El hombre y la serpiente
Ambrose Bierce
I
Es informe verídico —y confirmado por tantos testigos, que ningún hombre juicioso y erudito osa hoy en día contradecirlo— que los ojos de la serpiente tienen propiedades magnéticas, de modo que si alguien cayese bajo su influjo es atraído hacia ella contra su voluntad, y muere en forma lamentable por la mordedura de ese ser.
Recostado en el sillón con toda comodidad, en bata y zapatillas, Harker Brayton se sonrió mientras leía aquella frase en la vieja obra de Monyster, Las maravillas de la ciencia: «Lo único que tiene de maravilloso», se dijo, «es que los hombres juiciosos y eruditos de los tiempos de Morryster hayan creído en tales tonterías, rechazadas por la mayoría, hasta por las personas más ignorantes de nuestra época».
Siguió reflexionando, pues Brayton era un hombre de ideas, y sin darse cuenta bajó el libro sin desviar la vista. En cuanto el volumen estuvo por debajo de su línea de para sostener la dirección de su mirada malévola. Los ojos ya no eran simples puntos luminosos; miraron a los suyos con sentido, un sentido que encerraba un significado maligno.