Cuando Matías recuperó la noción de espacio —el viaje daba cierta sensación de mareo—, escuchó a Irene que se quejaba:
—¡Qué tarados, qué tarados!
—¿Qué pasa?
—¿No te das cuenta?
—¿Qué? ¿Estamos adentro de la escuela?
—Sí.
—¿Y estamos en noviembre de 1990?
—Sí.
—¿Cómo sabés?
Irene le señaló reloj colgado en una pared: decía 18 de noviembre.
—Buenísimo —dijo Matías.
—¿Pero no te das cuenta?
—¿De qué?
—¡Es domingo! ¡Es domingo y estamos encerrados en la escuela!
—¡No!
—Vamos a tener que esperar hasta maña na o buscar alguna manera de salir…