misterio, en tanto que proporcionaba el escenario mediante la ciencia ficción, con una dependencia mutua que aprovecha plenamente ambas facetas. Las bóvedas de acero a las que se refiere el título son las grandes ciudades en las que vive encerrado el individuo de una Tierra situada en un lejano futuro, en las que vive encerrado toda su vida con la consecuencia de volverlo agarofóbico: siente pánico ante los espacios abiertos. En esta situación se produce un crimen para el que no parecen haber posibles sospechosos, pues su escenario es precisamente el aire libre…
La novela es consistente con el conjunto del ciclo de Los robots (publicado según su cronología interna y forma definitiva en Gran Super Ficción), y corresponde a la imposición en la Tierra de la prohibición de robots humanoides, conflicto derivado del «complejo de Frankenstein» que Asimov planteara desde los primeros relatos de robots, y que analiza en esta novela detalladamente y con su acostumbrada lucidez.
(A. C.)
49. Ursula K. LeGuin, Planeta de exilio
Una vez más encontramos una firma de primera fila con gran parte de su obra de ciencia ficción relacionada en un mismo marco general. El ciclo «Hainish» de LeGuin comprende, aparte de Planeta de exilio, las novelas El mundo de Rocannon, Ciudad de ilusiones, La mano izquierda de la oscuridad, El nombre del mundo es bosque y Los desposeídos, además de numerosos relatos. El ciclo presenta al lector una serie de mundos habitados por humanoides (procedentes originalmente de Hain, de ahí el título genérico de la serie) cuyas culturas adoptan en cada caso formas peculiares y características. El desarrollo de la historia en cada uno de estos mundos ocurre de forma más o menos aislada de los restantes, y los escenarios presentados por la autora le permiten explorar magistralmente verdaderos estudios antropológicos, que unidos a la profundidad moral (de raigambre taoista) de los conflictos sociales y personales expuestos en los mismos, y a la impresionante humanidad de los personajes implicados, han configurado una de las obras más ricas y gratificantes del género*
El Planeta de Exilio es Eltain, poblado por una cultura humanoide cuya civilización se encuentra en un estadio primitivo, y los exiliados son los descendientes de una colonia de terrestres enfrentados a una política de no interferencia y pocas posibilidades de sobrevivir tras la aparición de un líder que ha unificado los grupos migratorios nativos ante la llegada de un nuevo invierno de Eltain, de duración mucho mayor que el nuestro. Las hordas invasoras ponen en peligro las vidas de los miembros de la colonia, así como las de otro grupo de nativos, los hilfos, pacíficos vecinos de los humanos, cuestionándose las virtudes del aislacionismo. Como en casi todas las novelas citadas del ciclo, LeGuin contrasta dos concepciones diferentes de la vida, tendiendo un puente entre ambas para llegar a trascenderlas en una unión mas rica que las partes. El puente en este caso es Rolery, una muchacha de los hilfos que llegará a madurar sobreponiéndose a un ambiente que le es extraño. Rolery se cambia a sí misma enteramente, rompiendo con su cultura y tabúes sexuales, para colaborar con un joven humano en un gesto de rebelión no agresivo que llegará también a cambiar las dos culturas.
Planeta de exilio es una toma de contacto idónea con una de las voces más profundas e impresionantes de la ciencia ficción.
(A. C.)
50. Michael Ashley, Los mejores relatos de ciencia ficción. La era de los clásicos (1946-1955)
Segunda entrega de la monumental serie de antologías (inaugurada en el núm. 19 de la colección) con las que Ashely propone una visión histórica, amena y documentada, de la evolución de la ciencia ficción a través de las revistas del género, La era de los clásicos recoge algunos de los mejores relatos aparecidos entre 1946 y 1955, período que marcó el camino hacia la madurez del género con la búsqueda progresiva en Estados Unidos e Inglaterra de nivel literario entre los cultivadores del género, la desaparición gradual de las revistas baratas en favor de publicaciones más ambiciosas (en este período surgió precisamente The Magazine of Fantasy and Sciencie Fiction. Véase al respecto los núms. 4 y 57 de la colección), y la implantación de la ciencia ficción como género a nivel mundial.
Como consecuencia de los logros que ha venido consiguiendo el género a lo largo de su historia, se ha experimentado un interés creciente en su estudio serio por parte de los medios académicos y, cómo no, de las figuras implicadas. Gracias a ello, Ashley pudo recurrir para la confección de este volumen y los restantes de la serie a valiosas fuentes no impresas para documentarse, añadiendo además numerosos fragmentos de cargas originales en su pre en tación, y logrando así un retrato aún más vivo y elocuente del período considerado. Al total de más de cien páginas dedicadas al análisis histórico se suman excepcionales relatos de Theodore Sturgeon, Arthur C. Clarke, Henry Kuttner, Ray Bradbury, Damon Knight, Poul Anderson, Ross Rocklynne, Richard Matheson, Robert Sheckley y É. C. Tubb, en los que se refleja el nivel que ha venido ganando el género.
(A. C.)
51. Isaac Asimov, El sol desnudo
Perteneciente al ciclo policíaco del detective Elias Baley y su compañero robot Daneel Olivaw, El sol desnudo se sitúa un tiempo después de los acontecimientos narrados en Bóvedas de acero (núm. 48 de la colección), cuando Baley es convocado para resolver un asesinato en el lejano planeta Solaría. Además de la generosa dosis de intriga, asegurada siempre por el punzante ingenio del autor, la novela plantea también ciertas connotaciones políticas, pues Baley debe aprovechar el caso para estudiar la cultura de Solaría como representante de los Mundos Exteriores, antiguas colonias terrestres que han alcanzado la independencia y disfrutan de una tecnología superior a la terrestre, debido en parte al uso del trabajo de robots —prohibidos en la Tierra—y la riqueza en recursos de mundos escasamente poblados.
El sol desnudo, particularmente en lo que se refiere a la cultura solariana, es un perfecto contrapunto de Bóvedas de acero. Al hacinamiento y la agarofobia generalizada que plasma Asimov en la primera novela, se opone ahora una sociedad de individuos que raramente soportan la presencia física de sus congéneres; todos los tratos sociales se desarrollan por medio de proyecciones tridimensionales. El contraste entre ambos casos extremos le permite a Asimov una reflexión apasionante sobre las distintas formas posibles de nuestra sociedad en su relación con la tecnología. Y en lo que se refiere a los aspectos puramente policíacos, hay que reconocer que el autor ha sabido sacarle un enorme partido al juego lógico que liga sus famosas leyes robóticas con la posibilidad de que un robot pudiera cometer un asesinato…
(A. C.)
52. Fred Mustard Stewart, El niño estelar
En una pequeña y tranquila ciudad de Connecticut, diversas personas empiezan a tener horribles pesadillas por las noches. En ellas, un fascinante individuo, que se llama a sí mismo «el niño estelar», les habla de una nueva religión, cuyo culto exige sacrificios humanos. Una ola de terror se extiende sobre la hasta entonces apacible ciudad y los crímenes rituales empiezan a sucederse. Fred Mustard Stewart, autor de diversos best-sellers llevados al cine y a la televisión, hace aquí una perfecta combinación de ciencia ficción y terror, que sorprenderá al lector por su inesperado final.
(J. C. P.)
53. John Boyd, La última astronave de la Tierra
Estamos en 1967, en un mundo paralelo al nuestro en que Jesucristo no fue crucificado, sino que murió a los 65 años, de vejez. Tras el Gran Hambre de 1865, el mundo está regido férreamente por las Clases: los Religiosos, los Matemáticos, los Sociólogos… La máxima autoridad es el Papa, que no es sino un ordenador electrónico. Desobecer las leyes del Estado significa ser exiliado al planeta Infierno…, que en realidad no es ningún infierno, sino el lugar donde se gesta la revolución que ha de cambiar la dictadura de la Tierra. John Boyd, en esta su primera novela, publicada en 1968, asombró por su original argumento y por la profunda complejidad de la trama, que al final revela ser una paradoja en la que un viaje al pasado de la Tierra alteró todo su futuro. Boyd presentó así uno de sus temas favoritos: religión y ciencia ficción, con resultados asombrosos.
(J. C. P.)
54. Isaac Isamov, Las corrientes del espacio
Dentro del conjunto del ciclo de Trantor, Las corrientes del espacio se puede situar poco después de En la arena estelar (núm. 45 de la colección) y antes de Un guijarro en el cielo, que corresponde ya a la existencia del Primer Imperio. En esta novela Trantor tiene en su haber medio milenio de historia como fuerza política en la galaxia asimoviana, pero aún no ha llegado a la entidad de imperio.
La trama de fondo nos presenta de nuevo un planeta, Florina, enfrentado a la tiranía de otra potencia estelar, Sark, y sus intentos de liberarse de la misma, con la duda adicional de decidir sobre la conveniencia de una alianza con Trantor. Rik, el protagonista de la narración, sabe además que el sol de Florina está a punto de convertirse en nova, y que por tanto su población corre un peligro mucho mayor que el presentado por la delicada situación política, pero su memoria ha sido destruida y sólo ocasionalmente le llegan imágenes fragmentarias del pasado… Todo un cóctel explosivo de los temas y situaciones sobre cuya resolución pende el destino de grandes grupos humanos que Asimov ha demostrado saber explorar hasta sus últimas consecuencias en sus novelas.
(A. C.)
55. Clifford D. Simak, Estación de tránsito
No hay nada muy extraño en Enoch Wallace, aparte del hecho de que prefiera la soledad hasta el extremo de haber escogido voluntariamente una vida de ermitaño. No hay nada extraño, a primera vista, hasta que una infortunada serie de circunstancias revelan al mundo que Wallace tiene 124 años de edad y es un veterano de la guerra de Secesión americana, aunque no aparente en absoluto su edad. Y eso no es todo: Enoch Wallace, que no envejece nunca» es el guardián de una estación de tránsito galáctico, un punto de cruce, reposo y partida para todas las inimaginables formas de vida que constituyen la civilización interestelar. La tecnología alienígena ha hecho indestructible su aparentemente decrépita mansión, llena de equipo de teletransporte, y todo podría seguir así para siempre hasta que un entrometido agente del gobierno haga un descubrimiento altamente comprometedor para la seguridad de Enoch y la estación de tránsito…
Una de las más famosas novelas de Simak, Estación de tránsito consigue combinar de modo casi milagroso lo ilimitado de sus sugestiones arguméntales, que llegan a hacer vacilar la imaginación (una civilización galáctica, el concepto de la estación de tránsito, el mismo destino del planeta Tierra puesto en la balanza) con el apacible marco en el que transcurre la acción de la novela, el suroeste de Wisconsin, el lugar típico donde Simak ha preferido siempre situar sus novelas: una región de granjas pequeñas y no muy prósperas, con carreteras pésimas y una naturaleza tan vieja que el tiempo ha domado su salvajismo inicial hasta con* vertirlo en una especie de gruñona comodidad. El libro consigue, además, hacer del personaje de Enoch uno de los más entrañables de toda la ciencia ficción: la soledad voluntaria que ha asumido para consagrarse a la misión que considera básica, cuidar de la estación, y su destino —semejante al de Moisés—de estar condenado a permanecer eternamente en aquel lugar desde donde podría llegar a todos los rincones del Universo le terminan convirtiendo en un héroe tranquilo e inolvidable. Para el lector, Enoch termina siendo algo así como una piedra de toque, un punto de referencia al que asirse en el torbellino de una acción que avanza a pasos agigantados hacia un desenlace dramático y sorprendente.
Estación de tránsito fue galardonada en 1964 con el premio Hugo a la mejor novela.
(A. S.)
56. Lester del Rey, Nervios
Un día tranquilo y sin problemas puede convertirse en el principio del fin del mundo cuando un accidente perturba la buena marcha de una central nuclear: es el principio de una carrera contra reloj para evitar la fuga radiactiva, la explosión nuclear o, el mayor de todos los peligros imaginables, la fisión del núcleo del reactor…
La novela que labró la fama de Lester del Rey, escritor y editor americano, es un agudo estudio, escrito en estilo tenso y periodístico, de un tema que hoy es cada vez más actual: los riesgos y la falta de seguridad en una central nuclear. La versión ofrecida aquí data de 1976, en tanto que el original, que Del Rey revisó y expandió en la fecha posterior indicada, es de 1942: un testimonio irrebatible sobre la calidad visionaria de la ciencia ficción y su poder para servimos de indicador y aviso sobre los peligros y promesas que encierra el desarrollo de nuevas tecnologías, la nuclear en este caso.
(A. S.)
57. Edward L. Ferman, Lo mejor de «Fantasy & Science Fiction» (2.a serie)
La presente antología reúne los mejores relatos aparecidos durante los primeros años de la década de 1970 en la prestigiosa The Magazine of Fantasy and Science Fiction, de la que anteriormente se ofreció el volumen conmemorativo de su 25 aniversario en el núm. 4 de la colección. Durante estos años se puede decir que la revista atravesó uno de los momentos más brillantes de su singladura, y los relatos de Frederik Pohl, Harían Ellison, Alfred Bester, Poul Anderson y varias otras firmas importantes —no tan prolíficas como es el caso de los autores citados, y por tanto no tan conocidas para el aficionado al género—son una muestra palpable de los estándares de calidad que exigía y conseguía la publicación. Por otra parte, el poder de captación de público y el éxito de los relatos aquí recogidos se evidencia con el logro, por tres años consecutivos (1970,1971 y 1972), del premio Hugo a la mejor revista del género, justo los años durante los que aparecieron originalmente la mayor parte de ellos. El relato de Ellison, El pájaro de la muerte, excepcional entre ellos, recogió asimismo el Hugo al mejor relato publicado en 1973.
(A. C.)
58. F. Paul Wilson, El curandero
Nadie conocía su identidad, pero eso no era lo más sorprendente. La historia de la humanidad está llena de anonimatos e identidades falsas usadas con toda clase de propósitos. Lo más sorprendente del Curandero no era el misterio que le rodeaba, precisamente, sino lo que todo el mundo sabía de él: que podía curar cualquier enfermedad con su sola presencia, sin que nadie supiera o tuviera la menor idea de los misteriosos medios que empleaba para ello…
La primera novela de F. Paul Wilson, ya conocido por sus relatos publicados en las mejores revistas americanas de ciencia ficción, es por un lado un estudio sobre el misticismo y las presiones que un hombre puede soportar por el hecho de poseer poderes fuera de lo corriente (curativos, en este caso) y, por otro, un agudo y mordaz relato sobre las tentaciones y el aburrimiento a que está condenado un ser superior en el seno de la humanidad corriente cuando lo que a todos les parece importante y aquello que todos se desviven por conseguir carece de importancia para él: en definitiva, un apasionante y vivido análisis sobre la soledad y la incompresión de quienes son distintos a la media.
(A. S.)
59. Fredric Brown, Paradoja perdida
El desaparecido autor Fredric Brown, que cultivó por igual la ciencia ficción que la novela policíaca, está considerado como el maestro del relato corto y, más especialmente, del ultracorto: relatos de a veces no más de una página que sorprenden al lector por sus inesperadas conclusiones. Paradoja perdida reúne trece de sus relatos en los que el lector podrá apreciar la originalidad de sus tramas, lo inesperado de sus desenlaces, lo sutil de su ironía y lo desenfadado de su humor, que le permite hacer excelentes juegos de palabras en Elurofobia. Las temáticas van de lo más variado en el género: exploración espacial (Nada Sirio), máquinas del tiempo (Paradoja perdida), la manipulación de los medios de masas (Doble moral) las razas humanoides (Teatro de títeres)…, y en todas ellas Brown consigue mantener al lector en vilo hasta la sorpresa final.
(J. C. P.)
60. Alfred Bester, Tigre, tigre
La odisea de Gulliver Foyle empezó cuando, abandonado en el espacio después de la destrucción de su nave, presenció impotente como otra nave hacía caso omiso a sus señales de socorro y se alejaba, librándole a una muerte lenta y horrible. Foyle se prometió que sobreviviría de algún modo… y lo hizo. En su mente desquiciada se liberó algo, un resorte que el hombre poseía sin saberlo desde tiempo inmemorial: Foyle fue el primer hombre que experimentó en carne propia el poder del «jaunteo», la facultad de teleportarse con el mero poder de la mente a cualquier punto del Universo deseado. Y la Tierra del siglo xxv, una olla hirviente de tensiones sociales y económicas, descubrió que jamás volvería a ser la misma después de que Foyle regresara del espacio…
Cada novela de Bester ha supuesto una verdadera conmoción en la ciencia ficción. Escasas en número, inconmensurables en calidad, las obras de Bester son tan torrenciales y fascinantes como la personalidad de su autor, un hombre que en su larga y exitosa carrera literaria lo ha hecho prácticamente todo, desde editar revistas hasta escribir guiones para historietas. Y ese hacerlo todo se nota en Tigre, tigre, una novela que aplica todos los recursos estilísticos posibles (y algunos que parecerían imposibles) para arrastrar al lector al centro de un mundo enloquecido, más digno de una historieta que de otra cosa. Sin embargo, que el libro sea el relato de una aventura apasionante, que en cada página sucedan cantidad de cosas y que cada línea, prácticamente, encierre una idea con la que autores más timoratos ya se conformarían para escribir todo un libro, no debe rebajar la consideración crítica que merece el libro. Porque Tigre, tigre nunca pierde de vista, pese a todo su despliegue pirotécnico, que el centro de la ciencia ficción debe ser el individuo y las transformaciones por él sufridas: en este sentido, el viaje iniciático de Gully Foyle a través de los infiernos del odio, su muerte y resurrección figuradas en un hombre nuevo capaz de superar las insuficiencias y temores del antiguo, tiene ya un lugar imperecedero asegurado entre los más inolvidables de la ciencia ficción. Si, además, la lectura del libróos tan irresistible que Tigre, tigre se lee prácticamente de un tirón, a nadie se le ocurrirá protestar por ello…
(A. S.)
61. Isaac Isamov, A lo marciano
A lo marciano recoge dos novelas cortas y dos relatos del autor publicados originalmente a principios de los 50, década que puede recordarse como la más fructífera y memorable de su trayectoria como escritor de ciencia ficción. Las dos narraciones largas son particularmente sólidas y merecen figurar entre las obras más destacadas de Asimov. A lo marciano, en particular, se considera de las novelas cortas más logradas que ha dado el género en la llamada Edad de Oro; centrada en la crisis que padece la colonia afincada precariamente en Marte a raíz de los intereses políticos personales y conservadores de un mandatario terrestre (la historia describe un cierto grado de expansión de la humanidad a través del Sistema Solar), quien decide cortar el suministro de agua del que depende la colonia, supone una reflexión sobre las condiciones necesarias y los problemas implicados en la carrera espacial, al tiempo que lanza un lamento sobre el derroche energético…, veinte años antes del advenimiento de la crisis de la energía (aunque quizás algo anecdótico, cabe señalar también que es una de las obras de especulación científica que mejor ha resistido el paso de los años, y que pocas obras del género han anticipado con la misma exactitud las pautas que ha venido siguiendo la exploración espacial). Engañabobos describe el estudio que lleva a cabo una expedición científica de los restos de una colonia, afincada en un planeta bellísimo, que ha sucumbido a los efectos mortales de una misteriosa enfermedad; a la fascinación que el autor sabe hacernos llegar por la posibilidad de llegar a conocer los escenarios posibles del universo y las virtudes de una trama impecable, hay que añadir el examen de fondo sobre las virtudes del conocimiento especializado.
(A. C.)
62. Robert Silverberg, La otra sombra de la Tierra
Una amplia antología de relatos del gran maestro de la ciencia ficción americana, uno de los causantes de la revolución temática y literaria que conmovió el género a mediados de los años 60, La otra sombra de la Tierra pasa revista en un extenso abanico a sus principales preocupaciones y obsesiones literarias: la soledad del individuo diferente y apartado de sus semejantes por sus poderes o taras particulares; la comprensión de culturas y sociedades distintas de la humana y el agudo examen de las diversas formas de control y opresión comunitaria con que el ser humano se ha complacido una y otra vez en afligirse a sí mismo y a sus semejantes. La estremecedora historia de un hombre capturado por extraterrestres que no le entienden y que le alteran de modo diabólico (Moscas); el tremendo castigo que una autoritaria sociedad del futuro puede imponerle a sus transgresores, consistente en la desaparición como individuo social (Ver al hombre invisible) o la enternecedora historia de un hombre al que el destino obligó a destruir una forma de vida alienígena a la que amaba profundamente (Los colmillos de los árboles): he aquí tres de los fantásticos vuelos imaginativos que el lector podrá encontrar en esta excelente antología, representativa de lo mejor ofrecido por Robert Silverberg en su amplia y galardonada carrera literaria.
(A. S.)
63. Robert A. Heinlein, La bestia estelar
¿Quién, habiendo sido dueño de algún animal doméstico, puede dejar de contar los quebraderos de cabeza que éste le ha podido proporcionar en su juventud? Poco puede dar la imagen ello de los problemas que llegan a pasar la familia Stuart por culpa de Lummie, ese simpático e inteligente animalito de ocho patas e inmensa voracidad traído a casa por un familiar después de un viaje de exploración para el gobierno. Porque Lummie, o mejor Lummox, como le conocen los miembros de la pequeña localidad donde viven los Stuart, parece que nunca deja de crecer: después de haber habitado en la caseta del perro, y también en sucesivas casetas de tamaño creciente que hubieron de construirle con los años, ha venido a ocupar la totalidad del cobertizo, convenientemente reformado. Pero el animalito es muy curioso y nada puede detener su corpachón acorazado cuando decide ir a estirar las piernas…
Entre la extensa y variopinta producción de Heinlein, La bestia estelar es probablemente una de sus novelas más memorables. Pese a su falta aparente de pretensiones —pertenece al grupo de las «novelas juveniles» de la obra temprana del autor, período que gran parte de sus admiradores recuerdan como el más entrañable de su evolución como escritor—, la novela es uno de los productos mejor logrados de la subyugante capacidad narrativa del escritor, que ha logrado con ella una sátira chispeante en el contexto de una novela de intriga y aventuras cuyo ritmo y desarrollo resuelve con envidiable maestría.
(A. C.)
64. Lester del Rey, Jaque mate psíquico
La vida de Harry Bronson no difiere en nada de lo que puede esperarse normalmente en un hombre joven con un razonable éxito en su profesión de ingeniero. Bronson nunca ha creído en los poderes mentales, y su sorpresa es lógica cuando se descubre poseedor de un amplio surtido de poderes psíquicos; telepatía y precognición incluidos. Toda su vida va a cambiar dramáticamente… Uno de los temas clásicos de la ciencia ficción, el de los poderes mentales, es enfocado en esta novela de Lester del Rey con mayor atención al drama individual de quien los posee que a las reacciones suscitadas en la sociedad que le rodea. Más que la usual persecución —o divinización—del mutante, Jaque mate psíquico se centra, y en ello radica su originalidad y su interés, en la lucha de Bronson por aprender a controlar y filtrar sus poderes, por no volverse loco ante la simple avalancha de los pensamientos ajenos que invaden su mente y por construirse unas nuevas bases de racionalidad que sustituyan a las que hasta ahora han dado soporte a toda su vida.
(A. S.)
65. Isaac Asimov Con la Tierra nos basta
La presente recopilación de relatos está situada, dentro de la obra de Asimov, entre A lo marciano (núm. 61 de la colección) y Nueve futuros (núm. 96 de la colección), títulos que se reparten la producción del autor durante la década de 1950. De su contenido, compuesto en su casi totalidad por narraciones breves y cuentos de choque que muestran la versatilidad del autor y su segura capacidad para sorprender con especulaciones inesperadas, cabe mencionar aparte la novela corta El pasado muerto que abre el volumen, pues su desarrollo descubre ante el lector algunas de las obsesiones básicas de la carrera literaria de Asimov. El pasado muerto describe, con una excepcional profundidad en la motivación de sus personajes la historia del descubrimiento de un «cronoscopio de neutrinos», artilugio que permite observar los acontecimientos del pasado, planteando al mismo tiempo honestos interrogantes sobre la conveniencia o no del control gubernamental a la investigación científica, que llegan a adquirir todas sus implicaciones posibles en el transcurso del relato. Pero sobre todo, se tiene también el cuestionamiento por parte del autor de las virtudes del conocimiento especializado, y una nueva defensa de las posibilidades del trabajo interdisciplinario que tanta importancia está adquiriendo en la actualidad algunos críticos han sabido ver en todo ello la plasmación en forma de ficción de las inquietudes intelectuales de Asimov, que siguiendo estos mismos principios ha llegado a convertirse en lo más parecido a un hombre del Renacimiento, a gusto en todos los temas, que tenemos en la actualidad.
(A. C.)
66. Robert Silverberg, Regreso a Belzagor
Tras ocho años de ausencia, Edmund Gundersen regresa al planeta Belzagor, impulsado por razones que no entiende muy bien, la culpabilidad entre ellas. Años antes, cuando trabajaba como administrador colonial, Gundersen impidió que algunos nildoror (una de las dos especies inteligentes del planeta, una suerte de mastodontes cornudos; siendo la otra los sulidoror, peludos y con largas colas, de aspecto homínido) viajasen al País de las Brumas para celebrar en la montaña sagrada la vital ceremonia del Renacimiento. Gundersen despreciaba entonces a los nativos y a sus ritos, pero con el tiempo ha llegado a sospechar que había demasiadas cosas que no entendía. Y ahora, ha llegado el momento de que el propio Gundersen emprenda su peregrinación al País de las Brumas para hallar respuesta a las preguntas que le atormentan…
Una de las grandes novelas de Silverberg, un autor del que siempre puede esperarse un nivel medio muy alto de calidad, Regreso a Belzagor es una de las más conmovedoras odiseas individuales que el género de la ciencia ficción ha llegado a ofrecer. El cambio de Gundersen de un hombre cerrado y receloso a otro lleno de dudas y angustiadamente solitario; su vagabundeo por Belzagor jalonado por episodios que el arte narrativo del autor hace factible interpretar a gran profundidad de niveles (no sólo el aventurero, también el religioso y el psicológico) termina siendo el viaje de un hombre que busca las respuestas metafísicas que todo individuo consciente se ha planteado a lo largo de su vida. Pese a que este tipo de novelas inciáticas, que narran la transformación sufrida por el protagonista durante un viaje a raíz de las experiencias que le ocurren en el curso del mismo, tienen tendencia a caer en lo repetitivo y lo vulgar, Silverberg sortea hábilmente tales escollos y sorprende siempre al lector, que nunca encuentra lo que esperaba o preveía: del horror (la pareja de terrestres infectados por parásitos alienígenas) hasta la incomprensible poesía de una raza extraña (las grotescas pero bellísimas danzas de los nildoror), el trayecto de Regreso a Belzagor es uno de los más apasionantes que el amante de la ciencia ficción puede llegar a recorrer sin moverse del sitio.
(A. S.)
67. Michael Ashley, Los mejores relatos de ciencia ficción. La era del cambio (1956-1965)
Si la Era de Campbell (véase el núm. 19 de la colección) marcaba el camino a seguir por el género, entonces joven, abriendo delante suyo todas las posibilidades que ofrecía a la imaginación el impacto y efecto de la ciencia sobre la sociedad, y la Era de los clásicos (véase el núm. 50 de la colección) la vistió con un manto de respetabilidad literaria, la Era del cambio historiada en este volumen trajo consigo la definitiva proclamación de la ciencia ficción como una de las formas literarias más fructíferas de nuestra época, llegando a su mayoría de edad con el abandono de temas tabú y, sobre todo, el uso de la misma como una modalidad extremadamente versátil para el escritor que buscara expresarse como tal. Ashley pone con esta tercera entrega punto final a una de las series de antologías más útiles que puede disponer en la actualidad tanto el aficionado como el estudioso del género, describiendo detalladamente los pormenores del proceso que desembocaría en la publicación de las revolucionarías Visiones peligrosas (núms. 82,83 y 84 de la colección) que Harían Ellison presentó en 1967.
Entre los autores que conforman el sumario de este volumen se encuentran Brian W. Aldiss, Robert Silverberg, Kate Wilhelm, Daniel Keyes (autor de la excepcional Flores para Agernoon), J. G. Ballard, Harry Harrison y John Brunner.
(A. C.)
68. Jerry Sohl, La aguja del doctor Costigan
Un experimento en un laboratorio permite a una serie de personajes trasladarse a un mundo desconocido, una Tierra paralela, pero virgen e inexplorada, de la cual se convierten en los primeros habitantes. Ello les permite huir de la locura del mundo cotidiano y entregarse a una vida salvaje, libre y sin cargas. Pero su etapa feliz de robinsones amenaza con terminar cuando más gente empieza a aparecer, procedente del mismo «paso» que ellos han empleado. El americano Jerry Sohl, bien conocido por su novela Las haploides (véase el número 42 de la colección), consiguió con esta novela un marcado éxito para el que no ha pasado el tiempo.
(J. C. P.)
69. Jack Vanee, Los mundos de Jack Vanee
El escritor americano Jack Vanee, que empezó a publicar en 1945 y ha cultivado por igual novela policíaca, ciencia ficción y fantasía, está considerado hoy día uno de los mejores y más originales narradores del género. Su popularidad ha ido incrementándose con el paso de los años, sin estridencias, pero de manera firme y segura, hasta llegar a la reconocida posición que ocupa actualmente.
Escasamente conocido en nuestro país, Los mundos de Jack Vanee permite adentrarse al lector en la narrativa original y plena de recursos e inventiva de este excelente escritor. Si bien suele cultivar con mayor asiduidad la novela o el relato largo, algunas de sus obras breves son justamente célebres, como «La polilla lunar», aquí contenida, o como las aventuras del detective espacial Magnus Ridolph, de quien se ofrecen aquí dos estupendas muestras: «El rey de los ladrones» y «Golpe de gracia», con un verdadero desfile de exóticas criaturas y formas de vida extraterrestre que asombrarán al lector: hay que dejar bien sentado que Jack Vanee está reconocido como el autor que más acertadamente sabe describir formas extrañas de vida con culturas y costumbres propias. Como muestra de su versatilidad y variedad de temas y escenarios, el volumen contiene una novela corta, «Cerebros de (a Tierra», repleta de acción y dinamismo, de un estilo ya más tradicional. En total, el volumen contiene ocho textos bien diferenciados que satisfarán al lector más exigente y amante de las sorpresas, colorido y exotismo.
(J. C. P.)
70. Fredric Brown, Marciano, vete a casa
Ningún género literario que muestre la vitalidad que ha gozado la ciencia ficción a lo largo de sus múltiples años de existencia puede escapar de los rigores de la parodia. Pero, como podrá comprobar cualquiera que se decida a leer Marciano, vete a casa, el hecho no tiene en sí nada de trágico, y por el contrario cualquier interesado en el tema acoge siempre con entusiasmo este tipo de narraciones…, sobre todo si el resultado es una novela como la presente, una de las más divertidas y gratificantes de leer que ha dado el género.
Publicada originalmente en 1955, Marciano, vete a casa recoge el tema de la invasión marciana —o extraterrestre en general—que había sido uno de los mayores tópicos de portada de las revistas populares y lo lleva hasta extremos increíbles: los invasores, como no, son seres insólitos, pero sus costumbres y características no son las habituales. Se trata de pequeños enanitos verdes, intangibles y que se materializan en todos los lugares imaginables; lo ven todo, lo oyen todo, y lo dicen siempre todo, y a la persona menos indicada. ¿Cuál es su origen, cómo han venido a parar entre nosotros? Con un estilo sobrio y elegante y una estructura narrativa impecable, Brown retuerce en el propio desarrollo de la parodia todas las posibles «explicaciones»: el escritor de ciencia ficción que cree haberlos imaginado, el oscuro portero de un bloque de apartamentos que decide construir un supervibrador subatómico antiextraterrestre y el hechicero de una tribu africana sobre quien recae la obligación de deshacerse de los visitantes son personajes casi patéticos de los que Brown sabe extraer todo el dramatismo de una situación, por desesperada, cómica.
Junto a Universo de locos, otra comedia descomunal, y relatos como los contenidos en Paradoja perdida (núm. 59 de la colección), la presente novela es uno de los logros más destacados en la producción de su autor, que aparentemente falta de pretensiones, ha demostrado una perdurabilidad que muy pocas de su época mantienen en la actualidad.
(A. C.)
71. Robert A. Heinlein, Amos de títeres
Si el título anterior de la colección era la parodia perfecta del tema de las invasiones extraterrestes, Amos de títeres, aparecida pocos años antes de aquélla, está considerada generalmente como uno de los clásicos del tema (dejando aparte, claro, La guerra de los mundos de Wells). La novela es una de las más ágiles surgidas de la pluma de Heinlein, que logra para la misma mantener en todo momento un ritmo endiablado. Una especie de babosas extraterrestres que se fijan sobre la nuca de los humanos, controlando su voluntad, se hacen rápidamente con el control de varias ciudades norteamericanas, sin que parezca existir medio alguno de detener la invasión, salvo que el servicio secreto pueda encontrar una solución desesperada… Constantemente reeditada en diversas colecciones castellanas, Amos de títeres se desenvuelve en tomo a dos temas recurrentes del autor: el paso a la madurez y a una posición de poder y responsabilidad por parte del protagonista, ayudado por experiencia de su mentor, y la problemática que deben enfrentar los estamentos de carácter militar ante una situación de crisis que exige decisiones rápidas. La apología del fascismo que han visto en ello numerosos críticos por un lado, y la efectividad de la obra como novela de aventuras por otro, han motivado eternas disputas en tomo a la figura del autor, que llegarían a ser particularmente virulentas a raíz de su Tropas del espacio (núm. 74 de la colección).
(A. C.)
72. Poul Anderson, Lo mejor de Poul Anderson
Una antología que recoge buena parte de los temas típicos de Poul Anderson, que durante su carrera se ha labrado la imagen de un correcto especialista en odiseas espaciales repletas de piratas, naves espaciales y aventura constante. Con todo y responder a esa imagen, Anderson es también apreciable por su cuidada escritura, un sentido innato del ritmo y de la prosa poética y una a veces cariñosamente reprimida afición a la fantasía y lo humorístico.
En los cuentos recogidos aquí, el lector podrá encontrar en la plenitud de su forma al que, por decirlo de algún modo, podría calificarse de Anderson «espacial», en narraciones como Piratas espaciales (donde la civilización estelar es amenazada por la posibilidad de un imperio de piratas) o El día en llamas (unos héroes muy poco dignos de tal nombre son la única esperanza de salvar una civilización alienígena de una supemova), llenas del ritmo y la imaginación que han hecho la fama de Anderson en su extensa carrera, cargada de premios. Con todo, el lector atento podrá encontrar también atisbos del otro Anderson antes descrito, en el cuidado con que se evocan paisajes extraños y la sensibilidad probada en detalles tan aparentemente nimios (y, en el fondo, vitales) como la elección de un nombre por su sonoridad, capaz por sí sola de sugerir todo un mundo de imágenes.
(A. S.)
73. Lester del Rey, El amado de los dioses
Segunda parte de la gran antología de Lester del Rey, cuyo primer volumen corresponde al número 47 de la colección, los doce relatos recogidos en este libro vuelven a demostrar su amplio dominio de todos los temas clásicos del género, desde los extraterrestres hasta las maquinarias prodigiosas, pasando por los mulantes, los robots y todo lo que el lector ha llegado a asociar con el nombre de ciencia ficción. El estilo de Lester del Rey sigue siendo flexible y lleno de recursos, permitiendo que en la antología se hallen tanto relatos de humor como otros que flirtean con el terror o lo fantástico, sin desdeñar la pura epopeya espacial o el examen más comprometido de las tendencias, riesgos y amenazas que ciertos rasgos de la sociedad actual pueden llegar a significar en el futuro.
Como en la primera parte de la antología, el propio Lester del Rey comenta los relatos aquí incluidos, proporcionando valiosos datos sobre el mundo de la ciencia ficción en el momento en que los escribió y sobre la siempre enigmática máquina de crear que es un literato.
(A. S.)
74. Robert A. Heinlein,Tropas del espacio
Si en la historia del género alguna novela se ha llegado a hacer inmensamente famosa debido a las sangrientas disputas que ocasionó tras su aparición, se trata justamente de Tropas del espacio, una de las raras novelas en la historia de la ciencia ficción en las que se especula sobre la posible evolución en un futuro del servicio militar, cosa que no hacen la casi totalidad de novelas «de cadetes» y similares que abundaron en la época de ésta. Tropas del espacio es justamente la historia de un joven que se apunta a los rigores del servicio militar en una sociedad futura, pasándolas canutas en el proceso hasta que el ejército consigue «hacer un hombre» de él. Sumando al argumento implicaciones ideológicas como las propuestas por el autor de que en tal hipotético futuro sólo tienen derecho a voto quienes han cumplido (ofreciéndose voluntarios) con la patria, no es de extrañar la polvareda que ha llegado a levantar, habiendo quien defiende las virtudes de semejante postura, quienes la atacan ferozmente y también los que creen ver en ella una crítica subterránea del militarismo…
En cualquier caso, la novela goza de los talentos narrativos del autor y muchos se han limitado a aceptarla como una apasionante sucesión de aventuras espaciales. Como aval de su popularidad cabría señalar que ganó el premio Hugo a la mejor novela en 1960.
(A. C.)
75. Domingo Santos, Lo mejor de la ciencia ficción española
Seleccionados fundamentalmente de entre las ocasionales —y a lo largo del tiempo numerosas—contribuciones de autores españoles a las páginas de la desaparecida revista Nueva Dimensión, el volumen ofrece al lector una muestra bastante representativa de los mejores resultados obtenidos en el terreno de la ciencia ficción en nuestro país. La inmensa mayoría de los autores incluidos en el sumario (la inmensa mayoría de los cultivadores españoles del género, si exceptuamos pudorosamente a los escritores de novelas «de a duro») surgieron de las filas de los aficionados, y en algunos casos se trata de firmas ampliamente reconocidas en la actualidad en otros campos, como son Luis Eduardo Aute y José Luis Garci, o en otros menesteres literarios, como Juan G. Atienza y Jaime Rosal del Castillo. El total de 19 relatos hace inevitable pensar qué no habría podido dar de sí el género en nuestro país de haber existido un mercado remunerado donde publicar, vista la capacidad de quienes han contribuido al mismo que se muestra en el volumen; difícilmente podrían haberse reunido en un solo tomo lo mejor de más de 15 años de actividad en el tema.
(A. C.)
76. Bernard Goorden y A. E. van Vogt, Lo mejor de la ciencia ficción latinoamericana
Compañera indispensable del volumen anterior, y recopilada en este caso por Bernard Goorden, estudioso belga de la narrativa hispanoamericana, la presente antología reúne asimismo una muestra representativa de excelente nivel medio de lo que ha dado de sí la ciencia ficción latinoamericana a lo largo de su historia. Las fuentes son, en este caso, bastante diversas en comparación al libro anterior, pues el género ha tenido, a lo largo de los años, más cultivadores si se van sumando los diferentes países que engloba. A pesar de que los autores implicados no han tenido tampoco un mercado estable donde publicar (algo que parecen haber conseguido en Argentina sólo recientemente), se pueden encontrar colaboraciones de autores con un corpus literario publicado considerable, entre ellos André Cameiro, Mario Levrero, Angélica Gorodischer (una escritora cuya enorme importancia está lejos de ser reconocida fuera de su país) y el ya más exportado Hugo Correa. (Entre los autores españoles que no se citan en la reseña anterior cabe señalar que Gabriel Bermúdez Castillo tiene también publicada una obra bastante extensa y de considerable importancia.)
El volumen se completa con una detallada bibliografía de la ciencia ficción latinoamericana, incluyendo apartados de ensayos, revistas, antologías y novelas, todo convenientemente ordenado según sus países de origen.
(A. C.)
77. Robert A. Heinlein, El número de la bestia
Si en la Apocalipsis de San Juan el número de la bestia, el 666, es el que lleva escrito en la frente el dragón, que es el demonio, y marca el inicio del fin de los tiempos y la cercanía del Juicio Final, el número 666 es también (si se emplea en el sentido de elevar el seis a la sexta potencia y luego elevar el resultado, otra vez, a la sexta potencia) el número de universos posibles, de distintas ramas alternativas de la realidad que pueden existir. Un elevado número de mundos donde esconderse cuando unos misteriosos hombres de negro, procedentes quién sabe de donde, empiezan a mostrar un peligroso interés por un científico que acaba de hacer un gran descubrimiento, precisamente el de que existe más de un universo posible…
A medida que maduraba literariamente, las novelas de Heinlein se han hecho de mayor extensión y han ido superando la, a veces, relativa simplicidad de sus tramas arguméntales y propuestas ideológicas. En El número de la bestia Heinlein no se limita a narrar una mera serie de aventuras (¿y qué mejor marco para la aventura que una serie de universos donde prácticamente todo es posible y concebible?), sino que medita sobre la condición humana y expone sus puntos de vista particulares sobre temas tan dispares como la muerte, el sexo y Dios… sin olvidar las máquinas inteligentes o el uso de los dirigibles.
(A. S.)
78. Isaac Asimov, Lo mejor de la ciencia ficción del siglo XIX (1)
79. Isaac Asimov, Lo mejor de la ciencia ficción del siglo XIX (2)
Los orígenes de la ciencia ficción como género en las revistas populares norteamericanas han sido tratados en otros números de la colección (particularmente con la antología del mismo Asimov recogida en los núms. 7 y 12), pero en ningún momento se había prestado atención a los primeros intentos —inintencionados en muchos casos—de escribir ciencia ficción cuando su concepto distaba de haberse inventado. El consenso académico defiende la concepción del género como «literatura del cambio», y entiende que determinadas obras pueden considerarse del mismo cuando su autor refleja de forma patente en la narración la existencia de cambios en la sociedad motivados por la irrupción de la revolución industrial en la misma, momento a partir del cual el individuo es capaz de apreciarlos.
Asimov analiza lúcidamente los orígenes del género a este nivel e ilustra los argumentos con una espléndida selección de textos clásicos de figuras como Hoffmann, Mary Shelley, Poe, Hawthorne, Maupassant, Rosny Añé, Bellamy, Conan Doyle, Wells, London y varios otros autores menos conocidos, siempre con relatos que sorprenden por sus cualidades especulativas.
(A. C.)
80. Bob Shaw, Otros días, otros ojos
Alban Garrod es científico y, en sus ratos libres, detective aficionado. Su último descubrimiento es un nuevo tipo de cristal que es capaz de grabar y almacenar los acontecimientos que suceden ante él, para revelarlos meses o incluso años después, según el espesor y el tallado del cristal. En un súbito arranque poético, Garrod lo bautizará como «cristal lento». Y el «cristal lento» no hará sino complicarle la vida: primero le traerá la fama y la riqueza, pero luego pondrá en peligro incluso su propia seguridad cuando el gobierno, siempre interesado en saber lo que no debería, tiene la idea de usar el «cristal lento» como dispositivo de vigilancia y grabación…
De la gran cantidad de novelas escritas por Shaw, Otros días, otros ojos es una de las más conocidas y que mayor fama le ha proporcionado: fundiendo hábilmente una trama de aventuras y casi de espionaje, en la que se critica la eterna tendencia a la intromisión en la vida privada de los gobiernos, con una buena dosis de poesía (pues uno de los usos para los que es perfecto el «cristal lento» es para conservar, con un realismo insuperable, los recuerdos de los seres más queridos) Shaw ha construido un libro apasionante que se lee de un tirón y que deja con ganas de conocer más obras de su autor.
(A. S.)
81. James Blish, Semillas estelares
Este volumen reúne cuatro relatos con un tema común: la modificación de seres humanos a fin de poder conquistar mundos que les serían vedados en sus condiciones físicas normales. Un tema clásico de ciencia ficción, que el veterano y experto en estas lides James Blish supo tratar con profundo conocimiento y humanidad. No en vano, Blish ha sido considerado por muchos como el escritor'inejor dotado para relatos de exploración espacial y de los devenires de la humanidad, siempre con cierto toque intelectual, muy acorde a su inteligente personalidad, que le llevó a ganar un premio Hugo (véase núm. 17 de la colección) y ei respeto y admiración de todos sus colegas.
(J. C. P.)
82. Harlan Ellison, Visiones peligrosas I
83. Harlan Ellison, Visiones peligrosas II
84. Harlan Ellison, Visiones peligrosas III
Es frecuente que una novela o un relato se conviertan en clásicos de la ciencia ficción, o influyan de manera determinada en el devenir del género. Lo que no es nada frecuente es que lo mismo ocurra con una antología. Y ése es precisamente el caso de las Visiones peligrosas, preparadas por el «enfant terrible» de la ciencia ficción americana Harían Ellison hacia 1965 y aparecidas en el mercado en 1967, tras cuya fecha se puede muy bien decir que el género ya no volvió a ser lo que era anteriormente. La frase con que el compilador presentaba el libro (Esto que tienen ustedes en sus manos es más que un libro. Si tenemos suerte, será una revolución) se convirtió en realidad. El espíritu que animó a Ellison a preparar la antología fue reunir un grupo de escritores y pedirles que le entregasen un relato escrito totalmente en libertad, sin tabúes ni censuras, que escribiesen, en suma, ese relato que sabían ningún editor de ciencia ficción les aceptaría: relatos osados, crueles, audaces, renovadores, que tocasen temas inéditos, tabúes o prohibidos. El experimento de Ellison sentó un precedente (nadie había osado hacer nada semejante antes) y creó escuela: a partir de 1967 empezaron a menudear antologías similares, que reunían relatos especialmente escritos para ellas y que llenaron un hueco entre la novela y la revista de ciencia ficción, hasta entonces los dos campos usuales del género.
Ellison reunió treinta y dos autores (contándose a sí mismo) y treinta y tres relatos (uno de los autores hizo doblete) más un prólogo de Isaac Asimov. Los autores eran de lo más variado: clásicos como Lester del Rey, Frederik Pohl, Poul Anderson; recién llegados como Samuel R. Delany, John T. Sladek, Larry Niven; figuras populares de la década, como Keith Laumer, Philip K. Dick, Roger Zelazny; famosos autores como Philip Farmer, Theodore Sturgeon, Fritz Leiber; desconocidos y marginales como Jonathan Brand, James Cross, Howard Rodman. Todos ellos captaron perfectamente lo que Ellison deseaba y esperaba de ellos y ninguno defraudó a los lectores, que acogieron con asombro y entusiasmo la monumental antología. El resultado fueron dos premios Hugo para Farmer y Leiber por sus aportaciones, más un Nébula para Delany y Leiber (que repitió premio) y nominaciones al Hugo y al Nébula para los relatos de Dick, Niven y Sturgeon.
Para lectores que crean que la ciencia ficción puede ser algo rutinario, nada mejor que la lectura de estos treinta y tres relatos para convencerles de lo contrario: historias sobre religión y ciencia ficción (El canto del crepúsculo, de Lester del Rey), invasiones extraterrestres (El día siguiente a la llegada de los marcianos, de Frederik Phol), Jack el Destripador en el futuro (Un juguete para Juliette, de Robert Block y El merodeador de la ciudad al borde del mundo, del propio Ellison), medicina (El rompecabezas humano, de Larry Niven), incesto {Si iodos los hombres fueran hermanos ¿permitirías que alguno se casara con tu hermana?, de Theodore Sturgeon), canibalismo (Corre, corre, dijo el pájaro, de Sonya Dormán), sistemas educativos (Desde la imprenta oficial del gobierno, de Kris Neville), cáncer (Angeles del carcinoma, de Norman Spinrad), son, en fin, algunos de los muchos temas que la antología toca con una originalidad sin límites.
(J. C. P.)
85. Wilson Tucker, El año del sol tranquilo
Un ambicioso proyecto científico reúne a una serie de personajes muy distintos y cuyos intereses van a chocar entre sí durante el mismo. El experimento consiste en estudiar el futuro trasladándose a él en una máquina del tiempo cuidadosamente diseñada. El futuro que se ofrece a los observadores es un caos de anarquía y muerte cuyas causas buscan descubrir al tiempo que tratan, aún sabiendo que será inútil, de prevenirlo…
Con esta novela, Wilson Tucker ganó el premio Memorial John W. Campbell en 1976 con carácter retrospectivo (la novela había sido publicada en 1970 y al no hallar el jurado ninguna de las publicadas durante 1976 merecedora del galardón elegió esta antigua novela de Tucker). Este autor, de escasa obra en el campo de la ciencia ficción (véase el núm. 31 de la colección) es uno de los escritores más sombríos y pesimistas como lo desmuestran sus mejores y más célebres novelas: en particular esta excelente El año del sol tranquilo, cuyos bien trazados personajes y diversas intrigas e intereses van creando un clima agobiante y cerrado hasta desembocar en un dramático final.
(J. C. P.)
86. Jim Wynorski. Vinieron del espacio exterior
Pese a que el campo de la ciencia ficción es vasto en relatos y novelas, tan sólo una mínima parte del mismo ha sido adaptado para el cine a lo largo de la historia. En este volumen, el antologo Jim Wynorski reúne cinco relatos que dieron pie a famosas películas del género. ¿Quién hay ahí?, del célebre John W. Campbell, que ha sido llevada por dos veces al cine. El amor ha muerto, de Harry Bates (que originó la famosa Ultimátum a la Tierra). Objetivo la Tierra, de Ivan Jorgensen, El montaje cósmico, de Paul W. Farrman, y finalmente, el famoso El centinela, de Arthur C. Clarke, verdadera semilla del tiempo que con los años daría pie al argumento de 2001: una odisea del espacio. El volumen se completa con un cuardernillo de fotografías de las respectivas películas.
(J. C. P.)
87. John T. Sladek, Mecasmo
Los tiempos se están poniendo bastante duros para la empresa Wompler, especializada en la fabricación de muñecas mecánicas. Por lo tanto, que el Pentágono les encargara el ultrasecreto proyecto R 32 fue algo así como un maná del cielo; sólo había que fabricar una máquina capaz de autorreproducirse. Pero muy pronto las cajitas grises que salen del ordenador Quidnac escapan al control de sus creadores. Dotadas de prodigiosa fecundidad, sufren también de una insaciable hambre mecánica, devorando puentes, tanques, aviones y fábricas, como si un Dios que los hombres no conocen les hubiera dicho, a ellas también, «creced y multiplicaos»…
Si el lector conoce ya la reputación de Sladek como uno de los más tenaces integrantes del movimiento renovador de la ciencia ficción llamado «Nueva Ola» y teme por ello una novela llena de experimentalismo abstruso y seriedad aburrida, se equivoca totalmente. Mecasmo es una sátira feroz que no deja títere con cabeza y que sabe demoler con igual brillantez la estulticia de los militares como el orgullo hueco de los científicos que terminan devorados por sus propias creaciones… las cuales, además, no hacen otra cosa que seguir las intrucciones que se les ha dado. Escrita en un estilo ágil y desenfadado que no oculta lo importante de sus planteamientos ni menoscaba su capacidad de señalar los graves problemas de la civilización actual, Mecasmo demostrará a quien aún no lo supiera que la renovación formal y el experimento estilístico no tienen por qué ser necesariamente soporíferos.
(A. S)
88. John Varley, La persistencia de la visión
De los muchos nombres que forman la más reciente generación de escritores americanos de ciencia ficción, el de John Varley ha sabido ganarse una bien merecida reputación por fundir con gran armonía la tendencia poética y la escritura experimental del movimiento renovador de los 60, conocido como la «Nueva Ola», con la preocupación por dotar a sus relatos de una sólida base científica, como en la era clásica del género, y esforzándose además por que dicha base no se limitara a las ciencias tradicionales, sino que se extendiera a disciplinas como la lingüística o la sociología.
De los cuatro excelentes relatos que recoge el volumen, primera parte de la antología original, el más representativo de su quehacer literario es el que da título al libro La persistencia de la visión, galardonado en 1978 con los premios Hugo y Nébula, los más famosos del género: el relato es una conmovedora y emocionante extrapolación sobre lo que podría ser la vida de una comunidad de mutilados, sordos y ciegos a la vez; las extraordinarias nuevas perspectivas sensoriales y sociales que tales mutilados podrían llegar a descubrir y el choque que un personaje «normal» sentiría confrontado a dicha comunidad.
En resumen, una antología imprescindible para todo el que desee hallarse al corriente de los nuevos rumbos tomados por la ciencia ficción y, al mismo tiempo para quien, simplemente, desee leer buena ciencia ficción.
(A. S.)
89. Jim Wynorski, Vinieron de la Tierra
En este volumen, Jim Wynorski reúne otros siete relatos que dieron pie a otras tantas películas de ciencia ficción: Doctor cíclope, de Henry Kuttner; La sirena en la niebla, de Ray Bradbury; La máquina alienígena, de Ray F. Jones; La séptima víctima, de Robert Sheckley; El corredor, de Ib Melchior; y finalmente la noveia corta de Harían Ellison Un muchacho y su perro, cuya versión cinematográfica es un clásico del cine marginal americano. El volumen contiene un cuadernillo con fotografías de cada una de las películas.
(J. C. P.)
90. John Varley, En el salón de los reyes marcianos
Segunda parte de la antología de narraciones de John Varley (la primera fue publicada en el número 88 de la colección), donde ei autor sigue demostrando su preocupación por no traicionar los orígenes clásicos del género —la especulación sobre lo que sucedería si ciertos avances científicos, hoy sólo imaginación, llegaran a ser reales—y un más moderno enfoque centrado en la preocupación por el individuo y el uso de recursos estilísticos más flexibles para hacer llegar al lector dicho impacto tecnológico.
El que Varley nada tiene que envidiar a los clásicos lo comprobará el lector de relatos tan inolvidables como Incursión aérea, donde los escasos sobrevivientes de un futuro temible se ven obligados a raptar personas del pasado para intentar que la raza no se extinga, o el que da título al volumen, En el salón de los reyes marcianos, una melancólica evocación de la primera exploración al planeta Marte que logra transmitir al lector toda la emoción y grandeza de un mundo muerto y exótico pero cercano al mismo tiempo.
(A. S.)
91. Fritz Leiber, Crónicas del gran tiempo
Aunque los hombres corrientes viven sus vidas anodinas sin ni siquiera sospecharlo, lo cierto es que a su alrededor —en todos los tiempos, en todos los lugares—se desarrolla una guerra feroz, sórdida e implacable en la que ni se pide ni se da cuartel. Dos bandos de enemigos irreconciliables, las Serpientes y las Arañas, se deslizan a lo largo del flujo temporal retorciendo los acontecimientos, manipulando a sus protagonistas e intentando por todos los medios alzarse con el dominio del pasado, el presente y el futuro…
El libro recoge los diversos relatos que a lo largo de su extensa y venerable carrera literaria ha ido dedicando Leiber a dicha guerra, conocida como la Guerra del Cambio. Su visión del universo como un peligroso tablero de ajedrez y de los hombres como piezas de un juego que les rebasa y del que ni siquiera tienen conciencia convierte los relatos en pequeñas joyas de sarcasmo y potencia onírica que no dejarán indiferente a ningún verdadero aficionado al género: a medio camino entre el fantástico y la ciencia ficción, relatos como Un escritorio Heno de chicas muestran al viejo maestro en la plenitud de su forma, donde humor y horror se amalgaman en una mezcla insuperable.
(A. S.)
92. Robert Sheckley, Dramocles
La tranquila pero más bien aburrida existencia del rey Dramocles de Gorm se ve conmovida, tras más de treinta años de feliz reinado sin historia, por el dramático descubrimiento de que tiene ante él un Destino (con mayúscula, por supuesto) que cumplir. Es el inicio para el pobre Dramocles de un aventuradísimo periplo en el que hallará de todo, desde una hija amante y traicionera hasta feroces guerras interplanetarias, con todo lo que se pueda imaginar entre estos dos extremos.
Tras bastantes años de silencio, rotos sólo por la publicación esporádica de algún que otro cuento, el maestro Robert Sheckley ofrece una novela chispeante y enérgica, una mezcla de Groucho Marx, vodevil y humor absurdo a lo Monty Python que no dejará indiferente a ningún lector por malcarado que se halle. Un soplo de aire fresco, tanto por su extensión como por sus felices resultados, en el enrarecido panorama actual del género, donde abunda demasiado la seriedad mal entendida; la innecesaria extensión de las historias y el deseo algo infantil de abrumar al público con despliegues a destiempo de tecnología aparatosa.
(A. S.)
93. Clifford Simak, Herencia de estrellas
En una tierra incalculablemente lejana en el futuro, Tom Cushing abandona una vida rutinaria y segura para intentar llegar al legendario «Lugar de Ir a las Estrellas». Su camino se convierte en una peregrinación por un planeta decadente, vuelto al salvajismo, y en el que las cajas craneanas indestructibles de los robots son el único recuerdo de los tiempos de la civilización tecnológica.
Una obra de madurez del Simak de siempre, Herencia de estrellas recoge todos sus viejos temas —la soledad inicial del hombre y su hermandad final con otras formas de inteligencia, de los robots a los perros, pasando por los fantasmas; la vastedad y el misterio inexplicable del cosmos; etc—en una novela cálida y tranquila donde el paisaje y las casi morosas descripciones del viaje del protagonista adquieren el carácter de verdaderos personajes del libro.
(A. S.)
94. Robert Silverberg, Hijo del hombre
Un hombre despierta al final del tiempo. No ha muerto ni se halla en el paraíso, sólo en una Tierra que está llegando al fin del trayecto y donde todo ha cambiado: una Tierra sin ciudades ni civilización, sin robots y sin desiertos, floreciente de una vida extraña e inconcebible para él, llena de contactos extraños y de preguntas sin respuesta. Y ese hombre emprende un viaje, una peregrinación más bien, para desentrañar todos los enigmas de ese mundo cambiado y, de entre todos ellos, el que le afecta más de cerca y que apenas si se atreve a plantearse, el de su propia condición…
En toda la obra de Robert Silverberg aparece siempre una preocupación que casi podría calificarse de metafísica o teológica por la condición humana, no tanto un intento de hallar las respuestas a las preguntas eternas de todo ser consciente sobre su destino y origen, si no por la tensión y los problemas que la ignorancia y la búsqueda de esas respuestas le imponen a todo ser vivo. Hijo del hombre es la novela de Silverberg que aborda más directamente esos temas y, en tal sentido, no decepcionará a quien sintonice con esa faceta del carácter del autor: el resto de los lectores pueden gozar igualmente con uno de los viajes más extraños y apasionantes que nunca se hayan escrito, un periplo onírico por una Tierra indescriptible pero fascinante.
(A. S.)
95. Jack Williamson, La isla del dragón
Una nueva muestra de la capacidad de evolucionar con los tiempo que ha mostrado Williamson en el transcurso de su prolongada carrera literaria, La isla del dragón es considerablemente posterior a los relatos recogidos en Lo mejor de Jack Williamson (núm. 41 de la colección), y a La legión del espacio (núm. 9 de la colección), y con ella Williamson compitió en igualdad de condiciones con los nuevos consagrados del género. Abandonando los escenarios galácticos tan característicos de su primera época, el autor rinde con esta novela un homenaje a Wells yalfl isla del doctor Moreau, con la que su novela guarda algunos paralelismos; de hecho, Williamson aceptó el reto de afrontar el tema abierto por Wells desde la perspectiva del conocimiento científico de los años 50, introduciendo en el mismo su sello personal al desarrollar en este contexto una notable trama de aventuras de ritmo enormemente ágil.
(A. C.)
96. Isaac Asimov, Nueve futuros
Este volumen de relatos fue publicado hace años en nuestro país en una edición mutilada que omitía dos de los relatos, pero, extrañamente, respetaba su título original. Aquí se ofrece su versión íntegra y se recuperan todos los relatos. Se trata de una de sus mejores colecciones, correspondiente al período 1956-1958, uno de los de creatividad más fértiles y originales del escritor. Las temáticas son de lo más variado y van desde el relato policial (En puerto Marte y sin Hilda) a las computadoras (Todos los males del mundo y La última pregunta) pasando por las profesiones del futuro (Profesión) y la especulación científica (Los buitres bondadosos), entre otros… para finalizar con un relato que sorprenderá y cautivará a todos sus seguidores: El niño feo, una historia profundamente humana sobre un niño que buscaba a su madre, llena de ternura y sensibilidad y que confirma la habilidad y maestría de Asimov y su facilidad de cambiar de registro literario.
(J. C. P.)
97. Isaac Asimov, Transplante obligatorio
En este volumen, preparado por Isaac Asimov y sus colaboradores habituales en materia de antologías, Charles G. Waugh y Martin H. Greenberg, se reúnen doce relatos cuyo tema común es la biología dentro de la ciencia ficción. Figuran en él autores bien conocidos, como Fredric Brown, Ray Bradbury, Poul Anderson, Robert Silverberg y Ursula K. Leguin, junto con otros menos populares o un tanto olvidados, como Edmond Hamilton y James H. Schmitz. El volumen viene acompañado de pequeñas biografías de los autores y un comentado final sobre diversos aspectos de la biología según la forma tratada por los autores en sus relatos.
(J. C. P.)
98. Isaac Asimov, Orbita de alucinación
Isaac Asimov y sus colaboradores han reunido aquí doce relatos en los que se combinan la psicología y la ciencia ficción. Los relatos son sorprendentes y originales, ilustrando diversas formas de conducta. Entre ellos se encuentra un pequeño clásico, «Es una vida buena», de Jerome Bixby, junto con una aportación del propio Asimov, «Círculo vicioso» en donde psicología y robots se enfrentan. El resto de los autores lo componen nombres como Roald Dahl o Donald E. Westlake, muy conocidos fuera del campo de la ciencia ficción, Robert Silverberg, Henry Kuttner, Fred Saberhagen y John Brunner.
(J. C. P.)
99. Mike Resnick, El germen
Perteneciente a la última hornada de escritores norteamericanos, Resnick se presenta al lector castellano con una novela altamente provocativa centrada en el tema religioso. A mediados del próximo siglo se produce la verdadera llegada del mesías judío, trayendo para los suyos el advenimiento del nuevo estado del pueblo elegido y poniendo sitio a Jerusalén. Claro que no se trata de un personaje con demasiado carácter espiritual, y su procedencia del mundo del hampa, así como la guerra abierta que mantiene con un escéptico miembro influyente de ésta no ayudan a mejorar su imagen, pero es capaz de arrastrar a millones de fanáticos a su causa y parece inmune a los repetidos intentos de acabar con su vida… El germen es una novela que representará sin duda una sorpresa para todos los seguidores de la colección.
(A. C)
100. Robert Heinlein, Puerta al verano
Daniel Boone Davis es un fracasado sin suerte, traicionado por su socio y la mujer que ama. Sólo su gato Petronio le es fiel. Pero un mal día y una mala borrachera le inducen a aceptar la animación suspendida y despertarse a treinta años vista del futuro. Pero, claro, al cabo de treinta años las cosas no son las mismas, uno tampoco es el mismo (¿o sí?) aunque, eso desde luego, los gatos siguen siendo fieles a sus amos… aunque sus amos no hayan sido fieles a sus gatos. Todo es cuestión de animarse y saber encontrar la correspondiente «puerta al verano»
Esta encantadora novela, llena de humor y ternura, es una de las más célebres y estimadas de su autor, Robert Heinlein, verdadero gigante de la ciencia ficción capaz de escribir las más inesperadas y asombrosas narraciones y novelas. Incluso los lectores más reacios a Heinlein se rendirán ante esta excepcional novela y sus protagonistas, cuyas aventuras y peripecias proporcionan horas de gratísima lectura, y cuyo recuerdo no nos abandonará nunca.
(J. C. P.)