Capítulo treinta y seis

Día 3

Esta de aquí es la de su primer día en el jardín de infancia —le explicaba Amy con voz rota mientras le iba mostrando algunas fotografías.

Aquella tarde había vuelto a visitarla a su habitación después de haber pasado la mañana con ella paseando. Había logrado de nuevo hacerla hablar con normalidad de Leah y eso supuso un gigantesco paso en el acercamiento que empezaba a tener hacia él. Liam trató de mantener la compostura mientras las contemplaba y se preguntaba una y otra vez qué habría sucedido si Amy no hubiera perdido al hijo que ambos esperaban. ¿Habría sido motivo para que se hubiera quedado y le hubiera dado la oportunidad de aclararlo todo?

—En ésta es tu vivo retrato. Tiene tu misma sonrisa. —Se detuvo más tiempo del necesario en aquella fotografía y Amy pudo advertir cierta melancolía en su mirada.

—¿Por qué no hay nadie en tu vida? Es algo que no me explico. —Amy se arrepintió de su pregunta cuando fue consciente de la expresión de sorpresa de Liam—. Lo siento… no tengo derecho a fisgonear en tu vida privada. Olvida lo que he dicho.

Él se quedó pensativo. Sabía que estaba a punto de cometer una insensatez, pero se la jugó a pesar de todo.

—Me recuerdas a alguien que conocí hace tiempo —volvió a mirar la fotografía que aún sostenía en su mano— y me preguntaba cómo habrían sido nuestros hijos si…

—… si hubierais seguido juntos. —Amy continuaba acabando las frases que él siempre dejaba a medias. Una agradable sensación de regocijo lo inundó.

En ese preciso instante el nuevo flash de una imagen que apenas duró dos segundos volvió a irrumpir en su mente. El decorado del salón de un acogedor apartamento que no lograba recordar. Después una voz familiar y sin rostro que le decía «Yo te quiero y tú me quieres y ahora vamos a tener un hijo. ¿Qué problema hay? No estoy enfadado. Estoy feliz, muy feliz».

Liam asintió pensativo mirando al vacío sin percatarse de que Amy estaba tratando de recomponerse después de su último recuerdo.

—¿Qué ha sido de ella? —le preguntó con notable interés—. ¿Has vuelto a tener contacto?

Liam sabía que se estaba metiendo en arenas movedizas, pero aun así continuó.

—En cierto modo, aunque no de la manera que yo habría deseado.

—¿Te ha rechazado?

—No que yo sepa.

—Eso es un paso importante.

—Se supone que los pasos importantes tienes que darlos tú, Amy. Me da la sensación de que nos estamos intercambiando los papeles, ¿no te parece?

Liam consiguió arrancarle una tímida sonrisa.

—¿Sientes aún algo por ella?

Liam asintió con la cabeza.

—¿Y ella por ti?

—Eso aún tengo que descubrirlo.

—Seguro que se dará cuenta de lo imbécil que fue al separarse de ti.

—Creo que se dio cuenta, pero ya era demasiado tarde para ambos.

—Nunca es demasiado tarde si se quiere a alguien. Deberías darte una oportunidad.

Liam aprovechó la ocasión que le estaba brindando para pagarle con la misma moneda. Ésa sería la mejor terapia para hacerla reaccionar.

—No sé si merezco una oportunidad.

—Pues claro que la mereces.

—No quiero volver a sufrir.

—Cuando hay amor de por medio se supera cualquier cosa. Te lo aseguro.

—¿De veras? ¿Estoy oyendo hablar a la misma persona que ayer decía que el dolor no se iría nunca? ¿A la que se culpa una y otra vez de los errores cometidos y que no quiere poner remedio para olvidarlos y comenzar de nuevo?

Amy se levantó y cruzó el umbral de la terraza hacia su habitación. Se quedó apoyada en el marco de la puerta.

—Mi caso es diferente.

Liam la siguió y permaneció en silencio frente a ella varios segundos viendo cómo aquellas lágrimas de infinito desconsuelo volvían a inundar sus ojos.

—Lo sé, Amy, has perdido a tu hija y eso va en contra de la ley de la naturaleza, pero desgraciadamente, no eres la única en este mundo que está pasando por ese calvario. Todos sufrimos y nos caemos, pero nos levantamos y seguimos adelante. A veces solos y otras veces, afortunadamente, teniendo a nuestro lado a gente que nos quiere y nos apoya incondicionalmente.

—Eres buena persona —le dijo con voz inconsolable.

—Creo que en este momento necesitas un abrazo escocés —le dijo mientras la rodeaba con ternura entre sus brazos.

Amy sintió un nuevo estremecimiento seguido de un frío infernal a pesar de estar a finales del mes de marzo. De nuevo imágenes fugaces. Un puente sobre un río, una preciosa casa a lo lejos. Estaba en los brazos de alguien, de alguien que la abrazaba y la hacía sentir a salvo, igual que en aquel momento. La imagen desapareció y se separó bruscamente de los brazos de Liam.

—¿Sucede algo? ¿He dicho o hecho algo que no debía? Amy, ¿te encuentras bien?

—He visto algo… estoy recordando algo… no sé lo que es pero…

—Dime qué has visto.

—Un puente sobre un río… hacía mucho frío… una bonita casa blanca con tejado de pizarra. Ayer tuve otras visiones fugaces… —Parecía nerviosa.

—Cálmate, eso es una buena señal —le dijo Liam tragándose un desagradable nudo en la garganta por lo que podía suponer a corto plazo aquella revelación mientras la llevaba a tomar asiento en uno de los sillones de la estancia—. No debes asustarte de nada. Son sólo recuerdos. Al principio te parecerá que no tienen sentido, pero poco a poco las piezas irán encajando.

—¿Y cómo voy a encajarlas?

—Yo te ayudaré a hacerlo. Todo va a salir bien, ya lo verás —le dijo con una sonrisa que no pasó desapercibida para Amy. Aquella sonrisa le era tan familiar.

—Me gusta verte sonreír. Tu sonrisa transmite bienestar.

Liam prefirió no pensar en lo que transmitía la suya.

—Si seguimos por este camino te prometo que me verás sonreír muchas veces más.

Día 4

—¿Para qué es esto? —le preguntó mientras sostenía en su mano un pequeño cuaderno que Liam le acababa de entregar.

—Es una especie de diario —le respondió sentándose a su lado en la terraza.

—¿Quieres que escriba un diario?

—No exactamente. Quiero que anotes cualquier recuerdo que se te venga a la cabeza. Por absurdo o incomprensible que pienses que pueda llegar a ser, es un recuerdo real. Así que lo anotarás y después me comentarás lo que has sentido.

—Hace tiempo que no escribo.

—Pues es una pena porque tengo entendido que eres realmente buena.

—Dejé de hacerlo, pero no logro recordar la razón.

—Ésta será una buena forma de averiguarlo.

—¿Por qué te estás preocupando tanto por mí?

—Estoy aquí para eso, Amy.

—¿Qué va a pasar cuando me marche de aquí?

—Pasará lo que tú quieras que pase. Esta vez tú serás la dueña de tu propio destino.

—¿Podré venir a visitarte?

—Por supuesto que podrás. No te vas a deshacer de mí tan fácilmente.

—A veces tengo la sensación de que te he conocido en otra vida, ¿sabes? Me gustaría que eso fuera una señal de que formas parte de mis recuerdos.

Liam guardó silencio. En esta ocasión no supo qué decir. Las palabras se ahogaban en su garganta y luchaban por salir, pero sabía que debía dejarlas ahí.

—A mí también me gustaría —fue lo único que se le ocurrió decir.

Sabía que tenía que marcharse y dejarla a solas con aquellos pensamientos. Él también lo necesitaba, así que se levantó.

—Tengo que ver a otros pacientes —mintió—. Volveré después del almuerzo.

—De acuerdo. —Amy se mostró algo decepcionada por no poder seguir disfrutando de su compañía y Liam se dio cuenta de ello.

—Haz lo que te he dicho —le dijo señalando el cuaderno.

—Lo haré.

Amy lo contempló mientras deslizaba la puerta corredera para cruzarla y dirigirse hasta la salida de su habitación. Entonces recordó algo. Estaba en un aeropuerto. Echaba la vista atrás con lágrimas en los ojos mientras oía la misma voz familiar que le decía: «No olvides lo mucho que te quiero». La imagen desapareció sin haber podido ponerle rostro a la persona que le decía aquellas palabras. Estaba claro que no era Jorge.

—Liam —volvió a llamarlo en el momento en que ponía la mano sobre el picaporte. Él se volvió hacía ella y Amy advirtió una extraña emoción en sus ojos.

—Dime, Amy.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por hacer que no pierda la esperanza.

Liam le dedicó una afectuosa sonrisa de agradecimiento que Amy le devolvió. Acto seguido salió de la habitación preguntándose hasta cuándo podría soportar aquella situación.