fili

No duró mucho ese momento de asombro porque de pronto el chico experimentó una rarísima sensación… ¿cómo describirla? Sintió que su nombre era Peter Chabon. Su nombre era Peter Chabon, por supuesto, qué duda podía tener, ¿acaso una persona puede dudar de su nombre? Solo que misteriosamente acababa de sentir la novedad de llamarse así.

Solo pensarlo era absurdo. Era como cuando uno sufre un agudo dolor de cabeza y de pronto nota que desde hace minutos ya no lo siente, así que se pregunta cuándo ocurrió el cambio. El chico sintió que ahora se llamaba Peter Chabon. Era extraño, pero real. Pensó que, si alguien se acercaba y le preguntaba su nombre, él podría contestarle: «ahora, me llamo Peter Chabon». Además… pensándolo mejor, qué raro llamarse así si toda su familia era argentina, incluso sus abuelos y su padre… todos descendientes de españoles. ¡Su padre era de apellido Riolobos! ¿Entonces por qué su apellido era Chabon? Y tampoco era el apellido de su madre, que se llama Marcia García. ¿Recién ahora reparaba en que su apellido no coincidía con el de su padre? Caminó, tratando de apartar su pensamiento de esa confusión.

—Señor, disculpe… —le dijo a alguien que pasaba—. ¿Qué día es hoy?

—Martes.

—La fecha exacta, quiero decir…

—Martes 14.

—Martes 14 de qué…

—¿Qué te pasa, querido? ¿Me estás cargando? Martes 14 de marzo…

—¿Pero de qué año?

—No sabés en qué año vivís… ¿no deberías estar internado?

—Está bien, gracias…

Fue a mirar en el puesto de diarios… qué distintos los diarios y las revistas. En una, había una foto de la selección de fútbol argentina y «Los campeones del mundo se preparan para el mundial de Italia». ¿Italia? ¿Y nuestra selección campeona del mundo? ¡Ojalá! ¡Si el campeón del mundo era Uruguay! Meses atrás Uruguay le había ganado la final a los locales en el mundial en Brasil. ¡Había escuchado los partidos por radio! Pero en esa revista decía que el campeón era Argentina. Qué raro. De pronto, vio la fecha en letra chiquita y no lo pudo creer. Tuvo que mirar otro diario, y otro: ¡Sí, 1989! ¡Minutos antes estaba en 1950!

* * *

—Buenísimo que me hayas hecho caso, pero esta historia no va, no es de terror.

—¿Por qué?

—Porque no pasa nada.

—Sí que pasa.

—Me refiero a que no pasa nada con muertos vivos, fantasmas, maldiciones, gente sin cabeza, profecías, mensajes desde el más allá…

—Es cierto…

—Entonces no es de terror.

—Tenés razón.

—¿Por qué no le ponés un poco de terror?

—¿Cómo hago? ¿Compro un frasco de terror en la farmacia y se lo echo?

—No sé, el escritor sos vos, ¿no? Si un libro se llama La casa maldita, tiene que dar miedo.

—No necesariamente. Puede llamarse Piquito, el pollito simpático y tratar sobre la vida de un descuartizador de abuelas, y puede llamarse La casa maldita y ser de…

—¿De qué?

—¡Qué sé yo! ¡Estuviste leyendo! ¿No te dije que no me gusta que leas lo que estoy escribiendo?

—Entonces no lo dejes en la pantalla, guardalo y apagá la compu…