Algunos problemas de los derechos naturales

Otros libertarios partidarios de la propiedad intelectual argumentan que ciertas ideas merecen protección como derechos de propiedad porque son creaciones. Rand apoyaba las patentes y derechos de autor como «la expresión legal de lo básico de todos los derechos de propiedad: el derecho del hombre al producto de su mente».[45] Para Rand, los derechos de propiedad intelectual son de alguna forma, la remuneración del trabajo productivo. Sencillamente, es justo que un creador participe en los beneficios de que otros utilicen su creación. Por esta razón, en parte, se opone a las patentes y derechos de autor perpetuos, puesto que los herederos futuros y no nacidos del creador original no son los responsables mismos de la creación de los trabajos de sus antepasados.

Un problema con la opinión basado en la creación es que casi invariablemente sólo protege ciertos tipos de creaciones, salvo que, por supuesto, cada idea útil individual estuviera sujeta a propiedad (ver más abajo). Pero la distinción entre protegible y no protegible es necesariamente arbitraria. Por ejemplo, las verdades filosóficas, matemáticas o científicas no pueden protegerse bajo la ley actual, ya que el intercambio comercial y social se vería entorpecido en cada caso en que una nueva frase, verdad filosófica o similar fuera considerada de propiedad exclusive de su creador. Por esta razón, solamente pueden obtenerse patentes para las llamadas «aplicaciones prácticas» de ideas, pero no para ideas más abstractas o teóricas. Rand se muestra de acuerdo con este tratamiento dispar, intentando distinguir entre un descubrimiento, no patentable, y una invención, patentable. Argumenta que «un descubrimiento científico o filosófico que identifique una ley de la naturaleza, un principio o un hecho de la realidad no conocido previamente» no es una creación del descubridor.

Pero la distinción entre creación y descubrimiento no es evidente ni rigurosa.[46] Tampoco está claro por qué esa distinción, si fuera clara, sería éticamente relevante al definir los derechos de propiedad. Nadie crea materia, solamente la manipula y la moldea de acuerdo con leyes física. En este sentido, en realidad nadie crea nada. Simplemente reordena la materia en nuevas estructuras y modelos. Un ingeniero que invente un nuevo modelo de ratonera ha reordenado partes existentes para ofrecer una función que antes no se llevaba a cabo. Otros que aprendan de esta disposición pueden igualmente fabricar una ratonera mejorada. Aún así, la ratonera simplemente sigue las leyes de la naturaleza. El inventor no inventa la materia de la que está hecha la ratonera, ni los hechos y las leyes aprovechadas para hacerla funcionar.

Igualmente, el «descubrimiento» por parte de Einstein de la relación E=mc2, una vez conocido por otros, les permite manipular la materia de una forma más eficiente. Sin los esfuerzos de Einstein, o del inventor, otros hubieran seguido ignorando ciertas leyes causales, ciertas formas en que puede manipularse y utilizarse la materia. Tanto el inventor como el científico teórico realizan un esfuerzo mental creativo para producir nuevas ideas útiles. Pero uno recibe recompensa y el otro no. En un caso reciente, el inventor de una nueva forma de calcular un número que represente el camino más corto entre dos puntos (una técnica enormemente útil) no recibió la protección de patente porque se consideró que esto era «simplemente» un algoritmo matemático.[47] Pero resulta arbitrario e injusto recompensar más a los inventores prácticos y artistas, por ejemplo, a ingenieros y compositores, y dejar sin recompensa a los científicos teóricos, matemáticos y filósofos. La distinción es por sí misma vaga, arbitraria e injusta.

Más aún, adoptar un límite temporal para los derechos de propiedad intelectual, en lugar de un derecho perpetuo, también implica normas arbitrarias. Por ejemplo, las patentes duran veinte años desde que se otorgan, mientras que los derechos de autor duran, en caso de autores individuales, setenta años a partir de la muerte del autor. Nadie puede afirmar seriamente que diecinueve años para una patente sea un plazo demasiado corto y veintiuno demasiado largo, más de lo que podría afirmar que el precio actual de la gasolina o la leche pueda ser calificado objetivamente como demasiado alto o bajo.

Por tanto, uno de los problemas de la perspectiva del derecho natural para justificar la propiedad intelectual es que implica necesariamente distinciones arbitrarias en relación con qué clases de creaciones merecen protección y en lo que se refiere a la duración de esa protección.

Por supuesto, una forma de evitar esta dificultad es afirmar que todo es protegible por Propiedad Intelectual, con plazos perpetuos (infinitos). Por ejemplo, Spooner[48] es partidario de derechos perpetuos para patentes y derechos de autor. Schulman propone un concepto mucho más amplio de creaciones o ideas protegibles mediante propiedad intelectual. Propone derechos de propiedad a los que llama «derechos sobre logos» (logorights) sobre los logos que se creen. Los logos serían la «identidad material» o modelos de identidad de cosas creadas. El propietario de un logos sería propietario de los órdenes o modelos de información impuesto u observados en aspectos materiales.

El proponente más radical acerca de la propiedad intelectual es Andrew Joseph Galambos, cuyas ideas, hasta donde puedo entender, bordean el absurdo.[49] Galambos creía que el hombre tenía derechos de propiedad sobre su propia vida (propiedad primordial) y en «todas las derivaciones no procreativas de su vida».[50] Puesto que el «primer derivado» de la vida de un hombre son sus pensamientos e ideas, los pensamientos e ideas resultan ser «propiedad primaria». Puesto que la acción se basa en la propiedad primaria (ideas), también se tiene propiedad sobre las acciones; a ésta se llama «libertad». Los derivados secundarios como terrenos, televisores y otros bienes tangibles se producen mediante ideas y acciones. Por tanto los derechos de propiedad sobre cosas tangibles se relegan a un estatus secundario más bajo en comparación con el estatus «primario» de los derechos de propiedad sobre ideas. (Incluso Rand elevó una vez a las patente por encima de los simples derechos sobre bienes tangibles, en su extravagante noción de que «las patentes son el corazón y centro de los derechos de propiedad».[51] ¿Podemos de verdad creer que no se respetaban los derechos de propiedad antes de 1800, cuando se sistematizaron los derechos de patente?).

Aparentemente, Galambos llevó sus ideas a extremos ridículos, afirmando un derecho de propiedad sobre sus propias ideas y reclamando a sus estudiantes que no repitieran lo que decía,[52] echando un níquel en una caja común cada vez que utilizaba la palabra «libertad», como un royalty para los descendientes de Thomas Paine, supuesto «inventor» de la palabra «libertad» (liberty) y cambiando su nombre original de Joseph Andrew Galambos (Jr., supuestamente) a Andrew Joseph Galambos, para evitar infringir los derechos al nombre de su padre, de igual nombre.[53]

Al ampliar el ámbito de la propiedad intelectual y extender su duración para evitar esas distinciones arbitrarias, como hace Rand, el absurdo y la injusticia que causa la propiedad intelectual resultan aún más pronunciados (como demuestra Galambos). Y extendiendo el plazo de patentes y derechos de propiedad hasta el infinito, las próximas generaciones se verían ahogadas por las crecientes restricciones a su uso de la propiedad. Nadie podría fabricar (ni siquiera usar) una bombilla sin obtener permiso de los herederos de Edison. Nadie podría construir una casa sin permiso de los herederos del primer homínido que salió de las cavernas y construyó una choza. Nadie podría utilizar las diversas técnicas, productos y tratamientos para salvar vidas sin obtener permiso de varios afortunados y ricos descendientes. Nadie podría hervir agua para purificarla o usar encurtidos para conservar alimentos, salvo que obtuvieran licencias para los generadores de estas técnicas (o sus descendientes remotos).

Esos derechos ideales sin límites serían una seria amenaza a los derechos de propiedad tangibles y amenazarían con aplastarlos. Todo uso de propiedad tangible sería entonces imposible, puesto que cualquier uso concebible, cualquier acción, acabaría por infringir uno de los millones de derechos de propiedad intelectual acumulados en el pasado y la raza humana moriría de hambre. Pero, como apuntó Rand, los hombres no son fantasmas: tenemos un aspecto espiritual, pero también físico.[54] Cualquier sistema que eleve los derechos sobre las ideas a un extremo tal que quede por encima de los derechos sobre cosas tangibles resulta claramente un sistema ético inapropiado para seres human que viven y respiran. Nadie puede realmente actuar de acuerdo con una visión de la propiedad intelectual tan falta de restricciones. El resto de los partidarios de la propiedad intelectual detallan su apoyo limitando el ámbito o los plazos de esos derechos, adoptando por tanto las distinciones éticamente arbitrarias que apuntamos más arriba.

Un problema más profundo sobre la posición respecto de los derechos de propiedad reside en su excesivo énfasis en la «creación», en lugar de en la escasez, como origen de los derechos de propiedad, como se discute a continuación.