Más allá de la conciencia
Lograr una mente pura en un estado de ilusión, es práctica. Cuando uno trata de excluir la ilusión, sólo consigue hacerla más persistente. Hay que decir simplemente «oh, esto no es más que una ilusión», y no alterarse por ello.
Debemos establecer nuestra práctica donde no haya ni práctica ni iluminación. Mientras practiquemos el zazén donde hay práctica o iluminación, no tendremos ninguna posibilidad de lograr una paz perfecta en nosotros. En otras palabras, debemos creer firmemente en nuestra verdadera naturaleza. Esta verdadera naturaleza va más allá de nuestra experiencia consciente. La práctica y la iluminación, el bien y el mal, sólo se perciben en nuestra experiencia consciente. Pero hagamos o no la experiencia de nuestra verdadera naturaleza, lo que existe allí, más allá de la conciencia, verdaderamente existe, y es en ese lugar donde tenemos que establecer el fundamento de nuestra práctica.
Lo que es más, tener algo bueno en la mente no está del todo bien. Buda solía decir: «Se debe ser de esta manera y no de esta otra». Pero llevar en la mente este decir suyo tampoco está bien. Es una especie de carga y quizás no nos sintamos bien con ella.
De hecho, quizás abrigar cierta mala voluntad sea preferible a tener alguna idea acerca de lo que está bien o acerca de lo que se debería hacer. Tener cierto grado de mala voluntad en la mente es a veces muy agradable. Es cierto, en realidad no se trata de bien o de mal. Lo que importa es que se sienta uno en paz o no, y que se adhiera a ello o no.
Cuando se tiene algo en la conciencia no hay perfecta serenidad. El mejor camino para llegar a una perfecta serenidad es olvidarlo todo. Entonces la mente está en paz y tiene amplitud y claridad suficientes como para ver y sentir las cosas tal como son sin ningún esfuerzo. La mejor manera de lograr la serenidad perfecta consiste en no retener ninguna idea de las cosas, sean cuales fueren; olvidar todo lo referente a ellas y no dejar rastro alguno o sombra de pensamiento. Pero cuando uno trata de detener la mente o ir más allá de la actividad consciente, sólo se consigue echarse una carga más. «Yo debo detener mi mente en la práctica, pero no puedo. Mi práctica no es muy buena». Esta clase de idea es otra manera incorrecta de practicar. No se debe refrenar la mente, sino más bien dejarlo todo como está. Así las ideas no quedarán en la mente por mucho tiempo. Vendrán como vengan y se irán siguiendo su curso natural. Por fin, la mente se mantendrá clara y vacía durante mucho tiempo.
Así que lo más importante en la práctica es mantener una firme convicción en la vacuidad original de la mente. En los textos sagrados budistas se emplean a veces vastas analogías con el propósito de describir ese estado de mente vacía. A veces se usa un número astronómico, tan grande que sobrepasa toda cuenta. Esto significa renunciar al cálculo. Cuando es tan grande que no se puede apreciar, entonces se pierde el interés y se acaba por renunciar. Esta clase de descripción también puede suscitar una especie de interés en el número innumerable que ayudará a detener el pensar de la mente pequeña.
Pero la experiencia más pura del estado mental vacío se logra cuando uno se sienta en zazén. En realidad, la vacuidad de la mente no es ni siquiera un estado mental, sino que es la esencia original de la mente que experimentaron Buda y el Sexto Patriarca. «Esencia de la mente», «mente original», «cara original», «naturaleza de Buda», «vacuidad»: todas estas expresiones designan la calma absoluta de nuestra mente.
Uno sabe descansar físicamente, pero no mentalmente. Nos acostamos en la cama, pero la mente sigue atareada; aunque uno duerma, la mente está atareada soñando. La mente está siempre intensamente activa. Eso no es muy bueno. Hay que saber renunciar a la mente pensante, la mente atareada. Para ir más allá de la facultad de pensar, es necesario creer con firmeza en la vacuidad de la mente. Cuando se cree firmemente en el descanso perfecto de la mente, se retorna al estado puro original.
Dogen-zenji dice: «Hay que establecer la práctica en estado de ilusión». Aunque uno crea que está en estado de ilusión, la mente pura está allí. Lograr la mente pura en estado de ilusión, es práctica. Cuando se tiene la mente pura, la mente esencial, en el estado de ilusión, ésta se desvanecerá. No puede perdurar si uno dice «esto no es más que una ilusión». Se avergüenza, se escapa. Por eso hay que establecer la práctica en el estado de ilusión. Experimentar la ilusión es práctica. Esto es lograr la iluminación antes de alcanzarla. Aunque uno no la alcance, la logra. Entonces, cuando dice «esto no es más que una ilusión», ello en realidad es la iluminación en sí misma. Cuando uno trata de expulsar la ilusión, sólo consigue hacerla más persistente y la mente se atareará cada vez más tratando de manejarla. Esto no es bueno. Lo mejor es decir simplemente «oh, no es más que una ilusión». Cuando uno simplemente observa el estado de ilusión, logra la verdadera mente, la mente calma, la mente apacible. En cambio, cuando empieza a luchar con ella, uno queda envuelto en la misma ilusión.
De modo que, alcáncese o no la iluminación, basta con sentarse en zazén. Cuando se trata de alcanzar la iluminación se recarga mucho la mente. La mente no tiene suficiente claridad para ver las cosas tal como son. Cuando verdaderamente se ven las cosas tal como son, se las verá tal como deben de ser. Por una parte, tenemos que lograr la iluminación —así es como las cosas deben ser—. Pero por otro lado, mientras seamos seres físicos, la verdad es que resulta bastante difícil lograr esa iluminación.
Ésa es la realidad de las cosas por el momento. Pero si comenzamos por sentarnos, ambos aspectos de nuestra naturaleza quedan de manifiesto y vemos las cosas al mismo tiempo tal como son y como deberían ser. Como no somos buenos, en este momento, queremos mejorarnos, pero al lograr el estado trascendental de la mente, vamos más allá de las cosas tal como son y tal como deberían ser. En la vacuidad de la mente original, son una misma cosa, y allí encontramos nuestra serenidad perfecta.
Por lo general, la religión se desarrolla en el reino de la conciencia, y procura perfeccionar su organización construyendo hermosos edificios, componiendo música, cultivando filosofía, etcétera. Éstas son actividades religiosas realizadas en el mundo consciente. Pero el budismo recalca el mundo del inconsciente. La mejor manera de desarrollar el budismo es sentarse en zazén, simplemente sentarse, con una verdadera creencia en nuestra verdadera naturaleza. Esto es mucho mejor que leer libros o estudiar la filosofía del budismo. Por supuesto, es necesario estudiar la filosofía, porque fortalece la convicción. La filosofía del budismo es tan universal y lógica que no es únicamente la filosofía del budismo, sino la de la existencia misma. El objeto de la enseñanza budista es orientarnos hacia la vida misma que existe más allá de la conciencia en la mente pura original. Todas las prácticas budistas están dirigidas a proteger esta verdadera enseñanza, y no a propagar el budismo de una manera mística maravillosa. Así es que cuando examinamos verbalmente la religión, hemos de hacerlo de la manera más común y universal. No debemos tratar de propagar nuestro camino mediante un maravilloso pensamiento filosófico. En algunos sentidos, el budismo es más bien polémico, y hay en él cierto espíritu de controversia, porque debe proteger su camino de las interpretaciones místicas o mágicas de la religión. Pero el debate filosófico no es lo mejor para comprender el budismo. Para ser un budista sincero, lo mejor es sentarse. Nosotros somos muy afortunados porque tenemos un lugar para sentarnos de esta manera. Mi deseo es que ustedes tengan una creencia firme, amplia, imperturbable en el zazén que sólo consiste en sentarse. Sentarse simplemente, eso basta.