ALGUNAS PREGUNTAS EMBARAZOSAS PARA ZEUS
CLÁSICO
LUCIANO DE SAMOSATA
ilustrado por STEELE SAVAGE
Escena: El cuarto de Comunicaciones Terrenales en el cielo. Es la hora de las oraciones, y Zeus está sentado en un sillón dorado al lado de un agujero en el suelo con el rótulo de oraciones. Zeus levanta la tapa y acerca su oreja a la apertura. Se oye una voz fría y cínica al otro extremo.
VOZ. — Bien, Zeus, no te voy a molestar con el tipo habitual de oración. No te voy a pedir que me conviertas en rey o millonario. Esas cosas no deben ser nada fáciles para ti o, por lo menos, no pareces hacer mucho caso a las oraciones de la gente que te lo pide. Pero hay un favor que me gustaría pedirte... uno extremadamente pequeño.
ZEUS (benignamente): ¿Y cuál es? Tu oración será atendida, especialmente si es tan razonable como tú dices.
VOZ. — Me gustaría hacerte una pregunta muy simple.
ZEUS — Bien, eso me parece muy fácil. Puedes hacer tantas preguntas como te plazca.
VOZ. — Entonces presta atención, Zeus. Sin duda has leído a Homero y a Hesiodo. Bien, ¿es verdad lo que dicen sobre el Destino y las Parcas... que determinan el futuro de la vida de cada hombre y que nadie puede escapar al mismo?
ZEUS — Completamente cierto. Nadie está exento del control de las Parcas. Todo lo que ocurre ha sido hilado en su huso y acontece de acuerdo con su designio original. Ninguna alteración es permitida.
VOZ. — Entonces, cuando Homero dice en alguna parte,
«A menos que mueras antes de tu hora predestinada»,
y toda esa clase de cosas, ¿es que solo está diciendo tonterías?
ZEUS — Ciertamente. No hay excepciones al dominio de las Parcas, ni enredos o roturas en sus hilos. Verás, los poetas dicen la verdad cuando están inspirados por las Musas, pero cuando pierden su inspiración o tratan de componer por sí mismos, están expuestos a cometer errores o a contradecirse a sí mismos. Realmente no se les puede culpar por equivocarse cuando la inspiración divina los ha dejado. Después de todo, solamente son humanos.
VOZ.— (en tono poco convencido): Bien, supongamos que esa es la explicación. Pero dime otra cosa: ¿cuántas Parcas hay? Son tres, ¿no es verdad? ¿Cloto, Láquesis y Átropos?
ZEUS — Desde luego.
VOZ. — Pues además se habla mucho por ahí sobre el Destino y la Fortuna. ¿Quiénes son exactamente y cuánto poder tienen cada uno? ¿Igual que las Parcas, o más? Porque la gente siempre está diciendo que la Fortuna y el Destino son las cosas más poderosas en el mundo.
ZEUS. — (indulgentemente): Los pequeños cínicos no pueden esperar que se les diga todo. Pero, ¿por qué lo preguntas?
VOZ. — Te lo explicaré, Zeus, cuando me hayas contestado a otra pregunta. ¿Las Parcas te controlan también a ti? ¿Estás tú también suspendido de uno de sus hilos?
ZEUS: Obviamente, también debo estarlo.
(Se escucha una risita en el otro lado).
¿Qué tiene eso de gracioso?
VOZ. — Estaba pensando en aquel pasaje de Homero, cuando tú estás haciendo un discurso en la Mansión de los Dioses y amenazando con alzarlo todo con una cadena de oro. Tú decías que dejarías caer esta cadena desde el cielo, y que si querían podían asirla todos los otros dioses y tratar de arrastrarte hacia abajo, lo cual no conseguirían, mientras que si tú te tomabas la molestia podías alzarlos a todos ellos,
«Con mar y tierra y todo lo que hubiera allí».
Esta frase siempre me producía una tremenda impresión sobre tu fuerza, y me estremecía cada vez que la leía. Pero ahora me dices que tú mismo, cadena, amenazas y todo, ¡están colgando de un débil hilo! A mí me parece que es Cloto la que realmente puede jactarse, porque te tiene colgando de su huso como un pez al extremo del sedal.
ZEUS — (fríamente): No veo a que vienen todas esas preguntas.
VOZ. — Son solo preguntas, Zeus, y por amor de los dioses, quiero decir por amor de las Parcas, no te molestes o te ofendas conmigo por hablar francamente. Si las cosas son así, si todo está controlado por las Parcas y sus decisiones son inalterables, ¿para qué ofrecerte tantos sacrificios a ti? ¿Para qué rezarte? No puedo ver lo que esperamos obtener con ello, si nuestras plegarias son incapaces de influenciar los acontecimientos en una forma u otra.
ZEUS — Ya sé quien te ha estado poniendo todas esas brillantes ideas en el cerebro. Alguno de esos malditos intelectuales que dicen que nunca hacemos nada por los seres humanos. Siempre están haciendo preguntas blasfemas como esas, y tratando de evitar que el pueblo diga sus oraciones o haga sacrificios diciéndoles que todo eso es una pérdida de tiempo, porque nunca prestamos ninguna atención a lo que ocurre y no ejercemos ninguna influencia en los humanos. ¡Pero no se saldrán con la suya!
VOZ. — No; realmente, Zeus, y que me muera si miento, esto no tiene nada que ver con ellos. Lo que digo es una deducción natural sobre lo que estábamos discutiendo de que los sacrificios son necesariamente bastante superfluos. Pero, si lo prefieres, podemos repasar nuevamente nuestra discusión. No tengas miedo a contestar a mis preguntas, y piensa tus respuestas cuidadosamente.
ZEUS — Muy bien, si es que tienes tiempo para perder en estas tonterías.
VOZ. — ¿Dices que las Parcas son las responsables de todo lo que ocurre?
ZEUS — Así es.
VOZ. — ¿Y puedes tú alterar lo que ya está decidido o desmadejar sus hilos?
ZEUS — No, no puedo.
VOZ. — Bien, ¿quieres que saque la conclusión lógica o está todo lo suficientemente claro sin necesidad de decirlo?
ZEUS — (con dignidad): Está perfectamente claro, gracias. Sin embargo, los sacrificios no se efectúan para un propósito utilitario, para conseguir nuestros favores, sino como señal de respeto hacia una forma de vida superior.
VOZ. — Correcto, eso está bien. Admites que los sacrificios no tienen ningún propósito útil, y son debidos solamente a la bondad y admiración de nuestros corazones, como una forma de mostrar respeto a nuestros superiores. Pero si uno de esos «intelectuales» estuviera aquí, seguramente preguntaría que ¿qué hay de superior en ti, después de todo? Según lo que hemos hablado, tú no eres más que otro compañero-esclavo, ya que las Parcas tienen sobre ti el mismo poder que sobre nosotros. Y no es suficiente decir que tú eres inmortal, como si eso pudiera ponerte en una situación mejor, ya que en realidad eso te pone en peor situación. Nosotros, al menos, obtenemos nuestra libertad al morir, pero tu condición continuará siendo la misma por toda la eternidad, y vosotros siempre seréis esclavos, un hilo sin fin. Amén.
ZEUS — Pero esta vida eterna es muy divertida. Nosotros nos lo pasamos muy bien.
VOZ. — Habla por ti, Zeus. Hay las mismas distinciones de clases en el cielo como aquí abajo, y mucho descontento social. Todo va bien para ti... tú eres un rey. Si quieres siempre puedes dejar caer una cuerda y alzar la tierra y el mar al igual que el cubo de un pozo. Pero, ¿qué me dices de Hephaestus? Es solamente un pobre herrero lisiado, un miembro de las clases trabajadoras. Y no necesito mencionar a tu padre, que aún está cumpliendo su sentencia en el Tártaro. También tengo entendido que vosotros, los dioses, estáis expuestos a enamoraros o ser heridos y, ocasionalmente, tenéis que trabajar como esclavos de los seres humanos, como tu hermano hizo por Laomedonte, y Apolo por Admeto. No considero a eso precisamente como pasarlo bien. La verdad del asunto es, me parece a mí, que algunos de vosotros tienen toda la suerte y no lo pasan mal, mientras el resto viven en forma opuesta, aparte el hecho de que tú siempre estás siendo robado por ladrones de templos, y transformado en un momento de plutócrata a indigente. ¡La verdad es que varias divinidades auríferas y plateadas han visto fundidas sus preciosas personas! Sin duda ha sido a causa del destino.
ZEUS — (cogiendo un rayo y levantándolo en forma amenazadora): Eso que dices es un insulto descarado. Y vas a desear que nunca lo hubieras dicho.
VOZ. — No hace falta que trates de asustarme, Zeus. Sabes perfectamente que no puedes hacerme nada sin previo permiso del Destino. Lo cierto es que ni castigas a la gente que roba tus templos. Tal como lo veo, a la mayoría no les ocurre nada. Supongo que es el destino el que impide que sean apresados.
ZEUS — Bien, ¿qué es lo que dije? ¡Eres uno de esos intelectuales que trata de demostrar que no existe tal cosa como el Destino!
VOZ.— Les tienes fobia, ¿no es verdad, Zeus? Me pregunto por qué. Cualquier cosa que diga lo atribuyes a su influencia. Sin embargo, hay una cosa que me gustaría preguntarte, pues ¿a quién más digno de confianza podría consultar realmente? Exactamente, ¿qué es esa providencia tuya? ¿Es una especie de Destino, o algo superior que da órdenes a las Parcas?
ZEUS — Ya te lo he dicho antes, hay algunas cosas que no tenéis por qué saber. De todas maneras, dijiste primero que solo tenías una pregunta que hacer, de modo que ¿para qué me importunas con todos esos detalles sin importancia? Pero ya veo a lo que quieres llegar. Estás tratando de probar que no tenemos ninguna influencia sobre la vida humana.
VOZ. — No estoy tratando de probar nada. Fuiste tú mismo, hace un momento, quien dijo que las Parcas tenían el completo control de todo. ¿O es que ahora has cambiado de idea? ¿Quieres retractarte y quedar como cabeza del Gobierno, echar al Destino fuera de su oficina?
ZEUS — (irritado). Claro que no. Pero la cuestión es que nosotros somos los ejecutivos de las Parcas.
VOZ — Oh, ahora lo entiendo. Entonces vosotros sois una especie de Servicio Civil permanente. Pero en tal caso son las Parcas las que gobiernan. Sois meramente un instrumento de ellas.
ZEUS — ¿Qué es lo que quieres decir con eso?
VOZ. — Bien, tomemos por ejemplo un cepillo y un taladro de carpintero. Sin duda lo ayudan en su trabajo, pero no puedes decir que sean el carpintero mismo. Igualmente, los cepillos y los taladros no pueden construir un barco, para eso se necesita un constructor de barcos. En vuestro caso, realmente es el Destino quien parece hacer el trabajo. Vosotros sois solamente los cepillos y los taladros en la caja de herramientas del Destino. Por tanto, aparentemente, la gente debería hacer sus sacrificios y oraciones al Destino, pero en vez de eso continúan ofreciéndote a ti los sacrificios y las procesiones solemnes. De todos modos, pensándolo bien, tampoco hay porqué adorar al Destino. Supongo que ni las mismas Parcas pueden alterar nada de lo que ya tengan previsto. Estoy seguro de que Átropos no dejaría que nadie deshiciera su huso para arruinar todo el trabajo de Cloto.
ZEUS — De modo que lo que tú quieres es que no se tenga respeto a nadie, ¡ni siquiera a las Parcas! ¡Por lo que veo eres un anarquista total! Pero supongo que nosotros los dioses nos merecemos algún reconocimiento, aunque solo sea por suministrar, a través de nuestros oráculos, información futura sobre las disposiciones de las Parcas.
VOZ. — La verdad del asunto es, Zeus, que no sirve de nada el saber algo por adelantado si no se puede hacer nada al respecto... a menos que quieras sugerir que si alguien sabe que va a ser asesinado con una lanza de acero, por ejemplo, pueda evitarlo encerrándose en su dormitorio. Pero, realmente, tampoco puede. El Destino lo atraerá hacia el campo de caza y lo situará en una buena posición para que sea alcanzado por esa lanza. Adrasto arrojará su lanza, fallará en darle al jabalí al que estaba apuntando, y matará en su lugar al hijo más joven de Creso, porque las Parcas impelirán el arma irresistiblemente hacia él.
Y aún hay ese ridículo oráculo que se le dijo a Laio:
«No deposites tu semilla en el surco de una mujer:
No te burles de la voluntad del cielo.
Porque un hijo de ti nacido
Más pronto o más tarde te matará.»
A mi modo de ver el consejo era bastante superfluo, ya que el hecho había de ocurrir de todas maneras. Y claro, tan pronto como Laio escuchó el oráculo se puso a sembrar, y su hijo lo mató como era debido. De modo que no veo el porqué deberíamos pagarte por tu información adelantada, aparte del hecho de que la mayoría de vuestros oráculos son deliberadamente oscuros y ambiguos, fallando, por ejemplo, en especificar si el cruzar Creso el Halys ocasionará la destrucción del reino de Ciro o el suyo propio. Este oráculo en cuestión podría interpretarse de ambas maneras.
ZEUS — Debes recordar que Apolo se sentía bastante indignado con Creso por tratarlo de capturar tentándolo con ese plato de tortuga y cordero.
VOZ. — (con tono de rectitud): Los dioses no deberían irritarse. Aunque me atrevo a decir que Creso ya tuvo suficiente mala suerte al ser tenido en cuenta por el oráculo. En otras palabras, el Destino ya lo había preparado todo para evitar que Creso obtuviera ninguna clase de información segura sobre el futuro. De modo que vuestros oráculos son producidos realmente por el Destino.
ZEUS — (con marcado sarcasmo): Está bien eso, ¡quítanoslo todo! De modo que no servimos para ningún propósito útil, no tenemos ninguna influencia sobre lo que sucede, no nos merecemos ningún sacrificio, y no somos nada más que un puñado de cepillos y taladros. Bien, debo reconocer que tienes toda la razón para despreciarme, considerando que durante todo el rato te he estado apuntando con un rayo, y aun así te he dejado que continuaras hablando mal de nosotros.
VOZ. — Oh, puedes tirarme ese rayo si quieres, es decir, si estoy destinado a ser alcanzado por un rayo, en cuyo caso no te reprocharé que me lo lances, como tampoco puedo reprochar al rayo por matarme. Le daré toda la culpa a Cloto por hacerte servir como un arma ofensiva. Lo cual me recuerda otra cosa que quería preguntaros a vosotros dos, a ti y al Destino, quiero decir. Tal vez tengas la amabilidad de responder también por él. ¿Por qué dejas escapar sin castigo a tanta gente que comete sacrilegios y robos, perjurios y crímenes violentos, dedicándote en cambio a lanzar tu rayo contra cosas tan inofensivas como un árbol, una piedra, el mástil de un barco, o incluso contra un viajero completamente inocente?
(Zeus trata de pensar una respuesta aceptable).
¿Por qué no dices nada, Zeus? ¿O es que yo, un «destinado», tampoco puedo saber la respuesta a eso?
ZEUS — No, no puedes saberla. Eres un tanto demasiado inquisitivo y no sé lo que buscas a base de preocuparme con todas estas tonterías.
VOZ. — Entonces supongo que tampoco debería preguntarte lo siguiente —aunque siempre he anhelado saber como tú y la providencia y el destino contestaríais—: ¿por qué debería un buen hombre como Froción, o Arístides antes que él, vivir tan mal y morir en la abyecta pobreza, mientras delincuentes juveniles como Callias y Alcibíades estaban simplemente nadando en dinero, al igual que tipos lujuriosos como Midias, y homosexuales como Charops de Aegina, que hizo morir de hambre a su propia madre? Y también, ¿por qué fue ejecutado Sócrates, permitiendo que Meleto se saliera con la suya? ¿Por qué se permitió que un homosexual como Sardanápalo llegara a ser rey y crucificara a toda esa buena gente de Persia, solamente porque desaprobaban su conducta... para no mencionar todos los casos actuales de criminales y explotadores que viven en pleno lujo mientras excelentes personas se ven arruinadas y sufren toda clase de penurias, desde la pobreza a la enfermedad?
ZEUS — ¿Es que no sabes de los terribles castigos que sufren los pecadores en el otro mundo, y de la felicidad que allí disfrutan los justos?
VOZ. — ¿Quieres decir en Hades? ¿Titio, Tántalo y todos esos? Bien, cuando muera seguramente sabré lo que hay de verdad sobre esas historias. Mientras tanto, preferiría pasar el resto que me queda de vida en una comodidad razonable y que me descuarticen el hígado a pedazos dieciséis buitres cuando esté muerto, que sufrir los tormentos de Tántalo en este mundo, sin conseguir beber nunca hasta que llegue a la Isla de los Bienaventurados, o haraganear junto a los Héroes en los Campos Elíseos.
ZEUS — Vaya, ¿ni siquiera crees realmente que haya un sistema de recompensa y castigo, algo como una encuesta legal en la conducta de cada persona a lo largo de su vida?
VOZ. — Bien, se me ha dicho que un cretense llamado Minos se ocupa de cosas semejantes. ¿Podrías darme algunos detalles acerca de él? Se dice que es un hijo tuyo.
ZEUS — ¿Qué quieres saber acerca de él?
VOZ. — Exactamente, ¿a quiénes castiga?
ZEUS — A los pecadores, desde luego. Asesinos y ladrones de templos, por ejemplo.
VOZ. — ¿Y a quiénes deja ir a vivir con los Héroes?
ZEUS— (untuosamente): A los buenos, a la gente devota que ha vivido virtuosamente.
VOZ. — ¿Y por qué lo hace, Zeus?
ZEUS — Porque los primeros merecen ser castigados y los últimos recompensados.
VOZ. — Pero supongamos que alguien cometió un crimen involuntariamente, ¿consideraría Minos que es justo el castigarlo?
ZEUS — Ciertamente no.
VOZ. — Entonces, presumiblemente, si alguien hiciera una buena acción involuntariamente, ¿tampoco Minos consideraría justo el recompensarle?
ZEUS — No, no lo haría.
VOZ. — En ese caso, Zeus, no le atañe para nada el recompensar o castigar.
ZEUS — ¿Por qué no?
VOZ. — Porque nosotros, los seres humanos, no hacemos nada por nuestra propia voluntad. Lo hacemos todo bajo una compulsión irresistible, es decir, si es cierto lo que has admitido antes, que las Parcas son responsables por todo y que si alguien comete un crimen ellas son realmente las criminales, y que si alguien roba en un templo no hace más que seguir sus órdenes. De modo que, para ser justo, Minos debería castigar al Destino en vez de a Sísifo, y al Hado en vez de a Tántalo. Porque ninguno de esos hombres hizo nada malo... simplemente estaban siguiendo órdenes.
ZEUS — Verdaderamente, no voy a molestarme en contestar a ninguna más de tus preguntas. No eres más que un intelectual irresponsable. Me rehusó a escucharte. Me voy.
(Zeus se prepara a poner la tapa).
VOZ. — (en tono subido): ¡Espera! Quiero preguntarte una cosa más. ¿Dónde están las Parcas? ¿Y cómo se las arreglan para seguir la pista a los detalles más insignificantes teniendo tantas vidas que atender y siendo solamente tres para hacerlo? Debe de ser un trabajo extremadamente duro, y no me parece un destino muy feliz el ser una Parca, con todo ese trabajo entre manos. Aparentemente, tampoco nacieron bajo una estrella afortunada. No me pondría en su lugar por nada del mundo. Preferiría continuar siendo tan pobre como soy, o aún más pobre si fuera necesario, que estar como un esclavo pendiente de un huso del que dependen tantas cosas, y tener que seguir el rastro de todo lo que ocurre en el mundo. Pero si estas preguntas son demasiado difíciles para ti, Zeus, me conformaré por ahora con lo que me has dicho. Ha sido lo suficiente como para hacerme una burda idea acerca de como funciona el destino y la providencia... y tal vez solamente estoy destinado a conocer eso.
(Con rabia, Zeus cierra la tapa violentamente).
Traducción de B. Samarbete