4 EL SERVICIO DE SANIDAD EN LOS CIELOS

Hay que confesar que son muchos los aspectos de un imperio galáctico que aún no han sido analizados. Los autores prefieren concentrarse en problemas tales como la forma de llegar del planeta A al planeta B cuando se encuentran a cientos de años-luz de distancia, o en hablar de quién se sienta en un consejo o en el trono. Se pone el énfasis en la fuerza, ya sea en el sentido físico o el político. Tenemos aquí tres historias que investigan aspectos secundarios muy interesantes.

Hal Lynch dirige su atención hacia la consabida Patrulla del Espacio y nos dice quién es quién, si puede ser ésta la frase apropiada. Pete Adams y Charles Nightingale —que no son todavía dos de los nombres más famosos en la ciencia ficción—, se enfrentan con los problemas sexuales de los viajeros galácticos, burlándose durante todo el rato del más cercano campo de musgo.

Parece que sólo a James White se le ha ocurrido la idea de que, con seres extraños viajando por todo el universo habitado, se necesitarán espaciosos hospitales galácticos para los heridos. De hecho, el famoso Sector General espacial de White trata principalmente a heridos civiles. El caso que nos ocupa asombraría al doctor Kildare, que nunca tuvo que arreglárselas con un paciente que poseyera cinco grandes bocas. Ese Gran Servicio de Sanidad en los Cielos se utiliza para cualquier cosa.

White muestra una gran ingenuidad con los seres extraños que pasan por el Sector General. Las aventuras de su médico, Conway, son detalladas en dos volúmenes, Estación Hospital y Cirujano Estelar. A diferencia de lo usual, el personaje central es un pacifista. He aquí una visión externa de la gigantesca estación.

«En los márgenes exteriores de la galaxia, donde los sistemas estelares eran escasos y la oscuridad casi absoluta, pendía del espacio el Hospital General del Sector Doce. En sus trescientos ochenta y cuatro pisos se reproducían los ambientes de todas las formas de vida inteligente conocidas en la Federación Galáctica, un espectro biológico que iba desde las formas de vida ultra-frígidas de metano, hasta los tipos más normales, de respiración de oxígeno y de cloro, pasando por los seres exóticos que vivían gracias a la absorción directa de radiación dura. Sus miles de portillas de visión estaban constantemente iluminados por la luz —luz que poseía la extraña variedad de color y de intensidad necesarias para el equipo visual de los pacientes y del equipo médico extraterrestre—, de modo que, para las naves que se aproximaban, el gran hospital parecía un enorme árbol de Navidad cilíndrico».

Imagínense allí a un criminal moribundo que pesa quinientos kilos y que tiene el aspecto de una gigantesca pera y…