EPÍLOGO

Viernes, 15 de abril

Londres, Inglaterra

Toni había pedido otra habitación, sin comentar la situación con Michaels. Cuando iba a reunirse con ella en el vestíbulo del hotel, se preguntó qué le diría. Ese mismo día tenían previsto regresar a su país; el vuelo estaba reservado. Sería un largo viaje si ella no estaba dispuesta a hablarle.

Bajó por la escalera porque prefería estar solo.

El caso había terminado. Los británicos habían limpiado la porquería en la casa de Goswell. No había nada que relacionara directamente al viejo con lo sucedido. Los testigos que podrían haberlo involucrado estaban todos muertos.

El ordenador milagroso de Bascomb-Coombs también había fallecido; alguna clase de código de destrucción sincronizado, que no se había desconectado cuando él no estaba allí para desactivarlo. Los británicos tenían posesión del aparato, pero no sabían lo que era. Tal vez algún día lo averiguaran.

Por consiguiente, no se había producido ningún incidente internacional. La mayoría de los malos estaban muertos. Podría haber sido peor.

Pero ahí estaba Toni, junto a una gran maceta, en el vestíbulo. No le había hablado de Cooper y se había negado a escuchar cualquier explicación que él pudiera darle.

Lo miró con tanta tristeza que Michaels temió que rompiera a llorar. Incluso sus propios ojos querían llenarse de lágrimas. Debía resolver aquello de algún modo.

—Toni, lo siento, yo…

—No —lo interrumpió ella—. Hoy no. Tu vuelo sale dentro de un par de horas.

—¿Mi vuelo?

—Sí. Yo me quedaré aquí algún tiempo.

—Pero…

—No. Tengo mucho en que pensar, Alex, y tú también.

Lo miró y Michaels vio que se le empezaban a llenar los ojos de lágrimas.

—Toni, no lo comprendes…

—No. Ahora, no. No digas otra palabra.

Ahora las lágrimas rodaban libremente por sus mejillas.

Toni no sabía que, en realidad, él no se había acostado con Cooper; debía de suponer que lo había hecho. Y, en el fondo, ¿había realmente alguna diferencia? Él lo había deseado, había estado a punto de hacerlo. Después de estar acostado desnudo, junto a una mujer también desnuda, ¿importaba realmente que no se hubiera consumado el acto? Debía contárselo, pero la mirada de Toni congeló las palabras en su garganta. ¿Mejoraría la situación o la empeoraría?

¿Llegaría incluso a creerlo?

—Sí, claro, tómate algún tiempo, todo el que necesites. Nos… ocuparemos de esto cuando regreses.

—No, no lo haremos. No voy a volver al trabajo. Nunca deberíamos haber mezclado nuestra vida privada con nuestra vida profesional. Dimito, Alex. A partir de hoy, de ahora, de este momento, ya no trabajo en Net Force.

—¿Cómo? ¡No puedes hacer eso!

—No me digas lo que puedo o no puedo hacer. Adiós, Alex. Te echaré de menos.

Y dicho esto, se alejó.

Michaels observó cómo se marchaba, incapaz de hablar, de moverse, e incluso de respirar.

¡Dios mío, Toni! ¿Qué había hecho?

Permaneció allí durante mucho rato, como en trance, y cuando recobró el sentido, Toni había desaparecido. Desaparecido.