Capítulo trece
Diez días después, Daniel Harris caminaba apresurado por el pasillo de su domicilio mientras se ponía un albornoz para acudir a la llamada de alguien que pulsaba el timbre con insistencia.
—Ya voy… —dijo mientras deslizaba el cerrojo sin mirar por la rejilla.
Cuando abrió la puerta se encontró con una enfurecida Amy que entraba a trompicones en el vestíbulo. Daniel se hizo a un lado con rostro estupefacto para dejarla pasar y cerró la puerta tras él.
—Perdona, me has pillado en la ducha… no sabía que… —De repente se detuvo para contemplarla allí frente a él sumida en un ataque de nervios y cruzada de brazos mirándolo con una expresión exacerbada—. ¿Se puede saber qué demonios te pasa?
—Eres un pedazo de imbécil, ¿sabes?
—Creo que me he perdido… —le dijo.
—¿Por quién me has tomado, Daniel? ¿Quién te crees que eres para ir hablando por ahí de nuestros sentimientos? ¿Cómo te has atrevido a decirle semejante atrocidad a Liam? Has hecho que esté a punto de perderlo. —Se fue hacia él enfurecida golpeándole el pecho con los puños—. Liam es mi amigo y es intocable, ¿me oyes? Si vuelves a hacer algo parecido te juro que…
Daniel le sujetó ambas muñecas con fuerza.
—¿Qué? ¿Qué es lo que vas a hacer? ¿Dejarme?
Amy se deshizo de sus manos.
—¿Por qué sigues conmigo? —le preguntó Amy.
—Sería yo quien debería hacer esa pregunta. Era sólo cuestión de tiempo.
—¿De qué hablas? —Su voz denotaba una clara indignación.
—Basta ya de juegos, Amy. ¿Es que no te has dado cuenta? Por Dios, es más que evidente. Desde el mismo día en que os presenté saltaron chispas y todo el mundo fue partícipe de ello.
—Te equivocas.
—Si tratas de negar lo que está tan claro a los ojos de todos, te estás traicionando a ti misma.
—¿Por qué le contaste aquella mentira?
—Ya que esto va a terminar podrías tener la decencia de reconocerlo.
—Si tan seguro estabas de que era así ¿por qué has continuado saliendo conmigo?
—A pesar de todo, deseaba alargar un poco más el final.
—No sabía que fueras tan cínico —añadió mirándolo a los ojos con cierto resentimiento.
—Ni yo que fueras tan ingenua.
—Quiero que sepas que cuando he estado contigo he estado al cien por cien y Liam es, ante todo, un compañero además de un gran amigo y una excelente persona. Ésa es la relación que me une a él. Lo creas o no, así es. Lo último que quiero hacer durante este año es dejarme aquí el corazón por culpa de un escocés.
—Vaya… gracias por la parte que me toca —le dijo Daniel con sátira en la mirada.
—No me hagas sentir culpable porque sabes que tú tampoco estás enamorado de mí. A veces he llegado a pensar que estás enamorado de ti mismo.
—¡Oh claro! Ahora, como marca la tradición, vienen las patéticas excusas.
—Terminemos esto de una vez como personas adultas, por favor. Te empiezas a comportar como un quinceañero celoso.
—No te preocupes por eso. Mi ego masculino no se ha sentido herido. Tú eres la única que se está haciendo daño a sí misma y espero que no termines lamentándolo en el futuro.
Amy guardó silencio y se encaminó hacia la puerta de salida. Daniel la acompañó. Puso la mano sobre el picaporte al tiempo que lo miraba pero esta vez sus ojos no expresaban rabia. Su desconcertante mirada se trasladó hacia el pasillo que llevaba a su habitación.
—Ese ruido ¿Te has dejado abierto el grifo de la ducha? —le preguntó.
Daniel sacudió la cabeza sin levantar la mirada del suelo.
—Tengo compañía —le dijo finalmente en un hilo de voz.
—Vaya… —Amy agarró el picaporte con firmeza y abrió la puerta—. Eres un hombre de recursos.
—Escucha, Amy… yo… —De repente el invencible Daniel Harris parecía que se estuviera desplomando—. Siento que todo esto haya terminado de esta manera.
—Has sido tú quien ha acabado con esto. No lo olvides.
—Tarde o temprano iba a suceder. Estuvo bien mientras duró. Te he liberado, Amy, así que no me hagas sentir culpable. Como bien dices, seamos adultos y acabemos con esto sin rencor.
El vacío en los ojos de Amy era indefinible.
—Sin rencor… —repitió Amy.
—Quiero que seas feliz con la persona adecuada.
—Eso dice mucho de ti.
Daniel sabía que no había nada más que añadir.
—Suerte, Amy.
Amy no esperó al ascensor. Desapareció escaleras abajo sin pronunciar palabra. Ya estaba todo dicho.
El martes era el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. Hacía dos días que había terminado con Daniel y tres que no veía a Liam. Su amiga Valerie sabía por el momento delicado que estaba pasando. A esa triste anécdota se le habían sumado aquellas fechas en las que estaba lejos del hogar y en las que echaba terriblemente de menos a su padre. Así que tanto ella como Jill estuvieron apoyándola de corazón en aquellos infelices momentos. Después de haber almorzado en compañía de ambas y de haber telefoneado a su madre con la que había derramado algunas lágrimas, se dispuso a dar un paseo para dirigirse al despacho de Liam.
—Ahora mismo está reunido, señorita MacLeod. No creo que vaya a tardar mucho. Si quiere puede sentarse mientras lo espera —le anunció la secretaria.
Había estado allí en un par de ocasiones, pero siempre había entrado acompañada por Liam para recoger algún expediente o para consultar algo en el ordenador. Escuchó la apertura de la puerta del corredor que había justo frente al lugar donde ella se hallaba sentada. Percibió la voz de Liam hablando con otras personas.
—… la suerte está de nuestro lado en este momento así que crucemos los dedos para que todo siga así a partir de ahora —decía mientras aparecía en la sala de espera.
Se quedó sorprendido de su presencia y después le guiñó rápidamente un ojo mientras le dirigía una fugaz sonrisa. Era su forma de decirle que estaría con ella en un minuto mientras acompañaba a sus clientes hasta la puerta de salida.
—Sé que está haciendo usted una gran labor, señor Wallace. Su hermano puede estar orgulloso de tenerle como socio… aunque he oído que pronto levará anclas —le dijo un hombre de baja estatura y cabello canoso.
—Todavía es pronto para hablar de eso. Me temo que me queda aún mucho por aprender. No hay que ser impaciente.
—Estaremos en contacto —le dijo el otro acompañante que debía ser el hijo por su innegable parecido.
—Les tendré al corriente —dijo Liam tendiéndoles la mano a ambos.
—Gracias por todo.
—A ustedes por haber confiado en nuestros servicios.
Ambos clientes desaparecieron por la puerta de salida y Liam se encaminó hacia Amy al tiempo que ésta se levantaba de su asiento.
—¡Qué agradable sorpresa! —le dijo dándole un abrazo.
Amy percibió un agradable olor a colonia.
—Estás muy guapo vestido de chaqueta y corbata. Nunca te había visto así. Te sienta fenomenal.
—Gracias.
Ambos fueron conscientes de las miradas indiscretas de Christine, la secretaria.
—Vamos a mi despacho y me pones al día.
Amy lo siguió por el pasillo en silencio. Cuando entraron y Liam cerró la puerta tras él, permaneció varios segundos mirándola. Notó que algo no iba bien.
—Si tienes mucho trabajo puedo venir en otro momento. Venía por si te podías escapar para tomar un café por la zona.
Liam se acercó a ella.
—¿Va todo bien? —le preguntó.
Amy mantuvo la vista fija en su corbata sin decir nada.
—¿Amy?
—Echo de menos San Francisco y a mi familia. Mi padre… me acuerdo mucho de él y… Daniel y yo hemos terminado.
—Lo siento —dijo acogiéndola en sus brazos—. Siento que te sientas triste, pero sabes que no estás sola. Me tienes a mí, ¿vale? No quiero que se te olvide.
Amy se separó de su abrazo y lo miró con expresión agradecida.
—No se me olvida.
—Así me gusta. Creo que lo que tenía que hacer puede esperar a mañana —dijo dirigiéndose a un armario para coger su abrigo y su bufanda— así que vamos a tomarnos ese café y después te invito a cenar.
—Pero…
—Nada de peros y cuando acabemos de cenar te llevo a casa para ayudarte a preparar la maleta —dijo mientras se ponía el abrigo.
—¿La maleta?
—Sí. En cuanto termine los asuntos pendientes que tengo aquí por la mañana y tú termines los tuyos en la facultad, voy a buscarte y nos marchamos a Callander.
—¿Callander?
—¿Quieres dejar de repetir todo lo que digo? —Le mostró una efusiva sonrisa.
—No puedo ir a Callander. Dentro de cuatro días es Nochebuena y voy a cenar con Jill y con el resto de la familia.
—No vas a cenar con Jill. Vas a pasar la Nochebuena y fin de año en Callander. Siempre pasamos las vacaciones de Navidad allí y no puedes faltar.
—¿Qué va a decir Jill de todo esto? ¿Y tu familia? Liam, no puedo hacerlo.
—Mi familia está encantada con la idea. En cuanto a Jill, no te preocupes porque ya está avisada y me ha dado su consentimiento para que te vengas conmigo.
—Veo que lo tenías todo muy organizado. ¿Cuándo pensabas decírmelo?
—Tenía intención de ir a buscarte cuando saliera de aquí para darte la sorpresa pero te has adelantado, pequeña bruja.
Amy se echó a reír en ese instante cuando la puerta del despacho se abrió.
—Mmm… perdón, no sabía que estabas acompañado. —Un tipo muy elegante y con un leve parecido a Liam, aunque unos años mayor, apareció tras la puerta.
—Si tuvieras por costumbre llamar antes de entrar sabrías que estoy acompañado —le dijo en tono serio pero bromista al mismo tiempo—. Entra, no te quedes ahí como un pasmarote. Amy, te presento a mi hermano Keith.
Keith le tendió la mano cortésmente y Amy la tomó entre la suya.
—Es un placer Keith.
—El placer es mío… —Miró a su hermano y después de nuevo a ella—. Te ha tenido escondida demasiado tiempo. Creíamos que eras producto de su imaginación.
—Es así de simpático, así que vete acostumbrando —bromeó de nuevo Liam.
—Eres mucho más bonita de lo que nos habían dicho.
Liam estuvo a punto de fusilar con la mirada a su hermano.
—Pues a mí me parece agradable —le dijo Amy mirando a Liam con un gesto revelador.
Liam tuvo que devolverle la sonrisa.
—¿Te marchas? —preguntó Keith.
—Sí. Dejaré listo lo de Worldwide mañana.
—Estupendo. No te preocupes, disfruta de tu tarde libre en compañía de esta encantadora californiana. Encantado de conocerte, Amy.
—Lo mismo digo, Keith. Ha sido un placer.
Liam pasó la mano por la espalda de Amy para encaminarla hacia la puerta mientras se despedía de Keith.
—Hasta mañana —le dijo evitando la indiscreta expresión de su hermano.
—Dentro de unos quince minutos aterrizaremos en Newark, señor Wallace —le informó el tripulante de cabina responsable de su bienestar absoluto durante el vuelo.
—Muchas gracias.
Liam cerró una vez más el manuscrito de Amy para recostarse y contemplar las blancas nubes que se extendían bajo él.
No quería pensar en nada aunque era imposible que su mente no se mantuviera ocupada con todo lo que había vivido desde su regreso a Callander. Volvió a pensar en su madre y en la dureza de tener que volver a la realidad del resto de su vida sabiendo que ella ya no estaría allí para apoyarle y protegerle. Pensó en la soledad impuesta de su padre y las vidas aparentemente completas de Keith y Jane. Después pensó en la suya y se preguntó si todo lo que había dejado en el camino había merecido la pena. Se había hecho esa pregunta cientos de veces a lo largo de los últimos años. A veces pensaba que no había existido un equilibrio adecuado entre lo que había dejado y lo que había ganado. Pero cuando se metía en la piel de un nuevo personaje y se ponía delante de la cámara se convertía en otro ser diferente. Era como vivir la existencia del otro y para él aquello era más que suficiente. Lo que ahora se preguntaba era si lo seguiría siendo.